Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En esta colección de dibujos, el artista trató varios temas en los que se pueden
apreciar la vida cotidiana costarricense. Así, se encuentran imágenes sobre el paisaje rural
y urbano, los caballos –que ocupan un lugar especial en las escenas del campo–, la figura
humana y –dentro de esta– los niños. Estos motivos permitirán analizar el papel que
jugaron obras de este tipo en el desarrollo de un tema nacional, como también el
comportamiento de diferentes sectores sociales y de género, según la apariencia y actitud
mostrada por los personajes que Echandi trazó.
1. La asignatura de dibujo
El dibujo fue una de las primeras expresiones artísticas sobre las que se impartieron
lecciones en Costa Rica. En 1857, el alemán D.F. Schellsinger fundó una Academia de
2
Bellas Artes en San José, en donde se enseñaba dicha manifestación. La falta de apoyo
oficial y del público impidió que permaneciera abierta por mucho tiempo.1
En 1879, el Instituto Nacional de Costa Rica daba a sus alumnos lecciones de dibujo
lineal, dibujo geométrico, dibujo topográfico y dibujo natural (figura, adorno y paisaje).
Justamente, Enrique Echandi cursó estudios en este centro educativo. 2 Sin embargo, de
acuerdo con declaraciones del artista emitidas al Diario Nacional, la educación artística era
muy limitada:
1
Ferrero, Luis. Sociedad y arte en la Costa Rica del siglo 19. San José, C.R.: EUNED, 1986, p. 48.
2
Ibíd., p. 91.
3
realización de una pintura lo importante eran sus aspectos intelectuales, en otras palabras, el
dibujo y su concepción, y no la aplicación de la pintura. Esto fue asumido como un
imperativo ideológico, que lo siguieron −por ejemplo− la Academia Real de Pintura y
Escultura −fundada en 1648 en Francia− y la Real Academia de Artes −creada en 1768 en
Inglaterra−. Como parte de la primera se instauró la École des Beaux-Arts, la cual se
constituyó en la escuela de arte oficial francesa. En esta se enseñaban las normas que la
academia defendía, es decir, el modo clásico. Por esta razón, se impartían lecciones de
dibujo para inculcar las bases de la práctica del arte; pero, en cambio, no se enseñaba
pintura. Así, mientras los estudiantes llegaban a dominar las normas del dibujo,
permanecían ignorantes en cuanto a otras técnicas.8
En Costa Rica, parte de este sistema prevaleció en la Escuela de Bellas Artes aun
bien entrado el siglo XX. Así, se evidencia en las declaraciones de Dorothy Pinto, alumna
del Director de la Escuela, Tomás Povedano (1857-1943): “...don Tomás insistía mucho en
el dibujo, hasta que uno supiera dibujar bien, podía aspirar a pintar. Nos decía: “Pueden
pintar después lo que quieran, pero tengan una base de dibujo [?].” 9 Enrique Echandi
compartía esta misma concepción, la cual expresó en su tesis titulada Del dibujo y su
pedagogía en los planteles de primera y segunda enseñanza con la que optó por el título de
Profesor de Estado en 1916. Sus ideas sobre el dibujo las expresó de esta manera:
8
Duro, Paul. “Art Institutions: Academies, Exhibitions, Art Training and Museums”. En West, Shearer,
editor, op. cit., pp. 84-91. Ibíd., pp. 388 y 407.
9
Zavaleta, Eugenia. Las Exposiciones de Artes Plásticas (1928-1937) en Costa Rica. San José, C.R.: Tesis
para optar por el grado de magister artium, Universidad de Costa Rica, p. 435 del Tomo II. Todo corchete es
mío.
10
Cristina Fournier. Datos para una biografía y semblanza de don Enrique Echandi (San José, C.R.: Tesis
para optar por el grado de Licenciatura, Universidad de Costa Rica, 1960), p. 29.
5
Además, señaló que el color desviaba la atención de los aspectos esenciales que debe
estudiar el discípulo: la línea y la base estructural de la forma que se va a plasmar. 11
También, en su tesis criticó las expectativas que se tenían en relación con la enseñanza del
arte:
Esta visión sobre la instrucción del arte se aprecia –por ejemplo– en los cursos de
dibujo que se impartían en el Instituto Nacional de Costa Rica. En realidad, las materias
que se dictaban no estaban tanto enfocadas a brindar conocimientos estéticos para formar
artistas, sino a enseñar una técnica que estuviera al servicio de otras profesiones. 13
Posiblemente, desde esta perspectiva los estudiantes recibían lecciones de dibujo lineal,
dibujo geométrico y dibujo topográfico. En cambio, solo un curso −dibujo natural (figura,
adorno y paisaje)− se impartía con un enfoque más artístico, según se puede deducir de la
forma en que se denominó esta asignatura.14 El interés por impartir lecciones de dibujo con
un sentido práctico y no en aras del desarrollo artístico de los alumnos, también se aprecia
en el Colegio Santo Tomás. Cuando en 1873 anunció su apertura en el periódico El
Costarricense, su plan de estudios evidencia esa misma visión:
11
Ibíd., pp. 29-30.
12
Ibíd., pp. 27-28.
13
Luis Ferrero, op. cit., p. 58.
14
Cfr. Valeriano Fernández Ferraz, J. Isidro Marín. “Instituto Nacional de Costa Rica”. La Gaceta, 16 de
noviembre, 1879, p. 4.
6
Mientras que en este centro educativo no se tenía previsto impartir cursos de dibujo,
música, baile y esgrima, en el aviso de apertura del Liceo del Carmen –en 1875– se
ofrecían como clases optativas dibujo, música e inglés o francés, con las que aumentaba la
mensualidad de este establecimiento educativo para niñas.16 Según Luis Ferrero, la afición
por el dibujo se afianzó entre las damas de la alta sociedad, quienes lo utilizaron para pintar
almohadillas o para realizar los diseños de sus bordados. 17 Por lo tanto, el dibujo fue
apreciado desde diferentes perspectivas. Algunos estimaron que esta expresión plástica era
el fundamento intelectual de la creación artística. Un segundo grupo consideró que el
dibujo consistía en una técnica al servicio de otras profesiones. Y, un tercero, lo vio como
un entretenimiento para realizar labores manuales.
Cuadro 2
Avisos de clases particulares en la década de 1930
_________________________________________________________________________
15
Anónimo. “Colegio de “Santo Tomás”. Prospecto”. El Costarricense, 14 de agosto, 1873, p. 2.
16
Cfr. Francisca Ortiz V. de Rojas. “Liceo del Carmen. Prospecto”. Boletín Oficial, 25 de enero, 1875, p. 4.
17
Luis Ferrero, op. cit., p. 58.
7
Por otro lado, en 1879 Próspero Calderón publicó un aviso, en donde comunicaba que las
señoritas interesadas en las clases de dibujo establecidas por el Gobierno en el local del
Liceo de Costa Rica podían pasar a inscribirse.
De esta forma, se contó con profesores que impartían sus conocimientos plásticos en
escuelas y colegios, en locales particulares y en sus residencias. Entre estos se encontraban
los arriba mencionados, además de Achiles Bigot (1809-1884), Enrique Twight, Enrique
Etheridge y José Rojas Sequeiro (1864-1926). Justamente, Twight y Etheridge fueron
profesores de Echandi; el primero impartía clases de pintura y el segundo enseñaba dibujo
de figura, adorno y paisaje, así como pastel y óleo. Con estos cursos Echandi se preparó
para su posterior educación artística en Alemania. En 1886, inició sus estudios en la
Academia de Pintura y Dibujo de Leipzig; y, entre 1888 y 1891, los prosiguió en la
Escuela de Bellas Artes del Instituto Real de Estudios de Munich. 18 Esta formación
convirtió a Enrique Echandi en uno de los primeros artistas profesionales costarricenses.
18
Ferrero, Luis. Enrique Echandi. Vida y obra (1866-1959). San José, C.R.: Editorial Don Quijote, 1963, p.
6. Ferrero, Luis. Cinco artistas costarricenses (pintores y escultores). San José, C.R.: EUNED, 1985, pp.27-
28. Ferrero, Luis, op. cit., pp. 48, 54. Echeverría, Carlos. Historia crítica del arte costarricense. San José,
C.R.: EUNED, 1986, p. 43.
8
importaba en dibujos como los de la colección de los hermanos Monge, pues lo relevante
era apresar un momento que no se volvería a dar. Otros trabajos fueron realizados sin tanto
apremio, ya que la escena permitía una observación más detenida antes de que
desapareciera. Aquí los trazos son más mesurados y minuciosos. Y, en otras
oportunidades, su interés era solo insinuar la visión que tenía ante si, por lo que
simplificaba las formas en modo extremo.
Así, hoy podemos apreciar un grafismo nervioso pero seguro, trazos delicados que
sugieren formas, acentos en los lugares indicados y formas certeramente simplificadas.
Pero, además de su valor plástico, estos dibujos tienen otra trascendencia: son una fuente
que nos describe la percepción de la vida cotidiana y −sobre todo− popular costarricense,
así como lo que estaba implícito en esta, que Echandi tuvo de la Costa Rica de la primera
mitad del siglo XX.
En los dibujos de Enrique Echandi van apareciendo los diferentes personajes que
poblaban el paisaje rural costarricense, el tema más tratado por el artista. Al boyero se le
encuentra con su atuendo diario junto a los bueyes. Una campesina recorre un sendero con
sus niños. Las vacas pastan en los potreros. Y, por supuesto, el fiel compañero no podía
faltar; es decir, el perro que camina alegremente junto con su amo. Además, se puede
apreciar la gente que transita por la calle de un pueblo o se dirige a la iglesia; como también
simplemente se puede disfrutar de un paraje solitario, en donde la naturaleza es la
protagonista.
19
Cristina Fournier, op. cit., pp. 8, 36-37.
9
Echandi dibujó al campesino como una figura disminuida a la distancia y sin mayor
detalle. Pero cuando aparece con un tamaño más grande, se pueden apreciar algunas
características en cuanto a la indumentaria e instrumentos de labores que empleaba, por
ejemplo. En ciertas imágenes, se perciben algunos aspectos que podrían indicar la
situación económica y social del campesino; algunos aparecen cabizbajos, encorvados y
descalzos, perdiéndose en la lejanía de un camino, y sus casas son humildes chozas. Aun
así, estas imágenes no manifiestan un comentario social ostensible sobre la situación del
campesino.20 Por el contrario, se presentan –especialmente– vistas en donde se muestra a
20
Raymond Grew analiza en su artículo “Picturing the People: Images of the Lower Orders in Nineteenth-
Century French Art” la forma en que los pintores del siglo XIX plasmaron a los sectores populares. Por
ejemplo, cuando los campesinos aparecen en escenas de paisajes, estos son representados como pequeñas
figuras en la distancia; y si aparecen de mayor tamaño, se destaca el vestido para establecer su carácter
regional. De esta forma, evitaban el comentario social. Grew, Raymond. “Picturing the People: Images of
10
un sencillo, pacífico y trabajador labriego, que rodeado de una benévola naturaleza labora
en su propia tierra. Con dichos elementos –y los antes descritos–, así como lo que estos
simbolizaban, se crearon imágenes visuales que formaron la memoria pública del
costarricense y contribuyeron a desarrollar un imaginario social, en el cual intervinieron los
intelectuales liberales a finales del siglo XIX y, más tarde, dos intelectuales del futuro
Partido Liberación Nacional, Carlos Monge Alfaro y Rodrigo Facio. Estos ayudaron a
crear la imagen de una Costa Rica próspera, poblada por sencillos labriegos que trabajaban
sus pequeñas parcelas.21
De acuerdo con el sociólogo francés Maurice Halbwachs, las imágenes visuales del
pasado y del presente forman la memoria pública. Estas imágenes son parte del corazón de
la cultura y dan forma a la orientación de los niños en relación con las realidades sociales.
Las ideas, creencias y valores se materializan en las imágenes visuales; es decir, estas
contienen el sistema de las reglas de comportamiento y pensamiento que controlan la vida
de los individuos y, por ende, de la vida colectiva. Los niños son bombardeados por estas
imágenes y su significado, que es compartido por la colectividad. Por lo tanto, en grabados,
esculturas, pinturas, y dibujos –entre otros– aparecen representaciones del pensamiento
colectivo de los diversos períodos históricos.22
Según lo anterior, los dibujos de Echandi serían un antecedente del tema nacional en
pintura y lo que este llegó a simbolizar, el cual fue desarrollado por la generación de los
años treinta. Sin la presión de pintar obras que eran por encargo o para ser vendidas,
Echandi hizo a un lado la representación de figuras connotadas de la vida política,
económica, social y religiosa del país, y dejó que afloraran creencias y valores con que se
identificaban los costarricenses, mientras se ejercitaba en el dibujo o simplemente
disfrutaba su realización. De esta manera, se fue creando y expandiendo un vocabulario de
imágenes visuales. Así, en la década de 1930, los artistas ya contaban con una serie de
the Lower Orders in Nineteenth-Century French Art”. Journal of Interdisciplinary History (Summer, 1986),
pp. 203-231.
21
Zavaleta Ochoa, Eugenia. Las Exposiciones de Artes Plásticas en Costa Rica (1928-1937). San José, C.R.:
Editorial de la Universidad de Costa Rica. En prensa.
22
Rubinstein, Ruth P. Dress Codes. Meanings and Messages in American Culture. United States: Westview
Press, 1995, p. 4-5.
11
En síntesis, entre la generación de artistas de finales del siglo XIX (e.g. Enrique
Echandi, Tomás Povedano, y Ezequiel Jiménez), y la de los años treinta (e.g. Teodorico
Quirós (1897-1977), Francisco Zúñiga (1912-1998), Manuel de la Cruz González y
Francisco Amighetti) hubo una ruptura en cuanto a tendencias, pues algunos de esta
generación más joven introdujeron el arte moderno. Sin embargo, ambas generaciones
están unidas por una serie de elementos visuales que cada una aportó y, de esa forma,
construyeron un vocabulario, el cual maduraría en la década de los años treinta y se
convertiría en el tema nacional del paisaje rural con la casa de adobes.
En el libro Sociedad y arte en la Costa Rica del siglo 19, Luis Ferrero apreció los
cambios que se dieron entre las dos generaciones así:
23
Ibíd., p. 5-6.
24
Carlos Francisco Echeverría, op. cit., pp. 62-63.
12
En el ambiente rural, Echandi se fascinó con los caballos y sus jinetes, quienes
representan a diferentes sectores de la sociedad y su papel social. Así, se contempla a la
dama de alcurnia, que da un paseo montada en su caballo. Mientras que esta se luce al
disponerse en posición frontal con respecto al espectador, solitarios y humildes campesinos
dan la espalda, y se alejan por senderos con perspectivas que pierden el camino en la
lejanía. De este modo, la mujer muestra su elegante vestido de montar; en contraposición,
se evita la descripción del atuendo que viste el campesino, pero se crea –solo en algunos
25
Luis Ferrero. Sociedad y arte en la Costa Rica del siglo 19, op. cit., pp. 180 y 183.
26
Al respecto, véase: Eugenia Zavaleta Ochoa, op. cit., en prensa.
13
casos– una atmósfera de abatimiento y soledad, que lleva a pensar en el agobio del duro
trabajo diario y en las penurias económicas de este.
Por otro lado, las segundas asumen una actitud más espontánea, según como se
sienten. Una muestra el gusto de fumarse un cigarro, mientras descansa, sin preocuparse
que luzca con las mangas recogidas, un delantal y un poco despeinada; y la otra alza su
pierna sin recato para apoyar el pie contra la pared. De esta forma, se abre una brecha de
identidad social entre ambos sectores de la sociedad; las mujeres de condición trabajadora
no observan los estándares de buenas maneras, lo cual es apreciado como un acto de
desatención y autodistanciamiento del mundo social de los grupos dominantes. Así, este
comportamiento “descuidado” provoca una ruptura en el flujo de comunicación e
interacción, que provoca la separación de ambos sectores.28
Dentro de la figura humana, un tema que Echandi trató fue el de los niños.
También, en este caso, se pueden apreciar los diferentes grupos sociales, los entornos –rural
27
Ruth P. Rubinstein, op. cit., p. 44.
28
Loc. cit. De acuerdo con la autora, las formas de actuar y vestirse dependen si se dan en situaciones
formales o informales. Aunque en el primer caso se podrían ubicar a las damas de sociedad representadas en
los dibujos y, en el segundo caso, a las de los sectores populares, aquellas no asumirían la actitud y apariencia
de estas en contextos informales.
