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Es a partir de estos roles que las autoras entienden que el trabajo con mujeres en la
lucha contra el mal de Chagas puede resultar un elemento primordial. Se les adjudica
una función capital en tanto formadoras a nivel social de los jóvenes, de educación
sanitaria y atención de salud, lo que las vuelve claves para recibir los conceptos
relacionados a la prevención y el saneamiento de las enfermedades.
En cuanto a evaluar el rol de la mujer como “cuidadora de la salud”, las autoras
observan que puede presentarse un fenómeno de invisibilidad símil al que ocurre en las
áreas de productividad. Por lo que se proponen dos abordajes: uno a través de los jefes
de familia y sus respuestas, el otro profundizaría lo suficiente para evidenciar quién
realmente ejerce la ocupación en la cuestión sanitaria.
La conclusión a la que se arriba es que privadamente es la mujer quien se hace cargo de
la salud familiar, la mujer mayor de la casa, más específicamente, la abuela. Y solo en
su ausencia se cederá el rol a la hija mayor. Incluso los conocimientos son transmitidos
de generación a generación entre mujeres. Especialmente a las mayores de cada
generación. Mientras que, en el ámbito público, se hace ver al hombre como quien toma
las decisiones cruciales. Esto verifica la hipótesis inicial de las autoras.
La siguiente es la parte central del trabajo y aborda el conocimiento sobre el mal de
Chagas. Luego de explicar el cuestionario y la metodología utilizada para procesar los
resultados, las autoras identifican tres tendencias del conocimiento sobre la enfermedad:
a) Identifican al agente transmisor: ambos grupos asocian a la vinchuca.
b) Identifican dónde se halla el vector: las observan en el exterior de las viviendas,
sobre los “focos de luz”, pero escasamente dentro de las viviendas.
c) Identifican la “puerta de entrada”: Más en el grupo B que en el A se señala a la
picadura en el ojo, pero solo el izquierdo, ya que “si es el derecho no es
vinchuca”, según expresa una señora. No se habla de la situación de riesgo de
los niños.
d) Identifican los síntomas: En este punto se observa que ambos grupos tienen un
desconocimiento total de la sintomatología del mal de Chagas.
Las autoras señalan que el mal de Chagas es una enfermedad estigmatizante, que esta
vinculada a la falta de higiene, viviendas en malas condiciones o incluso suciedad. Los
chagasicos son estereotipados como inválidos y no se los contrata, lo que vuelve a las
posibles victimas de la enfermedad personas marginadas como consecuencia de este
estigma social que rodea a la enfermedad.
Buscan interpretar el problema planteando dos indicios:
1) El nivel de desconocimiento de los indagados responde a un movimiento para
ocultar la información sobre el mal de Chagas, con el objetivo de frenar la
estigmatización. La persona afectada no habla del tema para no volverlo
perceptible y ser estigmatizado. Incluso quien lo padece teme ser
responsabilizado por contraer la enfermedad.
2) El rol de la mujer con relación a la salud es preponderante en las poblaciones
entrevistadas. Incluso cuando públicamente sean los hombres quienes trasladan
enfermos o permanecen junto a ellos en periodos de internación. Las mujeres
comunican mejor las cuestiones de salud que ocupan a la familia, incluso
respecto del mal de Chagas. Las de mayor edad son quienes poseen los
conocimientos y la mayor capacidad de resolución de problemas. No se registran
evidencias de que las preocupen los estigmas respecto de la enfermedad.