DOCTORADO EN PEDAGOGÍA CRÍTICA Y EDUCACIÓN POPULAR
Asignatura: Legislación, políticas publicas y proyectos de educación en México.
Profesor: Dr. Armando Duarte Muller
Estudiante: Mtro. Carlos Guillermo Scheel Martín
MOVIMIENTO MAGISTERIAL ¿CONSERVADOR?
Guadalajara, Jal., abril de 2021
El presente trabajo tiene la finalidad de abordar de manera crítica el gran movimiento de resistencia en contra de la “mal llamada reforma educativa” impulsada en México durante el sexenio de Enrique Peña Nieto a partir de la aprobación en el año 2013, de una reforma al artículo tercero de la constitución federal, de la cual derivaron diversas leyes secundarias, entre las que puede destacarse la Ley General del Servicio Profesional Docente, una ley derivada del artículo tercero mediante la cual se colocaba al magisterio en un régimen de excepción, arrancando a este gremio de su pertenencia al ámbito laboral, regido por el artículo 123 constitucional, que en sus apartados A y B establece los derechos de todos los trabajadores en el país.
Dicha reforma fue el detonador para el surgimiento de un gran movimiento magisterial, cuyo referente nacional fue la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE), que aglutinó la inconformidad que se manifestó en todas las regiones del país, dando lugar a una jornada de movilizaciones auténticamente nacional, al emerger movimientos de resistencia incluso en estados de la república históricamente caracterizados por su apatía y conformismo, como es el caso de Jalisco, que fue la entidad que más profesores cesados tuvo por negarse a someterse a la evaluación, insignia de la reforma mediante la cual se pretendió condicionar la permanencia de los maestros al resultado obtenido en un examen carente de toda confiabilidad y que en la práctica fue constantemente manipulado para favorecer políticamente los intereses privatizadores del régimen.
Resulta evidente la legitimidad de las causas enarboladas por el movimiento magisterial, que vio amenazada su estabilidad en el trabajo y sus conquistas históricas, sin embargo el presente trabajo se plantea la pregunta acerca de la naturaleza teleológica del movimiento, es decir, si se trató solamente de una reacción ante el despojo, misma que pretendía resistir a una transformación del régimen educativo, o si existe en el movimiento magisterial una intención de fondo de contribuir a una transformación educativa a favor del pueblo de México. Se trata entonces de definir si la filosofía educativa implícita en el movimiento magisterial puede caracterizarse como conservadora, al pretender preservar el estado de cosas previo a la reforma peñista, o si por el contrario, plantea un proyecto que se vincule a una práctica transformadora. Dicho en términos de la Dra. Yurén Camarena, se trata de definir si el proyecto y la filosofía implícita en el movimiento magisterial abordado pretendió “dejar el mundo como está, o rechazarlo y contribuir a transformarlo” (Yurén, p. 78). Obviamente el objetivo planteado implica, correlativamente, determinar lo mismo con respecto al proyecto peñista de “reforma educativa”.
Para los fines del presente trabajo resulta necesario caracterizar a otro actor protagónico de este drama: Andrés Manuel López Obrador, quien durante su tercer campaña para la presidencia de México supo poner de su lado a la gran mayoría de maestros en el país, comprometiéndose a derogar o abrogar en su totalidad la “mal llamada reforma educativa”, término usado por el magisterio en lucha que, como varios más, fue incorporado al léxico cotidiano del entonces candidato. De esta manera, el triunfo electoral aplastante del 1 de julio de 2018 constituyó una esperanza para la revocación de la lesiva reforma, que rápidamente se manifestó como un conflicto que involucraba mucho más que la mera buena voluntad del presidente. Era necesario desmontar el sólido entramado que legó el régimen anterior, con la evidente intención de impedir que la reforma fuera fácilmente destruida, lo cual quedó en evidencia cuando pasaban los meses y el magisterio afectado seguía sin ver el cumplimiento de las promesas emitidas durante la campaña. Es de valor para los fines del presente trabajo el momento en el cual el presidente, al ver que las discusiones legislativas seguían empantanadas, planteó un memorándum que, sin valor legal, ratificaba la voluntad política de resarcir las afectaciones causadas por la reforma, llegando al momento en el cual manifestó que, de no ponerse de acuerdo las distintas fuerzas en las cámaras, emitiría un decreto que dejaría las cosas tal como estaban antes de la reforma https://lopezobrador.org.mx/2019/04/16/115887/. Ante dicho planteamiento, la reacción generalizada de los maestros fue favorable, ante la perspectiva de regresar al estado previo a la reforma peñista. Este detalle se vuelve relevante para mostrar que hasta cierto punto, en ese momento, la intención de los maestros no estaba tan ligada a intereses pedagógicos, sino a la mera defensa y conservación de sus derechos afectados. Cabe insistir en que eso no le quita validez a las demandas, e incluso se legitima la argumentación en el sentido de que si la reforma peñista ponía en riesgo la educación pública gratuita, la defensa de dicho sistema antiguo también implicaba la defensa de ciertos valores educativos fundamentales, heredados del sistema educativo posterior a la revolución.
