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Si bien ello sigue siendo así, no puede negarse que, en los hechos, la tutela
cautelar es, en muchas ocasiones, igual de importante que la tutela definitiva.
En efecto, su carácter instrumental respecto de la tutela definitiva no puede ser
motivo para restarle importancia. De ahí que una buena regulación en la
materia es imprescindible.
Las faltas están recogidas tanto en la Ley N° 30057 (Ley del servicio civil, en el
reglamento del servicio civil aprobado mediante el decreto supremo 04-2014-
PCM); también de la Ley N°27444, (Ley del procedimiento administrativo
general); en la ley 27815 (Ley del código de ética de la función pública y en el
reglamento interno de servidores civiles “RIC”); para el caso de las faltas leves
veremos cada uno de estos cuerpos normativos:
1.1.1 LEY DEL SERVICIO CIVIL: faltas disciplinarias del servicio civil están
establecidas en el artículo 85 las cuales tenemos el incurrir en actos de
violencia falta miento de palabra en agravio de su superior o sus
compañeros la utilización de los bienes en beneficio propio o de terceros, la
concurrencia al trabajo en estado de embragues entre otras.
La falta especial en las demás la cual está en el inciso “D” de este artículo
que dice: la negligencia en el desempeño de las funciones; esta falta por sí
misma carece de contenido y necesita de otra norma jurídica que señale
cual o cuales son las funciones del servidor público de las que ha sido
negligente no se puede emputar simplemente la negligencia del
desempeño de las funciones sin establecer sobre que funciones
específicamente se refieren, estas funciones pueden encontrarse en
normas de ámbito nacional o comprendidas en los documentos de gestión
que señalen las labores adherentes al cargo que ostentan del servidor.
Esos son los 5 únicos cuerpos normativos donde deben extraerse las faltas
administrativas disciplinarias, es necesario tener en cuenta el principio de
tipicidad es decir que los hechos se suman en la infracción cumpliendo cada
uno de los presupuestos que este exige, sino estaríamos frente a un caso de
atipicidad debiendo absolverse el servidor imputado, eso obviamente se tendrá
que determinar en cada caso concreto.
Su uso, asimismo, tendrá como finalidad evitar que ese ejercicio arbitrario y
abusivo lesione los derechos de los administrados o se logre la reparación de
las lesiones infringidas a los particulares, todos ellos producidos como
consecuencia de las actuaciones de la administración pública, lesiones o
perjuicios que se encuentren sujetas al Derecho Administrativo como derecho
sustantivo
FINALIDAD
PRINCIPIOS
Asimismo, en caso de que el Juez tenga cualquier otra duda razonable sobre la
procedencia o no de la demanda, deberá preferir darle trámite a la misma.
2.1 TRÁMITE
2.2 IMPROCEDENCIA
2.4 PRETENSIONES
2.5 PLAZOS
1
Calamandrei, P. (1945). Introducción al estudio sistemático de las providencias cautelares. (S. Santis,
Trad.). Buenos Aires: Editorial Bibliográfica Argentina.
momento de su composición efectiva. Para el otorgamiento de las medidas
cautelares resulta indispensable la constatación de determinados presupuestos
que, además de los generales a todo proceso, operan especialmente para esta
institución: el periculum in mora, el fumus boni iuris, la no afectación al interés
general y la contracautela.
Es así que ese peligro en la demora opera como presupuesto habilitante para
la adopción de providencias cautelares y para que este determine la adopción
de alguna medida cautelar no basta con la alegación del peligro del daño y que
la providencia invocada tenga por ello la finalidad de prevenirlo, sino que es
preciso, además, que se trate de un peligro inminente que haga de la medida
cautelar una reparación urgente, en cuanto sea de prever que la demora
transforme el daño temido en un daño efectivo y en este caso, la lentitud de la
tutela ordinaria no pueda impedir el resultado dañoso. A estas dos condiciones
(necesidad y urgencia) del periculum in mora cabría añadir una tercera, propia
de las exigencias del derecho administrativo y es el carácter irreparable del
perjuicio que se pretende prevenir, porque, en otro caso, prevalecería el
principio de ejecutividad de la decisión administrativa si, en definitiva, el daño
pudiera remediarse una vez alcanzada la sentencia definitiva.
El interés general cumple una doble función. Por una parte, constituye la misma
razón de ser de la adopción de las providencias cautelares, en tanto con ellas
se persigue el interés público fundamental de consolidar la justicia y no
únicamente el particular de quien pretende el cumplimiento de la sentencia. En
la misma medida deviene límite de la tutela cautelar, por cuanto en la adopción
de las medidas de esa naturaleza debe asegurarse que el eventual daño que
pueda ocasionarse a la comunidad sea menor que el que genere su no
aceptación. En consecuencia, el establecimiento de las decisiones cautelares
debe procurar que se produzca la menor afectación posible al interés general.
Esto supone que la vigencia del interés general y la necesidad de eficacia de la
actividad administrativa implican que la adopción de fondo de una decisión
cautelar debe estar presidida por una ponderación y búsqueda de equilibrio
entre los intereses en juego, de manera que esta no debe partir únicamente de
la consideración del periculum in mora y el fumus boni iuris de quien solicita,
sino de la confrontación entre la necesidad de la tutela y la necesidad de
ejecutar la decisión impugnada porque así lo demanda el interés público al que
la Administración debe servir con eficacia. Esto significa que, aún en el caso de
que fuera procedente una medida cautelar por ser necesaria para asegurar la
efectividad del fallo, esta pudiera excepcionalmente denegarse por entender el
órgano judicial y no la Administración que el interés público exige la ejecución
de la decisión administrativa, hasta que recaiga la decisión final del proceso.
Entre otras palabras sería saber que si resultaba de alto interés público que el
acto administrativo se ejecute (lo que determinaría que una medida cautelar
que lo impida afecte en gran medida ese interés), se requería que los daños
que se generen con esa ejecución sean prácticamente irreparables, incluso
mediante una indemnización, para que el órgano jurisdiccional conceda la
medida cautelar. En cambio, si el interés público que estaba en juego no
resultaba particularmente intenso, podía otorgarse la medida cautelar alegando
daños de menor entidad.
2
DROMl, José Roberto. El acto administrativo. Ob. cit., p. 81
económicamente a través de una indemnización. Esta tendencia se encontraba
respaldada en la idea de la imposibilidad de insolvencia del Estado, pero se fue
desplazando poco a poco, al comprenderse que la Tutela Jurisdiccional
Efectiva, en su manifestación de derecho a la Tutela Cautelar, exige que los
derechos y situaciones jurídicas del administrado sean tutelados de manera
específica, y no a través su reparación económica.
3
BACIGALUPO, Mariano. Ob. cit., p. 19. Singularidades de la Presensión de la Tutela Cautelar en la
Jurisprudencia Española
embargo, dicha suspensión no era otorgada en aquellos casos en que el acto
administrativo impugnado contenía una declaración denegatoria, lo que ocune
por ejemplo, cuando la Administración rechaza a solicitud de licencia de
funcionamiento. La razón fundamental esgrimida en estos casos, era que el
otorgar la suspensión de actos denegatorios equivaldría a que en la vía
cautelar se otorgase al demandante lo solicitado en sede administrativa,
contraviniendo la naturaleza misma de la suspensión.
5. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA