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Universidad Arturo Michelena.

Facultad De Ciencias Jurídicas y Políticas.

Cátedra: Deontología y Teoría de la Argumentación Jurídica

Profesora: María Virginia García 

Sección: 1T.

5 to Año.

BIOÉTICA Y BIODERECHO

San Diego, 11 de Junio de 2021.


Introducción

El presente trabajo de investigación se basa en un análisis sobre la Bioética


y Bioderecho tomando en cuenta lo contemplado dentro de la Deontología
Jurídica, además se buscó instruir al lector sobre el significado de cada uno
de estos aspectos. En este mismo orden de ideas, el objetivo de este trabajo
informativo es tener en claro la definición de los términos sobresalientes que
conforman este tema.

Los derechos humanos relativos a los avances científicos muestran la


relación que debe existir entre Derecho y ética. Se trata de averiguar
cuáles son aquellos principios ético jurídicos que son aptos para
servirnos de paradigma de justicia del derecho positivo. Esa necesidad
de búsqueda se agudiza aún más cuando nos referimos al ámbito de la
biomedicina, cuando nos referimos al ámbito de la bioética.
Verdaderamente en una sociedad pluralista como la nuestra, en una
sociedad de diversidad cultural, la búsqueda de principios que sirvan de
paradigma de justicia, que representen un mínimo de justicia material en
estas cuestiones más complejas, sensibles; esa búsqueda resulta
realmente difícil. Es por esto que surge la bioética como ciencia.

Ahora bien, definir la bioética no es algo sencillo. Existe una gran cantidad de
orientaciones que conforman la bioética, que la nutren para el análisis y
resolución de problemas que han justificado su aparición. Hablar de bioética
es hablar del estudio sistemático de la conducta humana en el área de las
ciencias de la vida y la atención de la salud, en tanto que dicha conducta es
examinada a la luz de los principios y valores morales.
Bioética

El termino está compuesto por dos términos bio (vida) ética (ethos). Con lo
cual llama la atención porque si la ética es aquel saber que tiene como
finalidad regular la conducta humana en sociedad por qué tenemos que
aludir a algo mucho más específico que es la bioética, la regulación de la
conducta humana en el ámbito de la vida humana.

La bioética hace su aparición en los años 70 en EEUU, el inventor de ese


término es un profesor de oncología de la universidad de Wisconsin llamado
van Reesenlae Potter. Este profesor de oncología, lo invento como una
plataforma a la cual afrontar los problemas nuevos que aparecían en el
ámbito de la biología y de la medicina y que podían afectar a la dignidad
humana de una manera radical. La intención de Potter era mejorar el
ecosistema, pero el mérito está en que puso sobre la mesa ese término
bioética, que podemos definirlo como el estudio sistemático de la conducta
humana en el campo de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en
cuanto que esta conducta es examinada a la luz de principios y valores
morales. Podemos decir a modo de ejemplo que la bioética comprende los
siguientes ámbitos:

-El relativo a la reproducción humana: control de natalidad, aborto,


inseminación artificial, donación de óvulos, clonación, fecundación in vitro,
etc.

-La protección del patrimonio genético: manipulación del ADN, los exámenes
genéticos predictivos, entre otros.

-Relación entre el médico y paciente: confidencialidad, intimidad, principio del


consentimiento informado.
-Ámbito del envejecimiento y la muerte: eutanasia, cuidados paliativos o el
denominado encarnizamiento terapéutico.

-Intervenciones médicas y de intervención en general: donación de órganos y


tejidos, operaciones de reasignación sexual, operaciones quirúrgicas, entre
otras.

La bioética se ha basado en un conjunto de principios desde el famoso


informe Belmont, de 1978. Dentro de la ética se encuentra la bioética, que es
el estudio interdisciplinario de los problemas creados por el progreso
biológico y médico (a nivel microsocial y macrosocial), y su repercusión en la
sociedad y en su sistema de valores, tanto en el presente como en el futuro.

Se preocupa por las cuestiones éticas envueltas en la comprensión humana


de la vida. Nace de la necesidad de una reflexión crítica sobre los conflictos
éticos provocados por los avances de la ciencia de la vida y la medicina. Las
herramientas tecnológicas y médicas tienen un papel en la sociedad y se
tienen que saber gestionar.

La bioética es una rama de la ética, encargada de proporcionar y examinar


los principios de conducta más adecuados para el ser humano en relación
con la vida (vida humana, animal y vegetal). Entre las múltiples definiciones
que existen de la bioética, podemos afirmar que se trata del estudio
sistemático de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y
el cuidado de la salud, examinada a la luz de los valores y de los principios
morales.

Principios de la Bioética

Autonomía

La autonomía refleja la capacidad de la persona de tomar decisiones sobre


uno mismo sin influencia externa, a su privacidad y autodeterminación. Este
principio será susceptible de no ser aplicado cuando se produzcan
situaciones en que la persona no pueda ser 100% autónoma o tenga
autonomía reducida (p. ej., estado vegetativo).

La máxima expresión de este principio sería el consentimiento informado del


paciente. Es un derecho del paciente y un deber del profesional que lo
atiende. En este sentido, las preferencias del paciente y sus valores deben
ser reconocidos y respetados. En Psicología también se aplica este principio,
y siempre se debe obtener el consentimiento informado de los pacientes,
sean adultos o niños (a través de sus progenitores o tutores legales).

Beneficencia

Es la obligación y deber del profesional de actuar en beneficio al paciente u a


otros. Se pretende promover los intereses legítimos del paciente y suprimir al
máximo sus prejuicios. Sería como “hacer lo mejor para el paciente”

El problema que surge de este principio es que a veces se promueve el


beneficio del paciente pero sin tener en cuenta su opinión (p. ej., el médico
posee una formación y conocimientos que el paciente no tiene, por lo que el
médico decide libremente lo que más le conviene a la persona). Es decir, en
estos casos se prescinde de la opinión del paciente o enfermo por su falta de
conocimientos. El principio de beneficencia depende del de autonomía, sería
como hacer el bien que el paciente consiente o solicita.

Justicia

Este principio busca la igualdad y reducir la discriminación por razón


ideológica, social, cultural, económica, de raza, género, orientación sexual,
etcétera. Se reconoce que todas las personas tienen derecho a los
beneficios de la medicina, o la psicología, por ejemplo. Se busca
proporcionar a todos los pacientes la misma calidad, atención y servicios en
todas las intervenciones. En la psicología, por ejemplo, no se aceptan
discriminaciones ni prejuicios de ningún tipo.

Este principio es aplicado de forma cualitativamente distinta en función de los


países. Por ejemplo, en Estados Unidos los cuidados médicos se basan en
seguros contratados con compañías privadas, por lo que sí podría existir
discriminación por razones económicas. En España, la asistencia sanitaria es
gratuita y universal, basada en un principio de necesidad.

No maleficencia

Este principio se basa en la abstención de realizar actos intencionadamente


dañinos a la persona. Es decir, no perjudicar injustificadamente o de forma
innecesaria al otro. En algunas disciplinas este principio puede ser
interpretado con matices, por ejemplo:

En medicina, a veces las actuaciones médicas generan daño en el paciente


pero el fin es obtener su bienestar (p. ej., una intervención quirúrgica). En
Psicología, pedirle al paciente que se exponga de forma sistemática y
gradual a situaciones que generan ansiedad, miedo, enfado, etcétera, puede
suponer un daño o un dolor para el mismo, pero el objetivo final es su
bienestar psicológico y la superación de los problemas.

Existen otras consideraciones en este principio: el profesional se debe


comprometer a tener una formación fundamentada en conocimientos sólidos
y científicos, debe actualizar sus conocimientos (basados en la evidencia y
no en pseudociencias) de forma permanente para ejercer a nivel profesional,
y debe investigar sobre tratamientos o terapias nuevas con el fin de mejorar y
ofrecer a sus pacientes la mejor atención.

Como dice el código deontológico de psicólogos, “sin perjuicio de la legítima


diversidad de teorías, escuelas y métodos, el/la Psicólogo/a no utilizará
medios o procedimientos que no se hallen suficientemente contrastados,
dentro de los límites del conocimiento científico vigente. En el caso de
investigaciones para poner a prueba técnicas o instrumentos nuevos, todavía
no contrastados, lo hará saber así a sus clientes antes de su utilización” (...)
“Forma parte de su trabajo el esfuerzo continuado de actualización de su
competencia profesional”.

Bioética y Derecho

Así, para la reflexión bioética resulta importante el proceso de elaboración y


el análisis de las normas que deben regir la acción en lo que se refiere a la
intervención técnica del hombre sobre su propia vida; esto implica la
necesidad de llegar a un acuerdo sobre el estilo de vida por el que se opta y,
en consecuencia, del tipo de sociedad que queremos construir.

Todo esto concierne a los poderes públicos ya que se ponen en juego


cuestiones fundamentales, no sólo por la importancia de la biomedicina para
la salud de la población, sino por la evidente necesidad de no quedar al
margen de los descubrimientos científicos y sus beneficios, cuya incidencia
social y económica es de gran trascendencia.

Es preciso que los parlamentos y los gobiernos tomen en consideración cuál


es la situación real en lo que se refiere a la investigación, a su desarrollo
industrial, a los costos de la salud, a todo un cúmulo de problemas que van
más allá de los aspectos puramente científicos, económicos e incluso
sociales. El establecimiento de determinadas políticas supone la elección de
un determinado modelo de sociedad que excluye otros, lo cual no debe ser
resuelto sin reflexión y debate previos.

