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Del autor.de
La alegría 1 lj
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TÚ'
mismo
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AMA Y HAZ LO QUE

KIER
OBRAS DEL MISMO AUTOR:

La Alegría de Ser Tú Mismo.


Vivir como Persona. ¿Ser algo.. .o Ser Alguien?
Hacia la Verdad de Tí Mismo.
...Pero mi Voz me Dice...
Somos Amor.
Invitación a Vivir Plenamente. Siete pasos decisivos
y eficaces para vivir en plenitud.
Tu Vida Tiene Sentido.
Mensajes de Verdad.
Mensajes de Amor.
Mensajes de Realización.
OBRAS D EL MISMO AUTOR:

La Alegría de Ser Tú Mismo.


Vivir como Persona. ¿Ser algo.. .o Ser Alguien?
Hacia la Verdad de Tí Mismo.
...Pero mi Voz me Dice...
Somos Amor.
Invitación a Vivir Plenamente. Siete pasos decisivos
y eficaces para vivir en plenitud.
Tu Vida Tiene Sentido.
Mensajes de Verdad.
Mensajes de Amor.
Mensajes de Realización.
AMA
y haz
lo que quieras
DARIO
LOSTADO

D E C IM A E D IC IO N
AMA
y haz
lo que quieras

EDITORIAL KIER S.A.


Av. Santa Fe 1260
(1059) Buenos Aires - Argentina
Se hallan reservados todos los derechos. Sin autorización escrita del
editor, queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquiermedio-mecánico,electrónicoy/uotro-y su distribución mediante
alquiler o préstamo públicos.

Ediciones en castellano:
Editorial Kier S.A.; Buenos Aires
1a. edición: Diciembre 1986
2a. edición: Enero 1987
3a. edición: Noviembre 1987
4a. edición: Enero 1989
5a. edición: Enero 1990
6a. edición: Octubre 1990
7a. edición: Septiembre 1991
8a. edición: Julio 1992
9a. edición: Diciembre 1993
10a. edición: Enero 1996
Tipografía:
Cálamus
Dibujo de tapa y diagramación:
Baldessari
LIBRO DE EDICION ARGENTINA
I.S.B.N.: 950-17-0980-9
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
© 1996 by Editorial Kier S.A. Buenos Aires
Impreso en la Argentina
Printed in Argentina
Dedicatoria
A m i querida y sencilla madre
que ya no está físicamente entre nosotros.

Y en ella a todos los que buscan con


sinceridad la Verdad de s í mismos
en sí mismos.
Escucha
un momento
(A modo de prólogo)

Lo que presento y entrego en estas páginas no son ense­


ñanzas.
Yo no pretendo ser maestro de nadie.
Te presento mis reflexiones. Las reflexiones sobre el
camino de un caminante.
Es muy posible que algunos que están caminando su
propio camino, más o menos cercano al mío, encuentren al­
guna luz y ayuda en mis vivencias y reflexiones.
Yo te anuncio un milagro.
Tu vida diaria, monótona y estéril hasta ahora, puede
convertirse en un milagro vivo, constante, el gran milagro que
transformará la pesada y triste oscuridad de tus días grises en
claridad luminosa y radiante.
Te anuncio el milagro del amor, el milagro de tu amor.
El milagro no lo harán las ideas, pensamientos u orienta­
ciones que encuentres aquí. No.
Tu v i d a ya es un milagro. Sólo tienes que vivirla como
9
ella ES. No desde tus pequeñas, raquíticas y aprisionado-
ras ideas y preocupaciones estériles.
La vida del ser humano es, debe ser, un constante ser
consciente y amar.
El ser humano sólo vive cuando ama.
El vivir verdadero de la persona, como persona, es es­
tar naciendo y despertando en cada momento con conciencia
clara al amor siempre antiguo y siempre joven.
Nacer y despertar cada día, cada instante a un nuevo
y mayor amor, a una nueva y mayor verdad.
Sería una audacia infantil y torpe pretender enseñar a
amar a alguien.
Pero me parece posible y útil ayudar a despertar, encen­
diendo una luz pequeña, pero clara que pueda ayudar a ver
la verdad.
Sócrates se consideraba como un partero que ayudaba
a los hombres a nacer la verdad en sí mismos.
Yo quisiera ayudarte a que des a luz el amor que ya eres
dentro de tí. Sólo debes darte cuenta de que el amor ya está
en tí. Exprésalo. Ama. No pongas obstáculos mentales para
que aparezca y se exprese esa realidad que tú eres.
Si tuvieras que adquirir, conseguir algo de fuera que
cuesta dinero o requiere muchos conocimientos, quizás en­
tonces podrías tener alguna razón o motivos para que tu vi­
da siguiera siendo árida, triste y sin amor.
Pero nadie tiene que darte nada.
Nadie tiene que prestarte nada.
Nadie tiene que hacer nada para que se obre en tí el gran
milagro.
Sólo depende de tí.
Sólo tienes que expresar lo que ya tienes, lo que ya
ERES.
A mí sólo me toca la misión de descubrírtelo, de decír­
telo.
Cuando escribí “La alegría de ser tú mismo ”, algunos
me llamaron idealista y soñador iluso. Decían que lo que yo

10
propongo en ése libro es un bello ideal de “lo que debería
ser”. Pero que eso no lo hace nadie, que nadie es así.
Yo pregunto: ¿De quién depende que tú o yo seamos
así o de otra manera? Sólo de tí y de mí. '
Es verdad que las circunstancias favorecen u obstaculi­
zan nuestro trabajo. Pero en última instancia, tu vida es tu­
ya y mi vida es mía. Nuestra vida será, debe ser, como noso­
tros decidamos que sea.
Si esperamos a que los demás sean buenos y nos amen
para nosotros ser buenos y amar, nunca amaremos y nunca
llegaremos a nada, ni siquiera a vivir como personas.
Quizás a ésto se debe el que nuestra vida se arrastre tan­
tos y tantos días en esa gris y pesada monotonía que nos pa­
raliza y deprime.
Nos pasamos los días y las noches esperando estímulos
agradables que no llegan. Y a veces cuando aparentemente
han llegado, nos desilusionan porque eran falsas apariencias.
No son lo que esperábamos.
Tu vida sólo tú la puedes y la debes vivir. No por lo que
te den los demás o lo que sean los demás sino por lo que tú
eres. Desde lo que tú eres.
El Creador no se equivocó contigo.
Despierta ¡
Eres mucho más capaz de lo que has creído hasta ahora.
Tu capacidad de amar es infinita.
En cuanto empieces a desarrollar y expresar esa capaci­
dad de amar empezará el milagro de tu vida.
Nadie puede vivir por tí.
Nadie puede amar por tí.
Tu vida es insustituiblemente tuya.
Tu amor es insoslayablemente tuyo.
Es una tentación fácil y frecuentemente vemos cómo se
dan consejos y orientaciones, y dicen cuándo, cómo y a quién
se debe amar y dejar de amar.
Casi todos pretendemos ser maestros y doctores en amor.
Se enseña y se aprende a amar a través de las telenovelas,
11
1

canciones y folletones sentimentaloides de la T. V., del cine y


la literatura barata.
Pero la palabra amor es una palabra equívoca.
A cualquier cosa se le llama amor. Desde el deseo más
bajo, ruin y egoísta, hasta el fino, sincero y profundo amor de
entrega total.
Muchas veces hemos creído que nuestra vida se estaba
moviendo a impulsos de amor verdadero cuando en realidad
era un autoengaño egoísta de amor interesado y por eso nues­
tro vivir diario se ha ido arrastrando en esa monotonía es­
téril y paralizadora que nos ha impedido descubrir el infinito
y fecundo gozo de amar de verdad.
Yo quiero ayudarte a descubrir la verdad y el error
de tu amor diario.
Somos caminantes en la misma ruta. Tú, yo y muchos
otros.
Más aún. Todos somos caminantes en el mismo camino,
incluso aquellos que no lo saben o no se dan cuenta y tam ­
bién aquellos que aparentemente pareciera que no persiguen
el mismo fin ni se dirigen a la misma meta. Es que muchos
se quedan paralizados o encandilados en el camino con mil
y mil luces fugaces, entretenidos en banalidades. Pero en el
fondo buscan lo mismo. En algún momento despertarán.
Mis pensamientos y vivencias pueden servirte de ayuda.
También las tuyas pueden servirme a mí, como me han
servido las de tantos compañeros de viaje.
¡ ¡ ¡Somos tan iguales y tan distintos!!!
¡ ¡ ¡Somos tan iguales en lo profundo, en lo verdadero y
tan distintos en lo periférico, en las formas cambiantes!!!
Yo no escribo ni hablo para gente muy especializada
y distinguida en ciencias y cultura. No.
Yo hablo y escribo para la gente normal que vive y ca­
mina y quiere vivir y caminar un poco más despierto, un po­
co más consciente, un poco más libre y liberada.
Escribo para las personas que quieren dejar de ser gente-
masa.
12
Escribo para que tú seas más tú mismo. Para que no te
dejes engullir en la masa amorfa que todo lo aprisiona y des­
personaliza.
En estos tiempos en que se levantan tantas pancartas y
banderas y se gritan tantos slogans de asociacionismos, so­
lidaridad, comunicación, derechos humanos... (porque todo
eso queda bien...) yo te invito a vivir y levantar una sencilla
pancarta, pero la única capaz de transformar tu vida y el
mundo: a m a . Ama sin selectivismo o exclusivismo, sin inte­
reses ni condiciones.
Sé y expresa lo que eres en el fondo de tí mismo.
Vive el amor que eres y exprésalo en actos amorosos.
Y entonces sí que el milagro del amor será una reali­
dad en tí y la rosa del amor florecerá en tí cualquier amane­
cer.

13
Para quién
es este libro
Este libro está escrito para todos aquellos que quieren
vivir su vida desde la verdad real de sí mismos. No desde las
ideas por bellas y justas que éllas parezcan, sino desde su pro­
pia realidad.
Es para los que quieren vivir, no guiados y dirigidos por
ideas o ideales que es lo mismo, sino llevados y conducidos
por la realidad consciente y amorosa que todos sin excepción
somos.
Nuestra realidad íntima es buena, positiva, bella, amoro­
sa. Pero nuestras conductas, la manera de comportarnos suele
ser egoísta, negativa, odiosa, fea, imperfecta... Por qué? Por­
que en lugar de vivir y obrar conducidos por nuestra realidad
interior que es la misma realidad del Ser esencial, del Ser Su­
perior o si se le prefiere llamar Dios, nos dirigimos y orien­
tamos por ideas negativas, egoístas, fantasías vanidosas, afán
de éxito exterior y de quedar bien ante los demás en lugar
de ser expresión espontánea de nuestra realidad fecunda,
generosa y divina que somos.
15
Hablamos con ideas y palabras sobre el amor. Pero no
vivimos desde la realidad del amor que somos.
Se dicen muchas frases bonitas, literarias y hasta al de­
cirlas oirlas o leerlas sentimos una especie de emoción sen­
siblera que nos conmueve y hasta parece que nos sentimos
identificados con esas ideas. Pero nuestra conducta, nuestra
vida sigue moviéndose conducida por intereses egoístas, va­
nidosos, superficiales y lejanos al amor.
¿Qué es lo que realmente queremos en nuestra vida?
Parece que en principio y en définitiva todos queremos
ser felices. Pero lo que hacemos en nuestra vida no es preci­
samente construir el camino de nuestra felicidad. Porque to­
do lo que no sea expresar conscientemente nuestra realidad
amorosa en todo momento, en todo, hacia todos, será alejar­
se de la verdadera felicidad.
Las migajas de alegría o satisfacción que vamos persi­
guiendo erróneamente en la vida de una u otra forma con
nuestras conductas egoístas, vanidosas, raquíticas, de objeti­
vos pequeños y concretos, olvidando nuestro Ser esencial y
el cumplir con la exigencia del Ser interior que nos reclama
sus derechos, serán alegrías y satisfacciones pasajeras, medio­
cres, aparentes, superficiales y vanas que nos dejarán siempre
insatisfechos, inquietos, hambrientos de algo más... de algo
permanente, profundo...
Muchas veces queremos convencernos a nosotros mis­
mos que cuando logremos tal o cual cosa seremos completa­
mente felices y así seguimos viviendo engañándonos a noso­
tros mismos. Porque ese objetivo que creemos final y defi­
nitivo no llega nunca. Siempre falta algo. Siempre queda­
mos hambrientos de algo más.
Y es que vamos buscando objetivos variados y diversos
a la Vida. Pero La Vida no tiene ningún objetivo fuera de
sí misma. Que cada cosa sea lo que es. Que tú seas lo que
eres. Que vivas lo que eres. Que expreses lo que eres. Que
expreses y vivas la realidad que eres. Esa realidad que no es
otra cosa que una energía ilimitadcvde inteligencia y amor.
16
No vivimos para conseguir esto o aquello. No vivimos
para ser o hacer tal cosa o tal otra. Vivimos para ser nosotros
mismos. Vivimos para realizar nuestra naturaleza. Vivimos
para desarrollar la capacidad que nos constituye como per­
sonas.
Podremos expresar esa realidad de muchas maneras,
con muchos trabajos, con muchas actividades. Puedes expre­
sar tu realidad manejando un taxi lo mismo que construyen­
do una casa o cultivando la tierra, pintando, cocinando, co­
siendo, tocando un instrumento, vendiendo, trabajando en
una oficina, en cualquier negocio o en cualquier actividad.
Esas son las infinitas formas de cómo podemos expresar
nuestra realidad, nuestra energía consciente y amorosa.
Cualquiera de esas cosas hechas con conciencia y amor
serán igualmente valiosas en sí mismas.
La mayoría de la gente valora más unas cosas que otras.
Se aplaude y admira unas cosas más que otras. Pero éso ocu­
rre cuando no vemos más allá de nuestras cejas, porque valo­
ramos las cosas y los acontecimientos más por las formas y
las apariencias que por el fondo. Nuestra mirada es miope y
raquítica.
Generalmente se piensa que lo más importante en la vi­
da es conseguir dinero para subsistir. Y es cierto que éso es
urgente cuando no se tiene lo necesario e imprescindible.
Pero luego nos pasamos la vida aún después de haberlo conse­
guido como si continuase siendo lo único urgente y necesario.
A medida que más se tiene se desea más y más sin fin. Mien­
tras que lo verdaderamente necesario se olvida y se relega a
último lugar. Los que más tienen son los que más se afanan
por tener más y más.
Y la verdad es que La Vida da más a quien da más a
La Vida.
La Vida se encarga de darte lo necesario cuando te ocu­
pas de verdad de lo que es verdaderamente primero y nece­
sario.
Para los que se consideran creyentes cristianos o de cual­
17
quiera otra religión ésto debería ser el a b c más elemental.
“Buscad el reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará
por añadidura”. No dice “lo conseguiréis” sino “se os dará” .
Pero como no buscamos el reino de Dios “que está dentro de
nosotros” tampoco se nos dá lo demás. No confiamos en La
Vida, en Dios. Confiamos más en nuestra actividad, en nues­
tra eficacia. Y así no conseguimos ni lo uno ni lo otro.
Este libro es para los que sienten el aguijón de la deman­
da de vivir lo que somos, de transformar su mundo interior
antes que querer cambiar el mundo que nos rodea.
El querer cambiar el mundo es en muchos casos una
huida de sí mismo, disimulada y disfrazada de amor y preocu­
pación por los demás.
La mejor manera de transformar ése mundo que llama­
mos malo e injusto es empezar transformándonos nosotros.
Nuestra transformación irá transformando callada y lenta
pero eficazmente nuestro entorno, ese pequeño mundo más
próximo al que pertenecemos. Lo demás es una forma evasi­
va de autoengaño, en que se cae pensando y diciendo que
nuestra misión es servir y otras lindezas por el estilo.
Es cierto que debemos servir. Pero no hemos de servir
por ninguna obligación que nos impongamos sino como una
consecuencia y expresión natural de vivir desde el amor que
somos conscientemente y espontáneamente. Solo entonces
nuestro amor y servicio estará libre y limpio de intereses es­
púreos y fines egoístas.
No. No es egoísmo el preocuparse ante todo por ser y
vivir nuestra realidad verdadera. Porque si se vive el Ser pro­
fundo con sinceridad y verdad, si vivimos nuestra realidad
amorosa, La Vida nos irá mostrando cómo expresar ese amor
que somos en cada instante, de infinitas formas ocultas que
nada tienen que ver con los activismos generosos en favor
de los demás con los que buscamos “sentirnos felices al ser­
vir” y “vemos útiles” ante nosotros o los demás.
18
I

ESTE LIBRO ES PARA TODOS LOS QUE QUIEREN DESPER­


TAR A SU VERDADERA REALIDAD Y CON TRABAJO CONS­
CIENTE, CALLADO Y OCULTO SER EXPRESION DE LO QUE
SOMOS!

19
Ante todo.
AMAR
El mundo es de los que aman.
Amar es lo primero y lo último
La vida es amar.
Y sin amar
no tiene sentido el vivir.

21
AMA
y haz
lo que quieras
Ama y haz lo que quieras.
No es mía la frase.
La dijo hace mucho tiempo un hombre que amó mu­
cho falsamente, envuelto en sombras e inquietudes y después
de desearlo y buscarlo con sinceridad y constancia, llegó por
fin a amar mucho de verdad La v e r d a d . Fue Agustín de
Hipona.
Ama y haz lo que quieras.
Porque si amas bien, si tu vida está empapada de amor,
si tu vida es toda ella expresión de amor, es seguro que cuan­
to hagas será fruto del amor.
Y lo que es fruto del amor verdadero, es lo más huma­
no, lo más auténtico, lo más perfecto.
El peligro está en los equívocos del amor.
Los sucedáneos del café no son café.
Los sucedáneos del amor no son amor.
23
Cuando un día les dije el título de este libro a unas
personas, alguno de ellos se sonrió y dijo con cierto tono de
liberación: O sea, que si amo a alguien ¿puedo hacer lo
que quiera?.
Si amas, si tu vida es expresión de amor, todo lo que ha­
gas como expresión de ese amor estará bien. No es amor todo
lo que suele llamarse amor.
Cuando amas de verdad a una persona todo lo que hagas
a esa persona será fruto y efecto de tu amor. Y el fruto del
amor nunca puede ser malo.
El amor a alguien es el sentimiento profundo y la acti­
tud verdadera hacia esa persona para darle y hacer lo que es
mejor para ella. Amor es el sentimiento subjetivo de ser de
Unidad con la persona amada. Dios es Amor porque es uno
en todo y con todas.
Hacer lo mejor para una persona no es siempre hacer lo
que es más agradable para ella.
Lo mejor no es siempre lo más agradable.
Lo más agradable no es siempre lo mejor.
Lo mejor no es lo que a esa persona momentáneamente
le resulte lo más agradable.
El amor no es ciego. Los instintos sí son ciegos. Y aun­
que hay que amar con el corazón, si el sentimiento amo­
roso es verdadero, los ojos del corazón verán lo que es mejor
para la persona amada que no siempre coincide con lo más
gustoso y agradable.
Y cuando se ama de verdad a alguien no se puede ex­
cluir de amar a nada ni a nadie.
El amor para ser completo y verdadero, fruto de nuestra
esencia humana y no solamente fruto de un interés egoísta o
gusto aparente o momentáneo, debe ser universal.
Cuando el amor es verdadero, por el amor a alguien, no
se menosprecia u odia a nadie, aunque aparezca o sea enemi­
go de la persona amada.
El amor verdadero es incluyente. No excluyente.
El amor universal no es etéreo o vago, desdibujado,
24
abstracto. No.
El amor universal es amor a todo y a todos. Pero concre­
tado en cada momento en aquellas situaciones y personas
con las que vivimos en ese momento.
Es frecuente ver a personas que se extasían hablando del
amor universal y desprecian y calumnian a las personas que
viven con ellas. Es la trampa del sentimentalismo del amor.
Amar a todo el mundo es amar primero y ante todo a los que
en cada momento están viviendo junto a mí.
El amor universal no es un recurso retórico para quedar­
se en meras frases sensibleras y bellas palabras.
El amor universal es y debe ser vida en cada instante,
con todo, y con todos. Incluso con los que resultan antipáti­
cos y odiosos.
Amar a los que llamamos “malos” , no es simplemente
respetar su modo de ser u obrar. Es aceptarlos y comprender­
los con el verdadero sentimiento amoroso por el que deseo
para esa persona lo que es mejor para ella y estoy dispuesto
a hacer por ella lo que realmente pueda en cada momento.
El amor universal es amar a los que parecen buenos
como a los que parecen malos. (¿Quien es bueno y quien ma­
lo?.)
Amor universal es amar a los que me hacen un favor co­
mo a los que me roban y calumnian.
Amor universal es amar a los que me sonríen y a los que
me esquivan.
Amor universal es sentirse una nota musical en una sin­
fonía. Lo mismo se usa para una marcha triunfal que para
una marcha fúnebre.
La sinfonía de la vida humana no es armoniosa, porque
cada uno de nosotros, por no amar, somos una nota que de­
sentona. No sonamos lo mismo en los momentos tristes que
en los momentos alegres, con las cosas que nos desagradan y
con las cosas que nos gustan. Debiéramos ser siempre una
nota armoniosa, clara, sin desentonaciones. Una nota con
la que se cuenta siempre.
25
Una sola nota repetida sin cesar tampoco es una sinfo­
nía. Son necesarias muchas notas distintas, afinadas por el
amor, para que suene la sinfonía de la Vida. Mi amor debe
animar y generar el amor en los demás. Lo mejor para ellos
es que empiecen a amar.
El amor universal es tanto más verdadero, cuando por
muy concreto que sea hacia una persona, no excluye a los
demás.
Es un amor a la vida en todo y en todos.
El amor universal no queda limitado, cerrado en una
persona. Esa persona debe ser el punto de concreción de mi
amor universal a la Vida.
Cuando algunas personas por creer o querer amar más
a una persona excluyen a los demás de su radio de amor,
aunque parezca lo contrario, están disminuyendo y empeque­
ñeciendo el amor a su persona amada. Más aún, están minan­
do y poniendo en peligro el amor a la persona que creen
amar.
La posesividad y la exclusividad del amor es el gran frau­
de a la Vida.
Sólo cuando amamos desde el fondo de nuestro ser el
amor nos da libertad para hacer lo que queramos.
El amor superficial de los sentidos, instintos ciegos o
intereses rastreros y raquíticos, no es amor verdadero.
El am or su p erficia l n o n o s h a c e l ib r e s s in o e s c l a ­
v o s.
El único amor que nos da libertad de hacer y obrar es
el que nos impulsa a buscar la felicidad verdadera y comple­
ta del ser amado. El que nos hace sentimos u n o con el
ser amado. El que es irradiación del Ser y felicidad que somos
en nuestro ser profundo.
Sólo el que busca la realización integral del ser amado,
como ser humano, ama de verdad.
Sólo así el amor libera.
Sólo así el amor crea.
Sólo así el amor llena.

26
Sólo así el amor eterniza.
Sólo así el amor vence.
Sólo así el amor basta.
Sólo amando así podrás hacer lo que quieras.

27
¿Hablar
sobre
el AMOR?
Siento resistencias internas y reparos a escribir sobre
el amor.
Se ha escrito tanto, se habla y se ha hablado tanto, se
ha cantado tanto, se ha manoseado, profanado, desvirtuado y
discutido tanto el amor que me parece que podrían ser éstas
unas de tantas páginas más sobre el tema.
Y lo son, ciertamente, porque yo no pretendo dogma­
tizar sobre ésto, ni sobre nada.
Sólo pretendo aportar una perspectiva nueva, válida
para todos.
A veces mi perspectiva podrá parecer casi utópica. Pero
la utopía sólo estará en nuestros ojos acostumbrados a mi­
rar y ver las cosas más valiosas y hermosas, de otra manera.
Sólo pretendo que nos replanteemos el por qué de tan­
ta aridez, monotonía y sequedad de nuestras vidas.
Quizás hemos estado creyendo que nuestra vida era
28
un mar de amor y generosidad y al leer y pensar estas pági­
nas, descubriremos que ha sido y está siendo un torrente de
egoismo, disfrazado de amor y generosidad.
Quizás, hasta puede darse el caso que nos demos cuenta
que ni siquiera nos amamos a nosotros mismos.
El egoísta cree amarse. Pero su egoismo es un encerra­
miento en sí mismo que le impide conseguir y desarrollar
su propio bien. En lugar de crear, desarrollarse y crecer, se
anquilosa y muere.
El amor, el verdadero amor, busca el desarrollo, el per­
feccionamiento, la plenitud del ser amado.
Estas páginas pretenden hacer reflexionar sobre la razón
y la causa de la vida. Razón y causa de la vida que es sólo el
amor verdadero.
Pretenden también desenmascarar tanto error y menti­
ra de nuestra vida. Decimos con demasiada facilidad, “te
amo” . Pero hemos de descubrir la verdad y la mentira de esas
palabras.
Pretenden animar y dar aliento a aquellos que todo lo
ven negro.
La vida es negra, el mundo es negro, cuando el amor
desaparece de los ojos y del corazón.
La miopía amorosa es el desconocimiento de que so­
mos esencialmente una energía amorosa y consciente.
No vemos lo que tenemos tan cerca. Más aún, no vemos
lo que somos íntimamente. Y al no vivir lo que somos, vi­
vimos ciegos. En nuestra miopía amorosa.
El día que descubramos que podemos mirar y ver, ilu­
minados por lo que somos en el fondo de nosotros mismos,
ese mismo día nuestra vida dará un giro de ciento ochenta
grados.
Somos energía consciente y amorosa.
Eso lo somos todos. Sin excepción. Aunque sean pocos
los que se den cuenta y lo vivan. Estos son los privilegiados,
los que lo descubren y son conscientes de ello. Pero todos
podemos ser privilegiados. Para descubrirlo, para ser cons-
29
cientes, es necesario mirarlo con atención, con interés, sin
prejuicios, sin querer justificar nuestra vida con pretendidas
y evasivas excusas.
Hemos vivido durante muchas generaciones ciegos a la
rica y feliz realidad humana. Y seguimos así, ciegos todavía.
Urge abrir los ojos a la verdad de nosotros mismos que
es positiva. Porque frente a la inconsciencia, la ignorancia,
el desamor y la frialdad en que vivimos gran parte de nuestra
vida está la feliz y gozosa realidad de lo que somos cada uno
de nosotros: una energía consciente y amorosa.
Pero, ¿se puede hablar del amor?.
Se pueden decir cosas sobre el amor.
Pero nunca se podrá expresar lo que es el sentir amoro­
so con palabras.
El amor sólo se puede sentir.
El sentir se expresa por la acción, por la vida.
Antes y más que hablar del amor, hay que sentirlo y
vivirlo. El amor no se puede expresar hablando, con palabras.
El amor sólo se puede expresar sintiendo, amando. Las pala­
bras siempre resultan inapropiadas, en la expresión del amor.
Por eso estas páginas no servirán para expresar lo que es
amar. Pero sí para hacer ver el camino y distinguir las seña­
les del amor verdadero de las del falso.
Espero que ayuden a rectificar caminos.
Todos sabemos y decimos que el amor es lo más impor­
tante del mundo, que con amor todo es distinto, que si nos
amáramos viviríamos mejor, que la solución de casi todos los
problemas está en el amor... etc... etc...
Y todo eso es cierto. Casi todos los humanos coincidi­
mos en ello. Es una de esas pocas coincidencias.
Pero ¿por qué, si eso es así, no amamos?.
Creo que la respuesta está en que casi todos creemos que
ya amamos. Pero vivimos enredados en los equívocos del
amor.
Creemos amar. Pero no amamos.
Y creemos que la causa del mal está en los demás porque

30
creemos también que nosotros ya hemos hecho lo que te­
níamos que hacer, creemos que ya hemos cubierto nuestra
cuota de responsabilidad, de amor.
Pero nuestra cuota de amor está aún sin estrenar, sin
cubrir.
Y seguimos día a día envueltos en problemas.
Cuando descubramos nuestro error y empecemos a amar
de verdad, estaremos en el camino de la solución de nuestros
problemas, y estaremos en el camino de nuestra liberación.
Yo sólo intento ayudar a rectificar el camino. Y espero
que los que aman la Verdad, encuentren la verdad de su
amor y El A m or de verdad.

