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Breve historia de la curación de las

heridas
Alberto Deluchi Levene*

* El Dr. Alberto Deluchi Levene es presidente del Colegio


Argentino de Cirugía Venosa y Linfática.
RESUMEN
La historia de la curación de heridas se confunde, en varios puntos, con la historia de la
humanidad. Es así que, desde los movimientos instintivos de los animales ante las heridas
hasta los procedimientos más sistemáticos propios de la medicina empírica y científica, se
sucedieron diversos métodos y técnicas de curación. Dentro de esta historia, pueden
diferenciarse, a su vez, los ritos creados por chamanes o médicos sacerdotes. En estos
últimos, la invocación de buenos espíritus y el alejamiento de los malos constituyeron la
característica principal.
Respecto de la medicina empírica, por otra parte, se han encontrado diversos testimonios
escritos que dan cuenta tanto de las prácticas mediante las cuales se curaban las heridas en
las diversas épocas como de las creencias que subyacían en cada una de ellas. Desde la
medicina egipcia del año 1900 a.C., la medicina homérica del año 800 a.C. y la hipocrática del
año 460 a.C., pasando por los tratados de Galeno de Pérgamo (año 200), las descripciones de
Antilo, los escritos de Henri de Mondeville y Guy de Chauliac (siglo XII), los textos y
tratamientos de Ambrosio Pare (1510-1590) y Michelángelo Biondo (1497-1565), hasta las
enseñanzas humanistas del Barón Dominique Jean Larrey (1766-1842), pueden observarse
tanto las curaciones por me-dio de la colocación de diversos preparados sobre las heridas o la
promoción de la supuración, como la limpieza con abundante agua y el cierre por primera
intención.
Palabras clave:
Heridas – Curación – Medicina empírica – Historia
SUMMARY
Brief history of wound healing
The history of wound healing is intrinsically related to the one of mankind. Because of this,
there have been diverse healing methods since the early beginnings, from the instinctive
reactions of the animals when hurt, to the most systematic and sophisticated medical
procedures, characteristic of both empiric and scientific medicine. Thus, several healing
methods and techniques were intended. Within this historical background, we can find
shamanic rituals where invocation to the Good Spirits and protection from Evil Spirits was the
main characteristic.
Later on, ancient written testimony from empiric medical history accounts for the practice of
wound healing, which changed according to the times and influenced by religious or
supernatural beliefs.
The medical art of the Egyptian times (years 1900 A.C.), the poems of Homer, dated eight
hundred years before the Christian era, the Hippocratic healers in the year 460 A.C., the
centuries of Galenic medicine (year 200), the descriptions of Antilo, the written witnessing of
Henri de Mondeville and Guy de Chauliac (siglo XII), the invaluable contributions of Ambrosio
Pare (1510-1590) and Michelángelo Biondo (1497-1565) and finally the humanistic vision of
the Baron Dominique Jean Larrey (1766-1842), are outlined. Various rational and irrational
elements were reported to aid in the healing process of wounds and injuries, such as topical
preparations, promotion of suppuration, water cleansing and first intention closure.
Key words:
Wound healing – Empirical
medicine – History
INTRODUCCIÓN
La curación de las heridas existió antes que la medicina, incluso antes que el hombre mismo,
pues vemos cómo los animales obran por instinto: lamen sus heridas (las limpian), reposan,
dejan sin mover el miembro herido.
El hombre primitivo, antes de que creara la medicina, también obraba instintivamente. En su
intento probó acciones que lo favorecían (lavado, inmovilización, cobertura con bálsamo, miel,
etc.), y al transmitir estas técnicas convenientes inició la medicina empírica.
La medicina empírica, desde el Paleolítico hasta hoy, no significa de por sí mala medicina.
Simplemente, se aplicaba lo que por ensayo y error se estimaba que era bueno.
Por otra parte, se diferencia de la medicina científica en que ésta, realizando quizás los
mismos procedimientos, sabe el porqué y el para qué.
Y el porqué del cierre de una herida y el para qué de emplear un método de curación es un
conocimiento muy reciente. Es decir que, durante miles de años, el hombre intentó cerrar sus
heridas empleando técnicas que deben asombrarnos por ser eficaces y acertadas desde tan
antiguamente.
Hay otro capítulo inmenso y fascinante constituido por la medicina mágico-religiosa, que
apareció junto con la cultura y que reaparece aún hoy, cuando el ser humano se enfrenta a
una gran amenaza o fuerza desconocida que lo supera. El hombre, frente al hecho de
enfermar por causas desconocidas y misteriosas, e imaginando la intervención de fuerzas
demoníacas, pretende influir en las potencias sobrenaturales mediante ritos para alejar a los
espíritus malos o convocar a los espíritus buenos. Pronto serían tan especializados los rituales
que alguno de la tribu tendrá asignada la misión de intervenir frente a las deidades y se
convertirá en el “chaman” o médico sacerdote.
Pero para la curación de heridas participará más la acción directa, técnica empírica, ya que no
se puede reducir una fractura con palabras, ni curar una herida con magia.
Sabemos del pasado de la Medicina tanto como hemos podido hallar escrito. Quizás
continúen encontrándose documentos que precisen cada vez más nuestros conocimientos
sobre los orígenes de la medicina.
EGIPTO
Un papiro egipcio escrito hacia 1900 a. C., encontrado por Edward Smith, contiene detalladas
técnicas de curación de heridas y traumatismos. Nada de conjuros ni rituales. (Por la forma
sistematizada y metódica en que está escrito se afirma que es transcripción de enseñanzas de
Imothep de 1000 años antes). Dice, entre otras muchas prescripciones, “que los bordes de las
heridas sean exactamente aproximados, y que el vendaje sea tal que los mantenga de ese
modo”.
El papiro de Ebers refiere el uso de un instrumento de metal que se ponía incandescente para
cohibir las hemorragias: “…cúralo con un cuchillo y luego quema con fuego para que no
sangre demasiado”.
La medicina egipcia influyó totalmente en la medicina homérica (800 a. C.) y luego en
Hipócrates (460 a.C.), la cual a su vez fue transcripta hasta el Renacimiento. Con esto
queremos decir que ciertos conceptos sobre la curación de las heridas se transmitieron
durante ¡cuatro mil años! Y aún hoy nos deleita su lectura (papiro de E. Smith o Hipócrates),
pues muchos preceptos son enteramente aceptables en nuestros días de medicina científica.
HOMERO
Homero, que no era médico sino poeta, gracias a sus obras La Ilíada y La Odisea, nos hizo
saber sobre la medicina de su tiempo, que describió de manera precisa y en abundancia.
En estos poemas épicos relata curaciones y describe heridas de guerra. En ellos el médico es
tenido en gran honor porque, según Homero, éste “es un hombre que vale más que muchos
otros” (¡gracias Homero!).
Los conocimientos anatómicos son rudimentarios, pero bastante exactos respecto de huesos,
articulaciones y músculos.
Por ejemplo, en el libro XI de La Ilíada, “Néstor conduce a Malaón herido a su tienda para
curarlo” y “Euripilo herido en el muslo por una flecha demanda a Patroclo que le extraiga la
punta, le lave la sangre con agua tibia y le aplique aquellos fármacos lenitivos que el Centauro
Quirón ha enseñado a Aquiles”.
En los poemas homéricos se describen ciento cuarenta y una heridas; las hay superficiales y
penetrantes, extracción de cuerpos extraños, se indica el modo de cohibir la pérdida de
sangre, la aplicación de emplastos o fibras de raíces y, finalmente, la aplicación de vendajes.
Escenas de La Ilíada fueron representadas en la decoración de cerámicas griegas (Figura 1).
Uno de los frescos descubiertos en Pompeya representa a Eneas (legendario príncipe
troyano, héroe de La Eneida de Virgilio) herido, mientras es curado por el médico Iapis (Figura
2). Esta imagen se ha considerado erróneamente en alguna publicación como la operación de
várices realizada al Cónsul Mario, según relata Plutarco en Vidas paralelas.

