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Temas 1-10 - Apuntes Alta Edad Moderna

Historia de la Alta Edad Moderna (UNED)

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Tema 1: Los Descubrimientos Geográficos Por: Jesús Nauzet Faray (UNED)


Motivaciones, conocimientos geográficos y capacidades técnicas

La expansión geográfica europea fue a la vez el resultado de unas posibilidades técnicas y del dinamismo de la economía
europea del siglo XV. A finales de dicha centuria, una serie de adelantos se habían venido acumulando en las técnicas e
instrumentales de navegación oceánica, lo que favoreció, sin duda, la expansión. Así, aparecen:

 La brújula fija, que había aparecido en el siglo XIII


 Las cartas de navegación fueron perfeccionadas progresivamente por marineros y astrónomos.
 El astrolabio, que localizaba la latitud gracias a las estrellas, actuaba a modo de reloj y permitía el cálculo de las distancias
por triangulación, lo que facilitaba en gran manera la navegación.

Una de las grandes innovaciones, fue la carabela, surgida a mediados del s. XV en


Portugal. Este barco era más pequeño y ligero. Alargado y con una proa afilada
combinaba las velas cuadradas motrices con otras latinas (triangulares) que le
aportaban agilidad y maniobrabilidad; además, requería una tripulación escasa y,
también tenía buena capacidad de carga, lo que le permitía llevar las provisiones
suficientes para adentrarse en el océano. En la segunda mitad del s. XV surge también
la nao, más potente y con el doble capacidad de carga que la carabela.

Por otra parte, según Carlo Cipolla, cañones y velas fueron los responsables de lo
que dicho autor llama primera fase de la expansión europea, entre 1400 y 1700; y es
que se dio también, una auténtica revolución en el combate naval. Así, en el s. XV, las
fuerzas navales atlánticas se orientan hacia los navíos de vela, a diferencia de los
países mediterráneos, basados aún en la galera. Se sustituían, según este autor,
remeros por velas y guerreros por cañones. Las sucesivas derrotas de las flotas
musulmanas por los navíos portugueses en el Índico a lo largo del s. XVI son la
demostración patente de la aplastante superioridad combativa, en el océano, de los navíos sobre las galeras.

Sobre la voluntad suficiente para afrontar los riesgos de tal empresa, intervinieron como factores la curiosidad del hombre
renacentista, los estímulos procedentes de las descripciones de Marco Polo y otros viajeros bajomedievales sobre los reinos y
riquezas de Asia oriental, así como los mitos y leyendas acerca de tierras, islas desconocidas y viajeros como San Borondón. A ello
hay que añadir el espíritu misional y el deseo de entrar en contacto con territorios cristianos perdidos en la india y África, como el
reino del preste Juan; o la búsqueda de oro africano, de especias, seda, perfumes y otros productos de Oriente y las Indias.

El Descubrimiento es también, en buena medida, una consecuencia del auge económico del siglo XV, en las cuales Europa
necesitaba nuevas relaciones comerciales. Hay que destacar, que el avance de los turcos, con sus efectos restrictivos sobre el
tradicional comercio de las especias a través del Próximo Oriente, no fue, como se ha dicho muchas veces, la causa inmediata de
la expansión, aunque probablemente la aceleró.

Hay que mencionar el por qué fue Europa, y no China, quien ya gozaba de los adelantos técnicos mucho antes, quien
protagonizó este episodio de Descubrimientos y expansión. Según Chaunu, esto es debido a la superior madurez de la civilización
europea y que a finales del siglo XV, la sociedad occidental era, sin duda, la más penetrada por la escritura, además de otros
aspectos, según Chaunu y otros autores como la alimentación, el problema que suponía la amenaza del pueblo mongol en China o
la oposición de la burocracia oficial china a los viajes oceánicos, así como el coste para el tesoro chino.

Las primeras expediciones europeas. El protagonismo de Portugal

La expansión fue, en origen, un hecho de la parte occidental del Mediterráneo, donde Génova, Cataluña y Mallorca
protagonizaron las primeras salidas al océano, posibilitadas por la reapertura del Estrecho de Gibraltar tras la reconquista cristiana
a finales del s. XIII y coincidentes con la larga fase expansiva de la economía entre 1200 y 1350.

Son los años de las expediciones de los hermanos Vivaldi, de Génova en 1291; la del también genovés Lancellotto Malocello,
redescubridor de Canarias en 1312, el descubrimiento de las Islas Madeira en 1341, el viaje fracasado de Jaume Ferrer por las
costas de África (1346)… El balance de este primer periodo no es demasiado favorable, debido a la inadaptabilidad de los barcos
del mar interior a la mucha más compleja y arriesgada navegación del océano. Después de 1350 y desde finales de dicho siglo tras
la crisis política portuguesa de 1383-1383 se dieron los pasos decisivos en la exploración de las islas atlánticas y en el avance
portugués por las costas occidentales de África. Hay que advertir que las repúblicas del Norte de Italia, especialmente Génova, no
se quedaron al margen de la aventura, ya que colonias de mercaderes italianos se instalaron en los principales puertos atlánticos
de la P. Ibérica, actuando en muchos casos de soportes de los viajes de exploración.

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Para muchos el protagonismo portugués ha resultado a primera vista sorprendente considerando que se trataba de un país
pequeño. Tradicionalmente, la dedicación de Portugal a las expediciones atlánticas se ha explicado por una serie de razones
convergentes como, su ubicación en el SE de Europa, la temprana conclusión de su reconquista a mediados del s. XIII, el espíritu
de cruzada contra el islam tras el rápido avance de los turcos en los Balcanes o la personalidad de Enrique el Navegante. A las
explicaciones tradicionales se ha sumado otra serie de ellas, aportadas en buena parte por historiadores portugueses, en la que
argumentan que Portugal no era un país secundario y atrasado; no era grande, pero tampoco lo había sido Venecia. Su contacto
secular con estados musulmanes como Granada y estados norteafricanos había favorecido el incremento de los intercambios,
unido a un considerable desarrollo de la economía monetaria, además su agricultura progresa y se especializa, y el fenómeno
urbano adquiere un auge no despreciable, particularmente en el litoral.

Por otra parte, Portugal contaba desde antiguo con una fuerte experiencia marinera; sus barcos pesqueros o mercantes
navegaban desde las costas de África y Canarias hasta Irlanda y Flandes, además de la importancia del comercio de exportación
hacia el Norte de Europa que favoreció la construcción naval. A esto hay que añadir que importantes colonias de comerciantes
flamencos e italianos, sobre todo genoveses, se instalaron en Lisboa y en los puertos portugueses. Ellos y los burgueses
autóctonos sirvieron de apoyo a las expediciones marítimas. Tras el avance turco de mediados del s. XV, los comerciantes y
financieros genoveses, cuyos negocios en Oriente se vieron interrumpidos, incrementaron su presencia en el Mediterráneo
occidental y en Portugal, participando activamente en la explotación económica de las islas atlánticas y el litoral africano.

El ansia de lucro de los mercaderes se vio acompañado por el interés de la nobleza en lograr el dominio de nuevas tierras y
recursos. Dicha expansión era, probablemente, uno de los únicos medios de que disponía dicho grupo para intentar recuperar el
nivel de ingresos perdido como consecuencia de la crisis del feudalismo europeo. Además, los historiadores portugueses como
Magalhaés Godinho, consideran que la agricultura fue la principal razón de la colonización portuguesa de las islas atlánticas, así
como la expansión de las áreas de pesca. No olvidar, tampoco, que por razones geográficas Portugal era la nación europea más
cercana a las islas atlánticas, además, en los siglos XV y XVI, la navegación dependía estrechamente de corrientes y vientos, siendo
importante que las tres voltas o rutas de ida y retorno en los viajes a África, que encerraban la clave de la navegación atlántica,
tenían su punto de partida y llegada en una pequeña porción de la costa atlántica europea, el Atlántico portugués y andaluz.

En definitiva, desarrollo comercial, presencia de capital extranjero, nivel de monetarización, experiencia marítima,
privilegiada situación geográfica…, todo ello creaba las condiciones ideales para el nacimiento de las aventuras marítimas
portuguesas. Además, Portugal contaba con un estado fuerte y unido, que durante el s. XV no se vio desangrado por luchas civiles
como si sufrieron Inglaterra, Francia, Castilla o los Estados italianos.

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La exploración portuguesa del Atlántico se inicia simbólicamente con la conquista de Ceuta en 1415, posteriormente avanzan
hacia el sur, por el actual Marruecos, en años posteriores se prosigue con la instalación en Madeira y Azores; y ya en 1434 se da el
éxito de la navegación más allá del Cabo Bojador, aunque también hay fracasos como el sufrido en 1437 en el intento de
conquistar Tánger. Toda esta fase fue dirigida por el infante Don Enrique “El Navegante”. Progresivamente, se va definiendo el
proyecto africano y se capturaban los primeros esclavos.

En 1460 el límite meridional alcanzado por Portugal era la zona de Sierra Leona. Por entonces se descubrieron también las
islas de Cabo Verde y se inicia la exploración del Golfo de Guinea, lo que posibilitaría la llegada de marfil, malagueta, oro y
esclavos negros, y las regiones que se iban localizando pasaban a denominarse con el nombre del producto que predominaba en
cada una de ellas. Otra fecha clave fue la de 1475, cuando los portugueses descubren la volta da Mina, es decir, la ruta de regreso
a la Península desde el golfo de Guinea, cuando hasta entonces sólo podían hacerlo navegando contracorriente cerca de la costa.

El reinado de Juan II constituye otro periodo decisivo, pues entre 1481 y 1495 se realizaron grandes avances en las
expediciones más allá del Ecuador, lo que permitió conocer cada vez mejor la navegación del Atlántico sur, construyéndose el
Castillo de S. Jorge de la Mina, que se convertiría en la gran factoría del comercio de la zona, así como el principal punto de apoyo
para proseguir las exploraciones. El gran éxito que aceleró la marcha hacia Asia fue el descubrimiento del límite meridional de
África, el Cabo de Buena Esperanza o de las Tormentas, al que llegó Bartolomeu Dias en 1488

Castilla, Colón, y el descubrimiento de América

A finales del s. XV, en los comienzos de una nueva fase económica expansiva, el Atlántico dejó de ser una frontera. Resulta
sorprendente que, pese al evidente protagonismo de Portugal, el descubrimiento de América no fuera un hecho portugués, sino
castellano. Castilla no tenía a sus espaldas la experiencia atlántica de Portugal. Algunas naves aparejadas en los puertos andaluces
del litoral atlántico habían participado, a mediados del s. XV, en expediciones a lo largo de la costa occidental africana, pero, tras
la guerra castellano-portuguesa de 1475-1479, el Tratado de Alcaçovas reconoció a Portugal la exclusividad de la navegación
africana al sur de las Islas Canarias.

Cristóbal Colón presentó a Portugal, país en el cual había pasado una larga estancia, su proyecto de una búsqueda de una vía
occidental hacia las Indias. Sin embargo, Portugal, rechazó tan aleatoria empresa, más aún cuando había llegado la noticia de que
la ruta a la India por el Cabo de Buena Esperanza o de las Tormentas estaba abierta tras haber llegado hasta allí Bartolomeu Dias
en 1488. Como señala Fernand Braudel, el esfuerzo de los portugueses en dirección al Índico les costó América.

Castilla, que vivía el clima de exaltación del final de la Reconquista, era un territorio rico y expansivo que contaba con la
marina onubense en la Andalucía Atlántica. Castilla no perdía demasiado con intentar semejante empresa y la propia rivalidad con
Portugal era un elemento a favor de la aventura. Pocos personajes de la historia han suscitado tanto interés como Cristóbal Colón,
lo cual se explica no sólo por la trascendencia de su descubrimiento, sino también por los vacíos e incógnitas de su biografía, ya
que las dos cuestiones que más debate han suscitado son su lugar de nacimiento y el llamado “secreto” que presumiblemente
habría guiado sus pasos hacia el Nuevo Mundo.

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Cristóbal Colón era un navegante genovés con amplia experiencia en la navegación tanto mediterránea como atlántica, esta
última desarrollada preferentemente en Portugal, donde llegó en 1476. Allí, en contacto con cosmógrafos y navegantes, fue
tomando cuerpo su proyecto, en el que aparte de las experiencias propias y las que pudiera haber oído a otros, tuvieron gran
importancia los trabajos de un cosmógrafo florentino, Paolo dal Pozzo Toscanelli, en los que basaría su convicción de una Tierra
más pequeña que la real y un continente euroasiático más extenso, creencias que le llevaban a imaginar una ruta relativamente
corta por el Oeste entre Europa y Asia. Aparte de ello, ¿sabía algo más Colón? Algunos autores como Guillermo Céspedes
comentan que en los años 1477-1478 un buque andaluz o portugués, que regresaba del Golfo de Guinea por la volta da Mina, se
vio empujado sin querer a las tierras desconocidas, y regresó, llegando a oídos de Colón la información sobre la aventura y las
rutas seguidas.

Los contactos de Colón con la corte castellana de los Reyes Católicos comenzaron en 1486, y aunque en un principio los
sabios y expertos le pusieron dificultades similares a las que había encontrado en Portugal, la reina Isabel se decidió finalmente a
respaldarle en el clima de exaltación y optimismo inmediatamente posterior a la conquista de Granada. Así, en 1492 se firman las
Capitulaciones de Santa Fe, en la cual se le conceden elevados títulos y generosos beneficios sobre las tierras por descubrir como:
Almirante de la mar Océana, virrey, gobernador, y un 10% de las riquezas que pudiera encontrar.

La expedición, que se preparó en Palos


de la Frontera (Huelva), con la colaboración
de gentes como el armador Martín Alonso
Pinzón, partió el 3 de agosto de 1492. La
formaban dos carabelas de 70 toneladas y
una nao de 100, tripuladas por un centenar
de hombres, y tras una escala en Canarias, se
internaron en el mar desconocido el 9 de
Septiembre. Cundió la desesperanza porque
calculaban llegar hacia el 23 de Septiembre,
pero tras varias tensiones a bordo, el 12 de
octubre descubrieron la isla de Guanahani,
que fue bautizada con el nombre de San
Salvador. Colón estaba convencido de haber
llegado al Cipango (Japón), aunque tras 2
meses de navegación por la zona, en que
descubrieron La Española y Juana (Cuba),
regresó sin haber hallado las fabulosas
riquezas que esperaba encontrar. Aún
realizaría Colón otros 3 viajes, en uno de los
cuales, el tercero en 1498 puso pie en el
continente en la actual costa de Venezuela.

Posteriormente, Colón se estableció en


Santo Domingo, cuyo gobernador le
mandaría preso a España en 1500. A su
muerte, en 1506, desconocía que había
descubierto un nuevo continente, un Nuevo
Mundo que ni siquiera llevará su nombre.
Otros navegantes se habían incorporado
pronto a la aventura, entre ellos el italiano Americo Vespucci, quien tuvo la fortuna de que en 1507 el geógrafo alemán Martin
Waldseemüller vinculara a él las nuevas tierras.

Respecto al Nuevo Mundo descubierto, hablamos de un continente con un complejo mosaico de razas, culturas y lenguas,
con una población total imposible de calcular. Algunos autores la elevan a más de 100 millones y otros calculan a menos de 10
millones y con civilizaciones como mayas, aztecas y quechuas con una agricultura desarrollada.

Vasco de Gama y la llegada a la India

Tras la impresión causada por el viaje de Colón, quedaba pendiente la confirmación de la ruta portuguesa hacia la India, viaje
para el que eran adecuados barcos de velas cuadradas y de mayor tonelaje que las carabelas. Los conocimientos portugueses se
enriquecieron estos años con las informaciones enviadas por Pedro de Covilha, que había viajado a la India por tierra a través de la
ruta de Etiopía (1487-1490).

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Fue el rey Manuel I quien decidió enviar a Vasco de Gama al frente de una expedición formada por cuatro naos de unas 100
toneladas y 150 hombres. En Navidad alcanzaron el territorio sudafricano, en un enclave que aún se llama Natal; posteriormente
arribaron a Mozambique y Zanzíbar y finalmente el 20 de mayo de 1498 llegó a Calcuta, donde estableció contactos con los
príncipes indios, pese a la hostilidad de los árabes. En agosto de 1499 sólo dos navíos y 80 hombres regresaron a Lisboa cargados
de especias. Se había iniciado la historia de la presencia occidental en la India.

Otros viajes de españoles y europeos - La fuente de este epígrafe corresponde a “Historia Moderna Universal” de Floristan.
La competencia europea

Simultáneamente, en la empresa de los descubrimientos, otros poderes europeos tentaban la suerte en el ignoto poniente,
sin olvidar el viaje de Joan Fernandes Lavrador a comienzos de 1493, promovido por Juan II de Portugal, y del que nada se sabe, a
excepción de los testimonios cartográficos que permitirían suponer la búsqueda infructuosa de un paso hacia Asia y que debió
llevarle hasta las costas de Groenlandia.

Su supuesta escala en Bristol en su regreso determinaría la decisión de Enrique VII de Inglaterra en apoyar el proyecto del
veneciano Juan Caboto. Su primer viaje, que duro 3 meses, partió de Bristol en Mayo del 1497, y a su vuelta hizo creer que había
hallado las tierras del Gran Khan, despertando el interés del monarca por financiar un segundo viaje, el que llevo a cabo en 1498,
y en cuyo transcurso debió alcanzar Cabo Bretón, la isla de Terranova y las costas de Nueva Inglaterra, aunque posteriormente la
expedición se perdió.

Por su parte, el monarca portugués, yerno de los Reyes Católicos, no renunció a su propia parcela en el Atlántico
Septentrional. Gaspar de Corte Real partió desde las Islas Azores en Julio del 1500 y llego a Terranova a fines de año. En Octubre
junto a su hermano Miguel, emprendieron un viaje que les llevo a Terranova, la Península del Labrador y Groenlandia. A su
regreso los dos hermanos se separaron, y mientras Miguel volvía a Lisboa para dar cuenta de lo hallado, Gaspar tomaba rumbo a
tierras brasileñas, perdiéndose en el viaje. En 1502, su hermano Miguel salió en su búsqueda, pero acabo naufragando.

No menos trágica fue el fin de la iniciativa francesa tomada a inicios del s. XVI, por marineros franceses que cruzaron el
Atlántico en dirección SW. Tal es el caso del viaje del capitán Paulmier de Gonneville, que partió de Honfleur en Mayo de 1503 con
destino a las Indias Occidentales. Empujado por una tempestad hacia el Oeste, alcanzó una tierra de la que tomo posesión
solemne para Luis XII, pero se perdieron casi todos los expedicionarios a su regreso en Mayo del 1504.

El portugués Pedro Alvares Cabral toca la costa brasileña en 1500, siguiendo la ruta recién inaugurada por Vasco da Gama,
alrededor de África. El objetivo de dicha expedición era regresar a Portugal con especias valiosas y establecer relaciones
comerciales en la India (evitando el monopolio en el comercio de especias, entonces en manos de comerciantes árabes, turcos, e
italianos). Su flota de 13 navíos navegó a lo largo de la costa africana en el Océano Atlántico, y parece que se desvió
accidentalmente de su ruta al adentrarse en el Atlántico en busca de vientos que le empujaran hacia el sur, aunque es posible que
buscara conscientemente visitar las tierras americanas que le habían correspondido a Portugal en el reparto con Castilla realizado
por el Tratado de Tordesillas (1494). De esta manera, arribó a lo que, inicialmente, se pensó que era una gran isla. Como el nuevo
territorio se encontraba dentro de la órbita portuguesa de acuerdo con el Tratado de Tordesillas, Cabral lo reivindicó en nombre
de la corona portuguesa. Exploró el litoral y percibió que la gran masa de tierra era posiblemente un continente, enviando
enseguida un navío para notificar al rey Manuel I sobre el descubrimiento de nuevas tierras. Cabral había desembarcado en
América del Sur, y las tierras que había reivindicado para Portugal más tarde constituirían lo que hoy es Brasil. Posteriormente, la
flota retomó su rumbo hacia el este, con el fin de continuar su viaje con dirección a la India.

Los postreros viajes de Colón

Como consecuencia lógica de los dos primeros viajes colombinos, una tercera expedición que se necesitaba con urgencia,
partió el 30 de Mayo de 1498 de Sanlúcar de Barrameda. Una flota de 6 naves con rumbo a las Islas Madeiras, y de allí a la
Gomera canaria, se dividió en dos grupos. Tres naves seguirán la conocida ruta hacia La Española, y las otras tres al mando de
Colón descenderían hasta el archipiélago de Cabo Verde para atravesar el océano en dirección SW, con presumible destino hacia
Asia. Pero, rectificando el rumbo, Colón alcanzó la isla de Trinidad el 31 de Julio y entro en el Golfo de Paria, donde divisó un gran
rio de agua dulce (el delta del Orinoco), y vegetación exuberante. Tras bautizar a la península de Paria como Isla de Gracia y pasar
por Margarita, llego a La Española, donde encontró a la población enzarzada en una contienda civil.

Su requerimiento a los Reyes de un jurisperito para administrar justicia y poner orden, determinaría el envío del
Comendador de Catatrava, Francisco de Bobadilla, que llegaría a Santo Domingo el 24 de Agosto de 1500, con atribuciones para
ejercer la “Gobernación e Oficio de Juzgado de esas dichas islas y tierra firme”. Bobadilla acabó instruyendo un proceso contra
Colón, y lo devolvió encadenado a España en Octubre de 1500.

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El 13 de Abril de 1502, una expedición formada por 4 carabelas y 140 hombres partió del puerto de Sevilla. Dos meses
después Colón alcanzaría la legendaria isla de Matininó, siguendo hacia las islas Dominica, Santa Cruz y San Juan Bautista con
destino a Jamaica y Cuba. Decidió desviarse hacia el sur, alcanzando el 30 de Julio el Golfo de Honduras, recorriendo las costas
centroamericanas en dirección Este hasta Panamá, istmo que identifico como la Cochinchina. El 17 de Octubre de 1502 el
Almirante había llegado a la costa de Veragua, y el 6 de Enero de 1503, fundó Santa María de Belén, precario establecimiento que
pronto fue abandonado por la hostilidad indígena, regresando a La Española en 3 naves. El precario estado de las naves, sólo les
permitió llegar a Jamaica, donde permanecieron más de un año en precarias condiciones. Recogidos los supervivientes por una
nave enviada por el gobernador de Santo Domingo, Ovando, pudieron afrontar la última travesía del océano, llegando Colón a
Sanlúcar de Barrameda el 7 de Noviembre de 1504.

La fase colombina se había cerrado con el nombramiento en 1501 de fray de Nicolás de Ovando como gobernador de las
Indias Occidentales, marchando a La Española el 13 de Febrero de 1502 al mando de la mayor flota que hasta entonces se había
trasladado a las Indias. Desde La Española saldrían expediciones hacia las islas y tierras más inmediatas, planteándose desde la
metrópolis el hallazgo de un paso hacia la mar del Sur. Cuba, Jamaica y Puerto Rico serían ocupadas durante el gobierno virreinal
de Diego Colón (1509-1516). Las expediciones a Tierra Firme, a Nueva Andalucía (entre el cabo de Vela y el Golfo de Urabá) en la
costa NW de la actual Colombia, al Darién y Castilla del Oro, darían como resultado el descubrimiento de la mar del Sur. Hacia el
Norte, Ponce de León alcanzó y recorrió las costas de Florida persiguiendo el mito de la “fuente de la eterna juventud”.

Los viajes andaluces

Entre 1499 y 1519 tuvieron lugar los llamados “Viajes Menores o Viajes andaluces”, capitulados por la Corona con otros
nautas quebrando el discutido monopolio colombino. A su vez, la Corona tenía otros compromisos políticos y personales como los
contraídos con Vicente Yáñez Pinzón, quien desde 1495 aspiraba a una licencia para marchar a las Indias a descubrir nuevas
tierras. La Corona arbitro un sistema tendente a evitar los problemas derivados de los primeros asentamientos colombinos en La
Española. Se trataba de otorgar licencias para descubrir, pero no para poblar, como viajes de ida y vuelta financiados mediante la
práctica de rescates y cierta permisividad fiscal.

Pese a la oposición colombina,


en Mayo de 1499 salía de Cádiz la
primera expedición bajo el mando
de Alonso de Ojeda, con Juan de la
Cosa y Amerigo Vespucci, los
cuales, alcanzaron las costas
orientales de Guayana, ampliando
lo conocido por Colón. Costeando
hacia el Oeste pronto encontraron
los paisajes descritos por el
Almirante, Paria, La Trinidad… y se
encontraron con que la expedición
de Guerra y Alfonso Niño, se les
habían adelantado. No obstante,
empeñados en el mismo rumbo,
alcanzarían la península de la

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Guajira para asomarse después al Golfo de Venezuela, donde pensaron que Asia, estaba a su alcance. La información
proporcionada por los indígenas sobre pesquerías de perlas, yacimientos de esmeraldas, y noticias lejanas de minas de oro serán
acicate suficiente para posteriores expediciones.

Cristóbal Guerra y Pero Alonso Niño, aunque salieron poco después que Alfonso de Ojeda, llegaron antes a las Indias. Tras
recorrer la Trinidad y el Golfo de Paria, llegaron a la Margarita y las islas de las perlas, donde obtuvieron un importante
cargamento, tras lo cual regresaron sin más a España.

Vicente Yáñez Pinzón,


conseguiría la correspondiente
licencia en 1499, tras solucionar el
pleito que tenía en Sevilla sobre
derechos no pagados del
almojarifazgo. En Diciembre de
1499 salió la expedición y tras
sendas escalas en Canarias y Cabo
Verde, en Enero de 1500, pusieron
rumbo al hemisferio Sur,
alcanzando el continente a la altura
del Cabo de San Roque el día 26, y
al que llamarían Cabo de la
Consolación, en parangón con el
afro-lusitano de la Buena Esperanza.
Desde aquel punto, la costa obliga a
dirigirse hacia el Sur y sólo al
sobrepasar Pernambuco, inicia la
dirección SW. Pero las corrientes les arrastraron en dirección contraria y, siguiendo la costa, descubrieron la desembocadura del
Río Amazonas y que fue bautizado como Río Grande de Santa María de la Mar Dulce. Siguiendo en dirección NW, encontraron en
el Golfo de Paria la expedición de Diego de Lepe, que salió después que Pinzón y alcanzó el sur del Cabo de la Consolación en un
lugar al que llamó Bahía. Continuando el litoral en dirección NW, dieron con la desembocadura del río Pará o Tocantins, al que
dieron el nombre de Marañon. Llegados a La Española se separaron; Lepe volvió a España; y Pinzón, tras recorrer los Lucayos en
busca de especias, regreso a Sevilla en Septiembre del 1500.

Poco antes, en Agosto, Alonso Vélez de Mendoza, asociado a los hermanos Cristóbal y Luis Guerra, había salido hacia las
costas de las esmeraldas que Alonso de Ojeda había visto en su viaje. Tras recorrer las costas septentrionales del subcontinente
sudamericano, y comprobar que hacia el sur brasileño la costa volvía a entrar en la parte española de la línea de demarcación,
regreso a España con un cargamento de esclavos del Brasil, entrando en Sevilla en Junio de 1501.

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Otro viaje con testimonios, fue el que emprendió Rodrigo de Bastidas, según se acuerda en la capitulación, de descubrir
tierras que no hubiesen sido visitadas por Colón o Cristóbal Guerra. La expedición partió en Septiembre de 1501 en dirección a la
península de la Guajira. Rebasado el Cabo Vela (extremo occidental al que llego Alfonso de Ojeda), prosiguieron hacia la futura
Santa María, la desembocadura del Magdalena, la costa de Cartagena y el gran Golfo del Darién, con el Golfo de Urabá al fondo.
Habiendo rescatado abundantes perlas hicieron escala en Jamaica para reparar sus barcos, hasta concluir su travesía en La
Española, donde el relato de las riquezas encontradas provocó gran entusiasmo entre sus pobladores.

Consecuencias materiales y culturales de los descubrimientos

Adam Smith consideró que el descubrimiento de América y el paso hacia las Indias Orientales a través del Cabo de Buena
Esperanza, habían sido los dos acontecimientos más grandes e importantes de la historia de la humanidad. América tuvo una
enorme importancia en la historia moderna de Europa, hasta el punto de que resulta imposible separar la historia de ambos
continentes. El descubrimiento tuvo efectos intelectuales, al poner en cuestión muchos de los viejos conocimientos de los
europeos. La influencia del Nuevo Mundo fue creciendo con el curso de los años y acabaría afectando a todos los terrenos de la
actividad humana, desde el ámbito mental a la vida material.

Los efectos económicos del descubrimiento fueron importantísimos, no sólo por los productos y materiales que
proporcionaría a Europa, sino también por las posibilidades expansivas que ofreció a su economía y el efecto que tuvieron sobre
ella los materiales preciosos americanos, así por ejemplo, el Imperio de Carlos V seguramente no hubiera sido posible sin los
recursos del Nuevo Mundo. La relación entre ambos continentes no fue una relación entre iguales, ya que los grandes imperios
precolombinos, sus creencias y civilizaciones desaparecieron, además de sufrir un devastador efecto demográfico. Si Europa
incorporó un Nuevo Mundo, para los americanos, la conquista supuso el final de aquel en el que habían vivido durante milenios.

Tras la llegada de los españoles se da en el Nuevo Mundo un auténtico desastre demográfico, el cual afectó especialmente a
las tierras bajas tropicales y las zonas insulares (Caribe). Pese a que la incertidumbre de las cifras ha llevado a cálculos diversos, el
hecho cierto es que la población descendió brutalmente durante bastantes años, no deteniéndose las pérdidas hasta muy
avanzada la Edad Moderna. Así, en las grandes islas de las Antillas, epicentro de la catástrofe, se produjo en pocas décadas un
exterminio de la población aborigen. En La Española, por ejemplo, la población autóctona desapareció en apenas dos
generaciones, y según estudios se pasó del millón de indígenas a la llegada de los españoles a sólo unos 500 en 1570. En muchas
otras islas hubo también una auténtica extinción, aunque en algunas de las Pequeñas Antillas el fenómeno fue posterior y a
consecuencia de colonizaciones de otros países europeos. En México central, la zona de poder azteca y el núcleo de población
más numeroso de todos los territorios conquistados por los españoles, también hubo una catástrofe demográfica, pero no de una
forma tan radical como en el Caribe. Algo parecido sucedió también en el caso del Perú.

La tradición culpa de la catástrofe demográfica a las matanzas de indígenas realizadas por los españoles, y, aunque
ciertamente las hubo, hay muchísimas más razones para explicar este suceso y que influyeron sin duda, como fueron:

 Las transferencias de población, voluntarias o forzosas, causadas por la presencia de los españoles.
 Los malos tratos.
 Las exigencias fiscales.
 Los abusos en la utilización del trabajo indígena derivados de la encomienda, que asignaba cupos de indios obligados a
trabajar para los conquistadores.
 Cambios ecológicos como nuevos animales.
 El impacto psicológico de la conquista.
 Las enfermedades infecto-contagiosas que llevaron los europeos a las nuevas tierras fueron sin duda una de las grandes
culpables de la catástrofe demográfica, ya que se cebaron en unas poblaciones que habían permanecido aisladas a ese
tipo de enfermedades del resto del mundo. Viruela, sarampión, gripe, malaria, fiebre amarilla, etc., causaron enormes
mortandades y se convirtieron en endémicas, permaneciendo algunas de ellas hasta tiempos muy recientes.

Desde comienzos del s. XVI fue necesario repoblar los espacios más afectados, para lo que se recurrió a la importación de
mano de obra esclava procedente de África, que cambiaría para siempre la población de zonas como el Caribe.

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Tema 2: La expansión demográfica y las transformaciones económicas Por: Gabriel Melis (UNED)

Características de la demografía “antigua”. Los factores demográficos.


El problema de las fuentes.

Una de las principales características del régimen antiguo o de la Europa preindustrial es la ausencia de fuentes, al menos hasta
el siglo XVIII debido a la inexistencia de la noción individual, por ello no existen fuentes demográficas y se deben recurrir a fuentes
indirectas como censos, recuentos y registros parroquiales para dar una cifra aproximada. Los recuentos de población se realizaban
con una finalidad fiscal o militar, ofreciendo datos de número de fuegos (hogares) o vecinos (cabezas de familia) lo que obliga a utilizar
un coeficiente multiplicador para aproximarnos a las cifras de población.

Con excepción de los riveli di beni et anime del reino de Sicilia realizados periódicamente donde al número de fuegos de cada
localidad se les añadía el número de habitantes, reparto por sexos y en el caso de los hombres el número de menores de 18 años
además de otros datos de interés económico. Los registros parroquiales también nos ofrecen datos individuales de bautizos,
matrimonios que aparecen a finales de la edad media y generalizados en el mundo católico por la obligatoriedad de registrarlos desde
el concilio de Trento y defunciones, registro obligatorio desde 1614.

Encontramos también registros parroquiales en el mundo protestante, incluso con mayor efectividad que en los territorios bajo
la influencia de la iglesia de Roma. En Inglaterra desde 1538 se realizaron de forma generalizada, en Suiza el temprano éxito de la
reforma hizo que los registros parroquiales surgieran en 1520, en otros países protestantes comienzan más tarde. Los registros son la
mejor fuente para reconstruir la demografía a pequeña escala, indicando las tendencias demográficas en un determinado lugar y
momento, ofreciendo datos de interés como la edad de acceso al matrimonio, índices de natalidad y mortalidad, esperanza de vida.
Encontramos un mayor problema a la hora de reconstruir la demografía de espacios mayores, contando con recuentos no siempre
fiables.

Ante la falta de fuentes directas fiables se debe recurrir a fuentes indirectas, las únicas de las que disponemos, como viajeros
que llegan a una determinada población y dan una cifra de sus habitantes, cronistas que realizan el recuento de muertos tras una
batalla, testigos o contemporáneos que dan la cifra de fallecidos en una localidad tras una epidemia. En ocasiones cuando se realizan
estudios posteriores sobre fuentes fiables se comprueba su alto grado de error.

Características.

Dos de las características básicas del régimen demográfico antiguo eran las altas tasas de natalidad y mortalidad con una media
de entre 35 y 45 por 1000 y una mortalidad ordinaria de entre 30 y 40 por 1000. Las razones de esta alta mortalidad son varias:

 Una producción agraria dependiente de la climatología.


 La existencia de amplios grupos mal alimentados.
 Mala distribución de la riqueza
 Precariedad de la higiene.
 Escasa capacidad de la medicina
 Alta tasa de violencia (duelos, violaciones, venganzas, ajustamientos…)

A pesar de ello existía un crecimiento aunque débil, pero existían otros motivos que mermaban la población, las llamadas
mortandades catastróficas o extraordinarias como: Hambrunas, Guerras o Epidemias. Ello dejaba unos saldos de mortandad dos o tres
veces superior al número normal, incidiendo la importancia cuanto mayor era el territorio afectado. Pocos morían por enfermedades
degenerativas, siendo las principales causas, virus, bacterias y otros microbios, contribuyendo las malas condiciones higiénicas,
agravando ello en zonas con mayor densidad de población, el agua de los pozos no era siempre potable y las personas convivían con
todo tipo de animales domésticos, además de ratas, chinches y otros parásitos. Los ejércitos se solían convertir en focos de contagio.

Tras las catástrofes aumentaba la nupcialidad, los jóvenes adelantaban la edad del matrimonio y crecía la natalidad. En las
localidades con gran presión demográfica sobre los alimentos volvía un equilibrio tras la mortalidad extraordinaria, lo que aliviaba las
tensiones en la localidad.

La naturaleza era un factor importante que incidía en los índices demográficos. Así pues, un clima favorable incidía en buenas
cosechas, consiguiendo así unos organismos más fuertes, lo que provocaba un aumento demográfico natural, de lo contrario, con un
clima adverso que provocaba malas cosechas, los organismos eran más débiles, se disparaba la mortandad, por hambre,
enfermedades o el consumo de enfermedades en mal estado.

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El saldo vegetativo era el resultado final, medido en un periodo concreto, diferenciando el saldo vegetativo positivo o negativo
según el crecimiento o disminución de la población. A los datos de mortalidad y natalidad o nupcialidad debemos añadir un tercer
dato, las migraciones, favoreciendo el crecimiento en los lugares de destino pero perjudicando de la misma manera a los lugares de
origen.

Las migraciones dejan una escasa huella documental por lo que de nuevo la fuente a la que volvemos a recurrir son los registros
parroquiales que recogen datos sobre la procedencia de las personas de fuera de la parroquia. Podemos diferenciar entre:

Migraciones temporales movimientos estacionales en busca de trabajo (Pastores, segadores, vendimiadores)


Migraciones definitivas del mundo rural a las ciudades, uno de los principales motivos del crecimiento
demográfico en las ciudades, debido a que el saldo vegetativo era negativo por la alta
mortalidad de los sectores más pobres, llamado urban penalti
Migraciones permanentes por causas religiosas debidas a la reforma, o las de Europeos en dirección al nuevo mundo.
Migraciones forzadas como las de los esclavos negros hacia América.

Las epidemias

Las principales epidemias provenían de Oriente y el mundo turco donde podemos diferenciar

La peste: Protagonista a mediados del siglo XIV y que permaneció en Europa buena parte de la edad
moderna hasta el siglo XVII, provocada por un bacilo que portaba un tipo específico de pulga
de las ratas y otros roedores, muriendo un alto porcentaje de los afectados (entre 2/3 y 4/5)
El tifus: Ya conocido se manifestó de una manera más agresiva, su origen fue en el sitio de Granada
donde soldados procedentes de Chipre que contagiaron a la población. La enfermedad se veía
favorecida por malas condiciones higiénicas y se trasmitía por medio de un piojo parásito del
hombre. Tenía un índice de mortalidad del 20% de los casos.
Otras enfermedades: Viruela, Sífilis, Sarampión, difteria, gripe o paludismo.

La mortalidad catastrófica mermaba considerablemente a la población llegando a la cuarta parte de la población o 1/3, a los
fallecidos debemos sumar los que huían temporalmente o definitivamente del lugar. Las epidemias además provocaron la
desorganización del sistema productivo, provocando el abandono de campos y la destrucción de cosechas, incidiendo sobre lactantes
y niños lo que provocaba una muesca en las pirámides de edades que duraría décadas.

La reacción hacia estas epidemias y a falta de una medicina carente de remedios se recurría a remedios de carácter esotérico, se
efectuaban cordones sanitarios hacia los afectados, tapiando puertas y ventanas de sus casas, dejando en el interior personas sanas,
lo que provocó la muerte de familias enteras. Las poblaciones fomentaron el odio hacia extranjeros acusados de envenenar el agua y
el aire, teniendo un sentimiento xenófobo y antisemita. El remedio más eficaz fue el aislamiento que por otro lado conseguía frenar
epidemias. Pronto se exigió a las embarcaciones patentes de sanidad que certificaran que no provenían de puertos sospechosos,
práctica que se extendió al transporte terrestre.

Una vida corta y difícil.

La esperanza de vida se situaba entre 25 y 35 años, con una ligera ventaja de las mujeres sobre los hombres. En dicha medida
afectaba la mortalidad infantil, uno de cada cuatro nacidos moría el primer año de vida, una cuarta parte moría antes de alcanzar los
10 años, 1 de cada 4 nacidos llegaba a la edad avanzada (40 o 50 años) siendo a los 60 años considerado anciano. Las pirámides de
edad del antiguo régimen se caracterizan de esta manera por una base ancha, siendo los menores de 15 años el 90% de la población,
la baja productividad no soportaba tasas de dependencia del 50 o 60% lo que obligaba al trabajo a niños, ancianos o mujeres
embarazadas.

Los niños eran vulnerables a las enfermedades infecciosas, la mortalidad infantil era elevada entre niños expósitos internados en
hospicios donde se alcanzaban cifras del 80 o 90% de fallecidos antes de los 6 años. La mortalidad era también elevada en las mujeres
en edad fértil donde un porcentaje elevado moría en el parto o como consecuencia de él. La cantidad de viudos y viudas hacía que las
segundas nupcias eran frecuentes y que dos tercios llegaran a ser familias completas (término utilizado para aquellas familias donde
los conyugues sobreviven durante todo el periodo fértil de la mujer).

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La media de número de hijos no era excesiva, por la reducción de la edad fértil de la mujer a causa de una mala alimentación y el
envejecimiento prematuro. La edad del primer matrimonio era tardía, de 25 o 26 años para la mujer y 28 y 30 años para los hombres,
variando esta media en cada territorio, dependiendo de la herencia y de la propiedad familiar. Entre el 10 y el 20% de las mujeres
permanecían célibes. La media de hijos fuera del matrimonio era reducida, siendo de entre un 1 y un 5%, sin contar los hijos
anticipados, nacidos antes del matrimonio.

La ciudad

Las ciudades fueron el motor del crecimiento económico, en ellas actúan los agentes económicos que controlan tanto
manufacturas como el comercio a gran escala. Son los principales centros de consumo que estimulan la demanda y los lugares donde
confluyen capitales, rentas y sedes de las principales instituciones. La vida urbana presentaba ciertas ventajas para los más
necesitados y mayor libertad, entre ellas un menor peso general de la fiscalidad directa o mejor organización de la asistencia y la
caridad. Pero también presentaba riesgos como las precarias condiciones higiénicas y la alta concentración de personas convertía a las
ciudades en focos de infecciones, lo que elevaba la mortalidad.

Es una cuestión compleja definir lo que entendemos por ciudad debido a que, los usos terminológicos de la época, no nos lo
aclara demasiado. El nombre ciudad se concedía como una categoría o distinción, un ejemplo es el de Valladolid, lugar de nacimiento
de Felipe II a la que el soberano le concedió su nombre en 1595, Madrid en cambio a pesar de su capacidad de población, sigue siendo
hoy conocida con la condición de Villa. Otras localidades de Europa recibieron la categoría de ciudad a pesar de contar con una escasa
población. La clave de lo urbano está en las actividades que se realizan en el lugar. Jan de Vries señala 4 criterios básicos para
distinguir una ciudad:

 Población  Densidad demográfica


 Proporción de actividades no agrícolas  Diversificación de la estructura productiva

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Para ser considerada ciudad una localidad debe alcanzar una posición elevada en cada uno de los criterios citados. El mínimo de
población es una cuestión más compleja pudiendo variar el umbral desde 12.000 habitantes a estar por debajo de los 5.000, aunque
está claro que cuanto mayor es el umbral más carácter urbano posee la localidad. Por otra parte la idea de red urbana implica la
existencia junto a los centros más poblados centros más pequeños desarrollando la comercialización y distribución de productos
agrícolas, diversos tipos de producción manufacturera así como funciones administrativas, religiosas y educativas.

Las ciudades

La segunda mitad del siglo XVI fue el periodo en el que se dio el mayor incremento en el porcentaje de población urbana.
Tomando el umbral de 10.000 habitantes para distinguir una ciudad de un núcleo rural. Según Jan Vries la población urbana aumento
desde un 5,6% en 1500 a un 6,3% en 1550 y un 7,6% en 1600. El efecto principal de auge ciudadano del siglo XVI fue la articulación de
una red urbana imprescindible para el desarrollo de la economía capitalista. Las zonas con mayor índice de urbanización del
continente coinciden con las más densamente pobladas. Los porcentajes más altos de urbanización los encontramos en Países Bajos y
Norte de Italia en esta última con 15,8% en 1500 y 24,3% en 1600 situándose a la cabeza seguida por el territorio de la actual Bélgica,
con un peso urbano en 1500 de 22,7% en 1500 que descendió al 18,8% en 1600. En conjunto la zona más urbanizada era el área
mediterránea, superada en el siglo XVII por la Europa Noroccidental. En 1600 los porcentajes de población urbana en Portugal eran de
14,1% y en España de 11,4%, en Inglaterra y Gales 5,8%. Países como Alemania, Polonia, Austria, Suiza, Escocia encontramos un bajo
porcentaje.

En 1500 las dos principales ciudades en torno 200.000 habitantes fueron París y Nápoles superando esa cifra Estambul. En el
1600 las tres crecieron con fuerza superando, 300.000 en París, 281.000 en Nápoles (siendo una excepción debido a su baja densidad
demográfica y estar poco urbanizado), y Estambul, que algunos datos apuntan que a finales del siglo XVII llegó a los 700.000 o 800.000
habitantes. A finales del siglo XVII Londres se acercaba a París por su evolución que siguió hasta convertirse en primera ciudad con
50.000 almas en 1500, 70.000 en 1550 y 200.000 en 1600.

Ante el fortalecimiento de los poderes monárquicos las ciudades que más se benefician del auge urbano son las capitales
políticas, así tenemos el ejemplo del crecimiento del Londres del siglo XVI que además de ser un importante puerto marítimo fue
capital política, Nápoles y París también fueron capitales políticas. Algo similar ocurre en Lisboa con 100.000 habitantes o Sevilla que
paso de 45.000 a 130.000 y otros puertos como Amberes o Ámsterdam. Todas ellas pertenecían al grupo que superaban los 100.000
habitantes junto a Milán, Venecia, Madrid, o Roma, estas dos últimas debían su éxito a la capitalidad política. En Sicilia tenemos otras
dos ciudades que superan los 100.000 habitantes Palermo y Mesina, compitiendo por la capitalidad política y siendo puertos
importantes.

En un tercer escalón encontramos ciudades por encima de los 60.000 habitantes como Génova, Florencia, Bolonia, Valencia,
Viena, Lyon o Rouen. Dudas presenta Moscú que pudo sobrepasar los 100.000. Con una población entre 30.000 y 60.000
encontramos un número mayor de ciudades como Bruselas, Gante, Leiden, Haarlem, Hamburgo, Núremberg, Dazig, Augsburgo,
Colonia, Praga, Verona, Cremona, Burdeos, Marsella, Toledo, Barcelona, Valladolid, Granada o Cordoba.

Crecimiento y crisis
La economía de subsistencia

Encontramos un sistema económico donde las estructuras medievales conviven con las estructuras del naciente capitalismo, ello
ha llevado a la historiografía a hablar de tardofeudalismo o feudalismo tardío. La población europea no podía plantearse otra
aspiración económica que no fuera la subsistencia. El objetivo prioritario de la producción era la alimentación básica, la tierra como
medio de producción estaba en manos de los grupos dominantes. Además de la alimentación la subsistencia también implicaba
vestirse y tener una vivienda. Estas tres necesidades determinaban las funciones esenciales de la actividad económica: la producción
agrícola y ganadera de los artículos que componían la dieta imprescindible: cereales, vid y algún ganado doméstico que proporcionaba
huevos, leche y carne; una artesanía textil basada en la materia prima disponible y una serie de oficios dedicados a la construcción.
Existía la exigencia de que existiera gente dedicada a los metales, para desarrollar útiles de labranza, el herrado de caballerías o la
construcción entre otros y de expertos capaces de hacer cuerdas o serrones con fibras textiles.

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La producción específica se adaptaba a suelos, altitud y climatología. En el entorno del Mediterráneo era importante el olivo y en
zonas más restringidas productos arbóreos como frutos secos o la morera. En los climas más húmedos y fríos del norte era frecuente
la producción de lúpulo para la obtención de cerveza, también plantas destinadas a la producción textil como el lino o el cáñamo. En el
NE europeo (países bajos y Báltico) podemos distinguir en zonas altas y húmedas destinadas al ganado vacuno distinguiéndose del
ganado ovino propio de zonas más secas y áridas. Distinguimos así en las localidades rurales una actividad primaria agrícola o
ganadera y una actividad artesanal. Se debe tener en cuenta una reducida actividad comercial, la falta de vías de comunicación
dificultaba el intercambio, encareciendo así el producto, no obstante existía un comercio fluvial y marítimo que posibilitaba el
comercio, acrecentando así la importancia de los puertos que recibían productos de los lugares más alejados, incluyendo el comercio
caravanero de Asia y África.

Pierre Chaunu establece la teoría de los círculos de comunicación, donde dice que más del 90% de los productos que consumía el
campesinado procedía de un círculo de 5 kilómetros. Bartolomé Bennassar amplia este radio a 2 o 3 leguas lo que supone el doble de
lo calculado por Chaunu. Dicho círculo era la comunidad o parroquia a la que pertenecía el campesino. El 9% de lo consumido eran
productos secundarios, ampliando a un segundo radio de unos 20 a 40 kilómetros que coincidía con la región viniendo este producto
de mucho más lejos, proveniente del mercado, la feria comarcal o una ciudad cercana, en los que el trasporte apenas carecía el precio
del producto. El 1% restante, destinado a gente con mayor capacidad de consumo, correspondía a un comercio de más larga
distancia, reservado a productos lo suficientemente valorados para resistir el encarecimiento por el transporte. Debemos aplicar con
prudencia tales magnitudes, la progresiva especialización productiva en ciertas regiones en (cereales, seda y otros bienes) amplió
necesariamente la proporción del mercado a media y larga distancia. La coyuntura también modificaba las cosas, ante dificultades
alimenticias era necesario traer cereales desde lejos, frecuentemente subvencionados por las autoridades locales para evitar una
excesiva repercusión en su precio a tales costos.

Expansión demográfica y dinamismo social.

Una de las características del siglo XVI es la expansión demográfica, volviendo a una fase de crecimiento tras la crisis de la peste
negra de 1347 que duró unos cien años. Hacia 1450 se invierte la tendencia dando paso a un siglo de incremento de población, con
diferencias regionales en su expansión tanto en cronología como en intensidad y también en el límite final de dicha fase expansiva,
percibiéndose en algunas zonas hacia los años 70 del siglo XVI y en otras no llego hasta principios del siglo XVII.

Fuentes y cifras

Resulta difícil calcular las cifras de grandes espacios, ofreciendo en los cálculos solamente cifras aproximadas. Si era difícil
calcular las cifras de un país mucho más difícil es calcular las cifras de Europa no solo por determinar las fronteras de ésta, sino
también por la falta de datos fiables. Entre el 1300-1340 Europa alcanza una población elevada, llegando al límite del crecimiento
demográfico de la edad media. Difícil resulta también calcular la caída demográfica de la crisis posterior, a la que se le atribuye un
retroceso de más de 1/3 de la población, con picos del 60% en países del Norte. El cambio de tendencia en la segunda mitad del siglo
XV hizo que en Europa contara en el 1500 con 84 millones de habitantes, mientras que en el 1600 serían de entre 97 y 111 millones
de habitantes aumentando la cifra un 14,3%.

Parece que a lo largo del siglo XVI el Oeste de Europa recuperó los niveles de población de antes de la peste negra, superando la
población en el Este. En algunas zonas el crecimiento se ve frenado debido a un cambio de coyuntura en la última década del siglo XVI,
por abundancia de malas cosechas, aumentando el precio de los cereales que constituían el 40 o 60% del presupuesto de una familia
pobre, en ello influyó la intensificación de las guerras y los brotes epidémicos. Es difícil también calcular la población en el conjunto de
la población mundial, Jean Nobel Biraben se atreve a realizar una estimación aproximada:

Continente Población en 1500 Población en 1600 Crecimiento


Millones Porcentaje Millones Porcentaje Por mil
África 87 18,9 113 19,6 +2.62
América 42 9,1 13 2,2 -11.66
Asia 245 53,1 338 58,5 +3.22
Europa 84 18,2 111 19,2 +2.79
Oceanía 3 0,7 3 0,5 0
TOTAL: 461 100 578 100 +2.26

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Según Livi Bacci, en 1550 solo eran fiables los datos de Inglaterra, Holanda, Francia, Italia y España, que representaban
aproximadamente el 52% de la población Europea sin contar Rusia, Francia era el país más poblado con 19,5 millones, seguida de
Italia con 11,5, España 5,3, Inglaterra 3 y Holanda 1,3. En la segunda mitad de siglo, Francia no creció, como consecuencia de la grave
crisis que supusieron las guerras de religión. Jaques Dupaquier cifra la población de Francia en 15 millones en 1550 y 18,5 en 1600. En
Italia la población pasó a ser de 13,5 millones, suponiendo un crecimiento de 17,39 %. En España la población en 1600 pasó a ser de
6,7 millones lo que supuso un incremento del 26,41 %. En Inglaterra encontramos una población de 4,1 millones en el 1600, es decir,
un incremento del 36,66 % un incremento que coincidió en la segunda mitad del siglo XVI con el reinado de Isabel I.

El crecimiento más moderado


lo encontramos en Holanda con 1,5
millones de habitantes en 1600,
donde influyó la guerra de los
países bajos tras su levantamiento
contra España en 1566, aunque
también su capacidad de
crecimiento era menor que en
otras áreas de Europa menos
pobladas como Inglaterra o España,
lo que nos lleva a considerar no
solo las cifras de población
absoluta sino también las cifras de
población relativa, es decir, la
población expresada en número de
habitantes por Km2.

En 1500 Holanda superaba los 60 habitantes por Km2, llegando Flandes a los 70 siendo 40 la media del conjunto de los países
bajos. Estando tanto Holanda como Flandes entre los territorios más densamente poblados de Europa. Las densidades ofrecen
variaciones en un mismo país, como es el caso de Italia que ofrece cifras de aproximadamente 35 a 40 habitantes por Km2, pudiendo
ser la diferencia entre dos regiones de 10 a 1 como en el caso de Lombardía con una densidad de población en el 1600 de 100 a 120
habitantes por Km2, mientras que el resto del centro norte italiano encontramos cifras entre el 50 y 80 o 15 en Córcega y Cerdeña. En
Francia encontramos una media de 35 habitantes por Km2 y en España entre 15 y 17, de nuevo teniendo en cuenta las diferencias
regionales dentro del país, con la meseta Norte con 20 habitantes o Aragón con 8 de media. Las zonas de mayor población de Europa
eran el Norte de Italia, países bajos, además de las cuencas de Londres y París, partes de los valles del Rin y el Danubio y tierras en
torno a Nápoles y Roma.

