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Nacional de Piura
Facultad de derecho y ciencias políticas
ALUMNAS:
SEMESTRE: 2021 – II
INDICE
El contrato debe cumplirse fielmente, pacta sunt servanda, si la situación en que se celebró
permanece en el momento del cumplimiento, pero si esa situación ha sufrido una alteración
extraordinaria de carácter imprevisible, produciendo una desorbitante desproporción en las
prestaciones, procede la revisión del contrato, en aplicación de la cláusula rebus sic stantibus,
para adecuarlo a las nuevas circunstancias o resolverlo.
En otros términos, los contratos se ejecutan pacta sunt servanda siempre que rebus sic
stantibus, es decir, las obligaciones contractuales deben cumplirse fielmente, en tanto en cuanto
las circunstancias que rodean la estipulación contractual permanezcan en el momento de la
ejecución, pero si en este momento tales circunstancias se han modificado profundamente por
hechos que escaparon a la habitual y prudente previsibilidad de los contratantes, tornando a una
de las prestaciones en excesivamente onerosa, procede, en aplicación de la teoría de la excesiva
onerosidad de la prestación, demandar judicialmente para que se restablezca el equilibrio de las
prestaciones o, si ello no es posible, que se resuelva el contrato.
El juez con el fin de restablecer el equilibrio entre las prestaciones, tratándose de la lesión,
analizará el contrato para determinar el grado de desequilibrio coetáneo de las prestaciones, el
obrar antijurídico del lesionante que se ha aprovechado del estado de inferioridad del lesionado.
En el caso de la excesiva onerosidad examinará el desequilibrio sobreviniente, el hecho
extraordinario e imprevisible extraño a las partes causante del desequilibrio. De las diferencias de
comportamiento de las parles y del desequilibrio coetáneo sobreviniente, se desprende una distinta
naturaleza y finalidad de la acción: reajuste de las prestaciones o resolución del contrato,
tratándose de la excesiva onerosidad, y reajuste de las prestaciones o rescisión del contrato, en el
caso de la lesión.
CAPITULO I: EXCESIVA ONEROSIDAD DE LA PRESTACIÓN
1.1. Terminología:
De las varías denominaciones, tres son las más comunes: cláusula rebus sic stantibus,
teoría de la imprevisión y excesiva onerosidad de la prestación. Con ellas se significa que, en
los contratos de ejecución continuada, periódica o diferida, la sobrevenida excesiva
onerosidad de la prestación de una de las partes, que dependa de la verificación de sucesos
extraordinarios e imprevisibles, legitima a la parte perjudicada para solicitar al juez que
restablezca el equilibrio original de las prestaciones y, si ello no fuera posible, que decida la
resolución del contrato. En este trabajo utilizaremos indistintamente estas tres expresiones.
1.2. Origen:
1.3. Fundamento:
Considera que la cláusula rebus sic stantibus está implícita en todo contrato. Esta
teoría fue expuesta por Windscheid, quien sostiene que los contratantes sólo incluyen en
el contrato las condiciones que pueden generar discusión, pero omiten consignar otras
que se consideran presupuestas por derivarse de la naturaleza de las circunstancias en que
se actúa, por ejemplo, la equivalencia de las prestaciones en los contratos bilaterales
(contratos con prestaciones recíprocas). Tanto las circunstancias incluidas expresamente
en el contrato como las que se dan por presupuestas reflejan la voluntad común de las
partes. De otro lado, si los contratantes hubieran pensado en circunstancias imprevisibles,
una inflación traumática de la moneda, las habrían incluido en el contrato corno causal
de disolución. Una alteración profunda de las circunstancias que transforme lo que las
partes han tenido por permanente, tornando excesivamente onerosa una de las
prestaciones, requiere un remedio que evite una flagrante injusticia.
Para esta teoría objetiva, la base del contrato son todas las circunstancias de
carácter general, sociales, económicas, la oscilación de la moneda utilizada,
etc., que, aunque las partes no las hayan considerado en forma consciente, pero
sin las cuales el contrato no cumple la finalidad perseguida, por lo que se
desnaturalizaría la esencia contractual al exigir a una de las partes el
cumplimiento de una prestación desproporcionada. Cuando desaparece el
substrato o base (objetiva) del negocio, como consecuencia de catástrofes
colectivas, como guerras, inundaciones, huelga general de transportes, el
contrato no puede alcanzar su finalidad.
Nuestro derecho positivo está vinculado con la teoría de la buena fe. El art. 1362
del Código civil establece que "los contratos deben negociarse, celebrarse y ejecutarse
según las reglas de la buena fe y común intención de las partes". Es obvio que no actúa
de buena fe el acreedor que pretende obtener un lucro, desmedido aun a costa de la
desgracia de su deudor, cuando el lucro del uno y la recíproca desgracia del otro son la
consecuencia de la obra y gracia de un hecho extraordinario e imprevisible que irrumpe
en el contrato deformando sus efectos naturales. Precisamente uno de los fines del
principio de la buena fe consiste en corregir la injusticia sobrevenida con el rompimiento
del equilibrio contractual origina.
