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EL OTRO ENTRE NOSOTROS: PROBLEMAS Y CONFLICTOS DE LA COMPRENSIÓN

INTERCULTURAL

En las clases teóricas con Nicolás, hemos tratado hasta ahora la antropología empírica, una disciplina que
tiene como fin el conocimiento de la alteridad, de otras culturas. Aunque se han dado distintos modelos,
vimos como el método de estudio por antonomasia, el trabajo de campo, consistía fundamentalmente en
que el antropólogo (o el equipo de investigadores en el caso francés) se trasladaba a la comunidad objeto
a estudiar para conseguir información y poder a partir de ella construir un relato con pretensión de
autoridad científica.

Hoy intentaremos acercarnos a una problemática distinta, El Otro entre nosotros: problemas y conflictos
de la comprensión intercultural, en la que ya no es un investigador de la alteridad quien pretende convivir
con los Otros para conocer su cultura, sino que el Otro llega a una comunidad forzado por la necesidad,
exiliado, con la esperanza de tener una vida mejor. Se encuentra, pues, en una sociedad distinta
culturalmente, donde surgirán diversos conflictos ligados a la incomprensión, el miedo y el odio al
diferente. Abordaremos el tema al hilo de la lectura de Amy Foster, novela de Conrad, y nos apoyaremos
en una bibliografía secundaria en la que, como podéis ver, Edward Said es una pieza clave, no solamente
por la calidad y la riqueza de sus escritos, también y sobre todo porque, como Yanko y como Conrad,
habla desde la experiencia del exilio.

Es preciso señalar que el uso de las obras Said es muy importante a lo largo de esta exposición, ya que su
obra está narrada desde la perspectiva del exilio, pues el propio Said es un hombre exiliado; llega a narrar
en sus obras sus experiencias como niño exiliado y su vida posterior, de padres de origen palestino, pasa
su infancia en Egipto, donde acude a un colegio imperial de élite donde toda lengua que no fuera el inglés
estaba terminantemente prohibida. Siendo adolescente se traslada a Estados Unidos para estudiar, donde
desarrolló una brillante carrera en el mundo de las humanidades y un compromiso con la denuncia del
orientalismo. Su compleja identidad, el sentirse siempre fuera de lugar, le llevó a escribir una y otra vez
sobre la experiencia del exilio aportando su propio de vista, muy interesante, además, ya que, este, puede
servir para narrar la perspectiva general del exilio, uno de los temas principales que se van a tratar en esta
exposición.

INTRODUCCIÓN

Cabe aclarar que en todo momento vamos a intentar ofrecer una lectura problematizada de la obra “Amy
Foster”; es decir, exponiendo los problemas que en ella se suscitan, así como la relación de estos con
otras obras que conforman la bibliografía secundaria de la exposición y la relación con la actualidad.

En primer lugar, hablaremos de Kennedy, es un médico rural, aunque empezó como cirujano en la
armada, parecía un hombre atento, lo cual puede verse con la primera pregunta que abre el texto de Amy
Foster: “¿qué tal su niño, Amy?”.

No obstante, un suceso cambiaría la vida en el pueblo de Colebrook: un inmigrante llegará a sus costas.

Sin embargo, no podemos aislar este caso en Colebrook, puesto que es un problema muy presente en la
actualidad.
Es más, podemos ejemplificar con casos muy recientes como el del “Open Arms” o el de “Ocean Viking”
y por supuesto, el mediático caso de Aylan Kurdi, el niño fallecido en las costas de Turquía tras ser
denegada la solicitud de asilo de su familia en Canadá.

En relación con el texto podemos decir que el náufrago que llegó a las costas de Colebrook, era un
hombre luchador, no sabía hablar inglés, pero fue aprendiéndolo de forma rudimentaria a medida que el
tiempo pasaba.

Se cuenta que fue hacinado en la bodega de un barco, con otras muchas personas y que él no había visto
nunca un barco. De hecho, partió con la promesa de arribar a las costas estadounidenses, pero realmente,
nunca llegó; al igual que Aylan y su familia jamás llegaron a Canadá.

El libro cuenta cómo con la llegada del extranjero, el pueblo lo calificaba como una especie de “gitano
peludo”, al que le daban latigazos y arrojaban piedras; actualmente el extranjero sigue sintiendo que el
pueblo continúa calificándole como una especie de ser extraño, que no pertenece a nuestra sociedad.

En relación a ello, es entonces cuando hablaríamos del otro entre nosotros, un problema del que son
característicos algunos problemas como la xenofobia o la propia integración.

En el libro de Bestard Bárbaros, paganos, salvajes y primitivos, se hace un recorrido histórico acerca de
este problema en concreto; el otro entre nosotros, la dificultad de aceptar la diferencia. Como dice Bestard
el problema se extiende hasta el mismo génesis bíblico, cuando habla de que el pecado explica la barbarie
y diferencias entre las costumbres, esto, de nuevo, denota un característico uso peyorativo de lo diferente,
pues lo diferente, según el génesis, es obra del pecado.

Hablaríamos entonces del establecimiento de una jerarquía entre la propia especie humana, la cual nace
de un acusado eurocentrismo.

Un ejemplo muy claro de este problema es el que Bestard apunta en su libro, cuando los españoles
escucharon a los indios llamar Téctetam a su tierra, estos, desde su incomprensión, lo llamarón Yucatán,
no obstante, los indios estaban diciendo “no te entiendo”. Este ejemplo, a pesar de los siglos, sigue siendo
bueno para explicar y entender, que el hombre sigue sin entender al diferente, simplemente trata de
asimilarlo desde sus propias ideas y cultura, de ahí que surja un grave desentendimiento.

En el mismo plano, el hecho de que Yanko anhele tener un hijo, nace de su esperanza por tener a alguien
con quién comunicarse, enseñarle sus danzas, sus costumbres… no sentirse diferente, tener a alguien con
quien sentirse identificado y no excluido.

Y así, entre otras cosas, puede explicarse en parte por qué Amy abandona a su suerte a Yanko, porque
realmente jamás se ha sentido identificada con él. Así se entiende que los delirios en su idioma, en
absoluto podían hacerle sentirse identificada con Yanko, pues jamás llegó a comprenderlo.

