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VIII Congreso de Antropología.


Santiago de Compostela. España.
20 al 24 de Septiembre de 1999.

Relaciones entre capital y trabajo en grupos mapuche 1


de
norpatagonia.

Autor: Dr. Alejandro Balazote Oliver. UBA. UNC.

1.- Introducción.

En este trabajo analizaremos la dinámica del relacionamiento entre el capital y


el trabajo en unidades domésticas mapuche, asentadas en la región
norpatagónica de la República Argentina.

Se trata de familias dedicadas a la crianza de animales menores (caprinos y


ovinos) cuyos “frutos” (pelo y lana) son comercializados a partir de su
vinculación con intermediarios itinerantes (mercachifles). El ingreso obtenido
de esta forma, resulta en la mayoría de los casos insuficiente para poder
subsistir y muchos de los integrantes de los grupos domésticos estudiados, se
incorporan estacionalmente al mercado de trabajo, participando en la
recolección de frutas en el alto valle del río Negro y en “comparsas” de esquila
que recorren las provincias de Neuquén y Río Negro.

La relación entre capital y trabajo se expresa a partir de la imposición de la


forma salario (subsunción directa), o a partir de la explotación del trabajo
campesino por el capital (subsunción indirecta). Consideramos que las
economías domésticas de los grupos mapuche asentados en la región
norpatagonia de la República Argentina no pueden ser definidas en sí mismas
sino que, partiendo de su historicidad específica, solo pueden ser
comprendidas en las formas que adquiere su vinculación con el capital.

1
.- Los Mapuche (gente de la tierra) constituyen uno de los grupos indígenas más
numerosos de la Argentina. El Censo Indígena Nacional realizado hace ya mas de
30 años arrojó la cifra de 33..352 mapuche. Consideramos, basándonos en
estimaciones parciales y estadísticas dispersas, que la cifra mencionada debería por
lo menos duplicarse. Los mapuche habitan en los ámbitos rurales y urbanos de las
provincias de Chubut., Río Negro, Neuquén, La Pampa y Buenos Aires,
principalmente en las áreas cordilleranas y de mesetas. En el campo lo hacen en
tierras bajo diversas formas de tenencia; algunos se hallan instalados en reservas,
otros ocupan tierras fiscales pagando pastaje a los estados provinciales.

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Una vez finalizada la campaña de exterminio, que eufemísticamente fue


denominada “Campaña del Desierto” 2, las distintas unidades de producción
reasentadas comenzaron la producción y el consumo de mercancías, lo que
ocasionó que paulatinamente se tornaron mas dependientes del intercambio
de mercado.

Los grupos domésticos se incorporaron al mercado mediante la venta de pelo


de caprino, lana de ovino, cueros y animales en pie. La producción hortícola,
que antes de las acciones militares resultaba considerable, comenzó en este
momento a circunscribirse a la esfera del consumo 3 para luego adquirir un
expresión aún menor que incluso tornó a las unidades domésticas
dependientes del abastecimiento de estos productos de los “mercachifles”.
Estos intermediarios proveen a las familias mapuche de elementos de
consumo tales como ropas, yerba, azúcar, conservas, harina, papas, verduras,
vino, etc., e incluso de algunos insumos tales como herramientas, antisárnicos,
antiparasitarios, hormiguicidas y semillas.

La inserción de los grupos domésticos mapuche no se limitó a ser productores


y consumidores de mercancías sino que también resultaron ser abastecedores
de la fuerza de trabajo requerida por unidades integradas en distintos circuitos
económicos de la región. Estas unidades domésticas son estructuralmente
expulsoras de mano de obra dado que, como bien sintetiza el dicho mapuche,
"la familia crece, la tierra no".

La combinación de pequeñas unidades de producción con latifundios surgidos


a partir de la redistribución de tierras marca la impronta no solo de la estructura
agraria resultante sino del tipo de vinculación entre el trabajo asalariado y el
trabajo doméstico de las familias mapuche.

