Está en la página 1de 3

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

•SALA DE CASACIÓN CIVIL


MANDATO SIN REPRESENTACIÓN
EFECTOS

EXTRACTOS: «a) Sabido es que cuando un mandato civil o comercial no lleva


consigo la representación del mandante (arts. 2177 del C. C. y 1262 del C. de
Comercio), evento que se da cuando el mandatario no exterioriza ante terceros
esa condición o sea que no les hace saber que en el negocio correspondiente
desempeña una gestión por cuenta y riesgo de otra persona en cuyo nombre
actúa, en principio no se crean relaciones jurídicas entre el mandante y esos
terceros contratantes, esto por cuanto si no media representación y por ende
no puede tener aplicación el artículo 1505 del C. C., los efectos del mandato —
ha dicho la Corte—”... se limitan a los contratantes, según el principio del efecto
relativo de los contratos a que alude el artículo 1602 ejusdem...”, concepto
cuyos alcances precisos explica también la misma doctrina más adelante
diciendo que

“... cuando el mandato no es representativo, el mandatario es, ante los


terceros con quienes contrate, el titular de los derechos y obligaciones que se
derivan de los contratos que con ellos celebre. Conozcan o ignoren la
existencia del mandato, tales terceros no pueden ser obligados a tener al
mandante como parte en el pacto, puesto que, no habiendo representación, es
el mandatario quien en éste es realmente parte...'' (G. J. Ts. CLII, pág. 153 y
CLVIII, pág. 42).

Significa lo anterior, en resumen, que el carácter del mandato no


representativo estriba en que, interiormente, entre mandante y mandatario
existe por hipótesis un contrato de mandato civil o mercantil llamado a
gobernarse por sus propias reglas, mientras que en el plano exterior no se da
esa percepción jurídica del mandato pues la representación —se repite— no
existe ya que el mandatario obra en su propio nombre, no en el de su
mandante. Por lo tanto, forzoso es diferenciar la relación entre aquél y los
terceros, de un lado, y del otro la relación entre el mandante y el mismo
mandatario que fungió como gestor de sus intereses; no existe, pues, vínculo
directo del mandante y los terceros como sí se presenta en el mandato común,
lo que en materia de obligaciones lleva a sostener que, en tesis general,
tratándose del mandato no representativo no hay un nacer, espontáneo e
inmediato, de prestaciones a favor del tercero contra el mandante o viceversa,
postulado este cuya razón de ser se halla en que, dadas las particulares
características de esta forma de contratación, los terceros y el propio mandante
la usan porque abrigan confianza en el proceder del mandatario en cuanto
hace con el cumplimiento de su cometido y por eso, enseñan autorizados
expositores, lo hacen funcionar como una especie de “órgano conmutador'' en
el sentido de que siendo dueño del negocio, en él está la titularidad de
derechos y obligaciones, pero obviamente los riesgos que a éstas son
inherentes y por cuanto desde un punto de vista preponderantemente
económico ellas van a redundar en provecho del mandante, tendrán que
gravitar —dichos riesgos— sobre el patrimonio de este último y no sobre el que
quien fuera su mandatario, concepto del que con facilidad se comprende, se
siguen consecuencias de notable importancia para el estudio del caso sub lite.

En efecto, si bien ha de aceptarse como canon de vigencia para la generalidad


de los supuestos que, en el tipo de mandato del que se viene hablando, entre
el mandante y los terceros que con el mandatario contrataron no se crean de
suyo vínculos directos ni por activa ni por pasiva, ello no impide en modo
alguno que aún después de realizada la gestión y materializada ella en un
negocio jurídico, por virtud de un pacto expreso que puede perfectamente
aparecer como elemento de un acuerdo transaccional de mayor alcance, el
mandante reconozca su posición para todos los fines a los que hubiere lugar
según las circunstancias, lo que en otros términos significa que los efectos de
algo que empezó siendo un mandato no representativo son reemplazados por
los de uno ordinario, eventualidad esta en que aquél negocio, celebrado en
desarrollo del encargo, deja de producir sus efectos entre el mandatario y los
terceros contratantes, pues los producirá directos entre estos y el mandante a
partir del momento en que el último, dentro del marco del mentado pacto y
concurriendo desde luego el consentimiento de todos los interesados, declare
que el negocio celebrado para él en verdad le pertenece y que toma para sí sus
consecuencias, desligando retroactivamente de todo compromiso al
mandatario. Y por cierto, no está por demás rememorar que esto precisamente
fue lo que la Corte, insistiendo acerca del significado de varios preceptos que
en la derogada codificación de 1887 se referían al mandato comercial
(comisión) no representativo, dejó sentado al subrayar que un examen
cuidadoso de tales normas “... que reglamentan las relaciones y
responsabilidades entre comitentes, comisionistas y terceros que contratan con
ellos, nos indica que tienen por objeto impedir que se sorprenda a los terceros
que contrataron con el comisionista, o que a su vez estos terceros puedan
sorprender al mandante. Pero si en desarrollo del contrato el mandante o los
terceros aceptan el hecho de que el contrato fue celebrado por el comisionista
en nombre del primero y, consecuencialmente, se hacen públicos entre ellos
los incidentes que puedan suscitarse en el cumplimiento de la obligación, es
lógico aceptar que entre ellos se ha establecido el vínculo jurídico o contractual
que en un principio les fue desconocido...'' (G. J. T. LIX, pág. 756).

b) En en este orden de ideas, aquello que de ordinario envuelven acuerdos de


esta naturaleza son auténticos reconocimientos de deuda que efectúa el
mandante admitiendo la existencia de obligaciones contractuales a su cargo
para estar a las consecuencias que en derecho correspondan, reconocimientos
que por ser tales, además de irrevocables, no son por definición innovatorios —
recognito nihl dat novi— pues dejan el vínculo en el mismo estado que antes
tenía, luego es su efecto propio el de situar sobre nuevas bases jurídicas los
intereses de los terceros y del mandante, eliminando la posibilidad para los
primeros de esgrimir en el futuro pretensiones contra el mandatario a menos
que, como es apenas natural inferirlo, de manera concluyente haya consentido
dicho mandatario en permanecer obligado junto con aquél por cuya cuenta y
riesgo obró. En esta contextura, entonces, la idea de novación resulta extraña
en tanto esta figura exige necesariamente, al lado de la concurrencia lógica de
dos obligaciones distintas entre sí —la primigenia que se extingue y la nueva
que se crea en su reemplazo (art. 1687 del C. C.)—, la conciencia expresada
de modo inequívoco por los interesados de producir los efectos extintivos
inherentes a la novación, esto por cuanto la voluntad de novar jamás se
presume (art. 1693 íb).».

(Sentencia de octubre 11 de 1991. Expediente 3196. Magistrado Ponente: Dr.


Carlos Esteban Jaramillo Schloss).

Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones de la Corte, responda:

1. Que diferencia existe en los efectos frente a terceros del mandato


representativo y el mandato sin representación?
2. Explique en que eventos, cuando el mandatario actuá sin
representación de su mandante, sus actos lo obligan como si
existiera representación.

También podría gustarte