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ÍNDICE:

BLOQUE I-------------------------------------------------------------------------------------- 3

TEMA 1----------------------------------------------------------------------------------------- 3
TEMA 2----------------------------------------------------------------------------------------- 10
TEMA 3----------------------------------------------------------------------------------------- 17
TEMA 4----------------------------------------------------------------------------------------- 23

BLOQUE II------------------------------------------------------------------------------------- 32

TEMA 5----------------------------------------------------------------------------------------- 32
TEMA 6----------------------------------------------------------------------------------------- 42
TEMA 7----------------------------------------------------------------------------------------- 46
TEMA 8----------------------------------------------------------------------------------------- 52

BLOQUE III------------------------------------------------------------------------------------ 60

TEMA 9----------------------------------------------------------------------------------------- 60
TEMA 10---------------------------------------------------------------------------------------- 67
TEMA 11---------------------------------------------------------------------------------------- 72
TEMA 12---------------------------------------------------------------------------------------- 79

PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE PECS------------------------------------------------ 88

PEC 1--------------------------------------------------------------------------------------------- 88
PEC 2--------------------------------------------------------------------------------------------- 89

PREGUNTAS DE EXÁMENES------------------------------------------------------------- 94

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BLOQUE I:

LOS INICIOS DE LA MODERNIDAD, EXPANSIÓN DEMOGRÁFICA Y


SOCIEDAD EN EL SIGLO XVI

TEMA: 1 – LA EXPANSIÓN DEMOGRÁFICA EN EL SIGLO XVI

I.- Epígrafes:

1. Fuentes para el estudio de la población. El problema de las cifras


2. Volumen y distribución de la población europea
3. Características de la demografía “antigua”. Mortalidad, natalidad,
nupcialidad
4. Movimientos migratorios

II- Resumen del contenido:

El tema aborda los rasgos estructurales de larga duración de la población


europea en el siglo XVI resaltando principalmente la evolución demográfica y el reparto
de la población europea, así como el desarrollo de las ciudades tanto a nivel general
como por regiones geográficas.

Para comenzar hay que tener en cuenta que la dinámica de la población europea
en los siglos modernos se ajusta en todo al modelo demográfico antiguo, caracterizado
por una natalidad y una mortalidad elevadas y, en consecuencia, por un crecimiento
vegetativo débil a pesar de que la fecundidad era también alta. Los datos lo confirman
claramente, aun cuando resulta difícil medir las tasas de mortalidad y natalidad por el
desconocimiento del volumen de la población en cada localidad: las tasas brutas de
mortalidad ordinarias oscilan entre el 28 y el 38 por mil, mientras que las de natalidad
se sitúan entre el 35 y el 45 por mil, considerándose la tasa de 40 por mil la más
representativa, aunque en casos excepcionales podía elevarse al 57 por mil, como entre
los colonos franceses de Canadá a principios del siglo XVIII.

Las causas de tan alta mortalidad, a la que no es ajena la elevada tasa de


mortalidad infantil, que giran en torno al 250 por mil, son varias: una economía agraria
de escaso desarrollo tecnológico, sujeta además a fuertes oscilaciones climáticas, y con
una infraestructura que no era capaz de cubrir las necesidades alimenticias de la gente;
un reparto desigual de la riqueza, lo que favorecía la mala nutrición de gran parte de la
población y con ella que fuese más vulnerable a todo tipo de enfermedades infecciosas;
la falta de higiene generalizada tanto en el campo como en la ciudad, sobre todo en los
sectores más humildes de la sociedad, lo que facilitaba la transmisión de agentes
patógenos; y la ineficacia de una medicina poco evolucionada. A todos estos factores
ordinarios hay que añadir los extraordinarios: el hambre, la guerra y las enfermedades
epidémicas, en particular la peste, cuyas repercusiones allí donde se producían eran
tanto más graves por cuanto que afectaban al normal desarrollo demográfico, ya que
incrementaba las emigraciones, reducía el número de nuevos esponsales y disminuía las
concepciones. La consecuencia de todo ello es que la esperanza de vida de los europeos
era muy corta: entre 23 y 25 años en Francia para hombres y mujeres hacia 1740; entre
31 y 38 años en Inglaterra desde 1541.

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¿Cuántos habitantes vivían en Europa en el siglo XVI? Hacía 1500 se estima que
la población rondaba en torno a 82 millones de personas; en 1600 se había elevado a
105 millones. Este crecimiento fue debido a unas altas tasas de nupcialidad y de
natalidad, y a un descenso de la mortalidad, al menos hasta la década de 1560. A partir
de 1570, sin embargo, esta tendencia comenzó a invertirse a causa de la subida
desproporcionada, respecto a los salarios, del precio de los cereales, general en toda
Europa, como consecuencia de una sucesión de malas cosechas causadas por un
progresivo enfriamiento atmosférico. Quienes más crecieron en esta centuria fueron
Rusia, por la colonización de amplias superficies en el Mar Negro y en el Caspio, así
como los Países Bajos, Inglaterra y España, aunque en este caso desde la década de
1580 se observan claros signos de retroceso, al menos en Castilla. Menor crecimiento
demográfico se aprecia en Alemania, Italia y Francia, aun cuando era la nación más
poblada de Europa, donde, por otra parte, se aprecian diferencias notables entre
regiones.

¿Cómo se distribuía la población europea? Los demógrafos establecen un


reparto muy desigual: mientras que en las colonias de América existía un considerable
vacío con una densidad media inferior a 0,3 hab/km2, en Europa la densidad media se
mantuvo entre18 y 22,5 hab/km2 durante el siglo XVII. Pero en el interior del viejo
continente también se observa una desigual distribución: Francia, Italia, los Países
Bajos, Inglaterra, los valles del Rin y del Danubio eran los territorios más densamente
poblados; los países escandinavos, los menos habitados. Entre ambos extremos se
encontraba España y la mayor parte de los territorios alemanes.

Semejante desigual distribución está relacionada a su vez con el auge de las


ciudades, que no dejaron de crecer durante la centuria: las 26 ciudades que hacia 1500
contaban con 40.000 habitantes pasaron a ser 42 en 1600. Y no es una casualidad que
estos centros urbanos prosperasen en las regiones más densamente pobladas y con
mayores recursos económicos: en los Países Bajos, sobre todo, pero también en los
valles del Rin y del Guadalquivir y en Italia. Otras ciudades, sin embargo, crecieron de
forma desmesurada bajo el amparo de la corte y de su privilegiada posición en el
circuito comercial europeo. Es el caso, a finales del siglo XVI, de París, Nápoles y
Constantinopla (tenían más de 200.000 habitantes), de Londres, Milán y Venecia (entre
150.000 y 200.000 habitantes), de Roma, Sevilla, Ámsterdam, Lisboa y Palermo (en
torno a los 100.000 habitantes) y de Mesina, Florencia, Génova, Madrid, Granada y
Valencia, con una población comprendida entre 60.000 y 100.000 habitantes.

1/- Fuentes para el estudio de la población. El problema de las cifras

Estimar la población del XVI y sus características tiene sus evidentes


dificultades por la falta de fuentes adecuadas. Es la llamada época protoestadística.
Contamos con fuentes susceptibles de una elaboración estadística para el análisis de la
población aunque ésta no fuese su intención original, pero son insuficientes en número
y calidad. Además de las fuentes de índole cualitativa, insustituibles para determinados
análisis, dos son las que han merecido la atención de los historiadores:
• Recuentos de población, Normalmente vecindarios, que nos indican el volumen
y distribución en un momento dado. Esta práctica se generaliza partiendo de
Italia (Venecia y Florencia) y en íntima relación con las nuevas políticas de los

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nacientes estados modernos y sus estructuras administrativas. Los vecindarios
siempre son fuentes bajo sospecha, ya que, al elaborarse con intenciones
fiscales, no se registran los exentos y se presta a ocultación para disminuir la
tributación.
• Registros sacramentales: La más abundante fuente de los pueblos; reunidos en
los quinque libri. No se generalizan hasta las últimas décadas del periodo pues la
obligatoriedad de los mismos entre los católicos no se establece hasta 1563 en el
Concilio de Trento.

El objeto de la demografía histórica es el estudio de las poblaciones del pasado,


es decir, su estado, estructuras y movimiento tanto natural (nacimientos, matrimonios,
defunciones) como geográfico. El carácter indirecto de las fuentes empleadas (recuentos
de población, registros sacramentales) impone una serie de limitaciones:
• Espacio-temporales: en primer lugar: Sólo en Europa y, en parte, sus colonias, a
partir del XVI cuentan con los registros parroquiales.
• Aspectos elementales o básicos: como la determinación del volumen de
población, de difícil esclarecimiento debido a las inevitables ocultaciones de las
fuentes fiscales y el uso en ellas de ciertas unidades colectivas -vecinos, fuegos o
fogatges en España- que precisan de un coeficiente multiplicador para
transformarlas en habitantes.
• Estudios: han de centrase en comunidades pequeñas (parroquiales) y
preferentemente en su fracción de mayor estabilidad geográfica.

Admitida la primera limitación, la segunda trata de mitigarse, por lo que respecta


a poblaciones grandes, con la aplicación de complejos métodos estadísticos. De esta
forma se cuenta con resultados razonablemente seguros que han mostrado la
existencia de pautas de comportamiento demográficos muy similares en buena parte
de Europa.

2/- Volumen y distribución de la población europea

Distribución de la población europea en el siglo XVI. (EXAMEN)

Hacia 1500 se estima que la población rondaba en torno a 82 millones de


personas; en 1600 se había elevado a 105 millones. Este crecimiento fue debido a unas
altas tasas de nupcialidad y de natalidad, y a un descenso de la mortalidad, al menos
hasta la década de 1560. A partir de 1570, sin embargo, esta tendencia comenzó a
invertirse a causa de la subida desproporcionada, respecto a los salarios, del precio de
los cereales, general en toda Europa, como consecuencia de una sucesión de malas
cosechas causadas por un progresivo enfriamiento atmosférico.
A pesar del estancamiento demográfico el balance al final de siglo fue positivo.
El aumento no quedó distribuido por igual. Los demógrafos establecen un reparto muy
desigual de la población europea: mientras que en las colonias de América existía un
considerable vacío con una densidad media inferior a 0,3 hab/km2, en Europa la
densidad media se mantuvo entre 18 y 22,5 hab/km2 durante el siglo XVII. Pero en el
interior del viejo continente también se observa una desigual distribución: Francia,
Italia, los Países Bajos, Inglaterra, los valles del Rin y del Danubio eran los territorios
más densamente poblados; los países escandinavos, los menos habitados. Entre ambos
extremos se encontraba España y la mayor parte de los territorios alemanes.

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• En Rusia por la colonización de nuevos territorios en los Urales, en el mar
Negro, y en el Caspio, acapara un mayor porcentaje: si en 1500 el Principado de
Moscú cuenta con 9 millones de habitantes, un siglo más tarde llega a los 15,5
millones.
• En los Países Bajos, también se vive una progresión que parte de 1.9 millones
de habitantes y en 1600 alcanza los 2,9 millones.
• En Inglaterra también se vive este momento de apogeo pasando de 4,4 millones
a los 6,8.
• Más controvertida es la evolución del fragmentado espacio alemán aunque se
apoyan en la tesis de los 20 millones de habitantes al finalizar el siglo, alegando
un porcentaje de crecimiento anual del 5,5 por mil.
• En Francia se reconoce la nación más poblada de Europa aunque su crecimiento
en este periodo es relativamente bajo: 16 millones de habitantes en 1500
aumentaría sólo 2 millones. Es difícil explicar este hecho porque las pautas
demográficas no son uniformes, este comportamiento guardó enormes parecidos
con el de los países mediterráneos: Italia y España, también hay que considerar
fuertes contrastes regionales.
• Italia crece casi en 3 millones pero una parte importante se concentra en
Nápoles.
• En España, el reino más poblado fue Castilla que incremento un 50% su
población, aunque, desde la década de 1580 se observan claros signos de
retroceso. En conjunto, la cifra sería de 6 millones de habitantes al comienzo de
la centuria.
El reparto de la población en el espacio europeo hay que hacerlo tomando como
referencia no tanto los Estados como las regiones concretas. Semejante desigual
distribución está relacionada a su vez con el auge de las ciudades, que no dejaron de
crecer durante la centuria: las 26 ciudades que hacia 1500 contaban con 40.000
habitantes pasaron a ser 42 en 1600. Y no es una casualidad que estos centros urbanos
prosperasen en las regiones más densamente pobladas y con mayores recursos
económicos: en los Países Bajos, sobre todo, pero también en los valles del Rin y del
Guadalquivir y en Italia. Otras ciudades, sin embargo, crecieron de forma desmesurada
bajo el amparo de la corte y de su privilegiada posición en el circuito comercial
europeo. Es el caso, a finales del siglo XVI de:

• Más de 200.000 habitantes: Constantinopla, Nápoles y París.


• Entre 150.000 y 200.000 habitantes: Londres, Milán y Venecia.
• En torno a los 100.000 habitantes: Roma, Sevilla, Ámsterdam, Lisboa y
Palermo.
• Entre 60.000 a 100.000 habitantes: Mesina, Florencia, Génova, Lyon, Madrid,
Granada y Valencia.
• Ciudades menos pobladas: Bruselas, Barcelona, Praga, Colonia, etc. (de
29.000 a 43.000 habitantes).
• El contrapunto al alto poblamiento: está en los terrenos montañosos y
boscosos del interior europeo, y ya de forma generalizada, en los países
escandinavos y del este de Europa.

Las “aglomeraciones” coinciden allí donde el fenómeno urbano fue importante,


en íntima conexión sobre todo con actividades de carácter económico aunque tampoco
faltan motivos de tipo sociopolítico. Ahí está el desmedido crecimiento de las nuevas

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capitales que asumen la administración de las monarquías absolutas (como ejemplo
Madrid).
En toda Europa las ciudades no dejaron de crecer durante este periodo: el
número de municipios con más de 10.000 habitantes llegó a finales de siglo a 200. No
obstante, los porcentajes de residencia en las ciudades europeas siguieron siendo bajos,
ya que la medida se mantuvo invariablemente rural en un 80 ó 90% de la población
total. El impacto urbanizador tuvo mayores consecuencias en el noroeste europeo, allí
donde antes se verificó la modernización de las estructuras económicas. Este óptimo
equilibrio entre las poblaciones urbana y rural, se consiguió no tanto por el propio
crecimiento vegetativo de las primeras, como por el trasvase efectuado desde las gentes
del campo en busca de oportunidades de empleo. Lo que explica también la formación a
partir de los años setenta una auténtica reunión de ciudades industriales y comerciales
en la provincia de Holanda (Randstad).

3/- Características de la demografía “antigua”. Mortalidad, natalidad, nupcialidad

Para comenzar hay que tener en cuenta que la dinámica de la población europea
en los siglos modernos se ajusta en todo al modelo demográfico antiguo, caracterizado
por una natalidad y una mortalidad elevadas y, en consecuencia, por un crecimiento
vegetativo débil a pesar de que la fecundidad era también alta. Los datos lo confirman
claramente, aun cuando resulta difícil medir las tasas de mortalidad y natalidad por el
desconocimiento del volumen de la población en cada localidad: las tasas brutas de
mortalidad ordinarias oscilan entre el 28 y el 38 por mil, mientras que las de natalidad
se sitúan entre el 35 y el 45 por mil, considerándose la tasa de 40 por mil la más
representativa, aunque en casos excepcionales podía elevarse al 57 por mil, como entre
los colonos franceses de Canadá a principios del siglo XVIII.

Las causas de tan alta mortalidad, a la que no es ajena la elevada tasa de


mortalidad infantil, que giran en torno al 250 por mil, son varias:
• Economía agraria de escaso desarrollo tecnológico, sujeta además a fuertes
oscilaciones climáticas, y con una infraestructura que no era capaz de cubrir las
necesidades alimenticias de la gente.
• Reparto desigual de la riqueza, lo que favorecía la mala nutrición de gran parte
de la población y con ella que fuese más vulnerable a todo tipo de enfermedades
infecciosas.
• Falta de higiene generalizada tanto en el campo como en la ciudad, sobre todo
en los sectores más humildes de la sociedad, lo que facilitaba la transmisión de
agentes patógenos; y la ineficacia de una medicina poco evolucionada.
A todos estos factores ordinarios hay que añadir los extraordinarios: el hambre,
la guerra y las enfermedades epidémicas, en particular la peste, cuyas repercusiones allí
donde se producían eran tanto más graves por cuanto que afectaban al normal desarrollo
demográfico, ya que incrementaba las emigraciones, reducía el número de nuevos
esponsales y disminuía las concepciones. La consecuencia de todo ello es que la
esperanza de vida de los europeos era muy corta: entre 23 y 25 años en Francia para
hombres y mujeres hacia 1740; entre 31 y 38 años en Inglaterra desde 1541.

La natalidad es muy alta, (entre el 35 a 45 por mil), con tasas de fecundidad


muy altas. Ésta se da en el seno de la familia legítima. Los nacimientos
extramatrimoniales (condenados por la Iglesia), son escasos, en torno al 1-5 % del total,

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aumentado en las ciudades en torno al 8-12%. Estas tasas contrastaban con los
acogimientos en inclusas y otros centros que son más elevados, pero que proceden de un
entorno geográfico más amplio que la ciudad donde radica el centro y habría una
proporción que correspondía a hijos legítimos que no podían ser alimentados por sus
familias. Dada su escasa supervivencia los niños acogidos apenas inciden en la
demografía.
La “hipernatalidad“, estuvo influida por: la reducción de la edad de acceso al
matrimonio; la leve prolongación del periodo de fecundidad; la mejora de las
condiciones alimenticias, ratificado por la bondad climatológica; las transformaciones
religiosas que influyeron en los comportamientos demográficos; y la ausencia de
conflictos bélicos de gran magnitud.

Respecto a la nupcialidad, el matrimonio no era universal: el tardío acceso al


matrimonio era el primer factor limitante (25-26 años mujeres y 28-30 los hombres),
junto a la alta proporción del celibato. El último hijo lo tenía la mujer, como media a los
40 años. Así, el periodo de fecundidad efectiva resultaba muy inferior al de fertilidad
biológica, no más de 15 años, en el que algunas traían hasta 15 hijos al mundo.
Aunque no existía el divorcio en el mundo católico y en el protestante era muy
raro, la muerte rompía muchos matrimonios. Afectaba más a los hombres. Un total de
un tercio de las familias fue afectado. Los viudos contraían más segundas nupcias que
las viudas.
La importancia de la edad a que se contrae matrimonio y su influencia en la
fecundidad es tal que, incluso, se ha podido definir un régimen demográfico de baja
presión (existente en Inglaterra) con edad al matrimonio y celibato más elevados y en el
que la acción de la mortalidad como factor de regulación baja un poco, frente a otro de
alta presión existente en la mayor parte de Europa, con una edad al matrimonio y
celibato algo más bajos y una fecundidad algo más elevada, en la que la intervención de
la mortalidad tiene mayor relieve.
El matrimonio, la familia, pues, se configura como el gran regulador
demográfico de Occidente.

4/- Movimientos migratorios

Existe una idea un tanto tópica de que los hombres del pasado apenas se
desplazaban de su lugar de nacimiento y ésta es una imagen totalmente equivocada.
Aunque la sociedad europea de la época Moderna era estructuralmente sedentaria, esto
no quiere decir que fuese una población estática. La movilidad geográfica era una
característica destacada de aquella sociedad que debía compatibilizarse con la
inmovilidad incuestionable de muchas comunidades campesinas. Sólo algunas minorías,
a veces étnicas (gitanos), tenían en el nomadismo su forma permanente de vida y era
uno de los elementos que contribuía a aumentar la desconfianza hacia ellas.
Movimientos migratorios ha habido siempre, por diferentes causas y de
diferentes radios, aunque es difícil hacer un seguimiento y cuantificarlos por la escasez
de fuentes y porque las que existen muy posiblemente infravaloren estos movimientos.
Era probable que en las épocas de crisis se produjeran los mayores
desplazamientos. En muchos casos el fin de la crisis suponía la vuelta a la normalidad.
Pero no siempre fue así: las guerras podían provocar migraciones definitivas, y originar
corrientes de signo contrario destinadas a repoblar los territorios abandonados. La
movilidad geográfica no era sólo cuestión de momentos o circunstancias excepcionales.

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Hubo infinidad de desplazamientos a muy corta distancia motivados por intercambios
matrimoniales o laborales entre parroquias vecinas.
En circunstancias normales las razones básicas de los emigrantes entonces y
ahora, son las mismas: asegurar el mantenimiento, mejorar su economía, buscar la
promoción social. Los movimientos migratorios más importantes fueron:

• Movimientos estacionales por razones de trabajo, eran desplazamientos


geográficos que afectaban a la propia estructura geoeconómica. En ocasiones
con grandes distancias (ganadería trashumante), profesiones en continuo
desplazamiento (canteros construyendo catedrales y puentes) y grupos de vida
seminómada entre ellos los vagabundos que llegaron a ser una gran
preocupación en las ciudades. Cuadrillas de hombres para todas las tareas
agrícolas en Europa; o por el mar para la pesca del atún; y vascos, franceses e
ingleses, en la captura del bacalao.
• Migraciones de carácter estructural como las gentes que bajaban hacia la
costa desde las montañas con excedentes demográficos, o la emigración del
campo a las ciudades sin la cual estas no hubieran progresado, ni tan siquiera
mantenido su nivel de población. Se habla de cientos de miles de europeos que
se dirigieron a las ciudades y esto, tuvo dos importantes consecuencias:
o En la estructura por sexo y edad de las poblaciones
o En la difusión de la cultura y pautas de conducta de las ciudades que con
los retornos al medio rural se extendieron también en este entorno.
• Movimientos migratorios forzados de minorías socio-religiosas que son
reveladoras de la sociedad y la política del momento, puesto que tuvieron su
origen en las guerras o en el cierre ideológico de los estados nacientes, que
expulsaban a las minorías disidentes. La expulsión de judíos (1492), moriscos
(1609) en España, los hugonotes en Francia, los gitanos etc. Y en algunos casos
aún sin decretos de expulsión, la intolerancia religiosa forzó un gran número de
desplazamientos.
• Movimientos colonizadores propiciados en parte desde el poder
también provocaron migraciones. Tras los descubrimientos una gran cantidad
esencialmente de españoles (la mayor desde Sevilla, con 250.000 personas del
SO de Castilla) y portugueses se dirigieron hacia las nuevas tierras, siendo de
algún modo una gran sangría de hombres jóvenes.
• Otro fenómeno migratorio forzoso lo supuso el tráfico de esclavos hasta el
XVIII sobre todo hacia las grandes plantaciones americanas.

Consecuencias demográficas: La única corriente migratoria de cierta cuantía en la


Edad Moderna, cuyo destino trasciende los límites europeos, fue la emigración colonial,
sin embargo no tan fuerte como para afectar sensiblemente al conjunto del viejo
continente. Pero la cuestión cambia si observamos algunos de los países emisores. La
pérdida continua de hombres jóvenes en España, en el siglo XVII (de 3.000 a 5.000
anuales) fue uno de los factores que contribuyó a la despoblación castellana. Hay dos
tipos de corrientes migratorias:
• Migraciones extraordinarias: son obvias las consecuencias en las zonas
afectadas. La expulsión de los moriscos en el reino de Valencia supuso perder de
la tercera a la cuarta parte de sus habitantes.
• Migraciones ordinarias: redistribuyen los excedentes humanos, tendiendo a
equilibrar las relaciones entre población y recursos. Son un factor de regulación

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del sistema, retrasando y controlando por ejemplo las mortalidades catastróficas
por ausencia de alimentos.

La movilidad temporal apartando a los hombres de sus hogares disminuye la


fecundidad al igual que el retraso en la edad de matrimonio de los emigrantes y su
posible mayor proporción de celibato definitivo.
Pese a todo esto se considera tradicionalmente que los efectos de la emigración
fueron marginales, considerándose la migración como una consecuencia de las tasas de
crecimiento demográfico existente y no una causa que las alteraba.
Esta valoración se contradice recientemente por historiadores que consideran
que por su mayoritario destino a la ciudad, de peculiar comportamiento demográfico,
serán un importante corrector a la baja del crecimiento final de la población.

TEMA: 2 – UNA SOCIEDAD EMINENTEMENTE COMUNITARIA

I- Epígrafes:

1. La familia: modelos y tensiones familiares


2. Las comunidades aldeanas: parroquias, cofradías, municipios
3. Las comunidades urbanas
4. El señorío

II.- Resumen del contenido:

El tema aborda lo que se ha dado en denominar los poderes inmediatos de la


sociedad: la familia, la parroquia, las cofradías, los municipios y el señorío.

La familia constituía en los siglos modernos el núcleo fundamental sobre el que


se sustentaba la sociedad, pues además de ser una unidad de reproducción biológica, en
su seno se desarrollaba la mayor parte de las actividades laborales y era la vía
fundamental por la que el individuo se integraba en la sociedad. Sin embargo, no existía
en Europa un modelo único de familia.

El método de reconstrucción de familias utilizado en los estudios demográficos


ha permitido establecer tres grandes modelos o tipos de familia:
1) la familia nuclear, conyugal o simple, formada por la pareja y los hijos. Si a esta
familia se le suman algunas personas emparentadas con el cabeza de familia
entonces se puede hablar de familia extensa, según P. Laslett;
2) la familia troncal, caracterizada porque una pareja y su descendencia convive
con los progenitores de uno de los cónyuges y con algún hermano que
permanece soltero; y
3) la familia compleja o comunitaria, constituida por varios núcleos conyugales y
su descendencia: padres y varios hijos casados, pero también parejas de
familiares colaterales, como tíos y primos casados.

Conviene destacar además que estos modelos se adaptan a determinadas


circunstancias económicas: la familia compleja predomina en aquellas zonas donde el
poder del señor o del propietario de la tierra es importante (este de Europa, centro de

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Italia y de Francia); la familia troncal se desarrolla sobre todo en áreas montañosas de
economía ganadera; la familia nuclear, finalmente, es la que predomina en la Europa
noroccidental y en la mediterránea, y se produce por la tendencia de los hijos a
abandonar el domicilio paterno y formar nuevas unidades domésticas, con la excepción
del heredero.

Cada uno de estos modelos generaba tensiones. Estas fueron menores en el caso de
las familias comunitarias, donde la voluntad individual quedaba supeditada a las
necesidades del grupo, aunque el relevo del patriarca por su fallecimiento podía suscitar
conflictos, resueltos en ocasiones con la división del grupo y el nacimiento de una
nueva familia. En la familia nuclear las tensiones eran aun menores, limitadas, en todo
caso, a discordias entre los esposos y entre éstos y los hijos sujetos a su dependencia
económica, aunque la práctica de colocar tempranamente a los hijos como aprendices y
criados en casas de artesanos, comerciantes, funcionarios, clérigos y nobles contribuía
en gran medida a eliminar el habitual conflicto generacional entre padres e hijos. En la
familia troncal, en cambio, las tensiones entre sus miembros eran más frecuentes,
llegando incluso a ser violentas, sobre todo cuando se designaba al heredero, que no
tenía por qué ser el primogénito, lo que originaba conflictos entre los hermanos y una
difícil convivencia entre el heredero y el padre y sus respectivos cónyuges.

Un aspecto esencial para el progreso económico y social de las familias era la dote
que las esposas aportaban al matrimonio. Pero, a su vez, la dote que los padres
otorgaban a las hijas para tomar estado (de casada o de religiosa en un convento) podía
arruinar a las familias. Por eso, las familias, cualquiera que fuese el modelo, perseguían
conjugar las pérdidas ocasionadas con el pago de la dote de las hijas con matrimonios
ventajosos para los hijos, en particular para el heredero, de tal modo que la dote de la
nuera fuera superior a las dotes que se habían desembolsado al casarse las hijas. Y es
necesario subrayar también que las alianzas matrimoniales se buscaban en un círculo
bastante cerrado, por lo común en el seno de la propia familia –de aquí las dispensas
matrimoniales concedidas por la Iglesia a parientes colaterales hasta el tercer grado- y
en el ámbito profesional y social de los padres.

Junto a la familia hay que mencionar otras instituciones que configuraban los
llamados poderes intermedios y que actuaban como vehículos de sociabilidad y de
relaciones entre individuos y grupo. Estas instituciones eran la parroquia, la cofradía, el
municipio y el señorío. Parroquia y cofradía existían tanto en las ciudades como en los
núcleos de población rurales: más numerosos en las primeras que en los segundos, pero
con las mismas funciones, como eran las de reforzar los lazos de vecindad –en el caso
de las parroquias- y de solidaridad profesional y asistencial –es el caso de las cofradías-.
En cuanto al municipio éste era la institución que organizaba la vida en comunidad de
los habitantes de los núcleos de población. Entre sus funciones caben destacar la
regulación del aprovechamiento de los pastos comunales, el abastecimiento de la
población, el establecimiento de precios y salarios, la fijación de los cultivos –sobre
todo en la Europa del noroeste-, la reparación de caminos y la construcción de puentes,
así como la dotación de hospitales y escuelas, según sus recursos económicos, y la
organización de festejos, en este caso en colaboración con las instituciones religiosas.

Finalmente, respecto al señorío, hay que subrayar que su titular (laico o religioso)
ejercía un doble poder derivado de su posesión de la tierra –señoríos territoriales- y de
su capacidad de mando, tanto militar como judicial. En su calidad de poseedor de la

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tierra, ejercerá una enorme presión sobre el campesinado, que será mayor en la Europa
del este (Polonia, Rusia, Bohemia, Hungría y Prusia), donde se desarrollará la
denominada “Segunda Servidumbre”; como titular de una jurisdicción, impartirá
justicia en primera instancia sobre los individuos que habitaban el territorio del que era
titular, por lo común a través de alcaldes nombrados personalmente, si bien esta facultad
la reciben por delegación de los monarcas, en quienes residía, en última instancia, el
poder judicial, por lo que cualquier vasallo podía recurrir en grado de apelación a los
tribunales de justicia.

1/-La familia: modelos y tensiones familiares

Modelos de familia en el Antiguo Régimen: definición y distribución geográfica


por Europa. (EXAMEN)

La familia constituía en los siglos modernos el núcleo fundamental sobre el que


se sustentaba la sociedad, pues además de ser una unidad de reproducción biológica, en
su seno se desarrollaba la mayor parte de las actividades laborales y era la vía
fundamental por la que el individuo se integraba en la sociedad.
La sociabilización y la formación profesional; el acceso a los medios de
producción o a un oficio; el cortejo o la elección del cónyuge y el momento del
matrimonio dependían directamente del conjunto de tradiciones y normas de las
familias. La posibilidad de escapar a estos condicionamientos era muy limitada.
Sin embargo, no existía en Europa un modelo único de familia. El método de
reconstrucción de familias utilizado en los estudios demográficos ha permitido
establecer tres grandes modelos o tipos de familia, cada uno de estos modelos se
adaptaba mejor a determinadas circunstancias económicas y cada tipo de familia
generaba tensiones entre sus miembros:

1. Familia nuclear (simple household), conyugal o simple, formada por la pareja y


los hijos. Si a esta familia se le suman algunas personas emparentadas con el
cabeza de familia entonces se puede hablar de familia extensa (extended
household). Predomina en la Europa noroccidental y en la mediterránea, y se
produce por la tendencia de los hijos a abandonar el domicilio paterno y formar
nuevas unidades domésticas, con la excepción del heredero. La familia nuclear
generaba pocas tensiones, limitadas, en todo caso, a discordias entre los
esposos y entre éstos y los hijos sujetos a su dependencia económica, aunque la
práctica de colocar tempranamente a los hijos como aprendices y criados en
casas de artesanos, comerciantes, funcionarios, clérigos y nobles contribuía en
gran medida a eliminar el habitual conflicto generacional entre padres e hijos.
2. Familia troncal (stem family), caracterizada porque una pareja y su
descendencia convive con los progenitores de uno de los cónyuges y con algún
hermano que permanece soltero. Se desarrolla sobre todo en áreas montañosas
de economía ganadera, cuyo objetivo es la perduración de una casa que se
transmita íntegra a un solo heredero en cada generación. En la familia troncal,
las tensiones entre sus miembros eran más frecuentes, llegando incluso a ser
violentas, sobre todo cuando se designaba al heredero, que no tenía por qué ser
el primogénito, lo que originaba conflictos entre los hermanos y una difícil
convivencia entre el heredero y el padre y sus respectivos cónyuges. También
podían surgir problemas derivados de la cohabitación de la joven pareja en

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espera del relevo. Se preveían para ello en los contratos cláusulas de
“intolerancia” regulando los derechos de cada parte en caso de ruptura.
3. Familia compleja o comunitaria, constituida por varios núcleos conyugales y
su descendencia: padres y varios hijos casados, pero también parejas de
familiares colaterales, como tíos y primos casados. Al disponer de una gran
fuerza de trabajo familiar, predomina en aquellas zonas donde el poder del señor
o del propietario de la tierra es importante (este de Europa, centro de Italia y de
Francia). El interés del señor y del grupo es impedir que los hijos lo abandonen,
que se casen cuanto antes y que permanezcan en la familia. Las tensiones
fueron menores en el caso de las familias comunitarias, donde la voluntad
individual quedaba supeditada a las necesidades del grupo, aunque el relevo del
patriarca por su fallecimiento podía suscitar conflictos, resueltos en ocasiones
con la división del grupo y el nacimiento de una nueva familia.

El fenómeno del life-cycle servant, muy extendido en la Europa noroccidental,


por el que los hijos e hijas son colocados como criados en un periodo de su vida al salir
de la niñez, hace que las tensas relaciones entre padres e hijos, se proyecten fuera del
hogar. Es muy corriente en Inglaterra que la pérdida de fuerza laboral que supone ésta
práctica se compense con la entrada en el hogar de criados, en una especie de
intercambio de hijos.
La socialización de los jóvenes se produce bajo la autoridad de otro jefe de
familia, favoreciendo la preparación para una vida independiente y el desarrollo del
individualismo. La ruptura temprana con su familia de origen evitará muchas tensiones,
con respecto al relevo generacional y la constitución de un nuevo hogar, que se
provocaban en la familia troncal y en la comunitaria.
Otro aspecto esencial para el progreso económico y social de las familias era la
dote que las esposas aportaban al matrimonio. Pero, a su vez, la dote que los padres
otorgaban a las hijas para tomar estado (de casada o de religiosa en un convento) podía
arruinar a las familias. Por eso, las familias, cualquiera que fuese el modelo, perseguían
conjugar las pérdidas ocasionadas con el pago de la dote de las hijas con matrimonios
ventajosos para los hijos, en particular para el heredero, de tal modo que la dote de la
nuera fuera superior a las dotes que se habían desembolsado al casarse las hijas. Y es
necesario subrayar también que las alianzas matrimoniales se buscaban en un círculo
bastante cerrado, por lo común en el seno de la propia familia –de aquí las dispensas
matrimoniales concedidas por la Iglesia a parientes colaterales hasta el tercer grado- y
en el ámbito profesional y social de los padres.

2/- Las comunidades aldeanas: parroquias, cofradías, municipios

Además de la familia, otras instituciones enmarcaban a los individuos: las


principales eran la comunidad y el señorío. Actuaban como vehículos de sociabilidad y
de relaciones entre individuos y grupo.