Así, me gustaría comenzar a hacer una sucinta descripción de los personajes, citados en la obra, puesto
que son un elemento fundamental para caracterizar el problema al que la sociedad, todavía se enfrenta:
1. Nos encontramos en primer lugar a un narrador no identificado, que describe la ciudad de Colebrook.

2. El Doctor Kennedy: es un inteligente doctor, que relata la historia de un hombre y una mujer que se
enamoran; explica que Amy, la protagonista, una vez tuvo la suficiente imaginación para enamorarse.

3. Amy Foster: Kennedy la describe como una mujer aburrida. Fue enviada a trabajar en una granja a
los quince años y ayudaba con los quehaceres en su hogar; un día, evitó que el Sr. Smith dañase a un
extraño hombre que llegó a su granja, ese extraño hombre tenía por nombre Yanko.

4. Sra. Smith: esposa del arrendatario Smith, era una mujer irritable, a su vez, era la dueña, junto a su
marido, de la granja donde Amy trabajaba.

5. Yanko “el inmigrante”: era un hombre luchador, al principio no sabía hablar inglés, y cuando
consiguió aprender algo, se trataba de un inglés muy rudimentario, este no quería hablar de las
experiencias relativas a su llegada, en algún momento se enamoró de Amy. Textualmente “inocente de
corazón”.

6. Sr. Swaffer: Terrateniente, parecía un buen hombre, llevó a Yanko a su casa, le dio cobijo, Kennedy
lo describe como “excéntrico”. Tenía 85 años, era un hombre solemne al que le encantaba hablar y
apreciar lo exótico, lo extranjero.

Pero pasemos ahora a dar una explicación más profunda relativa al “otro entre nosotros”, a la falta de
comprensión, identidad y pertenencia en un país extranjero:

En Entre Mundos, Said explica que la experiencia del exilio jamás puede rectificarse, refiriéndose a que
el exiliado nunca llega a sentirse en su lugar. Entendemos que la obra está narrada desde la experiencia
misma del exilio o alienación que no puede rectificarse, y por su parte, en Amy Foster, el inmigrante
nunca llega a aprender el idioma, a pesar de casarse con Amy y tener un hijo con ella, él sigue siendo un
extranjero, sigue siendo diferente.

Para finalizar, hablaremos de la relación que existe con el autor de la obra principal, Amy Foster, Joseph
Conrad.

Teodor Józef Konrad, fue un novelista británico de origen polaco, quedó huérfano a la edad de 11 años,
aunque abandonó su país natal con 16 años, en 1878 se trasladó a Gran Bretaña, sin conocer el idioma,
aunque tiempo más tarde se convirtió en ciudadano británico.

Said en algunas de sus obras narra la vida como exiliado de Conrad, en este caso me centraré en las
páginas iniciales de Entre Mundos; Conrad estaba muy satisfecho de ser inglés, pero siempre se consideró
no demasiado inglés, mas cuando uno se adentra en sus escritos, se hace palpable la inestabilidad y
extrañeza que ello conllevaba para Conrad. De hecho, como explica Said nada consiguió explicar mejor
que el propio Conrad el destino de pérdida y desorientación propia del exilio.

Así, podemos concluir esta introducción diciendo que gracias a estos antecedentes que ahora conocemos,
podemos interpretar la obra partiendo de la propia experiencia del exilio que nunca puede rectificarse.
Estas personas buscan la imperiosa necesidad de restablecer sus vidas quebradas, de esta necesidad de
reconstruir la identidad partiendo de las distorsiones y discontinuidades del exilio.

NARRACIÓN

Vamos a hacer una lectura problematizada. Encontramos en diferentes fuentes que de Amy Foster y de la
obra de Conrad en general, se han hecho lecturas de diferentes tipos: psicologicistas, centrándose en el
lenguaje o incluso una lectura que parte de la vida de Conrad (un polaco exiliado) para de alguna forma
dar explicación a su obra. Pero “el significado elusivo de su prosa no es tan fácil de proporcionar... esta
información no demarca en sí misma el nucleo de inquietud y desazón por el que su obra merodea”
(Said). Es por eso por lo que nosotras en la interpretación de esta obra no haremos una lectura
unidimensional, sino que trataremos todos estos aspectos para llegar al objeto de este trabajo, a saber, el
otro entre nosotros.

Al principio de la obra se nos presenta ya el tipo de narración que encontraremos a lo largo de ella.
Tenemos un narrador interno aunque no sabemos su nombre ni participa como un personaje más de la
historia que se cuenta. Éste se limita a narrar lo que Kennedy le cuenta. Kennedy aparece descrito al
comienzo de la obra, es un médico que “hace gala de esa insaciable curiosidad que cree encontrar una
partícula de verdad universal en cualquier misterio”. Es por tanto un personaje culto. “un médico en el
sentido en que un médico es un doctor cuya compasión incluye la capacidad para comprender a la vez que
a la perspectiva para contemplar la humanidad como una aflicción”.

Bien, como hemos dicho el narrador cuenta lo que le va relatando Kennedy de los hechos, que a su vez
estos han sido en parte vividos por él (cuando está presente al llegar Janko a casa de Swaffer, al final de la
obra cuando Juanko enferma...) pero el resto los conoce porque es el propio Janko quien se lo cuenta (su
travesía hasta llegar a Colebrook, entre otras cosas). Tenemos así una narración de la narración de la
narración. Esto es importante acentuarlo y comentarlo ya que no es casual, sino que Conrad al hacerlo
pretende dotar de multiperspectividad al relato.

Para entender lo que subyace en esta obra y el porqué de esta multiperspectividad, nos referiremos al
artículo Conrad y Nietsche de Edward W. Said. Estos dos autores, tienen puntos de encuentro en tanto
que participan de la tradición que Said denomina la “actitud radical hacia el lenguaje” (tradición de la
cual N sería el mayor representante). La idea de que exista una verdad de la cual se derivan
interpretaciones queda relegada, dando paso a la verdad (parafraseando a Nietzsche) como metáforas que
han sido realzadas y dichas con convicción. Se alejan, ambos autores pues, de la idea de un lenguaje
original, y defienden el lenguaje como la interpretación de otra interpretación donde nunca se puede
llegar a la verdad. De ahí que N entienda la historia como una batalla de interpretaciones. Por tanto, en
esta concepción queda fuera la idea de que exista un lenguaje primitivo del cual se derivan las
expresiones: es decir, éstas están liagadas entre sí, pero no de forma genealógica. “Toda expresión es una
variación controlada, disciplinada y coordinada por reglas en relación a otra expresión”.

