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ANDREU LÓ
MARTÍ
2º FILOSOF
LO SUBLIME EN STUDIO
GHIBLI
De todos los temas que hemos tratado en las clases prácticas he decidido a hacer
el ensayo sobre lo sublime. Este concepto estético, sobre el cual han reflexionado gran
cantidad de autores a lo largo de la historia, se estructurará de la siguiente forma: en
primer lugar, explicaremos el concepto de lo sublime estético para posteriormente
vincularlo con el ámbito cinematográfico, en concreto, con el Studio Ghibli. Por último,
ofreceremos unas conclusiones personales para finalizar el ensayo.
Dado nuestro interés y como bien hemos dicho en la introducción, para poder
comprender mínimamente y de una manera clara el presente ensayo tendremos que
empezar definiendo el concepto, sin embargo, hay que tener presente que lo sublime no
se caracteriza únicamente por tener una sola vía de entendimiento, tal y como sabemos,
lo sublime como concepto estético no quiere decir lo mismo que lo sublime como
concepto cotidiano, entendiendo cotidiano en referencia al uso habitual de la palabra.
Así pues, la mayoría puede entender y utilizar este término como adjetivo sinónimo de
excelente, ideal o fantástico, de hecho, este sería el significado que adquiere
habitualmente en el contexto cotidiano, sin embargo, como concepto vinculado a la
materia estética y filosófica adquirirá otro tipo de significado. En primer lugar y antes
de adentrarnos en el significado estético de lo sublime hay que tener presente que éste
no aparece hasta el siglo XVIII, desde ahí, pasando por Burke, Kant, Schopenhauer o
Schiller ha ido moldeándose y transformándose hasta nuestros días. Como hemos dicho,
el significado de lo sublime cambia considerablemente dependiendo el contexto, así
pues, nosotros solamente nos centraremos en el contexto estético.
La gran mayoría estará conforme en que para disfrutar del arte resultan
necesarios los sentidos. Tanto es así que para disfrutar de un cuadro resulta necesario
poder verlo tal y como para disfrutar de una melodía resulta necesario poder escucharla.
Así pues, concretamente, se necesita del sentido visual para poder captar la experiencia
estética de lo sublime. De esta forma, podríamos afirmar que lo sublime es una
sensación, una sensación que se produce en el sujeto cuando contempla algo. Pero
¿Cómo le afecta al sujeto que lo ve? Y, ¿Qué es exactamente lo que ve? Antes de nada,
hay que recordar que una de las primeras acepciones que se tiene de estética es algo así
como la parte sensible del ser humano, esa sensibilidad que percibimos a través de los
sentidos es la que nos posibilita hacer experiencia de obras de arte enfáticas. En las
siguientes líneas, intentaremos explicar lo que sucede en nuestro cuerpo cuando
tenemos una sensación de lo sublime. En referencia a lo anterior, ese algo del que
hablábamos, perfectamente podría interpretarse (teniendo en cuenta el contexto
cotidiano) como algo bello, no es de extrañar que podamos confundir lo sublime
vinculándolo pues a la idea de belleza. Sin embargo, lo sublime, se distancia de la idea
de belleza abriendo paso a lo desigual, desmesurado e incluso hasta peligroso 1. Hasta
aquí y a modo de resumen, podemos afirmar que para experimentar lo sublime resulta
tan necesario el sentido visual como el poder observar objetos de grandes dimensiones,
pero no sólo eso, éstos, normalmente, tienen que estar relacionados con la naturaleza o
con las fuerzas que esta desemboca. En definitiva y volviendo a la última pregunta que
nos queda por resolver, ¿Cómo es esa sensación que se produce ante lo contemplado?
Exactamente esa sensación es un conjunto de emociones que en contraposición a lo
bello combinan placer con dolor. Tal y como diría Addison: “caemos en un asombro
agradable... y sentimos interiormente una deliciosa quietud y estupor”2. Así pues, lo
sublime, ante la magnificencia de los paisajes de la naturaleza, es un conjunto de
emociones que en primera instancia combinan el dolor y el temor para más tarde
volverse satisfacción. En pocas palabras y para concluir la introducción sobre lo
sublime como término vinculado a la materia académica o de estudio, se podría afirmar,
de manera muy breve, que lo sublime es esa sensación que se mueve entre dos polos, el
placer y el displacer, y eso, exactamente, es lo que posibilita que se cause un gran
impacto en el sujeto, por la imposibilidad de asimilar lo que percibe, convirtiendo así lo
sublime en un término realmente ambiguo.
1
Las siguientes ideas están extraídas del texto de Inmanuel Kant, Cítica del juicio, Madrid, 1995.