En el mundo rural, la comunidad aldeana enmarcaba la vida campesina. Al


igual que las diversas formas familiares, la organización comunitaria tiene unos
orígenes lejanos y llega a la Edad Moderna con unas características plenamente
definidas. En su origen responde a un sentimiento y a una necesidad de solidaridad entre
las diversas familias, tanto en el aprovechamiento del medio rural y en el trabajo, como
en otros aspectos de la vida:

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• Paz pública interna y defensa ante las agresiones del exterior
• Colaboración para poder contar con determinados servicios
• Realizar actividades religiosas y festivas
• Ayuda mutua en la necesidad

La necesaria cooperación en las tareas acabó generando unas instituciones y


convirtiendo a la comunidad en un cuerpo social reconocido, por la familia y también
por los otros poderes: el señor, el príncipe o la iglesia.
Parroquia y cofradía existían tanto en las ciudades como en los núcleos de
población rurales: más numerosas en las primeras que en los segundos, pero con las
mismas funciones, como eran las de reforzar los lazos de vecindad –en el caso de las
parroquias- y de solidaridad profesional y asistencial –es el caso de las cofradías-.

La parroquia es una de las instituciones comunitarias que más rápido aceptan


los poderosos y que más influjo desarrollan en la consolidación de la comunidad y en su
vida posterior. El área de cobertura coincide con el de la comunidad aldeana, aunque en
zonas de hábitat disperso cubre varios lugares de doblamiento. Encuadra al individuo y
a las familias de la cuna a la sepultura, santificando los pasos fundamentales de la vida
mediante ritos de tránsito que acompañan al nacimiento, matrimonio y muerte. Marca
el ritmo de los trabajos estacionales, semanales y diarios.
Las campanas de la iglesia servían para regular los ritmos, además de aviso y
convocatoria para muchas actividades de la vida comunitaria.
La parroquia, además de lugar de reunión, estimuló la organización comunitaria
para hacer frente a los gastos del culto, lo que obligaba a los vecinos a formar
asociaciones o fábricas, ocupándose de recaudar fondos.

Las cofradías, eran sociedades de ayuda mutua bajo invocación religiosa tienen
una importante función en la ayuda mutua, la beneficencia o la enseñanza y sirven para
estimular la acción política. Su acción es doble:
• Espiritual, para facilitar y asegurar el tránsito al más allá
• Caritativa, como la ayuda a los pobres, creación y mantenimiento de hospitales,
etc.

El municipio era la institución que organizaba la vida en comunidad de los


habitantes de los núcleos de población. Tenían carácter civil y habían conseguido desde
la Edad Media su reconocimiento jurídico. Entre sus funciones caben destacar:
• La regulación del aprovechamiento de los pastos comunales
• El abastecimiento de la población
• El establecimiento de precios y salarios,
• La fijación de los cultivos (sobre todo en la Europa del noroeste)
• La reparación de caminos y la construcción de puentes
• La traída de aguas
• La dotación de hospitales y escuelas (según sus recursos económicos)
• La organización de festejos, en este caso en colaboración con las instituciones
religiosas

Para el mantenimiento de la paz le corresponde una primera instancia judicial,


ante la que se planteaban los conflictos surgidos por la actividad agrícola. También era
una obligación colectiva la defensa del propio territorio, pero donde más se hacía notar

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era en las relaciones con el mundo exterior con poderes interesados en explotar y
dominar la aldea, básicamente: el señor, el príncipe o la Iglesia. Frente a todos ellos, la
comunidad va a conocer, durante la Edad Moderna, notables retrocesos. Estas
comunidades aldeanas entraron en declive por:
• Empobrecimiento, traducido en endeudamiento y pérdida de bienes y derechos
colectivos. Con ocasión de hechos extraordinarios pero relativamente frecuentes
(una serie de malas cosechas, epidemia, devastación causada por la guerra,
necesidad de realización de alguna construcción pública), es necesario recurrir al
crédito cargando las rentas municipales e hipotecando actuaciones futuras.
• División interna de la comunidad, resultado de los intereses divergentes de sus
miembros, lo que provoca la disolución del sentimiento de solidaridad.
• Pérdida de su autonomía, último eslabón de la decadencia municipal, ante la
presión de los señores, la iglesia y el estado, que la consideran excesiva.

3/- Las comunidades urbanas

Las relaciones entre el individuo y el poder, en las ciudades, presentan caracteres


específicos aunque muchos rasgos se ven también en el mundo rural. La ciudad
moderna sólo puede mantener su tamaño gracias al aflujo de inmigrantes del campo y
sólo puede alimentarse por suministros de su hinterland o de territorios lejanos.
El influjo de inmigrantes hace que el número de marginados y desarraigados sea
enorme y genere conflictos. En la ciudad la vida también giraba en torno a pequeñas
células: la familia, la parroquia, la cofradía, el oficio.
Existían lazos campo/ciudad que facilitaban la integración de los inmigrantes,
por parientes o vecinos ya afincados que les acogían. Las solidaridades verticales, por
las que el débil se sentía protegido a cambio de lealtad al poderoso, eran forma habitual
de integración.

Parroquias y cofradías también existen en la ciudad, en mayor número,


contribuyendo a dotar al barrio de personalidad y a posibilitar la participación política.

Las cofradías, muy numerosas, agrupan miembros de un oficio o profesión,


otras sólo engloban a los vecinos bajo advocación de un santo patrono. Su finalidad es
semejante a las aldeanas, pero la abundancia de pobres y marginados, hace que su papel
asistencial hacia los cofrades, o hacia un público más amplio, sea mayor. Desempeña un
papel humanitario.

Las asociaciones profesionales eran características del mundo urbano.


Encuadraban a los miembros de los distintos oficios, pero estaban dominadas por los
maestros que controlaban las condiciones laborales y el ascenso de los oficiales.
El dominio de la ciudad estaba en manos de una élite restringida que controlaba
todos los aspectos. En unas podía estar constituido por grandes comerciantes o por
letrados en otras. El poder estatal mira con recelo a las ciudades por temor a la
sublevación y por conocer las posibilidades que los patricios tenían de influir en la
plebe. A veces se optaba por dejar a las élites ciudadanas un amplio margen de
autonomía, a cambio de su colaboración financiera y militar.

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4/- El señorío

Respecto al señorío, hay que subrayar que su titular (laico o religioso) ejercía un
doble poder derivado de su posesión de la tierra –señoríos territoriales- y de su
capacidad de mando, tanto militar como judicial.
La tierra les otorga un gran poder de presión sobre una población que precisa de
ella para su trabajo y sustento, aunque hay grandes diferencias en el grado de dominio y
en la forma de cesión a los campesinos.
La capacidad de mando provenía de su papel de defensor del territorio y de su
función militar. La importancia militar de los señores irá disminuyendo ante el ascenso
de la de los reyes, pero mantendrán una importante aunque variada jurisdicción aunque
sobre ésta consiguieron también los monarcas poner la justicia real. La posibilidad de
recurrir a instancias superiores a la corte del señor no privará a éste completamente de
su capacidad de mando inmediato, ya que no todos los campesinos podrían seguir
costosos pleitos ante tribunales superiores.
El poderío militar muy disminuido y su jurisdicción subordinada a la real, pero
su peso, su influjo social, sigue siendo muy grande. Su imbricación en los círculos de
poder cortesanos le permite conseguir el apoyo necesario en un pleito o ante una
sublevación.
Hay varios tipos de señorío en Europa en función del dominio sobre la tierra, la
forma de cesión de ésta y el poder de coerción sobre los vasallos.

Al E. del Elba se da la denominada “Segunda Servidumbre”, que implica 3 aspectos:


• Enorme extensión de las reservas señoriales o tierras que el señor se reserva para
explotar directamente.
• Recurso a la corvea: los campesinos están obligados a trabajar, normalmente
gratis, una serie de días a la semana.
• Adscripción del campesino a la tierra, impidiendo la emigración, controlando los
matrimonios y limitando el aprendizaje de oficios.

El sistema se basa en el enorme poderío nobiliario frente a monarquías débiles


(polaca) u otras obligadas a conceder a la nobleza el control de sus siervos a cambio de
apoyo.

En Europa Occidental la servidumbre en la E. Moderna había desaparecido


prácticamente.
• En Francia, Aragón y N. de Italia, los señores habían repartido la práctica
totalidad de sus tierras a censo entre los campesinos, lo que supone una división
entre el dominio directo, que queda en manos del señor, y el dominio útil que le
corresponde al campesino y sobre el que ejerce un amplio grado de disposición:
transmisión, herencia, venta, hipoteca… A cambio debía pagar unos censos
anuales, en dinero o cosecha. En la práctica muchos señores empiezan a
comportarse como simples rentistas o procuran el control sobre la
transformación y comercialización de sus productos.
• En el N de Francia, S, de España e Italia disponen de grandes extensiones que
ceden en arrendamiento a corto plazo o aparcería y se reservan una parte que
explotan con asalariados. Dado que son absentistas que viven en la ciudad o la
corte, su influjo se limita a su condición de gran propietario.
• En Inglaterra se dan algunas diferencias: Lo típico es que el señor vaya
aumentando su reserva a costa de los campesinos, comprando, expulsándolos del

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dominio útil, expropiando o usurpando los comunales. Estas fincas se
arrendaban a empresarios capitalistas que empleaban asalariados. Aquí, el señor,
pierde gran parte de su influjo social, no obstante mantiene su gran casa señorial
en el campo y, dada la precariedad de la administración real, gobierna en sus
tierras.

En definitiva, los señores van a perder gran parte del influjo inmediato. La
pérdida de su poderío militar, la ruptura del contacto directo con la población y su
gestión de la tierra más de propietario capitalista que como señor paternal, determinan
una disminución del poder, si bien no llega a desaparecer.

TEMA: 3 – LA SOCIEDAD ESTAMENTAL: ESTAMETOS PRIVILEGIADOS

I- Epígrafes:

1. La nobleza y el clero
2. Criterios de jerarquización
3. Niveles socio-económicos
4. Privilegios jurídicos

II- Resumen del contenido:

El tema aborda la organización de la sociedad estamental con especial incidencia


en los estamentos privilegiados: la nobleza y el clero.
Lo primero que se debe tener en cuenta es que la sociedad del siglo XVI
presenta las mismas características que venían dándose desde la Edad Media. Como
entonces, estaba integrada por dos estamentos privilegiados, el clero y la nobleza. Los
que no pertenecían a ninguno de estos grupos formaban por exclusión un tercer
estamento, el estado llano, el estado general o el tercer estado. Este esquema tripartito,
justificado por la teoría política que proyectaba el orden celestial en la sociedad de la
época, es sin duda demasiado simplista, ya que la realidad siempre fue más compleja al
no existir unas fronteras precisas entre los estamentos. Porque si en la teoría los no
privilegiados sólo podían aspirar a formar parte del clero, que era un estamento abierto,
no determinado por el nacimiento, como los otros dos estamentos, lo cierto es que a la
nobleza se accedía también por diversas vías: a través de matrimonios desiguales de
nobles y plebeyos, mediante la exclusión en los padrones de pecheros y la compra de
empleos públicos, cuando no del ennoblecimiento por concesión de los monarcas en
recompensa de servicios prestados a la Corona, incluidos los financieros.
El afán de los plebeyos por integrarse en la nobleza, especialmente los burgueses
enriquecidos con la actividad mercantil –este proceso ha llevado a algunos autores a
hablar de la “traición de la burguesía”-, respondía a unos objetivos muy precisos, no
exclusivamente materiales, pues a las exenciones fiscales que todo noble gozaba,
importantes, sin duda, se sumaban una serie de privilegios jurídicos de no menor
interés, como el de ser juzgados por tribunales especiales, no poder ser atormentados
salvo por ciertos delitos, tales que el de lesa majestad, ni ahorcados, ni azotados ni
condenados a galeras ni encarcelados por deudas civiles. Pero integrarse en el estamento
eclesiástico tampoco era una opción desdeñable por varios motivos: sus miembros
estaban exentos de la jurisdicción ordinaria y gozaban de privilegios fiscales, lo que

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favorecía el fraude al poner en cabeza de un pariente eclesiástico la hacienda familiar.
Así pues, ingresar en el estamento eclesiástico era para los pecheros un medio de vida
apetecible; también lo sería para las familias nobles, ya que la iglesia ofrecía una salida
digna a los segundones desprovistos de medios propios, asegurándoles una posición
económica y social; finalmente, el claustro proporcionaba a las mujeres solteras y
viudas, cualquiera que fuera su pertenencia estamental, una adecuada manera de vivir.
Pero dentro de cada estamento existían marcadas desigualdades en función de la
riqueza y del lugar que cada individuo o familia ocupaba en las instituciones civiles y
religiosas.
Así, en el estamento nobiliario hay que distinguir entre alta y baja nobleza: al
primer grupo pertenecían los nobles poseedores de un título (duque, marqués, conde,
barón), propietarios además de extensos señoríos; al segundo, varias categorías que se
suelen identificar con la denominación de caballeros o gentilhombres, y en Castilla
también con la de hidalgos.
En el estamento eclesiástico las desigualdades eran análogas, pues aunque su
riqueza procedía fundamentalmente de los diezmos, de sus propiedades rurales y
urbanas, de sus inversiones en préstamos hipotecarios (censos), así como de los
estipendios cobrados por misas o por la administración de los sacramentos, de las
limosnas y de donaciones particulares, lo cierto es que sus miembros no gozaban de
unos mismos ingresos: los que percibía el alto clero (prelados y canónigos) eran muy
superiores a los que cobraba el bajo clero (curas párrocos), y estas diferencias se
acentuaban en el bajo clero en función de que sus miembros residieran en la ciudad o en
el campo. Y lo mismo sucedía en el clero regular: había órdenes religiosas (dominicos,
jerónimos, benitos y bernardos) que disponían de elevadas rentas, con la particularidad,
además, de que sus miembros, entre los que figuraban descendientes de la nobleza,
comenzaron a alejarse de las normas establecidas por sus fundadores, abandonando, en
consecuencia, el trabajo manual, que relegaron en criados. En el polo opuesto se
encontraban las órdenes mendicantes (franciscanos, agustinos, carmelitas, trinitarios y
mercedarios), menos prósperas, que vivían con mayor pobreza, aunque en su seno
también prendió la relajación de las costumbres y los abusos al amparo de sus
privilegios jurídicos.

1/- La nobleza y el clero

---La nobleza: Era el principal estamento privilegiado y punto de referencia para los
otros grupos de la sociedad estamental de la Edad Moderna. En teoría se definía por su
función militar, aunque era más bien una clase terrateniente hereditaria de origen
militar, disminuyendo su vocación militar a lo largo de la Edad Moderna. A nivel
europeo, representaba entre el uno y el dos por ciento de la población, aunque en
algunos países, como Hungría y Polonia, y algunas regiones del norte de España, se
caracterizaba por porcentajes de cerca del 10% o más. Esta minoría poseía un gran
poder económico y político:
• Era propietaria de grandes latifundios.
• Estaba exenta del pago de impuestos.
• Recibía elevadas rentas de los campesinos.
• Detentaba importantes cargos políticos y militares.
• Jurídica y legalmente sus miembros ostentaban privilegios que heredaban por
nacimiento.

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• Se configuraba como un grupo heterogéneo: no todos sus miembros gozaban de
la misma importancia y posición económica

Los teóricos de la nobleza intentaban justificar la condición privilegiada de los


nobles haciéndolos descendientes de los antiguos conquistadores germánicos. Este
posible origen étnico tenía como consecuencia que la condición nobiliar fuese “una et
eadem”, una sola y la misma para todos los integrantes del estamento. Pero en realidad,
existían en el interior de la nobleza diferencias de nivel y rango social, diferenciándose:
• La alta nobleza: Los nobles poseedores de Señoríos o que ostentan un título,
Conde, Duque, Marqués o Barón. Incluso entre los titulados existe un grupo más
reducido y prestigioso: Los Grandes de España, o los Pares de Francia. En el
siglo XVI la mayoría de los nobles titulados eran señores jurisdiccionales.
• La baja nobleza: Estaba constituida por varias categorías, Caballeros o
gentilhombres y en Castilla los Hidalgos. Muchos señores jurisdiccionales no
poseían título, pero si pertenecían a la baja nobleza. La Baja nobleza, que en
España está representada por los hidalgos, escuderos, infanzones, etc.,
únicamente disfrutaban de su condición privilegiada, pero no tenían por qué
tener rentas para sostener un modo de vida compatible con tal condición.

Principal propietaria de la tierra que ejercía sobre ella y quienes la cultivaban


una autoridad de tipo político. El mundo rural Europeo estaba organizado sobre la base
del señorío, la administración no está ejercida por los representantes del monarca, sino
por los señores jurisdiccionales, que formaban el estamento de la nobleza. Estos señores
ejercían sobre sus vasallos funciones de administración, justicia y hacienda, y reciben
diversos derechos por el ejercicio de sus funciones públicas y una serie de rentas como
propietarios de la tierra. En algunos casos se trata de rentas fijas. En una época de alza
de precios como lo fue el siglo XVI, era más provechoso recibir una parte de la cosecha,
lo que le permitía hacer negocios. En Europa Oriental podía disponer del trabajo
gratuito de los campesinos, por medio de prestaciones u “Corveas”.

Los señores disponían de muchos medios de coerción económica sobre los


campesinos. Tenían monopolios de medios técnicos, molinos (de cereales y aceite) y
herrerías, cobraban impuestos sobre vías de comunicación (puentes, caminos, barcas),
gozaban de derechos preferentes de venta de su propia producción en mejores
condiciones y tiempo que los campesinos, disfrutaban de derechos exclusivos de caza y
de pesca, cobraban derechos sobre ventas o trasmisiones hereditarias de las propiedades
de aquéllos. Disfrutaban de una situación privilegiada que les permitía vivir del trabajo
de sus súbditos y al mismo tiempo dictar normas que regulaban este trabajo. A la vez
que los ingresos eran elevados, no menos elevados eran sus gastos:
• Mantenían a un número elevado de criados
• Llevaban una vida suntuosa sin reparar en gastos (se llamaba ser “liberal”)
• Dotes económicas a las hijas
• Desarrollo de una política matrimonial adecuada, buscando nueras bien dotadas
para sus hjjos
• Construcción y mantenimiento de distintos palacios y residencias costosas

Muchos de esos nobles quedaban endeudados, pero no era problema, pues por su
condición privilegiada de la nobleza y su dependencia del poder real, no podían ser
encarcelados por deudas. Los monarcas concedían todo tipo de ventajas económicas
para que los aristócratas no se vieran obligados a pagar a sus acreedores; además, les

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otorgaban todo tipo de mercedes en forma de privatización de impuestos o concesión de
cargos lucrativos de la administración civil o eclesiástica para ellos y para sus hijos.

Al contrario de lo que defendían sus teóricos, la condición nobiliaria


(supuestamente sólo se trasmitía por descendencia, nobleza de linaje y nobleza de
sangre), no era inmutable, sino que obedecía a una evolución histórica. La mayor parte
de los títulos nobiliarios existentes en Europa no eran de origen medieval, sino que
fueron concedidos por los reyes en momentos diversos. El estamento noble aumentaba
continuamente mediante incorporaciones de nuevas personas y familias que
lógicamente provenían de las filas de plebeyos ricos, campesinos acomodados,
oligarquías urbanas. Los procedimientos de ennoblecimiento eran muy variados, por
supuesto, el rey podía conceder privilegios o cartas de nobleza, pero era más común el
ennoblecimiento por la costumbre, por la aceptación social, la imitación de la forma de
vida nobiliaria more nobilium.

La condición nobiliaria se trasmitía por herencia a todos los hijos, pero el título
no. En los países de Derecho romano, o influidos por él, sólo el hijo mayor de un noble
heredaba su título. Los demás hijos, serían simplemente caballeros. Respecto a la
herencia, en el siglo XVI, se sigue el sistema de primogenitura procedente del Derecho
romano. En países germánicos y eslavos, en cambio, los bienes se repartían entre los
hijos varones por igual.

---El clero: Junto con la Nobleza, era el otro estamento privilegiado, poseedores
también de tierras. El integrarse en el estamento eclesiástico era también una buena
opción por varios motivos: sus miembros estaban exentos de la jurisdicción ordinaria y
gozaban de privilegios fiscales, lo que favorecía el fraude al poner en cabeza de un
pariente eclesiástico la hacienda familiar. Para los pecheros, ingresar en el estamento
nobiliario era ventajoso y un medio de vida apetecible; también era una salida digna
para las familias nobles, ya que a los segundones desprovistos de medios propios, la
iglesia les ofrecía y aseguraba una posición económica y social. El claustro
proporcionaba a las mujeres solteras y viudas, cualquiera que fuera su procedencia
estamental, una adecuada manera de vivir.

Dentro del estamento eclesiástico existían desigualdades económicas, pues


aunque su riqueza procedía fundamentalmente de los diezmos, de sus propiedades
rurales y urbanas, de sus inversiones en préstamos hipotecarios (censos), así como de
los estipendios cobrados por las misas o por la administración de los sacramentos, de
limosnas y donaciones particulares, lo cierto es que sus miembros no gozaban de los
mismos ingresos:
• Clero secular: El alto clero (Prelados y Canónigos), percibían ingresos muy
superiores a los que cobraba El bajo clero (Curas, Párrocos); y estas diferencias
se acentuaban en el bajo clero en función de que sus miembros residieran en la
ciudad o en el campo.
• Clero regular: Lo mismo les sucedía, con la diferencia de ingresos, había
Órdenes Religiosas (dominicos, jerónimos, benitos y bernardos) que disponían
de elevadas rentas, con la particularidad, además, de que sus miembros, entre los
que figuraban descendientes de la nobleza, comenzaron a alejarse de las normas
establecidas por sus fundadores, abandonando, en consecuencia, el trabajo
manual, que relegaron en criados. En el polo opuesto se encontraban las Órdenes
Mendicantes (franciscanos, agustinos, carmelitas, trinitarios y mercedarios),

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menos prósperas, que vivían con mayor pobreza, aunque en su seno también
prendió la relajación de las costumbres y los abusos al amparo de sus privilegios
jurídicos.

2/- Criterios de jerarquización

La sociedad del Antiguo Régimen se estructuraba, a partir de criterios


jerárquicos muy formalizados. La existencia de privilegios de diversa índole era un
principio rector del orden social. Los privilegios estaban legalmente reconocidos. En
líneas generales, y salvando las excepciones de algunos territorios, los privilegiados en
sentido estricto no llegaban al 5% de la población. La inmensa mayoría de los
habitantes eran considerados “plebeyos”, aunque dentro de este amplio concepto se
encontraban condiciones económicas y sociales bastante diferenciadas. Esta sociedad se
denomina a veces “estamental”, por considerar que se organizaba a través de estamentos
sociales y no por clases como las de la sociedad industrial, regidas primordialmente por
criterios económicos.
Ciertamente aquella sociedad se orientaba hacia las relaciones entre grupos
organizados de diversa índole más que hacia las relaciones entre individuos aislados.
Era una sociedad corporativa y en cierto grado colectivista.
En la sociedad del Antiguo Régimen1 los citados estamentos constituían grupos
cerrados a los que se accedía fundamentalmente por nacimiento. Aunque podía haber
alguna escasa posibilidad de trasvase de uno a otro grupo (ennoblecimiento por méritos,
acceso al clero, compra, etc.), lo que caracterizaba esa sociedad era la estabilidad.
Cada estamento se correspondía con un estrato o grupo definido por un común
estilo de vida y análoga función social. Era bastante impermeable, es decir, sus
miembros no podían fácilmente mudar de condición.
Jurídicamente era desigual. Cada una de las personas que lo componía era
portadora o no de privilegios, en función de su pertenencia a una u otra categoría. Los
privilegios consistían en la exención de obligaciones (impuestos) y el derecho a ventajas
exclusivas.
Había un estamento privilegiado en el que se incluían la nobleza y el clero y
otro no privilegiado que englobaba en su seno al resto de los estratos sociales:
burgueses, artesanos, campesinos y grupos marginales.
Al estamento privilegiado se accedía (salvo en el caso del clero) por nacimiento
o por concesión especial del monarca. A partir del siglo XVII cada vez se hizo más
corriente que individuos burgueses alcanzaran el ennoblecimiento mediante la compra
de títulos al monarca.
La rígida sociedad estamental entró en crisis a raíz de los cambios que fueron
produciéndose a lo largo del siglo XVIII, que llevaron consigo el fortalecimiento de
una burguesía rectora de gran parte de la economía.
La sociedad preindustrial estaba fuertemente enraizada en un mundo de
creencias tradicionales, transmitidas oralmente, y manifestaba un fuerte recelo hacia la
novedad, y hacia los individuos ajenos al propio grupo o “cuerpo”. El desarrollo del
Estado siempre topaba con la resistencia de los derechos colectivos establecidos, de una
moral comunitaria, que a veces estaba relacionada con actitudes paternalistas de los
poderosos.

1
La denominación de Antiguo Régimen fue utilizada por los protagonistas de la Revolución Francesa para designar el
sistema político y social que ellos querían derribar.

21
3/- Niveles socio-económicos

La sociedad del siglo XVI era jerárquica y muy tradicional. Se centraba en algún
tipo de grupo social: la familia, el linaje en sentido extenso, la corporación laboral o
profesional, la comunidad de vecinos, de barrio o de parroquia. Por esta razón se habla
de sociedad corporativa. Las interferencias exteriores al grupo, sea de individuos
aislados, sea de un poder organizado, eran rechazadas con fuerza en nombre de una
moral colectiva. Existía la creencia de que la defensa de los derechos tradicionales podía
ser realizada mediante actitudes de rebelión, e incluso de que el pueblo (o una parte de
él, como la nobleza) tenía no sólo el derecho, sino incluso el deber de rebelarse, si las
autoridades no eran diligentes en el cumplimiento de sus obligaciones, por ejemplo, en
la persecución de la herejía o de pecados considerados “nefandos”, como la
homosexualidad, o en la política de mantener el pan accesible a las clases populares.
Existían en esta sociedad un esquema tripartito, dos estamentos privilegiados: el
clero y la nobleza. Y fuera de este grupo por exclusión, estaba el tercer estamento,
también llamado el estado llano, estado general o tercer estado.
Los no privilegiados podían aspirar a formar parte del clero, ya que era un
estamento abierto, no determinado por el nacimiento. A la nobleza se accedía también
por diversas vías: matrimonios desiguales de nobles y plebeyos, exclusión en los
padrones de pecheros2, compra de empleos públicos o ennoblecimiento por concesión
de los monarcas en recompensa de servicios prestados a la Corona, incluidos los
financieros.
En las ciudades encontramos tres grandes grupos sociales, numéricamente
dispares. Existía una minoría de burgueses, una mayoría de artesanos, y también un
amplio número de de criados y de trabajadores no cualificados, además de los sectores
marginados.
Los plebeyos, en concreto los burgueses, tenían gran afán de integrarse en la
nobleza, por un lado les interesaban objetivos materiales y al mismo tiempo veían las
exenciones fiscales de las que los nobles gozaban, además de los privilegios jurídicos.
También había interés en integrarse en el estamento eclesiástico, que a su vez,
también gozaba de privilegios fiscales, en este estamento estaban interesados además de
los pecheros, los segundones desprovistos de medios propios, asegurándose así una
posición económica y social.
De todo esto se deduce que la nobleza era el estamento más importante, seguido
del clero y después de éstos la burguesía, enriquecida con la actividad mercantil. Y el
resto del estado llano, eran los que mantenían a los grupos privilegiados, los
campesinos, eran los que mejor estaban, pues muchos eran poseedores de tierras, y por
debajo de estos estaban los arrendatarios y después de ellos los jornaleros, los más
pobres de todos. En la parte más baja de la pirámide y por último estaban los grupos
marginales, que vivían en el umbral de la pobreza.

2 Condición social que no viene determinada por la riqueza sino exclusivamente por la obligación de contribuir a un pago de un tipo de
impuesto personal.

22
4/- Privilegios jurídicos

Los privilegios jurídicos son específicos de los estamentos privilegiados, es decir


de la nobleza y del clero.

La nobleza gozaba de exenciones fiscales y de privilegios jurídicos, de


importante interés. En materia de justicia:
• Eran juzgados en tribunales especiales
• No podían ser atormentados salvo por ciertos delitos, tales que el de lesa
majestad,
• No podían ser azotados, ni condenados a galeras
• No podían ser encarcelados por deudas civiles
• Podían ir a prisión por delito penal (robo, homicidio, etc.) pero en cárcel
separada de los demás reclusos
• No podían sufrir torturas
• No podían ser condenados por injurias
• No podían ser condenados a muerte afrentosa de horca, etcétera.

El clero por su parte, también tenían sus ventajas, sus miembros estaban exentos
de la jurisdicción ordinaria y gozaban de privilegios fiscales, lo que favorecía el fraude
al poner en cabeza de un pariente eclesiástico la hacienda familiar.

TEMA: 4 – EL TERCER ESTAMENTO O ESTADO LLANO

I- Epígrafes:

1. La población urbana: burgueses, profesiones liberales, artesanos y


trabajadores no cualificados
2. El campesinado y las diferentes condiciones de explotación de la tierra
3. Los sectores marginados: pobres, vagabundos y delincuentes
4. Las revueltas populares en el siglo XVI

II- Resumen del contenido:

Frente a los estamentos privilegiados, el estado llano se configura como un


abigarrado conjunto de grupos sociales que tienen en común varias cosas:
1. Una limitada movilidad social, ya que resulta bastante difícil a los individuos y
familias incluidos en este estamento el acceder a la nobleza, aunque no así el
integrarse en el clero, lo que será un paso importante para el ascenso social de
algunas familias, ya que tener un pariente en la iglesia contribuía a su
ennoblecimiento, sobre todo si lograba obtener una canonjía o una prelacía; y
2. Su condición de contribuyentes al erario, ya que estaban sujetos al pago de
impuestos directos, y además tenían la obligación de satisfacer el diezmo a la
iglesia y rentas señoriales en los lugares de señorío.

Campesinos, mercaderes, artesanos, burócratas, aprendices, criados y todo tipo


de trabajador por cuenta propia o ajena, estuviese o no cualificado, desempeñase o no

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una profesión liberal, constituían el tercer estado o estado llano; también formaban parte
del mismo quienes nada poseían y quienes estaban al margen de la ley por causas
diversas: pobres, vagabundos y delincuentes.

Esta diversidad de empleos y de oficios originaba contrastes de riqueza muy


acentuados entre los diferentes grupos que integraban el estamento.

En los núcleos urbanos destacaban los hombres de negocios, los comerciantes-


banqueros del Renacimiento, los asentistas de España o los financieros de Francia, que
gozaban de un nivel de vida similar al de alta nobleza y de unos ingresos considerables;
por debajo de ellos se encontraban los mercaderes de lonja, al por mayor, y algunos
maestros artesanos, plateros, sobre todo; después venían los pequeños y medianos
comerciantes, cuyo nivel de ingresos se asemejaba mucho al de los maestros artesanos;
el último eslabón lo integraban oficiales, criados, aprendices, un variopinto grupo de
trabajadores libres no especializados que se dedicaban a la carga y descarga de
mercancías (“ganapanes”, “gagnedeniers”, “bergantes” y “journeymen”) y una multitud
de pobres que vivían de la caridad. Junto a ellos hay que mencionar a los rentistas y a un
abigarrado conjunto de profesiones relacionadas con la administración local y estatal,
así como con los tribunales de justicia y con la actividad comercial: abogados, notarios,
procuradores, agentes de comercio y otros muchos empleos de características similares.

En las zonas rurales también se aprecian importantes desigualdades. Es verdad


que los campesinos constituían la mayoría de la población europea, pero su situación
social y económica variaba en función de diferentes factores: que fueran propietarios de
tierras de labor y de ganados, que fueran jornalero o que dependieran de un señor
jurisdiccional, del régimen de tenencia de la tierra o de la duración de los contratos de
arrendamiento y de aparcería. En los países del Este de Europa el campesinado estaba
sometido al régimen de servidumbre, lo que implicaba la obligación de realizar
determinados trabajos gratuitos en beneficio del señor (corvées o robot). Así pues,
encontramos campesinos acomodados que poseían tierras en propiedad o con contratos
favorables, así como animales de tiro y utensilios de labranza (“labradores honrados” en
Castilla; yeomen en Inglaterra); campesinos medios independientes –su número fue
reduciéndose en el siglo XVII debido sobre todo a la evolución capitalista de la
agricultura-; labradores dependientes, que no disponían de tierras suficientes para hacer
frente al pago de diezmos, rentas e impuestos; y jornaleros o campesinos sin tierra.

Es importante tener en cuenta, además, que las diferencias de riqueza y de


oportunidades entre los estamentos, y en el seno de cada uno de ellos, podía generar
toda suerte de conflictos y de violencia. Estas manifestaciones, sin embargo, se
acentuaban cuando se producían malas cosechas por causas climáticas, lo que encarecía
el precio de los cereales y de los demás artículos de consumo básico, o cuando el Estado
exigía nuevas contribuciones fiscales a los súbditos: en ambos casos, la población se
hacía escuchar a través de motines, algunos surgidos de forma espontánea y otros
alentados por grupos de poder descontentos con la autoridad real o con sus agentes, sin
olvidar la intervención en ocasiones de instigadores extranjeros financiados por sus
soberanos con la finalidad de desestabilizar la quietud de los reinos enemigos y de
minar el poder de sus monarcas. En el siglo XVI los levantamientos más importantes
tuvieron lugar en el primer cuarto de la centuria, con el estallido de las guerras de los
campesinos en Alemania y con las comunidades y germanías en España.

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En el campo, particularmente en las regiones fronterizas entre reinos –en el caso
español, por ejemplo, entre Castilla y los reinos de Aragón y Valencia- se desarrollará
con fuerza el bandolerismo –en sus filas participarán tanto nobles como campesinos y
desheredados- al amparo de una red viaria de difícil trazado, por lo montuoso del
terreno, y a duras penas defendida por las instituciones del Estado, como la Santa
Hermandad, creada por los Reyes Católicos y que será decisiva para mantener el orden
en la Castilla rural. En las regiones costeras, contrabandistas y metedores desafiarán
asimismo la autoridad civil cargando y descargando en la noche todo tipo de mercancías
sin abonar los derechos aduaneros.

1/- Población urbana: burgueses, profesiones liberales, artesanos y trabajadores


no cualificados.

La ciudad formaba dentro del Antiguo Régimen, un elemento minoritario, pero


muy importante por su dinamismo. Simbolizaba la economía de base dineraria,
capitalista, en oposición a la estructura rural tradicional heredada del feudalismo, pero
las ciudades del antiguo régimen estaban muy interrelacionadas con el campo.
En la Edad Moderna la nobleza mas importante residía en las ciudades y la
nobleza media tendía a participar en su gobierno, los grupos dirigentes de las ciudades
eran en parte rentistas y en parte propietarios rurales. En los núcleos urbanos destacaban
los hombres de negocios, los comerciantes-banqueros del Renacimiento, los asentistas
de España o los financieros de Francia, que gozaban de un nivel de vida similar al de
alta nobleza y de unos ingresos considerables; por debajo de ellos se encontraban los
mercaderes de lonja, al por mayor, y algunos maestros artesanos, plateros, sobre todo;
después venían los pequeños y medianos comerciantes, cuyo nivel de ingresos se
asemejaba mucho al de los maestros artesanos; el último eslabón lo integraban oficiales,
criados, aprendices, un variopinto grupo de trabajadores libres no especializados que se
dedicaban a la carga y descarga de mercancías (“ganapanes”, “gagnedeniers”,
“bergantes” y “journeymen”) y una multitud de pobres que vivían de la caridad. Junto a
ellos hay que mencionar a los rentistas y a un abigarrado conjunto de profesiones
relacionadas con la administración local y estatal, así como con los tribunales de justicia
y con la actividad comercial: abogados, notarios, procuradores, agentes de comercio y
otros muchos empleos de características similares.
El nombre de burgués designa originariamente al habitante de un burgo o de
una ciudad, si bien mas adelante se identificó con los grupos sociales que vivían del
comercio o del ejercicio de profesiones liberales; de hecho, se tiende a medir el grado de
desarrollo en función del crecimiento de algunas de estas profesiones: médicos,
abogados, enseñantes, funcionarios (oficios de pluma)…unos grupos que empezaron a
tener un peso importante en las ciudades italianas a partir del renacimiento. En general
se consideraba que las profesiones liberales no eran incompatibles con el
ennoblecimiento, lo que si ocurría con el comercio.
El grupo dirigente estaba formado por una oligarquía rentista que vivía de sus
propiedades agrarias y de un complicado sistema de préstamos (los censos). Esta
burguesía superior constituía un grupo similar a la nobleza, pero jurídica y formalmente
distintos. Se les llamaba a menudo “burgueses honrados” o “ciudadanos honrados”.
El grueso de la burguesía se dedicaba al comercio, habiendo también jerarquías.
El primer nivel correspondía al comercio de dinero, los comerciantes banqueros del
Renacimiento. Son especialmente significativas familias como los Medici en Florencia,
los Fugger alemanes o los banqueros genoveses del reinado de Felipe II.