En el otro extremo están las zonas despobladas, por causa de condiciones naturales como montañas, zonas pantanosas o porque
fueron abandonados cuando retrocedió la población con la crisis bajo medieval. El crecimiento de población del siglo XVI supuso la
recuperación de terrenos baldíos y saneamientos de marismas y zonas pantanosas y la conquista de tierras al mar. Entre 1550 y 1650
se recuperaron cerca de 162.000 hectáreas de tierras cultivables y un incremento demográfico de 600.000 personas. Hubo también
saneamientos en Inglaterra, Francia o en el valle de Po en Italia.

Causas del crecimiento

Diversos factores favorecieron el crecimiento de la población, el principal una coyuntura favorable en climas, cosechas,
frecuencia de las epidemias, trabajo, producción, los salarios, ningún factor cambió sustancialmente pero el resultado fue positivo.
Hubo un ligero adelanto de la edad del matrimonio y un aumento de la natalidad, propios de buenos tiempos y un aumento del
optimismo que era una respuesta psicológica a nuevas oportunidades. Hubo un aumento de la esperanza de vida, lo que aumento el
periodo fértil de la mujer, así como una pérdida de prestigio del celibato religioso, llegando a desaparecer en los países protestantes,
favoreciendo de este modo la natalidad.

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Se redujo la mortalidad tanto ordinaria como extraordinaria. En cuanto la primera, el crecimiento de la población estuvo
respaldado por las posibilidades que ofrecía la tierra, con la incorporación en toda Europa de las rotulaciones, incorporando el cultivo
de tierras anteriormente incultas, muchas de ellas abandonadas durante la crisis del siglo XIV. La mejora en la alimentación se vio
favorecida por la mejora en los trasportes, permitiendo en tiempos de dificultad que los cereales llegaran con más facilidad que antes,
como es el caso del trigo Báltico. También influyó a ello los esfuerzos de las autoridades civiles, en especial los países protestantes y
los avances en los países católicos.

En cuanto a la mortalidad extraordinaria, las crisis fueron menos duraderas y menos desastrosas, sin olvidar que la peste seguía
estando presente en especial en las grandes ciudades, habiendo tres periodos de gran difusión entre 1520-1530, 1575-1588, y 1597-
1604. Además de la peste encontramos el Tifus, la malaria, la viruela que afectaba a niños causando graves crisis a finales del siglo XVI
o el sarampión y la tosferina.

Una enfermedad nueva que se difundió en toda Europa fue la Sífilis, probablemente de procedencia americana, apareciendo por
primera vez entre soldados franceses en las campañas de Nápoles. Extraña fue, en el siglo XVI la enfermedad del sudor inglés que
provocaba la muerte en cuestión de horas y que protagonizó epidemias entre 1485 y 1551, extendiéndose por Europa hasta Rusia en
1528, y desapareciendo en 1551. Debemos contar también los microorganismos que los europeos llevaron al nuevo mundo
provocando mortandades catastróficas muy superiores a las de las pestes debido a que los indígenas no habían desarrollado defensas
biológicas.

Las guerras siguieron persistiendo generando un buen número de víctimas. Además debemos contar con las malas condiciones
higiénicas de los ejércitos con consecuencias sobre la salud de sus integrantes y de los territorios en que se encontraban. El avance
demográfico del siglo XVI no fue por que las condiciones fueran buenas, sino porque no era tan mala como en etapas anteriores. El
aumento de población no siempre respondía a un saldo favorable, la llegada de fuentes de fuera tuvo una responsabilidad en el
resultado. La emigración más constante pudo ser la del campo a la ciudad, buscando mejores condiciones de vida.

Otro tipo de migración importante fue la motivada por causas religiosas o raciales, como las de los judíos en España en 1492 que
fueron expulsados al no querer convertirse al cristianismo, movilizando entre 80.000 y 100.000 personas hacia diversos territorios del
Mediterráneo, llegando a zonas bajo dominio turco. Mayor envergadura encontramos en los movimientos de gente de distinto clero
causada por la Reforma (Alemania, Suiza, Francia, Bohemia o Inglaterra…)

Otras dos migraciones importantes fueron las que se produjeron en dirección a América o al imperio colonial portugués, la
primera afectó sobre todo a Castilla llevando al nuevo mundo unas 250.000 personas que a su vez mermó a la población española, lo
mismo que supuso la emigración portuguesa. A estas migraciones debemos sumar el tráfico de esclavos desde el Golfo de Guinea
hasta América. La marcha de gentes hacia otros continentes dejo un saldo negativo en Europa occidental, sobre todo en España y
Portugal, por el contrario apenas vivió gente de fuera de ella, exceptuando esclavos o musulmanes apresados.

Primeros síntomas de crisis

En los últimos compases del siglo XVI se dan los primeros indicios de que la expansión demográfica empieza a detenerse. Una de
las causas estuvo en la tensión entre población y producción alimenticia, ya que a medida que la población aumentaba crecía la
presión sobre la tierra cultivable, extendiéndose a costa de áreas boscosas y aprovechamientos comunales. Subió el precio del cereal,
más que otros artículos, y también fueron más frecuentes las malas cosechas, quizás por un enfriamiento climático. Las epidemias
fueron más frecuentes, según Bartolomé Bennassar existieron 4 brotes graves:

1563-1566: Atlántico Norte y Mediterráneo, 43.000 muertos en Londres en 1463 según estimaciones de
contemporáneos.
1575-1578: Italia, Provenza, Marsella y valle del Rin.
1589: Costa española del Mediterráneo y Languedoc con 10.935 muertos en Barcelona.
1596-1601: Gran peste atlántica, el contagio más mortífero de todo el siglo. Desde los puertos alemanes se
extendió a países bajos, amplias zonas de Francia, Castilla, Galicia, Portugal, Extremadura, Valle del
Guadalquivir, huerta valencia, huerta vasca, hasta Marruecos, Canarias o las Azores. Solo en España
produjo 500.000 a 600.000 muertos hasta llegar a un millón en el conjunto de piases donde afecto. A
diferencia de lo habitual (brote de peste desde el mundo turco), este brote vino del norte.

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La sociedad estamental y los conflictos sociales

La sociedad estamental y los grupos emergentes

Las nuevas monarquías del renacimiento solo pudieron progresar al imponer cierto grado de dominio sobre la nobleza, pasando
a ser ésta nobleza cortesana. En España o Inglaterra, tras la guerra de sucesión en castilla (1475-1479) o la de las rosas en Inglaterra
(1455-1488) surgieron familias nuevas, facilitando así el control de la monarquía, aunque ello también se vio favorecida por la
personalidad de los reyes, imponiendo castigos a los nobles que se oponían a su poder o las amplias oportunidades que, en el caso de
España, ofrecían la política hegemónica y de gran cantidad de territorios, especialmente a partir de Carlos V. Las cosas fueron más
complejas en territorios como Francia, donde el poder real no se impondría a la nobleza hasta finales del siglo XVII o en el imperio
donde nobles y señores laicos o eclesiásticos tenían un poder territorial efectivo que se resistían a perder. En Polonia en cambio, la
nobleza impidió cualquier avance del reforzamiento de la autoridad real. El desarrollo de la nobleza cortesana implico algunas
trasformaciones decisivas:

 Trasferencia de la residencia familiar a la corte, convirtiéndose en capitales políticas.

 Construcción de hermosas residencias urbanas, abandonando durante largos periodos de tiempos sus castillos y palacios de
sus territorios, dejándolos en manos de administradores.

 Reforzó su perfil político ocupando cargos de gobierno, virreinatos o embajadas, abandonando la función militar.

El gasto desmedido, la vida cortesana, la emulación y el desprecio de sus rentas ante la inflación de los precios, llevó en muchos
casos a un proceso de endeudamiento, encontrando los primeros síntomas a finales del siglo XVI, llegando su culminación al siglo
siguiente.

El desarrollo del mundo urbano y la importancia política y económica de las ciudades, en territorios como Italia, llevó a una
distinción entre la nobleza tradicional (feudal) vinculada a la explotación de sus grandes dominios, propia del Sur, y una nobleza o
patriciado esencialmente urbano que en ciudades como Venecia o Génova, tenía una participación decisiva en los negocios.

El escalón superior en la nobleza castellana era los grandes de España, categoría creada por Carlos V en 1525 contando con 25
miembros (32 a finales de siglo) donde figuraban los duques y otros títulos importantes. Podían permanecer cubiertos delante del rey
y recibían por parte de éste el trato de primo. Por debajo de ellos estaban los títulos de Castilla que durante la centuria pasó de 35 a
87. En Inglaterra la nobleza más elevada eran los pares del reino que a lo largo del siglo XVI pasó de 43 a 58 y en Francia de 6 a 28. La
nobleza menor también sufrió cambios. Sus denominaciones variaban en cada territorio:

España: caballeros, infanzones, hidalgos


Francia: Chevalier, écuyer, gentilhome
Inglaterra: knight, Squire, gentleman
Alemania: ritter, schildknappe.

Tenían un origen militar que les distinguía, pero con los cambios producidos en la forma de hacer guerra y el incremento de
infantería, perdieron su razón de ser, por ello en muchos casos esta nobleza se encontró con dificultades para subsistir, pudiendo en
ocasiones formar parte de revueltas o llegando a realizar bandolerismo.

Un tercer factor que explica el desclasamiento de esta nobleza menor fue la apertura del estamento a personas con suficientes
medios de vida como para aspirar a formar parte de ella, deseosas de gozar de sus privilegios y exenciones. Las monarquías
estimulaban el proceso, no solo por incrementar sus ingresos con la adjudicación de títulos sino también para ampliar la base social en
la que se apoyaba. En Inglaterra la venta de las tierras confiscadas a la iglesia dio paso a un grupo social nuevo, la gentry, caracterizada
en el ámbito rural, no necesariamente de origen noble y no obsesionada por la sangre, que se convirtió en uno de los elementos de
articulación rural durante la dinastía Tudor.

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En el siglo XVI también debemos tener en cuenta a los burgueses, gentes procedentes del común que podían tener un nivel de
vida igual o superior al de los nobles, podían ser banqueros, recaudadores de rentas entre otros, algunos empezaron a ennoblecerse,
incrementándose el numero en el siglo XVII. Otros burgueses, más numerosos actuaron a menor escala, destacados en el estado llano
metidos en la burocracia de las nuevas monarquías, podían ser gente experta en derecho, letristas juristas, muchos de ellos se fueron
integrando en la nobleza a pesar de la oposición de la vieja nobleza.

La Sociedad Estamental Por: Laura Aguión Machuca (UNED)

La característica esencial de la
sociedad del Antiguo Régimen era la
división horizontal por estratos,
procedente del medievo. El
estamento era una unidad real de
identificación social en una
comunidad definida por la jerarquía,
el honor y el prestigio. Se basaban
en tres estratos: oratores (clero),
bellatores (nobleza) y laboratores (el
común). Los dos primeros se
encargaban del culto y la defensa de
la comunidad, respectivamente, y el
tercero debía sustentarlos. La ley
reconocía y se basaba sobre el
principio de desigualdad de los
grupos. Los dos primeros tenían
leyes privadas (privata lex). Eran los
privilegiados. Es resto, el estado
llano o el común, estaba sometido a
la ley general y casi carecían de
privilegios; se estructuraban a partir
de colectivos y tenían situaciones legales distintas.

Los privilegiados eran los que podían tener algún trato individual, si habían destacado por algún mérito específico, o reconocido
por el rey algún servicio individual distinguido. Pero, con todo ello no conviene exagerar la consideración individual, lo importante era
la dignidad en sí misma, no quién fuera en un momento concreto su titular. Hasta el rey tenía muy presente este concepto de
colectividad: cualquier casa o dinastía llevaba un peso muy grande además de numerosas obligaciones.

Las Noblezas

Desde el punto de vista jerárquico, se situaban por detrás del clero. Dentro de este estamento había muchas diferencias y
“niveles”, desde la alta nobleza al simple hidalgo de pueblo. Y en principio, los privilegios unificaban a todos, aunque no así la riqueza,
ni la capacidad política o el estilo de vida. Todos tenían privilegios fiscales, al igual que el clero. Al principio solo estaban exentos de
pagar los impuestos directos pero lograron hacerlos extensivos a los indirectos, tendiendo hacia una progresiva implicación fiscal de la
nobleza. Existían también privilegios jurídicos, siendo juzgados en tribunales específicos; y privilegios penales, por los cuales no podían
ser azotados, apresados por deudas o sufrir penas deshonrosas, y la decapitación estaba reservada como pena capital en lugar de la
horca.

Había una alta nobleza, con títulos (duque, marqués, conde,


vizconde, barón) vinculados a extensos feudos, base de su
prosperidad económica y su poder territorial. En ellos, ejercían
funciones de gobierno, administración y justicia por la que percibían
impuestos. Si eran titulares de las tierras, cobraban las rentas
derivadas de dicha propiedad, en dinero o especie; y en algunos
lugares también tenían derecho a prestaciones por parte del
campesinado. En la Edad Moderna, y en los países donde evolucionaron las nuevas formas políticas basadas en el reforzamiento real,
la gran mayoría de estos altos nobles titulares de grandes señoríos se convirtieron en colaboradores de los reyes en la administración
territorial, abandonando indisciplina feudal.

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El aumento de poder real dio lugar a que la principal nobleza residiera gran parte del año en la corte y, como consecuencia,
recibiera importantes cargos, rentas, honores y recompensas y, a la vez rivalidades y pugnas de poder y favores. El estilo de vida
noble, de lujo y dispendio, se reforzó en la corte. Los cargos públicos recibidos del rey eran una gran fuente de enriquecimiento y que,
en bastantes ocasiones, tardaban en ser pagados, teniendo que aportar sus propios recursos, obligados a mantener la vida de lujo
excesivo que exigía su condición.

El feudalismo moderno se diferencia del medieval por su sometimiento y colaboración con el poder real. En Europa se va
diferenciando una alta nobleza que se va transformando en una clase de terratenientes privados (Inglaterra, Países Bajo y países del
norte), de un segundo tipo de nobleza que se va extinguiendo (Mediterráneo) con distintos modelos regionales (Francia, España,
Italia) y la supervivencia feudal meridional e insular; y un tercer tipo de nobles en la Europa centro-oriental, en la que el feudalismo se
convierte en un elemento estructural.

En la Edad Moderna se fueron extendiendo hacia el norte instituciones similares al mayorazgo castellano, por el cual el título y el
patrimonio pasaban exclusivamente al primogénito varón (procedente del Derecho romano), garantizando así la potencia y riqueza
del linaje, aunque había que dar salida a los segundones e hijas, obligando a importantes gastos compensatorios, dotes, etc., siendo
“colocados” en el ejército, la Iglesia o la universidad (que daba acceso a la burocracia), puestos que les estaban reservados. El
mayorazgo suponía la amortización de las propiedades, quedando vinculadas a la casa nobiliaria, salían del libre comercio y no podían
ser vendidas sin el permiso real. En momentos de apuros, intervenía el rey nombrando un administrador para que saneara las
cuentas, pagara a los acreedores y mantuviera dignamente al noble apurado (en concepto de alimentos). El mayorazgo servía para
proteger el patrimonio de las ambiciones ajenas y de la mala gestión de su titular. Sin embargo y con el tiempo, el rechazo a nuevos
integrantes dio lugar a la concentración en pocas manos grandes patrimonios y títulos nobiliarios.

En España, Carlos V creó la alta nobleza con príncipes de sangre francesa para que pudieran heredar el trono. En Francia o
Inglaterra, los pares de las principales casas nobiliarias se emparentaban en ocasiones con el propio rey. Algunos príncipes de sangre
eran soberanos de pequeños estados. En Inglaterra, la alta nobleza era reducida, exceptuando los escoceses. Todos tenían su lugar en
la Cámara de los Lores. Muchos ocupaban las jerarquías superiores de las órdenes militares de origen medieval, o de las órdenes
cortesanas que se fueron creando en las cortes basándose en las primeras (la Jarretera inglesa, el Toisón de Oro borgoñés que pasaría
a España con Carlos V, etc.). El puesto más alto lo ocupaba el rey. En el seno de las grandes familias, se distinguía el linaje, la casa y la
familia, con tres formas distintas de comunidad de vida que iban de lo genérico a lo concreto (por ejemplo, el linaje de los Mendoza, la
casa sería los duques del Infantado, y la familia cada uno de los titulares sucesivos de dicho ducado).

Con cierta frecuencia se ha tachado a la nobleza de inculta y ociosa, pero como sector social/dirigente, buena parte de sus
miembros se preparaban de forma concienzuda para dicha tarea. A su educación, cultura clásica, latín e historia, se le añadía el
ejercicio, el manejo de la espada o la caza. Muchos conocían idiomas y no pocos poseían importantes bibliotecas, eran mecenas o
coleccionistas artísticos. De hecho, se escribieron muchos tratados sobre la educación, la formación y los valores de la nobleza y la
vida de la corte, igual que ocurría con los príncipes. Hay que tener en cuenta que, hasta que no se consolidó la clase burguesa, el único
modelo social era la nobleza, de ahí el deseo de ennoblecimiento de cuantos ascendían en riqueza, formación u otros medios. Los
nobles con importantes cargos en el gobierno desarrollaron notables carreras que les hizo gozar de una destacada experiencia
política, siendo aprovechada por el soberano en sus consejos de gobierno. Así fue el Consejo de Estado español, que durante el s. XVII
la mayoría de sus miembros atesoraban una dilatada experiencia en política, diplomática o militar. En la E. Moderna, la actividad
militar de la nobleza se fue sustituyendo por la plebeya, aunque los altos cargos los seguían conservando, así como algunas funciones
de gobierno, como en Inglaterra, que ejercían como jueces de paz de la clase inferior.

Además de la más alta nobleza,


también había una nobleza media no
cortesana que vivía en sus tierras y
que solía tener presencia/influencia
en las ciudades cercanas a sus
dominios. La jerarquía de la nobleza
se regía por los títulos, la riqueza y el poder. En lo más bajo estaban los caballeros, hidalgos de Castilla, ritter alemanes, hobereaux
franceses o gentleman ingleses (este último era una mezcla de nobleza y clase media rural con reconocimiento social en su
comunidad). Ninguno poseía títulos, aunque sí, escudos de armas y pequeños señoríos de nivel económico muy variable.
Paralelamente existía una poderosa red clientelar, que recorría verticalmente los distintos estamentos. La integraban, entre otros,
nobles menores, eclesiásticos y gente no perteneciente a la nobleza y relacionada con ella mediante pactos tácitos de protección y
auxilio. Iba desde la corte a los diversos territorios y era capaz de movilizar comarcas y provincias enteras para auxiliar a algún
personaje.

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Los estamentos eran en principio cerrados, aunque en Europa existía una cierta movilidad social. Era difícil ascender (o
descender), pues era cuestión de tiempo (2-3 generaciones). Para ello, debía imitar el modelo de vida noble para su reconocimiento y
gozar así de sus privilegios y exenciones. Dejaban de pagar impuestos y compraban testigos para que ratificaran su condición de
noble. Por otro lado, el rey podía ennoblecer a quien quisiera: originariamente estaba vinculado a destacados servicios en las guerras,
aunque se fue desvirtuando a cambio de dinero.

Asimismo, a medida que se desarrollaron las estructuras administrativas de las nuevas monarquías, los burgueses enriquecidos,
bien por sus oficios públicos o por sus negocios, se fueron integrando en la nobleza mediante la compra de títulos o de oficios que
implicaban la consideración nobiliaria. El ejemplo más destacado es el de la nueva nobleza francesa de magistrados (noblesse de
robe), desarrollada durante el s. XVII. En España se distinguía la nobleza de oficio de la tradicional o de sangre. En Suecia o Dinamarca,
el rey promovió nuevas noblezas basadas en su servicio y de las que formaban parte numerosos extranjeros. Durante el s. XVIII
surgieron las noblezas de servicio en España o Austria partiendo del concepto del honor basado más en los méritos que en la sangre.
Con el tiempo se fue olvidando los orígenes de las distintas noblezas, pues nobles de sangre endeudados se emparentaban con los
ricos burgueses ennoblecidos.

El Clero

Destaca su carácter abierto, ya que lo formaba gente de cualquier estrato. Sus privilegios eran similares a la nobleza aunque
también había muchas diferencias entre sus miembros. El alto clero (cardenales, obispos y abades) compartían con frecuencia la vida
noble, pues en la mayoría de los casos eran segundones de familias nobles. Lo mismo ocurría en los monasterios femeninos. El
masculino se dividía en dos grupos:

El Secular Lo formaba el clero diocesano que dependía directamente del obispo. Eran los monjes y estaban obligados
a vivir en el monasterio bajo las órdenes del abad.
El Regular Lo formaban los frailes que aceptaban vivir bajo las reglas de las diferentes órdenes monásticas o
conventuales.

El monasterio, generalmente, tenía un ámbito rural y compaginaba la oración con el trabajo intelectual o el cultivo de la tierra.
Los frailes vivían en las ciudades y no estaban sometidos a clausura; la mayoría de ellos eran miembros de órdenes mendicantes y
tenían la obligación específica de procurarse el sustento a través de limosnas, por lo que salían a pedir.

Las órdenes femeninas eran muy semejantes a las masculinas, aunque a partir del Concilio de
Trento fueron sometidas a clausura. Dentro, también había grandes diferencias según su origen
social. Los altos puestos estaban reservados mediante cuantiosas dotes. Algunos conventos se
fundaron para las mujeres de la realeza o de la alta nobleza (por ejemplo, las Descalzas Reales de
Madrid).

El clero alcanzó mayor relevancia y poder entre los protestantes. Entre ellos no existían los
regulares ni mujeres religiosas. Había gran diferencia con la Iglesia católica, pues sus riquezas y bienes territoriales eran mucho
menor, y, tras la Reforma, se acentuó. El matrimonio contribuía a paliar las diferencias con el resto de la sociedad. En Inglaterra, los
obispos anglicanos formaban parte de la Cámara de los Lores. En Suecia o Dinamarca, tenían su representación en el parlamento.

Los Burgueses

Por debajo de nobleza


y clero se hallaba el común
o pueblo llano. Existían
grandes diferencias en su
seno según las
posibilidades económicas,
desde los que se habían enriquecido con el comercio o las finanzas, con la agricultura y los que desempeñaban algún importante
oficio tras la universidad, la compra o la herencia del mismo. Todos formaban la creciente burguesía, grupo predominantemente
urbano que contribuiría al fin del Antiguo Régimen, que imitaban el estilo de vida noble (al no haber ningún otro modelo social) y que
tomaron conciencia y siguieron unos ideales plenamente propios avanzados el s. XVIII.

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Muchos participaban en el gobierno de las ciudades que, junto con algunos miembros de la nobleza local formaban el llamado
patriciado urbano. También en las ciudades existían frecuentes tensiones y disputas por el poder entre bandos y clientelas.
Básicamente eran elementos aislados más que integrantes de un grupo definido. El mercader o comerciante era el más representativo
del nuevo burgués. Además ejercía de empresario manufacturero, banquero, cambista o asegurador al no existir especialización de
dichas tareas ni de las mercancías con las que trabajaba. La única diferencia estaba en la escala en la que se movían. Los locales se
movían en medios muy limitados; los internacionales movían importantes capitales.

El Campesinado

Era el resto del estado llano, junto con los habitantes de las ciudades. Sus diferencias dependían de su situación jurídica y de su
relación de propiedad con la tierra. La diferencia inicial estaba entre los campesinos que trabajaban en las tierras señoriales y los de
las zonas de realengo, dependientes directos del rey.

La mayoría era libre, pero en ciertas zonas europeas aún había siervos ligados a la tierra y con su libertad más o menos
restringida por su señor. En Europa occidental, la servidumbre fue desapareciendo durante la Edad Moderna, quedando restos en
Saboya, Baden, Hannover, algunos cantones suizos y en Francia.

Por el contrario, en la parte oriental, la escasez demográfica y la demanda cerealista del centro y SW europeo dio lugar a una
segunda servidumbre vinculada a la tierra por fuertes prestaciones monetarias o en especies a corveas, u obligando a trabajar varios
días a la semana en la reserva señorial. En algunos casos debían de recorrer largas distancias hasta las tierras, lo que añadía esfuerzo y
tiempo, además de la falta de libertad que imponían los señores.

En cuanto a la propiedad, los


más beneficiados eran los
campesinos dueños de las tierras que
labraba y de su extensión. Los
campesinos ricos eran pocos; se
llamaban labradores acomodados o
villanos ricos en Castilla, gros
labourreurs en Francia o yeomen en Inglaterra. El concepto de gran propiedad dependía del tipo de tierra, las de secano y cerealistas
se dedicaban al mercado. En las grandes extensiones, se contrataban trabajadores y en muchos casos se arrendaban parte de las
mismas. Hay que tener en cuenta que los propietarios de las tierras eran nobles, eclesiásticos o monasterios. Los campesinos ricos y
arrendatarios importantes así como administradores de señores propietarios eran elementos emergentes del mundo agrario. Incluso
se podrían considerar burgueses rurales.

El tamaño de la tierra marcaba la capacidad económica, sobre todo ante las frecuentes crisis. Cuando las cosas venían mal, se
pedían créditos (censos en Castilla), préstamos a interés o anticipos sobre la cosecha venidera; a veces se cedía la propiedad, lo que
contribuyó a la apropiación territorial de burgueses y ahorradores urbanos. Los pequeños y medianos arrendatarios dependían de los
tipos de arrendamientos y de pago de las rentas. Los más favorecidos eran los que se beneficiaban de los censos enfitéuticos no muy
gravosos, lo que permitió el enriquecimiento de algunos enfiteutas. El tenant inglés gozaba de arrendamientos a largo plazo similares
a los sistemas enfitéuticos, haciéndose casi un propietario.

En los momentos de expansión demográfica (s. XVI y XVIII), los dueños de las tierras trataban de arrendar y censar a corto plazo
para poderse beneficiar del incremento de los precios, procurando que el pago fuera en especies. Otro tipo de contrato era el de la
aparcería o reparto de frutos, frecuente en el Mediterráneo, con diversas formas de reparto aunque la más frecuente era a la mitad.
También existía el arrendamiento simple en plazos no muy largos, el más interesante para el dueño en periodos de prosperidad.

En el último escalón del campesinado estaban los jornaleros y trabajadores sin tierra, que trabajaban a cambio de un salario. En
España y sur de Italia eran frecuentes, consecuencia del predominio de la gran propiedad feudo-señorial. También formaban parte de
la población rural. En tiempos de crisis, abandonaban el campo e iban a las ciudades en busca de trabajo o de caridad para subsistir.

Hay que tener en cuenta que las categorías no eran herméticas, pues un campesino podía ser propietario de alguna extensión y
arrendatario de otra. Los cultivadores directos pagaban el diezmo inicialmente para la iglesia local. Su situación era precaria y no
podían hacer frente a situaciones difíciles, agravándose aún más con el avance de la propiedad individual durante la Edad Moderna y
en detrimento de los bienes comunes y de uso colectivo.

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Pueblo Urbano y Marginados

Son los trabajadores de las ciudades, pobres y mendigos. Los primeros estaban agrupados en gremios o actividad productiva
concreta, en muchos casos con auténtica especialización. Los gremios no era exclusivamente una organización productiva, pues
tenían otras funciones como la religiosa o de solidaridad con los miembros necesitados (viudas, huérfanos, ancianos, enfermos,
impedidos…). Se organizaban en hermandades o cofradías. En ciudades como París o Londres, tuvieron participación en el gobierno
municipal, pero siempre secundaria al patriciado urbano. Aún así, en los sectores populares de la ciudad tenían un notable influjo.
Como reflejo de la sociedad de la que surgía, los gremios discriminaban a los hijos ilegítimos, y a los de otras razas y religiones.

Otros sectores de
trabajadores no habían
llegado a organizarse en
gremios, quizás por la escasa
importancia de su actividad.
Más numerosos eran los
criados que inicialmente
formaban parte de las
familias en cuya casa trabajaban y vivían, aunque seguían perteneciendo al estamento popular urbano. Los trabajadores eventuales
formaban un sector más inestable por la escasez en que solían moverse. Muchos eran inmigrantes del campo, pobres y vagabundos.
El número de pobres era muy elevado. La mayoría estaba integrada en la sociedad y subsistían mediante la caridad privada, las iglesias
y las organizaciones públicas que fueron surgiendo acordes con el ideal de asistencia social desarrollado durante la Edad Moderna.
Surgió una nueva política social en la que el buen pobre resultaba imprescindible para que el resto de la sociedad ejerciera la virtud
teologal de la caridad. A la vez, evolucionó la idea de que el pobre debía estar recogido y controlado en numerosos albergues o
instituciones similares, ya que se empezó a considerar al pobre como algo peligroso e improductivo, al que había que obligar a
trabajar. El problema estaba en los vagabundos y mendigos incontrolados, que aumentaban con las dificultades y tendían a la
delincuencia.

Los grupos marginados, en su mayoría por motivos religiosos y sobre todo judíos, eran objetos de discriminación, sólo en Prusia
gozaban de cierta igualdad con los cristianos. Los esclavos no eran marginados sino convertidos en propiedad de otros para el servicio
doméstico. La mayoría era de raza negra, aunque también habían prisioneros musulmanes que trabajaban en minas y en labores de
especial dureza (en España eran los esclavos del rey). Este grupo social fue desapareciendo.

Las Mujeres

Forman parte del amplio sector de gentes sin historia. Compartieron con sus
congéneres la clase, consideración y ámbito geográfico, aunque siempre con una
evidente postergación. Todo ello afectaba a su educación o a la capacidad para actuar
libremente. Las reinas, lo fueron por ausencia de varón en su misma línea y grado y, en
los países donde existía la ley sálica, ni siquiera podían acceder al trono. Muchas reinas
modernas importantes lo fueron en virtud de su temprana viudez, al convertirse en
regente de sus hijos menores de edad. Catalina y María, reinas de Francia, esposas y
luego viudas de Enrique II y Enrique IV respectivamente, o la activa regente española Ana
de Austria durante la minoridad de Luis XIV, fueron ejemplos de ello y del claro
sometimiento femenino, independientemente de su condición social. Las hijas y
familiares de los soberanos eran objeto de cambio en el mercado de la política ente las
diversas casas reinante europeas. Casadas sin tener en cuenta su voluntad, a temprana
edad, enviada a un país extranjero donde era difícil volver a ver a su familia y con la
misión esencial de dar herederos al trono. Muchas murieron a tempranas edades
agotadas de embarazos y partos.

Sofonisba Anguissola: Retrato de la Reina Los sistemas legales establecían sobre la mujer la constante protección del adulto
Ana de Austria (1573, Colección real. varón (las casadas por su esposo y las hijas por sus padres), la viudez era la gran
Museo del Prado) oportunidad para la intervención pública en todas las clases sociales, convirtiéndose en
cabeza de familia, en tanto no se volviera a casar, quedando a cargo de los intereses
familiares. Con frecuencia estaba tutelada por los parientes más próximos de su marido fallecido. En los sectores sociales más
desfavorecidos, la viuda debía mantener a sus hijos con su trabajo manual y, en muchos casos, precipitaba a la familia a la miseria.

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Las mujeres no tenían una capacidad plena y eran sometidas a las estrategias familiares además de las limitaciones de su
condición social. Si optaban por la vida religiosa, la soltería no solía completarse al existir una consideración peyorativa hacia la mujer,
débil frente al pecado, y exigía controlarlas para garantizar su honra. De ahí que en el Concilio de Trento se decidiera clausurar las
congregaciones femeninas para salvaguardar públicamente su castidad. Pese a tantas limitaciones, hubo mujeres que encontraron
espacios de libertad, en el claustro o fuera, en la cultura, la creación artística o literaria y en otros ámbitos.

Su contribución no se limitó a los papeles de esposa, madres, educadoras de sus hijos en sus primeros años y esenciales en el
hogar. Su participación en la actividad económica, especialmente en el hogar, era decisiva, con numerosas actividades según su
estatus socioeconómico. Las mujeres producían en el ámbito doméstico muchos bienes que se compraban en el mercado (pan,
vestidos…). Eran importantes en la actividad económica familiar, pues auxiliaban en el campo preparando y llevando la comida de la
familia, colaborando en las faenas agrícolas cuando la temporada lo exigía y sin ahorrarles los trabajos más duros del campo, la
minería, el transporte de cargas,…, y en la costa, reparaban las redes y vendían el pescado, compraban las provisiones y vendían los
productos en los mercados. El servicio doméstico estuvo a cargo de las mujeres (nodrizas, amas, criadas, doncellas, cocineras,
lavanderas…). Las viudas cabeza de familia con menos recursos hubieron de trabajar a cambio de un salario. En las fases de guerras,
periodos de trashumancia, etc., había que encargarse de los trabajos masculinos. Con los inicios de la Revolución Industrial, el trabajo
de mujeres y niños se hizo muy abundante ya que eran más baratos.

Sectores populares y conflictos sociales.

Debido al crecimiento de población y al incremento de demanda, los sectores populares también sufrieron cambios. Los precios
que mayor incremento sufrieron fueron los agrícolas, generando una gran presión en el campo, todo ello empeoró las condiciones del
campesinado. Los señores propietarios de la tierra deseaban incrementar los beneficios en una época de auge. Los arrendamientos
más favorables a los campesinos desaparecieron. Los nuevos arrendamientos se hacían por plazos cortos y debían pagarse en especie
ya que el aumento de los precios devaluaba las establecidas en dinero. Los grupos nobles emergentes de las ciudades deseaban
hacerse con propiedades rusticas. Uno de los mecanismos para ello fueron los préstamos a personas con dificultades, enmascarados
bajo distintas formas como los censos, para huir de la prohibición eclesiástica. Cuando los campesinos no podían pagar, se veían
obligados a ceder la propiedad. En cuanto a los asalariados, el hecho de que los salarios fueran por detrás de los precios ayudó a
deteriorar la situación del campesino. Los ataques de las tierras de uso comunal y su retroceso, también deterioraron la situación,
sufriendo retrocesos tanto derechos colectivos de los campesinos como las propiedades comunales.

Podríamos hablar del inicio de una segunda servidumbre. En Europa oriental, la demanda de Occidente estimuló a los grandes
propietarios a garantizar el rendimiento cerealista para satisfacer tal provechoso mercado enviando el producto a través del Báltico.
Debido a la escasez de población la solución pasó por ligar al productor a la tierra, de esta manera convertidos en siervos, con
derechos limitados y bajo la dependencia de los señores.

El empeoramiento de la situación del campesinado en la Europa central y Occidental explica la migración del campo a la ciudad,
aunque la inflación también disminuía la capacidad adquisitiva de los trabajadores urbanos aumentando el número de pobres en
épocas difíciles y haciendo crecer la tensión social.

En la ciudad la fase expansiva aumento el número de trabajadores. La afluencia de trabajadores al mundo gremial amenazó la
preponderancia de los maestros, dueños de los talleres agremiados, por ello el acceso a la titulación de maestro había empezado a
dificultarse, mediante la realización de un trabajo u obra maestra. Los hijos y herederos de los maestros contaban con ventajas que
pretendían perpetuar. En esta circunstancia aumentaba el número de oficiales que no lograban superar el examen de maestro. El
descontento les llevó a organizar cofradías. En Francia tuvieron un carácter semiclandestino constituyendo un elemento de
inestabilidad, haciéndose llamar compagnonages. Había también trabajadores libres, no cualificados, que trabajaban a jornal llamados
de forma despectiva ganapanes o peones.

Debido al descontento de los sectores populares, tanto en el campo como la ciudad, hubo un buen número de levantamientos,
contra el diezmo o determinados impuestos, así como huelgas urbanas en Francia o Inglaterra. Algunas de las revueltas adquirían
tintes milenaristas, vinculados a la segunda venida de Cristo o al fin del mundo. En la Europa Oriental la implantación de la segunda
servidumbre provocó importantes levantamientos. Otro tipo de protesta fue el bandolerismo Mediterráneo. La época de más
revueltas fue la década de 1590.

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Revueltas y Rebeliones

Eran una de las principales preocupaciones de gobernantes y dirigentes de la sociedad. Podían ser de distintos tipos según
gradación, desde una algarabía hasta una revolución. La mayoría se basaban en el intento de crear un futuro mejor y la idea de
progreso, diferenciándose así de las del Antiguo Régimen que apelaban a un pasado tradicional, sacrílego e imaginariamente glorioso.
En el seno de muchos levantamientos políticos o sociales se propusieron, y algunos logrados, cambios importantes como la obtención
de la independencia nacional o el paso del absolutismo a un sistema parlamentario. Hubo proyectos en los que se plantearon cambios
profundos del orden social que afectaba a la base económica y que hubiera generado auténticas revoluciones en caso de no haber
sido sofocados. La mayoría fueron simples revueltas, sublevaciones contra determinadas autoridades, pero carecían de un programa
bien articulado de cambio del sistema político, económico y social.

Los levantamientos y
revueltas de la Edad Moderna
ofrecen una variada tipología
con notable violencia. Los
motines de subsistencia en
tiempos de crisis productivas
eran frecuentes, pues
manifestaban su oposición a
las autoridades locales
“culpables” de la escasez y
contra los comerciantes de
grano y ricos por especular con
el cereal. Raramente iban más
allá del ámbito local o
comarcal. Otro tipo de
conflicto eran las revueltas
antiseñoriales y de sus abusos.
Su ámbito preferente era el
rural y, en menor grado, la
pequeña ciudad señorial. Su
principal causa era el pago de
determinados derechos del
señor. Sin llegar al motín
abierto, existía también una
resistencia habitual contra el
impuesto, incluido el diezmo Guerra de los Campesinos, 1525
eclesiástico.

Las jacqueries eran revueltas campesinas más amplias, en las que solían confluir el malestar creado por las malas cosechas, las
reivindicaciones antiseñoriales y otros elementos. A veces lograron expandirse a otras regiones más extensas. Así ocurrió en Alemania
a comienzos de la Reforma de Lutero, el malestar del mundo rural se mezcló con motivaciones religiosas y políticas más complejas,
dando lugar a la llamada Guerra de los Campesino (1524-1525). Más adelante, protestaron por la fiscalidad real y los abusos
cometidos por el paso de las tropas, como en Cataluña a lo largo del s. XVII.

Una forma sorda de protesta era el bandolerismo, que afectaba a amplias regiones generalmente montañosas y sobretodo en el
Mediterráneo. En algunas zonas como Cataluña, Sicilia o Nápoles se hizo casi endémico, al mezclarse el malestar popular y el
desarraigo con los hábitos de violencia y mala vida de miembros de la pequeña nobleza rural. En Alemania, a comienzos de la
Modernidad, fue frecuente entre los caballeros empobrecidos. En Italia estuvieron implicados incluso algunos nobles de mayor
importancia, como el duque de Montemarciano que actuó contra los Estados Pontificios y más tarde en la Toscana, siendo finalmente
ejecutado en Florencia (1591).

La ciudad ofrecía también algunos tipos característicos de conflictividad. Los pobres no controlados y vagabundos siempre
fueron un motivo conflictivo. A veces los criados domésticos participaban en las algarabías. Los gremios actuaban como control
popular, aunque en sus senos hubiera también conflictos, sobre todo a la hora de acceder a la condición de maestro y la reserva de
ésta.

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Pero el principal conflicto urbano estaba entre el poder municipal, ocupado generalmente por un grupo del patriciado que
tendía a cerrarse, y los grupos emergentes, compuestos de sectores de patriciados excluidos, burgueses nuevos y elementos
destacados del pueblo. Un ejemplo de este caso, lo encontramos en la revuelta de las Comunidades de Castilla (1520-1521) por la que
se disputaba el poder municipal entre facciones opuestas.

La expansión agrícola y ganadera

Introducción

Se considera el s. XVI como una etapa de crecimiento económico ayudado por la expansión geográfica de los europeos y el
crecimiento demográfico. Se produce un tímido avance del capitalismo (iniciado en el s. XIII y desarrollado plenamente en el s. XVIII
con la revolución industrial).

Expansión agrícola y ganadera

El principal reto del siglo fue alimentar a una población creciente, ya que la población europea recuperó las cifras alcanzadas a
finales del s. XIII y se extiende el terrazgo agrícola, incrementando el espacio cultivado.

La gran debilidad de la agricultura europea del antiguo régimen es la existencia de límites en la productividad de la tierra
(incapacidad de incrementar la producción sin incrementar la superficie cultivada), como consecuencia de la penuria técnica. Era por
tanto necesario dar el paso de cultivo extensivo a cultivo intensivo.

El gran problema eran los barbechos (tierras que se dejaban sin cultivar para su recuperación). Se trataba de eliminarlos
mediante innovaciones ¿Dónde?:

Países Bajos Era el punto más avanzado de la agricultura europea en un momento de descenso de los
precios de los cereales. Se dan las siguientes novedades:
 Incremento de la capacidad agraria construyendo diques que ganan terreno al
mar.
 Introducción de plantas forrajeras: Nabo, trébol. Estas se recuperan después de la
cosecha y se usan para alimentar al ganado vacuno en intensivo produciendo
leche y carne dando como consecuencia una diversificación económica y en la
dieta.
 Se dan los mejores rendimientos de cereal en Europa: 7-10 granos por cada uno
sembrado y se recurre a cereal del Báltico, como consecuencia se introducen
nuevos cultivos como el tabaco y el lúpulo.
Alsacia Zona del Rin, baja Sajonia y Schelsewing-Holstein
Norte de Italia y Lombardía Desde el s. XV con técnicas agrícolas innovadoras como la cría intensiva de ganado vacuno,
arroz, cultivo de prados, frutales, verduras selectas, moreras o plantas colorantes.
Inglaterra Aprovechamiento de la tierra mediante los “enclosures”, son cercamientos de campos
iniciados en la Baja Edad Media para reforzar la propiedad privada e impedir el uso
comunal de la parcela. Se dan dos fases:
 Precios de los cereales bajos: Los cercados se emplean para la cría de ganado
lanar.
 Precios de los cereales altos: Los cercados se reorientaron hacia los cultivos.

Otra novedad serán las huertas, se crean obras de ingeniería para aportar agua y regadíos. Ejemplo, presa del Tibi en Alicante
que hizo posible un regadío de 3.400 hectáreas.

El cultivo dominante en Europa es el cereal en primer lugar, seguido de la vid, necesaria para complementar el aporte calórico.
Los principales avances fueron:

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Países Bajos Se desliga la producción agrícola de la subsistencia, se construyen diques (polders) en unas tierras cuya
cota se sitúa por debajo del nivel del mar, gracias a la labor de ingeniería y desecación producida por los
molinos característicos de las regiones del norte.
Italia Se sanean y recuperan tierras pantanosas, vía drenajes o construyendo canales desde el siglo XV (Valle
del Po y Terraferma en la República de Venecia). La recuperación de este tipo de zonas para la
agricultura, hasta entonces inservibles, no siempre era posible y suponía un peligro para la salud por la
propagación de enfermedades endémicas como el paludismo.
Europa El incremento de la superficie cultivada pasaba por reducir la destinada a bosques y prados. Se
restringen las tierras comunales y los espacios no agrarios, extendiéndose el arado por tierras de mala
calidad y baldíos, estos se agotaban antes y tardaban más en recuperarse (la ley de rendimientos
decrecientes amenazaba el crecimiento demográfico).

Las consecuencias de las mayores necesidades de cereal fueron:

 Incremento de los precios durante todo el s. XVI

 La presión soportada por la tierra, ya que los nobles trataron de modificar sus derechos sobre ella a través de arrendatarios y
rentas de vasallos y los burgueses de las ciudades se hicieron con propiedades agrícolas para aumentar su prestigio social y
obtener beneficios de la misma.

 La necesidad alimenticia de Europa occidental sirvió de estímulo para la producción masiva de cereales en Europa del centro
y del este, el llamado pan del norte, donde se introduce la segunda servidumbre, siendo los territorios más cercanos a los
puertos marítimos los más beneficiados.

Respecto a la demanda:

 Cultivos destinados a satisfacer las necesidades básicas. La mayor parte del terrazgo se destinó al cultivo de cereal (trigo,
centeno, cebada y avena). Su distribución dependía de las características de suelos y del clima. En Escandinavia dominaba el
centeno, en Polonia o Rusia la cebada, en los Países Bajos la escanda y en el Mediterráneo el trigo. En el sur dominaba la
trilogía mediterránea: trigo, vid y olivo. Los cereales dominaban el cultivo mediterráneo en menor medida que en la Europa
del norte y del este, con excepción de zonas como Sicilia o la tierra de campos castellana. Destacar el papel de la vid en zonas
castellanas como en Valladolid o Medina del Campo.

 Especialización de cultivos orientados al mercado, como la vid que en ciertas zonas satisfacía el consumo urbano, los cultivos
hortícolas de regadío (huertas), como en Cataluña o Levante (hortalizas, naranjas y limones), el arroz en ciertas zonas de
levante que permitían el cultivo por inundación.

 Plantas destinadas a las manufacturas artesanales, necesitaban de plantas tintoreras como rubia o granza (rojo) y el glasto o
pastel (azul), sobre todo producidas en los Países Bajos. El cáñamo era otro cultivo destinado a la producción artesana en
regiones como Bretaña. El lúpulo originario de Holanda se difunde por Inglaterra (cultivado en los enclosures con estiércol) y
el valle del Rin.

 Novedades traídas de Oriente, introducidas a través de España e Italia. Plantas como las alcachofas, algunos tipos de
lechugas, berenjenas, calabazas, calabacines o melones; Árboles frutales traídos del mediterráneo al norte (perales,
melocotoneros, ciruelos o higueras). Las habas, la alfalfa, las moreras para la cría del gusano de seda y sobre todo la caña de
azúcar. Por último el cultivo de algodón traído de oriente se extiende por las zonas cálidas mediterráneas.

 Plantas procedentes de América: judía, tomates, pimientos y maíz que tendrá más importancia en el siglo XVIII. El maíz fue
importado por los castellanos y su adaptación fue lenta, no se conocían sus elevadísimos rendimientos (decenas o más de un
centenar de granos por uno), se le considero un milagro. A finales del siglo XVI se extiende por zonas húmedas y costeras del
norte peninsular como Santander, Asturias, Galicia o Portugal.

Todo lo expuesto hasta el momento afecta a Europa centro-occidental. Más allá del Elba existe otra Europa arcaica, poco
urbanizada y sin presencia de la burguesía. Se desarrollará aquí la segunda servidumbre, inducida en parte por la elevada demanda de
cereales por parte de occidente. La exportación de cereales desde el Báltico alcanzo cifras extraordinarias.

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Producción, explotación e intercambios

La economía de subsistencia impedía la especialización agrícola, cada núcleo económico dependía de la geografía, produciendo
cuanto necesitaban para subsistir. En muchas ocasiones los terrazgos no eran propios para el cereal pero no tenían más remedio que
destinar a él una parte importante del mismo. El trigo solo se daba bien en determinadas regiones, recurrían a cereales de bajo valor
nutritivo, en ocasiones destinados a la alimentación del ganado y en otras ocasiones se panificaban algunas mezclas o se molían con
leguminosas para obtener harina.

 En las zonas integradas junto a ríos y cursos de agua era posible una agricultura intensiva.
 En las regiones del norte, gracias a la extensión de la pradera se incluía una mayor producción de productos animales.

En la Europa mediterránea
encontramos trigo candeal y vino.
De acuerdo a las condiciones
naturales los animales domésticos
también variaban, aves como
palomas, patos , gallinas o pavos;
conejos y otros animales como las
abejas que proporcionaban miel,
algún cerdo, ganado que aportaba
productos lácteos y cárnicos ovejas
y vacas en el espacio mediterráneo
y en la meseta y vacas en las zonas
más húmedas del Atlántico.
También animales destinados al
transporte como caballos o asnos,
en las zonas de predominio vacuno
encontramos bueyes.

El comercio en Europa durante los siglos XV y XVI Al igual que la población local,
el ganado también pasaba hambrunas, por lo que incidía negativamente en la calidad de su carne y otros productos como en la fuerza
de trabajo. También se veían sometidos a las enfermedades y epidemias. La mayoría del ganado no salía del ámbito local y debían
alimentarse de los recursos locales. Ello hizo que en toda Europa, además del empleo para pastos de zona comunal, las normas
jurídicas que regulaban el uso de la tierra limitaran la propiedad privada por medio de instituciones como la derrota de mieses
castellana o el ramoneo de las cepas, que obligaban a los propietarios a permitir el paso del ganado a sus tierras agrícolas una vez
levantada la cosecha. Ello no dejo de provocar tensiones.

El aprovechamiento de los montes comunales permitía a los habitantes proveerse de otros alimentos y bienes como setas, leña y
hierbas, así como la posibilidad de practicar la caza y la hierba fluvial. La explotación del bosque hizo que su existencia se viera
comprometida, la madera no solo era el principal combustible sino también la principal materia prima para la construcción de
viviendas, barcos o muebles. En Italia buena parte del bosque desapareció en los siglos XI y XIII por lo que las casas hubieron de
hacerse con ladrillos y otros materiales. En Francia entre 1500 y 1650 se redujo del 35 al 25 por 100 y en Inglaterra prácticamente
desapareció entre los siglos XVI y XVII.

En las comunidades marítimas la pesca suponía un importante complemento alimenticio además de permitir el comercio de una
parte de las capturas. Cuando ésta se hacía a cierta distancia, se trataba el pescado con procedimientos como la conservación en sal o
la deshidratación. En el mundo católico la prohibición de comer carne en los periodos de vigía hacía que el pescado llegara a todas las
comunidades.

En el artesanado los artículos relacionados con la subsistencia debían trabajarse por doquier ya que si la disponibilidad
dependiera del comercio exterior no sólo encarecerían el producto sino que también podrían darse problemas de desabastecimiento.
Para la compra o el cambio de producto existía:

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 El mercado local que se celebraba un día concreto de la semana.


 Mercados regionales, comerciales o ferias como las de Lyon, Besaçon o Medina del campo que se celebraban una o dos veces
al año, con comerciantes de diversos países. Desde la baja edad media ya eran focos de actividad mercantil, propiciando el
desarrollo de instrumentos capitalistas, como las letras de cambio, los seguros o los bancos.

Cabe destacar también, la importancia del ganado trashumante, tanto para la búsqueda de pastos en las tierras incultas del
Mediterráneo como para el comercio.

Las manufacturas y el comercio Por: Francisco Montoya Lidoy (UNED)

El incremento de las manufacturas.

En las manufacturas, al igual que en la agricultura el hecho más relevante del siglo fue el aumento de la demanda, mucho más
elástica en este caso. La expansión económica fue positiva para la producción artesanal. Algunas materias primas como la madera,
utilizada por doquier, se vieron afectadas y la deforestación fue notable en la primera mitad del siglo. Las mayores novedades se
dieron en los cambios organizativos, suponiendo un paso adelante hacia el capitalismo, con el control del capital sobre la producción.
Los dos elementos más importantes fueron:

 El desarrollo del verlagssystem o sistema doméstico - figura del mercader/empresario.


 El incremento de los centros productivos de cierta envergadura, es decir, empresas en sectores mejor organizados, más
capitalizados y con concentración de trabajadores.

El sector más importante era el textil, dentro de él la producción de paños de lana, la pañería se documenta desde el s. XIII en
Italia y Países Bajos. En el s. XV Florencia aparece como la gran capital pañera, bajo la dependencia del llamado arte de la lana, gremio
formado por mercaderes-empresarios que controlaban todo el proceso de producción de una actividad de la que vivían más de
30.000 personas. El arte distribuía la materia prima y poseía talleres propios, donde los Medici eran los dominadores del arte.

En el s. XVI el sistema de
mercaderes-empresarios se extendió
por Europa y entraron en crisis viejos
centros pañeros sustituidos por otros
nuevos, consecuencia de los cambios
productivos del sistema doméstico.
Tal es el caso de Florencia, donde las
causas de su declive como centro
pañero fueron las guerras en Italia, las
alternancias políticas en la ciudad y el
abandono del sector por parte de los
Medici y otras familias poderosas que
prefirieron dedicarse a comerciar con
dinero. En Italia solo Venecia se libró
de la crisis.

Al norte del continente ciudades


como Brujas, Gante o Bruselas y las
grandes ciudades pañeras de los
Países Bajos del sur también se vieron
afectadas por la crisis. El
conservadurismo de los gremios les
impidió transformar la producción Compañías mercantiles en los primeros tiempos del capitalismo
para que los gruesos paños flamencos
de estambre pesados y costosos para que pudieran competir mejor con los paños ingleses. El cambio productivo de finales de s. XV
que se intensifica en el XVI es la introducción de las new draperies (nuevas pañerías), siendo los ingleses los pioneros. Eran tejidos de
peor calidad, de pelo más corto, más ligeros y de menor precio, destinados a un público más amplio. Ello fue posible, gracias a los
mercaderes-empresarios que llevaban la materia prima a talleres domésticos rurales que escapaban al control de los gremios y
recogían después la producción para comercializarla. La capital era Amberes cuyos gremios fueron sometidos al control de los
mercaderes-empresarios.

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La revuelta de los Países Bajos desarticuló muchos centros de producción y la huida a las provincias del norte o a Inglaterra de los
principales artesanos. Las nuevas pañerías se difundieron por Holanda, con centro principal en Leiden y volvieron a Inglaterra,
también por el sur de Alemania y por Francia.

Inglaterra, no sufre la crisis de la pañería flamenca, pero abandona la pañería corriente (new draperies) y conserva solamente la
pañería de lujo. La exportación de paños ingleses se dobló en la primera mitad de siglo, con una pequeña crisis en los años centrales
debido al auge de las nuevas pañerías de los Países Bajos del Sur. A finales de los 60, Inglaterra adopta de nuevo las new draperies que
se imponen a las old draperies.

El auge de la producción también afectó a otras ramas del sector textil: el lino y el cáñamo. Ambos se producían en zonas
húmedas de la Europa Atlántica. El lino se usaba para la ropa interior, el ajuar doméstico y el velamen de los barcos. Los principales
centros manufactureros de lino se localizaban en el norte de Italia, sur de Alemania, Inglaterra, Países Bálticos y Países Bajos. Los
mercaderes-empresarios también se introdujeron en estos sectores. Una producción particular eran los fustantes, que se hacían de
algodón importado sobre una urdimbre de lino. Destaca su producción en la ciudad alemana de Augsburgo.

La seda, era de origen animal, procedente de Asia, pero existente en Europa desde hacía tiempo. Abasteció un mercado de lujo
en Italia y España. Los reyes de Francia la instalaron en Tours (1470) y en Lyon (1536). En Florencia los Medici controlaban la
producción de 200 a 300 artesanos. Los mercaderes empresarios intervienen también en otros sectores como: Cuchillos de Solingen
(Alemania), agujas (Schwabach), relojes de la Selva Negra, hierro de Siegen o artículos de madera y juguetes de Meiningen.

El incremento de los centros productivos de cierta envergadura durante el s. XVI que requerían de fuertes inversiones y de una
alta concentración de mano de obra, afectó a tres sectores principalmente: La minería, la fabricación de armas (cañones
principalmente) y la construcción naval. Tres sectores muy avanzados que propiciaran las mayores innovaciones técnicas de la
centuria:

 La producción de armas y los astilleros eran sectores de especial interés para los soberanos, gozaron del estímulo y de la
protección real. Zonas destacadas eran Núremberg, Augsburgo o Lombardía.
 La construcción naval era uno de los sectores más tecnificados y complejos, de fuerte capitalización y alta concentración de
trabajadores, como los más de 15.000 empleados en las atarazanas que construían las galeras de Venecia.
 En las minas fue donde se dieron los mayores avances técnicos: en ventilación, drenaje, sistemas de elevación y máquinas
hidráulicas. Eran explotadas por particulares en régimen de concesión del soberano. Las minas centroeuropeas (Tirol,
Carintia, Bohemia) abastecían casi en exclusiva a Europa hasta la llegada de la plata americana. Buena parte de las minas
alemanas estaba gestionada por familias como los Fugger o los Thurzo. (La producción alemana de plata pasó de 31
toneladas en 1493 a 53 toneladas en 1560).

La gran novedad del siglo fue la llegada de la


plata americana, precedida del llamado ciclo del oro,
aunque el abastecimiento continuado y masivo de
metales preciosos no comenzó hasta el
descubrimiento de las minas de plata de Potosí
(1545) y Zacatecas (1548), pero sobre todo a partir
de 1560, momento en el cual se introduce un nuevo
método que separaba la plata de la ganga por medio
de una amalgama de mercurio. Esta mejora técnica
potenció la rentabilidad de las minas americanas
influyendo en la crisis de las minas de plata
europeas. Desde 1580 las llegadas de plata
aumentaron de forma considerable, siendo decisivas
para financiar las empresas bélicas de Felipe II. En el
periodo culminante entre 1561 y 1600 llegaron de
América 6870 toneladas de plata.

El cobre era otro mineral vinculado a la plata y


obtenido en las mismas zonas, y en Europa su
producción era controlada por los Fugger. El hierro
Esquema del desarrollo de una compañía mercantil en los siglos XV-XVI fue el mineral más extendido, era imprescindible

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para la fabricación de múltiples utensilios de subsistencia (clavos, herraduras, rejas, cerrojos, llaves). En cada localidad había un
herrero. Los principales yacimientos estaban en Inglaterra, Lieja, Alemania y el País Vasco. El principal avance técnico no se produjo en
la extracción sino en la obtención de hierro.

En el s. XV surgió en Europa el alto horno, cuyo uso se extendió ampliamente en el s. XVI. Frente a las fraguas o forjas tradicionales
que dependían del agua, de la madera y del carbón vegetal, el alto horno podía proporcionar más de una tonelada de hierro al día. Los
costes requerían de una notable inversión en capital, lo que facilitó la entrada de hombres de negocios, pero el trabajo posterior
(refinamiento, estirado, alisado) se seguía efectuando en talleres tradicionales.

En cuanto al carbón, predominaba el carbón vegetal obtenido de los bosques. Lieja e Inglaterra poseían los principales
yacimientos de carbón mineral (hulla) que empezó a usarse en el calentamiento de las viviendas. Era más barato que el vegetal pero
no podía utilizarse para la metalurgia. La extracción de carbón favoreció la expansión del capitalismo en Inglaterra. Se produjo una
separación entre los empresarios que aportaban el capital y los trabajadores asalariados que aportaban el trabajo.

Un mineral peculiar era el alumbre que se usaba en la industria textil para fijar los colores. Su comercio estaba en manos de los
turcos, puesto que procedía de Constantinopla. El descubrimiento en 1461 de las minas de Tolfa, y su explotación supuso para los
papas una importante fuente de ingresos, pero a finales del s. XVII los filones se agotaban y sufrían la competencia de las minas de
Lieja e Inglaterra. Importantes fueron también los alumbres españoles de Mazarrón.

La imprenta era una industria nueva para la época con un enorme porvenir, ya que fue un potente estímulo para la producción de
papel que se inventó en el s. XV. Los impresores más destacados se localizaban en Paris, Amberes, Lyon o Venecia, y en España en
Salamanca y Alcalá de Henares.

El artesanado y los gremios

En el ámbito urbano la plasmación más evidente de la economía de subsistencia eran los gremios, instituciones de carácter local
procedentes de la edad media, su finalidad era el control del trabajo de los diferentes talleres dedicados a una determinada actividad
artesanal. El sistema gremial o guild system protegía a sus miembros y a sus consumidores. Existía un gremio por cada oficio,
encabezado por unas autoridades y elegidos periódicamente entre los agremiados. Los gremios poseían sus estatutos donde
establecían las condiciones para el acceso y la progresión en el oficio de acuerdo con los tres niveles clásicos de aprendiz, oficial y
maestro, solo estos últimos tras superar la prueba que les acreditara como tales ( la obra maestra) pudiendo así abrir un taller propio,
contando con dos o tres oficiales y varios aprendices. El gremio fijaba la cantidad anual, calidad y el precio de los productos. También
contaban con veedores que vigilaban el cumplimiento de lo acordado. El objetivo era evitar la competencia. En las ciudades aunque
no era la norma existían actividades no agremiadas, debido al escaso número de practicantes de un determinado oficio, mientras que
en el mundo rural no había gremios.

Los gremios resultaban lo opuesto al naciente sistema capitalista, quienes aspiraban a obtener mayores beneficios debían
saltarse las prohibiciones, como algunos fabricantes de paños que trasladaron la fabricación al mundo rural, ahí nadie imponía el
salario que debía pagar o la cantidad de mercancía que podía manufacturar. Ello ofrecía ventajas para el empresario y también al
campesino a cuya economía aportaba un complemento salarial.

La productividad

Carlos Cipolla afirma que los límites estructurales de la oferta y la demanda no se ampliaron sensiblemente desde la Edad Media
hasta la Revolución Industrial. La agricultura y la actividad artesanal tenían una productividad escasa. En el primer caso influía la
dependencia de la naturaleza, instrumentos y técnicas de cultivo arcaicas, la escasez de abonos, las estructuras de la propiedad y la
exacción del producto campesino. En el sector secundario influían algunos de los elementos citados para la agricultura, además de la
habilidad del artesano con los instrumentos el sistema gremial también frenaba posibles cambios. Las operaciones eran largas y los
procedimientos empíricos y rutinarios implicaban un elevado consumo material, mano de obra y tiempo. El desempleo estacional era
habitual como consecuencia de la falta de aprovisionamientos, los rendimientos débiles y la calidad del producto desigual.

El cultivo de secano ofrecía una baja productividad, a falta de aportación artificial de agua y de abonos obligaban a hacer
descansar las tierras durante uno o dos años. Dicha necesidad obligó a implantar en Europa el sistema de barbecho, dividiendo el
terreno cultivable en dos hojas o más si la baja calidad de la tierra lo exigía. La parte inculta servía para alimentar al ganado que a su
vez abonaba la tierra.

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En la Europa del sur o en las zonas más frías predominaba la rotación bienal, mientras que en las llanuras del norte y centro del
continente era frecuente la rotación trienal. En zonas más aisladas (Rusia, Finlandia…) se usaban métodos arcaicos como la
incineración de un determinado espacio para cultivar durante años. El barbecho reducía el espacio cultivable, a lo que había que
añadir que no toda la tierra era acta para el cultivo. La productividad era escasa pero ofrecía amplias diferencias regionales. La baja
productividad limitaba el crecimiento demográfico.

Cuando la población crecía, debido a que no se podía mejorar el rendimiento del cereal se incrementaba la superficie cultivada,
recurriendo a tierras marginales que en un primer momento satisfacían la demanda pero con el tiempo, debido al bajo rendimiento,
provocando crisis de abastecimiento. Los periodos de recesión y disminución de la población, provocaban un reajuste que lograba un
equilibrio entre población y recursos. Con ello la comunidad campesina subsistía, siempre y cuando no hubiera una mala cosecha, un
contagio o una guerra. Los animales usados para el trabajo agrícola eran bueyes o caballos, dependiendo de la zona geográfica, los
bueyes requerían pastos y los caballos parte de la producción cerealista para su alimentación.

Manufacturas preindustriales

Existían actividades manufactureras de carácter protoindustrial, en ocasiones la propia actividad asía lo exigía, así ocurría en la
mina, a pesar de existir minerías dispersas la construcción naval o de cañones requerían grandes instalaciones con muchos
trabajadores. Otras veces era la demanda la que marcaba la concentración de ciertas actividades y la especialización de una
determinada zona, por ejemplo la producción de armas para el ejército o el abastecimiento de madera para los grandes barcos,
siendo el estado el principal agente de la demanda, bien para abastecer el ejército o bien para impulsar la economía. Como ya se ha
comentado anteriormente el caso más notorio es el de los mercaderes-empresarios (verlagssystem), que trasladaban la actividad
manufacturera al mundo rural para huir de la presión de los gremios.

La revolución de los precios y la crisis del fin de siglo

La moneda

Junto al reducido papel del comercio estaba la limitada circulación de la moneda, ideando instrumentos como la letra de cambio
que suplieron sus limitaciones. Existía un doble sistema basado en dos tipos de monedas metálicas, las de alto valor metálico o valor
intrínseco (oro y plata) y las de escaso valor (cobre, con aleación de plata o sin ella). Las primeras eran las monedas fuertes o
monedas-mercancía, recibiendo diferentes valores de curso legal, acuñadas en especies distintas en que variaba la pureza del oro y la
plata.

Para evitar problemas debía existir un equilibrio entre valor real de la moneda y el curso real, ya que si el segundo fuera menor
que el primero nadie querría cambiarlas, atesorándose y saliendo del circulo monetario. Si el curso real fuera mayor, la moneda se
despreciaría. Otro problema era la existencia de monedas diferentes en cada reino o país, ya que la moneda de mayor valor intrínseco
superior al del curso legal se escaba del espacio para el que había sido acuñada, ante el atractivo que suponía para el país vecino
cambiarlas por las suyas con menor valor intrínseco.

Las monedas de escaso valor eran más modernas se basaba en la confianza depositada en su valor de cambio, lo mismo que
pasó en su momento con la letra de cambio o más adelante con el papel moneda. En cada reino o territorio existía un sistema
monetario particular, las menores también llamadas vellón en Castilla, se utilizaban para pequeñas transacciones, siendo las únicas de
las que disponían los sectores populares. En los pagos entre sistemas monetarios distintos (internacionales) solo eran admitidas las de
oro y plata.

La multiplicidad de monedas existente y sus valores diversos hicieron que junto a las monedas de oro y plata vellón, surgieran las
llamadas monedas de cuenta o nominales, que no correspondían a ninguna moneda efectiva pero servía para poner en relación todo
el sistema y también para calcular y contar. Se usaron así referencias a monedas desaparecidas como en Castilla el maravedí y
posteriormente el ducado (350 maravedíes). En parte de Europa se usaba el sistema de cuenta de origen carolingio, basado en la libra,
el sueldo y el dinero. La libra constaba de doce sueldos y el sueldo de veinte dineros. En la edad moderna hubo diversos intentos no
muy afortunados de crear papel moneda.

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La revolución de los precios.

En el s. XVI toda Europa, y en especial España, experimentó una fuerte subida de precios, especialmente en los productos de
primera necesidad. Se consideró una revolución de los precios, ya que aproximadamente se cuadruplicaron en el s. XVI. Esta
tendencia tuvo serias repercusiones económicas. La coincidencia con la avalancha de metales preciosos procedentes de América llevó
a esbozar la teoría cuantitativa del dinero, según la cual todo incremento en la cantidad de moneda origina un alza proporcionada en
el nivel de precios. El primero en formularla fue el español Martín de Azpilicueta en 1556, después Francisco López de Gómara, fray
Tomás de Mercado o el francés Jean Bodin.

En el primer tercio del s. XX, dicha teoría fue reformulada por economistas como Irving Fisher o Earl J.Hamilton, quien estableció
una estrecha relación entre las importaciones de plata de Sevilla y el movimiento de los precios españoles en el s. XVI. A partir de
Sevilla, la inflación se fue expandiendo por toda España, pero el oro y la plata americanos precipitaron también la revolución de
precios en toda Europa. La tesis de Hamilton ha sido objeto de críticas y matizaciones, planteándose que su teoría cuantitativa hubiera
debido fijarse más en el stock monetario existente que en las llegadas de América y han tendido a rebajar el protagonismo de los
metales preciosos indicando otras varias causas del movimiento inflacionista. Jordi Nadal en 1959, señaló que la fase más rápida de
alza de precios fue entre 1501 y 1562 y no coincidió con la época de máximas llegadas de metales preciosos.

Pero la mayoría de los historiadores consideran que el flujo de metales preciosos fue uno de los factores del fuerte aumento de
precios del s. XVI. El alza de precios se explica así mismo por otra serie de causas de menor importancia: Los cambios en la relación
bimetálica oro-plata, las devaluaciones monetarias, la política inflacionista, el endeudamiento de los estados, el aumento del
consumo, el lujo y los gastos santuarios, la rigidez de la oferta agrícola y la coyuntura cerealista, la expansión de la actividad comercial
y el fuerte incremento de la demanda como consecuencia del fuerte incremento de la población y de la apertura de nuevos mercados.
Hamilton señaló que el hecho de que las rentas y los salarios europeos un aumentaran al mismo ritmo que los precios tuvo varios
efectos:

 Perjuicio del nivel de vida de los terratenientes y rentistas, así como el empeoramiento del nivel de vida de los trabajadores.
 Incremento de los beneficios de los fabricantes y comerciantes-burgueses-estimulando la formación de capital, el
crecimiento industrial y contribuyendo a un cierto cambio en las estructuras sociales.

Las afirmaciones de Hamilton sobre el retraso de las rentas con respecto a los precios han sido objeto de severas críticas. La
impresión general es que en el s. XVI hubo un incremento de las grandes rentas territoriales y los principales propietarios de tierras se
beneficiaron del auge de los precios. En cuanto a los salarios, evolucionaron por detrás de los precios en España y la mayor parte de
las ciudades europeas.

Mayores controversias han suscitado las teorías de Hamilton y también del economista Jhon Maynard Keynes sobre la inflación de
los beneficios empresariales como principal estímulo del capitalismo europeo del s. XVI. Una de las críticas la hizo David Félix (1956),
según el cual en dicho planteamiento se obvia que el alza de los productos manufacturados fue bastante modesta en relación con el
alza de los precios agrícolas. Otra de las objeciones es que el inicio de la actividad económica no se haya en el s. XVI sino en el siglo XV.
Tal y como señala Pierre Vilar, el arranque global de la economía europea se produjo antes de las llegadas masivas del metal
americano, en la época de los bajos precios, el s. XV, segunda mitad por lo menos donde se produjeron profundos cambios
demográficos, agrícolas, técnicos, mineros, comerciales, financieros y políticos.

Comercio y finanzas

El elemento más capitalista era el comercio a gran escala, que implicaba una inversión de capital e implicaba unos riesgos
evidentes a cambio de la promesa de grandes ganancias, eran pocos los productos destinados a ello ya que su demanda debía ser tal
que soportara el incremento de los altos costes de un transporte lejano. El precio de oro o plata soportaba desplazamientos
transoceánicos, como también las especias, la seda, el marfil y otros productos que desde la edad media se traían de Oriente y África.
Las necesidades alimenticias hicieron que un bien de consumo tan elemental como el trigo hubiera de traerse desde grandes
distancias, provocando así una cierta especialización similar a la artesanal de ciertas regiones, la demanda provocó que grandes
espacios del NE de Europa se convirtieran en un granero destinado a satisfacer la demanda del Occidente de Europa. El comercio de
larga distancia de productos agrícolas afectaba a productos con un elevado nivel de consumo como vino de Burdeos o en el siglo XVIII
el de Jerez, lo que indujo a la especialización vinícola de tales zonas.

El comercio a gran escala era consecuencia de la iniciativa individual, pero a cierto nivel requería una organización más compleja,
surgiendo así sociedades de distinto tipo, como:

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 Agrupaciones de comerciantes con sus respectivos capitales.


 Sociedades comanditarias en las que diversas personas confían a los comerciantes su capital a cambio de una parte de
beneficio

Las dificultades de la utilización de la moneda hicieron surgir letras de cambio o el pagaré. El comercio y la moneda contaban con
un instrumento básico: el cambio o banco, admitían y gestionaban depósitos, realizaban pagos por encargo, traficaban con letras de
cambio o realizaban préstamos, donde ante la prohibición eclesiástica se realizaban formulas que escondieran tales réditos.

La mayor parte de los intercambios se producían a escala local, pero nos centramos en los intercambios de cierta envergadura o a
larga distancia. Las ferias más relevantes eran las de Besançon, Medina del Campo, Frankfurt o Lyon. Gracias a las exenciones fiscales,
su periodo de auge no superó el s. XVI. Existía una rotación de ferias en Europa occidental, donde las sociedades y hombres de
negocios se reunían durante varios días para negociar sobre lanas, tejidos, vinos, cereales, especias y otros productos.

Las necesidades de la nueva economía capitalista hacen que surjan grandes mercados permanentes o plazas de negocios en
ciudades portuarias como Venecia, Génova, Sevilla, Lisboa, Amberes o Londres. Surgen en ellas las bolsas, mercados de dinero en los
que se negocia durante todo el año sobre mercancías. Amberes tendrá una desde 1460, y también se crearon en Colonia, Hamburgo y
Frankfurt. Similares a ellas son las lonjas españolas, como las capitales de la Corona de Aragón. En Sevilla se crea en 1453 la casa de
Mercaderes. En el s. XVI se multiplican las firmas comerciales y se producen acuerdos para la explotación de determinados mercados,
como las especias en Amberes, el alumbre pontificio o el cobre de la Europa central.

Desde finales de la edad media tuvo lugar el proceso de sustitución de la vieja pujanza económica y mercantil del Mediterráneo
por la del Atlántico. Fue propiciado por el avance turco y por el comercio transoceánico que siguió a los descubrimientos. Fue un
proceso lento que no concluye hasta la crisis del s. XVII y el Mediterráneo mantuvo buena parte de su importancia económica durante
el s. XVI. Sus dos grandes centros mercantiles eran las ciudades de Venecia y Génova, cabeceras de sendas repúblicas que supieron
mantener con éxito su peculiaridad sociopolítica e incluso lograron ampliar sus negocios, como le ocurrió a Génova. El avance turco
repercutió de diferente manera en ellas:

Génova Había concentrado su actividad en la parte occidental del Mediterráneo, cuyos productos (seda, lana
castellana, sal, vino o azúcar) le permitían conectar con Amberes y el mar del Norte, así como entrar en
relación con los tráficos del gran monopolio castellano y portugués. Logran además de los papas la
explotación del alumbre de Tolfa. Todo ello sin abandonar del todo sus relaciones con los puertos del
Levante mediterráneo.
Venecia Protagonista del comercio con el Mediterráneo occidental, cuya hábil política con los turcos le permite
mantener en buena media sus intereses mercantiles, sobre todo en Alejandría y Siria. Tras una pequeña
crisis, desde la segunda o tercera década del siglo, volvieron a llegar al Mediterráneo especia, sedas, telas
de algodón, lacas, café, té, maderas de sándalo, porcelanas o coral de Chipre. Venecia revitalizó el
comercio que mantenía con las ciudades del sur de Alemania y los Países Bajos, al que aportaba también
sus manufacturas, sobre todo textiles y del que obtenía cobre y plata , para así saldar el alto coste de los
artículos orientales, pues era un comercio deficitario.

Desde finales del s. XVI, el asentamiento de los neerlandeses en Asia, y la llegada al mar del Norte de los productos orientales a
precios inferiores, provocó la decadencia definitiva del comercio mediterráneo con oriente. El comercio atlántico está lleno de
novedades en el s. XVI, siendo la principal, el establecimiento de los monopolios ibéricos, el castellano y el portugués, a pesar de
aparecer el contrabando y la piratería, también surge una importante conexión mercantil, por vía marítima, en la que participaron los
cuatro continentes conocidos. El comercio con el Nuevo Mundo dio un gran impulso al capitalismo, al incrementar la oferta y
demanda de productos de muy diversa índole en Europa.

América suministró a la economía europea las siguientes materias primas de enorme valor e importancia: sustancias tintóreas
(cochinilla, índigo o añil, palo de Campeche y de Brasil), planas medicinales, canela, azúcar, tabaco, cacao, cueros, maderas preciosas,
perlas, esmeraldas, oro y plata. Esta última fue el artículo más importante en cantidades crecientes. Hacia América se llevaban
productos alimenticios (trigo, aceite de oliva, vino, harina, conservas, frutas y aceitunas), ganado, armas, herramientas de cobre o
hierro, tejidos, objetos de culto y obras de arte, libros, papel y mercurio imprescindible para el tratamiento de la plata.

De los territorios ultramarinos de Portugal llegaban a Europa pimienta y otras especias (jengibre, canela, clavo, nuez moscada),
seda, piedras preciosas, palo de Brasil. Los portugueses trasladaban mano de obra esclava africana, principalmente del golfo de
Guinea a las plantaciones de azúcar de las islas atlánticas y al Caribe.

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Portugal obtenía en África oro, marfil, pieles, cera y especias, que cambiaba por los productos textiles europeos, sal, jabón,
caballos, asnos, metales, cobre, materias tintóreas o bisutería. Pero el oro era la mercancía más buscada, dado que el comercio de los
italianos con Asia Menor drenaba los metales preciosos existentes en Europa. Portugal intentó acceder a los lugares del interior de
África de los que procedía el oro (cursos altos del Níger, el Senegal y el Volta) pero fueron frenados por el desierto del Sahara, al norte
de Cabo Verde y la selva ecuatoriana al sur. En conjunto se trataba de un comercio deficitario.

El comercio mundial entre los siglos XVI y XVIII

Con la interconexión mundial se inicia un fenómeno que caracterizará a toda la Edad Moderna: La centralidad de Asia en la
circulación de la plata y del sistema monetario. China se convertirá en el centro de gravedad de la moneda de la plata. La causa es que
China adoptó la plata como patrón de su sistema monetario y fiscal, y luego su valor aumentó respecto al resto del mundo. Los
hombres de negocios obtenían ganancias comprando en los mercados baratos de plata y vendiendo en China.

Los Países Bajos del sur eran el centro principal del comercio y de la actividad económica atlántica, donde Amberes se convirtió
en la principal capital económica europea del s. XVI. Sus mercaderes rentabilizaron la importancia de las manufacturas flamencas, la
densidad demográfica y el alto grado de urbanización de la zona. Su ubicación entre el Báltico e Inglaterra, lindando con Francia y
Alemania y conectados por vía marítima con las capitales del monopolio ibérico, a esto se añadía la navegación interior de sus ríos y
canales. Los principales productos eran:

 Los productos textiles. Pañerías flamencas y desde mediados de siglo paños ingleses, cuando Brujas dejó de comercializarlos,
con la ventaja de que las manufacturas amberinas se encargaban del acabado y del teñido.
 Productos alemanes, italianos y asiáticos. Procedentes de la conexión de las ciudades germanas del sur con Venecia. El más
destacado es el cobre, que era muy importante para el comercio de estos con África y Asia, lo que reforzaba su conexión con
la ciudad flamenca.
 Los productos africanos y asiáticos procedentes del monopolio portugués. Por ello Amberes se convirtió en el principal
mercado de especias de Europa.

El comercio de Amberes le ponía en relación con Francia, España, el monopolio sevillano y Génova. No solo exportaba años y
productos manufacturados, también obtenía lana española, aceite, vino, sal y la plata con que se saldaba el valor superior de sus
exportaciones. La economía-mundo del s. XVI se hacía realidad en Amberes.

En el Atlántico empiezan a emerger las dos potencias del futuro: las Provincias Unidas e Inglaterra. El fin de la Unión Kalmar, con
la independencia de Suecia frente a Dinamarca (1523) terminó en el Báltico con el monopolio de la Hansa que agrupaba a medio
centenar de ciudades encabezadas por Lübeck. Los mayores beneficiados del auge mercantil fueron los neerlandeses, que desarrolló
su flota mercante en base a un comercio basado en artículos de gran volumen y peso. Por los registros del estrecho del Sund,
sabemos que la actividad se multiplicó por 10 a lo largo del siglo. El centro principal era Ámsterdam., aunque también participaban los
ingleses, especialmente los comerciantes de Londres.

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Las finanzas estaban vinculadas al comercio. Nos hallamos ante un capitalismo inicial que es mercantil y Amberes es el principal
centro financiero de Europa. Pese a su riesgo, uno de los mayores negocios del siglo fueron: Los asientos, contratos para la realización
de servicios financieros y Los préstamos, a los fortalecidos poderes monárquicos. Las oportunidades que ofrecían eran tantas que los
hombres de negocios se vincularon a las haciendas reales. El servicio y crédito de las monarquías resultaron decisivos para el avance
del capitalismo, desarrollando instrumentos como los juros castellanos (títulos de deuda pública a pagar a largo plazo). Tanto los
alemanes vinculados al emperador como, desde la bancarrota de 1557, los genoveses colaboraron con la Monarquía de España para
su propio enriquecimiento. Se desplazaron a Madrid o Paris buena parte de sus negocios financieros. Además de las monarquías, los
municipios y los particulares también recurrieron al crédito, mediante los censos: títulos de deuda privada que ocultaban un interés
mediante la fórmula de la compra de una renta por parte del acreedor.

El avance del capitalismo impulsó sistemas para facilitar el crédito y así conectar diversos lugares sin necesidad de mover algo tan
pesado y susceptible de ser robado, como el dinero. Las cédulas u obligaciones (reconocimientos de deuda con compromiso de pago)
y las letras de cambio se generalizaron. Ambas experimentaron evoluciones como el aval y el endoso de letras de cambio.

Los bancos evolucionan desde un individuo sentado en una mesa, ya desde finales de la Edad Media, sobre todo en Italia. Los
bancos recibían y gestionaban depósitos, giraban cantidades entre diferentes cuenta, emitían y pagaban letras de cambio,
participaban en el mercado de crédito, practicaban el cambio de monedas, hacían préstamos, pero en el mundo católico, y ante la
prohibición de la Iglesia, disfrazaban el interés del dinero. Los principales bancos privados actuaban en las grandes ferias y plazas
europeas. Eran las mismas familias las que dominaban la explotación de minas, el gran comercio y los asientos en las haciendas reales.
Dinastías como los Fugger o Welser de Augsburgo, los Ruiz o los Espinosa de Medina del Campo o los Grimaldi y Spinola de Génova.
Destacaban en Florencia los Medici que en el s. XV ya dominaban la señoría y su rival los Strozzi:

 Bancos de carácter local, esencialmente cajas de depósito, surgidas ante las necesidades de los municipios.
 Montes de Piedad, surgidos en el siglo XV en diversas ciudades de Italia.
 Bancos públicos. Surgen ante las dificultades que atraviesan los bancos privados y están respaldados por los gobiernos.
Entre otros, el Banco de Rialto de Venecia o la Casa de San Giorgio de Génova, bancos públicos en Nápoles.

Las dificultades de fin de siglo.

Las últimas décadas de la centuria contemplaron un deterioro de la coyuntura económica que se manifestó principalmente en el
desequilibrio entre población y recursos (la producción dejó de crecer en algunas zonas antes de mediados de siglo, mientras que la
población seguía haciéndolo). A ello se unió el inicio de un cambio climático conocido como la “pequeña edad glaciar” que se inició
entre 1560-1580 caracterizada por el enfriamiento, y en muchos territorios se hicieron frecuentes las malas cosechas. Además la
situación de los asalariados se deterioró por el menor aumento de los salarios respecto de los precios. Entre 1580-1610 surgen nuevas
dificultades:

 La Europa del sur intensificó el recurso a los cereales del Báltico


 Se producían grandes contagios epidémicos, el principal de ellos fue la gran peste atlántica finisecular.
 Las guerras, con su corolario de presión fiscal, reclutamientos, victimas, destrucciones, desorganización de la vida
económica…

Uno de los efectos de la crisis es la decadencia de Amberes. Causas:

 De tipo político, como la pérdida de importancia de la minería centroeuropea y del eje mercantil que la unía a la Alemania del
sur y a Venecia.
 También los efectos negativos de las suspensiones de pagos decretadas por España en la segunda mitad de siglo y de otros
estados europeos.
 Pero la causa principal fue la larga crisis político-religiosa iniciada en 1556 con la revuelta de los Países Bajos. Amberes sufrió
especialmente, en 1576 ya que fue saqueada por los tercios y en 1585 los neerlandeses ocupan ambas orillas del Escalada,
impidiendo a sus barcos la salida por mar.

Ámsterdam aspiraba a sustituir a Amberes como capital del comercio internacional. La necesidad de cereales y la
comercialización de lo que obtenían en el Báltico había llevado a los comerciantes de Ámsterdam hasta el Mediterráneo apoyándose
en el puerto de Livorno. Sus miras iban mucho más allá y en 1595 los barcos neerlandeses penetraron en el océano Índico
comenzando a adueñarse del comercio portugués. Hasta el último tercio del s. XVII Ámsterdam se convertiría en la nueva capital
mercantil y financiera de Europa. Amberes seguiría siendo un importante centro comercial y financiero hasta mediados del s. XVII.

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TEMA 3: Renacimiento y Humanismo por: Sergio Castrejon Guerra (UNED)


Los conceptos de Renacimiento y Humanismo. Características y factores de difusión.

Los conceptos de Renacimiento y Humanismo

Renacimiento hace alusión a renacer, vuelta a la vida, o recuperación del mundo antiguo y sus valores en la Italia los siglos
XIV-XVI y que a partir de las últimas décadas del XV se extiende a Europa. Proporciona una nueva visión del mundo y del hombre
en aspectos culturales, en política, en religión, en ciencia y en manifestaciones humanas, con elementos ajenos al mundo antiguo
como la imprenta, el perfeccionamiento de la artillería, avances en contabilidad o la letra de cambio.

El Renacimiento se aplica a la época y aspectos artísticos,


mientras que el Humanismo es más concreto, ya que procede de
lo que permiten incrementar la humanidad individual, hacerse
hombre en sentido pleno mediante el uso de inteligencia y
lenguaje. Se trataba de gramática, retórica, poética, historia y
filosofía moral, los profesores eran llamados humanistas. Se
refiere al estudio de la Antigüedad a través de escritos clásicos,
estudios de letras clásicas, necesidad de descubrir viejos textos y
depurar las versiones conocidas. Es importante la filología y la
crítica textual, ya que sin su desarrollo no se hubiera podido
conocer a estos autores y volver a la pureza original de las
fuentes del cristianismo.

Una segunda acepción de Humanismo hace referencia a


una mentalidad y actitud vital hija del Renacimiento, frente a la
arraigada visión del hombre y vida terrena como un paso hacia la Domenico Ghirlandaio: Detalle del grupo de humanistas en
salvación, se revaloriza al ser humano, sus valores y capacidades “Aparición del ángel a Zacarías” (Poliziano, Landino, Ficino y
basándose en autores clásicos en los que se buscan enseñanzas Becci). 1486-1490. Florencia, Santa Maria Novella.
y modelos vitales. Los humanistas serán un grupo reducido por su carácter minoritario de movimiento cultural y por su aspiración
elitista y deseo de selección y aislamiento frente al rechazo que les produce lo popular.

La idea de Renacimiento como cultura de una época se la debemos a Jakob Burckhardt quien veía una ruptura con la Edad
Media y lo caracteriza por el individualismo y carácter laico influido por el paganismo. Estudios posteriores lo matizan, diluyen la
idea de ruptura, señalan las continuidades y el brillo cultural de algunas zonas como Borgoña, Países Bajos o norte de Francia.
Otros estudios reducen el carácter paganizante italiano indicando la impronta religiosa de muchos autores y frente a la idea de
movimiento italiano se han estudiado otras realidades fruto de la expansión a otros países con fuerte matiz cristiano.

Características y factores de difusión

Las características del Renacimiento, más bien Humanismo, son los nuevos valores que postula que pasan a través del
hombre y su dignidad como prueban las obras de Manetti o Pico della Mirandola. Un aspecto esencial será el individualismo
patente en biografías y autobiografías, narraciones de las vidas de personajes de la antigüedad y preocupación por la fama, ética,
amor, cortesía, valor, goce de la vida, interés por el mundo y la naturaleza o búsqueda de armonía y belleza. Todo plantea una
secularización, la idea del hombre integrado en el mundo, valoración del ser humano, centro de la creación y valoración optimista
de sus posibilidades. Este hombre nuevo habrá de desarrollar de forma equilibrada sus facultades físicas, intelectuales y
espirituales de acuerdo con la idea de armonía, por lo que, la educación era importante.

Como muestran algunas obras de arte, la belleza en la composición del cuerpo humano da una idea de sacralización, y en
ocasiones en Italia, un cierto paganismo. En la mayoría de casos no se produce enfrentamiento entre Antigüedad y cristianismo,
es más, en Italia hubo intentos de conciliar ambos de la mano de humanistas como Petrarca, Nicolas de Cusa o Pico de la
Mirandola. Además existió una facies en el Humanismo tardío, sobre todo desde el inicio de la Reforma, que dedica esfuerzos al
estudio de textos bíblicos y búsqueda de concordia en el seno de la cristiandad. Otra característica es el cosmopolitismo, una
república de las letras que difunde las obras, mantiene unidos a sus miembros por correspondencia, propicia viajes, contactos y
estancias en localidades diversas sin importar fronteras, entablando amistades entre los autores.

La difusión del Renacimiento se benefició de varios factores: viajes, intercambios de todo tipo y propagación de novedades,
resultó esencial el latín común entre gentes cultas ante el desarrollo de las lenguas vernáculas propiciada también por humanistas
como Dante, Petrarca o Bocaccio (padres del Humanismo y literatura italiana) o Antonio de Nebrija (latinista y autor de la primera
Gramática castellana). En Alemania contribuyó a la fijación una lengua y cultura propias. El factor más importante fue la imprenta
de tipos móviles inventada por Guttemberg, decisiva en la expansión del Renacimiento y la creación de esa república de las letras.

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Hacia 1500 había imprentas en unas 236 ciudades europeas, con mayor concentración en centro-norte de Italia y centro-sur
de Alemania, y ya en la segunda mitad del s. XVI se imprimieron en Europa cerca de 15.000 textos distintos, el 80% en latín y más
de la mitad religiosos. En 1537 la imprenta llega a América, en 1557 a la India y en 1564 a Rusia. Las ciudades con una actividad
destacada fueron Venecia, Basilea, París, Amberes o Lyon y los grandes impresores-editores de estas ciudades eran humanistas. El
carácter hereditario del oficio dio lugar a varias dinastías de impresores, y durante mucho tiempo también los manuscritos fueron
un medio habitual de transmisión de la cultura.

Otro factor de difusión fueron los centros de enseñanza que introdujeron los estudios humanistas, no tanto las
universidades de la Edad Media (que permanecieron ajenas en su mayoría o fueron enemigas) si no, en academias y colegios de
nuevo cuño. Las principales fueron de letras clásicas (Nápoles), neoplatónicas (Florencia), con el Papa como mecenas (Roma) o
interesadas en textos griegos (Venecia). Fuera de Italia se desarrolla el Humanismo en instituciones de nueva creación, algunas
vinculadas a universidades como los colegios trilingües (Lovaina fundado por Erasmo, Alcalá de Henares, Cambridge, Oxford) o en
París donde el colegio que tiene el lema “enseñarlo todo” que resume la actitud del Humanismo. En el Imperio se crearon
academias y sociedades de amigos de las letras en Estrasburgo, Colonia, Ausburgo, Nuremberg o Viena.

Italia y otras realidades europeas.


El Protagonismo de Italia

Italia fue origen y epicentro del Renacimiento y Humanismo. Había sido núcleo del Imperio Romano y contaba con restos
materiales antiguos y clásicos, jugó un papel importante a su favor el desarrollo de las ciudades, ambos fueron fenómenos
urbanos, una muestra del dinamismo de la ciudad de la Edad Moderna en virtud de la cual todas las innovaciones tuvieron lugar
dentro de sus muros. La inestabilidad política de la Italia bajomedieval (pugnas ciudades-estado, poder en familias enriquecidas o
bandas armadas –condottieri- necesidad de afianzarlo con el prestigio del arte o emulación entre gobernantes) favorecieron el
desarrollo del mecenazgo que hizo posible la mayoría de realizaciones artísticas y humanísticas. El mecenazgo se exporta con el
Renacimiento y sirvió a los monarcas para fortalecer su poder. Muchos humanistas fueron secretarios de papas, príncipes y
señores diversos.

Parte de los esfuerzos de humanistas italianos se concentró en depurar el latín basándose en modelos clásicos. Destacan
Lorenzo Valla o Leonarfo Bruni que inician una literatura neolatina con mucho desarrollo en el Humanismo en la senda de los
géneros literarios y grandes autores de la Roma antigua. Se interesaron por el griego estimulando su conocimiento, en parte
perdido, por la llegada de griegos que huían de la invasión turca. En menor medida se estudiaron el hebreo, arameo (para
acercarse al Antiguo Testamento o conocimientos cabalísticos). Muchos humanistas, como Petrarca, coleccionan códices que
permite recuperar textos perdidos sobre diversas materias, con frecuencia reunieron importantes bibliotecas como las de Ferrara,
el Vaticano, San Marcos de Venecia abriéndose la primera biblioteca pública en Florencia por iniciativa de Cosme de Medici.

En el terreno filosófico continúa el predominio del aristotelismo cristianizado, base de la escolástica cuya rama principal
proveniente de Sto. Tomás de Aquino, que defiende la concordancia entre fe y razón. Existían otras escuelas que las separaban
como la nominalista (Ockham) o la averroísta (Averroes). El nominalismo, muy difundido en las universidades, fue responsable de
la crisis de la escolástica, ya que defendía la posibilidad del conocimiento sin garantía de que éste se correspondiera con las
esencias de las cosas, los conceptos no eran más que nombres vacíos que provocaba el rechazo de los humanistas. El averroísmo
que arraiga en Bolonia y Padua postula la existencia de una doble verdad, la racional y la fe, su principal representante (Pietro
Pomponazzi) niega la posibilidad de demostrar la inmortalidad del alma y afirmó la existencia de una contradicción entre la
omnipotencia divina y el libre arbitrio.

El Renacimiento recuperó los textos de filósofos de la


antigüedad inconciliables con el cristianismo. Gran novedad
fue el neoplatonismo basado en el resurgimiento de los
textos de Platón casi olvidados en la Edad Media pese a San
Agustín. El pensamiento idealista de Platón tuvo gran
importancia, ya que una de sus afirmaciones es que la
vocación del hombre es pasar, por el conocimiento, del
mundo en que vive de apariencias sensibles o reflejos
imperfectos de arquetipos divinos, a la inteligencia de las
Ideas, es decir, las esencias de las cosas materiales que
residen en Dios. Uno de los medios de conocimiento es la
contemplación de la belleza que contribuye a explicar la
eclosión artística. Lo bello y armonioso, está más cerca de lo
Castelnuovo (Napoles)
divino. El gran difusor y traductor de Platón fue Marsilio
Ficino que dirigió la Academia de Florencia dentro del neoplatonismo. Intentó armonizar el pensamiento de Platón y Aristóteles.
Su discípulo Pico della Mirandola mezcló platonismo, cabalismo y magia, interesado por lenguas, filosofía, religión, o astrología, en
la pura línea de la curiosidad universal humanista, y fue uno de los partidarios de la república teocrática de Florencia de finales del
s. XV.

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Cuatro ciudades son los centros esenciales, Florencia, Nápoles, Roma y Venecia. Tal vez Florencia fue el más característico
ejemplo de las motivaciones que llevan al mecenazgo. Los Medici, banqueros, se hicieron con el poder, usando arte y cultura
como elemento de prestigio, dando lugar a las grandes realizaciones de Cosme el Viejo y su nieto Lorenzo el Magnífico gracias a
las obras que patrocinó. Nápoles es distinto, no es ciudad-estado si no capital de un reino, además de ser el más extenso de los
estados italianos. El mecenazgo se desarrolló al servicio de los intereses de Alfonso V de Aragón quien conquistó el reino a la Casa
de Anjou de Francia. Su programa artístico queda resumido en la puerta de Castel Nuovo en que el rey aparece como héroe de la
Antigüedad. Su personalidad principal será Lorenzo Valla, latinista, corrector del texto latino de la Biblia y creador de la crítica
textual histórico-filológica que permitió demostrar la falsedad de los documentos medievales referidos a la Donación de
Constantino sobre la que se fundará el Patrimonio de San Pedro y el poder temporal de la Iglesia.

En Roma, el Renacimiento aparece vinculado


a los papas cuyo mecenazgo atrajo a los
principales artistas que dejaron huella en diversos
lugares como la basílica de San Pedro y los palacios
del Vaticano. La primera fase, a mediados del s.
XV, coincidió con los papados de Nicolás V, Calixto
III y el humanista Pio II y la segunda, a finales de
siglo XV e inicios del XVI, con el papa Alejandro VI
(Borgia, sobrino de Calixto III), Julio II y León X con
los que llegó la plenitud. Con ellos colaboran
Bramante (cúpula de San Pedro y Catedral de
Santa María de Fiori en Florencia), Rafaelle Sanzio
(frescos de las Estancias Vaticanas) o Michelangelo
Bounarroti (frescos del Juicio Final en la Capilla Miguel Angel: Tumba mural del Papa Julio II (Roma. San Pietro in Vinconti).
Sixtina). Moisés entre Raquel y Lea (1505-1515)

En Venecia tuvo como centros importantes la Academia, con estudios de griego, y la Universidad de Padua, de las pocas que
aceptó los estudios renacentistas y se convirtió en sede de la renovación de la filosofía aristotélica basada en la vuelta a sus textos
originales. Se beneficiaría de la huida de artistas con ocasión del saco de Roma por las tropas de Carlos V (1527). Tuvo otros
muchos centros en Italia: Rimimi (Templo Malatestiano), Urbino (Piero della Francesca y Berruguete), Milán (los Visconti y Sforza),
Bolonia (los Bentivoglio), Ferrara (Ludovico Ariosto escribe un poema épico cumbre del Renacimiento), Pisa, Siena,… donde se
llevaron a cabo obras de arte cuyo aspectos son el realismo, la naturaleza en su belleza y armonía, la sociedad con sus
protagonistas y excesiva preocupación por el hombre con desarrollo del retrato.

Otros Países Europeos

Desde Italia se fue extendiendo por otros países en que adoptó formas variadas con perfiles propios fruto del contacto con
características culturales e intereses de cada país. El vehículo para la propagación fueron los viajes, tanto de extranjeros que
conocieron los círculos italianos como italianos que se desplazaron a otros países. Antonio de Nebrija estudió en Bolonia y visitó
Italia varias veces, Erasmo y otros artistas europeos viajaron también a Italia, el polaco Copérnico se formó en las universidades de
Bolonia, Padua o Ferrara. Además de estas y otras figuras humanistas los intercambios de gentes cultas e intereses de los
gobernantes sirvieron de estímulo desde finales del siglo XV al desarrollo del Renacimiento fuera de Italia.

Es importante el mecenazgo de monarcas como el Emperador Maximiliano I, los Reyes Católicos o Carlos I de España,
Francisco I de Francia, Enrique VI y Enrique VII de Inglaterra o el rey de Hungría. Este mecenazgo no quedó restringido a los reyes,
aristócratas y eclesiásticos, sino que también lo practicaron humanistas como Margarita, hermana de Francisco I y reina consorte
de la Navarra francesa y autora de diversas obras inspiradas en Bocaccio.

El Humanismo español tiene inicio en el s. XV en la corona de Aragón por sus fuertes vínculos con Italia. Aunque en la
universidad de Salamanca ya se enseñaba griego el principio del Humanismo será en la universidad de Alcalá de Henares, creada
por el Cardenal Cisneros y a la que se traslada Nebrija desde Salamanca, poco receptiva a los avances humanísticos, y que le priva
de su cátedra. También inicia Cisneros la Biblia Políglota, en latín, griego y arameo. Eran los primeros años del siglo, las divisiones
de la Reforma aun no se habían iniciado y colaboran varios conversos en la obra a pesar de que la Inquisición ya actuaba en
España. La poesía italiana es introducida por Juan Boscán y Garcilaso de la Vega, pero después el Humanismo español queda
marcado por la crisis religiosa. La influencia principal fue de Erasmo de Rotterdam, que dedicó sus esfuerzos a buscar una tercera
vía entre el catolicismo tradicional y la Reforma. El esplendor del erasmismo español fue la década de los años 30 del siglo XVI y
sus partidarios comenzaron a ser perseguidos. Uno de los autores más importantes fue Alfonso de Valdés que critica la sociedad
de entonces.

El humanismo francés fue más tardío, entre sus figuras destaca Guillaume Budè un especialista de latín y griego, de amplia
cultura y que participa en el Collège de France y dirige la biblioteca milanesa de los Sforza que había llegado a Francia. Otro
humanista como Jackes Lefebrè d’Étaples se inscribe en la corriente del Humanismo cristiano que preocupado por la pureza de las

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fuentes publicó un comentario de las Epístolas de San Pablo y tradujo al francés el Nuevo Testamento griego. En Inglaterra John
Colet se interesa por los escritos de San Pablo. Tomás Moro, jurista y canciller de Enrique VII, víctima en el patíbulo por oponerse
al divorcio del rey, tiene amplia cultura, conoce latín y griego, tiene formación neoplatónica, hace una crítica social en su libro
Utopía y posteriormente es santificado siendo ejemplo de libertad de conciencia frente al poder y sus hijas se constituyen en
modelo de mujer culta del Renacimiento.

En Alemania destaca Johan Reuchlin, especialista en hebreo, su sobrino fue humanista reformador, y estuvo preocupado por
cuestiones teológicas. En los Países Bajos el Humanismo estuvo muy vinculado a la preocupación religiosa, dentro de la corriente
Devotio moderna, que propugna una religiosidad intimista y se inscribe a la prerreforma luterana, con los Hermanos de la Vida
Común que se interesan por el estudio y edición de textos clásicos.

La figura del Humanismo de los Países Bajos fue Erasmo de Rotterdam (1468-1536), el más importante del Humanismo
tardío del s. XVI, influido por los Hermanos de la Vida en común, perteneció a la orden de San Agustín, y en 1493 pasa a ser
secretario del obispo de Cambrai. Viajó por diversos lugares de Europa donde completa su formación y establece relaciones con
otros humanistas, tiene una vida llena de viajes, con estancias largas fuera de su tierra, significativa del cosmopolitismo
renacentista y de los problemas de la Reforma. Estuvo en París, Oxford, Italia (Roma, Florencia, Padua y Venecia), Cambridge,
Flandes, Lovaina, Basilea, Friburgo y de nuevo en Lovaina donde muere. Recibió diversas invitaciones como la del Cardenal
Cisneros para ocuparse de la Biblia Políglota, que rechazó probablemente por su antisemitismo, la de Francisco I para dirigir un
colegio, fue consejero de Carlos de Borgoña (Carlos V) y el papa Paulo III le ofreció un capelo cardenalicio.

Sus obras se dividen en dos grupos, civil y religioso. Las primeras constan de proverbios de la antigüedad reeditados y
corregidos varias veces, ejercicios en latín en formas de dialogo, ediciones de textos cásicos y traducciones en latín de autores
griegos y el Elogio de la locura, obra irónica en que constata el triunfo de la estupidez más felices que los cultos y sabios.

En el terreno religioso es partidario de una reforma de la iglesia, crítico con la


influencia del clero, ansia un cristianismo íntimo y personal, centrado en la figura
de Cristo, alejado de los excesos externos y prácticas populares, elitista, en
armonía con la cultura clásica y poco amigo de la escolástica, que tuvo muchos
seguidores humanistas. A pesar de la actitud tolerante es rechazado por los
protestantes que lo acusan de tibieza y es perseguido por la iglesia, la cual, incluye
sus obras como libros prohibidos. Realizó una edición bilingüe del Nuevo
Testamento en latín y griego con varias reediciones y varias ediciones de padres de
la Iglesia. Frente al pesimismo antropológico de Lutero escribió Sobre el libre
albedrío (1524), expresa optimismo y creencia en la capacidad del hombre para
colaborar en su salvación eligiendo entre el bien y el mal y Lutero le responderá.
Fue el humanista con más éxito editorial.

Otro personaje de los Países Bajos es el cosmopolita Juan Luis Vives (1492-
1539) con una vida difícil por las persecuciones que le tocaron de cerca y una
conciencia de que desaparecerá el mudo en que había creído (“Todo se
derrumba” le escribe a Erasmo). Hijo de judeoconversos, estudió en París y
Lovaina. En 1522 en España le ofrecen una cátedra en Alcalá de Henares que
rechaza por consejo de Tomás Moro y gracias a ello se salva de los procesos
inquisidores que sufrió su familia. Estuvo en Londres junto a Moro, fue tutor de
Lucas Cranach: Martín Lutero (1529. Museo María Tudor, futura reina, profesor en Oxford y posteriormente marchó a Brujas
de los Uffici) hasta su muerte. Fue un autor productivo, su pesimismo aumentó con las guerras,
querellas religiosas, persecuciones en España a sus amigos erasmistas, el
ajusticiamiento de Moro y la desaparición de Erasmo. Su obra es muy extensa destacando en los terrenos del Humanismo
cristiano, filología, pedagogía, filosofía o reformismo social. Algunas de sus obras se incluyen en el índice de libros prohibidos.

La Crisis del Renacimiento

Al pesimismo de Vives no le faltaban razones (“Vivimos unos momentos difíciles en los que no podemos ni hablar ni callar sin
riesgos”). En los años 30 y 40 del s. XVI se endurecen posturas religiosas y se olvidan sueños cosmopolitas e integradores del
Humanismo. Se muestra la evolución desde la creencia inicial en el hombre y espíritu de tolerancia hasta el escepticismo y
resignación frente al avance de la intolerancia. Europa se encaminaba hacia la definición y ratificación de las ortodoxias que no
deja espacio a posturas conciliadoras como prueba la crisis de la tercera vía erasmista.

Muchas aportaciones del Humanismo permanecen en la cultura posterior, pero era más propicio el conformismo resignado
ante las adversidades, lo que propició actitudes escépticas. Michel de Montaigne en sus Ensayos trasluce un desencanto crítico,
agudizado por una Francia desgarrada por las guerras de religión y la resignación ante la imposibilidad de conocer los secretos de

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la naturaleza. Giordano Bruno, napolitano, formado en el averroísmo paduano opta por profundizar en la veta filosófica oculista y
hermética que en el Renacimiento tuvo cultivadores como Pico della Mirandola.

El elemento más positivo y deudor del Humanismo, y también de los enfrentamientos entre países, fue el desarrollo de
culturas nacionales en literatura, con sus lenguas respectivas, recuperación de elementos de la historia y cultura, y la
revalorización de lo maravilloso e irracional frente al ansia de explicar los misterios de la naturaleza. Sobresalen poetas franceses
en sintonía con la Contrarreforma, el teatro inglés de época isabelina, el inicio del siglo de oro español, la epopeya americana de
Alonso de Ercila, la obra de Fernando de Herrera o literatura de inspiración religiosa como Fray Luis de León, Teresa de Jesús o
Juan de la Cruz. En el arte el Manierismo imita los grandes artistas de época anterior, es un arte cortesano que supone una etapa
de paso hacia el Barroco. Los pintores venecianos Tintoreto, Pablo Veronese o El Greco son de los principales representantes, en
arte religioso la iglesia de Gresù de Roma es el principal modelo de la Contrarreforma y en arquitectura civil destaca el Monasterio
del Escorial símbolo de Felipe II y su Monarquía.

La ciencia en los siglos XV y XVI

El Renacimiento fue brillante en el terreno artístico y sobre todo en Italia con genios en arquitectura, pintura, escultura y
artes plásticas. Hubo avances técnicos que permitieron las grandes cúpulas como las de Bruneleschi o Miguel Ángel. La ciencia no
avanzó en la misma medida, la interpretación del mundo físico siguió vinculada a la interpretación de Aristóteles sin que los
saberes de otros autores antiguos aportasen cambios. Hubo anticipaciones de genialidad como Nicolás de Cusa (1401-1464) o
Leonardo da Vinci (1452-1519) que intuyeron que las matemáticas eran la base del conocimiento del universo.

En el campo de la medicina son relevantes los estudios de psicología, sífilis y


Paracelso que llego a quemar los tratados médicos de Galeno y Avicena
mostrando así una reacción contra los saberes clásicos. Surgieron estudiosos
multidisciplinares intentando medir el meridiano terrestre, geógrafos, geólogos,
ópticos, filósofos, alquimistas,… Al s.XV se le deben las aportaciones científicas de
Miguel Servet que descubrió la circulación pulmonar, el flamenco Andreas Vesalio
quien defiende una anatomía empírica que pone en cuestión opiniones de Galeno.
Se producen grandes contribución en el campo de la astronomía, Copérnico (1473-
1543) defendió la teoría de que la tierra gira alrededor del sol (propuesta por
Aristarco de Samos en el s. III a.C.) que se enfrenta al geocentrismo de Ptolomeo
(que además sostienen la Iglesia, Lutero y Calvino). El heliocentrismo se basa en
razones geométricas y estéticas, y en el s. XVII surgen las explicaciones de carácter
físico o mecánico, en la medida en que otros partían de la observación frente a
teorías tradicionales y argumentos de autoridad que preludian la Revolución
científica que tendrá lugar en la centuria siguiente.

