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El trabajo de Víctor Rau data del año 2006, y realiza una revisión de los aportes que brindó la

sociología al análisis de los mercados laborales del empelo asalariado rural. Para ello, hace un
análisis genealógico de distintas investigaciones que fueron referentes en el área y nos muestra los
distintos abordajes que ha tenido este objeto de estudio a lo largo del tiempo.
El “mercado laboral” ha sido un objeto de estudio tradicionalmente del campo económico. Dicho
emparejamiento ha resultado una limitación al estudio de este tipo de fenómenos, ya que la mirada
económica ortodoxa parte de la base de que los mercados tienen un funcionamiento autónomo y
autorregulado bajo los principios de oferta y demanda. Apenas a partir de los años ‘60 se
comenzaron a incorporar perspectivas sociológicas y humanísticas para el estudio de los mercados
de trabajo, pero siempre orientado desde el análisis del trabajo asalariado urbano. La emergencia de
la cuestión del empleo agrícola y los asalariados rurales como campo de investigación científica
consolidado sólo comenzó a manifestarse con relativa claridad a partir de la década de 1970 y
principios de los ´80.
La emergencia del enfoque sociológico de los mercados laborales estuvo marcada por una variedad
de corrientes de pensamiento. Entre ellas se encontraban algunas más vinculadas a la ortodoxia
economicista, pero el autor pone el foco en aquellas teorías disidentes de la ortodoxia neoclásica.
Dichas corrientes plantean el problema de hablar de el mercado laboral en absolutos, ya que este no
es una institución con funcionamiento autónomo escindido de la sociedad. Clark Kerr (1977), autor
fundante de estas corrientes, profundiza en la circunstancia real de que los empleos y la mano de
obra se hallan divididos en diversos grupos no competitivos. Existe una multiplicidad de mercados
o submercados laborales distintos que están separados por barreras más o menos rígidas, y en ellos
operan internamente distintas condiciones. Existen “reglas institucionales” que operan en el
mercado laboral excediendo las preferencias u orientaciones individuales. A partir de
la existencia o no de este tipo de reglas institucionales, Kerr diferenciará a los mercados laborales
fundamentalmente en dos grandes grupos: los llamados “mercados internos”, que son los más
protegidos de la competencia, y los “mercados externos”, los menos protegidos.
Este principio de diferenciación será recuperado por las teorías sociológicas de segmentación de los
mercados laborales: plantearán que existen mercados de trabajo primarios (donde hay altos salarios,
buenas condiciones de trabajo, posibilidades de avance, estabilidad de empleo y equidad y
procedimientos para el cumplimiento de normas laborales) y mercados secundarios (donde hay
condiciones de trabajo peores, pocas posibilidades de avance, y una considerable inestabilidad de
empleo y una elevada rotación de la población trabajadora). Dicho criterio de estratificación no es
absoluto, sino que es siempre relativo a la comparación de dos espacios diferenciables dentro del
mercado laboral.
Luego, el autor prosigue a recuperar la genealogía de la sociología rural a partir de investigaciones
realizadas en Estados Unidos, Inglaterra y Latinoamérica -donde se realizaron los primeros estudios
pioneros en esta temática.
En muchos de los estudios estadounidenses se recuperaron las categorías sociológicas de la
“segmentación”, sobre todo en aquellos trabajos avocados a identificar diferenciaciones internas en
la fuerza de trabajo: ya sea de carácter étnico o por nacionalidad, de género o etario; ya sea
derivadas de los diferentes grados de calificación requerida a partir de la mecanización de ciertas
tareas o instituidas mucho más “artificialmente” por empleadores agrícolas que, ofreciendo distintos
tipos de contratos laborales en algunos casos, buscaron obstruir el agrupamiento de sus trabajadores
en acciones de resistencia que partan de situaciones comunes. Destaca el trabajo de Bailey (1996),
que reconoce el que el trabajo está geográficamente fragmentado y localizado en regiones distintas,
donde su funcionamiento adopta rasgos diferenciados en tanto se inscriben en configuraciones
sociales y culturales diferentes. El autor recupera las categorías de mercado primario y secundario,
y describe las distintas barreras “de entrada” a los distintos mercados y la composición demográfica
de los mismos. El estudio de Ortiz (1999) hace un examen de los procesos de búsqueda y
negociación entre oferentes y demandantes, demostrando su mayor riqueza en el microanálisis de
las orientaciones, condicionamientos y racionalidades actitudinales de aquellos agentes que los
protagonizan. Ella aborda el mercado de trabajo como un fenómeno complejo, donde sus
intercambios están hechos por individuos cargados de un pesado bagaje social y cultural. La autora
hace una crítica al acercamiento de este tipo de estudios desde una mirada economicista, ya que es
necesario incorporar variables sociales e institucionales para comprender el comportamiento
efectivo de los agentes y el verdadero funcionamiento de aquellos procesos de intercambio en que
despliegan sus acciones.
En Inglaterra los autores también hicieron críticas al modelo economicista y recuperaron conceptos
sociológicos. La mayoría de los estudios de este país se concentraron en regiones de ex-colonia
británica en India, donde el trabajo agrario apareció con fuerza en la década de los ‘70. El principal
aporte de este tipo de estudios radica en demostrar que la forma en que los status y relaciones
sociales vinculados a la organización tradicional de la sociedad por castas, se traducen en las
posiciones ocupadas por los individuos dentro del sistema de producción agrícola capitalista,
en las diferentes modalidades de contratación establecidas, y hasta en los distintos niveles de
remuneración que reciben trabajadores con ocupaciones semejantes establecidas sólo a partir de su
pertenencia a diferentes castas. Nuevamente se constatan ejemplos de análisis realizados a partir de
la segmentación de los mercados de trabajo.
Otro aporte realizado por la sociología rural inglesa es la conceptualización de formas de trabajo no
libre. Brass (1986) desarrolló este concepto. El mismo no refiere a relaciones de esclavitud
precapitalistas, puesto que se establecen voluntariamente y no se hallan estrictamente garantizadas
por coacción física. Los empleadores brindan “ayudas” o “socorros” otorgando préstamos
monetarios a los trabajadores agrícolas durante el período del año en que se hallan desempleados,
carecen de ingresos y ven amenazada su subsistencia; ello a cuenta del futuro trabajo que
desarrollarán en los campos durante el período correspondiente al pico estacional de la demanda de
mano de obra. Con estos pagos adelantados evitan que los trabajadores puedan sacar provecho de la
competencia general entre empleadores cuando la situación de mercado les
sea más favorable.
Finalmente, el autor cierra el texto planteando que para aproximarse al estudio de un mercado de
trabajo agrícola se lo debe tomar a partir de las tres dimensiones básicas que los constituyen como
un espacio de relaciones sociales: demográficamente, identificando a
partir de sus atributos distintivos -ya sea de sexo, edad, nacionalidad, etnicidad, etc.-, el tipo o los
tipos de poblaciones que se desempeñan particularmente en este mercado o en cada uno de sus
segmentos internos, geográficamente, delimitando las áreas territoriales y regionales donde se
configuran las relaciones sociales, e históricamente.

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