25
La mentalidad nobiliaria veía al comerciante como un tipo distinto e inferior
socialmente, considerándolo además movido por el lucro “vil y sórdido”, en las
antípodas del honor nobiliario. En los países latinos se desarrolla el concepto de
“derogeance” según el cual los nobles no podían dedicarse al comercio sin perder su
condición.
La realidad es que los nobles comerciaban con los productos agrícolas de sus
dominios y en los grandes puertos la relación entre comerciantes y nobles era muy
fluida.
Hubo muchos casos de ascenso a la nobleza por parte de comerciantes casi
siempre por la vía de compra de señoríos, del ejercicio de cargos en hacienda o de las
relaciones con la administración real.
La mayor parte de la población urbana estaba integrada por artesanos, normalmente
organizados en gremios que cumplían varias funciones:
• Reglamentar la producción en sus aspectos técnicos
• La organización social del trabajo
• Asumían también funciones religiosas y de asistencia social.
• Los gremios eran la forma de manifestación social de los artesanos.
Según las zonas podía llamárseles también hermandades, cofradías o misterios.
En algunos casos tenían participación en el gobierno municipal o funciones de
recaudación de impuestos, reclutamiento militar etc.
El número de gremios aumento de manera a veces excesiva con la gran
especialización de la producción: gremio de fabricantes de agujas, de fabricantes de
medias de seda etc. Estaban jerarquizados en torno a los maestros. A partir del XV el
examen de maestría era una forma de discriminación económica debido a los elevados
costes de ingreso. Los privilegios a los hijos de los maestros y los matrimonios
endogámicos hacían de los gremios asociaciones cerradas, o por lo menos poco
flexibles.
Por debajo de los maestros, los oficiales y los aprendices constituían un
proletariado joven y mal pagado que a veces se asociaban e forma semisecreta en
cofradías de mancebos.
Los artesanos formaban un grupo subordinado económicamente a la burguesía,
pero distinto del proletariado industrial de épocas posteriores por su mayor
independencia y su estilo de vida que se enorgullecía de las tradiciones corporativas.
Existía una verdadera cultura artesanal, diversificada según los oficios, con canciones
que acompañaban el trabajo, santos patronos que supuestamente habían ejercido el
oficio, etc.
Algunos maestros trabajaban para comerciantes o para otros colegas más ricos, eran en
expresión de la época “maestros que trabajan como mancebos”; sin embargo a
diferencia de los trabajadores industriales eran propietarios de sus herramientas de
trabajo.
Además de los artesanos agremiados existían en las ciudades gran cantidad de
trabajadores no especializados para labores de fuerza física, carga y descarga etc.
Trabajaban por un jornal diario y eran los llamados “ganapanes” o peones.
Había también en las ciudades del antiguo régimen un abundante servicio
doméstico, tanto en las grandes mansiones como en los domicilios de la mediana y
pequeña burguesía (1ó 2 criados)
A los criados, que acostumbraban a ser solteros se les atribuían ciertos niveles de
violencia y de insubordinación social (quizá por su falta de vida familiar) y se les
asociaba con los tumultos callejeros.

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No era raro que sus amos tardaran en pagarles el jornal pero tampoco lo era que
les dejaran algún legado en su testamento.
Las clases populares urbanas vivían una vida “frágil”, el alojamiento era caro y
precario, la alimentación suponía el 50% del salario de un trabajador y aunque algunos
historiadores han señalado la soledad del trabajador pobre en una gran ciudad, otros
estudios hacen pensar que existían diversas formas de solidaridad y ayuda, no solo las
organizadas por los gremios, sino también por las parroquias y las que procedían de las
relaciones de vecindad. Múltiples redes de solidaridad enmarcaban la vida preindustrial.

2/- El campesinado y las diferentes condiciones de explotación de la tierra.


(EXAMEN)

El campesinado formaban la mayor parte de la población europea, en torno al


80% pero sus condiciones sociales y económicas eran muy diferentes en función de
varios factores: su dependencia o no de un señor jurisdiccional, de cuál era el régimen
de tenencia de la tierra, si disponía de contratos a largo plazo o prácticamente vitalicios
o bien eran arrendamientos a corto plazo o incluso de condiciones peores, o era un
simple jornalero asalariado.
La mayor parte de los campesinos debían entregar a los señores una parte de la
cosecha, además del diezmo (décima parte de la producción) para el sustento de a
iglesia, ya fuera católica o protestante, aunque muchas veces la percibían también los
propios señores. Además soportaban un régimen impositivo que evolucionó desde el
exceso a la total desmesura, incluyendo exenciones injustas para las capas altas y el alto
clero. En el este de Europa el régimen de servidumbre implicaba la obligación de
realizar trabajos gratuitos para el señor: las corveas, que consistían en el trabajo
personal del campesino sólo o con sus animales de tiro según su nivel de riqueza.

La tenencia de la tierra : Contratos. Determinaban los tipos de campesinado.


Los mas favorables eran los contratos enfitéuticos, por lo cuales el campesino
obtenía el usufructo de la tierra por largo tiempo o a veces indefinido mientras se
cumplieran unas determinadas condiciones. Se pagaban unas cantidades simbólicas en
reconocimiento del dominio del señor, pero esas cantidades o productos no tenían
relación directa con la extensión de la tierra o la cuantía de la producción. Según fuera
este pacto el campesino corría o no con los gastos de sostenimiento del terreno.
Los otros contratos eran menos beneficiosos. El contrato de arrendamiento
solía estipularse por períodos cortos lo que permitía ir adecuando las rentas a la
evolución de los precios. Era aceptable para campesinos con suficiente capital de
explotación, alquilando grandes propiedades para una explotación orientada al mercado.
Otra modalidad muy frecuente en los países mediterráneos era la aparcería, el
propietario aportaba el capital y se llevaba una parte importante de la producción,
muchas veces la mitad. Era propio de campesinos pobres y sin medios (aperos agrícolas,
animales de labor…). El arrendador explotaba las tierras de su señor por un corto
espacio de tiempo. Era el dueño quien aportaba enseres, semillas o cualquier otra cosa
que se precisase a cambio de un porcentaje de la producción. Esto implicaba que una
parte del precio se recibía en especie. Este sistema estuvo muy extendido en Francia e
Italia.
En esta sociedad rural era muy importante la existencia de bienes de carácter
comunitario, de uso comunal. Los bosques y prados comunales suponían madera y
pastos para el ganado de los campesinos pobres. Los derechos comunales permitían

27
también pastar en tierras de propiedad privada después de la siega es la llamada derrota
de mieses. Para permitir este derecho de “espigueo” era necesario que los campos
permaneciesen abiertos y que se siguiese un ritmo colectivo de trabajo. La parroquia era
el centro de articulación de la comunidad, el domingo tras la misa se tomaban las
decisiones sobre el trabajo agrario.
A lo largo de la Edad Moderna hubo múltiples conflictos por el retroceso de esos
derechos colectivos en beneficio de las explotaciones individuales. El cierre de los
campos era un símbolo de la nueva agricultura capitalista, también fue muy conflictiva
la desecación de lagunas para convertirlas en propiedades individuales acabando con
los tradicionales derechos comunitarios de pesca. Sus terrenos fueron vendidos a
terratenientes capaces de invertir en semejante empresa lo que empobreció a la
población ya que estas marismas eran recursos tanto por la recolección de la vegetación
propia como por la pesca.
Estos terratenientes constituían una cifra muy baja mientras que los labradores
ricos eran alrededor del 5% y un 25% de la población eran agricultores medios que
sostenían la mayor parte de la producción. El resto lo integraba una masa de jornaleros
dependientes en precario con tierra poco productivas y de escaso tamaño.
En general el cambio de ritmo económico en la Europa del siglo XVI provocó
una sobreexplotación de los recursos y contribuyó a un fuerte estrés en la producción
primaria. El trabajo del campesinado durante la Edad Moderna se mantuvo en
parámetros medievales dada la poca intención de invertir de los grandes propietarios y
de las penurias económicas de los pequeños. Sólo la incipiente y muy vital clase media
agrícola mostraba interés por las nuevas técnicas capaces de aumentar y asegurar sus
beneficios.
Mientras los derechos señoriales se pagaban en especie, los nuevos impuestos
reales eran en metálico. Para obtener dinero debía vender su producción pero no
siempre en condiciones favorables ya que el señor tenía el privilegio de vender antes y a
mejores precios.
Durante gran parte de la Edad Moderna el campesino no se beneficiaba de
ninguna acción estatal a cambio de sus impuestos. El reclutamiento y sobre todo el
alojamiento obligatorio de soldados suponían una dura carga tanto económica como a
nivel de las brutalidades y violaciones que a menudo sufrían.
Normalmente el campesino pagaba más impuestos que el habitante de la ciudad
y se encontraba más desprotegido en situaciones de pobreza. Sus deudas se agudizaban
en caso de varias malas cosechas lo que podía llevar a la perdida de la explotación que
había sido hipotecada como garantía de pago. El endeudamiento era una de las vías mas
frecuentes de expropiación a los campesinos pobres.
En el mundo rural también estaba jerarquizado, aunque en menos medida
que el urbano. Las diferencias se establecían según las posibilidades de disponer de los
medios de producción en especial animales de tiro y aparejos de labranza. También
influían los sistemas de herencia y la naturaleza de la producción. Los agricultores
especializados solían estar en mejores condiciones que los limitados a mera producción
de subsistencia. Las instalaciones básicas para la elaboración de productos agrarios
estaban en poder del señor en forma de monopolio, como los molinos, hornos, prensas,
lagares almazaras (molinos de aceite).
Una pequeña minoría (5% aprox.) eran campesinos acomodados, a los que se
denomina “labradores honrados” o “villanos ricos”, disponían de propiedades
extensas en propiedad o con contratos favorables , para cuya explotación empleaban a
campesinos pobres o jornaleros. También pertenecían a esta categoría los grandes

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arrendatarios del norte de Francia muchos de ellos arrendatarios de los derechos
señoriales. Se les llama también “burguesía rural”.
El segundo grupo lo formaban campesinos medios, independientes pero no
poderosos (25% aprox.) este grupo fue disminuyendo por la evolución capitalista de la
agricultura.
La mayoría del campesinado europeo (60-70%) lo formaban campesinos
dependientes, sin tierras suficientes para hacer frente a diezmos, rentas e impuestos y
enfrentarse a malas cosechas y deudas. Solían trabajar para los campesinos poderosos
en labores estacionales. Este grupo aumento enormemente como consecuencia de la
crisis económica del XVII.
Existían también jornaleros o campesinos sin tierras, abundantes en el sur de
España e Italia. Mas importante era la figura del mozo de labranza, trabajador soltero y
eventual incorporado a la familia, en la Inglaterra preindustrial entre el 25 y el 50% de
los jóvenes eran mozos de labranza.
La vida del campesinado era muy precaria, un gran esfuerzo físico y un trabajo
realizado con útiles muy rudimentarios, viviendo a menudo en sitios aislados lo que
producía un sentimiento de desconfianza hacia el exterior. Su situación fue
modificándose en función de la coyuntura económica.

3/- Los sectores marginados: pobres,vagabundos y delincuentes

La pobreza estaba muy ligada con la sociedad del Antiguo Régimen. En torno al
10% de la población vivían en condiciones d pobreza, este porcentaje aumentaba en las
ciudades castellanas del XVI.
Las clases trabajadoras urbanas y rurales, vivían en el umbral de la pobreza,
dependiendo de los vaivenes económicos del momento. El incremento del número de
pobres que observaban los testimonios de la época, coincidían con dificultades
económicas conocidas. Ésta podía tener un carácter transitorio, aunque grave para sus
consecuencias inmediatas. El umbral de pobreza se desplaza y englobaba entonces
buena parte del pueblo trabajador, que sufría bajos salarios y altos precios. Los
asalariados puros no constituían la mayor parte de la población laboral. Por otra parte,
era bastante habitual cobrar parte del salario en especies.
El trabajo familiar se centraba en el cabeza de familia, suponiendo en caso de su
muerte o incapacidad para el trabajo la caída en la pobreza, quedando viudas, enfermos,
y ancianos, reducidos a la mendicidad por falta de recursos.
La pobreza constituía un rasgo permanente de aquella sociedad. En el primer
tercio del siglo XVI se produjo un cambio, importante en las actitudes oficiales hacia el
pauperismo, existiendo dos posturas:
--- La limosna indiscriminada se consideraba positiva; la visión cristiana
tradicional era la de una cierta valoración del “pobre de Jesucristo”. Las Órdenes
Mendicantes pedían limosna públicamente para sus conventos.
--- Frente a la visión tradicional, varias ciudades de Países Bajos y de Alemania,
establecieron una nueva política para la pobreza: La “policía de pobres”. Ésta proponía
ejercer y reglamentar la asistencia social por medio de instituciones municipales más
que religiosas e impulsar el trabajo de los necesitados de forma más o menos forzosa.
Los pobres que no estaban controlados por una parroquia eran considerados
vagabundos. Eran peligrosos porque no dependían de un amo. La mayor parte de los
errantes eran campesinos pobres que habían perdido sus tierras y no disponían de tantas

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instituciones caritativas como en las ciudades. La doctrina oficial, durante la Edad
Moderna, era que no existía el paro involuntario.
La prevención de las autoridades hacia los vagabundos no estaba desprovista de
fundamento, ya que era difícil diferenciar a los “miserables” de los “truhanes”
(delincuentes), falsos mendigos y delincuentes, a veces formaban bandas organizadas, o
exigían limosna por medio de amenazas. Se miraba también con cierta sospecha a los
vendedores ambulantes que rozaban el vagabundeo (persecución de los gitanos).
La legislación penal, que se aplicaba contra los delincuentes y vagabundos, solía
ser dura, con frecuencia arbitraria, socialmente selectiva. Castigaba con frecuencia a los
no integrados en grupos que pudieran protegerles y en general a los extraños a la
comunidad. Las condenas consistían más bien en multas, azotes, mutilaciones, trabajos
forzados (galeras).
El bandolerismo presentaba unos perfiles distintivos. Respondía a la miseria y
también a los hábitos de violencia que impregnaban toda la vida social, incluida la de
los privilegiados. En el campo, particularmente en las regiones fronterizas entre reinos –
en el caso español, por ejemplo, entre Castilla y los reinos de Aragón y Valencia- se
desarrollará con fuerza el bandolerismo –en sus filas participarán tanto nobles como
campesinos y desheredados- al amparo de una red viaria de difícil trazado, por lo
montuoso del terreno, y a duras penas defendida por las instituciones del Estado, como
la Santa Hermandad, creada por los Reyes Católicos y que será decisiva para mantener
el orden en la Castilla rural. En las regiones costeras, contrabandistas y metedores
desafiarán asimismo la autoridad civil cargando y descargando en la noche todo tipo de
mercancías sin abonar los derechos aduaneros.
Era general en toda la Europa moderna, revistiendo a fines del siglo XVI
especial importancia en los países mediterráneos, estando relacionado con el
contrabando. Era también fruto de enfrentamientos familiares, guerras privadas, que se
mantenían con ayuda de criados “lacayos”, parientes y amigos.

4/- Las revueltas populares del siglo XVI. (EXAMEN)

Fueron frecuentes y a menudo imitando las revueltas de las clases nobles poco
dadas a la obediencia y subordinación a la autoridad.
Es importante tener en cuenta, además, que las diferencias de riqueza y de
oportunidades entre los estamentos, y en el seno de cada uno de ellos, podía generar
toda suerte de conflictos y de violencia. Estas manifestaciones, sin embargo, se
acentuaban cuando se producían malas cosechas por causas climáticas, lo que encarecía
el precio de los cereales y de los demás artículos de consumo básico, o cuando el Estado
exigía nuevas contribuciones fiscales a los súbditos: en ambos casos, la población se
hacía escuchar a través de motines, algunos surgidos de forma espontánea y otros
alentados por grupos de poder descontentos con la autoridad real o con sus agentes, sin
olvidar la intervención en ocasiones de instigadores extranjeros financiados por sus
soberanos con la finalidad de desestabilizar la quietud de los reinos enemigos y de
minar el poder de sus monarcas. En el siglo XVI los levantamientos más importantes
tuvieron lugar en el primer cuarto de la centuria, con el estallido de las guerras de los
campesinos en Alemania y con las comunidades y germanías en España.
Hubo diferentes tipos y por motivos diversos:

• Tumultos de subsistencia. Motines del hambre o de carestía, llamados por los


británicos food-riots. Eran frecuentes por el hambre o la carestía de los

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alimentos, no se reclamaban salarios mayores, sino precios asequibles en los
productos de primera necesidad. Se creía en la existencia de unos “precios
justos” de una “economía moral” y la actitud violenta del pueblo obedecía a la
idea de que las autoridades hacían dejación de sus funciones en defensa de la
moral tradicional. Los enemigos del pueblo eran comerciantes especuladores,
molineros y en última instancia las autoridades.
• Levantamientos campesinos: fueron variando sus motivaciones: si hasta mitad
del XVI eran movimientos populares en defensa del “hombre común” y
culminaron con la Gran Guerra de los Campesinos de Alemania (1525) en la
segunda mitad aparecieron elementos religiosos de carácter profético o
milenarista anunciando el fin del mundo y la exigencia de una sociedad
igualitaria sin señores ni privilegiados. Los rebeldes se llamaban unos a otros
“hermanos” y se organizaban en hermandades como en Castilla y Galicia, o en
“germanies” como en Valencia y Mallorca. Además de revueltas violentas se
iniciaron una serie de procesos jurídicos ante los tribunales contra determinados
derechos señoriales.
• Tuvieron especial significado los movimientos contra los impuestos en los
productos de primera necesidad. La “gabela” que era el impuesto sobre la sal
se convirtió en sinónimo de impuesto arbitrario y destructivo; este tipo de
impuestos y el régimen aduanero dieron lugar al contrabando, actividad que la
población no consideraba ilegal y que disfrutaba de amplio apoyo popular. La
hostilidad popular se desataba especialmente contra los recaudadores de
impuestos, figura ajena a la comunidad.
• España conoció dos rebeliones importantes: los “comuneros” castellanos y las
“germanías” de Valencia y Mallorca ambas con sentidos de hermandad y
fraternidad. Ambas fracasaron.
• En España y Europa central se produjo una reacción patricia que consolidó a las
profesiones liberales y oligarquías urbanas, frente a los comerciantes y
artesanos, que de algún modo frenaron la vuelta de la “servidumbre” como
sucedió en Europa oriental.

Los jefes de las rebeliones eran presentados como lo peor de la sociedad, sin
embargo las investigaciones demuestran que podían ser artesanos y campesinos
acomodados o incluso pertenecer a la pequeña nobleza. Los curas aldeanos solían ser
dirigentes naturales de muchos movimientos campesinos y en las ciudades los frailes
podían ser predicadores subversivos. Los antiguos soldados e incluso algún caballero
podían dirigir los ejércitos espontáneos de los campesinos.
La mayor parte de las revueltas terminaron con la derrota y la represión, no
podían tener éxito si no contaban al menos con la simpatía o la división de una parte de
la minoría dirigente. El orden social se mantenía con poca policía: era la aceptación de
la jerarquía social establecida y los propios medios represivos de los privilegiados los
que aseguraban la disciplina social. En todo caso la Edad Moderna resultó ser menos
revolucionaria en cuanto a los movimientos populares que los últimos siglos de la Edad
Media. Las tensiones sociales continuaron, más por vías legales que con actos violentos.

31
BLOQUE II:

LA CRISISDEL SIGLO XVII. DESPLOME POBLACIONAL Y CONFLICTO


SOCIAL

TEMA: 5 – EL CONCEPTO DE “CRISIS” DEL SIGLO XVII

I- Epígrafes:

1. El impacto de las dificultades en el mapa europeo


2. Controversia sobre las causas y la naturaleza de la crisis
3. La situación agrícola, manufacturera y comercial
4. La solución mercantilista

II- Resumen del contenido:

El tema aborda un tiempo de crisis, el siglo XVII, en Europa y en el mundo.


Ahora bien, ¿de que tipo de crisis estamos hablando? Varias son las posturas de los
especialistas acerca de este asunto, aunque al final, con los datos que se disponen, sólo
se puede afirmar que el siglo XVII no estuvo afectado por una crisis general, sino por
una serie de crisis parciales de índole diversa que no incidieron al mismo tiempo ni con
la misma intensidad en todas las regiones europeas, aunque sí contribuyeron a
configurar un contexto conflictivo en lo social y difícil en lo económico, de
“crecimiento indeciso” o, si se prefiere, de “retroceso relativo”. Crisis sectoriales y
coyunturales que a la larga provocaron cambios profundos, de signo estructural, que
facilitarán el despliegue de la sociedad capitalista.

En el terreno económico hay que destacar el auge de la actividad comercial e


industrial en contraste con las dificultades que atravesaba la agricultura y la ganadería,
así como la pujanza de Inglaterra y Holanda, que adoptaron medidas innovadoras en el
sector manufacturero textil –traslado de la industria al campo escapando así de los
férreos controles gremiales-, en el transporte de mercancías y en la búsqueda y
monopolio de nuevos mercados, frente al retroceso que experimentan España, Italia y
Alemania, en este caso con algunas excepciones, como Hamburgo.
De este modo, ambas potencias lograrán hacer frente a la crisis económica con
éxito, aunque será Inglaterra la que establecerá en este siglo las bases para su posterior
desarrollo.
En ello incidirá la adopción de una serie de medidas económicas, en el marco de
la práctica mercantilista de la época, orientadas a incentivar la producción industrial y el
comercio nacional, como las Actas de Navegación o los enfrentamientos bélicos con
Holanda en la segunda mitad de la centuria; una política que emprenderá igualmente
Luis XIV en Francia con desigual éxito, y que se traducirá en un incremento de las tasas
aduaneras para las importaciones y de su abaratamiento para las exportaciones, así
como en el fomento de la industria nacional, en particular de artículos suntuarios,
mediante la creación de las Fábricas Reales.
También en España se adoptará una política mercantilista con mejores resultados
a finales del siglo XVII visible en las medidas adoptadas para contratar artesanos
extranjeros y fomentar la producción industrial de artículos suntuarios y de textiles.

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Lo interesante de esta política mercantilista en Europa es que justificará, sobre
todo en la segunda mitad de la centuria, las actuaciones bélicas entre los estados, pues
se entendía que la riqueza de un estado dependía de la ruina del contrario, y ésta sólo
podía venir de la asfixia comercial e industrial producida por la guerra y las represalias
comerciales contra los enemigos.

En cuanto a la agricultura, hay que subrayar varios hechos fundamentales en esta


etapa de crisis:
1. Una sucesión de malas cosechas derivadas de un cambio climático, con períodos
de heladas, de agudas sequías y de lluvias torrenciales;
2. El retroceso de la superficie cultivada como consecuencia de un descenso
notable de la población, lo que permitirá, en cambio, el avance de la ganadería,
que se alimenta de los pastos de las tierras marginales abandonadas;
3. Una mayor especialización en los cultivos dirigidos fundamentalmente a la
exportación.

Así, en el caso español, desde la década de 1640, se asiste en el norte peninsular,


desde Galicia a las Provincias Vascas, a la penetración y difusión del cultivo del maíz a
costa, en algunas zonas del mijo y el centeno, lo que favorecerá un aprovechamiento
más intenso del suelo y una mayor producción agraria global; en Andalucía y Castilla,
por el contrario, se aprecia un retroceso en el cultivo de cereales en beneficio de la vid,
lo que explica el aumento de las exportaciones de vinos hacia América, generando
importantes ganancias a los cosecheros, pero también las críticas de quienes apoyan el
cultivo de plantas destinadas a la industria textil, como el cáñamo y el lino, con el
objetivo de evitar las importaciones de estos tejidos procedentes del centro de Europa;
finalmente, en Levante, Mallorca y también Andalucía, se expande el olivo ante la
demanda de aceite por Inglaterra, Holanda y las colonias americanas.
Respecto al resto de Europa hay que destacar el caso de Inglaterra, donde en la
segunda mitad del siglo XVII se adoptaron soluciones innovadoras, similares a las que
se venían aplicando en los Países Bajos desde la época medieval: rotaciones de cereales
con plantas forrajeras que regeneraban el suelo sin necesidad de acudir al barbecho, lo
cual no sólo aumentaba la producción agrícola, sino que permitía el incremento de la
ganadería estante. Esta práctica, junto con el policultivo de regadío en Holanda y ciertas
innovaciones en la estructura de los cultivos del norte de Italia y Francia, que generan
una agricultura intensiva, especializada y orientada al mercado, especialmente a los
hinterlands urbanos, contrasta sin embargo con el predominio del cereal en todas partes,
y una ganadería trashumante en Castilla y sur de Italia, y vacuna en el este y norte de
Europa.

1/- El impacto de las dificultades en el mapa europeo

Se puede afirmar que el siglo XVII no estuvo afectado por una crisis general,
sino por una serie de crisis parciales de índole diversa que no incidieron al mismo
tiempo ni con la misma intensidad en todas las regiones europeas, aunque sí
contribuyeron a configurar un contexto conflictivo en lo social y difícil en lo
económico, de “crecimiento indeciso” o, si se prefiere, de “retroceso relativo”. Crisis
sectoriales y coyunturales que a la larga provocaron cambios profundos, de signo
estructural, que facilitarán el despliegue de la sociedad capitalista.

33
La revolución de los precios habría culminado a finales del XVI y lo que
caracterizó al XVII fue su estancamiento o retroceso. El cambio de tendencia no fue
uniforme, se produjo a inicios de siglo en los países mediterráneos y se retrasó hasta
1640 en los países del noroeste de Europa.
A partir de entonces la tendencia es claramente descendente, caracterizándose la
segunda mitad del siglo en todas partes por el bajo nivel de los precios.
La sociedad europea experimentó dificultades, pero éstas no tuvieron el carácter
continuo y general que habitualmente se les ha atribuido. Morineau niega que se pueda
hablar de una crisis generalizada del XVII, sino que lo que se produjeron fueron una
serie de crisis de diferente intensidad y amplitud, afectando de diversa manera a los
territorios y sectores económicos.
Es, por tanto, la desigualdad de la crisis lo que viene a destacarse actualmente,
una crisis que ya había comenzado con anterioridad al XVII. El impacto fue más precoz
en el Mediterráneo y las dificultades comenzaron a desaparecer también más temprano.
En el noroeste de Europa la incidencia fue más tardía (mediados XVII- primer tercio
XVIII).
Tampoco se vieron afectados de igual forma los sectores económicos, siendo
más aguda en el ámbito agrícola que en el industrial y comercial, y existiendo grandes
disparidades dentro de ellos.
De igual modo desde el punto de vista territorial, la incidencia fue muy intensa
en el Mediterráneo y en la Europa Oriental. En Francia, la Europa Central y
Escandinavia, se produjo un estancamiento y un leve retroceso. En cambio, en las
Provincias Unidas e Inglaterra solo se produjeron dificultades episódicas que no
impidieron el crecimiento y, sobre todo en el segundo caso, la reorientación de sus
actividades económicas.
La desigual incidencia de la crisis fue lo que permitió la realización de las
transformaciones que resultaron decisivas para el futuro. Las dificultades produjeron
una redistribución del potencial económico, favoreciendo la integración económica y
desplazando el eje de gravedad del Mediterráneo a la zona noroccidental, que
incrementó su desarrollo demográfico, lideró el proceso de urbanización y articuló en su
beneficio la división internacional del trabajo. De todas formas, en el resto del
continente también se realizaron transformaciones que favorecieron una creciente
especialización de la actividad económica y un incremento de la interrelación e
integración de los mercados.

2/- Controversias sobre las causas y la naturaleza de la crisis

El origen de la controversia se inserta en la polémica sostenida por la


historiografía marxista sobre la transición del feudalismo al capitalismo. El debate se
polarizó inicialmente entre los que defendían que la crisis tenía un origen económico y
los que ponían en acento en los problemas políticos.
Se suele consideran el artículo de Hobsbawn en 1954 como el origen del debate.
Defiende que la crisis era la última fase de la transición entre feudalismo y capitalismo.
Por tanto, no era una crisis coyuntural, si no estructural. Sostenía que la crisis fue
provocada por las barreras puestas por la sociedad feudal al desarrollo del capitalismo,
ya que su estructura económica dificultaba el crecimiento del mercado. De ahí que,
aunque incidiera en todos los sectores, la principal manifestación tuvo lugar en el
ámbito comercial. Las contradicciones del sistema feudal bloquearon la expansión del
XVI y provocaron una reducción del mercado en Europa y ultramar.

34
Esta crisis tuvo efectos positivos posteriores, ya que destruyó los obstáculos que
se oponían al capitalismo, creando las condiciones que permitieron la revolución
industrial, ya que provocó una concentración del poder económico a favor de los
sectores y las economías más avanzadas, como la francesa, la holandesa o la inglesa. No
obstante, solo esta última protagonizó la industrialización al haber experimentado un
drástico cambio sociopolítico (revolución de 1640).
La consideración de este conflicto como una revolución burguesa fue lo que
desató la reacción de Trevor Roper, alegando que no podía demostrarse que los
sectores opuestos a la monarquía quisieran promover el desarrollo económico. En su
opinión, la revolución inglesa fue de índole sociopolítica, más que económica, al igual
que otras revoluciones coetáneas que se produjeron en otros países. El conflicto fue
generado por el excesivo desarrollo del aparato del Estado, lo que provocó un
enfrentamiento entre la corte y el país, al reaccionar la sociedad, en un contexto de
regresión económica, en contra del excesivo coste del aparato administrativo, que había
determinado el incremento de la presión fiscal y la centralización política. El fracaso de
las reformas acabó en el estallido de las revueltas cuyo detonante fue el contraste entre
el lujo de la corte y las dificultades económicas que atravesaba la población.
Esta tesis suscitó la aparición de diversas aportaciones sobre las causas de las
revueltas de 1640. Walerstein dice que las dificultades económicas no provocaron
ningún cambio estructural, por lo que no deben de ser consideradas como las
manifestaciones de una crisis, que se había producido a finales de la Edad Media, dando
lugar a la aparición de la economía-mundo. De ahí que considere es que la del XVII fue
la primera contracción del nuevo sistema económico. Las capas dominantes trataron de
buscar los medios para hacerlo funcionar en su provecho, por lo que la contracción
acabó conduciendo a la consolidación del sistema capitalista, el reforzamiento de las
estructuras del Estado, lo que permitió la concentración del poder y del capital.
Lublinskaya resalta el apoyo de la monarquía absoluta al desarrollo de
burguesía y capitalismo manufacturero.
Brenner considera, por el contrario, que la crisis tuvo un carácter netamente
feudal, fue una crisis agraria derivada de unas relaciones de producción y extracción del
excedente que impedía la mejora de la productividad. Cuestiona también el papel
otorgado por Hobsbawn a la expansión del mercado en la génesis del capitalismo,
atribuyendo el protagonismo a la estructura de clases agraria y las relaciones de poder
que de ella se derivaban.
De todas formas, si, como ha podido apreciarse, los problemas económicos
nunca se han desvinculado del marco político, esta relación se ha intensificado en las
tesis que otorgan un papel fundamental a la guerra y al proceso de construcción del
absolutismo impulsado por ella en el desencadenamiento de las dificultades de la
centuria. D. Parker afirma que la crisis se derivó de las contradicciones del sistema
feudal, siendo la principal la divergencia existente entre el bajo nivel de productividad y
las demandas de una sociedad esencialmente militarista. N.Steensgaard otorga un papel
fundamental al Estado, tanto en el desencadenamiento como en la dispar incidencia
sobre los diversos sectores económicos, ya que considera que, la crisis fue de
distribución de la renta a través del sector público. El incremento de la presión fiscal por
las necesidades del Estado provocó la reducción del consumo y la inversión privada,
pero también se incrementó la demanda pública en otros sectores.

35
3/- La situación agrícola, manufacturera y comercial

LA AGRICULTURA: La situación agrícola en el siglo XVII. (EXAMEN)

La sociedad es predominantemente rural (70-95% de campesinos) y la economía


es de base agraria. Aunque en el terreno económico hay que destacar el auge de la
actividad comercial e industrial en contraste con las dificultades que atravesaba la
agricultura y la ganadería. La agricultura sostiene al resto de los estamentos y al Estado
y es en sus problemas donde hay que buscar las mayores dificultades del siglo. La
economía rural manifiesta una profunda incapacidad (salvo en lugares excepcionales)
para realizar un crecimiento equilibrado, la producción global del suelo se estancó y sus
mediocres rendimientos reflejaban una baja productividad de la tierra y del trabajo.
En cuanto a la agricultura, hay que subrayar varios hechos fundamentales en esta
etapa de crisis:
1. Una sucesión de malas cosechas derivadas de un cambio climático, con
períodos de heladas, de agudas sequías y de lluvias torrenciales.
2. El retroceso de la superficie cultivada como consecuencia de un descenso
notable de la población, lo que permitirá, en cambio, el avance de la ganadería,
que se alimenta de los pastos de las tierras marginales abandonadas.
3. Una mayor especialización en los cultivos dirigidos fundamentalmente a la
exportación.

Así, en el caso español, desde la década de 1640, se asiste en el norte


peninsular, desde Galicia a las Provincias Vascas, a la penetración y difusión del
cultivo del maíz a costa, en algunas zonas del mijo y el centeno, lo que favorecerá un
aprovechamiento más intenso del suelo y una mayor producción agraria global; en
Andalucía y Castilla, por el contrario, se aprecia un retroceso en el cultivo de cereales
en beneficio de la vid, lo que explica el aumento de las exportaciones de vinos hacia
América, generando importantes ganancias a los cosecheros, pero también las críticas
de quienes apoyan el cultivo de plantas destinadas a la industria textil, como el cáñamo
y el lino, con el objetivo de evitar las importaciones de estos tejidos procedentes del
centro de Europa; finalmente, en Levante, Mallorca y también Andalucía, se expande
el olivo ante la demanda de aceite por Inglaterra, Holanda y las colonias americanas.

Respecto al resto de Europa hay que destacar el caso de Inglaterra, donde en


la segunda mitad del siglo XVII se adoptaron soluciones innovadoras, similares a las
que se venían aplicando en los Países Bajos desde la época medieval: rotaciones de
cereales con plantas forrajeras que regeneraban el suelo sin necesidad de acudir al
barbecho, lo cual no sólo aumentaba la producción agrícola, sino que permitía el
incremento de la ganadería estante3. Esta práctica, junto con el policultivo de regadío en
Holanda y ciertas innovaciones en la estructura de los cultivos del norte de Italia y
Francia, que generan una agricultura intensiva, especializada y orientada al mercado,
especialmente a los hinterlands urbanos, contrasta sin embargo con el predominio del
cereal en todas partes, y una ganadería trashumante en Castilla y sur de Italia, y
vacuna en el este y norte de Europa.

3
Ganadería estante, es la cría de ganado vinculada a la economía campesina. El ganado proporcionaba fuerza de tiro
y transporte, leche y carne. Era abono para la tierra y daba otros beneficios como lana y cuero. Por todo ello, el
pastoreo estante estaba estrechamente unido a la labranza y a las artesanías locales.