31
Equívocos del
AMOR
Lo que la gente corriente ve y oye cada día sobre las
distintas maneras de amar, es ciertamente desorientador.
Las telenovelas, las películas, las canciones, las revistas,
mal llamadas del corazón, las conversaciones de la calle... nos
presentan situaciones y hechos, diálogos y palabras en los que
se nos propone como amor y a veces como un gran amor o
amor extrarodinario lo que sólo tiene de amor el nombre.
Todos esos diálogos, esas situaciones, esos hechos ob­
servados con atención y serenidad son engaños torpes y far­
sas burdas del amor. Son ejemplos claros de los equívocos
del amor. Falsos y engañosos amores.
Pero casi nadie es consciente de éllo.
Al ser esa clase de amor lo más habitual, lo más corrien­
te, se ha llegado a creer que éso es el amor, que así es el
amor. Creen que así ha sido siempre y ven que así sigue sien­
do.
Y es cierto que así es como ama la mayor parte de la
gente. Es cierto que no es fácil encontrar ese amor genero­
so, desinteresado, no posesivo, ese amor que da, sin esperar
recompensa.
Claro que también vemos en la vida diaria los efectos y
consecuencias de esa falta de amor, de esa farsa de amor.
32
Mirad. Observad la vida diaria del común de las perso­
nas. Algo importante falta en la vida humana.
Suele decirse que el alma, la razón de ser de la vida hu­
mana, lo constituye el amor, que lo más importante es el
amor.
Pero si el amor es lo más importante y no existe o es
imperfecto o falso, la vida humana pierde su sentido.
Con un inestable, falso o quebradizo amor ¿cómo va
a ser la vida humana?.
Nos quejamos unos de otros. Nos quejamos de los pro­
blemas sociales, problemas de convivencia, de falta de solida­
ridad en la vida diaria. (Porque en las grandes catástrofes
siempre hay sensacionales aunque momentáneas reacciones
de solidaridad). Nos quejamos de la soledad de la gente...
Deberíamos ahorrarnos las quejas.
Las cosas están y son como tienen que estar y ser.
Si un árbol está seco por nuestra culpa y desidia, ¿por
qué nos quejamos de que no tiene frutos? Ese árbol está co­
mo tiene que estar. Si no se le riega, está seco. Si está seco no
da frutos. Todo es lógico. ¿De qué nos quejamos?
Nuestra existencia diaria suele ser monótona y árida
porque no la alimentamos con lo único que le da vida verda­
dera, con el agua vivificadora del amor verdadero. Sólo la
alimentamos de amor superficial, sentimentaloide y egoista.
Y claro, así nos va en la vida.
Hay muchas formas de falsear el amor, como hay mu­
chas formas de imitar o pintar falsos riachuelos de agua.
Señalemos las formas más comunes de equivocar o fal­
sear el amor.
Es frecuente amar las personas como se aman o se de­
sean las cosas.
Las cosas se desean porque son útiles, agradables o
deseables por cualquier fin u objetivo.
Muchas personas aman a otras usándolas como obje­
tos útiles. Cosifican a las personas.
Cuando el deseo que tienen de conseguir tal placer o tal
objetivo es grande, también es grande el deseo de poseer a
ésa persona que sirve de medio para conseguir su fin.
A ese deseo de conseguir esa persona se le suele llamar
amor. Pero no lo es. Sólo es un deseo de esa persona que le
va a servir de instrumento o medio para su objetivo.
Un hombre dice que ama mucho a una mujer cuando
cree que en esa mujer en concreto va a encontrar el placer
que busca. Y él dice que la ama.
Si el deseo de ése placer es muy intenso, también es
muy intenso el deseo de conseguir a la mujer que le va a ser­
vir de medio para satisfacer su deseo sensual.
Este caso, que es tan frecuente en la vida diaria, es tam­
bién, quizás, el modo más común de desvirtuar y desnaturali­
zar el verdadero sentido del amor.
En realidad la persona que dice amar así, lo que quiere
y desea es satisfacer su gusto sensual. La persona a quien di­
ce amar no es el objeto de su amor sino el instrumento para
saciar un deseo o una apetencia. Se usa a la mujer como un
objeto-instrumental para su propia satisfacción egoista. Nada
más. La persona es despersonalizada y reducida a un objeto
útil.
Esta despersonalización ocurre tanto entre personas de
distinto sexo como del mismo sexo en muchas de las relacio­
nes sexuales. Y ocurre tanto en las relaciones de pareja fuera
del matrimonio como en el mismo matrimonio.
La entrega mutua corporal es expresión de amor de uno
hacia el otro cuando es comunicación del sentimiento mutuo
de felicidad, de unidad en lo que cada uno es en su sentir
más intimo. Entonces, la unión física de los cuerpos es la
expresión exterior y completa del sentimiento interno de
amor. Es el amor interno expresado a través de la unión cor­
poral. Es una bella entrega total.
Pero cuando en la unión física de los cuerpos, uno o
ambos lo que intentan y buscan es únicamente su satisfac­
ción sexual, sin el sentimiento de amor, de unidad de su
ser profundo, se despersonalizan y se reducen a objetos úti-
34
Tomar uno al otro o tomarse mutuamente como objetos
es lo más lejano y opuesto al amor. Tanto lo hagan consciente
o inconscientemente.
La fuerza del deseo pasional por satisfacer la tendencia
natural del sexo con una persona, no es en sí misma amor
hacia esa persona. Es simplemente un fuerte deseo de un pla­
cer. La otra persona sirve de instrumento o medio para sa­
ciar ese deseo de placer sexual.
Es preciso dejar claro que el sexo en sí es una manifes­
tación de la energía física del ser humano. Y como tal expre­
sión, es en sí correcta, naturalmente buena. Cuando esta ener­
gía está movida y dirigida por la fuerza del verdadero senti­
miento amoroso, el sexo es entonces una bella expresión de
amor.
Por el contrario, cuando el acto sexual es motivado y
causado por un interés de placer egoísta la unión sexual se
convierte en explotación y utilización de la otra persona co­
mo objeto útil para su interés sexual.
Existe hoy una obsesión paranoica por el sexo. Frente
al tabú represivo del pasado, se ha llegado al endiosamiento
y vulgar servilismo con pretexto y pretensión de progresismo.
El sexo no es la base de la pareja. Sólo lo es el amor.
Con amor verdadero los problemas, incluso los sexuales,
si los hay, se solucionan. Sin amor verdadero, la armonía
sexual dura poco.
Al deseo de satisfacción sexual con una persona deter­
minada se le suele llamar amor a esa persona. Aquí entra de
lleno el equívoco. Eso no es el amor. Es el sentimiento de
unidad interna por la felicidad verdadera de la persona a
quien se ama. Ese sentimiento puede expresarse luego a tra­
vés del acto sexual. Entonces el sexo es consecuencia y expre­
sión del verdadero sentimiento de amor profundo y no del
deseo de placer egoísta.
A veces se citan con admiración ciertos casos o hechos
de la historia o de la vida diaria de nuestro tiempo y se po­
nen como ejemplos y modelos de amor intenso y profundo,
35
porque una persona renunció a comodidades y honores o po­
der por otra persona a quien decía amar.
Es cierto que en algunos casos esas renuncias se hicieron
“ por amor”. Se hicieron por el bien y la felicidad de la per­
sona amada. Se hicieron porque el amador quería por enci­
ma de todo realizar el sentimiento de unidad, no sólo de cuer­
pos sino de toda su realidad profunda con la persona amada.
Pero aún aceptando algunos de esos casos, lo más fre­
cuente es que se hacen grandes renuncias de poder, econó­
micas, familiares... no por amor, sino por el deseo de satis­
facer el instinto sexual que de tal manera ciega y obsesiona,
que no se tienen en cuenta las enormes consecuencias negati­
vas que se van a derivar tanto para el que renuncia como para
otros y hasta para la persona falsamente amada.
En estos casos, cuando se advierten los desastres causa­
dos por esas decisiones pasionales, suele decirse a modo de
explicación o justificación: Es que el amor es ciego.
Pero el amor no es ciego si es verdadero amor.
La fuerza del instinto, sin conciencia, es ciega.
Pero el amor siempre es lúcido y consciente.
El amor es la energía humana consciente y libre, que se
comunica a la persona amada, con el sentimiento y deseo in­
terno de su felicidad más completa.
Esta utilización, despersonalización, cosificación o como
se le quiera llamar, de la persona, es quizás el error más co­
mún y más frecuente sobre lo que se cree que es amor, sien­
do en cambio una desnaturalización y profanación burda del
amor.
Aparte de la utilización de una persona como objeto
de placer, se da también la utilización para obtener y poseer
cosas y bienes.
Este tipo de utilización suele ser más frecuente de parte
de las mujeres para con los hombres, porque normalmente
suelen ser los hombres lo que tienen el poder económico.
Muchas mujeres dicen querer o amar mucho a un hom­
bre, cuando en realidad lo que aman y quieren es tener las
36
joyas, la casa, los lujos y las cosas que le va a dar el hombre.
El hombre es en esos casos el medio para conseguir lo que
realmente quieren. Utilizan al hombre como instrumento o
medio para conseguir lo que realmente quieren, los objetos
de su vanidoso deseo. No aman.
Son muchos los matrimonios que se han celebrado y se
siguen celebrando cada día movidos por estos deseos de utili­
zación de su pareja como sentimientos fundamentales. A ve­
ces se da el caso que son los dos integrantes de la pareja los
que van al matrimonio con estos sentimientos espúreos. Se
quieren utilizar uno a otro para sus fines. Mientras el amor
está ausente.
Es muy frecuente que haya una mezcla de un cierto
sentimiento amoroso con un deseo de utilización. La ga­
ma de posibilidades es ilimitada, casi infinita.
Pero una cosa es clara. Lo que constituye a una pareja
en matrimonio con todas sus consecuencias, deberes y de­
rechos ante sus conciencias y Dios, es el verdadero sentimien­
to de amor, de unión, de comunicación mutua de la felici­
dad que cada uno es y siente hacia el otro. Este deberá ser
el móvil y fin fundamental de su unión como pareja en matri­
monio.
Muchos matrimonios, realizados sin amor verdadero
aunque se hayan celebrado con ritos solemnes y ceremonias
y fiestas lujosas, presididos por personajes ilustres y a veces
hasta por altas dignidades religiosas, no son verdaderos matri­
monios ni ante Dios ni ante sus conciencias.
Los que así se casaron no están casados ni ante Dios ni
ante sus conciencias.
Lo único que hace que la pareja de un hombre y una
mujer queden unidos en matrimonio es el amor verdadero
por el que uno y otro mutuamente sienten y se comunican
su sentimiento de unidad con el deseo de felicidad humana
profunda, mutua del uno para el otro.
Las ceremonias, las fiestas, todo lo demás, podrá exis­
tir o no. Es secundario. No añade un gramo de valor al matri­
37
monio. Son exterioridades fantasiosas, las más de las veces,
para hinchar la personalidad vanidosa o falso “y o ” que cree
ser más que los demás, en la medida que es rodeado por más
vistosas y fantasiosas exterioridades.
¡Cuánto amor falso, cuánta utilización de las personas
bajo el nombre de amor!!!
¡Cuántos dramas que parecían de amor son tragicome­
dias de deseos ciegos incontrolados e inconfesados!!!
Para éste, como para tantos otros problemas humanos,
sólo hay una salida y un remedio: sinceridad consigo mismo,
tomar conciencia clara de tí mismo, de tu ser y tu sentir, en
lugar de disfrazar y ocultar la verdad bajo apariencias falsas.
Los deseos de interés egoísta llevan a la utilización y
despersonalización. El amor lleva al servicio, a la unión y co­
municación desinteresada de la propia felicidad y ayuda a
ser cada día más persona.
La conciencia claía de t í y de la persona amada, de tu
ser y de su ser, de tu sentir y su sentir iluminará tu actuar.
Y obrarás como persona. Y amarás como persona. Y no uti­
lizarás a nadie como objeto.
¿Es ésto difícil?
Para el que vive con categorías superficiales, sí. Es to­
do un enfoque de vida el que está en juego en este problema.
Quien no tenga como objetivo fundamental de su tra­
bajo humanizar su vida, realizarse como persona, no entende­
rá ni aceptará este planteamiento que aquí hacemos y su so­
lución.
Yo escribo para los que quieren ser más y vivir más
como personas y desean que el mundo en que vivimos sea
más humano.
Parece como si todos quisieran que el mundo fuera más
humano. Pero es un querer a medias. Si se quiere de verdad
hay que empezar por la propia vida. Y empezarlo por lo que
es más humano: amar bien y de verdad.
Trabajan por humanizar el mundo los que trabajan día
a día por humanizarse más y por realizar en sí mismos la
38
naturaleza humana que somos. Es una constante exigencia
de atención y consciencia despierta en cada momento, en
cada acción y no acción. Es un constante sentir amoroso
en todo y con todos.
Es necesario humanizar nuestro mundo empezando por
éso que parece tan simple: amarnos como personas y no uti­
lizarnos como objetos útiles para saciar nuestros variados
deseos.
Mientras llamemos amor a lo que es un simple deseo
egoísta, estaremos engañándonos, creyendo que nuestra vida
es un inmenso mar de amor cuando es un océano negro de
estúpido egoísmo.
Otro equívoco bastante frecuente y común aunque di­
fícilmente reconocible por lo sutil que es, se esconde en el
sentimiento mismo de amar.
Muchas veces se ama por el gusto de amar. No se ama
porque se quiere que la persona amada sea feliz sino por sen­
tirse feliz al amar a esa persona.
Si la persona que ama ve que la persona amada es feliz
con su servicio y su amor, la ama más, porque de ése modo
también élla se siente más feliz. Pero si un día deja de sentir
gusto al amar a esa persona, dejará de amarla automáticamen­
te.
Hay muchos que aman por el gusto de amar y sirven por
el gusto de servir.
Es muy normal sentir gusto al servir y al amar. Pero una
cosa es sentir el gusto al amar y al servir y otra muy distinta
es el amar y servir “para” sentirse gustoso. El destinatario
del acto de amor y servicio en este caso no es la otra per­
sona sino el mismo que ama. Es una manera muy sutil de
amarse a sí mismo a través del otro. He dicho “amarse a sí
mismo” pero en realidad no es un verdadero amor sino una
autocomplacencia egoísta. No buscamos tanto que el otro sea
feliz con nuestra entrega a él sino que lo único que nos inte­
resa es sentirnos bien y gustosos al ver y sentir que amamos.
Si no somos muy sinceros con nosotros mismos cree­
39
remos que “éso” no va con nosotros, porque nosotros somos
unos verdaderos amadores.
Se ha hablado mucho, muy melosa y sensibleramente
del amor de las madres por sus hijos. Yo no siento ni tanta
admiración ni tanto sentimientalismo ante él.
La madre ve en el hijo una prolongación de sí misma.
El gusto de servir y amar a su hijo es prácticamente el mis­
mo que el de servirse y amarse a sí misma.
Cuando ya el hijo llega a la adolescencia y por la ley
del desarrollo humano empieza a desprenderse de la madre,
ésta no acaba de encajar el hecho y exige a su hijo como si
le perteneciera. Y los hijos no pertenecen a la madre. Perte­
necen a La Vida. La madre es la portadora y transmisora de
La Vida. Es ésta una altísima misión y extraordinaria prerro­
gativa de la mujer no suficientemente apreciada por mu­
chas de éllas.
Y cuando llega ese momento de la independencia,
en que el muchacho se da cuenta que él es él, vienen las que­
jas de la madre: “Tanto que hice yo por tí y mira cómo me
pagas”. Tales madres hicieron muy poco por sus hijos. So­
lo hicieron por sí mismas. Amaban la prolongación de sí
mismas. Amaban y querían sentirse y verse buenas madres,
madres perfectas. Y si los demás también lo veían y lo aplau­
dían, tanto mejor.
El amor generoso, desinteresado, libre de todo tipo de
interés personal, el amor de entrega total no suele abundar
demasiado. Ni siquiera en muchas madres.
Es importante descubrir ese engañoso amor, oculto y
agazapado tras la apariencia de un sentimientalismo angeli­
cal que es el amar por el gusto que se siente al amar. El gus­
to por amar llega cuando se ama. Pero al proponérselo como
objetivo, desnaturaliza la esencia del amor verdadero.
Otra clase de enredo en que se ven metidas muchas per­
sonas en el amor posesivo.
El amor posesivo exige a su pareja de una u otra forma:
“Quiero y exijo que sólo me ames a m í”.
40
El amor posesivo no permite a la persona amada que
ame a nadie más, porque cree que al amar a otros deja de
amarle a él.
La ignorancia y la necedad son la causa de la mayor par­
te de los males humanos. La ignorancia y la necedad son
también la causa del amor posesivo y sus consecuencias.
El amor posesivo ignora que el mayor bien de la persona
amada es que élla ame sin limitaciones.
Si tú amas de verdad querrás para tu ser amado su ma­
yor bien. Su mayor bien es su desarrollo completo como per­
sona que implica el desarrollo de la capacidad ilimitada de
amar.
Cuando se le bloquea y se le impide ese desarrollo del
amor, se le hace el mayor de los males a la persona que deci­
mos amar. Le impedimos ser feliz en el fondo de su ser por­
que le impedimos desarrollar la causa de toda nuestra felici­
dad, que es el amar sin límites ni barreras.
Cuando alguien teme que su pareja va a dejar de amar­
le porque ama también a otras personas, desconoce la natu­
raleza del amor porque él no lo vive. Si él amara de verdad
sabría que el amor de su pareja le puede abarcar a él y al
mundo entero.
La capacidad de amar en infinita.
En nuestra sociocultura occidental monogámica, cuando
se constituye una pareja, existe por lo general, un compro­
miso de fidelidad, de entrega exclusiva de los cuerpos del uno
hacia el otro. Este compromiso es explícito y solemne cuan­
do se hace en el matrimonio.
En esta promesa de fidelidad en la entrega mutua de sus
cuerpos, jamás puede interpretarse o entenderse que el senti­
miento amoroso quede hipotecado con esa persona deter­
minada, exclusivamente. Eso sería ir en contra de la misma
naturaleza humana.
Nadie puede prometer amar sólo a una persona. O si
hiciera tal promesa absurda, no tendría validez alguna. Es
como si alguien prometiera suicidarse.
41
Prometer amar sólo a una persona exclusivamente sería
tan absurdo y contra la naturaleza como prometer encerrar
el cuerpo de una persona en crecimiento, dentro de una co­
raza que le oprimiera y le impidiera desarrollarse.
Así pues, la promesa de fidelidad implícita o explíci­
ta de las parejas en la entrega mutua se refiere a los cuerpos.
Nunca a la exclusividad del sentimiento amoroso.
En las socioculturas poligámicas no existe la exclusivi­
dad ni siquiera de los cuerpos.
Pero yo estoy escribiendo para nuestra sociocultura oc­
cidental y cristiana.
Hemos dejado ya sentado que el amor posesivo por el
que una persona prohíbe a su pareja amar a nadie más, es
una clara señal de falso amor. Es señal que no ama a su pare­
ja porque no desea que él o élla se desarrolle como persona y
le impide y obstaculiza en lo que es más importante el desa­
rrollo humano: el amor.
Amar no es igual a entrega corporal.
En el amor siempre está implicado el sexo porque ca­
da uno ama según su ser. Y cada ser humano es sexuado. Pe­
ro el amor no incluye necesariamente el acto sexual. Dos
personas, sean hombres o mujeres pueden amarse ilimita­
damente cada uno según su propio sexo pero no tiene por
qué expresarse ese amor a través del acto sexual necesaria­
mente.
La expresión más corriente y más ridicula de amor po­
sesivo son los celos.
Muchas personas hablan con cierta satisfacción y orgullo
de que su pareja es muy celosa. Quieren expresar que éllos
son muy importantes para su pareja. Es un orgullo vano
y necio. Creen ser más amados por la existencia de esos ce­
los y es justamente lo contrario.
Tiene celos el que no ama.
Siempre proyectamos en el otro nuestro propio sentir
y pensar. Una manera de conocernos, de conocer “cómo”
somos es mirar “cómo” vemos y sentimos a los demás.
42
El celoso desconfía de su pareja porque él sabe que no
se puede confiar en el amor que él tiene. Desconfía también,
porque la pobreza de su amor le impide ver la riqueza del
amor que puede tener otra persona y en este caso su propia
pareja.
Los celosos siempre suelen pensar mal de las personas
en general y no sólo de su pareja. El celoso podría aplicar­
se aquello de “ Cree el ladrón que todos son de su condición”
El celoso no ama de verdad y cree que su pareja es igual.
Proyecta su amor falso en su pareja. Por éso cree que en cual­
quier momento puede dejar de amarle.
Algunas personas tratan de simular y fingir que tienen
celos de su pareja. Con esa artimaña quieren que su pareja
se crea que le quiere, que le quiere mucho.
La ignorancia es otra vez la causante de este enredo ne­
cio. No se dan cuenta que si amaran de verdad no tendrían
que fingir celos para hacer ver a su pareja que le aman.
Los celos, el amor posesivo, los sentimentalismos egoís­
tas etc. etc... son siempre señales de personas complicadas.
La persona sencilla ama y no se preocupa de más. No
se preocupa si los demás lo ven o no. No se preocupa si es
correspondido o no. No se preocupa si le reporta algún bene­
ficio o no. Simplemente quiere y hace lo que es mejor para
la persona amada. Con sencillez. Sin la complicación del amor
posesivo, de los celos y los sentimentalismos necios.
En todos los actos de nuestra vida y en ése caminar ha­
cia la realización de nuestra naturaleza, existe frecuentemen­
te mucha mezcla de fines, intenciones y objetivos. Casi todo
lo que hacemos está impulsado por variados fines u objeti­
vos. Junto al fin principal de nuestra acción existen fines
espúreos, secundarios que se mezclan con el fin principal.
Por éso nuestros actos de amor no pueden dividirse
o delimitarse tajantemente por una línea divisoria: esto es
amor, esto no es amor. No.
Todo deseo o sentimiento de acercamiento y unión con
una persona lleva alguna carga de amor.
43
Pero ocurre que la carga de amor a veces es tan pequeña
y tan grande la carga del interés propio, que a éso lo llama­
mos falso amor o amor egoista.
Cuando el fin por el que tendemos hacia una persona
es fundamental y predominantemente su bien, porque que­
remos hacerle feliz decimos que el amor es verdadero. Aun­
que exista también algún pequeño interés propio.
Por el contrario. Cuando fundamental y predominante­
mente lo que nos impulsa hacia una persona es nuestro bien,
nuestro placer, nuestro gusto y provecho entonces decimos
que nuestro amor es egoista o falso.
Podemos decir que en nuestra vida nada es completo,
simple y puro. Nuestros actos están motivados siempre por
causas o motivaciones varias y diversas.
Tanto el conocimiento como los sentidos y por tan­
to el amor tienen siempre grados diversos de intensidad y pro­
fundidad. Es distinto el grado de amor que se tiene a una
persona o a otra. Y es también distinto el grado de amor que
se tiene a una persona en un momento o en otro. Esta es la
historia y drama constante en las parejas, tanto dentro como
fuera del matrimonio.
Cuando conocemos algo, lo conocemos en un cierto
grado. Luego con el tiempo y un estudio más profundo, va­
mos ahondando más y más en su conocimiento y comprensión.
Lo mismo ocurre en el amor. Existe variación en el gra­
do de amor. Cuando amamos a alguien, lo amamos hasta
un cierto punto o grado. Cuando tenemos que darle algo muy
valioso para nosotros o hemos de renunciar a algo que nos
cuesta mucho, generalmente llegamos al tope de nuestro
amor y preferimos nuestro bien al de la persona amada.
Hace años una alumna mía en un colegio de bachille­
rato, llegó a mí preocupada, pidiéndome que le aconsejara
porque no sabía si amaba de verdad a su novio.
Yo le pregunté: Cuando tu novio quiere ir a practicar
su deporte y tú prefieres ir al cine, ¿le acompañas con gus­
to renunciando a tu preferencia?
44
Sí, me contestó. No me importa renunciar a mi gusto.
¿Y si él tuviera un accidente y quedara mal herido,
feo o lisiado para toda la vida seguirías amándole y te casa­
rías con él?
La jovencita se me quedó mirando dubitativa y dicién-
dome con sus ojos y su gesto que se lo estaba poniendo dema­
siado difícil. Después de unos momentos de pensarlo me di­
jo tímidamente: Yo creo que sí. A lo mejor lo seguía amando
pero tanto como casarme con él... si estaba paralítico...
Yo insistí: ¿Y si tuviera un accidente y necesitasen tu
sangre para salvarlo y tú por tanto tuvieras que darle tu pro­
pia vida?
Bueno, tanto como eso creo que no lo haría, me dijo.
Yo le dije: Nadie puede saber mejor que tú cuánto amas
a tu novio. Tú eres la única que sabe hasta qué punto estás
dispuesta a renunciar a tus cosas, a tus gustos, a tus inte­
reses. Yo creo que tú amas a tu novio. Pero yo no sé si lo
amas lo suficiente como para formar una pareja para toda
vuestra vida. Tú deberás verlo por tí misma y tomar tus de­
cisiones. Finalmente le pregunté ¿Lo amas por él o por tí?.
Ella mirándome fijamente me dijo: ¿Qué quiere decir
con éso?
Le dije: Si lo amas porque quieres hacerlo feliz a él
o porque tú quieres encontrar tu felicidad en él?
Muy sagazmente me contestó: Yo lo que quiero es que
seamos los dos felices juntos.
Esta muchacha quería, amaba a su novio. Pero nadie sa­
brá si era un amor tan fuerte como para formar una pareja
estable. El grado y la calidad del amor sólo podría saberlo
ella siendo muy sincera consigo misma. Yo sólo intenté ha­
cerle ver cuál era el grado de la profundidad y generosidad
de su amor por él.
Es importante que los que dicen que aman, vean el gra­
do, profundidad y desinterés o generosidad de su amor.
De nada sirven los entusiasmos momentáneos produci­
45
dos por un gusto o chispazo de atracción o satisfacción mo­
mentánea.
A veces cuando amamos a una persona el amor está
tan mezclado con interés particular nuestro, que el amor
verdadero, generoso es insignificante y mucho mayor el in­
terés egoísta de nuestro propio beneficio o satisfacción. Pe­
ro en esos casos no se puede decir que no exista nada de
amor. Existe. Pero es un amor quebradizo, inestable, débil.
Cualquier contrariedad lo aventará como paja seca.
Nuestro trabajo constante, el principal de nuestra vida
debería ser el ir aumentando nuestro grado de amor, purifi­
cándolo de todos esos intereses personales que lo suelen em­
pañar.
Este trabajo debería hacerse cada día en primer lugar
con las personas con las que estamos más relacionados y en
segundo lugar con todos los seres del Universo. Pero hay que
empezar por los que están junto a nosotros cada día.
Recuerdo el caso de una muchacha entusiasta en traba­
jar por la gente pobre de una barriada pero en su propia casa
nadie la podía aguantar por sus impertinencias, ni ella com­
prendía ni aceptaba a nadie entre sus familiares y amista­
des.
No siempre los refranes son acertados. Pero uno de los
que no admiten duda alguna es aquel “Obras son amores y no
buenas razones”.
Las obras, los hechos son la verdadera prueba del amor.
Las palabras y frases bellas si no van acompañadas de los he­
chos concretos valen poco.
Si somos sinceros con nosotros mismos nos daremos
fácilmente cuenta del grado de nuestro amor y de la vera­
cidad y limpieza de nuestro sentimiento.
El amor verdadero y limpio como las piedras preciosas
y todo lo muy valioso no se encuentra a cada paso. A falta de
él lo sustituimos por imitaciones baratas.
Las joyas admiten la falsificación. Pero la falsificación
del amor trae consecuencias muy funestas.
46
Suele decirse que el amor es lo más importante de la vi­
da. Pero si lo más importante de la vida no existe o se des­
naturaliza con las falsificaciones y equívocos del amor nues­
tra vida queda sin alma, sin motor, sin sentido.
El amor es exigente.
Nuestra comodidad y la ignorancia egoista se resisten
ante esa exigencia.
Por éso, preferimos mimetizar, imitar, falsear el amor
para creer que amamos. Nos parece más cómodo vivir un
amor falso que el amor exigente verdadero. Aunque no es así.
Hemos de desenmascarar las falsas imitaciones del amor
para vivir el amor de verdad.
Sólo entonces muchos de nuestros problemas diarios
se disolverán solos.
Sólo entonces nuestra vida adquirirá sentido verdadero.
Sólo entonces tus relaciones personales se afinarán y
serán más fluidas.
Sólo entonces comprenderás y aceptarás las situaciones
y las personas que ahora ni entiendes ni aceptas.
Sólo entonces la aridez y pesadez de ciertas horas dia­
rias se suavizarán.
Sólo entonces todo lo que ahora ves negro y gris adqui­
rirá otro color.
Y por encima de todo sólo entonces TU seras lo que
ERES. Y TU VIDA DARA SUS FRUTOS VERDADEROS.

47
El mensaje de
unas cartas
Cualquiera puede ser el destinatario
de mis cartas.

Preámbulo a las cinco cartas siguientes

Os presento cinco cartas que he escrito a cinco destina­


tarios diferentes.
Son comunicaciones que tal como brotaron espontá­
neas del corazón os las presento.
En ellas he tratado de comunicaros hechos, sentimientos
y estados anímicos concretos de ciertos momentos de mi vi­
da.
No son cartas retóricas o literarias.
Son hechos verdaderos y concretos que he querido com­
partir con vosotros, mis lectores.
Os aseguro que mi intención al escribir estas cartas ha
sido el deciros con sinceridad que yo soy uno más de voso­
tros.
Estoy, como muchos otros hombres y mujeres, tratando
de dar pasos en el camino de transformación personal, des­
49
pués de haber pasado por todos los avatares que pasa cual­
quier persona normal y corriente. Mis dificultades y tropie-.
zos han sido y son los de cualquiera otra persona, con mis de­
bilidades, decaimientos, egoísmos, orgullos, envidias, ambi­
ciones... Y también con mis alegrías, mis anhelos y aspira­
ciones, actitudes generosas y serviciales...
Lo único que pretendo y deseo es que los que lean estas
páginas sientan renacer el ánimo para acompañarme en mi
camino.
Si el que escribe, fuera un maestro perfecto, podríais
pensar que el trabajo y camino hacia la transformación per­
sonal era demasiado duro para vosotros y sólo estaba re­
servado para personas muy especiales.
Pero no. El que escribe y os habla ha tenido los incon­
venientes y tropiezos que puede tener cualquier persona. Y
tiene en su cuerpo y en su alma las huellas de las debilidades
más comunes del ser humano.
Por eso os digo: ¡Adelante!
Tu que está leyendo ahora estas líneas no eres menos
que yo. Te lo digo sin falsa modestia. Con sinceridad y segu­
ridad.
Yo siento que mis pies están en el camino. Te invito a
que me acompañes. ¿Me acompañas?

50
Carta a
mis alumnos
Tengo que llamaros de alguna manera.
Pero no os siento como alumnos, porque yo no me
siento maestro.
El alumno implica el maestro.
Y yo no he sido, no he pretendido ser vuestro Maestro.
Mejor dicho, quizás yo me sentí maestro alguna vez,
cuando no lo era.
El maestro que se siente maestro deja de ser maestro,
porque al sentirse maestro impone, manipula, obliga. No hay
libertad. Hay dependencia. Entonces no es maestro. Es un
manipulador.
El verdadero maestro muestra el camino que puede re­
correr su discípulo.
Le muestra y hace ver, dentro de las distintas posibili­
dades, lo que puede ser más beneficioso o más perjudicial.
Pero le enseña, ante todo, a que tome sus propias deci­
siones y asuma la responsabilidad de las consecuencias de lo
que decida hacer libremente.
El verdadero maestro rehuye tener discípulos perpe­
tuos y vitalicios, sino que los prepara para que adquieran el
certificado de aptitud para ser personas libres y responsables
frente a sí mismas y frente a la humanidad.
51
Lo más gozoso y gratificante para un maestro es sentir
que esos alumnos temporales lleguen a ver y vivir lo que él
les enseña y se conviertan en compañeros de viaje en el mis­
mo camino.
Me dirijo a vosotros, a quienes traté de comunicar el
conocimiento de sí mismo, el sentido de la vida, los modos
de transformación personal.
No me dirijo a aquellos alumnos a quienes enseñé cien­
cias académicas en Colegios o en la Universidad.
Esa enseñanza es una acumulación de conocimientos.
Pero no es comunicación de la Sabiduría, el conocimiento y
sentido de sí mismo, de los demás y de las cosas.
Me dirijo a vosotros a quienes quise mostrar el camino
del tesoro desconocido e inexplotado que todos tenemos y
somos interiormente.
Después de años y años de enseñar ciencias o filosofía
académica descubrí, porque la Vida así lo quiso y yo hacía
tiempo que lo buscaba, que, aparte y por encima de todo
lo que enseña la filosofía y sicología tradicional, las perso­
nas tenemos ese potencial mental capaz de construir y des­
truir, de llenar una vida de alegría o de tristezas, de enfer­
mar y de sanar, de dar la vida o causar la muerte.
¿Lo recordáis?
Yo os quise enseñar con todas mis fuerzas y con el me­
jor deseo de mi corazón lo que creí entonces que era lo mejor
para mí y para vosotros.
Tengo que confesaros, no sin cierto rubor, que simultá­
neamente con mi deseo de comunicaros y entregaros lo que
sentía que era bueno para vosotros, bullía dentro de mí
ese deseo inconsciente de brillar, de lucirme, de hacerlo bien,
de ser alabado y admirado.
Quise gratificaros a muchos de vosotros para a su vez
ser gratificado por vosotros.
¿Por qué negar que, junto con mi buen deseo por vues­
tro bien, sentía el deseo de la gratificación y la alabanza?
Eso era la realidad.
52
Si me preguntáis qué siento ahora sobre ello, os diré
dos cosas: Primero, que lo acepto tal como fue sin disculpas
ni explicaciones. Y segundo, que todo aquello os lo enseñé
porque así lo sentía. Pero ahora pienso que os daba agua
más o menos contaminada del río, cuando pude haberos
dado a beber de la fuente misma. No sabía que la fuente es­
taba ahí mismo. Que el río nacía de la fuente.
Os enseñé a resolver los problemas o problemitas concre­
tos de la vida. Pero no os enseñé a resolver el problema ma­
dre y causa de todos los demás problemas que es el descono­
cimiento de vosotros mismos.
Los problemas que nos suelen abrumar a diario dejan
de ser problemas cuando vivimos desde nuestro “y ° ” verda­
dero, en lugar de vivir desde nuestra superficial personalidad,
que es nuestro falso “y ° ” y es el causante de todos nuestros
conflictos.
Pero retrocedamos a aquellos días en que nos debatía
mos en controlar a esa “loca de la casa” que es nuestra men­
te.
Tratábamos de dominar la mente. Creíamos que resol­
viendo los problemas de nuestra mente teníamos todo resuel­
to.
Yo no sabía entonces que detrás y más allá de nuestros
pensamientos, que son los contenidos de nuestra mente y
lo que la constituyen, existía, palpitaba y trataba de expre­
sarse a borbotones esa realidad fecunda, luminosa que es la
esencia de nuestro “yo” verdadero y que ahora trato de co­
municaros.
Quiero confesaros que aunque esa realidad no entraba
en la materia que yo debía enseñaros, sentía que el vislum­
bre de esa luz interior trataba de insinuarse y abrirse camino
en mí.
Así os lo expresé y así lo percibisteis los más sensibles.
Pero estábamos demasiado preocupados por sentirnos
bien, sanos, contentos, con el éxito en nuestros trabajos y
53
empresas como para darle demasiada importancia a aquella
lucecita que trataba de abrirse camino entre las tinieblas.
¿Recordáis?
¿Lo recordáis? ¿No había también un afán de lucimien­
to y snobismo en el mismo deseo de asistir a aquellos cursos
y conferencias?.
Sí. Sí. Os lo confieso y lo repito. También en m í existía
el afán del éxito y lucimiento.
No quiero poner ninguna sordina, ni dar excusas a mi
vanidad estúpida. Simplemente la reconozco y la acepto tal
como fué. Sin atenuantes. No los hay. F ui un maestro más
de aquellos que antes y más que mostrar la verdad se mues­
tran a sí mismos.
Y a pesar de aquella actitud vanidosa personal, algunos
me habéis dicho que os hice mucho bien. Quizás sea así. Pe­
ro no fué lo mejor.
Estamos acostumbrados a calificar las cosas en buenas
o malas por el beneficio agradable superficial que nos propor­
cionan. Nos movemos entre valores superficiales.
Una ficticia y transitoria abundancia y auge económi­
co os hacía engolfaros en competir, a ver quién tenía más,
quién se lucía más, quién compraba los automóviles más
lujosos y los aparatos eléctricos y electrónicos más sofisti­
cados.
Era la carrera por las apariencias.
Ciertamente que con el trabajo sobre nuestra mente,
cuando se hace bien, pudimos y podemos resolver algunos
problemas de salud o mejorar temporalmente ciertos esta­
dos anímicos. Esos y algunos otros beneficios conseguimos
con el control de nuestra mente.
Pero yo ahora veo esos beneficios más superficiales que
profundos, más transitorios que permanentes, más mentales
e ideales que reales.
Ahora al conocer y sentir esa fuerza creadora que es
nuestra realidad profunda y que es la causa y fuente de todo
54
nuestro actuar, pensar y ser, todos aquellos beneficios se me
antojan pequeños y triviales.
Más aún. Me parece que el dedicarse al desarrollo de la
mente es frenar y entorpecer el camino al fondo de nosotros
mismos. Es quedarse a medio camino.
Por eso, aunque no me arrepiento de lo que os enseñé,
pues eso era lo que yo conocía y lo sentía bueno para mí
como para vosotros, siento ahora el deseo de gritaros que
no os quedéis a medio camino. Seguid. Buscad la fuente y no
os quedéis en el río.
Estoy haciendo esta confesión ante vosotros, mis que­
ridos alumnos, con toda sinceridad.
Os escribo con el deseo de que mis errores, mis limita­
ciones y mis pasos en el camino sean un estímulo para voso­
tros. El reconocimiento de nuestros errores puede ser el tram­
polín para nuestra transformación.
Algunos de vosotros más de una vez me habéis dicho
que a veces he sido muy duro para deciros las cosas. Pero de
eso no me arrepiento. Creo que en ocasiones necesitamos el
remezón fuerte. Cuando no nos gustan ciertas verdades es
que protesta nuestro falso personaje. Y justamente es ese
falso personaje que vivimos de nosotros mismos el que hay
que desenmascarar, sin contemplaciones. Con claridad y
amor.
Esto estoy intentando hacer ahora con vosotros mis
antiguos alumnos y con los que nunca me conocieron: ha­
blaros y comunicaros lo que yo siento y vivencio, con clari­
dad y amor. También deseo que vosotros participéis de la
verdad y el amor y lo comuniquéis a otros.
No quiero herir con mis palabras pero tampoco quiero
caer en esa falsa actitud diplomática de encubrir, suavizar
o disimular para no caer mal y ser mejor aceptado.
A veces recibí de vosotros alabanzas que luego, repen­
sadas a solas en mi sincera interioridad se convertían en acu­
sación de una mal disimulada intención y deseo de lucimien­
to.
55
Os preguntareis por qué estoy confesando estas cosas
ante vosotros. Simplemente porque siento necesidad de
sincerarme.
En mi camino en busca de la Verdad, me he encontra­
do con todos estos trapos sucios de mis errores, falsedades
y encubrimientos. Y como los cometí con vosotros, ante vo­
sotros los confieso.
No. No es una pose. No es una actitud de modestia
tomada retóricamente.
Mi confesión es pura y simplemente una verdad sin
ningún significado metafórico. Es literal.
Pero en nuestra vida todo tiene una razón de ser. Nues­
tros errores como nuestros aciertos deben servirnos en nues­
tro caminar, si los sabemos aprovechar.
Todo lo doy por bien empleado. Incluso esos errores y
actitudes vanidosas.
El haber llegado al descubrimiento de lo que somos en
el fondo de nosotros mismos hace que me sienta como el pe­
regrino que cansado y sediento llega por fin a su casa.
Es consolador descubrir y ver que en nosotros está la
fuente de la verdad. Y no tenemos que ir a beber de las aguas
contaminadas de las ideologías de unos u otros.
No os presento ninguna ideología. Os comunico que en
vosotros está la verdad mejor y más clara que en ninguna
ideología.
Quiero mostraros cuál es el gran problema de nuestra
vida que es la madre y el padre de todos los demás problemas.
Este problema es lisa y llanamente el desconocimiento que
tenemos de lo que somos. Como no nos damos cuenta, por
nuestra superficialidad, que nuestra realidad interna es la
misma realidad divina, aunque limitada por nuestra mente,
vivimos limitados, encadenados, encerrados en nuestra idea
de impotencia.
Hemos de acallar nuestra mente para que esa realidad
se manifieste tal cual es.
Antes os enseñaba que toda la fuerza y poder residía
56
en la mente. Y eso es lo que se sigue enseñando como lo
más elevado y especial del desarrollo humano.
Y ahora os digo que la mente es la limitadora del Gran
Potencial que somos. Sólo acallando la mente podrá expre­
sarse ese Infinito Potencial que somos en toda su naturaleza.
Yo os enseñé que la mente es importante para nuestra
existencia concreta. Y en eso sigo pensando lo mismo. Nece­
sitamos nuestra mente para manejarnos en nuestra vida exte­
rior.
Sabemos además, que como obramos reactivamente,
automáticamente, mecánicamente, nuestras acciones, nuestra
vida es expresión mecánica y automática de ios contenidos
de nuestra mente. Por eso necesitamos estar atentos a que
nuestra mente no se llene de carga negativa, de contenidos
negativos y destructivos.
Incluso la mayoría de las escuelas, ideologías, métodos...
enseñan y proponen como la solución máxima a los proble­
mas de nuestra vida el cambiar nuestra mente, cambiar los
contenidos mentales para cambiar de actitud ante la vida.
Y eso es en parte cierto. Pero además de ser inestable es
ideal. Es decir, es un cambio de ideas. Es un cambio sobre las
ideas. No es un trabajo sobre la realidad.
Lo que yo intento enseñaros ahora, es que no debemos
quedarnos en la mente y sus contenidos, sino avanzar más
allá, v e r , conocer Y sentir desde el sujeto de la mente,
desde tu r e a l id a d , no desde tus ideas; desde Tí, no desde
tu mente.
La mente es o debe ser la servidora de la Inteligencia y
del Ser interior.
Antes hemos enseñado y la hemos tenido como si fue­
ra la dueña y directora de nuestra vida. Así lo creíamos por
desconocimiento de nuestra realidad verdadera. Pero no es
así, en absoluto.
Porque cuando nuestra vida no está dirigida por el ver­
dadero dueño que soy “yo ” con mi capacidad de ver y deci­
dir, toma las riendas esa servidora engreída que es la mente
57
con su carga de pensamientos e ideas, recibidas ciegamente
de otros, y se convierte en la tirana de nuestra vida.
Entonces se hace verdad aquello de que: “tu vida es lo
que es tu mente” .
Pero eso es así, porque nosotros hemos abandonado el
timón de nuestra vida y hemos abdicado en favor de los con­
tenidos ciegos, automáticos, inconscientes que componen
nuestra mente y rigen nuestra vida.
Así somos dirigidos no por la energía consciente y
amorosa que somos cada uno de nosotros, sino por esos
contenidos de ideas que han ido anidando ciega e inconscien­
temente en nuestra mente.
Aunque os hablo a vosotros, queridos alumnos, mi co­
razón se abre también para todos los lectores anónimos y
desconocidos. Para todos aquellos que sin saber cómo ni por
qué, son zarandeados por los estímulos e impulsos exterio­
res.
Os hablo a todos los que sentís que vuestras barcas van
a la deriva porque el timón no está en las manos de su capi­
tán y gobernante, sino en manos de ideas y pensamientos
impostores de vuestra mente, programada por innumerables
programadores extraños.
Quisiera ser lo más claro posible con vosotros, mis que­
ridos alumnos.
Quiero que os deis cuenta que lo que trato de comuni­
caros ahora, es distinto, muy distinto de todo lo que os trans­
m ití anteriormente.
Antes nos ocupamos de la mente. De educar la mente.
Ahora vamos más allá de la mente.
Ahora nos ocupamos del sujeto y dueño de la mente.
Siento que alguien me arguye: Pero si has cambiado
de modo de pensar de antes a ahora, quizás mañana cambies
nuevamente de pensar...
No. Yo no os comunico ahora ninguna ideología, nin­
gún modo de pensar.
No pretendo demostraros nada, sino invitaros a que
58
cada uno vea por sí mismo y vivencie por sí mismo lo que yo
he visto y he vivenciado.
Antes os enseñé e invité a trabajar sobre algo que en
sí mismo es cambiante: vuestras ideas, vuestra mente. Más
aún. Aquello sigue teniendo vigencia en aquel nivel mental.
Ahora os invito a tomar contacto con vuestra reali­
dad que siempre es idéntica a sí misma. Y nunca cambia.
Os invito a tratar con el dueño o dueña de la casa. No
con la sirvienta.
Ese dueño y dueña de la casa eres tú, si te decides a di­
rigir tu vida, empezando por tu mente y las ideas y conteni­
dos que llegan a ella.
No impongo ni pretendo que aceptéis mis ideas. Sólo
quiero que viváis por vosotros, que veáis por vosotros, que
sintáis por vosotros. Libremente. Conscientemente.
Por eso yo no pretendo ni quiero que nadie acepte nin­
guna idea mía. Sólo os invito a que veáis por vosotros mis­
mos.
Yo no quiero cargar y programar vuestra mente con
mis ideas. Ya la teneis cargada y programada por numerosas
ideas de otros. Ya es tiempo que la descarguéis y despro-
grameis.
Sólo quiero que toméis conciencia qué hay en vues­
tras mentes, qué pensamientos e ideas están gobernando
vuestra vida, quién es el SUJETO-dueño de vuestra mente.
No quiero cambiar la idea que hay en vuestra mente
por otras ideas mías. Eso traté de hacer y enseñar hace tiem­
po. Ahora no.
Ahora quiero que reconozcáis las ideas como ideas,
como contenidos de la mente y que VEAIS, SINTAIS Y DEC!
dais desde más allá de la mente, desde la conciencia interior.
Y viendo vuestras ideas, vuestra mente con todos sus
contenidos, no viváis a impulsos de esta mente y estos conte­
nidos, sino dirigidos por vuestra visión y vivencia directa de
la realidad consciente, libre y amorosa que sois.
Yo no sé si me entendéis bien.
59
Pienso que algunos de vosotros diréis quizás: antes nos
enseñaste con tanto ardor a manejar nuestra mente y ahora
nos dices que no nos dejemos gobernar por la tiranía de nues­
tra mente.
Y así es. exactamente eso es lo que digo.
Pero no hay contradicción.
Aunque sí hay un nuevo camino.
Es algo así como quien recibe una llave de una casa que
estaba llena de trastos viejos y aprende a abrirla y cambia
los muebles viejos por otros nuevos.
Pero luego te das cuenta que hay otra llave que te abre
una habitación mucho más perfecta donde no necesitas de
los trastos o muebles de la habitación anterior.
Os enseñé a cambiar las ideas negativas de la mente por
otras positivas.
Como dábamos como un hecho real que las ideas go­
bernaban nuestra vida, concluíamos: Tu vida es triste y ne­
gativa porque las ideas que albergas en tu mente son tristes
y negativas.
Eso lo decíamos. Os lo decía yo porque no había visto,
no había experimentado por mí mismo que además y más
allá de las ideas de la mente hay algo, hay alguien, que pue­
de gobernar, dirigir, prescindir, borrar, observar, admitir o
rechazar las ideas que hay en la mente.
Eso y ese alguien es la realidad consciente y amorosa
que llamo “yo”, mi realidad profunda, eso por lo que yo
soy yo, siempre idéntico a mí mismo.
Eso por lo que yo sigo siendo yo, aunque cambien mis
ideas.
Eso que soy “yo” y que mira y ve y observa a las ideas
revolotear en la mente.
Ve cómo vienen y cómo van las ideas, como palomas
mensajeras. Unas anidan en la mente con su mensaje. Otras
vuelan y desaparecen. Pasaron por ahí sin apenas dejar un
mensaje.
Hasta ahora ese “yo” nuestro, estaba ahí. Siempre ha
60
estado ahí. Pero estaba dormido, hipnotizado, mientras la
mente gobernaba nuestra vida con unas ideas y otras, siempre
cambiantes.
El dueño de la casa, nuestro “y o ” estaba dormido y la
servidora, la mente, se había adueñado de la casa, de nuestra
vida.
Es hora que pongamos las cosas en su sitio.
Es hora que devolvamos el mando al dueño y desenmas­
caremos a la servidora que se había adueñado de nuestra
vida.
En estos tiempos en que tanto se habla de libertad y
liberación de los hombres y los pueblos hemos de compren­
der con claridad que aunque se tenga libertad exterior, social,
política o económica podemos seguir siendo esclavos de la
tiranía de las ideas de nuestra mente.
Las ideas de nuestra mente por las que se rige la mayor
parte de nuestra conducta, de nuestra vida, no son nuestras.
Son de otros. Las hemos adoptado como nuestras. Pero no
son ideas que hayan nacido de nuestra intuición interior y
de nuestro sentir profundo.
Este es, mis queridos alumnos, el cambio de giro que yo
he dado en mi pensar y en mi comunicación o enseñanza a
vosotros.
No tengo miedo ni vergüenza de deciros que os enseñé
algo que entonces creí muy bueno o lo mejor. Ahora veo que
no era lo mejor, aunque fuera bueno parcialmente.
Ahora tengo que deciros lo que yo he vivenciado y vi­
vo como lo mejor. Y lo mejor es sentirse libre y liberado de
la esclavitud de las ideas de la mente.
Os animo, mis queridos alumnos a que busquéis el prin­
cipio de la sabiduría en el conocimiento de vosotros mismos.
Cuando ese problema lo tengamos resuelto, todos los
demás dejarán de tener fuerza.
Los problemitas de la vida diaria nos asfixian porque
no hemos resuelto el primero: conocernos, comprendernos
61
V aceptarnos incluso en aquello que no vivimos desde nuestra
realidad verdadera.
Para ese conocimiento interno de cada uno no sólo no
sirven sino que estorban todas las ideas que tenemos sobre
nosotros o los demás.
Sólo sirve la mirada abierta de la inteligencia que ve sin
juzgar y el sentir profundo de la capacidad interna que se
expresa por una satisfacción y seguridad en lo que uno es,
en su realidad profunda.
El mensaje que ahora os doy y el trabajo que os propon­
go, es ciertamente distinto de lo que os enseñé muchas veces.
Antes os proponía que cambiarais vuestra actitud men­
tal para cambiar vuestra vida.
Ahora os digo que contactéis con lo que sois en vuestro
fondo interno.
Para realizar ese contacto hay que acallar la mente con
todos sus pensamientos e ideas.
Y cuando hayais tomado contacto por la visión direc­
ta y el sentir inmediato, lo que llamábamos problemas per­
derán su fuerza y dejarán de serlo.
No os propongo trabajo para un día, sino para toda la
vida.
Porque toda la vida hemos de estar conscientemente
presentes en cada cosa y en cada situación y vivirla con lo
mejor de nosotros mismos.
Entonces iréis viendo y sintiendo la alegría de ser lo
que sois.
¿Qué más y mejor os puedo desear?

