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Las Reformas Borbónicas en el virreinato del Perú.

El encargado de diseñar las reformas en América fue don José de Gálvez, ministro de Indias de
Carlos III. Antes de efectuar las reformas que pretendía llevar a cabo, se dispuso a la
realización de una visita general en el Perú. La visita general era una institución que evaluaba y
corregía, a través de la presencia de un visitador, el funcionamiento de varios aspectos
específicos del virreinato. Lo que debía ser visitado y corregido, sea cambiando normas,
procedimientos o personas, se indicaba expresamente en unos documentos denominados las
instrucciones. Para llevar a cabo la visita en el Perú, Gálvez eligió a don José de Areche.
La mayor parte de su labor debía estar dedicada a asuntos de la hacienda pública. Debía
corregir la racionalización de los impuestos, que eran muy variados. Igualmente, todas las
rentas producidas por los impuestos y los monopolios reales debían incrementarse. El visitador
debía fomentar la minería, establecer un tribunal de minería, propiciar reformas en el trabajo
minero, bajar el precio del azogue.
Areche debía averiguar si los indios estarían dispuestos a pagar un tributo más alto con el cual
se podría abonar sueldos mayores a los corregidores, a cambio de la supresión del reparto de
mercaderías. En suma, Areche debía básicamente buscar dinero e inspirarse en el modelo
mexicano.
Inició su actuación visitando la audiencia de Lima. Constató que, de siete miembros, cinco eran
del país y todos poseían propiedades -haciendas, chacras, estancias- dentro de los términos de
la audiencia. La mayoría de ellos estaban casados con damas del país, lo cual sólo se permitía
con una autorización. Estudió procesos en curso y pudo comprobar que estaban plagados de
nulidades.
La reforma fiscal. Areche trajo una orden que igualaba la alcabala al 6%, tanto para los
productos importados como para los nacionales. Antes los importados pagaban 12% y los del
país 4%. Guirior (virrey del Perú) dio publicidad a la norma que rebajaba el impuesto a las
importaciones, lo que fue recibido con agrado por el Tribunal del Consulado, y dejó para Areche
el aumento de la alcabala a los productos del país, lo que generó resistencias suscitadas.
Las aduanas interiores. Pronto las medidas de Areche para lograr elevar la recaudación fiscal
provocaron revueltas y conspiraciones. Con el fin de controlar de cerca la cobranza de la
alcabala a los productos del país, incluidos productos alimenticios que eran trasladados al
mercado, Areche propuso como alternativa la creación de aduanas interiores.
Triunfo y caída de Areche. En julio de 1780, el virrey Guirior fue reemplazado por el virrey
Jáuregui. Fue el momento en que Areche alcanzó mayor poder. Posteriormente todo fue cuesta
abajo. En noviembre, estalló la rebelión de José Gabriel Túpac Amaru, en cuyo combate
Areche se comprometió totalmente dejando todas las demás tareas que le habían sido
encomendadas y actuando como juez con rigor y crueldad innecesarios.
Al cabo de cuatro años de visita, Areche seguía presentando sombríos cuadros de la situación
y pocos logros. Si bien las rentas aumentaron, también lo hicieron los gastos y el resultado era
peor que la situación antes existente. En enero de 1782, Jorge Escobedo es nombrado
visitador en sustitución de Areche.
La creación del virreinato de Nueva Granada. La presencia de barcos de Inglaterra, Francia
y Holanda y el establecimiento de sus bases estratégicas en el Caribe, el desorden interno de
la región de la Nueva Granada, así como el sistemático avance de los portugueses por la
Amazonía, decidieron muy pronto la escisión del virreinato peruano en 1717, para formar uno
nuevo con sede en Santa Fe de Bogotá. Éste abarcaría Panamá, la Nueva Granada (hoy
Colombia), la audiencia de Quito (incluyendo Guayaquil) y los territorios amazónicos (Mainas)
hasta la desembocadura del Amazonas.