El término Bioética, aunque consolidado, presenta inconvenientes diversos,


entre otros, los derivados de que los problemas que engloba son más bien
político-jurídicos que éticos. La cuestión clave se centra en si hay que regular
o no las posibilidades que nos brindan las tecnologías "bio" y, de hacerlo, en
qué sentido.

Se trata de problemas que, al no tener una respuesta social unívoca,


desembocan en una demanda de legislación y eso deviene una típica
cuestión de axiología jurídica: cuáles son los valores que debemos proteger y
cómo debe hacerse. Ante la posibilidad de intervenir en los procesos
biológicos hay discrepancias sociales que generan conflictos, y son éstos los
que requieren de la intervención del Derecho para establecer los límites a la
libertad de actuación individual.

Importancia de la Bioética

Sin lugar a dudas, la bioética debe popularizarse en el mundo, debido a que


los medios masivos de difusión presentan a diario los nuevos avances de la
ciencia. Esto ha hecho que el ciudadano común esté relativamente bien
informado sobre la biotecnología, la ingeniería genética, la viabilidad de los
embriones guardados a bajas temperaturas, el aborto, las nuevas formas de
fertilización humana, la utilidad de las células madres, el uso generalizado de
trasplantes de órganos, la clonación de seres vivos, y los últimos adelantos
del genoma humano que es patrimonio de la humanidad.

Como ya hemos visto, también el ciudadano común está al tanto de la


violencia y de la tortura practicada a diversos grupos humanos, así como del
daño producido contra el medio ambiente, que está poniendo en peligro la
supervivencia de nuestro planeta. Durante algunos años, la ciencia y la
tecnología se divorciaron de la ética, y ésta misma se ha visto relegada a las
elucubraciones de los filósofos, que a veces estuvieron alejados de la
realidad del desarrollo científico.

En la segunda mitad del siglo XX, con la aparición de varias declaraciones


universales y de códigos de moral médica, donde se tomaron en cuenta los
derechos de las personas que iban a ser sometidas a investigaciones, la
humanidad empezó una nueva etapa de reflexión mundial con el fin de evitar
abusos. La bioética inició entonces un diálogo interdisciplinario entre los
diferentes grupos ocupados por desarrollar la ciencia y la tecnología,
permitiendo reflexionar a la vez sobre aspectos que son claves en la vida del
hombre, tales como la ética, las buenas costumbres, la religión y la ciencia.

Bioderecho

La expresión española de Bioderecho ha sido tomada del término inglés


Biolaw, que viene utilizándose en la literatura norteamericana desde
comienzos de los años ochenta de la pasada centuria, y se ha consolidado
también en otros idiomas: Biodroit, Biorecht, Biodiritto, Biodireito.
Neologismos como Biojurídica o Iusgenética (ésta centrada en el Derecho
sobre la Genética) parecen totalmente rechazables, por su defectuoso
castellano, por ser innecesarios y porque con frecuencia aunque no siempre
su interés o justificación se agota en su propia novedad terminológica.

No es fácil acotar el ámbito del Bioderecho y con ello su objeto de estudio, de


modo semejante a como ha sucedido con la Bioética. En efecto, en relación
con ésta se ha discutido si su objeto debía centrarse exclusivamente en el
ser humano, o si ampliando su foco de atención, debería abarcar el estudio
de las implicaciones éticas relacionadas tanto con aquél, como con los
animales y vegetales.

En relación con el Bioderecho ello va a depender de si se le identifica con el


Derecho biomédico o no. En el primer caso, quedaría fuera de su objeto
cualquier tipo de reflexión jurídica sobre el resto de la materia viva, que
podría aglutinarse bajo otros términos, en principio relacionados con el medio
ambiente, pero no sólo con él. El segundo enfoque llevaría a considerar que
el Bioderecho abarca el Derecho biomédico como una parte en todo caso
importante del mismo, pero también otras aproximaciones jurídicas
relacionadas con la materia viva (animales y plantas), considerada en cuanto
tal y en su entorno natural (medioambiente).

Al ser más clarificadora la segunda perspectiva, la locución Bioderecho


debería reservarse para el conjunto de materias jurídicas relacionadas con
todos los seres vivos en general, abarcando toda la materia viva presente en
el planeta, es decir, animales y plantas, y en particular el ser humano, sus
ecosistemas y su evolución. En relación con el ser humano, dada su
especificidad y especial trascendencia jurídica, se puede acotar
específicamente como Derecho biomédico, según se verá más abajo.

El Bioderecho constituye una nueva forma de afrontar la búsqueda de


soluciones a los conflictos que plantea la era moderna. Solucionar los
conflictos desde planteamientos éticos, con el aval de la ciencia y bajo el
marco de un derecho cercano a la sociedad cuyo referente último radica en
el imperativo sustentado por los Derechos Humanos.

