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(Doce reíatos

esotéricos
AMORC
GRAN LOGIA ESPAÑOLA
Flor de la Viola parcela 170
Urbanización El Farell
08140-CALDES DE MONTBUI
(Barcelona)

Cru riá
COLECCIÓN ESPIRITUALIDAD
Esta obra ha sido publicada por la Gran Logia de Lengua Española para Europa.
Africa y Australasia de la Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz, mundialmente
conocida bajo las siglas de «A.M.O.R.C.». Está reconocida en todos los países
donde tiene libertad para ejercer sus actividades como una Orden filosófica,
iniciática y tradicional que desde hace siglos, perpetúa bajo forma escrita y
oral, el Conocimiento que le han transmitido los sabios del antiguo Egipto, los
filósofos de la Grecia antigua, los alquimistas, los templarios, los pensadores
iluminados del Renacimiento y los espiritualistas más eminentes de la época
moderna. También conocida bajo la denominación «Orden de la Rosa-Cruz
A.M.O.R.C», no es una religión ni constituye un movimiento socio-
político.Siguiendo su lema «La mayor tolerancia dentro de la más estricta
independencia», la A.M.O.R.C. no impone ningún dogma, sino que propone sus
enseñanzas a todos los que se interesan por lo mejor que ofrece a la humanidad
el misticismo, la filosofía, la religión, la ciencia y el arte, a fin de que puedan
alcanzar su reintegración física, mental y espiritual. Entre todas las
organizaciones filosóficas y místicas, es la única que tiene derecho a utilizar la
Rosa-Cruz como símbolo. En este símbolo, que no tiene ninguna connotación
religiosa, la cruz representa el cuerpo del hombre y la rosa, su alma que
evoluciona al contacto con el mundo terrenal.Si desea obtener información
más concreta sobre la tradición, la historia y las enseñanzas de la A.M.O.R.C.,
puede escribir a la siguiente dirección y solicitar el envío del folleto titulado
«El Dominio de la Vida».

Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz


Flor de la Viola, 170-171 Urb. «El Farell»
08140-CALDES DE MONTBUI
(Barcelona)
(Doce rebatos
esotéricos

Martí Dabán i Canaleta


COLECCIÓN ESPIRITUALIDAD
GRAN LOGIA ESPAÑOLA

EDICIONES ROSACRUCES

© de la Orden Rosacruz A.M.O.R.C.


Apto, de Correos 199
08140 Caldes de Montbui (Barcelona)
Tlf.: 938 655 522 Fax: 938 655 524
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miento informático ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier me­
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dos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

I.S.B.N.: 978-84-95285-16-4
Depósito legal: B-41120-2008
Impresión: Publidisa
Edición 2008
ÍNDICE

Prólogo............................................................................................. 7
Cruzando el umbral........................................................................... 11
Decisión, comienza la lucha................................................... 11
Génesis de la raza................................................................... 13
Pero... ¿Quién me mandaría hablar del amor...?................................. 17
Amor, a través del espejo........................................................ 20
El camino de en medio.........................................................................
21
Una civilización agonizante.................................................... 24
Experiencia versus Karma.................................................................. 35
Una luciérnaga curiosa........................................................... 36
Reencarnación...................................................................................47
La incrédula oruga.................................................................. 48
Los archivos Akhásicos...................................................................... 51
Viaje a los archivos akhásicos................................................ 52
El viaje astral................................................................................... 55
Sovnis: El Viaje...................................................................... 56
El bien y el mal.................................................................................. 63
Los gemelos perfectos........................................................... 65
69
Armonía .............................................................................................
Sovnis: Encuentro entre dos humanidades.............................. 70
Regeneración y reintegración............................................................ 75
Tenerife ................................................................................. 76
Transición, la mal llamada muerte.................................................... 87
Sovnis: El último viaje............................................................ 89
Ascensión e ilumlnación...................................................................... 93
Árbol de luz............................................................................ 94
Epílogo............................................................................................... 99
A todos los buscadores...
Y a los que no saben que lo son.

PRÓLOGO

Llevo años buscando. Años de luchas, sufrimientos y penalidades,


sobre todo conmigo mismo. Pero también de incomprensión, ridículo y
desdén; de burlas y risas encubiertas por parte de los demás y de tener
que disfrazarme con el hábito de la vulgaridad: ¡qué cierto es que «es de
la ignorancia y sólo de la ignorancia de lo que debe ser liberado el
hombre»! Porque, ¿cómo compaginar pareja, familia y trabajo con las
necesidades íntimas del místico: silencio, sinceridad y soledad? Esa ha
sido la asignatura que más tiempo me ha costado aprobar, años. Pero
hace tiempo que encontré mi camino y ya no lo he dejado. Ya no lo
dejaré. Mi inquietud va por todos aquellos que aún no lo han encontrado,
porque sé que, inexorablemente, todo ser humano debe embarcarse, tarde
o temprano, en una encarnación u otra, en su camino. Quisiera ayudarles.
Dando pistas. Esparciendo semillas que, transportadas por el viento de la
inspiración y de la intuición, germinen en las consciencias. Hablando de
mi propia experiencia que tal vez sirva a algunos. Sólo para empistar. A
todos aquellos que hayan superado la «religión» del fanatismo o la de la
ayuda multitudinaria. A todos aquellos que se encuentren en la «religión»
de la búsqueda personal y todavía no lo tienen claro. A todos ellos van
estos relatos.
Los comienzos siempre son difíciles. Vas dando tumbos y no sabes
realmente por donde empezar. ¿Quién miente y quién no? ¿Quién es sólo
un visionario paranoico? ¿Quién sabe la verdad? ¿Por qué él y no otro?
¿Por qué parece que no hay una sola verdad?

7
Doce relatos esotéricos

Los primeros peldaños son muy amargos. Sólo comienzas a


comprender que no sabes nada. Cuando relees temas estudiados en
años anteriores, es cuando te das cuenta de que comprendes, y si eres
consciente de que comprendes, por comparación y por experiencia,
entonces sabes. Pero enseguida viene el deslumbramiento. Cuando se
comienza a comprender el alcance del conocimiento que puede adquirirse,
viene una gran excitación con el enorme deseo de quemar rápidamente
las etapas. El gran peligro de este primer período es el del dogmatismo.
Sólo se ve la letra de lo que se estudia y se pasa por alto el mensaje oculto
entre líneas.
En la etapa intermedia lo aprendido alcanza niveles más altos de
consciencia, debido al desarrollo de esa consciencia. Nadie puede
comprender nada más allá de su propio nivel de consciencia.
Afortunadamente, este nivel es como el listón del saltador de altura. Siempre
puede seguir más alto. El gran peligro de esta etapa está en la constancia.
O bien se cree que ya se sabe todo (siempre se sigue aprendiendo,
etapa tras etapa, encarnación tras encarnación) o se empieza a buscar
un poco en todas partes, convirtiéndose en aprendiz de mucho y oficial
de nada.
En la etapa de la madurez llegan armonía, tolerancia y paz; internas
y externas. Ya se posee la seguridad de haber elegido el camino correcto
y podemos hacer un alto para intentar ayudar a aquellos que se ven más
abajo, en el valle. El gran peligro de esta etapa es el endiosamiento. Ya se
sabe todo y se desprecia al que no ha seguido el mismo sendero. Vanidad,
soberbia e intolerancia son los escollos que coloca en la senda el Tentador
del Umbral para que se estrellen tantos estudiantes avanzados. Porque
«muchos son los llamados, y pocos los elegidos». Y como dice el místico:
«Muchas son las perspectivas que se ofrecen a la mirada de aquellos
que han alcanzado la cima de la montaña».
Pero la ciencia, la investigación científica, el pensamiento abstracto
y el misticismo, no están reñidos, aunque se esfuercen constantemente
en intentar que nos parezca así. Cito a Albert Einstein: «Lo misterioso es
la cosa más noble que podamos experimentar. Es la emoción que se
siente cerca de la cuna de la verdadera ciencia. Aquél que desconozca
esta emoción y que no pueda maravillarse y asombrarse, es como si
estuviera muerto. Saber que lo que nos es impenetrable existe
verdaderamente, y se manifiesta como la más alta sabiduría y la más
radiante belleza que nuestras facultades limitadas no pueden aprehender
más que en sus formas más primitivas; este conocimiento, este

8
PróCogo

sentimiento, es el núcleo de la verdadera piedad. La experiencia cósmica


es en efecto la más poderosa y noble llave maestra de la investigación
científica».
Evidentemente, el conocimiento escrito me ha ayudado mucho,
muchísimo, hasta que, como el más humilde aprendiz, he comenzado a
escuchar la voz de mi interior. Y, curioso, esa voz me dice cosas que no
he leído en los libros ni he estudiado en los viejos manuscritos... No voy a
aconsejar ahora escrituras sagradas que, por estar al alcance de todos
los que tienen sed de conocimientos pueden encontrar fácilmente: La
Biblia, Los Evangelios Apócrifos, Los Vedas, Los Upanishads, El
Panchatantra o el Ramayana, el Mahabharata, el Sepher Yetzirah, la
Kábbalah, el Corán, los Cuatro Libros de la Sabiduría, el Popol-Vuh, el
Leabhar-Gabhala, etc. etc. etc. Prefiero «recomendar» aquellos que han
marcado la mitad de mi propia evolución. Cuando quiero enumerarlos,
me parece una indecencia intentarlo por algún orden, aunque sea el de
mi propio descubrimiento. Consecuentemente, los indico aquí por riguroso
orden alfabético, y en número de doce, como doce son los relatos
esotéricos que, a continuación, expongo a vuestra, espero, piadosa
consideración. Mis maestros en papel couché han sido: Blavatsky. Helena
R; Boéhme. Jacob; Gibran, Khalil; «Paous». Dr. Gerard Encausse; Polo.
Marco; Rampa. T. Lobsang Rampa; Saint-Martin. Louis Claude; Soencer
Lewis, H.; Trismegisto. Hermes; Urantia Foundation.; Verne. Julio Verne;
y Waltari. Mika Waltari.

9
PRIMER RELATO

En mis primeros pasos por el Sendero, alguien me empujó


poderosamente. Recuerdo aquí a Verne, Julio Verneysus 20000 Leguas
de Viaje Submarino, La Isla Misteriosa, Viaje al Centro de la Tierra y
tantos y tantos más. Evidentemente, además del relato de aventuras
que regocija y apasiona, está, en el trasfondo, el iniciático.

CRUZANDO EL UMBRAL.
DECISIÓN, COMIENZA LA LUCHA

A veces uno no sabe el motivo que le impulsa a escribir, ni el por


qué. Es como una necesidad dictada por el «alter ego». Hoy me imagino
una historia de libertad y de muerte. De Ave Fénix evolutiva. De ciclos
progresivos que se autodestruyen y renacen. De utopías posibles. De
cárceles e independencias. De frustraciones y deseos. De barreras,
trabas, obstáculos y circunstancias que merman constantemente la libertad
innata del ser humano, y que lo conducen, inexorablemente, a una muerte
prematura.
Pero... ¿podemos culpar a alguien salvo a nosotros mismos? Es
demasiado fácil y una falsa excusa el engañamos continuamente diciendo
que las circunstancias, la sociedad, las normas... Pero todo ello es falso.
¡¡¡FALSO!!! Y de pronto te despiertas con algo más de cuarenta años
encima, la mochila casi vacía, algunas responsabilidades... ¡y poco más!

11
(Doce relatos esotéricos

Todo ello por no haber sabido compaginar ilusiones y compromisos.


Por haberse dejado llevar por la irracional fuerza de la juventud sin
experiencia. Por haber adquirido compromisos irrealizables, empeñando
en ello la propia vida...
Es por ello que hoy, por primera vez, dejo que mi corazón
amordazado, lleve su llanto desesperado hasta el último rincón de mi ser.
Quiero (cuánto aborrezco esta palabra) tener consciencia de mi amargura
infinita, así las lágrimas no serán, como hasta ahora, un corrosivo, sino
un bálsamo. Mis histerias, un lenitivo. Mi locura, un placer y mi soledad,
un tránsito. Y todo junto, un sueño, una forma ilusoria, una decepción
más en el arduo camino.
Cuando las responsabilidades adquiridas te acechan con la irónica
sonrisa de lo imposible, las ilusiones que las hicieron posibles se han
esfumado y te encuentras con el vacío total de tu propia existencia, sabes
que tienes que cambiar, sabes que «debes» cambiar. Pero ¿cómo? Hay
que forjar primero nuevas ilusiones, nuevas utopías, nuevos mundos. Pero
tienen que ser factibles para que los compromisos a adquirir sean
asumibles. Y mientras los creas, tienes ante ti un «impasse», una espera
formada de dudas y cobardías como lastre y residuo de una existencia
pasada, en esta propia existencia.
Y entonces es cuando tu corazón exhala su pesar. Se libera de sus
ataduras de lustros y llora su falta de libertad, independencia y coraje. Y
se lamenta con estas palabras:
- «Pero, ¿cuál es mi pecado para encontrarme así? ¿cuál el delito
cometido para tan inmensa pena? Nací sin nada, pero libre. Era pobre,
orgulloso e independiente. Poseía el saber. Amaba a los demás y no
sabía de ambiciones, egoísmos, conveniencias ni dictaduras. Pero cada
paso dado, cada peldaño ascendido, cada meta conseguida, no era más
que un pecado de connivencia con todo aquello que ahora me mata».
Como dice el Maestro:

«A eso de caer y volver a levantarte,


de fracasar y volver a comenzar,
de seguir un camino y tener que torcerlo,
de encontrar el dolor y tener que afrontarlo.
A eso no le llames adversidad, llámale Sabiduría.

A eso de sentir la mano de Dios y saberte impotente,


de fijarte una meta y tener que seguir otra,

12
(Primer relato

de huir de una prueba y tener que encararla,


de planear un vuelo y tener que recortarlo,
de aspirar y no poder,
de querer y no saber,
de avanzar y no llegar.
A eso no le llames castigo, llámale Enseñanza.

A eso de pasar juntos días radiantes,


días felices y días tristes,
días de soledad y días de compañía.
A eso no le llames rutina, llámale Experiencia.

A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan,


tu cerebro funcione y tus manos trabajen,
tu Alma irradie, tu sensibilidad sienta y tu corazón ame.
A eso no le llames poder humano, llámale Milagro Divino».

Hoy he visto la luz al final del camino, muy a lo lejos. Soy consciente
de los obstáculos a salvar, de los recovecos a seguir, de lo inmensamente
largo del sendero... ¿Cuántas veces me faltará el valor y la constancia?
¿Cuántas veces tendré que desandar un trecho y rehacerlo? La
frustración, el desaliento y el fracaso me acecharán en mis noches solitarias
tumbado en la hoguera de mi propia vida.
Los amigos me volverán la espalda o me traicionarán, las gentes se
compadecerán de mi locura, y los que se creen sabios menearán la
cabeza a mi paso con gesto de superioridad. Pero apretaré los dientes y
ceñiré fuerte el cinturón, encajaré las mandíbulas y esconderé mis
sentimientos, mientras dejaré que una socarrona sonrisa se pinte en mis
labios.
Hay motivos para ello ¡Hoy he dado el primer paso! ¡Comienza la
lucha!

GÉNESIS DE LA RAZA

Hace mil millones de años, y enviados por el Consejo de Ancianos,


una nave de exploración procedente del Centro del Universo se acercaba
a lo que los humanos denominamos Vía Láctea. Penetrando profundamente
en ella, se adentraron hasta llegara nuestro Sistema Solar. Desde nuestro

13
(Doce reíalos esotéricos

satélite Luna observaron los cambios que se estaban produciendo en


nuestro planeta. Las inmensas erupciones volcánicas seguían su curso
y, a pesar de ellas, se iba enfriando progresivamente la superficie. El
primitivo mar original iba retrocediendo lentamente. El Sol no aparecía
nunca y las nubes cubrían toda la superficie del planeta.
La comisión de exploración regresó informando que el planeta
visitado seguía los pasos previstos para la formación de la vida. Faltaban
aún millones de años, pero todo iba según el plan trazado. La comisión,
por unanimidad, decidió registrar el planeta en los archivos del Universo.
Era un planeta decimal (experimental) en el que se intentaría mejorar el
tipo mayoritario del Universo. Pero, ¿cómo llamar al planeta? Uno de los
Ancianos solucionó el dilema.
- Tierra. Sus habitantes, un día, le llamarán Planeta Tierra.
Hace setecientos millones de años las aguas de los océanos estaban
alcanzando el grado de salinidad necesario para la vida en el planeta.
La vida que había comenzado con el reino mineral, se especializó,
y a golpe de edades evolutivas, apareció el reino vegetal, que
permaneciendo en el planeta como el mineral, dispuso la entrada del
reino animal tal y como había sido establecido hacía millones de millones
de años, por medio de una transición del reino vegetal al animal. De ello
hace más de quinientos millones de años.
La evolución se estaba preparando para, con la ayuda de los seres
celestiales enviados por el Consejo de Ancianos, crear por generación
espontánea la primera raza de «hornos» a partir de tipos de lémures. De
ellos, y siempre por generación espontánea los mamíferos prehumanos,
y de ellos, los primates.
Hace un millón de años, una mutación repentina en los primates,
produjo la primera pareja de humanos primitivos. Desde entonces, su
evolución progresiva fue imparable.
Hace trescientos mil años, las razas de «hornos» se habían
multiplicado y se repartieron por toda la superficie del planeta. Así, por
épocas, un gran grupo de color dominaba a otro y, a su tiempo, era a su
vez dominado.
Las ramas simiescas entraron en involución y se fueron apartando
de los núcleos habitados por los poderosos «hornos». Se retiraron al
interior de los inmensos bosques y allí prosiguieron su marcha imparable
hacia la extinción.
Por esa época, unas enormes naves nodrizas con sus escoltas
aparecieron ante los ojos atónitos de millones de «hornos». Tenían

14
(Primer reíato

debidamente estudiados los lugares de aterrizaje. Casi siempre buscaron


los montes más altos para establecerse. Fundaron ciudades-campamento
y desembarcaron todo su poderío tecnológico. Los «dioses» habían
llegado al planeta Tierra.
Tan pronto estuvieron debidamente establecidos, contactaron con
los jefes de las tribus. Les indicaron que venían del espacio exterior, del
Centro del Universo, para enseñarles tantas y tantas cosas que ellos
desconocían. Nombraron al elemento más desarrollado de cada tribu para
ser su único interlocutor válido. Conseguir ese privilegio se convirtió en
una meta ideal para muchos. La casta de los sacerdotes-brujos había
sido establecida.
En sus puntos de desembarco florecían ciudades imponentes y se
abrieron escuelas-taller donde las ciencias y las letras pudieran
desarrollarse. La agricultura, la ganadería, la construcción de habitáculos,
las matemáticas y la astronomía fueron las primeras asignaturas que se
impartieron ante los «hornos» ávidos de conocimiento.
Esa cooperación duró milenios. Casi siempre el procedimiento era
el mismo. Contacto con un elegido y montaje de la escuela-taller donde se
impartía conocimiento a los jóvenes ansiosos de aprender. El cambio en
las tribus de «hornos» fue espectacular. Ciudades surgidas cerca de los
asentamientos iniciales poseían todo el desarrollo previsto por aquellos
seres extraterrestres. La casta de los sacerdotes-brujos quedó firmemente
consolidada. Ellos gobernaban y hacían respetar las leyes dictadas por
los dioses. Las civilizaciones florecían por doquier alcanzando un alto
grado de refinamiento y desarrollo.
Nunca se cruzaron las razas de los «dioses» con las razas de los
«hornos». Estaba especialmente prohibido a partir del descubrimiento
por parte de los científicos extraterrestres de que no serían apareamientos
estériles. No fue una gran sorpresa, pues ya habían observado esa
compatibilidad en otros planetas. De hecho, la Creación impulsaba los
seres más altamente desarrollados de forma parecida en todo el Universo.
Sólo en algunos casos en que los elementos materiales de un planeta
eran muy distintos a la mayoría, se incumplía esa norma. Los pocos
casos descubiertos de relaciones entre ambas razas acabaron con la
ejecución instantánea de ambos.
Pero llegó el tiempo en que los dioses congregaron a sus contactados
para informarles que su misión había terminado y que se marchaban a
otro planeta para los mismos propósitos y que periódicamente volverían a
supervisar la marcha de las civilizaciones e introducir las correcciones

15
Doce relatos esotéricos

necesarias. Les exhortaron a hacer cumplir las leyes por ellos establecidas
y a conservarlas para las generaciones futuras. Que no debían temer ni
entristecerse, pues ya eran autosuficientes y no quedaban desamparados.
Volverían.
En poco tiempo desmantelaron todas sus instalaciones y las más
inservibles quedaron como mudos retratos de una civilización superior.
Las máquinas se elevaron en el cielo y desaparecieron...
Sobre las tierras de lo que ahora denominamos «Oriente Medio»,
una nave escolta con sus doce tripulantes a bordo tuvo que realizar un
aterrizaje de emergencia. Algo no funcionaba bien en el aparato propulsor.
Estaban retrasados varias horas y el enorme plan de evacuación no podía
demorarse. Quedaron como verdaderos náufragos en el planeta. A duras
penas consiguieron llegar a uno de los emplazamientos que habían
quedado en pie con todo lo que pudieron salvar de la averiada nave que
quedó abandonada en el desierto.
Comenzaron rápidamente como verdaderos colonos de una tierra
que ya habían colonizado. En pocos días y usando su enorme tecnología
cambiaron la fisonomía del asentamiento. Era ya una morada definitiva
pero... ¡todos eran varones!
Una delegación de los «hornos» cercanos contactó con ellos. Fueron
muy bien recibidos y a cambio de su protección «eterna» pidieron hembras
para ellos. Les fueron inmediatamente concedidas. Y así, los «dioses»
se aparearon con las hijas de los «hornos». La «Caída» había comenzado.

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SEGUNDO RELATO

Ya tenemos el camino. Ahora necesitamos la primera herramienta


para allanarlo: el Amor. Un vivo recuerdo aquí para el poeta filósofo y
místico Khalil Gibran. De su extensa obra poética, destacaría, como
no, El Profeta y El Jardín del Profeta. La primera es especialmente
deliciosa.

PERO... ¿QUIÉN ME MANDARÍA HABLAR DEL AMOR... ?

Y, sin embargo, no puedo eludirlo. Es «la» herramienta del místico.


Aunque sea una expresión tan denostada. Porque, ¿qué es el Amor?
Creo que los humanos lo consideran algo muy, muy importante. Hablamos
del amor en casi todo lo que hacemos. En la religión, en la política, en la
vida diaria, en las canciones, en las rememoraciones cursis de vidas
actuales o pasadas (léase películas de cine), en la mayoría de las novelas
escritas, en la mayoría de las representadas (léase teatro o telenovelas)
Debe ser muy importante. Pero confundimos su significado a base de
dárselo a tantas actividades de la existencia del ser humano. ¿Qué es el
amor carnal? Llamémosle, mejor, sexo. ¿Qué es el amor platónico?
Llamémosle, mejor, utopía o frustración. ¿Qué es el amor promiscuo?
Llamémosle, mejor, vicio. ¿Qué es el amor homosexual? Llamémosle, mejor,
un error en las leyes de la Naturaleza, pero ¿es siempre eso?... ¿Qué es
el amor a la humanidad, a los animales, a la Naturaleza, en definitiva, al

17
(Doce relatos esotéricos

mundo en que vivimos? Llamémosle, mejor, una fuerza interna, ignota e


imparable que mora, eterna, en nuestro interior.
Lo peor que podemos hacer con esta fuerza interior es limitarla.
Aquellos que dicen que han canalizado «su» amor, bien a otra persona o
personas, bien a los animales, plantas o cosas, están focalizando su
impulso vital. Están reduciendo a la nada lo mejor que posee el ser humano.
Porque se puede respetar y querer a todo aquello que nos mueve los
sentimientos más íntimos y profundos, pero, nunca, nunca, canalizándolo
a una o varias de las experiencias de la vida. El Amor no es eso. El Amor
es, dentro del ser humano, algo universal y eterno. El motor de su vida y
existencia consciente. Y es aún mucho más. Es la expresión de la divinidad
que habita en nosotros. Es el sentimiento más sublime de cuántos existen
y podemos experimentar, aunque por los infinitos significados que le
damos, es evidente que no todos somos capaces de vivir y sentir esa
experiencia sublime.
¿Cuántas melodías, estropeadas con letras, habré escuchado sobre
el amor? Hoy día es rara una canción que no verse sobre el tema. ¿Cuántas
novelas, insulsas de fondo, habré leído sobre el amor? ¡Cuánto tiempo
perdido miserablemente! ¿Cuántas películas de cine versan sobre lo
mismo? Infinitas, aunque en los últimos años la violencia, la vanidad y la
ambición se han hecho un hueco poderoso en estas tres ramas de la
cultura humana. Pero, no podemos llamarle a eso Amor, sino Pasión.
Porque el Amor es mucho más. Cito un texto extraído de la obra «El
Profeta» de Khalil Gibran:
Dijo Almitra: (profetisa del pueblo de Oríalese), habíanos del
Amor.
Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una quietud descendió
sobre todos. Entonces, dijo con gran voz:

Cuando el Amor os llame, seguidlo.


Y cuando su camino sea duro y difícil.
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos.
Aunque la espada entre ellas escondida os hiera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce vuestros
sueños, tal como el viento norte devasta los jardines.
Porque, así como el Amor os corona, así os crucifica.
Así como os acrece, así os poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas
ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta
vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.

18
Segundo relato

Como trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.


Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado, para que podáis convertiros
en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.
Todo esto hará el Amor en vosotros para que podáis conocer los
secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento,
en un fragmento del corazón de la Vida.
Pero si, en vuestro miedo, buscareis solamente la paz y el placer
del Amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os
alejéis de sus umbrales.
Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda
vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.
El Amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de
sí mismo.
El Amor no posee ni es poseído.
Porque el Amor es suficiente para el Amor.
Cuando améis no debéis decir: «Dios está en mi corazón», sino
más bien: «Yo estoy en el corazón de Dios».
Y pensad que no podéis dirigir el curso del Amor porque él si os
encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.
El Amor no tiene otro deseo que el de realizarse. Pero, si amáis,
y debe la necesidad tener deseos, que sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
Saber del dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del Amor.
Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por
otro día de Amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar.
Volver al hogar con gratitud al atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción
de alabanza en los labios».

Esta es la definición del Amor de un poeta filósofo. Es evidente que


nos define algunas de las infinitas ramas del Amor. ¡Cómo pretendemos
encarcelarlo!

19
(Doce relatos esotéricos

Cuando el Amor te toca, cambia tu vida para siempre. Colocas tus


sentimientos pasados de lo que considerabas «Amor» en su justo lugar.
Sientes que tu forma de pensar ha cambiado drásticamente. El odio, los
celos, la envidia, el racismo, la vanidad, el orgullo e incluso el egoísmo de
supervivencia, desaparecen de tus concepciones. Miras a los demás, a
todos los demás de otra forma. Comienzas a mirar a tu alrededor, en vez
de ver. A escuchar en vez de oír. A callar, en vez de hablar. Y...
sencillamente, amas.