62
Carta a
un desconocido
(Ese desconocido puedes ser tú)

A tí, desconocido, quiero hablarte de mí, un descono­


cido para tí.
Quiero confesarte algo simple.
Quiero decirte que soy como tú, en lo bueno y en lo
malo.
En realidad te digo en lo bueno y en lo malo. Pero,
¿por qué hablamos siempre de bueno y malo? Me parece que
eso de estar siempre hablando de bueno y malo, de buenos
y malos es un modo erróneo de hablar.
¿Qué es bueno y qué es malo?
¿En qué sentido es bueno y en qué es malo?
¿Quién da el veredicto de bueno y malo?
Lo que quiero decirte es que quiero confesarme ante tí,
de aquello que llamamos bueno y lo que llamamos malo.
Voy a hacerlo con toda sencillez. Sin orgullo ni preten­
dida humildad.
¿Sabes qué pretendo al hacerte mi confesión?.
Sinceramente, mi vida ha sido tan vulgar, tan común,
tan sin importancia especial, que ahora al estar dando pa­
63
sos y pasos en el camino de la luz y la verdad, creo que
tú, mi querido desconocido, podrás hacerlo mejor que yo.
Sí, sí. Te lo digo sin modestia alguna.
Te lo digo con sincero corazón.
Mira. No quiero usar retórica alguna para hablarte. Te
habla mi corazón.
Lo que leemos en los libros parece que es algo que nos
llega de lejos. De alguien lejano.
Aunque tú seas un desconocido para mí y yo lo sea
para tí, quiero que sepas que te hablo con profundo amor por
tu bien. Te hablo como a alguien cercano.
Escribo esta carta y este libro con el exclusivo deseo
de comunicarte a tí y a los que pueda llegar mi mensaje lo
que estoy seguro que es bueno para tí, para ellos y para mí.
Nada es mejor para un ser humano que el vivir como tal,
con la conciencia despierta y el amor activo en todos los
momentos de su vida.
Quiero confesarte las cosas que me avergüenzan en mi
vida así como las que me han producido profundo gozo y
satisfacción.
Te lo confieso y cuento para que te convenzas de que
puedes hacer mucho más de lo que estás haciendo en tu vi­
da. Porque el mal más común que nos invade es creer “que
no podemos más” .
Quiero compartir contigo porque siento urgencia y
necesidad de hacerlo, mis dificultades, penas y alegrías.
Escúchame con el corazón, como yo te hablo con el
mío. Desecha lo que tiene de frío un libro.
Yo quiero que mi confesión como todo lo que te digo
en este libro, querido desconocido, te mueva y te ayude a
empezar a vivir por tí, a sentir por tí, a pensar por tí, a
SER TU.
Tu y yo somos semejantes. Mis dificultades, tropiezos,
errores, caídas, inquietudes, son sin duda semejantes a las
tuyas.
Te cuento mi historia brevemente.
64
Fui criado y educado en mis años de infancia con nor­
mas estrictas religiosas, morales y sociales.
Las normas religiosas con toda esa carga moral de te­
mor fue limitando mi libertad infantil.
Vinieron luego los años de internado rígido. Una ado­
lescencia reprimida con todas sus consecuencias sicológicas.
La vergüenza de tener que confesar ciertos pecados
“vergonzosos” era el freno para no cometerlos y no la convic­
ción de que debía ser puro o limpio como insistentemente
nos decían.
Cuando en la juventud me atrevía a pensar por mí
mismo, sentía por una parte los condicionamientos filosófi­
cos y teológicos de las enseñanzas tradicionales y académi­
cas. Pero interiormente algo se resistía en mí a aceptar cier­
tos principios, ciertas “verdades” (¿?) que se me imponían.
Dentro de mí algo me urgía por algo más grande, más
amplio y más pleno. Yo sentía que La Verdad no puede atar,
encadenar, esclavizar. Y yo con aquellas “verdades” me sen­
tía esclavizado, encadenado. Jesús había dicho que La Ver­
dad nos liberaría. Pero yo con aquellas “verdades” no me
sentía liberado.
La fuerza de la autoridad y tradición doctrinal acalla­
ban las voces que se levantaban dentro de mí, buscando y
urgiéndome por La Verdad.
Estoy seguro que tú también habrás sentido más de una
vez inquietud y demanda interior por algo más grande que
aquello que estás o estabas viviendo.
Mi amor y urgencia por La Verdad me empujaban por
una parte a aceptar a ciegas las enseñanzas que se me impo­
nían por autoridad. Pero al mismo tiempo ese mismo afán
y amor por La Verdad me hacía sentir repulsión hacia ciertas
enseñanzas impuestas por autoridad que me resultaban absur­
das por su rígido dogmatismo paralizante.
A pesar de esa repugnancia interna que sentía para acep­
tar ciertas doctrinas, no me atrevía a enfrentarme a ellas por
el miedo al rechazo y ser proscrito como rebelde o hereje.
65
Intentaba convencerme a mí mismo que seguramente yo es­
taba equivocado, puesto que todos pensaban y decían distin­
to que yo que yo sentía por dentro.
Ahí tienes, mi querido desconocido, mi primera claudi­
cación. La vergüenza a ser mirado mal, me hizo ser infiel a
mí mismo.
Antes de este eslabón de la cadena de mi encadenamien­
to, ya antes me había atado a otro aunque fuera inconscien­
temente por falta de desarrollo de la conciencia, al aceptar
en mi infancia los modelos que la sociedad, la familia y la
educación me habían obligado a aceptar.
Yo había quedado huérfano de padre en la primera in­
fancia.
Mi madre, mujer buena, bondadosa, creyente tradicio­
nal como la mayor parte de las mujeres de su tiempo, te­
nía una bondad natural poco común. Pero como todos, o
como casi todos, no pensaba por sí misma.
Pensaba por las enseñanzas recibidas. Como sus padres,
como sus abuelos.
Es la cadena interminable de influencias de generacio­
nes y generaciones.
A veces he sentido la gratificante alegría de pensar
que estoy rompiendo la cadena de aquella ciega esclavitud
paralizante.
Es como si el castillo de naipes se desplomara, porque
un naipe ha dejado de apoyarse y sostenerse en los demás y
ha dejado de pertenecer al castillo. Y ese naipe soy yo.
Pero el sentimiento natural de bondad humana de mi
madre tenía para mí un valor irrefutable, completamente dis­
tinto de aquellas imposiciones de normas y enseñanzas cie­
gamente aprendidas por el mero hecho de que así lo enseña­
ban.
La bondad compasiva y comprensiva de mi madre hacia
los pobres que no tenían hogar donde vivir o un poco de pan
que comer, calaba en mi mentalidad infantil como lluvia
suave que empapaba, majaba y alimentaba mi espíritu.
66
Era la Verdad de la bondad verdadera que se impone
por sí misma, sin encontrar obstáculos o rebeldía alguna
porque no se impone por la fuerza de la autoridad, sino por
la fuerza de la bondad. Era una bondad que no necesitaba
palabras ni consejos ni imposiciones.
¡Qué distinta es la aceptación de esta enseñanza natu­
ral de la bondad, de aquellas otras enseñanzas estereotipa­
das, aprendidas, impuestas, congeladas y congelantes de
dogmas y reglas morales de religiosidad obligada!.
Mi madre me enseñó, sin imponerme nada, porque ella
intuitivamente vió y descubrió que sólo se puede enseñar
sintiendo y viviendo lo que se enseña. Y ella lo hizo.
Ella siempre sintió una verdadera pasión por la verdad
y una repugnancia hacia la hipocresía.
Aunque absorbida por la sociedad en la que se educó
y vivió, practicó y vivió la bondad, no por las imposiciones
externas, sino por la fuerza interior que le empujaba a vi­
vir esa bondad. Creo que nunca supo lo que es el odio. La
siento y la recuerdo como un gran río de bondad y sinceri­
dad. Yo viví inundado impregnado por él.
La sociedad que nos acoge, nos da su apoyo bajo la con­
dición de que le demos nuestra anuencia y aprobación y si­
gamos sus dictados.
La sociedad en la que viven los mayores y en la que de
niño y joven me sentí inmerso, era la sociedad de siempre:
la que da a condición de que le des, la que te ayuda y favo­
rece a condición de que sigas sus dictados y consignas.
La “benefactora” sociedad se convierte en cruel dicta­
dora con aquellos que se rebelan contra sus exigencias.
La sociedad es despiadada con todos aquellos que no
siguen los modelos que ella propone e impone.
En ese esfuerzo por acomodarme a la sociedad fui
uno más, un esclavo más del inmenso rebaño de corderos
dóciles que bajo la necesidad y el deseo de ser aceptado en
su seno se somete a sus tiránicas exigencias despóticas y acti­
tudes hipócritas.
67
El esfuerzo por esa acomodación a la sociedad, me lle­
vaba a ver como naturales y lógicas las normas sociales. Pe­
ro nunca esas normas sociales llegaron a convertirse en con­
vicciones evidentes para mí.
Te aseguro, querido desconocido, que aun siguiendo
ciertas normas sociales, sentía profundo rechazo y rebel­
día hacia ellas.
Esto que acabo de decir no lo digo con jactancia o va­
nagloria, sino todo lo contrario. Lo digo con vergüenza por­
que me siento un cordero más, dócil por cobardía, que juega
el juego sin creer en él.
A veces pienso en la sociedad en que vivimos como un
inmenso campo de concentración donde se nos manipula y
amaestra de unas ciertas maneras y cuando alguien se salta
las normas lo meten a un psiquiátrico o un manicomio,
por rebelde. Aunque para quedar mejor y lavarse las manos
lo llaman loco.
No sé por qué siempre viene a mi mente Juan Salvador
Gaviota desertando de la bandada y huyendo sólo a volar
por no resignarse a vivir con y como las demás gaviotas siem­
pre en la arena de la playa y rondando los barcos de los pesca­
dores sin lanzarse a volar por los inmensos e infinitos espa­
cios. Sabe que las demás gaviotas lo tacharán de rebelde y
maldito. Y será proscrito por atreverse a hacer algo que
no hacen las demás gaviotas. Pero él será el que descubrirá
el profundo gozo de surcar los desconocidos espacios infi­
nitos.
Mientras te escribo y desde mi balcón frente al mar veo
las gaviotas volar y revolotear quisiera que tú fueras un Juan
Salvador Gaviota decidido, que se lanza a volar por sí mis­
mo afrontando todo el riesgo de la aventura.
Es duro y difícil reconocer nuestros errores, sin cul­
par a nadie de ellos.
La mayoría de las personas que han tenido una ideolo­
gía y de una u otra forma la han estado sirviendo, tienen
miedo de dejarla y más aún de hablar o escribir recono­
68
ciendo su error. Internamente se esfuerzan por seguir conven­
ciéndose a sí mismos de la verdad de lo que defienden aunque
en su interior haya resistencia y surja una demanda por bus­
car la Verdad desnuda sin colores de ninguna clase.
Se defienden ideologías, teorías, escuelas, hechos, situa­
ciones, personas, doctrinas... porque tenemos en juego intere­
ses personales.
Yo también he defendido a veces lo que creí indefen­
dible. Pero me creía en la obligación de hacerlo porque ése
era en aquel momento mi rol y mi interés personal de trabajo
o de conveniencia.
Muchas veces he defendido ciertas actitudes porque así
creía que tenía que hacerlo o era lo que me convenía, aunque
no estuviera convencido de su verdad.
Llegó a interesarme más mi propia conveniencia que La
Verdad.
La Verdad era la gran ausente.
Lo que siempre me interesaba en todo era sentirme
triunfador.
Hablaba más para ser alabado que para enseñar.
Conocer y transmitir la Verdad quedaba relegado a se­
gundo o tercer término. Lo importante era quedar bien.
Me predicaba más a mí que a La Verdad o Dios que es lo
mismo.
Te confieso todo esto, para que veas que anduve metido
hasta el cuello en un egoismo vanidoso e interesado.
Me cuesta mucho confesar todo esto. No es una modes­
tia retórica para llamar la atención. Lo confieso con verdade­
ra vergüenza. Porque lo siento como una cobardía.
Pienso que otros estarán en semejantes circunstancias.
Yo no puedo juzgar a los demás. Bastante tengo con mi pro­
pio fardo como para cargar con otros.
Es posible que muchos que están trabajando y enseñan­
do a los demás, estén enzarzados en la misma lucha que yo li­
bré. Si es así, les animo a ser sinceros consigo mismo. Vale la
pena.
69
Aún en los momentos en que estuve enredado en las
marañas de mi cómodo egoísmo, en el fondo de mí mismo
sentía la demanda por la Verdad de todo y en todo. Como
la sigo sintiendo ahora.
Ya no me contento con lo que me dicen o me han di­
cho sobre las cosas. No me contento con lo que mis sentidos
externos me dicen. No me contento con lo que mis intereses
me dictan. Tengo una inquietud constante por La Verdad. Y
La Verdad se encuentra siempre cuando se busca donde es­
tá: en el interior de uno mismo, sin los condicionamientos de
los intereses egoístas y sin esos otros condicionamientos ex­
ternos de las ideas extrañas e impuestas por otros.
Yo he sido, más de una vez, uno más de esa legión de
charlatanes cuyo interés principal era el propio lucimiento.
No importaba tanto cuántos habían sido iluminados
con la verdad, sino cuánto había brillado y cuántas alabanzas
había cosechado.
También hubo un tiempo en que no sólo quería brillar,
sino también ganar dinero. No era la ambición de tener más
y más. Pero sí tener una cómoda independencia económica.
Aunque creo que el deseo de tener más, era para brillar
mas.
La personalidad, mi falso “yo” , quería engordar con
ideas de tener, de seguridad y de comodidad.
Pero todo este trabajo, este esfuerzo debía ir disimula­
do, disfrazado por la idea del servicio a los demásl Me parece
que es muy frecuente esta estratagema y este tinglado y mon­
taje que nos armamos para justificarnos ante nosotros mis­
mos, ante nuestra propia conciencia y de cara a los demás.
Ese era mi modo de trabajar, de “servir” de“desarro-
llar mi personalidad” (¿?).
Yo también he sido en cierto momento de esos maes­
tros que enseñan y son seguidos por muchos discípulos. El
“ego” engorda cuando se siente seguido y admirado.
Maestros son sólo los que viven lo que enseñan.
70
Cuantas menos palabras necesita para enseñar mejor
maestro es.
¿Por qué hay tanto afán de enseñar y de ser maestro?
Constantemente sentimos la tentación de enseñar algo o
sobre algo. Es como la pretensión de pensar que somos más
que los otros, cuando somos capaces de decir o enseñar al­
go que los otros no saben.
Pero sólo somos más, cuando vivimos más que lo que en­
señamos con palabras.
Sobran enseñanzas y faltan vivencias. Sobran palabras y
faltan hechos.
Querido desconocido: Quisiera que entendieras el men­
saje que intento darte. Es un mensaje de aliento. Es un men­
saje para que confíes que tu vida, quizás vacía o estéril, está
llamada a la plenitud.
El estar y haber estado metido y enzarzado en un mon­
tón de defectos y miserias no es ningún obstáculo para em­
prender el camino de la propia transformación.
Este mensaje quiere decirte que por más defectos y
tropiezos que hayas tenido en tu vida, como yo y casi todos
los hemos tenido, el remedio no hay que buscarlo fuera ni
lejos. El remedio está en tí. Tienes todas las capacidades
para ser lo que tienes que ser.
Tú y yo estamos llamados a ser luz en el mundo. En rea­
lidad todos somos llamados porque todos somos ya esa luz en
nuestra realidad profunda. Pero hemos de descubrir esa rea­
lidad y vivirla.
Muchas personas quedan paralizadas y estancadas en la
vida, creyendo que ya nada pueden hacer, porque en un
momento determinado “metieron la pata”, tuvieron un
pequeño o gran tropiezo en su vida. Les parece que a lo más
que pueden aspirar es a ser como los demás.
No te quedes arrastrándote en la playa seca de tu vida,
como una necia y vulgar gaviota que no se da cuenta que pue­
de remontar el vuelo por los cielos luminosos.
Aún después de habernos roto las alas, como yo y mu­
71
chos otros las rompimos, podemos remontar el vuelo.
Tú eres capacidad de ser consciente de todo y en todo.
Y eres capacidad de amar siempre y todo. Empieza amándote
a tí de verdad y empezarás a vivir plenamente.
Conócete de tal manera que no puedas dejar de amar.
Porque esa es tu naturaleza.
Yo y muchos más te acompañamos en el mismo camino,
en el mismo empeño.
No temas y ¡Adelante!

72
Carta a los
desanimados
y desilusionados
A todos vosotros que habéis sentido más de una vez el
aguijón y el desgarro del desánimo en vuestra carne y en
vuestro espíritu y teneis abierta en el corazón la llaga del
odio, la traición o la infidelidad, quiero daros también mi
mensaje. Porque yo también he sentido eso mismo muchas
veces.
Pienso en vosotros especialmente, porque sé el peso y
el lastre que supone en la vida de cada persona el desánimo.
Te habla quien ha sido como tú lo eres en estos momentos,
un desilusionado y un decepcionado.
No quiero ocultarlo.
Muchas veces me he sentido con ganas de tirar la toalla
y darme por vencido ante ciertos fracasos, ante ciertas in­
comprensiones, ante ciertos ataques que yo sentía injustifi­
cados.
Tú, desanimado o desilusionado que me lees, quiero que
sepas que te comprendo.
Pero también quiero que reconozcas y comprendas al­
go que quizás te cueste comprender y aceptar. Y es que sien­
do sincero tengo que reconocer que cuando me he sentido
desanimado y desilusionado fué porque yo estaba defendien­
do un personaje que vivía en mí, que no era yo.
73
Era ese personaje que todos nos creamos y vivimos.
Pero es un personaje ideal, artificial, mental. Es la idea
que nos hemos formado de nosotros. No somos nosotros
en realidad. No es nuestro yo real.
Pero como hemos vivido siempre pendientes de esa
idea de nosotros, de ese personaje artificial, cualquier ofen­
sa que recibe este personaje, esta idea de nosotros, la reci­
bimos como si fuéramos nosotros realmente los ofendidos.
Si analizas tu vida, tus depresiones, tus desilusiones,
tus desánimos, advertirás que casi siempre se deben a este
sentirte ofendido por no recibir la respuesta que esperabas
de aquellos de quienes esperabas algo.
Este algo era el reconocimiento a tus desvelos, a tu
amor, a tus esfuerzos, a tus servicios, a tus favores, a tu tra­
bajo.
Entonces ese yo egoísta que vive en nosotros como un
impostor, se rebela y siente que cometen una injusticia cuan­
do no le pagan sus acciones con el reconocimiento que es­
peraba.
Y así caes en ese desánimo destructor de tus energías
que se reducen al mínimo por la falta de reconocimiento
por parte de los demás.
Hay otras desilusiones ante la vida, cuando vemos que
no somos nosotros, sino nuestros seres más queridos los ofen­
didos.
Recuerdo el caso de aquel muchacho que estaba desi­
lusionado ante la vida porque había visto cómo por una
venganza política mataban a sus padres y a todos sus fami­
liares casi en su presencia.
El sintió de tal manera la desilusión y el desánimo ante
la vida, que todo le resultaba absurdo, injusto. El se sentía
impotente incluso para vengarse de los que habían matado a
su familia.
Se sentía solo, anonadado e impotente.
Si tú, mi querido lector, estás entre estos desilusiona­
dos, quiero decirte algo.
74
No. No te voy a decir que perdones sin más a aquellos
supuestos malhechores.
Sería pedirte demasiado de una vez.
Si te propusiera ese camino podría ser bello y heroico.
Pero no muy factible y practicable.
Mis palabras podrían ser un consejo bello, pero no prác­
tico.
Si tienes de verdad deseos de salir de tu estado de desá­
nimo, de depresión, si tienes deseos de “ v iv ir ” de nuevo,
te propongo un plan.
Empieza a amar a los que todavía tienes cerca de tí, a
tus amigos, a tus conocidos.
Ama la naturaleza, las plantas, los animales.
Ama todo lo que para tí puede tener algo de amable.
Cuando el capullo de la rosa del amor se abra en tí ha­
cia las personas cercanas a tí y la rosa del amor esté abierta
generosamente hacia tus conocidos y amigos, empezará
a obrarse el milagro del amor en tí y las barreras del odio y
la venganza irán cayendo una tras otra, hasta sentir que tu
capacidad de amar es más fuerte que el odio o el desamor
que te quitó a tus seres queridos.
Puedes pensar que te pido mucho o que eso es imposi­
ble. Pero no es ni lo uno, ni lo otro.
Te pido lo que sé puedes hacer.
Otras, personas normales como tú, lo han hecho.
Yo no puedo decirte que he pasado por ese trance. No.
Pero sé que otros, que sí han pasado por esos momentos du­
ros, lo han conseguido. ¿Por qué no tú?.
No te lo propongo en virtud de ningún precepto, de nin­
gún mandamiento.
Te lo propongo por tí mismo.
Te lo propongo con el fin de que vivas .
El desánimo, la desilusión y el odio causan la muerte.
El amor siempre da la Vida.
Empieza amando. A quien quieras. Pero ama.
El milagro surgirá. No lo dudes.
75
Te voy a decir algo más.
Tus seres queridos no están ahora contigo físicamente.
Pero ellos siguen viviendo.
Aunque tú no llegues a compartir mi opinión, te diré
que yo sí estoy convencido que viven.
Viven, no con el ropaje del cuerpo físico que tuvieron
cuando tus sentidos físicos los sentían cerca.
Pero viven.
La Vida es siempre vida.
No deja de serlo cuando las formas con las que se viste,
cambian.
Las formas cambian.
Pero la Vida sigue siendo vida.
Pero, incluso aunque no compartieras esta convicción
mía, piensa:
Tus seres queridos querían y querrán ahora para tí
lo mejor ¿No?
Y ¿no crees que lo mejor para tí es que tu “v iv a s ”?
Sí. Que vivas no sólo físicamente, sino que “VIVAS” con
todo lo que la vida lleva consigo.
No hay vida sin amor.
Si quieres vivir has de empezar a amar.
Primero a quien tú quieras, como ya te he dicho. Luego
El Amor hará todo lo demás.
No es una promesa hueca.
Tampoco me lo puedes negar, mientras no lo pongas
en práctica.
Para el ser humano no hay vida humana sin amor.
Además, si permites que el odio y la venganza te co­
rroan, ¿no crees que te conviertes en tan malhechor como
los que te quitaron tus seres queridos?
Sí, mi querido desilusionado.
Yo no te conozco.
Pero te amo aún sin conocerte.
Ya sabes que no es necesario el conocimiento físico para
poder amar.
76
Te amu porque amar es desear lo mejor para la persona
amada.
Y yo deseo lo mejor para tí: que levantes el ánimo y
sepas que la vida adquiere otro color cuando empezamos a
poner en acción nuestra capacidad amorosa que todos somos.
Sin excepción.
Aunque me dijeras que tu corazón está seco e incapaz
de amar, no lo creería, porque esa es una idea errónea tuya
sobre tí mismo.
Es lo que sientes.
Pero no es lo que realmente eres.
Sigues siendo capacidad amorosa.
Yo no sé cuál es o ha sido la causa de tu desilusión o
desánimo.
Pero sea cual sea, la causa principal es el no vivirte
desde lo que tú eres, desde tu realidad positiva.
No desde los pensamientos negativos, limitados de tu
mente.
Fíjate que te invito no a p e n s a r sino a vivir lo que
tú eres.
No te invito a que cambies de ideas, sino a que empie­
ces a hacer lo que tu capacidad humana está llamada a hacer.
No te pido que hagas esto o aquello por los demás, si­
no por tí. Porque eres tú el único o primer ganador o per­
dedor.
Te invito a que hagas lo que otros como tú han hecho,
hemos hecho.
¿Quieres no desilusionarte nunca?
Pon la ilusión en hacer lo que tienes que hacer. Y no
en recibir un premio por lo que haces. Ni siquiera una corres­
pondencia.
Te garantizo una vida llena de ilusión.
Porque tu ilusión dependerá siempre de tí.
Sólo dependerá de que seas lo que tienes que ser, de
que hagas lo que tienes que hacer.
Cuando te ilusiones con la recompensa que “otros”
77
te van a dar, estás dando el primer pasa hacia la desilusión.
Los “otros” quizás te correspondan. Quizás no. Pero
la correspondencia segura está en que tú hagas lo que tie­
nes que hacer, que seas expresión de tu ser verdadero, de lo
que tú íntimamente eres: capacidad de comprensión y amor.
Deja la venganza a los vengadores.
Deja el odio a los odiosos.
Deja el rencor a los rencorosos.
Empieza a vivir de nuevo amando.
Amando de verdad, deseando profundamente, sincera­
mente, lo mejor para tus personas amadas.
Empieza hoy. Ahora.
Pronto verás el sol más brillante y las flores con más
color y la vida con nuevo sabor.
Tú serás la causa y el efecto del milagro.

78
Carta a
mi enemigo
¿Te acuerdas Tony de aquellos días en que te consumía
la envidia?.
Yo había logrado ganarme la amistad y simpatía de to ­
dos aquellos seguidores tuyos.
Es verdad que era mi interés particular el que me empu­
jaba a servirles y ganarme sus simpatías. Tú te sentías despla­
zado, olvidado, postergado. Tenías motivo para atacarme. Y
me atacaste. Y me calumniaste. Y yo me sentí víctima. Tú
fuiste mi víctima y yo tu víctima.
Ni tu tenías la razón. Ni la tenía yo.
No era la razón sino el amor propio ofendido el que
gritaba, el que se ocultaba en tí contra mí y en m í contra
tí.
Era la pelea de dos niños ofendidos.
¡Y pensar que tú y yo nos tenemos por personas serias
e importantes!!!
Para tí era muy importante el seguir siendo líder y ga­
llito y para mí lo era el llegar a conseguirlo.
Pero no podíamos subsistir ambos como líderes. Nunca
hay paz en un corral con dos gallos.
Tú llegaste a ser mi enemigo. Yo casi llegué también
a sentirme como enemigo tuyo. Pero no pude hacer nada
79
contra tí ni me sentí enemigo tuyo. Tú eras el que tenía la
credibilidad ante toda la gente.
Yo era el advenedizo, el nuevo, el extranjero, el extra­
ño.
Nunca hice nada contra tí directamente. Quizás no tan­
to por falta de ganas, sino por impotencia.
Luego, a los años, cuando me enteré de tu decaimiento
físico, moral... sentí pena. No llegué a alegrarme.
Es que en el fondo yo nunca me sentí como tu enemi­
go. Aunque, tú sí te portaste como mi enemigo. Hiciste to ­
do lo posible para deshonrarme para disminuirme. Tú que
supuestamente eras un trabajador al servicio de los demás. Tú
que tenías una misión de educar y enseñar. Tú que creías
ser el detentador de la verdad y del bien.
Y yo también. Ya ves. ¡Qué contradicciones!!
Eramos maestros de paz y éramos dos enemigos. ¿Tú
crees que puede enseñarse el amor y la paz así?
Sin embargo estábamos más preocupados de destruir­
nos que de ayudarnos. Estábamos más preocupados de resal­
tar lo que nos desunía en vez de buscar un punto de unión.
Es el espectáculo que sigue dándose entre los educado­
res, los políticos, los líderes religiosos...
Yo siempre te he recordado, Tony, como una de las
personas que peor me han querido.
Pero en tí recuerdo a algunos otros.
La envidia es y ha sido siempre mala consejera.
La envidia es podredumbre contagiosa.
Recuerdo en tí también a todos aquellos que por envi­
dia o temor a ser opacados me han despreciado, odiado, ca­
lumniado, vituperado.
Hoy, recordando esos desprecios y vituperios he sen­
tido que tenían algo de razón. No todo es falso y mentira
cuando nos vituperan.
Nuestra terquedad más o menos disimulada es perci­
bida y denunciada despiadadamente por nuestro enemigo.
Sólo hay que saber recibir las críticas para conocet-
80
nos mejor. Sólo hay que saber aceptarlas para reemplazar­
las por la actitud opuesta. Pueden sernos de un gran servi­
cio.
No siempre es falso todo lo que dicen de nosotros
nuestros enemigos.
Si nos preocupara verdaderamente nuestro desarrollo
personal estaríamos muy atentos a las críticas de nuestros
enemigos, pues ellas poseen una gran parte de verdad.
La calumnia merece un lugar aparte.
Si las críticas son y pueden ser beneficiosas para encon­
trar la verdad por amarga que sea, las calumnias por ser
mentira, siempre son perjudiciales para todos.
Hemos de reconocer que en la calumnia no hay ver­
dad sino mentira y falsedad.
Y la mentira nunca ayuda, nunca construye.
Querido Tony, es una pena que nos hayamos separado
y no hayamos vuelto a vernos más.
Un nuevo encuentro podía haber sido la ocasión para
reconocer nuestra rivalidad o enemistad y superarla. Ese
podía haber sido un comienzo de nuestra transformación
interior.
Claro que eso lo veo ahora. Ahora que quizás tampo­
co te hubiera dado motivos para tu enemistad. Ahora que in­
cluso aunque hubiera nacido en tí la enemistad, yo la hubiera
comprendido y perdonado y quizás se hubiera diluido.
Tú y yo hemos enseñado muchas veces la solidaridad,
el perdón, la comprensión, el amor... y quizás lo enseñába­
mos mientras tú me atacabas y yo trataba de hacerte som­
bra.
Y es que dicen en mi tierra que “una cosa es predicar
y otra dar trigo” y ¡ ¡estamos tan acostumbrados a enseñar,
hablar y no practicar!!
No sé si es que queremos sentirnos buenos simplemente
hablando sobre el perdón y el amor, aunque luego las obras
no acompañen o es que somos muy cínicos.
Las cosas bellas que solemos decir sobre la amistad se
81
diluyen y quedan en huecas palabras.
Yo quisiera ahora, querido Tony, recuperar el tiempo
perdido, rehacer lo mal hecho.
No sé hasta qué grado yo tuve intención consciente de
ofenderte.
Pero lo cierto es que consciente o inconscientemente
ofendí.
Ahora con sinceridad te pido perdón.
No creo que llegues a leer esta carta. Porque en reali­
dad ni sé si todavía estás viviendo en la tierra.
Estés donde estés quizás sientas junto con mi perdón
mi amor activo también.
Deseo lo mejor para tí.
Claro que lo mejor para tí será que reconozcas tu error
por haber odiado. No deseo esto por mí sino por tí, porque
sé que tú te perjudicas más que a mí mismo.
Cuando alguien odia a otro, el que odia es el que lleva
la peor parte.
Yo deseo que tú que me odiaste, lo reconozcas y dejes
de odiar.
No es un consejo piadoso o moralista.
Es que quiero lo mejor para tí. Eso de momento es lo
mejor.
También yo te pido perdón si te ofendí en algo y en
tí, Tony, yo pido perdón a todos a quienes consciente o
inconscientemente he ofendido.
Sí. Pedirte perdón quiere decir que desaría de corazón
que eso no hubiera ocurrido y que no pienso hacerlo nue­
vamente.
Te hablo así porque como en estas páginas yo hablo so­
bre el amor quiero ponerlo en práctica en este momento.
Y ofrezco mi perdón y mi amor a los que me han ofen­
dido sea consciente o inconscientemente.
Quizás me sentí ofendido cuando lo hicieron. Pero aho­
ra con serenidad, siento como si nunca me hubieran ofendi­
do. Y les deseo lo mejor. Más aún. Es fácil imaginar que aho­
82
ra, en estos momentos, hay personas que me quieren mal,
me odian, me difaman.
Para todos ellos les envío mi mensaje a través de tí,
Tony. Y mi mensaje es que a sus deseos y acciones contra
mí yo les deseo el mayor bien. Y si se presenta la ocasión
también les tenderé la mano de amigo.
Esta es mi actitud y sentir verdadero mientras te escri­
bo.
Claro que como te decía antes, el mayor bien que les
deseo es que dejen de odiar porque eso es el mayor mal que
tienen ahora y deseo que abran los ojos y vean que el que
odia y desea el mal a los demás, está abriéndose su propia
fosa.
Esto lo dicen todos los conocedores de lo que son las
energías síquicas. No es una reflexión devota. Es una reali­
dad comprobada.
Al escribirte a tí, mi enemigo, y en tí a todos los que he
tenido o tengo, te confieso que siento pena por todos aque­
llos que tienen odio y rencor albergado en su corazón, cre­
yendo que así destruyen al que consideran su enemigo.
La envidia, el despecho y la venganza y en el fondo de
todas ellas la ignorancia, son las causas de esos estados des­
tructores en el ser humano.
Muchas cosas más te diría Tony.
Pero ante todo, que tiendas tu mano como yo te tiendo
la mía. Y en tí se la tiendo a mis lectores y a mis enemigos
desconocidos.
Es esta la petición de perdón a quienes he ofendido y
la oferta de mi perdón a los que me hayan ofendido.
En realidad cuando vivimos desde nuestra realidad
verdadera nunca nos sentimos ofendidos, porque sólo se sien­
te ofendido el “yo” falso, el personaje que vivimos como si
fuera nuestra verdadera realidad, nuestro verdadero “y o ”.
Y por eso, porque cuando vivimos desde donde somos
de verdad nosotros mismos no nos sentimos ofendidos, tam­
poco tenemos necesidad de perdonar.
83
Entonces sólo existe la aceptación de las cosas como
son, la comprensión y el amor.
No hay nada más.
El amor verdadero nunca se siente herido.
Sólo el falso.
El que va buscando con su amor alguna recompensa o
alguna correspondencia que no recibe, se ofende.
Se ofende por eso: porque no es verdadero.
El verdadero amador ama sin esperar ser gratificado o
correspondido.
Eso querría que existiera en tí, en mí, y en todos los
seres humanos, un conocimiento verdadero de lo que so­
mos en el fondo y que fuéramos expresión del amor verdade­
ro que todos somos en potencial casi infinito, o. sin el casi.
Eso deseo para tí y para todos mis conocidos o desco­
nocidos enemigos: conciencia profunda y amor verdadero.
Tu amigo.

84
Carta al
Maestro Jesús
Sí. Me da cierto reparo y siento un moderado rechazo
de escribirte una carta a tí, Jesús. Porque se te ha encasi­
llado y encerrado en una hornacina sagrada que resultas
inaccesible para la mayor parte de los hombres.
Y como yo escribo para todos, creyentes como no cre­
yentes en las religiones, temo que mis lectores no creyen­
tes piensen que me alejo de ellos por hablarte a Tí.
Y no es así.
Te escribo a Tí, Jesús, para dirigirme y acercarme de
un modo especial a los no creyentes en las religiones. Aun­
que pueda parecer una paradoja.
La mayoría de los que no creen en las religiones creen
en Tí.
Muchos que creen y pertenecen a las religiones llamadas
cristianas no creen en Tí.
Algunos no creen en tí o te desconocen porque los que
se han arrogado la misión de darte a conocer te han presen­
tado como un hombre raro y lejano.
Yo te hablo y te escribo como a mi amigo-maestro cer­
cano.
¿Sabes cómo te siento?
Como un hombre normal.
85
Con “normal” quiero decir que cumpliste todo lo que
es propio de un hombre.
Con “normal” quiero decir que cumpliste la norma que
el Creador, tu Padre y nuestro Padre nos dió para ser hom­
bres, personas. Y Tú la cumpliste perfectamente.
Por eso te veo a Tí como el hombre normal.
Nosotros los hombres que vivimos llenos de anormali­
dades porque no estamos cumpliendo en nuestra vida el plan
del Creador en nosotros, hemos llegado a creer, que esta anor­
malidad de no ser lo que debemos ser, es lo normal.
Pero no. Tú fuiste el hombre normal y nosotros somos
anormales.
Así lo entiendo yo por lo menos.
Me gustaría que me dijeras de alguna manera si me equi­
voco.
Por eso, Jesús maestro de vida, me dirijo a Ti como al
hombre normal, como al hombre más perfectamente nor­
mal.
Si entienden esto los no creyentes quizás no les molesta­
rá que te dirija una carta a Tí que eres considerado el proto­
tipo o el símbolo de la religión de nuestros tiempos. Siempre
se nos ha dicho que Tú viniste a salvarnos del pecado.
Pero veo que nuestro pecado, nuestro gran pecado, ori­
gen de todos los demás pecados és el no ser o no vivir lo que
somos, el no expresar nuestra realidad verdadera, lo que el
Creador hizo en nosotros, al hacernos seres humanos, hijos
suyos.
Si vivimos y realizamos lo que somos como seres huma­
nos, entonces somos seres humanos normales. Es decir, en­
tonces cumplimos la norma que nos dió el Creador.
Cuando no vivimos como seres humanos entonces so­
mos seres anormales. Es decir no cumplimos la norma que
nos impuso el Creador, o lo que es lo mismo no realizamos
la naturaleza humana que nos dió el Creador.
De puro vivir en la anormalidad, a lo anormal lo llama­
mos “humano” y “normal”, porque es lo más común. Y al
86
cumplir la norma del Creador que es el ser siempre y en todo
momento expresión de conciencia y amor a éso lo llamamos
extra normal o raro o anormal. Hemos llegado a creer que
“lo humano” es el vivir en el error, en el odio, en el resenti­
miento, en la ignorancia, en el egoismo y en todos los defec­
tos humanos.
Yo creo que nuestro gran pecado es ser anormales. O
sea, no ser y no realizar la norma que el Creador ha querido
que realicemos en nosotros. Pienso que tu misión y la pasión
de tu vida fue enseñarnos cómo ser personas normales y
cumplir el plan del Creador en nosotros.
Quiero decir que el Gran Pecado del ser humano es no
ser y no vivir como tal ser humano.
Y no ser y no vivir como tales seres humanos es no ser
en todo momento conscientes de lo que somos, de lo que ha­
cemos, de lo que somos capaces de hacer.
Cuando somos conscientes que somos una capacidad
ilimitada de amor y no la vivimos, ni la expresamos, estamos
faltando a la norma que nos dió el Creador, estamos siendo
anormales, estamos pecando. Y de ese salimos de la norma,
de esa anormalidad se derivan todos los demás pecados.
Si fuéramos normales cumpliríamos el plan del Creador
en nosotros. No tendríamos pecados. Seríamos como Tú,
Jesús hombre perfecto, fuiste, normal.
Y al ser como Tú nos invitas a ser, es decir como Tú
fuiste, lo que estás haciendo es invitarnos a liberarnos de
la anormalidad, del pecado.
Es decir que lo que yo entiendo es que imitándote nos
hacemos normales, o sea que tu imitación nos salva de los
pecados, nos libera de la anormalidad.
Desde luego que no es esto lo que nos han enseñado
en las doctrinas religiosas.
Pero yo lo siento en el fondo de mi ser así.
Por eso te lo digo así.
Por eso me he animado a escribirte esta carta.
Porque me da reparo y casi miedo decirlo a la gente
87
cumplir la norma del Creador que es el ser siempre y en todo
momento expresión de conciencia y amor a éso lo llamamos
extra normal o raro o anormal. Hemos llegado a creer que
“lo humano” es el vivir en el error, en el odio, en el resenti­
miento, en la ignorancia, en el egoísmo y en todos los defec­
tos humanos.
Yo creo que nuestro gran pecado es ser anormales. O
sea, no ser y no realizar la norma que el Creador ha querido
que realicemos en nosotros. Pienso que tu misión y la pasión
de tu vida fue enseñarnos cómo ser personas normales y
cumplir el plan del Creador en nosotros.
Quiero decir que el Gran Pecado del ser humano es no
ser y no vivir como tal ser humano.
Y no ser y no vivir como tales seres humanos es no ser
en todo momento conscientes de lo que somos, de lo que ha­
cemos, de lo que somos capaces de hacer.
Cuando somos conscientes que somos una capacidad
ilimitada de amor y no la vivimos, ni la expresamos, estamos
faltando a la norma que nos dió el Creador, estamos siendo
anormales, estamos pecando. Y de ese salimos de la norma,
de esa anormalidad se derivan todos los demás pecados.
Si fuéramos normales cumpliríamos el plan del Creador
en nosotros. No tendríamos pecados. Seríamos como Tú,
Jesús hombre perfecto, fuiste, normal.
Y al ser como Tú nos invitas a ser, es decir como Tú
fuiste, lo que estás haciendo es invitarnos a liberarnos de
la anormalidad, del pecado.
Es decir que lo que yo entiendo es que imitándote nos
hacemos normales, o sea que tu imitación nos salva de los
pecados, nos libera de la anormalidad.
Desde luego que no es esto lo que nos han enseñado
en las doctrinas religiosas.
Pero yo lo siento en el fondo de mi ser así.
Por eso te lo digo así.
Por eso me he animado a escribirte esta carta.
Porque me da reparo y casi miedo decirlo a la gente