36
Sobre este panorama general se abaten los signos de la crisis coyuntural: caída
de los precios agrícolas y las rentas agrarias, alza de los salarios reales (aumento de los
costes de producción), desertización y despoblación en algunas zonas, contracción del
intercambio internacional de productos, paralización del proceso de expansión agraria
ante el descenso de los ingresos. Existen excepciones, el retraso en la bajada de los
precios en el norte de Europa hizo posible en la primera mitad del siglo la edad de oro
de los saneamientos holandeses (polders), mientras que la producción cultivada en
Inglaterra aumentó con la roturación de montes, drenaje de tierras…

La consideración de la evolución de otros productos como la ganadería, la


viticultura, la fruta o las plantas industriales no resulta más favorable. El debilitamiento
de la producción y la productividad tuvo repercusiones sobre el precario equilibrio de
las explotaciones agrícolas. La extrema fragilidad económica de la célula de producción
agraria, constituye el núcleo central sobre el que giran los demás aspectos que
configuran la crisis del mundo rural: coyuntura, inclemencias climáticas, guerras, acción
del Estado y de los estamentos dominantes, etc. Esa explotación resulta especialmente
vulnerable por su pequeño tamaño, ínfima rentabilidad, alta tasa fiscal (feudal y estatal)
y débiles rendimientos, lo que provoca, problemas para la subsistencia del grupo
familiar, el endeudamiento, la hipoteca o la ruina del cultivador. La crisis económica
tiene repercusiones de orden social.

LAS MANUFACTURAS: La crisis también se manifiesta en las actividades


manufactureras, pero como en la agricultura, se generarán soluciones innovadoras
capaces de superar la crisis.
Hay que destacar el auge de la actividad comercial e industrial en contraste con
la agricultura y la ganadería, así como la pujanza de Inglaterra y Holanda, que
adoptaron medidas innovadoras en el sector textil –traslado de la industria al campo
escapando de los controles gremiales-, en el transporte de mercancías y en la búsqueda
y monopolio de nuevos mercados, frente al retroceso de España, Italia y Alemania (con
excepciones, como Hamburgo). Ambas potencias, Inglaterra y Holanda, lograrán hacer
frente a la crisis económica con éxito. Inglaterra establecerá las bases del posterior
desarrollo.
La coyuntura depresiva agraria impulsa el aumento relativo de la demanda de
productos manufactureros, y estimula el paso del trabajo agrícola al industrial. Factores
políticos favorecen una redistribución de las industrias al provocar movimientos
forzosos de mano de obra cualificada o estimular nuevos centros productivos o el
desarrollo de políticas proteccionistas (con mucho éxito en el caso inglés). También se
producirá un aumento de demanda al crecer el mercado colonial de lo que se
beneficiarán Francia e Inglaterra.
La crisis industrial es completa e irreversible al finalizar el siglo en España e
Italia convertidas en exportadoras de materias primas e importadoras de productos
manufacturados y servicios.
Los países del N.O. y centrales, sin desconocer la crisis, encuentran soluciones
para salir y crecer. La clave es el traslado de la industria al campo, la formación de
grandes empresas capitalistas o estatales, la renovación técnica y la especialización. La
respuesta adecuada a la crisis fue la protoindustrialización, con cambios en la
organización y localización del trabajo. Su desplazamiento al campo y el sistema de
trabajo a domicilio, provocan reducción de costes, mayor oferta y formación de mano
de obra cualificada. La coyuntura agraria facilitó a la industria mano de obra barata.

37
COMERCIO INTERNACIONAL Y REGIONAL: Durante las primeras décadas se
quiebra el sistema anterior basado en la plata americana. El comercio mediterráneo
había entrado en crisis con anterioridad y el báltico de cereales inicia un retroceso a
partir de 1650, pero el tráfico atlántico y colonial experimentará una gran expansión,
liderado por Holanda primero e Inglaterra después.
Los holandeses, especializados en productos voluminosos (cereales, madera,
ladrillos), resultaron competitivos en cuanto se dedicaron a productos de alto precio y
escaso volumen (lana, seda, especias…). Su éxito radica en la reducción de costes por
un nuevo tipo de barco (Fluitschip) y de financiación, y en la diversificación comercial
con apertura de nuevas rutas comerciales (Mediterráneo, Rusia, Indias Orientales…).
Ámsterdam se convirtió en el principal centro comercial europeo. El deterioro de su
sistema se vincula a las políticas económicas de sus competidores, pasando el liderazgo,
en el último tercio del siglo, a manos inglesas, para ello, necesitó la adopción de
técnicas holandesas, una adecuada política mercantilista, la reestructuración de la
industria textil, ampliar su gama de productos y mundializar sus relaciones comerciales.
En cuanto al comercio colonial, los sistemas ibéricos, puramente extractivos,
conocen la crisis. La mayor innovación será la plantación de caña de azúcar con mano
de obra africana.
El comercio asiático registra un declive de las rutas terrestres ante la penetración
de las Compañías inglesa y holandesa de Indias Occidentales a las que se debe la
diversificación de los productos y la variación del peso específico de las mercancías
intercambiadas.
Todo este pujante comercio europeo se expande con la ayuda de nuevas
fórmulas organizativas y financieras. Frente a las instituciones monopolísticas ibéricas,
Holanda, Francia e Inglaterra se basan en compañías comerciales, más o menos
privadas, organizadas como sociedades anónimas que reciben el monopolio del Estado
de determinados mercados.
Frente al gran desarrollo del comercio internacional, también hay que destacar el
del comercio regional y local, que también influyeron de manera importante en el
crecimiento económico sobre todo en Francia, Inglaterra y Holanda, donde se
desarrollarán infraestructuras de transporte (carreteras y embarcaciones de cabotaje) e
innovaciones en el uso de combustibles.

4/- La solución mercantilista (EXAMEN) – estudiar la otra respuesta del epígrafe


en color rojo

Las dificultades económicas provocaron la intervención del Estado, siguiendo


directrices que se conocen como “mercantilismo”. Con esta denominación se engloban
una serie de teorías y prácticas estatales diversas, con origen en la Baja Edad Media,
aunque fue en el s. XVII cuando alcanzan mayor influencia en decisiones políticas,
pudiéndose considerar reflejo del creciente poder de la monarquía.
La finalidad de la intervención era de carácter político. Para hacer frente a las
crecientes necesidades del Estado no era suficiente la presión fiscal y se trató también
de acrecentar la riqueza imponible de los súbditos, favoreciendo el incremento de
ingresos y potenciando el consumo de productos de su territorio. Este objetivo era
instrumental, y lo único que se pretendía era que el incremento de la actividad nutriese
las arcas de la hacienda real y asegurase el poder y la gloria del soberano. Para ello
había que controlar la circulación de los metales preciosos, que seguían siendo el medio
a través del que se liquidaban los intercambios y la base del sistema de crédito.

38
Tres eran los temas básicos del mercantilismo:
• El incremento del poder por parte del Estado
• La apología del trabajo y los intercambios
• La atención concedida a la balanza comercial

La actividad económica se convirtió en elemento para acrecentar el poder de la


monarquía. De ahí la creación de grandes compañías comerciales con privilegios para
comerciar en algunas zonas geográficas. El objetivo era convertir el comercio
internacional en un medio de adquisición de nuevos mercados para expansión de la
producción nacional, lo que acrecentaría el poder del soberano. De ahí que los
conflictos internacionales adquiriesen una connotación económica, produciéndose
guerras comerciales como la que enfrentó a Inglaterra y Francia con Holanda.
Se adoptan medidas económicas, en el marco de la práctica mercantilista de la
época, orientadas a incentivar la producción industrial y el comercio nacional, como las
Actas de Navegación o los enfrentamientos bélicos con Holanda en la segunda mitad de
la centuria; que se traducirá en un incremento de las tasas para las importaciones y
abaratamiento para las exportaciones, así como en el fomento de la industria nacional,
en particular de artículos suntuarios, mediante la creación de las Fábricas Reales.
También en España se adoptará una política mercantilista con mejores resultados a
finales del siglo XVII visible en las medidas adoptadas para contratar artesanos
extranjeros y fomentar la producción industrial de artículos suntuarios y de textiles. Lo
interesante de esta política mercantilista en Europa es que justificará las actuaciones
bélicas entre los estados, pues se entendía que la riqueza de un estado dependía de la
ruina del contrario, y ésta sólo podía venir de la asfixia comercial e industrial producida
por la guerra y las represalias comerciales contra los enemigos.
La agresividad exterior se basaba en el fomento de la producción nacional,
fundamentalmente el sector industrial (minería, metalurgia, artículos de lujo…),
marginándose otros como el agrario. Se pretendía impulsar la elaboración de productos
con un mayor valor añadido, lo que estimularía, a su vez, el trabajo, la actividad y la
riqueza de los súbditos. Con este objetivo se adoptaron medidas que favorecieran el
incremento de la población, la atracción de artesanos extranjeros especializados y se
castigó la emigración que difundiese la transmisión de los “secretos de producción” del
país. Se combatió la caridad tradicional basada en limosnas, al considerar que favorecía
la ociosidad, a cambio se crearon talleres en los que se recluía a los pobres para
reconvertirlos en súbditos disciplinados y laboriosos. También se trataron de desterrar
los prejuicios que ensalzaban el rentismo y menospreciaban el trabajo y la inversión
productiva.
Este fomento de la actividad productiva requería también la adopción de medidas
arancelarias proteccionistas. Se trató de crear un mercado interior unificado. Para ello se
fijaron unos elevados aranceles que desestimulaban la exportación de materias primas y
la importación de productos manufacturados, prohibiéndose la entrada de artículos de
lujo. El objetivo era lograr una balanza comercial favorable que determinase la
afluencia hacia el país de los metales preciosos de las potencias rivales.
Teniendo en cuenta la escasa sistematización de las ideas mercantilistas, su
aplicación dependió de la orientación política que le confirió la monarquía y la
capacidad de los comerciantes para hacer valer sus interese y responder a las iniciativas
del poder. El mercantilismo francés tuvo en Colbert (ministro de Luis XIV) su
principal impulsor y adquirió un carácter industrialista, recibiendo las empresas
multitud de incentivos. Una férrea reglamentación trataba de preservar la calidad de la

39
producción. En el resto de países, la orientación fue similar, aunque sus realizaciones
fueron escasas. El caso holandés fue atípico, su hegemonía comercial se basó en la
defensa de la libertad comercial y la eliminación de trabas que entorpeciesen el tráfico,
con la creación de compañías privilegiadas para regular el tráfico extraeuropeo,
imponiendo por la fuerza sus prerrogativas monopolísticas.
El mercantilismo más original es el inglés. Sus tratadistas recomendaron la
protección de la agricultura. En política industrial abandonaron los monopolios, aunque
se mantuvieron los aranceles proteccionistas. Las mayores realizaciones tuvieron lugar
en el ámbito comercial, sus compañías comerciales alcanzaron gran éxito. Las medidas
más trascendentes fueron las encaminadas al fomento de la marina nacional,
materializándose en las Actas de Navegación que acabarían provocando varias guerras
con los holandeses.

¿Qué es el mercantilismo y cómo se manifiesta en Europa? (RESPUESTA DE


EXAMEN - mejor orientada)

Las dificultades económicas provocaron la intervención del Estado, siguiendo


directrices que se conocen como “mercantilismo” que es un conjunto de ideas políticas
o doctrinas económicas poco sistematizadas (aunque con rasgos comunes) de gran
pragmatismo que se desarrollaron durante los siglos XVI, XVII y la primera mitad del
siglo XVIII en Europa y sus colonias, caracterizado por una fuerte intervención del
Estado en la economía, y coincidente con el desarrollo del Absolutismo monárquico.
Cifraba la riqueza de un estado en la posesión de metales preciosos (oro y plata). Su
objetivo era contribuir al engrandecimiento del monarca a través de los medios
económicos.
Consistió en una serie de medidas que según P. Deylon se centraron en tres
ámbitos:
• Incremento del poder por parte del estado (relaciones entre el poder político y la
actividad económica e intervención del Estado en esta última)
• Apología del trabajo y los intercambios
• Extrema atención concedida a la balanza de pagos (control de la moneda)

Sus principales características son:

• Considera que la riqueza de un país depende de la cantidad de oro y plata


atesorable dentro de sus fronteras.
• Para acumular oro y plata es necesario incentivar las exportaciones y reducir las
importaciones. Para conseguir esto último, se establecen altas tasas aduaneras
que graven los productos extranjeros y disuadan a los potenciales compradores
de los mismos.
• Para poder exportar es necesario impulsar las manufacturas. Éstas han de estar
sometidas a una estricta reglamentación estatal.
• El comercio ha de desarrollarse mediante la creación de compañías
dependientes del Estado.
• A fin de conseguir los mencionados objetivos la economía ha de ser regulada
por el Estado.

Así, tendieron a:
• la regulación estatal de la economía

40
• la unificación del mercado interno
• el crecimiento de población
• el aumento de la producción propia: controlando recursos naturales y mercados
exteriores e interiores, protegiendo la producción local de la competencia
extranjera, subsidiando empresas privadas y creando monopolios privilegiados
• la imposición de aranceles a los productos extranjeros
• y el incremento de la oferta monetaria: mediante la prohibición de exportar
metales preciosos y la acuñación inflacionaria

Siempre con vistas a la multiplicación de los ingresos fiscales. Estas actuaciones


tuvieron como finalidad última la formación de Estados-nación lo más fuertes posible.
De ahí que los conflictos internacionales adquiriesen una importante connotación
económica, produciéndose guerras comerciales como la que enfrentó a Inglaterra y
Francia con Holanda.
Lo interesante de esta política mercantilista en Europa es que justificará, sobre
todo en la segunda mitad de la centuria, las actuaciones bélicas entre los estados, pues
se entendía que la riqueza de un estado dependía de la ruina del contrario, y ésta sólo
podía venir de la asfixia comercial e industrial producida por la guerra y las represalias
comerciales contra los enemigos.
Dada la escasa sistematización de las ideas mercantilistas, su aplicación
dependió de la orientación política que le confirió la monarquía y la capacidad de los
comerciantes para hacer valer sus intereses y responder a las iniciativas del poder.
El mercantilismo francés tuvo en Colbert (ministro de Luis XIV) su principal
impulsor y adquirió un carácter industrialista, recibiendo las empresas multitud de
incentivos y a su vez se impuso una férrea reglamentación que trataba de preservar la
calidad de la producción. Política emprendida con desigual éxito, que se traducirá en un
incremento de las tasas aduaneras para las importaciones y de su abaratamiento para las
exportaciones, así como en el fomento de la industria nacional, en particular de artículos
suntuarios, mediante la creación de las Fábricas Reales.
En casi todo el resto de países, la orientación fue similar, aunque sus
realizaciones fueron escasas hasta el siglo XVII.
También en España se adoptará una política mercantilista con mejores
resultados a finales del siglo XVII visible en las medidas adoptadas para contratar
artesanos extranjeros y fomentar la producción industrial de artículos suntuarios y de
textiles.
El caso holandés fue atípico, su hegemonía comercial se basó en la defensa de
la libertad comercial y la eliminación de trabas que entorpeciesen el tráfico. No
obstante, no renunció a la creación de compañías privilegiadas para regular el tráfico
extraeuropeo, imponiendo por la fuera sus prerrogativas monopolísticas.
El mercantilismo más original es el inglés. Sus tratadistas recomendaron la
protección de la agricultura. En la política industrial se abandonaron los monopolios,
aunque se mantuvieron los aranceles proteccionistas. Las mayores realizaciones
tuvieron lugar en el ámbito comercial, sus compañías comerciales alcanzaron gran
éxito. Las medidas más trascendentes fueron las encaminadas al fomento de la marina
nacional, materializándose en las Actas de Navegación que acabarían provocando las 3
guerras anglo-holandesas.
• Acta de 1651 - Contra la intermediación holandesa.
• Acta de 1663 - Fomentaba el comercio de depósito en las relaciones de
Inglaterra y sus colonias y estimulaba el tráfico de reexplotación.

41
TEMA: 6 - ESTANCAMIENTO Y DECLIVE DEMOGRÁFICO EN LA MAYOR
PARTE DE EUROPA

I- Epígrafes:

1. Diferencias en la evolución demográfica


2. La mortalidad catastrófica: las crisis de subsistencias, las grandes
epidemias, los conflictos bélicos
3. El retroceso de la natalidad: nupcialidad y celibato

II.- Resumen del contenido:

El siglo XVII, desde la perspectiva, demográfica, es un período de


estancamiento respecto al siglo anterior y al posterior. El declive económico, visible en
el descenso de la producción agraria e industrial, con un cambio en la propiedad de la
tierra en detrimento de los campesinos y con una presión fiscal mayor tanto por parte
del Estado como por los señores, resultó traumática para la evolución de la población
europea durante el Seiscientos, pues la caída de los nacimientos, estrechamente asociada
al retraso en la edad de contraer matrimonio –el celibato y las prácticas
anticoncepcionistas también influirán en una menor natalidad-, así como las altas tasas
de mortalidad infantil y adulta, ocasionaron una especie de generación perdida difícil de
recuperar. Los datos son elocuentes: en 1600 la población europea ascendía a 70,6
millones de habitantes; cien años más tarde los efectivos humanos en Europa se
elevaban tan sólo a 75 millones.

Esta crisis de crecimiento, sin embargo, no fue igual en todo el continente: los
primeros síntomas de retroceso se observaron en el Mediterráneo a finales del siglo
XVI, aunque logrará recuperarse en años posteriores; en la región central del continente
los problemas surgen más tarde, alcanzando toda su virulencia entre las décadas de 1640
y 1660 a causa de la Guerra de los Treinta Años. Sólo el noroeste de Europa (Inglaterra,
Holanda y Países Bajos españoles) se libra de esta tendencia, incrementando su
población en un 30 por ciento, lo mismo que el este y el suroeste, que lo harán en un 22
por ciento. Por otro lado, las ciudades, y en particular las capitales político-
administrativas y las ciudades portuarias crecen de forma espectacular a expensas del
campo, que se va despoblando a consecuencia de la crisis económica y de la
reconversión del agro: Londres, por ejemplo, pasa de 200.000 habitantes en 1600 a
575.000 en 1700; evolución que se aprecia también en París, que evoluciona en el
mismo período desde los 220.000 habitantes al medio millón de individuos.
Crecimientos mayores tuvieron Dublín y Ámsterdam, en tanto que otras ciudades
mediterráneas se estancaron –es el caso de Venecia y Milán- o experimentaron
descensos significativos, como Nápoles y Sevilla.

Además de las dificultades económicas, tampoco iguales en el conjunto de


Europa –fueron menores en Inglaterra y Holanda-, en el siglo XVII tuvieron lugar otros
factores que incidieron negativamente en su evolución demográfica. En primer lugar
hay que mencionar la aparición de pandemias que arrasaron con mayor o menor
intensidad, y con una cierta periodicidad, las ciudades y los campos europeos. La
epidemia atlántica de 1592-1602, que se introdujo por los puertos españoles del
Cantábrico y que se irradió hacia el interior peninsular coincidiendo con una cosecha
catastrófica, se calcula que pudo originar unos 500.000 muertos, es decir, el diez por

42
ciento de la población castellana. La peste de Milán de 1630 provocó a su vez la muerte
de 65.000 personas, reduciendo así su población a la mitad. A esta pandemia y otras,
como la viruela y, sobre todo, el tifus, tanto o más mortíferas que la peste, hay que
añadir las malas cosechas y su corolario, el hambre: en Finlandia, por ejemplo, las
malas cosechas provocaron en el bienio 1696-1697 la pérdida de un 25 a un 33 por
ciento de su población. Sin llegar a este extremo, la alta mortalidad del siglo XVII en
Francia estuvo determinada en buena parte por una sucesión de malas cosechas: en
1628-1632, 1649-1654, 1660-1663 y 1693-1694.

Por otro lado, la sucesión interminable de conflictos bélicos que tuvieron lugar
en Europa desde 1619 hasta el final del siglo ocasionó una elevada mortandad no ya en
la tropa sino entre la población civil, y no tanto por causa de acciones militares como
por la destrucción de los campos, el endeudamiento de los campesinos y de las ciudades
y el descenso de la producción agrícola y manufacturera: en el Sacro Imperio se calcula
que la población disminuyo entre un 15 y un 20 por ciento, y siempre fue superior en las
zonas rurales que en las ciudades.

1/- Diferencias en la evolución demográfica

Más que un retroceso general de la población, lo que reprodujo en el siglo XVII


fue la finalización de la etapa de intenso crecimiento que había conocido el continente
en el siglo XVI, configurando una etapa caracterizada por el estancamiento.
El declive económico, visible en el descenso de la producción agraria e
industrial, con un cambio en la propiedad de la tierra en detrimento de los campesinos y
con una presión fiscal mayor tanto por parte del Estado como por los señores, resultó
traumática para la evolución de la población europea durante el Seiscientos, pues la
caída de los nacimientos, estrechamente asociada al retraso en la edad de contraer
matrimonio –el celibato y las prácticas anticoncepcionistas también influirán en una
menor natalidad-, así como las altas tasas de mortalidad infantil y adulta, ocasionaron
una especie de generación perdida difícil de recuperar. Los datos son elocuentes: en
1600 la población europea ascendía a 70,6 millones de habitantes; cien años más tarde
los efectivos humanos en Europa se elevaban tan sólo a 75 millones.

Esta crisis de crecimiento, sin embargo, no fue igual en todo el continente:


• Los primeros síntomas de retroceso se observaron en el Mediterráneo a finales
del siglo XVI, aunque logrará recuperarse en años posteriores;
• En la región central del continente los problemas surgen más tarde, alcanzando
toda su virulencia entre las décadas de 1640 y 1660 a causa de la Guerra de los
Treinta Años.
• Sólo el noroeste de Europa (Inglaterra, Holanda y Países Bajos españoles) se
libra de esta tendencia, incrementando su población en un 30 por ciento, lo
mismo que el este y el suroeste, que lo harán en un 22 por ciento.
• Por otro lado, las ciudades, y en particular las capitales político-administrativas
y las ciudades portuarias crecen de forma espectacular a expensas del campo,
que se va despoblando a consecuencia de la crisis económica y de la
reconversión del agro: Londres, por ejemplo, pasa de 200.000 habitantes en
1600 a 575.000 en 1700; evolución que se aprecia también en París, que
evoluciona en el mismo período desde los 220.000 habitantes al medio millón de
individuos. Crecimientos mayores tuvieron Dublín y Ámsterdam, en tanto que

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otras ciudades mediterráneas se estancaron –es el caso de Venecia y Milán- o
experimentaron descensos significativos, como Nápoles y Sevilla.

El desigual impacto de las dificultades del siglo XVII favoreció el


desplazamiento del equilibrio demográfico del continente, basculando su centro de
gravedad desde el Mediterráneo hacia el Atlántico.
En el interior de los diversos países se produjeron procesos similares,
iniciándose en el caso español la inversión del equilibrio entre el centro y la periferia de
la península. Pero la crisis castellana fue acompañada de un proceso de desurbanización
determinado por la decadencia de los centros manufactureros y mercantiles
tradicionales, contrastando con el vertiginoso crecimiento de Madrid y con el
mantenimiento de los centros mercantiles de la periferia.
Tuvo lugar, por tanto, una redistribución de la población urbana a favor de las
ciudades de mayor tamaño y las ubicadas en la zona atlántica.
Este reequilibrio condujo a la configuración de un sistema urbano más integrado, cuyo
liderazgo fue ostentado por las ciudades del noroeste de Europa, donde se ubicaron las
metrópolis más importantes: París, Londres y el Prandstad holandés.

2/- La mortalidad catastrófica: las crisis de subsistencias, las grandes epidemias,


los conflictos bélicos

Las dificultades experimentadas por la población se han vinculado,


tradicionalmente, con las crisis de subsistencias.
Las malas cosechas serían las responsables básicas de las crisis demográficas
que se sucedieron en la centuria. La escasez de cereales y el brusco incremento que
experimentaban sus precios provocaban el hambre y la subalimentación de la población,
lo que determinaba el aumento de la mortalidad y el retroceso de los matrimonios y de
las concepciones.
En este modelo interpretativo se ha otorgado a las epidemias una función
subordinada, considerando que su difusión se derivaba del deterioro de las condiciones
alimenticias de la población, apareciendo raramente de forma independiente.
Sin embargo, muchas crisis demográficas no se ajustan a las pautas descritas.
Existieron violentos incrementos de la mortalidad que no se produjeron
simultáneamente a una crisis de subsistencias.
Actualmente se otorga una mayor importancia a las epidemias en la generación
de las crisis demográficas. De entre ellas destacaba la peste, que volvió a castigar a la
población europea con una frecuencia e intensidad similar a la del siglo XIV.

• La epidemia atlántica de 1592-1602, que se introdujo por los puertos españoles


del Cantábrico y que se irradió hacia el interior peninsular coincidiendo con una
cosecha catastrófica, se calcula que pudo originar unos 500.000 muertos, es
decir, el diez por ciento de la población castellana.
• La peste de Milán de 1630 provocó a su vez la muerte de 65.000 personas,
reduciendo así su población a la mitad.

A partir de la década de los 70 la peste comenzó a retroceder, teniendo los


escasos brotes que se produjeron con posterioridad una incidencia cada vez más
localizada. Entre los diversos argumentos esgrimidos para explicar el fenómeno, el más

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convincente es el de la mayor efectividad de las medidas adoptadas para evitar el
contagio.
A esta pandemia y otras, como la viruela y, sobre todo, el tifus, tanto o más
mortíferas que la peste, hay que añadir las malas cosechas y su corolario, el hambre: en
Finlandia, por ejemplo, las malas cosechas provocaron en el bienio 1696-1697 la
pérdida de un 25 a un 33 por ciento de su población. Sin llegar a este extremo, la alta
mortalidad del siglo XVII en Francia estuvo determinada en buena parte por una
sucesión de malas cosechas: en 1628-1632, 1649-1654, 1660-1663 y 1693-1694.
Por otro lado, la sucesión interminable de conflictos bélicos que tuvieron lugar
en Europa desde 1619 hasta el final del siglo ocasionó una elevada mortandad no ya en
la tropa sino entre la población civil, y no tanto por causa de acciones militares como
por la destrucción de los campos, el endeudamiento de los campesinos y de las ciudades
y el descenso de la producción agrícola y manufacturera: en el Sacro Imperio se calcula
que la población disminuyo entre un 15 y un 20 por ciento, y siempre fue superior en las
zonas rurales que en las ciudades.
Los desastres demográficos (guerra, hambre, contagio o la combinación de todo
ello) constituyen un rasgo permanente de la historia de la población del seiscientos y su
repetida aparición influyó en la ruptura del crecimiento.
La posibilidad de recuperación, dependerá en cada región de sus condiciones
socioeconómicas: existencia de tierra disponible, grado de presión señorial o estatal, etc.
Una vez más la estructura de clases, la situación social, incide sobre la demografía.

3/- El retroceso de la natalidad: nupcialidad y celibato

Junto con la mortalidad catastrófica, el otro factor que incidió en la evolución


demográfica del siglo XVII dependió en mayor medida de la propia voluntad de la
población: La natalidad, directamente ligada a la nupcialidad en la época, constituye
otro regulador básico de las poblaciones.
Las dificultades de la centuria favorecieron la aparición de nuevos
comportamientos demográficos que condujeron a una reducción consciente de la
natalidad. Más que por excepcionales prácticas contraceptivas, el proceso se derivó de
los comportamientos matrimoniales.
El celibato desbordó el ámbito eclesiástico, llegando a representar en algunos
territorios hasta el 10% de la población.
Pero la causa fundamental del retroceso de la natalidad fue el retraso de la edad
del matrimonio. En el siglo XVII se consolida en Europa el matrimonio tardío,
situándose la edad media del matrimonio en torno a los 30años, lo que dio lugar a una
reducción del número de hijos concebidos por cada mujer.
El retraso pudo ser inducido por las dificultades económicas, que aconsejaban
no contraer matrimonio sin disponer de los medios adecuados para asegurarse la
subsistencia del nuevo núcleo familiar. De ahí que el fenómeno no se produjese en
aquellas áreas en las que la industria rural había alcanzado cierta difusión.
Para el conjunto de la población, tampoco debe descartarse que, junto a la falta
de oportunidades de trabajo, el retraso de la edad del matrimonio obedeciese al deseo de
gozar de un nivel de vida más elevado.
Además, el fenómeno opera incluso en sectores sociales superiores, en donde
posiblemente traduce no tanto un imperativo de supervivencia como un deseo de ajustar
la familia a un determinado nivel de vida.

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TEMA: 7 – LA SOCIEDAD DEL SEICIENTOS

I- Epígrafes:

1. La reacción del estamento nobiliario


2. La sociedad urbana. Comportamiento de la “burguesía” en el mapa
europeo
3. La sociedad campesina. Dependencia y empobrecimiento
4. Los marginados en época de “crisis”

II- Resumen del contenido:

En lo social, el siglo XVII se caracteriza por una mayor movilidad de los


individuos originarios del tercer estado, que consiguen elevarse socialmente aun
procediendo de linajes oscuros, como en España. Según los tratadistas, había tres tipos
de nobleza: la de virtud, la innata o heredada por la sangre y la política creada por el
soberano. Y aunque sólo la nobleza innata adquirió crédito y aceptación general en gran
parte de Europa, lo cierto es que el dinero, que permitía vivir de forma noble y granjear
voluntades, facilitó la movilidad entre dichos estamentos, como también la
incorporación al clero de sujetos procedentes del estado llano facilitó el
ennoblecimiento de sus familias al superar por esta vía las barreras estamentales del
nacimiento.

Por otro lado, la nobleza del Seiscientos sufrió serias dificultades económicas al
reducirse los ingresos procedentes de la explotación de sus fincas y de sus ganados, en
tanto que los costes aumentaban, principalmente los suntuarios, por la necesidad de
mantener un ritmo de vida acorde con su estatus social, sobre todo si residían en la
corte. Esto produjo algunas quiebras que requirieron la intervención de la Corona así
como la adopción de medidas para incrementar las rentas, moderando los costes e
intensificando la explotación de sus fincas y de sus vasallos. También el clero se vio
afectado puesto que sus rentas comenzaron a decaer a causa, sobre todo, de la
despoblación del campo, dado que el grueso de sus ingresos procedía del diezmo que
pagaban campesinos y ganaderos y que consistía en la décima parte del valor de toda la
producción agropecuaria, sin deducción alguna, pero también procedía de las rentas
derivadas de los títulos de deuda pública y privada, así como de las propiedades rústicas
y urbanas o de los señoríos que poseía -los monasterios percibían derechos señoriales
como los nobles-, afectadas unas y otras por el descenso demográfico y por las
dificultades financieras de los deudores y del mismo Estado.

Por lo que se refiere a la “burguesía” y al artesanado de las ciudades, hay que


señalar que la crisis del siglo XVII les afectó de manera muy desigual. Es verdad que
algunas casas comerciales y financieras quebraron, pero en conjunto mantuvieron una
trayectoria marcada por el beneficio y las grandes oportunidades, incluso aunque
destinaran parte de sus ganancias a financiar las necesidades de los estados,
principalmente las militares. Esto es aplicable asimismo a los artesanos, pues su
pertenencia a un gremio les protegía de las contingencias del mercado al disfrutar de
diferentes privilegios concedidos por los monarcas en orden a la calidad y el precio de
los artículos fabricados; aparte, su participación en cofradías les aseguraba la asistencia
sanitaria, esencial en un universo donde las enfermedades y los accidentes laborales y

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de todo tipo dejaban inerte a la población. No obstante, en el siglo XVII se consolidaron
una serie de métodos alternativos de producción que surgieron en la centuria anterior y
que perseguían eliminar la férrea estructura gremial, como el domestic system, donde los
“mercaderes fabricantes”, aprovechándose de la crisis económica de la sociedad rural,
lograron contratar maestros artesanos no agremiados para que trabajaran en sus casas a
jornal, o en dependencias empresariales, las materias primas que les proporcionaban,
con lo cual consiguieron controlar una parte importante de la producción textil, así
como los batanes y los tintes.

Los grandes perjudicados por la crisis del siglo XVII serán los campesino, pues
a los cambios meteorológicos que originaron malas cosechas y crisis de subsistencia, se
sumaron otros factores que incidieron negativamente en su economía y en su nivel de
vida: aumento de los impuestos reales o señoriales, roturación de baldíos y de bienes
concejiles, cerramiento de tierras, alteraciones monetarias, levas y abusos de los
soldados en tránsito, así como el impacto de la guerra, que mermó sus efectivos y
destruyó de forma sistemática sus haciendas. Muchos pequeños propietarios campesinos
tuvieron que hipotecar sus propiedades con préstamos (censos) para salir de la crisis y
fueron numerosos quienes las perdieron al no poder abonar los intereses ni devolver el
capital recibido, pasando a manos de la nobleza, del clero y de los sectores emergentes
de la sociedad, como los comerciantes y los hombres de negocios. Pero además, la venta
de jurisdicciones por la Corona y el aumento de la presión señorial, perceptible en
buena parte de Europa, incluido el reino de Valencia, afectado por la expulsión de los
moriscos, contribuyeron a agravar más todavía su ya precaria situación, motivo por el
cual se produjeron fuertes emigraciones a las ciudades allí donde fue posible, porque en
el Este de Europa los señores procedieron en la segunda mitad del siglo XVII a
consolidar la práctica de adscribir a los campesinos a la tierra, sin posibilidad de
emigrar, en lo que se ha venido llamando la “segunda servidumbre de la gleba”. Un
sistema que contemplaba además otras limitaciones a los campesinos: el no poderse
casar fuera del dominio señorial y la obligación de que sus hijos realizaran labores
domésticas para los señores o sus intendentes. Así se explica la progresiva tendencia de
los campesinos a emigrar a las ciudades y, como consecuencia de ello, también su
adscripción a la tierra en reinos como Polonia y Rusia, donde sus condiciones
materiales de vida se deterioraron como nunca antes.

Pero la emigración a las grandes urbes de los campesinos en el occidente


europeo buscando nuevas y mejores oportunidades generó a su vez la aparición de un
elevado número de individuos que, frustradas sus expectativas, se vieron condenados a
vivir al margen de la sociedad (mendigos, ladrones y asesinos, pero también soldados
jubilados), cuya conducta delictiva acabará deteriorando la convivencia ciudadana,
sumida en un clima de violencia generalizada con muertes frecuentes en las calles y en
los mismos domicilios, de lo que los pliegos de cordel y las gacetas de la época dan
cumplida información.

1/- La reacción del estamento nobiliario en el siglo XVII. (EXAMEN)

En este periodo existe un cambio de función y estructura en la sociedad.


