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Giacomo Marramao

PODER Y SECULARIZACIÓN
Traducción de Juan Ram ón Capella
Prólogo de Salvador Giner

ediciones península ®
TiV". :

III. Poder , estructura y tiempo :


las dimensiones de la racionalidad
de Weber a Luhmann

1. SECULARIZACI Ó N , SELECTIVIDAD
Y CONTINGENCIA DEL PODER
En su libro Machí , de 1975, Niklas Luhmann especifica que
el actual status histérico-sistemático de esta discutida catego
— —
ría poder del pensamiento polí tico occidental en la sepa -
-
ración entre las « condiciones genéticas del poder y las « con
diciones de control del poder mismo » : « Desde un * -
punto de
vista gené tico, y no sólo desde el punto de vista de presupues
tos mínimos de entendimiento no susceptibles de desmentido, -
el sistema se basa en la fuerza pese a no ser ya susceptible
.
de control mediante el recurso a la fuerza (Gewalt ) La posi
bilidad de racionalizar su complejidad se vuelve problemá ti --
ca.» 1 El ejemplo más significativo y macroscópico a la vez
de este desarrollo está constituido por « el nacimiento del
Estado soberano moderno, sobre la base de un monopolio de
la decisión relativa al uso de la fuerza f ísica y por la poste
-
rior hipertrofia de este Estado que se aproxima a una com
plejidad ya dif ícilmente controlable».2 Todo este proceso se -
produce sin embargo sobre la base de un presupuesto que
excede de los límites de la historia evolutiva interna del po
der moderno por afectar a las estructuras de la temporalidad -
del sistema . Presupone una relació n distinta del sistema social
con el tiempo, en la que pasado y futuro « aparecen, pese a su
.
diversidad, como articulaciones del presente » Para captar
esto « hay que utilizar la diferencia entre los tiempos particu
lares para reconstruir la complejidad social en una perspec- -
tiva que vaya m ás allá del á mbito del poder solamente; esta
posibilidad se realizó por vez primera en la sociedad civil de
.
los siglos XVIII y xix» 3
Sólo con esta realización tenemos la auténtica partida de
nacimiento del sistema social moderno, caracterizado por una
elevada tasa de complejidad interna. Es el resultado de una

conquista evolutiva que como Luhmann había aclarado ya
en escritos anteriores, y especialmente en su famosa contro-

versia con Habermas siempre ha visto aguzarse y diferen
-
f.
129
ciarse el requisito « existencial» previo de la selectividad del
obrar: la racionalidad como criterio de opció n entre « una mul-
.-
tiplicidad de posibles construcciones del mundo», como de
cisión que produce una separació n entre lo real y lo posible
La progresiva secularización del poder se realiza, ciertamente,
en el ámbito de un desarrollo del sistema social que al mis-
mo tiempo ve prolongarse el dominio de su ratio y hacerse
infinita la trama de sus relaciones internas. Pero entrambos
procesos presuponen, aguas arriba, una selectividad del obrar
y de la « experiencia viva » cada vez más consciente. A través
de esto la evolución de la relación sistema-mundo se traduce
en mutación de la función de la temporalidad en el interior
del sistema mismo. La separación entre lo real y lo posible,
-

entre el sistema (que representa la resultante de las posibi
lidades seleccionadas ) y el ambiente separación concebida
ante todo como « contingencia del mundo, que Dios habría

podido crear de otra manera » con el afianzamiento de la
racionalidad científica moderna se ha convertido en un prin -
cipio constructivo de opción. De este modo la « problemá tica
de la excedencia de posibilidades, del possibile logicum » , se
ha desplazado gradualmente « del pasado (reducida mediante
la creación ) hacia el futuro (a reducir mediante la planifica
ción ); de las posibilidades de otros mundos a otras posibili-
-
dades de este mundo ».4

2. EL « RACIONALISMO OCCIDENTAL»
EN LA TEORIA DE MAX WEBER

Max Weber ha sido para Luhmann el primero en tomar


nota de este punto de llegada del proceso de secularización.5
Aunque en Weber el concepto de sistema no desempeñ a una
función fundamental, no hay duda de que puso las premisas
del concepto al introducir la correlación entre racionalidad y

--
formas del obrar. La innovación weberiana consiste en colo
car explícitamente el concepto de obrar social como funda
mento de la sociología. Constituye a la vez el referente de
sentido de los diversos tipos de comportamiento y la estruc
tura embrionaria de lo que Husserl llama Sinngebung : la
-
« dación de sentido» que efect ú a un corte en la realidad pro-
yectando un haz de luz selectivo sobre la infinitud fenomé
nica del acaecer. Sin teoría (y opción valorativa ) no hay rea
--
130
ñ
lidad. Para Weber los « hechos* puros no existen, pues todo
hecho lleva en sí el hatillo de las interpretaciones que lo
median y lo « socializan ». La idea del sistema social del ca -
pitalismo moderno como conjunto de acciones gobernado por
la racionalidad formal señala pues, en primera instancia, el
predominio de una estructura selectiva particular de la Sinn
gebung que funciona según la simple relación medio /fin -.
Pero, en segunda instancia, indica que ese tipo de raciona -
lidad del obrar es relativo a las condiciones históricas pecu-

liares del mundo occidental: « Sólo en Ocidente repite We-

ber con martilleante insistencia podía realizarse esa racio
nalidad en forma de dominio.» 6 Luhmann pone en relación
-
-
muy oportunamente la visió n proyectivo constructiva que en
Weber sostiene la asunción del concepto rickertiano de « rela
ción de valor » (correlato de la libertad de elegir en el á m-
-
bito del « politeísmo de los valores » ) con las modalidades
históricas de la constitución del moderno sistema social
europeo. En realidad hay una simetr ía evidente entre los prin-


cipios fundamentales de la metodología weberiana :on el
Wissenschaftsprogramm que se deriva de ella 7 y los rasgos
histó ricos distintivos del «espíritu del capitalismo »: lo que se
halla en el origen del capitalismo no es un ansia de lucro ciega
ni una acumulación de ganancias espontánea y anárquica,
sino la ética de la renuncia y del disciplinamiento, la opción
de valor por la selectividad y la « dación de sentido » En
Weber, pues, la metodología se desprende de su teor
.
ía y de
la historia del capitalismo, y en cierto sentido incluso la
presupone.
.
Pero éste no es aún el punto central Central es en cambio
que esa idea de la correspondencia de la racionalidad formal

a un tipo particular de orientación de la acción cuyo do-
minio se realiza segú n el presupuesto de la concatenación

mecánica de las operaciones del obrar no es simplemente
una respuesta a la imagen reflexiva y objetivista de la ciencia
implícita en la concepción del automatismo social. Esta últi -
ma no pasa de ser el blanco más cercano de la polémica we
beriana , la ocasión m ás inmediata para poner en guardia
-
contra la tentación de reificar u ontologizar el planteamiento
de los tipos ideales. La idea constructivo-selectiva del sistema
capitalista como connotado por el dominio de una forma
particular de racionalidad del obrar, y mantenido unido por
la trama puramente formal de sus conexiones internas, seña
la una discontinuidad de bien distinto carácter: implica de
-
131
hecho una ruptura con todas las visiones antropocéntricas
( y antropomórficas) anteriores de la sociedad.
La definición weberiana de la conexión social como sis
tema de acciones presupone como ya consumada esa crisis-
del « sujeto» cuya onda larga ( iniciada con la crítica de Ber
keley y Hume al « pienso » cartesiano como núcleo originari
o
-
y estable de autoconsciencia, como centro compacto y homo
géneo de la identidad y substrato permanente de las sen-
-

saciones ) llega , vía Nietzsche, hasta nuestros d ías alcanzan
do con un desfase temporal manifiesto respecto de la «auto-
comprensión » cient ífica y filosófica al pensamiento político-

y social.8 En Weber la estructura constituyente del vínculo
social no viene ya dada por la relación individuo-sociedad,
sino por la relación entre racionalidad y formas del obrar.
El individuo ya no es la célula de la sociedad como en la
tradición clásica occidental.9 La posibilidad de representarse
esta última como una totalidad o como un organismo que
tiene en los individuos sus « partes vivientes » queda ya defini
tivamente superada. A diferencia de las « sociologías» de su
-
tiempo, la teor ía weberiana se constituye en abierta ruptura
,
con toda nostalgia de recomposición orgánico-comunitaria del
« cuerpo» social. El capitalismo es para
Weber hijo de la es
cisión: se genera a través de una laceración de las formas -
de producción orgánicas anteriores. Y el sistema del capita
lismo moderno es precisamente el resultado del entrelaza--
miento de separación y formalización .
El arranque del análisis weberiano presupone por tanto
a Marx. E incluso sería impensable sin él. Pero Weber expur
ga de la crítica marxiana el « lado Tónnies» , la idea de que la -
separación misma es revocable como causa de la «alienación» 10 .

La escisión/ formalización efecto originario de una opció n


de valor tomada de la ética de la renuncia y de la « ascesis
laica » representa de hecho para Weber el distintivo «cultu
ral » específico del capitalismo moderno. Como hecho de « cul
tura », en sentido lato, es un corte en sección en la « infinitud
-
-
carente de sentido del devenir del mundo », pero como pecu
liaridad cultural del occidente moderno constituye, en cam -
bio, el signo distintivo de toda sociedad compleja, sólo elimi-
nable, por tanto, a condición de eliminar la complejidad-
misma.