Actualmente las ciudades del norte de la Patagonia reciben importantes


contingentes de migrantes mapuche que se insertan directamente o
indirectamente en el circuito productivo. Los varones participan
mayoritariamente en tareas de la construcción y en el área de servicios
mientras que las mujeres se dedican principalmente a tareas de servicio
doméstico. Estos procesos migratorios explican parcialmente no solo el
explosivo crecimiento de estos centros urbanos sino que también se relacionan
con el aumento de su actividad económica por niveles superiores a la media
nacional.

2
.- Las acciones militares se iniciaron en 1879 y culminaron con la derrota del cacique
Calfulcura en 1884. La importancia económica de esta campaña militar fue muy
grande dado que "Las tierras conquistadas sumaban 60 millones de ha.
Prácticamente la superficie de explotación económica se había duplicado..." (Tur,
1972:73). Desde 1876 hasta la finalización del siglo los distintos gobiernos nacionales
entregaron mas de las dos terceras partes de las tierras incorporadas al Estado
Nacional a un número muy reducido de personas.
3
.- En muchos parajes la producción de forrajeras y productos hortícolas resulta
excedentaria hasta fines de la década del cincuenta. Esta producción era
intercambiada en otros parajes conformando un mercado con especificidades
regionales

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No profundizaremos tal tema en esta ocasión, dado que escapa a los límites
de este trabajo, pero no podemos dejar de mencionar la importancia que
revisten las migraciones hacia ámbitos urbanos para la economía regional.
Como hemos señalado, nos centraremos aquí en el análisis de la articulación
del trabajo doméstico y el trabajo asalariado acaecido en el seno de las
familias mapuche de norpatagonia. Para ello haremos referencia por un lado a
sus características productivas y al tipo de vinculación con el mercado de
mercancías y por otro, a la inserción que tienen muchos de sus miembros en
múltiples procesos de producción que requieren de la incorporación de mano
de obra asalariada.

El trabajo asalariado

El impacto económico que ocasionó la derrota militar en las formas


económicas mapuche no se limitó a la desposesión de la mayor parte de sus
territorios sino que incluyó el reclutamiento de su fuerza de trabajo,
reclutamiento que de manera selectiva se articuló con el mantenimiento de
viejas formas productivas. La coexistencia de pequeños productores, muchos
de ellos de origen mapuche, y grandes unidades de explotación latifundista
producto de la redistribución de tierra acaecida a fines del siglo pasado es una
característica que perdura hasta nuestros días en la región norpatagonica. 4

La utilización de prácticas y saberes de los trabajadores (expertos en la


crianza de animales menores) así como el mantenimiento de ciertos procesos
de trabajo preexistentes (prácticas extensivas de ganadería) pero ahora
llevados a cabo bajo condiciones sociales diametralmente diferentes, fue la
característica principal del reclutamiento de la fuerza laboral mapuche durante
los primeros años del siglo XX.

De esta manera, la forma salario irrumpió en el escenario socioeconómico


norpatagonico, al tiempo que la adaptación de procesos de trabajo
preexistentes, puestos ahora al servicio de la valorización del capital agrario
fijó las pautas de subordinación del trabajo mapuche 5.
4
.- Como ejemplo de lo afirmado citaremos el caso de la provincia de Neuquén, en la
cual los departamentos con mayor porcentaje de población indígena y con mayor
presencia de unidades de explotación minifundistas presentan la siguiente
concentración de la tierra. En Collon Curá, 10 explotaciones (21.7%) ocupan el 87.7%
de la superficie departamental, en Picunches: 5 explotaciones (9.4%) ocupan el 77%,
en Catán Lil: 4 explotaciones (12.1%) ocupan el 46%, en Lácar: 4 explotaciones (4%)
ocupan el 72.6%, en Aluminé: 3 explotaciones (4%) ocupan el 50%, y en Loncopué 3
explotaciones (13.6%) ocupan el 53.1%. (fuente: Censo Nacional Agropecuario,
1988).
5
.- El concepto de subsunción del trabajo al capital fue desarrollado por Marx en el
Capítulo VI denominado “inédito”. Dicho autor diferencia la subsunción formal del la
real; en el primero de los casos la apropiación de plustrabajo se monta sobre un

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La mercatilización de la fuerza laboral mapuche, trajo como consecuencia la


incorporación de un número considerable de peones rurales desde el inicio de
la actividad productiva de los establecimientos ganaderos.

