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BIOETICA

La bioética es la rama de la ética que se dedica a proveer los principios para la


correcta conducta humana respecto a la vida, tanto de la vida humana como de
la vida no humana (animal y vegetal), así como del ambiente en el que pueden
darse condiciones aceptables para la vida.

En su sentido más amplio, la bioética no se limita al ámbito médico, sino que


incluye todos los problemas éticos que tienen que ver con la vida en general,
extendiendo de esta manera su campo a cuestiones relacionadas con el medio
ambiente y al trato debido a los animales.

La bioética es una disciplina relativamente nueva, y el origen del término


corresponde al pastor protestante, teólogo, filósofo y educador alemán Fritz
Jahr, quien en 1927 usó el término Bio-Ethik en un artículo sobre la relación
ética del ser humano con las plantas y los animales. Más adelante, en 1970, el
oncólogo norteamericano Van Rensselaer Potter utilizó el término bio-ethics en
un artículo sobre "la ciencia de la supervivencia".

DEFINICION Y DOMINIOS

La bioética abarca las cuestiones éticas acerca de la vida que surgen en las
relaciones entre biología nutrición medicina política (no debe confundirse con la
"biopolítica", derecho, filosofía, sociología, antropología, teología, etc. Existe un
desacuerdo acerca del dominio apropiado para la aplicación de la ética en
temas biológicos. Algunos bioéticos tienden a reducir el ámbito de la ética a lo
relacionado con los tratamientos o con la innovación. Otros, sin embargo,
opinan que la ética debe incluir lo relativo a todas las acciones que puedan
ayudar o dañar organismos capaces de sentir miedo y dolor. En una visión más
amplia, no sólo hay que considerar lo que afecta a los seres vivos (con
capacidad de sentir dolor o sin tal capacidad), sino también al ambiente en el
que se desarrolla la vida, por lo que también se relaciona con la ecología.

El criterio ético fundamental que regula esta disciplina es el respeto al ser


humano, a sus derechos inalienables, a su bien verdadero e integral: la
dignidad de la persona.

Por la íntima relación que existe entre la bioética y la antropología, la visión que
de ésta se tenga condiciona y fundamenta la solución ética de cada
intervención técnica sobre el ser humano.

La bioética es con frecuencia asunto de discusión política, lo que genera


crudos enfrentamientos entre aquellos que defienden el progreso tecnológico
en forma incondicionada y aquellos que consideran que la tecnología no es un
fin en sí, sino que debe estar al servicio de las personas y bajo el control de
criterios éticos; o entre quienes defienden los derechos para algunos animales
y quienes no consideran tales derechos como algo regulable por la ley; o entre
quienes están a favor o en contra del aborto o la eutanasia.
Las primeras declaraciones de bioética surgen con posterioridad a la Segunda
Guerra Mundial, cuando el mundo se escandalizó tras el descubrimiento de los
experimentos médicos llevados a cabo por los facultativos del régimen
hitleriano sobre los prisioneros en los campos de concentración. Esta situación,
a la que se suma el dilema planteado por el invento de la fistula para diálisis de
Scribner (Seattle, 1960), las prácticas del Hospital Judío de Enfermedades
Crónicas (Brooklyn, 1963) o la Escuela de Willowbrook (Nueva York, 1963),
van configurando un panorama donde se hace necesaria la regulación, o al
menos, la declaración de principios a favor de las víctimas de estos
experimentos. Ello determina la publicación de diversas declaraciones y
documentos bioéticos a nivel mundial.

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA BIOETICA

En 1979, los bioeticistas T. L. Beauchamp y J. F. Childress, definieron los


cuatro principios de la bioética: autonomía, no maleficencia, beneficencia y
justicia. En un primer momento definieron que estos principios son prima facie,
esto es, que vinculan siempre que no colisionen entre ellos, en cuyo caso
habrá que dar prioridad a uno u otro, dependiendo del caso. Sin embargo, en
2003 Beauchamp considera que los principios deben ser especificados para
aplicarlos a los análisis de los casos concretos, o sea, deben ser discutidos y
determinados por el caso concreto a nivel casuístico.