132
3. « PODER » Y « POTENCIA»:
WEBER Y EL « MODELO CL ÁSICO »
Como es sabido, Weber llega a formular a partir de aquí
un pronóstico pesimista acerca del punto de llegada del pro
ceso de racionalización-secularización, simbolizado en la céle-
-
bre imagen de la « jaula de hierro » introducida en las últimas
páginas de Die protestantische Ethik : esa « productiva ambi -
güedad » burguesa que en la fase ascendente y heroica del ca -
pitalismo se apoyaba en la consciencia lúcida del límite colo -
cado como presupuesto de la acción: la Entsagung ( la renun -
-
cia a la « universalidad f á ustica », a la utopía nefasta e impo
sible del « hombre integral », y el abandono de la ilusión de
que pueda « permitirse» hasta el final el llamamiento ireneo a
la reunificación de lo irremisiblemente escindido), pierde, al
extenderse el « mundo administrado », su carácter de « manto
sutil» para convertirse en una « jaula de hierro » de la que
el espíritu de la ascesis parece haber desaparecido para
siempre.11
Fijar en esta imagen tan altamente sugestiva los resulta
dos del análisis weberiano sería sin embargo no sólo reducti-
-
vo sino incluso equivocado. El sentido de esa metáfora ( y de
otras similares que configuran el Estado moderno como « má -
quina inanimada » o « espíritu coagulado» ) ciertamente se cap
ta en parte a la luz de la definición de Weber como «el últi-
-
mo clásico » del pensamiento político occidental propuesta re
cientemente por Bobbio; n es decir: esas im ágenes se expli-
-
carían por la circunstancia de que mientras los clásicos idea-
lizaban un proceso aú n en pleno desenvolvimiento, Weber lo
observó retrospectivamente desde la perspectiva de su aca
bamiento. Esta observación , en algunos aspectos indiscutible,
-
explica sólo parcialmente, sin embargo, los pim íos termina -
les de la reflexión weberiana. Lejos de resolverse en una mo
derada reseña de las etapas recorridas y en resignación fata-
-
lista ante el destino ineluctable, esa reflexión está atravesada
hasta el fin por una dramaticidad derivada de la aguda intui
ción de que los resultados del proceso de racionalización ni
-
son pacíficos ni pueden darse por descontados. El último
Weber oscila entre dos sentimientos que parecen aludir im
perceptiblemente a los polos del dilema que somete a tensión
-
toda su construcción teó rica, impidiéndole resolverla en un
punto de llegada unívoco : la angustia de la « jaula de hierro »
y la inquietud por el surgir de formas de obrar emotivo-pa-

133
sionales ( tomadas de la Gesinnungsethik ) que hienden la com
pacidad y los requisitos legitimadores del « mundo adminis --
trado ». De ahí el oscilar entre «carisina » y « disciplina » , que
expresa la dificultad de dar respuesta a la cuestión de cuál

--
es la fuerza capaz de contrarrestar la entropía del proceso in
novador producida por el aumento burocrático de las fun
ciones estatales. Por consiguiente, si Weber es el « último clá
sico» no lo es sólo por llevar a su perfeccionamiento y a su -
formalización acabada la imagen « maquinista » (hobbesiana )
del poder: también lo es porque al igual que los «clásicos»
reproduce hasta el extremo ese dilema entre ocasión y norma,
inventio y disciplinamiento, dirección política y máquina bu
-
rocrá tico administrativa, que acompa ña al concepto moderno -
de polí tica desde sus mismos orígenes.
Desde una perspectiva distinta, Luhmann, en un impor
tante ensayo de 1964, descubre en Weber la permanencia de -
un paradigma « clásico» que atribuye directamente a un lími -
.
te de la noción weberiana de racionalidad El concepto de
Weber de organización política y social se resuelve según
Luhmann en una correlación en paralelo del esquema deduc -
tivo fin/ medio con la estructura jerá rquica de mando, La
conexión entre los fines y los medios quedaría así dispuesta
a lo largo de un eje vertical, procediendo siempre de arriba
a abajo. A semejante función de vinculación le corresponde -
íran « los componentes esenciales del tipo weberiano del poder
burocrá tico »: de la separación entre trabajo e interés priva-
do a la instrucción profesional, del carácter impersonal de los
cargos (la actual « separación institucionalizada de los roles » )
a la designación desde arriba de los funcionarios.13
No hay duda de que semejante estructura jerá rquica apa -
rece en Weber como resultado del análisis del nexo de racio -
nalización y burocratización. Lo que sin embargo no ve Luh-
mann es que este mismo resultado no resuelve en sí mismo la
compleja problemá tica weberiana del poder. Y significativo
indicio de esta complejidad lo constituye precisamente la dis -
tinción ( y tensión constante ) entre Machí y Herrschaft « po

tencia » y « poder » , o más precisamente « poder » y « poder legí
timo que en Luhmann tiende a desteñirse o incluso a desa-
-
-
parecer (con clara pé rdida, como veremos, del elemento de
dramaticidad que caracteriza la reflexión de Weber) .
Weber no propone una ingenua disposición en vertical del
sistema social en la que la « autonomía de la política » acabaría

134
coincidiendo con el vértice del propio sistema. En este sen-
tido va más allá de los clásicos realistas de la polí tica mo -
derna (con Hobbes a la cabeza ) al percibir la articulación com
pleja de la dimensión política y en particular la intensa politi
--
cidad presente en el interior de la esfera productiva misma
( precisamente las nociones de « cálculo » económico y de « ra-
cionalidad económica » implican , por lo demás, una ruptura
con cualquier visión reducti va mente utilitarista de la actua
ción económica y representan la constitución embrionaria de
-
una relación de poder ) . En Weber hay, ciertamente, una no
ción de « autonomía de la polí tica ». Pero va más allá de la
-
atención, en verdad bastante apresurada, por las transforma-
ciones internas a la disposición y el funcionamiento específico
del Estado-aparato. La autonomía weberiana de la pol í tica no
coincide con un espacio delimitado topológicamente del sis-
tema social ( como sostienen todavía hoy las interpretaciones
sociológicas corrientes ), sino con la autonomí a de la lógica del
poder a todos los niveles, partiendo, precisamente, del econó-
mico stricto sensu.
El mismo hecho de definir el Estado mediante una termi -
nología tomada de la ciencia econó mica ( « expropiación pol íti -
ca », « monopolio de la fuerza f ísica legí tima » ) se halla en una
relación estrictamente biunívoca con esta superació n de toda
delimitación puramente espacial o « f ísica » de la relación de
poder , que tiene su más elocuente expresión en la asignación
a lo « económico» de una de las dos figuras que encarnan el
« espíritu directivo» : el empresario. La figura empresarial rea -
liza en el á mbito económico-productivo una de las prerroga
tivas esenciales de la función de poder: introducir una asime
--
tría que desestabiliza los equilibrios internos del « flujo circu-
lar » neoclásico consumo-producción-distribución.
La recepción de Weber realizada por el « marxismo crítico»
del joven Lukács y de la Escuela de Frankfurt no estaba en
situación de captar el conflictivo juego de los factores de po -
der que figura como presupuesto de la descomposición calcu
lista del proceso de trabajo. Sólo leyó en él el signo de la
-
«alienación », efecto de la « esencia » deshumanizadora del modo
de producción basado en la mercancía. Este lí mite filosófico
especulativo de la crítica marxista y neomarxista a Weber se
-
deriva por tanto de una interpretación reducti va (en clave
despolitizadora ) de la noció n weberiana de racionalidad, que
de este modo queda limitada a uno solo de los polos de la
tensión de que antes se hablaba: esto es, al automatismo de la
135
separación y el disciplinamiento, del que se genera la opaci
dad de la « reificación ». En cambio, es precisamente dentro de
-
esa polaridad donde hay que mirar si se quiere determinar
el límite efectivo de la dimensió n weberiana de la racio
nalidad. -

4. POLITICA Y B UROCRAT 1ZACI Ó N :


LA PROBLEM ÁTICA DEL POSWEBER1SMO

En Weber la economía y el Estado se presentan como los


dos lados en que se bifurca el proceso de racionalización .
Éste se realiza segú n una articulación jer á rquica de instan
-
cias y según una división de papeles caracterizada por el en
trelazamiento entre estructuras de poder y organización ins-
-
titucional del saber y de las competencias. Pero el requisito
previo de la validez y la eficacia del criterio weberiano de

racionalidad es como afirma él mismo en Politik ais Be

ruf 14 que estos dos lados del proceso de racionalización pro-
-
cedan según un paralelismo perfecto. La imagen llena de an
gustia de un mundo administrado tras las í
-
r gidas barreras de
la « jaula de hierro» no se comprende, en este sentido, fuera
de la definición de la burocracia como «el modo formalmente
más racional de ejercicio del poder ».15 Esta condición previa
requiere, no obstante, otro elemento, que la ilustra y la espe -
cifica a la vez en t érminos de un vínculo a ú n más restrictivo:
lo que el propio Weber, en Wirstchaft und Geselleschaft ,
llama las materiale Bedingungen , las condiciones « materiales »
(o sea, determinadas hist órica y socialmente ) para que el cri
terio de la racionalidad formal se traduzca en dominio de la
-
ratio calculista.14 De las tres « condiciones de la racionalidad
formal del cálculo monetario» señaladas por Weber, una en
particular cobra relieve al objeto de nuestro razonamiento:'
-
aquélla por la cual la posibilidad de la consecución del máxi
mo grado de racionalidad del obrar econ ómico, o sea , del -

cálculo monetario en la forma de cálculo del capital opera-
ción que, en tanto que vinculada socialmente a la « disciplina
de empresa » y a la apropiación de los medios materiales de
producción , implica ya, como más adelante precisa el pro
-
pio Weber, la « existencia de una relación de poder , con
lleva el presupuesto material ( materiale Voranssetzung ) de
-
la más amplia libertad de mercado, en el sentido de ausencia