La introducción de mejoras tecnológicas tales como el alambrado de cuadros,


la utilización de técnicas de mejoramiento animal, el empleo de antisárnicos y
antiparasitarios, la aplicación de sistemas de rotación de pastajes
contribuyeron a elevar los niveles de productividad de las estancias. Sin
embargo, los niveles de inversión en esta rama de actividad nunca viabilizaron
el pasaje de prácticas extensivas a intensivas.

Actualmente, aún continúa la contratación de trabajadores mapuche en


establecimientos latifundistas. La modalidad de la vinculación entre las
“estancias” y los peones rurales difiere; un número reducido constituye el
personal de planta del establecimiento mientras que la mayor parte de los
trabajadores son contratados estacionalmente, debiendo regresar a sus
unidades domésticas luego de finalizadas las tareas de esquila, marca, bañado
y capado de los animales.

Antiguamente se efectuaba la contratación de puesteros con su grupo familiar.


Comúnmente se les entregaba una pequeña parcela que rodeaba su vivienda
permitiéndoles realizar pequeñas huertas cuyo producto se destinaba al
consumo familiar. Es ocasiones también se les permitía tener un muy reducido
número de animales menores destinados a idéntico fin. Si concebimos el
salario como el costo de reproducción de la fuerza de trabajo, queda claro que
tales “facilidades” contribuían a llevar a cabo una sobreexplotación de la fuerza
de trabajo contratada. Hoy día, se contratan trabajadores solteros para realizar
el cuidado de cuadros. El salario se rige por convenio y solo se proporciona al
peón la vivienda y los alimentos que consumirá mientras realiza sus tareas.

La coexistencia de dos tipos de contratación laboral, una permanente y la otra


estacional es consecuencia de una ajustada adecuación del reclutamiento de
la fuerza de trabajo a los procesos de trabajo llevados a cabo en las estancias.
Durante la estación muerta se garantiza el funcionamiento de los
establecimientos con una reducida plantilla, mientras que en los picos de
demanda de fuerza laboral se recurre a la contratación estacional.

proceso de trabajo preexistente, la valorización del capital es consecuencia de la


modificación de las relaciones de producción tales como la ubicación del capitalista
como conductor, al tiempo que artesanos y campesinos eran despojados de sus
medios de trabajo y por tanto debían vender su fuerza de trabajo. Queda claro que
en esta fase no hay una modificación significativa de las fuerzas productivas y la
extracción de valor es producto de la intensificación de los ritmos de trabajo y la
ampliación de la jornada laboral (plusvalía absoluta). En la sunsuncion real
encontramos una profunda modificación del proceso de trabajo, hay incorporación de
maquinaria, la división del trabajo se profundiza de manera tal que ningún trabajador
participa en la totalidad del proceso de trabajo, Los volúmenes de producción
aumentan significativamente. En este caso la extracción de valor ya no es resultado
de la ampliación de la jornada laboral sino que consiste en la disminución del tiempo
de trabajo necesario para la producción de las mercancías (plusvalía relativa).

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La combinación de la producción doméstica con la forma salario (con sus


complejidades y contradicciones) constituyó una característica de la inserción
de la población mapuche en el ámbito rural. Un ejemplo claro de tales
complejidades lo constituye la participación de integrantes de las unidades
domésticas en “comparsas” que recorren las provincias de Río Negro,
Neuquén y Chubut, brindando el servicio de esquila a los animales de los
establecimientos latifundistas.

