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selecta philologica

MANUAL DE ESPUMAS selecta philologica


Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una
PROXIMOS TÍTULOS Nacido como feliz pretexto de homenaje al periódico dimensión transatlántica 10. E. Alba pagán et alli: La visión especular. Es espejo como

MARISA MARTÍNEZ PÉRSICO · MANUAL DE ESPUMAS


tema y como símbolo, 2018, isbn: 978-84-8359-427-8, 496
«Martín Fierro» a los 90 años de su clausura, este libro que Marisa pp., 25 €.
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Paradoja del ser.
Martínez Pérsico nos entrega a su cuidado echa nuevas luces sobre MARISA MARTÍNEZ PÉRSICO (Coord.) 9. Toni Montesinos: La ocasión fugaz, 2018, isbn: 978-
las vanguardias históricas y artísticas en la complejidad y riqueza 84-8359-447-6, 212 pp., 22 €.
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la nación. de espacios y relaciones transatlánticas e interdisciplinarias. Bien 8. Victoria Pineda: Écfrasis, exemplum, enárgeia. Luis
Cernuda y la poesía de la evidencia, 2018, isbn: 978-84-
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84-8359-402-5, 415 pp., 28 €.
internacional que, según las líneas teóricas de Julio Ortega, se
6. Miguel Ángel García: Cartografías del compromiso.
abre a geotextualidades que recuperan contactos, intercambios, Vanguardia e ideología en los poetas del 27, 2017, isbn:
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Marisa Martínez Pérsico, que en su introducción aclara con 2. Andrés Soria Olmedo: Crítica y vanguardia (reedición
lucidez el paradigma crítico que une las varias aportaciones sobre la de Vanguardismo y crítica literaria en España (1910-1930),
2016, isbn: 978-84-8359-368-4, 352 pp., 20 €.
vanguardia de lengua  castellana, en que  entran también revistas y
1. Francisco Javier Díez de Revenga: Poetas españoles
autores españoles –es el caso de Rafael Alberti magistralmente del siglo xxi. Aproximaciones al mapa poético actual, 2016,
estudiado por Luis García Montero–  y donde la cosmopolita isbn 978-84-8359-363-9, 187 pp., 20 €.
ciudad de Buenos Aires constituye el verdadero pulmón que inspira
modernas tendencias literarias de la época. El libro constituye una
nueva y acertada lectura de las vanguardias en la recurrencia del
centenario de su primer movimiento, el Ultraísmo.

Gabriele Morelli

11 C AL AMB UR
M arisa M artínez Pérsico
(coord.)

manual de espumas

E s t u d i o s , bal ance s y
re l e ct u r a s d e l as vanguard ias
e n u n a d i m e n s i ó n tr ans atlántica

S E L E C TA P H I L O L O G I C A , 1 1
2019
© 2019 Marisa Martínez Pérsico

Colección selecta philologica

Primera edición: 2019

© de esta edición: calambur editorial s.l.


Calle Àngel Guimerà 46 Puerta 3
46008 Valencia

calambur@calambureditorial.com www.calambureditorial.com

calambureditorial.blogspot.com facebook.com/CalamburEditorial @EdCalambur

isbn: 978-84-8359-468-1

depósito legal: v-1507-2019


Índice

Introducción
Una puesta al día en los estudios sobre las vanguardias. 11
Marisa Martínez Pérsico (Università di Macerata / Università Guglielmo Marconi)

Capítulo I
El furor hemerográfico. Exhumaciones documentales, recuperaciones y redes 37
intelectuales en el «espacio transatlántico» de revistas
1. Un espacio transatlántico de revistas. La recepción de la vanguardia argentina en la 39
etapa española de Alfar (1922-1927). Bernat Padró Nieto (Universitat de Barcelona)
2. De esfinges y poetas: Meseta, DDOOSS y A la nueva ventura, tres revistas literarias 63
de vanguardia en Valladolid. Carlos Frühbeck Moreno (Università degli Studi di Enna
Kore)
3. La vanguardia en Valencia (1917-1937): revistas, semanarios y otras propuestas 89
literarias. Sergio Arlandis (Universitat de València)
4. Imagen y vanguardia en Caras y caretas. María del Rocío Oviedo Pérez de 133
Tudela (Universidad Complutense de Madrid / AEELH)
5. Andanzas de Caras y caretas. De Montevideo a Buenos Aires... Y un hallazgo 149
mexicano. Almudena Mejías Alonso (Universidad Complutense de Madrid)

Capítulo II
Vanguardias radicales y moderadas. El papel pionero de la poesía en la 161
consolidación identitaria de la literatura hispanoamericana del siglo XX
1. Relecturas del movimiento martinfierrista: De Marechal y Girondo a la mirada 163
crítica de Contorno. Rose Corral (El Colegio de México)
2. «El viaje silencioso de los astros». México en Martín Fierro. Yanna Hadatty Mora 179
(Universidad Nacional Autónoma de México)
3. Un artista pionero del Estridentismo. Carla Zurián de la Fuente (Instituto Nacional 201
de Antropología e Historia de México)
4. Evar Méndez: el hombre detrás de la vanguardia. Carlos García (Editor y especialista 219
en vanguardias históricas – Hamburg)
Capítulo III
Tensiones y convergencias interoceánicas. Procesos de autonomía y autonomización 229
implicados en la traducción lingüístico-cultural entre España, Italia, Francia y
América Latina durante las vanguardias: los discursos agónico y humorístico como
estrategias de descolonización
1. La coda de un meridiano. La cultura italiana en Buenos Aires en 1928. Celina 231
Manzoni (Universidad de Buenos Aires)
2. Martín Fierro afrancesado: passeurs, traducciones y apropiaciones. Gersende 255
Camenen / Victoria Liendo (Université de Tours / Université Paris- Est-
Créteil)
3. Las lecturas europeas de Martín Fierro (1924-1927). El caso italiano: algunos límites 275
y equívocos de la vanguardia argentina y el futurismo. Jesús Dávila (El Colegio de
México / Harvard University)
4. Mariano Brull, traductor de Paul Valéry, y la poesía pura. Armando 293
Francesconi (Università di Macerata)
5. Martín Fierro, Nosotros y algunas discusiones sobre las categorías del humor en las 305
artes durante los años ‘20. Laura Cilento (Universidad Nacional de San Martín /
Universidad de Buenos Aires)

Capítulo IV
Poéticas pendulares: dinámicas de la vanguardia entre pureza y compromiso, entre 323
la pirotecnia rebelde y la urgencia de una rehumanización. A propósito de las
letras españolas y de la solidaridad intelectual de ultramar
1. La palabra política de Rafael Alberti. Luis García Montero (Universidad de Granada 325
/ Instituto Cervantes)
2. La revista centroamericana Liberación y los tres viajes a España de Vicente Sáenz. 343
Jesús Cano Reyes (Universidad Complutense de Madrid)
3. Jean Cocteau, Pablo Picasso y la «vuelta al orden». Antonio Jiménez 361
Millán (Universidad de Málaga)