La ciencia ha experimentado, desde finales del siglo XX, un avance a nivel


biotecnológico de proporciones inimaginables pocos años atrás. El objeto
principal de la investigación científica ha sido el ser humano, la vida humana
en todas sus facetas temporales, y se han alcanzado tales niveles de
intervención en la entidad constitutiva de la persona y en la tecnificación del
entorno humano, que la repercusión que ello ha tenido a nivel social
probablemente no es comparable a ninguna otra de las conquistas científicas

Pero para que el Bioderecho sea una ciencia con garantías de éxito ha de
respetar ciertas reglas básicas. Debe fundamentarse en una ética capaz de
incorporar una gran diversidad de corrientes de pensamiento, proyectándose
desde una ética aplicada de carácter civil sustentada en la racionalidad
humana. Debe atender al estado actual de la ciencia, siendo capaz de
valorar el alcance de los resultados que ésta aporta. Debe realizar los
análisis jurídicos con carácter interdisciplinar. Y debe, en fin, sustentarse en
los Derechos Humanos.

Este es el origen y fundamento último al que ha de referirse en todo


momento. En ellos se condensan los ámbitos de reconocimiento y protección
que permiten fortalecer la dignidad del ser humano. El Bioderecho ha de
contribuir a la aplicación efectiva de estos derechos y a la profundización en
el desarrollo de su contenido aplicado a las ciencias de la vida.

En definitiva, el Bioderecho es una ciencia que ha de tener, como eje


argumental de todas sus reflexiones, la sensibilidad hacia el ser humano. Es
una ciencia que, desde la objetividad de sus planteamientos y resultados, no
puede dejar de mirar a quienes son sus destinatarios; y en ellos, lo que se
trasluce es dignidad, realización personal, derecho a vivir (y a morir) en
conciencia y a ser respetados socialmente en su autonomía en cuanto este
respeto se formula con reciprocidad.

Actualmente, el bioderecho se basa en los 4 principios de bioética


planteados por Rendtorff y Kemp: integridad, autonomía, dignidad y
vulnerabilidad. Si bien Valdés considera que es correcto que el bioderecho
sea principialista, afirma que es un error plantear los principios bioéticos
como principios jurídicos, por las diferencias conceptuales y epistemológicas
que diferencian el derecho de la ética.

Propone replantear estos principios para clarificarlos, incluyendo la palabra


respeto antes del principio y estableciendo guías más claras para su
entendimiento. Autonomía, por ejemplo, debe replantearse como respeto a la
autonomía, y debe entenderse como respeto a la autodeterminación de cada
individuo. Respeto por la vulnerabilidad debe entenderse como el respeto por
la condición frágil (vulnerable) del humano.
Estos principios, una vez aclarados, deberían “juridificarse” a través de
normas concretas. Por ejemplo, el requisito de consentimiento previo e
informado a los tratamientos relacionados a los genes. Esta norma, según
Valdés, permitiría que las prácticas biomédicas fueran respetuosas de la
autonomía y dignidad de los humanos. Además, el autor propone la creación
de una serie de derechos y la implementación de una nueva categoría de
perjuicio –el daño genético- para la eficaz protección de los bioderechos.
Estos, a su vez, son manifestación de los derechos a la autonomía, dignidad
humana e integridad consagrados en el derecho internacional y en la
mayoría de constituciones liberales

Objeto del Bioderecho

Al abarcar el conjunto de los seres vivos y su entorno, el Bioderecho se


ocupa, en primer lugar, del sector propio del Derecho biomédico, que vincula
su objeto de estudio al ser humano. Asimismo, forma parte de aquél la
salvaguarda y la protección del equilibrio de los sistemas naturales, la
protección de la materia viva en su estado natural y sus hábitats (el medio
ambiente y la biosfera), la intervención en la misma (las biotecnologías, o
manipulación de microorganismos genéticamente modificados, clonación,
producción de animales y plantas transgénicos con diversos propósitos,
experimentación con animales, Bionanotecnología, la producción de
materiales biológicos sintéticos, entre otros.) y, en particular, la seguridad de
la investigación y de la producción biotecnológicas, así como de su
distribución con fines comerciales u otros (bioseguridad).

Finalmente, constituyen también objeto del Bioderecho otras materias con


repercusiones sociales y económicas diversas, como son la Biometría y los
perfiles de ADN para su uso policial (identificación de cadáveres, localización
de desaparecidos, etc.), judicial (en procesos de filiación y penales) o
histórico-antropológico, la protección jurídica de los logros biotecnológicos
(secreto de empresa, libre competencia y patentes), incluidos los obtenidos
en el ámbito del ser humano (p. ej., a partir de material biológico de origen
humano). Por consiguiente, el estudio jurídico de las múltiples repercusiones
de las biotecnologías y de las aplicaciones de los conocimientos adquiridos
sobre el genoma, que en ocasiones guardan relación con la Medicina y, por
ello, con el Derecho médico o biomédico (así, el consejo genético y los
análisis vinculados con él, la Farmacogenética, Farmacogenómica y
Proteómica), y que en otras quedan al margen del mismo, se integran en
este extenso y complejo Bioderecho. El Derecho médico constituye su rama
más amplia o, al menos, la más estudiada.