AMOR A TRAVÉS DEL ESPEJO

Hace algún tiempo, tuve una experiencia excepcional. Estaba


pensando en la Atlántida, mientras comía en un restaurante de Esterri
D’Aneu, en el Pirineo Catalán. Como el restaurante estaba lleno y yo
solo, me acomodaron en una pequeña mesa individual en el centro de la
sala, de cara a una columna central forrada de cristales rosalinos. Estaba,
por decirlo así, «de cara a la pared». Durante toda la comida, a mi espalda,
un grupo de familias con sus hijos hablaban, mejor dicho, vociferaban.
Era lo que podría llamarse un grupo de gente extrovertida. Los niños
montaban un universo de gritos y ruidos. Yo, a ratos, los contemplaba por
los espejos de la columna que parecía comer conmigo. Esto me permitía
verlos, sin ser visto...
Un chaval, de unos ocho años, llamó mi atención porque estaba
montando un «pollo» de mucho cuidado con un, al parecer, primo suyo.
Comían, discutían, jugaban, lloraban y reían, casi todo al mismo tiempo.
No podía quitarles el ojo de encima. Era todo un espectáculo de juventud
y de vida. De pronto el muchacho se dio cuenta de que lo observaba a
través del espejo. No se cortó, me miró, también por el espejo,
descaradamente. Le hice una señal aprobatoria con el pulgar hacia arriba
y... ¡¡le sonreí!!
Él me devolvió la sonrisa, a través del espejo, mientras que su
madre, que se dio cuenta de que su hijo hacía gestos a un desconocido,
proclamaba: ¡ ¡Este niño no tiene vergüenza!!
Se hizo un instante de silencio, y el niño, «Albert», que seguía
mirando a través del espejo, me dijo:
-«T’estimo molt.»
- «Le sonreí otra vez y le contesté: «Jo també t’estimo molt.»

08/12/2001 16h00'

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TERCER RELATO

Ahora necesitamos saber cómo actuar. ¿Extremistas radicales ó


extremistas pasivos? No, claro que no. El extremismo siempre es nocivo
además de intolerante. El equilibrio es la respuesta. Recuerdo aquí a
Rampa, T. Lobsang Rampa y sus inolvidables relatos iniciáticos. Qué
difícil escoger unos sobre otros. Indicaré los que más veces he leído y
más me han impactado. «El Ermitaño», «La Caverna de los Antepasados»
y «El Tercer Ojo», sin desmerecer ni un ápice el resto.

EL CAMINO DE EN MEDIO

Ya tenemos la ruta marcada y la herramienta para llevarla a cabo


debidamente guardada en la mochila. Pero ¿qué camino, qué actitud
tomar, a partir de ahora, en todos los problemas y en cada una de las
vicisitudes que nos presente la vida? Porque serán, muchos de ellos, los
mismos que se nos presentaban ayer, sólo que estamos con un ánimo
diferente. Aquí es donde entra lo que los místicos llaman la «ley del justo
medio» o el «camino de en medio».
Como su propio nombre indica, no tiene mucho secreto. Hay que
intentar buscar el equilibrio y la armonía en todo aquello que precise de
nuestra respuesta consciente. Recuerdo que, al principio de intentar
ponerlo en práctica, pasé varios días sin, a mi corto entender de entonces,
tener que tomar decisión alguna y de esta forma no podía aplicar la ley.
¡Qué fantástica jugarreta del Tentador del Umbral! Pero, ¡si todo eran

21
(Doce relatos esotéricos

decisiones!, como nos ocurre a todos y constantemente. Tuvo que aparecer


un problema ya bastante serio para que aplicara por primera vez este
principio conscientemente. Al comienzo, es muy fácil, demasiado fácil.
Meditas y reflexionas sobre el asunto a decidir o la actuación a tomar y
tiras por el camino de en medio. Como el «centro» en política o como la
religión de la «ayuda multitudinaria». Pero esta ley mística, precisamente
por ser una ley «auténtica», es muy exigente. Me explicaré.
Las primeras decisiones en base a esta ley, son muy fáciles de
tomar, porque la banda de decisión es muy ancha. Entre un extremo y
otro hay un abismo que permite con tranquilidad y con mucho acierto
tomar el camino de en medio. Pero es, a la vez, una ley muy exigente,
porque, una vez tomada la primera decisión, el margen de maniobra se
ha reducido en un cincuenta por ciento. A la quinta vez que usamos el
libre albedrío para seguir ajustándonos a la ley, no existe, casi, margen
suficiente para la toma de decisiones, por lo que se convierte en algo
muy duro y difícil. Se me argumentará que, a partir de cierto punto, se
puede prescindir de nuevas decisiones y mantenerse en la última adoptada,
pero ello no es así, porque uno mismo, a partir de un momento de madurez,
se obliga a más, siempre a más, debido a la experiencia del acierto en las
decisiones anteriores, con el inmenso valor añadido de la íntima
satisfacción que cada uno de los escalones superados nos ha
proporcionado.
Si empezamos con una decisión sobre si dejar un mal hábito en
forma radical o no, y aplicamos la ley del justo medio, nos encontraremos
reduciendo ese mal hábito, lo que nos resultará muy sencillo y muy
beneficioso. Muchos pensarán que esta primera decisión ni es muy sencilla
ni es tan beneficiosa, pero, tal vez, no tienen en cuenta que se precisa,
primero, una muy fuerte determinación de emplear la ley, y, segundo, un
total convencimiento de que es más soportable para el cuerpo físico reducir
progresivamente ese mal hábito, que anularlo drásticamente que, en el
fondo, es lo que nos hemos planteado durante años, sin llegar a hacer
nada para evitarlo, hasta que se nos plantea esa enorme posibilidad.
Cuando los beneficios de utilizar esta ley en todos los aspectos de
nuestra vida, se nos presentan cara a cara, y reflexionamos sobre el
camino recorrido y la satisfacción íntima del inventario de los logros
efectuados, ya no hay marcha atrás. Ahí empieza lo que es en verdad
duro y difícil. Por analogía, imaginemos a la persona que, por poner un
ejemplo, fumaba 40 cigarrillos al día. A la quinta decisión se fuma un
cigarrillo entero y una calada del segundo. La siguiente decisión lógica

22
tercer reíate

es dejar de fumar. Y eso es lo que puede ser duro y difícil. Es el misterio


del número seis.
Pero, si en los malos hábitos de todo tipo, es necesario afrontarlo,
en hábitos poco dañinos, podemos pararnos en el número cinco y,
siguiendo nuestra analogía, fumar un cigarrillo al día, puesto que seguro,
absolutamente seguro, que tenemos muchos más malos hábitos que
intentar cercenar hasta su más mínima expresión.
¿Qué entendemos por malos hábitos de todo tipo? Respuesta fácil
y aplastante. Todo aquello que de una forma habitual, infringe y está en
contra de las leyes de la Naturaleza. Puede parecer una respuesta un
tanto ambigua, pero no lo es. Será fácil para cada individuo encontrar
media docena de malos hábitos en poco más de cinco minutos de reflexión.
Una vez seleccionados los más evidentes y puesta en marcha la ley del
justo medio, esa misma ley, por su propia inercia de funcionamiento, nos
indicará día a día cuántas más cosas debemos eliminar o minimizar,
debido a su propia exigencia, hasta llegar a los malos hábitos de
pensamiento que son más dañinos, mucho más dañinos, que el fumar,
beber, drogarse, comer demasiado o vivir para el sexo; sin que esta
afirmación implique indulgencia alguna con los «pecados» mencionados.
Veamos, para terminar, qué dice el místico sobre el camino de en
medio:
«Debemos recordar continuamente que el hombre es cuerpo y
alma, pero que son sus aspiraciones espirituales y no sus deseos físicos
los que deben dirigir su vida. Por otra parte, es absolutamente necesario
comprender que al ser el cuerpo una substancia y el alma una esencia,
el primero está regido por las leyes que rigen la formación de la materia
y la segunda, por las que regulan la evolución de la consciencia. Si
tenemos en cuenta esta dualidad y si tomamos en consideración los
principios del karma (la ley de causa y efecto) y de la reencarnación,
podremos hacernos una ¡dea bastante aceptable del por qué y del cómo
de la evolución del hombre. También evitaremos caer en los extremos v
podremos comprender que cada ser humano forma un todo coherente
que no está limitado, ni a una criatura puramente física, ni a una entidad
exclusivamente espiritual. Como en todo, el camino más seguro en el
estudio de nuestra propia naturaleza, es la ley del justo medio».

23
(Doce relatos esotéricos

UNA CIVILIZACIÓN AGONIZANTE

Ahora que todo ha terminado, dudo que haya sido verdad. Ahora
que vuelvo a ser el mismo de antes, me pregunto qué es lo auténtico...
Pero ¿he tenido un sueño? ¿he escapado de este mundo en un arrebato
de mi imaginación? ¿ha sido una revelación? ¿un ataque de esquizofrenia?
No lo sé, y para averiguarlo sólo se me ocurre rememorar los increíbles
sucesos que, al igual que un programa de ordenador, visualizo en mi
consciencia objetiva...
Me pregunto si las normas que la tradición ancestral han ¡do
adaptando a nuestra civilización mutante, siglo tras siglo, hasta llegar a la
Era del Acuario son verdaderas. Si las bases en que nos hemos
fundamentado para ello fueran falsas o equivocadas, todo se derrumbaría
como un castillo de naipes y despertaríamos todos un día con un inmenso
vacío, aterrados y agonizantes.
Pero no adelantemos acontecimientos, vayamos por partes. Todo
comenzó en otoño de 1998. Era una noche esplendorosa del mes de
octubre. Pasada la medianoche dejé el coche a la entrada de un bosque
cercano a Santa Coloma de Farners, en la comarca de la Selva en Girona.
Sin vacilar caminé por el ancho sendero que tan bien conozco. Al cabo
de un par de kilómetros me detuve en una explanada desde la que se
domina el pueblo. El silencio no era demasiado profundo. El murmullo de
aguas cercanas provenientes de «la Bassa d’en Camps» y el bullicio de
la próxima aglomeración humana, se confundían con la quietud de la
noche.
Respirando el aire puro dejé paso a mis pensamientos y la
desconexión automática de mis sentidos objetivos fue total. Así pasé mucho
tiempo aunque no podría mensurarlo. De pronto sentí frío y decidí volver.
Fui recorriendo el sendero de regreso con una quietud y paz interior
reconfortantes. Nada turbaba la soledad del momento. Sólo el ruido de
mis pisadas y el soplo de la ligera brisa otoñal que llegaba a mis oídos.
Cerca ya del automóvil, al doblar un recodo que desemboca en un
calvero natural, observé algo extraño y que no recordaba haber visto en
mi camino hacia el observatorio un par de horas antes. Miré el reloj y vi
que eran exactamente las dos y media de la madrugada. Sonreí para mis
adentros porque, no sé cómo lo hago, pero siempre que miro el reloj son
horas o medias exactas. Andando unos pasos más vi un gran resplandor,
intensísimo, que iluminaba el calvero. Me pregunté qué podía ser, pues
salvo la intensa luz, nada se veía. ¿Algún trabajo nocturno?, me pregunté,

24
'Tercer reíato

pues por allí pasa la conducción de aguas del río Ter a Barcelona... Casi
al tiempo deseché la ¡dea por absurda. Lo que fuere lo habría visto a la
¡da. Entonces, ¿qué diablos... ?
Salí del camino y me introduje resueltamente en los matorrales
para acercarme al calvero sin ser visto. Me recordaba mis andanzas de
chico cuando imitaba al «Hombre del Bosque» de Zane Grey. Al llegar al
borde del claro mi corazón latía con fuerza. Ningún ruido, nada se veía
salvo la luz y sin embargo...
Dejé atrás los matorrales y medio me escondí detrás de un grupo
de tres grandes pinos. Aceché entre los troncos y... lo vi. Al pronto quedé
como petrificado, pues mi mente objetiva se negaba a aceptar (o que
estaba viendo. Un gran misterio se desvelaba de pronto ante mí sin lugar
a dudas, aunque un sentimiento de asombro, pavor e irrealidad danzaba
locamente en mi ser. A unos cincuenta metros enfrente de donde me
encontraba y en el centro del calvero, al abrigo de un grupito de pinos y
encinas que lo ocultaban de la vista del camino, reposaba un aparato
volador sostenido por tres patas en el suelo desigual.
Tendría unos 10 m de ancho por unos 6 m de alto. El cuerpo central,
más ancho, tenía forma de dos platos acoplados. Una gran cúpula en
forma de semiesfera remataba la parte superior, con una gran antena en
el centro. De la parte inferior salían tres inmensas patas que se asentaban
en el suelo y una escalera emergía de la panza de la nave y quedaba a
escasos centímetros del suelo. El conjunto tenía un aspecto metálico con
una hilera de luces circunvalando el cuerpo central inferior así como la
cúpula. El cuerpo central superior tenía unas pequeñas ventanas ovales
incrustadas en el fuselaje. Maravillosamente diseñada y de líneas de gran
armonía aerodinámica, ofrecía a mi vista un aspecto impresionante y
demoledor. Observé, en el suelo, unas manchas geométricas dibujadas
sobre los matorrales calcinados.
Debajo de una de las patas de la nave, un ser con un extraño y
especial traje, que en aquél momento sólo podía vislumbrar, estaba
hurgando en la conexión con el fuselaje. Eso, al menos, es lo que me
pareció en aquél momento. La intensísima luz emergía de la quieta nave
y lo envolvía todo, dándole un aspecto irreal, fantasmagórico y fuera de
lugar.
No sé el tiempo que transcurrió. Yo miraba, absorto y paralizado,
toda la escena. Y una sola palabra pugnaba por gritar... ¡Imposible! ¡Esto
es imposible!

25
Doce reíalos esotéricos

No era consciente de mi cuerpo y, lo recuerdo con una nitidez


impresionante, parecía como si sólo tuviera ojos que, cual focos de
filmación, fueran pasando a mi cerebro datos y detalles de lo que veía.
¡Estaba totalmente petrificado!
El personaje seguía manipulando algo en el fuselaje del aparato,
justo donde nacía una de las patas que sostenían la nave, siempre de
espaldas a mí. De súbito observé que la roca donde se apoyaba el pie de
la nave empezaba a desmenuzarse y supuse que acabaría partiéndose
debido al peso que estaba soportando. Todo ocurrió en fracción de
segundos. Vi claramente que, al partirse la piedra, la nave iba a ladearse
y aplastaría irremisiblemente al ser que seguía trabajando imperturbable.
Mi boca, seca como un trapo, con la lengua pegada al paladar, no podía
articular palabra alguna. En mi mente grité instintivamente ¡¡cuidado!!
Como si me hubiese oído, el ser rodó sobre sí mismo en el instante
justo para eludir el movimiento de la nave. Ésta se inclinó un poco al
ceder y partirse la roca quedando ligeramente ladeada, pero lo suficiente
como para haberlo aplastado.
En aquél momento reaccioné de pronto, y ya me metía raudo en la
espesura cuando algo pareció estallar dentro de mi cerebro:
- «¡Gracias, terráqueo!».
Sin que supiera cómo, de pie, enfrente de mí, a unos cinco metros
estaba un ente de otro mundo, cuya vivida imagen retenida por mi mente
intentaré describir:
Era en su contextura física igual a un ser humano, pero de gran
tamaño. Mediría unos dos metros treinta de alto y estaba perfectamente
proporcionado. El cabello era largo y de un rubio platino; separado en la
cabeza, le caía por la espalda. Sus ojos eran oblicuos y más separados
que en los orientales. El mentón más afilado que en los humanos.
Vestía un traje muy ajustado, de un tejido extraño, con botas hasta
media pierna, dando una sensación de comodidad y ergonomía. Todo el
conjunto parecía una sola pieza perfectamente ensamblada.
Su expresión era de viva simpatía y cordialidad. Comprendí que
intentaba tranquilizarme y que irradiaba hacia mí pensamientos positivos,
lo que creo evitó un auténtico ataque de la más pura histeria. Al poco
tiempo sentí que el miedo profundo que sentía se transmutaba en una
sensación de descanso y tranquilidad. Tuve que sentarme pues me
flaqueaban las piernas.
- ¡¿Quién eres?!, balbucí. ¿Entiendes mi idioma?

26
tercer relato

- Tranquilo, amigo. Te entiendo perfectamente. Llevo muchos años


de los vuestros aquí en este planeta. Pertenezco a los «Jardineros de la
Tierra». Estamos aquí para velar por vosotros y evitar que os autodestruyáis
y emponzoñéis con ello vuestro pequeño Sistema Solar, pero... ¿por qué
no entramos en la nave y hablamos? Te estoy muy agradecido por tu
aviso. Me has salvado de un serio peligro. ¡Soy tan despistado! Tenía que
haber tomado más medidas de seguridad. Me llaman Puck y dicen que
hablo demasiado. ¿Tú como te llamas?
Había soltado la parrafada en décimas de segundo, mientras me
daba la espalda y caminaba decididamente hacia la nave. En mi reciente
tranquilidad, que rayaba la laxitud, pensé para mis adentros, ¡voy a
satisfacer mi enorme curiosidad! ¡Veamos si soy capaz de vencer el
pánico! Y eché a andar detrás de él.
Sin mirar atrás, oí que me decía: No tengas miedo, no hay nada
que temer.
Mientras comprobaba que la nave no podía desplazarse más, seguía
hablándome:
- Luego llamaré a mis compañeros. Ya no puedo realizar la
reparación yo solo. En cualquier caso no es importante y en el interior no
se notará que esté ladeada.
Subió por la escalerilla y desapareció en el vientre del aparato.
Hice de tripas corazón y le seguí. Al introducir la cabeza en el interior me
dio la impresión que entraba en un avión de los nuestros. Era como un
pequeño distribuidor. En un lado una escalerilla que subía hacia la cúpula,
imaginé, ya que una especie de trampilla impedía ver lo que había arriba.
Al otro estaba Puck pulsando unos botones. Todo lo demás eran luces,
medidores y aparatos extraños empotrados en las paredes. La sala central
giraba sobre sí misma y Puck estaba escogiendo la estancia adonde
quería ir. ¡Alucinante! Ni de reojo podría ver aquello que él no quisiera
que viese. Recuerdo que me pregunté cuál sería el motivo para que lo
que giraba fuese el distribuidor. Pasaron varias puertas y el distribuidor
se paró en una de ellas. Automáticamente se abrió y entramos.
La sala donde nos acomodamos estaba totalmente acolchada, y
era de una ergonomía increíble, tanto que mi loca imaginación empezó a
captar detalles para intentar reproducirlos después; el material acolchado
era de un color negro y tenía una textura desconocida para mí, y el resto
de aspecto metálico matizado aunque parecía... ¡plástico! Una tenue luz
azul embargaba toda la estancia. Una música suave nos envolvía y cuando
quise analizarla me dijo...

27
<Doce reíalos esotéricos

- Supongo que te gusta la música. Espero que seas un ser especial.


Más elevado que la mayoría de la gente de tu planeta. ¿Cuál es tu color?
¿Y tu nota musical? ¿Y tú número? Debe ser el color azul, la nota sol, y el
número cinco, puesto que naciste en viernes... Entonces deben gustarte
Beethoven, Chaikovsky, Mozart, Rimski-Korsakov y Vivaldi. Voy a poner
música de Beethoven que, a mí es, de los vuestros, el que más me gusta.
Sin mover un dedo, la música cambió a una de las sinfonías de
Beethoven, la novena; la luz se hizo de un azul más suave aún y unos
rayos de colores cambiaban al ritmo y compás de la sinfonía. Me
estremecí.
Mi nuevo amigo estaba, literalmente, apoltronado en su butaca. Yo,
tenso, con la espalda recta y la cabeza al aire.
- ¿Estás cómodo? -preguntó.
- No, estoy agarrotado, -le respondí.
- Pulsa los botones que hay debajo del apoyabrazos hasta que
encuentres la posición.
Sin esperar respuesta, espetó a continuación:
- Como te decía antes, me llaman Puck. Mis amigos y compañeros
me llaman así, porque soy, dicen, un charlatán. Yo creo que exageran. El
problema que tengo es que hablo demasiado deprisa. Bueno, como te
decía antes somos los «Jardineros de la Tierra». Para mí, es un trabajo
apasionante. Os controlamos sin que os deis cuenta, desde hace ya
muchos, muchos años... ¡Ah!, por favor, no te molestes por nada de lo
que pueda decirte que, aunque sea una verdad absoluta, no es mi intención
ofenderte ni a ti ni a tu humanidad. Por cierto, no me has dicho cómo te
llamas, pero es igual, lo leo en tu mente. Martí. Como todos los vuestros,
un nombre extraño...
¡Apasionante! Lástima que no podamos intervenir... de momento.
¡Sois simples! ¡Eso es! ¡Llevaba mucho tiempo buscando una palabra en
vuestro idioma que sea significativa! ¡Ya la tengo! ¡Simples!
Me miró de soslayo y agregó:
- En el buen sentido de la palabra... ¿vale?
- Fuimos enviados a este planeta hace, aproximadamente, 12000
años. La orden es vigilar sin intervenir. Pero cuidando de que no os
autodestruyáis. Y estáis en ello. Nunca había contactado con un terráqueo,
es la primera vez. Menos mal que ya obtuve la autorización para ello,
porque si no...
«Pero me estoy desviando del tema. Cada vez que contactamos
con alguien de la Tierra, debemos transmitirle el mismo mensaje en líneas

28
Tercer relato

generales. Debemos llegar al fondo de vuestra comprensión para que os


hagáis con el problema. Con el enorme problema...
Aquí, pareció que empezaba a recitar. Como si tuviera la lección
aprendida de memoria.
«Es evidente que vuestra civilización está muy próxima a
desaparecer. Los falsos pilares en los que habéis cimentado vuestra
sociedad, se están resquebrajando a años vista. Florecen los vicios como
frutos maduros de vuestros errores y las pirámides desconocidas en que
basar un cambio radical en vuestro enfoque de la vida, se pierden en la
noche de los tiempos. Sólo una minoría mantiene la llama del cambio,
pero han pasado los siglos y no habéis avanzado un ápice. ¡Cuántas
veces hemos decidido intervenir! ¡Y siempre el mismo resultado! El hombre
contactado se convierte en sumo sacerdote y nosotros en dioses, hijos
del cielo. Lo único cierto de ello es que no somos hijos de la Tierra. El
final es un cúmulo de religiones que sólo sirven para acrecentar el poder
y riquezas de unos pocos, a cambio de un más que discutible camino
para quienes les siguen, objetivo lógico de toda religión, y con el agravante
de la imposición de dogmas por la fe y un total andamiento en la época
del contacto, sin posterior evolución.
Hizo una pausa y con sorna me espetó:
- Espero no ser el siguiente dios ni tú un sumo sacerdote... Hizo
unos gestos y aspavientos rarísimos que le cambiaron la apariencia facial
y comprendí que era un auténtico ataque de risa... ¡y yo que pensaba
que ya no me podía sorprender más!
Volvió a su aspecto anterior y continuó como si tal cosa:
- Fijaros que estos pilares son los mismos desde hace siglos,
concretamente unos doce mil años, salvo aisladas excepciones, y sólo
sirven para mantener en los puestos de poder a esa raza especial que os
manda, dirige, gobierna y esclaviza a cambio de nada y que, además del
poder, acapara riquezas a costa de vuestro esfuerzo. Cierto es que vuestra
reducida capacidad objetiva y psíquica, (sólo tenéis cinco sentidos y
cuatro dimensiones) os convierten en la cenicienta del Cosmos; que os
es mucho más difícil captar y entrar en las grandes verdades eternas, tan
sencillas y, en cambio, tan lejanas a vosotros; pero tenéis que buscar
puntos de vista, ideas y pilares nuevos que levanten vuestra tasa vibratoria
y os acerquen a vuestro Yo interior que es el primer punto de contacto
con esas verdades cósmicas. Tenéis que atacar frontalmente esos pilares
en los que habéis fundamentado vuestra civilización y que no os han
servido para nada. Cierto es que, al quedar prácticamente destruida vuestra

29
Doce reíalos esotéricos

cuarta raza raíz, la quinta, la vuestra actual, nació un poco huérfana, y


eso os ha condicionado muchísimo, pero no habéis hecho el más mínimo
caso de los verdaderos Maestros que han intentado ayudaros. Todos ellos
siguen ahí, invisibles, ayudando sólo a aquellos elegidos que, uno a uno,
se ponen a sus pies... mientras esperan, pacientes, un cambio en vuestra
humanidad rebelde. Porque, ¿acaso habéis encontrado ya el «leit motiv»
de vuestra existencia? ¿acaso no existen ya las guerras? ¿acaso no hay
ricos y pobres? ¿infelicidad? ¿acaso no tenéis ya que trabajar de sol a
sol para ganaros el pan? ¿ya no os sentís explotados? ¿acaso, al menos,
sois «libres»... entonces, ¿porqué os empecináis en cambiar sin cambiar?
En hacer revoluciones sin revolucionar. En guerras sin vencedores, sólo
muertos y mutilados, hambre y depravación. En crear familias para cultivar
vuestra insatisfacción y coartar vuestra innata libertad y libre albedrío.
Para mataros entre hermanos y para que los padres se levanten contra
sus hijos y los hijos contra sus padres. En cebar y alimentar a estas
hordas de políticos y gobernantes cuyo único objetivo es mantenerse en
el poder o en su privilegiada situación, a costa de lo que sea y de quien
sea. Que presumen del «arte de la diplomacia» y que su dignidad les
permite conformarse con la oposición o, incluso, con seguir
«politiqueando». En mantener a legiones de «sacerdotes» predicantes de
las normas de la humanidad. A saber, castidad y continencia, tolerancia,
sencillez y pureza de corazón. Amor al prójimo y humildad, templanza y...
¡Sin que ellos observen una sola! Acaso os libran, al menos, de la pobreza,
el sufrimiento y las lágrimas... En seguir a los que os incitan a reprimir las
necesidades de vuestro cuerpo material que, al parecer, olvidan que Dios
os ha dado, sin que consigáis a cambio más que insatisfacción, y sin que
sepan explicaros porqué os piden esa negación de vosotros mismos.
- Olvidaros de todos ellos porque no les interesa cambiar. Si alguien
grita demasiado lo compran y lo pasan a los suyos. Si es muy rebelde, lo
convierten en un agitador y lo eliminan. No, no es ese el camino. La
solución, si estuvierais a tiempo, pasa por combatir el materialismo
exacerbado, eliminar el egoísmo, salvo el de supervivencia, la vanidad y
el orgullo y abrir vuestra consciencia, desde la infancia, a vuestra dualidad,
sin esperar a entreverla a la mitad de la vida.
- Esta vez vamos a cambiar de táctica. Intentaremos llevar el mensaje
del peligro que corre vuestra civilización y sus escasas posibilidades de
salvación, directamente a esa mayoría silenciosa que vive, trabaja y sufre
sin saber «por qué», sin intermediarios, dioses o profetas, religiones ni
políticas. Directamente al corazón de los hombres, como una intuición o