Capítulo V
Vanguardia inagotable. Apropiaciones, pervivencia y negociación estética entre 379
la preservación de señas locales y el cosmopolitismo de los ismos. Las propuestas
«híbridas» de Federico García Lorca, Alejandra Pizarnik, Felisberto Hernández,
Leopoldo Marechal y los invencionistas argentinos
1. El reverso de la vanguardia. Continuidades, afinidades, rescates y distancias 381
entre la primera y la segunda oleada vanguardista en Argentina. Luciana Del
Gizzo (Universidad de Buenos Aires)
2. Las configuraciones de la risa en la obra poética de Alejandra Pizarnik: ecos de 393
la segunda vanguardia en Argentina. Mara Donat (PhD. Universidad Nacional
Autónoma de México)
3. El fragmentarismo surrealista en El público de Federico García Lorca. Dóra 415
Faix (Universidad Eötvös Loránd)
4. ¿Dónde ubicar a Felisberto Hernández? Prosa de ficción y escritura epistolar entre 427
la preservación de los motivos localistas y los estímulos de las vanguardias. Giuseppe
Gatti Riccardi (Università degli Studi Guglielmo Marconi / Università della Tuscia)
5. Per-vivencias de la vanguardia en Leopoldo Marechal. Fernanda Elisa Bravo 449
Herrera (Universidad de Buenos Aires / CONICET)
1

U n e s p a c i o t r a n s at l á n t i c o d e r e v i s t a s .
L a r e c e p c i ó n d e l a va n g u a r d i a a r g e n t i n a
en alfar (1922-1927)1

Bernat Padró Nieto


(Universitat de Barcelona)

E n septiembre de 1924, el número 8-9 de la revista Martín Fierro


(1924-1927) informaba de un banquete en homenaje a Pedro Figari.
El acontecimiento celebraba la consolidación de una red cohesionada de
intelectuales de vanguardia en Argentina, que la reciente aparición de la
segunda época de la revista Proa (1924-1926) venía a fortalecer. Según
informaba Martín Fierro, el pintor e intelectual uruguayo había sido

precisamente el inspirador del frente único de la juventud intelectual de Amé-


rica, programa propiciado por este periódico, realizado por sus miembros en
parte aquí, La Plata y Montevideo, y que ahora desarrolla Oliverio Girondo
en el continente, con proyecciones europeas también (Redacción, 1924: 64).

En efecto, en un lapso breve de tiempo habían aparecido en La Plata las


revistas Valoraciones (1923-1928) y Sagitario (1925-1927), y en Buenos
Aires las Noticias Literarias (1923-1924), Inicial (1923-1927) y la Revista de
América (1924-1926), además de las dos arriba mencionadas. Tal y como
relató tiempo después Córdova Iturburu,

todas estas revistas –como las uruguayas Teseo y La Cruz del Sur y las de
nuestros contradictores del grupo de Boedo–, Los Pensadores y Extrema Iz-
quierda y la Revista Oral, fundada por Alberto Hidalgo, que se presentaba

1
Este trabajo ha sido realizado gracias a una Ayuda de la Fundació Agustí Pedro i Pons.
40 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una dimensión transatlántica

todos los sábados en el sótano del Royal Keller con clamoroso éxito de pú-
blico, contribuyeron –de solidaria manera en unos casos o impugnando los
criterios martinfierristas en otros– a crear el clima de interés por las cosas
del arte y la literatura que caracterizó aquel momento (1962: 29).

Se trataba, sin embargo, de un movimiento joven. Sus primeras expresiones


no se remontaban más allá de mediados de 1921, cuando algunas paredes
de Buenos Aires habían amanecido empapeladas por un cartel que en
realidad era una revista. Se llamaba Prisma, y era el órgano de un grupo
de artistas y escritores jóvenes. Lo dirigían Eduardo González Lanuza, Jor-
ge Luis Borges, Francisco Piñero y Guillermo Juan. Solo aparecieron dos
números, ilustrados por Norah Borges, con colaboraciones de Macedonio
Fernández, y los españoles Jacobo Sureda y Guillermo de Torre, cercanos
ambos al núcleo de los Borges. A finales de ese año Jorge Luis Borges
presentó al gran público el ultraísmo con un artículo en la revista Nosotros.
En él afirmaba que el nuevo movimiento venía a «desentrañar la hechura
del rubenianismo y anecdotismo vigente» (Borges, 1921: 466). La elección
de Nosotros (1907-1934, 1936-1943) fue estratégica. Nosotros, «revista de
importancia y apertura indiscutibles, aunque por momentos penosamente
acrítica» (Sarlo, 1969: 9), tuvo una vocación ecléctica que consiguió re-
presentar el conjunto del campo intelectual argentino. Ese eclecticismo la
hizo también permeable al texto de Borges, y quiso representar su apertura
a los jóvenes con la realización de encuestas a las nuevas promociones de
escritores.2 En 1922, cuando ya había cesado la revista Prisma y estaba en
circulación Proa en su primera etapa, Nosotros difundió una antología de
poetas ultraístas, entre los que se encontraban Roberto A. Ortelli, Borges,
González Lanuza y Norah Lange.
Que los ultraístas aparecieran en Nosotros significaba que estaban en el
campo literario argentino. Sin embargo, los jóvenes escritores blandieron
sus poéticas contra la centralidad del campo representada por Nosotros, y
erigieron sus revistas como trincheras contra ella. Hasta la aparición de
Prisma y del artículo de Borges, en Argentina se desconocían por lo general

2
Fue Roberto A. Ortelli, que entonces trabajaba en la redacción de Nosotros, quien propició la
publicación de Borges y la apertura al ultraísmo. Debo este dato a Carlos García.
El furor hemerográfico 41

las estéticas de las vanguardias.3 Según el testimonio de Córdova Iturburu,


«como consecuencia de este retraso deplorable, de esta falta de contacto
con el ritmo del tiempo, el panorama de nuestra vida artística y literaria
languidecía en el gris exangüe de una tediosa repetición de fórmulas gasta-
das» (1962: 8). Fue el encuentro de los jóvenes escritores lo que permitió
polarizar el campo literario argentino mediante la renovación de las formas
poéticas. Su estrategia fue aparecer no como relevo generacional sino como
ruptura. Y para que esta surtiera efecto, era preciso articular una red cohe-
sionada que colaborara corporativamente a favor de la literatura y el arte
nuevos. Las plataformas de esta red fueron las revistas y los sellos editoriales
a ellas vinculados. Los libros publicados por los integrantes del «frente úni-
co» fueron anunciados y ampliamente reseñados por la red de revistas, que
incluso organizó nuevos banquetes conmemorativos, como el de finales de
1925 dedicado a Jorge Luis Borges y a Sergio Piñero por la aparición de
sendos libros Luna de enfrente (1925) y El puñal de Orión (1925) –ambos
editados por la Sociedad Editorial Proa– y que contó con la presencia de
«miembros directivos de las revistas Nosotros, Valoraciones, Proa, Inicial,
Revista de América, Novela Semanal, y Amigos del Arte» (Redacción, 1925:
193). La constelación de revistas de la literatura nueva en argentina difí-
cilmente puede estudiarse satisfactoriamente en clave de campo literario.
Sus respectivos proyectos –diferentes y complementarios–, el hecho de
compartir la mayoría de colaboradores, su estrecho vínculo con las revistas
uruguayas –especialmente La Cruz del Sur– y su lógica cooperativista des-
bordan el juego de oposiciones descrito por Bourdieu. Por ello resulta más
pertinente hablar de un «espacio de revistas», –tal y como ha propuesto
Daphné de Marneffe (2008) en relación al caso belga–, entendido como
conjunto de elementos de límite difuso, y que opera en el campo literario
pero que lo desborda a través de alianzas internacionales.