Sólo con esta amplia caracterización del Bioderecho tiene sentido


reconocerle una autonomía, cuando menos terminológica (y probablemente
también conceptual), pues si nos conformásemos con identificar su objeto
con los contenidos clínicos de la Medicina, incluidos sus aspectos más
modernos vinculados con las aportaciones de la Biología humana, además
de ser una aportación superflua podría ser origen de solapamiento y, por ello
de confusión respecto a términos de uso más extendido, como son los de
Derecho médico o Derecho biomédico. En suma, el término Bioderecho
comporta asumir un deslizamiento desde una perspectiva antropocéntrica
vinculada con las ciencias de la salud en general a otra biocéntrica, que es la
que debe prevalecer en la actualidad.

Finalmente, constituyen también objeto del Bioderecho otras materias con


repercusiones sociales y económicas diversas, como son la Biometría y los
perfiles de ADN para su uso policial (identificación de cadáveres, localización
de desaparecidos, etc.), judicial (en procesos de filiación y penales) o
histórico-antropológico, la protección jurídica de los logros biotecnológicos
(secreto de empresa, libre competencia y patentes), incluidos los obtenidos
en el ámbito del ser humano (a partir de material biológico de origen
humano). Por consiguiente, el estudio jurídico de las múltiples repercusiones
de las biotecnologías y de las aplicaciones de los conocimientos adquiridos
sobre el genoma, que en ocasiones guardan relación con la Medicina y, por
ello, con el Derecho médico o biomédico (así, el consejo genético y los
análisis vinculados con él, la Farmacogenética, Farmacogenómica y
Proteómica), y que en otras quedan al margen del mismo, se integran en
este extenso y complejo Bioderecho. El Derecho médico constituye su rama
más amplia o, al menos, la más estudiada.

En este caso el problema (o uno de ellos) jurídico consiste en detectar los


nuevos valores ético sociales necesarios para asimilar o hacer frente a esa
también nueva realidad social, en cómo se integran en el Derecho y, lo que
no es menos importante, cómo se van perfilando o creando esos valores
ético-sociales. Es aquí donde radica entonces la trascendencia de la Bioética
para el Derecho, al ayudar a éste a identificar conflictos bioéticos y sugerir
posibles soluciones.

Es también entonces cuando se plantea la relación entre Ética y Derecho, y


en qué forma puede ser aquélla fuente de la interpretación para el juez y de
la reelaboración para el estudioso jurídicas, así como de la producción
normativa para el legislador, dejando sentada la independencia de ambas y
la especificidad de las formas mediante las que opera el Derecho.

El bioderecho lo podemos entender como una respuesta jurídica a los


avances científicos y tecnológicos de los últimos años y la necesidad de
regulación de las situaciones nuevas que dichos avances nos representan;
los reclamos del respeto a la dignidad y la libertad humana encuentran en el
bioderecho un excelente aliado. Rendón López afirma sobre el bioderecho:
Es una disciplina autónoma, racional, pluralista y secular que, como tal,
cuenta con principios, postulados, métodos de análisis y procedimientos de
resolución de conflictos éticos propios, pues su contexto normativo no es
solo ético filosófico sino también jurídico; en donde el Bioderecho, también
llamado biojuridica, nace en principio, como una dimensión de configuración
de la bioética, en virtud de que entra a dar solución y a regular problemas
con alto contenido ético 

En el pensamiento moderno el hombre no hace parte de la naturaleza, de ahí


que esa naturaleza se vuelva objeto de conquista. Todo progreso científico
bajo este paradigma se entiende como un progreso para la humanidad. Es
evidente que esta visión ignoró que también el ser humano forma parte de la
naturaleza o, dicho de otra manera, él mismo es naturaleza. La tecnología
nuclear, la capacidad de hacer daño al otro, las dos guerras mundiales nos
llevaron e pensar que no todo desarrollo científico es sinónimo de progreso.

Ello determinó que, a partir de los años cincuenta del siglo XX, la opinión
pública abandonara, progresivamente, el paradigma anterior, y comenzara a
surgir una nueva sensibilidad hacia las implicaciones éticas y jurídicas de
estos fenómenos y, especialmente frente a la creciente degradación del
medioambiente. Solo que tenemos que tener cuidado con este nuevo
paradigma y no sirva solo a intereses económicos o políticos.