Algunos progresos técnicos eran tributarios de autores antiguos como la


geometría de Euclides, la trigonometría, o la álgebra. En el terreno de la técnica
destaca Leonardo da Vinci, figura polifacética florentina, inventor, dibujante de
ingenios y máquinas (diseña un aparato para volar). En el Renacimiento hay
avances en técnicas de guerra, artillería y fortificación, también en el dominio del Leonardo da Vinci: Cabeza de hombre
mar, representaciones geográficas (Proyección de Mercator 1569), y un gran mostrando cómo inciden los rayos de luz en el
desarrollo de cartografía vinculada a la expansión oceánica y los descubrimientos rostro. (1488. Colección del Castillo Windsor)
(mapas, atlas, etc.). Hubo avances en minería, metalurgia, aprovechamiento de
energía de viento, agua con molinos, y buena parte de inventos recogidos por encargo de Felipe II en Los Veinte y un libros de
ingenio y las máquinas escrito por Pedro Juan de Lastanosa. Además se reduce el tamaño de los mecanismos de las máquinas de
medir el tiempo que permite la difusión de los relojes.

La crisis de los poderes universales y las monarquías del renacimiento


El Poder, ¿Existía el Estado?

En toda organización social se desarrollan relaciones de poder que sitúan unos miembros debajo de otros y les someten en
mayor o menor medida. El poder es un fenómeno social ineludible, omnipresente en la elemental formación social y en la Edad
Moderna aparece en muy diversas formas. En el mundo actual el poder es del Estado, que nos identifica, reconoce y garantiza
derechos y exige obligaciones. Por debajo del Estado existen otros poderes con justificación en el acuerdo básico estatal que se
plasma en las Constituciones de cada país.

En el Antiguo Régimen, el Estado era una entidad discutible cuya realidad es negada por algunos historiadores. Existían
poderes supremos que gobernaban amplios territorios y se caracterizaban por el hecho de no depender de ningún poder superior
más allá de la “ficticia” soberanía del papa y el emperador. Eran reinos, repúblicas y territorios principescos independientes que
no eran fruto del acuerdo fundacional de ciudadanos, si no un poder patrimonial, hereditario y vinculado a una familia que lo

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transmitía por vía dinástica. Las repúblicas se basaban en sociedades estamentales con desigualdad de derechos y obligaciones
entre sus miembros, diferentes de los principados en que no se constituye ninguna dinastía y el poder alterna entre miembros de
grupos dominantes en los que lo importante es el órgano colegiado que dirigía el gobierno del territorio.

En todos los casos lo importante era el poder supremo en sí. En las monarquías el rey o príncipe (basado en derechos,
tradiciones, ordenamientos legales y respaldo de la apelación a la voluntad divina) era base del ordenamiento legal, los derechos
eran una concesión regia (privilegios) siendo difícil hablar de Estado. Los estados a partir de los s. XVIII y XIX no son creaciones ex
novo, ya que en siglos anteriores han empezado a desarrollarse, especialmente en la Edad Moderna, y hacen pensar en la
existencia de algo más que la realidad de la persona y el poder real, pudiéndose hablar en algún sentido de Estado.

El peso de lo colectivo. Los poderes inmediatos.

Es difícil hablar de individuo, solo la alta nobleza y dignidades eclesiásticas eran personas con una consideración legal que
poco tiene que ver con el concepto actual. La mayoría de población adquiría estatus por pertenencia a un grupo, comunidad o
colectividad y fuera era un desarraigado. Los derechos y obligaciones derivan del grupo. Un personaje de cualquier grupo, si su
grupo tenía derechos, él mismo los tendría además de las obligaciones. Podía formar parte de un gremio, cofradía, familia,
parroquia u otra colectividad imponiéndose lo colectivo de forma decidida siendo una de las principales características del
Antiguo Régimen.

También se ha de tener en cuenta el peso de lo local, las distancias eran grandes, con dificultades de comunicación, por lo
que se desarrolla la existencia en territorios reducidos, con el poder del rey como algo muy lejano, y con unos medios de acción
prácticamente reducidos. La vida diaria se desarrollaba en ámbitos colectivos cerrados y limitados y en tales condiciones los
poderes eran inmediatos (padre, jefe familia, señor de territorio, párroco, autoridades gremiales, abad de un municipio,…)

Familia y otras comunidades de vida.

En época preindustrial la familia cumplía más funciones que la actual, institución de reproducción, vía de integración en
sociedad, lugar de producción y organización de trabajo, con una economía de bienes escasos con medios de subsistencia para la
misma. La pertenencia a la familia no es en función de parentesco si no la función que se desempeña en el trabajo. Un siervo era
familia pero no un hermano menor que no hereda. El modo de familia burguesa era el de los habitantes de una casa con tareas de
producción agrícola o artesanal al mando del pater familias. El papel de cada miembro lo determina el objetivo, las relaciones de
parentesco no tienen importancia. Esto explica las ideas de vecino o fuego en los recuentos de población que se expresa en
unidades familiares. Podían ser de tres tipos, nuclear (hijos, criados y ascendientes,…), troncal (hijos y su descendencia con
hermanos solteros) y completa (convivencia de varias generaciones y sus descendencias con diversos núcleos conyugales). Una
variable eran las hermandades con dos o más hermanos bajo el mismo techo.

La familia compleja tiene gran fuerza de trabajo, predomina por relaciones con la tierra, no era propietaria, vinculada a
capacidad de producir amplios territorios, como en Europa Oriental, Francia e Italia (aparcería con grandes fincas). La familia
troncal predomina en áreas pastoriles, con el objetivo de perdurar la casa o explotación vinculada a un linaje que obliga a
transmitir a un heredero.

La tendencia desde la Edad Media era nuclear, base de futura familia burguesa. Había en la nobleza y gentes acomodadas,
grandes familias, también casas de una sola persona y familias conyugales puras raramente. La mayoría de hogares, campesinos y
urbanos, con variedad de tamaños y tipos, con 4-6 personas y algo menos en ciudades. La familia regulaba aspectos esenciales,
formación, trabajo, cónyuge y matrimonio de los hijos (para reproducción de la familia). La autoridad del cabeza de familia forzaba
a todos a acatar sus elecciones sobre todo a las mujeres. Las viudas adquirían estatus de independencia gestionando sus
propiedades, en los varones nobles el orden de nacimiento marca la actividad a realizar, el mayor hereda título y posesiones, y los
demás destinados a iglesia, ejército o universidad. La alta mortalidad alteraba las previsiones, y era fuente de importante
tensiones y conflictos, la designación de herederos sin primogénito o con el relevo del cabeza de familia. Otros conflictos eran la
convivencia entre diversas parejas y los hijos. Junto a la familia otras comunidades como monasterios o conventos, con poder del
abad, prior o superior, mayor que el del padre de familia, desarrollan una forma de vida irrevocable que afecta a toda la
existencia. El cerramiento unía aun más el ámbito físico e incrementaba el poder de los superiores, siendo los poderes más
inmediatos del Antiguo Régimen.

La Parroquia.

Era otra comunidad esencial, que hace patente el poder de la Iglesia de un mundo sacralizado, donde el párroco del mundo
rural era el representante de la Iglesia, con todo el poder de la institución para mediar entre hombres y dios llevándoles por el
camino de la salvación. Toda la vida, de la cuna a la sepultura, pasa por la Iglesia y los sacramentos, para las gentes apenas cultas,
los sacerdotes les instruyen en la fe, les administran sacramentos, transmiten lo esencial de su cultura, forman la conciencia y
opiniones a través de su sermón y en el confesionario.

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La iglesia forma y controla la opinión. En las ciudades este papel se reparte entre clérigos y predicadores y en las pequeñas
se concentra en el párroco. Con el Concilio de Trento adquiere una función de control de prácticas religiosas igual que en iglesias
reformadoras calvinistas. Además se desarrollan otras funciones: enseñanza primeras letras, ayuda y beneficencia, cofradías que
estimulan vidas comunitarias, asociaciones para gastos,…

La Comunidad Local

El municipio era otro de los poderes inmediatos. Su autoridad se basaba en privilegios otorgados en la Edad Media y su
misión era reglamentar la actividad productiva en interés de la generalidad, ejerciéndola por una serie de cargos de gobierno
emanados de un consejo que reunía a todos, en localidades pequeñas, o una selección. Era necesario regular la agricultura y
ganadería, establecer los periodos en que los campos, al acabar la cosecha, podían ser pastados por ganados de la comunidad o
las fechas de las labores agrícolas. En lugares de rotación trienal fijaban el cultivo de las hojas, regulaban el uso de zonas
comunitarias comunes como las eras, y contaba con capacidad judicial para castigar las infracciones en primera instancia.

Al municipio rural, y al urbano, le competía estar abastecida, lo que exigía medidas de previsión como préstamo de granos a
los necesitados, construcción de silos para reservas, supervisión de mercado para evitar la salida de granos, evitar la escasez y
comprar en momentos de penuria. Podía realizar obras públicas como caminos y puentes. Era obligatorio el cuidado de la iglesia
local, sanidad y orden público, así como colaborar con la enseñanza y la asistencia a los pobres.

Más allá de la familia, era el poder civil más inmediato el que regulaba la vida diaria de los ciudadanos y permitía a sus
miembros una participación directa en la gestión de intereses comunes. En la Edad Moderna perdió posiciones frente al deseo de
control que manifiestan poderes como el señor, Iglesia o príncipe. El declive de la comunidad aldeana tiene tres causas:
empobrecimiento, divisiones internas y pérdida de autonomía. Se empobrece como consecuencia de gastos crecientes por
diferentes motivos como provisión de cereal, gastos por epidemias, efectos de la guerra, obras públicas, la fiscalidad del rey,
Iglesia y señor resultando endeudada, hipoteca los bienes colectivos y pérdida frecuente de estos.

Las divisiones internas colaboran en la decadencia que se generaliza, no


todos los vecinos comparten intereses, se producen divisiones sociales
derivadas de diferencias en posesión de bienes y rentas con una clara
oligarquización. Los favorecidos dominan el poder municipal y tienden a
perpetuarse, procuran excluirse y beneficiarse de impuestos, con
reclutamientos, alojamiento de soldados y otras prestaciones, y tratan de
hacerse con las propiedades de los bienes comunales. La pérdida de
autonomía ante las ansias expansivas de instancias superiores de poder, rey,
Iglesia y señores, resulta negativo para la comunidad, sus bienes y derechos
colectivos. Los acreedores, de clases medias urbanas y naciente burguesía
deseosa de ennoblecerse, se apoderan de buena parte de sus bienes igual
que harán el señor o rey. En Castilla el rey invocará derechos como la
propiedad de terrenos baldíos de las comunidades locales. En Inglaterra el
acceso al campo de nuevos propietarios se complementa con cercamiento
de tierras para el uso ganadero y en otras partes de Europa hay procesos
Ambrogio Lorenzetti: Alegoría del Buen Gobierno
(1337, Siena. Palacio Público) parecidos.

Buena parte de lo dicho se puede extender a las ciudades, donde la diferencia era cuantitativa y cualitativa en la que su
mayor dependencia era el mercado para el propio abastecimiento. Frente al predominio del sector primario rural, el urbano se
caracteriza por manufacturas, gremios, importancia de intercambios y servicios administrativos y como consecuencia la presencia
de abogados y otros profesionales, como el alto número de eclesiásticos regulares.

La gran cantidad de actividades junto al fenómeno de los gremios distribuye los oficios por calles o barrios teniendo la ciudad
una fisionomía variopinta. Las diferencias sociales se agudizan, repercutiendo en el paisaje urbano y reparto de poder municipal.
Los grupos dominantes (nobles, burgueses, letrados, abogados,…) constituían los patriciados urbanos o las denominadas
oligarquías urbanas particularmente poderosas.

Estos grupos monopolizan el poder en la mayoría de ciudades, se generan tensiones y revueltas con los sectores excluidos
como pueblo, desarraigados y grupos emergentes alejados del poder municipal. Si para el patriciado urbano la pertenencia a
familia, grupo o clan era importante, lo era también para los sectores populares, pues el sistema clientelar recorría las estructuras
sociales en sentido vertical afectando al mundo rural. Además de las relaciones informales que se derivaban, resultaba importante
en pueblos y aldeas la integración en comunidades como familia o parroquia, incrementadas en el ámbito urbano por la presencia
de gremios, sus cofradías y las cofradías vecinales.

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Los Señores

En el orden civil eran importantes los poderes de señores y sus delegados en los territorios de jurisdicción feudo-señorial.
Originariamente propiedad y jurisdicción iban unidas, pero en el mundo señorial existían dos tipos de situaciones dependiendo de
si era dueño de la tierra o no. En el primer caso son territoriales y en el segundo jurisdiccionales. Lo característico del señorío no
era la propiedad, que podía ser parcial, si no la jurisdicción procedente de época feudal en que los señores ejercían una labor
militar de protección del territorio y de sus habitantes.

A comienzo de la Edad Moderna la nobleza pierde la función guerrera al tiempo


que, con el reforzamiento de las monarquías, los reyes trataron de subordinar a los
señores y que obtuvo éxito desigual según los territorios. Feudos y señoríos se
convirtieron en poderes territoriales dependientes y colaboradores del monarca,
útiles en un sistema en que el rey difícilmente conseguía hacer llegar su poder a todos
los rincones. Esto reforzó a la principal nobleza, su subordinación al poder real la
convirtió en nobleza cortesana, abandonó la residencia en sus estados para vivir junto
al monarca y desempeñar cargos de gobierno diplomáticos o militares, resultando en
un absentismo señorial con incremento de poder de representantes y delegados.

Fuera o no dueño de la tierra, el señor ejercía poderes recibidos teóricamente


del rey, aunque muchos poderes habían sido usurpados tiempo atrás. Los titulares de
señoríos eran nobles y eclesiásticos a los que se fueron sumando consejos,
universidades y otras entidades así como particulares que tratan de ennoblecerse
viviendo de las rentas. Sus poderes eran variados dependiendo de su grado de
propiedad y control de la tierra, las atribuciones jurisdiccionales que tuvieran o
tributos que recibieran. Muchos señores poseían privilegios como vender su cosecha
antes de los campesinos, monopolio de instalaciones (molinos, hornos, prensas,
lagares,…), o el derecho exclusivo a la caza que propiciaba el furtivismo con duras
sanciones.

En épocas de baja presión demográfica, muchos señores habían cedido parte de


sus tierras en enfiteusis, especialmente en Aragón, parte de Francia y norte de Italia.
Con el incremento de población y precios agrarios los señores intentarán recuperarlos
para convertirlos en contratos de arrendamiento simple a corto plazo con más
beneficio. En norte de Francia, sur de España e Italia predominan grandes
Justo de Gante y Pedro Berruguete:
explotaciones señoriales, muchas cedidas a arrendatarios basadas en mano de obra
Retrato de Federico de Montefeltro y su
subarrendada o asalariada. En Inglaterra, los señores agrandan posesiones a costa de
hijo Guidobaldo (1474. Galleria Nazionale
campesinos con la restricción del dominio útil en la enfiteusis, compra,
delle Marche, Urbino)
apoderamiento comunal o usurpación. En muchos casos las tierras serán explotadas
con espíritu capitalista cara al mercado por medio de arrendados. Muchas veces, aunque vivía en Londres, el señor mantiene su
mansión y gestiona propiedades a través de intermediarios.

En señoríos eclesiásticos (obispo, cabildo, abad,…) sus atribuciones podían reforzarse con las armas espirituales
(excomunión, sanción eclesiástica) a vasallos desobedientes o que no pagaran a tiempo. En Europa occidental quedaban restos de
la servidumbre de gleba, fijación del campesino a la tierra, y en la parte oriental se desarrolló en la Edad Moderna la segunda
servidumbre que responde a la fuerza de la nobleza y a la demanda de grano por Occidente. El poder de los señores podía ser
agobiante, y era más visible, permanente e inmediato que el del monarca. La literatura exhaladora de la realeza ensalza la acción
justiciera del rey contra el abuso de los señores, pero las intervenciones no eran frecuentes. Los abusos de señores dieron lugar a
la revuelta antiseñorial pero en muchos casos acababan en largos pleitos contra señores que implicaba una capacidad económica
que no todos tenían.

Las nuevas monarquías del Renacimiento

Al margen de la discusión de si existía Estado o no, el tránsito a la Edad Moderna contempló el inicio del reforzamiento de
monarquías y poderes soberanos de buena parte de los países. Aunque exista continuidad con reyes anteriores podemos hablar
de las nuevas monarquías del Renacimiento, en cuanto a que amplían su poder y ámbito de actuación. Será la primera fase de un
proceso que llevará al desarrollo del absolutismo en los siglos siguientes.

Se ha empleado monarquías nacionales, con el que se identifica carácter territorial y negativa a aceptar los poderes
universales en la cúspide de la cristiandad heredada de la Edad Media. El término “nación” tiene su propia historia, sin el mismo
significado que hoy, siendo alusivo al nacimiento del individuo en referencia al orden geográfico.

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Se habla de nación castellana, española, burgalesa o localidades menores. Su identificación con territorios de monarquías o
el conjunto de los habitantes es una realidad posterior que incluye conciencia de comunidad e intereses colectivos. El sentido de
nación se irá creando en la modernidad hasta desembocar en la noción de la Revolución francesa y liberalismo. Caso parecido es
el de “patria” alusivo a la tierra de padres y antepasados, entendiéndose en un sentido extenso y reducido a nivel local.

Con el feudalismo los poderes de reyes se habían debilitado, eran primus inter pares, primeros de un conjunto de iguales en
relación con los nobles. Había emergencia de nobles con amplios dominios territoriales, feudatarios del rey, pero en la práctica
independientes y que se alían con sus enemigos. Borgoña es un ejemplo que apoya a Inglaterra en la Guerra de los Cien años,
aspira a constituir un estado desligado de Francia y llega a constituir un modelo cortesano que inspirará a las monarquías del
Renacimiento. La crisis del poder real era generalizada, y afectaba de distinta manera a las monarquías de acuerdo con su historia.
Los reyes deseosos de exaltar su poder sobre el resto de instancias de sus reinos tendrán por delante una tarea considerable.

La crisis de los poderes universales

La emergencia de poderes monárquicos europeos coincide y es propiciada por la crisis de los poderes universales, papa y
emperador, cabezas espiritual y temporal (brazo armado) de la cristiandad. El trasfondo era la idea de unidad procedente del
Imperio romano, cristianizado y vinculado a la iglesia desde el s. IV. En la Edad Media el modelo imperial se mantuvo como
referencia ideal en el ámbito cultural cristiano que acabaría siendo más dilatado que el sometido a la autoridad del papa tras la
división del cisma de oriente en el 1054. La aspiración de reconstruir el Imperio sobre el modelo romano solo era posible a partir
de un poder territorial fuerte y extenso, que permitió a Carlomagno ser emperador en el 800. Desde el principio, por la
coronación pontificia, se plantean dos instancias al frente de la cristiandad aunque sin deslindar los límites de su poderes
espiritual y temporal, lo que originará numerosos conflictos.

Destacan tres hechos: la base romana llevará a los emperadores germánicos a usar César (káiser). En segundo lugar, la idea
de un solo emperador, aunque hubo casos como Alfonso VII de León y de Castilla coronado Imperator totius Hispaniae con un
legado pontificio (1135) o los monarcas rusos con el mismo título (tsar) que explica su condición de ortodoxos no vinculados a
Roma (1456). En tercer lugar el carácter hegemónico del imperio cuya superioridad sobre los demás reyes cristianos tenía sentido
a partir de una supremacía efectiva. En el s. XV el emperador era uno más entre el resto de monarcas y hacia del título un mero
honor.

Los reyes poderosos ansían distinguirse y obtuvieron títulos


honoríficos del papa que les diferencia del resto. En Francia
“Cristianísimo”, en España “Reyes Católicos” (1496), en Inglaterra
“Defensor Fidei” o Portugal “Rey Fidelísimo”, todos ellos por distintos
motivos y de mano de distintos papas. Era una carrera de honores que,
junto a la crisis del Imperio, iniciaba un tiempo nuevo con monarcas
hacia la preeminencia. Los reyes se arrogaron prerrogativas reservadas
al emperador: tratamiento de majestad, el Derecho romano como base
jurídica de sus pretensiones de centralización de justicia y
administración, las vestimentas y atributos imperiales o insistencia en
origen divino y sacralización de su poder.

El recurso de demandas de títulos honoríficos para distinguirse


contradice la decadencia del poder del sumo pontífice, aunque
mantiene potestad de cabeza espiritual, que pierde frente a monarcas
protestantes, y se manifiesta en hechos para asignar espacios de
expansión o dividir el mundo. Su prestigio y preeminencia habían
quedado dañados por el traslado a Avignon (1309-1377) y el cisma
posterior (1378-1417). La crisis, de más de un siglo en la Baja Edad
Media, dejó huellas que no logró superar el Concilio de Constanza de
1417, y que aunque recuperaba unidad, desgastó su prestigio, la
Tiziano: Carlos V en Mühlberg (1548, Museo del Prado) unidad y el poder sobre los soberanos cristianos que no le reconocen
superioridad en cuestiones terrenales. Los intereses de los papas, las
luchas en Italia y la vida poco ejemplar de algunos les hace perder su prestigio.

En el s. XVI, coincidiendo con el afianzamiento de monarquías y la crisis de la Reforma, surge un nuevo proyecto imperial y
una depuración del papado. El primero con Carlos V, el último de los grandes emperadores, sobre la base de sus dominios, de los
que el Imperio es solo una parte y no la más potente, que aspiró a reconstruir la universitas christiana, proyecto anacrónico. El
nuevo centro de su poder era Castilla y cada vez más América y parte del fracaso de las pretensiones se debe al surgimiento en
tierras alemanas de la Reforma protestante que propiciaría renovar el papado, recuperar prestigio moral, con influencia limitada a
los estados católicos.

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Objetivo de las nuevas monarquías

El objetivo de los monarcas del Renacimiento era incrementar su poder (potestas) en su capacidad de actuación dentro de
sus estados, que conciben en sentido patrimonial, y frente a estados vecinos en un sistema internacional cuyo elemento esencial
es la noción de competencia. Un segundo objetivo era reforzar su prestigio (autoritas) y el de su dinastía. En muchos casos el
fortalecimiento exigirá un proceso previo de recuperación y expansión del poder territorial con dos vías; matrimonio y conquista
por armas. En Francia se recurre a ambos para incorporar estados casi independientes, en España se realiza una vinculación
territorial (Reyes Católicos) y conquista que tiende a recuperar la Hispania romana o visigoda. Inglaterra reforzará su unión con
Gales, el emperador extiende el poder sobre Bohemia y Hungría y todos los príncipes italianos y el papa luchan por incrementar
sus posesiones.

Para incrementar prestigio propio y el de la dinastía los reyes se apoyan en elementos míticos, de la cultura clásica, y
religiosos. Éstos últimos son de gran importancia ya que se consideraba la unidad religiosa como un sólido respaldo al orden
social. Todos los reyes basaban su autoritas en la unción divina, que exigía que los súbditos compartieran la misma fe. La divisa
francesa “Une foi, une loi, un roi” es la esencia de todas las monarquías de la época.

Artes y letras, en un periodo brillante, se pondrán al servicio del rey y su dinastía.


Surgen los primeros retratos individuales y los reyes son los primeros en perpetuarse. Surgen
pinturas basadas en el aspecto real con el grado de idealización del género; el retrato de
corte, cuya finalidad es la plasmación y difusión de una imagen de majestad, dignidad,
elegancia, belleza, serenidad, etc. El retrato asume unos rasgos y virtudes, que compendia lo
que se puede pedir y esperar del príncipe y donde el autor debe plasmarlo adecuadamente.
Con monarca, dinastía, antepasados y descendientes, familia, el símbolo de continuidad del
linaje aparece en los retratos. Con afán de autoexaltación los monarcas crean galerías de
retratos, encargan frescos y pinturas en que aparecen sus acciones gloriosas o las de sus
antepasados.

La escultura contribuye al prestigio, como la arquitectura de grandes palacios y


residencias adornados con símbolos de familia, emblemas, divisas y símbolos de la heráldica,
antepasados ilustres y personajes legendarios o míticos con que se quiere entroncar. Viajes,
celebraciones, nacimientos y lutos se convierten, en ocasiones para glorificar la dinastía, con
la contribución de arquitecturas y otras obras efímeras que solo conocemos por la
descripción que nos ha llegado. Artes y letras, tiene un papel esencial en la creación de
amplias genealogías hasta donde se puede y son ficticias a partir de ahí. Los Habsburgo que
se hacen descender de Hércules o Matías Corvino que lo hace de Zeus. La falsificación
genealógica e histórica tiene como objetivo prestigiar el linaje, y será imitada por nobles y
grandes familias. Los reyes se rodearán de cronistas que exaltan sus acciones, y la tratadística Tiziano: Retrato de Carlos V con
política insistirá en las virtudes del monarca. un mastín (1533, El Prado)

Todo contribuye a crear un hombre perfecto, de un linaje que sobrepasa a los demás en antigüedad, prestigio, valor y
prudencia. Compiten porque pretenden la mejor dinastía, basándose en dos elementos fundamentales como la antigüedad y
tradición, y el carácter sagrado del poder. Los Reyes españoles reivindican su pasado visigodo y unción divina, los ingleses
entroncan con el Rey Arturo, los franceses se enlazan con los merovingios, y tras caer de Constantinopla los príncipes de Moscovia
se proclaman defensores de la religión ortodoxa y difunden Moscú como tercera Roma.

El último elemento es la apariencia, el brillo y majestad que rodea al monarca, la misión de resaltar autoridad e impresionar
visitantes. El lugar será la corte, espacio vital del rey, que se desarrolla a partir de los precedentes de séquitos reales, espacios
creados para exhibición del poder real. El ceremonial cortesano combina elementos del ideal caballeresco con otros como
representación de reyes como dioses paganos o emperadores de la antigüedad. Se le une el influjo de la religión, donde la corte
se convierte en una “nueva Iglesia”, con culto al rey, a su familia y a la dinastía, desarrollándose una liturgia variada y sofisticada.
Todo ello dará inicio al Barroco que coincide con el auge del absolutismo.

Instrumentos del poder real y poderes del reino.


Los instrumentos del poder real

Para el logro de los objetivos, los reyes se sirvieron de cuatro instrumentos; el poder militar, el incremento de los recursos
financieros, el desarrollo de la administración real y la identificación del monarca con la justicia. No están jerarquizados, los cuatro
son igualmente importantes y necesarios, y los avances o retrocesos de uno repercutían en los demás.

El poder militar radica en el ejército y la marina, aunque habrán grandes batallas navales hasta avanzado el s. XVI cuando se
produce el choque con los turcos o cuando entran estados marítimos como las Provincias Unidas e Inglaterra. El punto de partida
y gran victoria de los reyes es la imposición a los nobles de competencia militar exclusiva. La guerra es monopolio exclusivo del

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monarca, y ningún noble podrá tener ejércitos, ni armar o mantener tropas, a no ser que sea al servicio del rey. El éxito más
temprano es de los Reyes Católicos que acabaron con la resistencia de la nobleza castellana gracias a expediciones de castigo y a
lo que supusieron la Guerra de Granada o la conquista de Nápoles, aunque surgen problemas tras la muerte de Isabel en 1504. En
Francia fue un proceso lento, con retrocesos por las guerras de religión en la segunda mitad del siglo XVI. Era un requisito previo
para la emergencia de las nuevas monarquías.

La coincidencia de transformaciones militares


de final de la Edad Media y primera Edad Moderna
convierte a los reyes en pieza fundamental en el
desarrollo de la denominada revolución militar. El
principal motor de es la guerra o competición entre
príncipes, aunque no se desecha el refuerzo que
proporciona un ejército potente. La competición
bélica fue estimulada por avances técnicos: uso
eficaz de la pólvora, desarrollo de artillería y armas
de fuego individuales o cambios en fortificaciones
ante la necesidad de defenderse de cañonazos. La
capacidad de herir desde lejos, con armas de fuego,
arcos o grandes picas, cambió la forma de hacer
guerra y privilegió a la infantería sobre la caballería.
Uno de los efectos fue el incremento numérico de
ejércitos, compuesto mayormente por infantes
plebeyos, a lo que contribuiría la duración cada vez
mayor de guerras como consecuencia de los
avances en fortificaciones y prolongación de los
sitios. No solo había que reclutar soldados, había
Velázquez: La rendición de Breda (1635, Museo del Prado) que armarles, pagarles, alojarles, mantener e
imponer disciplina para lo que se requería
capacidad organizativa y financiera solo al alcance de poderes importantes. Hay un efecto recíproco, las monarquías fomentan las
transformaciones militares y el ejército les ayuda a consolidarse.

Ejércitos crecidos, que no podían limitarse a una sola campaña, se hacen permanentes, requiere una administración militar
más compleja, incrementan las finanzas reales para soportar el coste, disciplina por normas, códigos y mandos militares e
instancias judiciales para imponerlos. Contribuyó para el éxito de los poderes monárquicos, por lo que no es de extrañar que el
más precoz y potente organizado fuera el de España, modelo militar que se constituye entre finales del s. XV y principios del XVI
(Reyes Católicos y Carlos V) con eficacia hasta avanzado el s. XVII.

El segundo de los instrumentos fue el incremento de ingresos, que no resultaba fácil. Necesitan más recursos para nuevas
competencias, destacando sobre todo, la militar. La Hacienda real eran rentas del patrimonio de la Corona, tributos y derechos
que recibía por su condición, regalías (monopolio de minas y salinas, derechos aduaneros o impuestos sobre el comercio). Si se
quería aumentar la fuente, se debía recurrir a las asambleas que representaban estamentos (Parlamento, Cortes, Estados
Generales, Dieta,…) y negociar donativos o concesiones (en Castilla servicios) por un periodo, a cambio de contrapartidas. Otra
posibilidad era obtener del papa participar de tributos de la Iglesia (diezmos), cesión de rentas de sedes episcopales vacantes
(expolios) u otro tipo de ingresos vía eclesiástica (subsidios pagados por clero o bula de cruzada). Los Reyes Católicos y sucesores
fueron muy hábiles, en los países de la Reforma (Dinamarca, Suecia, Inglaterra,…) ya que los bienes confiscados a la Iglesia
supusieron grandes ingresos.

La mayoría de incrementos de presión tributaria se hizo por impuestos indirectos sobre producción, comercio y consumo,
todos al alza por expansión de la economía. No se trataba solo de incrementar los ingresos, era necesario aumentar la eficacia en
la recaudación, tarea compleja por carencia de personal suficiente. Los ministros y oficiales (actuales funcionarios) se requerían
en número creciente para las mayores competencias, la solución fueron hombres de negocios que, en virtud de los asientos o
contratos con la Corona, se ocupan de recaudar determinadas rentas a cambio de compensaciones y los beneficios que pudieran
obtener fuera de lo fijado. Surge un doble sistema de recaudación, por la administración (ministros y oficiales regios) y por
asiento. Las pretensiones dinerarias de los monarcas difícilmente se saciaban con los ingresos de la Hacienda por lo que recurren
a los préstamos (nuevamente asientos).

Destacan los soberanos españoles de los Austrias, con creciente dependencia de banqueros que supuso un peso tan grande
que obligó a recurrir a bancarrotas o suspensiones de pagos durante el reinado de Felipe II. Eran renegociaciones de deuda para
recortar costes, reconvertía la deuda flotante a corto plazo en deuda consolidada emitiendo títulos (juros con intereses menores)
que los hombres de negocios transferían entre particulares, conventos e instituciones locales.

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Los asentistas quedaban satisfechos al conseguir cambiar los juros (papel) por dinero al tiempo que drenaban el ahorro
privado para financiar a la Monarquía. Se liberaba una parte de los ingresos inmediatos, pero la repetición consolidó la deuda y la
convirtió en un pesado lastre para la Hacienda real que llegó a ser excesivo. Otros recursos para incrementar ingresos fueron la
venta de cargos, títulos, rentas, oficios o territorios y las manipulaciones monetarias.

El tercer instrumento se baso en una amplia burocracia y el desarrollo de la administración dependiente del rey. El
incremento de competencias y ámbitos de actuación del monarca requiere aumento de sus dependientes, por lo que en todos los
reinos en que se avanza hacia un reforzamiento real crece la administración. Faltan agentes de diverso tipo, en la corte y en el
territorio, que ayuden al rey, hagan efectivas sus disposiciones, administren y lleven a todos los rincones la legislación y justicia,
recauden y gestiones ingresos y gastos de la Corona, recluten, organicen y mantengan tropas, etc. Destacan los juristas,
licenciados en derecho, técnicos al servicio de la administración real. La necesidad de juristas propicia el auge de universidades y
dará un grupo social nuevo (letrados españoles, togati italianos o robins franceses) que encontrarán en la administración una vía
de poder y ennoblecimiento.

Parte de consejos, altos organismos de gobierno de


corte y junto al rey desplazan a la vieja nobleza y miembros
del alto clero que habían monopolizado el consejo y la
colaboración con el monarca. En muchos casos se
establece el principio de que, todo ejército jurisdiccional
requiere la presencia de un técnico o jurista, por lo que las
autoridades que no lo fueran tenían que ser asistidas.
Ocurre en Castilla con tenientes de corregidor, que
auxiliaban a los corregidores no togados, de capa y espada.
El aumento de la burocracia sirvió a las monarquías con la
creación de una clientela social de miembros de la alta
nobleza (generalmente segundones), gentes de nobleza
inferior, clérigos, burgueses y habitantes de las ciudades o
hijos de campesinos acomodados.

Entre las nuevas figuras tienen interés los


representantes de los reyes en otras cortes. Nace la
diplomacia permanente sobre nobles o personajes que se
enviaban a otras cortes de forma temporal. La relación
entre príncipes es fundamental en un tiempo en que Robert Nanteuil y Pierre Van Schuppen: Retrato del cardenal Mazarino
menudean alianzas y enfrentamientos. Pioneros fueron los en la galería de su palacio, 1659
italianos obligados por el complejo equilibrio de la Paz de
Lodi (1454), destacando Venecia a la que siguen España y Francia. Los papas desarrollan la figura de los nuncios que velan por los
intereses de la Iglesia en los estados. Las embajadas permanentes eran pocas y limitadas, y la diplomacia permanente no acabó
con embajadas extraordinarias para ocasiones políticas o de representación (negociación de casamientos, nacimientos
principescos, lutos,…). En tratadística política surgen obras sobre el correcto desempeño del cargo de embajador y debajo de la
diplomacia oficial, con reglas y ceremonias, comienza a desarrollarse los informadores, confidentes, espías, etc.

Se incrementan organismos de la administración real. El Consejo Real, que asiste al monarca, tiende a desdoblarse en un
proceso de diferenciación de funciones creando otros consejos especialistas. España, compleja por sus muchos territorios,
desarrolla un sistema con numerosos consejos con competencias en ámbitos diversos. Lo que comparten todos los países son
órganos asesores del monarca y la decisión corresponde al rey. Eran organismos del gobierno de corte y residían junto al
monarca. Carecían de dicha condición el Consejo de Navarra o consejos y altos tribunales desarrollados en capitales virreinales.

Junto al crecimiento de la corte, las monarquías necesitaban oficiales y agentes para llevar el poder real al territorio, objetivo
complejo por dificultad y lentitud de comunicaciones y por poderes locales (señoriales, eclesiásticos, urbanos.,…) poco dispuestos
a someterse. Los monarcas recurren a autoridades temporales como jueces y visitadores, pero los más eficaces fueron delegados
permanentes que se repartían el territorio en grandes circunscripciones.

La base, el cuarto instrumento, era la iurisdictio, capacidad del rey para dictar Derecho, basada en la idea de la plenitud
jurisdiccional del monarca. El rey será fuente y personificación del derecho, la imposición es una de sus funciones. La
administración de justicia consiste en la legislación positiva (él crea y sanciona) basada en los dos órdenes legales superiores, la
ley natural y la divina. Esta base confiere un carácter sagrado al autor, es alguien querido y designado por Dios para el oficio de
rey como reconocen la mayoría de tratadistas. Para ser base y cúspide de la justicia debieron avanzar en dos sentidos:

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 Sobreponerse a las jurisdicciones particulares y exentas que había estructurando una administración de justicia con
varias instancias capaz de llegar a todo el territorio.
 Intentar clarificar la legislación mediante operaciones codificadoras que pusieran en orden las de disposiciones, leyes,
usos, y costumbres acumuladas.

En Francia se crean parlamentos provinciales, cámaras de apelación inspiradas en el Parlamento de París, instancia superior.
En Castilla se constituyeron dos cancillerías (Valladolid y Granada) a las que se sumaron varias audiencias. Eran tribunales reales
de apelación que se repartían el territorio y se situaban por encima de las primeras instancias judiciales y de todas ellas se podía
apelar al rey. En España, Inglaterra y Francia había diversos consejos territoriales que ayudaban al monarca. En cuanto a
codificación los franceses realizaron una importante labor de recopilación de legislación tradicional bajo la supremacía regia y en
Castilla los Reyes Católicos impulsaron en Ordenamiento de Montalvo (1484) y Felipe II sanciona la Nueva Recopilación (1567).

El Rey y otros poderes del reino.

El reforzamiento del poder real se hizo a costa de otros poderes del reino: nobleza, ciudades, asambleas representativas e
Iglesia. Todos se resistieron a la supremacía del monarca, el proceso que les obligó fue lento y complejo, con diferencias entre
reinos y no siempre se saldó con éxito, dando lugar a territorios en que las nuevas fórmulas no lograron imponerse. La nobleza,
especialmente la más poderosa, fueron los más perjudicados por la desaparición del feudalismo. De campar en sus territorios
donde no llegaba instancia superior a reconocer preeminencia del monarca, había un camino que muchos se resistieron a
transitar y que, cuando lo hicieron, fue a la fuerza y a cambio de contraprestaciones.

El caso de España, especialmente Castilla, es


el más significativo. La Guerra de Sucesión (1474-
1479), al morir Enrique IV, fue el primer paso para
reforzar la autoridad real, que continuó con la hábil
política de los Reyes Católicos apoyados en los
linajes más fieles. La expansión política y
oportunidades que ofrecían a la nobleza la
colaboración (cargos, rentas, honores,…)
intensificadas con la llegada de la Casa de
Habsburgo, hicieron el resto, y la nobleza se
convirtió en la más sumisa de Europa, aunque a
cambio de concesiones, como amplia capacidad de
actuación en sus señoríos (judicial, fiscal,
Entrada triunfal de Alfonso de Aragón. Detalle del Arco de Castelnuovo (1452-
gubernativa,…) que reconocía la superioridad de la
1466, Nápoles)
justicia real.

Inglaterra es parecida, la guerra de las Dos Rosas (1455-1485) provocó cambios en la nobleza, sometida por los dos primeros
monarcas Tudor. Las divisiones de la Reforma salieron en los reinados de Eduardo VI y María, pero Isabel I consolidará la
supremacía real. Más complejo resultó en Francia donde los avances del s. XV y primera mitad del XVI no sirvieron de mucho ante
la crisis de las guerras de religión de la segunda mitad de siglo. El caso extremo está en Polonia, donde la nobleza impidió
consolidar una monarquía fuerte al estilo de las occidentales. Sin llegar a tanto, las divisiones de la nobleza en Escocia unidas a la
crisis provocada por la difusión de la Reforma, supusieron un fuerte obstáculo para el reforzamiento del poder real.

Otro poder afectado fueron las ciudades, el mundo urbano, desarrollado en contraposición al poder nobiliario, en que los
nobles consiguieron dominar varios municipios, donde la ciudad ofrecía espacios de poder a sectores distintos. La ciudad se
configura como un ámbito diferenciado, controlado por grupos sociales diversos, en los que hay nobles de distinta clase, letrados,
hombres de negocios, comerciantes, rentistas, etc. A los habitantes de la ciudad les unían privilegios, y fueros propios y también la
conciencia y orgullo de pertenencia, ligados con los patronos o historia urbana, vinculada a leyenda o mito.

Nuestra cultura actual, influida por los nacionalismos, identifica la idea de patria con la nación, cuando en la primera
modernidad se ajustaba al ámbito local, siendo la ciudadanía, con la pertenencia a un grupo o corporación, el principal elemento
de identidad política. La gente se sentía orgullosa de su ciudad, armas, su historia, sus iglesias y sus elementos identificadores. Las
autoridades municipales esgrimían y protegían como un tesoro los privilegios de su ciudad, conseguidos con el tiempo y que les
identificaban y diferenciaban de los demás.

Las principales ciudades ejercían autoridad y percibían derechos del espacio rural circundante. No era sencilla la sumisión al
poder real y muchas veces se hizo por contraprestaciones. La policía no se basaba exclusivamente en el poder, también en pactos
explícitos y tácitos. Donde el poder real se impuso, resultaron fundamentales los representantes reales en principales ciudades y
distritos, jueces de paz ingleses, corregidores castellanos o cuerpos oficiales franceses que culminan con el intendente. Se trataba
de controlar la justicia y las finanzas.

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En las ciudades-estado italianas una localidad dominaba un espacio territorial sin someterse a autoridad superior. Eran fruto
de la expansión territorial y afirmación política de unas sobre otras. Aunque su esplendor ya había pasado, muchas se
mantuvieron como estados soberanos y salvo en las repúblicas aristocráticas como Venecia, Génova o Lucca, se vieron sometidas
en los últimos siglos de la Edad Media a procesos de control principescos de poder por personajes que constituyen dinastías, si
bien varias desaparecieron a principios de los tiempos modernos. Es el caso de los Medici en Florencia, los Visconti-Sforza en
Milán, los Gonzaga en Mantua, los Montefeltro en Urbino o los Malatesta en Rimimi. En Sicilia, del rey de España, destacan los
antiguos privilegios de Mesina, que le permitieron elevado grado de autogobierno, no sin problemas con gobernantes de Palermo
que competía con ella por albergar la corte virreinal.

En Alemania existía una notable tradición de gobiernos urbanos, con muchas ciudades que apenas reconocían una instancia
superior lo que contribuyó a impedir reforzar el poder imperial. En lugares como Castilla, especialmente el Valle del Duero, la
resistencia de los poderes urbanos dio lugar al levantamiento de las Comunidades (1520-1521), en los inicios del reinado de Carlos
V, que pudo sofocar con el auxilio de la alta nobleza.

El tercero de los afectados fueron las asambleas representativas. Durante la Baja Edad Media habían surgido en los
diferentes reinos, curias y reuniones de los distintos estamentos basados en la idea de colaborar con el rey en labores de gobierno
e institucionalizadas. Eran Cortes de Castilla, Aragón o Portugal, Estados Generales de Francia, Parlamento de Inglaterra, Nápoles
y Sicilia o Dieta en el Imperio, Polonia o Suecia. Parte de su prestigio radicaba en la función que habían ido asumiendo por
tradición, manifiesta en las constituciones. Las asambleas no eran permanentes, eran periódicas por convocatoria real. No eran
propiamente representativas, sus miembros no eran elegidos por los que representaban. Se llaman representativas por su origen
y estructura estamental, con tres brazos con miembros de cada estamento, aunque asambleas como las Cortes de Aragón o la de
Suecia constaban de cuatro miembros mientras otras como las dietas de Polonia o Hungría constaban de solo dos, alta nobleza y
nobleza menor.

Las singularidades eran frecuentes por su evolución, el Parlamento de Nápoles estaba limitado a dos brazos (nobleza feudal
y ciudades del patrimonio regio), el clero no se convocó desde 1507, y a lo largo del s. XVI las ciudades concentran su
representación en la capital. Otro caso peculiar fue Castilla donde desde 1538 dejan de convocar a nobleza y clero y las Cortes se
convierten en asamblea de las principales ciudades. Quienes asistían por los distintos brazos en los distintos reinos y territorios lo
hacían en virtud de derechos diversos. Los de la nobleza y clero pertenecían a las principales familias o altos cargos eclesiásticos.
Ambos casos eran una representación restringida, pero también lo era la del tercer estado (estado llano o común), fruto en la
mayoría de casos de un privilegio concedido por los reyes a una determinada comunidad. Privilegio restringido y limitado como en
Castilla, donde sólo 18 ciudades tenían el derecho de enviar dos procuradores cada vez que el rey convocaba las Cortes.

La convocatoria real era otra de las características de las asambleas y


ofrecía a los monarcas oportunidad de gobernar sin ellas. La posibilidad
efectiva de hacerlo dependía de las normas y constituciones de cada territorio,
es allí donde consiguieron competencias legislativas, fiscales o militares y los
reyes tuvieron que convocarlas y pactar con ellas. Una de las atribuciones de
los parlamentos (genérico para las asambleas) era aprobar impuestos por lo
que la mayoría de monarcas se veían forzados a convocarlas cuando
necesitaban ampliar sus ingresos. La fuerza de los parlamentos era aprovechar
la convocatoria para elevar quejas y peticiones, aunque su efectividad
dependía del procedimiento. Si había respuesta real antes de conceder el
servicio había más posibilidades de conseguirlo que al contrario. Los deseosos
de eliminar obstáculos tendieron a convocarlos lo menos posibles e imponer el
procedimiento más favorable. En Francia los Estados Generales se reunieron
en ocasiones especiales, aunque sí lo hacían los provinciales existentes.
Instituciones como los parlamentos (cámara de justicia) asumían competencias
en asuntos políticos y fiscales. En Alemania los emperadores raramente logran
controlar la Dieta y el caso extremo fue en Polonia donde la dieta, cuyos
miembros tenían derecho individual de veto, hizo imposible cualquier acción
coordinada de gobierno.

El incremento de poder real afectaba a la Iglesia, omnipresente hasta la


Reforma en todo el ámbito de la cristiandad de forma constante e intensa. El
poder era enorme, se manifestaba a varios niveles y da idea de hasta qué Constitución de las cortes catalanas en 1599
punto el objetivo era más imposición como el pacto, pues no hubieran podido
afianzarse de otra forma. En la Iglesia, la legitimación del rey se basaba en la religión, por lo que no podía prescindir de su
respaldo. Colabora a escala local (sermones, confesionario, creación y control de opinión) como en las diócesis del reino, país y
papado.

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El papa no era un simple poder espiritual, ya que tenía capacidad de actuación en las Iglesias de cada reino o territorio y
percibía rentas de distintos países. Reforzar el poder real requiere limitar y controlar poderes eclesiásticos, objetivo delicado, en
la línea del regalismo por su defensa de regalías inherentes a la soberanía del monarca sobre los de la Santa Sede, de tradición
medieval. El regalismo era importante en Francia (galicanismo), era completo, defendía los derechos de la Iglesia de las Galias
frente a los poderes crecientes del papa por lo que se conectó en algunos momentos con el conciliarismo que reivindicaba la
autoridad de los concilios encima del pontífice.

Desde principio del s. XV y por medio de concesiones o acuerdos (concordatos), diversos príncipes europeos consiguieron
poder sobre sus Iglesias, plasmado en derechos como sumisión fiscal, control de nombramientos de cargos eclesiásticos
(patronato), capacidad para impedir en sus reinos publicación de bulas y otros documentos pontificios o recursos de fuerza
(apelaciones de eclesiásticos a tribunales reales). Los Reyes Católicos y sucesores consiguieron la concesión de impuestos de la
Iglesia (tercias, excusado y cruzada), pagados por eclesiásticos (subsidio), o cargos vinculados a la Iglesia con rentas (maestrazgo
órdenes militares). La concesión principal fue la creación del Tribunal de la Inquisición, para velar por la pureza de la fe, en la línea
de las diversas inquisiciones eclesiásticas, pero con dependencia directa del poder real, lo que al principio lo convirtió en
poderoso instrumento para su reafirmación. Gracias a diversas bulas el rey logró una amplísima concesión, el Real Patronato
sobre la Iglesia del Nuevo Mundo, que le confería derechos de parte de los poderes papales y la autoridad para establecer y
organizar allí la Iglesia. El rey de Portugal en virtud de una bula obtendría el Padroado, que implica concesión similar en sus
territorios de ultramar. Para los reyes controlar la Iglesia no era solo limitar el poder pontificio e incrementar rentas, también un
medio para asegurarse lealtad de grupos sociales que aspiran a nombramientos eclesiásticos.

Pese a las concesiones, las tensiones regalistas y roces con el papado fueron frecuentes, incluido España. Un conflicto
enfrento en Milán el celo contrarreformista de Carlos Borromeo y sus deseos de rígido control con el duque de Alburquerque,
dominador del estado. Por historia el poder del papa no era el mismo en todos los territorios:

 En Sicilia el rey era legado papal, en virtud de unas concesiones desde el s. XI y como consecuencia de ello, el monarca
español ejercía una amplia jurisdicción eclesiástica a través del Tribunal de la Regia Monarchia.
 En Nápoles el poder del papa era superior al tratarse en origen de un feudo pontificio con una renovación de investidura
con cada sucesión. En reconocimiento el rey de España, a través de su embajador, rendía pleitesía al papa y le entregaba
tributo sobre un caballo blanco. El reino de Nápoles que había rechazado la introducción de la Inquisición española no
consiguió evitar la presencia y actuación de la romana, que estimularía el desarrollo de una cultura regalista.
 En Inglaterra la separación de la Iglesia de Roma se interpretaba como un producto extremo del regalismo, que llevó a la
ruptura como consecuencia de la Reforma. La confesión anglicana se impone como una especie de catolicismo sin
reconocer autoridad alguna por encima del rey.

El sometimiento de la iglesia del propio territorio, con sus poderes y propiedades, el control de creencias y prácticas de
súbditos afecta a la soberanía del príncipe, lo que explica permanentes tensiones regalistas entre soberanos católicos y el papado,
que recorren Europa. Unas tensiones cuya intensidad solían estar en relación con el grado de absolutismo del príncipe. Lo
resuelven los protestantes al romper las relaciones de dependencia de sus súbditos a un poder exterior.

Éxitos y fracasos

Con diversos ritmos, intensidades y retrocesos, las nuevas monarquías se


impusieron en España, Inglaterra, Francia y Rusia. También en reinos menos
importantes como Portugal, Dinamarca o Suecia y varios de los pequeños
estados regionales como la Roma pontificia, monarquía electiva teocrática, y
Florencia, territorio republicano en que se impone la familia Medici, cuyo
prestigio inicial a finales del s. XV se basó en el mecenazgo artístico y que une a
la familia el esplendor de la ciudad. Tras nuevas experiencias republicanas los
Medici, con apoyo de España, volvieron a mediados del s. XVI y poco después
se convertirán en los duques de Toscana. En otros casos como el Imperio o
Polonia el intento de crear un poder real fuerte, que si progresa en territorios
patrimoniales de los Habsburgo, se saldó con fracaso.

La historiografía ha tendido a distinguir la evolución de tres monarquías


en el s. XVI, España, Francia e Inglaterra del resto, diferenciación justificada por
el mayor avance del poder real y su protagonismo internacional frente al
fracaso en el Imperio y Polonia, la división política a pesar de una identidad
cultural de Italia, el carácter periférico de Portugal, mundo báltico o Rusia. El
mayor éxito es el de España, esencialmente Castilla, unido a su hegemonía en
la política europea.
Peter Paul Rubens: Desembarco de María de
Médicis en Marsella (1621-25, Louvre, Paris)

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En Francia el fortalecimiento de la instancia real entre los s. XV-XVI, fue comprometido por la crisis de las guerras de religión
y la práctica desaparición del reino durante medio siglo en política internacional. En Inglaterra el poder avanzó con los Tudor y se
fortalece, si bien no deja de ser secundario en el conjunto europeo. En el s. XVI su interés está en su ruptura con la Iglesia católica,
en que predominaba el cisma sobre Reforma.
Aunque no sean novedad en la primera Edad Moderna ni exclusiva, un tipo frecuente de entidades políticas (composite
monarchies, erróneamente monarquías compuestas ya que serían de agregación), en que confluyen sobre la misma persona los
derechos dinásticos o de conquista de varios reinos o territorios en un príncipe que lo era de diversos reinos o estados. Al menos
al principio, tales territorios mantienen lo esencial de su personalidad vinculándose solo a través del príncipe geneó las
monarquías de agregación. La principal por número e integrantes será España, pero hubo otras, como Austria, principados con
diversos estados como el del duque de Saboya.

El brillo de monarquías y principados no esconde otra realidad que interesa a historiadores, la de las repúblicas, algunas
tradicionales como Venecia o Génova, dirigidas por élites mercantiles que, como en el caso genovés, adquieren en el s. XVI un
destacado perfil financiero internacional. Se unirían las Provincias Unidas que en el s. XVII se independizan de España en lucha
desde 1566. Otra republica, Suiza, mantiene su teórica independencia del Imperio hasta la Paz de Westfalia. También, pese a su
carácter más mercantil y realidad del pasado, debe citarse por singularidad organizativa al estilo de república, la Hansa o Liga
Hanseática, federación comercial y defensiva de ciudades, la mayoría del norte de Alemania, integradas en el Imperio que desde
el s. XIV agrupaba localidades comerciales en el Báltico.

El Pensamiento político de la primera Edad Moderna

La vinculación del pensamiento sobre la res publica con teología y filosofía hace que muchos de los teóricos fueran teólogos,
en una época en que todo pretendía explicarse a la luz de la fe escolástica. El pensamiento político se expresaba en términos
éticos, religiosos y jurídicos, desde los que se conformaban la visión general sobre el mundo y el hombre. A lo largo de la
modernidad se iría consolidando como campo específico del conocimiento. La política plantea problemas relacionados con origen,
justificación y límites del poder, la tiranía, derecho de súbditos, la guerra y su justificación. Se añaden los de la conquista del
Nuevo Mundo y su legitimidad, ampliamente debatida, que hizo surgir formulaciones de los derechos humanos.