Para los fines de revisión del contrato por excesiva onerosidad, la buena fe debe
ser indagada considerando los fines del contrato, la conducta anterior, simultánea y
posterior de los contratantes, su actuar diligente o neglígete, con previsión o sin ella, las
condiciones que rodearon la estipulación, la extraordinariedad y la imprevisibilidad de
las condiciones sobrevinientes.
El ejercicio abusivo del derecho está regulado en el art II del Título Preliminar del
Código civil.
Hacemos notar que, en el Derecho comparado, la teoría del abuso del derecho es
de aplicación cuando en el caso concreto falla algún requisito de aplicación del principio
de la excesiva onerosidad de la prestación. Así, el art. 1198 del Código civil argentino
establece que el deudor que está en mora no puede solicitar la resolución del contrato por
excesiva onerosidad de la prestación. Alterinila refiere que si el vendedor de un inmueble
a precio pagadero en cuotas es afectado por una súbita hiperinflación, y no está en
situación de argüir la doctrina de la imprevisión por haber caído en mora, no obstante que
el envilecimiento del precio ha convertido la compraventa en una donación, sí puede
invocar la doctrina del ejercicio abusivo del derecho, puesto que la jurisprudencia
argentina, ha establecido que el abuso del derecho paraliza los efectos del acto desviado,
por tanto, "no es admisible que el comprador pretenda escriturar el inmueble por un precio
que no representa sino una porción mínima del valor de aquél".
1.5.1. Definición:
Si el contrato es con prestación a cargo de una sola de las partes, el obligado puede
accionar por excesiva onerosidad para que se reduzca la prestación o, si ello no es posible,
se resuelva el contrato.
El contrato es una norma jurídica particular que liga a las partes; "los contratos son
obligatorios en cuanto se haya expresado en ellos. Por el principio pacta sunt servanda,
en tiempos de normalidad, el contrato es ley para las partes, la seguridad en tráfico
jurídico así lo exige. El juez no puede modificar las prestaciones acordadas en un
contrato; no es un pretor romano, figura que no se admite en el Derecho moderno. El Juez
no puede dejar de aplicar la ley y no tiene el poder de modificarla, atribución que es del
legislador. Permitir que un juez basado en sus criterios personales de justicia pueda
modificar las prestaciones contractuales o facultar a una de las partes para que
unilateralmente lo haga, significaría la destrucción de la esencia del contrato, lo que
terminaría con la seguridad jurídica, con la paz, con la justicia, en suma, con la vida
civilizada. El juez debe asegurar el absoluto respeto por los compromisos asumidos por
las partes en un contrato, salvo que se pruebe que lo expresado en el contrato no coincide
con su voluntad común.
Con la norma del art. 1440, que tiene como antecedentes al art. 1467 del Código
Civil italiano y al artículo 1198 del derogado Código Civil argentino, se trata de
resguardar o restablecer la conmutatividad del contrato alterada por acontecimientos
extraordinarios e imprevisibles, que han tornado a una de las prestaciones en
excesivamente onerosa, que de exigirse el fiel cumplimiento del contrato se estaría
violando el principio de la buena fe al permitir que una de las partes se beneficie excesiva
e injustamente en perjuicio de la otra.
La revisión judicial del contrato no tiene por objetivo que el juez establezca una
equivalencia perfecta en las prestaciones o que se convierta en gestor del contratante poco
hábil para los negocios, sino que restablezca en lo posible el valor originario de las
prestaciones, eliminando la flagrante injusticia sobrevenida, y, de no ser posible el
restablecimiento del equilibrio contractual originario, decida la resolución.
Sólo una defensa a ultranza del principio nominalista, que desconozca el valor de
cambio o en curso del dinero, puede conducir a que la solución desemboque en una
decisión contraria a la justicia y ala buena fe, por la que se transfiera la propiedad de un
bien a cambio de un precio envilecido gracias a un hecho excepcional e imprevisible que
ha convertido a la prestación en excesivamente onerosa, obligando al deudor a sufrir un
excesivo sacrificio patrimonial, sólo por no haber previsto lo imprevisible. La buena fe,
que acompaña al contrato no sólo en la celebración, sino también en el momento de su
ejecución, impide que se obligue al deudor a ejecutar una prestación devenida en
excesivamente onerosa sin recibir a cambio nada o una contraprestación irrisoria,
convirtiendo a un contrato oneroso, como es la compraventa, en un contrato gratuito.