El bioderecho surge como una tentativa de respuesta a dichas


problemáticas, problemas que de fondo no solo plantean asuntos técnicos
del hacer, sino asuntos del hombre mismo y de su humanidad. De tal forma,
el bioderecho se convierte en el aliado más cercano de la bioética y se
convierte en su herramienta jurídica, para defender la humanidad de un
tecnicismo y un cientificismo que en muchas ocasiones amenazan incluso
nuestra propia supervivencia. Si los cambios a los que nos enfrentamos
mejoran nuestra condición, bienvenidos sean, pero si no es así, entonces
debemos fidelidad y respeto a nuestra condición.

Es indiscutible la íntima relación entre la bioética y el derecho, ambas


ciencias se han unido para dar pie a una nueva disciplina jurídica
denominado bioderecho que viene a sistematizar y dar coherencia a lo ético-
jurídico de las nuevas realidades emergentes ante el desarrollo científico
tecnológico que ha alcanzado la humanidad, por lo que se encarga de
establecer límites y regulaciones en el ámbito de las ciencias de la vida y de
la salud.

Entonces la bioética y el bioderecho han venido recorriendo un largo y


estrecho camino en común, por lo que a lo largo de este recorrido ambos se
han nutrido de forma recíproca. Así como la bioética es la respuesta desde lo
ético moral, la biojurídica o bioderecho o biolegislación es la respuesta desde
el mundo del derecho al surgimiento de la bioética.

Los dilemas bioéticos del bioderecho no se solventan inicialmente por la vía


de la moralidad, sino que es necesaria previamente una amplia discusión
ética para luego crear leyes tan complejas como las relacionadas con la ética
del inicio y final de la vida. Así, pues, hay que distinguir entre bioética como
deliberación y el bioderecho como legislación.

Naturaleza del Bioderecho.

Sin perjuicio de que tanto el Bioderecho como el Derecho biomédico no han


merecido todavía grandes estudios sistemáticos sobre su concepto, objeto,
naturaleza, metodología, etc., el último ha sido objeto de ciertos esfuerzos de
sistematización (Eser), por lo que en cierta medida y mutatis mutandis,
algunas conclusiones sobre estos aspectos pueden ser atribuidos, mediante
un proceso de generalización al Bioderecho. De acuerdo con la concepción
propuesta, el Bioderecho es, en primer lugar, una disciplina jurídica
autónoma de naturaleza interdisciplinar, de especial importancia teórica y
práctica por sus potenciales efectos sociales.

Esto significa que su estudio no se satisface plenamente si se aborda desde


la perspectiva unilateral que ofrecen las diferentes ciencias jurídicas clásicas
(Derecho constitucional, Derecho administrativo, Derecho civil, Derecho
penal, Filosofía del Derecho, entre otros). En efecto, frecuentemente aunque
no siempre tenga que ser así aquéllas sólo son capaces de ofrecer un
tratamiento parcial, y por ello incompleto, de las materias biológicas y
biomédicas específicas que estén siendo objeto de análisis o estudio, y en
ocasiones desfasado para la realidad o las nuevas relaciones
interindividuales emergentes, por lo que resulta imprescindible adoptar una
perspectiva horizontal (Akveld/ Hermans) integradora que supere posibles
enfoques incompletos.

Ello sin perjuicio de que puedan ser procedentes también estudios desde la
dimensión unilateral que puede ofrecer una disciplina jurídica determinada (el
Derecho mercantil en relación con las biopatentes), lo cual puede estar
correctamente indicado cuando se trata de aspectos jurídicos que presentan
una particular complejidad desde esa disciplina, que obligue a una
aproximación unilateral para poder presentar y resolver mejor dicha
complejidad. En todo caso, y sin perjuicio de la matización acaba da de
realizar, siempre que se adopte esta opción analítica hay que ser consciente
de su alcance más limitado e incompleto que si se parte de un estudio
integral.

El punto de partida del surgimiento del Bioderecho debe situarse en las


repercusiones que para los seres vivos tienen las investigaciones sobre o en
relación con ellos, así como las tecnologías que les pueden ser aplicadas.
Por lo que se refiere, de forma más específica, al Derecho biomédico los
nuevos enfoques y su creciente atención se encuentran, de forma paralela,
en que las ciencias biomédicas imponen una mayor atención hacia los
sujetos especialmente vulnerables, cualquiera que sea la causa o las
circunstancias en las que se manifiesta esa vulnerabilidad, y en que se
plantean cada vez con mayor frecuencia situaciones límite que en ocasiones
resultan difíciles de resolver a través de las categorías jurídicas tradicionales,
incluso las más consolidadas.