Objetivo de la escolástica era la búsqueda de una visión coherente, capaz de analizar las realidades políticas desde la moral
cristiana. En virtud de la ley natural impresa por Dios en las conciencias, los seres humanos eran capaces de distinguir el bien del
mal y lo justo de lo injusto. De ahí que la corriente escolástica de pensamiento político fuera el iusnaturalismo cristiano al que
pertenecen muchos tratadistas. Destaca Francisco de Vitoria, de la escuela de Salamanca, vinculado a ella, principal exponente de
la fuerza intelectual alcanzada por el tomismo en la neoescolástica. Es un padre del Derecho internacional, antes que Grocio a
quien se le atribuye la paternidad. El bien universal y aspiración a la paz y la justicia exigen existencia de un orden más allá del
estado, por medio de unas leyes de carácter positivo supeditadas al Derecho natural. La forma de castigar a quien no cumpla será
la guerra justa, e inaugura una línea de pensamiento que seguirán autores jesuitas hasta Grocio. La justificación del poder es el
resultado de la integración armónica de todas las esferas: Dios, el Derecho natural, la república o estado. El poder viene de Dios,
se anula la resistencia del súbdito y se admite que en caso de amenaza de los fines espirituales, la Iglesia puede deponer el poder.

Los tratadistas de la escolástica bajomedieval y primera modernidad estaban lejos de un pensamiento uniforme. Se situaban
en posiciones más o menos del eje del pensamiento político (que reforzaba el poder al insistir en un fundamento divino), y el
absolutismo o el pactismo (que admitía un pacto príncipe-reino que podía deshacerse). Algunos pueden clasificarse con facilidad,
pero otros tiene aspectos que les aleja de su eje y acerca el contrario.

Las principales en la línea del absolutismo no vienen de la escolástica, si no de sectores ajenos al eclesiástico. A Maquiavelo
se le debe la aportación a la autonomía de la razón respecto de la religión. Secretario de la Cancillería de Florencia, diplomático en
periodo republicano, coincide con las primeras guerras de Italia. Al recuperar el poder los Medici cae en desgracia, se recluye, y
escribe El Príncipe que se publica tras su muerte. Esta obra es un estudio breve, base de su fama posterior, que se centra en
analizar las causas del por qué se ganan, conservan o pierden principados, frecuente en Italia donde los jefes militares (condotieri)
conquistan y pierden dominios con facilidad, como Cesare Borgia, uno de los héroes que propone. En la línea de la separación
política-religión iniciada por Marsilio de Padua, defiende una política cuyo objetivo es la conservación y aumento de poder, que
debe ser juzgada según el éxito en la consecución, no desde la moral cristiana.

Las teorías eran de gran modernidad, reflejan la actuación de muchos gobernantes, y el problema era difícilmente
justificable. Al hacerlo rompe con la tradición de pensamiento político que proclama unidad entre ética y política. Casi medio siglo
suscitó reacciones, e incluso el papa Paulo IV lo incluye en el índice de libros prohibidos. Una de las hondas repercusiones fue la
matanza de la noche de San Bartolomé en Francia (1572) que desarrolló el concepto negativo, sinónimo de política violenta sin
normas. Se atribuye esta matanza a sus doctrinas, pero se ajustaban tanto a la realidad que las prohibiciones se difundieron.
Dominaría el antimaquiavelismo que era la bestia negra a quien atacar, depósito de las maldades más allá de lo que había escrito.
Hubo autores que ante sus planteamientos para reforzar el poder de los reyes intentan suavizarlo.

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Aunque no habló de razón de estado, en torno a esta idea, de mediados de siglo, radican las principales polémicas. Para
unos era madre de todos los males, para otros era necesario convertirla en la buena razón de estado, que hacía prevalecer los
preceptos de la religión sobre las necesidades de la política. El periodo de finales del s. XV y principios del XVII significó el paso de
la política, como arte de gobernar de acuerdo con los principios de justicia a la ciencia de la razón de estado cuyo objetivo
consistía en conocer los medios para conservar el poder.
En el mundo protestante la teoría política evoluciona en un doble y contradictorio sentido. De una parte, en medida en que
necesitó apoyo de príncipes, hubo de respaldar sus poderes, como Lutero y Calvino. De otra, donde propició la formación de
minorías religiosas, se opuso al poder. Gracias a autores protestantes no solo el derecho a la resistencia fue la cuestión más
debatida de la filosofía política. Los partidarios del Derecho divino de reyes lo negaban y los que partían de concepciones
pacifistas defendían el derecho a resistir. Fueron importantes las teorías antimonárquicas o monarcómacas entre los hugonotes a
raíz de de San Bartolomé y justifica la desobediencia contra el tirano y alianzas de potencias protestantes contra el autor.

Teorías monárquicas se desarrollaron fuera de Francia entre calvinistas, como el sucesor de Calvino al frente de la Iglesia de
Ginebra. En 1581 los Estados Generales rebeldes de los Países Bajos se basaron en el derecho de resistencia contra el tirano para
abjurar de Felipe II. La lucha contra la monarquía de Francia no fue exclusiva de hugonotes, panfletos por el tiranicidio se
difundieron entre católicos cuando Enrique III realizó una política cercana a los hugonotes o cuando tras su asesinato, incitado
antes, contra la candidatura al trono del protestante Enrique de Navarra (Enrique IV). La reacción contra Maquiavelo aglutinó a los
que se oponían al crecimiento del poder real en campo católico y protestante. En el tránsito del s. XVI al XVII las teorías del
derecho a la resistencia se expresa por los españoles, Juan de Mariana y Francisco Suarez, quemándose las obras de Suarez en el
Parlamento de París tras morir Enrique IV.

Las ideas de Suarez sistematizan consideraciones de otros tratadistas españoles. En contra de concepciones luteranas y
calvinistas distingue poder temporal del espiritual cada uno con su ámbito de actuación. El Derecho natural no es únicamente el
fundamento de la autonomía del estado, también es presupuesto ineludible para la constitución del poder político que emana de
la comunidad. La soberanía se basa en el Derecho natural, en cuanto que es consecuencia de la unión de los individuos. El
proceder de la comunidad no es atribuida directamente por Dios a los monarcas, como afirmaban los teóricos del Derecho divino
de los reyes, e implica la responsabilidad de los monarcas ante la comunidad y el derecho de resistencia frente al rey que actúe
como tirano. El obligado respeto de los monarcas a las normas del Derecho natural, extiende las del naciente Derecho de gente,
que se deducen de aquel pues igual que Vitoria, considera que los estados forman partes de una sociedad constituida por el
género humano.

Las doctrinas de Maquiavelo, y lo que se le atribuía, quedaron en entredicho tras la matanza de San Bartolomé. Propició dos
reacciones entre partidarios de reforzar poder real, la de quienes reafirman subordinar política a religión y la de los pragmáticos
que, dentro del pensamiento católico no renuncian a las enseñanzas de Maquiavelo y la teoría de razón de estado que surge a
partir de ellas. El principal representantes de los primeros fue el español Pedro de Rivadeneyra, quien elaboró la más importante
razón de estado católico frente a la de la desnuda política. En el segundo grupo se trata de desarrollar las teorías de Maquiavelo
sin citarlo, mediante el recurso del historiador romano Publio Cornelio Tácito cuyo pensamiento se adaptaba a las inquietudes del
momento. Para encuadrarlos se han usado “tacitismo”, hoy en desuso, y donde se abordan los temas que trató Maquiavelo sin
referirse a él, condenándole, y afirman un poder real absoluto acorde con los valores de la Contrarreforma la cual, en campo
católico y protestante, exigía subordinar política a la moral.

Entre los teóricos de esta corriente iniciada a finales del s. XVI destacan autores italianos, como Giovanni Botero cuyo
principio no es como el de Maquiavelo, unas veces león y otras como zorro, si no es virtuoso de antigua y noble estirpe, cortés,
clemente, fuerte de ánimo y justo. El interés de Botero no es la conquista, si no la conservación del estado. Su sistema se parece a
una iglesia jesuítica, edificada con estilo renacentista pero ricamente adornada. A la razón de estado asume una noción
conservadora, y se funda en las convicciones de que solo la religión cristiana puede ser verdadero fundamento de poder. Otro
representante, editor de Tácito, el flamenco Justo Lipsio que desarrolla la noción de prudencia mixta, en la que la virtud se le
añade “algo de la hez y lodo de los engaños”, por lo que solo es aceptable en quienes son “maestros en rectitud y buenas
costumbres”.

La principal afirmación del poder de los reyes no provenía de la lectura y aplicación de las enseñanzas de Tácito, si no del
fermento intelectual que supuso la crisis de las guerras de religión. La búsqueda de una fórmula que permita superar las guerras y
destrucción llevó al jurista Jean Bodin del grupo de los políticos a basar el poder del rey en la soberanía, concepto independiente
de las confesiones enfrentadas. Su obra se publica después de la crisis que provoca la matanza de San Bartolomé, define la
soberanía como poder que no reconoce otro superior en su territorio y no está sometido a las leyes ya que el soberano es fuente
de Derecho. La capacidad de dar leyes colectivas e individuales, sin el consentimiento de un superior, igual o inferior es el atributo
primario de la soberanía al que se unen el carácter perpetuo, no delegado, inalienable y no prescriptible. De la capacidad de dictar
leyes se deriva interpretar y ejecutar, declarar guerra y paz, nombrar magistrados, ser última instancia judicial, acuñar moneda,
imponer tributos, etc. El poder soberano solo está limitado por leyes divina y natural, por lo que el soberano no es responsable
ante sus súbditos, pero si ante dios. No obstante afirma que debe respetar pactos y constituciones o leyes básicas, y no puede
alterar normas de sucesión a la corona o enajenar el dominio público.

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TEMA 4: La ruptura de la Cristiandad Por: Daniel Segura y Nuria Fernández (UNED)

Con la mentalidad de hoy es difícil entender la crisis generalizada del s. XVI por la ruptura de la cristiandad, pero en aquellas
sociedades la religión estaba presente en todos los aspectos de la vida. Pese al optimismo de los humanistas y la positiva
coyuntura del siglo, la vida era muy corta y la muerte omnipresente. Comparada con la vida eterna, la terrenal carecía de valor,
por lo que el objetivo era la salvación según la doctrina cristiana. Precisamente la obsesión por la salvación está en la base de la
Reforma, pues constituye el eje central de la doctrina de Martín Lutero, el principal de los reformadores.

La vida de un mundo sacralizado y la religiosidad popular.


Una existencia sacralizada

La mentalidad en el Antiguo régimen era muy


distinta a la actual, en esta época, la mentalidad
colectiva de la vida era vista sólo como la antesala de
una vida futura. La muerte siempre estaba presente ya
que la esperanza de vida era muy corta y el objetivo
supremo era conseguir la salvación.

La sacralización de la existencia es la
subordinación de la vida terrena a la vida considerada
como eterna y toda Europa estaba fuertemente
sacralizada empezando por la referencia cronológica
que estaba vinculada a las creencias ya desde el s. VI
comenzando a generalizarse el uso de la “era cristiana”
iniciada en el año del nacimiento de Cristo. En el 1582
se empezó a utilizar en la Europa católica el calendario
Gregoriano, establecido por el papa Gregorio XIII y que
finalmente el mundo protestante también acabaría aceptando como Gran Bretaña en 1752.

Todas las festividades del calendario eran de carácter religioso, había tantas festividades que se abolieron 17 festividades
religiosas en el área de París en 1766 y aún así quedaban 24 al año, cantidad ampliamente superada en España o Italia. Vemos
también la fuerte sacralización en que se utilizaban los santos del día para fechar cartas, contratos civiles y mercantiles, escritura
de censo, etc.

En el mundo protestante había menos festividades religiosas aunque no es seguro que se trabajasen más días y en el caso de
Inglaterra aunque las festividades religiosas eran sólo 3, los trabajadores londinenses descansaban los 8 días al año en que había
ahorcamientos públicos y también alargaban al lunes la festividad del domingo.

En definitiva desde el nacimiento hasta la muerte, la Iglesia regulaba los diversos momentos y circunstancias a través de los
sacramentos, gracias a los cuales, disponemos hoy de una fuente demográfica tan importante como los libros parroquiales que en
su día servían también para vigilar que se cumpliera con las prácticas religiosas, y en su caso reconvenir cuando se hacía por lo
que todo ello redundó en un enorme poder del Clero.

La religiosidad popular

Podemos distinguir dos claras mentalidades y culturas: Las masas iletradas y las élites formadas. Vamos a centrarnos en la
mentalidad colectiva popular ya que era el mayor porcentaje de población.

El carácter transitorio de la existencia y el objetivo esencial de la misma centrado en la salvación llevaban a una valoración de
la muerte muy diferente a la que tenemos actualmente, la despojaba del carácter excepcional que tiene para nosotros. La muerte
de un niño, muy habitual se veía más como la consecución de un valedor más de la familia en el otro mundo, lo importante era
pues que estuviera bautizado para que se salvase. Como el objetivo supremo de la vida era la salvación, toda la existencia y
actividad humana se dotaban de protecciones y seguridades para conseguir el objetivo empezando por el nombre que suponía la
elección de un protector, sobre todo se elegía el nombre de los apóstoles o santos entre los hombres (los más frecuentes eran
Juan y Pedro) y entre las mujeres el nombre de la virgen y su familia (María, Ana o Isabel), y era por tanto habitual, el uso de
motes entre los hombres para distinguirlos.

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Había otras protecciones como los santos patronos de las ciudades o de los oficios. Toda protección era poca para
prepararse para el momento decisivo de la muerte y aún así buena parte de los creyentes tenían que expiar sus pecados durante
un tiempo en el purgatorio. La existencia precisamente de esta iglesia purgante permitía prolongar al más allá la mediación
clerical a través de las indulgencias que tanto contribuyeron a la reforma de Lutero. Por otro lado una práctica más frecuente en el
mundo protestante era la quema de brujas, en España por ejemplo esta práctica no existía gracias esencialmente a la Inquisición y
en el mundo católico en general gracias a la protección de los santos.

Prácticas religiosas de las minorías cultas

Las gentes cultas criticaban habitualmente las prácticas religiosas de las masas teñidas de superstición, peregrinaciones,
romerías, procesiones, penitencias públicas, tráfico de indulgencias, etc. Frente a estas prácticas proclamaban una religiosidad
más íntima y personal, sin tantas mediaciones y centrada en la figura de Cristo. Así lo hicieron los reformadores de los ss. XV y XVI
tanto los que rompieron con la iglesia de Roma como los que permanecieron en ella.

Pero la ruptura entre la religiosidad popular y la de las gentes con más cultura llegó al máximo con la Ilustración. Una de las
manifestaciones de la llamada crisis del Antiguo Régimen fue precisamente que la sociedad sacralizada empezaba a ser sustituida
por otra secularizada en la que la religión tiene su propio espacio sin invadirlo todo.

Las dos culturas

A parte de la religión, la existencia de las dos culturas básicas, la de las masa iletradas y la de las élites formadas se
manifiesta también en el terreno más propiamente cultural y se basa en el estudio de la alfabetización de las gentes. Para ello, se
utilizó el tanto por ciento de la población que sabía firmar, si bien esto no implica que la persona que supiera firmar supiera
escribir, pero por lo menos el estudio de estos porcentajes nos permite fijarnos en la evolución y las diferencias entre unas zonas
y otras. Un ejemplo fue Castilla la Nueva donde sabía firmar el 49% en el s. XVI, el 54% en el s. XVII y el 76% en el s. XVIII debido al
esfuerzo de los ilustrados. En el mundo protestante debido al acercamiento personal a la Biblia el nivel de alfabetización fue
superior, por ejemplo en Ginebra, la cuidad de Calvino, la enseñanza elemental se hizo obligatoria para todos por lo que excluía el
analfabetismo.

Características de la cultura popular

La cultura entre las clases populares se trasmitía básicamente de forma oral, la charla familiar, en el trabajo, en la taberna o
en la iglesia era mucho más frecuente que en la actualidad. Todos los conocimientos orales que se había ido trasmitiendo de
generación en generación se habían ido codificando en dichos y refranes que las élites culturales despreciaban.

Otras formas de trasmisión oral de la cultura eran a través de la lectura en voz alta, coplas de ciego y pliegos de cordel o
almanaques. Nada igualaba, sin embargo, a la enorme capacidad de las iglesias tanto católicas como protestantes en el dominio
del mensaje oral utilizando el púlpito y el confesionario.

La cultura libresca. La educación.

Es difícil trazar la línea divisoria entre la cultura popular y la de las élites, ya que el elemento esencial para diferenciarlas es el
uso habitual de libros y textos escritos. El uso habitual de libros sería frecuente entre ciertas profesiones como médicos,
abogados, catedráticos y estudiantes universitarios que ya presupone para éstos el uso habitual de libros durante toda su vida.

También podemos medir esta cultura por la tenencia de bibliotecas y colecciones artísticas que están en manos de la élites
de la nobleza y la Iglesia, como por ejemplo en España donde la Biblioteca del Conde de Condomar en Valladolid contaba en el s.
XVII con unos 15.000 volúmenes o la Biblioteca Real creada por Felipe V a comienzos del s. XVIII y antecedente de la Biblioteca
Nacional. Pero la gran revolución en el ámbito cultural con la que se caracteriza la Edad Moderna es por la aparición y difusión de
la Imprenta, ya que sólo gracias a ella, fue posible la enorme difusión de la Reforma protestante con la edición de miles de
ejemplares de Biblias. También fue posible la aparición de grandes éxitos editoriales de algunos libros destacados. No obstante
esta difusión del libro tenía sus límites debido al elevado precio y control que ejercían sobre ellos los poderes civiles y
eclesiásticos, siempre temerosos de sus contenidos. También limitaba la difusión el uso frecuente del latín (en textos eclesiásticos
el uso del latín siguió presente hasta el Concilio Vaticano II), por este motivo era esencial una buena enseñanza que dependía, en
gran medida del nivel social, la pertenencia a la monarquía y la nobleza o a quien pudiera permitírselo económicamente ya que se
recurría a preceptores privados que se encargaban de la educación de sus pupilos dentro del hogar.

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Para los nobles o gentes de buena posición que no quisieran o no pudieran permitirse un preceptor existían escuelas y
colegios. Para el resto de la gente que estudiaba (que no debía ser un porcentaje muy elevado), existían las escuelas municipales
en el ámbito privado o de la iglesia. En un primer nivel se encontraban las escuelas de primeras letras donde se enseñaba a leer y
escribir, aritmética sencilla y catecismo, y luego existía un 2º nivel, aún más restringido, formados por las escuelas de latinidad y
de gramática.

En los niveles previos a la universidad, los gobiernos centrales no comenzarían a organizar y dirigir la enseñanza hasta finales
del s. XVIII, como consecuencia de los programas ilustrados y su marcada preocupación por la educación. Para las niñas la
educación era muy básica salvo excepciones y se realizaba en casa o en un convento, lo que no evitaba que los niveles de
analfabetismo fueran muy superiores al de los hombres.

El nivel más alto de la educación lo constituían la Universidades que experimentaron un gran crecimiento a comienzos de la
Edad Moderna debido a la Reforma y por la fuerte demanda de juristas por parte de las nuevas monarquías del Renacimiento. Las
Facultades de Arte y Filosofía eran de carácter menor y las Facultades de Teología, Medicina y Cánones y Leyes eran las de
carácter mayor.

No obstante las Universidades eran instituciones muy vinculadas a la escolástica medieval y poco abiertas a los cambios que
tuvieron lugar en la ciencia y el conocimiento a lo largo de la Edad Moderna, por ello, salvo excepciones, muchas de las
aportaciones humanísticas y avances científicos tuvieron lugar fuera de ellos en Centros como las Academias que surgen en los
primeros siglos de la Edad Moderna.

Crisis de la religiosidad medieval y primeras tentativas reformistas

Desde la Baja Edad Media existía


un descontento generalizado con la
Iglesia, los papas, el clero o las
prácticas religiosas, acompañado con el
deseo de volver a las enseñanzas
genuinas del Evangelio, sin añadidos
posteriores. La decadencia del papado
ya se había hecho notar con la
prolongada estancia de la sede en
Aviñon (1309-77), y el cisma posterior
(1378-1417). El Concilio de Constanza
(1414-18), tampoco sirvió para
consolidar su autoridad y prestigio ni
tampoco los papas del Renacimiento,
preocupados sólo por su poder
temporal y demasiado mundano. En
los ss. XIV y XV, los concilios superaban
la autoridad del papa, y buena parte de
las Iglesias europeas aspiraban a la
independencia del poder de Roma.

El regalismo se extendió y emprendió un papel decisivo en la reforma. Este consistía en la pretensión de los reyes de
gobernar sus iglesias, quedarse con una parte conspicua de sus rentas e impedir las injerencias de un poder externo como el del
papa. Los monarcas (empezando por los Reyes Católicos) presionaban y, en ocasiones amenazaban a los papas. En Francia fue el
galicanismo (por las iglesias galas) y en Inglaterra llegó a surgir una Iglesia separada de Roma sin Papa, la anglicana.

En Alemania también había fuertes pretensiones regalistas. La opresión a Roma servía de aglutinante de un incipiente
sentimiento de germanidad, trufado también de xenofobia. Para muchos alemanes, el papa era un opresor de las libertades
germánicas. En otras partes de Europa también se veía como una figura extraña y lejana, ajenas a su país e interesada en las
rentas ahí obtenidas. No faltaron imágenes ridículas, panfletos o escritos denigratorios.

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El desprestigio también afectaba a los eclesiásticos, no sin razón, pues muchas jerarquías de la Iglesia eran esencialmente
señores temporales, preocupados por el poder y las rentas, con vidas poco ejemplares. Un claro ejemplo fue el del cardenal
Alessandro Farnase, nieto del papa Paulo III, que en el 1556, era titular de 10 obispados, 26 abadías y 133 beneficios inferiores. A
muchos les faltaba formación y les sobraba interés por lo material, formando degradación de la creencia y la práctica religiosa. El
absentismo en sus obligaciones también formaba parte de sus quehaceres. La creencia de la mayoría de las gentes en
permanentes intervenciones sobrenaturales llenaba el mundo de milagros, lugares y objetos sagrados. La importancia dada a las
reliquias, la preocupación por atesorar indulgencias, las peregrinaciones (a veces pintorescas), las romerías, los disciplinantes y
otra serie de prácticas habían desplazado lo esencial de la fe y la experiencia religiosa.

La obsesión por la salvación benefició a la Iglesia, creándose un auténtico tráfico de indulgencias, que tanta importancia
tendría en la denuncia inicial de Lutero. Las indulgencias llegaron a experimentar extremos ridículos, como acudir a Halle, que
contaba con una formidable colección de reliquias, y donde uno podía llegar a ganar 39 millones de días de indulgencia, que
serían unos 107.000 años. Pero claro, eso no es nada comparado con la eternidad, y muchos de ellos intentaban acumular todos
los posibles. Estas se ganaban con una serie de medios, como los actos de piedad o el imprescindible desembolso de dinero.
También había indulgencias especiales, que reyes, nobles, obispos o órdenes religiosas trataran de conseguirlas, para venderlas a
posteriori. El propio Federico de Sajonia logró que la Universidad de Wittenberg se financiara con indulgencias con las visitas al
magnífico relicario que él había reunido.

Cómo es lógico, los banqueros


intervenían en todo este negocio, que movía
numerosas sumas de dinero y tuvo una gran
importancia en la construcción de la basílica
de San Pedro en Roma, pues el papa, en
última instancia, era el gran beneficiado de un
tráfico que, además de su tesoro aumentaba
su desprestigio y la idea de su avidez
recaudatoria. Lutero acabaría protestando
contra ellas y los abusos que implicaba, pero
para entonces no estaba exento de quejas
como de las Cortes de Castilla, predicadores,
moralistas, humanistas e Universidades. “El
alma salía del purgatorio en el momento en
que la moneda sonaba al caer de la caja del
recaudador”.

Esta religiosidad tan viciada se vio


acompañada por un clima apocalíptico desde
el comienzo del s. XVI sobretodo en Alemania.
La idea del fin del mundo y el juicio final inminente incrementaba la conciencia del pecado y un temor a Dios como temible juez.
El Anticristo, según el Apocalipsis, gobernaría el mundo antes de la llegada del reino de Cristo, se vio retratado múltiples veces en
diferentes personas: hijos de coitos sacrílegos o diabólicos acompañados de judíos o turcos…Lutero lo identificó con el Papa, pero
también con el reformador radical Thomas Müntzer, de la misma forma que los católicos lo harían con Lutero.

Antes de Lutero hubo otras iniciativas reformistas, algunas condenadas por la Iglesia, como la doctrina del bohemio Jan Hus
(1370-1415), que dio el movimiento husita dentro de la Ortodoxia, o el que encabezó el cardenal Cisneros de Castilla con el apoyo
de Isabel I, aunque trataba más disciplina eclesiástica. La corriente devotio moderna desde los Países Bajos o el ampliamente
divulgado Imntatio Christi de Thomas de Kempis.

Para los que deseaban una religión más auténtica, la Biblia y no el papa, era quien marcaba el criterio a seguir, lo que explica
que el producto estrella de la revolucionaria imprenta fueran las Biblias, que se hicieron 500 antes de 1517 o surgieran ediciones
de Biblias para pobres con textos seleccionados. También uno de los objetivos de los humanistas era la depuración lingüística de
sus textos, así Lutero tradujo el Nuevo Testamento en Alemán. En resumen, el Biblismo no fue aportación de Lutero, ni suyas
muchas de las propuestas sobre una religión más auténtica. Lo que fue importante fue la trascendencia que alcanzaron sus
planteamientos y el carácter definitivo de la ruptura por él propiciada.

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Lutero y otros reformadores protestantes

Pocos personajes históricos han suscitado valoraciones tan opuestas. En un escrito redactado en latín, con un público
reducido como era el caso de una universidad provinciana, en él exponía su concepto de la justificación (salvación del hombre),
por la fe, en virtud de los méritos de Cristo en la cruz (basado en san Pablo y san Agustín) y criticaba el engaño que se hacía a los
fieles con las indulgencias, dada la incapacidad de la jerarquía para borrar las penas del Purgatorio. Lutero, no contento con el
resultado del efecto de este, se lo envió al arzobispo de Maguncia, del que dependía, pero a falta de respuesta, con ayuda de
unos amigos lo hicieron imprimir.

El nuevo y revolucionario invento de la imprenta consiguió que en cuestión de semanas el texto estuviese difundido.
Preocupado ante una inesperada repercusión, Lutero redactó entonces, e hizo imprimir sendos escritos en alemán y latín, en los
que expresaba su sumisión a la Iglesia de Roma, e insistía en que era una discusión meramente académica. Eso no le libró de la
herejía empujada por los teólogos alemanes y el propio papa León X. En última instancia se trataba de una disputa entre
posiciones agustinianas y tomistas. Estas disputas se podría haber resuelto con relativa facilidad, pero las circunstancias fueron
otras. Fueron esas circunstancias las que le dio una trascendencia que Lutero no buscaba. Seguramente si el arzobispo le hubiera
respondido a tiempo, o si el papa de Roma no le hubiera calificado de hereje notorio, Lutero no hubiera seguido hacia delante.
Frente a la reacción en su contra, él siguió desarrollado sus doctrinas que vio como iban calando en una parte de la sociedad
alemana.

La bula Exxurge Domine (del 15 Junio de 1520), condenaba 41 de las 99 proposiciones de Lutero. Esto provocó diversos
incidentes en Alemania, como la quema de la bula y los principales libros canónicos. La bula Decret Romanum Pontifices en 1521
excomulgó a Lutero y lo declaró hereje.

Aunque en los años siguientes hubo posibilidad de concordia, e incluso Carlos V estuvo dispuesto a conceder importantes
cesiones para conseguirlo, se vieron frustradas nuevamente por las circunstancias. Con la reforma, muchos príncipes y nobles
vieron un interés personal, pudiendo disminuir así el poder de la iglesia y el emperador, aumentando el suyo propio, además de
una fuente de financiación apoderándose de los bines de conventos, iglesias, etc.

La reunión de concordia se fue aplazando hasta que resultó inútil. Lutero ya no estaba interesado y así lo mostró con su obra
Acerca de los concilios y la Iglesia (1539). Los papas tampoco estuvieron a la altura de las circunstancias y tardaron en darse
cuenta de las repercusiones. Para Carlos V, la resolución del conflicto creado era una cuestión decisiva para la paz en sus
territorios alemanes. Por ello resultó de enorme importancia la Dieta de Worms (1521), a la que asistió Lutero ya declarado
hereje, con el salvoconducto del Emperador. En él proclamó sus doctrinas, y cuando pidieron que se retractase, apeló a su
conciencia. El resultado fue la condena por el emperador y su proscripción en el Imperio. La protección del duque elector de
Sajonia lo protegería el resto de su vida, aunque limitó sus movimientos.

Gran parte del éxito de la Reforma se debe a la fuerza de los escritos de Lutero, y al hecho de dirigirse no solo a los cultos,
sino también a la gente común distribuyendo no sólo en latín, sino también en alemán. En su Tratado sobre el papado de Roma
(1520), expone su creencia en una Iglesia sin jerarquías, una comunidad de creyentes en Cristo, única cabeza, basado en el
primado exclusivo de las Sagradas Escrituras.

El ataque más virulento a la Iglesia de Roma lo reservaba, sin embargo, para el tercero de sus libros de aquel año decisivo, La
cautividad babilónica de la Iglesia, en el que manifestaba su doctrina sobre los sacramentos, que considera meros signos salvíficos
y reduce de 7 a 2, los únicos establecidos por Cristo: el bautismo y la eucaristía, a la que llama cena, aunque no rechaza
totalmente la confesión o penitencia.

La Iglesia, basándose en la distinción aristotélica y escolástica de materia (substancia) y forma (apariencia), justificaba (y
justifica) la presencia real de Cristo en la eucaristía mediante la teoría de la transubstracción, en virtud de la cual la consagración
convierte las sustancias del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, aunque manteniendo la forma externa del pan y el
vino. En contra de ella, Lutero defiende la presencia simultánea tanto de la substancia original (pan y vino) como del cuerpo y
sangre de Cristo. Dicha teoría, conocida como consubstracción, se convertiría en uno de los puntos fuertes de la doctrina del
reformados, quien de anatematizará incansablemente a cuantos se atrevieran a negarla, como ocurrirá con la mayoría de los
demás reformadores.

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Lutero considera que el sacrificio de la Cruz se realizó una única y exclusiva vez, oponiéndose a la idea de repetición de la
Iglesia. En La cautividad fueron sus ideas un punto de inflexión pues atacaba buena parte de las prácticas religiosas obteniendo
múltiples reacciones en contra como la Universidad de París o Enrique VIII de Inglaterra. En la Libertad del cristiano parece que
aún podría haber acuerdo, incluso intentó transmitir respeto hacia León X.

Con el tratado Sobre los votos


monásticos atacaba a los fundamentos
de la vida religiosa al considerarla una
invención humana, consiguiendo
numerosas deserciones de monjes y
frailes que se pasaron a la Reforma.
Aunque también perdió adeptos como
con Dervo arbitrio (1525) de humanistas
incapaces de conciliar la centralidad de
su creencia en el ser humano con la
antropología pesimista de Lutero. Hacia
el final de su vida destaca la edición
completa de la Biblia en Alemán (nuevo
y antiguo Testamento) con una difusión
de 100.000 ejemplares.

La aportación de Lutero en
resumen fue una simplificación de la
creencia y la práctica religiosa, con un
lenguaje más vernáculo y eliminando las
angustias de la liberación del alma, aunque el verdadero impuso se lo dieron los gobernantes y príncipes. Las principales
afirmaciones de Lutero responden a una lógica bastante coherente. Las dos básicas son: la salvación solo por la fe, gracias al
sacrificio único de Cristo en la Cruz, y las sagradas escrituras. Su planteamiento implicaba la inexistencia de una Iglesia visible,
pues sólo habría la fe y la comunidad de creyentes sin jerarquías. Al final se dio cuenta de la necesidad de aportar una mínima
organización. En uno de sus últimos escritos, Manifiesto a la nobleza cristiana de Alemania, apelará a los poderes civiles como
protector y cabeza de su organización eclesiástica. También establece una especie de nuevo clero, los pastores, que podían
casarse, y la organización basada en las diócesis, encabezadas por el obispo nombrado por el príncipe.

En Sajonia, el modelo electoral controlado por él mientras vivió, nos da una idea de su desarrollo. El Consistorio se creó
como tribunal de juristas y teólogos, inicialmente para resolver asuntos vinculados al matrimonio, aunque fue acumulando
competencias sobre las iglesias, hasta llegar a controlar la vida personal de los fieles, con investigaciones y penas diversas, como
expropiación de bienes. Llegaron a tener su propio sistema de control no muy distinto a las inquisiciones. Aunque, a diferencia, se
notó una mayor alfabetización, por la necesidad de acceder a la Biblia, y la transferencia al poder civil de la asistencia de pobres y
enfermos, en la línea de lo que preconizaban los humanistas.

Zwinglio

El suizo Ulrich Zwinglio (1484-1531) fue otro reformador de gran importancia. Los fermentos subversivos de su teología
influyeron en las reformas radicales más que los planteamientos de Lutero. De amplia formación humanista, estudió en las
universidades de Viena y Basilea, y se le ordenó sacerdote. Acompaño a la guardia suiza del papa y presenció la terrible batalla de
Marignano (1515), lo que le llevó a predicar el pacifismo, y bajo la influencia de Erasmo y Lutero se pasó a la Reforma. En los años
siguientes atacó la abstinencia pascual, se casó, defendió el matrimonio de los clérigos y dejó claro la autoridad absoluta de las
Sagradas Escrituras.

En Zurich, en 1523 se celebró la disputa teológica, y los 67 tesis que se discutieron fueron preparadas por él. Durante las
transformaciones, la ciudad adoptó un modelo bastante riguroso inspirado en él, donde dominaba la predicación, y órganos y
cantos fueron suspendidos. La enseñanza fue muy importante, financiada con rentas de la colegiata, y se convirtió en una
importante escuela bíblica con las primeras introducciones de la Biblia en Alemán (1529).

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En sus obras, Zwinglio admitía solo dos sacramentos, el bautismo y la cena (eucaristía), pero ambos como carácter
puramente simbólico. Para el suizo no había presencia real y física del cuerpo y sangre de Cristo, algo que lo diferenciaba de
Lutero y este llegó a odiarlo por tal.

Su idea inicial de una iglesia invisible, quedó descartada rápidamente. Surgió en Zurich (una ciudad de 6.000 habitantes), una
Iglesia inquisitorial, gobernada por un Consejo Secreto que formaban parte los gobernantes de la ciudad y los predicadores, bajo la
guía del reformador. El Consejo Secreto controló la vida personal de la población mediante el Tribunal Matrimonial (una autentica
Inquisición), ampliando su foco de control llegando hasta las “ideas”. Su idea de llevarlo a toda Suiza encontró oposición en los
cantones rurales católicos apoyados por Austria. Tras la disputa pública en la Dieta Federal de Baden en la que ganaron los
católicos, Zwinglio fue excomulgado aunque continuó protegido por la ciudad.

Los católicos y protestantes se enfrentaron en el campo de batalla. Aunque los protestantes tenían de su lado a los cantones
de Berna (los más ricos) y Basilea, además de la ciudad de Constanzza que se había adherido a la Reforma, Zwinglio, llevado por
los tiempos de belicismo en su época de capellán con los mercenarios, se enfrentó a los católicos que lo derrotaron en la Batalla
de Kappel (1531). Como muchos ciudadanos de Zurich murió en el campo de batalla y su cuerpo fue descuartizado y quemado
como hereje. Ni siquiera así obtuvo la compasión de Lutero que lo tacho de asesino. Aun así los católicos no obtuvieron ninguna
ventaja por tal victoria. Suiza se dividió en fronteras entre protestantes y cantones católicos, y desde el poder civil se elegía el
bando, y la población no conforme debía o callar o emigrar.

En Zurich la figura de Zwinglio fue sustituida por la figura más moderada de Heinricn Bullinger, quien logró clarificar los
límites entre poder civil y religioso. Desde los años 70 de s. XVI, el zwinglianismo, bastante más moderado de las épocas de su
creador, alcanzó alguna expresión por centroeuropa, Francia, Escocia y, sobretodo en el Palatinado renano.

Rebeliones y reformas radicales

No siempre las doctrinas de Lutero fueron de agrado del mismo reformador. Mientras él estaba encerrado en el castillo de
Warburg, a raíz de la Dieta de Worms, en Wittenberg, Andrea Bodenstein (1477-1541) conocido como Karstadt, decano de la
Facultad de Teología donde Lutero daba clases, predicó una igualdad social, que se convirtió en tomas y saqueos en Iglesias de
Wittenberg. Lutero lo denunció de manera escrita, pero tuvo que presentarse en persona en la ciudad para restablecer el orden.
Las doctrinas de Lutero hacían referencia a una libertad espiritual, no a una libertad social que trastornara el orden de las cosas.
Karlstadt hubo de emigrar.

Inmediatamente, el malestar de unos caballeros del SW de Alemania, viendo comprometida su situación por la inflación
tanto como por las transformaciones políticas y militares, fueron liderados por los humanistas Ulrich von Hutten y el caballero
Franz con Siekingen. Estos intentaron aprovechar la Reforma para ocupar y secularizar las tierras del arzobispado de Tréveris
(1522-1523). El ataque fracaso no solo por la eficaz resistencia del arzobispo, sino por “solidaridad” que encontró en príncipes
alemanes, que adscritos a la reforma o no, no querían que sus privilegios se vieran cuestionados.

Los campesinos se rebelaron un año después, prácticamente en toda la región excepto Baviera, incluido territorios
gobernados por los Habsburgo. Fue un movimiento desorganizado con muchos focos donde se mezclaba un movimiento
antiseñorial con el Evangelio, con ideas de reparto igualitario. Su objetivo principal fueron monasterios y castillos, con frecuentes
acciones violentas y la destrucción de imágenes junto con reacciones anticlericales.

Hubo reacciones más moderadas de algunos campesinos, como por ejemplo los Doce articulos de Memmingen, y otros más
radicales con el surgido en Tirol (1525-1526) bajo la inspiración de Michael Gaismair, que proyectaban una sociedad utópica e
igualitaria desapareciendo la propiedad privada.

Coincidiendo con las rebeliones campesinas, tuvo lugar la utopía de Thomas Müntzer (1489-1525). Vinculado a Lutero al
principio, y perfilado su idea con las sucesivas expulsiones a las que fue objeto, en la ciudad libre de Mühlhausen (Turingia),
realizó su ideal de Iglesia dirigida por los elegidos, que identificó con los pobres, y que estos darían paso al reino de Dios en la
tierra. Dispuesto a defender su ideal con las armas, organizó a sus 300 fieles a los que se sumaron miles procedentes de bandas
rebeldes, y se puso al frente convencido de que Dios dirigiría a sus partidarios. El 15 de mayo de 1525 fueron severamente
derrotados en la batalla de Frankenhausen por las tropas de Felipe de Hesse y el duque Jorge de Sajonia. Müntzer fue torturado y
decapitado, y fue la derrota más importante de los campesinos a manos de los nobles, mejor pertrechado y organizados, que
diferencia religiosas aparte, priorizaban el restablecimiento del orden.

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Ante esta represión violente se sumó Lutero con su obra Contra las hordas ladronas y asesinas de los campesinos que
incitaba a los señores a <<pinchar, rajar, golpear y estrangular, como si de un servicio de Dios se tratara>>. La ira de Lutero
también se manifestó en contra de dos grandes enemigos surgidos de la Reforma pero más radicales que él. Uno (ya nombrado)
fue Ulrich Zwinglio, y los otros los anabaptistas, lo que se conoce como una serie de grupos y tendencias poco organizadas, que se
autodenominaban hermanos y que fueron perseguidos por los poderes civiles, Lutero e Zwinglio.

La Dieta de Spira (1529) prohibió en anabaptismo en todo el imperio, denominado así por rebautizar o posponer el bautizo
hasta la edad adulta. También defendían la igualdad, sin iglesia ni organización civil y eran muy sectarios, excluyendo a los demás
y considerándose los elegidos por el espíritu. Fueron condenados a vagar de un lado a otro, buscando tierras donde realizar sus
ideales. Se convirtieron en pacifistas, enemigos de los impuestos y contrarios a cualquier compromiso cívico (“como el
movimiento hippie de la época”). Sus manifestaciones en Suiza fueron duramente reprimidas. Al principio buscaban una
transformación personal, pero luego intentaron influir en la sociedad. Otros grupos, convencidos con la proximidad del fin del
mundo intentaron instaurarlo en tierra de Jerusalén. El peletero Melchior Hoffman, que se presentaba como el profeta Elías,
predijo en Estrasburgo el fin de los tiempos y exterminio de los impíos para el año 1533, pero al no ocurrir ninguna de ambas
cosas, pasó el resto de sus días encarcelado.

Aunque tal vez, la experiencia más significativa se dio en los Países Bajos, donde el panadero Haarlem Jan Matthys hizo
realidad en la ciudad de Münster (1534-1535) la idea de que el reino de Dios había de establecerse por la espada y la violencia,
para lo que instauró con sus seguidores un régimen de propiedad común, sin moneda ni víveres privados y con las puertas de las
casas abiertas. Aunque el profeta murió pronto intentado expandir su reino de santos, fue sucedido por un sastre Juan van Leiden,
quien incremento sus dominios sobre la ciudad, cesó al Consejo, y considerándose el designado por Dios, se atribuyo el poder,
acompañado de 12 jueces, en recuerdo de las doce tribus de Israel. Fueron asediados por el desposeído obispo y una alianza de
príncipes católicos y protestantes.

Leiden decretó la poligamia en 1534, bajo pena de muerte para quien se opusiese, y como que el número de varones se
reducía por el asedio, obligó a todos los hombres en edad de casarse o tomar a mujeres sin límites y a las mujeres a aceptar al
primero que lo solicitara. Él llegó a tener 12 esposas, y se hizo ungir rey del pueblo de Dios, de la nueva Sión. Una de sus esposas
fue decapitada en la plaza mayor por haber murmurado de él, tras lo que pisoteó su cadáver. Con la escasez de alimentos expulsó
a niños, ancianos y mujeres, muchos de los cuales fueron asesinados al traspasar la muralla. Todo concluyó cuando por traición
abrieron la puerta de la ciudad el 13 de junio de 1535. La represión fue brutal, llegando a pasar a los responsables por la parrilla
literalmente, y sus cadáveres fueron largo tiempo en jaulas de hierro colgadas de la torre de la iglesia de San Lamberto. Los
últimos anabaptistas fueron influenciados por Menno Simons (1496-1561), aunque este era mucho más moderado, sin rechazar
los poderes civiles ni eclesiásticos. Tras su muerte el anabaptismo se fue extinguiendo.

La segunda generación de reformadores. Calvino

A partir de los años 40 del s. XVI surgió una nueva generación de reformadores donde destacó por encima de todos, Calvino.
Hizo carrera eclesiástica en Montaigu de París, se lincenció en Derecho en Orléans y asistió a cursos de filología humanista en
Collège de lecteur royales de París. Tras las persecuciones a la Reforma se refugió en Basilea dónde escribió Institución de la
religión cristiana (1536), que con la traducción al francés y numerosas ediciones pasó a ser un libro de bolsillo en 1559.

Luego estuvo en Ginebra, pero tuvo que marcharse por roces con el reformador Guillermo Farel. En Estrasburgo escribió
Tratado sobre la santa cena (1541) en el que pondera entre Lutero y Zwlingo su doctrina de relaciones entre Dios y el hombre. Su
teoría desembocaba en una predestinación inapelable. Posteriormente volvió a Ginebra donde instauró su ideal de ciudad
religiosa basada en la Biblia.

En Ordenanzas eclesiásticas de la Iglesia de Ginebra, establece 4 ministerios: Los pastores (encargados de transmitir la
palabra), los diáconos (para asistir a pobres y enfermos), los doctores (encargados de enseñar y eliminar el analfabetismo) y por
último el Consistorio, formado por pastores, laicos y delegados del poder civil, y por encima de todos estaba el reformador. Este
Consistorio prohibió los juegos de azar, y lujos, entre otras cosas, aunque la sombra de la Inquisición también se dejó plasmar. Un
ejemplo fue el médico aragonés Miguel Servet, que fue quemado en la hoguera por haber escrito contra la Trinidad y a favor del
anabaptismo. Cuando Calvino murió fue remplazado por su discípulo Teodoro de Beza.

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El calvinismo era un modelo riguroso y adusto, basado más en el Antiguo Testamento que en el nuevo. El mito de Ginebra
como el Nuevo Jerusalén intentó dar impulso a este tipo de Iglesia calvinista. El calvinismo prendió en muchas partes de Europa
como Escocia, Hungría, Polonia y Bohemia. Los dos grandes conflictos religiosos de final de siglo entre Francia y Países Bajos
fueron por causa de las consecuencias de la resistencia con que tropezó la expansión. Ello hizo evolucionar en la oposición a la
monarquía, no solo en ambos territorios, sino también en textos como el del misógino reformador escocés John Knox, Primer
trompetazo contra el escandaloso gobierno de las mujeres (1558).

El Concilio de Trento y la Contrarreforma

Todos buscaban un concilio para poder definir las bases doctrinales del la Iglesia, pero los papas intentaron retrasar todo lo
posible la reunión pues la consideraban un ataque a su poder. Finalmente se celebró, muy tarde como para compensar las
diferencias surgidas, pero sirvió para mejorar la formación, la práctica y religiosidad y calidad moral del clero y fieles. Finalmente
se reunió el Concilio de Trento en 1563, aunque no se finalizó hasta 1563 por dos interrupciones prolongadas.

Los acuerdos han tenido una repercusión prolongada hasta ya entrado el siglo XX. En general, se aclaró que la fe no se
reduce a la Biblia, sino también a la tradición cristiana y el magisterio, que sería el encargado de interpretarla, eliminando la libre
interpretación. La salvación no sólo se consigue con la fe, sino con las obras y la virtud, así como los 7 sacramentos tradicionales. Y
finalmente, ante la eucaristía se confirmó la presencia de Cristo mediante la transbustación, así como el valor modélico de la
Virgen y los Santos. Para evitar nuevas desviaciones dogmáticas, el papa Paulo III creó la Congregación del Santo Oficio, una
comisión de cardenales en la cúspide de la Iglesia con poderes por encima de la Inquisición episcopal. El resultado fue la
condenación a varios filósofos como Giorlano Bruno o Campanella.

En el ámbito disciplinar, se incrementaron las medidas como, prohibir la acumulación de beneficios, remarcar el celibato y la
formación de sacerdotes. Paulo IV creó un índice de libros prohibidos, u obras que no podían leer los cristianos. Se crearon nuevas
órdenes en las que destacaron los Jesuitas (Compañía de Jesús), creado por el vasco Iñigo de Loyola en 1540, con fidelidad
absoluta al Papa. Esta orden tuvo relevancia en la educación de las élites y en la conquista del Nuevo Mundo.

España tuvo un papel protagonista en la nueva espiritualidad, destacando los místicos (sentido noticia amorosa y no
puramente intelectiva, de contemplación infusa, de experiencia inmediata a Dios). Destacan Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, que
destacaron en la literatura como el conocido Siglo de Oro español. También surgió sólo en España los alumbrados, gentes que
creían en la falta de acción, y en la predisposición Divina.

El término “contrarreforma” se puso a posteriori en la historiografía protestante, pero viene a remarcar esta renovación de
la Iglesia. Sí que es cierto que con ella se suprimieron las reformas e innovaciones propuestas, pero ayudo a mejorar la fe católica
y a purificar la institución. En cuanto a la intolerancia, hay que pensar que en la época no se consideraba una virtud, y sólo unos
pocos humanistas como Sebastien Castellion que tras la ejecución en Ginebra de Miguel Servet (el médico) dijo: -“Matar a un
hombre no es defender una doctrina, en matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una
doctrina, mataron a un ser humano; no se hace profesión de fe quemando a un hombre, sino haciéndose quemar por ella”.

Una nueva geografía religiosa. La Europa confesional

Desde 1521, el Luterismo se extendió con facilidad. El primero en pasarse fue Alberto de Brandeburgo, gran maestre de la
Orden Teutónica, que secularizó parte de las posesiones que le pertenecían de la orden para convertirla en un ducado para él en
1525. Al final de la vida de Lutero Alemania estaba dividida en dos; norte y centro afín a la Reforma, y el sur católico.

La expansión del calvinismo por los Países Bajos, Francia y Escocia, junto la separación de Inglaterra de la Iglesia católica,
contribuyeron a diseñar un nuevo mapa religioso europeo. Esto potencio el aumento del poder civil sobre la iglesia, que era uno
de los objetivos de los humanistas y de los príncipes y señores. Al mismo lugar se remarcaban las diferencias entre las diferentes
personalidades, monarquías y estado del Renacimiento.

CRONOLOGIAS IMPORTANTES DE ESTE PERIODO:

1483-1546: Martin Lutero


1484-1531: Ulrich Zwinglio
1509-1554: Calvino
1511: Lutero viaja a Roma

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1517: La publicación de las 95 tesis contra las indulgencias marcan el origen de la Reforma luterana.
1521: En la Dieta de Worms, Lutero se niega a retractarse, por lo que es excomulgado.
1524-1525: Levantamientos campesinos
1525: Lutero se casa con una monja exclaustrada, Katherina von Bora.
1530: Dieta de Augsburgo, entre luteranos y católicos. Se aprueba una confesión inspirada por Lutero.
1531: Batalla de Kappel. La liga de cantones y ciudades católicas derrota a Zwinglio
1534: Se publica la traducción alemana completa de la Biblia realizada por Lutero.
1536: Imposición del calvinismo en Dinamarca
1545-1563: Concilio de Trento
1566: Movimiento iconoclasta calvinista en los Países Bajos

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Tema 5: Los orígenes de la Política Internacional en la Edad Moderna: Expansión Turca y Guerras de Italia (1494-1516)
Por: Nuria Iglesias da Silva (UNED)

La situación internacional a mediados del siglo XV.

Desde mediados del s. XV el avance otomano había conquistado los Balcanes, Asia Menor y la propia Constantinopla.
Además su expansión marítima por el Mediterráneo oriental les llevó a chocar con la otra gran potencia del mar: Venecia. La
expansión turca continuó por la costa dálmata, e incluso por el sur de Italia (Otranto), provocando la alarma en la Europa cristiana.

A finales del s. XV las coronas de Castilla y Aragón se habían unido y juntas conquistan el reino nazarí de Granada. Tras esta
anexión la nueva monarquía española se dispone a intervenir activamente en Italia. En Francia asciende al trono Carlos VIII de
Valois en 1483. Este nuevo soberano quiere protagonizar la expansión francesa hacia Italia, en cuyo empeño va a colisionar con
España. En los últimos años del s. XV y en la primera mitad del s. XVI las relaciones internacionales en Europa se basan en tres
ejes:
 Antagonismo hispano-francés.
 Defensa de la Europa central frente a la expansión turca en el Danubio y de los aliados norteafricanos de los turcos
en el Mediterráneo.
 Pugnas entre católicos y protestantes en Alemania, una vez iniciada la reforma luterana.

Hay otros dos factores que ayudan a explicar el desarrollo de los acontecimientos en esta época. Por un lado el uso de
nuevas armas, como la artillería, armas de fuego, nuevas fortificaciones, etc. Por otro lado encontramos el despliegue de una
nueva diplomacia renacentista, fruto de la cual aparecerán un conjunto de ligas internacionales, que se harán y desharán con
cierta facilidad. El denominador común de todo este juego de alianzas internacionales es el hecho de que suelen agrupar a
diversas potencias que se agrupan para hacer frente a otra más fuerte y así establecer una especie de frágil equilibrio en una zona
determinada, que a finales del s. XV y principios del s. XVI va a ser la dividida península italiana.

Italia, fragmentada en una serie de estados independientes, fue el campo de conflicto entre las dos potencias más fuertes de
la cristiandad occidental de la época: Francia y España. Hasta 1526 las ligas y alianzas se formaron para frenar a Francia. A partir
de esa fecha se aglutinaron en torno a Francia para limitar el poderío de España. Así Francia no tuvo reparos en aliarse con los
enemigos de la Casa de Austria, como turcos y protestantes.

El imperio turco. Organización y fases de su expansión.

En el s. XIV un grupo de población


turca, conocidos como otomanos u
osmanlíes, se desplaza hacia occidente
y empieza a amenazar al debilitado
imperio bizantino. Así desde Anatolia
entran en Europa, extendiéndose por
Tracia y Macedonia. En la Batalla de
Kosovo (1389) someten a vasallaje a
Serbia y amenazan Constantinopla.

En 1402 los otomanos de


Bayaceto I son derrotados de forma
aplastante en Ankara por las tropas
mongolas de Tamerlán. Se abre una
crisis en los otomanos, por lo que su
expansión se detiene. En 1453
conquistan Constantinopla, a la que dan
el nuevo nombre de Estambul y hacen
su capital. Al tiempo continúa la
expansión otomana hacia Europa y en
1459 Serbia es prácticamente
anexionada, a excepción de la fortaleza
de Belgrado.

En los años 1463-64 conquistan


Bosnia, cuya aristocracia se convierte
Expansión del Imperio Otomano del 1300 al 1683 mayoritariamente al Islam, y se van

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apoderando de Grecia. En 1478 conquistan Albania y presionan en el mar Adriático contra los intereses de Venecia. Entre los años
1499 y 1503 arrebatan a esta república italiana buena parte de sus dominios en el Adriático y en Morea. Ya en tiempos del sultán
Selim II los otomanos derrotan a los persas (1514) y conquistan Siria y Egipto (1516-17). Con ello el imperio turco era una potencia
de primer orden, cuyo poder se extendía por tres continentes: Europa, Asia y África.