Uno de los puntos de encuentro más claros entre los dos autores, y que emana de lo que acabamos de
decir, es la “concepción del lenguaje como perspectiva, interpretación, pobreza y exceso”. Concepción
que vemos claramente en Amy Foster. El narrador cuenta lo que Kennedy le explica sobre unos hechos
que, en parte ha vivido, pero que en parte también los conoce porque alguien se los ha narrado. Por eso
decíamos al principio que esta forma de narrar la historia no es casual. Esta forma de narración muestra
esta tradición de la que emergen Conrad y N. Si no podemos encontrar la verdad, ya que no existe, y el
lenguaje sólo son interpretaciones y perspectivas, que vienen (no de un lenguaje original, o de una
verdad primera) de otras interpretaciones y y otras perspectivas, entonces la narración no se puede
mostrar como la simple interpretación de unos hechos, sino que en ella deberá mostrarse esta
multiperspectividad. Encontramos así una relación directa, dirá Said, entre el estilo indirecto de Conrad y
la concepción de Nietzsche del lenguaje como la interpretación de la interpretación . Cito a Nietzsche
para que esto quede más claro:

““Interpretación”, introducción del significado; no “explicación”(en la mayoría de los casos


una nueva interpretación sobre una antigua interpretación que se ha vuelto incomprensible, que ahora es
solo un sgino). No hay hechos, todo fluye incomprensible, elusivo; lo que es relativamente más duradero
son (…) nuestras opiniones”

“Traiciona y vuelve ordinaria la experiencia humana” Esto es clave en el texto. Durante toda la narración
se intenta mostrar a través del lenguaje cómo es esa experiencia del exilio (que ahora explicará mi
compañera Isbel), pero nunca se llega a entender del todo, porque no se llega a expresar del todo. Esta
idea de que el lenguaje traiciona, de la que Nietzsche es representante y que Conrad muestra mediante la
narración, está presente en el texto: cuando Kennedy explica lo que le sucedió a Janko, cuando intenta dar
razón a la experiencia del exilio y de los problemas a los que se enfrenta Janko (…), cuando se muestra
eso, nunca se llega a esclarecer del todo, el lector tiene la sensación de que no lo acaba de entender. Y
esto no es casual, como decíamos anteriormente, esto se debe a esta forma de entender el lenguaje, no en
tanto como representación de la verdad, sino más bien, como tiránico que traiciona y hace ordinaria la
experiencia humana.

De esta forma, tenemos que en la obra se acentúa la idea de que el lenguaje acentúa“el pathos de la
distancia” entre el usuario y la realidad en bruto. Pero, además, no sólo encontramos esta problemática
del lenguaje en tanto que acentúa esta distancia y vuelve ordinaria la experiencia, como hemos explicado
anteriormente. La incomprensión de la realidad que se ve en la obra, ya no solamente por esto, sino que
dicha incomprensión se incrementa al tratarse de lenguajes distintos. Janko habla un lenguaje, los
habitantes de Colebrook otro. Esto acentúa esa incomprensión como decimos, de hecho es una de las
bases de la misma. Hace más grande la brecha entre ese otro y el nosotros. El lenguaje es radicalemente
importante no únicamente porque imposibilita acceder a los hechos verdaderos (recordemos la idea que
hemos presentado del pathos de la distancia entre el usuario y la realidad), sino también porque, al
tratarse de lenguajes distintos, hace a las partes incomuniclables. Janko no se puede comunicar, no lo
entienden, y él no entiende lo que le dicen. Hay momentos en los que él pide ayuda pero esa
incomunicación, esa distancia entre mundos con idiomas distintos, hacen que no entiendan lo que dicen y
lo vean como peligroso.

DESCRIPCIÓN AMY FOSTER

Una vez descrito el lugar en el que se encuentran entra en escena por primera vez Amy Foster: “¿qué tal
su niño Amy?”. Y hace una descripción de ella pero de un modo negativo. Utiliza adjetivos o hace
comentarios de carácter peyorativo en algun sentido. “Rostro inexpresivo y colorado”, “cabellos poco
abundantes y sin brillo”, “voz entrecortada”, “parece una criatura muy simple”… En cierto modo se
muestra que hay un paralelismo entre estas características físicas y las carácterísticas psicológicas:
callada, la forma de actuar con los animales…

Por otro lado en esta descripción remarca la imaginación que tiene Amy. Y se deja entre ver que eso la
traerá a actuar de la forma en que lo hace con Yanko: se enamore de él, no actue con el rechazo que
actuan los demás…

Se incide también en la bondad y compasión que tiene Amy para con los animales. Sufre cuando les
ocurre alguna cosa. Pero, hay un momento en que explica que cuando oyó a un loro pedir ayuda, al
parecerse a la voz de un humano, esta se asusta y se va corriendo, en vez de ayurdarlo. Nosotras
entendemos que esto no ocurre porque sí, sino que Conrad lo introduce para de alguna forma explicar el
giro de actitud que al final del relato tendrá Amy con Janko y que más adelante explicaremos.

Amy no había salido del pueblo. Siempre veía a la misma gente, su vida era repetitiva, y nunca mostró
interés alguno por conversar. Puede que esto explique el hecho de que se enamore de Yanko, de ese ser
tan diferente… De esto hablaremos más adelante.

El narrador también habla de su padre, Isaac Foster, que se casó con la cocinera de su padrastro y que
este, por tanto, borró su nombre del testamento. Un argumento trágico que viene por la semejanza de
caracteres entre ambos. Pero, aparece en la obra, “hay otras tragedias, menos escandalosas y de un
patetismo mucho más sutil, que surgen de diferencias irreconciliables y de ese miedo a lo incomprensible
que siempre se cierne sobre nuestras cabezas, sobre todas nuestras cabezas…”.La tragedia, por el
contrario, vienen por un problema de incomprensión. Esta comparación del principio augura el
significado y la problemática que este texto presenta.