Los cuatro principios definidos por Beauchamp y Childress son:

Principio de autonomía

La autonomía expresa la capacidad para darse normas o reglas a uno mismo


sin influencia de presiones externas o internas. El principio de autonomía tiene
un carácter imperativo y debe respetarse como norma, excepto cuando se dan
situaciones en que las personas puedan no ser autónomas o presenten una
autonomía disminuida ( personas en estado vegetativo o con daño cerebral,
etc.), en cuyo caso será necesario justificar por qué no existe autonomía o por
qué ésta se encuentra disminuida. En el ámbito médico, el consentimiento
informado es la máxima expresión de este principio de autonomía,
constituyendo un derecho del paciente y un deber del médico, pues las
preferencias y los valores del enfermo son primordiales desde el punto de vista
ético y suponen que el objetivo del médico es respetar esta autonomía porque
se trata de la salud del paciente.

Principio de beneficencia

Obligación de actuar en beneficio de otros, promoviendo sus legítimos


intereses y suprimiendo prejuicios. En medicina, promueve el mejor interés del
paciente pero sin tener en cuenta la opinión de éste. Supone que el médico
posee una formación y conocimientos de los que el paciente carece, por lo que
aquél sabe (y por tanto, decide) lo más conveniente para éste. Es decir "todo
para el paciente pero sin contar con él".
Un primer obstáculo al analizar este principio es que desestima la opinión del
paciente, primer involucrado y afectado por la situación, prescindiendo de su
opinión debido a su falta de conocimientos médicos. Sin embargo, las
preferencias individuales de médicos y de pacientes pueden discrepar respecto
a qué es perjuicio y qué es beneficio. Por ello, es difícil defender la primacía de
este principio, pues si se toman decisiones médicas desde éste, se dejan de
lado otros principios válidos como la autonomía o la justicia.

Principio de no maleficencia

Abstenerse intencionadamente de realizar acciones que puedan causar daño o


perjudicar a otros. Es un imperativo ético válido para todos, no sólo en el
ámbito biomédico sino en todos los sectores de la vida humana. En medicina,
sin embargo, este principio debe encontrar una interpretación adecuada pues a
veces las actuaciones médicas dañan para obtener un bien. Entonces, de lo
que se trata es de no perjudicar innecesariamente a otros. El análisis de este
principio va de la mano con el de beneficencia, para que prevalezca el
beneficio sobre el perjuicio.

Las implicaciones médicas del principio de no maleficencia son varias: tener


una formación teórica y práctica rigurosa y actualizada permanentemente para
dedicarse al ejercicio profesional, investigar sobre tratamientos, procedimientos
o terapias nuevas, para mejorar los ya existentes con objeto de que sean
menos dolorosos y lesivos para los pacientes; avanzar en el tratamiento del
dolor; evitar la medicina defensiva y, con ello, la multiplicación de
procedimientos y/o tratamientos innecesarios.

Aparece por primera vez en el Informe Belmont (1978).

Principio de justicia

Tratar a cada uno como corresponda, con la finalidad de disminuir las


situaciones de desigualdad (ideológica, social, cultural, económica, etc.). En
nuestra sociedad, aunque en el ámbito sanitario la igualdad entre todos los
hombres es sólo una aspiración, se pretende que todos sean menos
desiguales, por lo que se impone la obligación de tratar igual a los iguales y
desigual a los desiguales para disminuir las situaciones de desigualdad.

El principio de justicia puede desdoblarse en dos: un principio formal (tratar


igual a los iguales y desigual a los desiguales) y un principio material
(determinar las características relevantes para la distribución de los recursos
sanitarios: necesidades personales, mérito, capacidad económica, esfuerzo
personal, etc.).

Las políticas públicas se diseñan de acuerdo con ciertos principios materiales


de justicia. En España, por ejemplo, la asistencia sanitaria es teóricamente
universal y gratuita y está, por tanto, basada en el principio de la necesidad. En
cambio, en Estados Unidos la mayor parte de la asistencia sanitaria de la
población está basada en los seguros individuales contratados con compañías
privadas de asistencia médica.
Para excluir cualquier tipo de arbitrariedad, es necesario determinar qué
igualdades o desigualdades se van a tener en cuenta para determinar el
tratamiento que se va a dar a cada uno. El enfermo espera que el médico haga
todo lo posible en beneficio de su salud. Pero también debe saber que las
actuaciones médicas están limitadas por una situación impuesta al médico,
como intereses legítimos de terceros.

La relación médico-paciente se basa fundamentalmente en los principios de


beneficencia y de autonomía, pero cuando estos principios entran en conflicto,
a menudo por la escasez de recursos, es el principio de justicia el que entra en
juego para mediar entre ellos. En cambio, la política sanitaria se basa en el
principio de justicia, y será tanto más justa en cuanto que consiga una mayor
igualdad de oportunidades para compensar las desigualdades.

Ámbitos de la bioética

 Problemas éticos derivados de las profesiones sanitarias: transfusiones de


sangre, eutanasia, trasplantes de órganos, reproducción asistida o
mediante fertilización in vitro, aborto, todos los asuntos implicados en la
relación médico-paciente.
 Problemas de la investigación científica, en particular la investigación
biomédica, que tanto pueden transformar al hombre: manipulación
genética, tecnologías reproductivas como la fecundación in vitro o la (por
ahora sólo hipotética) clonación humana, etc.
 Los problemas ecológicos, del medio ambiente y la biosfera: necesidad de
conservación del medio ambiente, como mantener el equilibrio entre las
especies y el respeto hacia los animales y la naturaleza, impedir el uso de
energía nuclear, controlar el crecimiento de la población mundial y el
incremento del hambre en los países pobres, etc.
 Influencia social y política de las cuestiones anteriores, en cuanto a
legislación, educación, políticas sanitarias, religión, etc.
 Temáticas relativas a la relación entre neurología y ética, que daría lugar a
lo que se conoce como neuroética.

La Dra. María Dolores Vila-Coro Barrachina, en su libro La vida humana en la


encrucijada, establece una clasificación de la bioética en cuatro aspectos:

 La bioética teórica, o «meta-bioética», que trata los fundamentos


conceptuales de la bioética en el marco de las teorías morales y la
justificación de sus nociones básicas (persona, dignidad, autonomía, etc.).
 La bioética clínica, referida a las decisiones éticas que se toman en la
práctica profesional, vinculada a la deontología médica clásica y que se
focaliza en los casos individuales de los pacientes que plantean la
resolución de un problema ético.
 La bioética normativa, conocida también como «bioderecho», en la que
tienen una participación directa juristas y autoridades públicas y que se
orienta hacia la adopción de reglas generales en la política sanitaria y el
sistema jurídico. Centra su interés en la racionalidad de las decisiones
colectivas en las áreas donde confluyen la salud pública, los derechos
humanos y la regulación de los avances científicos.
 La bioética cultural, que trata del esfuerzo sistemático en relacionar los
nuevos dilemas bioéticos con el contexto histórico y sociocultural en el que
se dan. Trata de evitar la imposición de determinadas visiones de la
bioética en sociedades que tienen valores distintos.

 Aborto inducido
 Calidad de vida y
sanidad
 Clonación humana
 Ciencia y estatuto
epistemológico
 Circuncisión
 Concepto de
funcionalidad conductual
 Criónica
 Derechos de los
animales
 Desarrollo sostenible
 Donación de órganos
 Drogas
 Eutanasia
 Sexualidad
 Sida
 Suicidio
 Trasplante
 Ética medio ambiental
 Genética
 Ingeniería genética
 Ingeniería genética
humana
 Inseminación artificial
 Investigación con células
madre
 Investigación y ensayos
clínicos
 Métodos anticonceptivos
 Nanotecnologías
 Quimera
 Reprogenética
 Reproducción asistida
 Tratamiento del dolor
 Vida Artificial
 Contaminación genética
La Filosofía de Aristóteles

(- 384 a - 322)

Ética Aristotélica
Dos éticas fueron escritas por Aristóteles:

Ética a Eudemo que pone en evidencia algunas influencias platónicas y Ética a


Nicómaco que es la versión definitiva de la ética aristotélica puesto que
pertenece al tercer período.