Con Solimán el Magnífico (1520-1566) el imperio otomano alcanza su apogeo. En los inicios de su reinado conquista
Belgrado y Rodas. Después vence a los húngaros en Mohacs (1526) y avanza hacia occidente, sitiando Viena en 1529. En 1534
conquista Bagdad y llega hasta el Golfo Pérsico. En el norte de África contó con la colaboración de los piratas berberiscos, vasallos
suyos, que operaban desde la base de Argel.

Durante el resto del s. XVI el imperio turco mantendrá su máxima extensión, pero su expansión se ve paralizada. Por el este
los chiitas persas siguen siendo una amenaza, mientras que sus mercados van siendo invadidos por el comercio europeo. Además,
se va constatando la dependencia técnica de sus ejércitos y armadas con respecto a occidente.

Organización y características del imperio turco

El imperio turco era una entidad multiétnica, ya que además de turcos lo habitaban judíos, cristianos renegados, griegos y
otros habitantes de los territorios conquistados. Parece que hubo una intensa mezcla racial, que se vio favorecida por la extensión
de la esclavitud. Algunos de esos esclavos llegaron a ser altos dignatarios o tropas de élite, como el caso de los famosos jenízaros.

La forma de gobierno era la del despotismo oriental, donde confluían en la persona del sultán el máximo poder político y
religioso. Reunía todos los poderes, siendo además dueño de la tierra y gozando de disposición sobre las vidas de sus súbditos. El
sultanato se transmitía de padres a hijos, pero con la peculiaridad de que el nuevo sultán solía eliminar a todos sus hermanos
varones y a los hijos de estos, para evitar tener competidores. Así cada sucesión solía dar lugar a cruentas luchas, que podían
acabar en guerras civiles.

Por debajo del sultán encontramos la figura del gran visir, una especie de primer ministro. Los miembros de su gobierno
formaban parte del Diván, consejo que reunía a los visires principales y a los jefes militares, incluido el almirante de la armada. En
tiempos de Solimán se llegó a la máxima centralización. El imperio se dividía en provincias, gobernada cada una por un bey. Las
agrupaciones de provincias eran gobernadas por pacas y por encima de ellas había 8 gobiernos, mandados por 8 beylerbeys. Por
su parte los ulemas tenían la función de aplicar la ley y estos clérigos constituían un grupo social de enorme importancia en el
imperio otomano.

La institución clave para reclutar el personal al servicio del sultán era el devchirné, que consistía en la obligación de todas las
familias cristianas de los Balcanes de entregar un hijo que era enviado a alguna de las principales ciudades y convertido al Islam.
Así algunos de ellos podían llegar a ser incluso grandes visires, mientras que el resto eran enviados a palacio o formados como
jenízaros, tras un duro adiestramiento.

La caballería turca de élite procedía de los timar, tierras que se concedían de modo temporal, a cambio de facilitar un
determinado número de hombres a caballo para el ejército otomano. Incluso algunos jenízaros destacados en combate podían ser
premiados con un timar. El armamento del ejército otomano era similar al de los ejércitos occidentales, aunque dependían en
parte de las producciones europeas, si bien trataron de atraer especialistas europeos, bien por su captura, bien ofreciendo
salarios muy elevados.

Pese a que el imperio otomano pareció revestido por una capa de prosperidad, orden, tolerancia e impuestos no muy altos,
no podemos olvidar que los turcos tenían una mentalidad ajena a la herencia grecolatina. Así los habitantes de los Balcanes
sometidos a los turcos podían ser reducidos a la condición de esclavos con cierta facilidad. Además debían entregar a uno de sus
hijos para la administración o para el ejército.

Las costumbres turcas eran muy diferentes a las de los reinos de Europa occidental, no solo por cuestiones de religión, y esto
afectaba también a la propia concepción del poder. Así había un alto grado de crueldad en la corte, que se traducía en luchas
fratricidas en la propia familia del sultán y en la eliminación de muchos de sus miembros. También se solía eliminar a jefes
militares o navales que habían sido vencidos, e incluso hubo asesinatos de grandes visires, por motivos variados.

Italia a comienzos de los tiempos modernos.

A finales del s. XV se situaban en Italia algunos de los territorios más ricos de la cristiandad. Esto se debía por un lado al
comercio con oriente y por otro a la presencia de los principales banqueros de Europa, ya que Milán, Génova, Florencia y Venecia
eran el centro económico mundial. Además de su poder económico, Italia estaba densamente poblada, con un alto grado de
urbanización. A ello ayudaba también su gran actividad manufacturera, destacando la producción de paños, sedas, armas, barcos,
vidrio, libros, etc.

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La Italia del norte es la que mejor responde a las características anteriores, mientras que la Italia del sur es mayoritariamente
rural. Además a partir de Roma se extiende hacia el sur un amplio espacio feudal, caracterizado por la potencia de los dominios
baronales. Pese a ser una entidad geográfica y a que existía una clara conciencia de italianidad (a lo que ayudaba la historia, la
lengua y la cultura), Italia presentaba una clara fragmentación política, que sería un elemento determinante en la intromisión de
príncipes extranjeros y, por tanto, en las guerras de Italia.

En la Italia urbana del norte se consolidan ya al final de la Edad Media las señorías personales, que se transmiten de padres a
hijos. En la mayoría de las ciudades-estado un magistrado principal (generalmente un jefe militar) se hace con el poder (de forma
vitalicia) y logra transmitirlo a alguno de sus descendientes. Se trata de tiranías, que reposan sobre las armas, el dinero y las
alianzas, muy diferentes a las monarquías de otros estados occidentales. Aquí el poder está abierto a cualquiera con inteligencia y
astucia, tal como nos lo describe Maquiavelo en “El Príncipe”.

Así, en Milán dominan los Visconti entre 1277 y 1447. En esta última fecha el poder pasa a los Sforza, por matrimonio con
una Visconti. En Florencia el poder lo tienen los Medici desde 1434. La existencia de estas señorías personales y la ausencia de un
poder superior efectivo contribuyen de modo decisivo a la inestabilidad política de Italia, donde las ambiciones expansivas llevan a
guerras y conflictos.

En los últimos siglos de la Edad Media el mapa político se simplificó, por la expansión de los estados más fuertes, que van
sometiendo territorios más débiles. Así a mediados del s. XV encontramos unos 20 estados, de diferente poder y tamaño. En el
sur predominaban los reinos (Nápoles, Sicilia y Cerdeña), además de un reino peculiar, los Estados Pontificios. En el norte
predominaban las repúblicas, ducados, condados, marquesados, etc. De todos modos los cinco grandes estados italianos de la
época eran la República de Venecia, el ducado de Milán, la República de Florencia, los Estados pontificios y el reino de Nápoles.

República de Venecia Pese al retroceso que sufría por el avance turco, dominaba importantes territorios y
llevaba a cabo una política expansiva en la península italiana. Tenía una política
exterior de gran potencia y su gobierno era una mezcla de monarquía y república
aristocrática, con un dogo elegido de por vida, cuyo poder estaba limitado por en Gran
Consejo. En Venecia estaba el principal arsenal del Mediterráneo, donde construía y
armaba sus galeras y otras embarcaciones.
Ducado de Milán Contaba con una economía próspera, con una agricultura eficiente (arroz, cereales),
industria textil y fábricas de armas. Sus enemigos eran Saboya, Francia, Suiza y Venecia,
por lo que los Sforza de Milán solían aliarse con los Medici de Florencia, en una alianza
en la que los milaneses ponían los soldados y los florentinos el dinero.
República de Florencia Estaba presente como banquero en todo el occidente europeo, lo mismo que en el
imperio otomano. Además destaca en el comercio y tiene una importante industria
textil de lana y seda. Su gobierno evolucionó también hacia la señoría personal y, hasta
la muerte de Lorenzo el Magnífico, disfrutó de una época brillante en el arte y la
cultura renacentista.
Estados pontificios Contaban con una considerable extensión territorial, que permitía una producción
considerable de cereales, además de una buena cabaña de ovejas para la actividad
textil. El Papa era su soberano, como cualquier soberano de otros estados temporales,
pero el peculiar sistema sucesorio propiciaba la pugna entre facciones. Cada nuevo
pontífice atrae a Roma su propia clientela, que le sirve para gobernar. Además los
papas tratan de expansionar su estado, acabando con algunas de las señorías
existentes en Italia central y apoderándose de ciudades como Bolonia, Perugia y
Rávena, a comienzos del s. XVI. Por todo esto los papas necesitan más dinero y lo van a
conseguir vendiendo oficios. Además se dedican al mecenazgo, favoreciendo las artes
y convirtiendo a Roma en una de las grandes capitales del Renacimiento.
Reino de Nápoles Tras el esplendor del reinado de Roberto d’Anjou, vivió una larga decadencia y Alfonso
V de Aragón acabó dominando el reino, que tuvo otra época de esplendor. A su
muerte el reino queda en manos de su hijo bastardo, Fernando I, cuyo reinado estuvo
marcado por dos grandes revueltas feudales, cuya represión puso a muchos nobles a
favor de Francia.

Además de estos cinco estados poderosos, podemos citar a Génova, que en la segunda mitad del s. XV vio reducido su poder
y sus territorios por el avance otomano, lo que provocó su decadencia interna. También encontramos pequeñas ciudades-estado
en el centro de Italia, como Lucca, Siena, Urbino, Mantua y Ferrara, más ricas en civilización que en territorio.

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Por último encontramos tres territorios marginales. El ducado de Saboya constituye un conglomerado de territorios
agregados, por lo que es un espacio mal consolidado, siempre sometido a la influencia francesa. El reino de Sicilia había expulsado
a los franceses en beneficio de los aragoneses y producía cereales, seda y caña de azúcar. Por último, el reino de Cerdeña estaba
aislado y muy atrasado respecto al resto de Italia, subsistiendo con una economía pastoril y arcaica.

Factores determinantes de las guerras de Italia.

La Italia de finales del s. XV se nos presenta como una de las regiones más ricas y evolucionadas de Europa, con un alto grado
de urbanización, especialmente en el norte de la península. El nivel medio de riqueza en Italia supera claramente el nivel de otros
países del occidente cristiano. Las ciudades italianas poseen una serie de instituciones que favorecen el bienestar de la población,
como las agencias de trigo, que previenen hambrunas, las instituciones de asistencia, o los montes de piedad, que favorecen el
crédito popular. Además en Italia encontramos una agricultura avanzada que produce grandes y variados rendimientos y una
industria pujante, especialmente textil.

Además de lo anterior, Italia domina las esferas del comercio y las finanzas. Venecia es una gran potencia comercial, que
controla las rutas entre oriente y occidente. Los banqueros italianos están presentes en toda Europa, como es el caso de la banca
Médicis de Florencia y los banqueros romanos, que administran las rentas pontificias. La superioridad económica se completa con
una superioridad intelectual y artística. La cultura renacentista llevó el prestigio italiano a los más altos niveles. Pero esta Italia,
rica y prestigiosa, adolece de una fuerte debilidad política, lo que no hace más que estimular la codicia de los estados vecinos,
menos ricos pero más fuertes. Los italianos son poco conscientes de esta debilidad, por lo que para resolver sus querellas van a
acudir a la ayuda extranjera, lo que acabará causando su perdición. A esta división de Italia hay que añadir el desacuerdo
permanente entre el Papa, Milán y Venecia. La costumbre de los patricios urbanos a recurrir a ejércitos de mercenarios para
arreglar los conflictos, unieron a la debilidad política una fuerte debilidad militar. Éste fue seguramente el profundo origen de las
guerras de Italia, durante los cuales la península se convirtió en el objetivo de las potencias vecinas.

A modo de resumen podemos decir que Italia era una zona rica, próspera, culta y de gran prestigio e historia. Esto, unido a
su fuerte fragmentación política y a su acusada debilidad militar, la convirtió en una presa codiciada para los monarcas más
fuertes y ambiciosos de la época: la monarquía francesa y la monarquía española, los cuales, esgrimiendo viejos derechos o
acudiendo en ayuda de alguna de las facciones rivales, se disputarán la posesión de territorios que consideran estratégicamente
imprescindibles.

Protagonistas y fases de la pugna por Italia.

Como ya se ha señalado, la pugna por Italia fue protagonizada por las dos grandes potencias occidentales de la época:
Francia y España. Hubo también otros actores secundarios, tanto italianos como extranjeros. Así los turcos incidieron en algunos
momentos de la lucha, lo mismo que los protestantes alemanes, ya en la segunda fase. También intervinieron, de forma más
marginal, el emperador Maximiliano, por sus conflictos territoriales con Venecia, y los suizos. A partir de 1512 interviene también
Enrique VIII de Inglaterra, ya que este país era enemigo tradicional de Francia.

Podemos diferenciar una primera fase de las guerras de Italia, que va desde 1494 hasta 1516, cuando Francisco I de Francia
se apodera del Milanesado. La segunda fase va desde esta fecha hasta 1559, con la paz de Cateau-Cambresis. A lo largo de ambas
fases veremos desarrollarse una serie de ligas que se forman y deshacen con facilidad, pero cuyo objetivo último es contrarrestar
la acción del contendiente más fuerte.

Así en la primera fase, el objetivo será frenar a Francia, mientras que en la segunda fase será Francia la que organice ligas
contra el creciente poder de los Habsburgo. El conflicto lo inicia el rey francés Carlos VIII, que buscaba afán de gloria y la
reivindicación dinástica sobre el trono de Nápoles. Las tensiones existentes en este reino y la inestabilidad política italiana le
decidieron a esta empresa, para la que desplegó una intensa preparación diplomática, firmando pactos con Enrique VIII de
Inglaterra, con Fernando de Aragón y con el emperador Maximiliano.

En 1494, tras la muerte de Ferrante (Fernando I de Nápoles), un poderoso ejército francés, comandado por su rey, se puso
en marcha hacia Italia y, tras intervenir en los asuntos internos de Milán y Florencia, conquistó el reino de Nápoles con pasmosa
facilidad. En sólo 7 meses, a finales de febrero de 1495, la expedición francesa había logrado un éxito total. Pero los estados
italianos se alarmaron ante la facilidad de esta expedición y recurrieron a la diplomacia para contrarrestar a Francia. Así en 1495
Venecia organizó una liga de la que formaron parte el Papa, España y el emperador, pese a los tratados que tenían firmados con
Francia. El conflicto se internacionalizaba, lo que demuestra la incapacidad de los italianos para defenderse por sí mismos.

Al correr el riesgo de verse aislado de sus bases, Carlos VIII vuelve a Francia, dejando en Nápoles una fuerte guarnición, al
objeto de buscar refuerzos. En los dos años siguientes, bajo un clima de revuelta antifrancesa por parte de la población
napolitana, las tropas españolas al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán) fueron conquistando las plazas
napolitanas en poder de los franceses y devolvieron el reino a los sucesores de Fernando I.

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La muerte de Carlos VIII en


1498 no puso fin a las
aspiraciones francesas, ya que su
sucesor Luis XII mantuvo las
pretensiones sobre el reino de
Nápoles, aunque sus
reivindicaciones se centraron en
el ducado de Milán, cuyos
derechos reivindicaba por
parentesco con el último duque
de la familia Visconti.

Con habilidad Luis XII logra


romper la coalición antifrancesa,
acercándose al papado,
atrayendo a Venecia y firmando
acuerdos con Inglaterra, con
Felipe el Hermoso, soberano de
los Países Bajos, y con los
cantones suizos. Tras ello, su
ejército conquistó Milán (1499) y
logró la firma del tratado de
Granada con Fernando de
Aragón, por el que ambos reinos La Lucha por Italia, 1494-1519
se repartirían Nápoles. Pero en
Nápoles la convivencia de franceses y españoles no iba a ser posible y el Gran Capitán, tras la victoria de Cerignola, ocupó la
capital del reino en 1503. Derrotado el ejército francés de refuerzo, el tratado de Lyon de 1504 recoge el abandono de las
pretensiones francesas sobre el reino de Nápoles, que ya formará parte de la monarquía española hasta 1707.

En 1505 Fernando de Aragón, enfrentado con su yerno Felipe el Hermoso y con parte de la nobleza castellana, debe
ausentarse de Castilla y firma una alianza con Francia, que no se verá alterada por la muerte de Felipe el Hermoso (1506). Las
tensiones en Italia renacen cuando el Papa Julio II, deseoso de reconstruir los Estados pontificios frente al expansionismo
veneciano, proyecta una alianza con el emperador Maximiliano, a la que se suman Luis XII y Fernando el Católico, dirigida contra
Venecia (1508). Los venecianos son derrotados en 1509 por las tropas francesas y pierden gran parte de sus posesiones, viendo
invadido su territorio. Gracias a su habilidad diplomática y a la resistencia popular, Venecia logra dividir a los coaligados y sólo
pierde sus conquistas más recientes.

El Papa Julio II dirige ahora su acción contra Francia, tratando de sublevar Génova. Luis XII contraataca convocando un
concilio en Pisa, al objeto de reformar la iglesia, pero obtuvo pocos resultados (1511-1512). El Papa, por su parte, convocó el
Concilio de Letrán (1512-1517) y organizó contra Francia una Santa Liga en la que se integraron los cantones suizos, Venecia,
Fernando el Católico, el emperador Maximiliano y Enrique VIII.

En 1512 los franceses derrotan a las tropas pontificias y españolas en Rávena, pero su comandante, Gaston de Foix, muere
en la persecución, lo que hace cambiar el signo de la contienda. Así los franceses son expulsados del Milanesado y Génova vuelve
a sublevarse contra Francia. Por su parte los españoles derrotan a Florencia, reinstaurando en el poder a los Medicis, al tiempo
que conquistan el reino de Navarra y lo incorporan a su monarquía (1512).

Tras la muerte del Papa Julio II en 1513, Luis XII logró separar de la coalición antifrancesa a Venecia y a España, pero fue
derrotado por los suizos y vio su territorio invadido por estos y por los ingleses. El sucesor de Luis XII, Francisco I (1515-1547)
renovó los intereses franceses sobre el Milanesado. Su victoria en Marignano (1515) le permitió reconquistar el ducado y logró
que el Papa León X se aviniera a firmar el concordato de Bolonia, que regulará las relaciones de Francia con Roma.

La muerte de Fernando el Católico en 1516 hace que acceda al trono de España Carlos I, con 16 años. Se firma así el tratado
de Noyon con Francia, al que se suma el emperador Maximiliano, el cual adopta una tregua con Venecia. En virtud de una paz
perpetua (1516) los suizos renuncian a sus aspiraciones políticas y se convierten en auxiliares del ejército francés, al que aportan
abundantes mercenarios. Al acabar esta fase la pugna entre España y Francia se resolvía con la adquisición de Nápoles para los
españoles y Milán para los franceses. Parecía logrado el equilibrio entre las dos potencias con el Tratado de Noyon, pero la paz iba
a ser de corta duración, ya que la elección imperial de 1519 iba a revolucionar de nuevo todo el panorama en Italia.

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Las transformaciones militares en los comienzos de la modernidad.

Quizá sea exagerado hablar de una “revolución” militar, pero lo cierto es que la forma de hacer la guerra experimentó
profundas transformaciones en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. La principal novedad fue la generalización del uso
de armas de fuego. Por un lado se incrementa el número y la potencia de los cañones y por otro lado se produce la aparición y
difusión de armas de fuego individuales (arcabuces y pistolas). Esta generalización del uso de armas de fuego va a cambiar para
siempre la naturaleza de los combates.

Además, en un plano más defensivo, hay que destacar el uso de la pica, formada por un asta de madera de considerable
longitud, acabada en punta, que se demostró muy eficaz en el combate contra la caballería pesada. Así se vio cuando los suizos las
usaron y derrotaron a Carlos el Temerario en los años 1476-77. La efectividad demostrada por los piqueros suizos hizo que la pica
se difundiese entre los ejércitos más avanzados.

También experimenta un fuerte desarrollo la poliorcética. Así las fortificaciones bajan la altura de sus muros y adoptan
formas cada vez más estrelladas, al objeto de protegerse de la artillería enemiga y de aumentar el frente cubierto por los
defensores.

En el este de Europa los turcos demostraron en la batalla de Mohacs (1526) la superioridad de la infantería y de las armas de
fuego sobre la anticuada caballería pesada. A raíz de esa derrota los cristianos procurarán evitar batallas campales contra los
turcos y basarán su defensa en fortalezas amuralladas situadas en lugares estratégicos.

Estos cambios en la composición de los ejércitos van a provocar la plebeyizacion de la actividad militar, ya que los nobles
pierden protagonismo en los ejércitos, a favor de la plebe, ya sean mercenarios o reclutados por otros sistemas. Así se logra un
incremento importante de los efectivos de los ejércitos, que irá en aumento a lo largo de la Edad Moderna.

Además, la guerra defensiva empieza a predominar sobre la ofensiva. Las zonas en conflicto se llenan de fortalezas bien
amuralladas, dotadas de importantes guarniciones, en tanto que las batallas en campo abierto cada vez van siendo más escasas.
La unidad de combate más destacada de la época es el tercio de infantería desarrollado por los españoles, que combinaba picas y
arcabuces, que mantendrá su supremacía hasta mediados del s. XVII.

Calcular el número de efectivos de estos ejércitos es una tarea complicada, ya que es probable que ni los generales ni los
gobiernos de la época supieran con exactitud con cuántos soldados contaban. De todos modos se pueden aproximar algunas
cifras, partiendo de la premisa de David Maffi, el cual afirmaba que la logística de la época no permitiría disponer en campaña de
ejércitos superiores a 30.000 hombres.

Así Felipe II quizá pudo contar con 80.000 soldados, que se elevarían a 100 o 120.000 en los momentos de más actividad
bélica, de los que unos 40.000 constituirían el ejército de Flandes, la mayor concentración militar de la época. Los franceses
utilizarían en las guerras de Italia ejércitos de entre 25.000 y 32.000 hombres.

La mayor potencia de estos ejércitos responde al monopolio de la guerra que adquieren los monarcas renacentistas y a su
capacidad creciente para financiarlo. Así se irán consolidando numerosas unidades permanentes, que no se disolverán al final de
cada campaña.

CRONOLOGIAS IMPORTANTES DE ESTE PERIODO:

1452-53: Constantinopla cae en poder de los otomanos y la convierten en su capital con el nuevo nombre de Estambul.
1463-64: Los otomanos conquistan Bosnia.
1478: Los otomanos conquistan Albania y presionan en el Mar Adriático amenazando los intereses de Venecia.
1494: Carlos VIII, rey de Francia, invade Italia. Coalición antifrancesa. Los Médicis expulsados de Florencia.
1495: Batalla de Fornovo - Carlos VIII ocupa el Milanesado. Batalla de Seminara los francese derrotan a los españoles
1498: Muere Carlos VIII y le sucede en el trono de Francia Luis XII
1499: Pacto de Lucerna entre Luis XII y los venecianos
1500: Batalla de Novara - Luis XII desaloja de Milán a Ludovico Sforza. Pacto de Granada entre Luis XII y Fernando el Católico
1501: Francia y España conquistan Nápoles.
1504: Tratado de Lyon: fin de la segunda guerra de Nápoles. Luis XII reconoce a Fernando de Aragón como rey de Nápoles.
1511: Liga Santa – España, Venecia, Suiza, los estados pontificios y los Sforza contra Francia.
1512: Batalla de Rávena: victoria francesa sobre las tropas pontificias y españolas.
1515: Muere Luis XII y le sucede en el trono Francisco I. Batalla de Marignano y recuperación francesa de Milán
1516: Muere Fernando el Católico, y le sucede en el trono su nieto, Carlos I con 16 años de edad.
1516-17: El imperio otomano conquista Siria y Egipto, tras derrotar a los persas en 1514.

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Tema 6: La hegemonía hispana y el orden europeo (1492-1598) Por: Daniel García González (UNED)

Los Reyes Católicos: unión de coronas, reconquista y expansión

España aparece como el mayor poder emergente en la Europa de finales S.XV. Se habla de los RRCC (Reyes Católicos) como
los creadores de la unidad de España, aunque más bien se produce una vinculación territorial variada iniciada en 1469 (Castilla y
Aragón conjunto de reinos y territorios con un rey común). La corona castellana no mantenía, como la aragonesa, leyes,
instituciones, monedas u otros elementos privativos, sino que se integraban como un conjunto único. Sólo las provincias vascas
tenían leyes propias.

En un largo proceso integrador, se suman: Granada (tras guerra 1482-1492), y Navarra (1512). En la península solo falta
Portugal por integrarse (aunque mantiene importantes lazos familiares con los RRCC). Coronas y reinos no se fundieron, sino que
mantuvieron su personalidad, leyes y aduanas (el soberano es el único elemento común). Con los RRCC nace la Monarquía de
España, complicándose con Carlos V y convirtiéndose en la monarquía de agregación más compleja de Europa.

En tiempos de los RRCC el proceso expansivo se proyecta fuera de la península. En Europa, el Mediterráneo occidental,
siguió con la política aragonesa (éstos habían conquistado Sicilia y Cerdeña; y a mediados del s. XV Alfonso V conquista Nápoles).
La expedición napolitana de Carlos VIII de Francia provoca la reivindicación de Fernando el Católico (tradicional oposición de
Aragón a Francia). Pero la conquista del rey Católico no fue aragonesa sino de la nueva Monarquía, ya que el ejército vencedor
comandado por el andaluz Gonzalo Fernández de Córdoba era esencialmente castellano. Todo el sur de Italia depende en
adelante de España, mostrando su predominio político en la isla y en Europa. Tras fracasos como Orán (1507) o islas Gelves
(Djerba) en 1510, el control del Mediterráneo occidental se completó con enclaves norteafricanos (tranquilidad frente a turcos y
beberiscos): Melilla (1497), Mazalquivir (1505), Orán (1509), Bujía (1510) y Trípoli (1511). Por el Atlántico, se produce la conquista
definitiva de Canarias (ocupadas por castellanos desde 1402) y el descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492 gracias al apoyo de la
reina castellana.

Castilla aparece como centro de gravedad demográfico, económico y político del momento; y con un poder real frente a los
nobles, a los que sometieron esencialmente en la Guerra de Sucesión (1474-1479) que fue un primer paso para el control de los
mismos. Los RRCC castigaron a quienes les ofrecían resistencia y recompensaron a los leales:

 Someten a las poderosas órdenes militares de Santiago, Calatrava y Alcántara.


 Cortes de Madrigal de las Altas Torres (1476): reforman las contadurías (administración hacendística), y crean la Santa
Hermandad (orden y represión de delitos rurales)
 Cortes de Toledo (1480): reforma administrativa de corte moderno (reorganizan el Consejo Real, y éste pasa a tener
mayoría de letrados frente a nobleza), y difusión del cargo de corregidor (representante del rey en las ciudades).
 Se logran concesiones pontificias del derecho de presentación de beneficios eclesiásticos (base del predominio de los
monarcas españoles sobre su iglesia).
 A comienzos de los 80 comenzó a funcionar el Tribunal de la Inquisición (ésta dependía del monarca directamente a
diferencia de la anterior), cuyo objetivo fue la persecución de conversos acusados de judaizar.

Fernando heredó de Juan II el reino de Aragón (1479) aunque Castilla (más extensa, rica, poblada y con menores trabas al
poder real) llevó el peso de la política. Pero se adoptaron elementos de la corona aragonesa, como la orientación exterior
(enemistad con Francia) y la figura de virreyes. Fernando dicta la sentencia de Guadalupe (1486), tras la Segunda Guerra dels
Remences (Gerona 1483-1485), aboliendo los malos usos. Por su política de unidad religiosa, los RRCC obtienen del papa Alejandro
VI el título de Católicos. Éste hecho junto con la Reconquista, la creación de la Inquisición, la expulsión de judíos (1492) y
musulmanes (1502) por la sublevación en Granada, se identificó a la Monarquía con la religión (se hacen responsables antes Dios
del mantenimiento de la fe y la defensa de la Iglesia).

La pertenencia a un mismo credo era un factor básico de sociabilidad y uniformidad social (la propia sociedad rechaza a
minorías religiosas). Ningún soberano acepta súbditos de religión distinta (llegando a la plasmación en la Paz de Ausgburgo 1555
del cuius regio, eius religio). Los no cristianos carecían de derechos, y si formaban parte de la sociedad era en virtud de un
permiso específico de los reyes previo pago de un impuesto.

El periodo de regencias (1504-1516) evidencia el grado de precariedad de la unión castellano-aragonesa (carácter dinástico).
Unidad mantenida gracias a la habilidad de Fernando el Católico y el cardenal Cisneros y también a hechos fortuitos como la
locura de Juana I, muerte de Felipe el Hermoso (1506) y muerte del hijo de Fernando el Católico con Germana de Foix (sobrina
Luis XII de Francia). Esta crisis castellana es la base de descontentos que se manifiestan a principios del reinado de Carlos I
(revuelta de las Comunidades).

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El Imperio de Carlos V. Dinastía y territorios

Nació en Gante (1500) y fue el emperador que tuvo bajo su mando un mayor número de territorios europeos debido a 4
líneas dinásticas de sus abuelos (fenómeno único en la Historia). A los 6 años, de Felipe el Hermoso recibe la herencia de su abuela
María de Borgoña (conde de Flandes y señor de los Paises Bajos). En 1516 muere Fernando el Católico y junto a los desequilibrios
de Juana I se convierte en heredero de la Monarquía de los RRCC. Por primera vez desde los visigodos un único soberano reunía
bajo su cetro todo el espacio de la vieja Hispania (salvo Portugal), además de importantes dominios al sur de Italia.

En 1519 recibió la cuarta herencia de su abuelo paterno Maximiliano I (dominios de la familia Habsburgo – Austria y conjunto
de territorios cercanos). Además fue elegido emperador (derechos sobre territorios semiindependientes del Imperio de entonces,
y difusa supremacía sobre espacios del norte y centro de Italia). Carlos V protagonizó la fase del periodo en el que Europa impuso
y trasplantó su civilización a otros ámbitos del planeta:

 Se incorporan grandes espacios como los virreinatos de Nueva España y el Perú (la parte más extensa e importante de la
América española).
 Los primeros navegantes a su servicio, dan la vuelta al mundo demostrando la esfericidad de la tierra, superioridad
técnica y armamentística. Nunca había existido un imperio tan extenso, hasta que Felipe II lo aumentaría incorporando
Portugal y sus extensos dominios ultramarinos.

La política de Carlos V (como era común en el Antiguo Régimen) se movía por intereses dinásticos. El monarca representaba a
la familia reinante, el cual, recibía derechos inalienables sobre territorios patrimoniales dinásticos, que administraba y defendía y
debía transmitir íntegramente al heredero y si podía ser, acrecentarlos. Las herencias determinaban la política del emperador, lo
que permitía aspiraciones superiores a las de otros soberanos. En este sentido, la herencia dolorosa de Borgoña (nunca fue de
Carlos V, aunque aparecía siempre en sus titulaciones y de sus sucesores), perdida en 1477 al conquistarla Luis XI de Francia. La
parte principal de Borgoña eran los Países Bajos (zona más prospera y floreciente de la época). Además del ducado, se pierde en
la batalla a Carlos el Temerario bisabuelo de Carlos V. La hija del fallecido, María y su marido Maximiliano, lograron salvar el resto
de la herencia (Franco Condado y P. Bajos) y mitificar las tradiciones caballerescas del ducado perdido, con la orden del Toisón de
Oro (creada por Felipe el Bueno en 1429), siendo un ceremonial cortesano que Carlos V implanta en la corte española en 1548, y
la cruz de San Andrés, que figurará en adelante en banderas e insignias de los ejércitos convirtiéndose en uno de los símbolos de
España.

Carlos es un flamenco educado en


la mística de Borgoña. Se educa en la
corte de los P. Bajos con su tía
Margarita (viuda de don Juan – hijo
único de los RRCC). La herencia
austriaca (Habsburgos) tiene menos
importancia, ya que Maximiliano se
centró más en los P. Bajos desde la
muerte de su esposa, que en Austria o
el Imperio. Carlos V los cede a su
hermano Fernando, quien tras la
derrota y muerte en Mohács de su
cuñado Luis II de Hungría, se convierte
en rey de Bohemia y de Hungría (1527 -
rey de romanos). Nacido en 1503 en
Alcalá de Henares, y formado por su
abuelo en España, es alejado de ésta al
poco de la llegada de su hermano y se
convertiría en la cabeza de la rama
Los Habsburgo españoles y austríacos
austriaca de la familia.

La corona de Castilla permitía reinar a mujeres al contrario que la aragonesa, por ello Carlos tendría que esperar al
fallecimiento de ésta en 1555 (3 años antes del emperador) para ser propietario exclusivo de la corona de Castilla (base principal
de su poder). Por ello pese a las derrotas de 1552 no pudo renunciar a sus dominios (como deseaba) hasta entonces. Carlos
hereda de Fernando el Católico las ambiciones políticas y la oposición a Francia por la herencia de Borgoña. Tal cantidad de
herencias ocasiona revueltas, por lo variado de sus territorios, en los primeros años (Comunidades de Castilla 1520-21), las
Germanías o los incidentes de Palermo y otras localidades de Sicilia.

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Las Comunidades reflejan el malestar de las ciudades castellanas con voto en Cortes debido a cambios de Carlos contra sus
tradiciones y por sus acompañantes flamencos. También influyen las tensiones por el acceso de grupos al poder urbano. Los
Comuneros solicitan el reforzamiento del poder de las Cortes. La revuelta se localiza especialmente en el valle del Duero (región
más poblada y próspera de la península en el momento y que envía dos procuradores a las Cortes por cada ciudad). Los
comuneros fueron derrotados, pero a finales de los años 30 del s. XVI, Carlos otorgó a las Cortes atribuciones en el terreno fiscal
superiores a las que tenían y bajo su autoridad estarían las alcabalas y tercias. El reinado de Carlos fue un importante paso
adelante en la estructuración del gobierno de sus territorios. Se creó el Consejo de Estado para la gobernación conjunta de todos
ellos, y se prosiguió la tarea institucional en la línea de los RRCC. Se avanza en el sistema polisinodial (diferentes consejos que
asesoran al rey y que al final toma las decisiones). Los años 20 del s. XVI son decisivos para ello con la ayuda del canciller
piamontés Mercurino de Gattinara.

Castilla disponía de riquezas procedentes de Indias, que atraían el crédito europeo. El oro y la plata multiplicaron la liquidez y
la capacidad de endeudamiento. Frente a otros territorios en los que el poder real encontraba trabas, en Castilla no tenía
obstáculos. Carlos con la misma obligación de defender la fe, como sus abuelos, en la represión del levantamiento valenciano y
mallorquín de las Germanías (1525), decretó que los musulmanes de Aragón hubieran de convertirse o emigrar. Completó así la
eliminación de las minorías religiosas iniciada por los RRCC y surgieron los Moriscos (musulmanes conversos oficialmente
católicos).

Conflictos políticos y confesionales: Francia, turcos y protestantes

Por influencia del canciller Chièvres se produce un acercamiento a Francia con el Tratado de Noyon (1516). Pero se buscaba
el aislamiento de Francia debido al objetivo hegemónico de la política de Carlos V. Su prioridad seguiría siendo Italia, donde
existían reivindicaciones francesas. España recupera Milán (1515) y en el Mediterráneo consolida su poder. Pero la amenaza de
los infieles aumentó mucho en los primero tiempos del reinado de Carlos (periodo de expansión turca en Egipto, Siria, Belgrado, e
islas Rodas). La tercera amenaza fue la predicación de Lutero, que provoca la reforma religiosa en Alemania. Estos tres enemigos
hallaron en la unión su fuerza mayor. Cuando el emperador conseguía neutralizar alguno de ellos, podía centrarse en otros.

La elección imperial de 1519 (obtenida gracias a un préstamo de casi 2 t de oro fino) abría una nueva etapa, justo el mismo
año de la expedición de Hernán Cortés a México (transferencia de la conquista de las Antillas al continente). Uno de los efectos de
la elección fue el término del acercamiento a Francisco I, quien reaccionó al crecimiento de poder. En la Corte se imponen
consejeros antifranceses como el jurista piamontés Mercurino de Gattinara. La Guerra franco-española en 1521 (frente pirenaico
y norte de Italia), y el triunfo del emperador en Bicocca (1522) sobre Francia y Suiza, ponen en entredicho la infantería suiza. Pero
el ejército imperial fracasa en la toma de Provenza y Marsella (1524) y Francisco I toma la iniciativa por Lombardía. Pero la derrota
que sufrió en Pavia (1525) sancionó la conquista de Milán por Carlos V. El rey de Francia prisionero firma el Tratado de Madrid
(1526) por lo que se comprometía a devolver Borgoña (pero no lo cumple). Una vez liberado firma con el papa Clemente VII
(familia Medici), la Liga Santa de Cognac. El pontífice mantenía diferencias con Carlos en cómo llevar el problema de Lutero y por
el poder alcanzado por el emperador en Italia.

En 1526 los turcos se apoderan de buena parte del reino de Hungría, tras la derrota y muerte de Luis II en Mohács,
acercándose a Viena. El 6 de mayo de 1527, las tropas del emperador por falta de pagas, entran en Roma y la saquean durante
semanas (la ocupación española se mantendría 8 meses). En 1528, la pugna en el mar se inclinó a favor de Carlos ya que pasa a
sus filas el almirante genovés Andrea Doria. La Paz de las Damas (1529) confirmó el tratado de Madrid, y el mantenimiento del
Milanesado (cedido a Francesco II Sforza hasta su muerte en 1535) afianza la supremacía de Carlos en Italia. En 1530 acabaron
con la República de Florencia y restablecieron a los Medici (como Fernando el Católico 18 años antes). Clemente VII oficializó en la
catedral de Bolonia la solemne coronación imperial de Carlos en 1530.

En 1529, la interdependencia entre los frentes italiano y balcánico, revelaba la sintonía entre Francisco I y los otomanos, que
se manifestó en el primer ataque turco a Viena (nuevamente hubo de ser defendida 3 años más tarde). En el Mediterráneo
occidental la principal amenaza iban a ser los berberiscos, pero fue de gran ayuda las galeras genovesas. En 1535 se conquista
Túnez, cuyo éxito se aprovechó para una campaña de prestigio, pero pronto cambiarían las tornas. El ataque francés a Piamonte
(1536) inició una guerra, en la que Francia expulsó a Carlos III de Saboya (aliado del emperador) de sus estados, viéndose obligado
el emperador a firmar la tregua de Niza (1538) para enfrentarse a los turcos. En 1538 fracasó ante “La Préveza” la Santa Liga
(Carlos V, el papa y Venecia) contra los turcos (comandados por Jeireddin Barbarroja) y en 1541 lo hizo también la expedición
naval contra Argel (centro principal del corso berberisco en manos de Barbarroja). Desde aquellos años la política se orienta hacia
la defensa, creando en España e Italia fortificaciones y defensas y primándolas sobre galeras. La emergencia de otros problemas
impide dar una solución y sin llegar a acuerdos con Solimán el resultado es la pérdida de Trípoli (1551) con un retroceso
Mediterráneo.

Con los protestantes el enfrentamiento fue tardío. Antes trataron de resolverse los problemas en reuniones de la Dieta
(coincidentes casi siempre con los momentos de distensión en los otros frentes). La primera Dieta fue la de Worms (1512) a la que
Lutero acudió con salvaguardia imperial y que acabó sin acuerdo y con la prescripción de Lutero de su doctrina. La ausencia del

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emperador y la emergencia de otros frentes ayudó a la expansión del protestantismo. La victoria sobre Francisco I hizo pensar en
una solución, pero la Dieta de Spira (1526), mostró la dificultar de resolver las divergencias. Cuestiones prácticas, como las
desamortizaciones ya realizadas, añadían dificultad a los desacuerdos doctrinales.

En otro momento de paz con


Francia (1529), se celebra la segunda
Dieta de Spira, en la que 5 príncipes y
14 ciudades reformistas presentaron
un manifiesto de cuya expresión
“Protestemos ante Dios…” procede su
nombre. La Dieta de Augsburgo (1530)
fue la que más cerca estuvo de
conseguir acuerdo: por miedo de los
reformadores ante divergencias
internas; presencia del recién
coronado emperador; peligro turco en
la frontera austriaca y actitud
conciliadora del portavoz protestante
Philipp Melanchthon o el erasmista
Juan de Valdés (vinculado al
emperador). A pesar de la falta de
acuerdos (oposición de teólogos
antiluteranos alemanes como Johann
Maier von Eck, Cocleo) tuvo una
consecuencia importante: la Confesión
Augustana elaborada por
Melanchthon (uno de los textos
básicos del luteranismo). Fracasado el
entendimiento y sin que el papa se
decidiera a convocar un concilio El imperio de Carlos V (1519-1556)
(temeroso de los resultados) ambos sectores reafirmaron sus posturas. La situación se va deslizando hacia las armas pese a
intentos conciliadores en 1540-41 (Hagenau, Worms, Regensburg), que fracasaron por cuestiones de jerarquías eclesiásticas o la
autoridad del papa (no doctrinales).

Príncipes y ciudades reformados constituyen una alianza militar defensiva (la Liga Smalkalda - 1531) promovida por Felipe de
Hesse y el duque elector de Sajonia. Francisco I desempeñaría un papel decisivo en la consolidación del protestantismo en
Alemania. En 1534 con la ayuda francesa reconquistan el ducado de Württenberg; luego la invasión de Brunswick o la toma de
Westfalia. El protestantismo se extendía por medios militares o pacíficos. En 1543 se produce la conversión del obispo-elector de
Colonia y 3 años más tarde, el elector del Palatinado. Se producía así una situación grave, ya que 4 de los 7 votos electorales para
elegir emperador (Sajonia, Brandeburgo, Colonia y Palatinado) eran reformistas.

En la nueva guerra hispano-francesa en 1542, el emperador cuenta con Enrique VIII. En 1544 los ingleses se apoderan de
Boulogne y los españoles tras recuperar Luxemburgo, avanzaron hasta Château-Thierry, cerca de París. El tratado de Crépy (1544)
era una tregua por agotamiento entre Carlos y Francisco. Al año siguiente, en el que el papa Paulo III anuncia el inicio del Concilio
de Trento, el emperador acordó una tregua con Solimán el Magnífico. Era el momento de ocuparse de La Guerra de Smalkalda
(1545-1547), favorable al ejercito de Carlos V. La batalla decisiva fue Mülhberg (24/04/1547) en la que las tropas al mando del
duque de Alba y con presencia del emperador infligieron una severa derrota a los enemigos, pero sin cambios sustanciales. El
papa interrumpió el concilio en 1548 y el emperador adoptó dicho año el llamado Interim de Augsburgo (solución provisional a
falta de los decretos conciliares) que contó con teólogos protestantes (Johann Agricola). Se acordó una reforma disciplinar del
clero y evitar alterar la situación creada por las desamortizaciones, pero no consiguió la aceptación de la mayoría de protestantes
(en muchos lugares se aplica por la fuerza).

Tras el triunfo militar del emperador, algunos teólogos protestantes asistieron a la segunda sesión del concilio (1551-52), sin
embargo, el éxito de Carlos hizo reaccionar a sus enemigos. En 1551 Solimán volvió a atacar Hungría y Transilvania, y Francia
reabrió la guerra en Italia. En Alemania, Mauricio (duque de la Sajonia no electoral) cambió de bando durante el sitio de
Magdeburgo (contra el emperador). Con la colaboración de Enrique II (nuevo rey de Francia), las tropas protestante avanzaron y
entregan a sus aliados franceses por el tratado de Chambord: Metz, Toul y Verdun. El emperador huye de Innsbruck y se refugia
en Austria en 1552 y tras un último intento de recuperar Metz, fracasa y le lleva a la decisión de abdicar. En crisis el final de su
reinado, delega en su hermano Fernando la negociación con los protestantes. La paz de Augsburgo (1555) reconoce la
incapacidad de los bandos para imponerse, estableciendo como solución la oficialización del luteranismo y se institucionaliza la

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intolerancia religiosa. Los habitantes de los estados territoriales (ducados, condados, marquesados) estaban obligados a compartir
la fe de su señor (principio cuius regio eius religio), o en caso contrario debían emigrar.

La paz creaba problemas migratorios y se olvidaba de confesiones protestantes distintas al luteranismo. Desde mediados del
s. XVI en Alemania se dibujaba un norte protestante y un sur católico. No desaparecieron las tensiones que acabarían provocando
la Guerra de los Treinta Años. La conversión del obispo elector de Colonia en 1583 dio lugar a una guerra de 5 años con
intervención a su favor de Provincias Unidas y el Palatinado y en contra, España y Baviera (asentando finalmente en el obispado al
hermano del duque bávaro). Carlos V no llegó a conocer la paz con Francia, y en 1553, los franceses ocupan Córcega con la ayuda
de los berberiscos. Los españoles y el duque de Florencia sitian Siena, capital de la pequeña república de Florencia (el año
anterior, apoyada por Francia expulsa una guarnición imperial), conquistada en 1555. La tregua de Vaucelles (1556) supuso una
interrupción temporal. Cansado y frustrado en varios proyectos, el emperador se retira al monasterio de Yuste y abdica. En las
abdicaciones de Bruselas (1555-56) separó en dos su herencia: Habsburgo y el Imperio para su hermano Fernando; y por otro lado
la herencia española, italiana y flamenco-borgoñona. Para reforzar a su hijo en el norte de Europa, en 1554 impulsa el matrimonio
del futuro Felipe II con la reina de Inglaterra, María Tudor (muerta 1558).

La Monarquía de España bajo Felipe II: Identidad y proyección católica.

La Contrarreforma favoreció la identificación de la Monarquía con la defensa del catolicismo. Felipe II podía erigirse como el
soberano católico por excelencia. Se consideraba ungido por Dios para la defensa del catolicismo. El catolicismo como ideología
básica de la Monarquía tiene un valor de cohesión (el rey y catolicismo son grandes elementos de unión compartido por todos los
territorios). Fue una vida difícil para las minorías religiosas, ya que para la represión de herejes existía la Inquisición. Caso especial
eran los morisco que al estar en comunidades aisladas y cohesionadas facilitaba su control. En Valencia eran campesinos en su
mayoría, y fuera de ella, su principal reducto era Granada. Los moriscos se resistieron a la conversión pese a las campañas (casi
siempre fallidas). Entre 1568-71, los granadinos protagonizan una sublevación en las Alpujarras, tras cuyo aplastamiento Felipe II
decidió repartirlos por toda Castilla y repoblar con cristianos viejos. En 1580 Sevilla se subleva y corren voces de que colaboran
con los enemigos de la otra orilla del Mediterráneo.

Felipe II creó la burocratización del


oficio real. Fue un monarca sedentario
que completó la organización
institucional aprovechando la
estructura legada. Los órganos de
gobierno se establecen en dos niveles:
la corte central y las cortes de los
virreyes o gobernadores. En la corte
central creo los últimos consejos que
completarían su sistema polisinodial.
Había 3 tipos de consejos: Estado (con
atribuciones sobre toda la corona),
territoriales (gobierno de un territorio o
área) y los consejos por materias
(especificidad de las cuestiones pero no
extendía su jurisdicción a toda la
Monarquía). Se establecieron Consejos
territoriales en Castilla, Aragón (1494),
Indias (1524), Italia (1559), Portugal
(1528) y Flandes (1558). Sus
componentes eran letrados en la
cúspide de la administración, que
dirigían el gobierno y administración.

Los consejos por materias se


dividían con una jurisdicción en varios
reinos y los que únicamente afectaban
a Castilla. Del primero: La Inquisición
España. Felipe II (1556-1598) (1483-88), Cruzada (1509) y Guerra, y
los específicos de Castilla: Órdenes
(1495), Cámara de Castilla (1518-23) y el de Hacienda (1523). En las cortes periféricas, Felipe II desarrolló la figura de
representante personal del rey (virreyes y gobernadores). El sistema polisinodial tenía defectos como, la falta de coordinación,
lentitud, y competencias, que se trataron de resolver creando juntas (se ocupaban de una materia específica). La mayoría son

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efímeras salvo la Junta de Obras y Bosques (1545), aunque eran inferiores a los consejos, y en 1586 se crea la Junta de Noche,
cuya misión era ayudar al rey en tareas de gobierno.

Felipe II reanudó el pacto tácito con las cortes (firmado por su padre) en 1577, con el nuevo encabezamiento general de
alcabalas. Al final de su reinado, hubo un nuevo acuerdo por el que se crea un cuantioso servicio (llamado de millones) que sería
la base de la fiscalidad castellana durante el s. XVII. Esto dio lugar a la aparición de una hacienda paralela a la del rey (beneficios
para las oligarquías urbanas). Una de las peculiaridades de Castilla fue que el poder de negociación con la Corona nunca pasó a las
Cortes, permaneciendo en las ciudades con derecho a enviar procuradores. Ello impediría la evolución institucional de ésta,
convirtiendo a Castilla en un agregado de ciudades. La castellanización de la Monarquía fue en detrimento de la integración de las
elites políticas del resto, agravando la tensión centro-periferia. En los P. Bajos se chocó con privilegios y leyes autónomas al igual
que en Aragón (1591), y esto se intensificaría en el siglo siguiente.

La rebelión de los Países Bajos

Francia había conseguido la alianza del papa Paulo IV, y el duque de Ferrara para invadir Nápoles, frenado por el ataque del
duque de Alba a los territorios pontificios (Septiembre de 1556). En el 1557 Alba aniquiló al ejército francés del duque de Guisa y
obligó al papa a la paz (como en 1544, una expedición desde los P. Bajos hacia París decidió la guerra). El 8/8/1557, día de San
Lorenzo, el ejército hispano dirigido por Manuel Filiberto de Saboya derrotó al francés en la Batalla de San Quintín (en
conmemoración, se construye El Escorial). El año siguiente la guerra languidece con la toma de Calais por Francia y la derrota de
Enrique II en Gravelinas. En 1559 se produce la Paz de Cateau-Cambrésis por agotamiento de contendientes (tratado de paz más
importante del s. XVI). La muerte accidental de Enrique II y el inicio de las guerras de religión dejarían a Francia el resto del siglo
alejada. Se consagra el fin de las guerras de Italia y la hegemonía española en Europa. Los territorios conquistados por Francia
pasaban a sus antiguos dueños: Saboya y Piamonte (duque Manuel Filiberto, aliado de Felipe II). Otros aliados españoles también
fueron recompensados como Octavio Farnese (ducado de Parma y Piacenza), el duque de Mantua (marquesado de Monferrato), o
Cosme I de Medici (siena), y aunque Italia seguía amenaza por turcos y berberiscos, entraba en una fase de tranquilidad.

En 1559 al dominio de Italia y la neutralización de Francia se añadía el fin de las luchas protestantes (que habían desgastado
a su padre), y al no heredar el título imperial, Alemania le afectaba indirectamente. Ahora los únicos enemigos eran los turcos y
berberiscos, que habían vivido tranquilos desde la expedición de Carlos a Argel (1541) y que impuso a partir de ahí una política
defensiva. A partir de 1559 se reactivó el frente mediterráneo, y después de fracasos como Tremecén (1558) o Djerba(1560), las
cosas cambiaron, con las defensas de Orán y Mazalquivir, atacadas por el almirante otomano Dragut (1563), la recuperación del
peñón de Vélez de la Gomera (1564) y sobre todo, la defensa de Malta frente a los turcos (1565). Como en los años 30, se
organizó una liga contra los otomanos en el que destacó el papa Pio V (España, Venecia y Génova) que lucharía contra los infieles
en la Batalla de Lepanto (1571). El vencedor de la batalla (Don Juan de Austria) recuperó Túnez (1573). Pese a Lepanto, los turcos
mantienen el control del Mediterráneo oriental, aunque España había reforzado su presencia en la parte occidental. Pero la
necesidades de Felipe (por los P. Bajos) y de Selim II (por ataques persas) hacen firmar una tregua (1577). Esta tregua suponía la
superación de los 3 frentes de tiempos de Carlos, y dando inicio en Italia a la Pax Hispánica (hasta entrado el s. XVII).

El Concilio de Trento finaliza en 1563 y la consolidación e ideologización de posturas llevan a Felipe a convertirse en campeón
del catolicismo. La religión fue uno de las causas principales de nuevos conflictos que marcarían su reinado con enfrentamientos
con súbditos protestantes en los Países Bajos, con Inglaterra, y con las guerras de religión en Francia. Pero hubo también
sentimientos nacionalistas y deseos de frenar a España, como Inglaterra por competencia con Indias. Flandes fue un cáncer que
agotó las fuerzas de España, con 17 provincias poco unificadas (Flandes era una provincia). Desde Carlos V planteaban problemas
para establecer organismos de gobierno sobre el conjunto (y se agravarían al volver Felipe a España en 1559).

Se generaron muchos descontentos con nobleza marginada del gobierno, economía debilitada por el último periodo de guerra
con Francia, y poseedores del renten (título de deuda) afectados por la reducción de intereses (bancarrota a finales de 1550). En
1559 la reorganización eclesiástica del papa (afectaba a sus derechos de representación) y acrecentó el malestar. En 1566 se
produjo una revuelta y la represión provocó consolidar el nacionalismo y adscripción religiosa (aunque consiguieron reducir la
zona rebelde al norte). En 1567 el duque de Alba logra importantes victorias frente a los rebeldes encabezados por Guillermo de
Orange. La acción militar es acompañada de represión con la creación del Tribunal de los Tumultos (dicta condenas a los condes
Egmont y Horn, decapitados en la plaza mayor de Bruselas en 1568). La falta de dinero, el frente mediterráneo o la revuelta de los
moriscos granadinos (1568-71) frenaron la posibilidad de acabar con la rebelión. En 1572 una nueva revuelta apoyada por gueux
(marinos), hacen que el 1 Abril se apoderasen del puerto de Brielle y la insurrección se extendió desde la ciudad de Flesinga a las
provincias del Norte (suprimiendo el culto católico).

El fracaso de la política militar dura llevó a la destitución de Alba (por Don Luis de Requesens 1573-76). Las dificultades del
territorio y la existencia fortificaciones modernas facilitan táctica defensiva, con lo que los rebeldes no se enfrentan en campo
abierto al enemigo (desgaste y largos sitios). La falta de dinero para pagar tropas y la bancarrota de 1575 (2ª del reinado) explica
los motines de 1576 y el duro saqueo de Amberes en Nov. de 1576. Días después llegan a un acuerdo (Pacificación de Gante) que
pedía la marcha de tropas y encomendaba a los Estados Generales la solución de los problemas religiosos.