Figura 1
Durante la guerra de Troya los guerreros se socorren mutuamente en el campo de batalla:
Aquiles venda a Patroclo (cerámica griega, h. 500 a. C.)
Es una medicina empírica surgida de las observaciones de las heridas en combate y en la
influencia que tenía entonces la medicina egipcia (por ejemplo, el fármaco Nepente, que
disuelto en vino hace olvidar todos los dolores).
Pero, poco después, esta medicina empírica cedería ante la influencia babilónica, y aparecerá
entonces una medicina mágico-religiosa que va a coexistir con el nacimiento de la filosofía
griega y la medicina científica tres siglos después.

Figura 2
El tratamiento de Eneas: se dice que el legendario fundador de Roma también llevó la
medicina griega al Lacio (Pompeya, S. I d. C.)
HIPÓCRATES
Es de nuestro interés el texto del cuerpo hipocrático Sobre las úlceras; aunque no hay certeza
de que haya sido escrito por el mismo Hipócrates, lo habría sido por uno de sus discípulos o
por un contemporáneo.
El escrito tiene sabios preceptos para la curación de heridas (élkos puede traducirse como
“herida” tanto como “úlcera”).
Contiene indicaciones generales sobre vendajes, comidas, inmovilización, inflamación,
diferencia entre heridas antiguas y recientes, cicatrices, hinchazones y, al final, sobre
flebotomía.
Podemos extraer frases significativas: “Para las heridas no conviene en absoluto estar de pie,
…si la herida (úlcera) está en la pierna, tampoco estar sentado ni caminar, en cambio son muy
convenientes el reposo y la quietud”. “Tampoco a las heridas recientes les conviene el
aceite… ni los emolientes ni los grasos.” “Las heridas que no están totalmente limpias no
quieren cicatrizar aunque les juntes los bordes.”
Menciona una farmacopea compleja y múltiple, y describe más de cuarenta recetas de
emplastos y emolientes.
Entre los elementos que indica, llaman la atención sustancias que aún hoy podrían ser
empleadas: sulfato de cobre, miel, vino, vinagre, sal, flor de melilotus, grasa, cera y aceite.
De su lectura no se adquirirán recursos técnicos, pero seguramente causará asombro apreciar
la capacidad de observación de los médicos de la antigüedad.
Es además una clara expresión de la medicina empírica de esa época.
GALENO DE PÉRGAMO
Galeno, nacido en Pérgamo (Asia Menor) en 131, y que vivió hasta el año 200, es la estrella
final de la medicina científica griega.
Ejerció como médico de gladiadores en un gimnasio de su ciudad natal hasta la edad de 33
años. Luego se estableció en Roma, y desde ese momento no ejerció más la cirugía.
Compuso tratados sobre todos los temas de medicina de su tiempo (ochenta y tres seguros,
otros son de atribución dudosa), que fueron transcriptos durante quince siglos.
Ríos de tinta se han escrito sobre él y no es el propósito al nombrarlo agregar algo más sobre
su vida o su obra. Pero no puede dejar de ser mencionado al tratar de las heridas, por la
inmensa influencia que tuvo posteriormente sobre la práctica médica.
Cabe referirnos a su descripción de las inflamaciones; las clasifica como “edematosa”,
“fagedémica”, “escirrosa” (entre este tipo incluye los tumores cancerosos) y “gaseosa”
(muestra gangrena gaseosa).
Describe, asimismo, el curso del trastorno: modo “simple” (se resuelve sin supuración) y
“purulenta” (hay producción de pus); “icorosa”, con serosidad más clara, o “séptica”, que entra
en “putrefacción” y puede matar al enfermo (sepsis).
Su idea de que después de la supuración (“pus loable”) la herida evoluciona hacia la curación
se mantuvo hasta el siglo XVI.
Expresión de Galeno es la frase: “Un médico excelente también debe ser un filósofo”. Estudió
a Aristóteles, por lo que posteriormente se hizo aceptable para los tres grandes monoteísmos:
judío, cristiano y mahometano. Esta aceptación fue determinante para que sus escritos fueran
transcriptos y perpetuados como dogma hasta el Renacimiento.
ANTILO
Antilo, médico griego radicado en Roma y contemporáneo de Galeno, era cirujano (describió
por primera vez la traqueotomía).
Indicó la cauterización de las heridas con hierro candente. A este método lo transcribieron los
árabes y se usó hasta que Ambrosio Paré lo desacreditó en el siglo XVI.