La ética de Aristóteles, es, en primer


lugar, una ética de la felicidad... pero
también es una ética de la virtud ya que
ésta es el medio por excelencia para
alcanzar la felicidad.
La felicidad
La felicidad, consiste en el ejercicio perfecto de la actividad propia del hombre.
Tal actividad no es otra que la actividad del alma que para que sea perfecta
debe ser acompañada por todas las virtudes.

Hacia el final de la Ética a Nicómaco, Aristóteles afirmará que la actividad más


propia del hombre y la que mayor felicidad le proporciona es la contemplación
teórica: es decir, la sabiduría. Así es como el empirismo ético lo lleva a una
posición ecléctica: la felicidad consiste en equilibrar virtud, contemplación y
bienes exteriores.

La virtud
Aristóteles se aleja del intelectualismo socrático que vincula a la virtud con el
conocimiento. Para él, la virtud será la disposición del alma, es decir, la
capacidad y la aptitud de esta para comportarse de un modo determinado:

"No basta que la acción tenga un carácter determinado para que la conducta
sea justa o buena; es preciso también que el hombre actúe de un modo
determinado ante todo, que actúe a sabiendas; en segundo lugar, que proceda
en razón de una decisión consciente y que prefiera esa acción por sí misma;
finalmente, que actúe desde una posición firme e inquebrantable" Aristóteles,
Ética a Nicómaco

La virtud entonces, se adquiere a través del ejercicio y el hábito, es decir que


para que un hombre se haga justo, es menester que practique la justicia.
Aristóteles considera que nadie se hace justo por "naturaleza" (aunque una
predisposición natural sea importante) ni tampoco resulta suficiente la
enseñanza.
El término medio (mesótes)
Para Aristóteles, la virtud consiste en un término
medio, lo cual no significa mediocridad sino un
equilibrio entre los vicios de los extremos. El "valor"
es un justo medio entre la "temeridad" y el "miedo".
Puede intuirse en esta concepción cierto resto de
simetría pitagórica también adoptada por Platón y así
mismo del concepto de "medida", dominante en la
medicina griega contemporánea de Aristóteles. Al
igual que los médios, para Aristóteles, el punto medio
no es una abstracción en general sino que se aplica
de acuerdo a las circunstancias de cada caso. EL
hombre prudente, sabrá elegir el justo medio.

La Ética aristotélica: la Ética a Nicómaco


Aristóteles expone sus reflexiones éticas en la "Ética a Nicómaco",
fundamentalmente. Sus otras dos obras sobre el tema son la "Ética a Eudemo",
que recoge elementos de la reflexión aristotélica de su período de juventud y,
por lo tanto, anteriores a la teoría de la sustancia, por lo que contienen algunos
vestigios de platonismo; y la "Gran Moral", en la que se resumen las ideas
fundamentales de la "Ética a Nicómaco", por lo que lo que coincide con el
Aristóteles de la madurez; ninguna de ellas aporta, pues, algo distinto a lo
expuesto en la "Ética a Nicómaco" (en la "Ética a Eudemo", por ejemplo, se
repiten textualmente cuatro de los libros de la "nicomáquea").

La ética de Platón, al igual que la socrática, identificaba el bien con el


conocimiento, caracterizándose por un marcado intelectualismo. Por naturaleza
el hombre tiende a buscar el bien, por lo que bastaría conocerlo para obrar
correctamente; el problema es que el hombre desconoce el bien, y toma por
bueno lo que le parece bueno y no lo que realmente es bueno. De ahí que
Platón en la República, en la explicación del mito de la caverna, insista en que
la Idea del Bien debe necesariamente conocerla quien quiera proceder
sabiamente tanto en su vida privada como en su vida pública, una Idea de Bien
que es única y la misma para todos los hombres. Para Aristóteles, sin embargo,
en consonancia con su rechazo de la subsistencia de las formas, no es posible
afirmar la existencia del "bien en sí", de un único tipo de bien: del mismo modo
que el ser se dice de muchas maneras, habrá también muchos tipos de bienes.
"Todo arte y toda investigación científica, lo mismo que toda acción y elección
parecen tender a algún bien; y por ello definieron con toda pulcritud el bien los
que dijeron ser aquello a que todas las cosas aspiran". ("Ética a Nicómaco",
libro 1,1). "Siendo como son en gran número las acciones y las artes y ciencias,
muchos serán por consiguiente los fines. Así, el fin de la medicina es la salud;
el de la construcción naval, el navío; el de la estrategia, la victoria, y el de la
ciencia económica, la riqueza". ("Ética a Nicómaco", libro 1,1)