87
que está muy marcada (¿convencida? me parece que no)
muy “adoctrinada” con otras ideas y enseñanzas.
Pero como nos han dicho siempre que teníamos que
creer otra cosa, ni siquiera nos atrevíamos a pensar de otra
manera.
Aunque en el fondo de nuestro ser algo gritaba que no,
que aquello no podía ser tan abstracto, lejano y difícil.
Nos decían también que habías nacido y venido a la tie­
rra para libramos del infierno.
Claro. ¿Te parece poco infierno que vivir toda la vida
en la anormalidad? Es anormalidad estar lejos del plan del
Creador.
Eso es una gran pena y sufrimiento constante. Porque
dándonos cuenta que podíamos ser seres libres, conscientes,
focos de amor, nos damos cuenta que somos unos esclavos,
unos autómatas mecánicos y un erial desierto.
¿Te parece peor infierno que ése?
Todo el sufrimiento personal que vamos arrastrando y
todo el sufrimiento social que sufre la humanidad me pare­
ce que es efecto de vivir anormalmente. ¿Me equivoco?.
Nos creamos el infierno de un sufrimiento constante
por vivir lejos de nosotros mismos.
Todo esto te lo digo a tí porque no son muchos los que
están dispuestos a oirlo.
A veces he querido comentar estas cosas con personas
cultas y ¿sabes lo que me ha pasado?
Mira. Unas veces me han dicho que eso parece casi una
herejía. (¿Qué es una herejía?).
Otros me aceptan la idea. Pero lo hacen para que no si­
ga hablando de ello. Como para eludir el tema.
Por eso como sé que tú sí me oyes y me comprendes,
me dirijo a tí con confianza.
Tú nos libras y salvas del infierno de nuestra anormali­
dad cuando te aceptamos como el ejemplo verdadero de vi­
da y lo vivimos en nuestra vida y empezamos a normalizar­
nos.
88
A veces me pregunto ¿cómo no nos quema y nos hiere
el llamarnos cristianos? Porque somos tan anormales en
nuestras vidas como los no-cristianos.
La diferencia sólo está en que unos “dicen” que creen
en Tí, Cristo, y dicen que son tus discípulos. Y los otros
no dicen eso.
Pero las vidas son iguales de anormales. Claro que llega
de inmediato la disculpa: “ ¡Es que somos humanos!... Por
eso faltamos y somos defectuosos.”
Estas disculpas no debieran salir de la mente o la boca
de un cristiano.
Habría que decir que somos poco humanos.
Si fuéramos muy humanos obraríamos como humanos.
No como robots inconscientes y autómatas.
Y ser cristianos quiere decir, así lo entiendo yo por lo
menos, que estamos siguiendo tus pasos. Y no simplemente
que creemos intelectualmente en ti.
Seguir tus pasos significa ser conscientes en todo mo­
mento de nuestra dignidad de personas. Y responder a ese
conocimiento de lo que somos.
Unos cientos de años después de aparecer Tú en Pales­
tina empezaron a desatarse guerras y más guerras.
Unos que se llamaban cruzados, con el afán de conquis­
tar tu sepulcro (donde tú ya no estabas) fueron invadiendo
y matando, en una guerra que llamaban Santa Cruzada.
Yo te preguntaría en privado, si de verdad Tú ayudabas
como ellos dicen, a aquellos “santos” cruzados en sus bata­
llas.
No te imagino a Ti Maestro de mansedumbre y amor,
con una espada en la mano cortando cabezas. Ni creo que te
causaran ninguna satisfacción tales espectáculos.
Claro que aquello se podría atribuir a gente poco civi­
lizada.
Pero ocurre que hace algunos siglos, gentes muy cultas,
representantes tuyos en la tierra según ellos decían y dicen,
89
quemaban en la hoguera a aquellos que no querían bautizar­
se. Se llamaban Maestros de la fe.
Dictaminaban sobre la vida y la muerte y hasta sobre la
muerte eterna según decían ellos mismos.
Porque enviaban al infierno a los que así morían.
Claro que se me puede argüir que también esos persona­
jes, teólogos eximios y representantes tuyos vivieron hace
unos siglos y que eran tiempos oscurantistas.
Pero es que echando una mirada a los tiempos moder­
nos y si quieres a hoy, existen luchas y guerras entre cristia­
nos y no cristianos en varias partes de la tierra.
Y no hace mucho tiempo existieron esas guerras llama­
das de religión en las que luchaban unos que se llamaban dis­
cípulos tuyos contra otros que decían que eran los verdade­
ros discípulos tuyos. Se mandaban unos a otros al infierno
con toda tu autoridad.
No quiero pensar ni hablar de tantos cristianos que se
dicen discípulos tuyos que matan en su corazón con el odio
y el desprecio a los que no piensan como ellos. Incluso mu­
chos de esos “ cristianísimos” calumnian sin reparo alguno,
a los que se oponen a sus ideas.
En las luchas, rivalidades y peleas religiosas todos de­
cían que lo hacían para defenderte.
Todos decían y dicen que estaban y están de tu lado.
¿Tú estabas en especial del lado de alguno de ellos?
Te cuento todo esto, Jesús, porque me siento un tanto
perplejo. ¡ ¡ ¡Hay tantas iglesias que enseñan y pregonan to ­
das, que son la verdadera iglesia tuya!!!
Todos dicen que son tus discípulos y seguidores.
Pero es difícil verte presente en muchos de ellos.
Por lo menos te veo muy, pero muy distinto de muchos
que dicen que se llaman tus discípulos o seguidores.
Sí, te veo presente en personas sencillas tanto pertene­
cientes a iglesias como no pertenecientes a ninguna iglesia.
No puedo ocultarte que me siento confuso. Mejor di­
cho. Me parece que por los hechos concretos que vamos vien­
90
do cada día, cada vez voy comprendiendo mejor, que Tú
no puedes estar involucrado en la construcción de estos tin­
glados y estos montajes.
Por lo que se deduce de lo que Tú enseñaste en los años
que estuviste entre nosotros, Tú sólo iniciaste e impulsaste
una comunidad de espíritus que es el alma de tu pueblo,
el pueblo de los hombres sinceros que quieren cumplir el
plan de Dios en sí mismos como Tú lo hiciste.
Yo dudo mucho, mejor dicho, no lo dudo, estoy seguro
que Tú no tuviste intención de formar un Reino o un Impe­
rio al estilo de los poderosos de la tierra.
Así lo expresaste Tú mismo en alguna ocasión.
Pero algunos hombres no sé si para que Tú reinaras o
para reinar éllos en tu nombre han constituido organizacio­
nes de todo tipo con tu nombre.
Hasta en la política, que es el arte de mentir, distorsio­
nar, encubrir, engañar... se ha metido tu nombre.
Yo te veo, Jesús, de otra manera.
Te veo como el modelo que Dios ha dado al mundo pa­
ra decirnos cómo debemos vivir, cómo debemos compor­
tarnos.
Nos armamos muchos líos y complicamos mucho nues­
tras vidas con infinidad de preceptos, de leyes, de reglas y
normas morales.
Pero este inmenso catálogo de normas, leyes, regidlas
y moralismos no serían necesarias si tomáramos en serio tu úni­
ca regla, tu única norma, la norma del amor verdadero, el amor
que Tú nos enseñaste con tu vida y con tu muerte.
Se nos han impuesto muchos preceptos, muchas normas
morales. Pero pienso que si no cumplimos la norma única del
amor ¿de qué nos van a servir las demás normas si no las cum­
plimos con amor?
Y si cumplimos la norma del amor ¿para qué nos ha­
cen falta las otras?
A veces me parece que es como tratar de entretenernos
con “sustitutos del amor”.
91
Y el amor creo que no se le puede sustituir nunca. ¿Es
así?
Me dirijo a Ti, Jesús, en esta carta para exponerte al­
gunas preocupaciones más, que son también de muchas otras
personas.
Me parece que se habla mucho de Ti pero se habla
POCO CONTIGO.
Igualmente se habla mucho de Dios o de las cosas divinas
pero SE HABLA POCO CON DIOS.
También es verdad que cuando hablamos contigo par-
lanchineamos mucho y te escuchamos poco. Y lo importante
no es hablarte sino escucharte.
Por eso me gustaría terminar pronto esta carta para
escucharte.
Te aseguro que mientras te escribo estoy escuchándote.
Es más útil que Tú nos hables siempre.
Yo no sé si Tú te habrás dado cuenta que los hombres
damos muchas y muy variadas interpretaciones a lo que di­
jiste en tu vida.
Parece como si cada uno tomase tus palabras para defen­
der sus propios intereses.
Una cosa es clara y evidente: muchos toman una
PARTE DE TU EVANGELIO PARA HACER UN EVANGELIO
APARTE.
Yo no sé como te sentirás Tu, Jesús, cuando toman tus
palabras y te toman a Ti para defender posturas sociales, po­
líticas o situaciones egoístas determinadas.
A veces pienso qué sentirías Tú si vinieras a nuestros
lujosos y fastuosos templos un domingo cualquiera o un día
de fiesta dedicada a tu nombre. Me gustaría verte desde un
rinconcito.
También pienso a veces si te gustará mucho verte escul­
pido y adorado en ricas y costosas imágenes.
Me parece que prefieres ser imitado a ser reproducido en
imágenes y adorado.
Pero los hombres preferimos adorarte, porque eso es
92
un rito que es más fácil y más cómodo que imitarte y deja
tranquila nuestra conciencia.
Aunque sé que el homenaje que Tú quieres y prefieres
es el de la imitación.
Me da un poco de reparo exponerte otra cosa que me ha
preocupado siempre.
Tú dijiste en una ocasión que los que quieran ser los pri­
meros sean los últimos.
Yo veo mucho afán en querer ser los primeros y mucho
afán por ser honrados, venerados, servidos.
Por lo que yo sé y recuerdo de tu vida, Tú no hiciste
gestos o ritos que significaran que te ponías a los pies y
al servicio de los demás. Serviste de verdad, sin comedia,
sin aparentar. Hoy los hombres somos muy amantes de los
ritos, de las apariencias. Nos contentamos con palabras y ges­
tos externos. Pero rehuimos comprometernos en la vida prác­
tica.
La autoridad entre los paganos era para mandar e impo­
ner, desde arriba.
Yo no veo mucha diferencia entre esa autoridad de los
paganos y la de muchos que dicen que tienen tu autoridad.
Tú, ¿te sientes bien representado?
Donde hay un representante es porque allí no está el
representado.
¿Tú, estás presente?
¿Tú te sientes representado por todos que dicen que te
representan?
El modo tuyo de vivir sin tener donde reclinar tu ca­
beza, tu estilo de sencillez de vida, ¿vale para hoy o está pa­
sado de moda?
Algunos dicen que aquellos tiempos tuyos eran distin­
tos de los nuestros. Ahora, dicen, hemos progresado. Se quie­
re decir con eso que aquella pobreza tuya era para aquellos
tiempos. ¿Es así? ¿Viviste sencillo y pobre porque eran tiem­
pos antiguos y poco desarrollados?
¿Hubieras vivido ahora de otra manera?
93
Aunque, creo que en tu tiempo había grandes palacios...
Y tú naciste y viviste pobremente. En ningún palacio de
aquéllos.
Mira, Jesús, durante tu vida te consideraron un tau­
maturgo, un milagrero, otros te tuvieron como revolucio­
nario.
Después de muerto tus seguidores inmediatos te siguie­
ron como el maestro, modelo de vida, puerta y camino verda­
dero para ir a Dios.
Después de unos decenios o centenios se levantaron
templos en los que se te adoró como un Dios lejano.
Poco a poco te han alejado de nosotros. Y sé que Tú
quisiste estar entre nosotros como uno más de nosotros, co­
mo nuestro compañero de viaje, como el que va mostrándo­
nos el camino. Quisiste estar cerca y por una u otra razón
te han ido alejando de nosotros.
Necesitamos volver a tenerte cerca.
Necesitamos ver tu ejemplo cada día y sentir tu aliento.
Necesitamos sentirnos hombres normales como Tú.
Necesitamos que estés vivo en la sociedad.
Necesitamos que purifiques de tantas añadiduras posti­
zas las enseñanzas que nos dejaste.
Necesitamos que separes el trigo de la cizaña pues es
muy difícil distinguirlo.
Necesitamos tu sencillez de vida, para cada uno de los
que decimos que somos seguidores tuyos.
Claro que a veces parece que tus seguidores te buscan
sólo como un proveedor de cosas o solucionador de pro­
blemas o como un talismán para la buena suerte.
Da la impresión como si fueras el almacenero que tie­
ne de todo y tus seguidores te buscaran sólo para pedirte co­
sas y no tanto para hablarte como amigo y maestro.
Algunos, mas “espirituales” (¿?) van a Tí para que les
des el cielo.
No sé qué sentirás Tú cuando ves llegar, a algunos todos
los días y a otros de vez en cuando, sólo para pedirte que les
94
soluciones sus problemas o para pedirte que les evites los pro­
blemas.
¿Cuántos son los que sólo van a Tí a comunicarte su
amor?
Si son muchos tiene que notarse en la vida diaria. No
se nota, aún, demasiado. Más bien poco.
El amor a Tí tiene que dar amor a los hombres. No se
entiende que se diga que alguien te ama si luego ese amor no
es expresado generosamente con aquellos con quienes se vi­
ve. ¿No te parece?
Mi carta a Tí podría ser interminable. Pero prefiero
que sea interminable mi comunicación personal contigo, ya
que la carta debe tener fin.
Esta carta es un pequeño rato de expansión contigo.
Pero quisiera que mi vida toda, fuera una comunicación
y expansión sincera, constante y amorosa contigo que sabes
comprender aún lo más contradictorio y absurdo de nuestra
vida.
Es una pena que por una u otra razón los que han tra­
bajado por darte a conocer, lo hayan hecho muchas veces
proponiéndote tan lejano, casi inaccesible.
No quiero despedirme.
Sólo Te pido que sigas estando junto a mí, como junto
a todos los que quieran estar junto a Tí. Y hasta con los que
te rehuyen.
Hasta ahora.

95
Conversaciones
con Oriad
No busques maestros
lejos ni fuera.
Tu verdadero maestro
es tu ser interior.

97
Mi encuentro con
Oriad, el ser extraño
Le llamaban el extraño. Pero era el menos extraño en­
tre todos.
Pensaba, sentía y vivía distinto que todos. Pero enten­
día y comprendía a todos. Aceptaba a todos. Amaba a to­
dos.
Era un extraño, muy extraño a todos, pero el menos ex­
traño a sí mismo.
Me dijo: Siempre he estado junto a tí, contigo. Pero tú
nunca me has reconocido. ¡Andabas tan atareado con tus
cosas, tus ideas, tus proyectos, tus ilusiones, tus deseos!...
Tenías los ojos cerrados a todo lo que no fuesen tus preo­
cupaciones.
—Pero no sé tu nombre, le dije.
—Qué importa el nombre? me dijo. Pero si quedas más
tranquilo, te diré que soy Oriad. Yo soy tú mismo.
—Me gustaría verte y hablar mucho contigo.
—Sí. Ahora que me has reconocido podemos pasear,
trabajar, pensar... charlar juntos.
—Sí. Los encuentros con los seres queridos son gozo­
sos. Este me parece uno de ellos.
—¿Recuerdas algún otro encuentro gozoso?
En ese momento sin darme cuenta que rayaba casi en

99
una descortesía vulgar, le conté el encuentro que rápida y es­
pontáneamente vino a mi memoria.
Sí, le dije. Recuerdo un encuentro muy gozoso.
Yo había estado de viaje durante dos días. Llegué a
mi pequeña casa al atardecer sosegado de un día cálido, de
una primavera recién estrenada.
Paré mi coche delante de la puerta de mi casa.
Detrás de la verja de hierro que daba al pequeño jardín,
como presintiendo mi llegada, mi perro pastor lobo me es­
peraba.
Había estado dos días solo.
Cuando abrí la puerta, como paralizado por la emoción,
se quedó mirándome unos instantes queriendo creer lo que
veía. Luego moviendo con rapidez la cola a los lados, gemía
con sonidos contenidos y de pronto se me abalanzó con sus
40 kilos haciéndome perder casi el equilibrio.
Luego se puso a correr y correr.
Corría sin dirección alguna y se me abalanzaba una y
otra vez sobre mi pecho y hombros.
Yo lo miraba y me parecía por momentos que se hubie­
ra vuelto loco. ¡Qué alegría en el encuentro!!! Lo miraba y
envidiaba esa expresión espontánea y clara de la alegría pro­
funda.
Oriad me oía y observaba.
Cuando terminé, sonriendo comprensivamente, me dijo
que sí, que también los animales sienten el gozo del encuen­
tro con su amo. Y añadió: ¿Por qué cada día, cada instante
no vivimos con alegría y gozo el encuentro con cada cosa,
con cada situación, con cada persona, con espíritu renova­
do, con ojos nuevos y alegría siempre viva y recién nacida?
Cada mañana yo me encuentro al despertar con mi
más íntimo y querido amigo: yo mismo. Y al mirarme al
espejo veo en mis ojos los ojos infinitos de cada persona, de
cada cosa.
Siento en mi respiración el palpitar de cada ser.
La rosa del corazón abre sus pétalos en todas direccio­
100
nes. Sin barreras ni límites. Sin condiciones ni temores.
El amor es encuentro. El encuentro debe ser siempre
amoroso. Si no, ya no es encuentro, sino alejamiento, sepa­
ración, triste y frío distanciamiento.
Encontrarme conmigo mismo.
Encontrar a todos en mí y reencontrarme a m í en todos.
Este es un encuentro constante y gozoso. Todos los días ten­
go la alegría del encuentro.
—Eso es muy bello le dije. Pero la vida real de cada día
nos trae encuentros desagradables: gente odiosa que nos
combate, nos ataca, nos envía mensajes de odio y desprecio
en su mirada, deseos de destrucción en su corazón.
—Tú eres el que lo ves así. ¿No crees que muchas ve­
ces lo ves así porque eres tú el que sientes en tu corazón lo
que ves en los demás? Es el espejo de tí. Y aún en el caso
de que esas personas sean como tú dices ¿Por qué tu respues­
ta tiene que ser igual que la de ellos? Tú eres dueño de tus
sentimientos ¿no?. Desde cuándo vas cediendo a cada perso­
na que ves, el privilegio tuyo propio, de decidir y disponer de
tus sentimientos?.
¿No sueles decir que haces lo que quieres?
Por momentos me sentía denunciado en mi más secreto
orgullo.
Yo, tan alardeante de libertad, me sentía esclavo y go­
bernado por cualquier gesto indiferente o displicente, cam­
biante y voluble de la persona de turno que me encuentro
a mi paso.
Aunque mi orgullo personal quedara casi ridiculizado
no pude menos que agradecer a Oriad, ese personaje extra­
ño que me dijo verdades que necesitaba tener presente.
Oriad mi personaje extraño, sería para m í desde enton­
ces un sabio consejero.
Su encuentro fue para mí la mejor bendición de aquel
día.

101
¿Por qué
AMAR?
Era el atardecer de un día gris de otoño. Un compañe­
ro mío de estudios formado en el racionalismo, como muchos
de nosotros, se había reunido con Oriad y conmigo.
Hablábamos del juego falaz que se usa tan frecuénteme­
te en la vida pública y en la relación amorosa.
Habíamos llegado a un punto en que todo parecía que
estaría resuelto si los hombres todos del mundo, nos amá­
semos de verdad, con sinceridad, con generosidad.
Mi amigo como buen racionalista que busca el por qué
de todas las cosas, decía que veía claro que los creyentes
religiosos amen a todos los hombres porque tienen un manda­
to, un precepto en su religión de amarse los unos a los otros.
Pero, preguntaba él, por qué tienen que amarse los no creyen­
tes.
Rápida y tajantemente Oriad le dijo: En el amor no exis­
te la distinción de personas, de creyentes o no creyentes.
Amar no es, no debe ser el cumplimiento de Un manda­
to.
Mi amigo racionalista cortó simplemente: Los cristia­
nos dicen y predican que hay que amar porque así está man­
dado: “ Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos
a otros como yo os he amado.”
102
—Si amáis como cumplimiento de un mandato, no en­
tendéis el mensaje de Jesús, dijo Oriad.
El nos habla de un mandato nuevo.
Había un mandato antiguo: ojo por ojo... y amarás a tu
amigo y odiarás a tu enemigo.
Era la ley del hombre viejo.
Jesús no dijo que debíamos amar porque El lo manda,
sino que debemos amar como El ama. No tenemos la obliga­
ción de amar porque El lo dijo, sino que El lo dijo porque
esa es nuestra obligación como personas.
El racionalista insistía todavía: Yo oigo constantemente
que hay que amar porque ese es el principal deber de un cris­
tiano.
—Mientras oigas las voces exteriores antes y más que a
tu voz interior andarás siempre envuelto en dudas y oscuri­
dades, continuó Oriad.
Los moralistas enseñan hablando e imponiendo muchas
normas, ponen muchas cargas sobre los hombros de los de­
más sin siquiera tocarlas ellos con la punta de sus dedos.
Jesús lo hizo a la inversa. Enseñó practicando, viviendo.
Sólo tenía que decir: Haced lo que yo hago. Es como decir,
yo hago lo que tengo que hacer. Yo doy los frutos que de­
bo dar. Haced lo mismo vosotros.
Lo propio del manzano es dar manzanas y un naranjo,
naranjas. Esa es su naturaleza.
El hombre es un potencial, que debe ser desarrollado,
como la semilla o el árbol tienen el potencial de crecer y dar
fruto.
Los seres de la Naturaleza lo hacen espontáneamente.
Los hombres tenemos la capacidad de dar nuestro fruto
o quedar estériles.
Pero cuando no damos nuestros frutos verdaderos y
quedamos estériles sentimos el vacío de no ser lo que debe­
mos ser.
Entonces sentimos el vacío, la infelicidad.
Esa es la razón, la causa de tanta tristeza, de tantos su­
103
frimientos, de tanta infelicidad entre la gente. No hay otra
explicación.
La gente busca explicaciones y causas de sus desgra­
cias. Pero si somos sinceros de verdad, veremos que la cau­
sa de la infelicidad humana es la ignorancia y el desamor,
o sea, la esterilidad de los frutos propios nuestros: la es­
terilidad de la conciencia y del amor.
Cuando una persona ama, está dando su verdadero fru­
to. Se siente feliz.
Siente que ha realizado su misión, su deber, su natura­
leza.
Esta es la alegría espontánea, profunda, esencial, per­
manente, insustituible, única, verdadera y auténtica.
Es la satisfacción de ser lo que se es y no otra cosa.
Es la satisfacción de estar dando su propios y verdaderos
frutos.
Es la imaginaria e hipotética alegría de un manzano que
conociera su naturaleza de manzano y se viera lleno de sa­
nas y sabrosas manzanas.
—Pero hay muchas personas que disfrutan, que tienen
alegría, interrumpió el racionalista, y se sienten felices sim­
plemente cuando las cosas les van bien, cuando les alaban,
cuando tienen éxito y aplausos y no precisamente por amar
y cumplir la misión de personas. ¿No es así?
—Esa es una alegría ficticia, aparente, momentánea,
sin raíz ni consistencia.
Esa es la alegría de aquel hipotético manzano que sin­
tiera alegría por verse lleno de adornos y guirnaldas de
luces de colores al que todos admiran, alaban, aplauden y
colman de piropos. La alegría de este vanidoso manzano du­
raría lo que duran sus perecederas guirnaldas de papel y ar­
tificiales adornos de oropel, rasgados una noche cualquie­
ra por una ráfaga de viento o una lluvia imprevista.
La alegría de este vanidoso y superficial manzano se
basa no en él, sino en las cosas añadidas a él.
La alegría de este manzano se torna soledad melancóli­

104
ca y triste cuando se apagan las luces de colores o cuando
alguien pasa a su lado sin piropearlo.
Este vanidoso manzano se queja de todo y de todos.
Se queja cuando sopla el viento, porque desarregla sus ador­
nos y guirnaldas.
Se queja de los apagones de luz.
Se queja cuando llueve y cuando no llueve.
Se queja de que no lo admiren como él cree merecer.
Se queja cuando no reponen sus adornos.
Su alegría y su felicidad es su vanidad.
Su felicidad y su vanidad es inestable y volátil como una
pompa de jabón.
Nuestro hipotético e imaginario manzano sólo se senti­
rá feliz cuando sus ramas estén llenas de sabrosas manzanas.
Esa será su verdadera felicidad.
Nosotros semillas vivientes y conscientes sólo nos sen­
tiremos felices de verdad cuando demos nuestros verdade­
ros frutos: fruto de amor, energía e inteligencia.
Nuestro fruto es vivir expresando lo que somos desde
nuestro verdadero centro natural.
Nuestro fruto es transparentar a través de nuestros sen­
timientos, pensamientos y acciones la luz, la verdad, el amor,
la vida de que somos portadores y encargados de expresar.
Cuando vivimos pendientes de que admiren nuestros
artificiales adornos, nuestras guirnaldas y colgajos, nuestras
artificialidades, sufrimos grandes decepciones.
A fuerza de ver que otros también se adornan y ponen
su ilusión en ser admirados por sus superficialidades llega­
mos a creer que éso es lo más importante. Y nuestra vida
se convierte en una frenética carrera por conseguirnos ador­
nos, nombres, títulos, fama, para ser admirados y sentirnos
contentos y felices.
Poco a poco este esfuerzo va constituyendo la norma y
el único o principal objetivo de nuestra vida. Y quedamos
atrapados en la vorágine de la competencia: a ver quién es
más mirado, más nombrado, más alabado, más aplaudido...
105
y hemos llegado a creer que ésto es lo más normal, lo más
natural por ser lo más usual, lo más frecuente.
Hemos olvidado que lo más normal, lo más natural se­
ría ocuparnos de dar nuestros verdaderos frutos.
Pero casi nadie se ocupa ya de los frutos.
Lo que importa para la mayoría son las apariencias y
los colgajos para ser admirados.
Esto se ha convertido en norma.
Al no dar el fruto de nuestro amor activo y sentirnos
árboles estériles corremos ansiosos buscando que alguien
nos dé su amor.
Nos empeñamos en ser centro de admiración y alaban­
zas, creyendo erróneamente que las lisonjas y los aplausos
sean portadores de amor verdadero.
A veces, encandilados por las palabras lisonjeras, surgen
los compromisos, las promesas eternas de amor y fidelidad.
Pero, cuando una noche cualquiera, unas insignifican­
tes ráfagas de viento aventaron los colgajos y guirnaldas de
colores y apareció nuestro árbol desnudo, llegó también
el desengaño y el desencanto.
Era la alegría y felicidad de las apariencias, de la super­
ficialidad, de la mentira.
Tarde o temprano la verdad se abre camino.
Está donde está.
Tu verdadera felicidad está en la verdad de tí. No en
tus apariencias.
El que ama verdaderamente no necesita hacer promesa,
él es ya una promesa, es un compromiso, es la lealtad.
¿Por qué amar?
Porque el amor es el único camino de tu verdadera feli­
cidad.
Ama, porque el amor que tú eres te urge a ser cada día
más lo que eres.
No ames por precepto alguno externo de nadie.
El Amor que está en tí te urge.
106
¿No te parece ésa una gran razón para amar?
Ama porque tú eres amor.
Ama porque tu naturaleza es pura capacidad de amar.

107
Saber escuchar
Hablábamos de las lecciones que nos dan la Naturaleza,
los niños, las flores, la gente sencilla. Suelen contrastar por
su sencillez y claridad, con la verborrea y frases estereotipa­
das de los científicos o los profesionales a sueldo por conve­
niencia.
Y Oriad con claridad y firmeza me dijo:
—Os preocupáis demasiado de quién es ei que habla y
muy poco de lo que habla. Os preocupáis demasiado por la
categoría o status social o cultural de la persona. Vivís de
las ideas de aquellos que tienen autoridad. No vivís por vo­
sotros. Ni siquiera por la fuerza y valor de las ideas en sí,
sino por la categoría o autoridad de quien las dice.
El “quién” es una circunstancia apenas sin importancia,
sobre todo a la hora de recibir lecciones de vida.
Otra cosa distinta es cuando se habla de ciencias huma­
nas.
Hay que escuchar lo que El Espíritu nos dice. Las voces
silenciosas de La Vida llegarán. Pero preocupados por cómo
llegan, por quién llegan, dónde llegan, difícilmente las escu­
cháis.
Os falta la virtud de la disponibilidad, la receptividad,
la simplicidad de mente y espíritu.
108
Los demasiado racionales y complicados podrán ser apa­
rentemente gente intelectual e importante, pero nunca poe­
tas, ni genios, ni iluminados, ni creadores, ni sabios.
La sabiduría está más allá de la razón. El Espíritu, la
Voz, llega y habla por caminos no racionales, casi siempre.
Sólo los que están dispuestos a volar, serán capaces
de comprender lo que es el vuelo.
A la mayoría la Voz, la iluminación no les llega. No la
pueden escuchar porque hay en ellos muchos ruidos de
ideas, de preceptos... Están más preocupados del que habla
que de lo que les llega.
Sólo los que tienen el oído interior dispuesto pueden
oir la Voz interior que siempre nos llega de mil maneras.
Los que están pendientes de si lo que oyen encaja o
no con su modo de pensar o con sus categorías de valores,
nunca escucharán bien. No desean ver la verdad, sino que
desean afianzar sus propias ideas con la autoridad de otros.
Cuanto más alta socialmente sea la autoridad del que habla
más valor tiene para él.
No es la fuerza de la razón y de la verdad lo que tiene
valor para ellos sino la categoría social del que habla.
Saber escuchar es estar atento a la voz interior que nos
habla en el silencio y a través de palabras exteriores. Nos
habla por los acontecimientos especiales y a través de los he­
chos diarios. Nos habla a través de los hechos gozosos y ale­
gres y a través de los fracasos, de los hechos dolorosos y las
tristezas. Nos habla siempre y en todo lugar.
Si fueras a recibir una llamada telefónica muy impor­
tante, estarías cerca del teléfono. Estarías atento a la llamada.
La voz interior tiene que decirte muchas cosas impor­
tantes SIEMPRE.
Mantente atento a La Vida.
Mantente despierto.
Cada momento La vida te habla.
Y los mensajes de La Vida son siempre mensajes de vida.
No de muerte.
109
Cuando estás leyendo estas páginas, La Vida te está
hablando de un modo especial, porque La Vida está hablan­
do en mí y la misma Vida está resonando en tí.
Tu voz interior no se toma nunca descanso ni vacación.
Te habla siempre.
Escúchala a h o r a .
Escúchala en cada instante de tu vida.

110
El hombre, ese
desconocido
Estaba viendo la T. V.
Se enfrentaban varios políticos nacionales sobre temas
corrientes.
Al oirlos cualquiera hubiera quedado convencido de
lo que decía el locutor de turno.
La aprendida retórica y estudiados razonamientos pa­
recían todos convincentes.
Eran maestros de la palabra.
Pero observando con cuidadosa atención se advertía las
actitudes dramáticamente serias en las formas y el espíritu
infantil de gallitos triunfadores, en el fondo.
Estas escenas se ven diariamente en los canales de tele­
visión de todos los países.
A nivel internacional ocurre lo mismo.
Los líderes de las potencias más importantes del mundo
nos aparecen como teniendo el destino de la tierra en sus
manos.
Es como ver jugar a un niño inconsciente con una bom­
ba de gran poder en sus manos.
Pensando en todo esto le pregunté a Oriad por qué
los hombres importantes juegan el juego de su política para
quedar ellos triunfadores, aún a costa de los daños y peli­
gros constantes de la Humanidad.

111
—Por ignorancia, me dijo Oriad serenamente. Los hom­
bres están en un plano muy elemental del conocimiento ver­
dadero.
—¿Qué es el conocimiento verdadero?
—El conocimiento verdadero es conocer la verdad de
los seres humanos y de las cosas.
—Pero en estos tiempos estamos casi en la cúspide del
conocimiento humano ¿no?
—Ese es el gran error de los hombres de hoy. Creen que
saben mucho porque han descifrado algunos misterios de
la naturaleza. Pero quedan infinitos aún. Desvelar el misterio
de la materia y del espacio no es lo más importante. Nos fal­
ta conocer el más importante de todos.
—¿Cuál es ese conocimiento, el más importante de to­
dos?.
—Es el conocimiento verdadero de lo que es el hombre.
—Pero eso nos lo enseñan siempre en los colegios y uni­
versidades y nos dicen que el hombre es un animal racio­
nal, o sea, que somos como los animales pero que además te­
nemos capacidad de pensar y razonar.
—Eso es verdad. Pero sólo una pequeña parte de la ver­
dad total del hombre.
Parece como si los hombres se contentasen simplemente
con eso, con ser animales racionales. Como esa definición
la dió un filósofo importante, ya todos se quedan conformes
con ella.
Otros, como queriendo completar algo al gran filósofo,
han añadido que el hombre es un animal risible, o sea, capaz
de reirse y otros que es un animal social y otras cosas por el
estilo. Pero desconocen lo que es el hombre en el fondo.
—Pero hoy, hay facultades Universitarias de Medicina,
Psicología, Sociología, Antropología, etc... que estudian a
fondo al ser humano. Y cada día se hacen nuevos adelantos
y descubrimientos...
—Sí, es verdad. Pero sólo sobre un aspecto muy concre­
to y parcial del hombre.
112
La Psicología que debería investigar y estudiar la pro­
fundidad natural y básica del ser humano, apenas se queda
en el estudio de los cambios de éste, de su más o menos va­
riable comportamiento.
—Pero hoy hay muchas ciencias o estudios sobre las
potencialidades paranormales del hombre, como la parasico­
logía, el mentalismo, etc...
—Esos estudios, a pesar de ser proscritos en muchos
casos por las ciencias ortodoxas tradicionales son el prin­
cipio y primer paso para el desarrollo de algo tan elemental
como la mente humana. Muchos científicos ni siquiera las
admiten. Aunque tampoco son lo más importante.
Algunos no tienen más remedio que aceptar ciertos he­
chos comprobados de las fuerzas mentales y sus efectos.
Y otros por fin creen que eso, las potencialidades men­
tales, es lo máximo y más profundo del hombre. Y por tan­
to ya no van más allá. Se quedan sin llegar a la base y raiz
misma del hombre.
—¿Es que acaso no lo es?
—Ni mucho menos. La mente no es sino el medio, el
instrumento a través del cual se producen los fenómenos.
El verdadero sujeto de toda esa potencialidad, el suje­
to consciente de esa energía infinita ni siquiera es vislumbra­
do por la ciencia.
—Y ¿quién conoce a ese sujeto consciente de esa ener­
gía infinita?
—El que lo busca con constancia y sinceridad.
—Pero ¿Hay alguien que tenga ese conocimiento?
—Sí, los hay hoy como los ha habido desde hace miles
de años. Pero los han rechazado como anormales y seres
raros y no los han sabido aprovechar.
La humanidad se ha quedado enredada, engolfada y
aprisionada en una maraña de preocupaciones por resolver
los problemas de la materia y ha olvidado la preocupación
básica del ser íntimo del hombre.
—Y ¿por qué es tan difícil y son tan pocos los que se

113
conocen a sí mismos o conocen lo que es el ser humano
en su realidad interna?
—En realidad no es difícil. Sólo hace falta mirar al in­
terior de cada uno. La dificultad proviene del hecho simple
de que estamos acostumbrados a mirar hacia afuera, solo
fuera de nosotros y no hacia adentro.
Para conocernos, sólo hay que mirar hacia dentro. Es­
to es simple y sencillo en sí mismo. Pero como nos han en­
señado en toda nuestra existencia a observar a través de
nuestros sentidos externos como si los sentidos internos
no existiesen, hemos de reaprender a mirar de una forma con­
traria a la de siempre.
En esto consiste la única dificultad.
Primero es convencernos que el mundo interno sólo se
observa con la mirada interna.
—¿Cómo se aprende a mirar internamente?
—Con intentos constantes. Es aquietar o paralizar en
ciertos momentos la actividad de los sentidos externos y la
actividad de la mente, intentando sólo ver y sentir lo que
uno ES.
—¿Paralizar la actividad de la mente quiere decir no
pensar en nada?
—Exactamente eso. No pensar en nada. Ni siquiera pen­
sar en mí mismo.
Pensar es relacionar ideas y conceptos.
En el VER Y sentir interiormente no se compara, no
se relaciona, no se deduce nada. Sólo se mira, se ve y se sien­
te.
Es el acto más simple,
—Por qué si es el acto más simple nos cuesta tanto?
—Porque somos complicados.
Nos han enseñado a ser complicados y creemos que cuan­
to más complicados, somos más importantes e inteligentes.
—Esto me recuerda una frase de la Biblia. Jesús decía
que sólo los sencillos de corazón verán a Dios. ¿Es por eso
mismo?
114
—Exactamente, por eso. Sólo los que tienen la capaci­
tad de ver, mirar sencillamente, verán a Dios. Lo verán don­
de está: dentro de cada uno. Porque Dios es EL SER más
simple.
Eso mismo significa aquello de que “si no os hacéis co­
mo los niños no entrareis en el Reino de los Cielos” .
—Pero una cosa es el Reino de los Cielos y otra cosa
el interior de cada uno...
—No. “ El Reino de los cielos está dentro de tí. “Sólo
los que tienen la sencillez del niño, con su mirada senci­
lla y simple verán a Dios, entrarán en el reino de los cielos,
verán a Dios donde está y vive: dentro de sí mismos.
Jesús el Gran Maestro de la Humanidad como tam­
bién otros Maestros que han vivido en la tierra nos han en­
señado ante todo una cosa: vivir lo que somos.
Pero nosotros los hombres estamos tan preocupados y
distraídos con los problemas económicos, sociales, polí­
ticos, deportes, pasatiempos, que no tenemos tiempo para
mirar hacia dentro. Porque eso no es rentable, no da dinero,
no da de comer a los millones que pasan hambre, eso no re­
suelve los problemas de desempleo, de la producción, de la
criminalidad... según creemos. Y por ello los hombres oyen
de vez en cuando hablar de la transformación interior y se
sonríen y dicen: Si no damos de comer a la gente ¿cómo me
voy a preocupar de la transformación interior?.
Así ni los que tienen para comer se transforman ni los
que no tienen que comer son transformados tampoco, ni
son alimentados sus cuerpos.
Cuando en realidad la transformación personal sería
la gran solución para todos los problemas que padece la hu­
manidad. Porque los problemas, pobrezas y dolores de la hu­
manidad son la consecuencia de la superficialidad y pobreza
interior.
—Pero, ¿es tan importante eso de conocerse interiormente?
—Si tú vives hambriento, harapiento, en completa mi­
seria, pero tienes en uno de tus bolsillos o en un rincón de
115
tu casa un gran tesoro, con el que puedes vivir como rico
¿qué será lo más importante para tí?
-Descubrir dónde tengo esa riqueza. Darme cuenta que
soy rico y descubrirlo.
--Eso nos ocurre a cada uno de los seres humanos. Pe­
ro no nos ocupamos por descubir lo que somos y tenemos.
•—¿Por qué no lo hacemos?
—Porque unos no lo conocen y cuando algunos se ente­
ran, creen que es una bella ilusión, una lejana posibilidad pero
tan lejana que les parece utópica e imposible por ser tan bella?
Además sólo se puede conocer por experiencia propia.
La experiencia del otro no sirve para uno.
Cada uno debe descubrirlo por sí mismo.
—Y tú Oriad ¿lo has experimentado?
—Casi todos en algún momento de nuestra vida hemos
tenido vislumbres. Pero les damos poca atención. Cuando
estos momentos luminosos se aprovechan, la experiencia va
dando nuevas vivencias.
Primero se van teniendo vivencias aisladas hasta que
nuestra vida se convierte en un estado de claridad y gozo
sin límite.
Debemos aprovechar las experiencias, como el regalo
más valioso que recibimos en la vida.
Este es, debe ser, el trabajo más importante de nues­
tra vida.
En esto consiste el verdadero trabajo de autorrealización.
Entonces y sólo entonces es cuando vivimos como per­
sonas conscientes y amorosas.
Entonces somos conocedores de lo que somos. Enton­
ces nuestro conocimiento es verdadero de verdad.
Entonces nos damos cuenta que el conocer el funciona­
miento de nuestro cuerpo es interesante.
Pero es sólo una partecita del conocimiento de nosotros.
Entonces nos damos cuenta que el conocer las capacida­
des de nuestra mente resulta fascinante pero es sólo un pe­
queño juego de un instrumento más fino que el cuerpo.
116
Pero sólo un juego.
—Yo he leído y he oído que nuestros poderes más gran­
des son los mentales. Que somos muy valiosos y capaces
oor nuestras potencialidades mentales ¿Es eso a lo que te es­
tás refiriendo?
—Los poderes mentales son reales y verdaderos. Y son
muy grandes e importantes.
Desde hace unos años se ha dedicado suma atención
a estos poderes con el desarrollo de algunas ciencias, méto­
dos y escuelas.
Algunos científicos ortodoxos que sólo dan valor a los
experimentos a través de los sentidos externos suelen ne­
gar ciertos fenómenos mentales. Los científicos, la ciencia se
apoya sólo en los datos sensoriales externos.
Los científicos de las modernas ciencias parasicológi­
cas, han centrado su esfuerzo y atención a ciertos fenóme­
nos que están o van más allá de lo sensorial. Y muchos de
estos estudiosos han creído que ese es el gran potencial
HUMANO. EL MAYOR POTENCIAL HUMANO.
—Y ¿acaso no lo es?
—Ese es un gran potencial humano. Esos son talentos,
poderes. Un potencial que lo mismo puede ser usado para
construir que para destruir. Esa es una capacidad interme­
dia. NO ES EL GRAN POTENCIAL BASICO HUMANO.
Esas capacidades mentales las tenemos. Pero lo que im­
porta sobre todo es el sujeto que las tiene, el dueño de ese
potencial.
Te pondré un ejemplo. Si tú tienes una central nuclear
tienes mucha energía. Pero lo importante no es la energía,
sino el que la tiene. Saber quién y qué es ese sujeto dueño
de ese potencial es lo que importa. No son los motores del
avión reactor sino el piloto que los enciende, los dirige y
gobierna lo verdaderamente importante en el avión. Sin él
el avión sería nulo.
Más aún. La mente no es el potencial. La mente sólo
es un instrumento, un medio del potencial.

117
La sabiduría no está en la sofisticada computadora,
sino en quien la ha hecho y en quien la maneja.
El gran poder no es la mente. El gran poder eres tú,
sujeto y dueño y director de tu mente.
Como ves hay tres niveles distintos de conocimien­
to:
1. — El de los sentidos que al ser ampliado y perfeccio­
nado a través de la tecnología más sofisticada constituye
el adelanto científico sobre la materia.
2. - El conocimiento y desarrollo de la mente con sus
poderes extrasensoriales. Este quiere ir más allá de la materia
y los sentidos materiales.
3. — El conocimiento básico llamado sabiduría que es el
conocimiento de lo que es base, fundamento, sujeto y fuente
de todo lo demás.
Pero ¿eso no es Dios?
-Sí. Pero Dios expresándose en el ser humano. Porque
el que es la e n e r g ía , la inteligencia y el amor se ex­
presa y se manifiesta a través de la energía, conciencia y amor
que es el ser humano. ¿Dónde podríamos conocer mejor a
Dios que dentro de nosotros mismos?
Pero de nada serviría saber que Dios está dentro de no­
sotros si no lo vivimos. Sólo cuando vivimos en nosotros lo
que somos, que es lo que Dios es, podemos sentirnos el
g ran potencial h u m a n o . Los que indolentemente dicen:
yo no tengo que buscar a Dios en ninguna parte porque está
en mí, no suelen encontrarlo ni vivirlo ni fuera ni dentro.
Porque no suelen implicarse en ese ser energía, inteligencia y
amor práctica y efectivamente, en el vivir y hacer de cada día.
Este sentir que somos energía, conciencia y amor se
consigue con un trabajo constante, paciente, profundo, to ­
mando conciencia que en cada momento, en cada acción,
por simple que sea, estamos siendo esa energía inteligente y
amorosa. Es un vivir constantemente atentos a lo que somos.
Ese es el g ran poder del h om bre .
Entonces y sólo entonces nos damos cuenta que el su­
118
jeto que es dueño del cuerpo y de la mente es eso que llama­
mos “yo” - Pero ese “Yo” profundo que se percibe, se siente,
se vive cuando uno ha trascendido e ido más allá de su cuer­
po y de su mente. No, cuando se identifica con su cuerpo
o su mente.
Cuando uno ve y siente esa realidad profunda, cuando
descubre que uno mismo es el tesoro y no necesita nada más,
es cuando siente la necesidad y desea que los demás tam ­
bién lo vean y lo sientan en sí mismos porque es lo mejor
que les puede ocurrir.
Entonces es cuando nos sentimos impulsados a trabajar
para que los demás vivan lo que son, sean lo que son y sien­
tan la felicidad de ser lo que son.
—Oriad, ¿era eso a lo que se refería Jesús cuando de­
cía que si una persona encuentra un tesoro, va y vende todo
por el tesoro?.
—Sí. Jesús es el que mejor ha conocido, experimentado
y vivido eso que somos cada uno de nosotros. El vino a en­
señarnos a descubrirlo.
Pero, ¿no vino a salvarnos del pecado?
—¿Es que acaso no es ése, el pecado mayor y la causa y
raíz de todos los pecados? El vino a liberarnos. O mejor.
Vino a enseñarnos el camino de nuestra liberación. Pero se­
guimos esclavos. Esclavos de la ignorancia. Ignoramos lo
que somos y esta ignorancia y el vivir con esa ignorancia es
el pecado mayor y la causa de los demás pecados. El nos ofre­
ció la liberación por el conocimiento de lo que somos a tra­
vés de lo que él fué y vivió. Pero la liberación la toma el que
quiere salir de su ignorancia. Es siempre un acto de libre elec­
ción y decisión.
— ¡Cuánto me gustaría que hablásemos y me enseñaras
algo sobre la libertad y la liberación!
Dicen tantas cosas... hay tanta gente que habla de la
libertad y de la liberación de los pueblos...!
-Con mucho gusto hablaremos mañana de eso. Pero
¿Has comprendido que el hombre es un desconocido para el
119
hombre? ¿Te has dado cuenta que lo más importante es co­
nocer qué somos y que desgraciadamente son muy pocos los
que se ocupan en serio de esa realidad?.
Fíjate que los sicólogos y sociólogos estudian mucho
“ cómo somos”, cómo es nuestro comportamiento. Buscan
causas y dan explicaciones de dicho comportamiento. Pero
son muy pocos los que se ocupan de investigar QUE so m os .
Porque esa investigación hay que hacerla con un método que
no nos han enseñado. Hay que hacerla con un método que
no se apoya en los sentidos ni en la mente. Es la investiga­
ción de la simple visión y sentir internos.
Al estar educados a ver y sentir solamente a través de
los sentidos físicos y de la mente, lo que está más allá de
estos sentidos y de la mente permanece eternamente desco­
nocido.
El hombre sigue siendo un misterio para el hombre en
el plano físico y en el plano mental.
Las ciencias naturales, la sicología, la filosofía y la so­
ciología y la antroplogía tienen ante sí grandes misterios
sin resolver acerca del hombre.
No sabemos cuándo estas ciencias desvelarán los miste­
rios humanos.
Lo que sí sabemos es que cada uno puede llegar a des­
cubrir, a vivenciar el gran potencial que cada uno es, sin
necesidad de grandes estudios universitarios, ni elucubra­
ciones intelectuales.
El descubrimiento del gran potencial que cada uno so­
mos se consigue por el método sencillo y simple de aquietar
la mente y mirar, ver y sentir interiormente la realidad pro­
funda que late en el fondo de cada ser humano.
Es un trabajo arduo, lento. Pero siempre tiene resulta­
dos positivos. El grado de conocimiento dependerá del tra­
bajo constante y la sinceridad que se ponga en él.
Para desvelar el misterio de lo que es el hombre en su
realidad profunda no son necesarios estudios universitarios.
A veces suelen estorbar. El que busca la Verdad sobre sí
120
mismo con sencillez y sinceridad simpre la encontrará.
El hombre puede dejar de ser un desconocido para sí
mismo en lo que el hombre es más él mismo, en su ser pro­
fundo.
Los trabajadores constantes y sinceros podrán desvelar
el misterio de su propio cielo interno.

