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heridas
Alberto Deluchi Levene*
Figura 1
Durante la guerra de Troya los guerreros se socorren mutuamente en el campo de batalla:
Aquiles venda a Patroclo (cerámica griega, h. 500 a. C.)
Es una medicina empírica surgida de las observaciones de las heridas en combate y en la
influencia que tenía entonces la medicina egipcia (por ejemplo, el fármaco Nepente, que
disuelto en vino hace olvidar todos los dolores).
Pero, poco después, esta medicina empírica cedería ante la influencia babilónica, y aparecerá
entonces una medicina mágico-religiosa que va a coexistir con el nacimiento de la filosofía
griega y la medicina científica tres siglos después.
Figura 2
El tratamiento de Eneas: se dice que el legendario fundador de Roma también llevó la
medicina griega al Lacio (Pompeya, S. I d. C.)
HIPÓCRATES
Es de nuestro interés el texto del cuerpo hipocrático Sobre las úlceras; aunque no hay certeza
de que haya sido escrito por el mismo Hipócrates, lo habría sido por uno de sus discípulos o
por un contemporáneo.
El escrito tiene sabios preceptos para la curación de heridas (élkos puede traducirse como
“herida” tanto como “úlcera”).
Contiene indicaciones generales sobre vendajes, comidas, inmovilización, inflamación,
diferencia entre heridas antiguas y recientes, cicatrices, hinchazones y, al final, sobre
flebotomía.
Podemos extraer frases significativas: “Para las heridas no conviene en absoluto estar de pie,
…si la herida (úlcera) está en la pierna, tampoco estar sentado ni caminar, en cambio son muy
convenientes el reposo y la quietud”. “Tampoco a las heridas recientes les conviene el
aceite… ni los emolientes ni los grasos.” “Las heridas que no están totalmente limpias no
quieren cicatrizar aunque les juntes los bordes.”
Menciona una farmacopea compleja y múltiple, y describe más de cuarenta recetas de
emplastos y emolientes.
Entre los elementos que indica, llaman la atención sustancias que aún hoy podrían ser
empleadas: sulfato de cobre, miel, vino, vinagre, sal, flor de melilotus, grasa, cera y aceite.
De su lectura no se adquirirán recursos técnicos, pero seguramente causará asombro apreciar
la capacidad de observación de los médicos de la antigüedad.
Es además una clara expresión de la medicina empírica de esa época.
GALENO DE PÉRGAMO
Galeno, nacido en Pérgamo (Asia Menor) en 131, y que vivió hasta el año 200, es la estrella
final de la medicina científica griega.
Ejerció como médico de gladiadores en un gimnasio de su ciudad natal hasta la edad de 33
años. Luego se estableció en Roma, y desde ese momento no ejerció más la cirugía.
Compuso tratados sobre todos los temas de medicina de su tiempo (ochenta y tres seguros,
otros son de atribución dudosa), que fueron transcriptos durante quince siglos.
Ríos de tinta se han escrito sobre él y no es el propósito al nombrarlo agregar algo más sobre
su vida o su obra. Pero no puede dejar de ser mencionado al tratar de las heridas, por la
inmensa influencia que tuvo posteriormente sobre la práctica médica.
Cabe referirnos a su descripción de las inflamaciones; las clasifica como “edematosa”,
“fagedémica”, “escirrosa” (entre este tipo incluye los tumores cancerosos) y “gaseosa”
(muestra gangrena gaseosa).
Describe, asimismo, el curso del trastorno: modo “simple” (se resuelve sin supuración) y
“purulenta” (hay producción de pus); “icorosa”, con serosidad más clara, o “séptica”, que entra
en “putrefacción” y puede matar al enfermo (sepsis).
Su idea de que después de la supuración (“pus loable”) la herida evoluciona hacia la curación
se mantuvo hasta el siglo XVI.
Expresión de Galeno es la frase: “Un médico excelente también debe ser un filósofo”. Estudió
a Aristóteles, por lo que posteriormente se hizo aceptable para los tres grandes monoteísmos:
judío, cristiano y mahometano. Esta aceptación fue determinante para que sus escritos fueran
transcriptos y perpetuados como dogma hasta el Renacimiento.
ANTILO
Antilo, médico griego radicado en Roma y contemporáneo de Galeno, era cirujano (describió
por primera vez la traqueotomía).
Indicó la cauterización de las heridas con hierro candente. A este método lo transcribieron los
árabes y se usó hasta que Ambrosio Paré lo desacreditó en el siglo XVI.