En el marco de la asignatura Legislación, Políticas Públicas y Proyectos de Educación en México, resulta importante revisar los discursos, tanto del gobierno como de la resistencia magisterial en el campo legal, para intentar dilucidar la filosofía de la época manifiesta en cada una de las partes en disputa. En ese sentido cabe señalar que la lucha, con todo y que privilegió siempre el ámbito político y la movilización contundente, también presentó recursos legales en contra del despojo de los derechos laborales del magisterio. Diversos sectores del movimiento interpusieron desde demandas laborales hasta demandas de amparo y a nivel nacional, destacó la presentación de una propuesta de reforma constitucional por parte del equipo jurídico de la CNTE, misma que fue entregada al senado de la república bajo la figura de iniciativa popular, sin que tuviera mayor efecto. Con respecto a los recursos con los que respondió el gobierno a las demandas individuales y colectivas interpuestas por los maestros y maestras, quedó en evidencia el fuerte entramado jurídico armado desde el poder, que con una reforma a modo a la ley de amparo, estableció que éste tipo de demanda no podría interponerse en contra de reformas constitucionales, con lo cual rechazó la mayor parte de los recursos de esta modalidad, llegando incluso a la última instancia, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que determinó como constitucional la no procedencia de todos los recursos de amparo, argumentando el interés superior de la niñez, como prioritario sobre las demandas de derechos laborales. Dicho razonamiento reviste gran interés, ya que la lógica subyacente da a entender que los derechos laborales están contrapuestos al derecho de niños y jóvenes a una educación de calidad, sofisma que denota el pensamiento retrógrada detrás de la reforma peñista.
Hay que destacar que los recursos legales que procedieron para la reinstalación de docentes cesados por negarse a la “evaluación punitiva”, de manera previa a la negociación entre la CNTE y el presidente López Obrador, fueron aquellos en los cuales se aceptaba la aplicación de la nefasta LGSPD, como no podría ser de otro modo. Es decir, trabajadores que regresaban a laborar bajo la condición de someterse a la evaluación, o aquellos que argumentaban fallas en la aplicación de la ley, como no haber sido notificados, o haberlo sido fuera de término, u otras irregularidades, ante las cuales el poder decía “¡ah, no te notifiqué debidamente, ok, disculpa profe! ¡ahora mismo lo arreglamos!”, ganaban una demanda, que de hecho los derrotaba en lo esencial. Lo importante era la aceptación de la reforma, el sometimiento del magisterio al despojo laboral, detrás del cual se percibía la amenaza a la garantía constitucional de gratuidad de la educación, ya que bajo el eufemismo de “autonomía de gestión” se pretendía quitar al estado toda responsabilidad sobre el otorgamiento de recursos suficientes para el sostenimiento de las escuelas, abriendo así la puerta a la intervención de empresas privadas, que al dotar a los espacios educativos de equipamiento tecnológico, deportivo, e infraestructura física en general, estarían en la práctica apoderándose de las escuelas. Se ve entonces que la finalidad ulterior del despojo de derechos laborales era acondicionar el sistema educativo para su entrega a la iniciativa privada, para lo que las conquistas laborales y prestacionales del magisterio constituían una carga inaceptable. Es en ese sentido que se descubre una contradicción o paradoja, que se encuentra en la esencia misma del planteamiento expresado en el presente trabajo: Para los neoliberales la embestida en contra de todo lo público se caracterizaba como una auténtica revolución, ya que buscaban transformar a fondo el sistema vigente. Desde ese punto de vista, siendo ellos los revolucionarios, quienes nos oponemos a sus agresiones claramente podemos ser vistos como reaccionarios, en tanto que defensores de un sistema establecido, por lo que el movimiento magisterial, al estar defendiendo el estado de cosas previo a la reforma peñista, podría ser, como se plantea al inicio del presente trabajo, caracterizado como conservador. Y esa podría ser la conclusión de este ensayo, sin embargo, hace falta considerar los elementos de argumentación que permiten defender la postura contraria.