121
¿Trabajar con ardor
por la justicia?
Leemos frecuentemente en los diarios que hay grupos
de personas que trabajan ardorosamente por la liberación
de los pueblos de la injusticia de sus opresores.
En la Radio y en la T.V. hablan muchos, tanto líderes
políticos, educadores, líderes religiosos sobre las injusticias
que hay en el mundo.
Busqué a mi amigo Oriad en el silencio sereno y pací­
fico de la tarde y quise saber, comprender por qué si hay
tantos que hablan y defienden “con ardor” la justicia contra
las injusticias, apenas se consigue avanzar en la justicia y el
mundo sigue con las mismas injusticias día tras día, año tras
año, siglo tras siglo.
—Los hombres, ahora como siempre o quizás más que
en otros tiempos, hablan y sermonean mucho, me dijo Oriad
con tono suave y comprensivo.
—Pero si no se protesta, si no se habla, si no se clama
por la justicia ¿cómo va a lograrse la justicia?
—Ese es el método que se usa: el clamor de las voces y
el clamor de las armas. Son dos métodos, ambos inútiles, pa­
ra lograr la justicia. Y ambos suelen ser violentos, aunque sea
distinta la clase de violencia.
—Pero, Oriad, ¿cómo dices éso? Las armas si son violen­
122
tas. Matan a los hombres. Pero siempre se ha dicho que hay
que dejar la violencia de las armas y dialogar, hablar.
—Muchos clamores, muchos discursos por la justicia
están empapados, dictados por el odio, el resentimiento y
la venganza. El diálogo comprensivo, el diálogo sin violencia,
el diálogo con sincero afán de ver la verdad, esté donde esté,
aunque sea en los razonamientos del contrincante, puede
ser un camino aceptable para trabajar por la justicia.
—¿Cómo dices que “ puede ser un camino aceptable”
para trabajar por la justicia? ¿Es que hay alguno mejor?
—Sí. El mejor, el más efectivo, el camino que nunca fa­
lla es el ser justo uno mismo. El pensar, hablar y obrar con
justicia. El vivir con justicia. ¿Por qué nos empeñamos siem­
pre en construir los edificios empezando por el tejado? Los
que claman por la justicia, antes de hablar, antes de juzgar
a los demás harían más por la justicia si empezaran ellos por
ser justos. Ser justos consigo mismos, con los que viven
junto a ellos, los que trabajan junto a ellos. -Justos en las
palabras, en los juicios, en las interpretaciones, en las obras
y acciones.
—Sí. Pero se suele decir que los pueblos muchas veces
para liberarse de la opresión sólo tienen el camino de la
violencia, de la rebelión, la revolución, las armas...
—Nunca el camino de la violencia, de cualquier tipo y
color que sea ha acarreado consigo la justicia. Porque la in­
justicia no puede jamás producir justicia, como la oscuridad
jamás engendrará luz. ¿Podrías decirme de un sólo país
que viva en justicia a la que se haya llegado por la injusticia
de la violencia?. De momento, después de una revolución,
de cualquier color que sea, vamos a llamarla derechista o
izquierdista por llamarlas de alguna manera, parece que los
vencedores revolucionarios, de momento, digo, parece
que eliminan ciertas injusticias. Pero si se observa con aten­
ción esas injusticias suelen eliminarse a costa de otras injus­
ticias.
—Es que en todos los países del mundo hay injusticias.
123
En unos países son más burdas, gruesas y visibles y en otros
más sutiles y menos llamativas...
—Sí. En los países “más civilizados” las injusticias tam­
bién suelen ser “más civilizadas”. Pero injusticias al fin. Y
la razón está en que nos empeñamos en que “los demás” ,
la sociedad sea justa sin ocuparnos apenas de ser justos no­
sotros mismos.
Los que son justos hablan poco, discursean poco, ser­
monean poco. Viven con justicia. Viven la justicia. Son jus­
tos. No necesitan parlotear sobre la justicia. Su aportación
a la justicia en el mundo es efectiva y eficaz. Porque con la
justicia que ellos ponen en su vida además de hacer que
el pequeño mundo de su entorno sea mas justo, esa jus­
ticia viva de ellos atrae a otros para vivir la misma justi­
cia y hacer que la justicia se multiplique y propague en el
mundo.
Sólo tienen verdadero derecho a hablar y clamar por la
justicia los que de verdad son justos en su vida, los que vi­
ven la justicia en todo, con todo y con todos.
“Bienaventurados los que aman y practican la justicia”
No los que hablan sobre la justicia y despotrican contra la
injusticia.
—Pero, Oriad, alguien tiene que hablar y clamar contra
las injusticias del mundo.
—Sí. Los hombres deseosos siempre de quedar bien con
puras palabras dicen frases bellas que se citan después en los
periódicos entrecomilladas y en caracteres llamativos. Los lí­
deres políticos, intelectuales, religiosos desde sus conforta­
bles palacios y casas y sus cómodos sillones y sus abundantes
y bien servidas mesas y las más de las veces entre hirientes
inútiles y supérfluos lujos hablan sobre la injusticia de los
ricos contra los pobres, de las injusticias de los países prós­
peros y desarrollados contra los subdesarrollados...
La T.V., los diarios, revistas... comentan sus palabras
en favor de la justicia, con elogios, claro.
Se crean organizaciones, conferencias, seminarios para
124
comentar, desarrollar, fomentar o impulsar esas declaracio­
nes en favor de la justicia...
—Pero eso es algo, ¿no?. Eso es mejor que nada. Algo
se consigue.
—Realmente yo no sé si se consigue algo o nada. Los
grandes y verdaderos maestros (Buda, Jesús, Francisco de
Asís, Gandhi...— no echaron demasiados sermones. Y lo que
dijeron, siempre lo acompañaron con el ejemplo de una vida
sencilla, sacrificada, humilde.
No hablaron de pobreza desde la riqueza y la abundan­
cia.
No hablaron a los pobres, vestidos lujosamente desde
ricos sillones.
Hablaron a los pobres y a los ricos acerca de la justicia,
desnudos de riquezas “sin tener dónde reposar la cabeza” .
Ellos han sido los ejemplos. Ellos han sido verdaderos
oasis de justicia amorosa en el desierto seco de las palabras,
discursos, declaraciones y sermones inoperantes de estereo­
tipadas frases sin vida, frecuentes en nuestros días.
Quizás las palabras a veces puedan ser útiles. Pero sólo
las palabras vivas, las que brotan de la propia vida, las que
expresan más lo que se vive que lo que se piensa.
Todos pensamos, decimos y clamamos muchas cosas
en favor del orden, de la justicia. Pero nuestros juicios y cla­
mores suelen estar enraizados y brotan en un terreno de in­
justicia, en el terreno de nuestro pensar, sentir y vivir sin el
amor comprensivo, sin el sentir sincero y sin el vivir sencillo.
—Pero, Oriad, tú eres injusto al juzgar tan duramente a
los que hablan sobre la justicia y contra las injusticias.
—Yo sólo estoy constatando hechos. Te estoy contestan­
do a la pregunta que me hiciste sobre el camino mejor para
conseguir la justicia. Constatamos el hecho de que tantas pa­
labras y discursos son inoperantes porque no son palabras
vivas. No brotan de un vivir sencillo y espontáneo la justicia.
Muy distinto fué el modo de hablar y trabajar por la
justicia de los grandes maestros.
125
Esta constatación de los hechos resulta evidente.
Yo también me siento denunciado por mi propia obser­
vación.
A veces las palabras me queman en la boca.
Pienso que el ejemplo vivo sería más útil que todo lo
que te digo.
Te digo lo que pienso. Y pienso lo que yo mismo debo
aplicar en mi vida.
Yo no soy ningún líder político, intelectual o religioso.
Pero puedo caer en la misma tentación en que ellos caen.
Mis palabras también pueden ser palabras de desierto seco y
vacío, si no son expresión de mi propia vida.
El silencio fecundo del vivir diario en justicia verdadera
y amor, aunque no sea cacareado por los diarios, la T.V. y
las revistas, siempre es útil. Aunque aparentemente no lo pa­
rezca. En nuestro mundo “de apariencias” sólo parece impor­
tante lo que dicen las personas “importantes” (¿?) encumbra­
das en puestos importantes, por frías, vulgares y estereoti­
padas que sean sus palabras.
El vivir sencillo y callado de las personas humildes,
amorosas y justas no es tenido en cuenta.
Pero estas personas “sin importancia” son la luz en las
tinieblas.
Creo que el mundo en que vivimos es todavía “habita­
ble” no por los discursos, conferencias internacionales y per­
sonajes “importantes”, sino gracias a estas personas senci­
llas, amorosas y justas que florecen aquí y allá como humil­
des violetas y sencillas margaritas que dan color, vida y calor
al desierto de tantas palabras vacías y huecas.
Tú, yo y muchos otros podemos ser trabajadores de la
justicia. No necesitamos ser “importantes”. No necesitamos
saber mucho. No necesitamos ser conocidos por mucha gen­
te. No necesitamos ocupar puestos elevados en la sociedad.
No necesitamos tener poder o dinero. No necesitamos echar
discursos en grandes asambleas. No necesitamos aparecer en
la T.V. ni en los diarios. No necesitamos escribir libros o
126
artículos en conocidos e importantes rotativos...
solo necesitamos amar la justicia de verdad y
vivirla en cada momento de nuestra vida, en cada situación
de nuestra vida, en cada pensamiento, en cada sentimiento,
en cada acción de nuestra vida.
Si no empezamos a construir el edificio del mundo jus­
to que deseamos, por ahí, que son los cimientos y el funda­
mento, seguiremos siendo unos más de los que azotan el vien­
to. Seguiremos siendo palabras vacías en el desierto.
¡ ¡ ¡Felices los que trabajan por la justicia empezando
por ser ellos justos, porque ellos son y serán los únicos que
construyen y construirán un mundo más justo y más feliz!!!

127
Un problema
elemental
Siempre resulta fácil conversar con las personas sencillas.
Por éso siempre resulta agradable dialogar con Oriad. Con
él se puede hablar de cualquier cosa. Nada le sorprende, na­
da le enoja, nada le escandaliza. El decía en una ocasión que
el escándalo no está en las cosas o en los hechos, sino en el
que los mira, los ve, los califica y los juzga.
Era un día de primavera. Paseábamos por la playa, so­
litaria. Unos pequeños barcos pesqueros faenaban a pocos
metros de la playa. Algunas gaviotas merodeaban los peque­
ños pesqueros esperando los desechos de las redes. El am­
biente era tibio, agradable.
Hacía días que yo andaba dando vueltas en mi cabeza
a algo tan simple como el hecho tan elemental y básico de
por qué los seres humanos si somos personas con capacidad
de conocer y amar no vivimos como tales y parece como si
éso fuera para unos pocos seres excepcionales.
Le expuse mi preocupación a Oriad y él me explicó:
—El problema principal reside en que al nacer entramos
en una especie de magma que llena toda la tierra y que no es
sino un ambiente mental, psíquico, social, humano... limita­
do y limitante que nos absorbe y nos condiciona de tal mane­
ra que lo más lógico y normal parece que es acomodarse
128
a él y vivir según él. Esa anormalidad en la que nos criamos
y vivimos se transmite de padres a hijos, generación tras gene­
ración. Pero no somos éso, ni estamos destinados a vivir en
esa mediocridad limitante y absorbente.
Parece que el objetivo del hombre sobre la tierra es des­
pertar de este sueño, de esta hipnosis que nos han inducido
al querer educarnos o enseñarnos. Como nuestros educado­
res y nuestros padres están dormidos e hipnotizados, les pa­
rece que su misión es adormecernos e hipnotizarnos tam ­
bién a nosotros porque ese les parece el estado normal.
—¿Y cómo y por qué tú sabes que ese no es el estado
normal?
—Todos lo podemos saber. Y todos lo hemos vislum­
brado en algún momento de lucidez en nuestra vida.
El conocer que el ser humano no es esa miseria y esa
limitación en la que está viviendo no es nada extraordinario.
Sólo hace falta abrir los ojos interiores. Te darás cuenta que
cuando piensas por tí, desde tí, sientes y obras por tí y des­
de tí, sin las influencias externas de ambición, orgullo, ren­
cor, envidia... Tu sentir y tu obrar es correcto, es positivo,
es creador.
—Pero es que los deseos, la ambición, el orgullo, el ren­
cor, la envidia, etc... etc... ¿no son internos?
—Nos parece que salen de dentro de nosotros. Pero no.
El rencor, la envidia, la ambición... son de nuestra mente. Y
a nuestra mente han llegado de fuera. No son nuestros. Los
consideramos nuestros. Porque todo de la mente lo conside­
ramos nuestro.
—Pero, ¿es que acaso no es nuestra la mente?
—¿Qué es la mente? La mente no es sino el contenido
o conjunto de tus ideas. Y tus ideas son conceptos o imágenes
que te han venido de fuera. La inteligencia con que ves es tu­
ya. Pero las ideas te han venido de fuera. Tú eres la inteli­
gencia. Pero tú tienes una mente. Y tu mente son las ideas.
Entre esas ideas hay una muy importante, es la idea que
nos vamos formando sobre nosotros mismos. Esa idea está
129
tan fuertemente arraigada en nosotros que nos hemos identi­
ficado con ella. Es decir, hemos llegado a creer que somos esa
idea. Esa idea sobre nosotros, como todas las ideas, es inesta­
ble y vulnerable. Cuando nos viene otra idea, por la que la
idea de nosotros mismos se siente amenazada, surge en no­
sotros un movimiento de defensa y agresividad en contra de
quien amenaza la idea sobre nosotros. De ahí surgen los mo­
vimientos rencor, desconfianza, envidia... etc...
--Entonces, esos estados o sentimientos de rencor, en­
vidia, etc... ¿no son nuestros? ¿Son sólo ideas?
—Sí. Pero como nuestra actividad, nuestros actos están
movidos y dirigidos por la mente en lugar de estar dirigidos
por nuestra realidad consciente y amorosa, nos expresamos
y nos movemos con actos de rencor, desconfianza, envidia,
etc.
Hablando estrictamente tenemos que decir que eso no
es nuestro. Porque eso no proviene de lo que nosotros somos
como realidad. Proviene sólo de unas ideas que he adoptado
como mías, como si fueran “yo”. Pero ellas no son “y o ”.
Al no vivir por lo que som os , vivimos por lo que no
somos. Y eso que no somos, que son ideas sobre nosotros
mismos, mueven nuestra actividad sensible. Y entonces nues­
tro comportamiento es rencoroso, envidioso, etc...
Pero nada de eso es nuestro de verdad. Son ideas super­
puestas, venidas de fuera. Entonces “algo de fuera” te go­
bierna.
—Todo esto parece muy complicado.
—Dices muy bien que “parece complicado”. Es cierto.
Resulta complicado porque nosotros ya estamos muy compli­
cados no sabiendo lo que somos. Creyendo que somos algo
sin ser éso en realidad. Esa es la gran complicación.
Si uno está soñando y grita diciendo que está herido y
que está siendo atacado por un malhechor ¿qué harás? ¿Llama­
rás a la policía? ¿le darás una pistola para que se defienda?
Creo que lo único que hay que hacer es despertarlo. En sus
sueños él querría que le dieses un arma para defenderse o
130
que tú lo defendieras. Eso es lo único que él cree necesitar.
Y dentro del sueño no le podrías convencer de otra cosa.
Pero tú que estás despierto sabes que lo mejor que puedes
hacer es despertarlo.
Vivimos soñando. Creyendo ser algo que no somos.
Nos pasamos toda la vida tratando de dar soluciones oní­
ricas a nuestros problemas. Pero la única solución es desper­
tar. Claro que ésto parece salirse del todo del contexto en
que estamos viviendo. Pero no hay otro camino.
Tu preocupación inicial, según me has dicho, es que no
entiendes cómo si somos una capacidad positiva y pura de
amor e inteligencia, vivimos mucho más en la ignorancia y
el desamor.
—Sí, eso es lo que me preocupa.
—La respuesta es lisa y clara: Vivimos en la confusión
y complicación de lo que no somos en lugar de vivir movi­
dos, impulsados y dirigidos por lo que som os .
—Yo me imagino, Oriad, y te ruego no te enojes, que és­
to a la mayor parte de la gente parecerá una teoría, pura fi­
losofía que no resuelve los problemas de su vida.
—No me enojo. Al contrario, me parece muy normal
lo que dices. También a mi me parecía lo mismo. Y pensa­
ba lo mismo hasta que lo vi por mí mismo y lo experimenté
en mi propia vida. Yo no intento convencer a nadie de nada.
Sólo intento hacer v e r . Que cada uno vea por sí mismo.
No por mí. El conocimiento de nosotros mismos que resuel­
ve por sí mismo los problemas que tanto agobian a la gente.
Porque el conocimiento de lo que somos sí hace que es­
temos y vivamos ante la vida, ante el dinero, ante las cosas, an­
te los acontecimientos con otra actitud completamente dis­
tinta. Pero mientras cada uno no tome este problema como
el más importante de su vida no lo aclarará.
—¿Dices el más importante de la vida?
—Sí. Lo digo sin reserva alguna. El más importante.
—Pero ¿no es el subsistir el más importante?
—Los que hacen esta pregunta o ponen esta objeción
131
son los que ya tienen este problema resuelto. Pero estas per­
sonas siempre creen que el subsistir es el más importante.
Porque nunca tienen bastante. Se crean más y más necesi­
dades, unas veces particulares y otros familiares. Ponen por
delante a sus hijos y dicen: sí, pero ¿quién dará de comer
a mis hijos? Si fuera uno sólo, bien. Pero ¿y la familia?
—Y ¿no es cierto eso?
—Cuando se resuelve el problema principal, estos otros
se resuelven mucho mejor y más fácilmente. Cuando no se re­
suelve el principal todos los pequeños problemas se agrandan
y son más difíciles de resolver. Las excusas y subterfugios
que usa el ser humano para huir de sí mismo son ilimitados.
Sería bueno que por lo menos cada uno fuera sincero consi­
go mismo y tratara de no engañarse. Nos engañamos constan­
temente a nosotros mismos, pero la Vida se encarga tarde o
temprano de abrirnos los ojos. ¡Lástima que casi siempre sue­
le ser tarde!
Cada uno puede abrir los ojos hoy mismo por sí mismo.
Tú puedes hacerlo a h o r a .

132
EL AMOR
siempre
La persona tanto vive
cuanto ama.
La intensidad de vida sólo depende
de la intensidad del amor.

133
Autorrealización y
liberación interior
Las palabras, que suelen ser los vehículos para comuni­
carnos, muchas veces resultan torpes y son más un estorbo
que una ayuda.
Autorrealización etimológica y semánticamente signi­
ficaría la acción de hacerse realidad por sí mismo.
Bien mirado, la realidad ya es realidad. Siempre ha si­
do. Por tanto no puede hacerse.
La realidad que yo soy, la he sido y la seré siempre.
Aunque me pase toda mi vida existencial-temporal sin dar­
me cuenta de ello.
Lo que queremos expresar normalmente con la palabra
“autorrealización” es el llegar a tomar conciencia de la reali­
dad que somos y vivirla. Darme cuenta de la naturaleza de mi
realidad y liberarme de los errores con que estoy encarcelado
por las ideas que he llegado a formarme sobre mí mismo.
Ninguna idea sobre m í mismo es mi realidad.
Por todo esto, autorrealización sería lo mismo que li­
beración interior.
Se ha hablado y se habla mucho sobre la liberación de
los pueblos de la pobreza, de las opresiones económicas, de
las dictaduras, etc... Es un sano empeño y una noble labor.
Pero la mayor parte de los hombres y mujeres están ti­
135
ranizados y sojuzgados por una tiranía mucho más grave,
más profunda y más sutil.
La mayor parte de los hombres y mujeres viven escla­
vizados por la idea que tienen sobre sí mismos. Viven
esclavizados por un “y ° ” falso, por el personaje que creen
ser o como dirían muchos psicólogos por su “ego” .
Lo peor de esta esclavitud es que casi nadie la recono­
ce en sí mismo.
La mayor parte de las personas prefieren hablar y gri­
tar en favor de la liberación de los pueblos, más que traba­
jar en la propia liberación. Hablar y levantar pancartas en
favor de los pueblos es más fácil, viste más y queda mejor y
es más cómodo, que trabajar en descubrir nuestros propios
errores y falsedades a los que estamos atados y esclavizados.
El trabajo sobre la propia liberación interior es arduo y
lento.
Es muy frecuente el caer en el error de estar pendiente
y preocupado por el progreso que se va haciendo, en el tra­
bajo sobre el mejoramiento de sí mismo.
Cada vez que estamos pendientes de si progresamos o
no, es claro que no estamos en el camino verdadero de nues­
tro propio descubrimiento y liberación.
El que se alegra o entristece con lo que parece progreso
o retroceso es el “yo” falso.
No te preocupes más que de ser consciente en todo mo­
mento de que eres tú el que estás presente aquí y ahora, en
cada cosa, en cada situación.
El intento por estar presente con toda tu conciencia en
cada momento y en cada cosa es ya un paso adelante.
No te preocupes si adelantas o no. Ese podría ser el pri­
mero de tus autoengaños en el camino hacia tí mismo.
Sólo intenta ser TU quien pone el pie una y otra vez en
el camino de tu vida.
Autorrealización o realización personal es lo mismo que
liberación. No es liberarnos de algo extraño a nosotros. Es
liberarnos de la cárcel que nos hemos construido y en la que
136
vivimos, esclavizados a una idea falsa de nosotros mismos.
Mientras no descubramos que estamos viviendo encar­
celados, jamás podremos liberarnos.
Mientras creamos que somos “ nosotros” los que vivi­
mos, mientras vivimos ese mundo ficticio, creyendo que es
real, nunca podremos disfrutar de la dicha de la verdadera
libertad.
Cuando hablemos de la libertad, estaremos hablando de
una libertad parcial, mediocre, ilusoria.
Mientras no salgamos de nuestro error y veamos clara­
mente la verdad, difícilmente haremos nada efectivo de ca­
ra a nuestra verdadera liberación interna.
Nadie se liberará mientras viva erróneamente creyendo
ser libre.
Y lo peor es que nadie podría liberarlo mientras él mis­
mo no se dé cuenta y reconozca su error, y se dé cuenta que
vive encarcelado.
Para eso es necesario darse cuenta del autoengaño en
que está viviendo.
Un requisito indispensable para empezar a trabajar en
la propia realización o liberación, es ser sincero consigo mis­
mo, querer ver la verdad sobre nosotros mismos sea cual sea
esa verdad. Aunque nos dé vergüenza, aunque nos parezca
extraña, aunque nos parezca absurda.
Nos parece absurda la verdad de que vivimos en una pri­
sión, en una cárcel porque la hemos ido construyendo noso­
tros mismos. Quizás en un principio lo hicimos como en jue­
go, jugando con ilusiones, jugando con sueños. Poco a poco
fue transformándose en habitual. Y el sueño, el juego, llega­
mos a creerlo real. Vivimos el sueño como realidad.
Sólo llegará nuestra liberación cuando descubramos
nuestro autoengaño y reconozcamos la realidad más allá de
la ficción y del sueño.
No son muchos los que tienen valentía, claridad y cora­
je para reconocer la mentira, la locura, la falsedad y el error
en que vivimos, cuando damos consistencia a valores que só­
137
lo son producto de una fugaz, transitoria e inconsistente idea
de la mente, sin realidad alguna.
Nuestro error principal ha consistido en aferrarnos a
ciertas ideas como si ellas fueran nuestro apoyo y sostén,
cuando en realidad se han convertido en los barrotes de la
cárcel en la que hemos vivido y estamos viviendo prisioneros.
Vivimos de ideas y no de realidades.
Vivimos de la idea que nos hemos formado sobre noso­
tros. Y nosotros no somos esa idea. Somos una realidad mu­
cho más importante y consistente que esa idea. Pero la des­
conocemos porque nunca nos hemos puesto a mirarla cara
a cara y a sentirla directamente.
Vivimos de las ideas que nos hemos formado de los de­
más. Los demás tampoco son esas ideas que tenemos sobre
ellos.
Vivimos de las ideas de las cosas y las cosas tampoco
son esas ideas.
Vivimos en un sueño, en una ficción.
La realidad es otra muy distinta. La realidad no puede
“decirse” . Cuando se dice ya se convierte en ideas.
La realidad sólo puede vivirse.
Hemos confundido lo real con lo ideal, lo permanente
con lo transitorio, el sueño con la realidad.
Es necesaria mucha valentía para reconocer que eso a lo
que hemos dado tanta importancia en tantos momentos de
nuestra vida, con lo que hemos estado tan identificados en tal
grado que hemos llegado a creer que somos éso, es necesaria,
repito, tal valentía para reconocer nuestro error, que prefe­
rimos muchas veces seguir viviendo en el sueño y el error.
Sólo con una sinceridad profunda llegaremos a recono­
cerlo y aceptarlo.
Es de tal importancia este reconocimiento, que puede
ocurrir que me vaya formando una nueva idea falsa dentro
de mi cárcel de ideas, sobre mi propia liberación. Y seguirá
el ciclo de autoengaño una y otra vez. Esta vez será el autoen-
gaño de mi liberación.
138
La libertad es una palabra y un concepto engañoso.
La mayor parte de las personas piensan que son o ser-
rán libres cuando puedan hablar lo qué y cuando deseen, ir
a donde deseen, hacer y comprar lo que deseen... Y viven tras
esa vana, lastimosa y errónea ilusión.
Existe un tirano déspota, un dictador cruel que nos
gobierna habitualmente sin apenas fuerza de oposición.
Es un tirano difícil de desenmascarar porque lo hemos
ido creando poco a poco nosotros mismos y nos dirige y ex-
claviza con una extraordinaria y casi imperceptible sutileza.
Es un tirano que nos gobierna haciéndonos creer que
somos nosotros mismos los que llevamos las riendas de nues­
tra vida. Pero no. En realidad no somos nosotros.
Nuestro verdadero “y ° ” sigue amordazado en las maz­
morras del error, dormido y abandonado en las manos de
unas caprichosas marionetas vanidosas que no son sino las
manos, pies y ojos de nuestro egocéntrico, superficial, capri­
choso, miedoso, pobre y engañoso “ego” o “y o ” falso, que
ha suplantado a nuestro verdadero “Yo” y ha llegado a creer­
se, nos hemos llegado a creer que es el verdadero dueño y
señor de nuestra casa, de nuestra vida.
Y así continúa el juego del engaño.
Pero además, como vemos junto a nosotros, cada día
miles y miles de personas en el mismo engañoso juego, to ­
davía nos afianzamos más en nuestro error porque llegamos
a creer que eso es lo que tiene que ser porque los demás tam ­
bién son así.
Todavía el mal se agrava cuando vemos que los que de­
tentan el poder político, económico, cultural y hasta el reli­
gioso también están metidos en el mismo juego.
Ante la fuerza moral de tan “importantes” personas,
cuando vislumbramos la lucecita de la verdad que nos ilumina
interiormente llegan a surgir las dudas: ¿estaré yo en el error?,
¿no seré yo un loco pretendiendo algo tan distinto de todos?
¿por qué no soy yo como los demás?...
Ante estas y otras semejantes razones solemos capitu­
139
lar y acallamos cobardemente nuestra demanda interior una
y otra vez.
Pensamos que hemos de ir casi siempre contra corrien­
te, que seremos tenidos por raros y locos. Los más generosos
nos llamarán ilusos, idealistas.
Nuestro egolátrico y caprichoso dictadorcillo “ego”
nos da un contundente discurso diciéndonos que estamos lo­
cos si queremos ser honrados en un mundo egoísta e injus­
to, que no queramos enfrentarnos contra el mundo porque
no conseguiremos nada, que somos unos soñadores idealis­
tas si creemos que la verdad y el amor pueden vencer en un
mundo de hipocresía, falso amor, ambición y odio.
Y realmente parte de eso es verdad. Y lo admitimos co­
mo si eso fuera todo verdad, toda la verdad. Pero aunque
mucho de eso es verdad, no es toda la verdad.
Es verdad que domina la hipocresía, la ambición, el
desamor y el odio en gran parte de la gente.
Esta actitud de ambición, hipocresía, injusticia... tiene
una importancia y trascendencia especial cuando se da y se
observa en las personas que detentan los distintos poderes
de la sociedad y en los medios de comunicación social.
Tienen una fuerza especial de convicción y arrastre
negativo, las actitudes y ejemplos de aquellas personas que de
una u otra forma son los dirigentes y representantes de orga­
nizaciones humanitarias, altruistas, educativas... porque ellos
aparentemente por la finalidad de sus trabajos y empresas
debieran estar libres de la ambición del poder, el dinero, la
gloria y la fama. Y los hechos dicen lo contrario.
Mientras miramos y vemos todo ese entorno nuestro
gobernado y dirigido por la ambición y egoísmo de nuestro
falso “yo” , y vemos que los que gobiernan y pesan en la so­
ciedad viven con estas pautas y estos valores, sentimos la
tentación de abandonar el trabajo para vivir libres de las es­
clavitudes de nuestro falso “yo”.
Pero la demanda interior urge desde el fondo de noso­
tros mismos.
140
Cuando uno está atento y sensible a la voz interior y
mantiene el deseo sincero por la verdad, llega a darse cuenta
que, por el hecho de que la mayoría de los hombres por muy
encumbrados que estén en la sociedad, vivan esclavizados al
dictadorcillo egolátrico de su “ego”, no lo constituye en el
verdadero señor nuestro.
Ese falso “yo” sigue siendo un impostor.
Nuestro mundo, nuestro verdadero mundo personal se­
rá libre cuando quitemos la máscara y rasguemos los ropajes
de ese impostor reyezuelo que ha llegado a entronizarse en
nuestra vida.
Aunque el mundo entero siga bajo las órdenes de miles
y millones de dictadorcillos, nosotros, cada uno, el que quie­
ra de verdad, podrá ser libre, con la verdadera libertad inte­
rior, la principal, la mejor libertad.
Nuestro despertar no será solitario y único, aunque así
pueda parecerlo.
No seremos aplaudidos ni vitoreados ni siquiera reco­
nocidos y aceptados por la mayoría que sigan esclavos. In­
cluso seremos tenidos por ilusos y locos. Pero nos sentire­
mos libres del juicio y opinión de los demás y nuestra verda­
dera libertad interior será luz en el mundo.

141
¿Es éste
el camino?
Un amigo bien intencionado me espetó directo y sin ro­
deos: ¿Por qué y cómo sabes tú que lo que ahora piensas y
haces es mejor y más verdadero que lo que pensabas y ense­
ñabas antes? Cuando antes pensabas de otra manera ¿no
creías que aquello era lo mejor y lo más verdadero también?
Y si después cambias de pensar ¿no creerás acaso que lo que
pienses entonces también será lo mejor?.
Ciertamente que cambiamos siempre de modo de pen­
sar, le respondí, y siempre nos parece que lo que pensamos
en cada momento es lo mejor y más verdadero. Es cierto que
eso ocurre con las ideas. Porque las ideas son ideas y no son
realidad. La realidad siempre es la misma. La realidad es la
verdad y las ideas que son expresión directa de la experien­
cia y vivencia de la realidad podrán ser más o menos claras.
Pero siempre serán verdaderas. No ocurre lo mismo con las
ideas adquiridas de otros y que no son expresión de la viven­
cia y experiencia propias.
Las ideologías que yo tuve anteriormente no eran mías.
Las tenía porque así me las habían enseñado. Creí que eran
buenas por la autoridad y testimonio de otros. No por mí
mismo. Yo las acepté como buenas y así las enseñé. Pero
no eran fruto directo de la propia vivencia. Aquellas ideolo­

142
gías o doctrinas eran posiciones o actitudes mentales para
defender unos principios o ideas determinadas que por au­
toridad han venido transmitiéndose y aceptándose de una ma­
nera fija, única, cerrada más o menos dogmática y exclusiva.
Ahora vivencio, veo, vislumbro por m í mismo y voy
coincidiendo con lo que otros, hombres rectos, sanos, sin in­
terés proselitista, también han visto y vivido o están viviendo.
Y se da el sorprendente y consolador hecho de que hombres
desde diversos ambientes y entornos completamente distin­
tos y formación las más de las veces muy dispar, han llega­
do y llegan al mismo fin, al mismo objetivo, a la misma rea­
lidad, a la misma meta.
Eso es muy consolador y estimulante.
Cuando dando vueltas y vueltas, buscando la razón de
la vida, la realidad y verdad de tí mismo y del mundo, la rea­
lidad frente a lo ilusorio, te das cuenta que otros desde posi­
ciones iniciales completamente distintas van viendo y descu­
briendo lo mismo que tú y te das cuenta que su vida ha
dado un giro radical hacia la serenidad, la comprensión, la
amplitud de conciencia, la paz interior y exterior, la lucidez...
entonces uno se da cuenta que no es un francotirador deso­
rientado, un peregrino perdido en el camino o un barco a la
deriva.
Uno se da cuenta que la luz no viene de fuera sino de
dentro y que es la misma luz que alumbra a tantos otros ca­
minantes de buena voluntad que buscan la misma realidad,
que caminan hacia la misma meta.
Es muy consolador sentirse acompañado por tales com­
pañeros de viaje. No hay ideas o posturas preconcebidas. No
hay condicionamientos estructurales políticos, sociales, re­
ligiosos. La mente está abierta, no cerrada. No hay imposicio­
nes u obligaciones extrañas aparte de la urgencia por La Ver­
dad que con simples vislumbres atrae irresistiblemente cons­
tante y gradualmente.
Estos compañeros de viaje vienen de puntos tan distin­
tos y tan distantes que a uno se le antoja poco menos que
143
imposible tan exacta coincidencia en los objetivos y en los
pasos esenciales del camino.
Cuando se está en el camino tras el objetivo de la Rea­
lidad, permanentemente siempre idéntica a sí misma, sin
ideas previas en los caminantes, sin condicionamientos men­
tales, sociales, psicológicos, familiares, tradicionales... uno
se da cuenta que lo que aparece ante sus ojos no es fruto de
una idea, ni de una imposición autoritaria, sino La Verdad
que se abre a todos que la buscan con sinceridad, sin intere­
ses ideológicos ni condicionamientos determinados.
Yo sé que La Verdad no se agota con mi conocimiento.
Yo sé que irá abriendo camino en mí, más y más claro, más
y más profundo.
La Verdad infinita se va manifestando por partes y por
etapas.
Lo importante es saber que estás en el camino, indagan­
do y ahondando en la verdad de la Realidad y no en el error
de la ilusión.
Sí, sí. Sé que mañana estaré un paso más allá en el ca­
mino de la Verdad.
Sé que será el mismo camino. Quizás con distinto paisa­
je. Pero siempre hacia la luz de la Verdad.
Hasta puede ser que cambie de sandalias. Pero el camino
será el mismo.
El diferente calzado no tiene importancia entre los cami­
nantes del mismo camino. Lo que importa es la dirección y
el deseo de la misma meta. Y la decisión libre y personal de
caminar.
Al verdadero buscador de la verdad no lo llevan.
El verdadero buscador de la verdad va. Camina y va por
sí mismo.
El verdadero buscador de la Verdad no es impulsado
por ningún interés personal egoísta y raquítico.
El verdadero buscador de la verdad sólo es impulsado
por el espíritu interior que le empuja hacia la Verdad. No por
presiones sociales externas impuestas.
144
Siempre me ha llamado la atención esa presión prose-
litista de algunos defensores o propagadores de ideologías
políticas, filosóficas, religiosas que quieren imponer a todo
trance sus ideas para conseguir más y más seguidores y prosé­
litos.
Si fueran verdaderos buscadores y propagadores de la
Verdad se darían cuenta que la Verdad no se la puede impo­
ner con presiones ni con amenazas de posibles futuros casti­
gos.
El verdadero y sincero buscador de la verdad no impone,
sino que expone. No presiona ni amenaza sino que invita.
No predica sólo con palabras sino con la vida. No exige nada
sino que ofrece. No somete y esclaviza sino que libera y abre
caminos a lo infinito...
Estamos acostumbrados a ver que la historia de la Hu­
manidad ha sido una cadena intermitente de presiones y ata­
duras, tanto en el campo político como en el ideológico, so­
cial, religioso... para conseguir más adeptos y seguidores y
llegar a tener así más poder. Eso es lo que vemos cada día
en todo los ambientes. Y aunque es una manipulación y una
despersonalización y cosificación de las personas, hemos lle­
gado a verlo como normal. Y lo aceptamos como tal. Así
las personas llegan a formar masas maleables, traídas y lle­
vadas como rebaños ciegos que van a donde los llevan.
Cuando alguien tiene el coraje de salirse del rebaño ha
de estar dispuesto a ser proscrito, anatematizado, y señalado
como la oveja negra y díscola.
Pero el acercamiento a la verdad sólo es válido y fruc­
tuoso cuando es un logro personal y libre guiado por la voz
interior y no por las voces externas que ofrecen premios, ga­
rantías, dádivas y prerrogativas o amenazan con castigos, ais­
lamientos y exclusiones.
Si cada uno analizamos nuestra posición personal con
verdadera sinceridad nos daremos cuenta de los muchos con­
dicionamientos extraños, conscientes o inconscientes que
pesan en nuestras ideologías, nuestras costumbres, nuestros
145
criterios, nuestras actitudes y sobre todo sobre nuestro
quehacer diario y sentido de la vida.
Si somos muy sinceros nos daremos cuenta que la ver­
dad que buscamos ya no es la Verdad-Verdad, la verdad des­
nuda, limpia y clara, sino una verdad a medias, coloreada,
acomodada a cierta ideología, a cierto color político, social
o religioso. La verdad no tiene ningún color. Cuando se la
colorea se la falsea.
Por eso cuando uno encuentra a esos sinceros busca­
dores de la verdad que vienen de los cuatro puntos cardinales
y llegan desnudos, sin la alforja de ideas anteriores adquiridas
y sin la mochila de intereses particulares de dinero, fama o
poder, cuando uno encuentra a estos quijotes de la verdad
coincidiendo en un objetivo claro y sin colorines particulares
porque buscan la verdad de la Realidad única, uno se da cuen­
ta que sus pies pisan el camino verdadero y que ellos son tus
auténticos compañeros de viaje. Quizás lleven distintas sanda­
lias y distinto ropaje. Pero caminan junto a tí en la misma
dirección, hacia la misma meta, hacia esa Verdad clara que
tú también buscas.
El camino dura lo que dura la vida existencial actual de
cada uno.
El camino no acaba aquí ni allá. El camino es sin fin,
mientras vivimos limitados por la ilusión de lo que creemos
ser.
Cuando nos confundamos con la Realidad y seamos
“lo que somos”, el camino y el fin, la carrera y la meta se­
rán lo mismo.
Al final del camino no habrá ni “yo” ni “tú ” . No habrá
camino ni meta. Todo será Uno. Lo que ya Es aunque no lo
vemos ni lo vivimos.
Mientras tanto nuestra meta está más allá del camino. Y
los caminantes se sienten distintos entre sí y distintos de su
objetivo.
El objetivo de caminar, el objetivo de buscar es llegar a
no sentirse distintos sino u n o . Por eso el camino y la meta
146
es el amor. Porque el amor es la Unidad frente al desamor que
es división y distanciamiento.
El amor es el medio y el amor es el fin. El amor es el
camino y el amor es la meta.
El amor a lo concreto es el medio, es el camino, para
llegar a amar al AMOR que es el principio y el fin.