Siguiendo el hilo de la narración, encontramos la presentación de la figura de Yanko, al que Conrad, a


través del personaje de Kennedy, caracteriza por contraposición a los rasgos que atribuye a las gentes del
lugar, determinando así las partes de la relación entre el Otro y nosotros. Ese nosotros de seres toscos y
andar pesado, que tienen los corazones encadenados; y entre ellos, ese otro que vino del mar, esbelto, ágil
y de ánimo rebosante. Estas diferencias de constitución física, de gesto y de carácter, enraízan en la
pertenencia y en la relación con la tierra. El doctor llega a afirmar:

“Era tan diferente a cuantos le rodeaban, con sus movimientos ágiles, su mirada dulce... incluso un poco
temerosa..., su tez aceitunada y su figura grácil, que yo tenía la impresión, al verlo, de que su naturaleza
era la de una criatura de los bosques.”

Said afirma que “el exilio del propio Conrad hace que exagere las diferencias”, unas diferencias que sin
duda se expresan con una gran carga valorativa e incluso afectiva. Y es que, como explica en el ensayo
“Representar al colonizado: los interlocutores de la antropología”, la forma de representación no es
solamente un asunto teórico, sino que ello supone tomar una opción política: “...forma parte de hecho de
una totalidad, la sociedad de uno, cuya forma y orientación dependen del peso acumulativo afirmativo o
disuasorio y de su oposición conformado por toda una serie de opciones (...) La cuestión es que las
representaciones antropológicas influyen igualmente tanto en el mundo del representador como en aquel
o aquello que se representa”.
Con la crisis de la Modernidad, las grandes narraciones perdieron su legitimidad. Uno de los factores
fundamentales que lleva a esta caída de la representación hegemónica, es la aparición en Europa de
diversos Otros víctimas del dominio occidental. Autores como Eliot, Conrad, Mann, Proust, Woolf o
Joyce, asocian sistemáticamente en sus obras la alteridad y la diferencia con la condición del Otro, del
extraño, del extranjero que, ya sea mujer, indígena o excéntrico sexual, “irrumpen en la escena para
desafiar y combatir las historias, las formas, y los modos de pensamiento metropolitanos establecidos (...)
a europa y a Occidente se les estaba pidiendo que se tomaran al Otro en serio”. Si bien, el modernismo
respondió con la ironía formal de una cultura incapaz de resolver si dejar el control o mantener esta
construcción alimentada a base del despojo de los desheredados por vivir al margen de la norma. Como
Lukács expresara perspicazmente, se trata de una “afectada pasividad contemplativa” cuya acción se
limita a “ademanes paralizados de impotencia estetizada”. 

Nos ha enseñado Greenberg que la vanguardia siempre encuentra a sus espaldas una retaguardia, y en lo
que respecta a las formas de representación, las partes y tensiones que se dan desde el siglo pasado hasta
nuestros días son claves para poder ser conscientes y críticos con una realidad marcada por la violencia y
el control social. Creemos muy interesante acercarnos a ello trayendo a colación El desprecio de las
masas, un libro en el que Sloterdijk habla del “poder de la maldad y la falsedad a la hora de arrastrar”
como el tema psicológico-social del siglo veinte en relación con un fenómeno muy particular: la
cristalización de la masa como sujeto, como un ente poderoso pseudoemancipado cuya acción e identidad
regresiva se construye por y para la descarga de las frustraciones al sentir que se eliminan las distancias,
al verse como parte de un todo sin separaciones. Se trata de un fenómeno horizontal, pero no por ello
igualitario. No es reacción de los de abajo contra los de arriba en una lucha vertical, sino que el tumulto,
“guiado por excitaciones epidémicas y por flujos miméticos”, se identifica en un símbolo, en un líder, en
un discurso construido sobre la base de los prejuicios vigentes a partir de los que se formula desde el odio
y el estigma la causa de esas frustraciones, señalándose al enemigo común que unifica a la masa: los
menas delinquen, los manteros terminan con el pequeño comercio, los inmigrantes reciben
preferentemente ayudas públicas, las feministas quieren instaurar su dictadura, los homosexuales son
enfermos mentales…

El racismo fue y sigue siendo una fuerza muy potente con efectos mortíferos en las guerras coloniales y
de implacabilidad para los gobiernos metropolitanos europeos. La colonización de estas regiones y
pueblos llevó a que sus gentes fueran dependientes, subalternas y estuvieran sometidas a Occidente, cosa
que no llegó a su término con la independencia de las colonias. Como señala Said, las perdurables
consecuencias de la colonización, tremendamente injustas, se revelan en la situación de pobreza,
dependencia, subdesarrollo y corrupción institucional, evidencias de que estos lugares, siguen siendo
víctimas de su pasado. Sus pobladores sufren tales situaciones por motivos eminentemente histórico-
políticos, pero además, viéndose en ocasiones forzados al exilio, padecen la fuerza del discurso del odio
que antes mencionábamos. 

Como hemos dicho, las formas de representación de estos discursos no surgen de la nada, sino que se
construyen en y desde una determinada cultura, cuya pertenencia supone la asimilación de prejuicios,
representaciones y formas de comprensión y comportamiento que se da de forma más o menos
consciente. Como explica Joan B. Llinares en el artículo Edward Said y la reflexión sobre Europa, la
cultura puede entenderse como “un sistema de valores que empapa de arriba a abajo casi todo lo que se
encuentra en su ámbito, es una sutil forma de dominio, de hegemonía social (...) con una doctrina positiva
de afirmaciones y preferencias así como con una doctrina negativa de exclusiones y menosprecios. Este
sistema silencia y margina, proscribe y discrimina alteridades...". Llinares concluye que "la cultura a
menudo tiene que ver con un agresivo sentido de la nación, el hogar, la comunidad y la pertenencia -
Europa en nuestro caso- valorados por encima de -y a expensas de- determinadas alteridades".

REACCIONES PROTOTÍPICAS

Continuando con el texto, vemos que cuando Janko llega a Colebrook, se va topando con varias personas.
Estas, aunque reaccionan de manera diferente, muestran que en todas ellas subyace esa incomprensión
hacia ese otro que mi compañera Isbel acaba de explicar.

Aunque son varias las personas con las que se encuentra el exiliado / Janko/, nosotras nos centraremos en
cuatro de ellas solamente/ aunque comentaremos más aspectos de esta parte de la narración/ ya que
presentan diferentes modelos de recepción hacia ese otro. Es decir, que en la interpretación del texto
vamos a analizar estos personajes, en tanto que modelos de esta recepción, no por explicar al personaje en
sí (cosa que ya ha hecho mi compañera en la introducción) y su relación en la obra. Sino que a través de
ese modelo incidiremos más en la problemática que se presenta en el texto.