13$
mi -

de monopolios tanto impuestos e irracionales económicamen


te cómo voluntarios y racionales económicamente (esto es,
-
orientados según las posibilidades del mercado),17

--
La reflexión del postweberismo, documentada en los de
bates e investigaciones que se desenvuelven en torno al Ve
rein f ür Sozialpolitik en el curso de los años veinte (y en
algunos aspectos ya a partir de la experiencia de la «econo
mía de guerra » ), parten de la comprobación de la pé rdida de
-
importancia de estas materiale Bedingungen , al aflorar « de -
formidades» monopolistas que polarizan el mercado prejuz -
gando su carácter de libre campo de concurrencia y de con -
flictos.18 Bien mirado, la propia insuficiencia del análisis we -

beriano de los partidos que como es sabido atribuye a estos
últimos el monopolio de la representación de la esfera de la
« potencia» propiamente dicha, y, consiguientemente, el de la


mediación entre sociedad y sistema político no es impu
table simplemente a la distinción rígida entre ordenamiento
económico, social y político, o bien a no haber asumido la
-
posibilidad de interacción entre estos tres niveles ( las cosas
no cambian mucho si los niveles se entrelazan pero se man
tiene la estructura lineal). Weber infravaloró no tanto lá
-
lógica « clasista» o la coagulación de intereses sociales « de
casta » cuanto más bien el surgimiento, en el interior de estas
formas de asociación , de complicaciones horizontales .
En el cumulativo adensarse de estas complicaciones se
injerta una irreversible tendencia a la crisis de aquel forma
lismo que se sustentaba en la simetría del proceso de racio
--
nalización en las esferas de la econom ía y de la polí tica La .
tendencia a la desformálización del Estado que se libera en
la crisis de la « sociedad automática » , la movilidad y labilidad
crecientes de las líneas divisorias entre dimensión « material»
y dimensión « formal » de la racionalización alcanzan de lleno,
ya a comienzos de la república de Weimar, la reflexión inter
na del ámbito cultural que por razones de brevedad hemos
-
llamado « posweberismo». En el centro de esta reflexión está
aquella problemá tica de la mutación de forma de la ley y
de la metamorfosis del ajuste constitucional (lo que hoy lla
maríamos relación entre Constitución escrita y « Constitución
-
material » ) que en el análisis de Weber desempeñaba un papel

--
substancialmente marginal (por estar esa problemá tica im
-
plícita en su planteamiento de la relación legalidad legitimi
dad ).19 Muchos de los temas que hoy reaparecen en el debate
pn tomo a la proliferación de centros informales de poder e

137
instituciones de representación « funcional » de intereses que
pasan por encima de los partidos y del Parlamento, configu
rando un orden de tipo « neocorporativo», hallan una sorpren
-
-
dente (y a veces incluso más l úcida ) anticipación precisamen
te en las temá ticas entretejidas en esta zona de intersección
-
neurálgica entre pensamiento « democrá tico» y pensamiento
ra « reaccionario» que se constituye entre la guerra y los co
mienzos de la estación weimariana. Una amplia faja de am
-
bas vertientes se mancomuna en la interpretación de la crisis
-
de la «sociedad automática » como presagio del advenimiento
! inminente de la « sociedad orgánica »: la célebre pareja Kultur -
— —
Zivüisation tiende a confundirse así hasta una identifica
ción casi completa en la antítesis de Tonnies entre Gemeins -
-
chaft y Gesellschaft ( resulta bastante significativo, desde este
punto de vista, que la Deutsche Gesellschaft fiir Soziologie,
fundada en 1909 por Weber y Sombart, vuelva a abrir sus
puertas en 1922 1 mismo a ño en que aparece en segundo
volumen de La decadencia de Occidente de Spengler preci

samente bajo la presidencia del viejo Ferdinand Tonnies ).20
-
Pero el auténtico tema unificador, catalizador de un área am
plísima y variada de la cultura centroeuropea, está represen
--
tado en esos años por la crisis del parlamentarismo. Autores
de orientación polí tica muy distinta (o en algunos casos in -
cluso opuesta )
— desde Rathenau a Bauer, de Meinecke a
Schmitt, de Max Adler a Othmar Spann, o hasta el mismo

Spengler parten de esta crisis para señalar que la estruc
tura policrá tica del mercado desestabiliza irremediablemente
-
los dispositivos de reequilibrado automá tico en que se basa
ban los procedimientos legitimadores del Estado liberal.
-
También Weber, por otra parte, ante la abrumadora nove
dad de la crisis polí tica producida con las transformaciones
-
del periodo bélico, había proclamado el final de una época
de « seguridad » que se basaba en la « voluntad de impotencia»
(Wille zur Ohnmacht ) y en « una inquieta preocupación ante
toda posibilidad de innovaciones audaces».21 A la luz de esta
cesura histórica se explica otra circunstancia, felizmente evi
denciada por Bobbio : el hecho de que Weber , en sus últimos
-
escritos políticos, prescinde de la tipología clásica (aristo
télica ) de las formas de gobierno y no hace uso alguno ( ni
-
taxonómico ni prescriptivo ) de la terminología tradicional
(incluido el término democracia mismo). Esa terminología le
parecía manifiestamente superflua frente a la peculiar com -
plejidad de la nueva situación y los rasgos inéditos e inquie -
138
-
1

.
tantes del desarrollo que se estaba perfilando Por lo demás,
la misma imagen del Estado como « Espí ritu coagulado » , ¿aca-
so no remite

n Parlament und Regierung a la idea del
vací o que la burocracia debe llenar fatalmente cuando la de
mocracia parlamentaria ya no está en situación de señalar
-
una dirección política ?

5. LA CRITICA A LA CONCEPCIÓ N « MONOPOLISTA»


DEL PODER: TALCOTT PARSONS

per
De esta crisis
íodo de
— —
y de este interrogante arrancan en el
entreguerras dos tipos de reflexión contrapuestos
especularmente: dirigido el uno hacia una profundización in -
tensiva del concepto de poder político y dirigido el otro hacia
un desenvolvimiento extensivo.
Si el ejemplo más relevante y en cierto modo más singu
lar del primer tipo de reflexión lo constituye la obra de Cari
-
Schmitt, el segundo tipo tiene su expresión más amplia y
significativa, a nuestro modo de ver, en la teor -
ía del nexo en
tre poder y obrar social desarrollada en el terreno sociológico
por Talcott Parsons. Mientras que Schmitt concentra en rea -

lidad su esfuerzo teórico del que nos ocuparemos en el ca

pí tulo siguiente en la reelaboración del tema clásico de la
-
--
filosof ía polí tica moderna, el de la soberanía (noción que ex
perimenta, no es inú til subrayarlo, una marginación silencio
sa en las teor ías sociológicas del poder a partir del propio
Weber, que adopta en su lugar el término Herrschaft ) , Par
sons, cuyo punto de partida es en cambio advertir que el
-
-
modelo vertical burocrá tico de racionalidad no es adecuado
para la diná mica evolutiva de los complejos sistemas con
temporá neos, acaba privilegiando, respecto a la dimensión
-
de la intensidad, la dimensión de la extensio y de la dura
ción de las relaciones de dominio pol ítico, enfatizando su
-
carácter de articulació n y diferenciación funcional.

El aspecto de la duración de la relación de poder el pro -

blema de la eficacia de lo Polí tico para garantizar un vínculo
social duradero es pues el centro de la reflexión de Parsons,
el autor que en los años treinta más contribuyó, haciendo de
puente entre la cultura europea y la americana, a la recupe
ración y valoración de la teor ía weberiana de la sociedad en
-
.
el plano internacional Parsons no afronta la temá tica de la

139
integración social como sistema de vínculos interactivos en
términos groseramente empiristas, sino a través de una con
frontación con los «grandes sistemas* de la filosof ía política -
occidental , desde Platón y Aristóteles hasta los clásicos de la
doctrina del Estado moderna. Su núcleo central está formado
por las consecuencias que tiene para la teoría de la sociedad
la crisis de la « imagen mecanicista del mundo*, o sea , del
desvancerse la simetr
—-
ía entre Estado-máquina y universo má -

quina. El problema clásico el problema de Hobbes tam
bién vuelve a ser de actualidad para Parsons en relación con
-
el objetivo principal puesto sobre la mesa por el poswebe
rismo (esto es, por la investigación jurídico-politológica ale- -
mana, de formación o inspiración weberiana, actuante en
la posguerra ): la integración en el sistema político de las
« nuevas potencias » suscitadas por el proceso
de socialización
e ingobernables en lo sucesivo dentro de los horizontes del
Estado liberal. Pero tampoco en este caso el problema clá sico
parece resoluble en el á mbito de aquella tradición- de pen
samiento . -
La cuestión se desplaza , como ya ocurría en Weber, de la
-
relación individuo sociedad al eje racionalidad económica

— . —
racionalidad política Pero y he aquí el punto de ruptura
con Weber ello tiene lugar a partir del análisis de los facto
res que, en ese eje, hacen cada vez más dificultoso e impracti --
-

cable recorrerlo: las complicaciones horizontales de la re


presentación que están en el origen de la crisis de legitimidad
-
.
del «Estado neutral » Desde esta perspectiva Parsons es exac
-
tamente lo contrario de esa imagen estereotipada de ideolo
gía del statu quo y de una visión estática de la sociedad que -
nos ha legado cierta sociología. No por azar una de las coor -
denadas históricas del análisis parsoniano está constituida
por la experiencia alemana de los a ños que corren entre la
Repú blica de Weimar y el régimen nacionalsocialista. Afrontar
ese momento crucial es para Parsons un paso obligado para
comprender esas modificaciones estructurales de la dinámi
ca social que Weber no había podido expresar directamente -
.
sino sólo presentir e intuir Los objetivos teóricos de Parsons
(con los correspondientes momentos de continuidad y de rup
tura respecto de la problemá tica weberiana ) se explicitan en
-
un magnífico ensayo de 1942 sobre Max Weber and the Con-
.
temporary Political Crisis 22

El Weber de Parsons es por mucho que sorprenda a

tantos devoradores de manuales ante todo un Weber poli

140
-

tico: « Max Weber observa polémicamente Parsons es co
nocido en el mundo de habla inglesa más como sociólogo de
la religión y metodólogo de las ciencias sociales que como
— -
.
intérprete de la escena polí tica » 23 Aunque el ensayo está di -
rigido a poner de manifiesto sobre todo los elementos de dis
continuidad réspecto al formalismo weberiano, no vacila en
-
afirmar que « Weber se habría sorprendido mucho menos que
la mayoría de los científicos sociales de los procesos que se :
han desarrollado si hubiera vivido lo bastante para verlos » 24 .
Su « original análisis generalizado de las relaciones políticas»
es en realidad para Parsons « aplicable, en diversos aspectos,
a la situación actual ».25

El desarrollo posterior a la muerte de Weber que vio el
surgimiento de los dos mayores movimientos de masas « deses -
tabilizadores » de nuestro siglo, el comunismo y el fascismo
ha puesto de manifiesto para Parsons, no obstante, la fragi
--
lidad del « modelo racional-burocrá tico » (que en cualquier
caso jamás ha existido «en estado puro», pues siempre se ha
visto obligado a « deslizarse » hacia el pasado, haciendo con -
cesiones a las formas viejas y nuevas de « autoridad perso
nal » ), El « tierra adentro » estructural de la « rutinización » es
-
sacudido periódicamente, a partir de los años veinte, por
aquellos « movimientos carismá ticos* que, como había intuido
el propio Weber, siempre muestran ser la única fuerza innova
dora concebible en la sociedad de masa: « Está bastante claro
-
y puede demostrarse f ácilmente que la sociedad occidental
moderna constituye un terreno particularmente f értil para
este tipo de desarrollo.» 26 Pero la fuente de tensión peculiar
de ios sistemas industriales avanzados viene dada precisamen
te por la consecuencia de lo que Weber llamaba « proceso de
-
racionalización »: « La crisis de los modelos y de los símbolos
tradicionales determinada por la cr ítica racional o pseudo
racional.» 27 El vacío dejado por la pérdida de las antiguas
-
certidumbres « comunitarias » tiene por consecuencia «el sur
gimiento de la inseguridad y la angustia ».28 En esta situación
-
de incertidumbre y de crisis de motivaciones difusa los mo -
——
vimientos carismáticos funcionan de un modo no distinto
a las religiones de los tiempos antiguos como « mecanismos
de reintegración que dan una orientación y un significado a
la vida de gran número de personas inseguras y desorgani
zadas »; 29 es decir: estos movimientos aparecen para grandes
-
masas de personas como un acontecimiento excepcional que
sustrae las existencias individuales a los cada vez más peque -
141
ños márgenes de « experiencia» concedidos por una vida coti
diana casi enteramente rutinizada. Para reintegrar en un mar-
co teórico coherente y unitario estos fenómenos de « desorga -
nización social » y de « anomia » difusa es preciso ampliar se-
gún Parsons la ret ícula de la « racionalidad » weberiana hasta -
comprender la dinámica de la sociedad de masas en su con
junto en té rminos de sistema . -
El concepto parsoniano de sistema se presenta así, por una
parte, como un desarrollo de la noción de racionalidad corre
lacionada al obrar,30 mientras que, por otra, tiende a redefinir -
i

la racionalidad misma en un intercambio constante con la
esfera de lo « no-racional », de la «experiencia viva ». El mode
-
lo estructural funcional, culminado por Parsons en los años -
cincuenta 31 intenta conectar por esta vía los paradigmas de
« mundo vital » y de «sistema » tal como los habí
an perfilado
las estrategias conceptuales de la fenomenología y de la ciber
nética respectivamente ( de ahí la atención hacia la sociología-
fenomenológica de Alfred Schü tz, con quien Parsons mantuvo
una correspondencia importante ).32 La concepción del sistema
social como conjunto de subsistemas del obrar diferenciados
introduce dos innovaciones fundamentales. En primer lugar,
la especificación del concepto de complejidad como diferen
-
ciación creciente entre las actividades y los roles sociales (este
aspecto adquiere particular importancia porque, además de
poner de manifiesto el antiorganicismo del proyecto de «inte
-
gración» parsoniano, señala en términos teóricamente defini
-
tivos la crisis de la reproducción social del sujeto-identidad )P
En segundo lugar, la sustitución del modelo lineal-causal de
finalidad por otro basado en la interacción e interdependencia
funcional entre los diversos subsistemas.
Esta segunda innovación está estrechamente relacionada
con la visión antideterminista de Parsons, que se basa en
la crí tica del paradigma mecanicista, y explícita el carácter de
desaf ío polí tico de su programa de integración del conflicto.
La relación de poder ya no puede responder a una lógica de
transmisión vertical y monocausal, y la maquinaria burocrá
-
tico administrativa tampoco puede entenderse weberianamen -
te como « el modo formalmente más racional de ejercicio del -
poder ». En úna sociedad compleja el poder deja de ser defi
nitivamente un fenómeno transitivo para transformarse plena -
-
-
mente en un proceso relacional funcional.
El análisis parsoniano de la categoría de « poder » 34 está
atravesado por un doble frente polémico. La misma cr ítica
142



que, en una vertiente, se había dirigido a ia correlación en
vertical del esquema de finalidad a la estructura de mando
se explícita, en la otra vertiente, respecto de esa reductio uti
litarista y economicista de la tem á tica de lo político, que para
-
Parsons mancomuna en un mismo límite al liberalismo y al
marxismo. Por lo demás, Keynes no había polemizado diversa -
mente en 1926 con el « socialismo de Estado », que reproduce
con obsesiva fidelidad el « benthamismo » propio de las viejas
teorías liberales.35 Precisamente en la medida en que vuelve

--
a proponer una versión elemental y primitiva del vínculo so

cial, el neoutilitarismo marxista que pretende inferir lineal
mente las formas de lo polí tico del sistema económico de

los intereses puede volverse del revés f ácilmente en una
exaltación del momento hobbesiano de la fuerza.