147
Expansión
de conciencia
Era una mañana de Abril. La esperada primavera estaba
en su madurez. El sol se asomaba ansioso en el horizonte del
Mediterráneo.
Mientras aquieto mi cuerpo y mi mente para el ejerci­
cio de centramiento en mi “yo” profundo, siento el piar
de los pajarillos en la arboleda. Por un momento quedo yo
mismo sorprendido por el canto ingenuo, armonioso y dul­
ce de los pájaros. Es como si fuera la primera vez que los oye­
ra. Es una sensación nueva y casi desconocida. Los gorjeos
de los pajarillos me suenan a música sonora, a vibración de
vida, armonía espontánea de la Naturaleza, de la Vida, del
Ser.
Oigo el ruido profundo y sincero de las olas espumosas
al romperse en la playa cercana. Veo nubes arreboladas por
el sol naciente...
Todo me resulta nuevo: El canto de los pájaros, el ru­
mor de las olas y el colorido arrebolado de las nubes...
Es mi conciencia que se expande a través de los sentidos.
Mi espacio interior se amplía, va rompiendo murallas
e invadiendo terrenos desconocidos hasta ahora para mí.
¡Si el árbol, el rosal, la gardenia, el clavel se sintieran
148
crecer y lo expresaran en frutos, perfumes y sonrisas ¡qué
fiesta continua tendríamos!!!
Nosotros sí podemos expresarlo de mil formas. Pero son
pocos los momentos de expansión y crecimiento de la con­
ciencia interior.
Nuestra vida puede y debe ser una fiesta continua si nos
decidiéramos a vivir con la conciencia interior abierta y el
amor vivo en nosotros.
Nada debiera impedirnos tener esa fiesta espontánea ca­
da día, cada instante, porque todo canta, todo exhala su aro­
ma, todo brilla, todo habla, todo tiene sabor y dulzura cuan­
do mi conciencia crece, clarifica su visión ilimitada y se ex­
pande hacia el infinito sin fin, de la luz misma, del sonido
mismo, de la belleza misma, del ser mismo.
Y esta visión y posibilidad no está encerrada en unos
pocos iluminados. Está destinada a tí y a mí, hombres nor­
males, que nos sentimos encarcelados entre barrotes de impo­
tencia, de complejos, displicencias, hábitos inconscientes,
oscuridades, temores, deseos, inquietudes, miedos, enferme­
dades, hipocondrías, frustraciones, ignorancia, desprecios,
desamores... No es para unos pocos elegidos. Es para todos...
Para tí y para mí.
Sólo hay que cortar los duros barrotes que nosotros mis­
mos hemos fabricado con el material y ayuda que nos ha
prestado la sociedad, la cultura, la tradición, la “educación”
(¿¿??) la familia, la herencia genética...
Pero podemos verlo y reconocer nuestra verdadera capa­
cidad. Nuestra visión clara y directa cortará ios barrotes de
nuestra cárcel, la cárcel en la que vivimos y a la que nos he­
mos acostumbrado como si fuera nuestro destino propio y
natural.
Sólo hay que verlo.
No con la mente, sino con el ojo interior.
El ojo interior está más allá de los sentidos y de la men­
te. Nuestra mente, con sus ideas limitativas y paralizantes
ha sido la creadora de nuestra cárcel de impotencia.
149
El ojo interior nos descubre la verdad de nosotros mis­
mos. La verdad gozosa de nuestra ilimitada capacidad creado­
ra.
Nuestra vida adquiere nuevo sentido cuando nuestra
conciencia se abre, se expande en su propia naturaleza de vi­
sión y expresión amorosa.
Cada uno puede experimentar y gozar de la expansión
de la conciencia.
Cada uno puede provocar en sí mismo esa expansión
de la conciencia.
Sólo hay que afinar la sensibilidad interior. La quietud
de la mente, la atención a la voz interior afína la sensibili­
dad y abre la puerta de la expansión de conciencia.
Y la expansión de conciencia te abre los infinitos pa­
noramas de un mundo desconocido, un mundo nuevo que ya
está en tí pero permanece cerrado mientras no se desarrolle
la expansión de tu conciencia.

150
Conocimiento de
sí mismo
Desde la antigüedad hasta nuestros días el tema del co­
nocimiento propio ha sido considerado quizás como uno de
los objetivos primeros que el hombre debe plantearse en su
vida.
En conocerse a sí mismo han hecho consistir los gran­
des filósofos y pensadores, la sabiduría. Pero casi siempre
queda todo ahí: en decir que eso es lo más importante o lo
primero.
Son muy pocos los que lo toman en serio.
Sólo algunos maestros de la vida interior y algunos au­
ténticamente deseosos de su realización personal dedican
su principal esfuerzo a este objetivo, a este punto capital de
su vida: su propio conocimiento.
¿Qué soy yo?
Desde luego yo no soy lo que pienso que soy. Sea lo
que fuere que piense de mí.
Yo no soy lo que pienso.
Lo que pienso es una idea, un pensamiento.
Yo no soy una idea o un pensamiento.
Yo soy una realidad.
Yo nos soy lo que creo que soy.
Nadie es lo que cree que es.
151
Yo soy lo que soy.
Tú eres “lo que eres” . No lo que piensas.
Cuando pienso en mí o sobre mí, aunque piense en mi
realidad más profunda, aunque yo sea una persona muy rea­
lizada con profundo conocimiento sobre mí, lo que pienso
sobre mí no es lo que yo soy.
Lo que pienso es un pensamiento.
La realidad está más allá de lo pensado y de lo pensable.
Entonces, ¿la realidad no puede pensarse?
Sí puede pensarse.
Pero lo que se piensa es pensamiento sobre la realidad.
Pero no la realidad.
No se puede identificar el pensamiento con la realidad.
Entonces, ¿cómo puedo saber lo que yo soy?
Puedo conocer y saber lo que soy a través de la visión
directa de la inteligencia y a través del sentir inmediato.
Nunca a través de la mente.
Para conocer al sujeto que piensa no puedo usar un
instrumento inferior a él, si quiero “conocer su realidad” .
La mente es un instrumento inferior al sujeto que soy
y °.
Mi “yo”, mi realidad, sólo puedo mirarla directamente
y sentirla.
Sólo puedo mirar mi “yo” y sentirlo cuando aquieto,
paralizo, acallo mi mente.
Mi mente que es el instrumento necesario e impres­
cindible para el conocimiento de todo lo exterior a mí, es
también el impedimento y el obstáculo mayor para conocer­
me a mí mismo, para sentirme a m í mismo, para llegar a te­
ner experiencia directa de mí mismo. Porque en eso con­
siste el conocimiento de sí mismo: en VER, SENTIR Y VIVEN-
ciar el “sí mismo” .
Sólo los que miran y sienten, con atención, sinceridad
y silencio de la mente, su realidad profunda, pueden llegar
a conocer, saber y experimentar lo que son.
Los que se pasan el tiempo pensando en lo que son, o
152
creen ser, o pueden llegar a ser, o cómo quieren ser, nunca
llegarán al conocimiento verdadero o experiencia de sí mis­
mos.
Aquí reside la gran dificultad de conocerse a sí mismos.
Estamos enseñados, acostumbrados a conocer las co­
sas exteriores a través de la mente que compara, juzga, elucu­
bra, infiere, piensa. Y llegamos a identificar lo que pensamos
con las cosas.
Lo que pensamos sobre las cosas no son las cosas.
Incluso muchos sicólogos, pedagogos, orientadores, in­
sisten sobre sus orientados: “ piensa, obsérvate, analízate...”
En realidad esta observación y análisis es observación
y análisis sobre algo de nosotros. Sobre nuestra conducta.
Y en este sentido está bien. Pero no es análisis de nuestro
“ y o ”.
Nuestro “yo” verdadero no puede ser analizado, porque
es simple.
Sólo se analiza lo compuesto.
Sólo se analizan las ideas. Se puede analizar la conducta.
La realidad se ve y se siente.
Eso es mucho más y mejor que cualquier análisis.
El “yo” no se puede analizar.
Sólo analiza la mente y la mente no llega nunca al “yo” .
Sí. Se pueden analizar nuestros sentimientos que son
expresiones del yo.
Se pueden analizar nuestras reacciones, automáticas o
conscientes.
Se pueden analizar nuestras acciones, nuestra conduc­
ta.
Los sentimientos, acciones y reacciones son efecto de
las ideas.
Pero el “yo” sólo se siente. Se experimenta.
Y son muy pocos los que lo sienten y experimentan.
Por eso, son pocos los que se conocen a sí mismos.
Son muchos los que analizan sus propias acciones, reac­
ciones, su conducta o la de los demás.
153
Y juzgamos a los demás por sus modos de conducta.
Pero ese modo de conducta no son ellos. De hecho una per­
sona puede cambiar de modo de conducta y entonces deci­
mos: esa persona es muy variable. No es así. El es siempre
el mismo. Su conducta es variable.
La conducta es variable porque él, no está viviendo
desde lo que él es.
Vive a impulsos exteriores o a impulsos de su mente.
Y cuando vive a impulsos exteriores o de la mente no es
él quien dirige su vida. Son los estímulos exteriores. Y
por ellos la conducta cambia. El no es el variable. Es la con­
ducta.
Y la conducta varía, porque varían los estímulos. Con­
viene ver esto con claridad.
Los grandes errores sobre nosostros mismos residen en
las diversas identificaciones que nos hemos creado y en las
que vivimos:
Nos hemos identificado con nuestro cuerpo.
Si se le pregunta a alguien quién eres tú, nos dirá su
nombre o nos señalará de una u otra forma su cuerpo.
Es cierto que el cuerpo nos pertenece. Pero yo no pue­
do decir que yo soy este cuerpo. Lo más que puedo decir es
que este cuerpo es mío, es de mí.
Sí. Yo soy el sujeto y dueño de mi cuerpo. Yo llevo a
mi cuerpo. No es mi cuerpo que me lleva a mí.
Otras veces nos identificamos con un rol, trabajo o pro­
fesión determinada que estamos desarrollando en ese mo­
mento.
A veces se dice de alguien, como reproche, que no está
identificado con su trabajo o su oficio. Lo que se quiere
decir entonces es que esa persona no está haciendo su trabajo
con todo su ser, con toda atención, conciencia y amor con
que lo debe hacer. Y el reproche en ese sentido es correcto.
Pero no puede decirse: yo soy ingeniero o taxista, em­
presario o dueña de casa, como si eso fuera lo principal de
m í.

154
Tú eres ante todo tú. Un ser humano es una realidad
consciente y amorosa que expresa lo que es, o sea, su ener­
gía consciente y amorosa en el trabajo de ingeniería, de
taxista, o del oficio que desempeñe.
El oficio que tú tienes es adjetivo. Es secundario. Lo
substantivo, lo principal eres tú. Lo que tú eres como rea­
lidad humana.
Olvidar esta realidad poniendo todo el énfasis en lo
adjetivo, en el oficio, profesión o modo como nos expresa­
mos en la vida, es confundir lo principal con lo secundario,
la realidad con las formas con que se expresa, se comunica
y se manifiesta esa realidad.
La peor y más corriente identificación es creer que
soy lo que creo que soy o quiero llegar a ser, o pienso que
voy a llegar a ser.
Yo soy lo que soy. Lo que sé, veo y siento que soy.
No a través de los sentidos físicos o de la mente. Sino a tra­
vés de la mirada y comprensión directa de la inteligencia
y el sentir interno que sólo se consigue cuando se ha silencia­
do la mente.
Los que no han vivido esta experiencia creen que es­
to es punto menos que imposible. Y no lo es. Esta expe­
riencia es real, factible para todos los que quieran con pa­
ciencia, trabajo y sinceridad, tenerla.
No está destinada a unos privilegiados determinados.
Tú puedes ser de esos privilegiados si decides trabajar en
tí mismo.
No es descubrir nada nuevo.
Es descubrir y experimentar lo que somos desde siem­
pre. Desde que el hombre es hombre.
El Creador hizo al hombre maravilloso. Como su obra
culminante.
Pero los hombres hemos ido “ olvidando” lo que somos
y nos hemos ido identificando con lo que no somos.
No se trata, por lo tanto, de algo nuevo, extraordinario.
Se trata sólo de conocer la normalidad nuestra, que
155
se ha convertido en anormal porque casi nadie la vive.
Pero eso es lo natural, lo normal del ser humano. Aun­
que no sea lo frecuente y ordinario.
El sentir interiormente no es pensar profundamente.
Sentir es simplemente sentir. Simplemente ver y sentir que
está presente lo que soy.
Sólo puedo llegar a conocerme cuando me miro, veo y
siento interiormente. Sin pensar.
Mi modo de ser, mi conducta, mis hábitos, mis formas
las conozco a través de la mente, pensando.
Cuando pienso sobre mí, puedo conocer mi pensamien­
to, pero no a mí.
Mis pensamientos pueden convertirse en objeto de re­
flexión, es decir, puedo volver a mirar sobre ellos. Puedo pen­
sar en ellos.
Todo eso es acción de la mente.
Sólo la acción simple, quieta y silenciosa de ver y sen­
tir me puede dar el conocimiento o la vivencia o experiencia
interna de mí.
Todo esto tiene tanta importancia que nos puede dar
la pauta para saber si vivimos en la verdad y desde la ver­
dad de nosotros, o estamos viviendo en la consciente o in­
consciente falsedad, triste error, dramática y absurda men­
tira, toda nuestra vida.
Si yo no vivo desde lo que yo soy, ¿quién habla en m í
cuando creo que yo hablo? ¿quién piensa en m í o por mí
cuando creo que soy yo el que piensa? ¿quién es el que tra­
baja, sufre, goza y ama en mí, cuando creo que yo trabajo,
sufro, gozo o amo?
Quizás tengamos que admitir que estamos viviendo en
un mundo de seres irreales, de fantasmas inconscientes o
marionetas mecánicas.
Si esta es la verdad del modo como estamos viviendo,
la otra verdad más real que ésta todavía, es que, a pesar
de toda nuestra conducta inconsciente, ciega y mecánica,
somos una energía consciente y amorosa.
156
Al estar viviendo hipnotizados, no vemos ni sentimos
esta realidad profunda y positiva.
Hemos de abrir los ojos, deshipnotizarnos y ver y sen­
tir la realidad que somos tal cual es.
Entonces, y sólo entonces, tendremos el principio de
la sabiduría que es el conocimiento de sí mismo. Entonces
y sólo entonces empezaremos a vivir lo que somos y por lo
que somos.
Entonces y sólo entonces la aceptación comprensiva
sustituirá a los ciegos rechazos y a las posturas tercas y ce­
rradas.
Entonces y sólo entonces el amor será expresión natural
y espontánea en nuestra vida y la cordialidad la forma nor­
mal de convivencia.
Entonces y sólo entonces viviremos lo que somos, por
lo que somos y como somos: seres humanos...
Eso nos hizo el Creador. Eso y nada más que eso nos
enseñó Jesús.
No es necesario nada más.
Pero eso no es poco.
Eso basta.

157
El único remedio
Oigo voces. Oigo lamentos.
Siento junto a m í miles y miles de espíritus ansiosos
de algo que aquiete sus ansiedades y llene el vacío repetido
e insondable de cada instante.
Son voces y lamentos de quienes buscan y quieren al­
go.
¿Qué es?
Quieren sentirse bien.
Buscan y corren constantemente tras algo que les lle­
ne, que les satisfaga.
Pero siempre buscan fuera.
Cada logro conseguido ahonda más la ansiedad al no
lograr llenar el vacío siempre exigente y siempre vivo.
No logran sentirse mejor.
La búsqueda sigue, sigue, sin fin.
La acumulación de cosas, ideas, sueños que se amon­
tonan uno tras otro, no llegan a darle ninguna respuesta.
Para muchos es difícil llegar a poseer ciertas cosas. Los
pobres no pueden acceder a culturas o instituciones que
cuestan dinero.
Pero todos están llamados a ser felices.

158
A la felicidad no se llega por lo que se adquiere de fue­
ra, ni con los conocimientos que se reciben.
La felicidad no es algo que se pueda adquirir con dinero,
ni con conocimientos costosos.
La felicidad no se puede comprar por más que muchas
veces así pudiera parecerlo.
Pero sabemos que es pura ilusión esa imaginaria feli­
cidad consistente en cosas que se compran.
Después de tantas doctrinas, teorías, ideologías, mé­
todos, caminos, terapias, sectas religiosas, técnicas, ritua­
les, organizaciones culturales... más o menos asequibles
o difíciles de conseguir y practicar, debe haber algo accesi­
ble a todos, algo que no necesite del dinero o grandes co­
nocimientos, algo que no requiera de grandes entrenamien­
tos, algo que esté a la mano de todos, de ricos y pobres,
de los instruidos y de los ignorantes.
Son muchas las personas que buscan ansiosas, métodos,
terapias, filosofías... que les ofrezcan la paz, tranquilidad y
felicidad deseada.
Cambian y cambian de métodos y de maestros, hacen
largos y costosos viajes anhelando siempre la solución de sus
problemas.
Y casi todos estos métodos, terapias, etc... cuestan di­
nero.
Pero por mucho que paguen, ninguno de estos métodos
podrá jamás dar la paz o la felicidad.
Algunos señalan un camino que deberá recorrer cada
cual para encontrar la felicidad donde únicamente está.
Alrededor de lo más sagrado se ha ido tejiendo una
maraña de intereses torcidos, espúreos, egoístas, económicos...
Hasta en lo más sagrado se ha introducido el señor co­
rruptor de los hombres: el dinero, el interés por tener más
cosas y más poder.
Las enseñanzas más nobles y elevadas suelen estar sólo
al alcance de los que tienen dinero.
Pero hay un método sencillo, simple que está al alcan­
159
ce de todos y que es el único método, el único camino para
ser feliz.
Es un camino y un método que no necesita de nada.
Sólo de tí.
Es el camino del amor.
El amor fresco y espontáneo, el amor sin barreras, ni
limites.
El amor sin distinciones ni separatismos.
El amor que no conoce distinción de personas.
El amor que no es sino el sentimiento profundo, since­
ro de comunicar la felicidad que uno es y siente al amar y
ser amado.
Para ello no se necesita tener dinero.
Sólo se requiere querer caminar, amar la verdad. Sólo
somos felices de verdad amando.
Una persona puede tener cosas, poder, dinero. Incluso
puede tener también personas que lo amen. Pero nada de eso
le dará un gramo de felicidad.
La felicidad sólo le sobrevendrá, la experimentará en
el fondo de sí mismo cuando ame de veras, cuando se deci­
da a comunicarse con el sentimiento profundo de ser y sen­
tir con la persona amada. Cuando desee que la persona amada
sea ella misma en el fondo.
Porque ser uno mismo en el fondo es sentir que somos
el mismo amor comunicativo y expansivo. No un amor quie­
to y estático. Sino un amor vivo y activo, un amor que tras­
ciende límites y barreras mentales, físicas y síquicas.
Un amor que no se limita a unas bellas imaginaciones
o buenos deseos o estados emotivos y sentimentales.
Es un amor que comunica lo que es y se siente como
fuerza activa y creadora, como energía renovadora, como
fuente que brota a borbotones y sacia y vivifica, refresca
y alivia.
El único remedio, el único camino, el único método pa­
ra acallar las voces desesperadas interiores que claman por
160
sentirse pleno y feliz es el amor activo, vivo, efectivo en
cada momento de tu vida.
No busques fuera lo que está dentro.
No intentes conseguir lo que ya posees.
Una sola cosa necesitas: decidirte a amar. No te pongas
dificultades. No busques excusas. Sólo depende de tí.

161
¿Aprender a amar?
¿Enseñar a amar?
Me habían invitado a dar una conferencia en un Centro
educativo. Me habían pedido que hablase sobre la educación
de los adolescentes.
Como es mi costumbre en tales casos no hablé de la edu­
cación de los adolescentes, sino de la educación de los ma­
yores, que eran mis oyentes, de la educación de los supuestos
educadores.
No hay mejor manera de educar que educarse y vivir
bien a fondo esa educación, los que intentan ser educadores.
En un momento de la conferencia les dije: Es necesa­
rio revisar nuestras organizaciones educativas, sociales, re­
ligiosas... No se ven los frutos y no hay correspondencia
entre los innumerables centros, cursos, congresos... y los
resultados prácticos en la vida. Algo falla en nuestra edu­
cación. Los miles y miles de libros, conferencias, discursos,
organizaciones, charlas... No se ven los frutos prácticos y
concretos.
Una señora de aspecto y gestos muy cuidados y conser­
vadores pero con intentos y pretensiones progresistas, dijo:
Claro que se nota la influencia de la educación social
y religiosa. Si no fuera por eso estaríamos mucho peor.
Yo le dije: Usted y todos los que están en esta sala han
162
sido orientados y educados con todo esmero. Pero ¿Usted
ama?.
La señora casi ofendida por la duda implícita de mi
pregunta dijo rápida y tajantemente: Claro que amo.
¿Ama usted a los que no piensan como usted, ama a
los comunistas, ama a los que suelen ser llamados capitalis­
tas explotadores de los pobres? ¿Ama a los que le han hecho
daño personal a Ud.?
—Pero es que ésos, unos son revolucionarios y otros son
injustos y yo amo la paz y la justicia. Esos que me nombra
van en contra de la paz y la justicia, me dijo ella.
—Pero usted no los ama. A lo sumo se esfuerza por
“perdonarlos” como a unos pobres infelices sumidos en el
mal y la injusticia. Y eso no es amor.
Se nos ha educado con muchas normas y principios mo­
rales. Se nos ha educado dividiendo a los hombres en dos
bandos: los buenos y los malos. (Nosotros siempre nos consi­
deramos del primero, claro).
Nos han dicho de una u otra manera que a los primeros,
es decir a los buenos, sí los podemos y debemos amar. Aun­
que siempre con ciertas precauciones: “No te fíes demasiado” ,
“la gente es muy ingrata” “hay que ser bueno pero no ton­
to ” “Dios nos mandó ser hermanos pero no prim os”, etc etc.
Pero a los “malos” hay que evitarlos. Nos han enseñado
a huir de ellos como de la lepra. Hacerles daño, quizás no.
Pero hay que huir de ellos.
A lo sumo los perdonamos con un sentimiento interno
de superioridad y un gesto orgulloso aunque disimulado de
“perdonavidas” .
En esta clase de educación está fallando el alma misma
de la educación humana. Está faltando la comprensión amo­
rosa hacia todos, incluso hacia los que consideramos “ma­
los” o nuestros enemigos.
Todo lo que se enseñe y eduque con este vacío de com­
prensión amorosa sentida, vivida, y practicada estará cons­
truido sobre arena movediza.
163
La asignatura del amor no se aprende de ningún libro.
Sólo se aprende a amar amando.
Sólo se enseña a amar amando.
El niño y el adolescente se estimulan a amar en un am­
biente de amor.
Ellos distinguen muy bien entre el amor verdadero y
las apariencias o sucedáneos del amor.
Esta es la asignatura básica, fundamental en la educa­
ción humana. Sólo la puede enseñar el que la vive.
Las palabras, los consejos, los sermones, los discursos,
suelen ser contraproducentes si el que habla no vive el amor
que aconseja o pretende enseñar.
Los educadores que aman no tienen que decir nada.
Todo está claramente dicho en su vida, en su actitud amoro­
sa.
Los que no aman tienen que esforzarse mucho con pala­
bras, recomendaciones, consejos, mandatos, y hasta amena­
zas más o menos veladas. Pero todas estas palabras no sue­
len significar nada para los niños y adolescentes. Para ellos
sólo tiene significado lo que ven y sienten que viven, hacen,
practican y sienten sus educadores.
El amor, si es amor verdadero, no excluye a nadie. Ni
siquiera a los que piensan distinto que nosostros o a los que
nos han hecho daño.
Se ama porque uno siente que él mismo es amor en su
realidad interna y no puede menos de expresar ese amor que
uno es. No se hacen distinciones sobre el objeto o destino
de nuestro amor.
Cuando se hacen todas esas consabidas distinciones:
A este sí porque me cae bien, a este no porque es antipáti­
co. A este sí porque me ama, a este no porque fue ingrato
conmigo... Cuando se hacen todas estas y otras muchas dis­
tinciones, podemos empezar a dudar de que el amor que de­
cimos tener a alguien sea realmente trigo limpio. Podemos
pensar con motivo justificado que amamos a esa persona por­
que creemos que es buena. El día que lleguemos a creer lo
164
contrario o esa persona haga algo que consideremos una ofen­
sa, seguramente dejaremos de amarla.
Si lo miramos bien, veremos que en el fondo cuando de­
cimos que amamos a alguien, lo que buscamos es nuestra pro­
pia autocomplacencia. Amando solemos buscar nuestro agra­
do y gusto al amar o buscamos ser retribuidos y gratifica­
dos por el amor de nuestra persona amada.
Es muy fácil y corriente encontrar personas que sirven
“ por el gusto que sienten al servir” y que aman “por el gusto
que sienten al amar”. Sólo se sirven y aman a sí mismos. To­
das estas personas no aman ni sirven a los demás.
Sirviendo y amando se siente una profunda y auténtica
satisfacción. Pero cuando se sirve y se ama de verdad no se
sirve ni se ama “ para sentir” esa satisfacción. Se sirve y se
ama porque eso es lo que uno siente que debe hacer. Porque
conoce lo que él es y sabe que su fruto natural es amar.
Todas las barreras, los límites, las distinciones, las ex­
clusividades, las excusas que nos ponemos y nos damos pa­
ra amar, son señal de que nuestro amor es falso, egoísta,
interesado y no verdadero amor, no es el fruto espontáneo
de nuestra realidad profunda, de nuestro “yo ” verdadero.
Ese amor egoista e interesado es fruto de nuestro fal­
so “y o ”, de nuestra personalidad superficial que sólo bus­
ca en todo y por todo ser gratificada en todo lo que hace.
No hay límites para el amor verdadero.
No hay reglas para amar.
La verdadera causa, el verdadero estímulo, la verdadera
razón para amar, es ver y sentir que la verdadera razón de vi­
vir como persona es amar. Y sólo cuando dejo de amar o
voy poniendo más y más trabas y objecciones y dificultades
en mi vida para amar, voy sintiendo el vacío angustioso y
desolador al sentir que mi árbol está vacío de sus verdaderos
frutos.
No son bellas palabras o una bella teoría.
Cada uno puede comprobar por sí mismo, si es sincero,
que ésto es cierto y auténtico.
165
Lo que vemos y oimos cada día y a veces a personas
cultas y en medios aparentemente muy refinados, no es cier­
tamente lo que decimos aquí. Pero veamos cuáles son los re­
sultados.
Ante tales actitudes de desamor, ¿qué podemos esperar?.
¿Por qué nos quejamos de que “el mundo está mal o es ma­
lo”?
Sólo hay una forma de transformarnos y transformar el
mundo: aprender y enseñar a a m a r , a m a n d o .

166
Aquella chica
rubia de ojos azules
Juancho venía eufórico, contento, dicharachero.
Alfredo que estaba ensimismado, estudiando esos com­
plicados enredos casi inútiles de estadística, vió a Juancho
irrumpir en su habitación como potro desbocado que sal­
ta al campo soleado después de una semana lluviosa de cau­
tiverio.
Nunca se le había visto a Juancho con esos ojos brillan­
tes de ilusión y ese aspecto de jovial vitalidad.
—¿Qué te pasa? ¿Te has sacado la quiniela o la lotería?
¿O te han dado el premio Nobel?
— ¡Qué premio Nobel ni tonterías! Mucho mejor. ¡Qué
ojazos! ¡Qué ojazos azules! ¡Y qué pelo! ¡Qué pelo rubio,
largo, sedoso...! repetía Juancho moviéndose inquieto de un
lado a otro de la habitación para quedar arrobado como
estatua en éxtasis.
Alfredo no entendía nada. Juancho era un muchacho
serio, casi tris.te. (¿Por qué suelen estar tan cerca seriedad
y tristeza?).
Pero Juancho venía cambiado.
—Me he enamorado, Alfredo, me he enamorado.
— ¡Ah! ¿Sí? ¿De quién?
—De unos ojos azules y un pelo rubio.
167
— ¡Ah, ya! ¿Cómo se llama?
-¿Q u é?
—Que cómo se llama ella...
— ¡Ah...! Pues... no sé. Marisa creo. O Felisa, o Melisa.
No sé.
—Y ¿qué es, cómo es... quién es ella?
—No sé. Sólo sé que tiene unos ojos azules, grandes,
hermosos y un pelo rubio, suave como nadie en el mundo.
— ¡Ah, ya!. La gata rubia de ojos claros que tiene la
vecina de enfrente.
—No te hagas el gracioso ni lo tomes a broma.
—Hasta ahora lo único que sé es que te has enamorado
de unos ojos azules y un pelo rubio. De un color azul y un
color rubio. Pero de nada más. lo que has visto de amable
y adorable ha sido el color de los ojos y el color del pelo. Cla­
ro, es natural. Estudias Bellas Artes. No estás enamorado de
una persona, Juancho, sino de unos colores. Convéncete.
—Sí. Pero detrás de esos ojos azules y debajo de ese pe­
lo rubio hay una muchacha estupenda, tierna, cariñosa, sua­
ve, dulce, inteligente...
—Y diosa ¿no? Todo eso es fruto de tu imaginación
calenturienta por la impresión del color y las formas. No
quiero darte lecciones ni ser aguafiestas de tu iluso enamora­
miento.
Las apariencias, el aspecto físico de las personas son
formas que van y vienen. Además, ¿estás seguro que es ru­
bia? ¿no será teñida? Bueno, sea como sea tú te has enamora­
do de un color.
—Cómo se ve que tú no te has enamorado como yo.
—Desde luego que como tú no. Porque tú ahora no estás
enamorado. Estás impresionado, embobalicado.
Los dos amigos siguieron en sus razonamientos y discu­
siones. ¿Quién puede hacer ver, a uno que está ciego por
una emoción.
Alfredo no logró convencer a su amigo Juancho que lo
suyo había sido sólo un flechazo superficial de unos colo­
168
res y de unas formas. Pero no amor. Al menos, tal como
aparecía.
No sé qué ocurrió después con Juancho y su enamora­
miento.
Tampoco importa demasiado.
Lo que sí interesa es ver cómo tantas veces el encan-
dilamiento por unas formas o colores atractivos sustituye,
suplanta o usurpa el lugar que le corresponde al amor ver­
dadero.
El encandilado cree estar enamorado.
Nadie le puede convencer de lo contrario.
El tiempo y los hechos de la vida se encargarán de de­
mostrárselo.
Las formas provocan gusto. El fondo engendra amor.
Ningún gusto o arrobamiento por las formas es duradero,
permanente y plenamente satisfactorio.
El amor verdadero es duradero, permanente y eterno
como la fuente y la causa que lo engendran.
La mayoría de las personas se contentan con los encan-
dilamientos, las satisfacciones momentáneas y los juegos
fugaces de las ilusiones.
Los sensatos y sabios buscan incesante y sinceramente
la verdad del amor y el amor de verdad donde y en lo que
únicamente se puede encontrar. No está el valor de la perla
en la concha de la ostra que la contiene, ni en el de la joya,
en el estuche por bello que parezca.
La vida moderna de nuestros días es una carrera loca y
desesperada por lucir por fuera.
La mayoría de las personas desconocen la hermosura
de su interior.
Al desconocer lo que son, pasan la vida tratando de de­
mostrar valor, belleza, inteligencia...
Todos esos esfuerzos serían innecesarios si conocieran
que son mucho más de lo que tratan y se esfuerzan por apa­
rentar.
Al vivirlo sobrarían todos los esfuerzos para demostrarlo.
169
La ignorancia de lo bello y maravilloso que el ser huma­
no es, conduce a aparentar y lucir con lo que no se es.
La ignorancia de lo bello y maravilloso que los demás
son, conduce a admirar en ellos la belleza artificial que no
son.
Pareciera que el destino de los hombres fuera el alimen­
tarse de la cáscara de los frutos por desconocer el sabor y el
valor del fruto verdadero.
La vida toda, está montada en ensalzar las formas exte­
riores y apariencias.
El mercado del consumismo, con las modas y todas las
maneras de realzar, adornar y hacer llamativa la figura cor­
poral, tanto en el hombre como en la mujer, se nos ha im­
puesto de tal manera que el que no sigue los cánones mar­
cados por la moda, pasa por anticuado y ridículo.
Todos vemos cuánta sofisticación, hipocresía, compe­
tencia y artificialidad hay en las formas del vestir y vivir.
Pero se da la paradoja que eso ahora es lo normal.
Ser normal se ha convertido en anormal.
La artificalidad ha pasado a ser normal.
Al no reconocer más que los valores exteriores, fu­
gaces de las formas, olvidando los verdaderos valores perma­
nentes, se agrandan, se hinchan y se disfrazan para parecer
más.
Es la gran tragi-comedia de la vida.
El encandilamiento por las formas externas de la perso­
na es sólo eso: encandilamiento, ilusión. No amor.

170
Amar es no sentirse
ofendido nunca
Cuando en algún momento te sientes ofendido o traicio­
nado por alguien, es señal que no eres tú. No es tu “y o ” ver­
dadero el que está viviendo y sintiendo ese acontecimiento,
sino tu “y o ” falso, el “yo” impostor que vive en tí, en tu
mente.
Tu “ Yo” verdadero nunca es traicionado, ni ofendido.
Está más allá del olvido, las ofensas o las traiciones.
Si te sientes ofendido o traicionado por alguien es que
algo hay que aclarar en ti.
Debes reconocerte a tí mismo, debes descubrir al impos­
to r que está aposentado e instalado en tí y relegarlo a su
lugar.
Entonces, cuando sea tu “yo” verdadero y auténtico
el que viva en tí, desaparecerá la ofensa, la traición o la cul­
pa del supuesto ofensor o traidor.
Los maestros de la Vida que aparentemente fueron
ofendidos (Jesús, Gandhi...) no tuvieron que perdonar, por­
que no se sintieron ofendidos.
Sólo pidieron que Dios perdonara a sus enemigos por­
que ellos, los traidores y ofensores, se habían ofendido a
sí mismos.
171
Sólo sintieron pena y dolor por la ofensa cometida por
el ofensor. Sintieron pena por lo que el ofensor se perdía
al ofender. Sintieron pena porque el ofensor estaba renun­
ciando a su condición elevada y noble de persona.
Pasaron esos trances con sencillez para enseñarnos có­
mo superar la aparente ofensa y traición.
La vida con todos los acontecimientos agradables y de­
sagradables y sus momentos difíciles, tiene una finalidad di­
dáctica.
Sólo los que están despiertos aprenden de ella.

172
Cuando todo muere
vive el AMOR
Miro la vida en mí, en los que me rodean.
Las euforias y vítores de la victoria y triunfos, las
alegrías de las fiestas, como los oscuros y tristes días de
luto y amargura de los sucesos dolorosos y trágicos, todo
desaparece engullido por el tiempo.
Sólo una cosa queda y permanece siempre viva, como el
sol eternamente naciente.
Sólo una cosa queda y permanece: Lo que Es, Lo que
siempre es, y es principio y causa de todo lo que existe: El
Amor.
Este amor no sólo es permanente y eterno en EL que
e s , porque El es el Amor, sino en tí que también eres amor.

Cuando las olas bravias rugen y braman,


sosiega y amansa pacífico el amor.
Cuando el odio muerde y destruye,
besa, construye y crea el amor.

Cuando la pasión ciega y oscurece,


clarea y da luz el amor.
173
Cuando el egoísmo ruin mata,
vivifica generoso el amor.
Cuando los cañones truenan,
canta el amor.

Cuando la ambición pisotea y deshumaniza,


acaricia y cuida con mimos el amor.

Cuando la desesperación anquilosa, deprime y agobia,


da alas a la ilusión el amor.

Cuando la tiranía esclaviza,


libera gozoso y comprensivo el amor.

Cuando el temor paraliza y hiela,


estimula cálido el amor.

Cuando las guerras estallan y se extienden,


pacifica, calma y serena el amor.

Cuando los pajarillos apagan sus trinos,


suena la canción eterna del amor.

Cuando el dolor tortura el cuerpo y paraliza el alma,


calma, suaviza, sana y vivifica el amor.

Cuando el desengaño envejece la ilusión,


estimula y rejuvenece el amor.

Cuando todo falta,


queda el amor.

Cuando todo muere,


vive el amor.
Cuando todo calla,
habla el amor.

Cuando todos te abandonan,


te acompaña el amor.

Cuando todo llora,


canta el amor.

Siempre,
en todo,
en todos,
a pesar de todo,
a pesar de todos,

VIVE EL AMOR, ESTA PRESENTE EL AMOR.


Al encuentro
de sí
La sabiduría no está en los libros
Está en quien escribe y
en quien lee.

177
¿Es natural?
“ Es natural que no lo aguante más!”
“ Es natural que no lo mire a la cara! ”
“ Es natural que no quiera ver a esa persona!”
“ Es natural que esté cansado de tanto dar y dar y nun­
ca recibir!”
Estas son las quejas y sentires frecuentes en las perso­
nas.
“Es natural... es natural... Es muy humano...
¡ ¡ ¡Llamamos natural y humano a tantas cosas que no
son naturales ni humanas!!!
Natural es lo que es propio de la naturaleza humana, es
lo propio del hombre.
Hemos llegado a llamar natural a lo que no es propio
de la naturaleza, a lo que está desviado, a lo que es impro­
pio de la naturaleza, lo más imperfecto de la naturaleza,
lo más vulgar de la naturaleza.
Lo propio de la naturaleza humana sería comprender,
perdonar, no cansarse de amar, sino amar de verdad, con
amor paciente, generoso, desinteresado, comprensivo, entu­
siasta, motivador...
Pero como la norma ordinaria y usual que vemos en la
179
vida es lo otro, lo llamamos natural. Llamamos natural a lo
que es usual, corriente.
Lo hemos convertido impropia e injustamente en natu­
ral. A lo que no es natural porque no es propio de la natura­
leza, lo llamamos natural porque es lo más usual y lo más
común. Pero eso no es lo natural.
Sí, es lo usual, lo corriente. Pero no es natural.
Sería natural, en un animal incapaz de amar nada más
que a quien le ama y le da de comer.
Los hombres rebajamos nuestra naturaleza cuando iden­
tificamos nuestro comportamiento con los animales infe­
riores que sólo aman a los que les aman. Y a veces no llega­
mos ni siquiera a su nivel, porque ni siquiera amamos a los
que nos aman.
Nos hemos acostumbrado a vivir de un amor vulgar,
egoísta e interesado y cuando alguien tiene una actitud
amorosa natural de amor verdadero, lo ensalzamos y califi­
camos de heroico.
Hemos llegado a considerar a los actos de amor verdade­
ro como anatural o sobrenatural, como un objeto de lujo.
Nos hemos acostumbrado a llamar amor a ciertos egoís­
mos burdos y vulgares.
Nos hemos acostumbrado a hablar del amor con pala­
bras vulgares, conceptos vulgares, expresiones vulgares...
y así llegamos a vivir un amor vulgar.
Y un amor vulgar sólo da frutos vulgares: celos, temo­
res, desconfianzas, infidelidades, crueldad, venganzas, re­
celos, rechazos, olvidos...
Hemos llegado a convertir en norma de la vida lo que es
impropio de nuestra naturaleza humana, lo antinatural
o contranatural.
Y al ser eso norma común y corriente entre la gente,
hemos llegado a convencernos que así es como debemos ser
y vivir. Como si eso fuera lo natural, lo propio nuestro.
Lo propio de nuestra naturaleza es amar.
180
Lo impropio de nuestra naturaleza es no amar o amar
mal.
Lo natural es amar, amar, amar...
Lo innatural es no amar, odiar, omitir, negar.
La vulgaridad, lo contranatural lo hemos convertido
en norma de vida.
Nuestra aspiración común suele ser la adaptación a
eso que llamamos normal o la norma por la que todos se ri­
gen...
Nos quedamos tranquilos y justificados cuando deci­
mos: “ eso es natural ¿no?” Como diciendo: eso es lo que ha­
cen todos. Esa es la norma por la que todos se rigen. Por
lo tanto, yo también.
Y hemos llegado a convencernos de eso.
Quizá sea ése el peor mal, la peor ceguera. Los más
sensibles y delicados de conciencia no llegan a convencerse
interiormente. Por más que digan “es natural” saben que
no lo es.
Estos, algún día reconocerán su error. Y lo corregirán.
Y sus vidas cambiarán de rumbo. Cambiarán de dirección.
Quizás entonces los demás los llamarán raros, anorma­
les. Y realmente serán anormales, estarán fuera de la nor­
ma, de la norma de los que viven un amor vulgar.
Pero entonces será verdaderamente natural y humano.
Eso sí será natural. Eso sí, será humano. Aunque los que
sigan viviendo el amor vulgar lo llamen anormal.
Porque ellos han empezado a seguir otra norma, la nor­
ma del amor humano verdadero y han abandonado la norma
del amor vulgar y desviado.
Nos quedamos muy tranquilos y nos sentimos muy
justificados cuando después de un error, al cometer un defec­
to nos decimos aquello de que “errar es humano” . Y nos
quedamos ahí, tranquilos.
Y eso, ciertamente es verdad. Pero sólo es una parte
de la verdad.
La otra parte es que corregir el error, perfeccionar lo
181
imperfecto, también es humano.
No es humano quedarse a medio camino.
No es humano quedarse a medias.
Quedarse a medias es ser humano a medias.
Lo humano verdadero y completo es vivir la propia na­
turaleza que nos demanda y exige realizar y actualizar nues­
tras capacidades: Capacidad de verdad y capacidad de amor.
Mientras esas capacidades queden sin actualizarse, sin
realizarse, habrá inquietud interior, faltará la paz.
¡ ¡Dichosa y feliz inquietud, la inquietud por la verdad,
la belleza y el amor!!!
La peor desgracia en el ser humano es no sentir la in­
quietud y demanda interior hacia una realización cada día
más plena de verdad y amor.
Es natural sentir esa demanda interior y es natural reali­
zarla. Eso sí es natural.