Una de las primeras pesonas con quien se topa Janko es con la señora Smith. Esta siente un inmenso
terror por Janko. Miedo hacia ese otro, miedo a lo que no se comprende (Relación miedo con campañas
electorales)

El señor Smith llega a casa y se encuentra con un tremendo barullo: “el perro ladraba desesperado... su
mujer sufría un ataque de histeria...”. El narrador remarca esa situación extraordinaria que parece haber
puesto patas arriba todo. Situación que viene porque ha venido ese extraño ser, ese otro. En un primer
momento Smith dice que va a dejarle claro que no puede asustar así a su mujer. Tiene la idea de que es un
simple vagabundo /escondido en el granero/. Pero una vez lo ve, ve, como se dice en el texto a “esa
extraña criatura”, esa seguridad se desvance, “le hizo detenerse”. Se produce así el choque, la reacción a
ese otro, extraño, diferente, incomprensible... Vemos que hay una descripción negativa y de carácter
inhumano de Janko.

En el texto se ve como esa reacción provoca un cambio en la manera de actuar de Smith. /qué queremos
decir con esto/ Se le describe como irascible, pero en un primer momento se queda parado, sin decir nada,
incluso llegará a afirmar días después que en ese momento retrocedió unos pasos. También se dice que
“no es un hombre malo en absoluto”, pero aun así, actúa con gran brutalidad al encerrarlo en la lechera.
Esa carga de violencia podría relacionarse con maldad, pero no es el caso, porque no es un hombre malo.
En ese cambio de actuar, que no quiere decir que cambie su forma de ser, subyace la incomprensión hacia
el otro.

Por eso decimos que estamos hablando de modelos de recepción. Porque esto que se decribe aquí con
Smith se puede ver en muchas personas hoy en día. El racismo que hay en nuestras sociedades no se debe
a que hay muchas personas malas, y que esa maldad hace despreciar, separar o incluso atacar al otro. El
problema es mucho más hondo, como el problema de Smith. Esas personas actúan de esa forma por la
incomprensión que tienen hacia el otro y por los prejucios que tienen hacia el diferente cultural.
Lenguaje se muestra aquí como parte importante de esa problemática. Simplemente comentar para
relacionarlo con lo de antes comentado.

Además, no podemos dejar de lado que una vez que actúa con esa violencia hacia Janko, hacia ese otro,
se siente orgullos, y cree, de hecho que ha hecho un bien a la comunidad. Por qué es esto así? Pues bien,
el texto se remarca que Smith tenía falta de imaginación. Falta de imaginación para ver a Janko como una
persona, por no cumplir las características “normales” (es un otro entre nosotros). Lo ve como un
“lunático y seguramente peligroso”. Y le es imposible verlo de otra manera. Aquí se muestra
perfectamente la relación con la idea de Adorno y Horkheimer que ha comentado mi compañera: no
reconoces al otro y por tanto no lo puedes dominar. Y esta sensación de que ese otro es peligroso, y que
lo es simplemente por ser otro, independientemente de lo que diga o haga, también la encontramos,
desgraciadamente en nuestros días, de hecho partidos políticos de extrema derecha que defienden
políticas racistas apelan a esta idea para ganar votos. Remarcando así la idea de que lo diferente es
peligroso. “se extremeció de miedo ante algo desconocido e inexplicable”.

También, a la vez que esto, se intercala la narración sobre cómo llegó, sobre ese trágico viaje de exilio.
Habla de las mafias🡪 “agencias de emigración”/menas- pagan dinero- centro américa: tren de méxico la
bestia/

Amy- pan. “Volvió a formar parte de la sociedad humana” (más adelante)

La obra continua y después de pasar unos días en casa de Smith, Janko es trasladado a la casa de Swaffer.
Éste que fue a dar su opinión, se lo lleva a casa. Aquí es cuando Kennedy coincide por primera vez con
Janko: “hay algo que tengo que enseñarle”, le dijo Swaffer /recordemos que K es quien cuenta la obra/.
Mostrando así que, aunque no actue con la violencia con que actuó Smith, tampoco lo llega a ver como
un igual/dice algo/, como una persona, a ese otro. Swaffer lo ve como algo exótico, de hecho en el texto
Swaffer es descrito como una persona a la que “le encanta oír hablar o ver algo que considere
“extranjero”. Quizá por ese motivo lo cobijó, quizá fue únicamente un absurdo capricho”. De esta
relación también subyace la incomprensión. Incomprensión que lleva a ver a Janko como algo exótico,
nunca como un ser humano igual a él. Ampliar TAMBIÉN PASA EN NUESTROS DÍAS. No sólo la
violencia es muestra de esa incomprensión o de ese radical distanciamiento entre mundos.

Más adelante, aparece una escena relacionada con lo que he comentado antes: averiguar qué idioma habla
(kennedy-hijas del rector). No reconocen qué idioma habla. “Se batieron en retirada ligeramente
asustadas ante el torrente de apasionadas palabras con que (...) les respondió”. Un idioma “tan distinto al
que habían oído antes”. El lenguaje acrecenta la distancia entre lo cotidiano y ese otro, que no reconocen,
porque no entienden qué dice, porque no saben en qué idioma habla. Muestra de que en esa
incomprensión que marca la visión que tiene la gente de Janko, el lenguaje es un elemento clave que la
acrecenta y separa más estos mundos.

“Sólo sé que tres semanas después divisé al lunático de Smith cavando el huerto de Swafer” Cuando éste
se da cuenta de las capacidades de Janko para trabajar la tierra, lo pone a trabajar en ella. La comida se la
daba por la puerta trasera. “Siempre que veía el viejo Swaffer se inclinaba ante él con veneración”.
Swafer lo obeservaba en silencio. Es evidente que no hay un trato entre iguales, no hay un
reconocimiento de ese otro, si no una incomprensión hacia lo diferente, lo exótico, que observa pero no
comprende, que no actua violentamente contra él, pero que no lo trata como un igual. “Esa era la persona
a la que él debía lealtad”.