30
Tercer reíato

una revelación. Como dirán muchos, «una corazonada». Un mensaje sin


claves, sencillo y llano, intentando desdramatizar la gravedad de la
situación, puesto que no le podemos poner una fecha exacta ya que
depende de vosotros mismos, pero sin triunfalismos, puesto que no hay
lugar a ellos.
-Transmite, pues, a tus más allegados y de mayor confianza lo que
acabo de decirte. O hay cambio o viene la destrucción. Esperamos que
el boca a boca funcione como antaño... y espero haber acertado con mi
primer terráqueo.
- ¿Tienes algo que preguntar? -me espetó. El tiempo se acaba,
tengo que contactar con mis hermanos y aún debo enseñarte algo...
- Tengo tantas preguntas acumuladas en mi cerebro que no acabaría
nunca de exponerlas. Aún no he salido de mi asombro al comprobar que
existen en mi planeta Tierra entidades extraterrestres. ¡Y yo que presumía
de creer en vuestra existencia! Lo que me has dicho me ha dejado
anonadado. Espero con impaciencia lo que dices que aún tienes que
enseñarme. Si el tiempo se acaba, dos preguntas, ¿de dónde venís?, y
¿por qué la quinta raza raíz nació huérfana de la cuarta?
Interiormente me estaba reprochando sólo hacer dos preguntas.
¡Si tenía mil en mente! Pero «algo» me impedía preguntar más y apurar el
tiempo... La novena de Beethoven hacía rato que había terminado y
«Scheherazade» de Rimski-Kórsakov estaba en su tramo final.
- Mira, amigo Martí. Tus dos preguntas son muy... ¿hábiles? A
veces me cuesta dar giros en vuestro idioma. Los Jardineros de la Tierra
venimos de una auténtica infinitud de mundos. Si pudieras ver, por un
momento, una asamblea en una de las naves nodriza, con su diversidad
de entidades, te volverlas demente al instante. No podrías soportarlo.
Tipos de cinco metros y otros de poco más de cincuenta centímetros...
Cráneos enormes o como los vuestros. Sin narices, con rabos, con
antenas, con aparatos auditivos inimaginables para vosotros... Con ojos
salidos, hundidos, proyectados fuera de su ubicación, para vosotros, lógica.
Con aparato locomotor que no tiene parecido con criatura alguna de tu
planeta... No, no lo soportarías. Los que son como yo, venimos de la
estrella Sirio, otros de Alfa Centauro... Pero muchos, muchos de muy,
muy cerca... demasiado cerca para vuestra comprensión..., otros de
cientos de miles de años luz...
Vuestra cuarta raza raíz pereció en su 90% hace unos doce mil
años cuando el resto que quedaba del continente de la Atlántida se precipitó
en las profundidades del océano. Era la tercera devastación... y a la

31
(Doce relatos esotéricos

tercera fue la vencida. Pero esta vez la culpa fue de los hombres. Parte
de esa civilización se volvió contra las leyes naturales, y esas mismas
leyes acudieron en su ayuda para su propia aniquilación. Una parte de
los supervivientes, el 8%, se dispersó, como ya estaba previsto, por lo
que ahora es Portugal, España y las Islas Británicas por un lado, Egipto
por otro y el resto por América Central y del Sur. Ellos constituyeron el
germen de la quinta raza raíz. Sólo habrán siete razas raíces y entonces,
al final de la séptima, vuestro mundo morirá. Pero la naturaleza solamente
muere en invierno para renacer en primavera... del resto del 2% no puedo
hablarte ahora. Me está totalmente prohibido.
- Ahora, ven. Debo mostrarte algo.
Salimos de la estancia cuando el distribuidor se paró delante de la
puerta. Entramos en la puerta anexa y sólo recuerdo una habitación circular
con una miríada de pantallas, como de ordenador, apagadas. Conectó
una y dijo...
- Mira atentamente. Esto que verás es lo que puede ocurrirle a tu
planeta. Es la imagen real grabada por nosotros en el único caso en que,
de momento, hemos fracasado. Sobran las palabras.
Miré las imágenes de la cinta grabada. Al principio salieron unos
caracteres en un alfabeto desconocido, durantes tres o cuatro minutos.
Después (me dio la impresión como si rebobinaran), vi a unos extraños
hombrecillos que parecía se desgañitaban dándose órdenes unos a otros.
La excitación se «salía» de la pantalla. Eran de tez amarillenta y algunos
tenían la cara roja de cólera. Estaban en una montaña muy elevada que
tenía una abertura artificial poco antes de la cima. En la explanada habían
colocado una especie de cohete aguantado por una estructura metálica
descomunal. Se repitieron los gestos y los gritos. Parecía que se ladraban
órdenes. Uno de ellos, de un porte superior (la arrogancia, la vanidad y el
orgullo supuraban por los poros de su piel), contrajo su faz en un rictus
vesánico y, con una alegría demoníaca, vomitó una orden. Yo estaba
clavado en la pantalla, sin respirar. El cohete tuvo ignición. A los pocos
momentos, al menos asi me lo pareció, despegaba. Más allá otros dos
artilugios idénticos que no había observado se elevaban también por los
aires. Desaparecieron de la pantalla. Un resplandor enorme y un temblor
increíbles sacudieron todo lo que abarcaba la pantalla. El miserable
hombrecillo saltaba de agitación. Una especie de onda expansiva lo arrasó
todo. La pantalla se puso en blanco, con unas rayas horizontales en
movimiento. Nada se veía.

32
‘Tercer relato

- El planeta reventó en ese momento que acabas de ver. Martí,


suerte...
- ¿Volveremos a vernos?, dije yo totalmente consternado.
- Creo que no. Pero debo felicitarte por tu «saber estar» y aunque
no te lo creas, por tu aplomo. En la instrucción que recibí para los contactos
con terráqueos me previnieron de histerias, violencia, locura, intento de
agresiones físicas y un largo etcétera... Pero tú has sabido estar. Te
felicito. Pero la infinidad de preguntas que bullen en tu mente, si no quieres,
no van a quedar sin respuesta. No sé si me van a permitir hablar contigo
otra vez. Eso ocurre en contadísimas ocasiones. Entonces permitimos
que el terráqueo pregunte... y siempre respondemos. Pero, por si no
volvemos a vernos, cuando quieras respuestas, sólo tienes que pedirlas.
Siéntate en un sillón de tu casa, absolutamente solo, absolutamente
relajado, con la espalda muy recta. Cuando no sientas tu cuerpo porque
tus sentidos físicos estén pseudo-dormidos, emite mentalmente a tu
subconsciente y con todo el poder de que seas capaz la pregunta que
quieras. Cuando la «veas» en tu mente, «apaga tu televisor» y date el
gusto de una pequeña siesta. Cuando depures la técnica, siempre, siempre
tendrás la respuesta. Adiós o hasta la vista, no lo sé, amigo, pero ahora
tengo que pedir que me ayuden a reparar la nave y realizar el proceso
final para terminar un contacto con un terráqueo. Puede que mañana no
estés seguro de nada.
- ¿Mañana? Será hoy, porque hace un rato era de madrugada.
Por primera vez se puso serio y mirándome fijamente me dijo:
- Hoy no, mañana. Porque mañana siempre es mañana. Martí,
suerte... ¡Ah! En nuestros archivos tu nombre quedará registrado como
«Arután». No lo olvides. Esta última frase me la dijo silabeando.
Me encontré a mi mismo bajando la escalerilla de la nave. No sé
por qué pero no podía volver la vista atrás. Seguí caminando hacia el
coche. Creo que un hemisferio de mi cerebro grababa al mínimo detalle
la experiencia y el otro intentaba desesperadamente vivir como antes,
¡desesperadamente!. No lo consiguió. A pesar de todo, ese fue el primer
día del resto de mi vida...
No tengo consciencia de nada más hasta que desperté sobresaltado
en la habitación de un hotel. Pregunté, estupefacto, cuando me había
registrado y, después de consultar el ordenador, me indicaron que la
noche anterior. ¡Dos días después del incidente y en un hotel de Salou en
la provincia de Tarragona!
Volví, volví al calvero, pero nada, sencillamente allí no había nada.

33
CUARTO RELATO

Ahora nos hace falta dejar de ser neófitos, aprendices. Hemos de ser
«oficiales» de nuestra vida si queremos llegar a ser maestros. Eso se
consigue con la experiencia.
Un recuerdo aquí muy especial para las obras de Helena Petrovna
Hahn Fadeef de Blavatsky en especial su «Doctrina Secreta» e «Isis
sin Velo». Libros difíciles de leer y comprender, pero, al releerlos, se
convierten en más digeribles tanto porque muchas respuestas están en
los propios libros como por que tu capacidad de comprensión ha
aumentando considerablemente... ¡Ah! Y todo está allí, i i TODO!!

EXPERIENCIA versus KARMA

Experiencia es lo que adquirimos en nuestros encuentros y choques


con la vida. En el sentido místico es lo que nos hace cambiar el carácter
y que agregamos a la personalidad. Es el bagaje de partida que nos
encontraremos en nuestra próxima encarnación. Es lo que nos permite
afrontar una experiencia repetida con mayores posibilidades de éxito, y
una nueva con hitos pasados para deducir, comparar y decidir. Karma es
la ley inmutable de causa y efecto. Cada decisión tomada se convierte en
una causa que creará un efecto indefectiblemente. Cada juicio, cada
crítica, cada pensamiento es una causa. Así nos hundimos en el lodo de
la miseria. Si transmutáramos nuestras experiencias, juicios, críticas y

35
Doce relatos esotéricos

pensamientos en cosas fundamentalmente positivas, nuestra vida cambiaría


radicalmente a mejor. Esa es una de las funciones más importantes del
misticismo. No podemos, no debemos pensar negativamente. Nos hacemos
mal y lo hacemos a los demás. Eso es pecado, no podemos permitirlo.
Podemos pensar, juzgar y criticar todo lo que queramos siempre que sea
bajo un prisma de positividad. Para mejorar las cosas o las circunstancias,
pues sólo con pensar así, ya empiezan a mejorar. Si lo hacemos como es
habitual, o sea con negatividad, automáticamente las cosas y las
circunstancias empeoran. Como si algo o alguien estuviera esperando el
pensamiento negativo para hacerlo evidente. Cuando pensamos que el
último libro de la pila que acabamos de coger para trasladarlo de estantería
va a caerse, ¿no es cierto que siempre se cae? ¡Siempre se cae!. Si el
pensamiento fuese de que no se tiene que caer y lo transmitiésemos con
la misma fe que ponemos en el aspecto negativo, no se caería. ¡Nunca!
Si nuestras actitudes y pensamientos positivos mejoran las
condiciones y los negativos las empeoran, o sea, cuando ponemos en
marcha voluntariamente la ley de causa y efecto, ¿por qué nos
empecinamos en lo negativo? ¿en la crítica destructiva? Lo mismo pero
en positivo y a favor de nuestros propios intereses es lo correcto. Si,
además, lo hacemos pensando en un beneficio para los demás, los
pensamientos positivos se convierten en hechos positivos y beneficiosos,
¡y hemos pensado o criticado el mismo asunto!, sólo que bajo un prisma
diferente.
La ley kármica va a perseguirnos siempre. Entonces, usémosla
para nuestro beneficio y el de los demás. Cuánto más positivos seamos,
más «propina» se nos dará por añadidura. No olvidemos nunca eso; la
ley de causa y efecto se pone en funcionamiento en cada experiencia
que implica cada decisión, en cada pensamiento que se convierte en una
«cosa» viva. Entonces, que sea para bien o para mal, depende únicamente
de nosotros mismos y nuestro libre albedrío. No vale, pues, clamar a la
mala suerte o al destino.

UNA LUCIÉRNAGA CURIOSA

En una gran pradera, cerca de la autopista de Lyon, vivía desde


generaciones una comunidad de luciérnagas. En una calurosa noche de
verano, estaba reunida la comunidad gracias al poder de su luminiscencia.
Después de un opíparo menú a base de caracoles, se disponían como

36
Cuarto relato

cada noche, al cortejo amoroso. Para ello, los machos volaban alrededor
de las hembras emitiendo una luz pálida e intermitente. Las hembras,
nerviosas, emitían su luz de forma más intensa y continua. Era la danza
sexual.
Dos jóvenes machos posados en una hoja, discutían.
- Mira, Lampyrís, no te puedo comprender. ¿Por qué le haces
ascos a tan excitante escena? ¿Qué idea tienes ahora en mente? Yo me
muero de ganas por participar...
- ¡Hay, amigo mío! Enredarte en esa frívola danza es perder tu
individualidad y convertirte en un número más de la colonia. Danzar y
reproducirse... tiempo habrá para ello. Yo quiero ver mundo. ¿Qué hay
más allá de esta inmensa pradera que nos alberga? ¿Qué son esos
monstruos devoradores de luciérnagas de que hablan los ancianos? Yo
quiero saberlo puesto que nunca nadie ha visto ninguno. Las ganas son
muy fuertes, pero no sé por dónde empezar. ¿Qué me aconsejas?
- ¡Tú estás loco! Las costumbres de nuestra colonia son sanas y
por ello somos prósperos. Los consejos de los ancianos son sabios y por
ello no tenemos problemas ni sobresaltos. ¡Déjate llevar por tus instintos y
no pienses más en aventuras irresponsables! Si quieres un consejo, habla
con los ancianos en vez de creer lo que dicen tus padres. Tal vez todo
sean sólo leyendas.
- Tienes razón, hablaré con ellos.
Así, pues, nuestro protagonista Lampyris, fue a buscar el consejo
de los ancianos...
En una oquedad del árbol regente de la colonia, tres ancianos
deliberaban sobre la levedad del ser y de la vida. Estaban inmersos en
una sesuda discusión, cuando nuestro protagonista interrumpió. Jadeante,
les espetó a boca de jarro... ¿dónde están esos monstruos devoradores
de luciérnagas? ¿dónde puedo verlos? ¡dónde! ¡dónde!...
Un sobresaltado e indignado anciano, le gritó:
- Más respeto, jovencito. Nos has interrumpido y, además, nos has
dado un susto de muerte. Y todas esas preguntas, requieren muchas
respuestas. ¿Porqué habríamos de dártelas? ¿Quién eres tú para exigirlas?
¡Lo más probable es que seas incapaz de comprenderlas!
Se hizo un prolongado silencio en la oquedad. Un grupo de ancianos
miraban hacia el intruso con aire de superioridad y suficiencia. Nuestro
amigo pensó... Lampyris, o ahora o nunca...
- Ancianos. Con todos mis respetos y los de mis progenitores, os
ruego quitéis la zozobra de mi corazón. Desde que me considerasteis

37
(Doce refritos esotéricos

adulto en la pasada fiesta de primavera, nada de lo que está establecido,


ha sido soportable para mí. La ronda nocturna por los alrededores de
nuestra morada, no me atrae. Vuestra voluptuosa comida de caracoles
para llegar a la danza sexual, ni la comprendo. ¡No me interesa! Vuestras
reglas, costumbres, órdenes, mandamientos y leyes, sólo coartan y obligan,
pero no son un camino para encontrar respuestas... Quiero saber. Necesito
saber. Insisto, pues, respetables ancianos, ¿dónde están esos devoradores
de luciérnagas? ¿porqué no hacemos algo contra ellos? ¿qué hicieron al
respecto nuestros héroes del pasado? Yo soy Lampyris y mi corazón me
exige ir en busca de respuestas. ¡Ancianos, contestad!
El silencio se hizo más profundo todavía. Los ancianos enviaron un
criado para indicarle a Lampyris que volviera al cabo de dos horas,
mientras ellos se retiraban a deliberar...
Lampyris estaba exultante. ¡Los ancianos deliberaban! ¡Por él!...
¡Impresionante!
En la gran sala escondida en el fondo de la oquedad del árbol milenario,
los ancianos se mesaban los cabellos... ¡Será atrevido! ¿Cómo podemos
aplacarlo para que no se encienda esa inquisición por toda la comunidad?
- Tal vez deberíamos eliminarlo, comentó en voz queda uno de
ellos.
El anciano de más edad, lanzando una mirada atravesada al ponente,
les dijo:
- ¡Escuchad! En los libros sagrados de nuestra tradición, está escrito
que un tal Lampyris vendrá un día a exigir del Consejo respuestas a lo
que todos saben como viejas leyendas, pero que nadie se ha atrevido
nunca a preguntar. Eso sólo lo sabe el Anciano Mayor del Consejo, que
soy yo, y le está prohibido revelarlo hasta que el tal Lampyris lance su
andanada. Eso acaba de ocurrir. Los viejos manuscritos dicen que nada
de lo que digamos va a hacerle desistir, por lo tanto, deliberemos qué
vamos a decirle, puesto que se lanzará igualmente a su descabellada
aventura...
Después de una larga discusión, los ancianos convocaron a
Lampyris. La sala de audiencia estaba vacía. Los doce ancianos y
Lampyris formaban un pequeño grupo apiñado en la inmensa sala.
- Escucha, Lampyris. Presta mucha atención, porque tenemos
mucho quehacer y sólo te lo diremos una vez.
La voz del Anciano Mayor retumbaba por toda la sala. Lampyris se
encogió sobre sí mismo. Estaba aterrado, pero su determinación era
inquebrantable...

38
Cuarto relato

- Escucho, venerable anciano.


- En nuestros más antiguos manuscritos está escrito que, un poco
más allá de media noche de viaje, hacia el norte, hay una senda transversal
que está conquistada por los devoradores de luciérnagas. Pero todas las
experiencias reflejadas por ellos indican que no atacan nunca fuera de
dicha senda. Por lo tanto, hace ya muchas centurias que los Ancianos
que regentaban nuestra comunidad por aquél entonces, decretaron que
nunca, nunca, nunca, nadie debía hollar dicha senda. Así se ha cumplido
desde entonces y nuestra comunidad ha sido próspera y sin incidentes.
Ellos están allí y nosotros aquí. Por lo tanto, jovencito, atiende a nuestra
sentencia. Ve a comer y a danzar. Diviértete y vive en paz. Te liberamos
de trabajar. Las más bellas hembras serán para ti. Pero olvida tus locas
aventuras, puesto que no eres sólo tú. Toda la colonia estaría en peligro.
¿Acatas nuestra soberana decisión?
La última frase sonó como un disparo en la sala vacía y retumbante.
Pasaron dos o tres minutos que parecieron eternos...
- Sí, Ancianos, acato vuestra decisión, pero no quiero prebendas.
Me retiraré a mi habitación a pensar qué es lo que debo hacer de ahora
en adelante con mi vida... Pero sabed que sólo habéis amenazado. Sólo
habéis prohibido. No habéis aclarado casi nada...
Dando media vuelta, y con un rápido vuelo, se perdió en la negritud
de la noche...
Lampyris reflexionaba rápidamente. En pocos minutos vendrían a
por él y no le permitirían marcharse de la colonia. Así que sin decir nada
a nadie se dirigió a su habitación para preparar el viaje. Al acercarse tuvo
la suerte de ver cómo los guardias esperaban escondidos su llegada.
Inmediatamente fue a casa de su amigo. No había nadie, así que cogió lo
indispensable intentando que no se diera cuenta de la falta, subió al árbol
más alto de la colonia y después de mirar a la senda iluminada que tantas
veces lo había intrigado, cogió su línea de vuelo, encendió las luces y
marchó raudo hacia lo desconocido...
Cuanto más se acercaba, una luz más intensa pero intermitente
parecía surgir de la senda misteriosa. Llovía. Un ruido incesante y extraño,
como un deslizamiento o un susurro le llenaba los oídos. Llegó al borde
de la senda y se paró a descansar. Su corazón latía con extraordinaria
fuerza. Parecía que iba a estallar...
- Eso son luciérnagas gigantes, se dijo despavorido.
Efectivamente, haces de luces blancas o amarillas, se movían en
ambas direcciones por la senda maldita. Eran enormes. Parecían volar

39
(Doce reíalos esotéricos

muy raso, pero... ¿volaban? Le pareció que se deslizaban... Pero, ¿qué


era aquello?
De pronto recordó que las patrullas debían estar a su acecho, así
que hizo de tripas corazón y, sin más, se elevó el máximo que pudo e
intentó entrar en la dirección oeste de la senda, con la intención de volar
entre dos de aquellas gigantescas luciérnagas... ¿o no eran luciérnagas?
Demasiado tarde. Calculó mal la velocidad y uno de aquellos gigantes le
alcanzó. El impacto casi lo mata. Se agarró como pudo a una superficie
lisa y resbaladiza. En aquél momento la lluvia no caía con demasiada
fuerza. Fue deslizándose hacia los bordes, hasta que encontró otra
superficie más rugosa y negra donde afianzó su posición. Apagó sus
luces y, dándose la vuelta, miró hacia el interior...
Si no se murió instantáneamente del síncope fue de puro milagro.
¡Dentro de la enorme luciérnaga había tres luciérnagas más pequeñas,
sin luces, de un aspecto espantoso! El terror se apoderó de su cuerpo y
deseó no haber ¡do nunca allí. ¡Qué estúpido he sido!, pensaba. ¡Cuánta
razón tenían los Ancianos! Esto es el fin.
Se acurrucó más aún y se encomendó a su suerte. No podía dejar
de mirar y, en su intento de mejorar su posición, en vista de que volvía a
llover con fuerza, encontró una protuberancia con agujeros, en la que se
acomodó mejor. Una de las luciérnagas, más grande y monstruosa que
las otras, se agarraba nerviosamente a una madera circular. A su lado,
otra luciérnaga, con las facciones crispadas, miraba hacia... ¡¡él!! Pero
parecía que la llevaban atada, y eso lo tranquilizó. Detrás de ambos, una
luciérnaga más pequeña y joven, aunque igualmente monstruosa, habría
y cerraba la boca como si estuviera a punto de tragarse el enorme caracol
que tenía en la mano. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no
desmayarse. La lluvia chocaba contra él y el viento lo apegaba contra su
refugio.
¿Qué iba a hacer? ¿Cómo regresaría? Se encomendó a sus
antepasados creyendo que había llegado su última hora.
- Ojalá me muera, pensó. Porque si sigo vivo será mucho más
terrible.
De pronto el aire que lo aplastaba contra su refugio fue
disminuyendo y notó que la gran luciérnaga salía de la senda. Se paró
delante del prado más maravilloso y extraño que había visto en su vida.
Todo estaba iluminado. ¡Cuántos criados con las luces encendidas deben
tener!, pensó. De la gran luciérnaga salieron las otras tres y entraron en
la gran luz. Él estaba pasmado por el terror. No sabía qué hacer.

40
Cuarto relato

- No me moveré de aquí, decidió. Mientras no me descubran, tengo


una posibilidad de sobrevivir. Pero, entrar en la gran luz, nunca, pues
sería devorado al instante.
Al momento, de la gran luz salió la luciérnaga monstruosa
acompañada de otra, desconocida, que vestía de azul. Parecía que
discutían acaloradamente.
- ¿Por qué no entiendo lo que dicen? -pensó. ¿Serán luciérnagas
extraterrestres?
Se acercaban. La luciérnaga de azul abrió un agujero en la gran
luciérnaga e introdujo una boquilla seguida de un tubo negro adaptado a
un robot que, inmóvil e impávido, estaba muy cerca. Otros robots idénticos
parecían mirar complacidos la escena. A continuación, un olor muy
desagradable se apoderó de la escena. Lampyris apretujó su aparato
sensor contra la protuberancia para escapar del hedor...
Los dos elementos seguían en la loca discusión. El desconocido
señalaba en dirección contraria a la que venían. El que agarraba la madera
circular, movía la cabeza en señal de duda o desaprobación. Tan inmersos
estaban en su discusión particular, que de la boquilla del robot, que parecía
haberse vuelto loca, manaba un líquido que era el que despedía el hedor
insoportable. Carreras, maldiciones... el de azul manipuló algo en el robot
y el líquido dejó de fluir. El de la madera circular le dio unos papeles que
llevaba en algo extraño dentro de su piel. Algo parecido a una corteza de
árbol plegada. El de azul hizo un gesto aprobatorio y volvió a señalar
hacia el punto de dónde habían venido. Lampyris reaccionó.
- ¡Se han equivocado¡ ¿Volverán hacia atrás? Y si es así, ¿cómo
podré aterrizar en mi prado? La presión del aire me paralizaba antes.
¿Qué puedo hacer? Se preguntaba desesperadamente.
Con un enorme esfuerzo levantó el vuelo y se dirigió a la parte
trasera de la gran luciérnaga, rato ya apagada y dormida. Se apretujó
contra otra protuberancia que encontró en la parte lisa y transparente de
atrás y esperó. En pocos momentos aparecieron las otras dos luciérnagas
y con las luces apagadas y un aspecto evidente de haber comido y
danzado, entablaron una amistosa discusión con su amigo monstruoso.
El de azul se había marchado hacia otro robot que parecía demandarle
sus servicios. Finalmente parecía que habían llegado a un acuerdo y
hacían enormes aspavientos indicando la dirección de procedencia... Se
introdujeron en la enorme luciérnaga que, al instante, encendió todas sus
luces, y se pusieron en marcha en dirección contraria a la ¡da.

41
(Doce relatos esotéricos

Lampyris estaba expectante. Si, como parecía, volvían atrás,


pasarían por su prado. Si conseguía reconocerlo, al estar en la parte de
atrás, sólo tendría que elevar el vuelo y volver a su pradera, a su casa. Se
prometió que, una vez repuesto, se dedicaría a danzar y procrear. ¡Sería
uno más de la colonia y... no diría nada a nadie de lo ocurrido!
La velocidad empezaba a ser fuerte cuando un intruso se posó al
otro lado de donde se encontraba nuestro protagonista. Era un pequeño
ratón de campo que parecía disfrutar con el viaje. Miró de reojo y a
desgana a la pequeña luciérnaga y le dijo...
- Tienes suerte. No tengo hambre, estoy saciado. Cada día vengo
aquí a comer en secreto. Mis compañeros se agotan buscando comida
en la pradera en que habita tu tribu y, a veces, tienen que comer
luciérnagas para saciar su hambre, ¡sois tantas! No se lo digo porque
tengo miedo a perder mi secreto. Pero... ¿tú no hablas? ¿también sabías
esto? No me engañes porque te he visto muchas veces con tu colonia...
Te posas en los árboles y piensas que estás a salvo... Más de una vez he
estado a punto... pero, dejémoslo estar, soy un sentimental, ¿qué haces
aquí?
Lampyris reconoció al ratón. Se paseaba, algo gordo y seboso,
con sus congéneres por el prado, casi dentro de la colonia. Ahora sabía
su secreto. Sabía porqué era el más gordo de su gran familia.
- Oye, amigo. Necesito ayuda. Quiero saltar al llegar a la pradera,
pero esta es la primera vez que voy a la gran senda. Quiero volver y
montar la revolución a toda la colonia y a los ancianos. Pero el terror me
tiene paralizado y temo no poder levantar el vuelo llegado el momento. Si
no lo consigo, estoy perdido. ¿Puedes ayudarme?
- En la pradera no nos ayudamos si no somos de la misma familia.
Tú eres una luciérnaga. Tú eres, para mí, nada más que posible alimento.
¿Por qué tendría que ayudarte? Novato, eso es lo que eres, un novato.
- Y tú un listo. Mira, si no me ayudas, y puedo llegar a la colonia
por mis propios medios -y no veo porqué no puedo hacerlo con
determinación y fuerza de voluntad, tal como he usado a la ida- vocearé
tu secreto. Ya no será jamás tu secreto. Y tendrás que compartir la comida
con los tuyos o dejarás de existir... Por algo las ratas sois la única especie
capaz de comerse y matar a sus propios congéneres...
- Vale, vale. Te ayudaré. Pero que conste que no somos los únicos.
Las luciérnagas gigantes son, en mucho, peores que nosotros...
- ¡Qué me dices! Así vociferan ininteligiblemente de esa forma tan
desaforada... Pero, oye, nos acercamos a la pradera ¿no?

42
Cuarto reíato

- Efectivamente. Súbete a mi lomo que estoy presto a saltar. ¡Vamos!


