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La violencia de las sexualidades humanas.

 
Nombre: Guillermo Eduardo Ponce Córdova 
Generación: 48  
Sede: Ciudad de México

Actos sexuales que llevan a la desnudez, no solo del cuerpo, sino también del
alma, que dejan a la persona en un estado vulnerable. En el que todo su ser esta
expuesto a diversos factores. Se entrega poder y se ejercen poderes desde
nuestros distintos roles. El encuentro sexual es un laboratorio social donde cada
una de nuestras construcciones de la realidad se relaciona con las de les otres. El
peso social y cultural que significa el puro coito es algo que no siempre tenemos
conscientes. El sexólogo clínico es quien debería generar una consciencia de ello.

La popular herramienta “violentometro”, desarrollada por el Instituto Politécnico


Nacional, ha sido popularizada en los diferentes ámbitos educativos e
institucionales, para poder describir conductas, desde las más sutiles; bromas,
burlas, humillaciones, ignorar intencionalmente. Hasta aquellas que ponen
directamente en riesgo la integridad física y la misma vida de la persona, como las
amenazas con armas, violación, golpes, heridas y homicidio. En los niveles
intermedios encontramos una muy particular; celos.

Álvarez-Gayou y Millan (2010), haciendo una magistral investigación con respecto


a los celos, muestran como estos son una manifestación recurrente dentro de las
vivencias de relación de pareja en la mayoría de las personas. Las cuales llevan
escalan a otro tipo de violencias, económica, psicológica, sexual, física. En
muchas ocasiones los celos se han visto permeados por el amor romántico e
idealizado. Yo personalmente veo mucho en consultorio como estas conductas
lastiman a los integrantes de una relación. Son sutiles y muchas veces
normalizadas. Se me hace prudente que les sexologues clínicos hagan revisión de
un tema así, debido a que se puede considerar un punto de arranque para
examinar y concientizar de las diferentes conductas violentas que hemos vivido,
recibido y ejercido.
Como menciona Velázquez (2003), en su obra Violencias Cotidianas, Violencias
de Género, la violencia es algo que rechazamos en nuestra cotidianidad, y que
censuramos al ser algo desagradable. Difícilmente una persona puede afirmarse
cómo violenta. Pueden argumentarse como personas reaccionarias, que es una
manera agresiva de contestar, debido a que sienten la necesidad de defenderse o
proteger los ideales y construcciones que tienen. Por ejemplo, en los celos, el
sentimiento de posesión de la pareja, lleva a la persona a ver como justificable la
constante vigilancia, control y castigo de la pareja, debido a que esta “atentando”
contra los principios que esta ha construido de relación. Ojo, pongo enormes
comillas en esto, porque no intento justificar las conductas violentas de una
persona, sino saber que tienen una finalidad que muchas veces van disfrazadas
de moralidad. Una violencia normalizada que ven de manera cotidiana ante las
diferentes formas en que construyen las relaciones. No solo desde los afectos
recibidos y observados de mamá y papá. Todo el mundo educa en sexualidad y
relaciones. Los constantes mensajes que recibidos de diferentes lugares.

El sexólogo no es la excepción a ello. Uno tiene su propio sistema de creencias y


comportamientos que van permeando nuestra visión, nuestra actitud natural hacia
distintos temas. Decía Alan Watts que “despertar la consciencia lleva un precio, no
podemos ser más sensibles al placer sin ser más sensibles al dolor”.
Efectivamente, no solo trabajamos con deseo, fantasía, conducta sexual,
estímulos efectivos. El placer y el displacer son parte de las construcciones de las
sexualidades humanas. El puro sistema en el que estamos inmersos ya establece
relaciones estructurales entre hombres y mujeres, dejando estas ultimas en
desigualdad de oportunidades. Siendo el puro encuentro sexual ya una relación de
poder desde estas construcciones, llevando la violencia de género a una realidad
tasita en los encuentros sexuales.

Las disfunciones sexuales femeninas que he atendido en consulta, haciendo su


historia sexual clínica, llevan al inicio de una vida sexual desde una vivencia
receptora de violencia. Un vaginismo que habla de una última barrera física para
evitar ser penetrada a toda costa. Una hipolubricación en la que el deseo sexual
no se hace manifiesto desde la excitación fisiológica del cuerpo. Son mujeres que
fueron llevadas al encuentro desde manipulación, chantaje, acoso, amenazas. Al
menos he notado que el común denominador es que las llevan al motel, les exigen
que se desnuden porque es su responsabilidad como parte de la relación el
acceder a tener relaciones coitales. Con miedo, sin consentimiento o preparación,
se fuerzan a si mismas, y ante una necesidad de poner limites, son atacadas con
insultos, golpes, humillaciones y culpabilización.

¿Cómo evitar que cuando las pacientes hablen de sus violencias, no repliquemos
esas violencias en el consultorio? – Es algo que me cuestiono contantemente en
mi práctica. Yo siendo un hombre heterosexual cisgénero, busco reconocer mi
papel en esta sociedad. Generar un cambio de perspectiva. Desde el hecho de
validar y reconocer que sus vivencias han sido violentas, creerle, con
consideración incondicional, buscando empoderar a la persona, que reconozca y
recupere el poder que le ha entregado a sus abusadores. Al final, la violencia nos
llega a todos. Reconocerla es el principio, acabar con la conducta que nos lleva a
ellas, es la finalidad.

Referencias
Álvarez-Gayou, J. L., & Millan, P. (2010). Te celo porque te quiero. Ciudad de México: Instituto
Mexicano de Sexología.

Velazquez, S. (2003). Violencias Cotidiandas, Violencias de género: escuchar, aprender, ayudar.


México: Paidos.

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