3
La más temprana recepción del ultraísmo español la había dado la revista Los Raros, que sacó
un único número en enero de 1920 en Buenos Aires. Su director, Bartolomé Galíndez, redactó
casi todos los contenidos de la revista, en la que pretendía dar cuenta de un ultraísmo por el
cual no sentía entusiasmo alguno. El texto adolecía de fallas de información e incoherencias que
muestran «lo que debió ser el impacto acumulativo de todas las novedades literarias vividas en
Europa durante la guerra, en una sensibilidad adiestrada en cánones nunca más holgados que
los permitidos por el modernismo» (Prieto, 1961: 59).
42 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una dimensión transatlántica

Al todavía incipiente movimiento argentino de renovación estética no


le bastaba con articular una coordenada cohesionada y visible en el cam-
po literario. Requería para su consolidación de alianzas de complicidad y
reforzamiento mutuo tanto continentales como transatlánticas. Ese era el
objetivo de la misión diplomática de Oliverio Girondo como portavoz de
la nueva sensibilidad, anunciada en el primer banquete. También fue esta la
misión de Piñero, cuyo banquete de homenaje tuvo también la función de
despedida ante su inminente viaje a Europa. Estas expediciones obtuvieron
resultados significativos, entre los que destaca la recepción favorable conse-
guida en ciertos círculos intelectuales de Francia e Italia, siempre notificada
por la revista. Y las relaciones que se establecían buscaron reciprocidad. El
viaje de Piñero a París se saldó con la incorporación a Martín Fierro de has-
ta once nuevos colaboradores. También se iniciaron contactos en España,
y hasta se llegó a encargar a Guillermo de Torre un monográfico sobre la
literatura nueva española. El madrileño respondió al pedido y envió una
«Carta abierta a Evar Méndez» en la que intentaba demostrar una relación
de filiación entre la vanguardia española y la argentina:

el fervor innovador, la pujanza combativa, el donaire polémico que


resplandeció aquí en 1919-1922 y en revistas tales como Grecia, Vltra,
Tableros, Cervantes, Cosmópolis –hoy sólo parcialmente continuadas por
Alfar y Plural– yo diría que se han desplazado hacia las riberas platenses,
hacia los dominios de Martín Fierro, circundado por esa robusta constela-
ción periódica que ensancha los vuelos del cantor pampero: Proa, Inicial,
Valoraciones, Noticias Literarias, etc. (1925b: 120).

Hubo casos en los que la reciprocidad se alcanzó de una forma más


espontánea, debido a la vocación transatlántica de las propias revistas. Fue
el caso de Alfar (1922-1927), cuyas páginas estuvieron siempre abiertas a
las propuestas de literatura nueva a ambos lados del océano.

simultaneidades transatlánticas
Si bien es cierto que el ultraísmo español tuvo un momento peninsular
de fulguración inicial, y que el abandono de la poética ultraísta en España
coincidió con su auge en el Río de la Plata, contra la opinión de Guillermo
El furor hemerográfico 43

de Torre debería hablarse más bien de un proyecto simultáneo de reno-


vación literaria, que requería necesariamente de alianzas transatlánticas a
través de colaboraciones cruzadas y menciones mutuas en las revistas. Tal y
como afirma Marisa Martínez Pérsico:

Un elemento de convergencia entre los ultraísmos español y argentino


es la reciprocidad en las revistas: se reseñan artículos de unas en otras
con escasa diferencia temporal, se publicitan mutuamente, se convierten
en corresponsalías bilaterales que dan cuenta de la intercontinentalidad
del movimiento. En Prisma, la aportación ultraísta española comprende:
«Caminos» de Rivas Panedas, el cuarteto «Sol» de Isaac del Vando Vi-
llar, dos breves textos de Pedro Garfias, «Risa» y «Éxtasis», y «Naufragio»
de Adriano del Valle. Este último texto es el más renovador de todo el
conjunto del mural y adopta una estructura caligramática. En Proa se
insertan con asiduidad publicidades de Ronsel, la revista gallega dirigida
por Evaristo Correa Calderón. También se incorporan propagandas de
Alfar en Inicial, y viceversa. En la española Plural, hacia 1925, entre las
revistas recomendadas figuran Proa (en primer lugar) pero también Ini-
cial, Valoraciones (de La Plata, Buenos Aires) y el periódico Martín Fierro
(2012: 233).

En efecto, entre 1921 y 1922 se produjo un momento de afirmación


sincrónica del ultraísmo a ambos lados del Atlántico. La fundación de Pris-
ma y del artículo de Borges en Nosotros coincidía con la fundación en Ma-
drid de Vltra (1921-1922) y Tableros (1921-1922). Si bien la aparición de
las revistas madrileñas supuso la consolidación, en lo que Bourdieu llama
el subcampo de la producción restringida, de las poéticas de vanguardia, la
marginalidad de Prisma obligó a los jóvenes poetas a un breve pacto con la
oficialidad representada por la revista Nosotros. A partir de este momento,
se produjo a ambos lados del Atlántico un proceso inverso.
La constitución del espacio de revistas de literatura nueva en Argentina
fue paralela al ocaso de las revistas españolas que dieron espacio al ultraís-
mo: Grecia (1918-1920), Cosmópolis (1919-1922), Horizonte (1922-1923)
y las mencionadas Vltra y Tableros. En España, el descrédito de las van-
guardias convirtió los moldes ultraístas en residuales, aunque prevalecerían
ciertos tics vinculados al uso de la imagen. La producción de la mayoría de
44 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una dimensión transatlántica

los ultraístas se desplazó hacia las poéticas clasicistas postuladas por Juan
Ramón Jiménez.4 Este retorno al orden no fue un gesto conservador, sino la
nueva forma que tomaba la modernidad literaria en España. En Argentina,
la superación del ultraísmo no se dio por la adopción del novoclasicismo,
sino por su conversión en una forma propia de casticismo: el criollismo
vanguardista, adoptando lo que Beatriz Sarlo llama una cultura de mezcla
(1988). La doble significación del ultraísmo –en retirada en España, en
desarrollo en Argentina–, así como la doble significación de la concepción
purista de la literatura –antivanguardista en España, provanguardista en
Argentina– inunda de matices las producciones de la literatura nueva en
ambos campos literarios, y produce efectos de lectura distintos en función
de si una obra se lee en el contexto argentino o en el español. Este fenómeno
obedece a lo que Bourdieu denomina condiciones sociales de la circulación
internacional de las ideas:

El hecho de que los textos circulen sin su contexto, que no importen con
ellos el campo de producción –para emplear mi jerga– del cual son el pro-
ducto, y de que los receptores, estando ellos mismos insertos en un campo de
producción diferente, los reinterpreten en función de la estructura del cam-
po de recepción, es generador de formidables malentendidos (1990: 161).