Durante la estancia en la casa de Swafer (aunque es una cosa que no cesará durante toda la obra), Janko
recuerda en todo momento cosas de su tierra: oraciones, los tres pinos Noruegos que le recordaban a su
país... Se sentía sólo frente a esa situación desconocida, en la que ni le comprendían ni comprendía qué
pasaba: “no podía conversar con nadie y había perdido las esperanzas de llegar a comprender lo que
decían. Era como si aquellos rostros fueran de otro mundo...”. “Piense en el horror de una vida
ensombrecida y dominada por las realidades cotidianas como si fueran imágenes de una pesadilla”. Así se
sentía Janko. Así se sienten los exiliados, quienes (como ya ha comentado Isbel-said) no viajan a otro
lugar por voluntad sino forzados por una situación terrible. (Menas- Salvados)

Y en medio de esta situación, tan desesperada, que podría haber desencadenado en un suicidio, no lo hizo.
Conrad de forma un tanto romàntica apela al principio al recuerdo Amy, pero acaba aludiendo a ese
“apego instintivo a la vida” Lo que nos recuerda al conatus de Spinoza: conatus

Pero en este momento de la historia se produce un cambio, un cambio parecido a la escena que
comentábamos antes del trozo de pan. Y es que Janko, como sabeis, salva a la nieta de Swafer de
ahogarse en un abrevadero. Y aunque Swafer no le dijo nada, “desde ese momento le sirvieron ñas
comidas en la mesa de la cocina”, “empezó a pagarle un salario fijo”. Puede que Swafer lo hubiera visto
como un ser humano, y esto le hace cambiar su forma de actuar con él. De hecho la gente en general dejó,
de alguna forma, de tratarlo como lo hacían antes (los niños dejaron de gritar, es un buen ejemplo de
ello). Pero aun así vemos que, aunque ha habido este cambio ,que podríamos decir que es a mejor, el
texto no olvida qué es ser un exiliado. No olvida que esta experiencia es irreparable, que nunca se puede
llegar a comprender a ese otro: “con el tiempo la gente se acostumbró a verlo. Pero jamás se acostumbró a
él”. Una cosa es que deje de ser algo novedoso y otra muy distinta es que la incomprensión desapareza
(cita de Said, su vida en eeuu, entre mons. Explica muy bien esto, ese fuera de lugar). “esas
peculiaridades, podría decirse, suscitaban el desprecio y el resentimiento de los lugareños”

AMY

Pero, antes de continuar con el hilo de la narración, retrocedamos para ver la relación de Amy Foster con
Yanko. El último modelo que vamos a comentar de relación con el otro. La relación de Amy con ese otro
se muestra durante toda la obra, no se puede entender la misma si no analizamos cada parte. De todas
formas yo me voy a centrar en la parte des de que ella lo ve por primera vez hasta que se casan. Y luego
mi compañera Isbel continuará con el resto. Pero quiero remarcar que esta relación no se entiende si no es
en su totalidad.

Volvamos a la descripción que presentada al principio. En ella se remarcaba la imaginación de Amy. “Y


ella la tenía incluso más de la necesaria para comprender el sufrimiento y compadecerse de él”. Ya en
esta parte, donde aun Janko no ha entrado en escena, el narrador muestra de alguna forma cómo se
desarrollará la historia. Cita sentenciosa que augura el final trágico de la obra“y entonces se enamoró. Se
enamoró silenciosa y obstinadamente, tal vez irremediablemente… un impulso irresistible y fatídico…
para terminar despertando de ese misterioso olvido de sí misma, de ese encantamiento, de ese éxtasis, a
causa de un miedo similar al inexplicable terror de un animal”.
La primera vez que Amy ve a Janko es cuando este llega a la casa de los Smith, donde ella trabajaba. Y su
reacción, en medio del miedo irrefrenable de la señora Smith, y la violencia del señor Smith, es la de la
compasión. “La firme convicción de Amy Foster de que aquel hombre no quería hacer daño a nadie”. Ella
sufre al escuchar la brutalidad con la que Smith actua contra Janko. Ella profirió un cambio que para
Janko sería inolvidable, le dio un trozo de pan blanco, y aunque él estaba en las condiciones que estaba
“ella no se asustó… a pesar del estado en el que estaba se había dado cuenta de lo guapo que era”. Es lo
que hemos comentado antes. A partir de aquí volvió a formar parte de la comunidad humana. Yanko se
enamoró de ella: “había encontrado el oro que buscaba, era el corazón de Amy Foster, un corazón de oro,
capaz de conmoverse ante el sufrimiento ajeno” decía Yanko. Ella también se enamoró de él. Sentía
fascinación por ese ser diferente, al que todos criminalizaban por esa diferencia. Pero más adelante
explicaremos que de esa fascinación y ese enamoramiento, también subyace una incomprensión (como
ocurría con Smith y Swaffer)🡪no hay un reconocimieneto.

Para cortejarla le dio un lazo verde de su país: no dejó en ningún momento de remitirse al pasado (ese
eterno retorno de N pero mirado hacia el pasado, siempre volvía, siempre). Y finalmente le pidió
matrimonio. Es sorprendente como a pesar de todas las críticas de los vecinos, “debía de estar loca para
salir con un hombre que no estaba bien de la cabeza”, “fresca y desvergonzada”. Ese rechazo al diferente,
al otro no sólo se manifiesta cuando este entra en contacto con la persona que lo rechaza sino también
cuando alguien de su mismo mundo se relaciona con él (con el otro), se proyecta esa incomprensión, que
de hecho choca aún más. “ese hombre querida, le decía su padre, acabará haciéndote daño”. Ella, aun
habiendo este panorama, aceptó casarse con él.

Alteridad cultural

Exilio

A partir de sus conversaciones con Yanko, de los acontecimientos que pudo presenciar y de los
testimonios de los pueblerinos, Kennedy reconstruye su historia. Proveniente de Europa del Este, las
precarias condiciones materiales en las que se encontraba su familia le llevan a acudir a una mafia de
traficantes de personas que lo llevarían a América, a la tierra del oro, alentado por la promesa de que allí
se ganan 3 dólares diarios y así podría enviar dinero a su necesitada familia. Su familia vendió lo poco
que tenía para poder pagar a “los hombres del barco que llevaban gente a América para enriquecerse en
seguida”. 