Al inicio de la primavera los “contratistas” recorren las reservas mapuche con


el objetivo de reclutar la fuerza laboral de la comparsa. La contratación de un
miembro de la familia ocasiona un impacto en la organización productiva de la
misma. El principal problema a resolver por los miembros de la unidad
doméstica es la redistribución de las tareas en su interior. En ocasiones es
“contratado” un puestero para reemplazar al migrante, pero la mayor parte de
la veces, son las mujeres e hijos menores quienes realizaran las tareas de
producción mientras otros miembros de la familia estan ausentes 6.

A su vez, las comparsas son contratadas por unidades de producción


latifundistas dedicadas a la cría de ganado menor. De esta manera el dueño
del ganado no se vincula directamente con el esquilador, sino que entre ambos
se encuentra el contratista que recibe una suma de dinero por animal
esquilado y que toma a su cuenta y riesgo el personal necesario para levar a
acabo tal tarea.

El contratista es frecuentemente el dueño de la maquina y es el responsable


de proveer de alimentos a los integrantes de la cuadrilla durante el tiempo que
lleve el trabajo. A su vez el contratista paga al esquilador una suma de dinero
por animal esquilado, el metodo de control la entrega de una latita por cada
uno. La extracción de plusvalía absoluta en esta modalidad esta dada por el
pago de un salario a destajo. El mismo se define por el número de animales
esquilados.

Es importante señalar que la práctica de esquila desarollada por los crianceros


mapuche reclutados difiere de la empleada en las cuadrillas o comparsas. En
las reservas la esquila se realiza “a tijera”, mientras que en la comparsa esta
tarea se lleva a cabo con maquinas. Esta última modalidad permite esquilar un
mayor número de animales por día.

6
.- En otro trabajo afirmabamos “El trabajo asalariado puede ser utilizado para suplir la
ausencia de hijos o de conyuge, o bien cuando la extensión de tierra supera la
capacidad de trabajo del grupo doméstico. Debemos aclarar que esto último sucede
solo excepcionalmente, dado que el modelo campesino se basa precisamente en la
abundancia del factor trabajo frente a la escasez de los factores tierra y capital. Pese
a esto es factible la incorporación de trabajo asalariado si este sustituye a los
miembros de la unidad doméstica que han migrado temporariamente. La existencia
de un salario diferencial entre quien migra y quien lo suplanta explica esta modalidad.
El reemplazo de esta fuerza de trabajo no se limita a la forma salario dado que es
frecuente la estrategia de dejar los animales al cuidado de vecinos o parientes bajo el
tregimen de medieria”. (Radovich y Balazote,1990 b).

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Las relaciones entre el contratista y los peones no es ocasional, año tras año,
los primeros visitan distintas comunidades indígenas reclutando selectivamente
la fuerza laboral necesaria para cumplir con sus compromisos. Es común la
continuidad de la vinculación entre determinadas familias y el contratista.

Las tareas de esquila se llevan a cabo en los meses de noviembre, diciembre y


en la primer quincena de enero.

Es común para los trabajadores mapuche enlazar este trabajo, que nunca
supera las 5 quincenas de salario, con el traslado hacia la región del Alto Valle
para participar en la cosecha de peras y manzanas, comenzando esta
actividad a mediados de febrero para finalizar en los meses de Marzo o Abril.

De las áreas rurales de las provincias de Río Negro y Neuquén proviene gran
parte de la fuerza de trabajo estacional destinada a la cosecha de frutas en las
chacras, ubicadas principalmente en el departamento rionegrino de General
Roca, en donde se hallan la mayor cantidad de áreas bajo cultivo del Alto
Valle.

La población migrante consiste predominantemente en hombres jóvenes (a


partir de los 14 o 15 años) en muchos casos solteros. Es poco frecuente el
traslado de la totalidad del grupo doméstico. Cuando esto sucede implica
obviamente la interrupción del proceso productivo y el abandono del predio
familiar. Frecuentemente este hecho constituye el inicio de un proceso de
reasentamiento en ámbitos urbanos.

