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Tiende a tocar los genitales de los adultos. Provoca a los demás pacientes más
grandes para que reaccionen contra ella y la agredan. Presenta un lenguaje procaz.
“Juega” con productos de su cuerpo (pis, caca y saliva).
Como ocurre en ciertos casos donde ha existido abuso sexual, era muy difícil
acceder de manera fidedigna a la historia de la niña.
La hipótesis, dado el cuadro, era que la niña había sufrido una situación de abuso
sexual. Una situación de abuso donde lo traumático no era sólo una parte del
funcionamiento psíquico sino que estaba en lo constitutivo mismo.
Es decir que existía una total falta, no sólo de discriminación, sino de criterio de
realidad con relación al adulto que la podía cuidar y de aquel que la agredió. Pero
no era sólo eso sino que el componente sexual-traumático inundaba todas las áreas
de su vida psíquica, constituyendo casi un elemento puro de toda su conducta.
La paradoja era que con ella no se podía trabajar desde el narcisismo materno
porque tenía una incapacidad de recibir afecto porque era vivido por ella como
abuso pero, a la vez, necesitaba de contención porque se encontraba
psíquicamente desbordada.
Su autoerotismo estaba dado en alto grado por los traumatismos sufridos, ante la
incapacidad de simbolizar. Los diques pulsionales estaban sin constituirse.
-la actividad individual dividida en juego simbólico (que se da durante poco tiempo) y
en juego de ejercicio (que la duración es mucho mayor). Los juegos de ejercicios
consisten en: a) juegos de encastres; b) juegos de circuitos (la sala se divide en
distintos espacios habiendo en cada uno diferentes tareas y rotando cada uno de los
niños en dichas tareas); c) se excluyen los juegos psicomotrices,
Predominan “juegos” del tipo: “Juegos para hacerse daño”. Estos “juegos” son
conductas de ponerse en riesgo y preguntar si se va a lastimar o la situación le va a
producir algún daño.
En este sentido que por desvestirse permaneciera fuera de la sala no sólo estaba
indicando una sanción a la cuestión del habito sino que implicaba fundamentalmente
una caída del ‘ofrecer su cuerpo al otro’, al goce del otro. Es decir, caída no sólo del
autoerotismo sino de su especial relación al otro. Este era el sentido fundacional
para constituir un cuerpo del cuidado y la ternura. Un cuerpo de la niñez.
Aún continúan las agresiones hacia los compañeros de su grupo (más débiles que
ella), pero no son constantes sino que se producen de manera esporádica.
Este corte lo vivencia como una especie de abandono, de desgarro, del incipiente
vínculo que está formando; su manera de tramitar y de manifestar esta vivencia es a
través de la desorganización, que todavía tiene como conducta principal a la
agresión.
En este sentido el llanto, que aparece en estos momentos, se hace manifiesto con
lágrimas, a diferencia de los primeros tiempos donde no se percibía una clara
manifestación del dolor emocional, es mas podríamos decir que este no estaba
constituido –lo que existía era la brutalidad del “daño” en su degradación afectiva-,
como no lo estaba la función de cuidado, de ternura, que es su contrapartida. En
este sentido se produce una nueva organización desde el punto de vista
afectivo-representacional.
Continúan las crisis en los “juegos” de contacto corporal y, también, cuando muestra
sus producciones.
Se observa que “los juegos para hacerse daño” no los efectúa con la frecuencia que
lo hacía.
Cuida los materiales de la sala, cuando en otro momento se tornaba difícil que no
los destruyera. Se observa un aumento de su producción gráfica.
El campo de sus intereses se amplía tanto en sentido intelectual como del uso de
ciertas partes de su cuerpo que antes se encontraban tomadas por la constitución
traumática de su psiquismo y a las que la cultura les asigna un rol instrumental, por
ejemplo las manos.
Evidencia una posición activa para poder elaborar las situaciones de cambio. En
referencia a las separaciones son vivenciadas de manera que no implican un
desgarro.
Juega dentro de la casita con las tacitas, platitos, vasitos, etc., Vanesa puede
compartir con una compañera distintos roles.
La duración del juego es de aproximadamente 10 minutos, durante el juego, en un
momento, Vanesa agrede con las tacitas a sus compañeros.
Juego en circuito: Fue propuesto por el acompañante donde Vanesa participa con
gran entusiasmo.
Las destrezas realizadas fueron roles, rodamientos, pasar por debajo y por arriba de
elementos (como los bancos).
El juego finalizó en forma progresiva, por decisión de los nenes, cuando de a uno lo
fueron dejando porque estaban cansados.
La última en dejar el juego fue Vanesa que al encontrarse sola y no poder convencer
a ningún nene para que la acompañe en la actividad, se aburrió y se acostó en una
colchoneta. Luego buscó la cartera y un bebote cambiando así de juego.
Juego simbólico:
Durante esta tercer semana Vanesa jugó todos los días a que viajaba en colectivo
para ir a visitar a su mamá y que ella tenía un hijo (bebote), siempre llevando una
cartera colgada del brazo.
(…)
PARA CONCLUIR:
Hay en este escrito algo de Vanesa que ya no será, un despedirse, un dejar atrás lo
que no debió ser.
A la vez, es un encontrarse con esta niña. Esta niña que es hoy día. Con sus juegos
y sus sonrisas. Con su mirada pícara y sus preguntas.
Preguntas para entretejer repuestas que puedan ser un cobijo, una protección para
lo que nombramos como infancia.