Entre los diversos frentes que tuvo esta lucha, podemos señalar el lingüístico, en el marco del cual tuvo lugar una disputa por el uso legítimo de los términos, que bien podríamos decir que ganamos, en el momento en el que se vuelven de uso cotidiano oficial. Señalamos repetidamente que la reforma no era educativa, sino administrativa y laboral, evidenciando con ello la carencia de elementos pedagógicos en los textos legales. No obstante, dentro del movimiento se vivió también un debate al respecto, al existir quienes señalaban el aspecto despedagogizante de la reforma como un elemento educativo, esto es, señalando que la reforma buscaba adecuar la escuela en México a las necesidades del capitalismo actual. Por otro lado, lo cual resulta relevante para el presente trabajo, se dijo que no sólo no era educativa, sino que tampoco era una reforma. La batalla lingüística desde el movimiento magisterial consistió en caracterizar los cambios en la legislación educativa como una contrarreforma. Con este término se estaba señalando uno de los aspectos que cobran mayor importancia, porque señala la intención de estas modificaciones legales, que era dar marcha atrás a la serie de reformas derivadas de la revolución mexicana, que buscaban “hacer efectivas la igualdad de oportunidades y la justicia social” (Solana, p. 2), por lo que se trataría del desmontaje de una reforma que llevaría al desmontaje del sistema educativo público como lo conocimos, a un retroceso histórico que llevaría a un estado anterior, semejante al que caracteriza Solana, cuando señala que antes “la educación en México no era pública, ni contaba con las bases ideológicas y jurídicas del liberalismo sobre el cual habría de construirse el México moderno” (Solana, p. 1). Ante lo anteriormente señalado, cabe entonces argumentar que los conservadores eran ellos, los contrarreformistas, y aun defendiendo un status quo, los profesores movilizados podríamos seguir siendo vistos como progresistas, en el sentido de defender los avances sociales logrados a través de un movimiento social que incluso cien años después sigue vigente en sus principios y objetivos. Es algo semejante a lo que sucede siempre que hay una revolución triunfante que se vuelve gobierno, la revolución se institucionaliza, lo cual la hace caer en ciertas contradicciones, que no necesariamente hacen perder vigencia a sus idearios. En todo caso, sería necesario revisar hasta qué punto la conservación de un sistema educativo ligado al desarrollo de un capitalismo incipiente responde a las necesidades, ya no del nuevo capitalismo “cognitivo”, sino a las de un pueblo cuyas características han cambiado a lo largo de más de un siglo. Esto significa que probablemente sí fuera, y siga siendo necesaria una auténtica reforma educativa, que no desmonte los logros derivados del movimiento revolucionario de 1910, a partir del cual “cristaliza la organización de un sistema nacional que llega a ser en nuestros días uno de los cimientos del Estado mexicano” (Solana, p. 2), sino que los actualice y los lleve a nuevos horizontes históricos. Y ahí es donde cada grupo de lucha magisterial tendría que autoevaluarse, reconocer hasta donde sus objetivos son meramente gremialistas o si plantea una mejora del sentido último de la acción magisterial, que debería ser siempre la educación encaminada a la emancipación del pueblo, entendiendo, con Ornelas, que el sistema educativo mexicano se encuentra en transición, la cual “se encamina a la reconstrucción del sistema cuyas orientaciones y resultados esperados se debaten entre dos proyectos de país: por una parte el neoliberal y, por la otra, el democrático y equitativo” (Ornelas, p. 17). Entendemos que la reforma peñista corresponde bien al primero, y la lucha de la CNTE, al segundo.