Aun encontramos una sociedad estructurada a partir de criterios jerárquicos muy
formalizados, y con la existencia de privilegios como fundamento del orden social y en
la cual la ordenación prima ese esquema estamental tripartito: unos estamentos

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privilegiados por motivos religiosos, el clero, por motivos político-sociales, la nobleza y
un estamento no privilegiado, el estado llano o tercer estado.
En lo social, el siglo XVII se caracteriza por una mayor movilidad de los
individuos originarios de este tercer estado, que consiguen elevarse socialmente aun
procediendo de linajes oscuros, como en España.
Según los tratadistas, había tres tipos de nobleza: la de virtud, la innata (o
heredada por la sangre) y la política creada por el soberano. Y aunque sólo la nobleza
innata adquirió crédito y aceptación general en gran parte de Europa, lo cierto es que el
dinero, que permitía vivir de forma noble y granjear voluntades, facilitó la movilidad
entre dichos estamentos, como también la incorporación al clero de sujetos procedentes
del estado llano facilitó el ennoblecimiento de sus familias al superar por esta vía las
barreras estamentales del nacimiento.
Por otro lado, la nobleza del Seiscientos sufrió serias dificultades económicas al
reducirse los ingresos procedentes de la explotación de sus fincas y de sus ganados, en
tanto que los costes aumentaban, principalmente los suntuarios, por la necesidad de
mantener un ritmo de vida acorde con su estatus social, sobre todo si residían en la
corte. Esto produjo algunas quiebras que requirieron la intervención de la Corona así
como la adopción de medidas para incrementar las rentas, moderando los costes e
intensificando la explotación de sus fincas y de sus vasallos. También el clero se vio
afectado puesto que sus rentas comenzaron a decaer a causa, sobre todo, de la
despoblación del campo, dado que el grueso de sus ingresos procedía del diezmo que
pagaban campesinos y ganaderos y que consistía en la décima parte del valor de toda la
producción agropecuaria, sin deducción alguna, pero también procedía de las rentas
derivadas de los títulos de deuda pública y privada, así como de las propiedades rústicas
y urbanas o de los señoríos que poseía -los monasterios percibían derechos señoriales
como los nobles-, afectadas unas y otras por el descenso demográfico y por las
dificultades financieras de los deudores y del mismo Estado.
En el Seiscientos se produce una tendencia a la polarización de la sociedad: ricos
y pobres, privilegiados y gentes del común, nobles y no nobles. Junto a la división
tradicional basada en la función y la sangre, aparece el criterio de riqueza y la fuerza
social que de la posesión de ésta se deriva. Veremos así unas divisiones sociales donde
interviene tanto el estado, la función, el prestigio o el honor, como la distribución de la
riqueza y el poder.
Esa sociedad europea dividida en la jerarquía de los órdenes liga sus
transformaciones al desarrollo de formas económicas innovadoras y al prestigioso auge
del gran comercio marítimo.
La nobleza europea se vio afectada en la reducción de su poderío y
responsabilidad militar, en la exclusión de los altos cargos de la administración y del
gobierno y en una restricción general de privilegios.
Se toma conciencia de la injusticia y desigualdad y las diversas agitaciones y
levantamientos que estallan en Europa, serán las manifestaciones y expresiones
violentas ante dicha realidad negativa y desfavorable.
Mantiene su nivel de prestigio dentro de la ordenación estamental y en cuanto a
sus privilegios ya conocidos de exención fiscal, extensa jurisdicción y capacidad de
rentas y administración patrimonial, son los propios reconocidos por su status.
Hay que destacar la relación que la nobleza establece con el poder soberano que
representa al estado y que significa una adaptación de ciertas minorías nobiliarias a los
cambios impuestos por el desarrollo del Estado Absoluto, lo que implica el abandono de
ciertas funciones tradicionales y la descripción y legitimación de otras que le sirven para
arraigar su situación de privilegio.

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La nobleza es la principal propietaria de la tierra y sobre ella y quienes la
trabajan ejerce su autoridad jurisdiccional y señorial. Al mismo tiempo su importancia
reside, en esta época, en su casi total monopolio del poder político y su preeminente
posición social. Sin embargo empiezan a aparecer indicadores que implican un deterioro
de la situación dominante y una quiebra de poder que se agravará cuando nuevas fuerzas
sociales provenientes de otros estamentos se introduzcan en las competencias del
gobierno.
En Europa occidental, el ennoblecimiento y la venta de títulos y oficios fue una
práctica cada vez más frecuente, tanto por los ingresos que suponía para las haciendas
reales como por tratarse de una estrategia de poder para vincular los intereses materiales
y políticos de los grupos sociales más poderosos del Estado.

2/- La sociedad urbana. Comportamiento de la “burguesía” en el mapa europeo

En aquellos grupos sociales que se corresponden con el ámbito urbano y rural


también se producen determinadas transformaciones, siendo los sectores artesanales de
la ciudad y los campesinos las grandes víctimas de la crisis.
La ciudad es un observatorio privilegiado para el examen de las relaciones
sociales. Reúne a hombres y mujeres de todos los órdenes y clases. En ella se
diversifican por excelencia las posiciones de cada cual en la producción, en la
disposición jurídica, en la riqueza y en la cultura.
En la mayor parte de Europa las ciudades habían adquirido una libertad y
autonomía corporativa que las liberó del control que en ellas habían ejercido los señores
y les proporcionó una relativa independencia en su gobierno y administración, en su
marco de derechos y tributaciones, aunque en el ámbito del absolutismo como doctrina
y práctica de poder.
Es un lugar de producción de bienes y servicios, al tiempo que desarrolla una
función consumidora, que en los siglos XV y XVI cuentan con una economía
fundamentalmente agraria y que por tanto no son ámbitos totalmente diferenciados de
las áreas rurales.
La ciudad es comunidad y concentración social, motivo por el cual se producen
enfrentamientos sociales, expresados por medio de revueltas y estallidos de corta
duración y sin cuestionar nunca el orden social vigente.
A través de sus autoridades locales creaba el clima y los mecanismos necesarios
para aliviar tensiones potenciando y patrocinando las fiestas, juegos, diversiones y
celebraciones civiles y religiosas.
Es centro de poder político, religioso y administrativo y su vinculación a la
monarquía le proporciona prebendas, privilegios, fuerza política y derecho a la
intervención en la política real.
La sociedad es estamental pero en la realidad había ya un amplio sector medio,
los “medianos” denominado burguesía. Su composición responde a un patriciado
urbano, constituido por quienes vivían y administraban las ciudades: en el nivel superior
los mercaderes, funcionarios y profesionales liberales y en el nivel inferior los
miembros de los gremios, corporaciones, asociaciones y comerciantes.
A la “burguesía” y al artesanado de las ciudades, la crisis del siglo XVII les
afectó de manera muy desigual. Es verdad que algunas casas comerciales y financieras
quebraron, pero en conjunto mantuvieron una trayectoria marcada por el beneficio y las
grandes oportunidades, incluso aunque destinaran parte de sus ganancias a financiar las
necesidades de los estados, principalmente las militares. Esto es aplicable asimismo a

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los artesanos, pues su pertenencia a un gremio les protegía de las contingencias del
mercado al disfrutar de diferentes privilegios concedidos por los monarcas en orden a la
calidad y el precio de los artículos fabricados; aparte, su participación en cofradías les
aseguraba la asistencia sanitaria, esencial en un universo donde las enfermedades y los
accidentes laborales y de todo tipo dejaban inerte a la población. No obstante, en el
siglo XVII se consolidaron una serie de métodos alternativos de producción que
surgieron en la centuria anterior y que perseguían eliminar la férrea estructura gremial,
como el domestic system, donde los “mercaderes fabricantes”, aprovechándose de la
crisis económica de la sociedad rural, lograron contratar maestros artesanos no
agremiados para que trabajaran en sus casas a jornal, o en dependencias empresariales,
las materias primas que les proporcionaban, con lo cual consiguieron controlar una parte
importante de la producción textil, así como los batanes y los tintes.
Este grupo social realiza una vida económica a través de la actividad comercial y
liberal o el cargo y la función pública. Por dichos medios logra el capital que luego le
permitiría la compra de tierras y el disfrute de rentas.
Inglaterra y Holanda son modelo de Estado con interesante participación de
elementos burgueses, en cuanto que en ellos se mantiene el espíritu de empresa y la
dedicación al comercio que son la caracterización expresa y genuina del burgués. Son
los territorios meridionales, mediterráneos y los de la Europa central y oriental, en los
que la decadencia de esta burguesía aparece ligada a factores económicos, políticos y a
comportamientos culturales y mentales.

3/- La sociedad campesina en el siglo XVII. Dependencia y empobrecimiento.


(EXAMEN)

El mundo rural del XVII incluye a aquellos que no mantienen ya una ligazón a la
tierra sino que son errantes, del campo a la ciudad, los campesinos dependientes que
constituyen el conjunto más difundido y los campesinos independientes, con más o
menos instrumentos de producción, labranza, cultivo y transporte.
Serán los grandes perjudicados por la crisis del siglo XVII, pues a los cambios
meteorológicos que originaron malas cosechas y crisis de subsistencia, se sumaron otros
factores que incidieron negativamente en su economía y en su nivel de vida: aumento de
los impuestos reales o señoriales, roturación de baldíos y de bienes concejiles,
cerramiento de tierras, alteraciones monetarias, levas y abusos de los soldados en
tránsito, así como el impacto de la guerra, que mermó sus efectivos y destruyó de forma
sistemática sus haciendas. Muchos pequeños propietarios campesinos tuvieron que
hipotecar sus propiedades con préstamos (censos) para salir de la crisis y fueron
numerosos quienes las perdieron al no poder abonar los intereses ni devolver el capital
recibido, pasando a manos de la nobleza, del clero y de los sectores emergentes de la
sociedad, como los comerciantes y los hombres de negocios. Pero además, la venta de
jurisdicciones por la Corona y el aumento de la presión señorial, perceptible en buena
parte de Europa, incluido el reino de Valencia, afectado por la expulsión de los
moriscos, contribuyeron a agravar más todavía su ya precaria situación, motivo por el
cual se produjeron fuertes emigraciones a las ciudades allí donde fue posible, porque en
el Este de Europa los señores procedieron en la segunda mitad del siglo XVII a
consolidar la práctica de adscribir a los campesinos a la tierra, sin posibilidad de
emigrar, en lo que se ha venido llamando la “segunda servidumbre de la gleba”. Un
sistema que contemplaba además otras limitaciones a los campesinos: el no poderse
casar fuera del dominio señorial y la obligación de que sus hijos realizaran labores

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domésticas para los señores o sus intendentes. Así se explica la progresiva tendencia de
los campesinos a emigrar a las ciudades y, como consecuencia de ello, también su
adscripción a la tierra en reinos como Polonia y Rusia, donde sus condiciones
materiales de vida se deterioraron como nunca antes.
Es la crisis de la comunidad rural que se empobreció al perder sus bienes y
medios de subsistencia y se debilitó ante los ataques del poder central y absoluto. Crisis
que dista mucho de ser homogénea por lo que es necesario un análisis de las
peculiaridades y de los aspectos regionales y territoriales.
Las diferencias existentes en las relaciones entre nobles y campesinos son el claro
reflejo de las que existían entre una y otra parte de Europa. Distintas realidades sociales
adaptadas a áreas geográficas también variadas:
• Europa del este: predomina el llamado régimen de servidumbre
• Europa mediterránea: el régimen señorial
• Europa noroccidental: los grandes arrendatarios

Entre los diferentes modelos territoriales europeos existen también diversos


factores que intervienen en la vida campesina, como el clima, el ámbito geográfico o las
conductas humanas, las características de utilización y formas de explotación de la
tierra, disponibilidad o no de empleos y prácticas económicas complementarias.
Las masas campesinas no permanecieron insensibles ni inmóviles frente a los
constantes desequilibrios, ante el aumento de la miseria y la agravación de la alienación
que sufría el mundo rural. La población rural no nobiliaria no estaba exenta en ninguna
parte de las cargas estatales sino que era más bien la única en tener que soportarlas.
Cuando estas cargas se extendieron de manera desmedida y en contra del derecho y la
costumbre, se favorecieron actos de resistencia contra los propietarios señoriales o los
representantes estatales.
Se asumen entonces procesos de concienciación que se traducen en distintas
reacciones campesinas: desde la resignación a la pasividad, desde el fraude a la revuelta
y la resistencia violenta.
Así el desarrollo espectacular del bandolerismo, los episodios violentos de la
resistencia popular, se manifiestan a lo largo del Seiscientos y afectan a casi todos los
territorios europeos, constituyendo el mejor indicador para conocer la situación del
campesinado.

4/- Los marginados en época de crisis

La emigración a las grandes urbes de los campesinos en el occidente europeo


buscando nuevas y mejores oportunidades generó a su vez la aparición de un elevado
número de individuos que, frustradas sus expectativas, se vieron condenados a vivir al
margen de la sociedad (mendigos, ladrones y asesinos, pero también soldados
jubilados), cuya conducta delictiva acabará deteriorando la convivencia ciudadana,
sumida en un clima de violencia generalizada con muertes frecuentes en las calles y en
los mismos domicilios, de lo que los pliegos de cordel y las gacetas de la época dan
cumplida información.
Se desarrolla de manera notable el fenómeno del pauperismo, tanto en el campo
como en las ciudades. Aparecen grupos sociales marginados integrados por
desposeídos, ociosos, desempleados, vagabundos, pobres.
Es otra de las manifestaciones que ofrece el sistema social de la centuria del
Seiscientos, la polarización de la sociedad. Desde finales del XVI se ha ido fraguando

51
una extrema desigualdad socioeconómica, sobre todo, en la comunidad rural. En el
mismo sentido encontramos en el mundo urbano un alto porcentaje de individuos sin
privilegios, desposeídos y desprotegidos, trabajadores sin cualificación, servidores
domésticos y toda clase de marginados: temporeros, peregrinos, desertores, prostitutas,
criminales, pobres incapacitados, pobres verdaderos o falsos.
La distribución de la riqueza era desequilibrada y la expansión de la población
trabajadora tuvo una incidencia negativa en numerosos aspectos de la vida diaria:
aumentó el subempleo, la desocupación y el escaso poder adquisitivo para los grupos
sociales más débiles y desatendidos.
Las migraciones de pobres y vagabundos se contemplaban por parte de los
grupos propietarios y privilegiados como una amenaza a la seguridad y al orden
público, es decir, una situación de pobreza y marginalidad que desencadenaría actitudes
de revuelta.
La actitud política de este tiempo con relación a la pobreza inicia sus primeros
pasos para el tránsito de la visión cristiana tradicional a una idea y práctica secularizada,
basada en la idea del trabajo frente a la limosna y la caridad social. Surge ahora otra
forma de interpretar la pobreza, como realidad producida por el mal gobierno de los
hombres y por los defectos del sistema económico y social. Su soluciòn proviene de una
política social racional, en cuanto a la actitud del Estado y las instituciones. La
secularización implica un control y policía de los pobres por parte del Estado.
No obstante, aún faltaban numerosos ingredientes en la actitud política,
económica y social para que, en la percepción del pobre, actuaran mecanismos en
nombre de una nueva ética del trabajo y la productividad.

TEMA: 8 – CAMBIOS Y TENSIONES SOCIALES

I- Epígrafes:

1. Principales causas de los conflictos


2. La “refeudalización”
3. El mapa de las revueltas
4. Movimientos políticos y antiseñoriales. El caso español.

II- Resumen del contenido:

La crisis económica y demográfica que tuvo lugar en Europa durante el siglo


XVII, con periódicas hambrunas, así como el permanente estado de guerra en el que se
encuentran los Estados, y los reajustes que los grupos privilegiados, en especial los
titulares de señoríos, llevaron a cabo para obtener mayores ingresos, en una etapa en la
que el poder adquisitivo de las rentas agrícolas disminuye y las necesidades financieras
de los Estados se incrementa, va a provocar, como ya se ha ido apuntando, una gran
inestabilidad social y política. Por un lado, determinados territorios van a rebelarse
contra la autoridad de sus soberanos aprovechando su debilidad, como Portugal,
Cataluña, Nápoles y Sicilia en el caso de la Monarquía Hispánica, en cuyo origen se
encuentran diversos factores, entre los que se debe resaltar el descontento de las elites a
las nuevas demandas fiscales exigidas por la corona para hacer frente al conflicto de la
Guerra de los Treinta Años. La revolución inglesa protagonizada por el Parlamento
contra los intentos absolutistas de Carlos I Estuardo, y que concluirá con su

52
destronamiento y ejecución, es otro signo evidente del malestar político de los pueblos y
de sus elites con sus dirigentes. Lo mismo cabe decir de las frondas en Francia, en las
que la aristocracia –en sus filas participarán incluso miembros de la familia real- juega
un papel determinante en su querella contra el monarca por verse desplazada del centro
del poder. El protagonismo de este grupo social será relevante asimismo en la
inestabilidad política que se vive en Polonia y Rusia, cuyos soberanos se ven incapaces
de imponerse sobre una nobleza terrateniente, que acapara cada vez más poder
económico y político, una burguesía prácticamente inexistente y un campesinado
debilitado.

Al descontento político, protagonizado fundamentalmente por los grupos


privilegiados de la sociedad, hay que añadir las revueltas campesinas y los desórdenes
urbanos que se canalizan a través de tumultos de subsistencia, motines de hambres o de
carestía de los cereales; y de acciones campesinas contra el pago de los diezmos
eclesiásticos, los derechos señoriales, la subida de los impuestos –o su cobranza- y los
alojamientos de soldados. El mapa de estos levantamientos refleja muy bien su alcance
y su difusión, ya que se extenderán por toda Europa: en Rusia en los años 1602-1607 y
1672; en Francia los croquants del Périgord y Limousin entre 1624 y 1643 y los Nu-
Pieds de Normandía en 1639; guerras campesinas en Alemania en 1626; sublevaciones
campesinas en Inglaterra entre 1628 y 1631, en Hungría en el bienio 1631-1632, y en
Ucrania; alteraciones andaluzas de 1648 a 1653. Pero ¿por qué este desorden
generalizado? Porque estos movimientos, espontáneos o dirigidos, representaron, por un
lado, el rechazo social a la concentración del poder de los Estados en expansión, que
demandaban mayores aportes monetarios de sus súbditos –es el caso de Francia y
España-; y por otro, fueron la respuesta a los cambios derivados del recrudecimiento del
régimen señorial, con la intensificación del modo de producción feudal basado en la
servidumbre de la Europa del este (“refeudalización”), así como del ataque de los
grupos privilegiados a los derechos tradicionales de los campesinos, muy visible en el
“cercamiento” de tierras comunales, sobre todo en Inglaterra (enclosures) y en Castilla
(cotos cerrados), y cuya práctica no sólo vulneraba las leyes sino que agravaba las
dificultades económicas de los campesinos, especialmente de los jornaleros, privados
del uso de los montes y baldíos de los concejos.

Por supuesto, estos levantamientos fueron duramente reprimidos por el Estado


con sanciones a quienes los encabezaron o se destacaron por sus actuaciones violentas,
las cuales iban desde la pena de muerte hasta la condena a servir en las galeras, en las
minas –las de mercurio, por su toxicidad, fueron terribles para los condenados- y en los
presidios (fortalezas), el embargo de sus bienes y el destierro del reino. Evidentemente
el desigual castigo no dependía tanto del delito como de la posición social de cada uno:
los nobles podían perder la vida, pero lo habitual fue que se les embargasen sus
posesiones, se les obligara a incorporarse a un presidio o que fueran desterrados; este
destino fue el común para los eclesiásticos que participaron en sediciones y tumultos.
Por el contrario, campesinos, artesanos, jornaleros y demás individuos pertenecientes al
estado llano, fueron sancionados a trabajar en las minas o a remar en las galeras, cuando
no perdieron la cabeza, expuesta al público, lo mismo que su cuerpo troceado, para
ejemplo de todos.

53
1/- Principales causas de los conflictos

La crisis del siglo XVII es una crisis en el sentido de proceso de cambio


estructural. La sociedad de este momento se ve afectada por una situación crítica a
causa del retroceso productivo y de la debilidad económica. Nos encontramos con una
sociedad estructurada a partir de criterios jerárquicos muy formalizados, y con la
existencia de privilegios como fundamento del orden social y con unos estamentos
privilegiados y otro no. Dicho esquema significa el mantenimiento de unos criterios
fijos en la ordenación social, incluso podríamos decir que con un cierto reforzamiento y
una tendencia a la polarización de la sociedad: ricos y pobres, privilegiados y gentes del
común, nobles y no nobles.
Lo que marca una cierta diferencia entre los siglos XVI y XVII es la
intensificación del panorama de los conflictos de esta centuria. La crisis económica
provoca una polarización social que induce a un recrudecimiento de la tensión y un
aumento de los estallidos de violencia social.
La causa fundamental generadora de los conflictos es la acción combinada y
depredatoria de las clases superiores y del Estado sobre la renta campesina.
La renta campesina es el objetivo de apropiación para unas clases dominantes y
ansiosas de incrementar sus ingresos en un momento en que estos caían, también por
cuestiones de estrategia social (ennoblecimiento para ricos) y que buscan concentrar las
tierras (el ideal de vida del rentista). La nobleza europea se vio afectada en la reducción
de su poderío y responsabilidad militar, en la exclusión de los altos cargos de la
administración y del gobierno, y en una restricción general de privilegios: es una “crisis
política de la aristocracia” hasta el punto de considerar este uno de los motivos de sus
rebeliones armadas (excepto en España). La nobleza es la principal propietaria de la
tierra y sobre ella, y sobre quienes la trabajan, ejerce su autoridad jurisdiccional y
señorial.
Mientras, los sectores artesanales y campesinos toman conciencia de la injusticia
y desigualdad a las que se ven sometidos, provocando las diversas agitaciones y
levantamientos que no son sino manifestaciones y expresiones violentas ante una
realidad negativa y desfavorable.
También es el objetivo del Estado absolutista, en expansión, y necesitado de
financiación para sus continuas guerras. Es el Estado el responsable máximo de los
cambios en la distribución de la renta y su mayor beneficiario en el oeste y centro de
Europa. Necesita aumentar las tasas para costear el alojamiento de tropas, abusos de la
soldadesca y destrucciones puntuales. También aumenta la presión fiscal para costear el
creciente aparato burocrático inherente al despliegue de la monarquía administrativa. La
presión estatal o la de los estamentos más altos dependerá de la zona, lo mismo que los
mecanismos con que se lleve a cabo y sus consecuencias. El siglo XVII aportó
elementos nuevos que alteraron su imagen desde diversos aspectos: los efectos de la
recesión demográfica, una política fiscal e impositiva abusiva, venta exagerada de
cargos y oficios por parte de las monarquías. Todo ello son rasgos propios de esta crisis
que actúa como una fuerza interna que alienta la tradición y el conservadurismo en los
niveles más altos de la sociedad. Pero a la vez nos anuncia una sociedad inquieta y
dinámica, en la cual no existe el régimen político inmóvil ni en equilibrio, ni la
estructura económica en estado normal, sino la confluencia o confrontación de fuerzas,
las agitaciones económicas, los conflictos sociales, es decir, determinadas y variadas
circunstancias que se han de tener en cuenta a la hora de comprender las sublevaciones,
alteraciones y revoluciones, las tensiones sociales que vive el Estado y la sociedad del
siglo XVII. Estos conflictos fueron provocados por factores bastante diversos y

54
heterogéneos, incluso contradictorios y difíciles de explicar, con grandes diferencias de
espacio y tiempo.
Sobre las causas de las revueltas rurales, Y. M. Bercé distingue la resistencia
oriental a la servidumbre de la oposición occidental al centralismo estatal, y la
excepción del caso británico. Todo responde a lo ya visto de la ofensiva de los
poderosos que deteriora el campo.

2/- La “refeudalización”

En la sociedad del XVII frente a los defensores del honor y la nobleza se


levantaba la pujante realidad del dinero. La crisis de la nobleza había que resolverla
logrando que la nobleza fuese rica y en las décadas finales del siglo ese fue el objetivo
de los nobles: enriquecerse y controlar las vías de enriquecimiento y poder.
Al final la nobleza salía reforzada a pesar de su endeudamiento y del abandono
de sus orígenes militares. Esto es lo que se ha llamado “refeudalización”. No hay
unanimidad a la hora de aclarar este concepto, pues no se trata de que revivan a finales
de siglo las prácticas feudales ya en desuso sino del aumento del numero de nobles (por
concesión real o por compra) y de sus riquezas. Las grandes familias se adaptan a la
situación de crisis y se comportan como “paterfamilias” administrando sus propiedades
como lo haría un patriarca.
Se perdona una parte sustanciosa de las deudas o se renegocian los plazos con
generosidad, a veces se ofrecen contratos ventajosos de cultivo que aproximan al
campesino a una propiedad compartida de la tierra. La “refeudalización” se explica
también desde una perspectiva política como la ofensiva política de la nobleza para
copar puestos de gobierno, beneficios y toda clase de ayudas para sortear las
dificultades económicas y el endeudamiento. Y todo sin aumentar la conflictividad
social, ya de por sí bastante complicada, resumiendo:
• Recrudecimiento señorial
• Intensificación del modo de producción basado en la servidumbre en Europa
oriental
• Ataques y presiones de los grupos privilegiados a los derechos tradicionales del
campesinado
• Señoríos en el punto de vista del absolutismo

3/- El mapa de las revueltas en el siglo XVII

El motivo es lo estrictamente económico, pero también la tensión entre la


nobleza y los monarcas absolutos o la resistencia de cualquier grupo social contra el
Estado. Desde las últimas décadas del XVI hasta los años 70 del XVII se siente la
convulsión política y el estado de agitación social. Por un lado hay rebeliones o
“revoluciones de estado” y por otro “sublevaciones de carácter general”.

Crisis gubernamentales de la década de 1640-50, ni son únicas ni uniformes sino


diferentes y que se entrelazan con la explicación general del fenómeno crítico:
• A partir de 1640: Escocia, Irlanda, Inglaterra, Portugal y Cataluña
• 1647: Nápoles y Sicilia
• A partir de 1648: Polonia y Moscovia

55
• Hasta 1652: Suecia
• Y en gran parte de Alemania la finalizar la guerra de los Treinta Años

La historiografía pone en duda hoy en día que los términos crisis, revuelta o
revolución puedan dar sentido a la diversidad de dignificados de este contexto. En
conjunto podemos hablar de “revoluciones de estado”. Hemos de tener en cuenta:
• las tendencias centralizadoras de un Estado en continua actividad bélica,
• el descontento de la población dirigido contra los grupos sociales que dominan y
dirigen los gobiernos locales,
• situaciones sociales de inestabilidad
• y deseos secesionistas.

Muchos historiadores se muestran reacios a calificarlos como revolucionarios,


argumentando que en ningún momento buscaron un cambio profundo en la ubicación
del poder político ni cuestionaron su legitimidad. Se trataría, por tanto, de reacciones
localizadas frente a agravios concretos o, sencillamente, de la expresión violenta del
malestar originado por condiciones coyunturales extremas, como la carestía de las
subsistencias. Algunos autores defienden incluso su carácter conservador, en el sentido
de que reivindicaban la vuelta a una situación anterior, considerada más justa y
modificada por la acción del Estado o del poder señorial. Se trataría, por tanto, no de
revoluciones, sino de sublevaciones, rebeliones o motines sin un auténtico alcance
revolucionario. Especificación por países:

• Francia: dos periodos de revueltas: de 1610 a 1661 y de 1661 a 1685. Es el


movimiento de la Fronda, como desafío al Estado y al absolutismo. Aquí se ve
la debilidad de la monarquía, las tendencias de la nobleza de toga y los agravios
cometidos contra la aristocracia con su desplazamiento del centro de poder en
torno al rey.
• Inglaterra: de 1603 a 1649, con los Estuardos que chocan con una sociedad en
plena transformación. Aparecerán disfunciones y cambios de todo signo que
originarán el desarrollo de nuevas fuerzas sociales a las que el Estado cada vez
es más incapaz de adaptarse.
• Países Bajos: experimentaron continuas crisis de autoridad a lo largo del siglo
XVII, crisis políticas, fracaso del Estado y de las autoridades locales frente a la
sociedad.
• Cataluña y Portugal: la sublevación es el reflejo de una crisis esencialmente
castellana. La estructura de poder de la Monarquía no reaccionó a la situación
planteada por la periferia, sólo respondió de manera inadecuada, no deseada y
cada vez con procedimientos más desfasados.

Europa septentrional y oriental: modelos comparativos de la crisis difíciles de


acomodar y con sus rasgos peculiares:
• Los reinos escandinavos ofrecen crisis de autoridad, crisis políticas pero que no
implicaron apenas violencia.
• En Polonia o Rusia, por el contrario, en guerra unos contra otros. Son Estados
grandes, poco poblados, con fuerte ascensión de la nobleza terrateniente y
debilitamiento del campesinado, así como con todo tipo de dificultades
comerciales e industriales.

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Revueltas campesinas: Son rebeliones populares que afectaron a aspectos concretos de
las relaciones sociales, son la respuesta social a la crisis:
• Baja Austria en 1596 y 1597;
• Rusia entre 1606 y 1607 y 1672; los Croquants del Périgord y Limousin
en 1624 a 1643;
• guerras campesinas en todo el territorio alemán en 1626;
• levantamientos campesinos en Inglaterra de 1628 a 16 31;
• sublevaciones en Hungría entre 1631 y 1632; Nu-Pieds de Normandía en
1639;
• alteraciones andaluzas y aragonesas de 1648 a 1653.

Es la expresión generalizada de resistencia y tensión social ante los cambios producidos


en la Europa del siglo XVII, derivados de:
• Recrudecimiento del régimen señorial, sobre todo con la intensificación del
modo de producción feudal basado en la servidumbre de la Europa del este.
• Ataque de los grupos privilegiados a los derechos tradicionales del campesinado,
observable en los movimientos anticercados ingleses, donde la rebelión se
presenta como la defensa de una ley y un principio justo, vulnerados por una
intervención ilícita y no respetuosa con una determinada realidad.
• Exigencias fiscales de un Estado en expansión y hacia su completa
concentración de poder, muy propio en el oeste y centro de Europa, en la Francia
de Richelieu.

En todas estas revueltas campesinas hay pautas de comportamiento similares:


• La composición social desborda las capas inferiores de la colectividad, pueden
comenzar por un incidente mínimo o un simple rumor; con frecuencia es la
innovación la que vuelve inaceptable una situación sufrida hasta entonces con
resignación.
• La pasividad inicial del grupo dirigente facilita la consolidación del movimiento
que forma un deficiente ejército popular.
• La jefatura de este suele adoptar connotaciones míticas o mágicas (Jean Nu-
Pieds) o se trata de un pequeño noble (La Motte de la Forêt entre los Croquants
de Normandía)
• La violencia es selectiva, poco anárquica y simbólica, ejercida con patrones
rituales (ej. despedazamiento de un recaudador).
• El tiempo opera en contra y las negociaciones las debilitan.
• La restauración del orden suele ser sangrienta.

Revueltas urbanas: Los motivos de las protestas urbanas suelen ser el hambre y los
impuestos, así como los abusos de poder en las oligarquías dirigentes.

Todo tipo de resistencia campesina fracasa. Todas las formas alienantes del
endeudamiento, la inseguridad en la propiedad, a veces la pérdida de libertad personal,
las causas profundas de la crisis social, triunfan.
La crisis del mundo rural es el desmoronamiento de un modelo de vida ancestral;
simbolizando la comunidad campesina lo que resulta más destruido, a la vez que es el
argumento de reacción más movilizador.

57
4/- Movimientos políticos antiseñoriales. El caso Español

A finales del XVI comienza la caída de las rentas de la tierra, pero por otra parte
las inversiones de capital estaban abandonando la agricultura y la industria orientándose
hacia las finanzas, la constitución de juros y censos y adquisición de bienes superfluos y
lujosos artículos de importación. Las cargas sobre los campesinos los empobrecen
progresivamente obligándolos a abandonar sus tierras y emigrar a la ciudad donde
prefieren vivir de limosna o de la delincuencia ya que allí también falta el trabajo. Se
crean así gran número de pobres y vagabundos y en las ciudades reina la inseguridad
(asesinatos, ajustes de cuentas, venganzas, robos) todo agravado por la falta de fuerzas
de orden público eficaces.

En este contexto sobresalen las “alteraciones andaluzas” que sobrepasan lo


visto hasta ese momento. En Andalucía, a los graves problemas de abastecimiento
registrados a mediados de siglo se unieron las consecuencias de las oscilaciones
monetarias provocadas por la política gubernamental, las exacciones fiscales y
la presión señorial en el campo. En 1647 se produjeron disturbios en Lucena, Espejo,
Luque, Estepa, Alhama y varias localidades más, aunque en este caso el hambre no
parece que fuera la principal causa. Sin embargo, a partir del año siguiente, 1648, el
hambre se extendió por Andalucía, unida a una mortífera epidemia de peste. En
Granada se sublevó la plebe urbana, imponiendo un nuevo corregidor designado por el
pueblo, el cual tomó medidas para abaratar el trigo.
En 1651 y 1652 el grano volvió a faltar y su precio se disparó. Durante el último
de estos años se produjeron numerosos motines de hambre en las ciudades andaluzas.
La carestía se vio agravada por las actividades de los especuladores, que sacaban
provecho de la situación acaparando trigo y logrando hacer subir artificialmente los
precios. En Córdoba estalló un grave motín el día 6 de mayo, que comenzó según
algunas versiones cuando una mujer recorrió las calles de la ciudad gritando con su hijo
muerto a causa del hambre en los brazos.
Más inquietud aún produjeron en las autoridades gubernamentales los tumultos
originados en Sevilla el mismo mes de mayo de 1652, que tuvieron comienzo en el
popular barrio de la Feria, donde predominaban los artesanos tejedores. La ciudad
estuvo a punto de ser totalmente controlada por los amotinados, los cuales intentaron
asaltar diversas casas de comerciantes en las que se sospechaba podía haber trigo
almacenado. Los sublevados se hicieron fuertes en el barrio de la Feria, pero fueron
fácilmente reducidos, sufriendo más de un centenar de bajas, entre ellas las de algunos
de los principales líderes. Ciertos clérigos tomaron también parte en el motín. Para
Domínguez Ortiz, las alteraciones andaluzas de mediados del XVII tuvieron
principalmente un carácter urbano y espontáneo, caracterizándose por ser, ante todo,
motines de hambre o de subsistencia.

En 1688 miles de campesinos catalanes pusieron cerco a Barcelona, en abierta


rebelión contra las imposiciones militares de la Corona al Principado, que se hallaba
protegido de ellas por antiguos fueros. Este movimiento hizo renacer el fantasma de la
gran rebelión separatista de los catalanes de 1640.

Finalmente, los campesinos valencianos se levantaron contra las cargas


señoriales en 1693, en una sublevación conocida como la segunda germanía.

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Conflictos rurales: El problema no es la escasez de tierras (son cada vez mas
las tierras yermas), sino la transferencia de la propiedad a determinadas manos.
También se disputan la tierra ganadera y campesina, los pastos contra la agricultura.
Los ayuntamientos son grandes propietarios de tierras comunales que son
explotadas en beneficio de los vecinos, pero recurren a ellas para hacer frente a sus
deudas con hacienda.
Los pueblos se encuentran arruinados, los vecinos no tienen para pagar sus
impuestos ni para alimentarse. La comunidad rural se queda sin recursos puesto que,
todos, los propios y comunes se destinan a pagar interese de los censos contraídos tal
vez hace 100 años.
Este endeudamiento progresivo de los concejos, en bancarrota técnica por lo
general, los obliga a enajenar sus bienes lo que es aprovechado por los que disponen de
dinero para quedarse con todas las tierras y derechos comunales e incluso las
propiedades particulares de los vecinos.

El bandolerismo: Es la expresión del conflicto social del XVI y XVII en


Cataluña, asaltan conducciones de moneda a Barcelona, atracan en los caminos, causan
muertes, se enfrentan a las fuerzas reales. Las bandas tienen larga vida y se reproducen
continuamente. Su época de auge coincide con el reinado de Felipe III, No es una
explosión incontrolada contra la miseria sino un fenómeno estructural derivado de las
condiciones sociales y políticas. El derecho a la violencia privada de los nobles parece
la explicación mas lógica, es una lucha entre clientelas y bandos y es posible porque no
existe un poder centralizado fuerte.

A MODO DE RESUMEN: A pesar de todos los conflictos la sociedad es sólida,


las nuevas funciones, tensiones y conflictos ocurridos en este siglo no alteran una
sociedad ordenada y compuesta al modo estamental y sirvieron para poner de manifiesto
las numerosas contradicciones sociales existentes en el seno de este Estado de la
modernidad.