6. EL PODER COMO CÓ DIGO SIMBÓ LICO

La importancia de la inadecuación de la concepción « mo


nopolista » de lo polí tico a la realidad de la sociedad compleja
-
( esto es, altamente diferenciada en el plano de las relaciones
funcionales ) introduce la teoría parsoniana del poder como
medio de comunicación regulado por un código simbólico es
pecífico. Este aspecto de la concepción de Parsons ha sido
-
objeto de numerosas cr íticas en el campo sociológico Re
cuérdese, en particular, la dirigida por Raymond Aron, que
. -
en un art ículo de 196436 ( Machi , power, puissance: prose d é
mocratique ou poésie dé moniaque ) discute la posibilidad de
-
configurar la relación de poder en t érminos de intercambio
simbólico: pues, « mientras que la relación de intercambio es
igualitaria según el tipo ideal, la relación de poder es esen
cialmente asimétrica y desigual » ; o bien la más reciente (aun
-
-
que corresponde a los años setenta ) de Alvin Gouldner,37 que
le objeta a Parsons una utópica falta de atención a los meca -
nismos de brutalidad y de fuerza que caracterizan ai establish
ment power , el « poder constituido». En Machi Luhmann acla
--
ra de un modo más articulado y exhaustivo el dispositivo que
preside la teoría parsoniana del poder ( que Luhmann hace
suya, junto con los tres otros componentes de la tipología
parsoniana, dinero , amor y verdad ), mostrando indirectamen
te que estas críticas se basan en un equívoco o sencillamente
-
en una incomprensión .
143
Para la teor
— ía estructural-funcional de los sistemas socia
les, el poder segú n Luhmann
— « no es una esfera entera
mente autúrquica, sino que depende de otros factores en lo-
que concierne a las condiciones en que puede ejercerse, por
-

no hablar de las necesidades y las pretensiones a las que est


vinculado*.38 Aunque la fuerza f í sica constituye la base del
á
poder en el plano social complejo, la condición para que se
generalice es que pierda actualidad el recurso efectivo
a la
violencia, esto es, que no se conciba como ultima ratio pues
ta en el punto superior de una escala de presiones cada vez -
más intensas: « El uso de la coerción sólo puede ser centra
-
lizado en el interior de sistemas muy simples. » 39 Y, en cual
quier caso, este uso de la fuerza es directamente proporcio --
nal a la pé rdida de eficacia de la comunicación simbó
lica, o
sea, de la capacidad de orientar la selectividad del interlocu
tor, de actuar como impulso motivacional interno al obrar -
del «gobernado ». Desde el momento en que la prerrogativa
característica del poder en una sociedad caracterizada por
——
una tasa de diferenciación funcional elevada consiste según
la ¡ definición de Luhmann en Soziologische Aufklarung 40 en
la « posibilidad de reducir complejidad en otros», o bien, ate
niéndonos a la terminología más propiamente parsoniana, a la -
capacidad de orientar las alternativas de comportamiento de
los demás por medio de una decisión propia, se desprende
que cuando se recurre a la coerción « quien la ejerce está
obligado a cargar con el peso de la selección y de la deci
.
sión » 41 Con esto dista mucho Parsons (como también Luh -
?
mann, por otra parte ) de afirmar una contraposición o un
contraste entre legitimidad y fuerza, entre consenso y coer
ción : ¡ sólo pretende advertir que en una sociedad compleja -
la garantía de estabilidad nunca puede venir dada por la «se
guridad última » del recurso a la fuerza, sino más bien por las-
modalidades de organización de las decisiones relativas a su
.
empleo Un uso que, en cualquier caso, debe tener en cuenta
la existencia de una « interdependencia simbólica» entre cons•
tricción y consenso.
Pero el hecho de que no haya una polaridad unidimensio
nal entre legitimidad y fuerza no impide que en el modelo -
parsoniano la legitimidad se reduzca a la legalidad, esto es,
a uno solo de los términos de la tipología de la autoridad
weberiana. No obstante, la legitimidad se configura en Par
sons como consecuencia no ya de la eficacia de la regulación -
normativa como tal, sino en función del consenso respecto de

144
t;
i:

los contenidos « de valor » de los imperativos impuestos por el


sistema político.42 Los outputs decisionales, transmitidos me
-
diante el ordenamiento jurídico, deben ser vistos como « jus
tos ». Así, Parsons se interesa más por el aspecto «interno* -
de la norma que por su aspecto « externo*, más por su « acep -
tación » que por su « observancia ». Desde este punto de vista
¡

— —
la posición de Parsons resulta siguiendo una tipología cara
para Bobbio mucho más próxima a la de Hart que a la de
la doctrina realista del derecho (Alf Ross ), puesto que la
legitimidad implica que el contenido de la norma sea asumido
por el individuo como criterio general de su comportamiento
Este reconocimiento del valor de la norma, esencial para
.
la existencia misma del Estado de derecho, se salda en Parsons
con la redefinición de la problemática del consenso en t ér•
minos funcionalistas, redefinición que se halla en la base de
f su teoría del « flujo circular » del poder. Según esta teoría el
poder nunca es un agregado de « suma cero» , nunca se realiza
concentrándose en un único punto , sino que lo hace a través
de una redistribución constante en todo el sistema social 45
En este proceso el derecho ocupa una posición neurálgica por
.
desarrollar la función de «caja negra » que orienta y distribu
ye el flujo de entrada ( input ) y el flujo de salida ( output ) del
-
sistema: por una parte, filtra las expectativas sociales trans -
formá ndolas en pretensiones legitimadas por reglas y dirigi
-
das al sistema polí tico administrativo; por otra, transmite y
-
atribuye legitimidad a las decisiones políticas que deben orien
tar los comportamientos sociales. Pese a que a cada nuevo
-

giro del «flujo» se produce un aumento de las expectativas
con la consiguiente amenaza de una crisis de inflación de
la demanda de poder (que ha de sanarse con una « deflación
política de los compromisos » entendida como institucionali -

zación del proceso de innovación ) 44 Parsons se atiene a una
visión optimista de la evolución social, que depende estre -
chamente del paradigma « progresista » de su idea del sistema
y está vinculada a una confianza prácticamente ilimitada en
la capacidad de adaptación y de optimización de la demo
cracia . -

145
10.
7. DE LA RACIONALIDAD FUNCION ALISTA
A LA RACIONALIDAD SIST ÉMICA:
LA « ILUSTRACIÓ N SOCIOLÓGICA*
DE NIKLAS LUHMANN
El optimismo que caracteriza el modelo macrosociológico
-
de la teoría estructural funcional experimenta una caída en
picado en el enfoque sistémico de Luhmann. La idea parsonia
na de la legitimación como promoción de un « consenso acti
-
vo» respecto del contenido de valor de los imperativos decisio
-
naies aparece como un nonsense y como un anacronismo en
-
relación con las exigencias de autoprogramación de un siste
ma que debe afrontar un incremento amenazador y constante
-
de la tasa de complejidad. La evolución ha superado definiti -
vamente el umbral histórico en el que aún tenía sentido « refe
.
rir al hombre las relaciones sociales» 4S De la traducción de
-
este supuesto epistemológico al terreno de la teoría política
proceden los resultados más manifiestos (y, obviamente, más
enfatizados ) del «desencanto » luhmanniano: el vaciamiento
de cualquier contenido valorativo (y por tanto de toda carga
progresista ) de té rminos como « consenso » y « participación »,
y la reducción de la temá tica weberiana y parsoniana de la
legitimación a un problema de optimización de los mecanis
mos procedimentales institucionalizados, que pasan a asumir
-
la forma de un auténtico ritual de participación.46 No se trata
pues de volver (en parte también porque se ha repetido hasta
la saciedad ) sobre la utilidad no meramente « provocadora »


del análisis de Luhmann en sus enfrentamientos con una cul
tura de izquierda que como él mismo observó en el curso
de su polémica con Haberma: « se vuelve conservadora en
la conservación de sus siempre insatisfechos ideales» y « trans
mite el cuadro de una democracia parlamentaria que ya era
-
-
una reminiscencia romántica para Cari Schmitt ».47 Hay que
ver, en cambio, si, y en qué medida, el deslizamiento progra -
mático de la «integración » a la « gobemabilidad », que sella
el paso de la teoría estructural-funcional de Parsons a la
Systemtheorie de Luhmann , implica una auténtica curvatura
.
paradigmá tica Para captar el alcance de la cuestión es nece -
sario examinar el trasfondo cultural-conceptual de la obra
¡!
de Luhmann (que remite a las fundamentales referencias de la
! fenomenología husserliana y a la antropología de Gehlen sin
agotarse no obstante en ellas ). En realidad este trasfondo no
desempeña una función meramente coreográfica ni representa
i.
146
una contaminación « barroca » del sobrio y « laico» aparato
de la sociología sist émica, sino que proporciona el marco ca
tegorial que se halla en la base de sus resultados analíticos.41
-
El pesimismo catastrófico de la concepción de Luhmann
arraiga en la premisa general de que « el sistema no lo es
todo». Éste tiene que echar cuentas constantemente con una
dimensión distinta, externa y nunca plenamente integrable :
.
el «ambiente » ( Umwelt ) El límite de Weber, y de la «teoría
clásica de la organización» en general , consist ía en concebir
los nudos cruciales de la sociedad occidental moderna los

del poder y su legitimación como « procesos puramente in — --
ternos a los sistemas organizados ».49 El enfoque « clásico» ig
noraba completamente así « las repercusiones sobre la orga -
nización interna y sobre el comportamiento racional del siste -
ma derivadas de sus relaciones con el ambiente ».50 La redefi
nición del concepto de racionalidad respecto del esquema -
weberiano se plantea pues en Luhmann con una radicalidad
bastante mayor que en el propio Parsons. El modelo de fina-
lidad y la estructura mandato / obediencia pierden definitiva
mente, en el enfoque sistémico, « su posición axiomá tica de
-
conceptos definitorios fundamentales» 51 El modelo weberiano
se basaba en la premisa de que « existía sólo una forma justa
-
ideal típica y óptima de racionalidad interna al sistema », y
que su realización y extensión a toda la sociedad implicaba
mecánicamente la instauración de una « relación armónica con
el ambiente ».52 Pero un sistema regulado por semejante dis
positivo de racionalidad se convierte de hecho en un sistema-
-
máquina que presupone « un ambiente modelado unívoca
mente » 53 para poder funcionar. En realidad puede aceptar
-
cada vez
— segú n el modelo del pensamiento ontológico
«sólo una condición de existencia ( excluyendo todas las de
más )», y ú nicamente puede reaccionar a los cambios en el
—-
ambiente « de un modo único y consiguientemente siempre
previsible*.54
La racionalidad sistémica ( Systemrationalit át ) se configura
en Luhmann, en cambio, como una especie de retí cula pluri -
dimensional que se abre para recibir y neutralizar las ame -
nazas procedentes del ambiente. Pero, ¿ mediante qué estrate
gias puede afrontar el sistema la complejidad ambiental ?
-
Y, lo que es aún m ás importante: ¿ qué es exactamente el
ambiente ?
La pareja luhmanniana System-Umwelt resulta dif ícilmen -
te traductible al lenguaje de las sociolog ías de los siglos xix y

