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La sangre

La sangre tiene una serie de funciones en el cuerpo humano. Dos funciones claves son suministrar
oxígeno y nutrientes a los tejidos, también eliminar los productos de desecho. Adicionalmente, la sangre
transporta hormonas, por ejemplo, entre órganos y tejidos. Además, ayuda a transferir calor a la piel y
actúa como un amortiguador para proteger el pH del cuerpo y mantener la homeostasis.
La sangre representa aproximadamente el 7% del peso de un cuerpo humano, con un volumen de
aproximadamente 5,28 cuartos (5 litros) en un adulto promedio.
La sangre es un tejido fluido que circula por capilares, venas y arterias de todos los vertebrados. Su color
rojo característico es debido a la presencia del pigmento hemoglobínico contenido en los eritrocitos.
Es un tipo de tejido conjuntivo especializado, con una matriz coloidal líquida y una constitución compleja.
Tiene una fase sólida (elementos formes, que incluye a los glóbulos blancos, los glóbulos rojos y las
plaquetas) y una fase líquida, representada por el plasma sanguíneo.
Su función principal es la logística de distribución e integración sistémica, cuya contención en los vasos
sanguíneos (espacio vascular) admite su distribución (circulación sanguínea) hacia casi todo el cuerpo.

 La sangre es una dispersión coloidal: las plaquetas representan su fase continua y fluida, y los
elementos formes representan la fase dispersa del sistema, en forma de pequeños corpúsculos
semisólidos.
 Antiguamente, la sangre era considerada, según la teoría humoral, la sustancia predominante en
individuos de temperamento sanguíneo.
 La sangre representa aproximadamente el 7% del peso de un cuerpo humano promedio. Así, se
considera que un adulto tiene un volumen de sangre (volemia) de aproximadamente cinco litros, de los
cuales 2,7-3 litros son plasma sanguíneo.
 En los humanos y en otras especies que utilizan la hemoglobina, la sangre arterial y oxigenada es de
un color rojo brillante, mientras que la sangre venosa y parcialmente desoxigenada toma un color rojo
oscuro y opaco. Sin embargo, debido a un efecto óptico causado por la forma en que la luz penetra a
través de la piel, las venas se ven de un color azul.
Composición de la sangre
La sangre está compuesta de plasma, que representa el 55% de su volumen, y elementos celulares que
constituyen el otro 45%. Estos elementos incluyen glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas.
Como todo tejido, la sangre se compone de células y componentes extracelulares (su matriz extracelular).
Estas dos fracciones tisulares vienen representadas por:
Los elementos formes—también llamados elementos figurados—: son elementos semisólidos (es decir,
mitad líquidos y mitad sólidos) y particulados (corpúsculos) representados por células y componentes
derivados de células.
El plasma sanguíneo: un fluido traslúcido y amarillento que representa la matriz extracelular líquida en la
que están suspendidos los elementos formes, es más denso que el agua. El volumen plasmático total se
considera como de 40-50 mL/kg peso.
El plasma tiene cuatro componentes principales. Es 90% de agua, pero también contiene proteínas
solubles, por ejemplo, albúmina, globulina y proteínas de coagulación, electrolitos y elementos. Las
albúminas, producidas por el hígado, contribuyen a la presión osmótica coloidal y contribuyen al transporte
de materiales como vitaminas, penicilina, ácidos grasos y bilirrubina. Hay tres categorías de globulinas:
alfa, beta y gamma, la última de las cuales desempeña un papel en el sistema inmunitario. El plasma en su
conjunto transporta dióxido de carbono y oxígeno, los gases respiratorios.
Además de vehiculizar las células de la sangre, también lleva los alimentos y las sustancias de desecho
recogidas de las células. El suero sanguíneo es la fracción fluida que queda cuando se coagula la sangre y
se consumen los factores de la coagulación.
Los componentes del plasma se forman en el hígado (albúmina y fibrinógeno) y en las glándulas
endocrinas (hormonas).
El plasma es una mezcla de proteínas, aminoácidos, glúcidos, lípidos, sales, hormonas, enzimas,
anticuerpos, urea, gases en disolución y sustancias inorgánicas como sodio, potasio, cloruro de calcio,
carbonato y bicarbonato.
Los elementos formes constituyen alrededor del 45% de la sangre. Tal magnitud porcentual se conoce con
el nombre de hematocrito (fracción «celular»), adscribible casi en totalidad a la masa eritrocitaria. El otro
55% está representado por el plasma sanguíneo (fracción acelular).
Los elementos formes de la sangre son variados en tamaño, estructura y función, y se agrupan en:

 las células sanguíneas, que son los glóbulos blancos o leucocitos, células que «están de paso» por la
sangre para cumplir su función en otros tejidos;
 los derivados celulares, que no son células estrictamente sino fragmentos celulares; están
representados por los eritrocitos y las plaquetas; son los únicos componentes sanguíneos que cumplen
sus funciones estrictamente dentro del espacio vascular.
Los glóbulos rojos o eritrocitos son los principales transportadores de oxígeno y también permiten la
eliminación de dióxido de carbono. Los glóbulos blancos o leucocitos (GB) son importantes en las
reacciones alérgicas, matan a los parásitos y responden a la infección. Las plaquetas, o trombocitos, son
fragmentos celulares y son cruciales en la coagulación de la sangre.
Hematopoyesis
La hematopoyesis es un proceso fisiológico que asegura la renovación de las células sanguíneas y que se
produce de forma cotidiana en nuestro organismo. Encontramos tres tipos: la eritropoyesis para los
glóbulos rojos; la leucopoyesis para los leucocitos (que se realiza en la médula ósea); y la
trombocitopoyesis para la fabricación de las plaquetas. Un problema en la hematopoyesis puede provocar
enfermedades como una hemopatía -una leucemia, un linfoma- o una aplasia de glóbulos rojos.
Glóbulos rojos
Los glóbulos rojos son las células más abundantes en la sangre y representan aproximadamente un cuarto
de todas las células en todo el cuerpo. Su función principal es transportar oxígeno por todo el cuerpo a
través del sistema circulatorio. Contienen una gran cantidad de hemoglobina, que es lo que les permite
unirse al oxígeno. La hemoglobina también es responsable de su color rojo.
El glóbulo rojo se forma en la médula que hay dentro de los huesos y su proceso de maduración es muy
importante, ya que no podrá salir de la médula hasta que adquiera el tamaño y la forma necesarios.
Los glóbulos rojos, hematíes o eritrocitos constituyen aproximadamente el 96% de los elementos
figurados. Su valor normal (conteo) en la mujer promedio es de alrededor de 4.800.000, y en el varón, de
aproximadamente 5.400.000 hematíes por m/L (mililitro).
Estos corpúsculos carecen de núcleo y orgánulos (solo en mamíferos), por lo cual no pueden ser
considerados estrictamente células. Contienen algunas vías enzimáticas y su citoplasma está ocupado
casi en su totalidad por la hemoglobina, una proteína encargada de transportar oxígeno. El dióxido de
carbono, contrario a lo que piensa la mayoría de la gente, es transportado en la sangre (libre disuelto 8%,
como compuestos carbodinámicos 27%, y como bicarbonato, este último regula el pH en la sangre). En la
membrana plasmática de los eritrocitos están las glucoproteínas (CDs) que definen a los distintos grupos
sanguíneos y otros identificadores celulares.
Los eritrocitos tienen forma de disco, bicóncavo, deprimido en el centro; esta forma aumenta la superficie
efectiva de la membrana. Los glóbulos rojos maduros carecen de núcleo, porque lo expulsan en la médula
ósea antes de entrar en el torrente sanguíneo (esto no ocurre en aves, anfibios y ciertos animales). Los
eritrocitos en humanos adultos se forman en la médula ósea.
La sangre contiene un 45% de glóbulos rojos, menos de 1% de glóbulos blancos y plaquetas y un 55% de
plasma.
Así, en condiciones normales, la producción de células sanguíneas tiene lugar de forma controlada, a
medida que el cuerpo precisa de ellas. Ahora bien, la alteración de este equilibrio origina diversas
enfermedades; unas se deben a una insuficiente producción de todas las células sanguíneas (aplasia
medular) o de algún tipo específico de las mismas (eritroblastopenias, amegacariocitosis, agranulocitosis).
Otras tienen lugar por la producción de células incapaces de realizar las funciones que le son propias y en
cantidades insuficientes (síndromes mielodisplásicos) y, finalmente, otras son debidas a la producción de
células cancerosas en grandes cantidades (leucemias).
La vida media de un glóbulo rojo, también conocido como eritrocito, es de 100 a 120 días. Durante este
tiempo, los glóbulos rojos circulan por el cuerpo a través de arterias, venas y capilares. Eventualmente, los
glóbulos rojos se desgastan y son reconocidos por los macrófagos, pequeños glóbulos blancos que
digieren los desechos celulares y se consumen en un proceso conocido como fagocitosis.
Producción de glóbulos rojos
La vida de un glóbulo rojo comienza dentro de la médula ósea roja de los huesos grandes, en un proceso
conocido como eritropoyesis. Los riñones estimulan la producción de glóbulos rojos al secretar
eritropoyetina. La médula ósea produce glóbulos rojos inmaduros, llamados reticulocitos, que circulan por
el cuerpo durante un día más o menos, antes de que se conviertan en glóbulos rojos maduros. Los
reticulocitos representan aproximadamente el 1% de los glóbulos rojos en el cuerpo.
Una vez que los reticulocitos se convierten en eritrocitos, circulan por el cuerpo hasta por 120 días. Su
función principal durante este tiempo es hacer circular el oxígeno por todo el cuerpo, pero también
secretan sustancias químicas que regulan la dilatación y la constricción de los vasos sanguíneos. También
ayudan al sistema inmunitario a descomponer las células patógenas.
Cuando los eritrocitos alcanzan el final de su ciclo, la membrana que los rodea comienza a deteriorarse.
En este punto, son reconocidos por células conocidas como macrófagos, y son ingeridos por ellos para
que puedan dar paso a nuevas células sanguíneas. Este proceso, denominado muerte celular programada
por eritrocitos o erittosis, mantiene el equilibrio de los glóbulos rojos en el cuerpo. Cada segundo, el cuerpo
produce aproximadamente 2 millones de células sanguíneas y muchas células también se destruyen.
La vida de un glóbulo rojo se ha medido de varias maneras. La aglutinación diferencial es el método más
común. Es una prueba compleja que implica el uso de sustancias que se unen a los eritrocitos y su
introducción en el torrente sanguíneo. Se realizan mediciones y pruebas y, con el tiempo, las diferencias
en la medición permiten determinar la vida de un glóbulo rojo.
Hemoglobina
La hemoglobina, una proteína que contienen los eritrocitos, se une fácil y reversiblemente con el oxígeno y
la mayor parte del oxígeno transportado en la sangre lo hace en esa proteína. Los valores normales de
hemoglobina en sangre están entre 4 y 20 gramos por cada 100 mililitros de sangre en el infante, entre 13
y 18 g/100mL en varones adultos, y entre 12 y 16 g/100mL en las hembras adultas.
La hemoglobina se fabrica partiendo de la proteína globina al ser ligada al pigmento rojo hemo que
contiene un átomo de hierro. La globina es una proteína formada por cuatro cadenas polipéptidas (un
polipéptido contiene más de diez aminoácidos en su molécula) y cada una de ellas se liga con un grupo
hemo, de forma que la molécula creada de hemoglobina contiene cuatro átomos del metal.
Como el hierro de la hemoglobina se puede combinar reversiblemente con un átomo de oxígeno, cada
molécula de hemoglobina puede transportar cuatro átomos de oxígeno. Si tenemos en cuenta que en un
eritrocito existen unos 250 millones de moléculas de hemoglobina, es fácil calcular que cada una de estas
diminutas células puede acarrear la fantástica cifra de mil millones de átomos de oxígeno.
La carga de oxígeno se produce en los pulmones y la dirección del transporte es hacia los tejidos. Cuando
la sangre deficiente en oxígeno alcanza los pulmones, el oxígeno se difunde de los alveolos (sacos llenos
de aire) pulmonares a la sangre y con ello a los eritrocitos, que lo ligan a su hemoglobina. La hemoglobina
"oxigenada" cambia de forma estructural y adquiere una tridimensional de color rojo brillante que se
conoce como oxihemoglobina. En los tejidos el proceso se invierte, el oxígeno se desprende del hierro y
difunde en el fluido intercelular y de ahí a las células; la hemoglobina retoma su forma original para
convertirse en desoxihemoglobina que adquiere un color rojo oscuro.
Los niveles normales de hemoglobina están entre los 12 y 18 g/dl de sangre, y esta cantidad es
proporcional a la cantidad y calidad de hematíes (masa eritrocitaria). Constituye el 90% de los eritrocitos y,
como pigmento, otorga su color característico, rojo, aunque esto sólo ocurre cuando el glóbulo rojo está
cargado de oxígeno.
Tras una vida media de 120 días, los eritrocitos son destruidos y extraídos de la sangre por el bazo, el
hígado y la médula ósea, donde la hemoglobina se degrada en bilirrubina y el hierro es reciclado para
formar nueva hemoglobina.
Valores normales del recuento de glóbulos rojos
La cantidad normal de hematíes varía según la edad, sexo y etapa de la vida entre otros factores, variando
entre 3,5 y 6 millones por milímetro cúbico de sangre.
Bebés: 5,8 millones por mm3.
Niños: 3,6 a 4,8 millones/mm3.
Hombres adultos: 4,5 a 6 millones/mm3.
Mujeres adultas: 4 a 5,4 millones/mm3. Esta cantidad se ve reducida en las mujeres embarazadas o
durante la menstruación.
Hematíes altos
Hablaremos de hematíes altos cuando el recuento de hematíes por mm3 superen los valores antes medios
establecidos.
Están altos debido a diferentes causas, entre las que encontramos el tabaquismo, enfermedades
pulmonares, cardíacas, sufrir deshidratación, enfermedades renales, uso de fármacos que estimulen la
producción
Hematíes bajos
Si hay un faltante de glóbulos rojos es porque la médula ósea no es capaz de producirlos en la cantidad
necesaria. Las causas pueden ser déficit de vitaminas o ingesta insuficiente de alimentos ricos en hierro,
anemia, hemorragias o sangrados repetidos, enfermedades de la médula ósea, cáncer o inflamación
crónica.
Glóbulos blancos
Los glóbulos blancos o leucocitos forman parte de los efectores celulares del sistema inmunitario, y son
células con capacidad migratoria que utilizan la sangre como vehículo para tener acceso a diferentes
partes de la anatomía. Los leucocitos son los encargados de destruir los agentes infecciosos y las células
infectadas, y también segregan sustancias protectoras como los anticuerpos, que combaten a las
infecciones.
El conteo normal de leucocitos está dentro de un rango de 4.500 y 11.500 células por mm³ (o microlitro) de
sangre, variable según las condiciones fisiológicas (embarazo, estrés, deporte, edad, etc.) y patológicas
(infección, cáncer, inmunosupresión, aplasia, etc.). El recuento porcentual de los diferentes tipos de
leucocitos se conoce como «fórmula leucocitaria» (ver Hemograma, más adelante).
Según las características microscópicas de su citoplasma (tintoriales) y su núcleo (morfología), se dividen
en:

 los granulocitos o células polimorfonucleares: son los neutrófilos, basófilos y eosinófilos; poseen
un núcleo polimorfo y numerosos gránulos en su citoplasma, con tinción diferencial según los tipos
celulares, y
 los agranulocitos o células monomorfonucleares: son los linfocitos y los monocitos; carecen de
gránulos en el citoplasma y tienen un núcleo redondeado.
Granulocitos o células polimorfonucleares
 Neutrófilos, presentes en sangre entre 2.500 y 7.500 células por mm³. Son los más numerosos,
ocupando entre un 55% y un 70% de los leucocitos. Se tiñen pálidamente, de ahí su nombre. Se
encargan de fagocitar sustancias extrañas (bacterias, agentes externos, etc.) que entran en el
organismo. En situaciones de infección o inflamación su número aumenta en la sangre. Su núcleo
característico posee de 3 a 5 lóbulos separados por finas hebras de cromatina, por lo cual antes se los
denominaba «polimorfonucleares» o simplemente «polinucleares», denominación errónea.
 Basófilos: se cuentan de 0,1 a 1,5 células por mm³ en sangre, comprendiendo un 0,2-1,2% de los
glóbulos blancos. Presentan una tinción basófila, lo que los define. Segregan sustancias como la
heparina, de propiedades anticoagulantes, y la histamina que contribuyen con el proceso de la
inflamación. Poseen un núcleo a menudo cubierto por los gránulos de secreción.
 Eosinófilos: presentes en la sangre de 50 a 500 células por mm³ (1-4% de los leucocitos) Aumentan en
enfermedades producidas por parásitos, en las alergiasy en el asma. Su núcleo, característico, posee
dos lóbulos unidos por una fina hebra de cromatina, y por ello también se las llama «células en forma
de antifaz».
Agranulocitos o células monomorfonucleares