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BLOQUE III:

DEMOGRAFÍA Y SOCIEDADEN EL MARCO DE LA ILUSTRACIÓN

TEMA: 9 – EL NUEVO RÉGIMEN DEMOGRÁFICO

I- Epígrafes:

5. Los diferentes ritmos demográficos


6. Factores del crecimiento poblacional: mortalidad, natalidad, fecundidad
7. Repercusión del despegue económico de Europa en la evolución
demográfica
8. El ascenso de la sociedad de consumo

II- Resumen del contenido:

La demografía del siglo XVIII mantiene los mismos factores que la


caracterizaban en los siglos precedentes: mortalidad y natalidad elevadas y altos índices
de fecundidad. Empero, se aprecian ya ciertas modificaciones en su comportamiento
que prefiguran el régimen demográfico contemporáneo, pues la menor incidencia de
factores exógenos, como enfermedades epidémicas, guerras y hambrunas provocadas
por malas cosechas, permitirá un crecimiento demográfico sostenido.

La elaboración sistemática de censos o recuentos de población por iniciativa del


Estado es una pieza decisiva a la hora de cuantificar los efectivos humanos en Europa,
aun cuando no llegaron a realizarse en Francia y Gran Bretaña hasta 1801. Y los datos
obtenidos confirman la tendencia al crecimiento: si en 1700 la población continental
oscilaba en torno a los 115 o 120 millones de habitantes, al finalizar la centuria lo hacía
alrededor de 190 millones, es decir, se había incrementado en un 58 ó un 65 por ciento
aproximadamente.
¿Qué factores incidieron en este comportamiento? No existe unanimidad al
respecto, pero parece imponerse la tesis de que los cambios producidos en la
nupcialidad fueron la causa de dicho crecimiento, si bien siguieron dependiendo de las
condiciones medio ambientales, por lo que se produjeron notables diferencias
demográficas entre regiones: por ejemplo, en las regiones meridionales (España, Italia y
sur de Francia) la mortalidad infantil fue mayor que en las regiones septentrionales
(Inglaterra, Holanda, Alemania y norte de Francia) en buena parte debido al clima, por
lo que los matrimonios fueron más tempranos en las primeras y más tardíos en las
segundas.
Así pues, la población en Inglaterra aumentó en un 133 por ciento entre 1680 y
1820, pero en Francia ascendió tan sólo en un 39 por ciento, porcentaje en torno al cual
se movieron España e Italia. Y aun se observa otro aspecto significativo: las ciudades
fueron las que más crecieron en detrimento del campo a causa fundamentalmente de la
emigración de los campesinos, dadas las dificultades cada vez mayores que padecían en
las zonas rurales por el proceso del cerramiento de las tierras y las oportunidades que
ofrecían los núcleos urbanos. Así, entre 1700 y 1800 Londres y Madrid crecieron en
torno a un 50 por ciento, Dublín en un 180 por ciento, Viena en un 102 por ciento,
Berlín en un 172 por ciento y Nápoles en un 97 por ciento. Crecimientos muy inferiores

60
experimentaron Ámsterdam, París, Milán y Roma. Venecia, en cambio, se estanca
durante la centuria.

El desarrollo urbano produjo a su vez la expansión de la sociedad de consumo, la


cual requería mejores comunicaciones, una mayor especialidad en los productos, que ya
no estarían destinados a cubrir las necesidades básicas (es el caso, por ejemplo, de
artículos como el chocolate, el café, el té y el tabaco), y una reducción en los costes de
producción, que será posible gracias a la estabilidad de los salarios –éstos apenas
crecerán a lo largo de la centuria- y a una serie de transformaciones aplicadas en el
sector de la industria textil. Todos estos elementos serán decisivos para reducir el
autoconsumo, favorecer la demanda y facilitar la integración de los mercados, pero
también para mejorar las perspectivas de vida de los europeos posible gracias a un
incremento en el empleo generado por la misma demanda urbana, lo que favoreció la
estabilidad laboral y la incorporación al mercado del trabajo de más miembros de una
misma familia, aumentando de este modo los ingresos familiares.

1/- Los diferentes ritmos demográficos

El crecimiento demográfico no fue uniforme, cada país tuvo un comportamiento


peculiar, dándose además diferencias llamativas entre sus mismas regiones. Debemos
recordar que la economía y la sociedad eran en el XVIII más locales o regionales que
nacionales. Tampoco conviene establecer un nexo mecánico entre incremento
demográfico y desarrollo económico, ya que la interrelación entre demografía y
economía es de gran complejidad.

---El caso inglés permite apreciar muy bien esa relación entre demografía, economía y
sociedad, ya que conoce un importante auge demográfico, acelerado a partir de 1750,
coincidiendo con el inicio de la revolución industrial, a cuyo amparo se produjeron
fundamentales cambios en la distribución de la población, en la estructura ocupacional y
en la conducta demográfica.
• Inglaterra y Gales vivieron un crecimiento demográfico del 58.6%, algo
imprevisible a finales del XVII. Este llamativo cambió demográfico y las causas
que lo ocasionaron, han sido muy estudiados obteniendo datos fundamentales
del comportamiento demográfico inglés relativos a la esperanza de vida, que
paso de ser de 32 años en 1670 a 38 años en 1810. La tasa bruta de natalidad
creció del 30.7 al 39.6, mientras que la mortalidad descendió del 30.7, al 24.5 en
esos mismos años; y la edad media en que las mujeres contraían matrimonio
descendió de los 26 a los 23 años.

Hay diferencias entre los demógrafos al valorar la importancia relativa de cada variable:
1. J.T. Krause considera el incremento de natalidad el factor clave del
crecimiento británico.
2. Otros historiadores consideran el descenso de la mortalidad la causa
principal de la aceleración demográfica y conectan la positiva evolución
de la población británica con la mejor alimentación, la mayor salubridad,
los avances de la medicina y con una mejora general de las expectativas
vitales.
3. Pero la tesis que más crédito ha alcanzado es la debida a Wrigley para
quien los cambios en el terreno de la nupcialidad son la causa del

61
destacado crecimiento demográfico británico. Defiende que la mejora en
el nivel medio de ingresos netos alentó a contraer matrimonio en
edades más tempranas y en consecuencia a un notable incremento de
la natalidad.

---Francia, Italia y España tuvieron un crecimiento más pausado que el inglés.

• Francia con cerca de 22 millones de habitantes era el país mas poblado de


Europa al iniciarse el siglo XVIII sin embargo esa superioridad fue
disminuyendo, dándose unas diferencias regionales muy marcadas. Para explicar
la débil tendencia alcista de la población francesa se recurre a dos
circunstancias: el escaso desarrollo de la economía francesa y el carácter de su
propio régimen de demográfico.
o Respecto al primer factor, existía una fuerte desproporción entre
población y trabajo llegando a tener cerca de 5 millones de indigentes
necesitados de socorro, un bajo nivel de salarios reales y una fuerte
incidencia de las crisis cerealistas en la subsistencia de la población.
o En segundo lugar, hasta finales del s. XVIII, el régimen demográfico era
poco susceptible al crecimiento rápido, caracterizado por una edad tardía
de acceso al matrimonio (27 años los hombres y 25 las mujeres) y una
proporción importante de celibato definitivo.

• España en el XVIII conoce un despegue demográfico considerable, igual que en


el caso Frances no es igual en todas las regiones.
o El siglo XVII salvo Galicia y Asturias fue de estancamiento
demográfico en sus tres primeros cuartos, pero en el último en algunos
lugares y algo mas tarde en otros la población comenzó a recuperar sus
efectivos.
o En el entorno mediterráneo el alza poblacional fue muy importante. De
forma más modesta el interior de Castilla, Extremadura y Andalucía
también se recuperan, aunque no será hasta los años 30 del XVIII cuando
logren alcanzar los niveles que tenían a finales del XVI.
o Tras la Guerra de Sucesión continúa el alcismo, perdido hacia la segunda
mitad de la centuria.

Pero este crecimiento en España tuvo importantes contrates regionales:

o En Galicia y Asturias, el crecimiento demográfico vivido en el XVII por la


introducción del maíz dio lugar a que se llegara al siglo XVIII con una de las
densidades más elevadas del país, muy acusada en el litoral, saturado de
población. La dificultad de un aumento de recursos bloqueó el crecimiento
de la población, teniendo que acudirse al recurso de la emigración hacia
Madrid, Andalucía o América, al matrimonio tardío o al celibato definitivo
para paliar la presión de una población que había crecido por encima de los
recursos.
o Algo similar ocurre en la población vascongada con una superpoblación
relativa que fue soportable gracias a dos controles preventivos: la más alta
edad de matrimonio femenino de toda España (por encima de los 26 años) y
la emigración.

62
Esta realidad del norte contrasta con el crecimiento del litoral mediterráneo:

o Murcia verá triplicar su población como consecuencia de la instalación del


arsenal en Cartagena en la década de 1730.
o En Valencia la población crece un 103%gracias a la buena relación entre
población y recursos y solo se debilita cuando esta relación se deteriora a
finales de siglo. Lo que también sucede en Cataluña.
o Aragón no alcanza las tasas anteriores, pero tiene un crecimiento superior a
la media nacional.

El resto del país está en una situación intermedia entre lo que ocurre en el norte y en el
Mediterráneo, una evolución positiva, pero modesta, alejada de considerarse
“revolucionario” y cuyos parámetros de nupcialidad, natalidad y mortalidad responden a
comportamientos propios de sociedades tradicionales.

• Italia, en conjunto tiene un comportamiento similar al español, pasando de 13


millones en el 1.700 a casi 18 en el 1.800, con un mayor incremento en la
primera mitad del siglo y diferencias regionales muy marcadas.
o Italia septentrional: con mejor economía tuvo menor crecimiento que la
Italia meridional o insular (Nápoles casi un 50%).

---El este y norte de Europa conocieron un rápido crecimiento de su población, gracias


a tierra abundante y escasez de mano de obra.
• Colonización de Prusia oriental con crecimiento espectacular.
• Colonización de Pomerania, Silesia y Prusia oriental, da lugar a importante
aporte migratorio desde Austria (persecución religiosa), Polonia (guerra), sur de
Alemania (superpoblación) y Sajonia (hambre).
• En algunas regiones del imperio ruso, mayores índices de crecimiento, resultado
de los repartos de Polonia y de la intensa colonización de las regiones nuevas
puestas en cultivo.

---Los mayores índices de crecimiento se dieron en America del Norte, donde la


población había pasado de 300.000 habitantes en 1.700 a 5 millones en 1.800, con un
crecimiento del 1.666%, resultado del gran aporte migratorio y de una vitalidad natural
extraordinaria.

2/- Factores de crecimiento poblacional: Mortalidad, Natalidad, Fecundidad

La mortalidad: Pese a que el XVIII conoció un leve descenso de la mortalidad, éste se


produjo en el ámbito de la extraordinaria, aunque resurgía de nuevo con años sucesivos
de malas cosechas generalizándose las enfermedades ocasionadas por la desnutrición.
La mortalidad ordinaria siguió elevada, sin que la infantil conociera ningún
cambio hasta bien entrado el XIX. Sin embargo son de destacar factores positivos
como: la desaparición de la peste en Europa occidental; los discretos progresos de la
medicina y de la salubridad; la incidencia menos catastrófica de las carestías; y, la
mejora en la alimentación.
Durante siglos la peste había asolado Europa de forma periódica, pero tras el
último brote en Marsella en 1720 desapareció gracias a la adopción de cordones
sanitarios y cuarentenas. Pero otras enfermedades infecciosas sin terapia conocida se

63
mantenían muy activas. El tifus por la falta de higiene en el agua potable y del
tratamiento de las aguas residuales, el sarampión, la tos ferina. La difteria, la disentería
o la tuberculosis siguieron causando una elevada mortalidad.
La higiene personal era aun baja y las enfermedades propagadas por picaduras
de piojos, pulgas, o mosquitos no sufrieron un descenso significativo.
Sí es destacable un interés por la higiene y la salubridad colectivas en Francia,
Inglaterra y España, donde se redactaron planes urbanísticos para pavimentar las calles,
construcción de redes de alcantarillado y la necesidad de una mayor ventilación en las
viviendas.
Si bien hubo avances en medicina habría de pasar aun un largo tiempo antes de
su aplicación generalizada. Los esfuerzos más notables fueron contra la viruela,
utilizando el método de la inoculación, por el que se infectaba a un individuo sano
buscando inmunizarlo contra la enfermedad. Hoy se sabe que no era efectivo y que tal
vez contribuyo a propagar la enfermedad, pero en alguna medida abrió el camino al
descubrimiento a finales de siglo de la vacuna (Edward Jenner).El descubrimiento
pronto se extendió por Europa y ya en 1803 la monarquía española la propagó en sus
posesiones de ultramar.
La oferta alimentaria se vio incrementada por la extensión de las roturaciones, la
introducción de nuevos cultivos y la mejora de transportes que aseguraba los
suministros El cereal siguió siendo el componente básico de la dieta (pan), sin embargo
se asentó definitivamente el consumo de nuevos productos, en especial patata y maíz.
La patata se adaptó muy bien a terrenos húmedos y fríos ampliando la base
alimentaria de la población y amortiguando las fluctuaciones que acompañaban al
cultivo del cereal. En Europa central se convirtió en una fuente de alimentos nueva y
segura y en Irlanda contribuyo a que la población pasara de 3.200.000 habitantes a
6.800.000 ya que la misma superficie que daba el trigo suficiente para alimentar a una
persona permitía mantener sobradamente a dos si se sembraba de patata.
La alta productividad, su adaptación al barbecho, y su utilización como alimento
tanto humano como animal, hizo del maíz un elemento dinamizador de la demografía,
allí donde se impuso su cultivo.
Finalmente el desarrollo de las comunicaciones y de los canales de distribución
contribuyó a que las crisis de subsistencia y las carestías que las acompañaban quedaran
limitadas a situaciones de penuria, más controladas y sin el tinte catastrófico del pasado.

La natalidad: Los elementos que frenaban la natalidad, como el celibato o la edad


avanzada de matrimonio, se mitigaban en períodos con abundancia de trabajo y medios
de producción, dando como resultado matrimonios a edades muy tempranas (Europa del
este o America del norte). Por el contrario donde la tierra escaseaba, las posibilidades de
acceder a la propiedad eran reducidas y la disposición para formar una nueva familia era
menor, aumentando la edad de casamiento y disminuyendo la natalidad.
Tampoco podemos despreciar otros elementos como la intervención de la iglesia
en la vida familiar, la mentalidad colectiva e incluso el derecho hereditario.
• La iglesia consideraba la función de la familia esencialmente procreadora
estimulando a engendrar un numero ilimitado de hijos sin tener en cuenta
consideraciones de tipo económico.
• El contexto cultural y socioeconómico tenía un papel muy importante, un
ejemplo lo encontramos en el derecho privado catalán y su incidencia en la
reproducción familiar. El afán de perpetuar el patrimonio familiar hacia que el
heredero se casara tempranamente, al tiempo que las dificultades para las dotes o

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los pocos recursos de los hijos “segundones” llevaba a la abstención matrimonial
y al ingreso en religión.

Es motivo de polémica si las motivaciones socioeconómicas tuvieron la fuerza


suficiente para intervenir en la fecundidad natural. Casos como el francés o el
ginebrino llaman la atención al mostrar un descenso de la fecundidad desde la segunda
mitad del XVIII, estimándose como causa posible una secularización del matrimonio y
una difusión de prácticas anticonceptivas, lo que es considerado como prueba de
modernidad.

3/- Repercusión del despegue económico de Europa en la evolución demográfica

El número de hombres fue considerado en el XVIII como el elemento básico de


toda política de progreso. El conde de Floridablanca impulsor del censo de población
mas fiable de la segunda parte del siglo (1787) deseaba calcular con él “la fuerza
interior del estado”. El deseo de conocer el número de habitantes y relacionarlo con la
realidad económica fue tema de muchos escritos económicos y políticos del siglo.
Incrementar el numero de habitantes y conocer la dimensión de ese crecimiento
para ver si la política que se seguía era o no acertada y vincular el mayor numero de
hombres a la capacidad productiva fueron directrices básicas de la política “ilustrada”.
El crecimiento fue notable a lo largo del XVIII, pero aún se daban muchos
factores del llamado “ciclo demográfico antiguo”: alta mortalidad infantil, elevada
natalidad, alimentación precaria y gran incidencia de enfermedades desconocidas. Sin
embargo algunas pequeñas modificaciones en el comportamiento demográfico
permiten considerar el Setecientos como un inicio de transición hacia el régimen
demográfico contemporáneo, caracterizado por gran descenso en la mortalidad infantil,
mejora general de la alimentación, e importantes avances médicos en el diagnostico y
tratamiento de enfermedades, si bien la demografía contemporánea no triunfo
definitivamente hasta bien entrado el XIX.
El siglo XVIII significó el despegue económico de Europa, hasta entonces sus
técnicas y métodos de producción no eran superiores a las que podían encontrarse en
Asia o en Oriente medio. A lo largo del siglo expandió su economía y con ello
transformó su capacidad de influir y relacionarse con el resto del mundo.
La economía se desarrollo porque los europeos se relacionaron y compitieron
más entre sí. No hubo ningún estado capaz de imponerse a los otros de forma clara y
eso favoreció la competencia, la multiplicación de esfuerzos y la proliferación de
estímulos.
Otro rasgo clave para entender ese despegue fue la expansión del mercado y de
las oportunidades. El capitalismo comenzó a fluir hacia abajo desde los estratos
superiores donde se había desarrollado a medida que se extendía la economía de
mercado. El sistema basado hasta ahora en la propiedad de la tierra evoluciona hacia
otro articulado sobre la propiedad del dinero y del crédito. A lo largo del XVIII el
capitalismo invadió todas las realidades económicas, desde el comercio a la
agricultura, pasando por las actividades manufactureras. Se produjo así un retroceso de
las estructuras feudales donde los intereses individuales estaban supeditados a los
colectivos. La prioridad pasó al interés individual y el referente fundamental se
encontraba en el mercado. Al final del XVIII los europeos habían sentado las bases para
alcanzar el predominio de la economía mundial en el siglo siguiente.

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4/- El ascenso de al sociedad de consumo (Más población y más pendiente del
mercado: El ascenso de la sociedad de consumo) – Capíítulo 30 - Pgs. 684-686 de
Floristán

La expansión de la sociedad de consumo en el siglo XVIII: requisitos que la


potenciaron. (EXAMEN)

A lo largo del siglo XVIII se asistió al ascenso de una sociedad de consumo, no


sólo porque hubiera más población, sino porque ésta era más dependiente del mercado.
No se dio ningún cambio sustancial en el régimen demográfico, no se redujeron
sustancialmente los niveles de mortalidad ordinaria, ni la adulta, ni la infantil; la
nupcialidad siguió siendo la principal responsable en el ritmo demográfico. No
podemos hablar de ninguna revolución demográfica o inicio de transición demográfica
durante el siglo XVIII.
El crecimiento demográfico se basó en una mejora constante de las
perspectivas de vida, los mayores aumentos poblacionales se dieron en las regiones y
países que tuvieron una expansión económica más intensa (Inglaterra) o que
desarrollaron procesos de colonización importantes (Pomerania prusiana).
Elementos claves en los siglos anteriores como las periódicas hambrunas
comenzaron a desaparecer en la Europa con mercados más regulares y mejor
abastecidos. Algo similar ocurrió con las enfermedades contagiosas y epidemias, los
avances médicos más importantes del siglo (vacuna viruela) se conocían pero tardaron
en tener impacto general en la población. Los mayores logros se obtuvieron en la
difusión de medicamentos ya conocidos pero que se difundían y aplicaban mejor debido
a un mejor sistema de enseñanza y a los apoyos de los poderes públicos, fue el caso de
la quinina contra las fiebres, mercurio para las enfermedades venéreas, o los cítricos
para el escorbuto.
La legislación fue uno de los remedios más efectivos contra la mortalidad en
época ilustrada. Se abordó una primitiva política sanitaria, con desarrollo de
infraestructuras para prevenir enfermedades. Por este medio se establecieron cordones
sanitarios fijos, se desecaron pantanos, se organizó la retirada de basuras, la
canalización de agua potable y el sacar los cementerios de los centros urbanos.
Si bien las crisis de mortalidad no desaparecieron y de hecho volvieron a final de
siglo cuando los poderes públicos se tambalearon y la economía entró en una brusca
recesión, sí se consiguió amortiguar mucho su incidencia y su frecuencia.
Las diferencias regionales tampoco disminuyeron en esta época. En estas
sociedades la presión demográfica estaba muy condicionada por una estrecha relación
entre clima y demografía. En general en las regiones meridionales el clima acentuaba la
mortalidad infantil y esta forzaba una nupcialidad más intensa (más personas casadas y
a edad más temprana). Por el contrario las regiones más al norte tenían mayor
supervivencia infantil, lo que favorecía matrimonios más tardíos, con lo que se podían
aumentar las rentas antes del matrimonio y un mayor cuidado de los hijos.
Estas diferencias regionales fueron variando en algunas zonas concretas por la
aparición de oportunidades laborales, con mejora de las rentas familiares. Tanto en el
medio rural como en el urbano hubo más oportunidades para trabajar; los trabajos
estacionales se multiplicaron permitiendo alargar los ciclos laborales anuales y emplear
a más miembros de la unidad familiar, repercutiendo en un importante aumento de la
renta familiar total y esto a su vez la mejora de las perspectivas de vida.

66
La urbanización contribuyó también a esta mejora, ya que a pesar de las
precarias condiciones de vida de los inmigrantes en las ciudades, aportó factores muy
positivos.
Las ciudades fueron un gran atractivo para los poderes políticos, sociales,
económicos y culturales, no sólo los gobiernos sino todas las elites sociales europeas
abandonaron definitivamente el campo para trasladarse a ellas. Con este traslado
aumento mucho la necesidad de servicios (doméstico, construcción, educación, etc.) y
las oportunidades para sus habitantes.
La urbanización fue un poderoso agente en la expansión de la sociedad de
consumo, No sólo vivían más personas que no producían lo que consumían, sino que la
ciudad era un escaparate para ver y ser visto. Las élites encontraron un sitio ideal para
mostrar su posición, casas, ropa, carruajes, tertulias, escuela etc. y de este modo
fomentaron la imitación en el resto de grupos sociales. Factores como la moda tuvieron
en el siglo XVIII una importancia revolucionaria.
La mejora de las comunicaciones y una cierta especialización facilitó la
integración de los mercados de los que la población era cada vez más dependiente. La
administración redujo trabas y obstáculos y al aparecer mercados más eficientes se puso
en marcha una espiral de crecimiento que se agrandaba a medida que aumentaba la
confianza de los consumidores en su abastecimiento.
Esta dependencia del mercado también era diferente en función de la estructura
social, en los lugares donde las diferencias entre los grupos sociales eran menores hubo
unos niveles de consumo muy superiores y más variados que en los países donde había
enormes diferencias sociales, que el consumo era menor.
El crecimiento económico y la movilidad social que se dio en el siglo XVIII
contribuyeron por esta vía al ascenso de la sociedad de consumo.

TEMA:10 – LOS ESTAMENTOS PRIVILEGIADOS

I- Epígrafes:

1. La vieja nobleza: mantenimiento de sus privilegios jurídicos, económicos y


honoríficos
2. Claves para la aparición de la “nueva” nobleza
3. El debilitamiento del estamento clerical: causas y consecuencias

II- Resumen del contenido:

La sociedad del siglo XVIII se mantiene estratificada como en los siglos


anteriores en tres estamentos definidos por el goce de privilegios o por su ausencia y por
la desigualdad jurídica: nobleza, clero y estado llano. Pero frente a épocas anteriores
ahora la frontera entre el estamento nobiliario y el plebeyo resulta más fácil de traspasar
y, lo que es más importante, ciertos sectores sociales comienzan a cuestionar con vigor
los fundamentos mismos de la sociedad estamental, sobre todo en las décadas finales de
la centuria.

El fenómeno más relevante en el seno del estamento nobiliario es la desaparición


de grandes familias y el surgimiento de otras nuevas procedentes en muchos casos de la
burguesía como consecuencia de la ruina económica y el agotamiento genético, hasta el

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punto de que la mayoría de los nobles titulados de mediados del siglo tenían un origen
reciente. Esta renovación, que se produjo por servicios al rey, tanto en la milicia como
en la administración y las finanzas, aseguraba la pervivencia del estamento y su
privilegiada posición en la vida política, pero conllevaba al mismo tiempo un cambio en
la mentalidad de sus integrantes: la defensa de sus privilegios no implicaba como en el
pasado el desden por las innovaciones económicas e incluso políticas. Serán
precisamente los nobles quienes procederán en todas partes de Europa a incrementar sus
propiedades agrarias y a modernizar su explotación recurriendo al cerramiento de sus
campos, fenómeno no exclusivo del siglo XVIII pero sí mucho más extendido. Y serán
ellos quienes comiencen a invertir en el comercio y en la industria con la instalación de
fábricas y la explotación de yacimientos mineros en sus propiedades.

La vieja nobleza poco a poco irá asumiendo este tipo de innovaciones,


asegurándose su supervivencia, pero lo que no pudo evitar es que fuera desplazada de la
vida política por los nuevos nobles: la participación de éstos en los órganos de gobierno
fue creciente, como también lo fue la incorporación de muchos burgueses al ejército,
concebido ahora como una profesión, lo que les permitía ascender socialmente por sus
méritos a la nobleza, que seguía siendo la referencia del prestigio social. Con todo, el
estamento nobiliario, como en épocas anteriores y a pesar de sus privilegios, mantenía
marcadas desigualdades en función de la riqueza. Así, se puede hablar de alta y baja
nobleza: al primer grupo pertenecería la nobleza titulada (duques, marqueses, condes,
barones), propietaria además de extensos señoríos; al segundo, varias categorías que se
suelen identificar con la denominación de caballeros o gentilhombres, y en Castilla
también con la de hidalgos.

El estamento eclesiástico, superada la crisis del siglo XVII, aunque seguirá


conserva todos sus privilegios comenzará a perder su independencia. La política
regalista practicada por los monarcas irá reduciendo cada vez más las áreas de
influencia del clero, tanto del secular como del regular: el recorte de sus fueros a favor
de la justicia ordinaria, el nombramiento de prelados afines a los postulados de la
Corona, la renovación de los estudios universitarios y la supresión de la Compañía de
Jesús son claros ejemplos del progresivo debilitamiento de la iglesia en la vida política
y social, si bien la formación del clero en su conjunto mejorará respecto al siglo
anterior, pues las vocaciones se impondrán sobre el interés.

Este cambio en los criterios para ingresar en el estamento tendrá consecuencias


importantes: por un lado, provocará una disminución progresiva en sus efectivos
durante todo el siglo XVIII en la medida en que el crecimiento económico ofrecía
mayores perspectivas a los grupos medios y bajos de la sociedad, que se abstendrán de
profesar en religión; y por otra parte, las teorías fisiocráticas, que defendían la libre
circulación de la tierra en el mercado, llevará a los soberanos ilustrados a promulgar
resoluciones dirigidas a desamortizar sus propiedades facilitando así su libre
enajenación en una coyuntura dominada por la demanda de tierras y de bienes
inmuebles por los grupos emergentes de la sociedad.

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1/- La vieja nobleza: mantenimiento de sus privilegios jurídicos, económicos y
honoríficos

En la Sociedad del siglo XVIII:


• La jerarquía estamental impregna todos los aspectos sociales.
• La cúspide social pertenece a la nobleza. Ser noble es ser superior. Se expresaba
mediante el honor y se reforzaba mediante la etiqueta.
• El clero, en los distintos credos y países, mantiene privilegios jurídicos o
reconocimiento social.
• En el Tercer Estado se dan multiplicidad de grupos.

El grupo social predominante, por muchas razones, sigue siendo el de la


nobleza. Se va produciendo ya el ascenso de la burguesía, pero los nobles mantienen su
preeminencia por lo menos hasta el final del siglo XVIII que es en toda Europa una
época de apogeo de la nobleza. Esta preponderancia tendría un abrupto final en Francia,
con la supresión de los privilegios señoriales, pero sólo en Francia. En los demás países
el régimen señorial, con todos sus privilegios, se mantendría hasta mucho tiempo
después.
La idea de que la nobleza de esta época está en decadencia por el ascenso de la
burguesía es una versión simplista de la realidad: Se mantienen los privilegios e incluso
se fortalecen en algunos lugares, siguen siendo políticamente influyentes y su alto
volumen patrimonial permanece en plenitud.
Los estamentos están vinculados a los privilegios: conjunto de normas jurídicas
que garantizaban un orden desigual y expresamente discriminatorio. Había 3 tipos de
privilegios en la nobleza:
• Jurídicos: principio de desigualdad ante la ley. Gozan del fuero, que les favorece en
el derecho, les aseguran ser juzgados de modo exclusivo: están exentos de
tormento, sanciones más leves, quedan excluidos de la horca.
• Económicos: referidos a la propiedad y fiscalidad. Su riqueza se origina en la tierra.
Existen exenciones tributarias, sobre todo en impuestos directos. Esstos privilegios
se ven progresivamente mermados en toda Europa por necesidades de financiación
de las monarquías.
• Honoríficos: bancos reservados en la Iglesia o el teatro, realzando la segregación
social. Estos privilegios crean creciente indignación, favorecida por las doctrinas
igualitarias ilustradas.

Perry Anderson: el siglo XVIII es un siglo de reconciliación entre monarquía y


nobleza, sobre la base de monopolizar el rey el poder político a cambio de defender el
sistema de privilegios de la nobleza:
• Prusia y Rusia: colaboración estrecha. Federico el Grande y Catalina II fortalecen
los privilegios nobiliarios.
• José II en Austria no consiguió limitarlos.
• España: los Borbones pusieron a la nueva nobleza en cabeza de la administración,
reduciendo el protagonismo de la vieja nobleza.
• Francia: la nobleza era reticente a recortes y esto llevó al descrédito de la
monarquía, hasta la Revolución en 1789.

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2/- Claves para la aparición de la “nueva” nobleza en el siglo XVIII. (EXAMEN)

El fenómeno más relevante en el seno del estamento nobiliario es la desaparición


de grandes familias nobiliarias y el surgimiento de otras nuevas procedentes en muchos
casos de la burguesía.
Hasta final de siglo, la nobleza como institución y como forma de identidad
social varió poco respecto al pasado, pero las personas cambiaron bastante. A la ruina
económica, el agotamiento demográfico o la pérdida de poder político sufrido por
muchos nobles en las crisis del XVII, sucedió un gran crecimiento de nuevos nobles
nombrados por los monarcas, hasta el punto de que la mayoría de los nobles titulados de
mediados del siglo tenían un origen reciente. Para la mayoría la condición de nobleza de
sangre era un eufemismo.
De entre los nuevos, muchos eran hidalgos -nobles no titulados-. Otros muchos
de origen burgués. Esta renovación, que se produjo por servicios al rey, tanto en la
milicia como en la administración y las finanzas, aseguraba la pervivencia del
estamento y su privilegiada posición en la vida política, pero conllevaba al mismo
tiempo un cambio en la mentalidad de sus integrantes: la defensa de sus privilegios no
implicaba como en el pasado el desdén por las innovaciones económicas e incluso
políticas. La aceptación de la revolución por los nobles, tuvo mucho que ver con este
cambio de personas. Serán precisamente los nobles quienes incrementen sus
propiedades agrarias y modernicen la explotación recurriendo al cerramiento de sus
campos, fenómeno no exclusivo del siglo XVIII pero sí mucho más extendido. Y serán
ellos quienes comiencen a invertir en el comercio y en la industria con la instalación de
fábricas y la explotación de yacimientos mineros en sus propiedades.
En todas partes los nobles eran pocos en número, aunque era una minoría
influyente y cualificada. En Francia, en 1789 (Rev. Francesa) habría unos 400.000
nobles (1,6 % de la pobl.). El mismo nº en España (4,5%). Inglaterra unos 300.000 (5%
aprox.) y similares proporciones en los países de Este, excepto Polonia (10%). Llama la
atención la baja tasa francesa, cuya diferencia entre poder y número es sin duda una de
las claves de la virulencia antiseñorial de la Rev. Francesa. En general puede decirse
que se mantuvo el número total de nobles, pero la población total no dejó de crecer.
El estamento nobiliario presenta una compleja variedad por lo que se da una
realidad plural y heterogénea. Según el principio jerárquico más elemental: nobleza
titulada y no titulada: una amplia gama de elementos diferenciados que iban desde el
educado miembro de la Gentry británica, hasta el levantisco y analfabeto aristócrata
polaco.
Había una nobleza cortesana fuertemente vinculada al rey y una nobleza rural,
con fuerte sentimiento de independencia y estilo de vida austero. Una nobleza de
extracción terrateniente y otra de origen urbano. Nobleza provista de rentas ingentes y
otra con serias dificultades.
Pero, al utilizar los monarcas del XVIII el “ennoblecimiento” por servicios
prestados con generosidad, la distinción más operativa fue la que diferenciaba la “vieja
nobleza” depositaria de una distinción de origen remoto, y la “nobleza nueva “que había
alcanzado su rango recientemente y era mirada con desdén por aquélla. En la práctica,
los nobles más antiguos que querían mantener sus posiciones en el conjunto social,
tuvieron que aceptar la convivencia y la rivalidad por los cargos con los nuevos nobles.
Además antigua y Nueva nobleza estaban unidas por matrimonios que se habían
buscado por intereses mutuos: los nobles necesitaban el dinero burgués para sus
anticuadas economías agrarias y los burgueses buscaban un inmediato ennoblecimiento.
En el Setecientos, además de la vía de ennoblecimiento citada, los requisitos para el

70
ingreso en la nobleza se hicieron menos rígidos: la adquisición de patrimonio, un estilo
de vida nobiliario, la estimación social, etc. llevaban, antes o después al título.
La burguesía se sentía fascinada por la nobleza, pero la burguesía ennoblecida
del XVIII no interrumpe las actividades que hicieron posible su fortuna y los viejos
linajes se interesan por el comercio al por mayor, las finanzas, y en menor medida la
minería y metalurgia. Los nobles, ahora, buscan adaptarse y hacer compatible los
valores tradicionales con la nueva sociedad en la que el dinero es el hacedor de las
jerarquías.

3/- El debilitamiento del estamento clerical en el siglo XVIII: causas y


consecuencias. (EXAMEN)

Superada la crisis del siglo XVII, el estamento eclesiástico, aunque seguirá


conservando privilegios, comenzará a perder su independencia.
Tanto la secularización de Europa que se produce en este siglo, como el
creciente control estatal de campos tradicionalmente del poder eclesiástico, producen
mermas en sus privilegios. Se reducen las exenciones fiscales, el fuero eclesiástico y el
derecho de asilo de forma unilateral por los estados o mediante concordatos con la Santa
Sede.
La política regalista (doctrina que propugna una mayor intervención monárquica
en los asuntos eclesiásticos en concordancia con el centralismo administrativo)
practicada por los monarcas, irá reduciendo cada vez más las áreas de influencia del
clero, tanto del secular como del regular: el recorte de sus fueros a favor de la justicia
ordinaria, el nombramiento de prelados afines a los postulados de la Corona, la
renovación de los estudios universitarios y la supresión de la Compañía de Jesús son
claros ejemplos del progresivo debilitamiento de la iglesia en la vida política y social.
Se reduce su influencia al reforzarse la estatal, pero sigue siendo un prestigioso punto de
referencia, desde el párroco de aldea al confesor real.
La formación del clero en su conjunto mejorará respecto al siglo anterior, pues
ante la pérdida de privilegios, las vocaciones se impondrán sobre el interés. Este cambio
en los criterios para ingresar en el estamento tendrá consecuencias importantes: por un
lado, provocará una disminución progresiva en sus efectivos durante todo el siglo XVIII
en la medida en que el crecimiento económico ofrecía mayores perspectivas a los
grupos medios y bajos de la sociedad, que se abstendrán de profesar en religión; y por
otra parte, las teorías fisiocráticas, que defendían la libre circulación de la tierra en el
mercado, llevará a los soberanos ilustrados a promulgar resoluciones dirigidas a
desamortizar sus propiedades facilitando así su libre enajenación en una coyuntura
dominada por la demanda de tierras y de bienes inmuebles por los grupos emergentes de
la sociedad.
El caso de mayor transcendencia fue el de la Compañía de Jesús: se les expulsa
de Portugal en 1759 y de todos los Estados borbónicos entre 1764 y 1767, llegándose a
la abolición de la orden por el Papa Clemente XIV en relación con las políticas
regalistas de las monarquías católicas y la frontal oposición a ellas de la Compañía.
Por otro lado, en la Europa Católica la jerarquía del clero permite la cohesión
estamental pero con grandes diferencias entre clero regular y secular.
• Clero secular: mejor instrucción gracias a los seminarios. Piedad barroca, con
teatralidad.
• Clero regular: inmovilismo. Se les critica el abandono de las labores del
apostolado, la vida conventual ociosa, el fomento del celibato, prácticas

71
supersticiosas. Se toman medidas como clausura de conventos y aumento de la
edad para profesar, por si un clero demasiado numeroso pudiera dañar los
intereses de las monarquías.

