Está en la página 1de 17

TEMA 5: UN SIGLO BAJO EL SIGNO

DEL CRECIMIENTO: LA ECONOMÍA


EUROPEA DEL SIGLO XVIII

En términos generales, las transformaciones económicas del siglo XVIII sirven como
preámbulo de la revolución industrial, aunque se ha ido matizando y rebajando la
importancia de los acontecimientos hasta las últimas décadas del siglo, cuando se inicia
la recuperación de la crisis. En cualquier caso, el siglo XVIII es un siglo de expansión
que va a contrastar con las lecturas del XVII, considerado el siglo de la crisis. Durante la
segunda mitad del siglo, la economía europea va a conocer una fase de notable expansión
y de transformación económica sin llegar a tener el carácter revolucionario que los
historiadores de la economía le atribuían al Take Off (despegue) de la industrialización.
Lo que se habla es de que en el siglo XVIII tenemos una intensificación de las actividades
tradicionales de la economía y, fundamentalmente, de los sectores manufacturero y
mercantil porque las limitaciones al crecimiento agrario van a permanecer estancadas
hasta el siglo XIX. En esta revisión, se intenta explicar el crecimiento económico
acentuando, sobre todo, el gran papel que jugó el desarrollo de la actividad mercantil y el
comercio, produciendo la formación de un sistema de mercados conectados cada vez con
secciones anteriormente aisladas, donde la competencia aparece como uno de los
elementos motrices en el desarrollo de la economía capitalista.

El siglo XVIII (incluso desde el final del XVII) marcó el inicio del despegue económico
europeo respecto del resto del mundo. Habitualmente se ha concedido un gran peso en
este despegue a la Revolución Industrial, como fenómeno claramente diferenciador. Sin
embargo, si estudiamos a fondo la economía europea -de acuerdo con la idea de atender
la evolución de las economías regionales- vemos que la Revolución Industrial sólo afectó
tardía y limitadamente a una economía que estaba en claro crecimiento desde mucho
antes. Por lo tanto, entre las causas del largo crecimiento europeo del setecientos no se
encuentran grandes novedades ni cambios radicales, sino sobre todo una intensificación
del crecimiento basada en:
1. Incremento de las relaciones y la competencia comercial entre los propios países
europeos, facilitado por un marco político en el que ningún Estado fue capaz de
imponerse claramente a los demás.

2. Expansión del mercado y de las oportunidades. Dicho incremento de las


relaciones económicas supuso una expansión del mercado.

3. Los cambios anteriores aceleraron el tránsito de un sistema basado en la propiedad


de la tierra a un otro articulado sobre la propiedad del dinero y el control del
crédito, con el consiguiente y notable retroceso de las estructuras feudales
(basadas en la economía de consumo y la supeditación de los intereses
individuales a los colectivos), en favor de la economía de mercado y el interés
individual.
1. Las Bases demográficas
1.1. Crecimiento de la población

El siglo XVIII es un siglo de estabilización y crecimiento, aunque con diferencias entre


las zonas. Europa pasó de 80/90 millones de habitantes a principios del siglo XVI, a 115
a principios del siglo XVIII y 190 en 1800 (de un total mundial, en ese momento, de unos
900/950). El del Setecientos en Europa es, por tanto, un crecimiento importante (un 65%,
a un ritmo del 0,6% anual en el último medio siglo). Sin embargo, sus patrones no indican
la existencia de "Revolución demográfica". Se plantea un esquema en función del ritmo
de crecimiento según las zonas geográficas. Se habla de un crecimiento rápido, siendo el
caso más representativo el inglés: en 1680 la población era de 5 millones, y en 1820 era
de 11,5 millones, es decir, más del doble, el crecimiento era del 133%. En el siglo XVII,
en Inglaterra los saldos demográficos fueron muy distintos, se perdió población. Frente a
esto, Francia, que es un país agrario, va a crecer a un ritmo menor, al 39%. El incremento
demográfico tiene más fuerza en la segunda mitad del siglo y, en el caso inglés, se dispara
tras 1820, donde vamos a encontrarnos un crecimiento sostenido de la población sin
grandes crisis demográficas.