1.5.4. Requisitos:
El contrato es con prestación a cargo de una sola de las partes cuando genera
obligaciones para una sola de las partes, una de ellas es solamente acreedora y
la otra solamente deudora; hay prestación sin contraprestación, por ejemplo, la
donación.
Como hemos dicho antes, para que sobrevenga la excesiva onerosidad de una
de las prestaciones se requiere que sean distintos los momentos de celebración
y de ejecución del contrato, ya porque la ejecución de la prestación es duradera,
pues debe ejecutarse durante un cierto periodo de tiempo, continuadamente o
periódicamente, o ya porque se difiere la ejecución de la prestación para un
momento ulterior al de la celebración del contrato; solo en estos contratos es
posible que la equivalencia originaria entre las prestaciones, fijada por las
partes, se modifique profundamente por circunstancias posteriores
imprevisibles. Consiguientemente, la excesiva onerosidad no tiene cabida en
los contratos de ejecución inmediata a la celebración del contrato, sin solución
de continuidad, y que se agoten en una ejecución única, v. gr., una compraventa
al contado, puesto que en estos contratos la prestación y contraprestación se
ejecutan tan luego que se perfecciona el contrato, no mediando un lapso en el
cual una de las prestaciones pueda sobrevenir en excesivamente onerosa, salvo
que la prestación a cargo de una de las partes haya sido diferida por causa no
imputable a ella (art. 1441.1 del CC).
El artículo 1440 propicia el reajuste o revisión del contrato en todos los casos en
que sea posible, limitando el remedio de la resolución a los supuestos en que la naturaleza
de la prestación o las circunstancias no toleren el reajuste, o cuando lo solicite el
demandado. El reajuste, reduciendo la prestación devenida en excesivamente onerosa o
incrementando la contraprestación, debe, en la medida de lo razonable, restablecer los
valores iniciales, enmendando lo que el acontecimiento extraordinario e imprevisible ha
venido a modificar, para que el cumplimiento del contrato no signifique una flagrante
injusticia.
El último párrafo del artículo 1440 dispone que "la resolución no se extiende a las
prestaciones ya ejecutadas", esto es así cuando el contrato es de ejecución continuada,
dado a que por la naturaleza de las prestaciones continuadas es imposible físicamente la
restitución de la parte de la prestación ya ejecutada, en consecuencia, la resolución del
contrato no puede afectar a las prestaciones ya ejecutadas. En los contratos de ejecución
periódica, cada par de prestación y contraprestación son autónomas de las demás, razón
por la que, también, la resolución no tiene por qué afectar a las prestaciones ya ejecutadas,
las mismas que deben quedar firmes y definitivas.
El art. 1440 dispone que la acción por excesiva onerosidad procede en los contratos
conmutativos de ejecución continuada, periódica o diferida. El art. 1441 extiende la acción
por excesiva onerosidad a los contratos de ejecución inmediata cuando el cumplimiento de la
obligación se ha diferido por causa no imputable a las partes; y a los contratos aleatorios,
cuando la excesiva onerosidad se produce por causa extraña al riesgo propio del contrato, es
decir, la revisión o resolución del contrato no procede por el riesgo previsto en el contrato,
sino por un riesgo adicional extraordinario e imprevisible.
El contrato es conmutativo cuando los contratantes conocen ab initio los beneficios que
obtendrán; en cambio, es riesgoso cuando su objeto es un riesgo o alea, v. gr., los contratos
de juego y apuesta, el contrato de renta vitalicia.
Por mandato del art. 1440 se aplica la revisión o, en su defecto, la resolución por
excesiva onerosidad sobreviniente a los contratos conmutativos de ejecución continuada o
periódica y a los contratos de ejecución instantánea cuando, por acuerdo de las partes, se ha
diferido una o ambas prestaciones para ser ejecutadas en un solo momento ulterior o para ser
ejecutadas escalonadamente. Pero, además, por mandato del art. 1441, la excesiva onerosidad
se aplica a los contratos de ejecución inmediata, cuando la prestación a cargo de una de las
partes ha sido diferida por causa no imputable a ella (ej., un caso fortuito o fuerza mayor);
igualmente se aplica a los contratos aleatorios cuando la excesiva onerosidad no procede del
riesgo regulado en el contrato, sino de un riesgo extraordinario e imprevisible. Así, en el
contrato de renta vitalicia, el riesgo propio del contrato es la duración de la vida de la persona
en cabeza de quien se ha fijado la duración del contrato, pero no lo es, por ejemplo, una
devaluación traumática de la moneda que pueda gravar desmedidamente la prestación de uno
de los contratantes.
