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El artículo bajo análisis define al mandato como aquel contrato en el cual una parte
(mandatario) se obliga a realizar uno o más actos jurídicos en “interés” de otra (mandante). De
esta definición se desprende una gran diferencia respecto del art. 1869 CC —que es su
antecedente legislativo inmediato—, al no aludirse a la necesidad de otorgamiento de poder
como requisito de formación del contrato, eliminando de la definición legal la función
representativa por cuanto ésta no es de la esencia del mandato.
El mandato es una típica figura de colaboración, que posee gran desarrollo y proyección en el
tráfico negocial moderno. En cuanto a sus caracteres, el contrato es consensual, bilateral, no
formal y oneroso (conf. art. 1322 CCyC). Parte de la doctrina indica que tiene —además—
carácter preparatorio, en cuanto su finalidad es hacer posible la conclusión de los actos
jurídicos que se encargan por su intermedio.
Por lo demás deben aplicarse, al análisis del objeto del contrato, las reglas generales para
todos los contratos (v. gr. art. 1003 CCyC y ss.)
En su segundo párrafo el art. 1319 CCyC regula acerca de la formación del contrato. Indica, en
primer lugar, que puede concretarse de modo expreso o tácito, previsión que debe integrarse
en su interpretación con lo normado y comentado en la parte general del CCyC, especialmente
arts. 262, 263 y 264 que contienen los principios generales sobre manifestación de la voluntad.
En su última parte el art. 1319 CCyC prevé dos supuestos particulares: por un lado, indica que
se entenderá como mandato tácito el supuesto en el cual alguien tome conocimiento de que
otro está realizando un acto jurídico en su interés y, pudiendo impedirlo, no lo haga; (7) por
otro, que se entenderá que la ejecución del mandato implica su aceptación aun sin mediar
declaración expresa. Estas dos últimas previsiones refieren a los efectos jurígenos de “la
inacción o silencio del mandante que sin ser hechos, ‘positivos’, denotan una conducta
concluyente que permite asignarle una voluntad inequívoca de otorgar mandato a quien está
actuando por él”.
ARTÍCULO 1320. Representación Si el mandante confiere poder para ser representado,
le son aplicables las disposiciones de los artículos 362 y siguientes.
Aun cuando el mandato no confiera poder de representación, se aplican las
disposiciones citadas a las relaciones entre mandante y mandatario, en todo lo que no
resulten modificadas en este Capítulo.
El Código Civil y Comercial, en su art. 358 contempla a la representación como el acto que
permite imputar efectos directos a una persona por la actuación de otra, el cual puede tener
como fuente un origen legal o bien voluntario o convencional. Así, el art. 1320 CCyC bajo
análisis es un supuesto especial de representación voluntaria al cual alude el art. 358 citado.
En el mandato con representación las relaciones activas y pasivas nacen directamente entre el
tercero y el mandante. Se trata de dos negocios jurídicos que confluyen y dos son las
relaciones que coexisten: una es la interna entre mandante y mandatario, caracterizada por el
deber de cumplir el encargo conferido y aceptado y regulada por el contrato de mandato; la
otra es la externa entre mandante y tercero, caracterizada por el poder que permite la
actuación en nombre ajeno, regulada por el negocio unilateral de apoderamiento.
En lo referente a los actos jurídicos que pueden ser objeto de representación, la regla es que
puede actuarse por representante en todos los actos jurídicos patrimoniales y entre vivos. Sin
embargo, no es posible encomendar al representante la realización de actos que el
representado no puede celebrar por sí, así como tampoco encomendar la ejecución de
obligaciones intuitu personae.
El art. 1321 CCyC define el mandato sin representación como el supuesto en el cual existe un
encargo, pero el mandatario debe cumplir la realización del o los actos jurídicos en su propio
nombre, aunque en interés ajeno.
Las relaciones activas y pasivas nacen entre mandatario y tercero, a diferencia de lo que
sucede en el mandato con representación en el cual las relaciones se dan de modo directo
entre mandante y tercero, siendo el mandatario un tercero en el negocio gestorio.
Aquí son dos las relaciones que coexisten: una interna, entre mandante y mandatario
(contrato de mandato); y otra externa, entre el mandatario y el tercero con el cual contrata. El
mandatario es, en principio, el único responsable frente al tercero por las obligaciones
asumidas en el contrato desde que actúa en nombre propio, pero en interés del mandante,
quien no queda obligado directamente respecto del tercero, ni este respecto de aquel. (15)
Ahora bien, esta relación interna mandante-mandatario (contrato de mandato) que legitima la
actuación de este último y determina que no actúe en su propio interés sino en interés del
mandante, determina que el acto celebrado con los terceros no resulte totalmente indiferente
a aquel, que lo autoriza a ejercer la acción subrogatoria (arts. 739 a 742 CCyC) respecto de las
acciones que tenga el mandatario contra el tercero y a este en las acciones que el mandatario
posea contra el mandante.
indica que la eficacia de una declaración de voluntad emitida por un mandatario incapaz no
resulta perjudicada por estar este limitado en su capacidad personal negocial, pues esa
limitación lo es solo en su propia persona y en atención a sus propios intereses. De este modo,
salvo que actúe fuera de los actos sometidos a encargo o límites de la manda otorgada, o bien
pueda atribuírsele haberse enriquecido sin causa en virtud de la gestión realizada, no será
oponible su incapacidad a efectos de invalidar el acto por él realizado.