Hay que señalar también, como argumentación a favor del carácter progresista del movimiento magisterial, el hecho de que la CNTE tiene, como parte de sus ejes de lucha, el pedagógico, que se reconoce como el más importante, por ser el que incide de manera directa en los procesos emancipatorios del pueblo, por lo que habría que reconocer que etapas de agresión laboral como la que se vivió durante el peñato, obligan al movimiento a defender lo inmediato, las conquistas laborales y prestacionales que se ven amenazadas, lo cual hace parecer que el aspecto educacional se ve relegado. Lo anterior se entiende desde que la estabilidad laboral, la gratuidad de la educación y la escuela como tal son pilares fundamentales, requerimientos para cualquier lucha que tenga incidencia en lo educativo, y que como eje rector, se vuelve transversal a los demás ejes, es decir, se encuentra presente como el subtexto de la lucha política de la organización sindical.
Se entiende que las distintas etapas de la escuela mexicana expresan de algún modo las contradicciones que caracterizan a la sociedad de su momento, las tensiones entre los intereses de las distintas clases sociales, mediados o administrados por el aparato estatal, que pretende dotar de cierta legitimidad a decisiones que provienen de definiciones de una lucha entre clases. Las sucesivas reformas educativas de los sexenios de Peña Nieto y de López Obrador podrían servir muy bien para ejemplificar el juego que representan los intereses de las clases sociales en el ámbito educativo. La reforma de Peña derriba el tablero, se atreve, con eufemismos muy poco elaborados, a desconocer los derechos ya ganados por el magisterio, bajo un discurso eficientista y meritocrático que se pretendió aceptable por la sociedad, a través de un gasto excesivo en medios de comunicación tradicionales. Se logró lo contrario a lo planeado. La reacción en contra por parte de los maestros logró la simpatía de un pueblo que se sentía agraviado por imposiciones diversas en contra de sus intereses a través del paquete de reformas denominadas estructurales. Llama la atención, en relación con el relativo fracaso de la reforma peñista, que si bien permanece como una herencia maldita, ha sido desprestigiada y vulnerada masivamente en el actual régimen, lo relacionado con lo que señala Yuren Camarena en relación con que el contenido de los proyectos educacionales “responde a intereses y necesidades de las diversas fuerzas sociales, lo cual significa que dichos proyectos no expresan de manera exclusiva los intereses de una sola clase” (Yuren, p. 52), pudiendo señalarse, en el caso de la reforma educativa del peñato, que la semilla de su caída estaba precisamente en el hecho de que sí expresaba de manera exclusiva los intereses de una clase, que se había apoderado del poder legal, pero socialmente nunca existió un asomo de legitimidad para esta reforma, a pesar de los cientos de millones de pesos invertidos en el aparato ideológico.
Así, se puede concluir el presente trabajo, rechazando la caracterización de la filosofía educativa implícita en el movimiento magisterial contra la reforma aprobada en 2013 como conservadora, aceptando que en muchos participantes de la misma existen esas “miradas lánguidas al pasado como fuente de inspiración” (Ornelas, p. 19), pero aceptando la existencia, en el ámbito de la subjetividad, en lo individual, de tendencias reaccionarias, explicables ya que cuando cada profesor o profesora ve amenazado su sustento, se ve empujado a luchar por conservarlo y que esa lucha tome el primer plano, sin negar que en el ámbito organizacional, el eje pedagógico continua siendo el más relevante, pero relegando lo importante, que es la transformación emancipadora de la educación, a lo urgente, que en ese momento es la defensa de los derechos ya adquiridos.
BIBLIOGRAFÍA
ORNELAS, C. (1995). El sistema educativo mexicano: la transición de fin de siglo. FCE, CIDE, NAFIN. México.
SOLANA, F., CARDIEL, R. y BOLAÑOS, R. (2001). Historia de la educación pública en México (1876-1976). FCE. México.
YURÉN, M.T. (1994). La filosofía de la educación en México: principios, fines y valores. Ed. Trillas, México.