En otros términos, el artículo 1441.2 del Código Civil excluye la revisión o resolución
del contrato en la hipótesis en que la sobrevenida onerosidad de la prestación entre en el alea
normal del contrato. Por ejemplo, el riesgo asegurable previsto en un contrato de seguro
constituye el alea normal de dicho contrato, el cual no puede estar en discusión por excesiva
onerosidad como consecuencia de la verificación de tal riesgo.
1.7. La excesiva onerosidad en los contratos con prestaciones a cargo de una sola de las
partes:
Artículo 1442. Cuando se trate de contratos en que una sola de las partes hubiera
asumido obligaciones, le es privativo solicitar judicialmente la reducción de la prestación a
fin de que cese su excesiva onerosidad.
La ley confiere al deudor de la prestación la acción por excesiva onerosidad para que
se reduzca la prestación a fin de que se restablezca el valor que tenía la prestación en el
momento de la estipulación del contrato o, si ello no es posible, que se proceda a la resolución
(Torres Vasquez, 2018)
Para que proceda la acción de revisión del contrato por sobrevenida excesiva
onerosidad de la prestación se requiere que la ejecución de la prestación no se haya diferido
por dolo o culpa de la parte perjudicada.
Como dice Goldenberg, "la ley sólo concede el beneficio al deudor cuya conducta sea
jurídicamente irreprensible. Esta postura, corolario del principio non auditir propriam
allegans turpitudinem, se ve en este caso reafirmada por el carácter excepcional del instituto.
Mal puede, por otra parte, compadecerse un comportamiento doloso o culpable con la regla
de la buena fe que anida en la esencia de la doctrina".
En la legislación comparada, el penúltimo párrafo del art. 1 198 del Código civil
argentino, establece que no procede la resolución del contrato por excesiva onerosidad "si el
perjudicado hubiese obrado con culpa o estuviese en mora"
El Código civil peruano no contiene una norma que impida al deudor moroso ejercitar
la acción por excesiva onerosidad, sin embargo, la ley no puede amparar a quien con su
conducta provoca el desequilibrio de las prestaciones. Por tanto, no puede proceder el remedio
legal cuando el deudor moroso con su dolo o culpa ha determinado la sobrevenida excesiva
onerosidad de la prestación.
Si bien es cierto que, conforme al art. 1354, los contratantes son libres para determinar
el contenido de sus contratos, no debe soslayarse que esa libertad encuentra su límite en las
normas de carácter imperativo, como lo es la del art.1444.
Si se permitiera la renuncia anticipada a la acción por excesiva onerosidad de la
prestación, tal renuncia se convertiría en una cláusula de estilo, quedando sin aplicación las
normas que la regulan.
Art. 1446: El término inicial del plazo de caducidad a que se refiere el artículo
1445 corre a partir del momento en que hayan desaparecido los acontecimientos
extraordinarios e imprevisibles.
El Código civil español admite la rescisión del contrato siempre que la lesión
sufrida sobrepase la cuarta parte del valor de la cosa (arts. 1291 y 1293). EI art.
1074 dispone: "Podrán también ser rescindidas las participaciones por causa
de lesión en más de la cuarta parte, atendiendo el valor de las cosas cuando
fueron adjudicadas".
El Código civil de Andrés Bello que rige en Colornbia, Chile y Ecuador, en' el
art. 1947 del Código civil colombiano, el art. 1889 del Código civil chileno y
el art. 1829 del Código civil ecuatoriano, establece: "El vendedor sufre lesión
enorme, cuando el precio que recibe es inferior a la mitad del justo precio de
la cosa que vende; y el comprador a su vez sufre lesión enorme, cuando el justo
precio de la cosa que compra es inferior a la mitad del precio que paga por ella.
El justo precio se refiere al tiempo del contrato"
El derogado Código civil peruano de 1852 estableció: "Art .2285. Pueden ser
rescindidos los contratos, por lesión o perjuicio que sufre alguno, no recibiendo
él equivalente de lo que él da. La lesión.se califica de enorme, cuando llega o
excede de la mitad del valor de la cosa; y de enormísima, cuando llega o excede
de los dos tercios de dicho valor. Art. 2295. Los mayores de edad gozan del
beneficio de restitución en los contratos onerosos, cuando padecen lesión
enorme o enormísima. Esta acción sólo puede intentarse dentro de los dos años
de la fecha del contrato". Fuera de estos dos artículos dispuso la restitución en
íntegro en beneficio de los incapaces (art. 2286 a 2294) por lesión que
alcanzase a la sexta parte. Para la partición, dispuso en el art.2162 que "son
rescindibles las particiones por lesión en más de la tercera parte, y por las otras
causas que producen la rescisión de los contratos".
