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2020
“CARDENAL ECHEVERRÍA”
Carrera de Filosofía
SAN BUENAVENTURA
Periodo académico:
I. PRELIMINARES
Introducción
UNIDAD # IV
Temas de unidad.
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- El acto moral
- La libertad
Ex. Como aquello que une los extremos de lo infinito y lo finito, el mundo y Dios,
justamente por lo que decíamos, el hombre es ser temporal y espiritual como ningún
otro ser. El hombre para Buenaventura no es solo creatura como cualquier otro ser o
ente, ya de hecho tiene una finalidad porque es imagen y semejanza de su creador.
Dios hizo al hombre espíritu y materia corporal para que fuera como la síntesis del
universo y el encargado de orientar todo a su origen y fuente. En la sentencias II señala
“El primer principio (Dios) hizo este mundo sensible para darse a conocer a sí mismo,
es decir, para que el hombre fuera conducido por él como por un espejo y por un
vestigio a amar y alabar a Dios, su artífice.
Además los entes creados permiten al ser humano una relación con Dios a través de los
entes creados.
Al decir que el hombre es imagen de Dios, nos encontramos ante una de las definiciones
más célebres de la tradición cristiana, que tiene su fundamento en las primeras páginas
de la Biblia, donde se relata la creación del mundo. San buenaventura no fue ajeno a
esto.
En primer lugar, el hecho mismo de la creación no refiere una relación que el hombre
tiene con su Creador, la dependencia de Él, a la que libremente debe remitirse. Todo lo
que el hombre tiene viene de Dios que es la fuente de toda vida, en todos los estratos en
que ésta se manifiesta, desde la animación del cuerpo hasta la luz del espíritu. El
hombre lleva en sí mismo impresa la relación con Dios, de origen y de destino, es de
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Dios y para Dios; la «imagen de Dios» y, en realidad, la única imagen de Dios, una
imagen viva.
Resumimos. ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de
él te cuides? Salmo 8-5. En esta pregunta hay un reconocimiento real de la condición
del hombre como “creatura”, pues en ella se reconoce la pequeñez radical del hombre
frente al Creador, en virtud de la finitud del hombre, es decir de su condición de
creatura contingente, limitada, finita.
Es así, en principio, una “nada frente al todo del Creador”. Pero se evidencia,
inmediatamente, que, al ser creatura de Dios, y al serlo “a su imagen y semejanza” (y
esto tiene la certeza de la revelación divina), el hombre es, esencialmente, en su medida
natural, portador participado de los valores eternos del Creador. Y lo es en la medida de
su naturaleza finita, pero susceptible de eternidad.
Por eso, el hombre es, en virtud de ser un ser “participado”, una nada delante de Dios,
pero una nada “capaz de Dios”, capacidad que es posible por la realidad de ser
auténticamente vivo en la vida sobrenatural que Dios quiere para él.
Es por eso que el Salmo continúa expresando del hombre: “Lo has hecho poco menor
que los ángeles, le has coronado de gloria y honor. Le diste el señorío sobre las obras de
tus manos, todo lo has puesto debajo de sus pies.
Buenaventura define al hombre como “animal racional y mortal” Sen. I. Esta definición
del hombre platea dos realidades:
Uno, la realidad del hombre mortal y dos la realidad del hombre intelectual.
Dos realidades tan diversas entre sí y, sin embargo, tan unidas que su separación con la
muerte parece una violencia natural.
Sin embargo, señala nuestro autor, que la misma realidad del hombre exige, de algún
modo, la resurrección sobrenatural. ¿Si la realidad de la finitud humana, de la muerte no
existiera que sería el hombre?
La naturaleza del hombre requiere que este sea compuesto de cuerpo y alma juntos,
como de materia y forma, que tienen mutua inclinación y mutua necesidad.
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Está compuesto de un cuerpo y de un alma. Pero de un cuerpo que es materia y de un
alma que es forma de tal manera que unidos constituyen uno por esencia.
Ahora, donde radica la unidad del ser humano donde el alma según buenaventura es la
perfección del cuerpo destinado a ser vivificado por la vida racional señala en las Sent
II “la una y el otro están destinados a unirse entre ellos tanto sustancial como
accidentalmente”. Porque entonces los dos no constituirían una unidad por esencia.
El hombre, compuesto de alma y cuerpo, es «uno por esencia» "; y los coprincipados
que lo integran son íntimamente interdependientes y están condicionados entre ellos.
Incluso «la acción del alma resulta entorpecida por un defecto del cuerpo. La razón está
en que la unión del alma y del cuerpo constituye un tercero que es uno por esencia» 12.