Los migrantes mapuche realizan la tarea de cosecha manual, o sea, el trabajo


menos calificado de esta actividad productiva.

Esta modalidad de trabajo migratorio tuvo sus inicios con gran intensidad
durante 1950-1955, época que coincide con el mayor momento de auge del
Alto Valle, cuando se produce la transición de la fruticultura hacia la
agroindustria. Este período culmina a mediados de la década de 1960.

Es importante señalar que la participación de migrantes mapuche en la


cosecha frutihortícola del Alto Valle ha disminuido, dado que actualmente los
migrantes asentados en los suburbios de Neuquén capital, Cipolletti, General
Roca y Allen son quienes proveen en gran medida la fuerza de trabajo
necesaria para la cosecha de frutas, disminuyendo de esta manera el volumen
de mano de obra reclutada en areas rurales.

Como vemos, el proceso de inversiones que requirió el tránsito de la


fruticultura a la agroindustria no eliminó totalmente las prácticas de enganche y
la intermediación de la fuerza de trabajo, dado que aún una parte considerable
de las tareas que requiere esta rama de capital agrario son llevadas a cabo por
migrantes estacionales. Los procesos de inversión y el desarrollo de distintas
ramas del capital agrario no eliminaron totalmente los mecanismos de
contratación y reclutamiento de la fuerza laboral considerados “arcaicos”.

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El trabajo doméstico.

Coincidiendo con Chayanov caracterizamos a los crianceros mapuche de


norpatagonia como parte de un sector social integrado por unidades de
producción basadas en el trabajo familiar, hecho que les imprime una lógica
específica, fruto de la evaluación subjetiva del trabajo realizado por sus
miembros. Asimismo, la indiferenciación del ingreso de estas unidades
productivas limita la aplicación de la forma salario para entender su
organización y funcionamiento.

La principal ocupación productiva de las familias mapuche es la crianza de


ganado menor. La importancia de esta actividad radica en que la mayor parte
de los ingresos de las unidades domésticas se originan en la venta de los
subproductos del caprino: pelo y cueros o bien directamente en la venta de
animales en pie. Por otra parte es muy significativo el aporte de carne en la
dieta familiar.

Las tareas son realizadas por el grupo familiar. La división sexual y


generacional del trabajo asigna a los hombres la tarea del "repunte" y cuidado
del ganado, mientras que las mujeres participan ordeñando a cabras y ovejas.
Por su parte, los hijos ayudan al padre en el "repunte" y traslado de las crías o,
si son muy menores, a alimentar a los "guachitos" con biberón. A su vez, las
mujeres trabajan activamente en las tareas agrícolas.

La producción y la reproducción de la unidades domésticas mapuche se basa


en relaciones de cooperación y reciprocidad entre sus miembros. En su interior
esta cooperación se basa en la distribución y complementación de las tareas
de acuerdo al sexo y a la edad. En estas unidades domésticas se yuxtaponen
espacios domésticos y productivos. La mujer asume en forma casi exclusiva la
responsabilidad de las tareas domésticas sin que por esto quede exenta de
trabajos destinados a la producción. No resulta un dato menor en la
configuración de las representaciones referidas al trabajo entre los mapuche,
el hecho de que la producción encarada por mujeres se asigne al consumo
familiar. Su actividad es percibida como una prolongación de su labor
doméstica.

En los distintos procesos productivos encarados por estas unidades familiares


el trabajo es casi exclusivamente doméstico. En las escasas ocasiones en que
se incorpora fuerza de trabajo se lo hace mediante la contratación de
puesteros que tienen muy pocos animales y que desean aumentar su "capital"
7
. La única expresión de trabajo cooperativo se lleva a cabo durante la
7
.- Los crianceros utilizan este término para designar al rebaño. Para realizar las
tareas de esquila del ganado algunas familias contratan trabajadores. Hemos
observado que los productores de la reserva practican la modalidad de "dar la latita",
que consiste en entregar al esquilador una latita por animal esquilado como forma de
control de pago. Este trabajo temporario no supera los 10 días y durante el mismo se

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señalada, consistiendo en las tareas de marca y capado de los animales, en la


cual predomina el carácter festivo sobre el laboral.