En la Europa no Católica los monarcas también controlaron al clero. En Prusia,


pastores luteranos y calvinistas fueron instrumento de apoyo a su política centralizadora.
El episcopado anglicano acrecentó su papel en la administración. La Iglesia ortodoxa
siguió rígidamente subordinada al estado ruso.

TEMA: 11 - EL ESTADO LLANO

I- Epígrafes:

1. El campesinado
2. Los menestrales urbanos
3. La burguesía comercial, financiera, industrial
4. La mentalidad burguesa

II- Resumen del contenido:

La burguesía fue, sin duda, el grupo social que más crecerá en el siglo XVIII,
tanto en número como en capacidad de actuación en la vida política y económica, aun
cuando muchos de sus integrantes procuraron ennoblecerse sin por ello abandonar sus
negocios mercantiles, industriales y financieros, en parte porque en determinados
estados, como España, los monarcas habían decretado su compatibilidad. El nivel de
riqueza de la burguesía es tan variado como lo es la actividad económica a la que se
dedican sus integrantes: comerciantes y hombres de negocios, financieros, empresarios
industriales o mercaderes-fabricantes, funcionarios y profesiones liberales. Por el
contrario, sus ideas, al menos en materia económica, apenas muestran fisuras: todos
estos grupos son partidarios de eliminar los privilegios que les impedían acceder
libremente a los mercados, por lo que se enfrentarán a los monopolios comerciales y
fabriles –los gremios- así como a la amortización de la tierra por la nobleza y el clero.

En un plano inferior a la burguesía, pero con algunas características comunes, se


encuentra en las ciudades un abigarrado conjunto de grupos profesionales: 1) maestros
artesanos, pequeños y medianos comerciantes, con unos ingresos parecidos y con
posibilidades de ascenso social; 2) oficiales, criados, aprendices, un variopinto grupo de
trabajadores libres no especializados que se dedicaban a la carga y descarga de
mercancías (“ganapanes”, “gagnedeniers”, “bergantes” y “journeymen”); y 3) una
multitud de pobres que vivían de la caridad. Y como sucedía con la burguesía, las
condiciones de vida de los trabajadores manuales de las ciudades eran muy variadas,
aunque por regla general era frecuente que poseyeran una pequeña vivienda, una huerta,
un animal útil (burro, mula o vaca) y unos instrumentos de trabajo, lo que les permitía
gozar de cierta libertad de acción. También oscilaban mucho los salarios: maestros y
especialistas en determinadas profesiones –por ejemplo, los plateros de oro y plata-
podían obtener buenos ingresos con sus salarios; los oficiales ganaban también un jornal
razonable con el que mantener a su familia, sobre todo si la mujer desempeñaba tareas
complementarias a las domésticas; mancebos, aprendices y criados apenas podían

72
sustentarse con su salario, aunque en este caso sus necesidades básicas (alimentos, ropa,
calzado, hospedaje y sanidad) eran costeadas por sus patronos. Mientras los precios se
mantuvieron estables o con ligeras subidas, la capacidad adquisitiva de los salarios no
se resintió y con ella tampoco el nivel de vida de los artesanos y trabajadores por cuenta
ajena, pero a partir de 1760 la situación comienza a deteriorarse por el alza espectacular
de los precios, no obstante que también crecieron los salarios, en gran medida a causa
de la liberación del precio de los cereales.

En las zonas rurales también se aprecian importantes desigualdades. Es verdad


que el campesinado constituía la mayoría de la población europea, pero su situación
social y económica variaba en función de diferentes factores: que fuera propietario de
tierras de labor y de ganados, que fuera jornalero o que dependiera de un señor
jurisdiccional, del régimen de tenencia de la tierra o de la duración de los contratos de
arrendamiento y de aparcería. En los países del Este de Europa el campesinado estaba
sometido al régimen de servidumbre, lo que implicaba la obligación de realizar
determinados trabajos gratuitos en beneficio del señor (corvées o robot). Así pues,
encontramos: 1) campesinos acomodados que poseían tierras en propiedad o con
contratos de explotación favorables, así como animales de tiro y utensilios de labranza
(“labradores honrados” en Castilla; yeomen en Inglaterra); 2) campesinos medios
independientes y labradores dependientes, que no disponían de tierras suficientes para
hacer frente al pago de diezmos, rentas e impuestos; y 3) jornaleros o campesinos sin
tierra.

1/- El campesinado

La inmensa mayoría de la población pertenecía al estado llano, formado por los


trabajadores manuales. Distinguimos dos grupos, trabajadores del campo y urbanos.
Los trabajadores del campo seguían siendo la inmensa mayoría de la población.
Su situación era muy variada tanto por su acceso al uso de la tierra (propiedad y
régimen jurídico) como por el territorio ocupado (condiciones naturales, fertilidad etc.).
La mayoría de la tierra era de las élites privilegiadas y la propiedad de la restante daba
lugar a situaciones bien diferentes. Hay que diferenciar a la burguesía rural que
aspiraban a una vida de tipo nobiliar y vivía de las rentas de su propiedad de los
labradores ricos que trabajaban a veces amplias propiedades y que a menudo acabarían
consiguiendo alguna hidalguía o privilegio similar.
Más numerosos eran los medianos propietarios de las zonas con agricultura rica
y tierras fértiles que llevaban una vida desahogada completando a veces sus rentas con
tierras tomadas en arriendo. Los pequeños propietarios tenían siempre situaciones
difíciles amenazadas por las malas cosechas y la codicia de los prestamistas a los que
recurrían para poder cultivar sus tierras. De no pagar los intereses la propiedad pasaba al
prestamista y por esta vía fue disminuyendo bastante la pequeña propiedad en Europa
occidental a la vez que aumentaba la propiedad de los burgueses rentistas. El antiguo
propietario pasaba a ser inquilino o bracero.
Los sistemas de alquiler afectaban a los campesinos en gran manera, por esa
razón las condiciones de uso de la tierra eran más importantes que la propiedad misma.
Subsistían en muchos lugares los sistemas de aparcería por los que el propietario
compartía los frutos con el campesino; el propietario corría con todos los impuestos y
cargas pero el campesino quedaba reducido a sus fuerzas y trabajo, por lo que las malas
cosechas podían arruinarlo lentamente. Entre los alquileres monetarios, los peores eran

73
los de corto plazo que permitían elevar la renta en cada renovación. Además de las
dificultades que plantearan las malas cosechas, desmotivaban al campesino, que podía
perder las tierras por no poder hacer frente a los aumentos de alquiler.
En mejor situación estaban los que tenían alquileres a largo plazo como la
enfiteusis que favorecía la estabilidad del campesino en la tierra y también mayor
motivación para su cultivo y mejora ya que a menudo podía pasar el alquiler en herencia
a sus hijos. En el escalón inferior estaban los braceros y jornaleros, sin propiedad ni
alquiler dependiendo de la eventualidad de su contrato y abundante en el S. de Europa.
En la Europa del Este abundaban aún las situaciones de servidumbre que
obligaban al campesino a trabajar gratis las tierras del señor (corveas) y limitaban su
movilidad.
Esta era la estructura de la sociedad en cuanto a la propiedad y uso de la tierra, pero a lo
largo del XVIII su dinámica varió algo. Una primera etapa del siglo se ajusta a lo
anterior, donde la situación del campesinado se ve ensombrecida por los fenómenos de
crisis (malas cosechas, guerras, enfermedades) que llevaron además al aumento de los
impuestos señoriales.
La situación mejorará a partir de los años 20 con suavización del clima y
mejores cosechas que dan lugar a aumento de población y de las rentas agrarias.
Este relativo bienestar duró algunas décadas, pero volvieron los problemas por
una importante demanda de tierras que llevo a cultivar terrenos con malos rendimientos
y sobre todo por la reaparición de enfermedades sobre todo en el sur de Europa y buena
parte de Francia .El empeoramiento de las condiciones de vida de los campesinos será el
pórtico de los movimientos revolucionarios.
Los campesinos no solo trabajan la tierra, siempre va asociado el ganado, fuente
de alimentos, fuerza de trabajo y transporte. Es un complemento siempre necesario y
fructífero. Además realizan otras tareas complementarias para aprovechar recursos
como las fibras textiles (lana y lino sobre todo), metalurgia o transformación de
productos agrícolas (Vinos, aguardientes, cerveza, pan y pastas etc.) siempre mirando
tanto al consumo domestico como al mercado mas o menos amplio.
Del tamaño de los mercados depende la especialización y mayor o menor
dedicación, de hecho muchos habitantes del campo no son campesinos sino trabajadores
de las industrias que tienen una pequeña unidad doméstica en relación con los trabajos a
domicilio.
Las difíciles condiciones de vida de los campesinos encuentran apoyo en las
comunidades campesinas en torno al pueblo y a sus tierras y pastos comunales .La
parroquia, las costumbres y la solidaridad vecinal desempeñan también esa función de
apoyo.
Por otro lado está la familia, que se identifica con “la casa” y es la seña de
identidad de todos sus miembros Es una unidad a la que todos aportan trabajo para
conseguir los ingresos necesarios. La comunidad campesina es así una colectividad de
familias, juntos trabajan, se defienden de los poderosos o de las inclemencias del
tiempo, juntos rezan ante las catástrofes y juntos se divierten en las fiestas y por encima
de sus condiciones precarias son capaces de disfrutar de la vida.

2/- Menestrales urbanos

La ciudad ofrece unas posibilidades diferentes en una amplia gama de servicios


y actividades con bastante libertad de movimientos (servicio doméstico, industria,
comercio, transportes, administración etc.), pero todas ellas por un salario o bien

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arriesgando un pequeño capital. Por otro lado tiene pocas alternativas complementarias,
pues la comida siempre hay que conseguirla en el mercado por lo que hay una fuerte
complementariedad entre ciudad y el lugar de origen en el campo de donde pueden
obtenerse algunas ayudas.
La administración, el comercio y la industria daban origen a un sector social
fronterizo con la burguesía que algunos han llamado “pequeña burguesía”, compuesta
por maestros artesanos o de oficios, tenderos, escribanos, oficiales menores, alguaciles,
sastres etc. La mayor parte gozaban de un fuero particular (por la administración, por el
gremio, por lo militar…) que les ofrecía amparo y ventajas fiscales y les diferenciaba de
quienes no tenían nada. De algún modo estos menestrales (oficiales que ganan con el
trabajo de sus manos) eran privilegiados que esperaban la oportunidad de ascender a la
burguesía, temiendo por otro lado confundirse con el pueblo mas llano. Tenían una
preparación, unos conocimientos y una relación social por encima del resto de
trabajadores que les permitía tener esas aspiraciones. Los maestros buscaban fabricar
fuera del gremio y relacionarse con el mundo mercantil para convertirse en empresarios
de industrias libres. Si eran comerciantes, el ideal estaba en crecer y acercarse a los
gremios mayores.
El ascenso social desde estos sectores fue una realidad frecuente en un siglo de
movilidad social, auge económico y muchas oportunidades a veces apoyadas en
relaciones económicas, familiares o de paisanaje.
Característico de la ciudad es el “servicio doméstico” ya que nobles y burgueses
emplean un número notable de criados. Están al servicio absoluto del amo, para lo que
quieran mandar y sus salarios son bajos, sin embargo tienen la ventaja de vivir en casa
del amo (aunque sea en las buhardillas) y disfrutar de comida y protección, además de
cierto prestigio entre sus iguales.
Los gremios de artesanos fueron atacados duramente a partir de la mitad del
siglo por una mentalidad liberal que deploraba sus reglamentaciones y la rigidez que
introducía en el mercado. Esas mismas rigideces llevaron a la decadencia a las
actividades gremiales frente a otras más libres y dinámicas. Se perdió la cohesión del
mundo artesanal y la formación profesional que desde ellos se aportaba. Los maestros
tomaron dos posturas, unos se incorporaron a las actividades libres, otros tomaron una
postura defensiva convirtiéndose en un obstáculo importante.
El desarrollo de la industria capitalista dio lugar a la aparición del obrero no
agremiado, los salarios eran bajos y la consideración social ínfima. El desarrollo
tecnológico dio lugar a los “especialistas” que eran buscados por toda Europa en
actividades de espionaje industrial que dieron lugar a migraciones, a veces penada con
la muerte por revelar secretos tecnológicos (de gran importancia económica).
Los trabajadores de tareas consideradas como oficios: albañiles, carpinteros,
zapateros, cesteros etc. mantuvieron su organización gremial y se garantizaban, en
general, el sustento familiar.
Las condiciones de vida de los trabajadores manuales son muy variadas. Era
frecuente que tuvieran alguna propiedad: un pequeño apartamento, una huerta, un burro,
una vaca, sus instrumentos de trabajo, lo que les daba una cierta libertad de acción. Sus
condiciones de trabajo son duras, pero no más que la de los campesinos por lo que la
marcha a la ciudad no supone un empeoramiento. La imagen más negativa de la
condición obrera corresponde al siglo XIX ya que en este momento aun quedan
reminiscencias de una cultura urbana algo más solidaria y mayor relación con las raíces
campesinas.
Los salarios varían muchísimo, maestros y especialistas podían ganar buenos
sueldos, muchos oficiales también tenían un salario razonable para alimentar a su

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familia. Pero no era lo mismo ser oficial de un gremio mejor considerado que de otro
con menos trabajo. Había también trabajo a destajo con grandes diferencias según la
actividad. Los agremiados tenían mas seguro el nivel de su salario pues estaba fijado, no
así en el caso de las empresas libres. Por otra parte las empresas estatales tenían sueldos
más elevados y privilegios.
En el este de Europa la situación del trabajador era también la de un siervo, fijo
a la actividad, sin libertad alguna, en condiciones de mera subsistencia.
Dentro de esta variedad la tendencia a largo plazo de los salarios es similar en
todo occidente, superada la crisis intersecular parece generalizada la tendencia al
aumento salarial aunque sea débil y puedan darse recesiones puntuales. La situación se
complica en 1760 cuando suben los precios y el poder adquisitivo disminuye, lo que
empeora una realidad ya miserable, que solo se paliaba parcialmente por las
instituciones que ayudaban a quienes caían en la miseria.

3/- La burguesía comercial, financiera e industrial. (EXAMEN)

La burguesía no es un estamento, sino una parte del estado llano o tercer


estamento, y desde el punto de vista económico los burgueses no son los más ricos, pero
tienen mucho dinero. Eran habitantes de los burgos o ciudades. No son “privilegiados”
y dentro del estado llano, no trabajan con las manos, realizan actividades organizativas,
intelectuales, pero no son menestrales, este detalle tiene en cuenta el elemento de la
honra, que sigue teniendo total vigencia en este siglo.
Podemos incluir dentro del grupo también miembros de profesiones liberales y
de la burocracia estatal. Es usual presentar a la burguesía como fuerza antitética de la
nobleza, animada por una fuerte conciencia de grupo y dispuesta a derribar el sistema de
producción feudal que impedía su expansión.
Durante el XVIII la burguesía ira creciendo en fuerza y número de componentes,
pero la referencia de prestigio social sigue siendo la nobleza, de ahí que esa sea su
aspiración y muchas veces lo consigan.
El burgués ennoblecido en estos momentos, raramente abandona sus negocios y
pasa a vivir de rentas (como la nobleza). El modo de ser burgués se afirmará al final del
siglo, entra en crisis la noción de privilegios y los mismos nobles aceptan muchas ideas
de la burguesía.
En el s. XVIII se advierte una progresiva preocupación por la jerarquización
social de modo que si no pueden ascender al menos harán todo lo posible por
distinguirse de los niveles inferiores. Se distinguen rangos en función de los niveles de
fortuna y cultivan las relaciones sociales de modo que se mezclan a menudo los
burgueses con nobles de rangos inferiores. La movilidad social es una realidad y varía a
lo largo del siglo según tres momentos:
• A principios de siglo los grandes comerciantes y altos funcionarios y
administradores son los que se ennoblecen.
• En las décadas centrales la burguesía se afirma como grupo social muchos
comerciantes y administradores consiguen ennoblecerse y otros muchos lo hacen
sin título mediante la compra de cartas de hidalguía, de modo que el número de
burgueses aumenta y sus actividades son ya imprescindibles en una sociedad
cada vez más urbana.
• En las últimas décadas la situación cambia, y es evidente la contradicción que
las aspiraciones burguesas conllevan: por un lado se busca un ámbito
institucional sin privilegios para que la acción social y económica discurra con

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libertad y a la vez, el deseo es ennoblecerse y disfrutar de privilegios. En general
se afianza una posición cada vez mas contraria a los privilegios y el acceso a la
nobleza se dificulta ya que los propios nobles se oponen a la degradación cada
vez mayor de su estatuto. El resultado es la afirmación definitiva de la
burguesía, que goza ya de prestigio social por su dinero o por su función y es
evidente que su propia actividad económica resulta más rentable a corto plazo
que los privilegios nobiliarios.

No podemos dudar que el capital estaba remodelando la sociedad de manera que


debía ser la riqueza la que determinara la posición social y ello suponía que la
ordenación estamental fundamentada en estatus y privilegio se encontraba en retroceso.

Principales grupos burgueses: La burguesía está bastante mezclada, podemos hablar


de la burguesía tradicional, heredera de los antiguos patriciados urbanos; los
privilegiados que controlaban el gobierno municipal y disfrutaban de muchas rentas.
El desarrollo urbano hizo que otros grupos vinieran a turbar la tranquilidad de
esos burgueses. Provenientes de otros ámbitos emergentes se les aplica el término de
“burgués por analogía”. Los ámbitos son la economía, la administración y las
profesiones.

Burguesía comercial: burguesía de los negocios, la más característica de las nuevas


burguesías: Grandes comerciantes internacionales presentes en los grandes puertos
cabeza del comercio europeo y americano. Exportaciones e importaciones sobre todo de
productos coloniales y su distribución en el ámbito europeo.
Formaban compañías de base familiar, con pocos socios y muy conocidos entre
ellos. La confianza juega un papel fundamental para afianzar los tratos. Son los grandes
armadores que controlan el comercio internacional y los seguros marítimos, actividades
relativamente especializadas.
Por debajo de ellos están los comerciantes que manejan los tráficos internos, que
también funcionan por lazos de confianza y son menos ricos. Mayor variedad y falta de
especialización. Cuando alcanzan un nivel económico, entran en negocios, a un mundo
donde los aspectos financieros cobran mayor importancia. A veces provienen de los
gremios de comerciantes.
Por debajo, pequeños comerciantes de la ciudad (tenderos) o del campo, que
marcan la frontera de lo burgués dado que trabajan con las manos y ni siquiera llegan a
ser acomodados.

Burguesía financiera: El mundo de las finazas es también variado. La finanza


tradicional, la de los préstamos rurales y urbanos muchas veces va unida a la burguesía
rentista o a los terratenientes, por lo que no significa modernidad ni evolución. Lo más
característico del XVIII quizá sea la mezcla entre finanzas y comercio y el mayor
número de personas que participan en ello. Los comerciantes adinerados se introducen
en actividades financieras que además de dinero les proporcionan relaciones para
ascender socialmente. Por otro lado los grandes financieros también necesitan de los
comerciantes formándose de este modo redes verticales y horizontales donde los
negocios se entremezclan. Si hablamos de finanzas hablamos de dinero circulante en
cantidad que sólo se podía conseguir en las relaciones con el estado que era el agente
económico mayor con sus crecientes necesidades de todo tipo.
Los financieros típicos de la época son los asentistas y los arrendatarios de
impuestos. Asentistas son los que tienen negociaciones privilegiadas con el estado:

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abasteciendo al ejército, a la marina, abastecimiento de grano en momentos de escasez o
prestando dinero al rey para las urgencias políticas. Los arrendatarios de impuestos son
los que sustituían a hipotéticos funcionarios de la administración en la función
recaudatoria. La función entrañaba un préstamo, adelantando la cantidad a la
administración y después una organización para la recaudación que requería una amplia
red de relaciones, normalmente de tradición familiar.
Otra faceta financiera era la compra de acciones que suponían una participación
activa del capital en empresas productivas, como las compañías privilegiadas de
comercio.
Más importantes de cara al futuro son las compañías por acciones privadas. Los tipos de
sociedades son variadas (construcción de canales, carreteras, abastecimiento de agua,
seguros o correos).
En el Siglo XVIII las acciones son cotizables en bolsa con algunos episodios
catastróficos, pero la participación de muchos inversores en estas actividades indica
hasta que punto se empezaba a confiar en el sistema de acciones como una forma
típicamente burguesa y capitalista de especular con su dinero.

Burguesía industrial En este siglo nace también la burguesía industrial. No son


burgueses los maestros de los gremios, dado que trabajan con las manos en sus talleres,
pero sí lo es el mercader-fabricante de la industria a domicilio que organiza una
actividad industrial en base a comprar la producción a los campesinos y luego
perfeccionarla y distribuirla.
Más típico del momento es otro modelo, el del fabricante–mercader, en su
origen maestro gremial que comercializan sus propios géneros. A veces el taller crece y
el jefe pasa a ser un organizador.
Otras formas industriales tradicionales ligadas a una organización capitalista
serían las minas (cuando no pertenecían a nobles) las fraguas y los astilleros.
Surgen nuevas formas industriales, favorecidas por la demanda, que involucran
a personas relacionadas con el comercio y establecen fábricas de nueva planta que se
aprovecharon tanto de los avances tecnológicos como de la legislación que favoreció la
libertad de creación de empresas.

4/- La mentalidad burguesa

Poniéndonos en los extremos, podríamos definir dos mentalidades, una


aristocrática y otra burguesa. La primera, la aristocrática defiende los valores
tradicionales del orden estamental: fe e iglesia; privilegios de cuna y exclusividad de la
función de gobierno. Por el contrario la mentalidad burguesa es crítica con la fe,
contraria a los privilegios y a la exclusividad del noble en el gobierno.
La conciencia cristiana burguesa es acomodaticia y admite y practica unos
aspectos de la religión y omite otros. El prototipo de burgués práctica una moral
convencional que esta a un paso de la hipocresía decimonónica. En cuanto a los
privilegios el pensamiento es claro, su actividad comercial chocaba con un mercado
restringido por los privilegios que eran a veces cotos cerrados. La libertad de entrar en
esos sectores de mercado era reclamada por los burgueses, y toda la lucha política y de
opinión contra los privilegios es una actitud claramente burguesa. Lentamente fueron
ganando esa batalla, pretendiendo cada vez llegar mas lejos con una permanente
redefinición del concepto de libertad, desde la libertad básica frente a los monopolios a
la definición del liberalismo económico, político y cultural. Este proceso tiene dos

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caras, por un lado la conquista positiva de la libertad, por otro una actitud beligerante
contra el enemigo que derivará en anticlericalismo, persecución a la aristocracia y
liberalismo económico intransigente.
Por otro lado fueron desarrollando también la idea de prestigio social al margen
de la cuna, sino dependiente de la valía personal. Se generalizó una vía de
ennoblecimiento como la orden de Carlos III en España que valoraba méritos del trabajo
y de las aportaciones útiles a la sociedad en todos los campos. Los valores de utilidad,
trabajo eficaz y rendimiento económico son característicamente burgueses.
Respecto al poder, el burgués es inicialmente partidario del absolutismo,
pudiendo ser la fuerza del monarca la vía hacia un sistema social y administrativo más
eficaz. Sin embargo la mentalidad más radical acabó por posicionarse contra una
monarquía incapaz de liberarse del corsé estamental y del régimen de privilegios.
Aunque la revolución es un proceso muy complicado y son los mismos
privilegiados los que se oponen al absolutismo la renuncia final a sus privilegios es de
inspiración burguesa.
La salida es una monarquía constitucional, instalada un siglo antes en Inglaterra,
que permite los intereses de la burguesía. En todo caso el triunfo burgués de finales de
siglo sigue siendo el triunfo de una élite reducida.

TEMA: 12 – REVUELTAS Y REVOLUCIONES EN EL SIGLO XVIII: LA


CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN

I- Epígrafes

1. Tipología de los conflictos


2. El movimiento de la sociedad preindustrial
3. Principales focos en el mapa europeo

II- Resumen del contenido:

El siglo XVIII es sin duda un tiempo de constante crecimiento económico, pero


también de grandes cambios en la estructura social y, lo que es muy importante, en las
formas de entender la vida y las relaciones de poder entre grupos sociales. El desarrollo
industrial, sobre todo en Gran Bretaña, con unas condiciones laborales cada vez más
duras, aunque todavía sin llegar a las que tendrán lugar en el siglo XIX, y que se ponen
de manifiesto en la explotación del trabajo femenino e infantil, provocará diferentes
huelgas de obreros e incluso motines normalmente dirigidos contra los empresarios y
sus instalaciones fabriles, en donde la maquinaria va desplazando de manera progresiva
el trabajo cualificado de los artesanos. Pero no fueron las únicas manifestaciones de
descontento, ya que las protestas tuvieron distintas motivaciones: aumento de la presión
fiscal, reclutamientos forzosos, abusos de los propietarios agrícolas, rebajas saláriales en
las actividades industriales y, sobre todo, crisis en el abastecimiento de bienes
alimenticios de primera necesidad como consecuencia de malas cosechas que hacen que
las condiciones de vida sean más precarias en un marco de creciente injusticia. E
incluso hubo levantamientos con un acentuado carácter religioso: este fue el caso de los
Gordon riots de Londres en 1780 contra los católicos, o el levantamiento de los
campesinos de la Vendée en la Francia revolucionaria.

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Por otro lado, estas asonadas y revueltas populares, aunque a menudo tuvieron
un carácter espontáneo, fuertemente impregnado de odio, como aconteció en los asaltos
a los castillos señoriales durante la Revolución Francesa, en ocasiones, sin embargo,
fueron acicateadas e incluso dirigidas por ciertos grupos sociales, entre ellos la nobleza,
descontentos con las medidas reformistas de los gobernantes –así sucede, por ejemplo,
en los motines contra Esquilache en España y en las primeras manifestaciones de la
revolución francesa- o con su inmovilismo, pues no debe olvidarse el desarrollo cultural
e intelectual que se señorea en Europa gracias a la Ilustración y, paradójicamente, al
despotismo ilustrado practicado por sus soberanos.

La magnitud que estas revueltas podían alcanzar está perfectamente


documentada con el levantamiento de los colonos norteamericanos contra el gobierno
de Jorge III de Gran Bretaña y que desembocó en la independencia de los Estados
Unidos de Norteamérica, así como en la oposición de algunos sectores de la nobleza
francesa a las medidas económicas promulgadas por Luis XVI y que acabaron en la
Revolución Francesa y en la destrucción del Antiguo Régimen en Europa, sustituido por
un nuevo modo de entender las relaciones económicas y sociales, pero también las
relaciones entre los gobernantes y los gobernados producidos por las ideas de la
ilustración y los monarcas ilustrados. Especial atención a la Independencia de los
Estados Unidos de Norteamérica.

1/- Tipología de los conflictos del siglo XVIII. (EXAMEN)

Dentro de la tipología de los conflictos se pueden distinguir dos bloques:


Conflictos Simples, los que se desarrollan bajo el impulso de un factor predominante,
aunque actúe juntamente con otros o los relativice en el transcurso del conflicto, y
Conflictos Complejos, los provocados por varios elementos incitantes.
En los Conflictos Simples se pueden distinguir cinco grupos:

1/ Conflictos provocados por desajustes de naturaleza agraria: Son los clásicos


motines de subsistencia, motines del hambre o carestía, llamados por los británicos
food-riots, en los que la carestía de abastos juega un papel muy destacable. Las masas
populares no reclamaban salarios altos sino precios asequibles en los productos de
primera necesidad.
En este caso, como en otros, la actitud violenta del pueblo obedecía a la idea de
que las autoridades habían hecho dejación de sus obligaciones. Los enemigos del
pueblo, en este caso, eran los comerciantes especuladores, los molineros y en último
término las autoridades.
Estas crisis de subsistencia, además, son muy complejas en su morfología y
están dotadas de gran potencial detonador. Así en los recintos urbanos, ya de por sí
saturados, fomentan el incremento de la población marginal, la mendicidad, el
bandolerismo e incluso progroms. En otros casos sacarían a la luz profundas
reivindicaciones rurales.

2/ Conflictos desatados a causa de las condiciones laborales: En el siglo XVIII hubo


una creciente conflictividad laboral, a medida que se producía la concentración de mano
de obra en fábricas o factorías. Se formaron asociaciones obreras que las autoridades
intentaban desacreditar como “combinaciones” en Inglaterra, o como “cábalas” en
Francia. Las primitivas asociaciones obreras no descartaban la utilización de la

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violencia y la destrucción de máquinas, sobre todo si éstas eran consideradas culpables
del desempleo.
Aquí también se pueden incluir, las huelgas de obreros industriales frente a la
injusticia de los salarios, es decir, las rebajas de sueldos en las actividades industriales.

3/ Protestas antifiscales y contra las restricciones legales de alguna actividad: La


resistencia a los impuestos daba lugar a una compleja mitología. Corrían rumores de
que se iban a establecer impuestos absurdos sobre los actos más elementales de la
existencia, y se esperaba en la posibilidad de un mundo sin impuestos, en el cual el
soberano se limitaba a vivir de lo suyo, es decir, de las rentas de su patrimonio real.

4/ Conflictos de matiz político: Son manifestaciones conflictivas de “lucha cortesana”,


sustentada por grupos minoritarios, que reviste cierto peligro, cuando se produce en una
coyuntura política favorable al intento.
La defensa de los intereses populares obedecía al rechazo de las novedades o
innovaciones que se consideraban nocivas; por el contrario se apelaba a los viejos
derechos contra la opresión reciente.

5/ Levantamientos con un acentuado carácter religioso: Este fue el caso de los


Gordon riots de Londres en 1780 contra los católicos, o el levantamiento de los
campesinos de la Vendée (1793-96) en la Francia revolucionaria.

Los Conflictos Complejos se desencadenan como consecuencia de la


interrelación de factores de diversa índole. Podía haber problemas de abastecimiento en
sus orígenes, pero también presentaron tintes xenófobos o religiosos; adquirían muchas
veces connotaciones políticas, si no estaban ya en su raíz, y podían deberse a la
inspiración de grupos e intereses ajenos a la multitud. Resulta concluyente la
observación en este tipo de conflictos, de distintas causas en las que hay una
interrelación de distintos elementos, bien de carácter social, económico, y religioso a la
vez que político, relacionado con las medidas reformistas que se adoptaron, o al
contrario, por el inmovilismo de los gobernantes.

Las investigaciones han demostrado que los jefes de las rebeliones podían ser
artesanos y campesinos acomodados, o incluso pertenecer a la pequeña nobleza. Las
elites locales tenían un papel importante en las revueltas dirigidas contra el exterior. El
bajo clero, los curas aldeanos, acostumbraban a ser dirigentes naturales de muchos
movimientos campesinos. En las ciudades los frailes podían ser predicadores
subversivos. Los antiguos soldados e incluso algún caballero solían ser elegidos para
dirigir los ejércitos espontáneos de los campesinos insurrectos. Los gremios podían
constituir una fuerza importante allí donde formaban la base de la milicia urbana. Los
maestros artesanos fueron los principales encartados en las revueltas urbanas del siglo
XVIII en Inglaterra.

A modo de conclusión, debemos destacar que la mayor parte de los movimientos


de revuelta social de la Edad Moderna terminaron con la derrota y la represión. Ningún
movimiento podía tener éxito, si no contaba con la inhibición o la simpatía, o la división
de una parte de la minoría dirigente. El momento clave para el triunfo de una revuelta
urbana era aquel en que la milicia burguesa se negaba a actuar contra los insurgentes.
En general el orden social se mantenía con muy pocas tropas de policía interior. Era la
aceptación de la jerarquía social establecida y de los propios medios de que disponían

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los privilegiados los que aseguraban la disciplina social. El creciente monopolio de la
violencia por parte del estado, que privó a los grupos privilegiados de sus propias
fuerzas armadas, planteó el problema de las luchas sociales bajo una nueva perspectiva.

2/- El movimiento de la sociedad industrial

Aunque parezca un tópico, es necesario recordar que el siglo XVIII hace de


puente entre una sociedad aún plenamente corporativa y otra donde el individualismo ya
ha triunfado aunque no es un proceso acabado y estos procesos se notan más en unas
zonas que en otras.
Los estamentos, aún manteniéndose, pierden credibilidad y eficacia y el orden
estamental acabará desapareciendo sobre todo en dos países ejemplarizantes: Francia y
Estados Unidos. Su modelo constitucional será imitado por todos los demás. La
consagración del ciudadano que no pertenece a ningún grupo social establecido es el
triunfo del individuo y de su capacidad de acción social.
De momento la familia sigue manteniendo su fuerza, hay ahora dinastías
burguesas de comerciantes, de hombres de leyes, o de políticos cuyos miembros ocupan
diferentes puestos en la sociedad en beneficio del conjunto. La política matrimonial
sigue los cauces de la conveniencia social y sólo al final del siglo las tendencias
románticas empezaran a defender los matrimonios desiguales.
Las aristocracias de fortuna se están formando a finales del siglo, por debajo se
va conformando una clase media que antes no existía. Hacia 1.700 la mitad de la
población inglesa vivía por debajo de los límites de subsistencia; de la otra mitad casi
todos eran terratenientes de diferentes cuantías y gentes de la administración podríamos
considerar que apenas un 9% formaría la clase media.
Pero a la vez que crecía la clase media lo hacían también los sectores más
desfavorecidos. El auge mercantil e industrial y la compra de terrenos por los burgueses
llevaron a mucha gente a la pobreza. Hay una polarización económica y social, los ricos
son más ricos y loa pobres más pobres.
La polarización económica va acompañada de una polarización cultural. La
ilustración amplió la cultura en nuevos lectores y mayores accesos a la enseñanza, así
como en la aparición de sociedades científicas. El avance fue notable, pero también aquí
se nota la dificultad de llegar a los extremos sociales. Las instituciones eclesiásticas
hicieron esfuerzos por llegar a más personas, pero aunque se favoreció el desarrollo
espiritual, no hizo a esas masas sociales mas instruidas en otras materias, siendo muy
elevado el analfabetismo.
La visión crítica de los ilustrados junto a las malas condiciones de vida y la crisis
de abastecimiento desencadenaron las protestas sociales, resultando paradójico que el
siglo de mayor crecimiento económico, sea el de mayor conflictividad social en la Edad
Moderna, sobre todo en los países más avanzados. Las protestas se inscriben en la
mentalidad de la época y se exige aquello a lo que la legalidad vigente les da derecho
frente a los progresivos abusos de los señores o del estado.
En la sociedad preindustrial, la ideología popular constaría de dos elementos: el
inherente (constituido por el cuerpo tradicional de ideas y actitudes procedentes de la
memoria colectiva) y el derivado (integrado por las ideas transferidas por otros grupos
sociales -los grupos dominantes- por diversas vías -púlpito, boca a oreja, escritos...-).
Los elementos ideológicos derivados en una generación, una vez asimilados, podían ser
inherentes para la siguiente o siguientes.