En esa ambigüedad nadó la revista Alfar, que recogió a los rezagados del
ultraísmo español, y a sus defensores –como Torre–, tanto como a los
clasicistas españoles; y a su vez, abrió las puertas a los renovadores argen-
tinos. La significativa presencia de escritores argentinos en sus páginas, así
como la mención constante a las publicaciones que formaron el espacio de
revistas argentinas de vanguardia, hicieron de Alfar la principal plataforma
de diálogo transatlántico de las poéticas nuevas durante la primera mitad
de los años veinte. Lo que conocemos como revista Alfar había nacido a
finales de 1920 como Boletín de la Casa América-Galicia de la Coruña,
dedicado a informaciones de carácter social y económico de interés para

4
Para un mayor desarrollo de esta cuestión, consúltese Bernat Padró Nieto (2017): «El banquete
a Araquistáin. Un caso de escenificación de políticas literarias», Revista Canadiense de Estudios Hispáni-
cos, Ottawa, vol. 41 nº 3 (primavera 2017), pp. 621-642.
El furor hemerográfico 45

los miembros de la entidad. Tras varios cambios de título, cuando a finales


de 1922 el secretario y luego presidente de Casa América, el cónsul y poeta
uruguayo Julio J. Casal, se hizo cargo de la revista, esta empezó a presentar
contenidos literarios y plásticos hasta convertirse en la revista de creación
más importante de España de la primera mitad de la década de 1920. Su
nombre definitivo no lo adoptaría hasta septiembre de 1923.

Ortelli, Bernárdez y Borges: la primera


recepción del «frente único» en Alfar
La conversión literaria de Alfar coincidió con los años de la primera etapa
de Proa (1922-1923). La había fundado el grupo de Prisma, ampliado con
la presencia de Macedonio Fernández, Roberto A. Ortelli, Norah Lange y
algunos poetas extranjeros como Guillermo de Torre. Su formato tríptico
de seis páginas recordaba a la española Vltra, así como las ilustraciones
de cubierta e interiores de Norah Borges. Aparecieron en ella poemas de
los españoles Cansinos Assens y Adriano del Valle, del uruguayo Pereda
Valdés y de los chilenos Pablo Neruda y Alberto Rojas Jiménez. Llegaron
a aparecer tres números. Uno de sus promotores, Roberto A. Ortelli, fue
junto a Francisco Luis Bernárdez el primer colaborador del futuro «frente
único» en Alfar. El primero residía en Buenos Aires, el segundo en Orense,
Galicia. Ambos publicaron poemas en el número 27, de marzo de 1923. El
poema de Ortelli se titulaba «Ruptura», y el de Bernárdez, «Paisaje Beato»,
que además llevaba la coletilla «del próximo libro Kindergarten». En el
número siguiente repitió Bernárdez con dos poemas dedicados «al maestro
Díez-Canedo». Bernárdez avanzó periódicamente poemas de sus libros en
Alfar, que los fue reseñando a medida que fueron apareciendo. El número
31 bis, de agosto de 1923, dio tres poemas más de Kindergarten (1923),
libro reseñado por su amigo Julio J. Casal en el número siguiente, de sep-
tiembre de 1923. El elogio de Casal brinda además una información valio-
sa. Bernárdez tuvo contacto con Teixeira de Pascoães, el poeta portugués
más cercano en ese entonces a la cultura gallega. Según Casal

Teixeira de Pascoães nos presentó al autor de «Orto» con unas estrofas em-
papadas de elogio y de ternura. Francisco Luis Bernárdez ya puede decir
con Hugo: «he crecido», lo mismo que el Moréas de Rubén, aquel arquero
46 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una dimensión transatlántica

que se lastimó en una noche con el desnudo de una estrella. «Kindergar-


ten» es una gran obra musicalizada con las palpitaciones del corazón del
paisaje (1923: 41).

Bernárdez, que residió un tiempo en Lisboa, fue uno de los vínculos entre
escritores portugueses y gallegos y uno de los promotores de las colaboraciones
lusas en Alfar. En otoño de 1924 regresó a Buenos Aires, donde se unió al
grupo de Martín Fierro y fue uno de los tres directores de la última etapa de
Proa. Desde allí siguió enviando colaboraciones para Alfar. El número 45, de
diciembre de 1924, anticipó unos poemas del libro Alcándara (1925). Los
poemas elegidos fueron dos sonetos: «Crepúsculo marinero» y «Soneto en sor-
dina», y un poema en tercetos titulado «Tríadas de amor». El libro, publicado
al año siguiente, fue reseñado por Casal en el número 54 de Alfar, de noviem-
bre de 1925. La reseña iba acompañada de un retrato de Bernárdez realizado
por el ilustrador coruñés Álvaro Cebreiro. Según Casal, el libro proponía una
mezcla de paisaje gallego y de reminiscencias gauchas, en la línea de la cultura
de mezcla en auge en esos momentos en Buenos Aires:

En este libro se funden acertadamente dos notas intensas: una cedida por el
paisaje gallego, la otra arrancada de la cuerda más pura del sentimiento gau-
cho. La poesía de Francisco Luis Bernárdez es la mano rugosa del paisaje can-
tábrico, que aprisiona las nubes del recuerdo de su cielo natal (1925a: 253).

Casal veía también en Bernárdez cierta superación del ultraísmo por el he-
cho de no supeditar la poesía a las imágenes, pues la sintaxis de su lírica la
marcaban las ideas:

En el pecho de su obra –recurrimos a Goethe y a Ortega y Gasset– se


levanta perpetuamente una inmensa ambición de claridad. Una claridad
que, como en la afirmación del filósofo de Meditaciones, «es tranquila po-
sesión espiritual, dominio suficiente de nuestra conciencia sobre las imá-
genes». […] Contamos con un número reducido de buenos poetas, por
culpa del exceso de imágenes. Parece que el agua de la idea tuviera miedo
y no se atreviera a brotar por el surtidor del verso. Bernárdez ha triunfado,
porque para él la imagen no es toda la poesía, sino un elemento valioso de
la poesía. (ibid., p. 253).
El furor hemerográfico 47

El año 1923 había sido también el de la publicación de Fervor de Buenos


Aires de Borges, un joven bien conocido en los círculos ultraístas españoles.
Julio J. Casal lo reseñó junto a Kindergarten, en el número de septiembre, y
destacaba su maduración. Según el director de la revista,

Jorge Luis Borges es de aquellos poetas que cuando Grecia, Reflector y Ultra
desplegó banderas exóticas y un poco colegiales… Hoy es un poeta perso-
nal. En este gran libro hay mucho verso logrado. Su poesía «se abre como
un pecho generoso que derrama confianza». En el poeta la novedad de la
metáfora tiene la alegría de la espuma, pero ya no se disipa como ayer, por-
que el poeta ya es dueño de un mar y de una roca. Fervor de Buenos Aires
sonará entre la algarabía de los libros del año, con una voz cálida, victoriosa
y firme (1923: 41).