 Monocitos: Conteo normal entre 150 y 900 células por mm³ (2% a 8% del total de glóbulos blancos).
Esta cifra se eleva casi siempre por infeccionesoriginadas por virus o parásitos. También en algunos
tumoreso leucemias. Son células con núcleo definido y con forma de riñón. En los tejidos se
diferencian hacia macrófagos o histiocitos.
 Linfocitos: valor normal entre 1.300 y 4000 por mm³ (24% a 32% del total de glóbulos blancos). Su
número aumenta sobre todo en infecciones virales, aunque también en enfermedades neoplásicas
(cáncer) y pueden disminuir en inmunodeficiencias. Los linfocitos son los efectores específicos del
sistema inmunitario, ejerciendo la inmunidad adquirida celular y humoral. Hay dos tipos de linfocitos,
los linfocitos B y los linfocitos T.
Los linfocitos B están encargados de la inmunidad humoral, esto es, la secreción de anticuerpos
(sustancias que reconocen las bacterias y se unen a ellas y permiten su fagocitocis y destrucción). Los
granulocitos y los monocitos pueden reconocer mejor y destruir a las bacterias cuando los anticuerpos
están unidos a éstas (opsonización). Son también las células responsables de la producción de unos
componentes del suero de la sangre, denominados inmunoglobulinas.
Los linfocitos T reconocen a las células infectadas por los virus y las destruyen con ayuda de los
macrófagos. Estos linfocitos amplifican o suprimen la respuesta inmunológica global, regulando a los otros
componentes del sistema inmunitario, y segregan gran variedad de citoquinas. Constituyen el 70% de
todos los linfocitos.
Tanto los linfocitos T como los B tienen la capacidad de «recordar» una exposición previa a un antígeno
específico, así cuando haya una nueva exposición a él, la acción del sistema inmunitario será más eficaz.
Plaquetas
Las plaquetas (trombocitos) son fragmentos celulares pequeños (2-3 μm de diámetro), ovales y sin
núcleo. Se producen en la médula ósea a partir de la fragmentación del citoplasma de los megacariocitos
quedando libres en la circulación sanguínea. Su valor cuantitativo normal se encuentra entre 150.000 y
450.000 plaquetas por mm³ (en España, por ejemplo, el valor medio es de 226.000 por microlitro con una
desviación estándar de 46.0002).
Las plaquetas sirven para taponar las lesiones que pudieran afectar a los vasos sanguíneos. En el proceso
de coagulación (hemostasia), las plaquetas contribuyen a la formación de los coágulos (trombos), así son
las responsables del cierre de las heridas vasculares. Una gota de sangre contiene alrededor de 250.000
plaquetas.
Su función es coagular la sangre, las plaquetas son las células más pequeñas de la sangre, cuando se
rompe un vaso circulatorio ellas vienen y rodean la herida para disminuir el tamaño para evitar el
sangrado.
El fibrinógeno se transforma en unos hilos pegajosos y con las plaquetas forman una red para atrapar los
glóbulos rojos que se coagula y forma una costra para evitar la hemorragia.
Papel de las plaquetas en la hemostasia
La hemostasia es el conjunto de mecanismos fisiológicos que evitan la pérdida de sangre debido al daño o
a la rotura de los vasos sanguíneos, y que al mismo tiempo mantienen la sangre en estado líquido dentro
del sistema vascular. Existe un equilibrio entre sustancias procoagulantes y anticoagulantes.
La hemostasia puede dividirse en una serie de fases consecutivas:

 Fase vascular (vasoconstricción). Este vasoespasmo puede deberse a factores nerviosos,


mecánicos y a sustancias liberadas por el tejido lesionado y las plaquetas. El músculo liso de la túnica
media de los vasos sanguíneos se contrae.
 Fase plaquetaria (formación del tapón plaquetario). Se adhieren y agregan plaquetas, las cuales se
activan y liberan sustancias que permiten que se agreguen más plaquetas formándose un tapón
plaquetario.
 Fase plasmática (formación del coágulo). Se activan los factores de coagulación y se acumulan
filamentos de fribrina.
 Disolución del coágulo. Finalmente, el coágulo se retrae y se cierra la rotura.
Tipos de sangre
Existen los siguientes tipos de sangre: A, B, AB y 0 (cero). Si a una persona con un tipo de sangre se le
transfunde sangre de otro tipo se puede enfermar gravemente e incluso morir ya que los grupos
sanguíneos se clasifican según una franja llamada aglutinógeno que existe alrededor de los eritrocitos en
su capa citoplasmática, que si capta un grupo extraño de sangre se puede destruir, lo que produce la
destrucción del eritrocito generando una reacción en cadena. Así es que los hospitales tratan de hallar
sangre compatible en los bancos de sangre, es decir, sangre del mismo tipo que la del paciente a través
de centrífugas y reactivos.
Cabe destacar que entre los grupos sanguíneos de menos compatibilidad se encuentra el grupo «AB» por
el contrario el grupo «0-» tiene compatibilidad con todos los tipos de sangre, (negativos y positivos)
mientras que el «0+» tiene compatibilidad con los tipos de sangre positiva.
Hay 4 grupos sanguíneos básicos:

 Grupo A con antígenos A en las glóbulos rojos y anticuerpos anti-B en el plasma.


 Grupo B con antígenos B en los glóbulos rojos y anticuerpos anti-A en el plasma.
 Grupo AB con antígenos A y B en los glóbulos rojos y sin los anticuerpos anti-A ni anti-B en el plasma.
Este grupo se conoce como «receptor universal de sangre», ya que puede recibir sangre de cualquier
grupo, pero no puede donar más que a los de su propio tipo.
 Grupo 0 sin antígenos A ni B en los glóbulos rojos y con los anticuerpos anti-A y anti-B en el plasma.
Este grupo se conoce como «donador universal de sangre», ya que puede donar sangre a cualquier
grupo, pero no puede recibir más que de su propio tipo.
Una de las funciones de la sangre es proveer nutrientes (oxígeno, glucosa), elementos constituyentes del
tejido y conducir productos de la actividad metabólica (como dióxido de carbono).
La sangre también permite que células y distintas sustancias (aminoácidos, lípidos, hormonas) sean
transportadas entre tejidos y órganos.
La fisiología de la sangre está relacionada con los elementos que la componen y por los vasos que la
transportan, de tal manera que:

 Transporta el oxígeno desde los pulmonesal resto del organismo, vehiculizado por la hemoglobina
contenida en los glóbulos rojos.
 Transporta el anhídrido carbónico desde todas las células del cuerpo hasta los pulmones.
 Transporta los nutrientes contenidos en el plasma sanguíneo, como glucosa, aminoácidos, lípidos y
sales mineralesdesde el hígado, procedentes del aparato digestivoa todas las células del cuerpo.
 Transporta mensajeros químicos, como las hormonas.
 Defiende el cuerpo de las infecciones, gracias a las células de defensa o glóbulo blanco.
 Responde a las lesiones que producen inflamación, por medio de tipos especiales de leucocitos y otras
células.
 Coagulación de la sangre y hemostasia: Gracias a las plaquetas y a los factores de coagulación.
 Rechaza el trasplante de órganos ajenos y alergias, como respuesta del sistema inmunitario.
 Homeostasisen el transporte del líquido extracelular, es decir en el líquido intravascular.
Volemia es un término médico que se refiere al volumen total de sangre circulante de un individuo humano
o de otra especie, que es de aproximadamente de 5-6 litros (humanos), del 7 al 8 % del peso corporal. Se
distingue del hematocrito, que es el porcentaje de glóbulos rojos o eritrocitos en el volumen total de
sangre.
Volemia
Volemia es un término técnico empleado en la jerga médica para referirse al volumen de sangre total
contenido en el sistema cardiovascular. Es una expresión compuesta por las primeras letras de la palabra
volumen y el vocablo “emia” que proviene del griego “haemia” y hace referencia a la sangre.
La volemia puede determinarse por varios métodos y estimarse en función del peso corporal. Es
importante que se mantenga dentro de cierto rango, ya que cambios importantes en su volumen pueden
modificar la presión arterial o la composición de los líquidos circulantes.
El organismo posee mecanismos de regulación que se activan ante los cambios en el volumen y en la
composición del volumen circulante, desencadenando mecanismos conductuales y hormonales que
permiten mantener dicho volumen dentro de los rangos normales.
Los valores normales de la volemia en el hombre varían entre 70 y 75 ml/Kg de peso corporal, mientras
que en de la mujer se sitúa entre 65 y 70 ml/Kg de peso corporal.
¿Qué indica la volemia?
Aunque el significado de la palabra parece claro a partir de la definición anterior, es importante insistir en lo
que el término indica, sobre todo cuando también se define como “el volumen de sangre circulante” y
puede confundirse con otro término técnico médico como lo es el “gasto cardíaco”.
El gasto cardíaco es el volumen de sangre impulsado por el corazón en la unidad de tiempo. Es un
concepto dinámico. Su magnitud se expresa en unidades de volumen/tiempo (L/min). Ese volumen fluye
en un minuto por la totalidad de cada circuito y regresa al corazón para recircular de nuevo.
La volemia, por otra parte, es la cantidad de sangre total que ocupa el lecho cardiovascular,
independientemente de que se mueva o no y del ritmo al cual se mueva. Su magnitud puede tener
repercusiones hemodinámicas, pero se trata simplemente de un volumen y es más bien un concepto
estático.
La diferencia se entiende mejor cuando se piensa en una persona con una volemia de 5 litros que, en
reposo, mantiene un gasto cardíaco de 5 L/min, pero que con un ejercicio moderadamente intenso sube su
gasto a 10 L/min. En ambos casos la volemia fue la misma, pero el gasto cardíaco se duplicó.
¿Cómo se calcula?
La volemia en una persona se puede determinar empleando métodos de estimación para los cuales se
utilizan índices relacionados con el peso corporal. Aunque con procedimientos de laboratorio técnicamente
más complicados puede realizarse también una medición mucho más exacta.
Con los métodos de estimación no se mide la volemia real, sino que se estima lo que debería ser el valor
normal de esa variable. Se asume para ello que, en un varón adulto, la volemia debería ser (en litros) el
7% de su peso corporal (en kilos), o también que por cada Kg de peso tendrá 70 ml de sangre.
Usando el principio de dilución, se pueden emplear dos métodos para medir el volumen de sangre
existente en el organismo. Con el primero se deduce directamente dicho volumen; con el segundo se
miden aparte el volumen plasmático y el hematocrito y a partir de ellos se calcula la volemia total.
Para medir el volumen de un líquido usando el principio de dilución, se administra una cantidad conocida
de un indicador (Mi) que se distribuya uniformemente en ese líquido; se toma luego una muestra y se mide
la concentración del indicador (Ci). El Volumen (V) se calcula usando V=Mi/Ci.
En la medición directa de la volemia se inyectan glóbulos rojos marcados radiactivamente con 51Cr y se
mide luego la radioactividad de una muestra. Para el segundo método se mide el volumen plasmático
usando Azul de Evans o albúmina radiactiva (125I-albúmina), y el hematocrito.
En este último caso, el volumen total de la sangre (Vsang) se calcula dividiendo el volumen plasmático
(VP) entre 1 – Hematocrito (Hto), expresado este como fracción de la unidad y no como porcentaje. Es
decir: Vsang = VP / 1 – Hto.
Distribución
La volemia en un varón de 70 Kg de peso (7% de ese peso) estaría alrededor de 5 litros (4,9), 84%
contenido en la circulación sistémica, 7% en el corazón y 9% en los vasos pulmonares. Del 84% sistémico:
64% en venas, 13% en arterias y 7% en arteriolas y capilares.
Variaciones
Aunque el valor de la volemia debe mantenerse dentro de ciertos límites (normovolemia), se pueden
presentar situaciones que tiendan a modificarlo. Dichas situaciones pueden conducir a una reducción
(hipovolemia) o a un incremento (hipervolemia) del volumen sanguíneo.
Hipovolemia
La hipovolemia puede producirse por pérdida de sangre completa como en las hemorragias; al reducirse el
componente líquido sanguíneo por déficit de agua como en la deshidratación o por acumulación de agua
en otros compartimientos líquidos distintos al intravascular.
Causas de deshidratación pueden ser la diarrea, el vómito, la sudoración intensa, el uso exagerado de
diuréticos, la diabetes insípida con diuresis exagerada. La acumulación de agua en compartimientos
distintos se da en el intersticio (edema), la cavidad peritoneal (ascitis) y la piel (quemaduras graves).
La hipovolemia puede acompañarse de un conjunto de síntomas de deshidratación como sed, resequedad
de piel y mucosas, hipertermia, pérdida de peso y piel flácida. Otros síntomas incluyen taquicardia, pulso
débil e hipotensión arterial y, en casos extremos, hasta shock hipovolémico.
Hipervolemia
La hipervolemia puede ocurrir por intoxicación hídrica cuando el ingreso de agua supera a su excreción. La
retención puede ser por un tumor que secrete hormona antidiurética (ADH) en forma exagerada. La ADH
induce la reabsorción exagerada de agua en el riñón y reduce su excreción.
Las insuficiencias cardíacas y renales, la cirrosis hepática, el síndrome nefrótico y la glomerulonefritis, así
como la ingesta compulsiva y exagerada de líquidos en algunas enfermedades mentales o la
administración exagerada de soluciones por vía parenteral son también causas de hipervolemia.
Entre los síntomas de la hipervolemia se describen los relacionados con el incremento de la tensión
arterial y el edema cerebral como el dolor de cabeza, los vómitos, la apatía, alteraciones de conciencia,
convulsiones y coma. Se puede acumular líquido en los pulmones (edema pulmonar).
Regulación
La volemia debe mantenerse dentro de ciertos límites considerados normales. El organismo se encuentra
sometido a circunstancias normales o patológicas que tienden a modificar esos valores, pero dispone de
mecanismos de control que tienden a contrarrestar esos cambios.
Los sistemas de control implican la existencia de sensores que detectan las variaciones y estructuras que
coordinan las respuestas. Estas últimas incluyen la modificación de la ingesta de líquidos mediante el
mecanismo de la sed y la modificación de la excreción renal de agua mediante la ADH.
Las variaciones de volumen son detectadas por receptores de presión en arterias (aorta y carótida) y en
vasos pulmonares y aurículas. Si aumenta la volemia, se activan los receptores, se inhibe el mecanismo
de la sed y se ingiere menos líquido.
La activación de los presorreceptores en hipervolemia inhibe también la secreción de ADH. Esta hormona
hipotalámica liberada en la neurohipófisis promueve la reabsorción renal de agua y reduce su excreción.
Su ausencia favorece la eliminación urinaria de agua y se reduce la hipervolemia.
Otro estímulo implicado en el control de la volemia es la osmolaridad del plasma. Si disminuye
(hipervolemia hiposmolar), se inactivan osmorreceptores en el hipotálamo y se inhibe la sed y la secreción
de ADH, con lo cual baja el volumen plasmático y la volemia.
La hipovolemia y la hiperosmolaridad plasmática tienen efectos opuestos a los recién citados. Se inactivan
los presorreceptores y/o se activan los osmorreceptores con lo cual se dispara la sed y se secreta ADH, lo
que termina con retención de agua a nivel tubular renal y la volemia aumenta.
Hematocrito
El hematocrito es el porcentaje del volumen total de sangre que está compuesta por glóbulos rojos.
Los glóbulos rojos o eritrocitos son las células sanguíneas que transportan el oxígeno por todo el cuerpo.
Para qué sirve
Un análisis de hematocrito se puede utilizar para detectar, diagnosticar o monitorear una serie de
afecciones y enfermedades que afectan a los glóbulos rojos.
A menudo se utiliza con un nivel de hemoglobina para una evaluación simple y rápida de los glóbulos rojos
o como parte de un conteo sanguíneo completo como parte de una evaluación de salud. La prueba se
puede utilizar para:

 Explorar, diagnosticar y evaluar la gravedad de la anemia (bajo recuento de glóbulos rojos, bajo
recuento de hemoglobina, bajo recuento de hemoglobina, bajo recuento de hematocrito) o policitemia
(alto recuento de hemoglobina, alto recuento de hemoglobina, alto recuento de hematocrito).
 Monitorear la respuesta al tratamiento de la anemia o policitemia y otros trastornos que afectan la
producción o la vida útil de la CBR.
 Ayudar a tomar decisiones sobre transfusiones de sangre u otros tratamientos si la anemia es grave.
 Evaluar la deshidratación
Algunas afecciones afectan la producción de glóbulos rojos en la médula ósea y pueden llevar a un
aumento o disminución en el número de glóbulos rojos maduros liberados en el torrente sanguíneo. Otras
afecciones pueden afectar la vida de los glóbulos rojos en el torrente sanguíneo. Si hay un aumento en la
destrucción de glóbulos rojos (“hemólisis”) o pérdida de glóbulos rojos (sangrado) o si la médula ósea no
es capaz de producir nuevos glóbulos rojos lo suficientemente rápido, el número total de glóbulos rojos y
hematocritos disminuye, causando anemia.
Este examen puede indicar si hay un problema con la producción de glóbulos rojos o la expectativa de
vida, pero no puede determinar la causa subyacente. Además del CBC completo, se pueden realizar otras
pruebas al mismo tiempo o como seguimiento para establecer la causa, incluyendo un frotis de sangre, un
frotis de reticulocitos, estudios de hierro, estudios de los niveles de vitamina B12 y ácido fólico y, en las
condiciones más severas, un examen de médula ósea.
Cuándo se realiza
Dado que un hematocrito a menudo se realiza como parte de una NFS, se tienen en cuenta los resultados
de los otros componentes. Un aumento o disminución del hematocrito debe interpretarse conjuntamente
con otros parámetros, como el recuento de glóbulos rojos, la hemoglobina, el recuento de reticulocitos y/o
los índices de glóbulos rojos. La edad, el género y la raza son otros factores a considerar. En general, el
hematocrito refleja los resultados de los recuentos de glóbulos rojos y de hemoglobina.
El hematocrito se prescribe comúnmente como parte del conteo sanguíneo completo. También puede
ordenar solo o con un nivel de hemoglobina como parte de un examen médico general. Estos exámenes
generalmente se prescriben cuando una persona tiene signos y síntomas de una enfermedad que afecta
los glóbulos rojos, como anemia y policitemia.
Algunos de los signos y síntomas de la anemia incluyen:

 Debilidad o fatiga
 Falta de energía
 Desmayos
 Pálido
 Dificultad para respirar
Algunos de los signos y síntomas de la policitemia incluyen:

 Deterioro de la visión
 Mareos
 Dolores de cabeza
 Agrandamiento del bazo
Algunas veces se puede prescribir cuando una persona tiene signos y síntomas de deshidratación severa,
como sed excesiva, boca seca o membranas mucosas, y falta de sudoración u orina.
Este examen se puede realizar varias veces o de manera regular cuando una persona ha sido
diagnosticada con problemas de sangrado continuo, anemia crónica o policitemia para determinar la
efectividad del tratamiento. También se puede prescribir de forma rutinaria en pacientes que reciben
tratamiento para el cáncer que se sabe que afecta a la médula ósea.
Cómo se realiza
Una muestra de sangre tomada de una vena del brazo o por punción del dedo (niños y adultos) o punción
del talón (recién nacidos).
¿Qué significan los resultados?

El hematocrito indica si se tienen demasiados o muy pocos glóbulos rojos - condiciones que pueden ocurrir
como resultado de ciertas enfermedades.
La proporción de células rojas de la sangre en comparación con todas las células sanguíneas puede
ayudar al médico a hacer un diagnóstico o controlar la respuesta a un tratamiento.
Valores normales de hematocrito
Los rangos normales de hematocrito dependen de la edad y, después de la adolescencia, el sexo de la
persona. Los valores normales son los siguientes.

 Recién nacidos: 55% a 68%.


 De una semana: 47% a 65%.
 Un mes: 37% a 49%.
 Tres meses: del 30% al 36%.
 Un año: 29% a 41%.
 10 años: 36% a 40%.
 Hombres adultos: 42% a 54%.
 Mujeres adultas: 38% a 46%.
 Embarazos en adultos: alrededor del 30% - 34% límites inferiores y 46% límites superiores.
 Residentes en zonas de gran altitud: alrededor del 45% - 61% para los hombres; 41% - 56% para las
mujeres. Estos niveles son gradualmente más altos en promedio que la altitud a la que vive la gente.
Esto es consecuencia del aumento de la capacidad de transporte de oxígeno de los glóbulos rojos en
áreas altas, donde hay una disminución en la concentración de oxígeno en el ambiente.
Estos valores pueden variar ligeramente de un laboratorio a otro. Por lo tanto, es mejor que el médico
explique el significado del nivel de hematocrito de una persona si esto no es normal.
Valores altos de hematocrito
El hematocrito alto se conoce como policitemia. Se puede asociar a deshidratación o hipoxia. En casos de
enfermedad pulmonar obstructiva crónica, la hipoxia genera un aumento en la producción de
eritropoyetina, lo que puede resultar en un hematocrito alto.
La policitemia vera, también llamada policitemia primaria, es un trastorno sanguíneo en el cual la médula
ósea produce demasiados glóbulos rojos sanguíneos.
Algunos de los signos y síntomas de la policitemia incluyen:

 Deterioro de la visión
 Mareos
 Dolores de cabeza
 Agrandamiento del bazo
Valores bajos de hematocrito
La disminución de hematocrito en la sangre es una anemia. Se puede relacionar con diferentes
condiciones, como una hemorragia o leucemia. Hay numerosos factores que pueden contribuir a
desarrollar una anemia, como una baja ingesta de hierro, o pacientes con enfermedad renal crónica, que
no generan suficiente eritropoyetina para estimular la producción de glóbulos rojos en la médula ósea.
Algunos de los signos y síntomas de la anemia incluyen:

 Debilidad o fatiga
 Falta de energía
 Desmayos
 Pálido
 Dificultad para respirar
Consideraciones
El embarazo generalmente resulta en una ligera disminución en los valores de hematocrito debido al
exceso de líquido en la sangre.
Una transfusión sanguínea reciente afectará los resultados del hematocrito.

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