¡No tengas miedo! Oye, que se va a pasar el momento...
Lampyris cogió aire. Se dijo que debía aprovechar la oportunidad
que se le presentaba. ¡Debía arriesgarse! ¡Ahora o nunca! Con todo su
valor e inconsciencia pegó un salto, desplegó las alas y luchó contra la
corriente de aire que pretendía llevarle, como siempre, muy lejos. Se
enderezó y, haciendo una pirueta perfecta, aterrizó en el lomo del pequeño
roedor.
- ¡Vamos allá! Le gritó éste.
Un salto y rodaron por la hierba. Jadeantes intentaron levantarse y
orientarse cuando un enorme bufido hizo rodar a Lampyris por la hierba
mojada. Se incorporó y vio a un enorme ofidio que soplaba y miraba
fijamente a su salvador. El ratón estaba paralizado de terror, medio
hipnotizado. La serpiente iba a abalanzarse sobre él cuando Lampyris
levantó súbitamente el vuelo, y dirigiéndose al hocico del reptil, encendió
sus luces. Cuando iba materialmente a estrellarse contra él, hizo una
nueva pirueta y, con un regate excepcional, sorteó el obstáculo. Suficiente
para que el ratón pusiera pies en polvorosa y se refugiara en un agujero
en medio de unas piedras cercanas. La serpiente marchó, enojada, a por
otra presa.
- Bueno, amigo. Esto ha sido una prueba de amistad y ayuda sin
precedentes. Los oráculos de mi pueblo dicen que tú serás el próximo
cabecilla de tu tribu. Yo soy el rey de los ratones de la pradera, ¿no lo
sabías, verdad? Aquí y ahora, pacto contigo, bajo juramento indisoluble,
que mi tribu no volverá a atacar jamás a (a tuya ni en las épocas famélicas.
- Vaya, gracias amigo.¡Buen peso me quitas de encima! Pero no
puedo creerte. Yo no soy el cabecilla de la tribu. No puedo serlo. No
tengo ralea y, además, soy muy joven y, dicen los ancianos, alocado.
Pero, gracias de todos modos.
Se pusieron en marcha hacia la aldea de Lampyris mientras seguían
dialogando acaloradamente.
- Qué poco sabes de la vida. Qué poco sabes del saber de los
ancianos. Los de mi tribu decían lo mismo y ahora, por extrañas y
afortunadas circunstancias, soy el jefe. Salvé, sin saber quién era, al hijo
del anciano de más edad, y dijo que, como agradecimiento, y según
relataban las antiguas escrituras, el que salvara a su hijo debía ser
nombrado jefe de la tribu. ¡Yo creo que se lo inventó! Pero a mí me ha ¡do
a las mil maravillas.

43
'Doce relatos esotéñcos

- Ya, pero dime, ¿cómo tienes estómago para guardar tu secreto y


ser el único bien alimentado? ; demasiado alimentado, diría yo.
- Qué poco sabes de la vida. Mi gordura no es problema pues
como jefe de la tribu todos me respetan. Nadie se atrevería contra mí. Y
¿qué sería de mi tribu si todos estuvieran cebados? ¡No, no y mil veces
no! ¡Que salgan cada día a por alimento y así están delgados y prestos a
cualquier contingencia!
- ¡Qué borde! Pero toda tu perorata no cambia que yo no soy nadie
en mi tribu y que... ¡buena la que me espera!
Con todo esto habían llegado a los aledaños de la aldea. Lampyris
se puso nervioso y le dijo a su nuevo amigo...
- Bueno, ahora debes marcharte o les provocarás un síncope a
todos. Si quieres, podemos vernos con frecuencia y hablar de los asuntos
de la vida, aunque tú seas rey y yo sólo un esclavo...
- No, no me marcho. Quiero hablar con tus ancianos...
En ese momento, toda la tribu de las luciérnagas encabezada por
los ancianos, volando alrededor de nuestros dos protagonistas, mandaban
sus rayos de luz, enfurecidos, hacia ellos.
- ¡ Hola, ancianos! Soy Microtus, rey de los ratones de esta pradera.
Vuestro Lampyris me ha salvado de la serpiente. Ha viajado por la senda
y ha vuelto. ¡Sano y salvo! ¡Es un héroe! ¡Debéis darle reconocimiento!
Yo pago mi deuda de gratitud con la promesa de no atacar jamás a vuestra
tribu. Cuando nombréis al nuevo rey yo vendré con mi séquito a ratificarlo.
Entretanto, me voy con los míos y os dejo con la fiesta que, seguro, vais a
celebrar.
- Nos sorprendes Microtus, contestó el Anciano Mayor, pero nos
alegra tu decisión y la respetamos. Ve, pues, en paz.
El amigo de Lampyris se echó materialmente encima de él. ¡Qué
susto nos has dado! ¡Cuántas horas buscándote! Pero, claro, cuando
llegamos al borde de la senda... el miedo nos hizo volver. ¡No había ¡do
nunca tan lejos y... qué pánico los monstruos gigantes devoradores de
luciérnagas! ¡Las había a cientos reventadas en las orillas de la senda!
Pero... ¡cuenta, cuenta!
El Anciano Mayor se acercó a los dos jóvenes y, con voz grave,
gritó para que le oyera toda la tribu: ¡Escuchad, hermanos! Lampyris es
un héroe para nuestra comunidad porque ha vuelto de la senda y ha
conseguido la paz con nuestros enemigos. ¡Dejémosle descansar! Mañana
en la suprema reunión del Consejo de Ancianos nos explicará su aventura

44
Cuarto relato

y, tal como le prometimos, las más bellas hembras de la colonia serán


para él. Queda exonerado de trabajar. ¡Es el próximo rey de la tribu!
¡Lampyris! ¿Aceptas nuestras propuestas y nuestras leyes
ancestrales? ¿Prometes defendernos a todos? ¿Te sometes a la voluntad
del Consejo de Ancianos?
Los segundos fueron eternos. En la faz de Lampyris se dibujó una
sonrisa. Encendió todas sus luces, se elevó por encima de la tribu y con
voz potente exclamó:
- Sí, Venerable Anciano, acepto, acepto.
Un rugido de satisfacción ahogó la pradera. Millones de estelas de
luz la iluminaron con luces centelleantes. En la aldea de los microtus
también estalló la fiesta.
Comenzó la danza. Esta noche fue frenética, como nuca. Lampyris
soliloquió:
- ¡Vamos allá! ¡Qué caramba! Sigo sin saber nada pero, al menos,
soy el rey.

45
QUINTO RELATO

Pero para conseguir todo esto, para llegar a la maestría, para


acumular las suficientes experiencias, para pasar de «ser humano» a
«hombre celestial», no se puede conseguir en una sola vida, eso es
evidente. Pero la economía de la naturaleza (la mano derecha de Dios)
nos ha provisto de la facultad de reencarnación. Esta ley, tan unida a la
del karma es la clave de muchos misterios. Hay que meditar, y mucho,
en ello. H. Spencer Lewis. Fundador del actual ciclo de A.M.O.R.C., no
es una entidad para alabar sino para leer y comprender. ¡Tantas y tantas
obras inspiradas, sencillas, inmensas! Todos los temas tratados sin
demasiados tapujos. La vida de Jesús el Cristo descrita en su exacta
historia o un libro sobre la reencarnación de una evidencia impresionante,
los secretos de las pirámides, etc. La Vida Mística de Jesús. La Profecía
Simbólica de la Gran Pirámide. Las Doctrinas Secretas de Jesús. Mil
Años Pasados. Las Moradas del Alma. Y tantos más. ¡Buscad, buscad
y hallaréis! Pero tenéis que buscar o no seréis.

REENCARNACIÓN

Hay escuelas místicas que, en su liberalidad para el pensamiento y


creencia del neófito, dejan a su libertad o libre albedrío, que crean o no
en la doctrina de la reencarnación. Permiten seguir en la escuela tanto si
creen en ella como si no. Otras escuelas son más radicales y cierran el

47
(Doce retatos esotéricos

paso no solamente a los incrédulos de tal doctrina sino, además, a los


que dudan. Hay quienes, incluso, pretenden entrar profundamente en el
misticismo y en la ciencia oculta soslayando esa doctrina... ¡Vamos a ser
claros! Querido buscador... Si no crees en la doctrina de la reencarnación,
estudia y lee todo lo que se ha escrito con autoridad a favor o en contra
de esa doctrina. ¡Busca y encuentra! ¡Toma tu decisión! ¡Usa tu libre
albedrío que Dios puso a tu personal disposición! Si, al final, crees en
ella, sigue adelante. Si no crees, deja el misticismo y busca otro camino,
otra filosofía de la vida, ésta aún no es tu encarnación. Tendrás más,
muchas más. Prepárate para ellas. Ese es el mensaje que quieren dar las
escuelas que tienen en sus bases fundamentales la doctrina de la
reencarnación pero que permiten seguir en ellas sin esa creencia.
No. Sencilla y firmemente, no. Sin esa creencia, que es una ley
cósmica, profunda y arraigada, no es posible adelantar en el sendero.
Se puede ampliar la base del conocimiento en ese punto pero sin subir ni
un peldaño más. Que es una preparación inmensa, sí. Que se puede
seguir dejándola de lado o, simplemente, no creyendo en ella, no. No nos
engañemos.

LA INCRÉDULA ORUGA

Retozando alegremente, mientras devoraban jugosas hojas y brotes


tiernos de col, las dos amigas reanudaron su conversación interrumpida
el día anterior. Eran dos orugas jóvenes que gustaban reunirse y coloquiar
animadamente de sus inquietudes. Eran de diferentes familias, como
distintos eran sus puntos de vista sobre la vida. La representante de las
Pieris brassicae, era una oruga verde-azulada con puntos negros y tres
bandas longitudinales amarillas, una en el dorso y otra a cada lado. La
cabeza bien diferenciada, aunque con antenas cortas y ojos reducidos.
Era de ¡deas liberales, utópicas para unas y esotéricas para otras. La
representante de las Celerio euphorbiae, era una oruga negra con puntos
blancos dobles y otros más pequeños, también blancos, y unos trazos
amarillos laterales y banda longitudinal rojiza. Era muy racionalista y con
merecida fama de «tocar con los pies en el suelo». Así, sus diálogos eran
siempre muy sabrosos e interesantes:
- Yo pienso, decía Pieris, que donde estamos, lo que hacemos y
lo que vivimos, no puede ser una existencia completa, sino únicamente

48
Quinto retato

una parte, muy intensa, eso sí, pero que no es un todo, un principio y
un fin, y ya está.
- A ti, lo que te pasa, es que eres una loca soñadora, una visionaria,
respondía Celerio. Tenemos una existencia, un ciclo de vida completo.
Nacemos, nos desarrollamos y envejecemos; y cuando se acerca el final,
nuestro instinto nos hace encerrarnos en un sudario que fabricamos
nosotras mismas, y así para siempre, es el final. Yo lo he visto muchas
veces...
- No, No, No. Eso es sólo una muerte temporal, una transición.
Después ese sudario se abre para dar paso a nuestro mismo espíritu,
pero con un cuerpo diferente, transformado, glorioso. Con él, comenzamos
una nueva vida, más elevada, mucho mejor y más completa que ésta. Más
gratificante, más llena para el espíritu; para luego cambiar otra vez de
soporte físico y volver a mejorar, a elevarse, a evolucionar. Y otra vez, y
otra, y otra, hasta el infinito y la perfección.
- ¡Dios mío! ¡Cuántas tonterías dices! ¿Podrías demostrar algo de
lo que afirmas? ¡No! Entonces... ¡Si te oyeran los adultos...! Es muy
hermoso, fantástico y utópico. Pero imposible, sencillamente imposible.
Es más, porque somos amigas, sino te denunciaría a los adultos para que
te quemaran viva. Entiende que tus ideas son, además de falsas, un
peligro para esta tranquila sociedad.
- ¡Oye! Tampoco hay que ser tan intolerante. Es lo que yo pienso, y
tengo derecho a expresarlo. Porque... ¿de dónde venimos? Sólo recuerdo
haber salido de una especie de pequeña cáscara e inmediatamente
ponerme a comer, comer y comer hojas y yemas, conocerte a ti y a los
adultos, y hasta ahora. Pero quién o qué nos puso en esa pequeña
cáscara... He visto salir muchas como nosotras, pero no he visto ningún
adulto haciendo algo para que esto ocurra.
- Bueno, ahí me pillas. Perdona la intransigencia de antes. Pero es
que considero nuestra vida mucho más sencilla que todo lo que dices y
mucho más fácil que todo lo que piensas. Como te dije antes, nuestro
ciclo vital es salir de esa pequeña cáscara que dices tú, y nos
desarrollamos y envejecemos. Luego nos metemos en el sudario auto
fabricado y... adiós. ¿De dónde venimos? Pues de esa pequeña cáscara.
¿Quién nos puso ahí? Pues no me lo había planteado, pero deben ser los
adultos. ¿Quién si no?
- Creo que estás mentalmente muy limitada. Tú dices que en esa
cáscara nos deben poner los adultos porque no tienes otra idea fuera de
lo que eres capaz de ver o sentir. Yo, en cambio, creo que nuestro ciclo

49
(Doce relatos esotéricos

de vida, sólo es una parte de un ciclo mayor y mucho más completo


aunque no podamos percibirlo con nuestros sentidos físicos. Comprendo
que el fabricar ese supuesto sudario, debe corresponder a un fin distinto.
Para una evolución a otro plano de existencia superior, aunque se me
escape el concretarlo, porque si no ¿por qué...
La actitud de Celerio me interrumpió bruscamente. Estaba como
poseída. Se agitó bruscamente y emitiendo un suave hilo de seda se
colgó de una rama mientras con movimientos compulsivos empezaba a
tejer su sudario...
- Que tengas una buena transición, musité.
Celerio estaba impresionada. Una fuerza interior imparable le estaba
obligando a hacer mil contorsionismos y piruetas. Vomitaba un delgado
hilo de seda que iba formando un capullo y al quedar totalmente encerrada
en él, se transformó, para su horror, en una masa blanda pero compacta.
Nada que ver con su hermosura de oruga anterior. Era una «pupa». Pero
sentía, estaba «viva». Pasaron dias que los sentía por el cambio de luz en
el interior del capullo. No supo cuántos. Una nueva transformación ocurría
en su cuerpo pues todo él se endurecía, crujía y cambiaba de constitución.
Se notaba mucho mayor en tamaño que lo que cabía en el interior del
capullo. Diría que estaba plegada...
Al cabo de un tiempo sintió que la temperatura se hacía insoportable
en el interior. Sin saber cómo ni por qué se encontró a sí misma royendo
la parte del capullo que estaba en contacto con su boca. Salió al exterior
y esperó unos minutos mientras se adaptaba a la fuerte luz y desentumecía
todas sus... ¡alas! ¡Aquello eran alas! Y su abdomen tan pequeño y esa
larga trompa... Pero era ella misma, no cabía ninguna duda. De pronto
desplegó todo su nuevo cuerpo y sus alas y voló, sencillamente voló.
Al poco rato de revolotear, se vio a sí misma reflejada en un pequeño
charco.
- ¡Que magnificencia! ¡Qué colorido! ¡Qué hermosura! -pensó.
- Decididamente estaba equivocada, Pieris tenía razón, -soliloquió.
Remontó el corto vuelo y se perdió en un mar de colores en una
eclosión enorme de luz de la renacida primavera.

50
SEXTO RELATO

Pero llega un momento en que todo lo que has leído o puedas leer
no es suficiente. Los pensamientos de otros seres humanos tienen que
ser tamizados por tus propios pensamientos, pero hace falta una «piedra
de toque» un tercer elemento para que se genere en tu mente un nuevo
pensamiento original. Todos los grandes pensadores y filósofos han ido
a beber a sus fuentes: Los archivos akhásicos. En este punto me parece
conveniente recordar a Jacob Bóehme, el zapatero visionario de Górlitz,
y su, entre otros, «Signos de la Alquimia Eterna» (De Signatura Rerum)
Difícil de comprender, duro de leer, pero cuando le coges la onda se
convierte en eso, en signos de verdades eternas, con una visión
totalizadora del Cosmos y de la divinidad, además de sus iluminadas
obras inmortales «La aurora naciente» y «Misterium magnum».

LOS ARCHIVOS AKHÁSICOS

Existe un gran depósito que recoge todo el conocimiento humano,


todos los hechos acaecidos en la historia de la humanidad, del mundo,
de los dioses. Entendamos por «mundo» nuestro sistema solar con todos
sus planos, no solamente el físico, objetivo. Muchas personas «tuercen el
gesto» cuando oyen hablar de este depósito de la memoria de nuestro
sistema solar, pero olvidan o no tienen en cuenta que el ser humano ya ha
descubierto y está trabajando hace años con materiales físicos que

51
(Doce relatos esotéricos

almacenan información por cientos de millones de «bits». Nosotros


inventamos o descubrimos lo que ya está descubierto e inventado en lo
espiritual. Entonces ¿cómo no creer en ese inmenso depósito que no es
más que un gigantesco espejo que ha recogido todos los eventos del
planeta y todos y cada uno de los pensamientos del ser humano? Si
nosotros no hacemos otra cosa que copiar consciente o inconscientemente
lo que ya existe en esos archivos... Por supuesto, no es tan simple como
te lo estoy explicando, amado buscador. Eres tú mismo quien tienes que
descubrir su auténtica realidad. Ánimo, que tú puedes. Ah, por cierto,
también están registrados los acontecimientos que aún están por
suceder...

VIAJE A LOS ARCHIVOS AKHÁSICOS

Mi primer y amado maestro y amigo, me estaba dando las últimas


instrucciones. Habíamos determinado que, con su ayuda, esa noche iba
a intentar mi primer viaje astral a los Archivos Akhásicos.
- Ten en cuenta -decía- que ese lugar no existe para tu consciencia
objetiva. Si te conformas con visitarlos sólo con tu consciencia psíquica,
lo lograrás seguro, pero luego no recordarás nada. Si quieres recordar la
experiencia, y las posteriores que puedas tener, debes imaginártelo. La
información, los eventos o las peculiaridades de lo que busques, saldrán
de esa... «realidad virtual», diría yo; pero el escenario debes ponerlo tú,
para que tus sentidos físicos puedan recordarlo después en una forma
coherente. Si en este primer intento tienes éxito, te haré una señal para
que empieces a imaginar. Decisión, imaginación y fuerza volitiva es lo
que te hará falta. Y todo ello sin temor. Si sientes temor, la experiencia
será nula. Habría que intentarlo otro día. ¿De acuerdo?
- De acuerdo, entendido.
- Entonces ¿a las doce?
- A las doce. ¡Hasta luego!
Evidentemente, nuestro encuentro sería psíquico. Nuestros cuerpos
físicos deberíamos dejarlos en algún lugar de nuestras respectivas moradas.
Desaparecí del «mundanal ruido». Estuve en concentración y meditación
dos largas horas después de una profunda relajación de mi cuerpo físico.
Sin comer durante veinticuatro horas y por toda bebida, agua y unas
hierbas que yo mismo preparé.

52
Sexto relato

A las doce menos algunos minutos, fui a reposar mi cuerpo en una


terraza de mi habitación. Confortablemente instalado y totalmente relajado,
procedí al desdoblamiento de mi cuerpo psíquico. El «creeck»
característico no se hizo esperar y después de un par de vueltas
observando mi cuerpo lacio en la tumbona, a una orden del pensamiento,
me encontré con el cuerpo psíquico de mi maestro encima de la Plaza de
Lesseps, en Barcelona. Nos saludamos y, en un breve mensaje telepático,
dijo:
- Vámonos ya. Es la hora.
Con los cordones de plata vibrando y refulgiendo debajo de nosotros,
cogido de la mano del maestro, fuimos a una velocidad vertiginosa hacia
el destino elegido. Estaba acostumbrado a pequeños viajes astrales, sólo,
y ordenándome en cada momento lo que quería hacer. En aquél caso, yo
no ordenaba nada, no sabía muy bien dónde iba, y el temor a lo
desconocido empezó a hacer mella en mí. En un momento puntual sentí
como si me estrellara, encima de mi cabeza y espalda, con unos... ¡cables!
que me impidieran subir más arriba.
Mi maestro se percató enseguida y detuvo la marcha. Me cogió por
ambas manos y en posición vertical ambos, me ordenó.
- ¡Cálmate! ¡Cálmate inmediatamente! Lo que te ha ocurrido es que
el miedo empezaba a entrar en tu corazón. No hay nada que temer. Unos
segundos más y la experiencia habría terminado por hoy. Estamos cerca
del objetivo. Haz tres respiraciones profundas y, si estás en condiciones,
proseguiremos.
Así mismo lo hice. Supe calmar mi temor y mi excitación y después
de las respiraciones profundas, una gran tranquilidad invadió mi ser
psíquico.
Reanudamos nuestra ascensión y, de repente, me encontré en un
lugar inmenso, una sala inmensa de mármol blanco, sin techo, y después
de unos escalones, una especie de altar. No había nada en él y, sin
embargo, quedé sobrecogido. Sin duda alguna era un lugar sagrado. No
sé cuánto tiempo estuve en meditación y recogimiento. De pronto la voz
del maestro resonó en mi interior.
- ¡Vamos! Ha llegado el momento. Imagínate la puerta y los Archivos
estarán a tu disposición. ¡Inténtalo! Tal vez pase mucho tiempo hasta que
tengas otra oportunidad como ésta.
Su orden no requería réplica. Reuní toda mi fuerza psíquica y la
focalicé en mi poder de imaginación. Sabía que era muy importante
conseguirlo en aquél intento. Imaginé una puerta inmensa suspendida en

53
(Doce reíalos esotéricos

el espacio y decididamente di orden de traspasarla. Al momento, me


encontré al otro lado. Unas estanterías inmensas y planas colocadas en
diversos pisos se presentaban a mi perspectiva. Sentí como mi maestro
estaba muy satisfecho con la experiencia.
Comenzamos a desfilar delante de las estanterías (aunque realmente
no sé si desfilábamos nosotros o las estanterías) Nos paramos ante una
especie de atril en el que había un soporte para libros y un visor. La voz
de mi maestro resonó nuevamente en mi interior:
- Recuerda que todo esto te lo estás imaginando. Yo mismo no
estoy viendo lo que tú. Tenemos poco tiempo. Aquello que pidas te será
presentado. Posteriormente podrás volver cuando quieras. Ya sabes el
camino.
Tenía tantas cosas que pedir que se agolparon todas en mi mente
y, por un momento, creí que iba a bloquearme. De pronto permití que una
¡dea brotara nítida de mi mente: «Atlántida».
Inmediatamente todo se movió. El cuadro que tenía montado en mi
imaginación se desvaneció y yo quedé flotando en el espacio. Una
sensación de vértigo, de torbellino me embargó. De repente, delante de
mí, estaba la capital de Atlántida. Con su forma circular, con los anchos
canales concéntricos y sus puentes levadizos. El oricalco de los tejados
reflejando el magnífico Sol de mediodía daba la apariencia de una ciudad
en llamas. El oro, la plata y el bronce de los templos y palacios brillaba
por doquier. Al fondo, y resguardando a la ciudad, el gran monte sagrado...
Una fortísima e irrefrenable emoción me invadió y exclamé:
- ¡Existe! ¡Existe! ¡Atlántida existe!
Entré casi violentamente en mi cuerpo físico. La experiencia había
sido muy satisfactoria pero había terminado bruscamente por mi culpa.
No había sido capaz de controlar mis emociones. Lógicamente, determiné
volver.
(Meses después, cuando estaba corrigiendo este relato, me di
cuenta que, sin saberlo, había tenido una premonición. Porque volví,
¡vaya si volví!)

54
SÉPTIMO RELATO

Hay más herramientas para el místico «inquirer». Una de ellas


sirve para visualizar y memorizar aquello que necesita para seguir
progresando, para escribir, para... es el viaje astral. El autor que quiero
resaltar ahora es Polo, Marco Polo. Viajero infatigable que tuvo la osadía
de contar «precisamente aquello que veía y aquello que le contaban»,
prescindiendo de si lo iban a creer, a denostar o a degollar. Su obra «El
libro de las maravillas» o «Las maravillas del mundo» es... una maravilla.
Lástima que él mismo no entendiera, a veces, lo que estaba viendo con
sus propios ojos, pero como nos lo explica tan llanamente, cualquier
aprendiz de mago puede desentrañar el verdadero misterio...

EL VIAJE ASTRAL

En todos los textos antiguos de la ciencia o filosofía oculta o secreta,


y en casi todos los libros y autores comentados, hablan del viaje astral. Lo
fácil que es realizarlo y el conocimiento, que deriva en sabiduría para el
adepto, y contentamiento interior que produce. Sólo tiene un inconveniente.
Como diría Lobsang Rampa, no puedes llevarte ni un trocito de papel,
nada. Y, sin embargo, ¡qué malentendido es! Pareciera, en muchos casos,
que el practicante anticipe una especie de salida, como un cohete, con
su consciencia física, objetiva, al tanto de todo lo que ocurre. No. No es
eso. Es la consciencia psíquica, el subconsciente del ser, el que viaja. Sí,

55
Doce reíatos esotéricos

ese mismo que nos lleva a los sueños... ¡Sólo que controlado y consciente!.
En mis primeras experiencias, era como si volase en mis sueños aún
incontrolados. Levantaba literalmente el vuelo poruña habitación y sentía
el poder de elevarme y sortear los obstáculos. Al principio, después de
algunos escarceos, me entraba el pánico y tenía un «aterrizaje forzoso».
¡Cuantas experiencias así acumuladas! Hasta que una noche entre las
noches, sentí que era consciente de lo que estaba haciendo. Sobresaltado
aunque controlándome, me vi lanzado por encima de un río, viajando
hacia su nacimiento. Quise hacer una prueba y me ordené pararme en
un lugar especialmente hermoso. ¡Impresionante! Como si viajara en un
helicóptero y decidiera parar en el aire. Cuando decidí seguir, fue
instantáneo.
A partir de ese momento, tan grabado en mi memoria, ya todo fue
diferente. Es una experiencia insólita e inolvidable. ¡Qué extraña sensación
cuando te ves a ti mismo tumbado en tu cama, desmadejado, durmiente y
feo, muy feo! Eso es volar. Entiendo que el ser humano tuviera la necesidad
de volar desde sus orígenes recientes. Se puede hacer casi todo, ver
casi todo y llegar a casi todas partes. No hay más límites que los que
marcan las leyes cósmicas. No es aquí donde hay que señalar qué marcan
y obligan esas leyes. El que esté interesado debe buscar, y llamar, y
pedir. «Porque a todo aquél que pida, se le dará. El que busque,
encontrará. Y al que llame, la puerta se le abrirá».

SOVNIS: EL VIAJE

14 de mayo de 1984. El día había amanecido muy brumoso. Eran


las cinco de la mañana y una persistente llovizna caía sobre el puerto
favoreciendo la discreción de la partida que pretendía efectuarse con
orden y sigilo.
Circulábamos por una ancha carretera que se introducía unos cinco
kilómetros en el mar y desembocamos en un amplio pantalón, donde una
nave aguardaba meciéndose silenciosa y voluptuosamente encima de las
aguas.
Esperamos en silencio mis desconocidos compañeros de viaje y
yo, mientras la escena me recordaba un «dejá uite» de Julio Verne... y
empecé a recordar...
Efectivamente, varias semanas atrás había recibido una llamada
de un alto organismo oficial en la que, dentro del más estricto secreto, me

56
Séptimo relato

invitaban a participaren una expedición para un contacto extraterrestre.