La Ética a Nicómaco comienza afirmando que


toda acción humana se realiza en vistas a un fin,
y el fin de la acción es el bien que se busca. El
fin, por lo tanto, se identifica con el bien. Pero
muchas de esas acciones emprendidas por el
hombre son un "instrumento" para conseguir, a
su vez, otro fin, otro bien. Por ejemplo, nos
alimentamos adecuadamente para gozar de
salud, por lo que la correcta alimentación, que es
un fin, es también un instrumento para conseguir
otro fin: la salud. ¿Hay algún fin último? Es decir,
¿Hay algún bien que se persiga por sí mismo, y
no como instrumento para alcanzar otra bien?
Aristóteles nos dice que la felicidad es el bien último al que aspiran todos los
hombres por naturaleza. La naturaleza nos impele a buscar la felicidad, una
felicidad que Aristóteles identifica con la buena vida, con una vida buena. Pero
no todos los hombres tienen la misma concepción de lo que es una vida buena,
de la felicidad: para unos la felicidad consiste en el placer, para otros en las
riquezas, para otros en los honores, etc. ¿Es posible encontrar algún hilo
conductor que permita decidir en qué consiste la felicidad, más allá de los
prejuicios de cada cual?

No se trata de buscar una definición de felicidad al modo en que Platón busca


la Idea de Bien, toda vez que el intelectualismo platónico ha sido ya rechazado.
La ética no es, ni puede ser, una ciencia, que dependa del conocimiento de la
definición universal del Bien, sino una reflexión práctica encaminada a la
acción, por lo que ha de ser en la actividad humana en donde encontremos los
elementos que nos permitan responder a esta pregunta. Cada sustancia tiene
una función propia que viene determinada por su naturaleza; actuar en contra
de esa función equivale a actuar en contra de la propia naturaleza; una cama
ha de servir para dormir, por ejemplo, y un cuchillo para cortar: si no cumplen
su función diremos que son una "mala" cama o un "mal" cuchillo. Si la cumplen,
diremos que tienen la "virtud" (areté) que le es propia: permitir el descanso o
cortar, respectivamente; y por lo tanto diremos que son una "buena" cama y un
"buen" cuchillo. La virtud, pues, se identifica con cierta capacidad o excelencia
propia de una sustancia, o de una actividad (de una profesión, por ejemplo).
Del mismo modo el hombre ha de tener una función propia: si actúa conforme a
esa función será un "buen" hombre; en caso contrario será un "mal" hombre. La
felicidad consistirá por lo tanto en actuar en conformidad con la función propia
del hombre. Y en la medida en que esa función se realice, podrá el hombre
alcanzar la felicidad. Si sus actos le conducen a realizar esa función, serán
virtuosos; en el caso contrario serán vicios que le alejarán de su propia
naturaleza, de lo que en ella hay de característico o excelente y, con ello, de la
felicidad.

Si queremos resolver el problema de la felicidad, el problema de la moralidad,


hemos de volvernos hacia la naturaleza del hombre, y no hacia la definición de
un hipotético "bien en sí". Ahora bien, el hombre es una sustancia compuesta
de alma y cuerpo, por lo que junto a las tendencias apetitivas propias de su
naturaleza animal encontraremos tendencias intelectivas propias de su
naturaleza racional. Habrá, pues, dos formas propias de comportamiento y, por
lo tanto, dos tipos de virtudes: las virtudes éticas (propias de la parte apetitiva y
volitiva de la naturaleza humana) y las virtudes dianoéticas (propias de la
diánoia, del pensamiento, de las funciones intelectivas del alma).