182
Niños de nuevo
“Si no os hacéis como los niños...”
Admiramos y envidiamos los ojos claros, sencillos, es­
pontáneos, expresivos, inocentes, candorosos, dulces, brillan­
tes y tiernos de los niños.
Los tuyos también un día fueron así.
Y pueden volver a serlo.
Si tú quieres.
Tus ojos deben recobrar la inocencia de tu niñez si quie­
res llegar a tu cielo, a tu felicidad.
¿Por qué tus ojos de niño dejaron de ser como eran?
No es sólo un envejecimiento físico de tus pupilas.
Tus ojos se han envejecido por las dudas, los temores,
las ansiedades, las ambiciones, los desamores...
Tus ojos pueden volver a ser aquellos ojos de niño, de
nuevo.
Y serán mejores todavía que entonces.
La inocencia de los ojos del niño es inocencia natural,
espontánea, pero inconsciente.
Tú puedes recuperar los ojos serenos, claros e inocentes
de la infancia. Pero tu inocencia ahora será consciente, recu­
perada.
183
Tus ojos ahora serán conscientes de que tuviste una
inocencia inconsciente.
Serán conscientes de que perdiste tu inocencia.
Conscientes de que un día feliz vislumbraste, aprendiste
que había un camino a una nueva inocencia.
Conscientes de que el camino para recuperar la inocen­
cia perdida es arduo y duro, pero posible y esperanzados
Conscientes de tus pasados errores.
Conscientes de que ahora miras y vives con ojos nuevos.
Renacer. Revivir.
Renovar la mirada.
Recobrar la inocencia de la niñez.
Ese es tu reto.
Y el mío.
Es el reto de los que quieren llegar a su cielo, al cielo
de su felicidad.

184
El diario vivir
Se cree frecuentemente que la idea de una efectiva rea­
lización humana es deseable y bella, pero que por sus difi­
cultades resulta utópica e inalcanzable en la vida concreta.
Y no es así.
La realización humana es posible, alcanzable y es el
único camino de la felicidad verdadera.
Una vida: Era una viejecita pobre, enferma, de piel
arrugada, pero con ojos claros y brillantes de ilusión, paz
y alegría.
Al acercarme para hablarle, suspiró.
¿Qué quieres abuelita? le dije.
Vivir. Me contestó rápidamente sin darme tiempo, ape­
nas a terminar mi pregunta.
Y ¿Qué más? —Vivir. Sólo vivir. Y a ser posible sin es­
tos dolores.
Es muy bello vivir, hijo. Hasta con estos dolores siento
que vivir es bello.
Segunda historia: Era una hermosa joven. Con una só­
lida situación social y económica. Había terminado su carre­
ra universitaria. En un momento de confianza me decía: La
vida es un asco. Me da lo mismo vivir que no vivir...
185
A veces siento tentaciones de acabar con todo. La vida
no tiene sentido.
Dos juicios paradójicos sobre la vida.
Casi todos queremos vivir.
Pero, ¿Qué es vivir? ¿Para qué vivimos?
¿Tiene algún objetivo la vida?
El objetivo de vivir, de la vida, es ella en sí misma.
Los seres sin conciencia cumplen su objetivo mecánica
y automáticamente.
Nosotros, los seres humanos libres y conscientes, tene­
mos la rara prerrogativa de proponernos diversos objetivos
y sentidos a nuestra vida, distintos de la vida misma. Pero
también tenemos la capacidad de ser conscientes de lo que
somos. De nuestra gozosa, verdadera y feliz realidad profun­
da.
La vida se manifiesta y se expresa en un movimiento
de relación hacia lo que está fuera de nosotros y hacia lo
que está dentro de nosotros.
La vida en nosotros tiene como objetivo expresarla en
toda su capacidad consciente y amorosa.
Pero vivimos dormidos. Peor aún. Vivimos hipnoti­
zados, sugestionados por ideas limitadas y castrantes. Y nues­
tra capacidad inteligente y amorosa queda inactiva, anulada.
Parece que ésta es la asignatura pendiente de la raza
humana en estos tiempos del fin del siglo XX, emborrachado
con logros externos de la tecnología, pero estéril en el desa­
rrollo interno del hombre.
La paz suele estar ausente en las familias y las sociedades
humanas.
La rivalidad, la competencia odiosa, envidiosa y orgu-
llosa, ciega a los hombres y los enfrenta, aunque a veces
se esfuercen por disimularlo, con una sutil habilidad enga­
ñosa en los gestos y palabras.
Pero el vivir humano es relacionarse armoniosamente
con los demás, con la naturaleza y el Universo entero.
Es una relación de totalidad.
186
Son pocos los seres humanos que tengan esta disponi­
bilidad de relación total.
Hay demasiada selectividad y exclusividad.
El ser humano tiene la excepcional y privilegiada capa­
cidad de ser una energía consciente de sí y de lo que le ro­
dea. Y su misión es relacionarse en armonía, amor y paz con
todos y con todo.
Esa relación amorosa debe ser un fruto directo, natural
y espontáneo de nuestra realidad interna.
Nuestra energía consciente y amorosa necesita expre­
sarse, comunicarse.
Esa es su naturaleza: expresarse.
No sólo en momentos extraordinarios y especiales.
Debe expresarse en cada momento, en el vivir de cada
día.
El vivir de cada día puede ser y es de hecho en la mayo­
ría de las personas un vivir rutinario, automático, mecáni­
co, dirigido por los estímulos, acontecimientos, impresiones
externas. Pero el diario vivir también puede ser un vivir cons­
ciente, libre, amoroso, gozoso, espontáneo y fresco que nos
llena, nos satisface y nos da optimismo e impulso para ser
cada día más y hacer cada día mejor lo que hacemos.
Cuando mi diario vivir sea la expresión consciente, li­
bre y amorosa que debe ser, mi relación será armoniosa y
feliz.
El vivir diario sólo tendrá sentido y alegría y perderá
esa carga pesada, gris y monótona de los lunes por la maña­
na, cuando se ponga el mismo amor en las esperadas tardes
del sábado como en las ingratas mañanas del lunes.
No son los días ni las horas los felices.
Somos nosotros los felices o infelices según vivamos
los días y las horas con amor o sin él.
Es necesario siempre decir dentro de tu corazón al día
que nace ¡te amo!
al vecino antipático ¡te amo!
al profesor exigente ¡te amo!
187
al jefe quisquilloso ¡te amo!
al amigo que te traicionó o desilusionó ¡te amo!
al amigo fiel ¡te amo!
al pariente egoísta ¡te amo!
al pariente generoso ¡te amo!
a los padres exigentes y explotadores ¡te amo!
a los padres bondadosos y entregados ¡te amo!
a los hijos pervertidos e ingratos ¡te amo!
a los hijos sanos y comprensivos ¡te amo!
a tu pareja infiel ¡te amo!
a tu pareja siempre fiel y amorosa ¡te amo!
al pobre que sufre ¡te amo!
al tiempo desagradable ¡te amo!
a la contrariedad de cierta situación ¡te amo!
al trabajo monótono de cada día ¡te amo!
a la persona que resulta antipática ¡te amo!
Decir ¡te amo! a la vida toda, con todos sus agrados
y desagrados es lo más saludable y beneficioso.
El diario vivir adquiere nuevo color, nueva ilusión y
alegría cuando lo llenas e impregnas de muchos profundos
y sinceros ¡te amo!
¿Por qué no haces tú la prueba?
Unos pensarán o dirán: eso es simpático, es interesan­
te.
Otros dirán: eso es una tontería y un absurdo. ¿Cómo
voy a amar yo mi trabajo o a fulano o a mengano? Este se­
ñor es un cándido, un iluso si piensa que puedo hacer tal
cosa.
Pruébalo durante un día, una semana.
Hazlo en cada momento con lo mejor de tí mismo. Te
garantizo un resultado excelente.
No te pido mucho.
Sólo que quieras ser feliz de verdad.
Porque si dices que quieres ser feliz sin amar tu vivir
diario, te digo al oído para tí solo: te estás mintiendo y enga­
ñando a tí mismo.
188
No puedes ser feliz si no amas y amas cada momento
de tu existencia con todo lo agradable o desagradable que ella
conlleva.
Cuando aceptes tu existencia con amor estarás haciendo
lo mejor para que ella sea una existencia gozosa para tí.
¿Por qué buscar el ser feliz sólo en ciertos momentos
o circunstancias y no en el diario vivir?
¡Felices los que aman su diario vivir!!!

189
¡Dios ha muerto!
¿Qué Dios?
Hace años se oyó en cierta literatura aquel grito: ¡Dios
ha muerto!
Se habló, se discutió, sobre la muerte de Dios. Pero
lo cierto es que si no ha muerto, sí debe morir aquel Dios
creado por algunas doctrinas e ideologías, por algunos hom­
bres que lo crearon a su imagen y semejanza, producto de
la avaricia, de la venganza, del odio, de la tristeza, de la jus­
ticia de la selva, déla espada y del castigo.
Era el dios del hombre viejo.
El Dios de verdad, el verdadero Dios, nace, ha de nacer
cada día en el hombre nuevo.
El Dios del amor, de la alegría, de la vida.
El Dios que vive en cada rosa y en cada pez, en el in­
significante grano de arena y en el espléndido y vivificador
sol.
El Dios que vive con su vida consciente y amorosa,
aunque oculto y olvidado por la ignorancia de casi todos,
en cada uno de los hombres.
Nos sentimos pobres y débiles por ignorancia.
Nos sentimos impotentes por ignorancia.
Nos sentimos desdichados por ignorancia.
Nos sentimos limitados por ignorancia.
190
Nos sentimos solos por ignorancia.
Ignoramos que el Dios-vida, fortaleza, sabiduría, po­
der, amor... vive en nosotros.
Esto no es una bella idea.
Es una bella y feliz realidad.
Pero la realidad no basta con reconocerla. Hay que vi­
virla.
Esta realidad sólo se la vive por el amor.
Un amor que es actitud creadora hacia todo y hacia to ­
dos.
El que vive de ideas vive un mundo ideal.
Sólo el que en cada momento y en cada cosa vive con
amor, vive la realidad.
Cuando sea el amor el que rige tu vida, verás que Dios
vive.
Cuando el amor verdadero y universal esté ausente de
tu corazón, creerás que Dios ha muerto, porque está muer­
to en tí.
Dios vive porque el amor vive.
Cada vez que el amor sea vivo en tí, sentirás a Dios vivo.
Cuando estés muerto al amor, creerás que Dios ha muer­
to.
Hazlo vivir en tí.
¡Felices los que tienen a Dios vivo en su corazón!!!

191
La verdad y
la mentira
¡Cuánto nos cuesta ver la Verdad, admitir la Verdad,
decir la Verdad, pensar la Verdad, Amar la Verdad, buscar
sinceramente la Verdad,
Vivir la Verdad...!!!
Porque estamos acostumbrados a la mentira.
Mentira sobre nosotros y mentira sobre los demás.
Es como si hubiésemos nacido en la mentira y lo natural
fuese vivir esa mentira o error.
Desde que nacemos se nos va “educando”, para acomo­
darnos a la mentira del mundo y la sociedad en que vivimos.
Se nos “educa” para acomodarnos a esa sociedad de false­
dades, de apariencias, lejos de la Verdad.
Se nos enseña a vivir mintiendo, reprimiendo, ocultan­
do todo aquello que puede ser ingrato o desagradable a los
que conviven con nosotros. Porque de esa manera somos
complacientes con los demás al mismo tiempo que somos
complacidos y gratificados con la misma complacencia por
parte de ellos.
En realidad sólo buscamos sentirnos aceptados y grati­
ficados por los demás.
Para ello, creemos que es necesario tapar, disimular,
ocultar, atenuar y hasta negar la Verdad.
192
Así llegamos a creer que ese vivir diario lejos de la ver­
dad, sumergidos en ese mar de mentira, es lo normal. Y la
verdad llega a ser un objeto de lujo, una excepción extraor­
dinaria, una anormalidad, una extravagancia o una locura.
Nuestra vida se fragua en la niñez y adolescencia, en
el disimulo y ocultamiento, en la defensa de la apariencia
y el quedar bien a costa de la Verdad.
Pero sentimos que cuando vivimos así y obramos así,
estamos traicionando a lo más íntimo de nosotros, a la Ver­
dad más profunda de nosotros, a la luz y a la verdad que so­
mos.
Esa mentira, esa apariencia falsa con que nos cubrimos
es un ropaje que recibimos de fuera para no expresar la
verdad sencilla, llana y creadora que somos por naturaleza.
Pero para sentirnos acogidos y aceptados por la socie­
dad, hemos de vestirnos con sus propios ropajes. El ropaje
del disimulo, de la apariencia falsa.
Y cada día vamos perfeccionando esa vestimenta falsa
para vernos mejor y que nos vean mejor cada día. Es una ca­
rrera sin fin del disimulo, de la falta de espontaneidad, de
hipocresías, de exageraciones en lo que nos conviene e in­
teresa y minimizaciones cuando lo creemos conveniente y
útil.
Vivir en la Verdad es alimentarse con agua limpia y
transparente.
Vivir en el disimulo y la mentira es beber y vivir su­
mergido en las aguas sucias y oscuras.
Siempre encontraremos razones y excusas para vivir en
la mentira, en la apariencia y el fingimiento. Todos sabe­
mos que esas razones sólo sirven para adormecernos momen­
táneamente. Pero nunca llegan a satisfacernos profundamen­
te. Porque en lo profundo de cada uno de nosotros está la
Verdad tratando, pujando por expresarse. Y no puede hacer
migas y armonizarse jamás con la mentira, el disimulo y el
falso ropaje con que queremos presentarnos.
Sólo cuando estamos a solas en el silencio de la Verdad
193
desnuda es cuando oímos esas voces que gritan en nosotros
queriendo expresar la Verdad, sólo la Verdad.
Pero una y otra vez tratamos de ahogar esas voces de
la Verdad con excusas y argumentos rebuscados: “Todos son
así... uno no puede ser una excepción... no quiero ofender
a nadie... son mentiras piadosas...
Pero esas excusas y argumentos no sirven en el fondo.
Sólo son otras mentiras nuevas que nos damos a nosotros
mismos. Y como siempre el fruto de la mentira es la vanidad,
el desasosiego, la inquietud, el vacío... y desprecio profundo
de nosotros mismos, la depresión y la muerte del gozo y
alegría profunda.
Nos mentimos sobre nosotros. Nos mentimos sobre los
demás.
Nos mentimos sobre la vida y adulteramos la realidad.
Tomamos el sueño como realidad.
Tomamos lo ideal como real.
Tomamos lo transitorio como permanente y
Tomamos lo permanente como una bella ilusión utópi­
ca.
Vivimos con un ropaje falso. El ropaje de las ideas que
hemos recibido de fuera, de la sociedad.
Vivimos de las ideas que hemos ido aceptando como
si fueran nuestras, pero que no tienen de nosotros nada. Só­
lo la idea de que son nuestras.
Pero esta idea es idea.
No es la realidad.
Toda idea es idea y
sólo la realidad es real.
Preferimos seguir viviendo de ideas e ideales lindos y
agradables, aunque sean falsos. Y tratamos de convencer­
nos a nosotros mismos y a los demás de que son verdaderos.
¡Sería tan fácil reconocer la Verdad llana y simple!!
¡La verdadera Verdad de nosotros mismos supera en
colorido, gracia, belleza y gozo a cualquier falsa verdad con
que tratamos de ensuciarnos tanto en la vida!!!
194
Los sinceros buscadores de la verdad siempre la encuen­
tran.
Pero hay muchos falsos o disfrazados buscadores de la
verdad y mimetizan e imitan a la búsqueda de la verdad con
palabras, gestos, técnicas, métodos, ideologías, sectas, reunio­
nes, trabajos, prácticas sicológicas o religiosas... esperan­
do encontrar en esas mimetizaciones e imitaciones, la alegría,
la paz, la luz y armonía que da la Verdad. Pero nunca la en­
cuentran ni encontrarán con tales engaños.
Los frutos gozosos y armoniosos de la Verdad viva y
palpitante están encerrados en los que con sincero corazón
la buscan sin intereses espúreos y egoístas, sin disimulos
y cobardías, sin fáciles e interesadas complacencias, sin es­
clavitudes a las modas de turno, sin hipocresías, ni cómodas
cesiones a la vulgar mediocridad.
El buscador sincero de la verdad, sabe que se expone
muchas veces a ser proscrito de la sociedad y ser ridiculi­
zado y apartado como perro sarnoso para no contagiar a los
demás con su amarga, rara y desconocida, pero también cla­
ra, liberalizad ora y gozosa verdad.
Se necesitan muchos sinceros buscadores y amantes
de la desnuda y pura verdad, para ser la levadura en la masa
de la mentira.
LA TRANSFORMACION DE LA MASA INFORME, RUTINARIA Y
MECANICA APARECE COMO DIFICIL Y CASI UTOPICA. PERO ES POSIBLE.
Sólo es necesaria la levadura de los buenos buscadores
de la verdad que la vivan con todas sus consecuencias. Sabien­
do que sólo la Verdad nos hará libres.
Y al final sólo permanecerá lo único que puede perma­
necer, lo que es, la Verdad, la Realidad.
El triunfo y la victoria de la mentira es momentánea
y transitoria.
En este gran teatro del mundo, donde se representan
los sueños e ilusiones, la mentira y la falsedad, la hipocre­
sía y el disimulo son la estrella protagonista. Es la momentá­
nea triunfadora.
195
Pero al caer el telón y encontrarnos con la Claridad de
la Verdad permanente, luminosa y gozosa, sólo quedará
lo que siempre ha Sido, lo que siempre Es y Será, siempre
idéntico a sí mismo: la profunda realidad de m í y de los de­
más.
La única realidad y la única Verdad.

196
El símbolo y
lo simbolizado
Acostumbrados a vivir en la superficie de las cosas,
preocupados más por las apariencias que por la realidad in-
terna, preocupados también de quedar bien por fuera, aun­
que no corresponda en nada a la actitud interior, hemos lle­
gado a tales absurdos como el defender el símbolo destruyen­
do o anulando lo simbolizado.
Se defiende y adora la cruz, símbolo de amor, golpean­
do con esa misma cruz y zahiriendo con ella a aquellos que
no la aceptan como símbolo, acepten o no lo simbolizado.
Se ha hecho del símbolo, centro.
Lo simbolizado ha quedado relegado al olvido, arrinco­
nado.
Se adora la cruz. Pero se olvida el amor simbolizado
por la cruz.
Se habla del amor. Pero no se vive el amor.
Cuanto más se usan los símbolos, es porque se vive me­
nos lo simbolizado.
Cuanto más se vive lo simbolizado, menos se necesitan
los símbolos.
Si vivimos el amor simbolizado, nosotros seremos el sím­
bolo mejor. El símbolo externo material no será tan necesa­
rio porque lo simbolizado tendrá e l‘mejor símbolo, un sím­
bolo vivo y vivificante.
197
Mensaje de
una mirada
Fue en Agrá. Esa bella ciudad de la India del Taj-Majal.
En un banco de piedra, junto a un templo budista, un
santón, pobremente vestido, muy flaco, de ojos grandes y
expresivos, estaba sentado a la usanza hindú, en actitud
que a mí me pareció pedir limosna.
Me acerqué y le di unas rupias.
El me dijo unas frases que no entendí, al mismo tiem­
po que me miraba y sonreía con un gesto comprensivo, cor­
dial y amable.
Pedí ayuda a nuestro guía para saber qué me había
dicho.
Dice, me dijo el guía, que aunque no pide limosna,
agradece su ayuda porque lo reconoce a usted como compa­
ñero del mismo viaje.
Yo me quedé mirando sus ojos grandes y brillantes,
hundidos en su cara, y sentí el frescor y la reanimación que
siente el sediento caminante en un repentino oasis.
Detrás de sus ojos sentí la calidez del que ama la vida
y reconoce, sin diferencias, el amor único que anima en
todo y en todos.
Sólo el amor verdadero tiene un lenguaje universal in­
teligible para todos.
198
Equis (x)
y los nombres
No quiso ponerse nombre. El era simplemente X. Y
es que X no tenía muy claro para qué servían los nombres.
Sabía X que la gente, que cada persona, quiere ser
nombrada por su nombre.
Sabía que los hombres se matan por defender y engran­
decer su nombre.
Sabía que muchos se esfuerzan constante y afanosa­
mente en que sus nombres aparezcan en periódicos, revistas
y medios de comunicación.
Sabía que muchos se afanan por perpetuar su nombre
en inscripciones, placas, monumentos...
Sabía que la mayoría de los hombres se sienten ofen­
didos cuando menosprecian su nombre.
Sabía que casi todos los hombres quieren que sus nom­
bres sean traídos y llevados en la bandeja de las alabanzas.
Sabía que muchos sufren y se enojan cuando su nom­
bre no aparece en la relación de alguna fiesta.
Sabía que casi todos sienten un orgullo inconfesado
por su nombre.
Sabía que muchos se pavonean con su nombre acompa­
ñado de un apellido conocido aristocrático.
Sabía que muchos se alimentan de nombres y palabras.

199
Sabía que los nombres significan y representan una rea­
lidad profunda y otra superficial.
Sabía que casi todos se preocupan mucho de sus nom­
bres y poco de la realidad que representan.
Sabía que para la mayoría, sus nombres sólo represen­
tan la realidad más superficial, que apenas es real.
Por eso, y por muchas razones más, él no tenía nom­
bre.
Pero era consciente de lo que era.
Amaba lo que era.
Amaba con lo que él era.
Equis sabía que él valía, no por su nombre, sino por
lo que él era, fuera su nombre conocido o desconocido, ala­
bado o vituperado, nombrado o innominado. Por eso, ¿para
qué necesitaba nombre?

200
La mediocridad
La mediocridad se ha adueñado del mundo.
Todos nos quejamos de que el mundo está mal.
Nos quejamos de las injusticias de la sociedad.
Todos nos quejamos de que “la gente es mala” .
Todos nos quejamos de que las cosas no son como de­
bieran ser.
Pero nadie empieza a ser él como debiera o debe ser.
La mediocridad, la inercia, la indiferencia, nos co­
rroen.
Nos vemos buenos porque no hacemos grandes mal­
dades.
No nos sentimos malos o injustos, porque no comete­
mos grandes injusticias. Pero no llegamos a darnos cuenta
que nuestro peor mal, nuestra gran injusticia, es el no respon­
der a nuestro ser interior, a nuestra naturaleza de seres hu­
manos, de personas.
El peor mal, la peor injusticia vive en cada uno de no­
sotros por la inercia, la apatía, la mediocridad en que pasa­
mos día tras día, hora tras hora, toda nuestra vida.
La mediocridad es el peor pecado de los que se sienten
buenos, de aquellos que no hacen grandes maldades, pero
201
apenas mueven un dedo para que el mundo sea mejor. Sólo
se quejan.
Detrás de cada queja hay UNA GRAN ACUSACION,
UNA CLARA DENUNCIA CONTRA EL QUE SE QUEJA.
Es la denuncia de su apatía, de su inercia, de su egoís­
mo, disimulado por sus palabras quejumbrosas y sus lamen­
taciones constantes sobre lo malo que es el mundo, las in­
moralidades de la juventud moderna, etc, etc, etc.
Pero la verdad está latiendo clara, punzante, detrás
de esas quejas:
¿Dónde está tu bondad?
¿Dónde está tu aporte de optimismo, de entusiasmo,
de alegría?
¿Dónde están los frutos de lo que tú eres, de tu natu­
raleza de ser hijo de la Vida, de ser persona consciente y
amorosa?
No odias y crees ser ya lo suficientemente bueno por
no odiar.
Pero sólo cuando amas, sólo cuando vives cada instan­
te consciente y amorosamente, eres lo que debes ser.
Entonces y sólo entonces, el mundo empieza a ser me­
nos malo.
Entonces y sólo entonces, hay justicia en tu vida.
Entonces y sólo entonces, tus quejas se convertirán
en obras positivas.
Entonces y sólo entonces, estarás sembrando la semilla
de un nuevo mundo, más justo y más armonioso.
Siento una voz que me urge, que me anima, que me lla­
ma a ser transformador del mundo, transformando mi vida.
Y mi vida será un grito en la indiferencia del silencio
y será una luz en las tinieblas.
Muchos otros se unirán a mis voces y a mis pasos y se­
remos legiones y romperemos el silencio y romperemos la me­
diocridad y despertaremos a todos nuestros semejantes de
la apatía.
La mediocridad de los indiferentes, de los eternos
202
“quejicas”, de los eternos plañideros de los males del mun­
do, es peor que la maldad de los llamados “malos” , “injus­
tos” o “perversos” .
Nos contentamos con no ser malos. Pero un rosal no es
rosal, simplemente cuando no da espinas, sino cuando da ro­
sas. Las rosas propias de su naturaleza de rosal.
La higuera sin higos fue maldita por Jesús.
No la maldijo por haber dado frutos venenosos, sino
por no haber dado frutos, por su inacción e indiferencia.
Por la falta de sus frutos propios que le correspondían por
su naturaleza. Por su infertilidad. Por su inoperancia. Por
su inutilidad.
Día a día vivimos “matando el tiempo” , “ intentando
pasarlo lo mejor posible” según decimos. Pero no logramos
encontrar la felicidad buscada, que sólo está en SER LO que
som os , en dar los frutos propios de lo que somos.
En ser expresión amorosa del amor que somos, de la
conciencia que somos.
¡Cuántos vacíos, cuántas depresiones desaparecerían de
inmediato, al instante, sólo con empezar a ser lo que somos,
a amar por el amor que somos.
La higuera fértil no piensa para quién debe dar sus
frutos. Simplemente los da.
Da sus frutos para todos, para cualquiera. Ella cum­
ple su misión de lo que es y para lo que es.
Dar calladamente sombra al caminante fatigado y fru­
tos al hambriento que pasa junto a ella, es su misión.
Dar sombra y frutos al justo y al injusto, incluso a los
que la maltratan y rompen sus ramas y hacen fuego de ella.
Esta es la higuera fértil y bendita.
La higuera que espera dar sus frutos sólo a los dignos,
a los buenos, seguramente nunca dará un sólo higo. Y será
maldita.
Hay muchas higueras humanas, que buscando y selec­
cionando a quienes dar sus frutos, se pasan su vida sin dar
ninguno a nadie.
203
Los indiferentes, los mediocres, los pasivos, los que sólo
se quejan de lo mal que van las cosas, los que nunca han ro­
to un plato porque jamás se han puesto a fregarlos, los que
esperan venir la cosas y que la vida les regale un pedazo de
felicidad, sin duda no saben que la felicidad no viene, sino
que es el fruto natural de ser lo que somos, del amor que
somos. Esos, todos ellos, han sido, son y serán otras tantas
higueras malditas, que infértiles junto al camino, se pasan
la vida en puros lamentos y palabras.
Son los eternos llorones, los criticones habituales y
mecánicos, los cantores y voceros de los males venideros,
que quieren sustituir su inercia e indiferencia con pala­
bras y gestos hipócritamente preocupados y generosos.
El mundo necesita obras. No palabras.
El mundo necesita menos declaraciones en favor de
los pobres y más acciones en favor de ellos.
El mundo necesita menos gritos en contra de las injus­
ticias del norte contra el sur, de los países ricos contra
los pobres y más acción viva de parte de todos los seres hu­
manos, de cada uno de nosotros, concretadas en nuestra
propia vida. No en grandes proyectos que nunca llegan
a materializarse y realizarse.
El mundo necesita hombres y mujeres que amen de ver­
dad y no cantores melifluos del amor.
El mundo necesita actores que trabajen y que sean lo
que deben ser, y que den los frutos de lo que son y no es­
pectadores con aplausos, vítores o pataleos.
Todos los papeles de este gran teatro del mundo, son
importantes.
Cada uno tiene el suyo.
Nos pasamos la vida exigiendo cómo deben hacer los
demás sus papeles, olvidando el nuestro.
Cada uno tiene que hacer su papel.
Cada persona, cada instante, tiene un papel.
Pero hay una actitud general indispensable para hacer
cada uno su papel: vivir cada instante con amor.
204
Ser amorosos con las personas con quienes vivimos.
Ser amorosos con los vecinos, con los amigos.
Ser amorosos con los pobres y humildes.
Ser amorosos con los negativos, los infelices.
Ser amorosos con los enemigos...
Eso sería vivir con amor.
Eso sería vencer la mediocridad.

205
Alegre, contento,
feliz, satisfecho
Algunos días, al despertar, con la mente clara y sere­
na, unos momentos antes o después de la meditación, me
suelo plantear mi posición ante la vida.
Me siento un tanto inquieto, urgido y exigido por una
voz o una fuerza que me está interrogando qué hago en el
mundo, para qué vivo, para qué estoy aquí. Son interrogan­
tes que me planteo constantemente en los momentos de cal­
ma.
Me han preguntado a veces: Tú ¿eres feliz? Vivo conten­
to, me siento bien. Pero no soy feliz, he respondido. O qui­
zás soy feliz, pero no estoy satisfecho.
Y es que yo siento ahora, como siempre, una constante
demanda, una constante exigencia interior de algo más. Y
la felicidad la entiendo como el fruto de una plenitud de
vida. Un estado de paz y armonía porque cada cosa está don­
de debe estar.
Cada paso que damos en la vida lo damos buscando sen­
tirnos mejor. Siempre buscamos sentirnos alegres, contentos,
felices, satisfechos.
Aunque suelen usarse estos cuatro términos indistinta­
mente, no son iguales. Y por tanto tampoco son iguales o
idénticos los conceptos que ellos significan. Y lo que es más
206
importante aún, tampoco son idénticos los estados psico­
lógicos que queremos expresar cuando usamos alguno de esos
términos.
Es frecuente oir o leer en entrevistas a artistas o perso­
najes de la vida social: “soy completamente feliz” o “me sien­
to completamente realizado o satisfecho” .
Otras veces, muchas personas cuando no se sienten
bien, recurren a diversos medios para conseguir estar ale­
gres, más contentos, más felices. Tratan de oir música, van
a fiestas, compran regalos, hacen viajes... siempre tratan­
do de conseguir un estado más agradable.
Más o menos acertadamente todos buscamos sentirnos
mejor. Aún los que se imponen ciertos sacrificios y renun­
cian a satisfacciones y comodidades, lo hacen para conseguir
posteriormente algo más valioso, más satisfactorio. El estu­
diante que se pasa el domingo estudiando, contra su gusto,
ante un exámen, el opositor que prepara unas oposiciones,
el asceta que renuncia a las comodidades del mundo... to ­
dos buscan algo posterior más agradable. Todos buscan ser
más felices.
Todo eso es muy normal y hasta muy lógico.
Pero la desorientación y confusión surge cuando se
trata del cómo y en qué buscamos todo eso.
En el mundo moderno hay una tremenda confusión
de valores. Lo más sensible e inmediato suele ser lo más
apetecido. Aunque ese valor agradable acarree como conse-
cuencai inmediata un mal mayor.
Decimos que queremos ser felices, pero hacemos muy
poco para conseguir la verdadera felicidad. Y es que confun­
dimos los términos o palabras, confundimos los conceptos
y confundimos también los estados psicológicos, significa­
dos por esas palabras.
Ante esta confusión de palabras, conceptos y estados,
el resultado de nuestro vivir diario también es confuso.
Aquilatando y precisando los términos y los conceptos,
podemos decir que la alegría se refiere a un estado de bie­
207
nestar expresado exteriormente, físicamente. Suele corres­
ponder al estado de contento que es un estado agradable,
pero más interno, provocado o producido por ciertas ideas
o a veces hechos agradables. La alegría es más momentá­
nea y el contento es más duradero.
No siempre la alegría responde a un estado interno de
contento. A veces hay una expresión exterior de alegría que
no corresponde a un estado interno. Y por el contrario, pue­
de darse un estado de contento interno, que no se exprese
exteriormente por gestos alegres, por la alegría.
La alegría sería así más exterior que el contento.
La felicidad sería un estado de contento, no por algu­
na idea o estado determinado y concreto, sino por un estado
total, general de agrado interno. Por una paz y armonía in­
terior, por darnos cuenta que somos lo que som os , que vi­
vimos lo que somos , que somos expresión de lo que somos
interiormente, que somos un árbol que da sus frutos verdade­
ros en abundancia.
Pero mientras vivimos existencialmente en este estado
físico espacio-temporal, siempre tenemos la posibilidad de
dar más frutos, de vivir más lo que somos. Eso hace que nues­
tra felicidad no sea absoluta, sin sombras. Sólo cuando nos
confundamos con el s e r , desaparecerán las sombras. Enton­
ces seremos lo que somos sin posibilidad de dejar de ser­
lo.
Tan erróneo es pensar que nuestra felicidad consiste
o puede consistir en la posesión de cualquier cosa o esta­
do transitorio existencial, como el creer que hay que re­
nunciar a todo lo existencial para ser feliz. En realidad no
hay que renunicar a nada. A lo que hay que renunciar es
A LA DEPENDENCIA Y ESCLAVITUD en que vivimos de
las cosas. Y hasta de las personas. No vivimos para tener más
y más cosas, más y más placeres. Ni siquiera “ para ser más
felices” . Vivimos para cumplir el plan de la Naturaleza o
del Creador y “realizar” la naturaleza que somos, expresar
en actos concretos del vivir diario nuestra capacidad conscien­
208
te y amorosa siendo conscientes y amando. Como consecuen­
cia de eso, nos sentiremos felices. Esa es la felicidad que po­
demos y debemos tener mientras vivimos nuestra existencia
espacio-temporal. Podemos y debemos ser felices.
Podemos ser felices porque podemos vivir nuestra natu­
raleza en sus profundas capacidades, a pesar de todas las
dificultades que ciertamente tenemos en la vida.
Podríamos hacer una clasificación de los diversos es­
tados en que vivimos las personas frente a la felicidad. Pro­
bablemente la mayor parte de nosotros hemos pasado por
estos tres estados en distintos momentos de nuestra vida.
En primer lugar están los que creen que la vida es un asco,
que no hay más que sufrimiento y que no merece la pena
vivirse. Otros trabajan día a día buscando más o menos acer­
tadamente la huidiza felicidad. Por desgracia, la ignoran­
cia orienta a la mayor parte, casi siempre por caminos erró­
neos en pos de una falsa y fugaz felicidad. Pero también
hay quienes buscan la felicidad donde está: en el desarrollo
de nuestra naturaleza consciente y amorosa. En tercer lugar
están los satisfechos. Es un estado triste, aunque parezca
una paradoja, el de los satisfechos.
Los satisfechos son los que creen que ya han hecho to ­
do lo que tenían que hacer, tienen todo lo que querían tener
y son lo que querían ser.
Digo que es un estado triste. Porque sólo hay una ma­
nera de estar y sentirse satisfecho de verdad. Será cuando
estemos y nos sintamos unificados con la perfección, con
EL SER, con el SER ABSOLUTO.
Mientras tanto, mientras vivimos en esta existencia
temporal, limitados por ideas de la propia limitación, po­
demos sentirnos contentos, relativamente felices. Pero nun­
ca satisfechos. ¡Felices los que nunca se sienten satisfechos
pero siempre caminan hacia la satisfacción!!!
Etimológicamente la palabra “satisfecho” significa:
bastante hecho, o que ha hecho suficiente. Es como decir:
ya no tengo que hacer nada más. Tengo bastante.
209
Pero en nuestra vida nunca podemos decir que ya hemos
hecho suficiente. Siempre hay algo más que hacer.
Siempre hay montañas que escalar. Cuando alguien no
tiene una montaña que escalar, está muerto. No físicamente.
Pero está muerto como hombre, como persona. Siempre po­
demos algo más.
Este concepto de que siempre podemos algo más suele
entenderse bastante bien cuando se refiere a la actividad de
hacer cosas. Pero en lo que todos podemos hacer mucho
más es en conseguir un grado mayor de conocimiento, de
consciencia, un grado más de verdad, un grado más de amor.
Sólo podríamos sentirnos satisfechos cuando estuvié­
ramos identificados con La Verdad, El Bien, y El Amor. Es­
to en nuestra vida existencial temporal no se dará permanen­
temente. Podemos tener experiencias momentáneas, chispa­
zos. Sólo se dará de una manera permanente sin limitaciones
en nuestra existencia intemporal, completa, infinita. Cuando
después de acabar la vida corporal se liquide la existencia
ideal de la mente.
La luz de la inteligencia que todos somos como reali­
dad, irá aclarando y liquidando todos los errores que haya­
mos almacenado en nuestra existencia. Será una verdadera
purga. Será el purgatorio. Y sólo cuando nuestra luz, sin
errores, se identifique con La Luz y nuestro amor, sin som­
bras de desamor, con El Amor, quedaremos satisfechos de
verdad. Ese será el estado de Felicidad absoluta.
Yo sé que a algunos les puede parecer mi planteamiento
hacia la felicidad absoluta algo así como un ideal inalcan­
zable o una ficción utópica. Lo comprendo.
Nada de lo que yo estoy exponiendo es para aceptarlo
sin más. Es para pensarlo y sobre todo verlo por sí mismo.
Yo invito a los que lo ven, a los que lo intuyen y a los
que ni lo ven ni siquiera lo intuyen, sino que les parece una
ilusa utopía, que se dediquen a mirarlo dentro de sí mismos,
con tranquilidad, sin las presiones de sus ideas, sin condicio­
namientos ideológicos, sino con verdadera libertad interior.
210
Yo les pido que se pongan en silencio mental a mirar­
lo dentro de sí mismos. Conseguir el silencio mental les
costará días, meses y quizás años. Pero sólo mirándolo en
silencio mental podrán verlo. Todos pueden.
La Verdad y el Amor no es exclusividad de unos pocos.
Es patrimonio de todos. Pero sólo los esforzados audaces lo
consiguen.

211
¿La felicidad en
las pequeñas cosas?
Era un programa de T.V.
No era un programa de los ordinarios.
Pretendía ser uno de esos programas cultos y selectos
en que son invitadas personas cultas y selectas y se inten­
tan decir cosas cultas y selectas también.
El conductor del programa con aire y maneras apropia­
das al caso del momento preguntó a los invitados cuáles eran
esas cosas en las que se sentían más felices.
Notemos que parece que “ queda bien” no sé por qué,
eso de decir que la felicidad reside en las pequeñas cosas.
Las respuestas fueron sucediéndose una tras otra.
Una señora poetisa o cantautora dijo: Yo soy feliz co­
cinando, limpiando la casa... Pero planchando, no. Eso lo
odio.
Un médico dijo: Yo soy feliz viendo que mis pacientes
mejoran y me expresan su agradecimiento. Es una felicidad
ver que te agradecen lo que has hecho por ellos.
Una señorita que creo era modelo: Yo soy feliz simple­
mente recibiendo pequeñas atenciones. Por ejemplo: En lu­
gar de que me digan: Pásame el azúcar, que me digan: Podrías
por favor pasarme el azúcar? 0 también cuando me dicen:
¡qué bien te ves! o también ¡qué bien te cae ese vestido!!!
212
Una señorita cantante: Yo soy feliz hablando con mis
amigos y mi familia por teléfono... Por éso me sube tanto la
cuenta del teléfono.
Etc... Etc...
Todo parecía muy lindo, muy fino. Pero todo aquello
me parecía una clase magistral de cómo hinchar, engordar y
alimentar ese personaje que todos de una u otra manera que­
remos ser o aparentar ante los demás. Es el falso “y ° ” que vi­
vimos casi constantemente, que sólo piensa en su lucimiento.
Es cierto que todas esas cosas son o pueden ser agrada­
bles. Son cosas normales, simpáticas. Y cualquiera se iden­
tifica con esas opiniones. Además están expresadas en un am­
biente selecto, “chic”, refinado, por lo menos en las palabras.
Todo parece ideal, ejemplarizador, por el amor a las cosas
pequeñas, a la felicidad simple y no pretenciosa.
Todos quedaban muy satisfechos pensando y dando a
entender que su felicidad era o consistía en éso tan simple,
tan sencillo...
Yo no me opongo a que se encuentre satisfacción y agra­
do en todas esas cosas del diario vivir. No.
Pero la lección que se nos pretende dar queda truncada,
queda peligrosamente desvirtuada.
Parece como si tuviéramos que buscar nuestra felicidad
en “ ciertas cosas” que nos causan agrado o que engordan
nuestra vanidad superficial, en lugar de buscarla en cada ins­
tante y en cada acto de nuestra vida, realizado y vivido con
todo nuestro ser, con lo mejor de nosotros mismos.
Nuestro ser verdadero^muestra íntima y verdadera reali­
dad suele estar desterrada de nuestra vida diaria.
Nos hemos identificado con un estudiado, sofisticado e
idealizado personaje y lo mimamos y lo cuidamos con todo
esmero como si éso fuéramos nosotros.
Por éso al poner y depositar nuestra felicidad en lo que
halaga a este falso personaje nuestro, hacemos la división
entre las cosas que nos dan felicidad y las que nos fastidian.
Nuestro “ yo” verdadero, nuestra realidad, nuestro ser
213
verdadero se realiza y se expresa lo mismo cocinando que
planchando, lo mismo cuando se nos agradece algo que he­
mos hecho, como cuando somos olvidados, cuando somos
alabados como cuando somos olvidados u odiados. Lo que se
siente cuando nos alaban, y por esas superficialidades ridí
culas, no es felicidad. Es un agrado o satisfacción de nues­
tra personalidad periférica, de nuestro falso y vanidoso “yo”
que vive sólo de superficialidades transitorias. La felicidad
es un sentimiento mucho más profundo, más estable, más
permanente, de nuestro ser interno y verdadero.
Nuestra felicidad no está ni puede estar en las grandes
ni en las pequeñas cosas.
En realidad no hay grandes ni pequeñas cosas. La gran­
deza de las cosas no está en ellas sino en el que las hace y
cómo las hace.
Todo es grande cuando se hace con conciencia y amor.
Nuestra felicidad no está en ninguna cosa.
Nuestra felicidad está únicamente en nosotros mismos.
La felicidad la somos cada uno de nosotros cuando ha­
cemos o vivimos cada momento cada cosa con lo mejor de
nosotros mismos.
Somos la felicidad misma, oculta, amurallada. Es nece­
sario descubrirla y derribar los muros que nos impiden go­
zarla.
Uno de los muros y obstáculos que nos impiden descu­
brir y gozar de la felicidad verdadera es precisamente ese
personaje y falso “yo” al que estamos sometidos y del que
depende casi siempre nuestra vida y al que servimos como si
fuera nuestro amo. Ese falso “yo” que goza y sufre cuando es
alabado o vituperado y que es precisamente en el que deposi­
tamos nuestra felicidad.
La felicidad está donde está. Está dentro de cada uno
de nosotros. La sentiremos cuando la descubramos. La des­
cubriremos cuando pongamos toda nuestra alma en cada
cosa, en cada situación de nuestro vivir diario.
Sí. Yo sé que todo esto a muchos no les parecerá muy
214
factible. Les parecerá algo así como muy ideal y lejano.
Eso depende del nivel en que cada uno esté viviendo. Para
un hombre inculto de hace muchos años, de hace un siglo,
le parecería irreal e imposible que el hombre pudiera volar.
Aún para muchas personas de nuestro tiempo les parecen
imposibles muchos adelantos y maravillas de la ciencia y de
la técnica. Y todo esto moviéndonos solamente dentro de lo
físico y lo sensible.
Cuando se empieza a vivir y sentir el mundo inmen­
so, profundo, maravilloso, insondable del verdadero ser inter­
no que cada uno de nosotros somos, todo éso ya no parece
un ideal lejano sino una realidad presente, asequible, actual
para quien quiera y se decida a vivirla.
Lo que vivimos cada día llevados y traídos mecánica y
automáticamente por todo aquello que momentáneamente
resulta más agradable a nuestros sentidos externos nos pue­
de dar algunas satisfacciones más o menos fuertes pero siem­
pre inestables y transitorias. Y sobre todo muy lejanas de
lo que es la felicidad profunda y permanente.
Yo soy o puedo ser feliz tanto cuando tengo o hago pe­
queñas cosas como cuando no las tengo o hago. Soy feliz
con ellas o sin ellas, porque llevo siempre la causa de mi feli­
cidad conmigo mismo y que no consiste en hacer o tener tal
cosa o tal otra.
La felicidad está en sentirse sujeto de acción consciente
y de amor constante.
Y no necesito ningún estímulo para ejercitar y actuali­
zar en cualquier momento y en cualquier circunstancia lo
que yo soy en mi realidad verdadera.
No soy feliz por lo que hay fuera de mí ni por la acción
externa que hago o me hacen, sino por lo que soy dentro de
mí.
Yo sé que lo que vivimos normalmente cada día la ma­
yor parte de las personas no es ésto. Pero ello no es ninguna
razón para pensar que lo que estoy diciendo no sea la verdad.
Porque cuando se vive este ser interno, más allá de las actitu­
215
des mecánicas y automáticas de nuestra superficialidad,
siempre se siente la felicidad verdadera. Esa es la razón por
la que todo esto que estoy exponiendo, aunque parezca ex­
traño, y aunque casi nadie lo viva, es verdadero.
El que casi nadie viva lo que estoy proponiendo no es
ningún argumento en contra de su verdad.
Pero sí es una verdadera razón y argumento en favor de
ella el comprobar y constatar que siempre que uno lo vive,
su vida cambia y da un giro de ciento ochenta grados y lo
que antes resultaba triste, amargo y duro se convierte en ale­
gre dulce y suave. La vida adquiere otro color. La vida ad­
quiere otro sentido. Sólo lo sabrán los que lo experimenten
en sí mismos.
Precisamente, porque no vivimos lo que estoy propo­
niendo es por lo que nuestra vida es una carrera desenfrenada
y ansiosa de ir buscando personas y cosas que nos hagan fe­
lices. Y nuestra vida se convierte en una constante búsqueda
más o menos esperanzadora de satisfacciones y goces que las
más de las veces no nos llegan o si llegan nos dejan más an­
siedad y desilusión que agrado y placer.
La felicidad está en nosotros. La somos. Y la podemos
sentir y expresar en todo momento de nuestra vida y en to­
dos los acontecimientos.
No hay pequeñas y grandes cosas. Esa es una califica­
ción y división de la mente.
Es grande todo lo que se hace con lo mejor de nosotros
mismos: con clara conciencia y gran amor.
En nuestras manos está el vivir grandes o pequeñas co­
sas, que nuestro vivir sea grande o pequeño.