Dicha expedición estaba impulsada y alentada por la F.I.D.I. (Fundación
para la Investigación y el Desarrollo Interplanetario), organización pionera
con más de veinticinco años de existencia (en la que tenía varios buenos
amigos), y que había conseguido, gracias a su prestigio, los visados
necesarios ante el alto organismo ¡nterplanetario, para organizar la primera
expedición española a la cara oculta de la Luna, donde una raza de seres
del espacio, procedentes de Alfa-Centauro, tenían unas instalaciones
permanentes dedicadas a probar, experimentar y enseñar sus avances
tecnológicos, adaptados a nuestra civilización y a nuestro mundo.
Me comunicaron que se trataría especialmente de asuntos
relacionados con la investigación interestelar, informática y
comunicaciones, robótica, aeronáutica y ciencias parapsicológicas.
Obviamente, acepté de inmediato. Pedí unos días de vacaciones en la
empresa de informática donde trabajo habitualmente, y preparé mis asuntos
para tal evento... No hubo problemas, porque ya estaban acostumbrados
a mis excentricidades.
Nos urgieron a embarcar y mis tres compañeros de viaje y yo
subimos a la nave. Sería un viaje muy corto y me dieron un traje ajustado
y me embutí en él. Nos separaron y me llevaron a un pequeño
compartimiento en el que había una butaca tapizada y una pequeña mesita,
ambas firmemente clavadas en el suelo. Una vez sentado, a la altura de
los ojos podía ver a través de una pequeña ventana, muy parecida a las
de los aviones comerciales, el exterior. Al cabo de un momento una gran
cúpula de cristal (o al menos, eso parecía) se acopló encima de mi cabeza
y supongo que también en la de mis desaparecidos compañeros.
Rápidamente el artefacto se puso en marcha. Se deslizó encima
de las aguas, sin tocarlas, y al cabo de unos dos o tres kilómetros se
elevó en el aire sin ningún ruido. Hasta una altura muy considerable no
encendió las luces. Yo notaba la aceleración cada vez mayor y una
sensación muy desagradable en la boca del estómago.
Por un invisible altavoz nos indicaron que estábamos viajando en
una nave de una tecnología desconocida en la Tierra y que estaba en la
fase final de adaptación a las condiciones físicas y materiales de nuestro
mundo. No podíamos movernos del habitáculo y nos darían algo de comer
para quitarnos la sensación de angustia en el estómago por la falta de
experiencia y práctica. Como por arte de magia, la mesita se abrió y
apareció un plato con una especie de «brioche» y un vaso con un líquido
de color verdoso. Comí aquello y me pareció totalmente artificial. Sabía a

57
(Doce relatos esotéricos

todo y a nada. Pero, bueno, no estaba mal y, efectivamente, desaparecieron


las nauseas. Bebí el líquido, muy refrescante por cierto, y con un sabor
claramente indefinido...
Desperté en una habitación blanca, cuadrada, lisa. No había nadie
y yo estaba sentado en el mismo mullido sillón de antes. De pronto, se
abrió el techo y bajaron unas escaleras. Al tiempo que los escalones
bajaba un personaje impresionante. Alto, de dos metros veinte
aproximadamente, delgado, con un traje de color plata muy ceñido que
parecía de una sola pieza. Digo parecía porque llevaba un cinturón con
una gran hebilla, también plateada, de un diseño exquisito. Cabello blanco
muy lustroso por encima de los hombros. Cabeza grande con facciones
igualmente grandes pero muy armoniosas. Evidentemente no era terrestre.
-Hola. Soy Arance. Soy tu guía. ¿tú?...
Estaba pasmado. Aquél personaje no había abierto la boca para
hablar y, sin embargo, sus palabras estaban nítidas en mi mente.
¿Telepatía? Los poros de mi cabeza empezaron a transpirar..
-Bueno. Ya veo que no os han aleccionado esta vez. Yo te hablaré
telepáticamente y tú puedes contestar en tu lengua. ¿Cómo te llamo?
-Lucas, me llaman Lucas, conseguí articular.
-Bien, Lucas, tengo que enseñarte algunas cosas que, en breve,
podréis implantar en vuestro planeta. Debes estudiarlas para preparar las
adaptaciones necesarias en vuestras instalaciones o decretar unas nuevas.
En primer lugar es importante que practiquéis la telepatía. Es mucho más
funcional. Se ahorra mucho tiempo y las ideas son mucho más claras y
profundas que con palabras. A unos cuantos os implantaremos un pequeño
aparatito en el centro de la frente para que podáis usar esta forma de
expresión ya a la vuelta en vuestra Tierra. Seréis los profesores de
millones... ¿comprendes?
-Perfectamente. Ya me he repuesto de la impresión. Pero continúa
pues seguro que el tiempo apremia.
-Efectivamente, acompáñame pues al laboratorio.
Debió pulsar algo que no vi y la escalera desapareció en el techo y
éste se cerró sin dejar ver una sola rendija. ¡Eso si que ahorra espacio!
Pensé.
-Muy cierto, esta técnica y su funcionamiento se la explicaremos a
otro de tus compañeros. Pero, vamos allá.
Yo no entendía dónde quería ir. Estábamos en el centro de la
habitación de unos 4x4 metros. Divertido, me cogió del brazo y cuando
creí que nos íbamos a emplastar contra la pared, el piso cedió y unas

58
Séptimo reíato

escaleras hasta entonces invisibles nos transportaron al piso inferior con


suavidad y rapidez. Con una sensación de vértigo en el plexo solar, miré
con curiosidad hacia arriba dónde había desaparecido la escalera. Nada,
ni rastro.
Llegamos a una habitación parecida a una sala de hospital. ¡Qué
parecida... era una sala de hospital! Me hizo estirar en una especie de
camilla metálica.
-Bueno Lucas. Ahora te vamos a implantar el aparatito. No debes
quitarte la ropa. Te pondré un poco de anestesia.
Noté que me pasaba la mano por el cuello y ya no sentí nada más.
Desperté, creo que al instante, y me ofreció algo parecido a un espejo de
mano. Era de un metal muy brillante que reflejaba mi cara de pardillo
nítidamente. Vi una pequeña y casi imperceptible protuberancia en el
centro de la frente.
-Ya está. Rápido ¿verdad? Ya puedes empezar a enviarme tus
mensajes por telepatía. Piensa con fuerza y claridad. Al principio cuesta
un poco y ya iremos ajustando la frecuencia a tus vibraciones personales.
Si ves que no te contesto, pues vuelves al sistema arcaico...
La verdad es que no me costó demasiado habituarme y ya no volví
a abrir más la boca. Desde entonces no hablo de otra manera.
Luego me acompañó a lo que sería mi «habitación». Era una sala
rectangular de, aproximadamente, 3x4 metros. En ella no había nada,
nada. En las paredes, suelo y techo unos paneles de color gris perla, con
unas junturas brillantes, parecían cromadas, pero no lo eran. Me dio una
llave extrañísima y algo parecido a un mando a distancia. Debió advertir
mi cara de pasmarote y me indicó:
- La llave es para abrir la biblioteca que encontrarás al fondo del
pasillo. Hay una puerta un tanto peculiar. Puedes traerte los libros que
quieras. El personal de la biblioteca te indicará como verlos. El mando es
para que organices la habitación según tus necesidades en cada momento.
Hay un símbolo en cada botón que se explica por sí mismo. ¿Quieres una
mesa? ¿Con butaca? Puedes pulsar el botón correspondiente, pero
cuidado de no golpearte hasta que no tengas claro de dónde va a salir.
Aquello me curioseaba mucho, así que decidí apretar el botón que
indicaba una mesa con dos butacas. Inmediatamente se corrió un panel
del suelo, menudo brinco pegué, y apareció la mesa y las dos butacas
como por arte de magia. Arance rebuscó en unos cajones que había en
la única pata central de la mesa y sacó un pequeño aparato. Parecía una
especie de microscopio.

59
(Doce reíalos esotéricos

- Con esto podrás leer los libros que gustes. Debes introducir el
cilindro aquí en esta ranura. Los mandos están a la vista y no necesitan
explicaciones... Ah¡ sí, el botón rojo es para visualizar imágenes si así lo
deseas. El amarillo es para la voz en off si es que te cansas de leer con
los ojos. Yo ahora debo marcharme. Volveré dentro de dos o tres horas.
Puedes hacer lo que mejor te parezca. Comer, leer, dormir, descansar...
tú mismo.
Se marchó inmediatamente y yo empecé a tocar más botones. Era
muy curioso ver como se deslizaban los paneles de la pared lateral y
aparecía una cama en segundos y sin ruido alguno. Al cerrar, no se
advertía qué panel era el que se había deslizado. Lo que me hizo reír a
carcajadas fue cuando pulsé el botón que por el dibujo supe que era el
baño. En el otro rincón, lejos de la cama, se abrió un panel y apareció un
baño bastante completo, pero que estaba allí fijo ¡i Lo único que se había
deslizado era el panel de entrada... Me hizo mucha gracia, aunque lo
consideré ridículo!!
Después de jugar un rato más con los botoncitos y de comer un
poco, decidí investigar el lector de libros. Tenía un cuerpo metálico en el
que estaban alojados los mandos, de allí salía un tubo negro apuntando a
la pared y a un lado un cilindro hueco adosado con una ranura tal como
me había indicado Arance. Apreté el botón de puesta en marcha y oí una
voz metálica, procedente de un altavoz incrustado que no había visto, que
literalmente gritaba: «Debe introducir primero el texto escogido». ¡Menudo
susto me dio!
Así que decidí ir a explorar la biblioteca. Arance me había dicho
que estaba al final del pasillo y que la puerta era algo peculiar. Al final del
pasillo sólo había una, sí, una especie de puerta, como una gatera grande.
Pero... eso no podía ser. ¡Estaba a medio metro del suelo! A pesar de mi
extrañeza, introduje la especie de llave en la única rendija que había en
aquella «puerta», y, sin un chasquido, se abrió. Tuve que entrar arrastrando
por el suelo. ¿Por qué tan baja la puerta?, pensé.
Una vez incorporado, observé una enormidad de estanterías con
unos bracitos de los que colgaba, en cada uno de ellos, algo que yo
habría definido como un tubo de ensayo. Debajo de cada uno había una
explicación en un idioma para mí totalmente desconocido. Un personaje
estaba arreglando una de las estanterías así que le pregunté por la
distribución de aquellos libros. Sin volverse hacia mí y sin mover los labios,
oí en mi mente sus palabras:

60
Séptimo relato

- Todas estas estanterías están llenas de libros en nuestro lenguaje.


Puedes verlos si quieres, pero sólo ver las imágenes puede ser muy
aburrido ya que casi todos son técnicos. Los de las estanterías rojas son
los que ya están traducidos a tu idioma.
- Gracias, contesté. Por cierto, ¿hay alguna salida más alta que
ésta por la que he entrado?
- No, es la única entrada y salida de la biblioteca.
- De acuerdo, gracias.
Algo me decía que no debía preguntarle nada más. Ya sometería
más tarde a Arance a interrogatorio. Me fui decididamente a las estanterías
rojas y escogí, para probar, un cilindro que decía «Planeta Tierra». En la
parte baja de la estantería había un aparato igual al que había dejado en
la habitación, así que probé con él. Introduje el cilindro en su lugar y
apreté decididamente el botón de puesta en marcha. Por los dos tubos
miré hacia el interior y empecé a visualizar texto e imágenes. Era
impresionante. Las perspectivas, los ángulos, los escorzos y la calidad de
las imágenes casi me hicieron olvidarme de la letra impresa.
- ¡Hombre! Si conecto la voz, será mucho más fácil y agradable. El
altavoz empezó a desgranar con voz melosa todo lo que aparecía en la
pantalla. De pronto se presentó el agrio bibliotecario y con gesto de
superioridad, sacó de sus nichos dos pequeños auriculares y desconectó
el altavoz externo.
- No tengo porque oír todos los libros, rezongó.
Rápidamente me enfrasqué en aquella maravilla. El cráter humeante
de un volcán parecía que me engullía. Pasé por dentro de las cataratas
del Niágara. Me hundí en la fosa atlántica. Me introduje bajo el casquete
polar... Era fantástico. Decidí llevármelo a la habitación pero quería saber
la duración del libro-reportaje. Mentalmente, para no verle la cara al
bibliotecario, se lo pregunté. La respuesta vino automática. Oí que duraba
unas doce horas, pero la voz... Me giré y... se me cayó el aparato al suelo
haciéndose añicos... Allí, delante de mí había un ser de cuatro patas que
me miraba fijamente y que era quien acababa de pronunciar la frase.
Aquello era lo más parecido que nunca había visto a... ¡¡un perro!!. Pegué
un brinco, me embolsé el cilindro que había rodado hasta mis pies y salí
gateando hasta el pasillo. Sudaba de nervios y angustia, había perdido
los papeles...
Desperté sudando, sobresaltado y con una enorme taquicardia en
mi cama de Barcelona. Eran las cinco de la mañana. Hasta las doce del

61
(Doce relatos esotéricos

mediodía no pude sacarme la impresión de que había «alguien» detrás


de mí. ¿Un sueño? ¡Imposible! ¡Imposible!
Lo averiguaría contactando con el F.I.D.I. aquella misma mañana...

62
OCTAVO RELATO

Uno de los primeros Maestros que nos legó sus enseñanzas por
escrito fue Hermes Trismegisto, el tres veces grande. Para unos Gran
Maestro de las Escuelas de los Misterios después de Akhenatón y de
Atonamen, y para otros el nombre de un grupo, no de una persona, para
otros un dios, la divinidad lunar de los egipcios, el creador de las artes y
las ciencias. En cualquier caso, la «Tabla de Esmeralda» es colosal.
Sus libros herméticos, impresionantes, como sus discursos.
«Poimandres», «Discurso de Iniciación o Asclepios», «La Virtud del
Mundo», «El Libro de Hermes a su Hijo Tat», etc. son páginas
inconmensurables de la más pura doctrina oculta.

EL BIEN Y EL MAL

Uno de los opuestos que tiene que confrontar el ser humano, y tal
vez el más difícil, es el de bien y mal, o dicho de otra forma, virtud y
pecado. Pero, aparte de la significación que le damos en nuestra vida
diaria, ¿qué es el pecado? El pecado es una transgresión de las leyes
hechas por los hombres. Leyes cambiantes en función de la época y de
la civilización. Así algo puede ser pecado en nuestro mundo occidental y
totalmente permitido o «normal» en el mundo oriental, y al revés. Mientras
que las leyes naturales y divinas no podemos transgredirlas. Como mucho
podemos estar en desarmonía con ellas y así causar nuestra propia culpa

63
(Doce relatos esotéricos

y la enfermedad que, inevitablemente, viene en consecuencia. Es la ley


de causa y efecto. Con esta ¡dea básica en nuestra mente, podremos
comprender mejor qué es lo que tenemos que evitar si queremos equilibrar
nuestra vida y andar por el camino del justo medio.
En verdad, que todo ser humano sabe en su interior qué es lo que
está bien hecho y lo que no lo está. La suave vocecita del yo interior ya
se preocupa constantemente de recordárselo, pero es tan fácil hacer
oídos sordos... ¡Si no pasa nada! Pero eso no es así y no se goza de paz
ni de satisfacción o felicidad empecinándose en ir contra la ley, ¡contra tu
propia ley! Cuanto más ofuscamos la pequeña voz interior tanto más nos
sumergimos en la materia. Tanto más pecamos, y así nos vienen las
calamidades. Por lo tanto, es muy fácil despertar ese otro yo interior, y
atender a sus constantes consejos. No podemos alegar ignorancia, pues
nada hay más inútil que intentar engañarse uno mismo...
Distinto es lo que podríamos llamar el pecado colectivo. Cuando es
toda una familia, o una nación, o un pueblo, o una raza. Sólo nos queda,
entonces, ir contra corriente y readaptar nuestra vida a las leyes naturales
y cósmicas. Un ejemplo de los millares que podríamos encontrar es, por
ejemplo, el intentar cambiar el horario de la naturaleza para adaptarlo al
horario que parece que más conviene al hombre. Es absurdo; el ritmo de
la naturaleza seguirá siendo el mismo aunque nosotros adelantemos o
atrasemos el reloj. Y nuestros cuerpos sufrirán, y mucho, al tener el ritmo
cambiado. Deberíamos adaptar el ritmo del quehacer humano al ritmo de
la naturaleza y eso es mucho más fácil y salutífero que lo primero, ¡y
mucho más económico! ¿O vamos a discutir ahora la economía de la
naturaleza? Lo uno es sabiduría, lo otro es necedad.
De la multitud de normas éticas y morales que se auto confecciona
el ser humano hay algunas que han trascendido las épocas y las
civilizaciones. No es tarea fácil entresacar las peores para el
desenvolvimiento espiritual, pero apoyándonos en la doctrina oculta y en
los libros sagrados, podemos llegara algunas conclusiones básicas. Para
el misticismo, la vanidad, el orgullo y la ignorancia, son las más pesadas
losas para la evolución espiritual. Leyendo a Jesús el Cristo, nos
encontramos con su aversión total al fariseísmo, a los «sepulcros
blanqueados», o sea la hipocresía. También el apego desmesurado a la
riqueza, porque «es más fácil que un camello pase por el agujero de una
aguja, que un rico entre en el reino de los cielos». Y todo mal que pueda
causarse a los niños. Eso queda implícito, sin ninguna duda. Pero todos
esos pecados juntos, conforman otro, que junto a la iniquidad y la impiedad,

64
Octavo relato

forman el «triángulo del mal» y esees la intolerancia. ¡Quécurioso! Resume


perfectamente a nuestra podrida sociedad actual: injusta, impía e
intolerante. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

LOS GEMELOS PERFECTOS

Ram nació un doce de enero a las siete y cuarenta y cinco minutos.


Su hermano gemelo Rom, dos minutos más tarde. Crecieron y se
desarrollaron juntos, siempre. Hasta los veintiún años se podría decir que
no se habían separado casi para nada. Su despertar a la vida, su infancia,
su adolescencia, la pubertad... todo lo habían pasado juntos, estrechamente
juntos. A la edad de veintiún años observaron que eran como un hombre
completo, pero dividido en dos mitades. Juntos, eran casi perfectos.
Separados...
Ram era esencialmente bueno. Positivo, espiritual, místico. Rom
era exactamente lo contrario. Negativo, físico, sensual. Hasta esa edad,
todo les había funcionado estupendamente. Se podría decir que eran
felices. En sus desavenencias en las acciones inmediatas, conseguían el
consenso mediante el diálogo, y siempre acertaban porque prevalecía el
criterio de Ram o Rom según del tema de que se tratase.
A los veintiún años, decidieron separarse. Las necesidades de
ambos, embocaban caminos divergentes. Decidieron intentar vidas
separadas durante siete años. A su culminación se encontrarían de nuevo
y después de explicadas sus respectivas aventuras, decidirían si seguían
sus vidas por separado o se reunían de nuevo. En el fondo de su corazón,
ambos sabían que no eran completos sin el otro...
Ram se sintió automáticamente desprotegido, asustado por todo,
introvertido. Frecuentó las bibliotecas, los círculos filosóficos, las artes.
Al final de sus estudios universitarios se especializó en Arqueología y se
marchó a un campo de trabajo en Egipto. Allí, parecía que la civilización
no le ahogaba tan intensamente. Aprendió a convivir con sus colegas,
tanto los aprendices como él, como los maestros consagrados. Vivió con
esa pequeña compañía varios años, aunque, cada semana, se escapaba
a la ciudad próxima para convivir con gentes de una cultura completamente
distinta a la suya natal.
Conoció el amor con una compañera de «sudores y cepillos» como
decía él. Trabajaban juntos doce horas diarias limpiando trozos de cerámica
desenterrados, pequeños utensilios domésticos, herramientas y armas.

65
(Doce reíalos esotéricos

Emocionándose cuando podían fecharlos, al menos, con tres mil años de


antigüedad.
En la ciudad se divertía en el zoco, visitando monumentos, templos,
museos y todo lo que estaba relacionado con las muchas civilizaciones
antiguas que habían hollado en algún momento de la historia el país de
Kemi...
Casi a diario se acordaba de su hermano Rom... No había hablado
de él a nadie. Ni a los compañeros, ni a los amigos, ni tan siquiera a su
mujer. Sentía que algo de Rom le faltaba para ser un hombre completo.
Aunque en más de una ocasión el presentimiento que de él sentía era
absolutamente negativo.
Creo, -soliloquiaba, que no somos dos hombres completos y
distintos. Es como si la naturaleza se hubiera equivocado y sólo seamos
dos mitades. Él un hombre medio vacío, aunque no del todo, y yo un
hombre medio lleno, aunque no del todo.
El tiempo pasó inexorablemente, y al cumplir los veintiocho años,
dejó a su esposa en Cairo donde tenían su vivienda y se marchó, sólo, a
reunirse con Rom, en su Barcelona natal.
Rom hizo todo lo contrario, o sea se dejó llevar por su carácter.
Extrovertido, sensual y violento, rápidamente se hizo un hueco en la mafia
local. Pero mafia de alto «standing», no la de los bajos fondos. El juego y
la prostitución primero, y las drogas, después, marcaron su juventud.
Proxeneta importante que rápidamente se convirtió en un pequeño «capo»,
despiadado con sus insignificantes «camellos» y extremadamente servil
con los auténticos «señores de la mafia» que le ladraban sus órdenes
desde sus yates anclados en el puerto de Barcelona, órdenes que
ejecutaba como perro fiel de unos amos a los que adoraba y envidiaba
por igual.
Su vida disipada no conocía límites. El amor no era para él otra
cosa que sexo depravado y cambiando constantemente de mujer... ¡tenía
tantas a su disposición! Y, además, no fuera que alguna se creyera con
derechos... Su piso en la parte alta de Barcelona parecía más un «night
club» que una vivienda. Y después de sus orgías, lo disfrutaba solo,
absolutamente solo.
De vez en cuando, el recuerdo de su hermano Ram le venía a la
mente. Se ponía nostálgico pensando que, en verdad, algo de él le faltaba
para ser completo. Ese ramalazo de debilidad lo superaba rápidamente
pensando que pronto se verían de nuevo y dándole a la botella o a las
pastillas un poco más que lo normal...

66
Octavo relato

La llamada de su hermano le causó una conmoción. ¡Habían pasado


siete años! Con Ram esperando al otro lado de la línea, no sabía que
contestar. En su azoramiento, y después de unas acaloradas salutaciones,
quedó con él a las cuatro de la tarde en un local del Paseo de Maragall
donde tenía montado un despacho para sus turbios negocios...
A las cuatro en punto, Ram llamó a la puerta. Rom estaba esperando
y ya había arreglado las cosas para que todo pareciera normal... Dio
fiesta a sus dos secretarias, facturó al conserje con una tonta gestión y
envió a los dos guardaespaldas a inspeccionar a varios «clientes» del
barrio con la insinuación de que fuera una ronda larga... Estaba, pues,
solo.
Cuando abrió la puerta, la cara de su hermano Ram era ya todo un
poema. Emocionados se fusionaron en un intenso abrazo.
- Hermano, hermano... -dijo Ram con la voz entrecortada por la
emoción- ¿qué tal estás? ¿qué es de tu vida?, por favor, cuéntame,
cuéntame.
A pesar de todo su aplomo, a Rom se le hizo un nudo en la garganta.
No podía hablar. La vista se le nublaba y sentía como si se fuera a
derrumbar. No podía permitírselo y reuniendo todas sus fuerzas, se inventó
una gestión para intentar calmar sus sentimientos.
- Querido hermano, seas bienvenido. Pero, pasa a mi despacho y
espérame. En cinco minutos estoy contigo y ya sin interrupción, tengo
que avisar a mi secretaria que está aquí al lado para que haga una gestión
muy importante. Aposéntate que vengo enseguida.
Ram, algo extrañado, se sentó en el mullido sillón de mando del
despacho de su hermano, decidido a esperarlo. Curioso, casi chafardero,
se puso a revolver los cajones de la inmensa mesa...
Rom, mientras, salió a la calle para calmar su agitación y su rabia
por no poder dominarla. Respiró hondamente mientras daba la vuelta a la
manzana esperando normalizarse. Sabía que la conversación sería larga
y quería mantener la calma y ser el dominador de la situación. ¡ Pues sólo
faltaría! ¡Con el apocado de su hermano!
Entretanto los dos guardaespaldas, hastiados por la nueva
excentricidad de su jefe, entraron decididos en el local para darle cuenta
de su inexistente gestión. Al entrar al despacho, sigilosos, observaron un
hombre extrañamente vestido que agachado sobre uno de los cajones del
despacho, tenía en su mano el arma corta de Rom.
Sin preguntar, sin esperar, con movimiento automático y habitual,
le dispararon seis tiros en el cuerpo con sus armas con silenciador...

67
<Doce relatos esotéricos

- ¡¡Noooool! ¡¡Es mí hermano!! ¡¡Nooooo!! El grito de Rom llegó


demasiado tarde.
Desencajado por la rabia, y viendo caer a su hermano mortalmente
herido, se abalanzó sobre el sicario que tenía más cerca, le arrebató el
arma de la mano y lo descerrajó de dos disparos en la cabeza. El otro
guardaespaldas, viéndose amenazado, levantó su arma y agujereó
limpiamente y sin ruido el cráneo de Rom que cayó desmadejado encima
del cadáver de Ram.

68
NOVENO RELATO

Pero, ¿cómo podemos avanzar teniendo que enfrentar diariamente


los problemas e inconvenientes de la vida física? ¿cómo no caer en la
rabia y en la frustración por no poder hacer en cada momento lo que
realmente deseamos? El bálsamo para esa idea es la armonía.
Maravilloso y desconcertante pero, sobre todo, impresionante fue para
mí el libro de Urantia, editado y registrado por Urantia Foundation. En
sus 2097 páginas relata el origen de nuestro planeta desde la formación
de la nebulosa que dio origen a nuestro sistema solar, pasando por la
organización de los universos y del Paraíso, de Dios hasta la Vida de
Jesús el Cristo y las consecuencias futuras de su venida.
Evidentemente, no se puede explicar... sólo se puede leer y, tal vez,
comprender...

ARMONÍA

Para permanecer en el Sendero y progresar en él, nos hace falta


una cualidad que equilibre los opuestos, que doblegue los impulsos
mundanos y los someta a los espirituales. Esta cualidad es la armonía. Es
el «harmonium» de los místicos. Pero no es una cualidad precisamente
fácil de conseguir, aunque se la anhele vehementemente. En primer lugar
hay que conseguir la armonía interior, consigo mismo, antes que la exterior,
pues sin la primera ésta sería impensable. Para conseguir la armonía

69
(Doce relatos esotéricos

interior es necesaria una lucha titánica para forzar al yo mundano a ser


sojuzgado por el yo espiritual, divino, que reside en nosotros. No es fácil.
Hay tendencias muy arraigadas que no se dejan dominar fácilmente. Nos
parece que lo hemos conseguido y a la primera de cambio resurge con
toda su virulencia. Es cuestión de persistir. Como el martillo que, inexorable,
golpea el yunque una y otra vez. Pero es el único sistema de moldear el
ego. Y hay que exigirle cada día un poco más hasta conseguir un punto
de no retorno. Es entonces, cuando la balanza está del lado del bien,
francamente inclinada, cuando viene la armonía interna que permite
soportar, estoicamente, los cambiantes caprichos de la vida, equilibrando
los opuestos.
Así, pues, para ser un verdadero maestro de su propio destino, el
ser humano debe dominar y equilibrar a los contrarios. Básicamente son
el bien y el mal; la vida y la muerte; el ser y la sustancia, el espíritu y la
materia, aunque hay varias subdivisiones que el aspirante debe buscar y
equilibrar cuando cree que ya ha dominado a los principales.