Casal insistiría en el valor del libro dos años después, a propósito de In-
quisiciones, en una reseña acompañada de otra dedicada a Contraluz, del
martinfierrista Pedro V. Blake. De Jorge Luis Borges decía: «es en poesía
uno de los más firmes valores. Su Fervor de Buenos Aires fue el mejor li-
bro de versos que creó recientemente la moderna lírica argentina» (Casal,
1925b: 105). Borges se había convertido en uno de los colaboradores de
Alfar con poemas como «Alejamiento», firmado en Ginebra, en el número
36, de enero de 1924; o los dos sonetos, «Villa Urquiza» y «Las palmas»,
firmados en 1923, y publicados mucho más tarde en Alfar, en su número
59, de julio de 1926. Ninguno de los tres sería recogido posteriormente en
un libro de poesía. Durante una estancia en Lisboa, a mediados de 1924,
envió un texto largo de carácter teórico que Alfar publicó en dos entregas,
en los números 40 y 41, de mayo y julio de 1924. El texto, titulado «Exa-
men de metáforas» y dedicado al gallego Eugenio Montes, se incorporaría
más tarde a Inquisiciones. En él, Borges postulaba que la imagen ultraísta no
modificaba la morfología de la metáfora tradicional, y lo hacía con ejem-
plos, entre otros, del Martín Fierro, de Herrera y Reissig, de Lugones, de
Norah Lange, de Ramón Gómez de la Serna, de Guillermo de Torre, de
Macedonio Fernández y de su propia poesía. Borges señalaba la falsedad
del prejuicio de la abundancia de metáforas en la literatura popular, propo-
nía una taxonomía de tipos de metáfora para «evidenciar la poquedumbre
de los elementos que componen la lírica» (Borges, 1924: 385) y acababa
48 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una dimensión transatlántica

destacando como ejemplos los sonetos de Góngora, la Hora de todos de


Quevedo, Los peregrinos de piedra de Herrera y Reissig, el Divino fracaso de
Cansinos Assens y el Lunario sentimental de Lugones. El libro Inquisiciones
(1925) mereció una doble reseña en Alfar. Julio J. Casal, en el número 51
de la revista coruñesa, de junio de 1925, hizo una breve mención y anunció
un futuro estudio sobre el libro, que aparecería en el número siguiente, de
septiembre de 1925, a cargo de Guillermo de Torre.
El joven crítico destacaba el sector del libro dedicado la contem-
poraneidad, que dividía en dos líneas: la de temas nativos y criollos, y
la de temas literarios de las nuevas estéticas, donde situaba «Examen de
Metáforas», junto con «Acerca del expresionismo» y los textos sobre He-
rrera y Reissig, que a su parecer eran los «más sugestivos» del libro. Según
Torre, «Borges no cree tanto en el valor de la sorpresa, elemento gustativo
del arte nuevo, como en las posibilidades continuadoras de los mode-
los pretéritos» (1925c: 148). Observaba así el crítico español la deriva
que estaba tomando la lírica de su futuro cuñado. Guillermo de Torre
consideraba que el estilo de Borges era ambiciosamente clásico, hasta el
punto de afirmar que «se nos aparece hoy como un insólito y digno epí-
gono –respetando las categorías establecidas por el tiempo– de Quevedo
y Torres Villarroel, uniendo en su prosa el ágil conceptismo del “precursor
de la greguería”». Guillermo de Torre manifestó también su discrepancia
en relación a dos cuestiones: la negativa de Borges a valorar a Herrera y
Reissig como precursor de la nueva poética y por el persistente aprecio
que manifestaba por Cansinos Assens.
Ambas discrepancias obedecían al rumbo que iba tomando el proyec-
to personal de Guillermo de Torre, que se había reafirmado como creador
–igual que sus antiguos compañeros desertores del Ultra– rechazando la
tutela de Cansinos Assens y el liderazgo vanguardista de Huidobro. Ade-
más, Guillermo de Torre había usado la supuesta ascendencia de Herrera
y Reissig sobre el chileno para desautorizar a Huidobro, en una polémica
que tuvo lugar también en Alfar. Acababa Torre señalando las diferencias
idiomáticas entre Borges y Girondo. Mientras el segundo, decía, escribía
en un idioma moderno, en un criollo afrancesado, Borges recurría a un
idioma castellano arcaizante. Para el escritor castellano, la opción poética
de su futuro cuñado cancelaba la posibilidad de su capitalización para su
proyecto intelectual en clave de campo literario español.
El furor hemerográfico 49

la capitalización de la nueva literatura


argentina por parte de Guillermo de Torre
La constante presencia de Guillermo de Torre en las revistas españolas de
los primeros años veinte vivió de su atención a las novedades extranjeras. La
velocidad de reacción ante lo nuevo –que en ocasiones le jugó malas pasadas–
fue su mayor capital intelectual. Por ello no es de extrañar que se valiera de sus
contactos argentinos y de su presencia en las revistas de vanguardia del país
austral desde tiempos de Prisma para escenificar su papel de «descubridor».
En el fondo, Torre anhelaba erigirse en «consagrador» de los nuevos talentos
argentinos, fantasía que se sustentaba en su particular visión del hispanoame-
ricanismo, cuyos ramalazos colonialistas se podían intuir en la «Carta abierta
a Evar Méndez» antes mencionada y se verían confirmados en abril de 1927
con el editorial «Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica» del nú-
mero 8 de La Gaceta Literaria. En mayo de 1923 Guillermo de Torre intro-
dujo en el número 29 de Alfar una antología inédita de poemas tempranos de
Norah Lange, Helena Martínez-Murgiondo y María Clemencia López Pom-
bo: «Tres nuevas poetisas argentinas». Su reseña crítica incidía en el carácter
inédito de las tres jóvenes y las calificaba de «novísimas», «extremadamente
jóvenes» y «femíneas», de un perfil lírico continuador de las poetas uruguayas
del novecientos Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou y Luisa Luisi, «bella
constelación del parnaso uruguayo», a la que sumaba

otros nombres de aquellos países, como los de María Eugenia Vaz Ferreira,
Clotilde Luisi, la argentina Margarita Bello Caprile,5 sin olvidar a la con-
sagrada chilena Gabriela Mistral, ni tampoco a sus desconocidas compa-
triotas Nerihana María Lefebre y Luis Fernanda Inclán […] (a las que tuve
el honor de revelar en Cosmópolis, núm. 31 Julio de 1921) (Torre, 1923:
274).

Guillermo de Torre, que citaba también a Teresa Wilms y a Alfonsina Stor-


ni –además de una mención un poco forzada a su novia Norah Borges–,
se presentaba con su papel de «revelador» o de nuevos talentos. Las tres
poetas, al parecer del crítico, coincidían en que

5
Torre debe referirse a Margarita Abella Caprile, según me informa Carlos García.
50 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una dimensión transatlántica

revelan, aun por sobre la disparidad de temperamentos peculiares, un


mismo matiz sensual e hiperestésico del lirismo íntimo. […] Y es en
América, en todas las Repúblicas de habla española donde brota una
constelación innumerable de poetisas que nos hablan a través de tanto
libro ingenuo y tan inquieta revista (ibid., p. 274)

como anuncio, continuaba Torre, de una futura era del intelecto femenino.
La asociación de lo americano con lo femenino y lo irracional fue una de
las claves constantes de la interpretación de las escritoras americanas por
parte de Torre. En el número 33 de Alfar, de octubre de 1923, dos de las
poetas antologadas volvieron a aparecer: Norah Lange y María Clemencia
López Pombo, la primera con varios poemas sin título,6 la segunda con
uno titulado «Resurrección», dedicado justamente a Guillermo de Torre.
En ese mismo número publicó también González Lanuza un poema breve
titulado «El que vendrá».

