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ESCUELAS DE ANÁLISIS DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS

A continuación, se abordarán las tres grandes corrientes del análisis de las políticas públicas. En
concreto, relacionadas con la Teoría del Estado, el funcionamiento de la acción de los poderes
públicos y la evaluación de los resultados y efectos de las políticas públicas.

Un primer modelo se sitúa en una perspectiva pluralista y concibe al Estado como una especie de
ventanilla en la que se atenderían toda suerte de demandas sociales. Las políticas públicas serian
respuestas a las demandas sociales que deberían analizarse desde una lógica de optimización de
las decisiones colectivas y de racionalización tanto de los procesos de toma de decisiones como de
la conducta de los burócratas.

El segundo modelo gira en torno a la idea del Estado como instrumento al servicio de una clase
social. Desde esta perspectiva, el análisis de la acción de los poderes públicos permitirá evidenciar
la poca autonomía del Estado respecto a los intereses capitalistas frente a los actores de
organizaciones no públicas.

El tercer modelo pone el acento en la distribución de parcelas de poder entre los actores y en las
interacciones entre los mismos. Según el enfoque neocorporativista, los servidores públicos están
en gran medida capturados por los grupos de interés con los que mantienen relaciones
privilegiadas y exclusivas.

Desde una segunda respectiva, se busca explicar el funcionamiento de la acción pública sin utilizar
el análisis de las políticas públicas. Esta escuela se dividió en dos grandes escuelas. La primera
buscó desarrollar un conocimiento más amplio de los procesos de formulación y ejecución de las
políticas públicas. La otra escuela se dedicó a desarrollar un sistema cognitivo utilizable en los
procesos de formulación y ejecución de las políticas públicas.

Esta perspectiva de análisis de las políticas públicas, basa su corpus teórico en diversas
perspectivas científicas: la ciencia administrativa, las ciencias de la complejidad, la sociología de la
decisión pública y de manera más general, la sociología de la acción colectiva, las ciencias
económicas y las ciencias de la información.

Mencionamos aquí a cuatro figuras importantes, que marcan esta escuela: el politólogo americano
Lasswell, Simon, Lindblom y Easton, que fueron pioneros en la aplicación de la teoría de sistemas
al mundo político. Aunque, por supuesto, coinciden todos ellos en considerar al Estado como un
sistema administrativo complejo y casi siempre heterogéneo, también mostraron ópticas diversas.

Mientras algunos autores centran sus análisis en los procesos de toma de decisiones y en las
estrategias de los actores, otros trabajos se centran en las herramientas e instrumentos de
intervención pública. Un tercer grupo se interesa en las estructuras, procedimientos y formas
institucionales de la administración pública. Finalmente, últimamente se ha desarrollado una
óptica específica que se conoce como enfoque cognitivo.

La tercera perspectiva que podemos tener en cuenta es la que intenta explicar los resultados de la
acción pública y sus efectos en la sociedad basándose en los objetivos que persiguen o en sus
efectos indirectos o no previstos. En el ámbito de la evaluación pueden distinguirse dos
preocupaciones fundamentales.
En primer lugar, la concerniente al desarrollo de una metodología y caja de herramientas propia
para la labor de la evaluación. Su fundamento es el tratamiento de los datos cuantitativos, el
análisis multivariable, la comparación experimental y el análisis costo-beneficio. La segunda
preocupación se centra en el proceso de evaluación y en su ejecución en términos de mejora de la
gestión pública y de influencia sobre el proceso de toma de decisiones.

Con esta aproximación a las diferentes corrientes, el objetivo ha sido contribuir al establecimiento
de un diagnóstico, poniendo en evidencia los factores que puedan llegar a explicar el mal o buen
funcionamiento de las políticas públicas desde la perspectiva de la capacidad de producción de los
poderes públicos y de sus administraciones.

En medio de las influencias teóricas mencionadas, se pueden distinguir la aproximación de otras


corrientes de investigación contemporáneas.

El neoweberianismo, que supone que los actores burocráticos, aprovechándose de la rigidez,


tratan de obtener sobre todo, rentas de situación, en detrimento del contenido de las políticas
públicas cuya responsabilidad les corresponde.

El neomarxismo, que si bien de manera justificada entiende que el Estado trata de garantizarse
una legitimidad secundaria a través de políticas públicas que cuenten con el beneplácito de
actores relevantes.

Las teorías de elección racional postulan que las políticas públicas constituyen para los partidos
políticos y los burócratas, una mera moneda de cambio en el juego electoral o en la adquisición de
ventajas personales.

El neocorporativismo, que sugiere que el aparato político administrativo ha sido capturado por
parte de grupos sectoriales organizados cuyo comportamiento pretende modificar a través de las
políticas públicas y que, en consecuencia, el Estado es incapaz de elaborar e implementar
intervenciones de carácter redistributivo que puedan beneficiar a los grupos sociales no
organizados que padecen los costes de un determinado problema colectivo.

El pluralismo, que en su acepción clásica defiende la idea de un Estado ventanilla atento a todas
las reivindicaciones y demandas sociales, cuyas políticas públicas reflejan las prioridades de acción
surgidas de la sociedad civil en su conjunto.

El sistemismo puro, que puede acabar no reconociendo ni autonomía ni intencionalidad propia a


los actores de las políticas públicas, cuyo comportamiento sería simplemente explicable en razón
de la función social que les es asignada por su entorno organizacional directo.

La óptica comparativa en términos de sistemas políticos, que se apoya en comparaciones


estadísticos y en datos estructurales de los sistemas políticos sin analizar verdaderamente el
proceso y los aspectos cualitativos del contenido propiamente dicho de las políticas públicas.

La perspectiva crítica, que rechaza toda óptica positivista y racionalista en el análisis de políticas
públicas y se concentra en la identificación de las dimensiones de poder y dominación implícitas
en las acciones públicas concretas.

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