La creación del virreinato del Río de la Plata. Al sur del virreinato del Perú, Buenos Aires
había ido cobrando importancia en el siglo XVIII con el cambio de ruta de los barcos del
comercio español y la navegación de barcos extranjeros ilegales. Estimulada por el aumento
del comercio ilegal, la región fue poblada y se produjo un aumento de la producción
de alimentos, carne salada, sebos y cueros, vitales para abastecer las largas travesías
marítimas. Así, el siglo XVIII trajo la bonanza económica a una región hasta entonces
postergada por los centros políticos del Imperio Español.
La creación del virreinato del Río de la Plata, obedeció también, como en el caso de la Nueva
Granada, a la necesidad de defensa, protección y control, esta vez de las costas del Atlántico
Sur y el paso hacia el Pacífico.
A fin de darle recursos para su establecimiento y supervivencia, la corona dispuso que el Alto
Perú -y la mina de Potosí con él- se integraran al nuevo virreinato, al igual que las provincias de
Puno, Lampa, Carabaya y Azángaro.
Nuevamente se levantaron las voces de los virreyes del Perú y otros funcionarios y autoridades
contra esta disposición. La intensa relación geográfica y poblacional del sur del Perú (Bajo
Perú), desde tiempos prehispánicos, con el Alto Perú (hoy Bolivia) significaba un constante
tráfico de gente y de mercaderías a lo largo de una antigua ruta que llegaba hasta Tucumán.
La gran rebelión de Túpac Amaru II, en 1780, mostró claramente lo irreal de esta separación.
Desde el Cuzco el levantamiento corrió rápidamente al Sur y al Alto Perú y su represión no
pudo venir de Buenos Aires, sino de Lima, desde donde el virrey supo ver el peligro y enviar
tropas. En 1796 las provincias de Puno fueron reintegradas al Perú.
El intendente era un funcionario nombrado y con sueldo, y cuyas funciones y obligaciones
duraban por un tiempo limitado. Asimismo, tenía responsabilidades y atribuciones claramente
definidas que facilitaban más estrictamente su control. La primera intendencia en América se
fundó en Cuba. Luego pasaron a México y al resto de América. En Buenos Aires se les dio
"Reglamento" en 1782 y éste fue aplicado al Perú, donde se establecieron en 1784, cuando
cumplía sus funciones el visitador Jorge Escobedo.
Para entonces la urgencia de cambiar el sistema de corregimientos existente se agravaba con
la experiencia de la rebelión de Túpac Amaru, cuyo aplastamiento había dejado temor, pero
también el recuerdo del reclamo indígena por los abusos de los corregidores. El virreinato se
dividió entonces en siete intendencias: Trujillo, Lima, Arequipa, Cajamarca, Tarma,
Huancavelica y Cuzco.
Las intendencias se dividían en subdelegaciones que sustituían a los antiguos y odiados
corregidores de indios, aquellos que habían generado tantos abusos con su mal gobierno y la
explotación de su reparto de mercaderías. El hecho de que los nuevos subdelegados también
tuvieran mayor control mejoró un tanto la situación, pero no solucionó todos los problemas de
los indígenas.
Los intendentes generaron resistencias pues su implantación no sólo era un cambio de
nombre: detrás estaban las bases de una política nueva de centralismo y absolutismo. Eran
españoles enviados "para poner orden", corregir defectos antiguos, cambiar usos y abusos de
personas e instituciones locales, de modo que su actuación afectaba directamente a los grupos
de poder establecidos en América que habían entretejido una compleja realidad de poder
social, económico y político. 
Además de la reforma fiscal (implantada por Areche), las relaciones comerciales con América
recibieron especial atención y se orientaron a lograr que las colonias funcionaran como tales,
es decir, que exportaran la mayor cantidad de productos primarios y recibieran los productos
manufacturados de la metrópoli. Pero, claro está España no producía todo lo que América
requería. Por lo tanto, las mercaderías extranjeras continuaron siendo introducidas en las
colonias, incluso por los mismos españoles. Por otro lado, el régimen fiscal imperante en el
tráfico era una de las principales causas del decaimiento de la actividad mercantil y agudizaba
el contrabando. Por tal motivo, en estos dos aspectos se concentraron las reformas
económicas.
Los nuevos impuestos. El comercio exterior americano estaba gravado por una serie de
impuestos: avería, alcabala (impuesto a las ventas), almojarifazgo (impuesto de entrada y
salida de los puertos), derecho de palmeo, derecho de tonelada, derecho de extranjería, entre
otros tributos.