Se juega con una falsa promesa, con la esperanza de los desesperados, cuyas vidas dañadas se erigen
como el resultado de una violencia pertrechada por unos seres humanos sobre otros, sobre esos Otros
cuerpos que restan fuera de lugar. Siguiendo a Edward Said, el exilio, “irremediablemente secular e
insoportablemente histórico”, es “un estado discontinuo del ser” intrínsecamente insatisfecho, nunca
plácido ni seguro. 

Tras un largo trayecto en ferrocarril durante el que compartió con sus compañeros de viaje (niñas, niños,
mujeres y hombres) unas condiciones infrahumanas, a empujones lo metieron con muchos más
emigrantes en un barco, “demasiado aturdido para observar lo que le rodeaba, demasiado triste para ver
nada”. Los encerraron en el entrepuente, en un lugar que describió como “muy frío, húmedo y lóbrego, y
tenía unas extrañas cajas de madera donde debían dormir los emigrantes, uno encima de otro (...) era
imposible saber si era de día o de noche. En aquel lugar nunca parecía amanecer”.

Explica Said que “El exilio se basa en la existencia de, el amor hacia y los vínculos con la tierra natal de
uno; lo que es cierto de todo exiliado no es que el hogar y el amor al hogar se hayan perdido, sino que la
pérdida es inherente a la existencia misma de ambos”. La identidad del exiliado está marcada por una
irrecuperabilidad de lo perdido, de lo propio, que lleva a “Contemplar las experiencias como si estuvieran
a punto de desaparecer”.

Pese a la gravedad del asunto, Said es capaz de reconocer algunos aspectos positivos que se derivan de la
condición del exiliado, aunque siempre encuentran su reverso trágico. Explica que al “ver el mundo
entero como una tierra extraña” el exiliado se sitúa en una perspectiva multidimensional, formando una
conciencia contrapuntística. Cada momento, cada expresión y cada acto que constituye la vida diaria del
exiliado, aparece enfrentado al recuerdo de la cotidianidad en otro lugar. Ambos entornos se manifiestan
vívida y realmente, uno como contrapunto del otro, pero separados por la distancia irrebasable del
intervalo entre la facticidad y la memoria de lo indefectiblemente perdido. 

El otro entre nosotros I

La nave que les tenía que llevar a América chocó contra otra embarcación y Yanko naufragó, siendo
arrastrado por las olas hasta la orilla de la costa de Eastbay. “Y para él, que no sabía nada del mundo,
Inglaterra era un lugar desconocido (...) no me extrañaría que hubiera temido encontrar bestias salvajes y
hombres feroces cuando, arrastrándose en la penumbra por el espigón, cayó rodando en una acequia
donde fue un nuevo milagro que no se ahogara. Pero luchó instintivamente como un animal atrapado en
una red. (...) Debía de tener madera de aventurero, pues ¡cuántas de las gestas más gloriosas han
empezado en este mundo con ese trueque de la vaca paterna por el espejismo de un oro muy lejano! (...)
No hay duda de que debió sentirse terriblemente mareado e infeliz... aquel tierno y apasionado
aventurero, alejado así de cuanto conocía, condenado a la más amarga soledad”. 

En la historia de Yanko podemos reconocer la situación de muchas personas que emigran de sus lugares
natales y llegan, o no, a suelo europeo, donde se encuentran con unos prejuicios sociales y una legislación
que hacen de sus vidas una constante lucha por la supervivencia. En estos últimos tiempos, hemos visto
como con el resurgir del discurso del odio se ha criminalizado a los menores no acompañados, a niños
que tanto si viven en la calle como si están internos en centros, el hambre y el maltrato forjan su día a
día. 

El pasado mes de Octubre se celebró en el IVAM un congreso titulado Norma y disidencia: repensar la
ciudadanía desde el cuerpo, donde participaron numerosos investigadores, activistas y artistas que
reivindican de algún modo el lugar de esos cuerpos que restan al margen de la norma. Uno de los
ponentes fue Papa Balla Ndong, migrólogo en la Universidad de Valencia, quien realizó una
comunicación centrada en las situaciones y los obstáculos a los que se enfrentan los manteros en este país.
Papa explicó que el principal problema es Ley Orgánica 4/2000 con modificación del 2007, conocida
como «Ley de Extranjería», por la que las formas legales de entrada y residencia en España escapan a las
posibilidades de estas personas que salen del país del que provienen acudiendo a mafias, echándose al
mar en pateras e incluso subiéndose como polizones en barcos o camiones, dejando a sus familias y
arriesgándose a no llegar al destino que pretenden, movidos por las malas condiciones en las que viven y
con el sueño de poder tener un futuro mejor en Europa. 

Hasta que no llevan tres años en España no pueden regularizar su situación, siempre con el peligro de ser
deportados a sus países de origen; no son ciudadanos de derecho, por lo que se ven obligados a vivir de
actividades al margen de la ley, como la venta ambulante. Lidiando día a día no solamente con las
instancias legales, sino también con la opinión y la acción pública, han sido capaces de organizarse. El
Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona lanzó en 2017 la marca Top Manta, como
ellos mismos dicen en su página web www. manteros.org, “con la intención de mejorar nuestras
condiciones de vida como colectivo. Queríamos una alternativa a los productos de imitación y soñábamos
con poder sacar de la calle a todos los colectivos marginados de nuestra ciudad”, cosa que intentan
contratando a personas que tratan de ganarse la vida en la calle. Pero es necesario señalar que este logro
es el fruto de una lucha que se viene librando décadas: ser el Otro entre Nosotros supone frecuentemente
el menosprecio, la humillación y la vulneración de la propia persona por el mero hecho de haber nacido
en un lugar determinado.

Kennedy relata que Yanko “no quería hablar de las experiencias que siguieron a su llegada: parecían
haber dejado en su alma una oscura huella de asombro e indignación”. Las reacciones de las gentes del
lugar no fueron sino de miedo, violencia y en definitiva, aversión, todas afloradas de una absoluta
incomprensión que lleva a, para decirlo de forma semejante a como lo hicieran Adorno y Horkheimer en
su Dialéctica de la ilustración, el grito del terror al no conocer aquello ante lo que uno se encuentra, y a
la necesidad de dominar lo que se presenta como una amenaza. 