HENRI DE MONDEVILLE
Vivió entre 1260 y 1320. Fue el padre de la cirugía francesa, discípulo de Teodorico de Lucca.
Prestó servicio en el campo de batalla y fue profesor de las universidades de Montpellier y de
París Siguió los preceptos de la asepsia y limpieza de los actos quirúrgicos. Predicó la sutura
precoz de las heridas y atacó el “pus loable” de los antiguos.
Escribió un manuscrito titulado Cirugía, que quedó inconcluso, por lo que desgraciadamente
estuvo perdido por siglos y cedió la fama a otro francés contemporáneo suyo, Guy de
Chauliac.
GUY DE CHAULIAC
En el siglo XII ocurre un renacimiento de la cirugía por dos motivos: un renovado interés por el
estudio de la anatomía y la aparición de las heridas por armas de fuego.
Hacia el siglo XV se encuentran los textos de Guy de Chauliac, quien desafortunadamente
favorecía la supuración de las heridas (como antes Galeno con el “pus loable”), y también los
trabajos de Teodorico y Enrique de Mondeville, a quienes debemos honrar, pues promovían la
limpieza de las heridas.
Guy de Chauliac identificaba cinco diferentes escuelas de su época y diferenciaba unas de
otras sobre la base de su tratamiento de las heridas:
• Llamó la escuela ortodoxa a los que seguían a Galeno en la promoción de supuración.
• Una segunda escuela, de Teodorico, a los que pretendían la limpieza de las heridas y el
cierre por primera intención.
• Un tercer grupo que se desviaba levemente por aplicar sustancias sobre la herida.
• Un cuarto grupo formado por charlatanes y encantadores para ayudar a cicatrizar las
heridas.
• A un quinto lo llamaba “de las mujeres y paisanos sencillos”, que dependían de la Naturaleza
o de Dios.
AMBROSIO PARÉ
En esta rápida y breve historia del tratamiento de las heridas debemos demorarnos un instante
en el reconocimiento a Ambrosio Paré (1510-1590).
Pocos hombres en la historia de la medicina han sido tan populares como este cirujano
francés del siglo XVI. Y para esto hay sobradas razones: su inmenso trabajo, su personalidad
agradable y su humildad.
Nacido de padres modestos en Maine (Francia), en 1510, fue aprendiz de cirujano-barbero y
luego marchó a estudiar al Hotel Dieu de París, entonces famoso hospital de caridad.
Allí aprendió anatomía y cirugía, y desarrolló una gran habilidad manual y sobrados
conocimientos de la medicina de su tiempo, los que lo llevaron a su éxito.
Sirvió a sucesivos reyes de Francia como cirujano militar y escribió sus trabajos en francés, no
en latín, idioma en el cual ni él, ni sus colegas cirujanos-barberos, estaban instruidos.
En sus textos y en sus tratamientos quirúrgicos, Ambrosio Paré es el triunfo de la experiencia
sobre la tradición. Se le deben dos grandes innovaciones: la cura suave de las heridas de
fuego y la ligadura en las amputaciones.
En su tiempo, se creía que había envenenamiento en las heridas de fuego, por tanto se las
trataba con aceite hirviendo, para mayor sufrimiento y retardo en la recuperación de los
heridos.
En cierta ocasión, por el gran número de bajas durante una guerra entre Francisco I y Carlos
V, se agotó el aceite candente que se usaba para cauterizar. Ante esta situación, Paré preparó
una solución de yema de huevo, trementina y aceite de rosas destinada a curar las heridas de
fuego y la usó en contra de la habitual cauterización. Al día siguiente, para su sorpresa, los
hombres tratados con el método improvisado por Ambrosio Paré evolucionaron mucho mejor
que los cauterizados con aceite.
De modo similar, experimentó la ligadura de las arterias en la amputación por herida de bala,
en lugar del antiguo cauterio, y se entusiasmó con el resultado. Este descubrimiento
representó una trasgresión a lo dogmático, lo que le valió la aversión de los colegas
ortodoxos.
MICHELÁNGELO BIONDI
Michelángelo Biondo (1497-1565) fue uno de los cirujanos notables del siglo XVI. Nacido en
Venecia, ejerció en Nápoles, donde prescribió la curación de las heridas con aplicación de
agua fría. Desaconsejó la utilización de sustancias medicamentosas sobre las heridas, porque
había observado que, en vez de curar, retardaban la cicatrización.