HENRI DE MONDEVILLE
Vivió entre 1260 y 1320. Fue el padre de la cirugía francesa, discípulo de Teodorico de Lucca.
Prestó servicio en el campo de batalla y fue profesor de las universidades de Montpellier y de
París Siguió los preceptos de la asepsia y limpieza de los actos quirúrgicos. Predicó la sutura
precoz de las heridas y atacó el “pus loable” de los antiguos.
Escribió un manuscrito titulado Cirugía, que quedó inconcluso, por lo que desgraciadamente
estuvo perdido por siglos y cedió la fama a otro francés contemporáneo suyo, Guy de
Chauliac.
GUY DE CHAULIAC
En el siglo XII ocurre un renacimiento de la cirugía por dos motivos: un renovado interés por el
estudio de la anatomía y la aparición de las heridas por armas de fuego.
Hacia el siglo XV se encuentran los textos de Guy de Chauliac, quien desafortunadamente
favorecía la supuración de las heridas (como antes Galeno con el “pus loable”), y también los
trabajos de Teodorico y Enrique de Mondeville, a quienes debemos honrar, pues promovían la
limpieza de las heridas.
Guy de Chauliac identificaba cinco diferentes escuelas de su época y diferenciaba unas de
otras sobre la base de su tratamiento de las heridas:
• Llamó la escuela ortodoxa a los que seguían a Galeno en la promoción de supuración.
• Una segunda escuela, de Teodorico, a los que pretendían la limpieza de las heridas y el
cierre por primera intención.
• Un tercer grupo que se desviaba levemente por aplicar sustancias sobre la herida.
• Un cuarto grupo formado por charlatanes y encantadores para ayudar a cicatrizar las
heridas.
• A un quinto lo llamaba “de las mujeres y paisanos sencillos”, que dependían de la Naturaleza
o de Dios.
AMBROSIO PARÉ
En esta rápida y breve historia del tratamiento de las heridas debemos demorarnos un instante
en el reconocimiento a Ambrosio Paré (1510-1590).
Pocos hombres en la historia de la medicina han sido tan populares como este cirujano
francés del siglo XVI. Y para esto hay sobradas razones: su inmenso trabajo, su personalidad
agradable y su humildad.
Nacido de padres modestos en Maine (Francia), en 1510, fue aprendiz de cirujano-barbero y
luego marchó a estudiar al Hotel Dieu de París, entonces famoso hospital de caridad.
Allí aprendió anatomía y cirugía, y desarrolló una gran habilidad manual y sobrados
conocimientos de la medicina de su tiempo, los que lo llevaron a su éxito.
Sirvió a sucesivos reyes de Francia como cirujano militar y escribió sus trabajos en francés, no
en latín, idioma en el cual ni él, ni sus colegas cirujanos-barberos, estaban instruidos.
En sus textos y en sus tratamientos quirúrgicos, Ambrosio Paré es el triunfo de la experiencia
sobre la tradición. Se le deben dos grandes innovaciones: la cura suave de las heridas de
fuego y la ligadura en las amputaciones.
En su tiempo, se creía que había envenenamiento en las heridas de fuego, por tanto se las
trataba con aceite hirviendo, para mayor sufrimiento y retardo en la recuperación de los
heridos.
En cierta ocasión, por el gran número de bajas durante una guerra entre Francisco I y Carlos
V, se agotó el aceite candente que se usaba para cauterizar. Ante esta situación, Paré preparó
una solución de yema de huevo, trementina y aceite de rosas destinada a curar las heridas de
fuego y la usó en contra de la habitual cauterización. Al día siguiente, para su sorpresa, los
hombres tratados con el método improvisado por Ambrosio Paré evolucionaron mucho mejor
que los cauterizados con aceite.
De modo similar, experimentó la ligadura de las arterias en la amputación por herida de bala,
en lugar del antiguo cauterio, y se entusiasmó con el resultado. Este descubrimiento
representó una trasgresión a lo dogmático, lo que le valió la aversión de los colegas
ortodoxos.
MICHELÁNGELO BIONDI
Michelángelo Biondo (1497-1565) fue uno de los cirujanos notables del siglo XVI. Nacido en
Venecia, ejerció en Nápoles, donde prescribió la curación de las heridas con aplicación de
agua fría. Desaconsejó la utilización de sustancias medicamentosas sobre las heridas, porque
había observado que, en vez de curar, retardaban la cicatrización.
Figura 3
Ambulancia móvil (ambulance volante) construida según los planes del médico militar francés
Dominique-Jean Larrey.