Por este motivo, es necesaria una aproximación a conocimientos médicos,


biológicos y técnicos básicos, como presupuesto imprescindible para una
acertada identificación y planteamiento de los problemas que van surgiendo,
así como para un adecuado tratamiento jurídico de los mismos. Es decir,
desde este punto de vista, es necesaria una perspectiva multidisciplinar,
aunque ésta sea meramente instrumental para el Derecho. Estos fenómenos
exigen un constante replanteamiento de los enfoques y soluciones, teniendo
que reconocer que al menos el Derecho no puede dar siempre respuestas
plenamente satisfactorias (Martín Mateo).

Por otro lado, precisamente esta complejidad ha propiciado que los juristas
utilicen cada vez con mayor frecuencia los conflictos relacionados con los
seres vivos, especialmente los biomédicos, como banco de pruebas para
contrastar la coherencia y validez de sus construcciones jurídicas más
generales.

El Bioderecho corresponde como objeto de estudio a los juristas, pero su


conocimiento interesa tanto a juristas como a profesionales de la Medicina y
de otras actividades sanitarias, así como a economistas, gestores,
planificadores de la sanidad, filósofos y políticos.

Para la proclamación de la autonomía del Bioderecho no es obstáculo que


éste no sea todavía objeto de enseñanza independiente, o lo sea de forma
muy limitada, ni que sus basamentos conceptuales sean importados de las
disciplinas jurídicas fundamentales tradicionales, pues se distancia y separa
de éstas tanto por el objeto específico de su estudio como por la metodología
propia que le caracteriza, dado que, como se ha indicado, ha de consistir en
una aproximación jurídica integral, sin perjuicio de que tome como punto de
partida una perspectiva interdisciplinar y hasta cierto punto también
multidisciplinar.

Las relaciones entre el Bioderecho y la Bioética.

Las influencias entre el Bioderecho y la Bioética. Es seguro que el nacimiento


del Bioderecho y de la Bioética coinciden, como también su objeto de
estudio, radicando su diferencia en la perspectiva singular que adopta cada
uno de ellos. Por todo ello, y como se adelantaba poco más arriba, es
indiscutible la relación existente entre la Bioética y el Bioderecho, una vez
superado el irreconciliable pensamiento que trató desde los siglos XVII y
XVIII y alcanzado con la Revolución Francesa de separar nítidamente
Religión ética o moral religiosa y Derecho.

Culminada aquella etapa histórica imprescindible, hoy ya no hay motivos


para persistir en los antiguos temores de confusión o identificación normativa
de ambas, ni de injerencias del poder religioso sobre el poder civil, sin
perjuicio de que en ocasiones se hayan planteado denuncias o quejas de
este tipo, no pocas veces fundadas.

Y así como la Bioética ha ejercido ya su influencia en el Derecho (p. ej.,


respecto a la admisibilidad ética de la donación de órganos de donante vivo,
por aplicación del principio de beneficencia), tampoco debe olvidarse la que a
su vez el Derecho ha podido ejercer sobre la Bioética. Ejemplo de este último
fenómeno puede encontrarse en el denominado por la Bioética
consentimiento informado, expresión del principio de autonomía, pero de
forma impropia para el ámbito jurídico respecto a que deba ser informado,
por redundante, el cual es concebido en la actualidad como un derecho
subjetivo que entronca en los derechos fundamentales y libertades públicas,
y que secularmente ha sido elaborado en el terreno jurídico entorno a dos
principios: el público de la libertad de decisión y el iusprivatista de la
formación y la declaración de la voluntad en torno a la autonomía de las
partes vinculadas en un negocio jurídico (Roy et al.).

La investigación científica y en particular, la experimentación en seres


humanos, ha sido el principal motor del nacimiento y desarrollo del
Bioderecho, como también lo fue para la Bioética. Constituye al mismo
tiempo otro ejemplo de cómo la Ética y el Derecho han ejercido recíproca
influencia, la cual ha sido, por lo general, fructífera para ambas disciplinas.

En efecto, las primeras directrices relativas a la experimentación humana


tienen un origen y un marco jurídicos, pero su naturaleza es exclusivamente
ética. El Tribunal Internacional de Nuremberg (creado en 1945 por el Estatuto
de Londres), que tuvo por objetivo juzgar a los responsables de las
atrocidades del régimen nacionalsocialista, juzgó también a unos pretendidos
investigadores que realizaron crueles experimentos con individuos privados
de libertad en campos de concentración. De esta institución jurídica nació un
importantísimo documento ético sobre la experimentación humana, conocido
como «Código de Núremberg» (1947). A este Código sucedería en el tiempo
la llamada Declaración de Helsinki («Recomendaciones para orientar a los
médicos en la investigación biomédica en seres humanos»), aprobada por la
Asamblea Médica Mundial en 1964, la cual ha sido actualizada en diversas
ocasiones (la última en Seúl, 2008) tiene, igualmente, la naturaleza de un
documento ético, pero ha ejercido una singular influencia en las regulaciones
jurídicas posteriores sobre ensayos clínicos. Y, finalmente, se elabora el
Informe de la Comisión Belmont (1978), de los EE.UU, en el cual se trató de
elaborar y establecer unos principios éticos aplicables a la experimentación
con seres humanos que fueran universalizables; de él se extraerían los
principios básicos para la corriente de la Bioética más extendida.