"Siendo, pues, de dos especies la virtud: intelectual y moral, la intelectual debe


sobre todo al magisterio su nacimiento y desarrollo, y por eso ha menester de
experiencia y de tiempo, en tanto que la virtud moral (ética) es fruto de la
costumbre (éthos), de la cual ha tomado su nombre por una ligera inflexión del
vocablo (éthos)". ("Ética a Nicómaco", libro 2,1)
Ética (moral)
Aristóteles piensa que el fin último del ser humano es la felicidad y para
determinarla analizó la naturaleza humana (influencia sofista). Dijo que cada
uno sería feliz realizando la función que le es propia, en el ser humano: una
actuación racional o contemplativa, la cual proporciona la forma más
perfecta de felicidad pero no la única. Se disfruta de forma limitada debido a la
carencia de otras necesidades y deberes. Como herencia al intelectualismo
moral de Hume, Aristóteles afirma que es necesario cierta dosis de fortuna
(bienes corporales y materiales), ya que la filosofía nace del ocio (dinero) y la
posesión de virtudes morales, areté, excelencia, hábito voluntario y libre que
implica deliberación y elección, oposición al intelectualismo moral de Sócrates y
Platón, quienes identificaban el saber teório con el saber práctico. Las virtudes
son necesarias para la felicidad pero no suficientes. Distingue entre dos
virtudes:

1. virtudes dianoéticas. Intelectuales, perfeccionan el conocimiento de cada


uno. Virtud teórica pero con mucha influencia en la práctica, la prudencia, nos
permite señalar cual es el justo medio (virtud) entre dos extremos (vicios), ya
sea por exceso o por defecto.

2. virtudes éticas. Morales, hacen excelente o perfeccionan el carácter, el


comportamiento. Son hábitos que nos facilitan la elección y ejecución de un
término medio entre dos extremos.

Tiene mucha importancia en su ética la virtud de la justicia a la cual dota de


dos sentidos:

1. virtud general. Como compendio de las demás virtudes, justicia legal


(política). Para Aristóteles el hombre es un animal social por naturaleza y para
vivir en sociedad necesita de las leyes que fomenten hábitos virtuosos entre los
ciudadanos.

2. virtud particular. Dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde. De forma


aritmética (das a todos lo mismo) o geométrica (das en función de los méritos
de cada uno).
La virtud no está en los extremos, sino en el justo medio.

Con respecto a la ética Aristóteles propone que todo lo que conduce al hombre
a su propio bien y al logro de sus verdaderos fines es una acción buena y todo
lo que lo desvía de ese objetivo es una acción mala.

Existen distintas clases de bienes; y según la actividad que realice cada uno
será el bien que desea conseguir. Y también diferentes fines, que pueden ser
parciales y que están subordinados a otros de carácter último.

Por ejemplo un médico que cura una herida como fin inmediato para recuperar
la salud del enfermo como fin último.

Aristóteles trata de explicar el Bien como fin último. Para ello cree necesario
remitirse a la ciencia ética individual y luego a la ciencia ética política.

El objeto de la ética individual o moral, son las obras humanas y se parte de los
juicios morales para establecer principios generales, con el supuesto que
existen en el hombre tendencias naturales innatas hacia la armonía, la
coherencia y el equilibrio, sabiduría que constituye la base de la ética natural.

Por lo tanto para Aristóteles existe una naturaleza humana, una forma “a priori”
de ser del hombre con valores absolutos.

Para Aristóteles la felicidad es el fin al que aspira todo hombre, relacionada con
la actividad virtuosa no transitoria sino durante toda la vida, entendiendo por
virtudes la moral y el intelecto, reconociendo que para lograrlo es necesario
contar con medios externos.
Para ser bueno, dice Aristóteles, se necesita desarrollar un buen carácter, el
cual se desarrolla por medio del accionar virtuoso, ya que el hombre tiene ya
una predisposición habitual hacia la virtud.