Frente al caso inglés, se habla de una Europa con un crecimiento moderado o pausado.
Los casos más representativos van a corresponder con territorios con menos cambios
económicos y una base agraria. Se habla de Francia, España e Italia, menos las provincias
del norte de Italia. Francia era el país con más población y en 1680 tenemos 20 millones
de personas y en 1820 tenemos 30 millones, es decir, el 39% de crecimiento. Esto quiere
decir que su potencial demográfico pierde importancia relativa en el siglo XVIII. Sigue
teniendo muchos habitantes, pero hay zonas que, proporcionalmente, crecen más, además
de que en algunas zonas hay unos grandes índices de crecimiento. Los demógrafos
franceses lo achacan a que el mundo agrario está sujeto a las inclemencias del tiempo y
la fluctuación de las cosechas que son muy importantes, hasta el punto de que el impacto
de las carestías determina climas de agitación social. El sistema era señorial y no tenía
medios para superar esa situación de dependencia. En el siglo XVIII no hay apenas
cambios agrarios, se producen mejoras en los hábitos higiénicos, que es lo que realmente
ayuda a aumentar la población, aunque apenas cambia la esperanza de vida respecto a
épocas anteriores.

En España, el porcentaje es como el de Francia, de 8 a 11 millones, el 38%, pero el siglo


XVII había dejado un gran vacío demográfico, sobre todo en la costa mediterránea por la
peste. Aquí es al revés que en el resto de países en el caso de la península ibérica y, sobre
todo de la costa mediterránea, el crecimiento es mayor en la primera mitad del siglo, lo
que está relacionado con el vacío demográfico anterior. Los mismos recursos permiten
sostener un crecimiento de población porque había un vacío. Italia, salvo la zona del norte,
tiene un crecimiento similar 38.5. hay grandes diferencias entre el norte y el sur: la zona
del sur va a crecer muy rápido (50%), pero va a tener colapsos demográficos.

En las zonas donde hay un crecimiento más rápido del a población son las regiones el este
de Europa, que estaban menos desarrolladas y, sobre todo, las del continente
norteamericano. Aquí destaca el reino de Prusia, sobre todo tras el final del siglo XVII,
que va a tener dos fases: una primera que corresponde a una política de estado,
colonizaciones impulsadas desde el gobierno, en el que, en la expansión, se hace una
política de atracción de población para colonizar las nuevas tierras, es una política
mercantilista de estado. Hacia 1780 se situaba con una tasa de inmigración del 5%.

Rusia era muy grande, pero su crecimiento, en general, fue muy rápido, pasa de 15 a 38
millones de habitantes. Esto se debe a los impulsos de la colonización y repoblación por
parte del Estado. Hay zonas que crecen más del 200%. El caso más espectacular es el de
las colonias norteamericanas, con tasas del crecimiento del 1666%: se pasa de 300 mil a
5 millones en las colonias norteamericanas. Esto se debe a las altísimas tasas de
inmigración y unas altas tasas de natalidad.

La última gran peste que se registra es en 1720 en Marsella, aunque sigue habiendo
localmente crisis, pero no de unas dimensiones como las grandes mortandades del siglo
XVI. No obstante, la esperanza de vida apenas cambia. La viruela causa enormes estragos,
escarlatina, sarampión…, que afectarán sobre todo a las zonas urbanas. Aunque la
vacunación ya se conocía, no hay una vacunación general contra la viruela hasta 1796 y
a partir de ahí hay vacunaciones sistemáticas. Si bien existe un consenso sobre las fases
del proceso de transición al ciclo demográfico moderno, la cuestión no es tan clara
respecto de su cronología de inicio, aunque se asume que no tuvo lugar antes de 1780.

1.2. Modelos de crecimiento

Encontramos diferentes modelos de crecimiento según las regiones, diferentes modelos.


Estas diferencias regionales se deben al medio ambiente, a la geografía, es decir, los
modelos de presión demográfica estaban muy condicionados por la estrecha relación
entre el clima y la demografía. En general, las regiones meridionales europeas tenían un
clima que acentuaba la mortalidad infantil, lo que hacía que edad del matrimonio se
adelantara, pero dejaba un menor crecimiento vegetativo. Por el contrario, el clima de las
regiones septentrionales aumentaba la supervivencia infantil y se podía retrasar la edad
de matrimonio y un mayor cuidado de los hijos. A pesar del crecimiento demográfico
generalizado durante el siglo XVIII, las diferencias regionales se mantuvieron.

Desde que 1965 Hajnal estableciera la línea que lleva su nombre, los historiadores de la
población han dividido Europa en dos grandes áreas situadas a los lados de la diagonal
Helsinki-Trieste. De esta forma, podemos hablar de un modelo de alta presión
demográfica en el primer caso, y uno de baja presión en el segundo.