2
Adisson, The Spectator, capítulo II, pág 139 nota d.
cuanto a la arquitectura, podríamos destacar construcciones como el Puente del Gard o
La Catedral de Reims dadas las inmensidades de sus tamaños. [Imagen 3]
Como ya sabemos, las diferentes categorías estéticas siempre han estado muy
presentes en el séptimo arte; lo bello, lo sublime o lo trágico entre muchos otros, han
sido llevados a la pantalla a través de los directores. Podríamos destacar algunos en
calidad de ejemplos como la fealdad de la mano de Tim Burton o lo siniestro para David
Fincher. Así pues, lo sublime no se queda atrás y se puede apreciar en innumerables
ocasiones. En The Impossible (Juan Antonio Bayona, 2012) y Blue Planet (Alastair
Fothergill, 2001) podemos apreciar como el océano si bien es paraje de belleza y viveza
nos puede ocultar su parte más peligrosa y terrible. En 2001: A Space Odyssey (Stanley
Kubrick, 1968) e Interestellar (Christopher Nolan, 2014) vemos como a través de la
infinitud del espacio se activa nuestra capacidad más imaginable y, por último, en Into
the Wild (Sean Penn, 2008) y The Revenant (Alejandro González Iñarritu, 2015)
contemplamos a hombres enfrentándose a las desfavorables condiciones que les
presenta la naturaleza. No obstante, lo sublime, no sólo está presente en películas reales
sino también de animación, es el caso de las producidas por Studio Ghibli. [Imagen 4]
Para nuestro interés y como no podemos abarcar todas las películas producidas
por este estudio, solamente destacaremos cuatro, las cuales consideramos las más
importantes. Nos centraremos pues en: El viaje de Chihiro (Hayao Miyazaki, 2002), La
princesa Mononoke (Hayao Miyazaki, 2000), Mi vecino Totoro (Hayao Miyazaki,
2009) y Ponyo en el acantilado (Hayao Miyazaki, 2009). Como dijimos anteriormente,
cuando se habla de lo sublime necesariamente se tiene que hablar de naturaleza, así
pues, destacaremos tres escenarios en donde se da la experiencia estética de lo sublime.
El primero que encontramos es el cielo, en la mayoría de los casos, los personajes del
mundo Ghibli se desenvuelven en una atmosfera aérea constante, con El Viaje de
Chihiro podemos apreciar como aquello infinitamente inmenso y grande como es el
cielo nos produce la experiencia de lo sublime, lo que nos produce esa experiencia
estética es nuestra incapacidad para percibir esa magnitud de la naturaleza, es el hecho
justamente de que cuando la percibimos, nuestra imaginación se activa e imagina esa
infinitud. La sensación de lo sublime, por tanto, es la que intenta explicar eso, como
vamos más allá de lo que existe de hecho. El cielo siempre ha tenido un papel muy
importante dentro de lo sublime dada nuestra incapacidad para controlarlo, a diferencia
de la tierra, es un lugar inestable para el ser y en él es donde se producen la mayoría de
los truenos y tormentas. Quizá, en El Viaje de Chihiro no se representa tan bien como
en El Viento Se Levanta (Hayao Miyazaki, 2014) pero consideramos que es una obra
crucial para entender la facultad de ir más allá de lo sublime. Precisamente, esa facultad
se representa a la perfección a través del océano. En Ponyo en el Acantilado, de la
misma manera que en Chihiro, aunque cambiando de escenario, el océano nos da la
posibilidad de experimentar más allá de lo que hay. La grandeza del cielo y el mar junto
con la belleza que representan estas películas estimulan de algún modo los placeres de
la imaginación. Además, la frontera tan poco definida que separa a ambos escenarios
hace de este concepto algo realmente confuso e inconcreto. Por último, con Mi vecino
Totoro y La princesa Mononoke vemos como la naturaleza está llevada casi al
paroxismo. A diferencia de Chihiro que estaba destinada a un público adulto, Totoro y
Mononoke se dirigen a los más jóvenes: los niños. La mezcla de ecología y mundo
infantil hacen de estas películas realmente una auténtica oda a la naturaleza. [Imagen 5]
Resulta difícil imaginar el sentimiento de lo sublime en obras de animación y
puede que en este tipo de películas les sea más fácil a los niños viajar con el terror y la
fascinación ante lo incomprensible. Sin embargo, muchas de las producciones de este
estudio tratan sobre temas muy poco infantiles como la depresión, la contaminación o el
entendimiento de la muerte. Como decíamos, resulta complicado alcanzar ese nivel de
placer-dolor en películas de animación y puede que la plasmación grafica esté más
relacionada con lo sublime magnifico como sentimiento de belleza exaltado. Sin
embargo, la trama que las envuelve está más relacionada a la conmoción que oscila
entre el gozo y el terror. A modo de ejemplo podríamos destacar Big Fish & Begonia
(Lian Xuang, 2016) en representación de lo sublime magnifico por la calidad de su
belleza estética y La Tumba de las Luciérnagas (Isao Takahata, 2003) por la conmoción
placer-dispalcer que produce ver a dos niños huérfanos, abrazarse en una escena repleta
de luciérnagas, tras uno de los muchos bombardeos de la segunda guerra mundial. Así
pues, estas películas conmueven y encantan por como se relacionan ambas cualidades,
lo bello y lo sublime se unifican en perfecta armonía. Las películas Ghibli tratan sobre
varios temas, desde fuertes criticas sociales hasta fotogramas en donde la naturaleza está
empapada de violencia y conflicto. Una vez más, tenemos que destacar la importancia
de la naturaleza que aún en medio del caos hace que el espectador experimente ese
agrado visual tan característico3. [Imagen 6]
ANEXO DE IMÁGENES
3
Las siguientes ideas están extraídas de Raúl Fortes, Guía para ver y analizar el Viaje de Chihiro,
Valencia: 2001.
Imagen 1
Imagen 2
La Catedral de
Reims, 1211
Imágenes Bloque 4
DICKIE, G. “El siglo del gusto”. En La odisea filosófica del gusto en el siglo XVIII.
Madrid: 2003.