De ahí que las acciones y pasiones del cuerpo y del alma se deben adjudicar y atribuir a
ese uno por esencia, que es el hombre. El vivir, el sentir, el moverse, el padecer, el
gozar, el conocer, el amar y las demás actividades físico psíquico espirituales son
resultado del hombre, como centro convergente del ser y del actuar de los elementos
estructurales que lo integran. El alma siente a través del cuerpo, y el cuerpo necesita ser
vivificado por el alma.
4.4. El cuerpo
Para el Doctor Seráfico, el cuerpo humano, como todos los demás cuerpos, es el
resultado de dos elementos-base de la realidad corpórea: la materia física, que anida en
su seno las razones seminales, y la luz, considerada como reserva inagotable de todas
las energías del universo. De hecho, la materia, envuelta de luz, origina la realidad
corpórea y, de ese modo, comienza el desarrollo del cosmos. La materia, estimulada por
la luz, madura lentamente las primeras raciones seminales, Provo-cando de ese modo el
paso de la potencia al acto y dando lugar con ello a un proceso gradual de
determinaciones siempre más ricas en el orden ontológico.
Los cuerpos celestes, sede de la luz, «en virtud de su energía y de su calor, influyen en
la producción de las cosas que se engendran de los elementos, excitando, impulsando,
concilian-do; de tal modo que por la conciliación de elementos contrarios, alejada de la
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igualdad, influyen en los minerales; por la conciliación, menos alejada de la igualdad,
en los vegetales; por la conciliación, próxima a la igualdad, en los cuerpos humanos, los
cuales están dispuestos para la forma más noble, que es el alma racional, a la cual se
ordena y en la cual se termina el apetito de toda la naturaleza sensitiva y corpórea.
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Buenaventura, el hombre, que se dice microcosmos, tiene cinco sentidos como cinco
puertas, por las que entra en nuestra alma el conocimiento de todas las cosas que existen
en el mundo sensible. El cuerpo humano nos vincula al universo material y nos abre al
mundo del espíritu.
4.3. El Alma
Buenaventura se separa de la tesis platónica del alma prisionera en la cárcel delo cuerpo
y se vincula a la aristotélica del alma como forma del cuerpo. Pero tampoco acepta sin
más la doctrina aristotélica de la simple forma, totalmente dependiente de la materia y
destinada a desaparecer con la corrupción de la materia, como sucede en el resto del
mundo material, en donde la forma no puede subsistir en sí misma y está en total
dependencia de la materia.
Aunque la forma ordinaria está, limitada a la actividad material, sin embargo no sucede
lo mismo con el alma que tiene sus propias actividades espirituales: En lo que se refiere
a la actividad vegetativa y sensitiva, el alma puede ejercitarla únicamente en los límites
del cuerpo, pero el caso de la actividad intelectual es completamente diverso, puesto que
sobrepasa infinitamente al cuerpo, aunque dependa del como instrumento o medio
proporcionado. El alma racional tiene su propia actividad, que no depende del cuerpo,
como el acto del entendimiento, que no es material. El alma, aunque es forma del
cuerpo humano, goza de propia subsistencia espiritual independiente del substrato
material del cuerpo.
El alma racional es una forma sustancial, es una sustancia espiritual simple y deiforme.
Dado que subsiste en sí misma, debe connotar los elementos de toda sustancia finita: la
materia, principio de posibilidad y de limitación del ser, y la forma, principio de acto y
de determinación. Esto es propio del alma espiritual y no del alma del animal, pues esta
no es forma subsistente ni goza de actividades espirituales, sino que es la simple forma
de la materia corporal, lo mismo que las demás formas de la naturaleza material. El
alma racional está constituida de forma y de materia como condición de su propia
subsistencia, pero dicha materia es puramente espiritual y, por lo tanto, sin partes
cuantitativas y sin extensión. Esta tesis bonaventuriana es lógica aplicación del
hilomorfismo universal. Sin embargo, aunque «el alma racional este compuesta de
materia y de forma, tiende de por si a la unión con el cuerpo. Lo mismo que este,
también compuesto de materia y forma, tiende a la unión con el alma.
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con el cuerpo por propia necesidad de complemento. Su misma individualidad depende
de su relación ontológica con el cuerpo. Para el Doctor Seráfico el alma es una sustancia
completa, pero anhela la unión con el cuerpo, no para recibir, sino para dar; no tanto
para perfeccionarse, sino para comunicar sus perfecciones al cuerpo. El informar al
cuerpo es un acto de deseo natural que pertenece a su esencia; pero este acto unitivo es
un acto que no brota de una indigencia, sino del deseo de comunicarse y perfeccionar.
Es una perfección del alma el poder informar el cuerpo, pero la esencia de esta
perfección consiste en el hecho de comunicar a otro las propias cualidades y
perfecciones.