Algunos autores distinguen entre lesión subjetiva pura que exige una evidente
desproporción entre las prestaciones sin indicar el quantum y que la parle
beneficiada haya explotado la necesidad, ligereza o inexperiencia de la otra, y
la lesión subjetiva-objetiva que requiere del desequilibrio entre las prestaciones
con fijación del quantum y que la parte beneficiada se haya aprovechado del
estado de inferioridad en que Se encuentra la otra1ael. No estamos de acuerdo
con esta sub clasificación de la lesión subjetiva en subjetiva pura y subjetiva-
objetiva; no hemos encontrado en la legislación comparada un Código civil
que regule la lesión puramente subjetiva sin tener en cuenta para nada el
desequilibrio entre las prestaciones. Lo que hay es Códigos que toman en
cuenta exclusivamente el elemento económico (lesión objetiva), y Códigos que
consideran además del elemento económico, con o sin indicación del quantum,
la explotación por una de las partes del estado de necesidad, la ligereza o
inexperiencia de la otra; unas legislaciones requieren de todos estos elementos
subjetivos, otras sólo de alguno de ellos (lesión subjetiva). En la lesión
subjetiva, además del elemento subjetivo, siempre el desequilibrio entre las
prestaciones es el elemento caracterizante. Se habla de lesión objetiva por
oposición a la lesión subjetiva.
El Código civil italiano de 1942 también adopta el sistema subjetivo. Los arts.
1447 y 1448, ubicados en el capítulo denominado: "De la rescisión del
contrato", prescriben:
Como se aprecia, el Código civil italiano distingue entre rescisión del contrato
estipulado en estado de peligro y rescisión del contrato celebrado en estado de
necesidad.
Los presupuestos de la rescisión del contrato concluido en estado de peligro
son:
- El estado de peligro (necesidad de salvarse a sí mismo o salvar a otros
del peligro actual de un daño grave a la persona).
- El conocimiento del estado de peligro por la contraparte.
- La iniquidad de las condiciones.
- El estado de necesidad
- El aprovechamiento de tal estado.
- La lesión excedente de la mitad del valor de la prestación ejecutada
o prometida por la parte damnificada en el momento del contrato.
Los detractores de la lesión aducen que se confunde con el error y en general con los
vicios de la voluntad; que atenta contra los principios de respeto a los contratos, la palabra
empeñada, la seguridad individual, el orden y la paz social; que el respeto absoluto a la
autonomía de la voluntad privada es fuente de seguridad jurídica, en cambio, con la lesión
por remediar el desequilibrio entre patrimonios se provoca una lesión enormísima a la
seguridad jurídica; que con la lesión se ampara las argucias, las malas artes, la mala fe de
quienes , quieren eludir sus obligaciones contractuales; que las cosas se enajenan por el valor
de cambio fijado por las leyes de la oferta y la demanda mas no por su valor intrínseco, si se
enajena el bien por un determinado precio es porque le conviene al enajenante o porque no
hubo quien dé más; que todo contrato es un acto de especulación, comporta siempre una cierta
lesión para una de las partes contratantes; que la justicia se logra con las leyes de la oferta y
la demanda y la igualdad jurídica entre los hombres; Vélez Sarsfield en nota puesta al art. 943
del Código civil argentino, antes de su modificación por Ley Ne 17.711 , concluye:
"Dejaríamos de Ser responsables de nuestras acciones, si la ley nos permitiera enmendar todos
nuestros errores, o todas nuestras imprudencias. El consentimiento libre, prestado sin dolo,
error ni violencia y con las solemnidades requeridas por la ley, debe hacer irrevocables los
contratos.
Los que se pronuncian por la admisión de la acción por lesión arguyen que en todo
contrato oneroso debe existir un equilibrio razonable entre lo que se da y lo que se recibe; que
la lesión es una institución autónoma de los vicios de la voluntad; si cada contratante persigue
la obtención de un cierto beneficio, no puede ser a costa de la ruina económica del otro; en la
contratación la igualdad matemática es imposible, pero la desigualdad grosera repugna a la
moral y a las buenas costumbres; no puede hablarse de consentimiento en un contrato cuando
hay una lesión enorme, que no justifica que el contrato se cumpla tal cual se ha convenido
(pacta sunt servanda) aducen que no Se confunde con el error, porque no Se requiere que la
parte lesionada se haya hecho una representación falsa de la realidad, ni que haya actuado
bajo los efectos del dolo, de la violencia o de la intimidación, sino que basta la desproporción
enorme entre las prestaciones y la concurrencia del elemento subjetivo establecido por ley;
no todo contrato es justo como lo pretenden los voceros del liberalismo, por lo que no Se
puede seguir sosteniendo que cada uno es dueño de su propia ruina; el respeto a la autonomía
de la voluntad, a la palabra empeñada, se justifica siempre que al contratante débil no se le
convierta en instrumento del enriquecimiento del contratante fuerte. El Derecho presupone la
justicia, el respeto de la dignidad humana, la solidaridad social, razones más que suficientes
para justificar la rescisión del contrato por lesión.