El jefe de la unidad doméstica es quien formalmente conduce el proceso


productivo, toma decisiones económicas tales como, que, como y cuando
producir, también decide como comercializar la producción, elige los canales
de crédito y financiación del grupo doméstico, así como también delimita que
parte del producto se destinará al consumo y que parte se destinará a la
producción. El es el encargado de distribuir las tareas entre los distintos
miembros de la familia.

Los hijos se incorporan desde temprana edad a las tareas productivas


subordinándose a la autoridad paterna. La subordinación de los miembros de
la familia a un jefe que por lo general esta encarnado en la figura del padre es
el aspecto visible de los conflictos de género y edad que se dan en la unidad
doméstica. Al interior de éstas, las relaciones de parentesco funcionan como
relaciones de producción. En el seno de la familia surgen tensiones entre
“trabajar para si” o “trabajar para el padre”. Esta contradicción sin embargo se
subsume en otra de mayor amplitud: “trabajar para nosotros” (trabajo
doméstico) o “trabajar para otro” (trabajo asalariado) 8. La cooperación y las
prácticas reciprocitarias tienden a fortalecer un sentimiento de pertenencia.
Trabajar para un “nosotros” construído como indiferenciado y desprovisto de
conflictos ahuyenta los riesgos de la explotación que conlleva el “trabajar para
otro”.

Creemos que estas oposiciones se dan solamente en el plano ideológico-


discursivo y oscurecen una situación socioeconómica en la cual tanto el trabajo
doméstico como asalariado se encuentran subordinados al capital.

La unidad doméstica campesina se vincula al mercado como vendedora de las


mercancías producidas en su seno, y como compradora de aquellos elementos
necesarios para su subsistencia, así como también de los insumos que le
permiten garantizar la continuidad del proceso productivo. En este intercambio
confluyen las mercancías producidas en el sector campesino y las que
provienen del ámbito capitalista; sin embargo, cada una de ellas es producto
de una intencionalidad específica, portadora de una racionalidad propia y
resultado de diferentes relaciones de producción.

le brinda a los trabajadores la comida y la vivienda. En ocasiones la relación salarial


entre quien compra fuerza de trabajo y quien la vende se invierte casi
inmediatamente; en el transcurso de unos días el antiguo asalariado emplea a su
anterior patrón para que lo ayude en la esquila de sus animales. Es importante
destacar que la incorporación de fuerza de trabajo extrafamiliar no exime de la labor
al criancero, que participa en las mismas tareas que el personal asalariado. El pago
de esta tarea puede efectivizarse en pelo de caprino o en dinero en efectivo.
8
.- En este sentido, abandonar la explotación significa la pérdida de los derechos de
herencia, mientras que continuar en la misma contribuye a afirmarlos. "Trabajar para
el padre" (trabajo doméstico) genera la expectativa de reemplazarlo, mientras que
"trabajar para otro" (trabajo asalariado) aleja cualquier posibilidad de acceder a los
medios de producción.

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La mercancía producida bajo relaciones salariales conlleva en sí misma la


división entre trabajo necesario y trabajo excedente. Es una forma social que
conduce a la inmediata valorización del capital (Trapaga Delfin y Gutierrez
Pérez 1986). El trabajo excedente es el motor de su producción y el que en
definitiva rige la lógica de su circulación.

Por su parte la mercancía campesina ingresa en este circuito precedida de una


intencionalidad distinta a la capitalista; no persigue la valorización del capital
sino la obtención de determinados valores de uso que permitan la
reproducción social de sus productores, previa mediación del dinero.