El accionar virtuoso crea un hábito y a medida que avanza la educación el


hombre se puede dar cuenta que esa actitud le reporta únicamente
beneficios, por lo tanto la adopta para siempre y así de esa manera se
convertirá en un virtuoso moral.

La virtud tiene que encontrar su justo medio, ni caer en excesos ni en


defectos.

La virtud es la disposición a elegir en base a las reglas del hombre virtuoso,


con capacidad de discernimiento moral al tomar decisiones, o sea que posea la
sabiduría práctica esencial para saber que es lo que tiene que hacer según
las circunstancias.

Para Aristóteles, el hombre prudente es aquel que pueda ver el bien del
hombre en todas las circunstancias.

La virtud no es extremista, constituye una síntesis entre los opuestos. Ni


tan malo ni tan bueno. Es en la síntesis donde disminuye la parte
peligrosa de los valores absolutos.
ÉTICA SEXUAL
 “No conviene que el ser humano
esté sólo”, “Creced y multiplicaos”.
Estos dos principios bíblicos, (la
unión del varón y la mujer y la
procreación), orientan la ética sexual
en el Antiguo Testamento. El
patriarcalismo, que ahora
llamaríamos machismo con macho
dominante, establece la condición de
la mujer como madre, el derecho del
varón a tener hijos con otra mujer, si
la propia es estéril, pero de tal
manera que la segunda mujer es una
especie de madre de alquiler ya que
sus hijos no son suyos sino del
padre y la mujer legítima. También establece la ley del levirato, por la cual el
hermano tiene obligación de dar hijos a su hermano muerto, casándose con la
viuda de su hermano. Onán pecó porque derramaba su semen fuera, para no
dar  hijos a la viuda de su hermano. (El onanismo no es pecado de
masturbación, desconocido para la biblia, sino pecado contra la ley del
levirato). También establecía la  pena de muerte por lapidación de la mujer
adúltera y otras lindezas por el estilo, como el derecho de repudio que tenía el
varón.

Como vemos la ética sexual cristiana, la que predican los obispos y el Papa,
tienen poco que ver con la ética bíblica (gracias a Dios).

¿De dónde nace esta ética sexual? Del evangelio tampoco, porque la
sexualidad no aparece como prioridad moral en la predicación de Jesús. Más
bien el sermón del monte va por otros caminos, aunque en el evangelio hay
algunos elementos importantes como la defensa de la adúltera o la negación
del repudio (no del divorcio, que no existía en Israel).

San Pablo establece la subordinación de la mujer al varón y la obligación del


obispo de ser marido de una sola mujer.
La ética actual habla de condones, masturbación,
homosexualidad, adulterio, divorcio, interrupción del
embarazo, control de la natalidad, parejas de hecho,
recato, provocación, bikinis, etc. … ¿De dónde ha
sacado la Iglesia los principios morales que deben regir
en la actividad sexual?

Fundamentalmente de Aristóteles y los estoicos. No nos extrañe esto porque


Aristóteles aparece en algunas definiciones dogmáticas, como por ejemplo en
la palabra “transubstanción” o “cambio de substancia” que emplea el Concilio
para definir la Presencia de Cristo en la Eucaristía. Hoy sabemos que el pan no
tiene “substancia” en el sentido aristotélico, y por tanto no hay
transubstanciación que valga y habrá que explicarlo de otra manera.

Aristóteles además del término “substancia” acuñó el término “naturaleza” y ese


concepto de “naturaleza” es el principio básico de la moral sexual cristiana, con
evidente influjo estoico posterior.

Aristóteles, gran naturalista, distingue entre seres naturales y seres que son por
otras causas. Los seres naturales “poseen en sí mismos y por sí mismos el
principio de su desarrollo” y esto es la “naturaleza”.

Cada cosa, sobre todo cada ser natural, tiene su peculiar ser y sentido. Cuando
llena su misión y cumple su cometido es buena. “Lo mismo ocurre con el
hombre. Si se comporta según su naturaleza y cumple los cometidos fundados
en su esencia, llenando así el sentido de su ser, le llamamos bueno y al mismo
tiempo dichoso” (Ética a Nicómano A, 6 y 9).

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