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Dialéctica

Una palabra rara


Juan Manuel Villasuso

29/04/2008

Los economistas han inventado una nueva palabra. Es una palabra rara que mezcla dos
vocablos y ya la podemos encontrar en la prensa y en Internet. La novedosa palabrita es
“agflación”, que se forma de la combinación de agricultura e inflación.

El término agflación pretende describir la inflación generalizada provocada por los aumentos en
los precios de los productos agrícolas en los mercados internacionales. Se dice que fue acuñado
por analistas del banco de inversión Merrill Lynch.

De acuerdo con las estadísticas de la FAO, el precio de los alimentos se ha encarecido un 45%
en los últimos nueve meses y en diciembre pasado se registró el alza de precios mensual más
alta en casi 20 años. Hay tres rubros que reflejan claramente el encarecimiento: los cereales, con
un 41%; aceites vegetales, 60%, y productos lácteos, 83%.

Los elementos concretos que han desencadenado la agflación son bien conocidos: aumentos en
la demanda de alimentos, incremento del precio de los hidrocarburos y la producción de
biocombustibles utilizando granos, pero ¿cuáles son las causas más profundas, cuáles los
“factores estructurales” que explican lo que está sucediendo?

El presidente Lula de Brasil ha dicho que “la crisis de alimentos es culpa de los países más ricos
debido a que distorsionan el comercio mundial e impiden el desarrollo de los más pobres, del
impacto de la subida del petróleo en el precio de los alimentos, del efecto de los subsidios
agrícolas, y de los fertilizantes vendidos cada vez más caros por las multinacionales de los
países más ricos.”

Por su parte, en la Conferencia Especial para la Soberanía Alimentaria que antecedió a la 30ª
Conferencia Regional de la FAO, celebrada en Brasilia en abril de este año, se señaló que “la
crisis del modelo actual de producción y distribución de alimentos se refleja hoy, en la
especulación a gran escala y en el alza injustificada de los precios. Es inadmisible que la
implementación del marco jurídico que garantiza el derecho humano a una alimentación
adecuada sea impuesto sin la participación efectiva de los ciudadanos”.

El presidente de la Unión Nacional de Granjeros de Canadá (UNGC), Stuart Wells, plantea de


manera contundente que los únicos beneficiarios de la actual crisis alimentaria global son las
grandes transnacionales del agronegocio que dominan el acopio y comercialización de granos, la
producción de semillas, plaguicidas y fertilizantes.

La agflación que vive el mundo ha puesto de nuevo en discusión el tema de la seguridad


alimentaria y la obligación de los gobiernos de definir políticas que garanticen no solo la
disponibilidad de los productos, sino también el acceso de los grupos más pobres y vulnerables
de la población, el consumo de alimentos sanos y la estabilidad de los precios.

Aunque algunos no lo crean, una de las mejores definiciones de seguridad alimentaria fue
formulada por el presidente George W. Bush en Washington el 27 de julio de 2001 cuando
preguntó: “¿Pueden ustedes imaginar un país que no sea capaz de garantizar alimentos
suficientes para alimentar a su población? Sería una nación expuesta a presiones
internacionales. Sería una nación vulnerable. Y por eso, cuando hablamos de la agricultura
estadounidense, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional”.

Lástima que esta misma visión no la hayan asumido como propia nuestros gobernantes y no se
haya incorporado en los acuerdos comerciales internacionales que hemos ratificado.

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