Art. 1447.- La acción rescisoria por lesión solo puede ejercitarse cuando la
desproporción entre las prestaciones al momento de celebrarse el contrato es mayor de
las dos quintas partes y siempre que tal desproporción resulte del aprovechamiento por
uno de los contratantes de la necesidad apremiante del otro.
Del art. 1447 se deduce que la lesión es el perjuicio económico que sufre una de
las partes en un contrato oneroso y conmutativo, debido a la desproporción de más de las
dos quintas partes (4O%) entre las prestaciones al momento de celebrarse el contrato,
siempre que tal desproporción resulte del aprovechamiento por el contratante beneficiado
de la necesidad apremiante del otro.
Todas estas premisas son falsas, puesto que el Código no fija precios para los
bienes, sino que deja a las partes para que lo fijen libremente, las cosas valen lo que las
partes contratantes dicen que valen; si los contratantes a un bien que en el mercado tiene
un valor de cambio de millones de soles le asignan el precio de un sol, eso es lo que vale
y a ello están obligadas como a la misma ley; no hay fijación de límites a las ganancias
que puedan , obtener las personas por las legítimas oportunidades que se les presentan en
el mercado.
Con la figura de la lesión lo que hace el Código es evitar el abuso del derecho, la
mala fe, busca que las personas se comporten lealmente, solidariamente, fraternalmente,
lo que es propio sólo de los seres humanos; nada de eso sucede cuando una de las partes
se aprovecha del estado de necesidad en la que se encuentra la otra para esquilmarla. De
ahí que sólo se admite la acción rescisoria por lesión cuando una de las partes estima que
su prestación vale hasta 40% más de lo que se señaló en el contrato y siempre que tal
valor de su prestación obedeció al aprovechamiento de su estado de necesidad que lo
aquejaba y que era conocido por la otra parte. Caso contrario, por simple ejercicio de
sentido común, el futuro es "una sociedad destinada a la extinción, porque incentivando
a que sea el "hombre lobo del hombre", todos terminarán, más temprano que tarde, por
devorarse unos a otros".
Por disposición del art. 1447, la lesión es causal de rescisión del contrato. Por
mandato de los arts. 1 451 y 1452, la lesión también es causal de la acción de reajuste,
cuando el demandado por lesión reconvenga el reajuste del valor o cuando la acción
rescisoria sea inútil por ser imposible que el demandado devuelva la prestación recibida.
No hay acción por lesión en los contratos riesgosos, puesto que el riesgo propio de
estos contratos es la desproporción entre las prestaciones, salvo que la desproporción no
sea el resultado del álea. Como expresa Bianca, el álea no quita que las prestaciones
tengan siempre un valor de mercado en cuanto se trata de una álea preventivamente
determinada según cálculos corrientes de probabilidad o bien en cuanto se trate de una
álea reducida que importa sólo una limitada reducción del precio. Así, por ejemplo,
cuando en la venta de una cosecha futura el comprador asume el riesgo de una menor
producción o también el riesgo de una total destrucción de la cosecha no quita que la
cosecha vendida tenga ya al momento de la estipulación del contrato su precio de
mercado. La venta de la cosecha a la cual ha sido constreñido el propietario que Se
encuentra en estado de necesidad puede por consiguiente ser objeto de rescisión por
lesión.
Contrato oneroso es aquel en el cual existe para cada una de las partes un sacrificio
y una ventaja; el sacrificio de cada una de las partes tiene como contrapartida la ventaja
que recibe de la otra, debido a que cada parte se obliga a ejecutar una prestación a favor
de la otra. El contrato oneroso es conmutativo cuando las prestaciones asumidas por las
partes son equivalentes, por ejemplo, una compraventa en la cual el precio corresponde
al valor real de cambio que tiene el bien que se vende; en una segunda acepción, se
entiende por contrato conmutativo a aquel en que cada una de las partes, al momento de
la celebración, conocen cuales son las ventajas o sacrificios que adquieren y soportan
(compraventa, permuta, arrendamiento, mutuo, etc.), diferenciándose así de los contratos
riesgosos en los que las partes no saben si el contrato les reportará ventajas o sacrificios;
lo que es ventaja para una de las partes será pérdida para la otra (renta vitalicia, juego y
apuesta, etc.). Para los efectos de la lesión tiene relevancia la conmutatividad en su
significado de equivalencia de las prestaciones.
Como por mandato de la norma del art. 21 12, los contratos de compraventa,
permuta, mutuo, depósito y fianza de naturaleza mercantil se rigen por el Código civil,
quedando derogados los arts. 297 a 314 y 430 a 433 del Código de comercio, la lesión
también existe en los contratos comerciales.