1) En el lado oriental encontraríamos el modelo de "alta presión ", caracterizado por


familias extensas integradas por matrimonios jóvenes o muy jóvenes, que unido a la
escasa presencia de solteros y religiosos dio lugar a elevadas tasas de fertilidad y
natalidad. En este caso, se opta por una alta natalidad para compensar la mortalidad.

2) En el lado occidental encontraríamos modelos de "Baja presión", caracterizados por


familias de tipo nuclear, y matrimonios más tardíos; es decir, estamos hablando de la
existencia de frenos para mantener la descendencia por debajo del nivel de subsistencia y
/ o conseguir aumentar la capitalización en detrimento del número de hijos. Ciertamente,
en las zonas septentrionales la menor mortalidad infantil determinada por el clima
permitía estos comportamientos. Existen ciertas regiones (S. de Italia, S. de la Península
Ibérica, Irlanda), donde el clima acentuaba la mortalidad infantil, el cual forzaba un
modelo de alta presión.
Las diferencias nacionales y sobre todo regionales no desaparecieron, e incluso
aumentaron. La población humana se distribuye en función de la distribución de los
recursos alimenticios (en torno a las costas y las cuencas de los grandes ríos).
• Áreas articuladas por el Rin, y su prolongación hacia el N. (Reino Unido) y el S.
(Italia) = 40%
• Francia central y la península Ibérica = 25%,
• Europa central, oriental y Rusia, (con unas densidades bajas o muy bajas) = 35%

Los incrementos más notables se dieron en los países con mayor expansión económica
(Inglaterra, que aumentó en un 133% entre 1680 y 1820) o que desarrollaron amplios
procesos de colonización (Pomerania prusiana, 138% entre 1700 y 1800). Sin embargo,
Francia sólo creció en un 32%, y las Provincias Unidas en un 8%.

El modelo de crecimiento ocurrido en Prusia se debe en su mayoría a las políticas de


colonización impulsadas por los Federicos que produjeron grandes focos de atracción de
población, aunque en números absolutos no se convirtió en una potencia demográfica.
Por otra parte, las políticas de colonización rusas también hicieron aumentar mucho la
población, creció más del doble. Esto se produjo, principalmente, por el aumento de la
roturación de tierras y estos nuevos asentamientos.

A pesar de que estas regiones aumentan mucho su población, el territorio que más la
incrementó fue Norteamérica, donde se pasó de unos 300.000 habitantes en 1700 a 5
millones en 1800. Este gran crecimiento se produjo, principalmente, por la colonización
de nuevas tierras, que llevó consigo la creación de nuevos asentamientos y la puesta en
cultivo de más tierras.

De esta forma, se aprecian diferencias regionales en cuanto al crecimiento, diferentes


modelos. Los grandes incrementos, por lo tanto, se producirían en las regiones donde la
presión demográfica era menor y donde las políticas llevadas a cabo por parte del Estado
propiciaran la llegada de población, como Rusia.

1.3. Factores del incremento demográfico

Se trata de un crecimiento todavía dentro del marco del denominado “ciclo demográfico
antiguo”, caracterizado entre otros factores por una alta tasa de natalidad, seguida de cerca
por la mortalidad ordinaria (adulta e infantil). Durante este siglo se registraron tímidos
avances en la reducción de la mortalidad, debido al menor impacto de las pandemias
(desaparecer la peste, aunque aumenta la viruela), y por unas mejores condiciones
económicas que permite una mejor alimentación (desaparición de las hambrunas)

Los avances médicos tuvieron escasa y tardía repercusión. No se mejoró la tasa de


supervivencia a los hospitales, y la vacuna contra la viruela no tuvo un mínimo impacto
hasta después de 1795. Pero si se produce una mejora en el uso de los medicamentos,
gracias a una mejor distribución y al apoyo de autoridades: (Quinina para el paludismo,
mercurio para las venéreas y cítricos contra escorbuto). Las crisis de mortalidad volvieron
a finales de siglo cuando los Estados se tambalearon y la economía entró en recesión, si
bien con efecto amortiguado.
En consecuencia, entre los factores demográficos, en términos globales debió ser la
nupcialidad (por el incremento de unidades familiares) la principal responsable del
crecimiento.