216
Palabras
en el
camino
El mundo necesita hombres que piensen
y conozcan el sentido de su existencia
de los demás y del mundo.
La endiosada y entronizada tecnología
ha hecho de sus propios creadores
sus víctimas mecánicas y ciegas.
Y a los demás los ha convertido
en pequeñas ruedas de la gran máquina.

217
1. Se dice:
No hay que esforzarse en tener más, sino en ser más.
Mi voz me dice:
No puedes ser más.
Siempre has sido y eres lo mismo.
Lo único que aumenta y crece
es la conciencia de esa
plenitud que ya eres,
que siempre has sido.
Conócela y vívela.
Es el único crecimiento.

2. Se dan muchas enseñanzas y técnicas


para convivir en pareja.
El amor mutuo y verdadero
no necesita de técnicas y enseñanzas.
El es la misma sabiduría. Oíd su voz.
Las voces extrañas os crearán conflictos.
El mejor consejero es la voz del amor verdadero.
219
3. Yo soy inespacial e intemporal.
Lo que hay de espacial y temporal en mí,
sólo es mi cárcel, mi vehículo, mi circunscripción,
lo que durante mucho tiempo creía ser yo.
Pero éso no soy yo.
Sólo son los límites,
las barreras de la Vida, del Ser, en mí.

4. Se dice: “ Hay que estar en la vida” .


En la vida no estamos. Somos la Vida.
El mundo y lo que está en el mundo,
sólo es el ropaje
de la vida.
La Vida Es. Sin tiempo ni espacio.

5. Hay muchos movimientos pacifistas,


muchas personas que dicen amar la paz.
Pero los frutos son muy escasos.
Hay poca paz. ¿Por qué?
Porque las pancartas y banderas por la paz
tienen sus mástiles enclavados y enraizados
en la agresividad y odio de los corazones.
La paz sólo crece y fructifica
en la tierra empapada de amor.
Urge la revolución por la paz,
la revolución interna de los corazones.
¿Quién levantará las pancartas y banderas de la paz?
Sólo los que tengan la paz del amor en su corazón.
220
6. Nada muere.
La muerte no existe.
Sólo existe la vida.
La muerte sólo es una palabra
con la que expresamos un cambio.
No un final.
Con la muerte sólo cambian las formas
con las que se viste y expresa La Realidad.
Nuestra Realidad Humana Universal,
individualizada en cada uno de nosotros,
seguirá su vida sin fin,
mientras la ropa con que se vistió,
se transforma en otro envoltorio.

7. La autorrealización personal
no consiste en cambiar de mentalidad, de ideas.
Es transformarse más allá de las ideas.
Las ideas nos cambian de un modo a otro modo de ser.
La transformación personal no es otro modo de ser.
Es ser desde el SER.
Es vivir desde la Realidad
y no desde las ideas ni de las formas.

8. Sentimos y amamos la vida


en los leves latidos externos de una flor,
de una mariposa, de un árbol, de un gorrión.
Es bello ver y sentir la vida fuera de nosotros.
Pero es una belleza más viva
sentir y amar la vida donde nace y brota a borbotones,
en el interior de nosotros mismos.
Bebemos agua de los riachuelos
siendo y teniendo nosotros la fuente misma.
221
9. Se dice:
Cuanto más conozco a los hombres,
más amo a mi perro.
Mi voz me dice:
Si conocieras de verdad al hombre
amarías a tu perro,
pero mucho más al hombre.

10. ¿Relaciones familiares? ¿Relaciones de pareja?


¿Relaciones sociales? ¿Relaciones internacionales?
¿Crisis de familia, crisis de pareja,
crisis sociales, crisis internacionales? No.
Son Crisis de conocimiento y discernimiento.
Crisis de comprensión de nuestra igualdad esencial.
Crisis de aceptación mutua.
Las ideas, los juicios,
lo banal, lo secundario nos aleja a unos de otros,
porque ha suplantado a lo esencial.
Mientras no haya comprensión
de la igualdad de lo esencial humano,
no existirán buenas relaciones humanas.

11. Ante cualquier relación tensa, negativa con una


persona, debo preguntarme:
¿Por qué no cabe en mi espacio personal esa persona?
La respuesta llegará clara:
Porque yo estoy cerrado al espacio del otro.
Necesito abrir mi comprensión y aceptación.
222
12. Siempre hemos oido decir que hay que
conocer para amar.
Mi voz me dice:
Hay que amar para conocer.
Los conocimientos mentales y científicos ponen
límites, especifican, diferencian, porque
son conocimientos sobre lo periférico.
Sólo el amor abre al conocimiento de lo esencial.
En los conocimientos mentales y científicos
hay separación, relación entre las partes.
En el amor sólo hay unión, éxtasis.
Los conocimientos mentales y científicos
son muy útiles para el desarrollo existencial.
Pero no sirven para la comprensión de lo esencial.

13. Mientras no tengamos una apertura total,


una comprensión siempre disponible,
no lograremos estar en paz
con el mundo que nos rodea.

14. Si fuéramos conscientes


del insignificante valor de lo relativo y transitorio,
y del inmenso valor de lo permanente,
nuestra paz y humor serían siempre constantes,
sanos y oportunos.
¿Por qué dar tanta importancia
a lo que sólo importa en momentos?
¿Por qué no dar importancia a lo que siempre
es importante?
Con la ausencia y confusión de los valores en la mente
se ausenta y se diluye la paz y el humor en la
vida y en los corazones.
223
15. La felicidad es como la sombra que proyecta
tu cuerpo. Cuando la persigues, huye.
Cuando miras y caminas hacia el sol,
tu sombra te sigue siempre.
Sólo cuando caminamos en busca de la luz de la verdad
la felicidad nos acompaña siempre.

16. Cuando la apertura de tu conciencia es pequeña


sólo caben en ella y son comprendidos y aceptados
los que piensan y sienten como tú.
Los demás quedarán excluidos.
Los demás serán tus rivales.

17. Quién crees que te quiere más,


el que te molesta diciéndote la verdad,
o el que te agrada con una mentira?

18. Una cosa es buscar el bien en sí,


y otra cosa es buscar el bien para tí.
Cuanto más busques el bien en sí,
más lo encontrarás para tí.
Cuanto más lo busques para tí,
más huirá de tí.

19. La estrechez de conciencia y de corazón


crea temor, dolor, ignorancia,
resentimiento, animadversión, odio...
y como consecuencia,
incapacidad de disfrutar y ser feliz.
224
20. ¿Quieres eliminar las luchas y
las enemistades en tu vida?
No trates tanto de mejorar tus gestos y palabras.
Trata de mejorar más bien,
tu ver y tu sentir interior.
Si abres y expandes tu conciencia y tu corazón,
darás cabida a la comprensión y el amor.

21. Cuando comprendas que el mundo es como es,


como debe ser
y no te arrogues el derecho de decir o pensar
cómo debe ser o cómo no debe ser;
cuando lo aceptes y ames como es ahora y aquí,
sin esperar a que sea como tú quieres,
tu conciencia se expandirá,
y gozarás profundamente, ilimitadamente,
de las cosas tal como son.

22. La gente muy dogmática dice:


“Eso es absolutamente inaceptable”
“a ése jamás lo aceptaré...”
Ese dogmatismo de la inaceptabilidad
es el síntoma claro de una grave enfermedad:
la estrechez de conciencia y de corazón.

23. Compréndete y comprenderás.


Acéptate y aceptarás.
Sé bueno contigo.
No te imaginas siquiera
las estrellas que brillarán en tu cielo
con un poco de amor verdadero a tí mismo.
225
24. El sentido de nuestra existencia
es encontrar nuestra identidad.
Porque la existencia no tiene sentido.
Se lo da el que existe.

25. Vivimos de sombras.


Damos a las sombras el valor como si fueran
la luz misma.
Nuestros problemas, nubes grises de la vida,
tienen la duración y consistencia de las ideas.
Como vienen se van.
El sol disuelve las nubes.
La luz interna, la sombra de tus ideas.

26. ¿Quien crees que te quiere más:


el que te satisface un gusto sensible de momento,
o el que te estimula a ser más tu mismo
negándote algunos de tus gustos y caprichos?

27. ¿Conocimiento de sí mismo?


¿Quién conoce a quién?
No te conviertas en objeto de tu propio conocimiento.
Tú eres ante todo, sujeto.
Tú eres el que conoce.
quédate, mírate, siéntete, céntrate como sujeto.
Entonces, sólo entonces,
podrás saber y sentir qué y quién eres tú.
226
28. El dolor es físico. El dolor nos sobreviene.
El sufrimiento es mental. El sufrimiento
nos lo creamos.
Por más que culpes a los demás por tus sufrimientos,
eres tú en tu mente el principal causante de ellos.
Cambia tu mente y disminuirá o
desaparecerá tu sufrimiento.
Vive más allá de tu mente.
Vive en el fondo de tí mismo y no te
sobrevendrán sufrimientos.

29. Recuerda aquellos versos del poeta:


“ Sin el amor que encanta
la soledad del hermitaño espanta.
Pero es más espantosa todavía
la soledad de dos en compañía.”
La soledad física del hermitaño es felicidad
con amor en el corazón.
La compañía física, sin amor,
es infierno de soledad moral.
La soledad sólo es dolorosa cuando es del corazón.

30. ¿Por qué buscas afanosamente a alguien que te ame?


Esperas ser feliz con amor. Es verdad.
Pero el amor está en tí. Eres tú.
Nada de fuera te hará feliz.
Ni siquiera el amor de la persona que sueñas.
Sólo el amor, el que tú eres, el que tú des,
será tu árbol fecundo de felicidad.

227
31. Hay fiebre de hacer y hacer cosas y cosas.
Lo que importa es Ser y comprender el Ser.
Cuando SEAS y comprendas lo que eres,
harás todo y sólo lo que tienes que hacer.
Y lo harás mejor.

32. Sólo dando amor, recibirás amor.


Pero no des amor para recibir.
Dálo porque éso eres tú.
Cuando des tu fruto, comerán tu fruto.
Y te lo agradecerán, quizás, con amor.
El árbol no da su fruto para que se lo agradezcan.

33. No pases por la vida “ haciéndote el bueno”.


Ese es un esfuerzo grande, costoso e inútil.
Deja de esforzarte para aparecer.
Sólo, sé lo que eres.
Para eso no necesitas esfuerzo.
Tu trabajo es:
llegar a VER v sentir lo que eres.
Ese sí es un trabajo útil y fecundo.
Sólo los audaces y pacientes lo alcanzan.

34. Muchos buscan fiestas y distracciones.


Otros se ensimisman y se embeben en sus hobbys.
Otros se dedican a tareas altruistas...
Hay muchas maneras civilizadas y disimuladas
de ser un constante prófugo de sí mismo.
228
35. Decía uno muy solemnemente:
“Me caso para realizarme en pareja”.
Pero había olvidado una cosa:
Realizarse en pareja es el segundo paso
y no el primero.
El primero es realizarse individualmente.

36. Muy pocas veces nos arrepentimos por haber callado.


Muchas veces nos arrepentimos por haber hablado.
Pero parece que nos gusta seguir arrepintiéndonos.

37. Oimos frecuentemente:


¿Por qué, si Dios es bueno, permite tan grandes males?
Mi voz dice:
Llamáis males a lo que os desagrada.
¿Tendrías tú vida sin el trance doloroso del parto?
Como cerráis los ojos y el corazón ante
los trances dolorosos,
abortáis la nueva luz, la nueva vida que
iba a nacer en vosotros.

38. El amor es siempre expansivo por naturaleza.


Cuando tu amor no se expande en tí,
quieres sentir el amor de otro expandido hacia tí.
Cuanto más amas tú,
menos necesitas que otros te amen.
Cuanto menos amas tú,
más necesidad tienes de que otros te amen.
229
39. Yo no soy lo que pienso que soy.
Tú no eres lo que piensas que eres.
Lo que piensas es un pensamiento, una idea de tí.
Lo que eres es una Realidad.
Idea no es realidad. Por definición.
Tú no eres ninguna idea.
Eres una Realidad.
Más aún. Eres la Realidad concretada,
individualizada en tí.
¿Por qué vas mendigando migajas si eres tanto?

40. La medida del amor es amar sin medida.


Se dice: “ La virtud consiste en el término medio” .
La virtud sí. Pero no el amor.
El amor no es una virtud,
sino el alma de todas las virtudes.

41. ¡Todo lo que he hecho por tí y mira cómo me pagas


No hiciste nada por él o por élla.
Sólo lo hiciste por tí,
esperando la retribución y la paga.
Si no, ¿por qué te quejas?

42. Nadie puede ni debe hacer por tí


lo que tú sólo debes hacer.
Nadie puede pensar por tí,
amar por tí,
vivir por tí.
¿No dijiste muchas veces
que querías ser libre e independiente,
que nadie mandara en tí?
¡Vamos, adelante! ¡Sé libre!
230
43. Muchos pasan por la vida
como si no hubiesen pasado por ella.
Se van de la vida sin haber sido nada más
que una rueda de un engranaje
movida por otras ruedas.
No se movieron por sí mismos.
Fueron una rueda más. Fría, ciega, sin vida propia.

44. No. No es triste la soledad, como dicen.


Muchos buscan compañía para no estar solos.
Pero siguen con la soledad a cuestas.
Hay muchos solos y solitarios en las fiestas,
aglomeraciones y multitudes.

45. ¿Por qué huir de la soledad?


En ella te encontrarás con tu mejor amigo,
con quien nunca te abandona: tú mismo.

46. Del duro rosal de invierno


brotan en primavera las frescas rosas.
De la torpe y seca crisálida,
vuela alegre y libre la mariposa.
De tí, que eres más
¿cuándo brotarán las rosas y volarán las mariposas?

47. “Piensa mal y acertarás” , dice el refrán.


Mi voz me dice: Piensa bien aunque no aciertes.
Porque pensando bien siempre aciertas contigo,
aunque en algunos casos no aciertes con el otro.
Pero cuando piensas mal nunca aciertas contigo
y a veces tampoco con el otro.

231
48. Dice el refrán:
“ ¿A dónde va Vicente?. A donde va la gente”.
Mi voz me dice:
Tuyos son los pasos y tuyo el camino.
Tuyo es el barco y tuyo el timón.
No lo abandones en manos ajenas.

4$. Algunos aman tanto a Dios


que aborrecen a los enemigos de Dios.
1 Parece que olvidaron una parte del Evangelio
o se hicieron un Evangelio aparte.

50. Muchos no quieren reconocer que tienen odio


pero menosprecian, son indiferentes,
o se sienten unos “ perdonavidas” de los malos.
Eso no parece odio.
Pero el destinatario de esos sentimientos
prefiere ser odiado.
El desprecio, la indiferencia y el odio
están a la misma distancia del amor.

51. Estaba mirando las olas llegar


una tras otra intermitentemente a la playa.
Mi voz me dijo:
Todas son Uno, el Océano.
Como la Vida, vestida de formas infinitas.
Las olas no lo saben.
Y tú, ¿sabes que eres el otro,
disfrazado de formas distintas?
232
52. Todos los separatismos separan.
Todos son hijos de la ignorancia y del orgullo
Ignoran que no son más, por creerse distintos.
Se disfrazan y se justifican de muchas maneras.
Pero siempre son lo que son:
ignorancia, separación e insolidaridad orgullosa.

53. Algunos quieren ser buenos para verse buenos.


Otros para que los vean y los tengan por buenos.
Otros porque les han mandado ser buenos.
Otros para ir al cielo.
Otros para tranquilizar su conciencia.
Muy pocos quieren ser buenos
porque son conscientes de lo que son
y quieren cumplir su misión y su naturaleza.
Es el único fin puro y natural.
La bondad sólo es buena por sí misma.
Lo demás es interés egoísta.

54. El impacto de las situaciones y los acontecimientos


las fuerzas de las ideas y pensamientos,
llegan por igual al necio y al sabio.
El necio es dominado y destruido por éllas.
El sabio se instruye y fortalece con éllas.

55. No te quejes de lo que te pasa.


Es tu hechura.
Lo bueno y lo malo tú lo atraes.
Pero ¿es que hay algo malo?
Nada es malo.
Cuando lo sabes aceptar lo conviertes en bueno.
En cambio todo se convierte en malo para el necio
que no entiende el lenguaje de La Vida.
233
56. Jóvenes y viejos...
¡Cuántos jóvenes en años
con ánimo viejo y talante arrugado y acorchado!!!
¡Cuántos viejos en años
con ánimo joven y talante abierto!!!
¿Quién juzgará la juventud en las personas?

57. ¿Por qué todos quieren ser libres


y son tan pocos que lo son de verdad?
Las cadenas se llaman ahora:
modas, ideologías, snobismos, partidos,
necesidades modernas...
Son muy pocos los caminantes
que no arrastren alguna cadena...
Hay cadenas con brillantes
y otras cubiertas de rosas.
Pero todas atan y esclavizan
por más que el encadenado alardee de libertad.

58. Los problemas humanos son creación de la mente.


Queremos resolverlos por la mente.
Pero ninguna solución mental
será final ni definitiva.
La solución verdadera
está en nuestra propia liberación.
Sólo nos liberamos
cuando nos desenmarañamos
de todas las telarañas y basuras de la mente.
234
59. No busques ni te esfuerces en ser virtuoso
Sé tú mismo siempre y en todo
Busca el Reino de Dios, la rectitud en tí
Y todo lo demás, incluso la virtud
lo tendrás por añadidura.

60. Hay muchos métodos de yoga,


de respiración, de dominio de la voluntad,
de la mente, ciencias ocultas, técnicas psicológicas,
libros, conferencias, reuniones de grupo...
Todas ésas pueden ser tentativas útiles
hacia la Verdad y La Realidad.
Pero pocas veces son el camino efectivo.
La mayor parte de los seguidores y adeptos
identifican el fin y el instrumento.
Se desprenden de unas ilusiones
creando otras en su lugar.
Y La Verdad y La Realidad sigue ausente,
porque hacen del método y la técnica su fin y su
objetivo.

61. Si el amor ha pasado


como estrella fugaz por tu corazón,
si las imperfecciones de un amor limitado
te han llenado de dudas y decepción,
mira hacia arriba, mira hacia dentro.
Algún día verás el cielo sin nubes
y sentirás el amor infinito en tí.

62. ¿Quieres trabajar por el mundo?


Conoce tu Realidad profunda
y sabrás qué, cómo y cuánto puedes dar y hacer.
235
63. Pregunté a un chino comunista:
¿cuál es el objetivo de su vida?
Me contestó: Servir a mi pueblo.
Pregunté lo mismo a un occidental:
Me contestó:
Criar y dar una buena calidad de vida a mis hijos
y contribuir al progreso de mi país.
Otro me dijo: Disfrutar y pasarlo lo mejor posible.

Sólo el que conoce “quién” es y “ qué” es


puede tener un objetivo correcto de su vida.
Los demás conceptos y objetivos serán
inauténticos, cambiantes, utópicos, ineficaces.

64. No hay crecimiento, evolución o


transformación del ser.
El Ser siempre es el mismo.
Sólo evoluciona el conocimiento del ser.
Sólo hay transformación, cambio de las formas.

65. No te esfuerces por ser bueno.


El sol calienta e ilumina sin esforzarse
El agua de la fuente sacia y refresca sin esfuerzo.

66. En tí está latiendo un poder omnipotente


aunque lo desconozcas.
Algunos han creído que era el poder mental.
Pero es justamente la mente
el obstáculo mayor
para que el poder se manifieste en tí.
Con este poder, el hombre domina y aquieta su mente
que es la causa de todos sus sufrimientos.
236
67. Si quieres saber cómo eres
observa lo que sientes.
Cuando aborreces algo mucho,
cuando te molesta algo mucho,
aunque no lo creas,
aunque te parezca ahora un absurdo
así mismo es como tú eres,
eso es lo que tú tienes.
Eso es el espejo de tu consciente o tu inconsciente.

68. El principal objetivo de los políticos


es mejorar la economía,
mejorar la calidad material de vida.
Los más avanzados intentan mejorar la cultura.
¿Quién se ocupa de humanizar,
de ayudar a realizar el ser verdadero del hombre?.

69. Siempre he oído


que hay que tener una gran personalidad.
Mi voz me dice:
Mientras no diluyas tu personalidad
vivirás dividido
embebido y atado a la superficie de tí mismo.
Tú no eres tu personalidad.
Eres mucho más y mejor
que todas las cualidades actuales y posibles de élla.

70. Veo el mar.


Sus olas suaves besan la playa.
Ayer la golpeaban y bramaban.
Y es el mismo mar.
237
71. Es imposible que seas tú mismo,
es imposible que vivas lo que eres,
mientras estés tan preocupado
por tener, por poseer cosas y más cosas.
Las cosas ocupan el lugar del “Tí mismo” .
No hay lugar para tí.

72. Veo un barco navegando.


Está en el mar y pasa por el mar.
Si el mar lo inunda se hunde, muere.
¿Sabes tú estar en el mundo
sin que te inunde?.

73. El perro siempre quiere


al que le quiere.
¿Y tú?

74. Se celebra con fiesta


el nacimiento de un niño.
Pero hay un nacimiento mejor:
nacer a nuestro verdadero “yo” .
Nos cuesta este nacer,
porque nos resistimos
a que algo muera de nosotros: nuestro “y o ” falso.

75. Cuando logres ser tú mismo,


todo lo harás tú mismo.
238
76. Si vives solamente
por lo que llega por los sentidos de fuera,
vivirás fuera de tí mismo.
Si vives lo de fuera desde dentro,
lo de fuera ya no será de fuera.
Todo será de dentro: de tí mismo.

77. Nadie debiera enseñar


sin saber bien lo que enseña.
Si enseña cómo ser más y mejor,
deberá él ser más y mejor.
En este tema las palabras no enseñan.
Más bien confunden si no “son” lo que enseñan.

78. Las obras de arte


el oro, el dinero, las riquezas... son nada
sin “alguien” que las valore.
El valor está en quien valora.
Tú eres ese “alguien”.

79. Soñé que era un águila veloz


volando por cielos infinitos.
Al despertar me sentí triste.
Pero... ¿no seré, quizás, un águila
que está soñando que es un hombre,
que arrastra sus pies por la tierra?

80. Si los que exigen a los demás


ser buenos, ser justos...
fueran éllos tan sólo la mitad de lo que exigen,
no exigirían nada a nadie.
239
81. El que busca un maestro fuera,
no siempre lo encuentra.
El que lo busca dentro,
tarde o temprano siempre lo encuentra.

82. ¿Quieres no sufrir?


No desees nada.
¿Cómo puedo vivir sin desear? me dices.
Si vivieras a fondo lo que La Vida te da,
no tendrías que desear nada.

83. No te compares con nadie.


El más y el menos es de la mente.
No del Ser.
Antes de pensar, “eres”.
Cuando te preocupe de verdad el Ser,
no te preocupará la mente.

84. ¿Cuántos minutos al día


eres consciente de tí mismo?
¿sabes quién es el que vive en tí?
Contéstate estas dos preguntas.
Si lo haces con sinceridad,
hoy, ahora mismo,
dará un cambio radical tu vida.

85. ¡Cuánto tiempo perdido


pensando y pensando el pasado!!
Ni siquiera te preocupes de sacar lecciones del pasado.
El pasado es pasado.
Las lecciones de hoy y para hoy, son de hoy.
Vives hoy. No en el pasado.
240
86. Oigo el sonoro, dulce y cándido cantar de los pajarillos
desperezándose en el árbol, al amanecer.
Despiertan cantando.
Es que éllos viven siempre lo que son.
¿Y tú?

87. Todos creemos que cada uno somos


el centro, el ombligo del mundo.
¡ ¡Qué vana pretensión!!
Pero si supieras y fueras lo que eres,
sabrías que eres mucho más.
Pero no lo pretenderías vanamente.

88. Oh! me dijo uno


lo que tú expones y escribes es la perfección...
¿La gente lo entiende? pregunté yo.
La gente “pasa” de todo éso, me dijo.
Sí, le dije, “ pasan” los ciegos que no ven.
Los conscientes, que ven y saben, están aquí,
en el camino.
¡ ¡Felices éllos!!

89. Cuando aprendas a amar,


quitarás las barreras, los límites, las divisiones.
Todo y todos serán y los verás Uno.
Tú y el otro... No. Ya no habrá otro.
Todos seremos, sereis, serán Uno.
Como el que Es.

241
90. Caminante, peregrino soñador,
no camines sin tus pies,
ni vueles sin tus alas.
Los pies de otros son de otros. Y sus alas
Los tuyos son tuyos.

91. Los sinceros auténticos viven como piensan.


Los necios que quieren engañarse piensan como viven.

92. La Vida es un constante interrogante


Cada d ía es una respuesta.
Cada día puede ser más clara, más positiva,
más creadora.

93. Hay mucho afán por enseñar, adoctrinar, discursear


aconsejar, dirigir, predicar, orientar...
Pero poco, muy poco por vivir lo que se enseña.

94. Hay quien piensa como vive.


Hay quien vive como piensa.
Hay quien habla y piensa como no vive.
Hay quien habla como piensa pero no como vive.
Hay quien habla como ni piensa ni vive.
Hay quien...
Hablar, pensar, vivir...
¡Cuántas complicaciones!
Cuando sepas bien “lo que eres” ,
Hablar, pensar, vivir y ser
todo será lo mismo.
242
95. Iba de médico en médico.
No comprendía que la medicina estaba en él,
que él era su mejor médico.

96. Tú, yo y todos tenemos vocación de alquimistas.


El oro qué somos en nuestro ser profundo
debe pasar por el crisol
del discernimiento de la conciencia.
Tú eres el alquimista del barro que crees ser.

97. Es necesario perderse para encontrarse.


Es necesario morir para vivir.
Es necesario perder y morir lo que crees ser
para encontrar y vivir lo que eres.

98. Casi todos queremos


que los demás cambien
para que el mundo sea mejor.
Pero casi nadie se preocupa
de cambiarse a s í mismo
que es el único modo de mejorar el mundo.

99. Un cubo vacío


está lleno de aire.
Llénalo de rica fruta
e irá vaciándose del aire
mientras se llena.

243
100. Dios no castiga. No puede castigar.
Esas son “maneras” de los hombres. No de Dios.
La justicia de Dios es que es amor.
El amor no puede castigar.
¿Quién dijo que hacer justicia
es castigar al que ha obrado mal?
Son las “maneras” de pensar y hacer del hombre.
Pero no de Dios
Las Escrituras Antiguas son maneras del
“hombre viejo”

101. Se hacen demasiadas distinciones


entre lo interno y lo externo.
Si viviéramos desde nosotros mismos
todo sería interior.
Lo exterior también sería interior.

102. Muchos aferrándose a la letra de Las Escrituras


amenazan con venganzas y castigos divinos.
Un dios vengador es un dios falso.

103. Llovía. Una gota se deslizaba


por el cristal de mi ventana.
Y supe que la gota era la nube.
Y la nube era el mar.
Y la nube y el mar eran el Todo.
Y supe que la gota era el Todo
sin la idea y el nombre de gota.
244
104. Libertad! Son pocos los que quieren de
verdad ser libres.
Si tras el pretexto de ser consciente de tus creencias
no se escondiese el engaño de falsa seguridad
apoyándote en esos nombres esclavizantes
te diría sólo que fueras consecuente con tus creencias.
Pero sabemos engañarnos tanto con bellas excusas
que me temo que tu “ego”
con todas sus cargas envejecidas,
anestesia de tu ansiedad y apoyo de tu inseguridad
sea tu señor. Y tú no seas tú.

105. Ningún canario puede enseñar a un perro a cantar.


Nadie puede enseñar a amar.
¿Quien puede enseñar a la fuente a dar agua?
Todos somos fuentes de amor
aunque a veces sólo arrastremos lodo
al no decidirnos a brotar en abundancia.

106. Amo la justicia,


no cuando mi boca se llena de improperios
contra los injustos
sino cuando mis palabras son justas y ecuánimes
y mis acciones creadoras y pacificadoras.
Amo la libertad
no cuando levanto pancartas
revolucionarias y acusadoras
Sino cuando rompo las cadenas
de mis tendencias egoístas y orgullosas.
Amo la rosas
no cuando les digo palabras bellas y poéticas
sino cuando riego los rosales
y los cuido con esmero.

245
107. Sólo quien ama de verdad puede conocer
que la felicidad del amor
no está en ser amado sino en amar.
Mientras no cambiemos de actitud y sigamos siendo
eternos limosneros y buscadores de amor
nos sentiremos como árbol sin fruto
como rosal sin rosas y río sin agua.
El amor recibido nunca nos desarrollará
ni siquiera satisfará nuestra hambre de amor
Eso sólo lo consigue
el amor que nosotros sintamos y demos a los demás.

108. La luna se refleja en el mar


pero ella no se ve.
¿Por qué son tan pocos los hombres
que teniendo ojos no ven su propio reflejo
en los infinitos espejos de cada cosa, de cada día?
Sólo el ojo interior es capaz de reconocer
su propio ser en cualquier espejo.
Sólo quienes tienen despierto el ojo interior
pueden verse reflejados en la flor y en el lodo
en el amanecer y el anochecer,
en la risa y en el llanto
en la luz y en la sombra.

109. Me dijeron que tendría que renunciar a muchas cosas.


En realidad no renuncio a nada,
porque la felicidad que encuentro
en mi liberación de lo que dejo
es tan grande que pienso que los únicos
246
que están renunciando de verdad a algo valioso
son los que se quedan esclavizados
a sus pequeñeces y miserias
de dinero, fama y placeres superficiales
y no llegan a saborear la felicidad y el gozo
de la libertad interior, y el servicio
generoso a los demás.
Indice

Escucha un momento (A modo de prólogo) 9


Para quién es este libro 15

i. Ante todo A M A R 21
Ama y haz lo que quieras 23
¿Hablar sobre el amor? 28
Equívocos del amor 32

2. E l mensaje de unas cartas 49


Preámbulo a las cinco cartas siguientes 49
Carta a mis alumnos 51
Carta a un desconocido 63
Carta a los desanimados y desilusionados 73
Carta a mi enemigo 79
Carta al Maestro Jesús 85
3. Conversaciones con Oriad 97
Mi encuentro con Oriad, el ser extraño 99
¿Por qué amar? 102
Saber escuchar 108
El hombre ese desconocido 111
¿Trabajar con ardor por la justicia? 122
Un problema elemental 128

4. El A M O R siempre 133
Autorrealización y liberación interior 135
¿Es éste el camino? 142
Expansión de conciencia 148
Conocimiento de sí mismo 151
El único remedio 158
¿Aprender a amar? ¿Enseñar a amar? 162
Aquella chica rubia de ojos azules 167
Amar es no sentirse ofendido nunca 171
Cuando todo muere vive el amor 173

5. A l encuentro de sí 177
¿Es natural? 179
Niños de nuevo 183
El diario vivir 185
¡Dios ha muerto! ¿Qué Dios? 190
La verdad y la mentira 192
El símbolo y lo simbolizado 197
Mensaje de una mirada 198
Equis (x) y los nombres 199
La mediocridad 201
Alegre, contento, feliz, satisfecho 206
¿Felicidad en las pequeñas cosas? 212

6. Palabras en el camino 217


MENSAJES DE VERDAD - MENSAJES DE AMOR
MENSAJES DE REALIZACION
D a r ío L o stad o

T re s lib ro s d e form a to p e q u e ñ o ,
p e ro d e im p o rta n c ia m a y ú s c u la

La frivolidad parecería despojamos a veces del tiempo.


Estamos tan ocupados en cosas materiales, a las que
asignamos primordial importancia, que somos incapaces de
observarnos como realmente somos, o sea, de atender lo
que en nuestra vida es ciertamente esencial.
Estatrilogíacontiene mensajes breves, pero sustancialmente
aleccionadores. Cada uno de ellos es una voz de alerta para
que nuestra consciencia despierte y seamos veraces con
nosotros mismos y con los demás; para que comprendamos
que la positiva realización del ser requiere miras superiores
y firme sustento en el Yo Superior; y para que amemos con
la pureza y la calidez que sólo puede surgir de un corazón y
una mente limpios.
...Y todo esto, en poco tiempo, con pocas palabras...
La espontaneidad de estas páginas pone de relieve una
verdad iluminadora: somos Felicidad y Amor. Hombres,
mujeres, jóvenes y adultos tenemos la misma exigencia
interior de vivir nuestra plenitud total...
¡En esa plenitud reside nuestra felicidad!
/f

VIVIR COMO PERSONA


Ser Algo... o Ser Alguien?
D a r ío L o s t a d o

La asignatura más importante en la vida de todo ser humano


es la de aprender a ser persona en todo momento y en todas
las circunstancias.
La vida práctica de cada día es el examen.
Si somos sinceros, no creo que haya muchos aprobados.
Y mucho menos sobresalientes.
La vida nos está urgiendo a todos, no al aprobado sino al
sobresaliente.
El mundo no funcionará bien mientras haya muchos sus­
pensos en esta materia.
La mayoría de los conflictos humanos de cada día tienen su
origen en este simple hecho: no conocemos suficientemente
lo que es ser persona. No vivimos como personas y no
convivimos con los demás como personas.
Darío Lostado, autor también de "La alegría de ser tú mismo"
y de "Ama y haz lo que quieras" nos invita a vivir y convivir
como personas.

V s-
HACIA LA VERDAD DE TI MISMO
D a r ío L o s t a d o

"No es éste un ensayo científico ni didáctico sino una visión


vivencial que intento compartir contigo. Lo escribo no sin cierto
temor y reparo. Intento ser ayuda para todos los que quieran
despertar. Pero también me doy cuenta que muchos días, en
muchas ocasiones, yo mismo estoy todavía dormido... Mis pala­
bras son las del montañero e scalan d o el H im alaya
trabajosamente, él va contando lo que ve, lo que siente, lo que
hace, lo que vive. La cima está lejos todavía. Pero él sabe que
está ahí, frente a él, ¡y se encamina hacia ella!
El camino es duro. Hay desalientos, alegrías, luces, sombras,
tormentas... Pero siempre, más allá de las nubes y cumbres, está
el sol radiante, vivificador... Quiero que mis palabras sean un
estímulo para que desaparezcan las nubes de la ignorancia.
Entonces aparecerá el sol de la Verdad. No hay que buscarlo en
ninguna parte, está en cada uno de nosotros. Sólo hay que hacer
desaparecer las nubes creadas por la mente. Sólo conoce la
Verdad, el sol, quien se identifica con la Verdad y el sol. No
buscamos mejorar nuestra conducta, cambiar un modo de ser a
otro modo de ser. No. Buscamos la transformación total, la cual
comenzará cuando nos conectemos con el centro de nosotros
mismos... Amigo lector: tú eres tu principio, tu camino y tu meta.
Y en ti encontrarás al único principio, al único camino y a la única
meta..." Hacia la verdad de Tí Mismo es la obra señera de un
Darío Lostado que ratifica sus excepcionales condiciones de
mentor esclarecido en una época que lo necesita dramáticamente.
... PERO MI V O Z ME DICE...
D a r ío C o s t a d o

Darío Lostado es docto en soledades, en experiencias íntima­


mente personales, en mensajes incuestionablemente trascen­
dentes. No es una voz que clame en el desierto. Desde hace
años, sugiere, insinúa, es un índice que señala el Camino, es
un mentor que ayuda a descifrar el gran enigma que llamamos
vida. En esta obra singular, Lostado nos dice: "Muchos buscan
acá y allá maestros, organizaciones, cursos, escuelas, sectas,
iglesias... No se sabe exactamente para qué, aunque pareciera
que buscan mejorar s u vida, encontrar la verdad... Pero mí voz
me dice: El mejor maestro y la mejor enseñanza están dentro
de ti. Los maestros, las conferencias, los cursos pueden ser
útiles para ayudarte a ver, a iniciarte en el camino. Pero recuer­
da: alguien puede hacer una comida para ti, pero nadie la puede
comer por ti. Alguien puede darte un vaso de agua, pero eres
tú quien deberá bebería para saciar tu sed. Cuando alcanzas un
nivel de consciencia superior, adviertes que ésta es tu mejor
maestro. Si estás con los ojos abiertos y la consciencia despier­
ta, verás que el mundo entero y los acontecimientos todos de
la vida pueden y deben ser tus maestros en todo momento...
Todos los maestros exteriores, si son auténticos, no pueden ser
sino manifestación espontánea y clara del verdadero maestro
interior de la consciencia superior..." ...Pero mi voz me dice...
es un pórtico hacia la autoindagación: debemos observarnos
con atención, analizarnos con detenimiento y sinceridad, y
descubrir, al fin, que jamás estamos solos en cada uno de
nuestros intentos. ^
Se terminó de imprimir en :
“impresiones Avellaneda S.A.”
Manuel Ocantos 253 Avellaneda
en Enero de 1996
Tirada: 3.000 ejemplares.
Este libro está escrito para todos aquellos que quieren vivir
su vida desde la Verdad real de sí mismos.
No desde ideas, ideales o ideologías por bellas y justas
que ellas parezcan sino desde su propia realidad.
Nuestra realidad íntima es buena, positiva, amorosa.
Pero nuestras conductas suelen ser negativas, imperfectas, odiosas.
Somos una capacidad ilimitada de inteligencia y amor.
Nuestra vida suele ser árida, tediosa y triste
porque no vivimos ni expresamos esa capacidad amorosa
que todos somos.
Pensamos que seremos felices al adquirir algo de fuera
o al recibir el amor de otros.
Pero solamente seremos felices cuando demos
y expresemos nuestro verdadero fruto:
el amor que somos capaces de dar.
Se juega al amor con equívocos.
Los sucedáneos del amor no son amor verdadero.
Por eso se habla de crisis o frustraciones amorosas.
Porque no era amor verdadero.
W Ví

TA P A :
BALDESSARI 0980-9

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