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Juan de Austria (sucesor de Requesens) acepta condiciones y ordena la salida de tercios con el edicto Perpetuo en Feb. de
1577. El poder se debilitó y Juan abandonó Bruselas en manos de los Orange, y los Estados Generales ofrecen el cargo de
gobernador general al archiduque Matías. Se decide, por orden de Felipe, el regreso de las tropas que permite a Don Juan
retomar la iniciativa con la victoria de Gembloux (1578) frente a los Estados Generales (lo que supuso la obediencia de buena
parte de los territorios del sur). La falta de dinero, y apoyos de exteriores de los rebeldes impiden su mayor avance, muriendo en
Nov. de 1578 en el sitio de Namur. En Ene. de 1579 las provincias católicas del sur formaban la Unión de Arras y las calvinistas la
Unión de Utrecht (primer paso hacia la división de los P .Bajos – Acta de abjuración 1581- en el que las provincia calvinistas rompen
con Felipe II).

Antes de esto un problema deja


en 2º plano a Flandes: la muerte en la
batalla de Mazalquivir (1578) del rey
de Portugal, don Sebastián. Hereda su
tío el anciano cardenal don Enrique y
al morir en 1580, Felipe II vinculado a
la familia Avís conquistó Portugal
frente a la débil oposición del prior de
Crato. Las Cortes de Tomar (1581)
fijan la integración de Portugal a
España, y 2 años después el marqués
de Santa Cruz conquista las Azores
(último reducto de los partidarios del
prior, apoyados por Francia). La
incorporación de Portugal (imperio en
América, África y Asia) convierte a
Felipe en primer soberano del mundo
(“en sus dominios no se ponía el Sol”),
y se acuña una medalla con la
inscripción: Non sufficit orbis.

Los años 80 del s. XVI se


iniciaban muy favorables a Felipe,
obteniendo importantes triunfos en
los P. Bajos con el nuevo capitán
General, Alejandro Farnesio (que
sustituye a Don Juan). Se le atribuye la
reconquista de Brujas, Gante, Bruselas
y Amberes (1585) juntos con el
avance en el norte en Eindhoven, Lucha Independentista de los Países Bajos (1568-1648)
Breda, Oudenarde, Steenwijk,
Zupthen o Nimega. Esto provocó que Isabel I de Inglaterra entrara abiertamente en el conflicto (antes apoyaba a los rebeldes). Sin
embargo, nada cambió, y las tropas españolas siguieron avanzando hacia Venlo, Grave, Deventer y Güeldres. El daño mayor vino
de la decisión de Felipe de organizar una enorme armada para desembarcar en Inglaterra tropas de Flandes que frenó la acción
reconquistadora de Alejandro Farnesio.

Durante más de 3 décadas, Felipe mantiene buena relación con Inglaterra con una alianza antifrancesa, años como rey de
Inglaterra, garantizando comunicaciones con los P. Bajos o con vinculación económica angloflamenca. Pero el apoyo de Isabel a
los protestantes, junto a los ataques ingleses contra el monopolio mercantil en las Indias llevaron al enfrentamiento abierto a
partir de 1585. Por el tratado de Nonsuch Isabel envía tropas a los P. Bajos y en respuesta al embargo de España sobre barcos
ingleses, Francis Drake atacó Vigo y, en América, St. Domingo y Cartagena. La ejecución de María Estuardo precipitó el ataque,
pero, la Gran Armada (1588), con 130 barcos, no consiguió su objetivo. Aunque las pérdidas navales no tuvieron repercusión naval
para España, los ingleses la utilizaron como propaganda y la denominaron sarcásticamente “invencible”. La guerra marítima
hispano-inglesa continuó hasta la desaparición de Felipe e Isabel, con el saqueo de Cádiz (1596), y nuevos intentos de invadir
Inglaterra (el último en 1597 mandada por Martin de Padilla). Desde 1589 la guerra de Flandes se ve influida por la intervención
de Felipe en la última de las guerras de religión en Francia (los rebeldes recuperan posiciones en 1591), pero la muerte en 1592 de
Alejandro Farnesio puso fin a las posibilidades de acabar con la rebelión.

En enero de 1595, el nuevo rey francés, Enrique IV, declaró la guerra a Felipe II, librada íntegramente en Francia. Felipe en su
reinado final se enfrenta simultáneamente a rebeldes en los P. Bajos, Inglaterra y Francia (los dos primeros por la religión y el
tercero porque comienza a recuperar su posición internacional).

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En 1596, los 3 firman una alianza contra España, y de todos los frentes abiertos solo se consiguió cerrar el francés (Paz de
Vervins 1598) por agotamiento de ambos reinos y la bancarrota de 1596. En los P. Bajos creó una soberanía específica en manos
de su hija Isabel Clara Eugenia y su esposo, el archiduque Alberto (con cierta dependencia de España y la condición de que
volvería a soberanía española si no tenían hijos). En conjunto la situación final del reinado era peor que en la Paz de Cateau-
Cambrésis. No retrocedía posiciones pero la hegemonía española se veía ahora más comprometida.

El agotamiento de Castilla

Castilla soportaba un peso excesivo en el sostenimiento de la política de la Monarquía. El aumento de ejército e impuestos
para financiar empresas exteriores (aunque tendría como resultado la ocupación de castellanos de altos cargos políticos),
contribuyó al agotamiento de energías humanas y materiales. La gente que pagaba los impuestos (pecheros), sufrieron una fuerte
presión fiscal. Para financiar su política, Felipe II vendió tierras baldías, pueblos, jurisdicciones, títulos, oficios, incautaciones de
remesas de Indias, pero ni ellos ni la cantidad de recursos llegados de América fueron suficientes. La solución fue el recurso al
crédito. Al abdicar Carlos V había una situación de déficit crónico o deuda a corto plazo que obligó a la bancarrota en 1557, 1575 y
1596. Los ingresos hacendísticos de Castilla crecieron a lo largo del siglo más deprisa que en los otros países, y dicho incremento
facilitó la capacidad de endeudamiento, gracias a los metales del exterior.

Los tesoros de Indias aumentaron en tiempos de Felipe II, llegando a suponer a finales del siglo más del 20% de los ingresos
de la corona. Pero la mayor parte de estos eran impuestos que también se incrementaron de forma considerable. Mientras los
ingresos crecieron un 340% (1559-98), la deuda consolidada aumentó en un 600% (gran crisis financiera). Al final del siglo, con
una Hacienda que ingresaba al año 10-12 millones de ducados, la deuda superaba los 100. Se entiende el descontento y las
críticas, y las Cortes (1592-1598) plantearon cambiar la situación. Las malas cosechas y la gran epidemia de peste finisecular
agudizó las críticas a esa especie de guerra contra todos.

CRONOLOGIAS IMPORTANTES DE ESTE PERIODO:

1500: Batalla de Novara - Luis XII desaloja de Milán a Ludovico Sforza. Pacto de Granada entre Luis XII y Fernando el Católico
1501: Francia y España conquistan Nápoles.
1503: Batallas de Seminara, Ceriñola y Garigliano con victorias españolas a cargo de Gonzalo Fernández de Córdoba.
1504: Muere Isabel la Católica
1504: Tratado de Lyon: fin de la segunda guerra de Nápoles. Luis XII reconoce a Fernando de Aragón como rey de Nápoles.
1505: Tratado de Blois entre Fernando el Católico y Francia. Cese de hostilidades y matrimonio de Fernando con Germana de Foix
1511: Liga Santa – España, Venecia, Suiza, los estados pontificios y los Sforza contra Francia.
1516: Tratado de Noyon entre Francisco I y Carlos I - Paz Perpetua, acuerdos entre los cantones suizos y Francia
1517: Tratado de Cambrai, reparto de Italia entre Francisco I, Carlos de España y Maximiliano
1520: Comunidades de Castilla
1525: Batalla de Pavía derrota de los franceses por Carlos V
1527: Saqueo de Roma por las tropas de Carlos V
1529: Paz de Cambrai o Paz de las Damas entre Francisco I y Carlos V
1535: Conquista de Túnez por Carlos V
1547: Derrota de la Liga de Smalkalda por Carlos V en la batalla de Mühlberg
1556: Abdicación de Carlos V
1557: Batalla de San Quintín
1570: Batalla de Lepanto
1581: Felipe II rey de Portugal - Declaración de independencia de las Provincias Unidas
1598: Paz de Vervins (entre Felipe II y Enrique IV de Francia)

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Tema 7. La monarquía francesa y las guerras de religión Por: José María Escalante Caldito (UNED)

Naturaleza sagrada y fortalecimiento del poder real: Francisco I y Enrique II.

La Francia de comienzos de la Edad Moderna era el país más rico y poblado de Europa, plenamente recuperado de la Guerra de
los 100 Años. Todo ello a pesar de la complejidad de su realidad feudal, en concreto por los apanages, territorios de príncipes ya
fueran franceses o extranjeros, dotados de unos derechos y fiscalidad especial. Por lo tanto la Francia de esa época, se distinguía por
un reino central con sede en las cortes de Paris y múltiples reinos más autóctonos que recibían algunos la denominación de Pays
d’etats, dirigidos por sus propias instituciones, por ejemplo (Normandía, Languedoc, Bretaña o Provenza). Pese a todo Francia
comenzó una deriva hacia el absolutismo real, como muestran los textos del humanista Guillaume Budè refiriéndose a Francisco I en
1518. Dicho absolutismo fue fruto de las incorporaciones de territorios que emprendieron los reyes Franceses después de la guerra de
los 100 Años.

Luis XI 1461-1483, comenzó


dicho camino anexionándose, el
ducado de Borgoña en 1477 y
posteriormente los dominios de los
Anjou al morir su último
representante masculino, únicos
con derecho a transmitir los
apanages. Otro de los ducados más
importantes, Bretaña, estuvo hasta
1532, muy ligado a la corona
francesa, debido a los casamientos
de la duquesa Ana y su hija con los
reyes franceses, hasta que
definitivamente se incorporaron de
forma oficial al dominio real. Según
el historiador francés del siglo XX,
Pierre Goubert, es muy complicado
extrapolar la complejidad de las
instituciones del Antiguo Régimen a
nuestros días, plagada de
superposiciones de los organismos
públicos. El Hôtel du Roi (Casa Real)
contaba con los organismos de
gobierno heredados de la Curia
Regis medieval, por lo tanto
derivados del deber de
colaboración con el rey, algunas
eran; Consejo del Rey principal
órgano de gobierno, Parlamento de
Paris administraba justicia y Cámara
de Cuentas que vigilaba las finanzas.

El consejo del Rey, era


posiblemente el más complejo, ya
que al mismo tenían acceso múltiples personalidades, familiares reales, alta nobleza, altos cargos públicos como militares, los
miembros más destacados del clero, los juristas formados en las universidades, etc., y todo ello le llevaba a perder su operatividad.
Ello llevo a principios de la Edad Moderna a crear nuevos estamentos, Grand Conseil para ejercer la alta justicia, uno de los más
transcendentes, pequeños consejos privados de 5 o 6 miembros y que fueron el núcleo principal de gobierno dirigido por un
conceller, estos tuvieron diferentes nombres como; Conseil Secret o Conseil des Affaires.

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A principios del siglo XVI se crearon


muchos estamentos afines al Consejo del
Rey, pero la clave estuvo en no dividir las
funciones del mismo, sino que los consejos
que se crearon dependían de este, consejos
de finanzas, de estado o judiciales. Todo ello
llevo a la pérdida de importancia durante un
largo periodo de una de las instituciones
francesas más importantes, los Estados
Generales no se reunieron entre 1484 y
1560. La mayor parte de los cambios provino
de los reinados de Francisco I 1515-1547 y de
su sucesor Enrique II 1547-1559. Uno de los
cargos más importantes que se crearon
fueron los secretarios del rey, que se
repartían la administración geográfica del
reino así como los asuntos internacionales y
que derivaran en Secretarios de Estado a
semejanza de los de las instituciones
españolas.

Uno de los mayores problemas surgirá


de la relación entre iglesia y estado. El
concordato de 1516 daba poderes al rey
para la elección de obispos (unos 80) y
abades (unos 600), a cambio de llenar las
arcas del Papado. Todo ello por encima de
las leyes de la iglesia francesa que desde la
Pragmática Sanción de 1438 elegía a los
mismos a través de elecciones libres. El otro
gran problema eran los gobernadores de las
12 provincias en las que se dividía Francia en
el año 1500 y su alto nivel de poder tanto
militar como de control, además de habían
convertido en cargos hereditarios. Aunque
Francisco I intentó restarles protagonismo no
lo consiguió de pleno, el problema se veía
incrementado por la gran cantidad de
entidades locales, (dirigidas por los bailes y
senescales) nobles que vivían en sus
fortalezas y con gran poder a través de sus
redes clientelares.

En 1552 Enrique II, creará unos


parlamentos judiciales intermedios entre
estas entidades locales y el poder central, los
presidiaux. Aprovechando las antiguas
instituciones medievales en ciudades como; Toulouse, Grenoble, Burdeos, Dijon, el más importante seguía siendo el de Paris, a los
cuales se irán añadiendo otros tras la incorporación de territorios como Rennes en Bretaña en 1554. Además de múltiples funciones
administrativas, judiciales etc. un elemento les dotada de gran poder, era la transmisión de los edictos reales y su derecho a objeción,
estas eran anuladas por el derecho real de lit de justice.

De todos estos Parlamentos el que tenía más fuerza era Paris, queda de ello constancia en que servía como Corte de Apelación,
en la defensa de las leyes fundamentales del reino y representaba al mismo en ausencia de los Estados Generales. Todo ello le creó
continuos problemas con el poder real.

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En cuanto a la Finanzas francesas, encontramos ya a principios de la Edad Moderna una división; finanzas ordinarias, para la
manutención de la casa real y sus dominios y las finanzas extraordinarias; mucho más cuantiosas y afectado al estado. Los dirigentes
de ambas se reunían para dictar una especie de presupuestos en un consejo denominado Estado General de finanzas. Será a partir de
Francisco I cuando se lleven a cabo los cambios que unificaran dichas finanzas creando en 1523 el Trésor de lÉspargne, un estamento
que centralizará todos los ingresos, para en 1542 crear 16 generalidades y en cada una de ellas un bureau de finances para la
recaudación de impuestos. El más alto nivel de control de todos los impuestos pertenecía a las Cámaras de cuentas en Paris y las
Cortes de ayuda de los diversos parlamentos.

Existían diversos impuestos, de todos, el mayor poder recaudatorio lo tenía el Taille, un impuesto que se aplicaba a los
campesinos, como los Estados Generales no se reunían sus continuas subidas eran aprobadas por el Consejo del Rey. Los movimientos
de mercancías eran grabados con las aides y en aduanas con las traites, mientras la sal tenía su propio impuesto denominado gabelle.
A pesar de las continuas subidas durante todo el siglo XVI, fueron incapaces de soportar los fuertes gastos de la Hacienda Real durante
la guerra de religión. Existía una doble fiscalidad, por un lado los pays d’élections, en la que funcionarios reales recaudaban los
impuestos y por otro lado los pays d’états que tenían una cierta autonomía a la hora de gestionar los mismos. Durante la Edad
Moderna, en especial siglo XVII, los primeros se incrementaran respecto a los segundos. La extensión de la autoridad real crecía
gracias a los a los cargos que con continuos sobornos, engrandecían las arcas reales.

El avance del protestantismo. Calvinismo político y crisis del régimen Valois.

Varias fueron las causas del avance del


protestantismo en Francia; la participación del
humanista francés, Jacques Lefèbre d’Étaples, en las
reformas del clero francés y la circulación de las
obras de Martin Lutero libremente por Francia.
Ambas a pesar de la condena de la Universidad de
Paris (La Sorbona) y de los reyes franceses, esta
última matizada, ya que al principio Francisco I las
permitió, a partir de 1536 fueron perseguidos y con
mayor violencia con Enrique II y La cámara Ardiente,
que mando a la hoguera a un buen numero de
protestantes.

La reforma protestante tuvo su figura en


Francia en la persona de Juan Calvino, especialmente
a partir de 1540, con una notable organización que
aumentaba constantemente las adhesiones. A
mediados del siglo XVI había cerca de un millón de
calvinistas en Francia, de todas las capas sociales y en
especial en Paris, seguido por el Oeste y Sur:
Normandía Guyena, etc. En 1559 comenzó el camino
hacia la organización de los calvinistas, desde las
iglesias locales propias hasta sínodos donde se
reunían para tomar las decisiones de la comunidad.
Para defenderse también se organizaron
políticamente, los hugonotes.

A la crisis religiosa se unirá la crisis económica, a


finales del reinado de Enrique II. El país se sumió en
continuas guerras, hasta ocho entre 1562 y 1598 y
de enorme violencia por ambas partes, a ello se le
sumará la inestabilidad en la corona Francesa,
después de la muerte de Enrique II, con la llegada al
trono en edad muy temprana de los hijos de Enrique
II y Catalina de Medici. Los enfrentamientos tenían
como base dos bandos, los católicos y los hugonotes,
pero en sí, todo resultó más complejo, múltiples intereses entre los nobles y el poder real, linajes y clanes y la política indecisa de la
Corona Francesa. Lo peor estaría por llegar a finales del siglo XVI con la desaparición de la Casa Valois en 1589.

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Las primera guerras de religión: Enrique III, Felipe II y la Liga Católica

La muerte de Enrique II en julio de 1559, deja Francia en manos de un adolescente de 15 años y frágil salud, Francisco II en una
época muy delicada con el calvinismo a las puertas y enormes apoyos incluso entre los nobles. Aconsejado por su esposa, María
Estuardo deja la corona en manos de regentes de la familia de esta última, la familia Guisa. Esto produjo mucho malestar entre la
nobleza francesa en especial los hugonotes como Antonio de Borbón rey consorte de Navarra, no solo por la cuestión religiosa sino
que detrás había razones políticas como las de Anne de Montmorency, un condestable consejero en tiempos de Enrique II y muy
contrario a los nuevos regentes, a esta serie de hugonotes se les denomino de estado para diferenciarlos de los religiosos.

Todo ello desencadeno la conjuración de Amboise, para expulsar a los Guisa, reprimida con violencia por estos. Este clima de
violencia se calmo con la muerte del joven rey en diciembre de 1560 y la salida del poder de la familia Guisa. Con ello una nueva
regente entraba en escena, Catalina de Medici, viuda del anterior rey Enrique II y madre del nuevo rey Carlos IX, hijo de ambos. Se
iniciaba un periodo de reconciliación, incluso Antonio de Borbón fue proclamado lugarteniente general del reino, este periodo volvió a
facilitar la expansión del protestantismo. En Enero de 1562 se produjo un intento de unificación de las dos religiones, aunque fallido,
supuso la concesión de Catalina de Medici de libertad de culto público a los calvinistas fuera de las murallas de las ciudades francesas
y de reunión privada dentro de ellas.

Esta tolerancia levantó en contra a los católicos más


radicales, la familia de Guisa con la alianza del antiguo
enemigo ahora reconciliado Anne de Montmorency y del
mariscal de Saint-André formaran un triunvirato en nombre
de los católicos. Una serie de incidentes como una
represión de protestantes y el traslado del joven rey de
Fontainebleau a Paris, desencadenó en una guerra entre
ambas partes en Abril de 1562. El resultado la conquista de
varias ciudades por los protestantes con la ayuda de la
reina de Inglaterra, muchos líderes murieron por ambos
lados como Antonio de Borbón y el duque de Guisa. Un año
después la reina madre pacifico el país con el edicto de
Amboise (1563), con menos libertades para los
protestantes, aún así produjo unos años de paz, donde
Carlos IX llegó a la mayoría de edad y al reinado.

La segunda de las guerras tuvo lugar entre 1557 y


1558, lo más trascendente de esta segunda contienda fue
la caída del moderado canciller de reino l’Hôpital, esto
llevará en el futuro a una radicalización de las posturas
encabezada por la reina madre Catalina de Medici y a la
formación de las ligas o agrupaciones de católicos más
radicales.

La tercera guerra comenzó ese mismo año 1558


durando dos años. A pesar de las derrotas los hugonotes,
consiguieron tras la paz hacerse con la ciudad de La
Rochelle, sede de la defensa calvinista. Al final de esta
contienda se efectuó otro giro político, en este caso el rey
Carlos IX alejándose de su madre y acercándose a los
hugonotes, con la esperanza de ayuda de estos en sus
campañas exteriores, todo ello encabezado por el
almirante Coligny, rápidamente la reina madre y los
católicos intentaron acabar con él, la protesta de los
hugonotes desencadeno en la matanza de San Bartolomé,
unos 2.000 dirigentes protestantes fueron asesinados,
entre la reina madre y un temeroso rey Carlos IX dieron
orden de asesinar a los cabecillas hugonotes, esto fue
aprovechado por las milicias cristianas más radicales para
actuar en nombre del rey y poder acabar con el mayor número posible de opositores, extendiendo la matanza a otras ciudades

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francesas. Esta matanza trajo consecuencias, la organización política de los hugonotes, el sentimiento de resistencia entre estos
recorrió toda Francia, haciéndose fuertes sobre todo en el Oeste y sur de Francia los bastiones protestantes. Por otro lado contrarios
al Papado de Roma que aplaudió dicha matanza, surgirán con fuerza grupos conocidos como los políticos, católicos moderados que
solo deseaban el acuerdo para pacificar el país.

La cuarta guerra tuvo como escenario principal el sitio a La Rochelle, el duque de Anjou encabezaba al ejército real, desistiendo
de la ocupación en el momento que fue proclamado rey de Polonia. El cambio de rumbo de otro miembro de la familia real (algo
habitual en estas guerras), propició el descontento de todos, surgirá un nuevo partido a forma de tercera vía los descontentos, más
cercanos a los protestantes que como los políticos solo buscan la paz. La muerte de Carlos IX en mayo de 1574 desencadeno la quinta
de estas guerras, al volver de Polonia, Enrique III el nuevo rey con un decidido apoyo a los católicos y una nueva represión de los
protestantes. En primeros años de reinado de este monarca podemos encontrar dos fases destacadas, hasta 1576, de marcado
control de los hugonotes con mayores libertades tanto de culto como políticas y desde finales de ese año hasta 1580, en la que el
malestar de los católicos llevo de nuevo a formaciones como La Liga a la que se unirán figuras como el propio rey o Enrique de Guisa y
que llevaran a Francia a dos nuevas guerras que sirvieron para recortar las libertades de los primeros.

Enrique IV y el edicto de Nantes (1598).

Tras la Paz de Fleix en 1580 llegará un periodo


tranquilo en las relaciones pero bajo una enorme
crisis económica, todo parecía avanzar hacia la
partición de Francia en dos zonas, ya que cada una
de las facciones vivían bajo sus organizaciones
políticas y administrativas. El problema la muerte del
duque de Anjou en 1584, que dejaba la herencia del
trono a un protestante, Enrique de Navarra, ello
podía acarrear grandes problemas y no solo en
Francia sino en el resto de Europa. La familia Guisa
comenzó de nuevo su trabajo en contra de los
protestantes, favoreciendo al tío del futuro rey el
Cardenal de Borbón como sucesor, recibieron el
apoyo de la ciudad de Paris y la Liga, en 1585 los
protestantes volvieron a perder gran parte de sus
derechos, además de contar con el apoyo del Papa
Sixto V que declaraba hereje a los Borbones para
impedir sus derechos al trono.

Empezaba la última de las guerras y la más


devastadora, popularmente conocida como la
Guerra de los Tres Enriques, (Enrique de Navarra,
Enrique de Guisa y el rey Enrique III). Una vez más el
rey mostró que para él era más importante la
política que la religión, primero intentando negociar
lo que le llevo a ser perseguido y obligado a
abandonar Paris, para contentar a los Guisa lo
nombró lugarteniente del reino y poco después tras
el desastre de la Gran Armada francesa acusarlos y
asesinarlos. Ello llevo al levantamiento de los
católicos contra su rey, el cual tuvo que buscar el
apoyo de los protestantes dirigiendo el ejército de
hugonotes hacia Paris, donde murió en manos de un
dominico, era el año 1589.

El nuevo rey Enrique de Navarra coronado como Enrique IV tras su acercamiento a los católicos, siguió luchado contra el rey
impuesto por la Liga, el cardenal Borbón (Carlos X) que preso se vio obligado a traspasar el poder al duque de Mayenne. La lucha
continuo con el sitio de Paris por parte de Enrique IV, que tuvo que ser liberada por los españoles que llegaron desde Flandes. España
entraba en el conflicto con la intención de Felipe II de coronar reina a su hija Isabel Clara Eugenia, como nieta de Enrique II y tras la
muerte del cardenal Borbón. Desde Paris y con el apoyo del nuevo Papa Gregorio XIV, atacaron las posiciones de los protestantes en

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los Alpes y la Provenza. Para contrarrestar la fuerza del monarca español, Enrique IV forma la alianza con Inglaterra y las Provincias
Unidas más la ayuda de algunos príncipes alemanes, el denominado Bloque Atlántico.

Mientras en Paris, la Liga se dividía entre moderados que buscaban la paz y aceptar a Enrique IV si se convertía al catolicismo y
extremistas estos últimos conocidos como los 16 que buscaban la derrota del rey. La reunión de los Estado Generales en 1593 acabó
en fracaso por parte de los que buscaban imponer a la reina española, el sentimiento nacionalista francés estaba muy por encima del
religioso.

Mientras Enrique IV prosiguió su acercamiento a los católicos, primero abandonado el protestantismo y poco después
consagrándose como católico en la Catedral de Chartres, en el año 1594. En Marzo de ese mismo año, entraba en Paris aclamado por
sus ciudadanos, y los españoles abandonaban la capital. Pero la guerra civil continuó con continuas concesiones por parte del
monarca, incluso se reavivó durante 3 años la lucha contra la España de Felipe II. El cansancio acumulado de las continuas guerras
acabó con la Paz de Vervins, donde se firmó el Edicto de Nantes (abril de 1598). Mediante el cual se reconocían los derechos de los
protestantes, de culto restringido con la excepción de Paris, plazas de seguridad, acceso a la política y a los cargos públicos.

Las consecuencias de la guerra las consabidas, enorme crisis económica, una corona fuertemente endeudada y obligada a seguir
vendiendo cargos para subsistir. Pero por otro lado la corona salió reforzada al consentir la convivencia de religiones, poniendo la
sólida base que permitía el fortalecimiento de la Monarquía, preparada para la escena internacional.

CRONOLOGIAS IMPORTANTES DE ESTE PERIODO:

1494: Carlos VIII, rey de Francia, invade Italia. Coalición antifrancesa. Los Médicis expulsados de Florencia.
1495: Batalla de Fornovo - Carlos VIII ocupa el Milanesado. Batalla de Seminara los francese derrotan a los españoles
1498: Muere Carlos VIII y le sucede en el trono de Francia Luis XII
1499: Pacto de Lucerna entre Luis XII y los venecianos
1500: Batalla de Novara - Luis XII desaloja de Milán a Ludovico Sforza. Pacto de Granada entre Luis XII y Fernando el Católico
1501: Francia y España conquistan Nápoles.
1504: Tratado de Lyon: fin de la segunda guerra de Nápoles. Luis XII reconoce a Fernando de Aragón como rey de Nápoles.
1511: Liga Santa – España, Venecia, Suiza, los estados pontificios y los Sforza contra Francia.
1512: Batalla de Rávena: victoria francesa sobre las tropas pontificias y Españolas.
1515: Muere Luis XII y le sucede en el trono Francisco I. Batalla de Marignano y recuperación francesa de Milán
1525: Batalla de Pavía derrota de los franceses por Carlos V
1559: Muerte de Enrique II y coronación de Francisco II. Primer Sínodo Protestante en Paris.
1562: Inicio de la primera guerra civil. La matanza de los hugonotes
1563: Edicto de Amboise. Fin de la primera guerra civil. Mayoría de edad de Carlos IX.
1567: Inicio de la segunda guerra civil.
1568: Edicto de Longiumeau. Fin de la segunda e inicio de la tercera guerra civil.
1570: Edicto de Saint-Germain y fin de la tercera guerra civil.
1572: Matanza de San Bartolomé e inicio de la cuarta guerra civil.
1574: Paz de La Rochelle y fin de la cuarta guerra civil.
1575: Quinta guerra civil.
1576: Saqueo de Amberes.
1576: Edicto de Beaulieau y conclusión de la quinta guerra civil.
1577: Principio (marzo) y fin (septiembre) de la sexta guerra civil con la paz de Bergerac. Edicto de Poitiers.
1580: Séptima guerra civil concluida con la paz de Fleix.
1598: Edicto de Nantes, restableció el catolicismo en Francia y tolerancia religiosa
1598: Paz de Vervins (entre Felipe II y Enrique IV de Francia)

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Tema 8. Inglaterra, centralización política y ruptura con Roma. por: José María Escalante Caldito (UNED)
La guerra de las dos rosas y la cuestión dinástica
Los reyes Tudor. Gobierno e instituciones.

La guerra de la dos rosas, fue la violenta guerra civil con la que concluyó la Edad Media en Inglaterra, una lucha sin cuartel
entre los nobles del país para hacerse con la Corona, dos familias los York y los Lancaster, de la que salió beneficiada una tercera
que logrará poner paz entre las dos al unirlas en matrimonio, la Casa Tudor y la figura de Enrique VII. Por delante la tarea de
reconstrucción de un país muy mermado de nobleza, varias familias desaparecieron durante la guerra, solo el norte más distante
de la guerra mantuvo un cierto control sobre el territorio.

El reino de Inglaterra incluía el principado de Gales, a excepción del norte donde existía el reino de Escocia. Por otro lado la
isla de Irlanda aunque pertenecía al reino de Inglaterra de facto solo controlaba una estrecha línea costera denominada The Pale,
en torno a la capital Dublín. Como en otras monarquías dos instituciones controlaban el poder, las Casa del Rey y el Consejo.

Por un lado la Casa del Rey, ósea el entorno del rey, donde existían dos ámbitos, el público encabezado por un mayordomo
mayor y el privado que a partir de la Edad Moderna incorporará un núcleo duro formado por los asesores del rey, la Cámara
Privada. De donde surgirá en la segunda década del siglo XVI la figura del gentleman inglés.

Las reformas políticas de Enrique VII (1485-1509)

El Consejo actuaba como una


institución a Consilium del rey,
repleta de nobles y altos personajes
del clero, además de personajes con
fuerza en la anterior Edad Media
que surgían de los oficios de armas.
Aunque con múltiples tareas no
estaban bien definidas, y sin ir más
lejos una de ellas que era la judicial,
en la que los reyes manejaban a su
antojo en especial Enrique VII. Será
su sucesor Enrique VIII el que ponga
orden en esta institución limitando
el número de miembros a 19
convirtiéndolo en el Consejo Privado
del rey. Este monarca también creó
la figura del Secretario de Estado,
que tendrá gran repercusión en
Cortes futuras, haciendo perder
protagonismo a figuras medievales
como el canciller o el guardián del
Sello.

Tres grandes tribunales


velaban por la justicia inglesa, el
Tribunal de Pleitos Comunes en el
campo civil, el Tribunal del Rey para
los criminales y el Tribunal del
Tesoro para los delitos económicos.
Dos nuevas cortes surgirán en el
siglo XVI para complicar el
panorama, Eduardo VIII y la Cámara
Estrellada una especie de tribunal
de ata seguridad que se convertirá
en arma de represión política y
religiosa y con Isabel I el Tribunal de la Alta Comisión como tribunal eclesiástico y al servicio de la represión religiosa.

La administración de las finanzas corría a cargo de uno de estos tribunales, el del tesoro, denominado también Exchequer,
Enrique VII disminuyo sus competencias dejando solo los ingresos por aduanas y el resto de patrimonio real que el Parlamento
había concedido de forma vitalicia a la Casa Real; (además de los aduaneros, sedes episcopales vacantes, derechos feudales,

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multas, confiscaciones, etc.) fueron a parar a la Cámara del Rey. Durante el reinado de Enrique VII el trabajo fue aumentar la
recaudación a costa de subir los impuestos y reforzando la eficacia.

El Parlamento ingles que procedía de la Curia Regis medieval, costaba de dos cámaras; Los Lores, que al final de reinado de
Enrique VII contaba con más representantes religiosos (49) que nobles (43), y por otro lado la Cámara de representación
ciudadana, los Comunes, 74 representantes de los caballeros, dos por cada condado y 224 diputados de las ciudades elegidos
supuestamente por todos los ciudadanos que pagaran impuestos, pero solo de las ciudades que los reyes habían concedido dicho
privilegio. Pero el rey controlaba las dos cámaras, sobretodo Enrique VII, que solo las convocó 7 veces para ratificar la iniciativa
legislativa de la Corona en dos campos, nuevos impuestos o nuevas leyes. Con Enrique VIII se incremento las consultas por motivo
de los impuestos extraordinarios para el Cisma con Roma. Isabel I lo convocó en 13 ocasiones pero bastante controlado, hasta que
aparecieron los problemas económicos, donde el Parlamento ofreció mayor resistencia a las decisiones reales.

La organización territorial corría a cargo de los condados, al tener pocos efectivos reales en ellos, los reyes tenían que confiar
en las figuras del Sheriff, con atribuciones de gobierno y judiciales y los jueces de paz, con misiones atribuidas por un tiempo
delimitado, a través de la Edad Moderna los segundos ganaran terreno a los primeros.

Enrique VIII. Reforma y Empire


El cisma de Enrique VIII.

Enrique VIII (1509-1547) fue uno de los reyes más preparados de la historia Moderna de Inglaterra, a pesar de lo cual se dejo
influenciar en el gobierno por el arzobispo de York, el culto renacentista Wolsey que controlo la política desde el consejo del Rey.
A partir de 1527 la Corona inglesa se vio envuelta en un enfrentamiento con el Papado romano, el detonante, el intento de
separación de Enrique VIII de Catalina de Aragón, para casarse con la joven Ana Bolena. Pero también existían otros motivos de
discordia con la iglesia romana en especial entre los círculos luteranos que se extendían por las universidades en concreto
Cambridge.

La Inglaterra donde en el siglo XIV, John Wyclif, había introducido nuevas ideas religiosas encaminadas a la Reforma,
proseguidas por los humanistas como por ejemplo Tomás Moro que en 1516 escribe Utopía, un alegato a una nueva iglesia
humanista y tolerante, con los sacerdotes (incluido las mujeres) elegidos por los fieles. A ello podemos sumar la mala imagen del
Papa romano, debido a su suntuosidad y trasmitida en Inglaterra desde la Edad Media por los lolardos, perseguidos en Europa y
asentados en suelo inglés. Sin olvidar la lejanía geográfica de Roma, que siempre significó una especie de autonomía de la iglesia
de Inglaterra.

Desde finales de los años veinte el divorcio del rey se había convertido en prioritario, pero existían muchos inconvenientes,
ya que no había causas como la más habitual para conceder el divorcio, que era la falta de consumación del matrimonio, por otro
lado Catalina tenía el fuerte apoyo de su sobrino Carlos V de enorme poder en Europa. En 1527 la victoria imperial en Italia alejó
las pocas posibilidades de concesión de divorcio al rey inglés, con lo cual el cardenal Wolsey fue destituido, y Ana Bolena empezó
a colocar piezas afines dentro del Consejo real, Tomás Moro como canciller, Thomas Cranmer o el ambicioso Thomas Cromwell
todos influidos con ideas humanistas o evangélicas.

El siguiente paso se realizó en el Parlamento, de fuerte sentimiento antirromano, que realizó diversas reformas para limitar
el poder del Papado en los asuntos de la Iglesia Anglicana. Cranmer por entonces arzobispo de Canterbury declaró nulo el
matrimonio del rey con Catalina y confirmó el que se había realizado en secreto con Ana Bolena, por entonces en estado. El Papa
Clemente VII excomulgó al rey, finalmente en 1534 el Parlamento inglés aprobó la Ley de Supremacía, por la cual la Iglesia
Anglicana se separaba formalmente de la católica romana, el rey será nombrado jefe supremo de la misma, declarando traidor al
que negara dicha superioridad.

En ese momento comenzará una limpieza de católicos en Inglaterra, empezando por el propio Thomas Moro que abandono
el gobierno antes de dichas reformas o el obispo de Rochester ambos ejecutados. La mayor resistencia vino del clero monástico
muy arraigado en Inglaterra, muchos abades fueron ejecutados y sus seguidores encarcelados. El mayor temor era por parte de
los campesinos que trabajaban la tierra de la Iglesia, a partir de ese momento se tenía que iniciar una desamortización de las
mismas y el futuro se tornaba incierto, la mayor resistencia fue por parte de las comunidades más alejadas de Londres, rebeliones
que fueron reprimidas de forma violenta como las de Lord Darcy o Robert Aske líderes de la Peregrinación de Gracia una revuelta
del norte de Inglaterra contra la decisión inglesa, o en la isla de Irlanda con Thomas Kildare.

Cromwell se convertirá en el personaje más poderoso, manejando el Consejo Real se alejará de Ana Bolena, pronto
condenada por adulterio, por sus oponentes que querían colocar a Jane Seymour como reina, esto sucedería en 1536. Este
controló la vida real hasta final de la década de los 40, cuando el rey se mostró descontento con el último matrimonio con la
alemana protestante Ana de Cleves, los nobles ingleses acusaron a Cromwell de controlar la vida del rey y fue enviado al patíbulo
en 1540. Después el monarca todavía se casaría dos veces más.

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En realidad el Cisma de la iglesia de Inglaterra tuvo más de decisiones políticas que religiosas, Enrique VIII era un declarado
católico, y lo que se buscaba era una supremacía política de Inglaterra basada en la vieja idea católica del Imperio. Incluso en los
últimos años de vida del monarca, el rey frenó muchas de las iniciativas de Cromwell o Cranmer dirigidas a una mayor separación.
Tras la caída de Cromwell se iniciará un regreso al catolicismo, bajo la influencia del obispo Gardiner, aunque acontecimientos
internacionales como el entendimiento con Carlos V contra el enemigo francés también ayudaran. A partir de 1539 doctrinas
como la inclusión de los Seis Artículos daban marcha atrás en el cambio de religión, se entró en una época de fuertes tensiones
religiosas, lo mismo se iba a la hoguera por negar la supremacía del rey en la iglesia anglicana, que por hereje de la iglesia católica.

Eduardo VI y María Tudor: la ambivalencia confesional


Vaivenes religiosos de dos breves reinados, Eduardo VI y María Tudor.

Es evidente que tras las pocas o inexistentes diferencias doctrinales, había un trasfondo económico, la apropiación de bienes
eclesiásticos de la Corona de Inglaterra de los bienes religiosos. Durante esos años se expropiaron monasterios, conventos,
iglesias, hospitales y un gran número de edificios en manos de la iglesia, las arcas reales se llenaron con más de 2 millones de
libras que tuvieron enorme repercusión económica y social. La verdadera reforma empezará con el hijo de Enrique VIII y Jane
Seymour educado en el protestantismo, el rey Eduardo VI (1547-1553). Bajo la supervisión del incombustible Thomas Cranmer,
dos personajes serán los encargados de las regencias del joven rey, Edward Seymour protestante moderado que detuvo a
Gardiner orientando al país a un moderado protestantismo, las revueltas católicas acabaran con él en 1549, le sustituyó el
calvinista John Dudley dando un nuevo giro a la religión del país. En aquel breve periodo de tiempo del rey niño (murió sin cumplir
los 16 años), con las exigencias del calvinismo se impuso un rígido control y represión religiosa. Tras la muerte del rey, John
Dudley intentó colocar reina a una bisnieta de Enrique VII, Jane Grey, los partidarios de María Tudor lo impidieron y acabaron con
la vida del mismo.

María I (1553-1558) era coronada, como la tercera reina en la historia de Inglaterra. Su intención al llegar a la Corona, la
restauración del catolicismo pero con la prudencia necesaria para no alterar la vida de los ciudadanos con un fuerte sentimiento
antirromano. Thomas Cranmer fue encarcelado en la Torre de Londres y Gardiner repuesto como canciller, además el proyecto de
unión de María I y un hijo de Carlos V, abanderado del catolicismo, todo ello caldeo los ánimos y se produjo un levantamiento de
nobles ingleses en 1554, con la pretensión de colocar a Isabel, hermanastra de la reina, en el trono de Londres, el levantamiento
acabó con numerosos de ellos condenados a muerte por ejemplo la anterior pretendiente al trono, Jane Seymour.

Dos motivos intensificaran el catolicismo, la unión de la reina con el futuro Felipe II y la llegada del enviado Papal, Reginald
Pole, al arzobispado de Canterbury. Pero ambos con la intención de restaurar un catolicismo reformado, abolieron las leyes
anticatólicas excepto las referentes a las amortizaciones. La presión de los protestantes llevó a un giro en la política de represión,
unos 300 acabaron condenados a muerte, por ejemplo el sempiterno Cranmer, todo ello le valió el apelativo a la reina de Bloody
Mary (María la sangrienta). Todo ello hizo crecer con fuerza el anticatolicismo, además de otros efectos en la política
internacional como la perdida de Calais en 1558 y la llegada al trono de de Escocia de los franceses tras la unión de María
Estuardo con el heredero francés.

El reinado de Isabel I (1558-1603): Anglicanismo y orden parlamentario.


Isabel I y el triunfo del anglicanismo.

A pesar de los vaivenes religiosos, la Corona inglesa restaurada tras la Guerra de las dos Rosas por Enrique VII, estaba
preparada y fuertemente consolidad para efecturar los cambios necesarios. La llegada de Isabel I (1558-1601), hermanastra de la
anterior e hija de Ana Bolena, provocó prácticamente el giro definitivo hacia el protestantismo, lo que se ha denominado en
Inglaterra el Anglicanismo. Pese a la oposición de la Cámara de los lores declarados católicos, sacó adelante la Ley de Supremacía
y Ley de Uniformidad, la primera por la cual la reina era de nuevo la máxima dirigente de la iglesia y la segunda de tiempos del
duro Eduardo VI sobre un libro de oraciones. Posteriormente realizó la limpieza de cargos poniendo a su disposición a los más
adictos a su política y completo el sistema con un nuevo tribunal para juzgar los delitos eclesiásticos, el Tribunal de Alta Comisión,
para finalmente en 1563 concluir la Reforma con los Treinta y Nueve Artículos, durante siglos la base del Anglicanismo. En los
cuales encontramos mezclados elementos protestantes, calvinistas e incluso católicos, lo más relevante la liturgia y escritura en
inglés.

La Reforma tendrá consecuencias en la vecina isla de Irlanda, desde la Edad Media se había conformado una población
católica con la llegada a la isla de los “old english” sumado a los autóctonos, cuando empezaron a llegar los “new english” a partir
de 1540 de mayoría protestante y a través del gobierno de Londres se empezaron a apoderar de las tierras. Ello llevará a la
oposición interna basada en múltiples elementos tanto religiosos como económicos de unos pocos recién llegados (menos del 2%
en 1603) contra una población agrícola.

Dos elementos jugaron a favor de la nueva religión, la necesidad de unión de Felipe II con Inglaterra y la habilidad mostrada
por la nueva reina Isabel; en aspectos como por ejemplo manejar la llegada de María Estuardo, la reina escocesa católica y que
podía aspirar por descendencia al trono inglés, como así demostraron una serie de intrigas en la corte que unían a María Estuardo

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con el duque ingles católico de


Norfolk. A pesar del control que
ejerció la reina, no puedo evitar el
levantamiento entre 1569-1570 de
nobles, con gran poder en el norte
de la isla, que acabo con la
ejecución de más de 700 de ellos.
La posterior condena del Papa de
Roma llevó a Isabel I a aplicar las
leyes anglicanas para ratificar su
posición de cabeza de la iglesia
anglicana y ejecutar al duque de
Norfolk y expulsar al embajador
español.

Estos incidentes ocasionaron


la ruptura total entre ambas
religiones, los católicos se
convertirán en una minoría
perseguida, se alentó entre los
anglicanos el miedo a atentados
católicos y se recrudecieron las
persecuciones, el simple
acogimiento de un católico era
considerado delito de alta traición.
En la isla vecina de Irlanda se
produjeron múltiples revueltas
encabezadas por los católicos con
la ayuda de España, detrás de ellas
grandes intereses políticos.

En el otro extremo religioso


los “puritanos”, facciones de
calvinistas que abogaban por una
mayor pureza de la religión y que
veían que en el fondo el cambio de
esta en Inglaterra, tenía más de político que de religioso, no en vano se mantenía la misma jerarquía eclesiástica. Estos grupos
inspirados en los presbiterianos escoceses, basaban su política religiosa en otorgar la dirección a los más ancianos y elegidos por la
comunidad. Contaban con grandes apoyos en la Universidad de Cambridge, en el parlamento, en la Iglesia Anglicana e incluso en
círculos reales, su importancia deriva en que en el siguiente siglo XVII serán los abanderados de la lucha contra la Corona
absolutista inglesa.

En cuanto a la política interior en general de la reina Isabel I podemos destacar su conservadurismo, sobre todo para limar
las diferencias religiosas, rodeada de una serie de políticos partidarios de la política prudente sobre todo en el exterior, en
concreto la familia Cecil, tendrá enorme repercusión con varios miembros en puestos relevantes, con Robert Cecil como máximo
exponente en los años finales de la reina. Entre todos conseguirán no entrar en grandes disputas con el enemigo católico, España.
No en vano las únicas vinieron a partir de la incursión del corsario inglés, Francis Drake en los puertos españoles de Vigo o Cádiz,
que supusieron el recrudecimiento del enfrentamiento anglo-español agravado en 1587 por la ejecución de María Estuardo, que
serán los detonantes del enfrentamiento de las potencias a finales de siglo XVI.

Economía y sociedad.

La nobleza inglesa sufrirá continuas mermas, comenzando por la Guerra de las Dos Rosas, y las rebeliones abortadas del
norte en 1536-1537, la posterior de 1569 y la del duque de Norfolk en 1572, todo ello favoreció el final del feudalismo y la salida a
escena de los sectores intermedios. La consecuencia, los cerramientos de campos de cultivo, para alimentar a la ganadería y de
paso evitar los pastos comunitarios. Todo ello favoreció los beneficios del mundo rural y el mercado, pero supuso un trasvase de
personas de diferente condición, mientras al mundo rural acudían personas pudientes para hacerse con las tierras, a las ciudades
llegaba mano de obra hambrienta, a ello contribuyó extraordinariamente los cambios religiosas con la amortización de tierras con
la llegada del protestantismo. Estos nuevos propietarios se denominaran “gentry” y serán los grandes apoyos que necesitan los
reyes para el fortalecimiento de la Corona e iglesia Anglicana.

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Pero serán el caldo de cultivo para protestas de los más desfavorecidos, agravados con la desaparición de la caridad de los
monasterios y conventos. Esto llevara a Inglaterra a ser pionera en los sistemas de protección, el Parlamento pondrá en marcha
en 1536 y posteriormente en 1597 leyes favorables a la asistencia a los necesitados que aunque se organizaran desde las
parroquias fueran con dinero público, esto supondrá un doble rasero, se había convertido al pobre evangélico en un problema
social, que también repercutirá en la sociedad futura.

El crecimiento económico no solo favoreció al mundo rural, las pañerías se desarrollaron y a su servicio la flota mercantil
para la distribución de productos por el Atlántico. Se pusieron en marcha las leyes de protección de los productos ingleses, que
tantas repercusiones tendrán en el futuro dominio de los mercados mundiales. El mayor éxito vendrá del buque de Richard
Chancellor, que atravesando helados mares se plantará en el Mar Blanco al norte de Rusia, punto de comercio con ese país
creando la Compañía de Moscovia, con un fuerte negocio de caza de ballenas. Fue la precursora de otras compañías comerciales
inglesas que dominaran el comercio de la Edad moderna, y que se denominaran Compañías de las indias. Con un fuerte dominio
de las pesquerías atlánticas y el comercio de las pañerías.

CRONOLOGÍAS IMPORTANTES DE ESTE PERIODO:

1455: Inicio de la Guerra de las dos Rosas


1460: Victoria de los York (Ricardo) en NortHampton.
1461: Ricardo muere en la batalla de Wakefield. Eduardo vence en Towton al ejército real y se hace coronar como Eduardo IV
1483: Coronación de Ricardo III
1485: Enrique VII Tudor heredero de los Lancaster derrota a Ricardo III en Bosworth
1505: Fundación del Cambrige Christ’s College
1517: Fundación del colegio trilingüe del Corpus Christi de Oxford
1518: Coloquios de Erasmo de Rotterdam
1532: El Parlamento se enfrenta al gobierno de la Iglesia en Inglaterra
1533: El primado de Canterbury declaró nulo el matrimonio de Catalina de Aragón y validó el de Ana Bolena. Acta de Restricción
de Apelaciones. Excomunión de Enrique VIII
1534: Cisma de Enrique VIII y Acta de Supremacía
1547: Sube al trono Eduardo VI
1553: Sube al trono María Tudor casada con Felipe II
1558: Restauración de la religión católica. Sube al trono Isabel I
1587: Ejecución de María Estuardo
1601: Levantamiento de Londres
1603: Muere Isabel I de Inglaterra
1604 : Tratado de Londres (entre Felipe II y Jacobo I Estuardo)

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Tema 9: Otros Estados Europeos Por: Javier Castells Sierra (UNED)


El imperio: Orden constitucional y tensiones confesionales

El imperio era una realidad política anacrónica, que sobrevivía por el prestigio que emanaba de: la Superioridad jerárquica en
la cristiandad y en la Memoria de periodos más gloriosos de la historia.

Composición del imperio


Territorios de teóricamente imperiales

Territorios como los Países Bajos, Suiza o los antiguos feudos imperiales del norte y centro de Italia eran en la práctica
territorios independientes si bien formalmente se incluían en el Imperio. Como solución a esta irrealidad en 1512, Maximiliano I
integro el conjunto de los países bajos en el llamado círculo de Borgoña, sin embargo no formaban parte efectiva del imperio. Por
otro lado Suiza, había logrado alejarse de la autoridad e influencia austriaca, y desde 1499 (paz de Basilea) su independencia era
de facto, hasta ser reconocida por derecho en 1648 (paz de Westfalia) cuando se constituyo la confederación de los trece
cantones.

Territorios problemáticos

El resto de territorios abarcaban la totalidad del espacio germánico, dividido en círculos (kreise) , con diversas competencias
administrativas, si bien la vinculación de algunos territorios era problemática como los dominios prusianos de la Orden Teutónica,
los territorios de los caballeros Livones de la Espada, el ducado de Holstein y el reino de Bohemia.

Prusia A mediados del siglo XV se había dividido en dos estados separados aproximadamente
por el cauce bajo del río Vístula: la Prusia occidental, o real, perteneciente a Polonia,
incluyendo Danzing, y la oriental encabezada por Königsberg, cuyos duques
mantendrían fidelidad feudal al rey de Polonia.
Caballeros Livones de la Espada Situados en el este del Báltico y el sur del golfo de Finlandia, mantenían un encaje
particular alejado de las dinámicas imperiales.
Ducado de Holstein Si bien formaba parte del Imperio tenia por soberano al rey de Dinamarca.
Bohemia Tenía una vinculación peculiar, pues pese a la condición de elector de la que gozaba
estaba regida por un rey (un titulo inadecuado dentro del imperio).

Territorios integrados

Se trataba de un rompecabezas territorial, en el que sus componentes buscaron soluciones diversas:

De acuerdo a Gerhard Köbler, en 1489 eran en total de 330 unidades políticas distintas, a las que habría que añadir 1730
reichsritter, pequeñas posesiones de caballeros que no dependían más que del emperador, repartidas entre Suabia, Franconia y la
zona del Rhin, unidades de diverso tipo que incluían principados, principados eclesiásticos, abadías, ciudades libres en manos del
patriciado mercantil, y minúsculos estados caballerescos.

Los de primer orden comprenden alrededor de un centenar de principados laicos, unos 130 principados (ducados, condados,
etc.), de importancia variable, como el Palatinado dividido en dos territorios separados (alto y bajo), Baviera, Württemburg, las
dos Sajonias, Meklemburgo o Brandemburgo. Además había 43 principados eclesiásticos, 50 abadías y 4 dependencias de la
Orden Teutónica.

Los principales obispados se hallaban en el NE (Magdeburgo, Minden, Halberstadt, Padernborn, Münster), el Rhin
(Maguncia, Colonia, Tréveris) o Franconia (Bamberg, Würtzburg). Las ciudades libres eran 74 y predominaban en Renania o
Suabia, destacando entre ellas Aquigran, Ulm o Nuremberg en Franconia. En el Norte se encontraban las ciudades Hanseáticas, la
mayoría costeras, pero también algunas en el interior distribuidas en un amplio espacio desde Estonia a Holanda, y entre ellas
destacaban Bremen, Hamburgo o Lübeck.

Electorado imperial

De este conjunto de territorios destacaban los 7 electores, los únicos con capacidad para elegir al emperador de acuerdo a la
Bula de Oro de 1356, que regulaba el imperio. Se trataba de tres eclesiásticos: los arzobispos de Maguncia, de Colonia y Tréveris, y
cuatro laicos: el rey de Bohemia, el duque de Sajonia-Wüttemberg (la Sajonia electoral), el margrave de Brandemburgo y el conde
palatino del Rhin, que gobernaba el Palatinado.

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Poderes del Emperador y las instituciones del Imperio

Muy limitados, la principal institución imperial era la Dieta (Reichstag), dividida a mediados del siglo XVI en tres cámaras:

 La de los electores
 La de los príncipes laicos
 La de los delegados de las ciudades libres

Esta última no participaba en la actividad legislativa, pues solo se consideraban las leyes de la Dieta aprobadas por las dos
primeras cámaras. Los aproximadamente 1730 caballeros del imperio, con territorios muchas veces minúsculos, no gozaban de
representación y se organizaban en 14 cantones. Las misiones de la Dieta eran superiores a las de la mayoría de las asambleas
parlamentarias, pues además de aconsejar al emperador, aprobaba leyes y los impuestos, así como cualquier disposición que
afectara al territorio. Además de la Dieta existía un Consejo Palatino, una Cancillería presidida por el arzobispo de Maguncia,
razón por la cual disponía del título de Archicanciller del imperio y un tribunal imperial poco significativo.