Las causas de esta revolución demográfica aún no están del todo claras. Es importante la
relativa disminución de las guerras y la influencia de los progresos de la medicina ya
mencionados, aunque afectan sólo a una minoría. Respecto a las condiciones climáticas,
también podemos ver mejoras: suben las temperaturas y disminuyen las lluvias, lo que
podría explicar el crecimiento de los rendimientos del cereal y la disminución de las
fiebres y otras epidemias, además de la mejor alimentación de la población. La patata se
convierte en un alimento muy valioso durante los períodos de escasez de trigo. También
se comienza a extender el cultivo del maíz, sobre todo en la Europa meridional.

Realmente, no se producen cambios importantes respecto al régimen demográfico, ya que


la mortalidad siguió siendo elevada. Uno de los factores más importantes de su descenso
fue la desaparición, casi por completo, de las pandemias: la última gran peste tuvo lugar
en Marsella en 1720. De esta forma, prácticamente desaparece la peste gracias a la
sustitución de las ratas negras, causantes de la enfermedad, por las grises actuales. A pesar
de esto, siguieron existiendo otras enfermedades que cobraron más importancia, aunque
no tan mortales como la peste. A esta reducción de las epidemias de peste se le une la
mejora de la medicina, aunque no tuvo tanta importancia por quedó reducida a una
minoría. Aunque sí es importante decir que se desarrollaron nuevas medicinas, mejoraron
las condiciones de salubridad y comenzaron a aparecer las vacunas.

En este sentido, el diseño de una política sanitaria básica fue de gran ayuda mediante
controles administrativos, el desarrollo de infraestructuras preventivas, el establecimiento
de cordones sanitarios fijos, la desecación de zonas húmedas en las que proliferaban
enfermedades como el paludismo, la retirada de basuras de las vías públicas, la
construcción de conducciones de agua potable, y la retirada de los cementerios de los
centros urbanos.

Otro factor importante en este incremento demográfico fue el proceso de urbanización,


que aumentó las perspectivas de vida. La urbanización contribuyó significativamente a la
mejora en las perspectivas de vida (Considerando como población urbanizada la que vivía
en núcleos de más de 10.000 h.)→Europa occidental = 10% / zona oriental = 3%).
La tasa de crecimiento de la urbanización en Europa fue muy dispar: durante toda la Edad
Moderna, un fenómeno llamativo es el del crecimiento de las ciudades rurales medias,
con una proporción significativa de la población orientada hacia la protoindustria, pero
en el balance general, la población urbana creció menos y con grandes diferencias (las
ciudades del norte duplicaron sus habitantes, mientras que las mediterráneas apenas lo
hicieron en un cuarto).

La ciudad aportó factores muy positivos, estimulaba su crecimiento mediante la atracción


hacia ellas de los poderes políticos, sociales, económicos y culturales. Era un fenómeno
anterior, pero que ahora se manifestaba con claridad: las élites europeas abandonaron
definitivamente el campo para la ciudad. De este modo, las ciudades no sólo eran centros
de concentración de rentas, sino que generar una mayor demanda de servicios y empleo
(doméstico, construcción, educación ...).
El aumento de la población urbana se produjo por las mejoras en la agricultura, que
provocaron el excedente de fuerza de trabajo y, como consecuencia, un éxodo a las
ciudades. Aunque en muchas ocasiones se ha hablado de las pésimas condiciones de vida
de los inmigrantes, lo cierto es que la ciudad aportó factores positivos. Este traslado de
población a las ciudades, tanto gentes del campo como élites, aumentó la necesidad de
servicios, lo que aumentó las posibilidades para sus habitantes.

El crecimiento de la población europea provocó el cultivo de nuevas tierras y el desarrollo


de la emigración hacia América, junto con el vagabundeo en el campo y el éxodo rural en
las ciudades. Este excedente de fuerza de trabajo se empleó en las manufacturas
tradicionales, a la espera del desarrollo de nuevas formas de producción industrial que
serán posibles y necesarias más adelante. Así pues, más que de un crecimiento
generalizado y armónico, asistimos a un conjunto de mejoras territorialmente limitadas y
desiguales, aunque suficientes para permitir una fase de crecimiento demográfico entre
1720 y 1780.

2. Agricultura y medio rural


La agricultura continuó siendo la base de todo el edificio económico y social del Antiguo
Régimen, sometida a sus conocidas fragilidades estructurales:

+ Los condicionantes naturales (clima, orografía, edafología),


+ El complicado equilibrio con la ganadería,
+ La necesidad de producir cereales,
+ La presión impositiva,
+ Las dificultades para incrementar la productividad,
+ El déficit de inversión y los rendimientos decrecientes,
+ Las crisis de subsistencias periódicas ...