Tres fueron las finalidades perseguidas por este nuevo orden fiscal: intensificar el comercio,
simplificar los trámites administrativos y ejercer la protección de las manufacturas españolas
frente a la competencia extranjera.
Un gran cambio se produjo en 1778 con la promulgación del "Decreto de Libre Comercio”. Con
el objeto de obtener mayores beneficios por la vía fiscal, se habilitaron 22 puertos americanos,
los cuales se dividieron en mayores (La Habana, Cartagena, Río de la Plata, Valparaíso,
Concepción, Arica, el Callao y Guayaquil) y puertos menores (todos los comprendidos en
Centroamérica y el Caribe).
Los comerciantes limeños dejaron de tener el dominio comercial de todo el cono sur del
virreinato peruano y un nuevo grupo mercantil comenzó a surgir en zonas periféricas. Tal fue el
caso de los comerciantes del Río de la Plata, que dejaron de estar supeditados al control
monopólico que se ejercía desde Lima.
A pesar de su nombre, este reglamento no permitía el libre comercio con las potencias
extrajeras, sino que mantenía la principal restricción, que era comerciar únicamente con
España. El reglamento del libre comercio permitió una ampliación de la actividad mercantil, que
aseguró a España un mayor ingreso fiscal.
Las reformas borbónicas modificaron significativamente la estructura colonial. En ese sentido,
los aspectos económico y fiscal tuvieron un impacto inmediato en los diferentes sectores de la
sociedad. El comercio y los tributos fueron dos de las esferas más afectadas. En este contexto
debe entenderse la rebelión de Túpac Amaru II.
Para contrarrestar el contrabando que se había detectado entre el Bajo y el Alto Perú, se
crearon una serie de aduanas interiores en puntos estratégicos. Por otro lado, se incluyó en el
esquema de productos gravados el chuño y la coca que, por su origen nativo, estaban
exonerados de esta contribución. Aduanas, alcabalas y la incorporación de nuevos productos al
esquema fiscal generaron descontento y desconcierto entre los hacendados, obrajeros,
pequeños y grandes comerciantes.
La propuesta de ampliar el tributo a mestizos, zambos y mulatos también provocó un gran
malestar entre los grupos sociales.
Por último, el reparto de mercancías, que era atributo del corregidor desde 1756, levantó
igualmente violentas protestas. Los comerciantes criollos reclamaron que el reparto favorecía
sobre todo a productores y comerciantes peninsulares, a quienes se privilegiaba frente a sus
similares criollos.
Túpac Amaru II manejó magistralmente este momento particular en el que se juntaron intereses
provenientes de diferentes sectores sociales. A los criollos les ofreció la abolición de aduanas y
alcabalas, que estaban siendo controladas por peninsulares. Ante los mestizos puso énfasis en
la erradicación de repartos, si eran arrieros o artesanos, y de aduanas y alcabalas, si eran
pequeños comerciantes. Para los indígenas tuvo otra agenda, otro discurso. Les dijo que no
habría más tributos "mientras durara la rebelión". Se puede afirmar, entonces, que se dio
prioridad a las reivindicaciones de criollos y mestizos; los pobladores indígenas recibieron una
menor gratificación.
Para los mestizos y los más cercanos a la cúpula rebelde, Túpac Amaru II iba a asumir el cargo
de virrey en Lima. Su rebelión era, por lo tanto, contra el mal gobierno de las autoridades
coloniales (corregidores, aduaneros), pero no necesariamente contra el rey.
En enero de 1781, Túpac Amaru II atacó el Cuzco. Pocos meses después, en abril, fue
derrotado y capturado por el ejército realista. El 18 de mayo, reproduciendo el espectáculo
público de la muerte del corregidor Arriaga, sería ejecutado en la plaza central del Cuzco.
La gran rebelión del sur causó la muerte de alrededor de cien mil personas, al ser controlada
por las tropas virreinales; lo que ocasionó un nuevo colapso demográfico que afectó la
productividad. A raíz del levantamiento, que hizo ver a los españoles el peligro que corrían ante
la inmensa mayoría indígena y mestiza, las autoridades coloniales tomaron una serie de
medidas radicales.

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