Otra diferencia está en que para el dominico, como para los aristotélicos ortodoxos, el
alma es esencial y fundamental-mente el acto y la entelequia del cuerpo organizado. El
franciscano no niega esto, incluso lo asume, pero según él no es esta su misión
primordial. El alma es ante todo una sustancia espiritual y subsiste en sí misma, es
inmortal y está dotada de las facultades propias de un ser espiritual: existe como ser,
vive, conoce y goza de libertad. Pero su deseo de unión al cuerpo no es para informarle
simplemente, sino que su deseo sustancial e intrínseco de comunicación la urge a unirse
a una materia corporal debidamente organizada para poder desarrollar su capacidad, sus
virtualidades. Sólo en este sentido el alma puede definirse como acto y entelequia del
cuerpo humano.
4.6. Ética
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son suficientes para alcanzar el Ultimo fin; pensar que las facultades del alma son de
por si rectas y sanas, adjudicando los vicios únicamente al cuerpo. La conclusión es que
las virtudes naturales no pueden conseguir la rectitud ni la finalidad última del hombre
si no están integradas en las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad.
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Siguiendo a Aristóteles, Buenaventura enumera cinco virtudes intelectuales: el arte o la
industria, la ciencia, la prudencia, la sabiduría (en sentido aristotélico) y la inteligencia.
La prudencia ocupa el centro referencial y dominante en estas virtudes y ella realiza la
unión entre el afecto y la acción. Se relaciona con la sabiduría a través de la inteligencia
y con el arte mediante la ciencia. En esta conjunción entre el sujeto, el conocimiento y
el afecto se consuma la acción moral.
c) Virtudes morales de justicia. Estas virtudes indican las normas que regulan la
relación personal con Dios y con la sociedad. Son el fundamento de lo que se llama
Érica especial. Se trata de cuatro virtudes interdependientes e íntimamente
intervinculantes: el deber de dar culto a Dios, las normas de convivencia, la forma de
presidir una comunidad social y la censura en el juzgar. Pero no se llega a la censura de
juzgar sino por la norma de presidir, ni a la norma de presidir sino por la forma de
convivir, ni a la forma de convivir sino por el rito de dar culto a Dios.
Además hay que añadir otro elemento: la ejecución del acto, cuando esto es posible,
pues a lo imposible nadie está obligado. Pero si se tiene la facultad y la ocasión para
realizar la acción, la intención no basta sin el complemento de la ejecución.
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La intención es muy importante en la acción moral y pide alguna aclaración. La
intención es un acto muy personal que exige la presencia de la razón y de la voluntad.
Pero el entendimiento posee dos funciones diversas: la especulativa y la práctica. No se
trata de dos entendimientos, sino de uno solo. Se llama especulativo cuando se orienta
hacia una cosa con la intención de conocerla, y se denomina práctico cuando señala la
norma que hay que seguir en la ejecución de una acción.
La conciencia moral no es otra cosa que un hábito del entendimiento practico en cuanto
dictamina los principios operativos a los que deben ajustarse nuestras acciones, al modo
como la ciencia es un hábito del entendimiento especulativo en el orden del conocer. La
conciencia, informada por los principios prácticos del entendimiento y dinamizada por
la fuerza de la voluntad, dictamina la acción que hay que llevar a cabo y cuáles son las
acciones que hay que hacer u omitir. La conciencia determina la opción vinculante para
el alma racional: el seguir su dictamen si la conciencia es recta, o el de corregirla si su
dictamen no es correcto ni recto.
Dios ha otorgado al hombre doble rectitud: una en relación al juicio recto, es decir, la
rectitud de la conciencia; otra en relación a la buena voluntad, es decir, la sindéresis que
estimula al bien y nos acusa del mal hecho.
Del mismo modo que Dios es la causa del ser, es también la razón del entender y el
orden del vivir. Es la luz que hace la verdad de las cosas, la verdad de las palabras y la
verdad de las costumbres. Pero en cuanto es el orden del vivir, Dios es la luz iluminante
y buena. Lo mismo que en el orden del ser y en el orden del conocer Dios dirige e
ilumina al hombre, así en el orden del obrar Dios ilumina el interior del hombre.
Buenaventura dice claramente que las virtudes se imprimen en el alma por la luz
ejemplar que se transmite a la facultad cognoscitiva, volitiva y operativa. Dios imprime
en lo más profundo del espíritu humano las normas de la virtud porque el hombre es
imago Dei. Dios ha sembrado las semillas de las virtudes en lo más íntimo del alma
humana.