I n i c i a l y l a s r e v i s ta s d e l o s i n t e l e c t u a l e s
u n i v e r s i ta r i o s a r g e n t i n o s
Fueron los años 1923 y 1924 un periodo de intensa presencia de jóvenes
vanguardistas argentinos en Alfar. Su número 33, que había dado los poe-
mas de Lange, López Pombo y González Lanuza, añadió al listado de la
sección «Revistas» una mención a Inicial, nuevo proyecto de la juventud
universitaria impulsado, entre otros, por Roberto A. Ortelli, quien volvió
a publicar en el número 39 de Alfar, de abril de 1924, con un poema
en alejandrinos titulado «Autorretrato». Inicial se inscribió en una doble
coordenada: la renovación estética en arte y literatura y los debates en tor-
no a la reforma universitaria. La primera conectaría con las revistas Proa y
Martín Fierro, y contó con la colaboración de Borges, González Lanuza,

6
Los poemas ultraístas de Norah Lange luego se incorporarían a La calle de la tarde (1925). Lan-
ge recordaría su participación en Alfar en su resumen biográfico para la Exposición de la actual
poesía argentina: «He colaborado en las revistas Proa y Nosotros, y creo que en Alfar y Vértices, y
otras más de España y también en la revista Oral, que dirige el bien conocido Alberto Hidalgo»
(citado en Molina 1984: 302). Solo he podido registrar colaboración española de Lange en
Alfar y Vértices.
El furor hemerográfico 51

el uruguayo Fernán Silva Valdés, Francisco Luis Bernárdez, Córdova Itur-


buru, Santiago Ganduglia y R. González Tuñón, todos ellos escritores del
grupo Martín Fierro, y los cuatro primeros también colaboradores de Alfar.
Inicial estuvo vinculada a las publicaciones de La Plata Valoraciones, de Ale-
jandro Korn, y Sagitario, de Carlos Sánchez Viamonte. La revista Alfar fue
anunciada en Inicial, reforzando el vínculo entre la revista de Casal y los
jóvenes intelectuales universitarios argentinos. Esta complicidad se acentuó
con las menciones a Alfar en revistas como Valoraciones o Sagitario. A finales
de 1924, el número 44 de Alfar, de noviembre de 1924, solamente anunció
dos revistas argentinas: Valoraciones e Inicial. Valoraciones anunció a su vez
la revista Alfar en los números 6, de junio de 1925, y 10, de agosto de 1926.
En el número 55 de Alfar, de diciembre 1925-enero 1926, se añadieron a
las anteriores Sagitario y Estudiantina, ambas de La Plata, y Revista jurídica
y de ciencias sociales de Buenos Aires. Este sector, con vínculos fuertes con el
grupo de Florida, se caracterizaba por su formación eminentemente univer-
sitaria. En Inicial se publicaron, como en Alfar, reseñas de Fervor de Buenos
Aires y de Hélices de Guillermo de Torre, esta última acompañada de una
breve polémica por el desacuerdo del español con la valoración de su libro
(García, 2009).

Martín Fierro y Proa : la culminación del espacio


de revistas argentinas de literatura nueva
A los cuatro meses de la salida de Inicial se fundó la revista Martín Fierro,
cuya aparición fue decisiva para articular a los intelectuales vanguardistas
alrededor de un proyecto común, que se concretó a partir de la publicación
en el número 4 del «Manifiesto de Martín Fierro», redactado por Oliverio
Girondo, que declaraba la existencia de una nueva sensibilidad moderna y la
aproximaba a la defendida por Marinetti en el manifiesto futurista de 1909.
Con Martín Fierro, los nombres de los colaboradores de la red intelectual
argentina de vanguardia se repetían y se ampliaban. Algunos ya eran cono-
cidos de Alfar: Borges, Bernárdez, González Lanuza, Norah Lange, como
hemos visto, habían publicado en ella. También lo había hecho Francisco
López Merino con el poema «El espejo de la ausente», aparecido en el nú-
mero 31 bis de Alfar, de agosto de 1923, y que era un avance de su libro
Lumbre y silencio. Otros lo harían después, como el Vizconde Lascano Tegui,
52 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una dimensión transatlántica

que aportó un texto sobre Celso Lagar en el número 58 de Alfar, de junio de


1926. Ambas revistas compartieron admiración por el escritor franco-uru-
guayo Jules Supervielle.
Fue este un momento de especial incidencia de Oliverio Girondo en
ambas revistas. En 1925 publicó Calcomanías, ocasión para que Alfar le
dedicara unas páginas en el número 50, de mayo de 1925, un mes antes de
su incorporación a la dirección de Martín Fierro. De nuevo Guillermo de
Torre se hizo cargo del texto, acompañado de un retrato del argentino rea-
lizado por Angelina Beloff. En su artículo, Torre capitalizaba Veinte poemas
para ser leídos en el tranvía (1922) y Calcomanías (1925) para apuntalar la
posición de la vanguardia histórica, en franco retroceso en el campo inte-
lectual español, en el momento en el que iba a publicar Literaturas europeas
de vanguardia (1925):

Aún no ha llegado ese momento de generoso abandono que conviene


cuando los módulos de una Nueva Era han cristalizado, cuando ya nada
compromete su estabilidad. Aún estamos en esos momentos algo indeci-
sos, como los primeros días de una nueva estación en los que un pequeño
«retroceso de temperatura» puede ser mortal. Pero libros como estos de
Oliverio Girondo marcan una consoladora alza barométrica, predicen una
aclimatación definitiva, frente a los huracanes regresivos (1925a: 36).

Los éxitos de Girondo y del ultraísmo porteño podían así repercutir en el


prestigio deteriorado de la vanguardia española, cuyo prácticamente único
defensor era por aquel entonces el propio Guillermo de Torre. La revista
Alfar era así testigo y mecanismo de ese trasvase de prestigios de vanguardia
en ida y vuelta a través del océano. Continuaba el crítico español:

Pues en diferentes ocasiones se ha querido dar por muerta y prescrita esa


modernidad lírica del ciclo apollinariano. […] Los partidarios de las «inte-
graciones» prematuras del retorno pseudo-clásico han abominado temero-
samente de las estructuras, de los ritmos y de los motivos líricos aportados
por la tromba vanguardista. Han estimado más cauto iniciar un repliegue
tradicionalista que batirse en las trincheras de la novedad para conseguir
la imposición de algo recientemente florecido y por lo tanto más débil y
necesitado de esfuerzo. Arrepentidos, desertores que tras un primer libro
El furor hemerográfico 53

–por ejemplo– leal a nuestro tiempo, no vacilan en posponer otro que le


traiciona. Oliverio Girondo no es de estos desertores. […] Y esta simple
observación, aparentemente banal, quiere indicar que Girondo no ha tran-
sigido, no ha aceptado el pacto, ni se ha dejado seducir por los trucos del
«retour» (ibid., p. 37).

El crítico español señalaba a continuación ciertas similitudes de la obra de


Girondo con su propia poesía, haciendo de la reivindicación del argentino
un acto de autoafirmación. Hecho el reproche a los clasicistas y habiendo
reforzado su posición, Guillermo de Torre pasaba a relatar su primer contac-
to con Girondo, que había tenido lugar en 1923 a través de Ramón Gómez
de la Serna. Y no vacilaba tampoco en atribuir al poeta argentino los lugares
comunes con los que la crítica española solía caracterizar la obra de Ramón:

Poeta nuevo –y esto no es una definición, aunque a falta de otra mejor


pudiera quedar como tal– es aquel que, situado ante las cosas, ante ob-
jetos, paisajes o emociones ya conocidos y descritos por otros acierta a
reaccionar virgíneamente, a transmutarlos en materia lírica, con frescura y
originalidad, a metamorfosearlos estéticamente como si volviese a crearlos.
[…] Ante sus pupilas [de Girondo] el mundo –del mismo modo que ante
RAMÓN, su único par en nuestras letras, más bien que maestro– se revela
con hervor de una nueva génesis […]. Antes que un poeta, pudiera deno-
minarse un «mirador», «alguien que ve», ante todo y, sobre todo, como
RAMÓN gustó designarse a sí mismo (ibid., p. 37).