SOVNIS. ENCUENTRO ENTRE DOS HUMANIDADES

Parecía imposible, pero el gran día acababa de llegar. Iba a


producirse la ceremonia pública del encuentro entre los seres humanos y
los seres provenientes de la estrella Sirio en la constelación del Can.
Hacía dieciocho años que se había establecido el primer contacto. Por
ironías de la ignorancia humana, habíamos sido más reticentes nosotros
en establecer la alianza con esos seres que están a millones de años luz
de nosotros en tecnología, en conocimientos y en moralidad. Son nuestros
hermanos mayores. Pero una vez superadas las reticencias iniciales y
limadas las asperezas surgidas del ego humano, se creó un consejo
mundial secreto con el fin de ser el único interlocutor válido con esos
seres del espacio. Finalmente se consiguió una empatia especial entre
las personas que formaban ese consejo mundial y los jefes de los recién
llegados seres del espacio. El acercamiento progresivo entre las dos
civilizaciones, en el más riguroso secreto, el conocimiento mutuo, los
proyectos de colaboración y el acta final habían durado dieciocho años
de la Tierra...
Como presidente del consejo, había estado esos dieciocho años
de mi vida dedicado exclusivamente al proyecto que hoy se iba a ratificar

70
Noveno relato

oficialmente. ¡Casi no me lo podía creer! ¡Cuántas dificultades superadas!


¡Cuántos obstáculos allanados! ¡Cuánto tiempo, Dios mío, cuánto tiempo!
Finalmente fui escogido para ser el delegado humano que haría el
contacto oficial con el delegado extraterrestre. ¡Qué gran honor! Debía
entrar en su nave nodriza y recibir el disco donde estaban grabados los
acuerdos entre ambos.
Eran las siete de la mañana. Para evitar que los nervios me fallaran
en el momento más inoportuno, estaba relajándome en una de las salas
de los grandes edificios que se habían construido en la ignota llanura
donde habíamos trabajado desde que comenzaron los contactos. Al final
de la llanura había una curiosa cima rocosa que se elevaba a pico y
dónde debía celebrarse la ceremonia. Terminaba en un risco donde debía
aguardar la nave. La explanada frente a la pared rocosa se había
acondicionado para que se pudieran acomodar las cinco mil personas,
representando a todos los países del globo, que habían sido invitadas al
evento. Las cámaras de televisión lo iban a retransmitir en directo hasta el
último rincón de la Tierra. Todo estaba, pues, preparado.
A las nueve y media en punto, hora de la Tierra, comenzaron los
manidos preparativos. Enfundé un traje especial que nos habían
proporcionado las entidades de Sirio. Era de un tejido extraño que se
adaptaba al cuerpo como una segunda piel; de una sola pieza y de un
color gris metálico, terminaba en un cuello redondo. El traje se abrochaba
sólo y de una forma muy extraña; lo más parecido que se me ocurre es
que era como una especie de cremallera.
Así ataviado, me dirigí al vehículo terrestre que debía llevarme hasta
el pié del murallón donde iba a empezar la ceremonia. La explanada
estaba ya abarrotada de gente y el vocerío de los últimos preparativos, el
ladrido de los megáfonos dando órdenes y el ruidoso nerviosismo de los
profesionales de televisión producía un inmenso bullicio.
El vehículo se detuvo al final de la explanada. Al salir de él, y como
por arte de magia, cesó la algarabía y un denso silencio cayó sobre la
instalación. Luego sonaron los aplausos de rigor. Esperamos. A las diez
horas en punto un pequeño zumbido nos indicó que «ellos» habían movido
ficha. Efectivamente, en breves instantes divisamos una pequeña cápsula
en forma de cilindro que descendía de entre las nubes. Eso me extrañó
sobremanera porque el día era de un Sol esplendoroso. La cápsula se
detuvo en la mitad de la altura del murallón y se quedó quieta y suspendida.
Inmediatamente subí a un ascensor que teníamos preparado al efecto.
En toda la altura de la pared rocosa se divisaba su instalación. Se cerró la

71
(Doce relatos esotéricos

puerta tras de mí y empezó a subir. Al llegar a la altura del cilindro, se


detuvo y, a la vez, se abrieron las puertas de los dos aparatos. Dudaba en
dar el primer paso. Dentro del otro aparato había un ser que me animaba
a entrar con la mirada. Me armé de valor y con toda la compostura de que
fui capaz me introduje en el artilugio.
El eco de los aplausos aún sonaba en mis oídos cuando empezamos
a subir. Nos intercambiamos un saludo con la mano derecha sobre el
corazón. El espacio era muy reducido y no estábamos para más
ceremonias. Atravesamos la nube artificial, no podía ser de otra manera,
y al cabo de un buen rato divisamos una nave espacial enorme. Mi escorzo
sólo me permitía ver el vientre de aquella mole. Por unas toberas salía un
humo no muy denso que formaba la famosa nube al reaccionar con la
atmósfera. El cilindro se introdujo por una abertura ventral de la nave. En
pocos instantes se abrió la puerta y una inmensa sala hangar apareció a
mis ojos. El personaje me indicó el camino a seguir. Pasó delante de mí y
subiendo con un elevador cilindrico, sin paredes y con sólo un agarradero,
llegamos a la sala principal de la nave, que tenía un aspecto metálico pero
de paredes suaves al tacto.
- Parecen vivas y blandas, pensé para mis adentros.
En el centro había una gran mesa redonda, sin asientos, y alrededor
unos ancianos venerables. En el medio, en un agujero circular, un «algo»
que me llamó poderosamente la atención. Era... un centro de mesa como
de piedra multicolor. Como media esfera de colores que se movía y
cambiaba de apariencia constantemente como si tuviera vida propia. Era
de una belleza indescriptible y despertaba un sentimiento de veneración
y respeto. Me quedé embobado admirando sus cambios continuos.
- Bienvenido, embajador.
Un grupo de doce personajes habían aparecido en mi campo de
visión. De una estatura rondando los dos metros veinte, vestían el mismo
traje que llevaba puesto. De estructura orgánica muy proporcionada,
esbeltos, de facciones muy armoniosas, y con largas cabelleras blancas
cayéndoles sobre los hombros.
- Gracias, pero bienvenidos ustedes a nuestro planeta. -Contesté
automáticamente mientras pensaba que eran casi... ¡clónicos!
Varios de ellos eran del sexo femenino. El que parecía el jefe de
todos ellos llevaba colgado en el cuello un colgante que, cuando fijé mi
vista en él, quedé entre fascinado e hipnotizado. Era una piedra viva del
mismo aspecto que la que estaba en el centro de la mesa...

72
Noveno reíato

- Soy el almirante de esta expedición. De acuerdo con el tratado de


cooperación establecido entre nosotros, los seres de Sirio y ustedes los
seres de la Tierra -dijo muy solemnemente- le hago entrega del contenido
detallado de dicho tratado para que sea distribuido por todos los rincones
de su pequeño planeta.
Por el rabillo del ojo observé unos ojos móviles que registraban el
acontecimiento, por lo que supuse que estábamos en directo. Eso me
azoró un poco, pero me repuse enseguida.
- Gracias, almirante. Cumpliremos rigurosamente la parte que nos
corresponde. Como presidente del consejo, trasladaré este tratado al
Presidente del Gobierno del Planeta.
El saludo ceremonioso de rigor, con la mano derecha sobre el
corazón y de vuelta a las instalaciones. Al bajar del ascensor mostré en
alto el disco con el tratado y el pergamino protocolario. Hurras, bravos,
aplausos y griterío entusiasta pusieron colofón a la ceremonia.
Quinientos mil años después, la Tierra había sido colonizada de
nuevo.

73
DÉCIMO RELATO

Lentamente hemos ido alcanzado el nivel necesario para estar en


condiciones de recuperar el lugar que una vez nos perteneció como
«hombres celestiales» que éramos. Sólo la brutal caída en el corazón
de la materia nos hizo perder esa cualidad divina, y sólo volveremos a
nuestras condiciones iniciales que por derecho nos pertenecen, cuando
todos y cada uno de los seres humanos hayamos pasado por esa última
y gran iniciación. De momento, hemos de aspirar a pasarla de uno en
uno a sabiendas de que hasta que estemos todos, de poco sirve...,
salvo para tender la mano desde el otro lado a aquellos que aún no lo
hayan conseguido. Toca el turno ahora hablar del gran Maestro Louis-
Claude de Saint Martín. Su recopilación de los escritos de Martines de
Pasqually titulados «El Tratado de la Reintegración de los Seres» es,
sencillamente, imprescindible. Pero tiene, además, una obra muy extensa:
«De los Errores y de la Verdad» que contiene el resumen más completo
que existe de las diez páginas del simbólico Libro del Hombre. «Mi
Retrato Histórico y Filosófico». «El Hombre de Deseo». «El Hombre
Nuevo» y un largo etcétera.

REGENERACIÓN Y REINTEGRACIÓN

Me imagino a los seres humanos como pedazos de mineral de


hierro puestos en el horno del fundidor. A medida que el fuego hace subir

75
hoce relatos esotéricos

la temperatura y la siderita se pone al rojo vivo, revienta y dejando la


escoria a un lado queda el hierro libre en todo su esplendor. Así nosotros
hemos de pasar por los altos hornos de la vida en un trabajo ciclópeo
para reintegrarnos al lugar que por derecho propio nos pertenece. Es el
único medio de salir del fondo de la materia a la que hemos caído por
nosotros mismos durante milenios, tenaz e insensatamente. Es el camino
de regreso a casa.

TENERIFE

La invitación de mi amigo Óskar Marrero no me sorprendió. Llevaba


demasiados días en un estado muy depresivo y mi habitual carácter alegre
y jovial se había esfumado. La creatividad harto demostrada en mi trabajo
había desaparecido y las pocas horas que dedicaba no daban más
provecho que hojas en blanco...
- Mira Martí, me dijo un día en la habitual tertulia de los viernes. No
puedes seguir así. Tómate unas vacaciones. Descansa del bullicio y
renueva tu energía vital. ¿Recuerdas mi casa de Tenerife? Está vacía,
esperándote. Una llamada telefónica y lo arreglo todo. Pasas por casa de
mis primos en Icod y te llevarán hasta allí. Tendrás las llaves y criada. Si
quieres, puedes estar una buena temporada...
Las palabras de Óskar resonaban en mí cerebro camino de Tenerife.
No había tardado dos días en preparar las maletas y marchar. Mi bajo
tono moral y psíquico demandaban el asueto. Mi trabajo como escritor
me permitía esa licencia. Sin ataduras familiares ni sentimentales. Sin
demasiados amigos... Sólo tuve que «colocar» a mi perro -Óskar se
encargó de ello- hacer las maletas, sin olvidar las pipas, los lápices y los
folios.
En el avión nocturno recordaba, mientras una amable azafata servía
un licor, el viejo caserón de los padres de Óskar. Estaba situado en una
ladera del Caserío de Masca, cerca de Buenavista. Era una antigua casona
señorial de una hacienda ya desaparecida. De gran tamaño, con un patio
central amplio, con las columnas aguantando las balconadas de madera
de la planta superior. Estaba rodeada de muros almenados que le daban
la apariencia de una pequeña fortaleza.
Pensaba cómo estaría el centenario jardín que tantas veces había
observado en la visita que hice a mi amigo tres años atrás. Desde la
ventana de la habitación que me asignaron entonces, se divisaba el jardín

76
(Décimo relato

con su aspecto extraño. Media docena de grandes dragos,


estratégicamente plantados en la entrada, le daban apariencia de bosque
aunque, en realidad, no lo era. Detrás de los árboles estaba el pensil
propiamente dicho. En aquél entonces estaba bastante bien cuidado
aunque las piedras de los caminos, los parterres y las inmensas macetas
de piedra denotaban antigüedad y épocas de dejadez. ¿Cómo estaría
ahora? ¿Podría escoger, otra vez, la misma habitación? Mil y una preguntas
bullían en mi cerebro y una sensación de placer y nerviosismo, largamente
olvidada, me recorría el cuerpo.
Apurando el ron, mis pensamientos se volvieron hacia Óskar. Mi
amistad con él se remontaba a varios años atrás. Tinerfeño de nacimiento,
vino a vivir a Barcelona por motivos de trabajo. Le gustaron su tierra y sus
gentes, y se estableció. Pero sin olvidar su tierra natal, se escapaba
siempre que podía a Tenerife, donde el caserón estaba siempre
aguardando... Recordaba la primera vez que lo conocí. Nos presentaron
en una tertulia literaria.
- ¡Hola!, Soy Martí D. Puedes llamarme Martí a secas, supongo
que tú eres Óscar Marrero, ¿no?
- ¡Hola! Si, soy Óskar Marrero, pero con «k», Óskar con «k».
Nunca volvimos a hablar de esto, pero estoy seguro de que lo dijo
en respuesta a mi presentación como Martí D. Creo que se cambió el
nombre de guerra desde ese momento...
La voz de la azafata indicando que íbamos a aterrizar interrumpió
mis pensamientos. Luego todo se desarrolló muy rápidamente. Chano, el
primo de Óskar me estaba esperando. Su abrazo rezumaba la hospitalidad
y el carácter de mis anfitriones tinerfeños. Montamos en el coche, y me
dispuse a soportar el largo par de horas de viaje que aún me esperaban.
El runruneo del motor debió adormecerme. El coche se detuvo en el
caserón. Chano se despidió con un fuerte apretón de manos. Tenía prisa
por volver a su casa de Icod. Lógico, pues estaba muy entrada la
madrugada. Mientras, un muchacho subía mis maletas.
María, el ama de llaves, me recibió con grandes muestras de alegría
y cariño. Le había caído muy bien durante mi larga visita anterior.
- ¡Que feliz me hace volver a verle! Óskar ya me ha advertido que
viene usted a recuperarse. Le he preparado la habitación de huéspedes,
la misma que la vez anterior. Las llaves de la casa están encima de la
mesita, junto con las del coche. Es el BMW blanco que está en el
aparcamiento. El mueble bar está como a usted le gusta. Entre y salga

77
(Doce relatos esotéricos

cuando quiera, aunque le agradecería me indicara cuando venga a comer


a mediodía. Por cierto, ¿quiere comer algo ahora?
Hablaba con extraordinaria rapidez. Sus palabras salían rápidas a
estrellarse en el plexo solar. Con ese deje característico en el habla, con
su velocidad de expresión y sus ademanes, parecía una locomotora.
- No, muchas gracias. ¡ Pero dame un abrazo! Creo que descansaré
un poco después de deshacer las maletas. Muchas gracias y hasta
mañana.
- Buenas noches, que descanse.
Qué alegría sentí cuando estuve, otra vez, en aquella habitación.
Era una alegría íntima, inexplicable. Era una habitación de huéspedes,
amplia y severa. Una cama inmensa en el centro de una habitación
inmensa. Un viejo armario de madera centenaria que arrostraba impávido
el paso de los años. Una vetusta mesita de noche, una cómoda, tres sillas
y el escritorio, completaban el mobiliario. El cuarto de baño, reformado,
no tenía nada que envidiarle al mejor Hotel de cinco estrellas. Una ventana
lateral daba al jardín... ¿Por qué me alegraba tanto? ¿Ocurrió algo, hace
tres años, que ahora no recordara?...
En mi mente se agolparon los recuerdos de la última jornada que
estuve en la isla. Fue una noche loca. Óskar y yo habíamos ido a la
discoteca bajo el mar del Puerto de la Cruz. Ligamos dos chicas de la
tierra -menudo era Óskar para tales menesteres- cenamos, bailamos,
bebimos y... las llevamos al caserón. La última copa y el desenfreno.
Amaneciendo se marcharon sin que yo me enterara. Dormí como un
bendito, pero... algo no quedaba claro en mis recuerdos.
Decidí averiguarlo.
A la mañana siguiente bajé pronto al salón, quería mostrarme cordial,
atento e interesado.
- Buenos días, señor Martí, me espetó María tan pronto me vio.
- Buenos días, María. ¿Cuántas veces tendré que decirte que no
me llames «señor»?
- Perdón, es cierto que me lo dijo muchas veces, pero... como es
tan amigo del Sr. Óskar, no puedo evitar llamarle de esa manera.
- Pues bien, María, olvídate de Óskar, que es un poco engreído y
llámame de tú. Martí a secas, ¿vale?
- De acuerdo, lo intentaré. ¿Quieres desayunar ahora?
- Sí, y te ruego te sientes a mi lado.
Se sentó y me pareció que estaba algo nerviosa. Con la tostada en
la boca, y sin darle importancia, le pregunté:

78
(Décimo reíato

- Por cierto, María, ¿Qué ocurrió la última noche que pasé aquí
hace tres años? Parece que me cargué como un piojo, y no recuerdo
nada desde que las niñas se fueron. ¿Qué ocurrió, María?
- Casi no lo sé, Martí. Y lo poco que sé, no puedo decírtelo, tendrás
que descubrirlo por ti mismo.
Su mirada me hizo estremecer. Sus palabras estaban pronunciadas
con un deje de misterio expreso. Prosiguió.
- Lo que sí puedo decirte, es que aquella noche las niñas estaban
muy enojadas con ustedes dos. Pero, sobre todo, la que fue tu pareja
ocasional. Y sus motivos tenían, puesto que las dejasteis tiradas y os
pusisteis a dormir, bueno a dormir, ¡a roncan A eso de las cinco de la
mañana, mientras esperaban que alguien las llevara a Puerto de la Cruz,
ocurrió algo! Sé y no sé qué pasó exactamente. Sólo puedo decirte que
tiene que ver con los dragos del jardín. A las seis de la mañana estaban
completamente cambiadas y alegres, muy alegres. El imprevisible Chano
se presentó y se las llevó a Puerto de la Cruz. Y es todo lo que puedo
decirte, y casi todo lo que sé.
- Pero, pregunté, ¿Cómo sabía Chano que tenía que venir a buscar
a nadie?
- ¡Bah!, deben ser cosas de Óskar, seguro. Una llamada y... asunto
resuelto.
- María, ¿cómo se llamaban esas niñas? Ni de sus caras me
acuerdo.
- Clara y Lucía. Lucía es la que estuvo contigo. Desde luego, Óskar
y tú, juntos, sois dos buenas piezas. Menos mal que, por separado, res
de res, como decís en Catalunya.
- Bueno María, no te pongas dramática. Óskar y yo, ya hemos
asentado la cabeza. Al menos, eso es lo que creo.
- Por cierto, si quieres ver a Lucía, está trabajando en el Hotel
Calypso de Puerto de la Cruz. Antes de marcharte deberías disculparte.
Yo siempre le dije que, en el fondo, eras una buena persona.
- Gracias, María, lo tendré en cuenta.
A todo ello había terminado el desayuno, María trasteaba en la
cocina y yo tenía ganas de reflexionar en lo que me había dicho.
- María, hoy no voy a salir. Comeré a las tres. ¿O.K.? Voy a pasear
por el jardín, a ver cómo está.
- De acuerdo, hasta luego.
Entré en el jardín a través de los imponentes dragos. Eran ejemplares
magníficos. El mayor debía medir unos 18 m de altura y no menos de 6 m

79
Doce relatos esotéricos

de diámetro en la base. La copa, en forma de sombrilla, presentaba sus


ramas cortas como aparentes articulaciones en forma de cuchillos. Pero
lo más notable eran las raíces que, saliendo de la tierra, abrazaban a los
troncos, y podías seguirlas hasta las mismas ramas, como si de venas se
tratase. ¿O eran las ramas las que se convertían en raíces?... Debían
tener cientos de años.
El jardín estaba impresionante. Cuidado con gran esmero y por
alguien con mucho gusto y gran conocedor del terreno y las distintas
variedades. Fueron una delicia las horas que pasé allí.
Después de comer decidí dar una vuelta y con el BMW me dirigí al
Puerto de la Cruz. A los pies del Teide y enmarcado con el maravilloso
paisaje del Valle de la Orotava, desemboqué en la ciudad. Después de
recorrer el Paseo Marítimo y de admirar lentamente, saboreándolo, las
instalaciones y las piscinas naturales diseñadas por César Manrique, me
encontré, sin proponérmelo, a la entrada del Hotel Calypso. Sin pensarlo
dos veces fui a recepción para preguntar por Lucía. No hizo falta. Era
una de las tres muchachas que estaban tras el mostrador. Me acerqué
hacia ella y cuando iba a hablarle, levantó los ojos al tiempo que decía:
- ¿Deseaba algo...
Se interrumpió en seco y gritó:
- ¡Martí! ¿Eres tú? ¡Qué alegría verte! ¿Qué te trae por aquí? ¡Uf!
¡Qué cambiado estás! ¡Mucho mayor, ¿eh? mucho mayor! Te está tratando
mal la vida ¿a que sí? ¡Supongo que ya te habrá pasado la borrachera!
¿eh?
Todo ello dicho en décimas de segundo, y mientras salía del
mostrador soltando una risita me echó los brazos al cuello mientras me
decía al oído:
- ¡Pendón! Bueno, tú y Óskar, vaya par de dos...
Le correspondí con un sincero abrazo e intenté disculparme:
- Lucía, realmente he venido a decirte que siento mucho lo que
ocurrió aquella noche. No comprendo como pude actuar así y mucho
menos que tan siquiera me dirijas la palabra y aún que me abraces...
- Calla, calla. Vuestro comportamiento fue bochornoso, pero el
regalo que nos hicisteis fue sensacional. Clara y yo os estaremos por
siempre agradecidas. ¡Cuando le diga a Clara que te he visto y que te he
dado las gracias personalmente! ¡Con las ganas que tiene de ver a Óskar
y decírselo también! Fíjate que ha estado varias veces a punto de viajara
Barcelona... pero el muy bruto nunca ha dejado su dirección...

80
(Décimo relato

- Bueno, eso no te preocupe, yo la tengo y no me disgustaría


hacerle una jugarreta... Pero, Lucía, ¿de qué regalo me hablas? Perdona
pero no me acuerdo de nada.
- Su cara cambió como por arte de magia.
- Vamos, Martí, no te hagas el gracioso. Oye, que María me había
dicho hace tiempo que habías cambiado mucho, no me falles otra vez
¿eh? Por cierto, mañana tengo la tarde libre, ahora tengo que seguir o
me reñirán. Te espero sobre las ocho en el bar de la misma discoteca. No
me falles.
Con una sonrisa maravillosa volvió a su lugar tras el mostrador.
- Claro que estaré. Pero, insisto, de qué regalo hablabas...
- Desde luego que no hablo del anillo de bisutería que nos regalasteis
Óskar y tú. Me refiero a lo de los dragos, hombre, los dragos...
En este momento la llamaron del interior y con un mohín gracioso
desapareció. Algo trastornado seguí paseando sin rumbo fijo y dándole
vueltas al misterio de los dragos. No recordaba absolutamente nada,
aunque... ¿Y si llamaba a Óskar? Mientras volvía al coche decidí que tal
vez lo haría antes de volver a verla si yo no conseguía averiguarlo.
Al llegar al caserón, sorprendentemente, María me estaba esperando
en la puerta...
- Buenas tardes, ¿qué tal con Lucía? Veo que estás vivo, entonces
habrá estado cordial ¿no?
- Pero ¿cómo sabes que he estado viendo a Lucía?... yo no he
dicho nada, ni yo mismo lo sabía.
- ¡Bah! Hace más de una hora me llamó para contármelo. ¡Qué
buena chica! Por cierto, ¿ya has llenado tu laguna mental?
- No. Pero sé un poco más. Que tengo que pelearme con los dragos...
- ¡Vaya! Pues sí que has adelantado... ¡eso ya te lo dije yo ayer!
- Bueno, bueno -contesté- digamos que me confirmó la pista.
- Mejor dedícate a lo tuyo, a escribir. Como detective sobrio no
eres mejor que como conquistador ebrio. Si te parece bien, la cena a las
nueve...
- De acuerdo, respondí, encajando gallardamente la patadita...
Faltaban pocos minutos para las doce de la noche cuando me
retiré discretamente. Los programas de televisión, para variar, eran
absolutamente infumables. Entré en el cuarto de baño y tomé una larga y
reconfortante ducha. Al salir, y mientras me secaba, observé el pequeño
bosquecillo de dragos. Todo estaba en calma y la luminosidad de la noche
de Luna formaba sombras que se movían por doquier. Me llamaba mucho

81
(Doce relatos esotéricos

la atención una gran raíz que se enmarañaba hasta la copa del tercer
drago que se presentaba a mi vista.
- Martí, estabas muy pillado hace tres años -pensé. Juraría que
esa raíz estaba justamente al otro lado del árbol. Y me hice un chiste
malo: ¿se habrá dado la vuelta el drago de las narices?
Luego, empecé a rebuscar en el armario del baño mi frasco de
colonia fresca. Di un golpe torpe con el codo y la puerta del armarito
rebotó y se quedó en tal posición que por el rabillo del ojo podía ver el
bosquecillo. De pronto, observé algo que me hizo palidecer, mientras que
el frasco me resbalaba de las manos. ¡El tercer drago que se presentaba
a mi vista, estaba en la misma posición que hacía tres años, al revés de
cómo estaba hacía una escasa media hora...!
- No puede ser, dije para mí mismo, soliloquiando. Martí, cálmate.
Debe ser que, al mirar a través del espejo de la puerta del armarito, estás
viendo el paisaje al revés.
Estaba a punto de dar por bueno mi razonamiento cuando se me
fue otra vez la sangre de la cara. ¡Es que el resto de los árboles estaban
del derecho!
Rápidamente me vestí y bajé al jardín. Con precaución y mucho
sigilo, me introduje en el primer drago buscando y rebuscando sin saber
qué. Al llegar al tercer árbol me di cuenta de que mi corazón latía
desordenadamente.
- Principio de taquicardia, -pensé.
Efectivamente, la rama-raíz del tercer drago, gruesa como un
hombre, estaba en la parte izquierda del árbol y, ¡por todos los diablos!,
yo la había visto desde arriba en el lado derecho. Palpé el árbol y la raíz
por todas partes y no observé nada anormal. Miré y remiré y, por no
haber, no había ni pisadas. Aquello era un misterio.
Mi ritmo cardíaco se había normalizado y, curiosamente, mi estado
anímico era de tranquilidad cuando minutos antes era el caos. Decidí
volver a mi habitación. Al llegar, y como un impulso incontenible miré por
la ventana del baño. La raíz estaba en el lado derecho. Miré a través del
espejo de la puerta del armarito y, una vez encontrada la posición que me
permitía verlo, el tercer drago estaba allí, con su raíz en la parte izquierda.
- No entiendo nada de nada. Me siento como un gigantesco gilipollas,
-pensé.
En ese momento vinieron a mi mente las palabras de Óskar cuando
me convidaba a descansar en el caserón. «Renueva tu energía vital».
María me había dicho que a las seis de la mañana del fatídico día, las dos

82
(Décimo relato

muchachas estaban cambiadas y alegres, muy alegres. ¿Qué significa


todo ésto? Decidí preguntárselo a Lucía esa misma tarde. Si no conseguía
una respuesta satisfactoria, llamaría a Óskar, pero yo no me iba de Tenerife
sin la solución al enigma.
Me levanté pronto en la mañana e intenté controlar mi ansiedad y
nerviosismo. Intenté escribir algo, pero sólo hojas en blanco. De pronto
pensé en hacer un relato de lo que me estaba ocurriendo. Este es el
relato. Escribí fluidamente como hacía tiempo que no lo conseguía. Al
llegar a este punto, me fui a comer.
Eché una siesta de un par de horas, espabilé, me cambié de ropa
y me fui para la famosa discoteca...
Eran las siete y media cuando me aposenté en una de las mesas
adyacentes a la barra. Había poca animación a aquella hora. Recordaba
el bullicio que se formaba a partir de las nueve de la noche en adelante.
O, al menos, así era tres años antes. Recordaba la famosa noche. Óskar
y yo estábamos ya bastante cargados. Serían las diez de la noche.
Estábamos repasando visualmente el «ganado» que había en el local,
cuando entraron dos «muchachas», como dicen los tinerfeños. Pero un
«muchachas» inconfundible e inimitable. Enganchando la «ch» y dándole
un deje especial y delicioso. Ahora que lo pensaba con más calma, llegué
a la conclusión de que Óskar debía conocerlas, porque recordé que fue
a abordarlas nada más entrar, y, al momento, estaban en nuestra mesa,
Claro, si me las presentó por sus nombres enseguida... Mientras las
saludaba, observé que la tal Clara se sentaba inmediatamente al lado de
Óskar y que Lucía permanecía, como algo azorada, en pié. Me levanté
lentamente, observándola con disimulo. Era un poco más baja que yo y
muy morena y muy guapa, típica tinerfeña. Con una falda muy corta y
una blusa transparente...
- ¡Hola, Martí! ¿En qué estás pensando? Estabas con una expresión
muy risueña...
Lucía acababa de llegar. El cabello moreno mojado cayéndole sobre
los hombros. Un vestido azul corto. Con su amplia sonrisa que casi le
hacía desaparecer los ojos... Estaba muy linda.
- Vaya, Lucía, me has pillado. Estaba pensando en el día en que,
casi aquí mismo, nos presentó Óskar. Por cierto, ya le conocíais, ¿verdad?
- Por supuesto, pero no esperábamos encontrarle aquí. ¿Por qué
lo preguntas?
- Por nada, cavilaciones mías. ¿Qué tal estás?