Con todo, las actividades agrarias continuaron siendo prioritarias en Europa, incluso en
los países líderes: eran las que continuaban reuniendo un mayor porcentaje de población
laboral, las de mayor peso en el PIB y las que producían y eran a la vez el destino de la
mayor parte de las rentas.

A diferencia de otros sectores donde los cambios son muy importantes, la agricultura
ofreció una imagen de continuidad y aparente estabilidad, siendo los cambios más
significativos la agricultura intensiva y la rotación de nuevos cultivos, que comenzó en
los Países Bajos ya en el siglo XVI y que ahora se extiende al resto de Europa, aunque
con diferencias regionales.

2.1 Dominio de la agricultura extensiva frente a la intensiva

Este paso de la agricultura extensiva la intensiva que se comenzó a producir en los Países
Bajos ya en el siglo XVI no pudo exportarse a otros países hasta el XVIII por diferentes
motivos: la agricultura todavía dependía en gran medida del clima y la calidad del suelo,
además de la escasez de tierras de regadío; no podían reproducirse los elementos que
habían propiciado esta “revolución agrícola.
Entre las escasas novedades en los modelos de cultivos, la más significativa fue la
extensión de los sistemas intensivos desarrollados en Flandes, Brabante, Zelanda,
Holanda e Inglaterra. Se trataba de una mejor planificación de la unidad de explotación
agrícola, con el objetivo de superar la dependencia climática, aumentar el número de
cosechas y aportar productos agropecuarios y materias primeras en el mercado: lúpulo
(para cerveza), tintes, colza y lino. Para eso se necesitaba un cultivo muy intensivo, sólo
obtenible con altos niveles de abono de la tierra. Era una agricultura similar a la de las
huertas mediterráneas, pero con mayor variedad de productos destinados al mercado
urbano.

La aplicación de este tipo de soluciones en Inglaterra necesitó de grandes cantidades de


trabajo intensivo y de abono. Si el sistema Norfolk triunfó fue por una elevada demanda
urbana y un activo proceso de privatización de la tierra mediante los cercamientos
(enclosures intensificados en el XVIII). En definitiva, no fue una nueva técnica, sino un
nuevo marco institucional y de estímulos lo que favoreció el cambio: un mercado más
libre de propiedad de la tierra, con un retroceso de los bienes comunales, y una mayor
implicación de los agricultores en la economía de mercado. A juicio de los políticos y del
Parlamento (que era quien concedía los permisos de cercamientos), resultaba más rentable
cultivar una propiedad privada y bien definida. Los cercos ayudaron a este modelo: hacia
1700 la mitad de la tierra arable del país se cultivaba en campos abiertos; en 1800 era sólo
el 3%.

De esta forma, para la mayoría de los europeos la agricultura siguió siendo extensiva
durante el siglo XVIII y, por lo tanto, muy dependiente de las condiciones climáticas, las
plagas y otros elementos externos. Esto significaba la extensión de las roturaciones y los
cultivos, las cuales fueron más amplias que en los siglos anteriores por la mayor presión
demográfica y la movilidad de los campesinos, además de un mayor compromiso de los
Estados y autoridades en eliminar los obstáculos y facilitar las roturaciones. De esta
forma, se pusieron en cultivo zonas que antes no se habían roturado, desecando lagunas,
talando bosques y, aunque en menor medida, aumentando el regadío.

No obstante, las bases del crecimiento agrícola continuaron siendo expansivas,


estimuladas por un factor fundamental: el crecimiento de los precios, que fue seguido de
cerca por el de la renta y los arrendamientos (aunque, a finales de siglo ambos indicadores
se separaron notablemente, provocando un descenso apreciable en la capacidad
adquisitiva de la población campesina). Este aumento, y es lo importante, se produjo de
manera progresiva, sin bruscas oscilaciones durante la mayor parte del siglo, porque se
fue muy eficaz a la hora de conseguir aumentar continuamente la superficie útil de cultivo.
Pero a la larga se fue agotando la superficie de cultivo disponible, lo que no sólo ocasionó
escasez de recursos (especialmente, tierra), sino también enfrentamientos con formas de
posesión de la tierra en las que los derechos de propiedad estaban peor definidos o eran
más cuestionados (por ejemplo, los bienes comunales).

