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Revisión de Antibioticoterapia 2-2

Los virus son parásitos intracelulares y su replicación depende básicamente de procesos de


síntesis de la célula huésped. Invaden las células vivas para aprovecharse de ellas para
multiplicarse y reproducir nuevos virus. El sistema inmune es la primera defensa para esta
invasión, sin embargo en muchos casos esta protección es insuficiente, por lo que se
requiere el uso de agentes que retrasen la replicación viral y fortalezcan el sistema inmune
de tal forma que pueda combatir la infección. Mientras el virus se está replicando utilizan
muchas vías bioquímicas y metabólicas de las células hospederas infectadas. Ha resultado
difícil alcanzar una actividad antiviral útil sin afectar el metabolismo normal de la célula
infectada, causando también efectos tóxicos en células no infectadas. Los antivirales
ejercen su acción inhibiendo ya sea la entrada del virus, bloqueando enzimas importantes
en la replicación o ensamblaje viral así como la salida del virus en la célula. La eficacia
óptima clínica va a depender del tiempo que transcurra antes de empezar el tratamiento y a
la vez de la prevención de la infección.

Antivirales

Los fármacos antivirales solo suprimen la replicación vírica. La contención y eliminación


del virus requiere la respuesta inmunitaria intacta del hospedador. Muchos compuestos
muestran actividad antiviral in vitro pero tienen efectos tóxicos para la célula huésped.
Característicamente los fármacos más eficaces actúan inhibiendo la acción de alguna
enzima viral específica (polimerasa, transcriptasa). Los cambios en un ácido nucleico
pueden ser suficientes para ocasionar resistencia al producto antiviral, indicando que el
fármaco posee un mecanismo de acción específico.

Antirretrovirales.

Los fármacos antirretrovirales no son curativos, al no erradicar la infección, pero pueden


disminuir la carga viral y retrasar la depresión inmunológica, para convertir la infección por
VIH en una enfermedad crónica controlada, para lo cual el tratamiento debería ser potente e
iniciarse de forma precoz. Básicamente pueden diferenciarse dos grupos de fármacos
antirretrovirales, según su mecanismo de acción sobre el ciclo evolutivo del VIH:

1. Inhibidores de la transcriptasa inversa: evitan la síntesis de la cadena de ADN pro


vírico.
2. Inhibidores de la proteasa: evitan la formación de las proteínas estructurales del
VIH, necesarias para la formación de la partícula vírica madura.

La meta principal del tratamiento es prolongar la vida del paciente y su calidad de vida.
Esto se consigue idealmente a través de distintos objetivos:
• Reducción de la carga viral al nivel mínimo (<20 a 50 copias/ml) durante el mayor tiempo
posible, para frenar la progresión de la enfermedad y prevenir la aparición de resistencias.

• Reconstitución del sistema inmune cuantitativamente (incremento de linfocitos CD4) y


cualitativamente (recuperación de la respuesta inmune específica).

• Uso adecuado de los fármacos en pautas que permitan la supresión vírica sin detrimento
de opciones terapéuticas futuras de tratamiento, no presenten muchos efectos adversos y
favorezcan la adherencia.

Es fundamental antes de iniciar el tratamiento asegurarse de explicar las características del


mismo y la importancia del cumplimiento. Una supresión insuficiente de la replicación,
deriva de pautas terapéuticas inadecuadas o de la mala adherencia al tratamiento, lo que
acabará originando la aparición de cepas resistentes, estas últimas constituyen la causa
principal de fracaso terapéutico.

Se recomienda comenzar la terapia antirretroviral en aquellos pacientes que presenten


síntomas asociados a la infección por VIH (fiebre inexplicada, síndrome constitucional,
infecciones oportunistas), infección aguda o reciente (menos de seis meses tras la
seroconversión), en mujeres embarazadas como profilaxis de la trasmisión perinatal.

Tipos de Antivirales.

El aciclovir y análogos impiden la "replicación" o copia del DNA vírico, impidiendo así la
multiplicación del virus. Aciclovir es muy activo frente a los virus del herpes simple y de
la varicela-zóster (el virus de la varicela es el mismo que causa el llamado herpes zóster).
Según la naturaleza y gravedad de la virosis, se emplea en crema, en comprimidos o por vía
intravenosa.

La idoxuridina (IDU) actúa mediante sustitución irreversible de la timidina en el ADN


recién sintetizado, con producción de una molécula de ADN anormal y en esencia no
funcionantes. El fármaco actúa sobre los ADN de la célula huésped y del virus y es muy
tóxico para las células del huésped. Debido a su alta toxicidad por vía sistémica, el uso de
la IDU se ha limitado al tratamiento tópico de la queratoconjuntivitis del herpes simple. Se
dispone de dos preparados oftálmicos tópicos. Se instila una gota de solución al 0,1% en la
conjuntiva cada hora durante el día y cada 2 h durante la noche. El tratamiento se debe
mantener durante 5 a 7 d después de la cicatrización completa para disminuir la
probabilidad de recidiva. La IDU puede causar irritación, dolor, prurito e inflamación o
edema de los párpados; en raros casos se han descrito también reacciones alérgicas y
fotofobia.

La vidarabina interfiere con la síntesis de ADN vírico y es efectiva en el tratamiento de las


infecciones por virus del herpes simple (VHS). Parece que el fármaco es menos susceptible
al desarrollo de cepas víricas resistentes que la IDU, y las infecciones resistentes a la IDU
responden con frecuencia a la vidarabina. Los preparados oftálmicos de vidarabina son
efectivos para la queratoconjuntivitis aguda. La pomada oftálmica al 3% se aplica a dosis
de 1 cm dentro del saco conjuntival inferior del ojo afecto cinco veces al día mientras el
paciente está despierto (cada 3 h). El tratamiento se debe mantener 5 a 7 d después de la
cicatrización completa para prevenir las recidivas. Entre los posibles efectos adversos se
incluyen lagrimeo, irritación, dolor, fotofobia y queratitis puntiforme superficial.

Amantadina y rimantadina; Estos dos fármacos se utilizan sobre todo en la profilaxis y


tratamiento de la gripe A. Inhiben lapenetración o la pérdida de la cubierta del virus,
bloqueando así la fase inicial de la interacción virus-huésped. Se deben administrar dentro
de las primeras 24 h desde el comienzo de la enfermedad para disminuir la intensidad y la
duración de los síntomas. Ambos fármacos están indicados también en la profilaxis de
pacientes no vacunados o personal sanitario durante las epidemias, o cuando la vacuna está
contraindicada o no es eficaz. Estos fármacos no interfieren con la producción de
inmunidad por la vacuna. La dosis profiláctica de amantadina para pacientes con 14 a 64
años de edad es de 100 mg cada 12 h mientras dure la epidemia o hasta que aparezca la
inmunidad inducida por la vacuna (en los casos típicos, dos semanas desde la vacunación).
Para los pacientes ³65 años, la dosis es de 100 mg/d. Se emplean las mismas dosis para el
tratamiento de la gripe A; sin embargo, la resistencia a estos fármacos aparece con rapidez
y, por tanto, el tratamiento se debe suspender en cuanto se considere clínicamente
justificado (3 a 5 d de tratamiento o 1 a 2 d después de resolverse los síntomas). La
amantadina se excreta por el riñón y la dosis se debe ajustar en los ancianos y en los
pacientes con insuficiencia renal. La rimantadina es metabolizada sobre todo en el hígado.
La dosis de rimantadina es de 100 mg v.o. cada 12 h para pacientes con 14 a 64 años de
edad y 100 a 200 mg para pacientes >64 años.

Antifúngicos y Antiparasitarios.

La mayoría de los antifungicos actúan sobre la síntesis de la membrana celular, puesto que
en ella estriban gran parte de las diferencias que existen entre las células fúngicas y las de
los mamíferos. Quizá la más relevante sea la presencia en la membrana del hongo de
ergosterol en vez de colesterol. Los antifungicos que actúan sobre la membrana celular son
los compuestos azólicos, los polienos, las alilaminas y las morfolinas (amorolfina).

Azoles: Se dividen en dos grupos, imidazólicos y triazólicos. Los derivados imidazólicos se


emplean exclusivamente de forma tópica en dermatomicosis y/o candidiasis vulvovaginal.
Están indicados en casos de tinea corporis, tinea pedis, tinea cruris y otras dermatofitosis.
Cuando la infección afecta al pelo suele ser necesario recurrir al tratamiento sistémico.
También están indicados en candidiasis cutáneas y mucosas (excepto en pacientes
inmunodeprimidos), pitiriasis versicolor y dermatitis seborreica. La mayoría son también
activos frente a Trichomonas. Los derivados triazólicos se emplean en el tratamiento de
micosis sistémicas.
Alilaminas: tras su absorción oral, la terbinafina difunde rápidamente a través de la dermis
y se concentra en el estrato córneo lipofílico. También se excreta en la grasa. Se metaboliza
rápida y extensamente. Se excreta fundamentalmente con la orina y la vida media de
eliminación es de 17 horas. Administrada de forma tópica, tiende a ligarse o a ser absorbida
por los componentes lipídicos del estrato córneo, lo que puede influir en la larga semivida
de eliminación del fármaco de dicho estrato donde permanece hasta 13 días.

Morfolinas: La morolfina es un antifúngico tópico con acción fungicida. Se emplea en


crema o barniz de uñas para tratar la onicomicosis.

Antiparasitarios

Los medicamentos antiparasitarios son los que se usan para tratar las parasitosis. Las
parasitosis son enfermedades infecciosas producidas por unos seres vivos, los parásitos. Se
pueden encontrar en el aparato digestivo humano. Hay dos grupos diferentes: los protozoos
y los helmintos. Son frecuentes en todo el mundo. Y aunque afectan a todas las edades, los
niños tienen un riesgo mayor.

El parásito puede llegar al organismo por varias vías: por el agua, las manos sucias, los
alimentos contaminados con restos de heces, algunos alimentos crudos o poco cocinados
(carne, pescado, crustáceos) y ciertos animales. Cada parásito tiene un ciclo vital propio. En
él intervienen parásitos adultos que ponen huevos, de los que nacen nuevos individuos.

Los síntomas cambian según el parásito de que se trata. Los más comunes son: prurito
(picor) anal, dolor y distensión abdominal, vómitos, diarrea y fiebre. Otros menos
frecuentes son pérdida de peso, malestar, tos, alteraciones del sueño e irritabilidad.

El examen directo de las heces es el método de diagnóstico más habitual. Cada tipo de
parásito se trata con el medicamento más adecuado para él.

En España afectan sobre todo a niños en edad preescolar (entre 1 y 5 años). El más
frecuente en los niños que van a la guardería es la Giardia lamblia. En la edad escolar, el
más común es el Enterobius vermicularis (también se llaman oxiuros o lombrices).

Las parasitosis más frecuentes en nuestro entorno y los fármacos que se emplean para
curarlas son:

 Giardia Lamblia: Metronidazol o Tinidazol

 Cryptosporidiosis: rehidratación oral o intravenosa.

 Enterobius vermicularis: Mebendazol ó Pamoato de pirantel.

 Ascaris lumbricoides: Mebendazol ó Albendazol


 Trichuris thrichura: Mebendazol

 Tenias (saginata, solium): Praziquantel

 Hymenolepis nana: Praziquantel

En algunos casos debe repetirse el tratamiento un cierto tiempo después (por ejemplo, 15
días en los oxiuros). Es para eliminar los parásitos adultos que han nacido de los huevos
que resistieron las primeras dosis de medicamento.

Los antiparasitarios actúan directamente sobre el parásito en el tubo digestivo humano.


Alteran su estructura y provocan su destrucción. En general, se toleran bien. Sus efectos
secundarios son leves.

- El Metronidazol puede producir trastornos digestivos, pérdida de apetito, urticaria y picor


de la piel, cefalea y alteraciones de la visión.

- El Mebendazol y el Albendazol pueden causar molestias digestivas, dolor de cabeza y


disminución de los glóbulos blancos (raro).

- El pamoato de pirantel puede provocar disminución de apetito, náuseas y vómitos,


calambres abdominales y diarrea.

A pesar de que los tratamientos son útiles, es frecuente la reinfección por oxiuros. Por eso
se recomienda el tratamiento de todas las personas que conviven en el hogar. Hay un alto
grado de transmisión dentro de la familia.

Para el control y la prevención es muy importante poner en práctica una serie de


recomendaciones:

1. Higiene personal cuidadosa. Lavado de manos antes de las comidas y después de


utilizar el inodoro.

2. Mantener las uñas de las manos cortas y limpias.

3. Limpiar a fondo el cuarto de baño. Lavar con frecuencia la ropa interior y de cama
con agua caliente.

4. Consumir agua potable. Lavado minucioso de frutas y verduras.

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