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Ensayo Debate de Las Ideas
Ensayo Debate de Las Ideas
Para ejemplificar lo que podría ser una educación posmoderna, podríamos fijarnos en la
educación que las élites están dando a sus hijos, en particular hablando de los herederos de
las grandes empresas tecnológicas que se están apoderando de los sistemas educativos
públicos en todo el mundo. Curiosamente esa educación podría parecer premoderna, ya
que en las escuelas a las que los privilegiados asisten, existe la marcada tendencia a la
desaparición de las pantallas, y se privilegia el contacto de los estudiantes con una realidad
material, no con una realidad virtual. Esto nos dice mucho acerca de las prioridades y
necesidades educativas en la era actual, tal parece que la virtualización de la educación,
entendida como una condición propia de la modernidad, fuera reservada para las clases
trabajadoras, que nos vemos desprovistos incluso de dichos recursos, quedando en una
condición de precariedad, ya que nuestros programas y sistemas educativos fallidos
parecen estar diseñados precisamente para eso, para hacernos necesitar algo de lo que
estamos privados, con lo cual se cierra la trampa, finalmente se nos inocula la sensación de
estar fuera del espacio simbólico en el que nos hicieron creer que debíamos estar. La
pervivencia de las escuelas confesionales, como rasgo premoderno de nuestro sistema
educativo, la imposición de dogmas disciplinarios
Puede resultar de utilidad para finalizar este somero abordaje de la posmodernidad en la
educación, visualizar desde una perspectiva histórica y geopolítica, nuestra relación con la
ciencia, uno de los fetiches que caracterizan de manera más clara a la modernidad. Ciencia,
entendida como la heredera del positivismo, del método, como la búsqueda de la máxima
precisión y objetividad en los conocimientos adquiridos. Esa ciencia que parte del
paradigma de la química y la biología, y que a partir de Durkheim, se pretendió aplicar por
igual a las ciencias humanas, comenzando por la sociología, aunque la psicología, tal como
la entendemos a partir de la obra de Freud, tampoco escapa de esa pretensión de
objetividad cientificista. ¿Cuál es la ciencia que pretendemos enseñar en nuestras aulas?
¿Cómo entendemos como educadores esa exigencia de cientificidad, que se opone, en el
discurso, a los dogmas y a las supersticiones?
Desde que el gobierno de Porfirio Díaz, desde finales del siglo XIX importó el positivismo,
como la doctrina de moda en Europa, la cientificidad se practicó de manera impuesta,
exterior, simuladora, constituyendo simplemente un capítulo más de nuestra larga historia
como conquistados, modalidad que persiste hasta nuestros días y que nos encargamos de
reproducir en nuestras aulas. Desde nuestra historia como colonizados, el discurso
moderno de la ciencia nos llegó como llegó la evangelización, como una doctrina impuesta
desde los países dominantes, con la que había que cumplir dogmáticamente para ser parte
de la historia. La tradición católica constituye un campo poco propicio para el pensamiento
racional crítico, que convierte a la duda, del fundamento del conocimiento, en el
fundamento del pecado. La obediencia y la fe, entendida como creer sin pensar en
afirmaciones absurdas o ilógicas, son la base de la religiosidad, de la misma manera se
profesa la ciencia. Como algo en lo que hay que creer. Y así se predica el “método científico”,
como un nuevo catecismo que debe ser repetido como mantra mágico para participar de
las nuevas liturgias positivistas. Los llamados “experimentos” que se llevan a cabo como
prácticas de laboratorio son exactamente lo contrario al método experimental, dado que
se realizan de conformidad con manuales en los que los resultados a obtener están
previamente determinados, y en caso de que no resulten como están planeados, se
considera que la práctica fracasó.
Por consiguiente, si nuestra asimilación de la ciencia moderna se dio de la manera antes
descrita, cabe considerar que la superación posmoderna de la misma adolezca de similares
características coloniales. En ese sentido, el rescate de saberes populares, la educación en
el respeto a las tradiciones y los conocimientos ancestrales, más que inscribirse en el
discurso de la premodernidad-modernidad-posmodernidad, tendría que leerse desde la
voluntad de superar la simulación, de encontrar los elementos propios que nos permitan
remontar siglos de copiar lo que viene de Europa o de Estados Unidos, integrando así
nuestra riqueza ancestral con un desarrollo científico comunitario que transforme nuestra
realidad de manera revolucionaria, ya que de acuerdo con Toffler “la revolución sólo podrá
ser entonces generada por el conocimiento, ya que éste, en forma de nuevas tecnologías y
mayores avances, conllevará a la justicia mundial” (Colom, p. 102). Es una cuestión de
autoestima, de confianza del pueblo en sí mismo, lo cual permitirá, lejos de rechazar la
ciencia “porque viene de fuera”, retomar una auténtica actitud científica, que parta de
rechazar los dogmas, de dudar de los conceptos establecidos, que nos lleve a mirar la
realidad con otros ojos y así incorporarnos al mundo, entendiendo que sin ciencia y sin
tecnología no hay desarrollo posible, pero esta ciencia y esta tecnología puede verse
enriquecida al ponerla al servicio de las mejores causas, de la liberación de nuestras
comunidades, para ver si por fin somos capaces de encontrar el camino para volvernos los
dueños de nuestro propio destino.
REFERENCIAS
BUENFIL, R., FERNÁNDEZ, F., PEIXOTO, A. (1998). Modernidad y posmodernidad en
educación. Revista Sinéctica, No. 13. Recuperado de:
http://fundacionmclaren.com/plataforma/pluginfile.php/3901/mod_folder/content/0/Mo
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COLOM, A., MELICH, J. (1993). Postmodernidad y educación. La teoría de Toffler y la
práctica de la C.M.U. Revista Teoría de la Educación, Vol. V, Barcelona. Recuperado de:
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COLLADO-RUANO, J. (2018) Entrevista a Peter McLaren “La educación crítica debe
transformar el mundo”. Revista de educación. Ecuador. Recuperado de:
https://www.researchgate.net/publication/329453149_Entrevista_Peter_McLaren_La_Ed
ucacion_Critica_debe_transformar_el_mundo
TOURAINE, A. (1994). Crítica de la modernidad. FCE, Buenos Aires.