Mientras tanto, en Buenos Aires Martín Fierro convertía el campo inte-


lectual argentino en escenario de una ruptura estética. Reaccionó contra
el rubenismo epigonal y la reiteración de clisés, y para ello recurrían recí-
procamente a la figura de Ramón, a quien dedicaron un monográfico en el
número 19, de julio de 1925.
En agosto de 1924 apareció también la segunda época de Proa. Anima-
da por Borges, a quien Guillermo de Torre llamó «querido cofrade ultraísta
y hoy primer caudillo de la Proa porteña» (1925c: 148), estuvo acompaña-
do por Ricardo Güiraldes, Pablo Rojas Paz y Alfredo Brandán Caraffa, que
acababa de abandonar Inicial. Si Martín Fierro fue una revista de artillería
intelectual y de ruptura, Proa fue revista de nexo y modernización (Sarlo,
54 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una dimensión transatlántica

1988: 112). De sus colaboradores, solo Borges, Bernárdez, Norah Borges


y Pedro Figari, con un retrato de Supervielle en el número 56, llegaron a
publicar en la revista Alfar. Sin embargo, el fuerte vínculo de Proa con las
revistas españolas de literatura nueva es patente en la sección de anuncios.
Al lado de Martín Fierro, Inicial, Valoraciones y Sagitario, así como de las
obligadas revistas francesas y alguna revista americana, llama la atención la
presencia constante de Revista de Occidente desde el número 2 y de Alfar
desde el número 3, así como la aparición esporádica de Plural, la gallega
Ronsel y la catalana La Revista. En Alfar la revista Proa fue anunciada desde
el número 45, de diciembre de 1924.
Con Proa, como vimos al comentar el banquete de homenaje a Pedro
Figari, alcanzaba el espacio argentino de revistas de vanguardia su máximo
potencial. El primer número anunció los pactos fundadores que impulsa-
ban el programa de renovación estética. Según el editorial, la guerra «hizo
posible por primera vez en este país que una generación se formara al mar-
gen del mecanismo tutelar y de su ambiente» (Borges et al., 1924: 4). En
efecto, no fueron los grandes nombres de la generación anterior quienes
consagraron a los nuevos. La consagración se produjo, quizá por primera
vez en la historia del campo literario argentino, entre los pares (Sarlo, 1988:
108). Pero para hacer efectiva esa consagración fue preciso encontrar pa-
res más allá de las fronteras del propio campo literario. El corporativismo
internacionalista de las vanguardias argentinas se hizo notar. Para muestra,
basta atender al revelador comentario del guatemalteco Luis Cardoza y
Aragón en una reseña de El boxeador idílico (1926) del dominicano Tomás
Hernández Franco, aparecida en el número 60 de Alfar, de agosto-sep-
tiembre de 1926. En ella se subrayaba la proximidad del reseñado con los
jóvenes intelectuales argentinos: «el grupo argentino de Valoraciones, Proa,
Martín Fierro, etc., y los no menos vivientes de México y España, más los
dos o tres jóvenes que tienen los otros países de América, suficientes son
para implantar una nueva manera de sentir y de pensar. […] Hernández
Franco es de su generación» (1926: 39).

El momento de las recapitulaciones


Durante los años 1926 y 1927 hubo un proceso de revisión del campo
literario argentino a la luz de los acontecimientos sucedidos en el lustro
El furor hemerográfico 55

anterior. Todos los sectores se lanzaron a elaborar antologías. Nosotros edi-


tó una Antología de la poesía argentina moderna (1926) a cargo de Julio
Noé, que fue reseñada por César Muñoz Arconada, en junio de 1926, en
el número 58 de Alfar. El reseñista señalaba con acierto la instancia desde
la que se postulaba la antología: la centralidad ecléctica de la revista Noso-
tros. Según Arconada, «a Julio Noé puede clasificársele dentro del panora-
ma argentino de inquietudes, como uno de los iniciadores del silencioso
movimiento novecentista» (1926: 457). Resaltaba la europeización de la
literatura argentina por parte de un colectivo que construyó «el ambiente
intelectual del país sobre las amplitudes modernas de nuestro siglo» (ibid.,
p. 457), y situaba la revista Nosotros en el centro de esa empresa: «La revista
Nosotros, en el centro de esta ambientalidad propicia, es la obra, el resultado
feliz de ese estado de intensidad artística» (ibid.). En 1926 la hegemonía
representada por Nosotros había sido impugnada por los jóvenes, pero ella
se resistía mediante la fagocitación de todo lo que sucedía en el campo.
Arconada mencionaba también una antología elaborada por Roberto F.
Giusti, director de Nosotros, titulada Nuestros poetas jóvenes, e informaba de
la elaboración de otra sobre los poetas nuevos a cargo de Pedro Herreros.
La antología de Noé abarcaba los 25 años del siglo veinte e incorporaba
tanto escritores tardorrománticos como a Bernárdez, Córdova Iturburu,
Conrado Nalé Roxlo, Evar Méndez, Girondo, Güiraldes, Brandán Cara-
ffa, González Lanuza y Borges, «bien conocidos en España –puntualizaba
Arconada– como camaradas fraternales de la tendenciosa empresa del arte
nuevo» (ibid., p. 458). Los jóvenes, sin embargo, insistían en polarizar el
campo con sus propias antologías. La reseña de Arconada coincidía en el
mismo número de Alfar con una selección alternativa proporcionada por
Roberto A. Ortelli, titulada «Pequeña antología de poetas argentinos». Sus
integrantes (Keller Sarmiento, Andrés L. Caro, Ricardo E. Molinari, Norah
Lange, Ernesto Barbieri y Jorge Luis Borges) provenían de la revista Inicial,
que ya había finalizado.
Ortelli calificaba a Keller Sarmiento de creacionista, acercaba a An-
drés L. Caro a la influencia del ultraísmo y el creacionismo, destacaba la
juventud en Norah Lange, y el talento, la inteligencia y la ausencia de
emoción y sinceridad en Borges. Apelaba Ortelli a la nueva sensibilidad
artística de los jóvenes poetas argentinos, propugnada por el «Manifiesto
de Martín Fierro», y a la cultura de mezcla: «Adviértese en los novísimos
56 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una dimensión transatlántica