Evolución del poder Imperial

La Dieta supuso un freno al incremento del poder imperial, por ello nunca existió un ejército imperial propio, más allá de las
aportaciones ocasionales de sus diversos miembros, tampoco unos impuestos fijos o una burocracia suficiente, razones por las
cuales no pudieron avanzar hacia el absolutismo a diferencia de España, Francia o Inglaterra, sucediendo lo contrario, una
atomización del poder y un reforzamiento del poder de los príncipes, que centralizaron su poder, incrementaron sus
atribuciones, fortalecieron sus finanzas y crearon una burocracia propia a su servicio con predominio de los juristas paralela a la
del Imperio.

Maximiliano I (14193-1519) y Carlos V (1519-1555) fracasaron en sus intentos de incrementar su poder imperial. El primero
trato en vano de unificar las finanzas y la justicia apoyado por los Países Bajos, de los que fue regente desde la muerte de su
esposa, la duquesa María (1482), hasta la mayoría de edad de su hijo Felipe el Hermoso, en 1494. Derrotado por los cantones
suizos, hubo de firmar la Paz de Basilea (1499), que reconocía en la práctica la independencia de la Confederación Helvética. Por
su parte Carlos V, respaldado por la Corona de Castilla y sus posesiones en el Nuevo Mundo, protagonizo otro intento que fracaso
aplastado por la Reforma protestante, que favoreció los intereses de los príncipes germánicos.

La fortaleza imperial: Los dominios de los Habsburgo

La fuerza de los emperadores radicaba en sus propios dominios dentro del Imperio. Los Habsburgo, emperadores desde
1438 eran señores de una serie de estados situados en el sur, los llamados Países Hereditarios o Erbaländer, que incluían los
archiducados de la Alta y Baja Austria, (encabezados respectivamente por Linz y Viena), los ducados de Estiria (capital Graz),
Carintia y Carniola, los condados del Tirol (sede Innsbruck) y desde 1500 Gorizia, o las ciudades de Trieste y Fiume en el Adriático
así como algunas posesiones en Suabia y una parte en Alsacia.

Sin embargo la dinastía Habsburgo no siempre los controlo estos territorios, existiendo pérdidas territoriales debidas a
repartos dinásticos, u ocupaciones militares extranjeras. Maximiliano I logro recuperar la totalidad de estos territorios e impulso
un proceso de centralización política al estilo de otros estados europeos.

La inmensidad de las posesiones de Carlos V, impidieron que se dedicase a los dominios patrimoniales de los Habsburgo,
cediendo el gobierno a su hermano Fernando nacido en Alcalá de Henares quien logro por alianza matrimonial y tras la derrota de
su cuñado Luis II en Mohacs erigirse señor de Bohemia y de un tercio de Hungría (repartiendose el resto entre los turcos y el
principado transilvano creado por Juan Zápolya).

En 1531 Fernando fue elegido Rey de Romanos, título usado en el Sacro Imperio Romano Germánico por un emperador
futurible, que no había sido coronado por el papa, y que por lo tanto no podía intitularse Emperador, para entronizarse
finalmente en 1558 como emperador sucediéndose a su hermano, si bien a su muerte dividió sus territorios entre sus hijos.
Maximiliano II recibió Austria, Bohemia y Hungría, mientras que Fernando heredo el Tirol, y Carlos la llamada Autoría interior
(Estiria, Carintia y Carniola). A la muerte de Fernando en 1595 Tirol los retornaría, y en 1616 lo harían los de territorios de Austria
interior.

Política internacional

Tras la batalla de Mohacs, la frontera con Turquía se estabilizo, aunque se mantuvo activo a lo largo de todo el Siglo, con
diversas guerras hasta bien entrado el siglo XVII.

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A partir de la Reforma, la historia del Imperio estuvo marcado por las luchas religiosas, que continuaron, si bien se modero la
situación a raíz de la paz de Augsburgo de 1555, la situación finalmente volverá a tensarse durante las primeras décadas del siglo
XVII, dando lugar a la terrible Guerra de los Treinta Años.

Los territorios italianos

Con la Paz de Cateu-Cambrésis (1559) se


llegaba al fin de un largo periodo de guerras en
Italia, logrando el rey de España una hegemonía
de facto sobre el conjunto de dicho espacio, más
allá de los territorios itálicos pertenecientes a su
Monarquía (Sicilia, Cerdeña, Nápoles Milán y los
presidios de la Toscana) extendiéndose sobre
una enorme red sobre los estados italianos, a los
que por una parte obligaba a vincularse a sus
intereses, y por otra organizaba su protección,
manteniendo el status quo interterritorial y la
paz, ofreciéndoles además, honores, rentas y
oportunidades financieras y mercantiles. No fue
una hegemonía aceptada unánimemente,
existiendo numerosas tensiones y conflictos.

Dominio Hispánico en Italia

Se sustentaba por una parte en las


posesiones italianas de los Reyes Católicos, y por
otro en una alianza, bastante sólida, con la
República de Génova, unas relaciones buenas,
aunque complejas, con el gran ducado de
Toscana y los pequeños estados del centro de la
península italiana, además de una activa y
constante intervención diplomática en la corte
pontificia a través del partido español. Sin
olvidar la alianza de Saboya, cuyo duque Manuel
Filiberto vio recompensados sus servicios a
Carlos V y Felipe II. Por otra parte Venecia,
centrada en la defensa de sus intereses
mercantiles, llevaba una política bastante
independiente de España.

Territorios hispánicos en Italia

Constituían casi la mitad del territorio


italiano, además de dominación, la hegemonía
se basaba en un sistema de relaciones políticas,
diplomáticas, económicas o sociales, con un
equilibrio entre el dominio y consenso, que los
gobernantes supieron gestionar de acuerdo con
la lógica del compromiso entre los intereses de la corona y de los estados italianos. Lo cual según Aurelio Musi contribuyo a un
fuerte desarrollo de las formas políticas y estatales de la Italia española, y fue un término de comparación fundamental para los
estados italianos no dependientes o vinculados a España.

Génova.

Fue el más firme aliado de España, el cual, encontró un mundo de posibilidades para sus negocios. La relación entre ellas se
intensifico tras el fracaso de la conjura de los Fieschi (1547). Si bien la devolución de Córcega a Génova en la paz de Cateau-
Cambrésis le puso en el punto de mira de Francia.

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Las tensiones de Génova con Milán, provenientes de los tiempos de los Visconti y los Sforza, fueron un punto de
inestabilidad, como se vio en la revuelta de 1575, por las aspiraciones hegemónicas del papado a través del cardenal Giovanni
Girolamo Morone, el apoyo español a la nobleza vecchia genovesa permitió que esta retomara el poder tras la revuelta lo que
aumento la gratitud de esta con España, nobleza la cual además gozaba de la política hispánica del patronazgo (mercedes,
pensiones, etc.) y la garantía que ofrecía España al acceso a los graneros de Nápoles y Sicilia, que cubría el déficit harinero de la
Liguria.

Las leyes nuevas de 1576 reforzaron a la nobleza vecchia. A través de su actividad bancaria los genoveses se convirtieron en
grandes prestamistas y hombres de negocios en la monarquía Hispánica. Además llegaron a gestionar una parte importante de la
deuda pública, interviniendo como asentistas en numerosas actividades económica, incluida la percepción de impuestos.
Actuaron sobre todos los territorios de la amplia monarquía Hispánica, donde como en Nápoles o Sicilia adquirieron feudos y se
vincularon a los estratos superiores de la nobleza autóctona.

Toscana

Relación más problemática a causa


del vasallaje establecido entre Felipe II y
el duque Cosme I a raíz de los Tratados
de Londres y de Florencia, en virtud del
que se cedía la antigua república de
Siena, lo Stato Nuovo a Cosme I quien la
unía a Florencia, lo Stato Vecchio, en
1557 a cambio su juramento de
Fidelidad a Felipe II. Este vasallaje era
teórico, ya que el propio Cosme I lo
demostrara en sus aspiraciones a un
poder autónomo.

El poder Medici era altamente


deudor de España, pues en dos
ocasiones en que su poder se vio
interrumpido por la república (1494 y
1527) fueron las tropas hispanas
quienes restablecieron a los Medicis
(1512 y 1530).
Cosme I realizo una importante
obra de reforzamiento del poder ducal y
reorganización modernizadora de las
estructuras de gobierno,
incrementando la potencia militar y
naval de su estado. La principal medida
fue la creación de la Sacra y Militar
Orden de los Caballeros de Santo
Stefano (1561), dotada de galeras para
la lucha marítima contra los infieles.

Obtuvo en 1569 el título de Gran


duque para destacarse por el resto de
príncipes italianos, mostrando así, una
gran ambición. Este difícil equilibrio se mantendrá hasta la hegemonía de la casa de Saboya, que obtendría la corona real tras la
paz de Utrecht. Esta gran ambición provoco recelos y desconfianza, y de esto trato de aprovecharse el monarca francés Carlos IX,
quien intento atraer a Cosme I a la alianza antifilipina en relación con los Piases Bajos, aunque el gran duque se mantuvo al
margen. Al final todo quedo saldado con dinero. En 1575, en las vísperas de la elección de Rodolfo de Habsburgo como rey de
Romanos, un préstamo de los toscanos facilito el reconocimiento del título a Francisco I. Otro préstamo para la expedición a
Portugal (1579) de Felipe II facilito que este reconociese a Cosme I el título de Gran duque.

La tregua con los turcos en 1577 trae la Pax Hispánica, el principal conflicto de esta época será contra los corsarios, por
ejemplo los Caballeros de Santo Stefano adoptaran el corso. Livorno se convertirá en un refugio para corsarios italianos y
especialmente ingleses y neerlandeses.

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Sucesores de Cosme I

Mantendrán su política de alianza, si bien existirán intentos de independencia. Cuando el poder de Felipe II disminuía en los
últimos años y después de este, se producirá un acercamiento del duque Fernando I (1587-1606) hacia Francia, como lo testifica el
matrimonio con Cristina de Lorana (1589), la toma en nombre de Francia del castillo de If (1591), la mediación entre Enrique IV y
Roma o el matrimonio de su sobrina María, hija de Francisco I, con el rey francés (1600). Siempre existirá una fuerte ambición
sobre el estado de los Presidios de Toscana, que testimoniaban permanentemente la sumisión a España.

El ducado de Saboya

Agradecidos a España por la devolución de la amplia parte de sus estados dominada por Francia desde los años treinta
mantuvieron una alianza intensa entre Felipe II y Manuel Filiberto (1559-1580), así como durante las primeras décadas del
gobierno de su hijo Manuel I (1580-1630). El monarca español en reconocimiento cedería en matrimonio a su segunda hija,
Catalina Micaela. No obstante, después de la muerte de su esposa y del suegro, los planteamientos y ambiciones de Carlos
Manuel promovieron un acercamiento a Francia, decisivo en las complicaciones políticas del norte de Italia en las décadas iníciales
del Siglo XVII.

Manuel Filiberto llevo a cabo una eficaz política de centralización y reforzamiento del poder en su estado, seguramente la
más completa de toda Italia. Sus dominios abarcan un amplio espacio a ambos lados de los Alpes, pues la mayor parte de Saboya,
con su capital Chambéry, se situaba en territorios pertenecientes a Francia, lo mismo que la Bresse, Bugey y Gex al norte, llegando
los dominios hasta el norte de Lyon. Al suroeste se situaba el marquesado de Niza. Al norte sus reivindicaciones territoriales
afectaban a una parte de los territorios suizos, como Ginebra, el país de Vaud o el Chablais. En Italia poseían el valle de Aosta y el
Piamonte. Manuel Filiberto consiguió recuperar de los suizos Chablais y la región de Ginebra, con capital en Annency, aunque no
la ciudad de Ginebra. La capital se traslado de Chambéry a Turin.

Estado Pontificio

Se consolido, reforzándose y centralizándose el poder de los papas, sin embargo esto no implico la creación de un ejército
permanente, ni la aparición de una potente burocracia civil, y los principales puestos, incluida la Nunciatura (diplomacia
pontificia), fueron desempeñados por eclesiásticos. Consiguieron unificar bajo su soberanía muchos territorios, en su mayoría
antiguas señorías locales, y el territorio pontificio experimento ampliaciones.

En 1598, tras la extinción dinástica con la muerte de Alfonso II d’Este, quinto duque de Ferrara, Módena y Reggio, el papa
Clemente VIII incorporo el ducado de Ferrara lo que provoco las protestas de España, Venecia y Toscana favorables a Cesare
d’Este, el papa acudió a Enrique IV que le prometió la ayuda militar necesaria para llevar a término su plan.

Felipe II, que por estas fechas parecía comprender que restaban pocas hojas en su calendario particular, no quiso abrir un
nuevo frente de lucha y desistió de la pelea. Las tropas pontificias pudieron así entrar en Ferrara sin obstrucción, ocupar la ciudad
e integrarla en las posesiones de la Iglesia, concluyendo la disputa con la Paz de Vervins. La Contrarreforma postulaba un papado
más espiritual, una reivindicación del papel internacional del sumo pontífice y el liderazgo del mundo católico, así como un
renovado esfuerzo misional. Desaparecieron los papas mundanos del Renacimiento, si bien los cambios fueron lentos. Apareció
en el colegio cardenalicio un bando español y francés, que resultaba determinante en la elección de cada Papa. Los españoles
gozaron de cierta ventaja durante la crisis francesa, pero ello no redujo la independencia del Papado que se enfrento a Felipe II.

Venecia

Territorio más alejado de España, hubo grandes recelos entre ambas, nunca superados ni siquiera en el marco de la lucha
anti-turca durante la colaboración en la toma de Chipre en 1570, posteriormente perdida. Después de Lepanto y coincidiendo con
la reducción de su importancia mercantil en el Mediterráneo, Venecia se esforzó por consolidar su dominio sobre sus territorios
en tierra firme, logrando un dominio sobre un amplio espacio que no se vería modificado hasta las campañas napoleónicas, que
incluía el Véneto, los territorios nororientales de Italia hasta los Alpes, así como una serie de posesiones a norte del Adriático
(Istría, Dalmacia y una parte de la costa este de dicho mar).

La citada incorporación de Ferrara a los estados pontificios desato tensiones con Venecia que desembocaron en el Interdicto
(1606), provocado la actuación de un tribula veneciano contra varios sacerdotes, lo que era contrario a las normas del Derecho
canónico. El Papa Paulo V (1605-1620) excomulgo a las autoridades civiles de la República (1606), amenazándolas si no se
retractaban, con el Interdicto, es decir una prohibición de ceremonias religiosas en las iglesias vénetas. Aconsejado por Sarpi,
Donato ordenó a todo el clero católico de Venecia ignorar el interdicto papal, y continuar ofreciendo la liturgia de la Misa, bajo
pena de expulsión inmediata.

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El clero secular respaldo al dogo Leonardo Donato y continuó oficiando la Misa, contra el dogo cual se aliaron ordenes como
jesuitas, capuchinos y teatinos que fueron expulsadas. No retornaron hasta 1655. Donati y Sarpi fueron además excomulgados en
forma personal por Paulo V.

El conflicto se prolongo por un año, interviniendo Enrique IV, aliado de Venecia, así como España, que en Milán organizo un
poderoso ejército listo para intervenir. El 21 de abril de 1607 se alcanzó un acuerdo según el cual los dos presbíteros a quienes
Venecia había acusado de criminales serían puestos bajo la custodia de Francia, y a cambio, el papa derogaría el interdicto contra
Venecia. El resto del reinado de Donato como Dux no mostró mayores sucesos.

El imperio comercial y la crisis dinástica de Portugal

Participara escasamente de la historia europea, las posibilidades económicas del país eran escasas, agricultura pobre, escaso
desarrollo mercantil y manufacturero, hicieron de Lisboa uno de los polos de atracción de hombres de negocios europeos cuando
se convirtió en un punto de llegada de los productos procedentes de Oriente, existiendo un déficit de cereales que llevo al reino a
su expansión en ultramar.

Si bien existía una fuerte identidad portuguesa frente a Castilla, por su temprana independencia y la victoria de Aljubarrota
(1358) existieron intentos de reconstrucción de la unidad ibérica, resultado de sentimiento común de permanencia a la Hispania
romana y visigoda a través de matrimonios principescos hispano-portugueses y la participación en la Guerra de Sucesión al trono
castellano (1474-1479), apoyando Alfonso V (1438-1481) a la hija de Enrique IV, Juana, llamada la Beltraneja, con la que se casó y
que hubiera supuesto la unión de las coronas en lugar de la vinculación de Catilla-Aragón. La iniciativa fracaso tras la Batalla de
Toro (1476), al intentar provocar una invasión de Castilla por el Norte con la ayuda de Francia, sin finalmente conseguirlo.

En el siglo XV se desarrollo de forma notable el poder real, sobre todo con Juan II, o príncipe Perfeito (1481-1495). Su reinado
supuso simbólicamente la entrada de Portugal en la Edad Moderna, después de los sueños caballerescos y cruzados. En su primer
año de gobierno se recorto el poder y los privilegios de los nobles, lo que genero un clima de crispación y conspiración que llevo a
juzgar y decapitar al duque de Braganza, también el duque de Viseu (apuñalado por el propio rey), y otros forzados a exiliarse en
Castilla. Las confiscaciones de los bienes de los conspiradores sirvieron para aumentar el patrimonio del reino, además, Juan II
aprovecho para hacer frente al predomino de la aristocracia promoviendo a letrados, así como, miembros de la baja nobleza a
altos puestos burocráticos. Su reinado fue un momento clave de expansión ultramar, culminado por las bulas alejandrinas
(Alejandro VI) de 1493 y el tratado de Tordesillas de 1494.

Los años de esplendor coincidieron con el reinado de Manuel I el afortunado (1495-1521) y Juan III (1521-1527), como
consecuencias de las ganancias del tráfico con la India. Huella de esta riqueza son los monumentos estilo manuelino como el
monasterio de los Jerónimos o la torre de Belem en Lisboa. Las nuevas condiciones comerciales permitieron alcanzar nuevos
acuerdos con la nobleza favorables a una centralización del poder real. Su dominio evoluciono desde un humanismo y mecenazgo
de las artes, hasta un gobierno más inspirado a principios confesionales. Aceptando en 1496 como condición para el matrimonio
con Isabel, hija mayor y heredera de los Reyes Católicos, expulso a la comunidad hebrea de Portugal y creo en 1536 la inquisición
portuguesa a imagen y semejanza de la española, permitiendo la entrada de los jesuitas en 1540.

A su muerte le sucedió Sebastián I (1557-1578), un niño de 3 años, si bien no comenzaría a gobernar hasta 1568. En esta
época se publicaron Os Luísiadas (1572) de Luis de Camoens que describe la epopeya de la expansión y la conquista portuguesa.
Símbolo de esta expansión es el desastre de El-Ksar-el Kebir (1578), en Marruecos, donde sucumbieron el monarca y muchos
nobles arrastrados por las fantasías de conquista y expansión de la fe de Don Sebastián. Tras el intervalo de gobierno del cardenal
rey Enrique (1578-1580), Felipe II hizo valer sus derechos sucesorios frente a otros pretendientes, dando lugar a la Unión Ibérica.

Las monarquías nórdicas: El fin de la unión de Kalmar y la reforma

Desde finales del Siglo XIV (1397), la Unión de Kalmar había reunido bajo un solo monarca las tres coronas: Dinamarca,
Noruega y Suecia, de la que dependía prácticamente Finlandia. La hegemonía correspondía a Dinamarca, si bien dejaba bastante
autonomía a los otros reinos, aunque en Suecia existió un importante sector que ansiaba la independencia y que protagonizo
diversas revueltas.

La represión sangrienta realizada por Cristian II (1513-1523), casado con Isabel, hermana de Carlos V, agudizo la crisis (1519-
1521), al tiempo que los descontentos provocados en Dinamarca por sus reformas y el aumento impositivo llevaron a su
destronamiento, pasando el trono danés a su tío Federico I (1523-1533), que fue reconocido por Noruega, si bien no por Suecia
que elevó al trono a Gustavo Vasa. A la muerte de Federico I, tanto el destronado Cristián II, como el hijo de Federico, Cristian III,
se disputaron el trono, siendo Cristian III (1537-1559) el finalmente entronizado.

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El luteranismo se
implanto en Dinamarca y
Noruega, contando con un
amplio respaldo por parte
de la nobleza que había
apoyado al nuevo
monarca. Tanto el rey
como los nobles se
apoderaron con las tierras
de la iglesia, casi un tercio
del total. Aunque la
nobleza consiguió mucho
poder a cambio de los
campesinos, no supo
poner freno al avance del
poder real, tanto en
tiempos de Cristian III
como en el de su sucesor
Federico II (1559-1588).
Los reyes se apoyaban
sobre unos recursos
económicos extensos,
entre ellos el control de
las aduanas y de los
estrechos que generaban
en torno a 2/3 de las
rentas.

La nobleza danesa
colaboro en el control de
Noruega, pese a la
independencia sueca, el
auge del comercio y el
fortalecimiento del poder
real hicieron que
Dinamarca fuera evidentemente la primera potencia del norte. Así mismo desde 1460 los reyes de Dinamarca poseían también los
ducados de Schleswig y Holstein, al sur de la península de Jutlandia, pero en 1544 Cristián III se los repartió con sus dos hermanos,
lo que supuso el inicio de dos dinastías menores, vasallas de los reyes de Dinamarca. Una de ellas se extinguió en 1580, pero la
otra continúo y se convirtió en un aliado de su enemiga Suecia.

Tras varias revueltas contra la Unión de Kalmar, el Riksdag (Dieta) de Suecia reconoció como rey a Gustavo I Vasa (1523-
1560), quien tuvo que enfrentarse contra los partidarios de Dinamarca. Desarrollo una hábil tarea de construcción de un poder
real fuerte y bien implantado en su territorio, adopto el luteranismo y se apropio de muchos recursos al apropiarse de muchas
tierras de la Iglesia, un quinto de las totales. Sus finanzas se vieron además respaldadas por el auge de la economía sueca, gracias
a la demanda por parte de Europa de productos como el hierro, el cobre o las pieles.

La mayor equivocación de sus sucesores fue una política exterior demasiado activa, que supuso múltiples conflictos y un
agotamiento de los recursos del reino. Participaron en la llamada Guerra nórdica de los Siete Años, dando ocasión a los
descontentos para la destitución del rey Erik (1560-1568) y el acceso al trono de Juan III (1568-1592), su inclinación hacia el
catolicismo provoco divisiones internas, su hijo también católico, Segismundo, fue rey de Polonia en 1587 por herencia de su
madre, y rey de Suecia en 1592. El catolicismo le impediría consolidarse en Suecia, siendo su tío Carlos proclamado regente en
1595. Años después accedería al trono como Carlos IX (1604-1611), iniciando una nueva etapa de fortalecimiento del poder real
que culminaría en tiempos de su hijo de Gustavo II Adolfo si bien la nobleza siguió teniendo gran fuerza.

Orden estamental e identidad religiosa en Polonia y el Gran ducado de Lituania

Al igual que gran parte de la Europa oriental, Polonia carece de gran población, la nobleza posee un enorme poder, existe
una gran debilidad de los sectores sociales intermedios, escasa presencia de lo urbano, y servidumbre del campesinado.

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Polonia incluía dos extensos estados, Polonia y el gran ducado de Lituania, además de la Prusia Real constituida por los
territorios del este de Pomerania cedidos a Casimiro IV por la Orden Teutónica después de 12 años de guerra (1466), que
proporcionaban a Polonia una salida propia al mar, distinta de las costas lituanas.

No había entre estos territorios nada en común a excepción del soberano, Polonia era católica y fiel a Roma, mientras que
Lituania era ortodoxa, con importantes minorías judías y griegas, e influenciada por la reforma. Las relaciones entre Polonia y
Lituania no eran intensas, aunque se habían intentado unir en 1386, 1401 y 1501 por la amenaza que representaban los rusos y
tártaros, pero finalmente se estableció la Unión de Melnik, que establecía una misma moneda y una política común de defensa. La
Dieta de Lituania no lo ratificó, no produciéndose la unidad hasta la Unión de Lublin (1569), estableciéndose una única Dieta y una
mancomunidad o confederación polaco-lituana llamada República de las Dos Naciones. El rey de Polonia y gran duque de Lituania
dominaba un territorio inmenso, situado al este del imperio germánico, llegando hasta la frontera con el imperio Otomano al sur y
adentrándose por el este hasta los territorios rusos.

Etnias: eslavos, alemanes, polacos, lituanos y judíos.

El trono era ocupado


desde finales del siglo XIV
por la familia Jagellón,
cuyos miembros se
sucedieron durante casi
dos siglos. Además desde
1490 a 1526 también
ocuparon el trono de
Bohemia. Sin embargo al
dinastía desapareció en
1526, y la Dieta polaca
decidió entonces convertir
en electiva la Corona,
recayendo en el duque de
Anjou, Enrique de Valois,
heredero de Carlos IX de
Francia, pero abandono
Polonia para suceder a
este. Para sustituirle se
eligió a Esteban Báthory
(1576-1586), quien sucedió
en (1571) a Segismundo
Zápolya como príncipe de
Transilvania. Los poderes
del rey eran escasos,
mucho más tras el final de
la dinastía de Jagellón, una
gran nobleza dominaba el gobierno, seguido por una pequeña nobleza rural, la slachta, que suponía una décima parte de la
población.

Polonia estaba gobernada por un rey sometido a la enorme fuerza de la dieta (Sejm) y dividida en dos cámaras, el senado
(alta nobleza) y la cámara de los nuncios o delegados de las dietinas (dietas provinciales), dominadas por la slachta. En 1505, el
Nihil novi nisi commune consens, complementado en 1573 por el liberum veto, disponía que cualquier miembro de una de las dos
cámaras podía vetar cualquier ley o disposición. Esto ahogo la capacidad del poder real de manera completa.

Reforma y Contrarreforma

Tal vez por las expectativas económicas una parte de la nobleza se adhirió a la Reforma, expandiéndose el luteranismo y el
calvinismo especialmente en Lituania, protegido por el príncipe Radziwill, También lo hicieron herejías como el antitrinitario
italiano, que llego a Polonia con Fausto Sozzini (socianismo). Segismundo II Augusto, último rey Jaguellón, consiguió impedir la
difusión del protestantismo, al tiempo que logro promocionar la Contrarreforma con la presencia de los jesuitas. Con la paz de
Lublin (1569) logro someter a Lituania a un régimen unitario con Polonia, dirigido desde la capital, Cracovia, y en 177 impuso a
Prusia Real una mayor dependencia. EL fin de la dinastía frustro los intentos de fortalecer el poder real, a pesar de los intentos de
Estaban Báthory. La Contrarreforma impulsada por la dinastía de los Vasa lograría imponer el catolicismo en Polonia.

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Autocracia rusa y conflictos en el Báltico

Sobre los restos de la Horda de Oro surgió el gran ducado de Moscú, al frente del cual Iván III el Grande (1462-1505) afirmo
su autoridad sobre Moscovia e inició un notable proceso expansivo que le llevó a enfrentarse con los Kanatos e inquietar a
Polonia-Lituania y la Hansa, cuyos mercaderes fueron expulsados de Nóvgorod una vez Iván III tomo la ciudad.

Poder real

Estableció un poder firme en sus dominios, si bien distinto al de los príncipes europeos. El zar intentaría desarrollar un
régimen autocrático, reforzado por una creencia en su condición sagrada, sin ningún tipo de limitación o regulación. Lo más
parecido en Europa a este régimen era el de los sultanes turcos, compartiendo la crueldad como elemento constitutivo del
sistema. Su matrimonio con Zoe, sobrina del último emperador bizantino, Constantino Paleólogo, así como su fuerte vinculación
con la iglesia ortodoxa rusa y la iglesia bizantina, proporcionó un respaldo simbólico a su poder, elevando Moscú a la tercera
Roma, y a adoptar el titulo de Zar y el águila bicéfala (1497).

EL soberano se convirtió en dueño de la tierra y se dio paso a la idea del servicio, base del ejército y de la administración. La
nobleza cortesana (dvoriane) recibía tierras (pomestie) por las que los beneficiarios (pomershchik) recibían ingresos. Los boyardos
intentaron frenar el poder del rey mediante la Duma (consejo), pero esta carecía de unidad interna, y tenían que enfrentarse al
sólido apoyo de la Iglesia al gran príncipe. La Duma, estaba formado por los príncipes vasallos, la alta nobleza (boyardos) y algunos
miembros de otros sectores, y tenía mero carácter consultivo, sin ningún poder a excepción del que delegaba el soberano.

En tiempos de Iván IV se convirtió en una asamblea compleja y difícilmente gobernable, pues aunque el soberano nombraba
a sus integrantes estaba condicionado por el sistema de precedencia imperante (mestnichstvo). Por ello en 1549 se convoco por
primera vez el Zemski Sobor, una asamblea de composición social más amplia, una especie de parlamento convocado a voluntad
del soberano. Ambos organismos irán perdiendo importancia frente a la burocracia dependiente del soberano. A partir de 1560
Iván IV reprimió a los boyardos con ayuda de los Oprichniky (policía política), y esto le valdría el control sobre ellos y el apodo de
“El Terrible”.

Reforzó la servidumbre campesina (1581).

Vivió una importante expansión


exterior, al este y sur, conquisto la
cuenca del Volga a los Tártaros, tomo
los Kanatos de Kazán (1552) y Astracán
(1556) llegando al mar Caspio,
acercándose a Siberia. Al oeste se
enfrentó con Polonia y Suecia buscando
una salida al mar Báltico. A la muerte de
Iván IV en 1584 se disgrego el poder
que había creado, su hijo deficiente
Fiodor I heredo la corona, pero fue
remplazado por el hermano de la zarina
Boris I. Se desato una época de
anarquía, la época de las Turbaciones o
Tumultos desde el periodo de gobierno
de Boris (1598-1605) hasta el acceso al
trono de Miguel Romanov en 1613.

El dominio del báltico fue decisivo


para el control de la zona, y lo logro
durante mucho tiempo Dinamarca
respaldada por la Unión de Kalmar
(1397). Dinamarca estaba interesada en
debilitar a la Hansa, favoreciendo la
entrada de barcos neerlandeses. La
venganza de la Hansa consistió en su apoyo, encabezado por Lübeck, a la independencia Sueca, (1523) que supuso el fin de la
Unión, si bien no la perdida de los estrechos, Dinamarca seguía manteniendo Escania.

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El conflicto con la Hansa prosiguió en los años de Federico I (1523-1533). Lübeck se le enfrentó interviniendo en la guerra de
sucesión a la muerte de Federico I, la llamada guerra de los Condes, siendo derrotada la Hansa por Suecia y Dinamarca. Gustavo
Vasa aprovecho la ocasión en 1536 para liquidar los privilegios comerciales de la Hansa a cambio del dinero que está presto a su
país para la independencia en 1523. La decadencia de la Hansa iniciada en el siglo XV se acentuó en el siglo XVI, debido a la
emigración de los grandes barcos de arenques hacia las costas flamencas, a la crisis interna de ciudades o la aparición de
competidores y piratas. De hecho el poder en la Hansa se desplazaría hacia occidente, recayendo en Hamburgo. La hegemonía
danesa sucumbiría a las ambiciones mercantiles neerlandesas y a la competencia Sueca y en menor medida Polonia.

EL tratado de paz de Spira (1554) obligo a Cristian III a abrir los estrechos daneses, fijando tarifas aduaneras para los distintos
países, abriéndose al comercio neerlandés. El margen oriental del golfo de Finlandia y Lituania será especialmente conflictivo,
ambicionado por Rusia, Iván IV consiguió tomar el puerto de Narva, lo que llevo a otras ciudades como Reval y al norte de Estonia
a buscar la protección Sueca. El gran maestro livones adopto la reforma, secularizo las tierras y se convirtió en duque de Curlandia
(1561) ofreciendo vasallaje a Polonia-Lituania.

Dinamarca se apodero de Ösel, pero sus problemas con Estonia dieron lugar a la Guerra Nórdica de los Siete Años (1563-
1570) cuya paz de Stettin, sancionaría el conflicto sin un vencedor claro. Estonia pasaría a Suecia y Livonia a Polonia. Iván IV siguió
apoderándose de Lituania, lo que llevo al reforzamiento de los lazos polaco-lituanos, en la Unión de Lublin (1569), ayudadas por
Suecia reconquistaron Polock (1576) y derrotaron a los rusos en Venden (1578). El zar se retiro firmando un tratado con Polonia
en 1582 y sobre estonia con el armisticio de Narva con Suecia.

CRONOLOGIAS IMPORTANTES DE ESTE PERIODO:


ITALIA

1494: Carlos VIII, rey de Francia, invade Italia. Coalición antifrancesa. Los Médicis expulsados de Florencia.
1495: Batalla de Fornovo - Carlos VIII ocupa el Milanesado. Batalla de Seminara los franceses derrotan a los españoles
1497: Fin de la primera Guerra de Nápoles - Ferrante II.
1499: Arranque del Tacitismo - Pacto de Lucerna entre Luis XII y los venecianos
1500: Batalla de Novara - Luis XII desaloja de Milán a Ludovico Sforza.
1501: Francia y España conquistan Nápoles.
1508: Liga de Cambrai articulada por el Papa Julio II contra Venecia en la que Participan Francia, España y el Imperio
1509: Batalla de Agnadillo con la derrota de Venecia
1511: Lutero viaja a Roma
1513: Giovani de Médicis llega a ser el papa León X. La Confederación Helvética derrota a Francia en la batalla de Novara.
1517: Tratado de Cambrai - Reparto de Italia entre Francisco I, Carlos de España y Maximiliano
1527: Saqueo de Roma por las tropas de Carlos V

PORTUGAL

1581: Felipe II rey de Portugal - Declaración de independencia de las Provincias Unidas.


1581: Las Cortes de Tomar reconocen a Felipe II como rey de Portugal. - Acta de Abjuración

ESCANDINAVIA – MONARQUIAS NÓRDICAS

1521: Ruptura de la Unión de Kalmar


1527: Dieta de Vasteraas - Secularización de los bienes eclesiásticos en Suecia
1536: Dieta de Copenhage – Dinamarca y Noruega se declaró luterana - Imposición del calvinismo en Dinamarca
1544: Dieta de Orebrö que otorga la condición de hereditaria a la corona sueca
1563-1570: Guerra Nórdica de los Siete Años (Lübeck, Suecia y Dinamarca)
1625: Rendición de Breda. Convención de la Haya entre Dinamarca, Inglaterra y Las Provincias. Unidas
1629: Paz de Lübeck, Dinamarca se retira de la guerra de los 30 Años.
1629: Edicto de Restitución. Tregua de Altmark (entre Suecia y Polonia)
1630: Desembarco de Gustavo II de Suecia
1632: La batalla de Lützen, en ella muere Gustavo II de Suecia
1633: Suecia entra en la Liga de Heilbronn o Unión Protestante. La Liga es vencida en Nordlinguen por Fernando de Austria y el
Cardenal Infante
1635: Acuerdos de Pirna-Praga. Francia entra en la Guerra de los 30 Años. Paz de Stumsdorf (entre Suecia y Polonia)
1658: Paz de Röskilde entre Dinamarca y Suecia
1660: Paz del Norte con los siguientes tratados: Tratado de Copenhage, Suecia conserva Escania pero el Báltico se abre a los
barcos de cualquier país. Paz de Oliva, Polonia renuncia a las pretensiones de la corona sueca.

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POLONIA Y DUCADO DE LITUANIA

1572: Sube al trono de Polonia la dinastía Jagellón


1618: Desfenestración de Praga
1635: Acuerdos de Pirna-Praga. Paz de Stumsdorf (entre Suecia y Polonia)
1656 Tratado de Königsberg. - Prusia Oriental rompe lazos con Polonia para convertirse en feudo sueco.
1660: Paz de Oliva - Polonia renuncia a las pretensiones de la corona sueca

RUSIA Y EL BÁLTICO

1547: Coronación de Iván IV el terrible


1661: Paz de Kardis - Rusia renuncia a Livonia y Carelia

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Tema 10: Europa en Guerra: De la Pax Hispánica a las Paces de Westfalia y Pirineos.
Por: Manuel R. Jiménez Martínez (UNED)
La Pax Hispánica

El s. XVII se inició en Europa un periodo de pacificación tras los años finales de reinado de Felipe II. Francia cerraba su larga
crisis de las guerras de religión, con el reconocimiento de su nuevo rey, Enrique IV, la pacificación del Edicto de Nantes de 1598 y
la Paz de Vervins del mismo año. En España accede al trono Felipe III. La guerra marítima entre España e Inglaterra continuaba con
ataques aislados, en la que España apoyaba a la revuelta católica irlandesa. En el Tratado de Londres de 1604 se cerró los
enfrentamientos. Contra los rebeldes neerlandeses una flota de éstos saqueó Las Palmas de Gran Canaria y atacó la Gomera en
1600, y la Armada del Estrecho sufrió una dura derrota cerca de Gibraltar en 1607.

En los Países Bajos el ejército de los archiduques fue derrotado por Mauricio de Nasau en la Batalla de Las Dunas en 1600,
donde las campañas de 1606 y 1607 fueron victoriosas para los españoles, pero el agotamiento de ambos bandos, y en el caso de
España, una nueva bancarrota llevó a la tregua de Amberes en 1609. Las guerras de la gran coalición atlántica, contra Felipe II
habían concluido, pero quedaron muchas cosas por resolver por eso más que de una paz, se trató, en la mayoría de los casos, de
una tregua. La paz con Inglaterra era la más firme, y la buena relación entre ambos países se mantendría hasta 1625. La tregua
con Las Provincias Unidas tuvo un marcado carácter temporal, siendo más beneficiosa para los rebeldes dejando sin resolver
cuestiones como el bloqueo del Escalada y el peligro que suponía para los intereses hispanos en ultramar la actividad de la
Compañía de las Indias Orientales (VOC).

Los enfrentamientos se producirán nuevamente en Italia, ahora incrementados por el interés de España, desde mediados de
los años 90 del s. XV, de garantizar la seguridad en el Mediterráneo, dando lugar a la conquista de la fortaleza de Larache en 1610
y la Mároma (actual Marruecos) en 1614. El Tratado de Vervins de 1598 no había resuelto el enfrentamiento entre Francia y
Saboya, con sus disputas territoriales del marquesado de Salazzo, y anexionado por Francia, el duque Carlos Manuel I de Saboya
reivindicaba su posesión. Mediante el Tratado de Lyon de 1601 Francia cede el Salazzo a Saboya a cambio de algunos territorios
(Bresse, Gex entre otros). El tratado de Lyon perjudicó indirectamente a España al interrumpir la ruta entre el norte de Italia y el
Franco Condado. La monarquía española a través del Conde de Fuentes firmó un tratado con los cantones católicos de Suiza en
1604 para garantizar la utilización del paso alpino.

El mayor conflicto, en el que también intervino Francia, surgió en 1600 con motivo de la crisis sucesoria de los ducados de
Juliers, Cleveris y Berg, de gran importancia dada la situación estratégica en el bajo Rin (Este de los Países Bajos) y por el riesgo de
cualquier cambio confesional en aquella zona del imperio. Se llegó a una solución de compromiso en el Tratado de Yanten de 1614
estableciéndose un reparto de territorios.

El príncipe Carlos Manuel I, príncipe italiano, se atrevió a enfrentarse al poder de la monarquía española, siendo derrotado
por el marqués de Villafranca, nuevo gobernador de Milán, forzando en 1617 un acuerdo de paz en Madrid (para otros autores de
Pavía), La Paz de Madrid propició la solución de la Guerra de Friuli (1615-1617). En 1617 España firmó con el emperador el Pacto
de Praga (pacto de Oñate), suponía la renuncia de Felipe III a la sucesión del Imperio a cambio de posesiones en Alsacia y
Habsburgo

Rebelión bohemia y orden absolutista: la guerra alemana

En 1617-1618 fue elegido rey de Bohemia y


Hungría y heredero del imperio el archiduque Fernando
de Estiria. Personaje partidario de la Contrarreforma y
con una clara inclinación al absolutismo, deseaba abolir
la Carta Majestad. Sus primeras medidas en Bohemia
fueron anti-protestantes y favorables a los nobles
católicos. La defenestración de Praga de 23 de mayo de
1618 (desencadenante de la guerra de los 30 años),
propicio la organización de los territorios que formaban
la corona de Bohemia en defensa de la Carta Majestad.
La rebelión se extendió a otros estados de los
Habsburgo. La muerte del Emperador Matías en 1619
fue el desencadenante del paso decisivo hacia la guerra.
Los estados de la corona de Bohemia depusieron a
Fernando, eligiendo como emperador a Federico V del
Palatinado, pero la deposición de Bohemia tuvo el
efecto contrario de reforzar el respaldo del imperio a
Guerra entre Bohemia y el Palatinado (1618-23) Fernando que fue elegido emperador (Fernando II).

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Con el transcurso de la guerra las cosas se ponían cada vez peor para los protestantes. España quería cerrar el frente abierto
en el Imperio antes de que se reanudase la guerra en los Países Bajos. En 1620 varios ejércitos al servicio del Emperador
confluyeron sobre Bohemia derrotando a los protestantes en la Batalla de Montaña Blanca. El triunfo dio paso a una reacción
católica y absolutista. En Bohemia la represión incluyó importantes confiscaciones de tierras, pillajes y abusos en beneficio de los
vencedores. En 1627 el emperador promulgó una nueva forma de gobierno, que constituía a la Corona en hereditaria reduciendo
los poderes de los Estados. Federico V fue declarado proscrito del Imperio y privado de su condición de elector, y tuvo que huir a
las Provincias Unidas. Otros príncipes fueron también desposeídos por decisión del Tribual Imperial. La cifra total de exiliados a
consecuencia de la guerra y la represión se ha calculado en torno a unas 250.000 personas.

La intervención danesa y sueca, y las libertades alemanas

El embate absolutista y católico


protagonizado por Fernando II en Alemania y la
progresiva expansión sueca en el Báltico
oriental, movilizaron al Rey de Dinamarca y
Noruega Cristian IV, que tuvo un papel
fundamental en la reanudación de la guerra con
Alemania con amplios intereses en el Imperio.
Pese a la oposición del Consejo de Estado
danés, pero con el respaldo de Inglaterra, y las
Provincias Unidas, en 1626 atacó a la Liga
Católica. Los daneses fueron derrotados en la
Batalla de Lutter (1626), la Baja Sajonia y con la
derrota contra los turcos en Bagdad, se vio
forzado a negociar la paz con el Emperador lo
que permitió a los católicos ocupar
Mecklemburgo, entre otros territorios. El rey de
Dinamarca firmó la paz de Lübeck en 1629 que
ponía fin a sus aventuras alemanas
comprometiendo su hegemonía del Báltico.

Después de su triunfo militar el emperador Guerra entre Dinamarca y Baja Sajonia (1625-29)
Fernando II promulgó el Edicto de Restitución (1629) que prohibía cualquier credo protestante que no fuera el Luteranismo y
obligaba a devolver a la iglesia católica las tierras secularizadas en 1552 fecha establecida en la Paz de Augsburgo y ampliaba la
llamada Reserva Eclesiástica de 1555, sin respetar la convivencia confesional existente en muchas ciudades imperiales. La
reacción de los príncipes católicos en la Dieta de Ratisbona abortó los planes imperiales y consiguió la destitución de Wallenstein.

El peligro para la frágil paz impuesta por el


emperador en 1629, vino de fuera de Alemania.
Gustavo Adolfo III de Suecia, con su ejército
penetró en el NE de Alemania, lo que favorecía a
Luis XIII que, a través del Tratado de Barwalde de
1631 se comprometía a enviar un subsidio anual
a Suecia para mantener un ejército sueco
asentado en Alemania. Mediante el Manifiesto
de Leipzig (1631) los príncipes protestantes
alemanes acordaron establecer una alianza
defensiva que garantizase la integridad
constitucional del Sacro Imperio frente a las
fuerzas del emperador y a los invasores suecos.

La victoria sueca en la batalla de Breitenfeld


(1631) provocó la pérdida del emperador de las
posesiones que había conquistado en el Báltico
avanzando las tropas suecas hacia el centro y el
oeste de Alemania. En mayo de 1632 el rey de
Suecia y el desposeído Federico V del Palatinado
entraron triunfalmente en Múnich. En 1632 se
Guerras suecas y franco-suecas (1630-48) produjo la muerte de Gustavo Adolfo en la

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batalla de Lützen, pero a pesar de ello, Suecia mantuvo su ejército en Alemania y en 1633 formó la liga de Heilbronn con sus
principados protestantes. En mayo de 1635 se llegó a la Paz de Praga en la que las diferencias religiosas pasaron a un segundo
lugar, y se puso fin a la hegemonía sueca en Alemania. Se llevó a cabo la disolución de la liga de Heilbronn y se despejó la vital ruta
del Rin para los españoles, aunque fuese momentáneamente.

1635: La guerra civil europea

En mayo de 1635 los franceses declaran la guerra a España con una doble disculpa. De una parte, para proteger al Duque de
Tréveris, su aliado, apresado por los españoles. De otra, oponerse a la inexistente invasión española en apoyo de Gaston de
Orleans (hermano de Luis XIII), como candidato al trono francés. En el planteamiento de la guerra a España, Francia financió
abundantemente a los ejércitos suecos y a las tropas protestantes de Bernardo de Sajonia-Weimar. La guerra se libró de forma
preferente en la frontera con los Países Bajos, Italia y la frontera con España. Al principio la guerra fue bien para España, no solo
en el frente flamenco, sino también en Italia donde los franceses fracasaron. El duque de Parma, aliado de Francia, tuvo que
hacer la paz con España. También en España, los franceses fueron derrotados en el cerco a Fuenterrabía. En las fronteras con
Alemania las cosas fueron más favorables a los franceses, ocupando en 1637 parte de las posesiones españolas en Luxemburgo, el
Franco Condado y posteriormente en el Rin así como el control de Alsacia.

A partir de 1640 la guerra se decantó favorablemente para Francia, y a ello contribuyó las revueltas en las que España estaba
implicada con Cataluña y Portugal. En 1642 los franceses que ayudaban a los rebeldes catalanes tomaron Salses y Perpiñan, pero
en 1644 las tropas francesas fueron vencidas en Friburgo. Fue el estallido de La Fronda el que puso fin al ataque francés y la
necesidad de firmar la paz. En el Este del imperio, los suecos, fueron la pesadilla para el emperador, venciendo al ejército imperial
en 1636. De nuevo en 1645 el ejército sueco amenazó seriamente al emperador vencido en la Batalla de Junkuv. Ocupó Krems,
atacó Viena, saqueó Baviera y Renania en 1646-1647, lo que llevó a los obispos electores y a otros príncipes católicos a firmar la
paz. La última operación bélica sueca fue la invasión de Bohemia con el ataque a Praga en 1648. Ambos son un exponente de
hasta qué punto la guerra en Alemania terminaba con una exhibición de fuerza de los ejércitos contrarios a los Habsburgo,
especialmente el sueco.

La Paz de Westfalia: La construcción del Imperio y la ordenación del espacio político

La paz de Westfalia estuvo


precedida por la reunión de diversos
príncipes alemanes y dos conferencias
internacionales en la que negociaban
católicos y protestantes. El 24 de
octubre de 1648 se firmó la Paz de
Westfalia en Münster. La paz pretendía
evitar en un futuro una confrontación
similar a la precedente, y fue el primer
tratado que pretendió regular el
conjunto de la política europea. Se
establecieron algunos principios que
regularan las relaciones internacionales
como, la soberanía de cada estado, la
igualdad entre ellos, la laicización de la
política internacional, la regulación por
el derecho internacional, y las
relaciones internacionales entre
estados.

Westfalia enterró los últimos


restos de la Cristiandad medieval
Paz de Westfalia, 1648
encabezado por el papa y el
emperador. El primero se vio apartado de su papel eminente, y el segundo quedó convertido en un soberano más. Los príncipes y
ciudades del imperio serían en adelante soberanos, y en la Dieta imperial, el número de príncipes electores pasó a ocho. En el
ámbito de las creencias, se reconoció el calvinismo, la libertad de conciencia y el derecho a la práctica privada a quienes no
compartiera la religión del príncipe. Fueron anulados los acuerdos sobre las tierras eclesiásticas del edicto de la Restitución y la
Paz de Praga. Los tratados privaron a la iglesia de bastantes obispados, abadías y bienes en Alemania. El Papa Inocencio X protestó
ante esta situación pero fue ineficaz su protesta. Desde el punto de vista confesional, Alemania siguió siendo protestante en el
Norte y católica en el Sur.

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Territorialmente el emperador apenas sufrió pérdidas a excepción de Lusacia, Alsacia y el Alto Rin, e incrementó su poder
religioso sobre los territorios de los Habsburgo. El país más beneficiado, desde el punto de vista territorial, fue Suecia. El elector
de Brandeburgo también sacó beneficio, ya que Suecia y Brandeburgo quedaban como los principales poderes del Norte de
Alemania. Brandeburgo se convertiría en el futuro en el potente reino de Prusia. En el Sur, los estados más fuertes eran el de los
Habsburgo y el ducado de Baviera. La Guerra de los 30 años provocó un indudable descenso de la actividad económica, con
algunas excepciones. Las paces provocaron el tratado bilateral entre España y Las Provincias Unidas, reconociendo la
independencia de las 7 provincias del Norte de los Países Bajos, mientras que el Sur católico, seguía en la monarquía de España.
Las Provincias Unidas mantuvieron bloqueada la desembocadura del Escalada lo que reconocía los derechos neerlandeses sobre
las colonias portuguesas en Asia, África y Brasil.

La continuidad de la confrontación hispano-francesa hasta la paz de los Pirineos

La guerra franco española


no concluyó con los Tratados de
Westfalia, ya que Francia obtuvo
la garantía de la neutralidad del
emperador, y España se
beneficiaría de la reducción a uno
de sus frentes en los Países Bajos.
En 1648 los franceses vencieron
en Lens, pero posteriormente, la
crisis de Fronda permitió a los
españoles retomar la iniciativa. La
sublevación parisina permitió a
las tropas de Felipe IV la toma de
Barcelona en 1652 y la
recuperación total de Cataluña.
En Flandes el archiduque
Leopoldo Guillermo reconquistó
gran número de plazas perdidas
realizando incursiones en Francia.

El año 1652 fue un nuevo


annus mirabilis para España que
demostró una gran resistencia.
Concluida La Fronda (la última
batalla llevada a cabo contra el
rey de Francia por los Grandes del
reino y que continuó con la
guerra hispano-francesa de 1653-
1659), los triunfos españoles
continuaron en diversos frentes. En Flandes los franceses vencieron en Arres. En Italia, el ataque francés a Pavía de 1655 acabó en
un desastre. En Cataluña los franceses no logran conquistar Gerona, pero si se apoderan de Puigcerdá, Cadaqués y Camprodón,
años después. En 1655-56 no fructificaron las conversaciones de Madrid, entre otras cosas, por la oposición de Felipe IV al
matrimonio de Luis XIV con su hija María Teresa.

En 1657 la contienda se decantó del lado francés cuando Inglaterra reforzó el ejército francés en Flandes. Exponente son el
triunfo en la batalla de Dunkerque, la 2ª batalla terrestre de Las Dunas, y la recuperación de Trino en el norte de Italia. Finalmente
la monarquía de España tuvo que negociar la Paz de los Pirineos (1659) en la que cedió a Francia los condados catalanes del
Rosellón, Cerdaña y Conflent. Pasó a Francia la provincia de Artois y varias plazas en Flandes y Luxemburgo. Dunkerque quedó
bajo dominio inglés. Francia devolvió a España Rosas y Cadaqués y se comprometió a no apoyar a los portugueses en su rebelión
contra España, lo que no cumplió. En el terreno comercial, Francia obtuvo muchas facilidades para introducir en España sus
productos manufacturados

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CRONOLOGIAS IMPORTANTES DE ESTE PERIODO:

1598: Edicto de Nantes (restablecimiento del catolicismo en Francia y tolerancia religiosa)


1598: Paz de Vervins (entre Felipe II y Enrique IV de Francia)
1601: Tratado de Lyon (Francia cede el Salazzo a Saboya a cambio de algunos territorios como Bresse y Gex entre otros).
1604: Muere Isabel I de Inglaterra
1604: Tratado de Londres (entre Felipe II y Jacobo I Estuardo)
1609: Tregua de los Doce Años (entre las Provincias Unidas y España). Carta de Majestad concedida por el emperador Rodolfo II
1617: Pacto de Praga (entre las dos ramas de la Casa de los Austria)
1618: Defenestración de Praga (desencadenante de la Guerra de los 30 años. Defensa de la Carta de Majestad por Bohemia)
1620: La batalla de la Montaña Blanca (Derrota de los protestantes en Bohemia por las tropas del emperador Fernando II)
1626: La batalla de Lutter, Tilly derrota a Cristian IV
1629: Paz de Lübeck (Dinamarca se retira de la guerra de los 30 Años. Edicto de Restitución.)
1632: La batalla de Lützen, en ella muere Gustavo II de Suecia
1635: Acuerdos de Pirna-Praga. Paz de Praga
1639: Tropas españolas penetran en Artois. Derrota marítima española en Las Dunas por parte de los holandeses
1643: Derrota del ejército español en Rocroi
1644: Comienzo de las negociaciones de Westfalia, en Münster y Osnabrück
1648: Conclusión de la Paz de Westfalia.
1658: Victoria anglo-francesa en las Dunas
1659: Paz de los Pirineos

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Descargado por Pedro Castillo (carlos_porterazo@hotmail.com)

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