Pues bien, todo este entramado ético ha ejercido una notable influencia en el
ámbito jurídico. En primer lugar, porque vemos un reflejo de esta
preocupación generalizada en un Convenio Internacional, vinculante para los
Estados Partes en él, como sucede con el Pacto Internacional sobre
Derechos Civiles y Políticos de 1966, donde se establece, por primera vez en
el Derecho internacional, que «nadie debe ser sometido a tortura, tratamiento
o castigo cruel, inhumano o degradante. En particular, nadie debe ser
sometido a experimentación médica o científica sin su libre consentimiento»
(art. 7.º). Sin embargo, no ha sido sino en los últimos decenios cuando se ha
regulado jurídicamente la experimentación con seres humanos por las
legislaciones de los Estados, pero con la peculiaridad de que en algunos
países (así, en España) se ha procedido a una remisión expresa a la
Declaración de Helsinki, como principios éticos regulativos, de forma que por
una vía indirecta se ha convertido en norma jurídica, y por consiguiente,
obligatoria.

Podemos concluir recordando, como se ha señalado acertadamente (Gracia


Guillén), que el Derecho sin la Ética es ciego y ésta sin orientarse hacia
aquél (si se limita a ser una Ética de «máximos», en cuanto exigencia de la
conciencia individual), pierde una gran parte de su potencialidad.
Conclusión

Los principios fundamentales de la bioética consagrados por el Informe


Belmont resultan un instrumento útil pues sus directivas colaboran a la hora
de resolver cuestiones bioéticas.

Dado que la problemática que enfrenta la bioética se encuentra caracterizada


por un alto grado de conflictividad y porque involucra cuestiones netamente
de la esencia del ser humano, los principios bioéticos al no ser coercitivos, no
siempre fueron aplicados, por lo que se necesitó recurrir al derecho para que
efectivamente sean cumplidos.

En los últimos tiempos, la biología y la medicina han avanzado más que


cualquier otra ciencia en el resto de la historia. Sus descubrimientos
producen mayor conmoción a la humanidad y suscitan mayores interrogantes
que el hallazgo del fuego en su momento. Corresponde precisamente a las
actuales generaciones el establecer por adelantado un código común basado
en un consenso que vaya más allá de escuelas y creencias.

La conclusión del conjunto de la sociedad debe permitir acortar al mínimo el


tiempo de asimilación y aceptación de los cambios y del control de sus
consecuencias, teniendo en cuenta que más vale prevenir que corregir, lo
cual en este terreno puede llegar a ser del todo imposible. Ésta es una tarea
colectiva que debe basarse en el respeto al otro (autonomía), entendido
como un respeto solidario (justicia).

Los Derechos Humanos constituyen a la vez las bases jurídicas y el mínimo


ético irrenunciable sobre los que se asientan las sociedades democráticas.
Esta afirmación es central para establecer las pautas de conductas
asumibles por todos, independientemente de la fundamentación de que se
parta. Las nuevas circunstancias que derivan de la repercusión de los
nuevos descubrimientos en las viejas concepciones de la vida, de la muerte y
de lo que significa el ser humano, acarrean cambios en el pensamiento ético
y tienen enormes implicaciones en el ámbito de la política y en el del
Derecho.

La coexistencia de valores y principios en que se basa toda sociedad


democrática tiene que ser asumida también en Bioética: por eso la propuesta
de una Bioética flexible parece ser una buena manera de concebir esta
nueva disciplina para el siglo XXI que se sustenta en los principios
constitucionales y los Derechos Humanos, que la enmarcan y la dotan de
contenido. Se trata de contar con marcos para el acuerdo, no con soluciones
dogmáticas ni consensos generales vacíos de contenido real, asumibles por
todos, pero que nada resuelven.

Las certidumbres previas dejan al ser humano más solo e inseguro, pero hay
que estar dispuestos a resolver sin muletas y a asumir las consecuencias. La
Bioética necesita de la reflexión ética previa y del debate ciudadano, pero
después requiere decisiones político jurídicas.

Por su parte el Derecho, desarrolla una nueva rama el bioderecho, pero ésta
únicamente se va a ocupar de la parte de la ética que afecta las relaciones
de alteridad.-

Por último, el bioderecho con el auxilio de la bioética, obtiene los recursos


para interpretar y plasmar los datos empíricos aportados por los avances
científicos, poniéndole un límite a las investigaciones y desarrollos científicos
que no respeten la vida humana y la dignidad de la persona

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