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La iluminación moral se debe interpretar del mismo modo que la iluminación
intelectual, de la que se habló anteriormente. No se trata del concurso general de la
primera causa sobre las causas segundas, como tampoco se trata de un acto
sobrenatural, sino de un concurso especial divino en el entendimiento practico. Las
reglas morales aparecen en nuestra conciencia como reglas necesarias, infalibles y
eternas desde el primer instante que el alma las descubre. Con ello no se trata de hacer
cómplice a Dios de las acciones malas, pues Dios coopera únicamente en razón del bien
que se encuentra en toda acción y en todo ser. El mal se debe únicamente al libre
arbitrio del hombre, que libre y voluntariamente se separa del bien.
4.6.3. La libertad
Uno de los aspectos más interesantes para conocer el pensamiento bonaventuriano es la
doctrina de la libertad, en donde entran en juego elementos antropológicos, psicológicos
y teológicos que tratan de aclarar y profundizar al hombre existencial y concreto en sus
decisiones más personales. En el Comentario al libro segundo de las Sentencias dedica a
este tema las distinciones 24, 25 y 26 en donde se analizan la estructura psicologica del
hombre; la relación dinámica del hombre con Dios, con los demás y con el mundo; la
relación del alma y del cuerpo como coparticipes en el obrar; la relación entre razón,
voluntad y sensualidad en la configuración significación de la libertad del hombre.
El hombre puede decirse que es libre cuando tiene el pleno dominio «tanto respecto del
objeto cuanto respecto del acto propio». La libertad actúa como libre cuando tiene la
posibilidad de orientarse a todo aquello que se juzga nocivo. Hay, pues, una libertad de
opción en cuanto la voluntad está en grado de elegir el bien que juzga como el más
conveniente aquí y ahora. Pero esta libertad de opción se fundamenta en la libertad de
ejercicio, en la capacidad intrínseca que el hombre tiene de decidir y de elegir. El
hombre es libre porque puede elegir un comportamiento en lugar de otro y porque puede
también no querer, es decir, elegir el no elegir. El hombre es libre y depende solamente
de sí mismo en el querer y en el no querer. Pero Buenaventura está convencido que «a
mas espíritu más libertad», en línea con el neoplatonismo y en sintonía con el
Evangelio.
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Buenaventura define la sindéresis como la «centella de la conciencia» (scintilla
conscientiae), es decir, el ápice, la parte más alta y más cualificada de la conciencia. Lo
mismo que el hombre, desde su nacimiento, tiene una luz natural por la que reconstruye
el sistema de la racionalidad, asimismo posee la sindéresis que se configura como una
especie de peso, como una inclinación natural para hacer el bien y actuar de un modo
virtuoso.
La voluntad del hombre es la facultad de actuar libremente frente al bien y frente al mal.
La conciencia es la capacidad habitual del hombre para valorar las acciones desde el
punto de vista moral. A esta capacidad humana se añade algo más: la sindéresis, a través
de la cual el hombre se inclina naturalmente a practicar la virtud.
El libre albedrío es lo más grande que el hombre tiene, y es tan profundamente humano,
que ni el mismo Dios puede destruirlo sino es aniquilada la creatura racional. El libre
albedrio es lo más característico y más noble del hombre, y por eso necesita de la
ayuda divina sin que, por ello, Dios sea cómplice responsable del acto inmoral,
Buenaventura tiene un sentido de la libertad profundamente existencial, pues el agente
libre es un home viator fuertemente condicionado por su situación psicológica, corpórea
y mundana. La libertad, como posibilidad, entra en conflicto con su propia existencia,
pues la naturaleza del hombre no vive en estado puro, sino en una radical contingencia
en el ser, en el conocer y en el obrar.
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Bibliografía básica
La preocupación
fundamental del
Funcionalismo Estructural
(FE) son las
Grandes estructuras e
instituciones sociales, sus
interrelaciones y su
Influencia constrictora sobre
los actores. Estudian el
sistema social como un
todo, así como la
influencia de las diversas
partes (En especial las
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Estructuras y las
instituciones sociales) sobre
él.
Consideran que los
componentes del sistema
contribuyen positivamente a
su
Funcionamiento. Además,
el Funcionalismo
Estructural se ocupa de la
Relación de unas partes del
sistema con otras. Considera
que las partes del
Sistema, como el sistema en
su conjunto, existen en un
estado de equilibrio,
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De modo que los cambios
que experimenta una parte
producen cambios en
Otras partes. Los cambios
son ordenados.
Diferenciación e
interdependencia.
Plantean la siguiente
pregunta: ¿Qué estructuras
y funciones son
Fundamentales para que
funcione una sociedad y no
se desintegre?
La preocupación
fundamental del
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Funcionalismo Estructural
(FE) son las
Grandes estructuras e
instituciones sociales, sus
interrelaciones y su
Influencia constrictora sobre
los actores. Estudian el
sistema social como un
todo, así como la
influencia de las diversas
partes (En especial las
Estructuras y las
instituciones sociales) sobre
él
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Bibliografía complementaria
Linkografía
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