14
o urbano- a que pertenecían los niños, y las expectativas que se guardaban sobre el
comportamiento según el género. En relación con este último aspecto, el artista dejó
plasmada una serie de imágenes, en donde el atuendo y los juegos de los pequeños
muestran el fomento hacia la orientación de género.29
En un dibujo, Echandi trazó a una pareja de niños, en el cual la mujer aparece con
un recatado vestido con delantal, que enfatiza al levantarlo de sus extremos, y el varón viste
un traje de marinero. El empleo de un delantal corta visualmente el cuerpo, con lo que se
empequeñece a la persona y se insinúa que es una figura de menor importancia. Además el
delantal está asociado con labores físicas, consideradas menos trascendentes que el trabajo
intelectual, y se identifica con personas carentes de autoridad al servicio de otras. En
cambio, la vestimenta del niño se identifica con una ocupación varonil y ruda, es decir,
propia de hombres. Aún más el traje de marinero generalmente es azul, color con que los
varones desde bebés son vestidos para que asuman una forma de actuar, pensar y sentir; en
otras palabras, se anticipa que un bebé vestido de azul será guapo, fuerte y ágil. (En
contraposición, las niñas con atuendos rozados serán bellas, dulces y graciosas). Así, del
pequeño marinero se esperarán dichas cualidades consideradas netamente masculinas.30
Echandi disfrutó observar los diferentes juegos de los niños, en donde también dejó
patente las expectativas de cómo debían divertirse de acuerdo con su género. Por un lado, la
pandilla de amigos se reunía a conversar en el filo de la acera, a hacer piruetas o a resolver
sus rencillas a punta de golpes. De esta forma, se entretenían con actividades especialmente
bruscas, tal como correspondía a los varones. Por otro lado, las niñas brincaban la cuerda,
juego que podían desarrollarlo delicadamente y que sus vestidos se los permitían hacer
decorosamente; hubiera sido poco factible esperar que una mujer se lanzara a realizar las
piruetas de los niños. Sin duda, el significado de la apariencia está estrechamente
relacionado con las expectativas de comportamiento según el género.31
29
Ibíd., p. 84.
30
Loc. cit.
31
Ibíd., p. 83.
15
En relación con el paisaje rural, Echandi se interesó por el paisaje urbano en menor
medida. Asimismo, la ciudad le brindó la posibilidad de captar las imágenes fugaces y
triviales de la vida cotidiana. Posiblemente, mientras se desplazaba por la ciudad, captaba
las escenas comunes que llamaban su atención en ese momento. Así se aprecia a la gente
caminando por las calles, los carruajes en movimiento y los niños jugando. Respecto a
estos últimos, también se puede apreciar el comportamiento de los pequeños, de acuerdo
con su género. En la acera de una calle, dos niños se divierten parándose de manos. Como
antes se había mencionado, este era un juego para varones, quienes contaban con la
indumentaria apropiada, es decir, pantalones cortos para realizar tales maromas. Otra
escena urbana muestra cómo un ágil niño corre velozmente tras un carruaje, mientras que
una apacible niña acompaña de la mano a un anciano. Estas visiones amables de la vida en
una ciudad pequeña no cegaron al artista para plasmar un punto de vista más sórdido de la
urbe. Por ejemplo, muestra una mendiga enajenada que detiene a una pareja de niños para
hacerle alguna solicitud. Como se esperaría de un varón, este asume una actitud protectora
al dar un paso adelante y así resguardar a la indefensa niña.
4. A modo de conclusión
El tema nacional que surgió en los años treinta realmente no surgió en forma
espontánea; por el contrario, se fue gestando desde finales del siglo XIX. Los artistas de la
generación de Echandi comenzaron a incorporar elementos, que luego fueron desarrollados,
transformados o cambiados por la siguiente generación de artistas. Uno de esos elementos
fue el campesino. Mientras que en los dibujos de Echandi aparece la figura del campesino,
en los cuadros de los pintores de los años treinta casi no se representó. Sin embargo, la
presencia del sencillo labriego se intuye en estas pinturas en donde se desarrolló un tema
nacional: el paisaje rural con la casa de adobes. En este se plasmó la visión del ser
costarricense, es decir, el campesino pacífico, trabajador y feliz que labora su propia
parcela, apreciada esta como la columna vertebral de la democracia.32
32
Eugenia Zavaleta Ochoa, op.cit., en prensa.
16
El paisaje rural con la casa de adobes tuvo tal éxito que aún en la actualidad se sigue
reproduciendo, especialmente en acuarelas de orden más comercial que artístico, las cuales
son muy populares. Igualmente, el campesino continúa siendo una imagen que nos
identifica como costarricenses. Cada 15 de setiembre –día de nuestra fiesta patria– se puede
observar en las escuelas del país a los niños vestidos con atuendos que traen a la memoria a
ese campesino idealizado que trabaja su tierra.
Por lo tanto, los dibujos de Enrique Echandi, así como los paisajes rurales con casa
de adobes que pintaron los artistas de la generación de los años treinta contribuyeron a
formar la memoria pública y a desarrollar y fortalecer un imaginario social entre los
costarricenses. Y, en el caso de Echandi, no solo sus paisajes, sino también sus temas sobre
figura humana y los relacionados con los niños fueron un aporte para la memoria pública y,
por ende, en la orientación del comportamiento social y de género.