83
Doce reíalos esotéricos

- ¡Oh! Yo muy bien, -contestó. Eso tú, ¿ya te estás recuperando de


tu depresión? ¿Qué tal por el caserón? ¿Todo en orden?
Sus ojos me miraban con un fuego especial. Entre inquisidores y
burlones. Empezamos a charlar de nuestras ocupaciones actuales.
Cenamos y, en la sobremesa, intenté abordar nuevamente el tema:
- Oye, Lucía. Necesito saber algo más de los dragos del jardín en
el caserón. Quisiera que me ayudaras. Dijiste que te había hecho un
gran favor, y ahora espero que me lo hagas tú a mí...

Me interrumpió. Con una sonrisa maliciosa me dijo:


- ¿Estás, acaso, hablando de sexo?
Me azoré.
- ¡Oh, no, por Dios! Estoy hablando de los dragos que...
- Vale, vale, si ya lo sé, tonto. Es que te pones tan serio... Aparte
que supongo que no estás aquí para nada que no sea amistad. Acabo de
salir de un desengaño muy fuerte y no estoy para hombres... Bueno,
¿qué te pasa con los dragos?
- Bueno, me alegro que seas tan franca. Yo tampoco estoy ahora
para historias aunque he de reconocer que estás para volver loco a
cualquiera.
Vi que se ruborizaba y proseguí.
- Mira, ayer, de noche, observé que los dragos parecían estar en
posición diferente en función del punto en que los miraba. Bajé a verlo y
no observé nada anormal, y al regresar al cuarto de baño, que es desde
donde puedo divisarlos, ¡volvían a estar en otra posición! ¿Puedes
aclarármelo? Lucía, ¿qué pasa ahí?
- Vaya, vaya. Ahora me doy cuenta de que es verdad que no sabes
nada. Entonces Clara y yo hemos estado confundidas todo este tiempo.
Resulta que el único que sabía el secreto era Óskar. ¡Qué curioso!
¡Parecías tan enterado cuando Óskar nos propuso lo de los dragos! Pero,
claro, ahora que recuerdo, tú ya no nos acompañaste al jardín, ¡ya te
pusiste a roncar!
Afortunadamente, no me pareció que lo dijera con resentimiento.
- Vamos, sigue, no te cortes.
- Mira, no puedo seguir. No es algo que se pueda explicar. Hay que
experimentarlo. O te olvidas, o nos vamos al caserón. Tú mismo, ahora o
nunca.

84
•Décimo reíato

Su última frase había sonado con una voz diferente. Sus ojos
brillaban de una forma extraña. Pero estaba seguro que o aprovechaba
esa oportunidad o no se presentaría otra.
- Vamos, vamos ahora mismo.
Una hora después, llegamos al caserón. Eran las once y media.
Lucía fue a saludar a María. Se abrazaron efusivamente.
- ¿Te quedas a dormir? -preguntó María.
- No, no es mi intención. Puedes acostarte, si quieres. Martí me
acompañará de regreso.
- Bien, pero... ¿y si no está en condiciones?
- Puede ser, entonces me llevaré el coche y ya lo devolverá Chano
en la mañana.
- Vale, si es así, de acuerdo, buenas noches.
- Buenas noches, María, contestamos al unísono.
Cuando desapareció de la estancia, Lucía me cogió de la mano y
me llevó hacia el jardín. Iba muy decidida y yo la notaba muy agitada. Al
llegar a la entrada donde empezaba el caminito se paró y me dijo:
- Martí. Silencio total. Haz lo que yo haga exactamente. Si en algún
instante decides renunciar, echa tu espalda fuertemente hacia atrás y
vete. Pero no digas nada, No puedes romper el silencio del momento.
¿De acuerdo?
- De acuerdo, sólo una pregunta, ¿eso mismo te dijo Óskar aquella
noche?
- Eso mismo, palabras textuales. Vamos.
Me cogió nuevamente de la mano y se introdujo en el bosquecillo.
Al llegar al segundo drago me plantó enfrente de él y, haciéndome señal
de silencio y de que mirara fue a plantarse enfrente del famoso tercer
árbol. Estuvo unos minutos en silencio con los ojos cerrados que a mí me
parecieron muy largos. Después me hizo una seña para que hiciera lo
mismo que ella. Yo la miraba de reojo y me di cuenta que era ¡en la misma
posición que cuando miraba al tercer drago desde el cuarto de baño con
la puertecita de espejo abierta!
Ella se quitó los zapatos y el vestido. Yo la imité, y zapatos, pantalón
y camisa reposaron en el suelo. Aspiró profundamente y se apoyó, de
bruces, todo lo larga que era, en la famosa rama-raíz. Hice lo mismo con
una raíz que estaba en mi árbol y que estoy convencido que momentos
antes no estaba. Notaba el roce de la corteza contra mi piel. Ella me miró,
me lanzó una sonrisa de tranquilidad y complicidad y ¡se abrazó fuertemente

85
(Doce reíatos esotéricos

a la rama-raíz! Azorado, hice lo mismo, ya sin mirarla, y sentí como si


entrara dentro del árbol.
No veía nada, sólo sentía. Pero, ¿qué sentía? No era con ninguno
de los sentidos físicos, pues estaban como adormecidos, anulados. Sentía
con el Alma o la consciencia psíquica, no lo sabía en aquél momento.
Parecía como si la savia del árbol, la «sangre de drago» pasara por mis
venas y arterias y transmutara toda mi sangre. Pero, muy raro y curioso,
no tenía pánico, ni tan siquiera miedo. Una especie de paz interna me
sacudió y me di cuenta de que me estaba entrando un extraño sopor. Oí
voces, aunque no sé dónde. Sólo entendí algo así como ¿dónde está el
transductor?. Me dormí profundamente.
Desperté en el sofá del comedor a las tres de la madrugada. Llevaba
puesta una especie de túnica. Inmediatamente entró Lucía. Estaba radiante.
Rezumaba alegría por todas partes, incluso a través del vestido azul que
ya llevaba puesto.
- Vamos, amigo Martí, vístete y llévame a mi casa de Puerto. Corre,
que entro a trabajar a las ocho de la mañana.
Medio aturdido me vestí. Me sentía renovado, diferente. Conforme
iba hacia el coche notaba como si una vitalidad nueva recorriera mi cuerpo.
Me puse al volante y corrimos por la carretera. Casi no hablamos. Sólo,
en un momento determinado, me dijo:
- Martí, ¿estás mejor? ¿Te sientes regenerado?
- Estoy como nunca me había sentido. Sólo se me ocurre una
expresión: maravillosamente.
- ¡Estupendo! No sabes cuánto me alegro por ti.
El silencio cayó en el automóvil hasta que llegamos a Puerto. Me
indicó las calles a seguir hasta que me hizo detener en la puerta de una
casita. Nos bajamos del coche y, acercándose, me puso el índice encima
de los labios.
- No digas nada. Ni a nadie. Si algún día vuelves a Tenerife, ven a
verme. Vivo aquí, sola. Siempre vivo sola. Pero no volveremos a vernos
en este viaje tuyo. Respira el aire de aquí y recuerda la experiencia que
has vivido. Con la consciencia de tu Alma. Cada día la recordarás un
poco más hasta que tengas la secuencia completa. Entonces, vuelve a tu
Barcelona. Ya decidirás algún día si vuelves. Entre tanto sé feliz, libre y
sigue los dictados de tu corazón. Eres un hombre nuevo. Vete en paz.
Me besó en los labios, fugazmente, volvió a colocar su índice en
ellos y desapareció.

86
UNDÉCIMO RELATO

Me gustaría llamar la atención aquí de un Maestro campechano.


Esa sencillez que emana de su biografía y de sus obras me conquistó.
Sabía mucho y lo quiso transmitir a los demás, con sencillez y llanamente
para que todos lo entendieran. Una «avis rara» del ocultismo. Se llamaba
Dr. Gerard Encausse y tenía el sobrenombre místico de «Papus». Su
obra es muy extensa por lo que es difícil poner unas por delante de otras.
Pero hay que tener en cuenta: «Tratado Elemental de Ciencia Oculta»,
«Tratado Metódico de Ciencia Oculta», «La Cábala», «La Ciencia de los
Números» o «La Magia y la Hipnosis», entre tantos otros.

TRANSICIÓN, LA MAL LLAMADA MUERTE

Uno de los secretos mejor guardados, que más ha intrigado al


hombre desde que tiene auto consciencia y, a la vez, que más veces ha
intentado ser des-velado, sin conseguirlo, es el del cambio de cuerpo
físico, por inservible para el propósito del Alma, y recoger otro nuevo
para proseguir en el Sendero, y seguir acumulando las experiencias
necesarias. Es el tema de la Muerte, que tantísimos océanos de tinta
ha hecho correr, que ha angustiado y angustia a millones de seres
humanos... sólo porque no entendemos la economía de la naturaleza.
En primer lugar, recordar, una vez más, que somos seres duales,
o sea, una entidad espiritual dentro de una entidad física. A la larga,

87
(Doce relatos esotéricos

domina siempre la espiritual, de la misma manera que al principio lo


hace la material. Para poder comunicarse el ente espiritual «fabrica»
otro cuerpo de una llamémosle densidad entre uno y otro. Es el cuerpo
psíquico. Este se encarga de transmitir los «recados» desde el ente
espiritual al material y a la inversa. Es el «Mensajero de la Vida». Pero,
claro, debe estar en perfecto estado de uso para un funcionamiento
excelente, pero ¿cómo hacerle las «revisiones» periódicas si la gran
mayoría no tiene consciencia de que existe?...
Cuando el ente espiritual residente en el ser humano advierte que
el cuerpo físico ya no le sirve para sus propósitos por cualquier causa
(vejez, enfermedad, incompatibilidad total entre ambos, etc.),
sencillamente se desprende de él. En ese adiós, al desaparecer del
cuerpo físico el «espíritu» que lo mantenía en cohesión, se deshace.
Ese organismo complejo que mantenía unidos todos sus elementos por
medio de la fuerza de cohesión, vuelve a sus inicios. No muere,
sencillamente los elementos recuperan su estado inicial simple. Eso es
la «Gran Iniciación».
Precisamos ahora una aclaración y esa es ¿qué entendemos por
muerte? La desaparición total del cuerpo físico y de la consciencia de la
entidad que estaba viva y una nada posterior, un «dejar de ser». Bien,
eso es lo que no existe.
El cuerpo psíquico flota, por decirlo así, encima del cuerpo ya
cadáver. Aunque tal vez desorientado, cumple su última misión antes de
convertirse también en sus elementos primarios, o sea, pasa toda la
información que ha creado esa entidad durante su encarnación. Su
«carácter» pasa a engrosar los caracteres de otras encarnaciones y se
añade al alma-personalidad, que es el conjunto y la suma de todas las
encarnaciones pasadas más esta última de esa entidad. Tiene un plazo
para hacerlo, para pasar como en una película a alta velocidad todos
los hechos relevantes de esa vida: tres días.
El Alma vuelve a los Campos Celestiales llevándose consigo su
equipaje: la personalidad. Y a prepararse para una nueva encarnación
si no ha conseguido recuperar el sello de hombre celestial, si aún no se
ha convertido en un Maestro. Así de sencillo, porque las leyes naturales
se nos escapan porque las hemos olvidado y no queremos recordarlas,
pero son eminentemente sencillas.
Cuántas veces me he preguntado... ¿cómo pueden existir seres
que crean que en la transición, en la mal llamada muerte, se deja de
ser? ¿cómo pueden vivir? ¿cómo toman sus decisiones y cómo

88
Undécimo relato

emprenden sus acciones cuando creen que todo es inútil, que no les va
a servir de nada? ¿y cuando se acerca la enfermedad o la Parca? Qué
dificultoso tiene que ser un sinvivir así...
Entresacado del manuscrito del siglo XVII «El Arte de la Meditación
Divina» de Joseph Hall: «¿Qué es entonces esta transición o muerte
excepto el sacar estos palos de los que esta tienda terrena está
compuesta?;¿la separación de dos grandes y viejos amigos, hasta que
se encuentren de nuevo; la liberación de uno por mucho tiempo prisionero;
nuestro viaje a aquél otro mundo, para el cual nosotros y esta senda
fueron hechos; nuestro pago de nuestra primera deuda a la Naturaleza;
el dormir del cuerpo y el despertar del alma?»

SOVNIS: EL ÚLTIMO VIAJE

Otro día más de rutina en el trabajo. Sentado en mi despacho, me


afano en terminar los tediosos balances trimestrales. No estoy contento.
En el fondo de la sala los compañeros cuchichean entre sí y me lanzan
miradas de soslayo. Incluso el gerente está, cosa rara, con ellos.
Estamos todos juntos y todos sabemos que es mi último día de
trabajo porque voy a pasar la transición al día siguiente. Es el momento
de las despedidas y, aunque sabido ya por todos, hay un sentimiento
general de rechazo hacia el fin previsto. Me levanto y me despido de
todos, pero parecería que intentaban obviar el trámite, esquivarlo.
Me quedo extrañamente solo y empiezo a cavilar en lo que ello
significa. Me asalta un sentimiento de angustia casi insoportable, y un
pensamiento aterrador: lo que estoy haciendo en este momento, ya no lo
podré hacer dentro de 24 horas, ya no me será posible. Y pienso,
sucesivamente, en todos los eventos que se aproximan. Ya no me
reincorporaré al trabajo, ya no volveré a hacer el viaje de vuelta; hoy
todavía veré a mi esposa, pero mañana ya no podré, ni a mis hijos,
amigos, etc. etc. Tengo que hacer un gran esfuerzo para mantener la
calma, mientras siento un dolor continuo aunque soportable en el abdomen,
a la altura del diafragma, como si fuese un cinturón muy apretado.
Soy consciente de que el plazo empieza dentro de 24 horas, pero
también sé que puedo demorarlo algunos días con determinación y
argucias, y decido luchar contra mi destino para conseguir esos días de
más. Y, aunque tomo esa irrevocable decisión, siento como voy asumiendo
el inevitable suceso, y me voy tranquilizando más y más.

89
(Doce retatos esotéricos

De regreso a casa, conduzco con extrema prudencia y decido


comportarme con extrema cautela los próximos siete días y quiero
prepararme para el suceso. Al llegar a casa abrazo a mi esposa como no
lo había hecho antes y como nunca volveré a hacerlo... Me corresponde
del mismo modo, con los ojos arrasados en lágrimas. Intento tranquilizarla
pero un nudo me atraviesa la garganta.
- Al día siguiente de mi partida -le digo, intentaré ponerme en
contacto psíquico contigo, con quien esté preparado o con quien haga el
esfuerzo volitivo de estarlo. Pero sólo tendré veinticuatro horas para
intentarlo.
No hay respuesta, sólo una asentimiento con la cabeza mientras
fuertes convulsiones estremecen su pecho...
- Tranquila mujer, aunque yo no lo estoy demasiado. Estaré muy
bien, seguramente mejor de lo que estoy ahora, aunque esta afirmación
sea un tanto egoísta...
Es muy de madrugada. Salgo en dirección al aeropuerto. He dejado
una nota escrita en la mesa del comedor de casa para que la lean cuando
despierten. No encontraba papel para escribir. Rebusco entre los papeles
de mi hija Cris y todos los folios estaban escritos por una cara, con
dibujos infantiles, casi garabatos. He escogido el menos lleno y, en el
anverso, he escrito una estrofa de tres versos. He partido con el sentimiento
de que debería haber sido un cuarteto. Es una dedicatoria postuma de
una poesía sublime.
Al llegar al aeropuerto, el encargado de despachar mi billete no
está. Un compañero suyo pulsa un botón que libera la puerta de entrada y
me entrega un salvoconducto. Voy a una de las salas de espera y me
siento. Llega el encargado titular y oigo como su compañero le explica lo
que ha hecho. Gesticulan acaloradamente. Les doy la espalda y me
sumerjo en mis pensamientos.
Siento que vuelven a acosarme los sentimientos de angustia por las
personas que ya no volveré a ver y por los acontecimientos que ya no se
repetirán. Repaso mentalmente y paso a paso todo aquello que habría
hecho hoy, las personas con las que me hubiera relacionado extrapolándolo
hasta mañana...
A pesar de mi determinación sigo evaluando estos no-
acontecimientos dentro de las próximas veinticuatro horas...
Debo haberme quedado dormido. Me incorporo sobresaltado.
¿Cuánto tiempo hace? Inmediatamente me doy cuenta de que soy
incorpóreo. Me muevo por la sala al sólo mandato de mi deseo. Al principio

90
Undécimo reíhto

siento pánico y angustia que pronto se desvanecen. ¿Acaso no iba a


ocurrirme? ¿No lo tenía ya casi asumido?
Permanezco un rato quieto observando a la multitud que se ha ¡do
agolpando en la sala. Observo el reloj de pared, son las diez de la mañana.
La gente va y viene locamente, cada uno a sus asuntos. Parecen un
hormiguero pisoteado. ¡Cuánta vanidad! ¡Qué pérdida de tiempo! Pienso
que hasta hace poco yo era uno de ellos...
Un grupo se agolpa sobre alguien. Gritan algo pidiendo ayuda. Me
acerco y me veo a mí mismo tirado en la silla, desmadejado. Me veo muy
feo y espantoso. No me gusta la imagen y comprendo que estoy de más.
Recuerdo que me había dicho a mí mismo muchas veces durante mi vida
que cuando muriera haría un esfuerzo volitivo para ir hacía arriba, hacia
la luz. ¿Sería tarde? Miro hacia arriba y veo como un «agujero». Detrás
hay luz, mucha luz. A un pensamiento y ya he pasado por el agujero de
luz. Estoy cegado. Poco a poco van disipándose las brumas, supongo
que de mi mente, y empiezo a ver sombras entre la niebla.
Varios personajes se me acercan sonrientes y amables. Emiten
una sensación de paz inenarrable. Deslumbran. Todo en ellos y en su
alrededor es de un blanco refulgente. El más próximo imprime un
pensamiento en mi mente.
- Bienvenido, ven, te estábamos esperando. Vamos a orientarte por
este mundo para ti desconocido. No temas, ven.
Apenas comprendo el «no temas», cuando la angustia y la impresión
de lo que dejo me abruma de nuevo. El recuerdo de mi incumplida promesa
a mi esposa de despedirme me golpea en el pecho. Tomo una decisión.
Pienso para mis adentros que debo volver y cumplir la promesa, o al
menos intentarlo, pero ¿cómo decírselo a ellos?
- No te preocupes, ya aprenderás a comunicarte con nosotros, -
sus palabras estallan dentro de mi mente- ve y haz lo que crees que
tienes que hacer, cuando vuelvas aquí estaremos esperando para cumplir
nuestra misión.
Pienso en mi esposa e inmediatamente me encuentro en el comedor
de mi casa. (¿O tendría que decir en el comedor de la que fue mi casa?).
Mi esposa está sentada en el sofá con gesto compungido. Alguien trajina
ferozmente en la cocina. La puerta del garaje se cierra con estrépito. Hay
un pulular de gente por las habitaciones, por el jardín, por todas partes.
Los presiento. No me interesan.
Me acerco a ella e intento que me note. En vano. Intento mil maneras
pero sin conseguirlo. Encima me siento muy torpe en mi nuevo estado.

91
<Doce relatos esotéricos

Una intensa emoción y ternura me invaden cuando estoy a un palmo de


ella. Me mira, pero no me ve. Debo estar en su línea de visión. Me asalta
el recuerdo de que le dije que intentaría soplar en su mejilla. Lo hago
instantáneamente pero sin resultado. Me desespero. Vuelvo a intentarlo,
ahora dentro de su oreja y pega un respingo. Insisto de nuevo. Mira hacia
el lugar donde cree que procede el soplo y me obsequia con una ancha
sonrisa, un tanto forzada. Era la señal pactada de reconocimiento...
Al instante me encuentro nuevamente enfrentando a esos seres de
luz.
- Bienvenido. Vamos a comenzar con tu aprendizaje.

92
DUODÉCIMO RELATO

Hemos llegado al final de nuestro primer sendero. Es el final de


una etapa, pero no de la carrera. Sólo cabe esperar una iluminación de
la consciencia que nos haga cambiar nuestra percepción psíquica a un
plano más elevado. Lo habremos conseguido por nuestros propios
medios. Entretanto hemos de vivir con el pensar y actuar correctos,
con el servicio a los demás que están sólo un peldaño más abajo... y
esperar la iniciación Cósmica. Recuerdo aquí a Waltari, Mika Waltari y
su inconmensurable «Sinuhé El Egipcio» (cuánto me decepcionó la
película), Marco el Romano, El Etrusco, El Ángel Sombrío y tantos más.
Si Verne y Rampa son los autores que he leído más veces sobre estos
temas, el Sinuhé de Waltari es, para mí, la mejor novela histórica que
se haya escrito jamás.

ASCENSIÓN E ILUMINACIÓN

Esa es la meta final de todo místico en el Sendero. Que no es más


que el inicio de otro, y otro, y otro hasta... Dios. Es un enorme cambio del
Yo psíquico a una iluminación repentina que hace a la entidad encarnada
elevarse por encima de la ordinaria percepción objetiva. Es una
transformación completa del yo objetivo en el Yo psíquico, con el poder
de traspasar esa frontera a voluntad. Poco o nada más puede decirse
sobre ello, salvo que aquél que lo recibe puede decir con legítimo orgullo

93
(Doce retatos esotéricos

que ha alcanzado la cima del Monte de la Iluminación. Desde su cumbre


podrá ver la siguiente, mucho más alta y mucho más hermosa, cuyo
nombre no me es dado indicar aquí.

ÁRBOL DE LUZ

Como tú sabes muy bien, soy un gran aficionado a la jardinería


espontánea. En mi vergel no hay ningún vegetal sembrado por la mano
del hombre. Comprenderás, pues, mi esfuerzo en identificar y clasificar
aquellos que nacen de semillas robadas a los vecinos próximos o lejanos
con la complicidad de los vientos y las aves. Todo lo más que me permito
es trasplantarlo, una vez reconocido y aceptado, a la parte del jardín en
que, bien pueda adaptarse mejor, bien pueda lucir en toda su maravilla
cósmica.
También entenderás mi gran trabajo en descubrir desde los primeros
brotes la especie exacta para mimarla con todo esmero o para arrancarla
sin contemplaciones, dejando el terreno otra vez libre y abonado como un
inmenso útero fértil a la espera de la nueva semilla que me haga un poco
más feliz.
¡Cuán fácil fue al principio! Como aún no era experto, las dejaba
crecer lo suficiente para un reconocimiento exacto, y no daba abasto a
trasplantarlas.
Mi jardín a las afueras de la gran ciudad comenzó a cobrar vida.
Arboles, arbustos, hierbas y plantas vivaces empezaron a ubicarse en los
rincones y laterales del inmenso terreno, dejando parterres sin vegetación
esparcidos por todas partes.
Llegó un momento en que tuve, muy a pesar mío, que empezar a
seleccionar, y después de muchas dudas, controversias y soliloquios,
eliminé, decididamente, las más abundantes en esa parte del país.
¿Qué mejor clasificación podía hacer? ¿Las menos agraciadas?
¿Las más insignificantes? ¡No sería buen juez para decidirlo! Fue mucho
más sencillo prescindir de aquéllas que podía encontrar justo enfrente.
Pero a partir de ahí, comenzaron las dificultades. ¡Cuán arduo era
conseguir especies nuevas!...
Alenté con la imaginación borrascosas tormentas primaverales que
arrastraran con sus turbulencias, semillas de las planicies altas y del
macizo próximo.

94
(Duodécimo relato

Convertí el jardín en un paraíso para todo tipo de aves, diurnas y


nocturnas, y roedores que comerciaran con semillas, transmutándome
en su guardián e impidiendo el paso y la vida a cualquier tipo de predador
de mis aliados.
Al cabo de doscientos ochenta y ocho años el pensil era una
maravilla. Las especies atesoradas se reproducían bajo mi riguroso control,
y puedo decir con legítimo orgullo que ninguna especie que hubiese
arraigado en mi vergel, hubiera desaparecido luego. Únicamente la
«Hyoscyamus Níger» murió sin descendencia, ocasionándome gran
tristeza. Pero la primavera siguiente me la repuso, sana y radiante, como
explosión y milagro de la madre Naturaleza. ¿Fueron las aves amigas?
¿Los vientos aliados? ¡Qué importaba si yo la tenía de nuevo, libre y
lozana!
Pero el número de especies no crecía. Una pena de impotencia
empañaba en parte mi Alma feliz. Me pasé casi veintiún años barruntando
un nuevo sistema a utilizar, dentro de las reglas, pero no lo encontré.
Felizmente, los hombres mortales acudieron involuntariamente en mi ayuda.
En sus cultivos, varias especies cayeron en desgracia y fueron suplantadas
por otras exóticas o de otras latitudes, porque, decían, se habían puesto
de «moda».
Así, un huerto cercano de higueras y vides se convirtió en productor
de kiwis y aguacates. Un bosquecillo próximo, precioso en su plenitud de
pinos y carrascas, dio paso a unos alineados eucaliptos y a un fracasado
intento de multiplicar rododendros.
¡Y tantos cambios más! ¡Qué locos estaban los mortales! Pero a mí
no me importó lo más mínimo el cambio. Ai contrario, lo alenté con toda la
fuerza de mi pensamiento creador.
Y... ¡Qué felicidad cuando descubrí el primer brote de rododendro
en uno de mis úteros de tierra fértil! Mi ventura volvió a ser completa y
aclaré el velo de tristeza que había empañado mi Alma. No era ninguna
nimiedad. Había estado catorce años sin incrementar especie alguna,
amigo mío.
Pronto al rododendro le siguieron otras especies: eucalipto,
sasafrás, kiwi, aguacate, ginseng y tantos otros que fueron, sin excepción,
a incrementar la colección viva. Fue otra época de trabajo febril analizando
los especímenes, trasplantando los aceptados en su iniciación a la vida y
preparando, revisando y reformando continuamente los úteros de tierra.