Las mercancías producidas por el campesino circulan en un mercado regido


por los precios de producción, que se constituye como un espacio social "no
neutro". El mercado aparece como mecanismo de intercambio desigual a partir
del cual se lleva a cabo la transferencia de excedentes. En él los productos
campesinos no pueden imponerse por su precio de producción.

Bartra señala que "El campesino es un productor que por regla general cede
su mercancía por un precio inferior a su valor y a su precio de producción,
porque a diferencia del capital, no puede dejar de vender por el hecho de no
obtener ganancias y tampoco está en condiciones de transferirse a otra rama
pues sus medios de producción no han adquirido la forma libre del capital"
(1982a:85).

El productor campesino vende sus productos pese a no obtener ganancias e


incluso reduce a un mínimo sus niveles de consumo, complementando su
ingreso con la producción familiar, si globalmente garantiza la reproducción de
la unidad productiva.

Chayanov (1975) demostró como la unidad de explotación familiar continúa el


proceso productivo en condiciones que resultarían inaceptables para una
unidad de explotación de tipo capitalista.

Así como merced a la reducción de sus niveles de consumo el campesino es


capaz de seguir produciendo y comercializando en términos que serían
inaceptables para cualquier empresa capitalista, así también la unidad
doméstica puede adquirir medios de producción que no le reporten una
ganancia sino que simplemente le permitan la satisfacción de sus necesidades
de consumo: "El campesino puede decidirse por la adquisición de un cierto
medio de producción aún cuando su consumo no le reporte -despúes de
descontar su precio- mas que un pequeño remanente, siempre y cuando este
medio de producción constituye la mejor alternativa de empleo de su
capacidad de trabajo sobrante y el remanente obtenido sea necesario para
satisfacer necesidades de consumo importantes" (Bartra 1982a:99).

Dado que los pequeños productores mapuche pueden vender sin alcanzar los
precios de producción, enfrentan las opciones de compra con distinta
racionalidad. Por lo señalado más arriba, pueden comprar medios de
producción por encima de los niveles de precios de producción, dado que su
objetivo no es la obtención de la ganancia media.

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Parafraseando a Bartra, para los pequeños productores mapuche constituye


”... un acto de explotación que cobra la forma de pérdida de parte del
excedente. El hecho de que "compren caros" los medios de producción, es
también para el vendedor una transferencia de valor y para el comprador un
acto de explotación en el que sacrifica otra parte de excedente, ahora ya no
cristalizado en productos sino en el dinero en que los ha transformado."(Bartra,
1982b:82).

En ambos intercambios, en la venta de mercancías producidas por el


campesino y en la compra de aquellas originadas en el sector capitalista, nos
encontramos con la mediación del dinero cumpliendo funciones absolutamente
diferentes en ambos casos. Para el pequeño productor mapuche, el dinero es
un medio de cambio que le permite obtener los productos que necesita para su
subsistencia; mientras que desde la lógica de circulación capitalista, es el
medio necesario para realizar los valores de las mercancías y transformarlas
en capital.

Los mecanismos por los cuales el capital se impone sobre el trabajo de las
familias mapuche resultan indirectos, dado que se llevan a cabo en el
intercambio de mercado a través de los precios.

Consideraciones finales.

A partir de la finalización de las campañas militares de fines del siglo XIX en la


región norpatagónica, los grupos domésticos mapuche fueron incorporados
plenamente al sistema capitalista no solo como productores y consumidores de
mercancías sino también como proveedores de fuerza de trabajo para distintas
ramas y sectores económicos.