147
xx. El mismo intento de Habermas de reconducir la noción


*
de Umwelt a los términos familiares de la tradición marxista
distinguiendo dos lados en el intercambio entre sistema y
ambiente: respecto del ambiente externo ( naturaleza, recur
sos materiales ), como producción ; respecto del ambiente in -
*

ferno (« sustrato orgá nico de los miembros de la sociedad ),


-

como socialización 55 configura, con independencia de sus
méritos, un marco de interacciones que nada tiene que ver
*

con el de Luhmann ( pues pese a adoptar su terminología le .


atribuye significados y contenidos distintos ). La relación sis
tema-ambiente parece más bien, en la teoría de Luhmann, una -
especie de reclasificación de la pareja weberiana racionalidad
formal / racionalidad material. Por otra parte, el propio Luh
mann subraya que su intento consiste en «comprender los
-
temas centrales de la concepción weberiana [... ] como pro
cesos sistemarambiente y no como acontecimientos puramente
-
internos al sistema ».56 La Umwelt representa, al igual que la
racionalidad material para Weber, la esfera emotivo-experien
cial de las necesidades, de los valores, los objetivos, los de --
seos y las pasiones, esfera que proporciona al sistema los ma -
teriales con que trabaja, aunque al mismo tiempo constituye ,
los l í mites de racionalidad de éste.57 Sólo que este límite, esta
dimensión distinta de la racionalidad , se configura ahora como
« mundo ». Como complejo de acontecimie
ntos ( de «lo que
ocurre», dir ía Wittgenstein ), mediados por la selectividad del
experimentar viviente, que constituye por sí mismo un primer
estadio o nivel embrionario de « reducción de la compleji
dad ».58 -
No es posible detenerse aquí en la noción luhmanniana
de la equivalencia funcional del « experimentar viviente» y
el « obrar » entendidos como atributos del « sentido»,59 tesis que
adem ás habr ía que comparar con la noción de lo simbólico
en Dilthey y la de intencionalidad de Husserl, con las teor ías
constitutivas que reconducen la construcción del mundo de
la experiencia a un complejo juego de entrelazamientos y su
-
perposiciones entre experiencia sensible, obrar y represen
tación lingüística: desde las investigaciones de Wellmer w so --
bre causalidad y explicación, pasando por la interpretación
-
kantiana de la relación estructura experiencia de Kambar
tel,61 hasta la teoría de Lorenzen.62 Semejante confrontación -
presupondría en realidad un análisis puntual de la posición
que ocupa la obra de Luhmann en el contexto ( muy diversi
ficado interiormente) de la teoría general de sistemas (de la
-
148
que se presenta como una variante o un caso particular ).43
Lo que en todo caso hay que tener claro es que la pareja
-
System Umwelt no alude para nada a un intento de reedición
de la relación organicista parte-todo ( pese a que el sistema
siempre representa « un fragmento de mundo »). Si , como ha
observado oportunamente A. Febbrajo,64 desde el punto de
vista microsocioló gico las estructuras del sistema constituyen
el referente y el contexto ambiental del obrar en sus diversas
formas, desde un punto de vista macrosociológico, en cam-
bio, el hombre es quien representa el ambiente del sistema.
Uno de los puntos de mayor discontinuidad de la concep
ción sistémica respecto de la « teor ía europea tradicional de
-
la sociedad política » consiste en considerar al hombre no ya
como « parte» del organismo social (entendido antropom ór
ficamente ) sino como «ambiente problemá tico del sistema
-
mismo».65 De ello se sigue además para Luhmann que ningú n

sistema es totalizante desde el momento en que por dife-


renciado y descentralizado que pueda ser el conjunto de sus
subsistemas nunca es capaz de comprender en sí la « tota
lidad de la identidad del hombre ».66 A espaldas de esta visión
macrosociológica actúa, sin embargo, el n úcleo metaf ísico que
-
conecta de nuevo por otro lado la concepción de Luhmann
precisamente con aquella tradición « vé teroeuropea » con la
.
--
que pretende haber roto todo lazo Dejando de lado la susti
tución de la vieja identidad substancial por la identidad fun
cional , no hay dispositivo conceptual que mejor ilustre el par
luhmanniano sistema-ambiente que el dualismo metaf ísico yo
mundo. El mundo, para Luhmann , está « ónticamente indeter
minado» 67 y en su complejidad y apertura infinitas constituye
-
la base de todo experimentar y obrar selectivo y es la fuente
de opciones contingentes. El pesimismo de perspectiva catas
trofista del paradigma luhmanniano se deriva directamente de
-
la premisa axiomá tica segú n la cual entre lo «formal » y lo
« material », entre «sistema» y « mundo », entre « selectividad » y
« complejidad », no hay relación lineal ni causal-transitiva , sino
únicamente contigüidad. El incremento de la complejidad am -
biental se configura en Luhmann como una constante evolu
tiva absoluta. La evolución de la Umwelt es fuente incesante
-
de « problemas » para el sistema (en términos de necesidad de
potenciación y ampliación de sus prestaciones selectivas ). Sin
embargo la Umwelt también es al propio tiempo independien-
te de las operaciones que emprende el sistema para resolver
esos problemas; esto es: posee una tasa ilimitada o indeter -
149
minable de indiferencia a la « reducció n de complejidad » .
Por lo tanto no se puede excluir a priori que las medidas adop-
tadas por el sistema para hacer frente al incremento de con
tingencia ambiental resulten ser ineficaces finalmente para
-
hacer frente a ese proceso entrópico que le amenaza de
.
muerte E incluso es preciso tener en cuenta la posibilidad
misma de catástrofe.
A partir de aquí se hacen evidentes el patetismo y la in
congruencia de muchas de las críticas « de izquierda » que
-
han atribuido como límite a Luhmann que en su modelo
falte una teoría determinada morfológicamente de las tenden
cias a la crisis del sistema. Esta « laguna » se debe en reali
--
dad al simple hecho de que la concepción sistémica luhman
niana no la necesita para nada. Y ello precisamente como
-
consecuencia del presupuesto metaf ísico que. hace de telón


de fondo a sus modalidades de construcción / La potentia de
la «crisis » de la eventualidad de obsolescencia de los dispo

sitivos de control y reducción de la complejidad social- se
halla encerrada en el axioma de la imposibilidad de salvar la
-
desproporción entre posibilidades ambientales y capacidad
de actuación de las mismas por parte del sistema. El límite
de la racionalidad se presenta, por tanto, en la forma del
quantum de potencia no-actuada que asoma constantemente .
Es decir: en la forma del possibile logicum que el sistema es
incapaz de realizar. Pero, ¿cómo se manifiesta este gap entre
lo « real* y lo « posible» en el interior del sistema mismo?
La Ilustración sociológica de Luhmann es una teoría de
los « recursos escasos » del poder; podr -
ía decirse que una teo
ra de sabor casi walrasiano. Los recursos no se hallan en
í
situación de cubrir el constante incremento de la demanda
de poder ( y de comunicación simbólica ) que se produce con
.
el aumento de la complejidad Sin embargo, dado que abu
sando de la analogía con la teor — —-
ía walrasiana de la escasez
pueden conseguirse finalidades m últiples utilizando el mismo

— —
medio de formas diversas, también los recursos del poder
como los del amor, de la verdad o del dinero pueden
multiplicarse en el « juego de espejos» constituido por el me
canismo reflexivoGracias a él las estructuras sociales no se
-
coordinan horizontalmente (según el criterio funcionalista
« puro » de la interacción ) sino que también se desdoblan y se
refieren a sí mismas. Este mecanismo de desdoblamiento y

--
de autorreflexión satisface la exigencia de garantizar a las es
tructuras estabilidad y ductilidad, de modo que las hace re

150
.V
‘"
1

sis ten tes « a variaciones de las situaciones de hecho » en régi -


men de elevada complejidad 69 (según una perpectiva que re
cuerda la concepción durkheimiana de las instituciones como
-
cristalizaciones estructurales del flujo social ).70 Aplicado a
los procesos de decisión del sistema político el mecanismo
reflexivo suscita precisamente la « legitimación procedimen -
tal » 71 que tiene su mayor grado de formalización ( y de capa
cidad selectiva) en el « programa condicional » del subsiste
--
ma administrativo (y, en el interior de éste, en el subsistema
jurisdiccional ). Consiguientemente es a la Administración y
no al subsistema de partidos, o sistema político « en sentido
estricto a quien corresponde desempeñar, según Luhmann,

la función de vértice del proceso de toma de decisiones.72 En
realidad el sistema alcanza en los procedimientos de la admi -
nistración pública el grado más alto de autonomización y de
capacidad selectiva, al desvincular el proceso decisional de
los condicionamientos del « mercado político» y de las inter -
ferencias de la concurrencia entre partidos polí ticos.