poetas argentinos un esfuerzo admirable, enderezado hacia la unión de lo


viejo –en lo que pueda tener de conveniente– con la nueva sensibilidad que
los anima» (1926: 449). Esta era la segunda antología de poetas argentinos
aparecida en Alfar, tras la ya mencionada de Guillermo de Torre en 1923.
Pero esta vez la propuesta procedía de Argentina, y tenía la intención de dar
a conocer en un contexto internacional lo mejor que había producido la
vanguardia del país. En Argentina, los vanguardistas no tardaron en oponer
su propia selección a la de Julio Noé. Alberto Hidalgo ideó un Índice de la
nueva poesía americana, con prólogos de Borges e Huidobro, que apareció en
Buenos Aires en 1926. La antología, arbitraria y despareja (Sarlo, 1988: 101),
excluía a Girondo, a Raúl González Tuñón y a Mastronardi, y presentaba a
Bernárdez, Borges, Brandán Caraffa, Macedonio Fernández, Jacobo Fijman,
González Lanuza, Guillermo Juan, Güiraldes, Keller Sarmiento, Norah Lan-
ge, Leopoldo Marechal, Ricardo Molinari, Nicolás Olivari, Ortelli y Fran-
cisco Piñero. Los aparecidos en la breve antología de Ortelli en Alfar, con las
excepciones de Caro y Barbieri, estaban también incluidos en ella.
En 1927 aparecieron dos antologías más. Una en España: el Nuevo
Parnaso Argentino, editada por el argentino Valentín de Pedro y publicada
en Barcelona por la editorial Maucci; y otra en Buenos Aires: la Exposición
de la actual poesía argentina, a cargo de Pedro Juan Vignale y César Tiempo.
La primera, elaborada por un colaborador de Alfar, estaba en línea con
las antologías «oficiales» y abarcaba un periodo muy amplio. La segun-
da, elaborada por dos jóvenes porteños –Vignale tenía veinticuatro años y
Tiempo veintiuno–, abarcaba desde 1922, año de la primera época de Proa,
hasta 1927, año de la finalización de Martín Fierro (y Alfar). De los anto-
logados, el mayor era Álvaro Yunque, nacido en 1890 y la menor Norah
Lange, nacida en 1906. Aparecían en ella tanto miembros de Florida como
de Boedo, y confluían el americanismo y el cosmopolitismo.

Complicidades transatlánticas
Las revistas tienen, entre muchas otras, la función de antólogas. A pesar
de la tendencia altamente ecléctica de la revista Alfar, se da el caso que la
inmensa mayoría de colaboraciones argentinas en sus páginas procedieron
del espacio de revistas de literatura de vanguardia. Si bien es cierto que
Nosotros apareció siempre nombrada en Alfar, ni sus directores ni ningún
El furor hemerográfico 57

escritor consagrado argentino participó en la revista coruñesa.7 Los argen-


tinos que colaboraron en Alfar fueron, prácticamente todos ellos, jóvenes
rupturistas ubicados en el sector de la juventud esteticista: Borges, Ortelli,
Girondo, González Lanuza, Norah Lange, Bernárdez. Ni los impulsores
de Los pensadores y Claridad, ni tales revistas, tuvieron mención alguna en
las páginas coruñesas. El grupo comúnmente llamado de Florida estaba
compuesto por una fracción de la clase dominante. Existían similitudes
entre las posiciones de este grupo –extremistas en el campo literario ar-
gentino– y la centralidad del subcampo de la producción restringida del
campo intelectual español. El epílogo que Ortega y Gasset puso al libro
De Francesca a Beatrice (1924), obra de una entonces jovencísima Victoria
Ocampo, es signo de esa proximidad. El libro fue reseñado por Manuel
Munoa en el número 44 de Alfar, de noviembre de 1924. La gratuidad de
la literatura, afirmada desde Martín Fierro, dialogaba perfectamente con
la deshumanización del arte propugnada por Ortega. También, aunque
con alguna diferencia, con el purismo esteticista de un Juan Ramón. Con
alguna diferencia porque si Juan Ramón Jiménez y sus seguidores habían
conseguido su posición en el campo tras desplazar el interés por las for-
mas vanguardistas, los jóvenes de Florida tuvieron que invertir el prestigio
europeo y la novedad de tales poéticas, desprestigiadas en España, para
afirmarse frente a los que ostentaban la hegemonía en el campo intelectual
argentino, y cuando apelaron a un modelo español no recurrieron al poeta
de Moguer, sino a Ramón Gómez de la Serna.
Clausuradas las revistas ultraístas en España, y estando sus poéticas en
retirada del resto de revistas, estos escritores tuvieron que recurrir a partir de
finales de 1922 a las páginas de Alfar para mantener su presencia a ambos
lados del Atlántico. Como hemos visto, los primeros años veinte en Argen-
tina estuvieron marcados por la polarización del campo literario y por las
divergencias en la valorización de sus escritores. Alfar participó activamente
en ese debate. Y tomó partido por los nuevos. A grandes rasgos, podemos

7
Aunque Casal, ajeno a las luchas de campo, y cercano a las formas modernistas, anheló la
presencia de Lugones para prestigiar su revista. En una carta de Bernárdez a Casal, firmada en
Dacón, Orense, el 7 de septiembre de 1923, puede leerse: «Mañana o pasado enviaré los libros a
Buenos Aires. De paso que le escribo a Don Leopoldo le solicitaré colaboración para la revista».
Esta colaboración no llegó a concretarse.
58 Manual de espumas. Estudios, balances y relecturas de las vanguardias en una dimensión transatlántica

decir que del ultraísmo argentino han quedado cuatro libros: Veinte poemas
para ser leídos en el tranvía (1923) y Calcomanías (1925) de Oliverio Giron-
do; Prismas (1924) de González Lanuza; y Fervor de Buenos Aires (1923) de
Jorge Luis Borges; una revista: Martín Fierro (1923-1927) y una antología,
la de Vignale y César Tiempo. Probablemente ninguno de estos hitos hu-
biera sido posible sin el espacio de revistas de literatura nueva que se originó
en los primeros años veinte. En ellos están las marcas de la gestación, del
desarrollo polémico y del desvanecimiento de la vanguardia argentina. De
todo ello fue testigo Alfar, excepción hecha de la antología, publicada tras
la desaparición de la revista coruñesa.

Obras citadas

Alfar: Revista de Casa América Galicia (1920-1927), 4 tomos, Ed. facsimilar


de César Antonio Molina, La Coruña, Nós, 1983.
Arconada, César M. (1926), «Antología de la poesía argentina moderna. Julio
Noé. (Edición de Nosotros. Buenos Aires, 1926)», Alfar, 58, junio de 1926,
tomo 4, pp. 457-458.
Borges, Jorge Luis (1921), «Ultraísmo», Nosotros, 151, diciembre de 1921,
pp. 466-471.
––––– (1924), «Examen de metáforas», Alfar, 40, mayo de 1924, tomo 2,
pp. 385-386.
Borges, Jorge Luis; Brandán Caraffa, Alfredo; Güiraldes, Ricardo, Rojas
Paz, Pablo (1924), «Proa», Proa, 1, agosto de 1924, pp. 3-8.
Bourdieu, Pierre (1990), «Las condiciones sociales de la circulación de las
ideas» en Pierre Bourdieu (1990), Intelectuales, política y poder, Buenos
Aires, Eudeba, 2007, pp. 159-170.
Cardoza y Aragón, Luis (1926), «El boxeador idílico, de Tomás Hernández
Franco, publicado en Paris», Alfar, 60, agosto-septiembre de 1926, pp.
38-39.
Casal, Julio J. (1923), «Libros», Alfar, 32, septiembre de 1923, tomo 4, p. 41.
––––– (1925a), «Jorge Luis Borges: Inquisiciones. Editorial Proa», Alfar, 51,
junio de 1925, tomo 4, p. 105.
––––– (1925b), «Alcándara.- Francisco Luis Bernárdez, Editorial Proa,
El furor hemerográfico 59

Buenos Aires, 1925», Alfar, 54, noviembre de 1925, tomo 4, p. 253.


Córdova Iturburu, Cayetano (1962), La revolución martinfierrista, Buenos
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