2.2. Las grandes zonas agrícolas

El tipo de agricultura que se practica es diferente según los territorios. Tenemos una
agricultura con rendimientos elevados en las zonas con mayor crecimiento demográfico,
Inglaterra, las Provincias Unidas y los Países Bajos; zonas de rendimientos medios en los
lugares con un crecimiento demográfico menor, Francia, Italia y España; zonas de
agricultura tradicional en zonas con un crecimiento demográfico también medio, Rusia y
los países escandinavos; y zonas de agricultura extensiva, con rendimientos mucho más
bajos, en la Europa del este, donde encontramos grandes propiedades.

Las grandes zonas de producción agrícola fueron aquellas donde se desarrollaron sistemas
intensivos: Flandes, Brabante, Zelanda, Holanda e Inglaterra. En estos lugares se llevó a
cabo una planificación de la unidad de explotación agrícola para así superar la
dependencia climática, aumentar el número de cosechas y aportar productos
agropecuarios y materias primas al mercado.

2.3. Las ideas agronómicas

Sin duda, hubo un gran interés por la agronomía, con proliferación de escritos sobre el
tema: The new hourse-ploughing husbandry (Jethro Tull, 1731), inspirador del Tratado
del cultivo de la tierra (Duhamel de Monceau, 1751), y El agricultor experimentado
(Cosimo Timci, 1760). En general, estos escritos se centraban más en los problemas
técnicos que en los problemas estructurales. De todos modos, sus aportaciones más reales
estimulaban la sustitución del barbecho para nuevos cultivos (nabo, trébol), y llamaban
la atención sobre las ventajas del uso de máquinas y la asociación de la ganadería con la
agricultura (para mejorar la fertilización). De este modo, la agricultura se puso de moda,
así como el agricultor y lo que representaba, incluyendo la preocupación y el interés por
estos temas mostrado por reyes y nobles.

En este estímulo entró también la fisiocracia, que desde mediados XVIII puso en la
agricultura el origen de toda riqueza. Alejaban así los principios mercantilistas y
reclamaban una actividad económica más libre, sin restricciones ni privilegios (laissez
faire), así como la importancia de la ley natural y los derechos de propiedad (implícitos
en la naturaleza humana). Para los fisiócratas, sobre una propiedad libre de la tierra sólo
cabía un único impuesto, justo y universal. El papel del gobierno debía quedar limitado a
permitir la libre circulación de los productos y rentas procedentes de la agricultura, y de
manera especial el comercio libre del cereal. Ya se sabe que cuando se aplicaron, estos
principios terminaron siendo contraproducentes. El problema estaba en que era también
necesario modificar las estructuras de propiedad heredadas, así como las condiciones
fiscales y de mercado. Todo esto llevó a que la mayoría de los gobiernos del XVIII
emprendieron políticas agrarias, donde los mayores logros se consiguieron en el apoyo a
la extensión de cultivos (Proyectos de roturación y desecación), y en las políticas de
colonización. Va a faltar reformas profundas en las estructuras de rentas y de propiedad,
lo cual imposibilitaba, por ejemplo, las necesarias reducciones fiscales.

Esta evolución transforma por completo la sociedad rural. Los partidarios de los nuevos
métodos critican, cada vez más, la utilización de los bienes comunales, que permitían
malvivir a los miembros más pobres de las comunidades, y los derechos de uso, que
limitaban el derecho de propiedad. De esta forma, el individualismo agrario se pone de
manifiesto en el aumento de los cercados y los repartos de los bienes comunales,
fomentados por los gobiernos en la mayoría de los países europeos. Sin embargo, este
proceso se enfrenta con la resistencia popular y provoca el abandono del campo.

El aumento de la población hizo necesario el aumento de la producción agrícola, a pesar


de los problemas mencionados anteriormente. Por una parte, se desarrollan nuevos
cultivos, no sólo de la patata y el maíz, que se habían beneficiado de la propaganda en el
reinado de Luis XIV, sino también las legumbres, el arroz en el norte de Italia y la viña,
con la que se producen mejores bebidas: jerez, oporto y champagne. También se intenta
aumentar la producción de grano enriqueciendo el suelo mediante el cultivo del nabo y
las leguminosas forrajeras que fijaban el nitrógeno. Estas praderas artificiales, además,
permitían engordar el ganado para carne. Este aumento del ganado hizo aumentar también
la cantidad de abono y, por lo tanto, se consiguieron rendimientos mayores.