Las relaciones que se establecieron entre blancos y mapuches no solo


conformaron un sistema interétnico sino que también expresaron relaciones de
clase. El mapuche en tanto campesino, integra una clase sometida a múltiples
y complejos mecanismos de explotación, en los que se combinan "...la
extracción de excedentes a través del intercambio desigual en el mercado y la
obtención de plusvalía por medio del trabajo asalariado a tiempo parcial."
(Bartra,1989:9)

Como señala Marx, tanto la subsunción formal como la real implican la


transformación de la fuerza de trabajo en mercancía puesta al servicio de
valorización del capital. Ambos casos implican una subordinación directa del
trabajo al capital. La forma salario es el sustento de la relación entre quien
desprovisto de medios de producción, vende su fuerza de trabajo y quien
disponiendo de capital se apropia del producto de la misma. Ambos

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constituyen formas socioeconómicas que subordinan de manera directa el


trabajo asalariado al capital.

Distinto es el caso del trabajo campesino que se basa en relaciones


domésticas para llevar a cabo el proceso productivo. La subordinación del
espacio agrícola a la lógica capitalista ha sido analizada por numerosos
autores, su integración al circuito de valorización del capital ha tenido como
consecuencia la pérdida gradual de su autonomía y el control del proceso
productivo de la unidad doméstica campesina.

El control del trabajo campesino no se da ya de manera directa. La dominación


del capital sobre el mismo no pasa por la forma asalariada clásica. Esta
dominación se ejerce a partir de la implementación de mecanismos indirectos y
no requiere la expropiación de los medios de producción por parte del capital.
Como señala Trapaga Delfín “ ...el hecho que los medios de trabajo sean
propiedad de los campesinos no es garantía de control y de la dirección del
proceso productivo, sino por el contrario es el punto de partida de su perdida
de autonomía e independencia y el principio de su subsunción creciente a la
racionalidad capitalista, a través de formas y mecanismos diferentes a los del
trabaja asalariado” (1986:58). Consideramos, siguiendo a estos autores que el
principal mecanismo de subordinación consiste en el sistema de precios
(1986 :154 y ss).

Lo señalado en los párrafos precedentes se ajusta plenamente al proceso de


incorporación de los grupos mapuche al sistema capitalista. La acumulación
originaria acaecída a partir de la desposesión de la mayor parte de sus
territorios continuó a través de otras formas de extracción de excedentes 9.

Ello implicó por un lado la mercantilización de su fuerza de trabajo,


subordinándola de manera directa al proceso de valorización del capital y por
otro la implementación de un proceso de asentamiento para las familias
mapuche en reservas, garantizando el acceso de las mismas a la tierra
(principal medio de producción en las economías mapuche), recreando un
espacio indirecto de valorización del capital al mismo tiempo que
reconstituyendo un ámbito social que produce y moldea la fuerza de trabajo
asalariada.

La presencia de grupos indígenas que desde ciertas concepciones


evolucionistas y desarrollistas fue vista como un obstáculo para la expansión
del sistema capitalista, resultó en este caso un elemento que favoreció su
desarrollo y reproducción, en la medida que constituyó un espacio
“extraordinario” para la recreación del capital.

9
.- Hacemos aqui referencia a la implementación de mecanismos que permitieran
coaccionar extraeconómicamente a la población mapuche. El asentamiento de
unidades militares regulares en la región no solo fue producto de las tensiones con el
estado chileno sino que también estaba destinado a la represión de cualquier intento
de rebeldía ante las nuevas condiciones socioeconómicas. Hemos abordado este
punto en nuestro trabajo “Transiciones y fronteras en norpatagónia” (Balazote Y
Radovich, 1995).

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Este escenario no esta exento de contradicciones, de hecho el control sobre


los medios de producción que mantienen los grupos domésticos hace que su
proceso de subordinación no sea lineal. No es posible imaginar que los
trabajadores mapuche se resignen, sin resistencia, a ser explotados tanto
directa como indirectamente. Su participación en sindicatos así como la
conformación de ligas de productores o asociaciones cooperativas dan cuenta
de ello. Por otra parte sus luchas vinculadas a cuestiones económicas estan
profundamente imbricadas en el desarrollo de estrategias generales en las
cuales buscan no solamente revertir su situación de explotación sino tambien
redefinir las condiciones de insercion en un sistema interetnico que la legitima.

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