De conformidad con la norma del art. 1447, para que la lesión sea causal de
rescisión del contrato es necesario que concurran copulativamente los tres elementos
señalados.
2.4.1.5. Desproporción entre las prestaciones
La desproporción entre prestación y contraprestación al momento de la celebración
del contrato debe ser mayor a las dos quintas partes (cuarenta por ciento) y debe
establecerse con criterios estrictamente objetivosEl contrato conmutativo se caracteriza
por la equivalencia entre las prestaciones, pero no se trata de una equivalencia absoluta
de valores, situación que el Derecho no persigue; es rnás no se trata de una equivalencia
puramente matemática, económica, sino de una equivalencia subjetiva establecida de
consuno por los contratantes, asignando a cada prestación su respectivo valor, con el fin
de satisfacer cada uno de los intereses, aun cuando sean de naturaleza no económica, que
persiguen lograr con el contrato. Si esto es así, siempre habrá alguna desproporción entre
las prestaciones, razón por la que para rescindir el contrato por lesión se exige una
desproporción grosera de más de las dos quintas partes. A diferencia de otros códigos que
no establecen fórmulas matemáticas para medir la desproporción entre las prestaciones,
dejando al juez la facultad de determinar cuando la equivalencia alcanza una dirnensión
que torna en injustificadas las ventajas obtenidas por el contratante beneficiado, nuestro
Código si establece un límite matemático rnayor de las quintas partes. Basta que la
desproporción exceda de los dos quintos para que pueda ejercitarse la acción rescisoria
(art. 1 447), pero si es ígual o superior a las dos terceras partes se presume el
aprovechamiento de la necesidad apremiante del otro, presunción que tiene por finalidad
proteger a la víctima de la lesión (art. 14 B).La desproporción debe exístir al rnomento
de celebrarse el contrato, o sea, es esencial que se valorice el bien o servicio, objeto de la
prestación, al momento en que se celebró el contrato. Con la institución de la lesión, se
protege al lesionado contra una pérdida presente; es decir, contra un perjuicio
contemporáneo del contrato, y contra una pérdida futura1510 y se sanciona a la conducta
del lesionante por haberse aprovechado de la necesidad de su cocontratante. Si la excesiva
desproporción no existe en el momento en que se perfecciona el contrato, sino es
sobreviniente, no hay lesión, sino excesiva onerosidad de la prestación (art. 1440).
Solución distinta contiene el Código francés que en su art. 1675 señala: "Para saber
si existe lesión de más de los siete doceavos, hay que tasar el inmueble según su estado y
su valor en el momento de la compraventa", es decir, el inmueble será tasado según su
estado y valor que tenga al rnomento de celebrarse el contrato definitivo de compraventa,
sin tomarse en cuenta el valor que tenía al celebrarse elcompromiso de compraventa o la
opción de venta.
El art. 1447 establece como elemento subjetivo, al igual que el Código Civil
italiano (art. 1448), solamente al estado de necesidadl512 en que se encuentra el sujeto
lesionado, entendiéndose por tal una situación económica que disminuye su libertad de
elección1513 y que lo induce a celebrar el contrato en esas condiciones. Como dice
Biancals14, la desproporción debe depender del estado de necesidad.
No es necesario para la relevancia del estado de necesidad, que la otra parte haya
desplegado una actividad positiva a fin de inducir al necesitado a la celebración del
contrato; se exige en cambio que el estado de necesidad sea de tal entidad, que quite a
una de las parles contratantes, dotada de normales poderes de valoración, la libertad de
elección en orden a la conclusión del contrato impugnado.
El estado de necesidad debe entenderse no como una absoluta indigencia síno como
una objetiva dificultad económica. Messineolsl6 sostiene que "no es necesarío que el
sujeto esté en estado de indigencia. Tampoco es elemento relevante la escasa
potencialidad económica del deudorque se dice lesionado".
2.4.1.7. El aprovechamiento
El art. 1447 requiere expresamente que una de las partes se haya aprovechado del
estado de necesidad apremiante de la otra.
Conforme a la ley italiana, para accionar la rescisión por lesión es necesario una
desproporción entre las prestaciones superior a la mitad, que dependa del estado de
necesidad de una de las partes, situación de la que se aprovecha la otra para obtener una
ventaja. La desproporción debe existir desde el momento de la celebración del contrato y
debe perdurar hasta el momento de la interposición de la demanda, porque si a este
momento ha desaparecido la desproporción y con ella el perjuicio al lesionado, no habría
razón para la rescisión del contrato (este extremo no ha sido adoptado por el Código civil
peruano). Se excluye expresamente a los contratos aleatorios.