8. EL « POSSIBILE LOGIC ÜM » COMO FRONTERA


-
DEL SISTEMA: LA DES RACIONALIZACI Ó N
COMO « JDOBLE » DE LA PERFORMATIVIDAD
SIST É MICA

La afirmación del criterio de la « performatividad » como


modelo d úctil y multidimensional de racionalidad sistémica
corresponde, en la concepción de Luhmann, a los viejos cri -
.
terios de « verdad » y de « justicia » de la razón ilustrada Esta
afirmación sería sencillamente impensable sin la «conquista
evolutiva » fundamental representada por el proceso de sécu -
-
la rización positivación a través del cual el derecho «se libera
de los últimos vínculos religiosos y iusnaturalistas y se con -
vierte en derecho contingente, estatuido».73

- —
La Systemtheorie representa en este sentido como ha
señalado oportunamente Jean Frangois Lyotard, que en La con --

dition postmodeme ha analizado la vertiente «saber» del pro
ceso de secularización de que habla Luhmann el primer
registro acabado en el terreno de las ciencias sociales del
trend de deslegitimación que afecta a todas las formas de
-
•metarécit* : esto es, a todas los « meta relatos» que consti
tuían el marco de referencia teleológico tanto de la ciencia
-
151
! como de la política modernas.74 Las dos formas asumidas por
el récit en la « época clásica » han perdido la doble función de
legitimación que desempeñaban : respecto del « saber » y res-
pecto del « poder ». Ni el « relato especulativo» de la gran tra-
dición idealista, ni el « relato de la emancipación » ( referido
por la Ilustración al sujeto-humanidad , y por el marxismo al
sujeto-proletariado) se hallan ya en situación de legitimar los
mecanismos reguladores del entrelazamiento de saber y po
der. La teoría luhmanniana se presenta así como el reflejo
-
idealizante de un sistema social que ya no necesita recurrir
para legitimarse al récit ideológico del Espíritu o de la Hu
.
manidad De hecho se autolegitima mediante el criterio de
-
« performatividad » (de optimización de la relación input /
output ) que se aplica tanto en la ciencia ( como control de
la administración de la prueba) cuanto en la política (como
^
control formalizado del proceso decisional No se puede res -

bermas y Apel que deber —
ponder al desaf ío de la concepción sistémica recurriendo al
obrar comunicativo y al diálogo racional como hacen Ha-
ían realizarse en los espacios de
ó ffentlichkeit todavía «libres del dominio ». La fragilidad de
semejante estrategia de respuesta, que como señala Lyotard
representa una forma sutil de regreso al pequeño récit, o sea,
una reedición en formato reducido de la vieja y blasonada te -
-
leología de la emancipación del sujeto humanidad que se limi -
ta a aprovechar los intersticios del sistema,76 reside en la ilu
soria pretensión de confiar las chances de transformación a
-
ese momento « participativo » del consenso que desde hace
tiempo se halla neutralizado y reciclado en los mecanismos
.
formalizados de la legitimación procedimental La única ré
plica no subalterna a la teor ía sistémica es, para Lyotard, la
-
capaz de impugnar la imagen idealizante de estabilidad y de
homogeneidad interna del sistema que esa teoría propone .
Está imagen se basa en el exorcismo del momento de la para
logia, de la ruptura de los equilibrios y de la transformación
-
de las reglas del juego; es decir: en el proceso al que René
Thom llama « morfogénesis », dentro del cual se incluye la
.
imprevisibilidad del descubrimiento y de la innovación 77 La
ciencia contemporánea ( a la que apela la teor ía de sistemas
para legitimar su propio criterio de « performatividad» ) ofre
ce, en la realidad de su pragmá tica, « el antimodelo de un
-
.
sistema estable» 76
.
Hasta aquí Lyotard Pero precisamente siguiendo sus agu
das argumentaciones hay que preguntarse si de verdad es
-
152
suficiente, para una crí tica de la teoría de sistemas, atenerse
a la simple contraposición del momento innovador, concebido
como absolutamente disfuncional para una estrategia de insti -
tucionaiización permanente del consenso y, consiguientemen -
te, como factor formador de opacidad respecto al ideal de
transparencia del « mecanismo reflexivo». Esto es: hay que
preguntarse si la « remoción » operada por el dispositivo luh -
manniano no está más arriba aún, y si la « remoción » no con
siste precisamente en atribuir una dimensión distinta (y con
--
-
tigua ) a esos factores crí tico dinámicos que en realidad esti -
mulan desde dentro las metamorfosis del sistema. En este

sentido el discurso vuelve a situarse para la jugada defini -

tiva en el plano del problema de los límites de la racio
nalidad.
-
El paradigma sistémico enmienda de manera ostensible

el esquema weberiano. Pero y aquí está el punto nodal lo
hace para potenciar su «estilo» de racionalidad haciéndolo

más elástico: no ya una regla de í rgida uniformidad, sino un
criterio de formalización carente de contradicciones que se
expresa en el isomorfismo de las diversas prestaciones selec -
tivas. Ciertamente, se reconoce que el aspecto « horizontal »
de la diferenciación funcional tiene tanta entidad como su
aspecto « vertical ».79 Pero en el interior de la pluralidad de
subsistemas que suscita tal diferenciación no hay espacio al -
guno para la contradicción. Por otra parte, la problemática
de la contradicción no puede proponerse de nuevo desenvuel-
-
tamente con su estatuto clásico (hegeliano marxiano ). Cierta -
mente, Habermas tiene razón al lamentar ( en Legitimations -
probleme im Spdtkapitalismus ) el precipitado proceso de
deterioro experimentado por esta categor ía desde el momen -
to en que se la utiliza como sinónimo de « conflicto», « contra -
posición » o « antagonismo ».® Pero aquí tenemos sólo el inicio
del problema, no su solución. Si el desarrollo de la teor ía de
la sociedad de Weber a Parsons y a Luhmann refleja (aun -
que sea en forma de tipo ideal ) una dinámica real de trans -
formación de la sociedad y de complicación de las formas de
poder que ha descentrado y vuelto difusa la estructura ele -
mental del conflicto y del antagonismo, de ello se sigue que el
tema de la contradicción mismo ya no puede asumirse en el
.
interior de un estrategia fundamentalista o esencialista Esto
es: ya no puede disponerse a lo largo de la polaridad super -
ficial- profundo (en cuyo interior se señalaba tradicionalmente
una jerarquía lineal entre «contradicción principal » y «con -
153
i
tradicciones secundarias » ). Esta categoría debe adaptarse en
cambio a la trama de interrelaciones que caracteriza la com
plejidad actual; debe determinar el mecanismo que preside
-
los coágulos e intersecciones entre los diversos niveles de la
acción: hallar, en suma, un criterio diagonal que conecte las
dimensiones horizontal y vertical del conflicto. En realidad
hoy también es parte integrante de la « contradicción » el cho
que entre proyectos y estrategias que vuelve constantemente
-
inestables los sectores institucionalmente separados del po
der ( y del saber) social.
-
Sólo desde esta perspectiva se puede desarrollar una crí
tica no marginal y externa de dos operaciones constitutivas
-
fundamentales del modelo sistémico. En primer lugar , la idea
lización, en una auténtica filosof
-
ía de la historia ex posf , del
proceso de secularización y de «laicización », del que se eli-
minan todos los momentos de discontinuidad y de «crisis »
que señalan la permanencia no residual sino constituyente de
la lucha entre estrategias y « paradigmas » de racionalidad con
.
trapuestos En segundo lugar , la neutralización del problema
-
de la reproducción social ampliada ( y del cambio de estructu -
ra ) de la contradicción en el dualismo metaf ísico sistema
.
mundo La consideración de este último aspecto es esencial
-
-
para determinar el límite propiamente teó rico político de la
Systemtheorie.
Ésta se presenta como una refinada variante del paradig -
ma « neoconservador » de la gobemabilidad que reduce la crisis
de la democracia a una «sobrecarga de demandas ». Precisa
mente al expresar ese paradigma con alto nivel de dignidad
-
teórica reproduce más aguda y manifiestamente su íntimo
carácter aporético. La teoría de sistemas adopta una visión no
sólo neutralizadora sino incluso « improductiva» de lo polí
tico, cuya única arma para afrontar la inflación de expectati
--
-
vas está representada por la institucionalización formaliza
ción de una selectividad de signo negativo. Semejante manera
-
de ver se deriva directamente del axioma que excluye toda
relación de dependencia entre el aumento de la complejidad
ambiental y la reducción de complejidad realizada por el sis -
tema. Una vez excluido por principio que la dinámica evolu
tiva del ambiente no sea autónoma y «espontá nea » y que uno
-
de los factores del incremento del coeficiente de complejidad
puede estar constituido precisamente por las medidas de « re -
ducción » adoptadas por el sistema, resulta inevitable que el
problema de la « gobemabilidad» se resuelva escoltando la

154
sobreproducción de posibilidades por « Los angostos canales
de las posibilidades reales » *1 De este modo la concepción
sistémica elimina, mediante el paradigma de la inflación de
expectativas, esa « ingobemabilidad » de lo social que en rea -
lidad no es más que su Doppelganger , su extroflexión, su
« doble*.