A pesar de esto, las mejoras son lentas y no se podía esperar, se necesitaban nuevas tierras,
por lo que la importancia de barbecho en el sistema de rotación de cultivos comenzó a
disminuir, de forma que el sistema de rotación trienal comienza a disminuir y el período
de barbecho a desaparecer. Además de esto, aumenta la superficie cultivada, ya sea
desecando laguna, talando bosques o aumentando el regadío. En los Países Bajos ya había
un gran aprovechamiento del suelo, pero en la segunda mitad del XVIII comenzó a
ganarse tierra al mar con los pólders, pero este proceso comenzó a agotar la superficie de
cultivo disponible, con la consiguiente escasez de recursos y el enfrentamiento con formas
de posesión de las tierras en las que los derechos de propiedad estaban peor definidos o
era más cuestionados, como ocurría con los bienes comunales.

Por parte, en Inglaterra se desarrolló el Norfolk system, estimulado por una elevada
demanda urbana y un activo proceso de privatización de la tierra mediante cercamientos
enclosures. Realmente, esto no fue una nueva técnica, sino un nuevo marco institucional
y de estímulos que favoreció el cambio. Lo que permitió las transformaciones agrarias
durante el siglo XVIII fue la profundización de un mercado más libre de la propiedad de
la tierra, con un retroceso de los bienes comunales, y una mayor implicación de los
agricultores ingleses en la economía de mercado.

También se introdujeron mejoras técnicas, como la sembradora de Jethro Trull en


Inglaterra o el arado Brabante en los Países Bajos. Aparecieron también estudios y
ensayos sobre la práctica agrícola, como Annales de agricultura de Arthur Young y los
Elementos de la agricultura de Duhamel du Monceau, ya mencionados. Aparecen
también sociedades que difunden todas estas ideas, como la academia de “Georgófilos”
de Florencia o las sociedades de agricultura fundadas en Francia por los estados
provinciales. A pesar de todas estas ideas, sólo las ponían en práctica los grandes
propietarios. Para evitar que la burguesía no aumentase sus riquezas, la aristocracia
racionaliza la explotación de sus tierras para extraer el máximo beneficio.

3. La expansión comercial
Aunque a la industria se le ha dado habitualmente una importancia "revolucionaria", la
actividad que con diferencia más estimuló el crecimiento del XVIII fue el comercio. Su
propio dinamismo hizo que tanto a particulares como a gobiernos les resultara cada vez
más atractivo intervenir y participar en esta actividad. De hecho, conforme aumentaban
las oportunidades económicas y disminuían las restricciones sociales y mentales respecto
del comercio, aumentaban los comerciantes y socialmente se valoraban más sus éxitos
(progresiva desaparición de las antiguas imágenes peyorativas existentes contra ellos).
El comercio se volvió también más seguro, existía más información y llegaba con
regularidad. De este modo, se redujo la opacidad del mercado y los anteriores márgenes
especulativos, y la actividad se hizo más regular y estable. Este incremento de la actividad
generó a su vez más demanda de servicios comerciales y financieros, barcos, instalaciones
portuarias y logísticas.
La actividad comercial se hizo más atractiva para un mayor número de gente, y los
comerciantes se hicieron más necesarios. El resultado fue la constitución de redes cada
vez más espesas que prestaban servicios comerciales y financieros. También aumentó el
estímulo del comercio para las autoridades gubernamentales, las ideas mercantilistas que
priorizaban una balanza comercial favorable potenciaron la instrumentación fiscal de las
relaciones comerciales, y consiguientemente fuente de ingresos fiscales.

3.1. Comercio europeo y comercio colonial


3.1.1. Comercio europeo

La mayor parte del comercio siguió realizándose entre mercados regionales y locales
dentro del espacio europeo. No obstante, se produjeron una serie de transformaciones en
cuanto al volumen de intercambios, al aumento de los productos y al desigual desarrollo
de las áreas geográficas.

Los obstáculos terrestres comenzaron a desaparecer poco a poco, puesto que los Estados
comenzaron a mejorar las rutas y ofrecer posadas seguras, aumentando así la seguridad y
estimulando la regularidad e intensidad del tráfico. Otro obstáculo eran los numerosos
aranceles que había entre los diferentes estados e, incluso, dentro del mismo. Para
suprimir estas barreras, los estados tuvieron asumir con sus finanzas públicas el coste de
estos mantenimientos privados o comprar o compensar a los poseedores de estos
privilegios con nuevos derechos. Por esto, el proceso fue lento y no fue igual en todos los
lugares:
* Francia lo inició (Colbert) en 1664 y no lo culminó hasta la Revolución.
* Los Habsburgo lo consiguieron en 1775.
* En cambio, en Inglaterra el proceso fue al revés: en 1,663 el Parlamento autorizó la
creación de sociedades anónimas que se encargaban del mantenimiento a cambio de poder
cobrar peajes, pero sometidos a contrato y plazo limitado, lo que con el incremento del
tráfico viario se convirtió en un negocio rentable y foco de atracción de capitales.