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El siglo XVIII es sin duda un tiempo de constante crecimiento económico, pero
también de grandes cambios en la estructura social y, lo que es muy importante, en las
formas de entender la vida y las relaciones de poder entre grupos sociales. El desarrollo
industrial, sobre todo en Gran Bretaña, con unas condiciones laborales cada vez más
duras, provocará diferentes huelgas de obreros e incluso motines normalmente dirigidos
contra los empresarios y sus instalaciones fabriles, en donde la maquinaria va
desplazando de manera progresiva el trabajo cualificado de los artesanos. Pero no
fueron las únicas manifestaciones de descontento, ya que las protestas tuvieron distintas
motivaciones: aumento de la presión fiscal, reclutamientos forzosos, abusos de los
propietarios agrícolas, rebajas saláriales en las actividades industriales y, sobre todo,
crisis en el abastecimiento de bienes alimenticios de primera necesidad como
consecuencia de malas cosechas que hacen que las condiciones de vida sean más
precarias en un marco de creciente injusticia. E incluso hubo levantamientos con un
acentuado carácter religioso.
En definitiva, si el liberalismo individualista triunfaba en algunos aspectos en su
lucha contra el antiguo orden social, también fue creando nuevos enemigos. No es sólo
que la pobreza y marginación siguieran existiendo, sino que empezó a desarrollarse el
espíritu de confrontación social que crecerá en la Edad Contemporánea.

3/- Principales focos en el mapa europeo

El siglo XVIII en Europa es sin duda un tiempo de constante crecimiento


económico, pero también de grandes cambios en la estructura social y, lo que es muy
importante, en las formas de entender la vida y las relaciones de poder entre grupos
sociales. El desarrollo industrial, sobre todo en Gran Bretaña, con unas condiciones
laborales cada vez más duras, aunque todavía sin llegar a las que tendrán lugar en el
siglo XIX, y que se ponen de manifiesto en la explotación del trabajo femenino e
infantil, provocará diferentes huelgas de obreros e incluso motines normalmente
dirigidos contra los empresarios y sus instalaciones fabriles, en donde la maquinaria va
desplazando de manera progresiva el trabajo cualificado de los artesanos.
En la Europa oriental las revueltas campesinas estaban relacionadas, de una
forma u otra, con la servidumbre y llegaron a adquirir caracteres de rebelión abierta, la
más importante de las cuales fue la del cosaco E. Pugachov, de 1773-1774, en la Rusia
de Catalina II. Pugachov se hizo pasar por el asesinado zar Pedro III -que gozaba de un
especial apoyo popular por algunas de sus reformas, que favorecieron a los siervos de
los monasterios-, que se habría salvado milagrosamente, y aprovechando la rebeldía
cosaca por el recorte de sus derechos tradicionales, consiguió acaudillar lo que ha sido
calificado como el mayor levantamiento popular ocurrido en Europa entre las
revoluciones inglesa y francesa. La rebelión fue sofocada y afectó a las regiones del
Volga y los Urales.
Aunque fueron menos amplios e intensos que en Rusia, los levantamientos
campesinos en el Imperio austriaco estuvieron también guiados por la protesta contra
las exacciones fiscales y la servidumbre. En algunos casos -rebelión de Silesia en 1767
contra el robot (nombre de las prestaciones personales)- precedieron a las reformas de
José II o estuvieron provocadas por la creencia errónea de que ya se habían promulgado
-sublevación en Bohemia en 1775- y fueron una explícita manifestación de inquietud y
apoyo a las medidas imperiales
En Europa occidental las revueltas campesinas fueron, por lo general, más
esporádicas y atenuadas y adquirieron formas y motivaciones distintas según los países.

83
• En Francia, por ejemplo, el siglo se abrió con las revueltas generalizadas de
1709, motivadas por una de las más agudas hambres de los tiempos modernos y
la presión fiscal causada por la Guerra de Sucesión española. Luego hubo
protestas localizadas contra diezmos y derechos señoriales, pero el clima de
descontento en el campesinado -que no desapareció en esta centuria- no afloraría
violentamente sino al agravarse las condiciones económicas generales, en los
años previos a la Revolución.
• En Inglaterra las protestas campesinas estuvieron relacionadas con los cambios
socio-económicos que se estaban produciendo protestas contra peajes en las
carreteras y caminos de nueva construcción y cercamientos- y, aunque poco
espectaculares por lo general, fueron abundantes, antes y sobre todo después de
la Enclosure Act de 1760.

No obstante, eran más frecuentes y característicos del siglo XVIII, incluso en las
zonas más industrializadas, los motines de subsistencia. Podían prender tanto en el
medio rural como en las ciudades; más raramente (aunque también los hubo), en las
capitales políticas, debido al especial cuidado que los gobernantes tuvieron en asegurar
su abastecimiento precisamente por el temor a los levantamientos y la ejemplaridad que
podrían tener en el resto de la nación. Constituían, de hecho, la forma de protesta más
habitual de los pequeños consumidores contra la carestía del pan, el alimento todavía
básico en la dieta popular. La tipología social de sus protagonistas, dentro de su
característica común de pequeños consumidores, era amplísima: desde el pequeño u,
ocasionalmente, el mediano campesino al pequeño artesano, pasando por toda la amplia
galería de trabajadores urbanos y, también, por el asalariado industrial por cierto, más
preocupado todavía por conseguir pan a bajo precio que por aumentar su salario
ordinario-. Y así, cuando el precio del pan subía hasta hacerse casi inalcanzable para
muchos, la ira popular estallaba en forma de motín contra las figuras clave del mercado
de granos, comerciantes, acaparadores y especuladores, se asaltaban graneros, hornos y
tiendas, saqueando las reservas, destruyéndolas en algunos casos y, si se contaba con
cierto grado de organización, llegando a establecer una tasación justa del precio del pan
(mantenimiento de la economía, moral de los pobres de que habla E. P. Thompson).
Las turbulencias urbanas, nada raras en la mayoría de los países, solían ser de
naturaleza más compleja. Podía haber problemas de abastecimiento en sus orígenes,
pero también presentaron tintes xenófobos o religiosos; adquirían muchas veces
connotaciones políticas, si no estaban ya en su raíz, y podían deberse a la inspiración de
grupos e intereses ajenos a la multitud.
Podemos citar como ejemplo los tumultos parisinos de 1720, relacionados con
las medidas financieras de Law, o bien los de 1753, en apoyo de las posiciones del
Parlamento en su pugna con la Corona: en ambos casos, y en otros muchos a lo largo
del siglo, el Parlamento de París fue su instigador.
En Londres, los más destacados fueron los de 1736 (que mezclaban protestas
contra la inmigración irlandesa y contra las medidas parlamentarias que restringían el
consumo de ginebra), 1768-1769 (en apoyo de las pretensiones políticas de John
Wilkes) y 1780 (de carácter religioso, anticatólico con elementos xenófobos, con lord
Gordon como cabeza más destacada).
• En el caso español los motines más importantes fueron los ocurridos en Madrid,
en la primavera de 1766 y que genéricamente son conocidos como motín de
Esquilache. La medida concreta que provocó el levantamiento en Madrid fue el
conocido bando de Esquilache relativo al tamaño de capas y sombreros, pero
hubo otros factores sin los cuales no pueden explicarse. Ante todo, un fondo

84
común de descontento por el encarecimiento de los alimentos provocado por la
aplicación del decreto de 1765 (de supresión de la tasa de granos), que preveía la
liberalización del comercio del trigo.

Por otro lado, estas asonadas y revueltas populares, aunque a menudo tuvieron
un carácter espontáneo, fuertemente impregnado de odio, como aconteció en los asaltos
a los castillos señoriales durante la Revolución Francesa, en ocasiones, sin embargo,
fueron acicateadas e incluso dirigidas por ciertos grupos sociales, entre ellos la nobleza,
descontentos con las medidas reformistas de los gobernantes –así sucede, por ejemplo,
en los motines contra Esquilache en España y en las primeras manifestaciones de la
revolución francesa- o con su inmovilismo, pues no debe olvidarse el desarrollo cultural
e intelectual que se señorea en Europa gracias a la Ilustración y, paradójicamente, al
despotismo ilustrado practicado por sus soberanos.
La magnitud que estas revueltas podían alcanzar está perfectamente
documentada con el levantamiento de los colonos norteamericanos contra el gobierno
de Jorge III de Gran Bretaña y que desembocó en la independencia de los Estados
Unidos de Norteamérica, así como en la oposición de algunos sectores de la nobleza
francesa a las medidas económicas promulgadas por Luis XVI y que acabaron en la
Revolución Francesa y en la destrucción del Antiguo Régimen en Europa, sustituido por
un nuevo modo de entender las relaciones económicas y sociales, pero también las
relaciones entre los gobernantes y los gobernados.
La revolución Americana: Fue el conflicto que enfrentó a Inglaterra con sus
trece colonias establecidas en América del norte, entre el Atlántico y los Montes
Apalaches, que acabó con la formación de un nuevo país independiente: Estados
Unidos. Las trece colonias establecidas en el siglo XVII mostraban una gran variedad en
el clima, recursos naturales y economía.
Causas de la revolución: La insurrección comenzó tras la Guerra de los Siete
Años, cuando los ingleses propusieron reformar el sistema de impuestos. Entre las
diversas insurgencias y boicots, el incidente del té desencadenó la reacción de los
colonos ante las medidas represivas del gobierno inglés. La mayoría de las colonias no
pretendían una ruptura total con el gobierno británico, pero la actitud intransigente del
mismo y los incidentes provocaron el estallido de la guerra en 1775, con George
Washington al frente del ejército americano.
Las consecuencias fueron muy importantes a nivel mundial, Estados Unidos
pasó a ser modelo de libertad, y despertó un interés especial en Francia, principal foco
intelectual de Europa. Estados Unidos contaba con la ventaja de no poseer el lastre de
las jerarquías estamentales del Antiguo Régimen y se convirtió en un modelo para los
ilustrados y para los defensores de un gobierno parlamentario. Por tanto, la
independencia norteamericana tuvo grandes influencias en los posteriores movimientos
revolucionarios e independentistas europeos.
La revolución francesa: Las ideas de la Ilustración proporcionaron las bases
teóricas para la Revolución Francesa, cuyos principios se extendieron por Europa con la
ayuda de Napoleón. La Revolución que se desencadenó en 1789 es considerada como
un modelo de revolución política, supuso la conquista del poder por la burguesía y el
desplazamiento de la aristocracia. Entre los orígenes de esta revolución se pueden
señalar: problemas económicos, concepciones políticas nuevas y el mal funcionamiento
de las instituciones. En Francia se abrió una nueva etapa de la historia de la humanidad.
Las principales causas de la Revolución Francesa son de índole económica. El
Estado francés sufría de un déficit económico crónico que se vio aumentado con la
guerra de la independencia americana. El rey Luis XVI intentó aumentar los impuestos,

85
pero la nobleza mantuvo una actitud intransigente y rebelde, negándose a pagar
determinados impuestos. La revolución, aunque estalló en París, vino precedida y
seguida de movimientos rurales. La sociedad francesa de finales del siglo XVIII estaba
en ebullición. Existen también otras causas:
• La pervivencia de una estructura tradicional arcaica y el auge de la burguesía
• El descontento del Tercer Estado, muy presionado por los impuestos
• La difusión de las ideas reformistas de los pensadores ilustrados
• Las malas cosechas de 1788 y 1789 provocaron el alza de los precios y
hambrunas
• El desajuste entre las necesidades sociales, políticas y económicas del país y
la falta de respuestas por parte de los gobernantes

Las revueltas campesinas del siglo XVIII: factores económicos y sociales que las
desencadenaron. (PREGUNTA DE EXAMEN)

Los levantamientos campesinos, muy frecuentes a lo largo de toda la Edad


Moderna, fueron cambiando sus motivaciones. Las protestas en general se inscriben en
la mentalidad de la época y se exige aquello a lo que la legalidad vigente les da derecho
frente a los progresivos abusos de los señores o del estado. Los motivos son varios:
aumento de la presión fiscal, reclutamientos, el movimiento de las enclosures en
Inglaterra, las rebajas de sueldos en las actividades industriales, todos estaban presentes,
pero la causa inmediata del conflicto va casi siempre unida a una crisis de
abastecimiento provocada por malas cosechas que hace más evidente la precariedad
producida por la situación de injusticia en que viven.
Las rebeliones más sencillas eran los tumultos de subsistencia, los motines del
hambre o carestía, llamados por los británicos food-riots. Podían prender tanto en el
campo como en la ciudad. Constituían la forma de protesta más habitual de los
pequeños consumidores contra la carestía del pan, el alimento todavía básico en la dieta
popular. Las masas populares no reclamaban salarios amplios sino precios asequibles en
los productos de primera necesidad. La actitud violenta del pueblo obedecía a la idea de
que las autoridades habían hecho de dejación de sus obligaciones, en defensa de la
moral tradicional. Las reivindicaciones de un motín de subsistencia eran la declaración
de existencias, la prohibición de explotar granos y la tasa popular de precios. Los
enemigos del pueblo, en este caso, eran los comerciantes especuladores, los molineros y
en último término las autoridades.
La tipología social de sus protagonistas, dentro de su característica común de
pequeños consumidores, era amplísima: desde el pequeño u, ocasionalmente, el
mediano campesino al habitante de la ciudad. Cuando el precio del pan subía hasta
hacerse casi inalcanzable para muchos, la ira popular estallaba en forma de motín contra
las figuras clave del mercado de granos, comerciantes, acaparadores y especuladores. Se
asaltaban graneros, hornos y tiendas, saqueando las reservas, destruyéndolas en algunos
casos y, si se contaba con cierto grado de organización, llegando a establecer una
tasación justa del precio del pan.
En la Francia del siglo XVIII llegó a difundirse la idea de que existía un
complot, por parte de los privilegiados para matar de hambre al pueblo. Esa idea tuvo
bastante fuerza en el clima sicológico que preparó la Revolución Francesa. La
revolución, aunque estalló en París, vino precedida y seguida de movimientos rurales.
El descontento del Tercer Estado, muy presionado por los impuestos, se agravó con las
malas cosechas de 1788 y 1789 que provocaron el alza de los precios y hambrunas.

86
En la Europa oriental las revueltas campesinas estaban relacionadas, de una
forma u otra, con la servidumbre y llegaron a adquirir caracteres de rebelión abierta, la
más importante de las cuales fue la del cosaco E. Pugachov, de 1773-1774, en la Rusia
de Catalina II. Calificada como el mayor levantamiento popular ocurrido en Europa
entre las revoluciones inglesa y francesa. La rebelión fue sofocada y afectó a las
regiones del Volga y los Urales y entre las heterogéneas masas sublevadas destacaban
los siervos rurales y los campesinos-obreros vinculados a las fábricas y minas de los
Urales, ansiosos por librarse de su penosa situación.
Aunque menos amplios e intensos que en Rusia, los levantamientos campesinos
en el Imperio austriaco estuvieron también guiados por la protesta contra las
exacciones fiscales y la servidumbre. En algunos casos -rebelión de Silesia en 1767
contra el robot (nombre de las prestaciones personales)- precedieron a las reformas de
José II o estuvieron provocadas por la creencia errónea de que ya se habían promulgado
-sublevación en Bohemia en 1775- y fueron una explícita manifestación de inquietud y
apoyo a las medidas imperiales. El descontento provocado por la tardanza en aplicar las
reformas, las exclusiones que entrañaban, sus limitaciones y su anulación posterior
provocaron nuevas protestas, aunque no se llegó a la rebelión, probablemente por el
desánimo y frustración que tales medidas habían provocado en los campesinos.

En Europa occidental hubo, tensiones constantes que no solían dar lugar a


estallidos violentos. Fueron a este respecto típicas las fricciones entre arrendatarios y
propietarios, que dieron lugar a frecuentes enfrentamientos personalizados, resistencias
pasivas y recursos a los tribunales ordinarios; otro tanto puede decirse con respecto al
pago de los diezmos y de ciertos derechos señoriales. Pero las revueltas campesinas
fueron, por lo general, más esporádicas y atenuadas y adquirieron formas y
motivaciones distintas según los países.
• En Francia, el siglo se abrió con las revueltas generalizadas de 1709, motivadas
por una de las más agudas hambres de los tiempos modernos y la presión fiscal
causada por la Guerra de Sucesión española. Luego hubo protestas localizadas
contra diezmos y derechos señoriales, pero el clima de descontento en el
campesinado -que no desapareció en esta centuria- no afloraría violentamente
sino al agravarse las condiciones económicas generales, en los años previos a la
Revolución.
• En Inglaterra las protestas campesinas estuvieron relacionadas con los cambios
socio-económicos que se estaban produciendo protestas contra peajes en las
carreteras y caminos de nueva construcción y cercamientos- y, aunque poco
espectaculares por lo general, fueron abundantes, antes y sobre todo después de
la Enclosure Act de 1760. Sus protagonistas, los pequeños campesinos, trataban
de defenderse de las usurpaciones y restricciones derivadas de la extensión de
los cercamientos, intentando restablecer los aprovechamientos comunales
tradicionales.

En muchos casos curiosamente la revuelta va dirigida en la sombra por la


nobleza que se opone a las reformas de los gobiernos. Los jefes de las rebeliones, según
las investigaciones realizadas, han demostrado que podían ser campesinos acomodados,
o incluso pertenecer a la pequeña nobleza. Las elites locales tenían un importante papel
en las revueltas dirigidas contra el exterior. El bajo clero, los curas aldeanos,
acostumbraban a ser dirigentes naturales de muchos movimientos campesinos. Los
antiguos soldados e incluso algún caballero solían ser elegidos para dirigir los ejércitos

87
espontáneos de los campesinos insurrectos. La mayor parte de los movimientos de
revuelta social de la Edad Moderna terminaron con la derrota y la represión; ningún
movimiento de rebelión podía tener éxito, si no contaba con la inhibición o simpatía, o
la división de una parte de la minoría dirigente.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS DE PECS:


(Curso 2013-2014)

PEC: 1

1) Características de la sociedad estamental

Una sociedad estamental es aquella organizada en estamentos. En la del Antiguo


Régimen éstos constituían grupos cerrados a los que se accedía fundamentalmente por
nacimiento. Aunque podía haber alguna escasa posibilidad de trasvase de uno a otro
grupo (ennoblecimiento por méritos, compra, etc.), lo que caracterizaba esa sociedad
eran la estabilidad y la inercia.

• A diferencia de la capitalista, dividida en grupos en función de su riqueza


y, por tanto más variable y dinámica, la estamental era casi inmutable.
• Cada estamento se correspondía con un estrato o grupo definido por un
común estilo de vida y análoga función social.
• Era impermeable, es decir, sus miembros no podían mudar de
condición.
• Jurídicamente era desigual.
• Cada una de las personas que lo componía era portadora o no de
privilegios, en función de su pertenencia a una u otra categoría.
• Los privilegios consistían en la exención de obligaciones (impuestos) y
el derecho a ventajas exclusivas.

Había un estamento privilegiado en el que se incluían la nobleza y el clero y


otro no privilegiado que englobaba en su seno al resto de los estratos sociales:
burgueses, artesanos, campesinos y grupos marginales.

Al estamento privilegiado se accedía (salvo en el caso del clero) por nacimiento


o por concesión especial del monarca. A partir del siglo XVII cada vez se hizo más
corriente que individuos burgueses alcanzaran el ennoblecimiento mediante la compra
de títulos al monarca. La rígida sociedad estamental entró en crisis a raíz de los cambios
que fueron produciéndose a lo largo del siglo XVIII, que llevaron consigo el
fortalecimiento de una burguesía rectora de gran parte de la economía.

2) Definición de tasa de mortalidad, nupcialidad y natalidad

Tasa de mortalidad: También llamada tasa bruta de mortalidad es la cantidad de


muertes en un año, por cada 1000 habitantes. Es un indicador demográfico, muy
importante, ya que, si se resta la tasa bruta de mortalidad a la tasa bruta de natalidad

88
ofrece la tasa de incremento natural, que es igual a la tasa de crecimiento de la
población en ausencia de migración.
Las tasas de mortalidad están vinculadas de manera inversa a la esperanza de
vida en el momento de llegar al mundo: a más esperanza de vida, más baja es la tasa de
mortalidad. En las naciones en vías de desarrollo hay una tasa de mortalidad mayor
respecto a los países desarrollados.
Se suele considerar que una tasa de mortalidad es alta cuando se ubica por arriba
del 30%; moderada si oscila entre el 15% y el 30%; y baja si no supera el 15%. A nivel
mundial, la mortalidad relacionada con la malnutrición es la principal responsable de las
tasas de mortalidad más elevadas.

Tasa de nupcialidad: Es el número de matrimonios por mil personas en un año


determinado. Esta tasa se calcula utilizando el número de matrimonios, no el número de
personas que se casan, e incluye tanto las primeras como las segundas nupcias.

Tasa de natalidad: Es una medida de cuantificación de la fecundidad, que se refiere a


la relación que existe entre el número de nacimientos ocurridos en un cierto período y la
cantidad total de efectivos del mismo periodo. El lapso es casi siempre un año, y se
puede leer como el número de nacimientos de una población por cada mil habitantes en
un año. Representa el número de individuos de una población que nacen vivos por
unidad de tiempo.

3) Definición de señorío

Señorío: Era el territorio perteneciente a un señor, el cual era el principal propietario de


la tierra que ejercía sobre ella y quienes la cultivaban una autoridad de tipo político. El
mundo rural europeo estaba organizado sobre la base del señorío, donde la
administración no estaba ejercida por los representantes del monarca, sino por los
señores jurisdiccionales, que formaban el estamento de la nobleza. Estos señores
ejercían sobre sus vasallos funciones de administración, justicia y hacienda, ellos a su
vez, recibían diversos derechos por el ejercicio de sus funciones públicas y una serie de
rentas como propietarios de la tierra.
Se puede diferenciar entre:

• Señorío territorial: en el que el señor está vinculado a una tierra que, o bien
trabaja de manera directa con sus siervos, o bien cede a campesinos a cambio de
unas rentas (en especie, dinero o trabajo).
• Señorío jurisdiccional: en virtud del cual el señor tiene una serie de
prerrogativas de tipo judicial y político, que son una fuente de poder (nombra a
las autoridades locales, ejerce la justicia, cobra tributos).

El campesino sujeto a señorío territorial era un siervo sin libertad personal,


mientras que el que sólo lo está a un señorío jurisdiccional es un vasallo del señor. El
grado de sometimiento al señor varía en función de la época, del territorio y del tipo de
señorío.

89
4) Enuncie los diferentes modelos de familia en la época moderna y sus
características

En Europa durante la Edad Moderna no existía un modelo único de familia. El


método de reconstrucción de familias utilizado en los estudios demográficos ha
permitido establecer tres grandes modelos o tipos de familia, según circunstancias
socio-económicas:
1. Familia nuclear o sencilla (simple household), conyugal o simple, formada por
la pareja y los hijos. Si a esta familia se le suman algunas personas emparentadas
con el cabeza de familia entonces se puede hablar de familia extensa (extended
household). Es el tipo de familia más extendida y adaptable, se encuentra
principalmente en el Noroccidente europeo y en el Mediterráneo. Se caracteriza
por la tendencia de los hijos a abandonar el domicilio paterno con el fin de
formar nuevas unidades familiares, con excepción del heredero. Pocas tensiones.
2. Familia troncal (stem family), caracterizada porque una pareja y su
descendencia convive con los progenitores de uno de los cónyuges y con algún
hermano que permanece soltero. Se da principalmente en las zonas de montaña,
con economía ganadera pastoril, generadora de graves tensiones y violencia, por
la perduración de distintos miembros familiares, en la que la casa sólo podía ser
heredada por un solo heredero en cada generación.
3. Familia compleja o comunitaria, constituida por varios núcleos conyugales y
su descendencia: padres y varios hijos casados, pero también parejas de
familiares colaterales, como tíos y primos casados. Este tipo de familia dispone
de una gran fuerza de trabajo familiar, y predomina en el este de Europa, centro
de Italia y Francia, zonas en donde el poder señorial es importante, habiendo una
evolución más lenta y escasas escisiones del núcleo, ya que el interés del señor y
del grupo es impedir que los hijos lo abandonen, que se casen cuanto antes y que
permanezcan en la familia. Tensiones menores.

PEC: 2

1) ¿Qué factores incidieron en la evolución demográfica del siglo XVIII?

El Setecientos es un período de transición al régimen demográfico contemporáneo:


o Descenso de la mortalidad en la parte inferior de la pirámide
o Reducción de la subalimentación crónica
o Avances médicos

Es importante destacar como factores positivos: la desaparición de la peste en


Europa occidental; los discretos progresos de la medicina y de la salubridad; la
incidencia menos catastrófica de las carestías; la mejora en la alimentación; y, el
desarrollo de las comunicaciones y de los canales de distribución.
• La peste que había asolado Europa de forma periódica, tras el último brote en
Marsella en 1720 desapareció gracias a la adopción de cordones sanitarios y
cuarentenas.
• La higiene personal era aun baja, aunque sí es destacable un interés por la
higiene y la salubridad colectivas en Francia, Inglaterra y España, donde se

90
redactaron planes urbanísticos para pavimentar las calles, construcción de redes
de alcantarillado y la necesidad de una mayor ventilación en las viviendas.
• Los avances en medicina, habría de pasar aun un largo tiempo antes de su
aplicación generalizada, pero se empezó a experimentar ya con vacunas.
• La oferta alimentaria se vio incrementada por la extensión de las roturaciones,
la introducción de nuevos cultivos y la mejora de transportes que aseguraba los
suministros El cereal siguió siendo el componente básico de la dieta (pan), sin
embargo se asentó definitivamente el consumo de nuevos productos, en especial
patata y maíz.
o La patata se adaptó muy bien a terrenos húmedos y fríos ampliando la
base alimentaria de la población y amortiguando las fluctuaciones que
acompañaban al cultivo del cereal. En Europa central se convirtió en una
fuente de alimentos nueva y segura y en Irlanda contribuyó a que la
población pasara de 3.200.000 habitantes a 6.800.000 ya que la misma
superficie que daba el trigo suficiente para alimentar a una persona
permitía mantener sobradamente a dos si se sembraba de patata.
o La alta productividad, su adaptación al barbecho, y su utilización como
alimento tanto humano como animal, hizo del maíz un elemento
dinamizador de la demografía, allí donde se impuso su cultivo.
• El desarrollo de las comunicaciones y de los canales de distribución
contribuyó a que las crisis de subsistencia y las carestías que las acompañaban
quedaran limitadas a situaciones de penuria, más controladas y sin el tinte
catastrófico del pasado.

2) Establezca las causas del debilitamiento del estamento eclesiástico en el siglo


XVIII

El estamento eclesiástico, superada la crisis del siglo XVII, aunque seguirá


conservando privilegios, comenzará a perder su independencia.
Tanto la secularización de Europa que se produce en este siglo, como el
creciente control estatal de campos tradicionalmente del poder eclesiástico, producen
mermas en sus privilegios. Se reducen las exenciones fiscales, el fuero eclesiástico y el
derecho de asilo de forma unilateral por los estados o mediante concordatos con la Santa
Sede.
La política regalista (doctrina que propugna una mayor intervención monárquica
en los asuntos eclesiásticos en concordancia con el centralismo administrativo)
practicada por los monarcas, irá reduciendo cada vez más las áreas de influencia del
clero, tanto del secular como del regular: el recorte de sus fueros a favor de la justicia
ordinaria, el nombramiento de prelados afines a los postulados de la Corona, la
renovación de los estudios universitarios y la supresión de la Compañía de Jesús son
claros ejemplos del progresivo debilitamiento de la iglesia en la vida política y social.
Se reduce su influencia al reforzarse la estatal, pero sigue siendo un prestigioso punto de
referencia, desde el párroco de aldea al confesor real.
La formación del clero en su conjunto mejorará respecto al siglo anterior, pues
ante la pérdida de privilegios, las vocaciones se impondrán sobre el interés. Este cambio
en los criterios para ingresar en el estamento tendrá consecuencias importantes: por un
lado, provocará una disminución progresiva en sus efectivos durante todo el siglo XVIII
en la medida en que el crecimiento económico ofrecía mayores perspectivas a los
grupos medios y bajos de la sociedad, que se abstendrán de profesar en religión; y por
otra parte, las teorías fisiocráticas, que defendían la libre circulación de la tierra en el

91
mercado, llevará a los soberanos ilustrados a promulgar resoluciones dirigidas a
desamortizar sus propiedades facilitando así su libre enajenación en una coyuntura
dominada por la demanda de tierras y de bienes inmuebles por los grupos emergentes de
la sociedad.
El caso de mayor transcendencia fue el de la Compañía de Jesús: se les expulsa
de Portugal en 1759 y de todos los Estados borbónicos entre 1764 y 1767, llegándose a
la abolición de la orden por el Papa Clemente XIV en relación con las políticas
regalistas de las monarquías católicas y la frontal oposición a ellas de la Compañía.
Por otro lado, en la Europa Católica la jerarquía del clero permite la cohesión
estamental pero con grandes diferencias entre clero regular y secular.
En la Europa no Católica los monarcas también controlaron al clero. En Prusia,
pastores luteranos y calvinistas fueron instrumento de apoyo a su política centralizadora.
El episcopado anglicano acrecentó su papel en la administración. La Iglesia ortodoxa
siguió rígidamente subordinada al estado ruso.

3) Definir enclosures y “bienes de manos muertas”

Enclosures: Término inglés que se refiere al cercado de los campos abiertos llevado a
cabo en Inglaterra tras la aplicación de las “Leyes de cercamiento” o Enclosure Acts,
que establecían “la división, el reparto y el cercamiento de los campos, praderas y
dehesas abiertas y comunes y de las tierras baldías y comunes” situadas en cada
demarcación territorial.
Los campos abiertos, que eran explotados colectivamente por pequeños
campesinos, tuvieron que ser abandonados dado que sus derechos, basados en la
tradición, no fueron respetados por las nuevas leyes. Se trataba de parcelas de tierra a
las que los paisanos tenían acceso, pero sin ostentar la titularidad de propietarios.
Estaban dispersas en franjas de terreno desconectadas entre sí y abiertas a la entrada
del ganado. Los rendimientos de estas tierras eran muy bajos y su función económica
estaba orientada a la supervivencia. Con esto se sustituyeron los derechos comunales
por los de la propiedad privada y las parcelas, una vez agrupadas y valladas, pasaron a
ser propiedad de particulares que pusieron en práctica todas las mejoras técnicas
agrícolas que existían en ese momento. Así la actividad agrícola pasó a convertirse en
una empresa regida por las leyes del mercado y no en una actividad heredada destinada
a la subsistencia.
Los campesinos desposeídos tuvieron que desplazarse a la ciudad y convertirse
en jornaleros.

Bienes de manos muertas: Tierras pertenecientes a la iglesia, Ayuntamiento etc. que


no se podían comprar ni vender. En su origen se referían tanto a bienes civiles como
eclesiásticos, aunque se utilizó principalmente para significar la propiedad eclesiástica.
Así, las manos muertas eran los bienes de la Iglesia Católica y de las Órdenes
religiosas que estaban bajo la protección de la Monarquía Hispánica. Ni obispos, abades
o priores los podían enajenar. Las autoridades eclesiásticas que lo hiciesen podían ser
suspendidas a divinis e incluso excomulgados.

4) ¿Qué factores económicos y sociales propiciaron las revueltas campesinas del


siglo XVII?

A los cambios meteorológicos que originaron malas cosechas y crisis de


subsistencia, se sumaron otros factores que incidieron negativamente en su economía y

92
en su nivel de vida: aumento de los impuestos reales o señoriales, roturación de baldíos
y de bienes concejiles, cerramiento de tierras, alteraciones monetarias, levas y abusos de
los soldados en tránsito, así como el impacto de la guerra, que mermó sus efectivos y
destruyó de forma sistemática sus haciendas. Muchos pequeños propietarios campesinos
tuvieron que hipotecar sus propiedades con préstamos (censos) para salir de la crisis y
fueron numerosos quienes las perdieron al no poder abonar los intereses ni devolver el
capital recibido, pasando a manos de la nobleza, del clero y de los sectores emergentes
de la sociedad, como los comerciantes y los hombres de negocios.

La comunidad rural se empobreció al perder sus bienes y medios de subsistencia


y se debilitó ante los ataques del poder central y absoluto. Provocando una crisis que
dista mucho de ser homogénea. Las diferencias existentes en las relaciones entre nobles
y campesinos son el claro reflejo de las que existían entre una y otra parte de Europa.
Distintas realidades sociales adaptadas a áreas geográficas también variadas:
 Europa del este: predomina el llamado régimen de servidumbre
 Europa mediterránea: el régimen señorial.
 Europa noroccidental: los grandes arrendatarios.

Entre los diferentes modelos territoriales europeos existen también diversos


factores que intervienen en la vida campesina, como el clima, el ámbito geográfico o las
conductas humanas, las características de utilización y formas de explotación de la
tierra, disponibilidad o no de empleos y prácticas económicas complementarias.
Las masas campesinas no permanecieron insensibles ni inmóviles frente a los
constantes desequilibrios, ante el aumento de la miseria y la agravación de la alienación
que sufría el mundo rural. La población rural no nobiliaria no estaba exenta en ninguna
parte de las cargas estatales sino que era más bien la única en tener que soportarlas.
Cuando estas cargas se extendieron de manera desmedida y en contra del derecho y la
costumbre, se favorecieron actos de resistencia contra los propietarios señoriales o los
representantes estatales.
Concretando: La causa fundamental generadora de los conflictos es la acción
combinada y depredatoria de las clases superiores y del Estado sobre la renta
campesina. La renta campesina es el objetivo de apropiación para unas clases
dominantes y ansiosas de incrementar sus ingresos en un momento en que estos caían,
también por cuestiones de estrategia social (ennoblecimiento para ricos) y que buscan
concentrar las tierras (el ideal de vida del rentista).
En la Europa del este la crisis se vincula al modo de producción feudal: la
sobreexplotación a que da lugar el incremento de la presión señorial en un contexto de
servidumbre es el desencadenante de la crisis social. La ofensiva sobre el campesinado
se distingue aquí por un ataque profundo a su estatuto social y jurídico, extendiendo y
consolidando la servidumbre y traduciéndose todo en un aumento pesado de las corveas.
La resistencia campesina se nuclea en torno a tres ámbitos: el agravamiento del
régimen señorial, el ataque a los derechos tradicionales del campesinado y las
exigencias fiscales del Estado en expansión.
• El primer aspecto es propio de la extensión e intensificación del modo de
producción feudal basado en la servidumbre de la Europa del este. Ucrania en
1648 constituye un ejemplo clásico. Lo que no quiere decir que las
connotaciones antiseñoriales no subyazcan en el fondo de algunos
levantamientos occidentales, como en el de Bretaña de 1675.

93
• El segundo aspecto, también con presencia en otras partes, es arquetípico de los
movimientos anticercados ingleses. El asalto a la propiedad y a los derechos
colectivos amenaza a una sociedad más igualitaria.
• Por último, la acción en contra del desarrollo estatal, de su fisco insaciable, pero
también de sus exigencias militares y uniformizadoras, resulta particularmente
clara en el oeste y centro de Europa y en especial en la Francia de Richelieu.

(Preguntas de Exámenes Anteriores)

94
MODELO DE EXAMEN ACTUAL:

***Las respuestas de los exámenes tienen los epígrafes en color rojo

95

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