2.4.2. Enormidad de la desproporción entra las prestaciones
ART 1448. En el caso del articulo 1 447, si la desproporción fuera igual o superior
a las dos terceras partes, se presume el aprovechamiento por el lesionante de la necesidad
apremiante del lesionado.
Hay legislaciones, como la francesa y las que en ella se inspiran, que establecen
que no son rescindibles por lesión las ventas en remate público forzosas, pero no las
voluntarias. Los Mazeaudrss, comentando el Code Napoleon, dicen que no son
rescindibles por lesión "las ventas que según ley, no pueden ser hechas más que con
autorización judicial" (ad. 1684), es decir, ventas que no pueden efectuarse de otro modo
que judicialmente: remate tras embargo, venta de bienes de un menor, venta de los
bienes de una sucesión a beneficio de inventario, licitaciones entre coherederos que no
hayan podido realizar la partición. "El legislador ha estimado -aunque los hechos
demuestren hoy un error- que la publicidad da a esas ventas, la facuftad de pujar
concedida a cada persona y la posibilidad de puja bastaba para asegurar la fijación de
un precio justo. La situación no es la misma para las ventas que no se efectúan sino
facultativamente por la justicia, porque la voluntad de pujar no Se le concede
necesariamente en las mismas al público (art. 1687)'. Esta doctrina no tiene cabida en
nuestro Derecho, el cual excluye la lesión de las ventas hechas por remate público, sea
éste forzoso o voluntario.
Por la partición permutan los copropietarios, cediendo cada uno el derecho que
tiene sobre los bienes que no se le adjudiquen, a cambio del derecho que le ceden en los
que se le adjudican (art. 983). La lesión en la partición se rige por lo dispuesto en los
aris.1447 a 1456 (art. 990). Así, si entre elvalor de los bienes adjudicados a cada
propietario existe, al tíempo de hacer la partición, una desproporción de más de las dos
quintas partes, el excopropietario lesionado puede ejercer la acción de rescisión contra
los otros excopropietarios, y si triunfa vuelven las cosas nuevamente al estado de
copropiedad, dado a los efectos retroactivos de la rescisión (art. 1372). Pero si el
excopropietario lesionado en vez de ejercitar la acción por lesión, enajena los bienes por
más de la mitad delvalor en que le fueron adjudicados, significa que está aceptando la
adjudicación y renunciando a la acción por lesión contra sus otros excopropietarios. El
art. 763 del Código civil italiano prescribe: "La división puede rescindirse cuando alguno
de los coherederos prueba haber sido lesionado en más de la cuarta parte. La rescisión se
admite también en el caso de división hecha por el testador, cuando el valor de los bienes
asignados a alguno de los coherederos es inferior en más de una cuarta'parte a la cuantía
de la cuota correspondiente al mismo. La acción prescribe a los dos años de la división".
Conforme a esta norma, la rescisión de la división se caracteriza porque basta que la
lesión haya ocurrido por encima de la cuarta parte, y no se necesita el concurso de otra
circunstancia, como sería elaprovecharse delestado de necesidad de la parte damnificada;
en otros términos, b4sta el hecho objetivo de la desproporción, con la lesión superior a la
cuada parte.
CONCLUSIONES
❖ La excesiva onerosidad puede darse cuando, el valor de la prestación se incrementa
excesivamente, manteniéndose inalterable el valor de la contraprestación, permanece
idéntico el valor de la prestación, disminuyendo considerablemente el de la
contraprestación y ambos valores, el de la prestación y el de la contraprestación, sufren
alteraciones en sentido inverso, desequilibrándose la economía del contrato.
❖ Cuando se trate de contratos en que una sola de las partes hubiera asumido obligaciones,
le es privativo solicitar judicialmente la reducción de la prestación a fin de que cese su
excesiva onerosidad.
❖ La ley confiere al deudor de la prestación la acción por excesiva onerosidad para que se
reduzca la prestación a fin de que se restablezca el valor que tenía la prestación en el
momento de la estipulación del contrato o, si ello no es posible, que se proceda a la
resolución
❖ Para que proceda la acción de revisión del contrato por sobrevenida excesiva onerosidad
de la prestación se requiere que la ejecución de la prestación no se haya diferido por dolo
o culpa de la parte perjudicada.
❖ La acción por excesiva onerosidad de la prestación caduca a los tres meses de producidos
los acontecimientos que han generado el rompimiento del equilibrio contractual.
❖ La rescisión por lesión es una forma de ineficacia del contrato que tutela a quien contrata
en condiciones desiguales por encontrarse en estado de necesidad.
❖ La acción por lesión procede en los contratos onerosos y conmutativos, sean nominados
(típicos) o innominados (atípicos).
BIBLIOGRAFIA
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Torres Vasquez, A. (2018). Teoria general del contrato. Lima: Pacifico editorial.