— —
Está aquí intentaré concluir con uno de esos « gestos*
que tanto gustan a la vieja crítica de la ideología el lado
.
« falso» y « mixtificador » de la teoría sistémica Pero ocurre a
menudo, como decía Freud , que lo « falso» no es en absoluto
lo « no verdadero ». Es simplemente lo verdadero visto del
.
revés Por ello no resulta aventurada la hipótesis de que lo

— —
que en el paradigma luhmanniano se presenta como exceso
de la demanda puede leerse en cambio desde una perspecti
va exactamente invertida como rigidez de la oferta Antes
de terminar será útil, sin embargo, examinar rápidamente un
.
-
último aspecto.
La concepción sistémica da solución al dramá tico dilema
de Weber sobre la relación entre lado innovador y lado admi -
nistrativo de lo polí tico. Pero sólo lo resuelve porque elimina
.
punto de vista, el « decisionismo » de Luhmann

de la perspectiva el primer té rmino del dilema Desde este
que con
sidera el proceso decisional enteramente encerrado en el for
malismo de los procedimientos regulados por el « programa
--
condicional se sitúa, por su intrínseco cará cter de « despo
litización », exactamente en las antí podas del « decisionismo»
-
.
de Schmitt Parece incluso adherirse a esa sociología del « fi
nal de la política » que ve en la hipertrofia de la administra
--
ción la consecuencia inevitable de la atrofia de los « fenómenos
de dominio*: 82 «Si se quiere entender la democracia de los
sistemas polí ticos complejos como norma y como realidad
cr
scribe Luhmann en respuesta a las íticas de Friedrich

Naschold es necesaria una reinterpretación radical del con
cepto clásico de democracia como forma de dominio.» u
Que semejante tendencia a la extinción de las formas tra-
-
dicionales de dominio político implique una proliferación de
intercambio simbólico ( como mantiene el propio Luhmann),
o bien su rápida obsolescencia (como en cambio sostiene Bau-
drillard, privando así de fundamento a la noción de « comple -
jidad social » misma ),84 es una cuestión teórica que obviamente
.
no cabe abordar aquí En cualquier caso, no es posible exor -
cizarla con tranquilizantes y consoladores llamamientos al
« sentido común » y a la diamantina claridad de los « hechos » ,

155
ni tampoco resolverla con « hallazgos » improvisados y super -
ficiales sobre la pará bola de la «sociedad opulenta ». Lo que
de cualquier modo es cierto es que, incluso en sus aspectos

tra ser capaz aunque sea de un modo indirecto de dar



más problemá ticos y discutibles, el análisis de Luhmann mues^

cuenta de un fen ómeno absolutamente característico de la
sociedad de masas contemporánea: la crisis del sistema de
partidos que se caracteriza por el surgimiento de formas
nuevas del conflicto.
Estas formas nuevas señalan el surgimiento :n ámbitos
que la teoría democrá tico-liberal asignaba tradicionalmente
a la esfera de lo « privado de objetivos que en el lenguaje
de la politología y la ciencia social modernas se definen como
« posmateriales » o « posadquisitivos»,85 pero que preferimos
llamar en cambio « pospolí tico». Referido al cuadro de pro *

blemas de la teoría de Luhmann, lo « pospolítico » en realidad


no es más que la expresión diná mica, o, si se prefiere, el
« lado activo» de aquel possibüe logicum que señala las in
franqueables fronteras de la racionalidad del sistema . -

156
33 :
* •

:v -

i -
- l¡
Sumario

El tiempo del poder: a propósito de la filosof ía histó rica de


Giacomo Marramao, por Salvador Giner 5
Nota sobre el autor 13

Prefacio 15
A guisa de introducción: modernidad del tiempo . 23
1. Was ist Sakularisierung?: Secularización y legiti-
midad 23
2. La línea y el círculo: la controversia sobre « tiempo
pagano » y « tiempo cristiano» 29
3. « En quéte de la Gnose » 35
4. «Imagen del mundo» y figuras del tiempo . 39

PODER Y SECULARIZACIóN

I. Tiempo y revolución 53
1. Polivalencia semántica y polisemia cultural del
término « revolución » 53
2. La « revolutio », el ciclo y el artificio . 56
3. Renacimiento e « interrupción » 60
4. Homo faber , utopía sincrónica y gobierno geom é-
trico del tiempo 64
5. La rotación y las virtudes del « monstruo fr ío» . 66
6. El dualismo moral-polí tica y la génesis de lo
social 68
.
6.1 Revolución versus guerra civil . 69
6.2. Metacr í tica del concepto de « revolución bur -
guesa »: la dialéctica de desvelación y ocul-
tació n 72
6.3. Humanidad y anonimato 74
7. El progreso y el nacimiento del tiempo hist órico
lineal 76
S. Revolución / Progreso como secularización de la
-
onto-teo lógica
9. El « futuro pasado », la homeostasis y el problema
80
de la ruptura del tiempo histórico 88

v
j'i¡
10. Existencia y Revolución: los l ímites del nihilismo
y la « pol ítica como destino » 99
II, Polí tica y secularización: el problema de la Weltbild
moderna 109
Advertencia 110
1. Occidente, naufragio y secularización de la Norma 111
2. Lo Moderno como Weltbild por antonomasia: re -
presentación y temporalizació n 114
3. Futurismus e irreversibilidad: los firmamentos de
la Modernidad desplegada 119
4. La derivación , el obst áculo, el exceso : m á s allá de
lo Místico y de la Diferencia 122
III. Poder , estructura y tiempo: las dimensiones de la ra
cionalidad de Weber a Luhmann
- 129
1. Secularización , selectividad y contingencia del
poder 129
2. El « racionalismo occidental » en la teoría de Max
Weber
3. « Poder» y « potencia »: Weber y el « modelo clásico»
. 130
133
4. Política y burocratización: la problemá tica del
posweberismo 136
5. La crítica a la concepción « monopolista » del po-
der: Talcott Parsons 139
6. El poder como código simbólico 143
7. De la racionalidad funcionalista a la racionalidad
sistémica : la « ilustración sociológica » de Niklas
Luhmann 146
8. El « possibile logicum » como frontera del siste
ma: la des-racionalización como « doble » de la per-
-
formatividad sistémica 151
IV. El tiempo cairoló gico de la decisión: falta de funda-
mento d é la Entscheidung y fantasma del Estado en
Cari Schmitt 157
L Racionalidad y decisión: el cí rculo vicioso de fac
ticismo y misticismo
- 157
2. Los « conos oblicuos» de la Constitución política . 158
3. Neutralización y despolitización 161
4. El « criterio de lo pol ítico» como ruptura de la
forma-intercambio 162
5. El concepto de soberanía entre formalismo y em-
pirismo 166
6. « Inventio » y disciplinamiento : el patrimonio sim
-
bólico de lo político 170
V . Tiempo de la norma y tiempo de la excepción: para
una metacrí tica del paradigma sist é mico . 173
1. -
El ser-para-la muerte de los sistemas complejos . 173
2. Del concepto de crisis al concepto de catástrofe . 176
3. Tiempo del progreso y tiempo de la entropía . 178
4. Invariación reproductiva y fluctuación originaria 182
5. Forma , diná mica , estabilidad: el equilibrio sisté-
mico como conservación del azar 185
6. Sistema , identidad, cat ástrofe: el «enigma de
forma » 189
7. Necesidad y l í mites de la formalización . 192
VI. Izquierda y secularización: masticación, inestabilidad
y antagonismo socio-cultural 195
1. Más allá de la crisis del marxismo 195
2. Masa y poder 198
3. « Espacio de experiencia » y « horizonte de expec-
tativa » 199
4. Representantes y representación 201
5. Funciones de gestión y factores de innovación . 203
6. Poder e inestabilidad: naturaleza asincrónica y ca-
racteres crítico-culturales del antagonismo . 205
Apéndice. Sociedad de masas y declive de la idea de pro
greso: las ant í tesis Kultur-Zivilísation y mecanización
--
vida en la cultura alemana de entreguerras . 211
1. Filosof ía de la polí tica y relativismo histó rico: las
metamorfosis del historicismo 211
2. Revolució n cient ífica y «filosof ía crítica de la his-
toria » 217
3. La antítesis de « Kultur » y « Zivilisation* . 221
3.1. Spengler, la decadencia y el eterno retomo . 221
32. Excurso: la crí tica del progreso en Nietzsche . 224
3.3. La cr ítica del progreso en Thomas Mann y en
Freud 226
4. Critica del progreso y sociedad de masas en la cul-
tura de Weimar 233
4.1. El problema de la t écnica 233
4.2. El problema de la masificación 239

Referencias bibliográficas 245


Notas 253

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