BARÓN DOMINIQUE JEAN LARREY (1766-1842)


Es el padre de la medicina militar moderna. Fue un innovador y un humanista. Los beneficios
de su actuación sobre los heridos en las guerras napoleónicas fue tal que merece que se le
dedique un párrafo en este ensayo.
Era el cirujano mayor de los ejércitos de Napoleón y participó en sesenta batallas de
veinticuatro campañas.
Observó, compasivo, el sufrimiento de los heridos que quedaban en el campo de batalla y
eran recogidos, quizás un día después, cuando el combate ya había concluido, o que habían
caído en manos del enemigo. Eran trasladados en carros abiertos, por malos caminos, y la
mayoría de las veces morían antes de llegar a hospitales muy alejados, o bien llegaban
demasiado tarde.
Creó entonces la “ambulancia volante”, que se movilizaba detrás de la tropa, levantando los
heridos y trasladándolos a retaguardia (Figura 3). Se trataba de un carro de dos o cuatro
ruedas (según el terreno), sobre el cual el herido ya comenzaba a ser curado o amputado,
salvando así muchas vidas.
La quintaesencia de esta doctrina se aplicó en Vietnam, mediante los helicópteros-
ambulancias que clasificaban al herido en vuelo y lo entregaban al M.A.S.H. (Hospital Militar
Móvil).

Figura 3
Ambulancia móvil (ambulance volante) construida según los planes del médico militar francés
Dominique-Jean Larrey.

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