Estuvo escondido en una pocilga, iba huyendo de los pueblerinos que iban tras él airados al escuchar sus
gritos de ayuda ininteligibles para ellos. Al verlo desvanecido en un camino, el carretero lo abandonó a su
suerte, “retrocedió intimidado ante su total inmovilidad, y ante el aspecto extraño de aquel vagabundo”.
Los niños que iban al colegio, se atemorizaron al ver “un hombre horrible” y el lechero azotó con su
látigo a aquel “gitano peludo” dejándolo tirado en el barro al intentar detener el carro para conseguir
ayuda. Los muchachos arrojaron piedras a “un vagabundo muy extraño que, completamente empapado y
lleno de barro, andaba como si estuviera borracho”. 

Vemos que las impresiones de los vecinos de Colebrook que se topaban con Yanko se sitúan al nivel de la
valoración estética. En ningún momento tratan de preocuparse por entenderle, ni siquiera por su
integridad física. Ya no se trata de que hablara en un idioma distinto, es que el rechazo hacia él se daba
por su misma apariencia. La señora Finn, que iba con su bebé en el carrito, aseguró que se dirigió hacia
ella “farfullando algo con una voz que habría bastado para aterrorizar a cualquiera”, a lo que respondió
propinándole un paraguazo en la cabeza. Tras ello, Yanko corrió a través del campo, tropezando,
tambaleándose, hacia la granja de New Barns, donde “cayó en las redes de su sombrío y trágico destino”. 

El otro entre nosotros II: aversión, exotismo, fascinación

El destino del exiliado

Amy seguía enamorada de  Yanko, a pesar del desprecio hacia él por parte de la gente del pueblo. Lo
seguían tratando como un bufón, una bestia, un demente, excluyéndolo de la vida social, pero a Yanko
nada de eso le importaba: ahora tenía un hijo, “un hombre (decía orgulloso) al que podía cantar y hablar
en su lengua materna, y al que dentro de poco enseñaría a bailar”. En la figura del hijo, encuentra la
esperanza de poder, de alguna forma, recuperar aquello perdido, de compartir lo que le es propio. Sin
embargo, todo esfuerzo del exiliado está destinado al fracaso, como un eterno retorno del extravío que le
es inmanente, que forma parte de su identidad. Cualquier intento por reparar ese estado indigente, se
revela como una nueva trampa.  

Comenzaron las desavenencias con Amy, quien no le dejaba rezar en voz alta por las noches, cosa con la
que Yanko pretendía que su hijo aprendiera las oraciones que le había enseñado su padre. Se lo arrebató
de los brazos cuando le cantaba en su lengua una de las nanas tradicionales de las montañas, como si
temiera que le pudiera causar algún daño. Él “...anhelaba que su hijo creciera para tener a alguien con
quien hablar en aquel idioma que a nosotros nos sonaba tan inquietante, raro y apasionado. No
comprendía por qué razón a su mujer le disgustaba la idea”. Le dice a Kennedy que “las mujeres son muy
extrañas”.

Confiaba en que se le pasaría, en que tenía un buen corazón. No obstante, Kennedy sospecha que la
atracción de Amy por él se estaba volviendo en repulsión. En esta transformación reconocemos una vez
más la incomprensión del Otro, al que en todo momento se percibe como algo ajeno a lo que en el mejor
de los casos se trata con indiferencia. Incluso en el comportamiento de Amy, que se compadece de él y le
da el pedazo de pan cuando lo encierran en las dependencias de los Smith, le ayuda del mismo modo en
que se cuenta que ayudó a un sapo en apuros, fascinada por la naturaleza de un ser que le resultaba tan
atractivo como extraño. Ese estado de cosas se mantiene hasta que Yanko comienza a compartir con el
hijo de ambos las canciones, las tradiciones y la lengua del lugar del que proviene, como ocurre con todos
nosotros cuando somos pequeños. Para Yanko la transmisión de su lengua y su cultura al niño es un
sueño, mientras que para Amy, que su marido le haga partícipe de esa otredad se le presenta como un
peligro, y toda esta tensión se da en el marco de una comunidad donde prima el odio hacia el Otro.

Al llegar el invierno, Yanko enfermó y Amy, pese a la insistencia de Kennedy de que lo llevara a un lugar
resguardado del frío, se negó a que estuviera en otra estancia que no fuera una habitación con una puerta
que daba directamente al jardín. Tenía mucha fiebre y no dejaba de murmurar para sí, mientras Amy lo
observaba inquieta, llegando a sospechar que su marido fingía y temiendo por su hijo:

»...Y además está el niño... Estoy tan asustada... Hace poco me pidió que se lo diera. Le dice cosas tan
extrañas... 

Kennedy le propone pedirle a algún vecino que la acompañe durante la noche, a lo que ella respondió
resignada “No creo que nadie quiera venir”, consciente del rechazo que Yanko despertaba entre los
lugareños. La fiebre de Yanko fue en aumento, y Amy seguía “vigilando cada movimiento y cada sonido,
mientras el terror, el terror irracional a aquel hombre que no podía entender iba apoderándose de ella.
Había acercado la cuna de mimbre hasta sus pies. El instinto maternal y aquel miedo incomprensible la
dominaban por completo”. 

Yanko le pidió un poco de agua, pero, aunque creía que había hablado en inglés, ella no lo entendió y ni
se movió. “Yanko le habló, y sus apasionados reproches sólo agudizaron el miedo de Amy a aquel
hombre extraño”, presa de la indignación y delirando por la fiebre. Cuando se acercó a ella,  “la
muchacha simplemente abrió la puerta y salió corriendo con el niño en brazos.” 

Muerte

...

Amy Foster: manifestación sensible de la experiencia del exilio

En términos hegelianos podemos decir que Amy Foster es la manifestación sensible, literaria, de la
experiencia del exilio. En ella se objetivan la angustia, la incomprensión y la pérdida del que se encuentra
fuera de lugar. Como hemos comentado, Conrad siente siempre sus obras como una aproximación a
aquello que quería expresar y que él mismo vivió, un relato que nunca hace justicia a ello y llega cuando
ya es demasiado tarde. Said advierte de que tratamos un fenómeno que no podemos aprehender estética ni
humanísticamente, nosotros lectores, que contemplamos desde arriba como Odiseos, atados al mástil de la
nave y salvos del peligro. Y, sin embargo, con obras como la que hemos tratado, podemos acercarnos a la
realidad de muchas personas que están entre nosotros y que no buscan sino poder vivir dignamente. 

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