95
(Doce reíalos esotéricos

Al cabo de sesenta y nueve años comprobé, alarmado, que la oleada


de nuevas especies remitía. Empezaron a espaciarse más y más hasta
desaparecer de nuevo.
Durante una larga época, otra vez la tediosa tarea de revisar las
plantas germinadas e inutilizarlas todas, ¡sin excepción! Prepararlos úteros,
abonarlos y esperar, esperar, esperar... Sólo el suplir a tiempo las especies
que la vejez o alguna enfermedad eliminaban, me distraía de la rutina sin
fruto. ¡Cuántas horas esperando! ¡Qué de nuevas argucias puestas en
práctica! Pero en vano. Con mis largas pinzas extirpaba como un autómata
las especies que nacían, muy numerosas, eso sí, pero repetidas. Yo
ponía fe, trabajo y paciencia porque «sabía», porque tenía esperanza.
Debo reconocer que en este muy duro periodo me ayudó mucho, en mis
largas horas de espera, la lectura de los innumerables libros que colmaban
mi biblioteca.
Veintiún años exactos después de haber recolectado la última
especie de mi colección de incunables, un siete de julio apareció en el
útero de tierra número doce el débil tallo de una especie que no había
visto jamás. Era... diferente. En aquella primera impresión hubiera
asegurado que era metálica, de un color platino irisado.
Consulté los Archivos Akhásicos y mi sorpresa fue mayúscula al no
descubrir nada. Sin antecedentes. Tuve que catalogarla como especie
desconocida.
¡Con qué cuidado y ansiedad la cuidé! Cuántos días pasados a su
lado sin atreverme a trasplantarla por temor a que se muriera. Le hice un
invernadero en el mismo útero en que germinó y controlaba la humedad y
las condiciones de desarrollo sólo por intuición, mientras la veía crecer.
Tuve que realizar ingentes esfuerzos mentales para no abandonar
el trabajo de tantos años. Tal era la pasión que el nuevo espécimen me
producía. Sólo ansiaba estar a su lado, cuidarlo y observarlo. En esa
época de insomnio, superé mis noches con meditación y contemplación.
Así, con el tiempo, conseguí controlarme y quedar en un estado de
alerta permanente, que me permitía seguir con mis tareas habituales.
Entretanto, el espécimen marcado con «VII-12-8968» iba
desarrollándose y perdiendo su apariencia frágil y adquiriendo otra más
leñosa y consistente. Su tonalidad platino irisado se hacía más patente.
Su crecimiento sólo podría catalogarlo de inconmensurable.
Han transcurrido treinta y seis años desde aquél mes de julio y los
inmensos árboles que entonces le cobijaran con su sombra, son ahora
sólo dignos bufones del magnífico rey de veintitrés metros de diámetro y

96
(Duodécimo reíato

más de doscientos de alto. Ni que decir tiene que tuve que trasplantar de
los úteros colindantes todas las plantas para evitar que se murieran.
Las ramas penden hacia abajo simétricamente y se ensanchan
cada vez más al acercarse a la base. Su aspecto metálico se realza
cuando el sol le hiere de lleno o cuando la luna brilla en noche despejada.
Al único árbol conocido con el que le encuentro cierto parecido es el
«Cedrus Glauca», aunque con diferencias notables en la luminosidad, en
el tronco, en su silencio...
La noche pasada ha sido particularmente oscura. Un inmenso manto
de negras nubes cubría el cielo amenazando diluviar. Pero en mi terreno
había luz como de día radiante. Emanaba del árbol como si fuera fuente
de luz propia. Una luz extraña, magnífica, diferente... Si pudieras mezclar
en tu imaginación el platino irisado de sus placas de reverberación, la luz
del Sol y el brillo reflejado de la Luna, como en una gigantesca paleta,
tendrías el color exacto.
La corteza del árbol asemejaba una inmensa serpiente escamosa
de luces parpadeantes arriba y abajo. Las ramas eran perfectamente
simétricas y sus luces giratorias. Pero el silencio... ¡había desaparecido!
Un murmullo de fondo, un fragor de las entrañas del árbol me llenaba de
estupor y de maravilla. Sentí la impresión de que el árbol estaba habitado.
Un sopor extraño me cerró los ojos e imaginé un tropel de pequeños
seres afanándose en sus tareas. Una actividad febril, para mí desconocida,
les embargaba. Las órdenes ladraban furiosas por megáfonos invisibles.
De pronto, algo así como un temblor que brotara de las entrañas de la
tierra, un rugido como de un terremoto que fue subiendo en intensidad
hasta alcanzar cotas casi inaguantables. Luego una voz y de nuevo el
silencio total que me ha despertado.
Me he encontrado apoyado en un tronco enfrente del «Árbol de
Luz», ahora silencioso y envuelto en las negras tinieblas de la noche
oscura. Pero yo ya no tengo tinieblas en mi mente.
Cuando leas estas líneas, amigo, ya no estaré, pero coge tu hatillo,
pues ha terminado también tu larga espera. Ven a mi terreno y aposéntate
en él. Ya sabes lo que debes hacer, ya sabes cuál es tu misión. En eso
serás más afortunado que yo.
Te diré lo que verás al llegar. Un inmenso terreno desértico, como
calcinado, yermo. Cuando el desánimo por esa desolación quiera hacer
mella en ti, entra dentro de los límites de los que ya no podrás salir.
Sentirás que estás en otro lugar, y eso te dará paz. Y si todavía no estás
seguro, si no sabes por donde empezar, espera la noche y mira

97
(Doce relatos esotéricos

intensamente al cielo. Cuando tus ojos físicos ya no puedan ver de puro


cansancio, mira con los de tu mente psíquica. Verás un algo luminoso
que se pierde por la galaxia rumbo a mundos diferentes en donde poder
continuar.

98
EPÍLOGO

Querido y pacientísimo lector. No pienses que sólo he leído. Leer


es importante, muy importante. Pero es más importante llegara tus propias
conclusiones en una perfecta «leaison» entre lo que lees (las conclusiones
de los demás, por Maestros que sean), y tus propias conclusiones. El
pensamiento se origina en el cerebro físico y es una interacción entre la
energía psíquica y la energía del Alma. Ello es muy valioso porque es tu
propio pensamiento, tus propias conclusiones. Cuando pones en
funcionamiento perfecto el triángulo perfecto del ensamblaje entre tu
Consciencia Psíquica, tu Maestro Interno o Súper Yo, y la Consciencia
Cósmica, los resultados son, además de propios, impresionantes. Tienes
la sensación de que, encima, son originales. Es como si el «Conocimiento»
estuviera por encima del «mar de nubes» que se ve desde un avión, y
que tu esfuerzo volitivo personal pudiera atravesarlo, asomando la cabeza.
Ves una porción, tú porción. Pero los demás también pueden ver «su»
porción. Diferente, pero tan verdadera como la tuya. Si lo meditas, ello
explica muchas, muchas cosas.
La clave está en el libre albedrío. Ese don divino, ese regalo Cósmico
al ser humano, esa magnífica herramienta que debidamente usada puede
sacarnos del inmenso pozo en que nosotros mismos hemos caído. Esa
facultad viva dentro del ser humano es la mayor demostración de la
existencia de Dios que, a pesar de nuestros errores, nos permite el camino
de retorno. Hay que usarlo con sabiduría. Añadiéndole determinación y
fuerza de voluntad conseguiremos todo aquello que nos propongamos.

99
<Doce relatos esotéricos

Cada decisión en la vida, mediante el libre albedrío, se transforma en un


paso adelante o atrás en el sendero. Muchas veces el paso atrás es la
decisión más fácil, o más cómoda, o más placentera. El paso adelante
más duro, más ingrato, más desagradable. Pero sólo es en el primer
momento, porque inmediatamente nos embarga la íntima satisfacción de
haber hecho lo correcto y de estar un poco más cerca de la meta final.
Hermanos en el Sendero, buscadores, lo sepáis o no. Una gran
clave para el conocimiento es el axioma de HermesTrismegisto «como es
arriba, asi es abajo»; usadlo siempre en todas las analogías que os
planteéis, pues sólo a través de la analogía podemos llegar a la deducción
de las verdades eternas. Hemos de basarnos en nuestras verdades relativas,
y a medida que caen, se descartan y creamos nuevas, van quedando
como posos preciosos, las verdades absolutas. Meditad mucho sobre
ello. Todos estamos en el mismo punto dentro de esta humanidad. Un
peldaño más o menos... ¡Ojalá estas pequeñas palabras os sirvan para
ahondar más en vuestro personal conocimiento! Debemos leer, pensar y
meditar. El resultado serán nuestras conclusiones. Y sólo ellas nos pueden
elevar en el Camino hacia Dios, que es el único Camino de la misma
forma de que Él es el único Dios. «Yo soy el Camino» dijo el Cristo. Esa
es su herencia. Ese es su regalo, su don divino. Porque se diga o no. Se
insinúe o no. Se crea o no. O somos y estamos con Él, o dejamos de ser.
Y esa es ya, nuestra segunda y última oportunidad...

Martí Dabán i Canaleta


09/07/08

100
Otros Títulos
de la colección
Rosa-cruz
otros títulos de le eoleeeióy roseeruz

El Sendero Místico (144 pág.)


por Raymond Andrea
Este libro es una guía para ayudar a atravesar el portal de la Inicia­
ción. El autor introduce al candidato en los estados de consciencia
y experiencias que debe conocer aquel que se aventura en el Sen­
dero Místico, entre los temas tratados se encuentran: Meditación,
Contemplación. Despertar de la Consciencia, La Noche Oscura del
Alma. La Participación Mística, La Unión Mística ...

Que Así Sea! (144 pág.)


por Christian Bemard
El Autor ha seleccionado en esta obra algunos de los temas rela­
cionados con la espiritualidad y la filosofía, expuestos en numero­
sas Convenciones Rosacruces, a fin de que los buscadores
interesados en el misticismo tengan la oportunidad de conocer en
profundidad la sabiduría contenida en la Tradición rosacruz.

La Ontología Rosa-Cruz (120 pág.)


por Serge Toussaint
Serge Toussaint, Gran Maestro de la Antigua y Mística Orden de la
Rosa Cruz, ha escrito en este libro una magnífica presentación de ;
la Filosofía Rosacruz.
Basado en las 12 Leyes Místicas Fundamentales, permite un acer­
camiento a algunos de los temas que son tratados en las enseñanzas
de ésta Orden Tradicional e Iniciática, tales como la Naturaleza Hu­
mana y sus relaciones con Dios, la Finalidad Espiritual de la vida, los Misterios del
Nacimiento y de la Muerte, el Karma, la Reencarnación y los Maestros Cósmicos.

La Técnica del Maestro (117pág.)


por Raymund Andrea
Conviene desterrar la idea tan difundida de que el progreso espiri­
tual podría depender exclusivamente de la meditación. La Tradición
rosacruz reconoce por completo esta dualidad del desarrollo, gra­
cias a la cual el neófito se prepara para recibir la Iniciación Cósmica
y para convertirse en discípulo de! Maestro. En este libro el autor
no pretende la meditación sobre el ser, sino la utilización del ser, po­
niendo de relieve los principios fundamentales y el método esotérico empleados por
el Maestro durante la preparación del discípulo, que debe aprender a vivir la vida dia­
ria, según su propia ley, en el mundo cotidiano.

ediciones rosacruces
otros títulos de la eoleseiÓQ rosaertiz

La Orden de la Rosa-Cruz A.M.O.R.C. responde


(156 pág)
Este libro se compone de una serie de preguntas, seleccionadas de
entre las que se plantean más frecuentemente en las conferencias
que dicta regularmente la A.M.O.R.C. Al leerlas con atención, el
lector podrá familiarizarse con el Rosacrucismo y evaluar hasta
qué punto la Tradición Rosacruz se convierte en vehículo de una
filosofía y una enseñanza extraordinarias, que desde hace siglos.
la Orden de la Rosa-Cruz viene perpetuando en las enseñanzas que los Iniciados de
la antigüedad le transmitieron.

El Dominio del Destino con los Ciclos de la Vida (163 pág.)


por H. Spencer Lewis
Este libro es único en su especie y se diferencia de cualquier otra
publicación aparecida en América sobre el particular. Trata acerca
de los períodos cíclicos desconocidos que funcionan en la vida de
todo ser humano y explica cómo influyen las Fuerzas Cósmicas
en nuestros asuntos diarios.
Esta obra enseña a aprovechar los ciclos favorables para lograr
buenos resultados, para alcanzar la salud, la felicidad y la prosperidad; también nos
indica los períodos en los cuales deberíamos abstenemos de actuar, a fin de no fra­
casar en nuestros propósitos. No tiene nada que ver con astrología ni con ningún
sistema de decir la buenaventura, pero nos explica el método empleado desde hace
mucho tiempo por los maestros místicos del Oriente para aplicar las leyes que rigen
la vida, las cuales son absolutamente científicas y demostrables. Una lectura del ín­
dice y los cuadros que contiene nos ayudan a suprimir de nuestra vida el factor de
la suerte o el destino y nos dará la clave para dominarlo.

Envenenamiento Mental (69 pág.)


por H. Spencer Lewis
A diario transitan por los caminos almas torturadas, seres humanos
que han perdido la fe en si mismos y cuyos pensamientos han sido
contaminados por miasmas invisibles: las supersticiones y los pre­
juicios adquiridos.
¿Pueden la envidia, el odio y los celos proyectarse a través del es­
pacio y ser transmitidos de una mente a otra? ¿Pueden los malos
deseos y las maldiciones formuladas en un momento de exaltación formar una
tromba arrolladura para arrasar a seres indefensos?. Anualmente millones de indivi­
duos son victimas de todas estas malas influencias. Este libro escrito por el Dr. H.
Spencer Lewis expone claramente este interesante problema psicológico, constitu­
yendo una revelación extraordinaria.
otros títulos de la GoleeoiÓQ rosaeruz

La Trilogía Rosacruz (321 pág.)


La Orden de la Rosacruz, que había permanecido voluntariamente
desconocida durante siglos, revela su existencia a comienzos del
siglo XVII, por medio de tres enigmáticos manifiestos publicados
en Alemania: La “Fama Fralemitatis” (1614), la “Confessio Fra-
ternitatis” (1615) y las “Bodas Químicas de Christian Rosen­
kreutz” (1616),
La “Fama Fratemitatis”, precisa de una manera que a veces es alu­
siva y otras muy concreta, la vida y la búsqueda mística de Christian Rosenkreutz
(“heredero” de la familia germánica R+C).
La “Confessio Fratemitatis” proporciona en el año 1615 ciertas precisiones sobre la
Fama e igualmente, sobre los comienzos de la Orden de la Rosacruz.
En 1616 aparecen “Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz”, relato alegórico
-aunque en nuestros días todavía sea considerado por muchos como un texto exclu­
sivamente histórico- sobre la naturaleza profunda y real de la Fraternidad Rosacruz.
Esta Trilogía continúa siendo, tanto ahora como en el siglo XVII, un texto fundamen­
tal para aquellos que desean conocer a esta antigua Fraternidad mística y a los ideales
que propaga desde hace muchos siglos.
Cómo llegar a ser un Alquimista (301 pág.)
F. Jollivert Castelot 1 tt&rvt

Este autor escribió sus conocimientos para los ciéntifícos, para


los Rosacruces y también para los Iniciados de la Mística racio­
nal.
Todos encontrarán alguna página que sea de su interés, una parte
que forma un TODO en sí misma, aunque para los Iniciados las
tres partes del libro ermazcan íntima y necesariamente unidas pro­
porcionando la verdadera Sabiduría de la Ciencia y la Verdad.
Ha llegado el momento de exponer brevemente, pero en su conjunto la doctrina Al-
química, e indicar a los espíritos leales y de buena voluntad como llegar a ser un al­
quimista.
Misión Cósmica Cumplida (240 pág).
por Ralph M. Lewis
¿Fue la vida de Harvey Spencer Lewis cósmicamente ordenada?
¿Fue solamente una coincidencia que este hombre poseyera tantos
talentos que fueran necesarios para su alto cometido? Unos pocos
hombres de hoy -en un mundo impregnado de materialismo- han
luchado tan arduamente y durante tanto tiempo para mantener
vivas las más altas motivaciones psíquicas del género humano.
Esta es la vivida historia de un moderno místico como la cuenta su hijo, que estuvo
estrechamente asociado con él en su trabajo. Está llena de anotaciones personales e
íntimas observaciones dentro del carácter, personalidad y mente de este gran hombre.
Es una aventura mística que habla de iniciaciones, pruebas y juicios e iluminación
mística.
ediciones rosacruces
otros títulos de la eoleeeiói) rosaeruz

El estrés (144 pág.)


por el Dr. Paul Dupont

Se puede definir el estrés a la luz de los conocimientos tradicionales.


De este modo, sirve de punto de partida para una investigación inte­
rior que puede llevar al descubrimiento de sí mismo. Los trabajos del
Consejo Internacional de la Investigación Rosaeruz han permitido
concretar la relación que existe entre nuestra salud y el estrés. Por
otro lado, enseñan a dominar el estrés con la práctica de algunos principios esotéricos
relacionados con la relajación, la visualización y la alquimia mental.

El Universo de los Números (167 pág).


por R.M.Lewis

En la mística, los números son una expresión de la relación que hay


entre la unidad y la multiplicidad, del orden y de la multiplicidad.
Estudiar conceptos de la naturaleza de la unidad o la diada, por ejem­
plo, ayuda mucho para comprender la naturaleza de la Unidad como
representación de lo absoluto y la dualidad del hombre y el

En Vos Confío (179 pág.)


Revisado por Sri Ramatherio

Obra rica en simbolismo y cargada del conocimiento de las leyes


místicas más elevadas, constituye una fuente de meditación para cada
individuo:
“Dondequiera que brille el sol, dondequiera que sople el viento, don­
dequiera que haya un oído para escuchar y una consciencia para con­
cebir, que los preceptos de la vida sean desvelados, que las máximas de la verdad
sean honradas y obedecidas".

Los Sueños, Mensajeros del Alma (148 pág.)


por R. Blais (NOVEDAD)

Este libro nos hace descubrir el arte de interpretar los sueños a la luz
de la psicología y de la espiritualidad. Un sueño no interpretado puede
compararse a una letra no descifrada. Es el alma que nos relaciona
con la memoria universal y almacena nuestros recuerdos personales.
También es la que percibe nuestros desequilibrios y elabora los guio­
nes oníricos que nos ayudarán a corregirlos.
otros títulos de la eoleeeióp rosaeruz

La Técnica del Discípulo (117pág.)


por Raymund Andrea
El discípulo, cuando ha entrado en el sendero de la rea-lización es­
piritual, aprende a desplazar el interés que había centrado en el Ser
objetivo hacia su Ser interno, cuyo control se va afirmando pro­
gresivamente y lo introduce en nuevos campos de consciencia. En
cierto modo esculpe su personalidad, para que se convierta algún
día en el instrumento privilegiado de su alma. En esta obra, que es
la continuación lógica de (La técnica de! Maestro), el autor analiza los diferentes
aspectos de esta alquimia espiritual, expone sus requerimientos y nos enseña la im­
portancia que tiene el servicio y la función exacta que deben cumplir la voluntad y
la iniciativa del discípulo.

La Herencia Espiritual del Antiguo Egipto (224 pág.)


por CH. Larré (NOVEDAD)
Bebiendo de todas las fuentes disponibles, tanto las de la egiptolo­
gía científica como de las grandes Tradiciones, se recurre también
a la psicología para aclarar la naturaleza y el origen de los mitos y
las alegorías. De este modo, guiándonos a través de las diferentes
fases de la civilización egipcia, hace que asistamos al despertar
progresivo de la consciencia humana.

Las Moradas del alma (224pág.)


por H.S.Lewis
Este libro revela, de manera sorprendente los innumerables hechos
que apoyan la reencarnación. Las citas de eminentes autoridades,
de obras sagradas y de la Biblia corroboran esta doctrina. Este vo­
lumen PRUEBA la reencarnación. Revela el hecho de que Jesús y
sus discípulos conocían todos los hechos referentes a la reencarna­
ción y se refirieron a ella en sus enseñanzas.

A través del Ojo de la Mente (215 pág.)


por Ralph M. Lewis
Como la mente lo ve, así debe ser la conclusión final con respecto
a cualquier decisión importante que deba hacerse. El verdadero co­
O|o
nocimiento es el juicio definitivo de la experiencia. Así mismo, las
opiniones e ideas opuestas con frecuencia son el factor determi­
nante en cuanto al valor de lo que consideramos verdadero. La vi­
sión de su ojo mental -la intuición y razón de éste- puede
seleccionar para usted lo mejor de los pensamientos de otras personas. Cada capítulo
es un tema separado, para ser evaluado por sí mismo. Por lo tanto, puede empezar
por cualquiera de ellos obteniendo una idea completa del tema si tener que referirse
a otros capítulos.
ediciones rosacruces
otros títulos do lo ooleesiÓQ rosaeruz

La Consciencia de la Ciencia (332 pág.)


por W.J.Albersheim
Albersheim, está entre otros títulos, doctorado en ingeniería eléctrica
en 1.924, en el Instituto de Tecnología de Aquisgran (Alemania).
Como ya no hay nadie que refleje toda la filosofía Rosacruz, estos
ensayos pueden considerarse como la obra de un estudioso especial
de la enseñanzas Rosacruces. Su interpretación en estos ensayos de
la Naturaleza Cósmica a través de la ciencia gustan por sí mismos a todo el mundo.

La Búsqueda del Grial,


búsqueda de la transcendencia (180 pág.)
por Earle de Motte (NOVEDAD)
Earle de Motte fue un tutor de Método de Historia y es el autor de
“Japan and India”. Ha sido Clollege Principal y Gran Councillor de
la Orden Rosacruz, AMORC, y actualmente es un conferenciante de
la Rosicrucian Academy of the Australasian Grand Lodge.
Su principal campo de investigación en este tema es la historia, la simbología y la
literatura del Grial en la Tradición del Occidental del Misterio. Ha viajado por Eu­
ropa, Oriente Medio y Sur de Asia, visitando muchos enclaves históricos relevantes
para los estudios rosacruces y del Grial.

El Discípulo y Shamballa (86 pág.)


por Raymund Andrea(NOVEDAD)
¿Qué es Shamballa? Centro de energías sobrehumanas y de persona­
lidades de Maestros, Shamballa es también el centro de donde emana
la orientación de la evolución de la humanidad. El Díscipulo ya
avanzado en ei Sendero puede, si demuestra tener una voluntad es­
piritual inflexible, prepararse para participar en la obra de Shamballa:
de esta forma, con la ayuda de los Maestros que lo observan, testimonian y guian,
se convierte en un verdadero servidor.

Los puntitos azules de Dios (63pág.)


por G. Bourkis
¿Como explicar a Dios a los niños? Bajo la forma de un relato ani­
mado, con un vocabulario y un estilo ai alcance de todos, esta obrita
maravillosa pretende dar al niño una dirección en sus reflexiones,
respetando siempre su naturaleza interior y sus facultades. Los adul­
tos econtraran tanto enriquecimiento como los niños con la lectura
de esta obra, que es un modelo en su género
otros títulos de la eoleeeiói) rosaoruz

El Hombre Nuevo(302 pág.) .


por Louis Claude de Saint-Martin
El autor aplicó sus conocimientos para recordar a los hombres su ori­
gen divino, con el fin de incitarlos a seguir el camino de la reintegra- -
ción. Efectivamente, desde la caída de Adán, el hombre está como
aprisionado dentro de su envoltura terrenal.
¿Como puede liberarse de esta situación y salir de este “Hombre
Viejo” para renacer en espíritu en un “Hombre Nuevo”? En este libro, Saint-Martin
responde a esta pregunta e indica el camino que debemos seguir para engendrar den­
tro de nosotros ese ser purificado que ha de devolver al hombre su verdadera di­
mensión.

El libro de Jasher (189 pág.)


Anónimo
Uno de los libros sagrados perdidos y buscados desde hace mucho
tiempo, que debería estar incluido entre los libros de la Biblia; pero
fue excluido como otros muchos. Además de las dos referencias al
“Libro de Jasher” que se pueden encontrar en los demás libros de la
Biblia, hay referencias históricas a este manuscrito perdido y es evi­
dente que, en lo últimos siglos, se han emitido muchas hipótesis para explicar por
qué y cómo el “Libro de Jasher” ha estado perdido, oculto o suprimido.

Tratado de la Reintegración de los seres (369 pág) >“—


por L.C. de Saint-Martin
Constituye el texto fundador del Martinismo, y un monumento al
esoterismo, ocultismo, teosofía y teurgia. PRIMERA edición AU­
TENTICA y preparada. A todos los hombres, y a algunos en espe- '
cial, les corresponde “operar”, en compañía de los ángeles fieles,
con la Gracia de Dios y según sus instrucciones para estar reconci­
liados y ayudar a la “reconciliación” del género humano. ¿Como se ha hecho ne­
cesaria esta “reintegración”? Un maestro de iniciación Martines de Pasqually,
responde.

Utilización práctica de los complementos alimentarios (178 pág.)


por el Dr.Paul Dupont
Este libro es una verdadera guía concebida para toda la familia. En
él encontrará la información indispensable para conocer rápidamente
los complementos alimentarios apropiados, cualquiera que sea su
edad.
Una alimentación sana y adecuada aporta las vitaminas, los oligoe-
lementos y los minerales útiles para nuestro equilibrio físico, psicológico y psíquico.
Pero algunos estudios recientes han disparado la alarma: nuestras necesidades ya no
están cubiertas y las carencias cada vez más frecuentes de vitaminas y oligoele-
mentos producen transtomos o enfermedades a cualquier edad de la vida.
ediciones rosacruces
Martí Daban

Nació en Barcelona en 1947. Estudio Ingeniería Edénica Mercantil y Dirección y


Administración de Empresas.

A lo largo de los años ha desarrollado sus inquietudes literarias y en ésta, su primera


obra, ha querido guiarnos a través de sus propias experiencias hacia el camino del
misticismo y de la filosofía, que tanto le interesan.

La Revista «El ROSACRUZ». publicó uno de sus relatos, bajo el título de «La
Luciérnaga», en su edición número 50 invierno 2005.

En la actualidad, está trabajando en una novela histórica. Una trilogía sobre una de
las civilizaciones más antiguas y misteriosas de nuestro planeta Tierra...

Doce Relatos Esotéricos

«Este libro va dirigido a todos los buscadores... y a los que no saben que lo son.
Hace tiempo que encontré mi camino y ya no lo he dejado. Ya no lo dejaré. Mi
inquietud va por todos aquellos que aún no lo han encontrado. Porque sé que.
inexorablemente, todo ser humano debe embarcarse, tarde o temprano, en una
encarnación u otra, en su camino. Quisiera ayudarles. Dando pistas. Esparciendo
semillas que. transportadas por el viento de la inspiración y de la intuición, germinen
en las consciencias. I {ablando de mi propia experiencia que tal vez sirva a algunos.
Sólo para empistar. A todos aquellos que hay an superado la «religión» del fanatismo
o la de la ay uda multitudinaria. A todos aquellos que se encuentren en la «religión»
de la búsqueda personal y todavía no lo tienen claro. A todos ellos van estos relatos...

He intentado compaginar mi experiencia personal con cada etapa del camino y el


relato correspondiente encadenado con esa etapa y con alguno de los Maestros que
más han influido en mi propia evolución. Espero que su lectura sea un trampolín
para todos aquellos que. sin saberlo, quieren adentrarse o profundizar en los primeros
peldaños del misticismo, conv irtiendo el resultado en una filosofía de v ida propia.»

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