También el comercio fluvial experimentó un gran crecimiento. La necesidad de trasladar


grandes volúmenes de productos facilitó que las compañías construyeran importantes
redes de canales, lo que produjo una caída del precio del transporte. También en Gran
Bretaña se potenció enormemente la construcción de canales para tráfico fluvial (en la
estela de Holanda), lo que produjo una extraordinaria caída del precio del transporte. En
varios países del continente se construyeron importantes canales (Francia, Alemania ...)

A pesar de la importancia del comercio terrestre, fue en el marítimo donde se produjeron


mayores transformaciones. Desde el XVII se había iniciado un proceso de reducción del
coste de las flotas. Con una mayor seguridad (flotas de guerra permanentes, menor
necesidad de armar los barcos mercantes), lo que a su vez estimuló la aparición de
compañías aseguradoras. Seguido de una mayor estandarización en la construcción de
barcos de gran carga mediante el aumento generalizado de astilleros y arsenales. Se
produjo una gran competencia en la mejora de los sistemas de construcción. También una
mejora en el conocimiento geográfico y la cartografía marítima y; una reducción y
concentración de las instalaciones portuarias, el tráfico se concentró en muy pocos puertos
(más aún en los ultramarinos), los únicos capaces de ofrecer la capacidad y las
instalaciones necesarias. Esto también concentró a comerciantes, capitales e ideas.
El ejemplo de especialización holandés comenzó a generalizarse por el resto del
continente a partir de la segunda mitad del siglo XVII, cuando los estados comenzaron a
construir flotas de guerra permanente. De esta forma, los buques mercantes podían
disminuir el espacio destinado al armamento y, con ello, aumentar la carga de productos
y disminuir los costes de transporte. También, la navegación en el XVIII fue más segura
por el impulso estatal a la creación de seguros marítimos.

3.1.2. El comercio colonial

En estos momentos, el comercio ultramarino era el que movía menos cantidad de


mercancías, pero era el que estimulaba las mayores transformaciones en el sistema
económico. La complejidad de las operaciones hacía que una parte importante de los
avances técnicos de siglo tuvieran su origen en la necesidad de resolver problemas del
comercio ultramarino (avances en construcción naval, sistemas de almacenamiento y
distribución de mercancías, medios de financiación, modelos empresariales ...).

Durante el siglo XVIII, la mayoría de los países europeos se incorporaron a la carrera por
el comercio ultramarino. El método más utilizado fue el modelo seguido por las grandes
compañías holandesas de las Indias orientales (la VOC y la EIC). A lo largo del XVIII
aumentaron las compañías con privilegios estatales y capital privado, destinadas a
explorar determinadas regiones o productos. A las potencias marítimas tradicionales se
sumaron Dinamarca, Suecia, Austria, Prusia y Rusia. La mayor competencia que produjo
esto fue un estímulo para el desarrollo del comercio marítimo y para la mejora del marco
de actuación, con leyes internacionales y la disminución de la piratería.

Los resultados de este proceso de competencia y desarrollo pueden resumirse en dos


claves: la intensificación del comercio en el Atlántico por la reconquista económica de
América, y el aumento de los intermediarios los europeos en el comercio mundial,
especialmente en los mercados asiáticos.

3.2. Las grandes áreas comerciales


3.2.1. El área mediterránea

A pesar del desplazamiento del centro del tráfico marítimo del Mediterráneo al Atlántico,
las marinas mediterráneas consiguieron un gran crecimiento en el siglo XVIII y
recuperaron las posiciones perdidas ante las marinas atlánticas. Una gran novedad en este
comercio marítimo mediterráneo fue la incorporación de Austria, cuya salida tradicional
había sido hacia el Báltico y el Mar Negro, pero ambas posibilidades le suponían graves
conflictos, por lo que apostó por su puerto en el Adriático que, gracias al impulso estatal,
llegó a competir con Venecia. De esta forma, el puerto de Trieste fue clave para dar salida
al crecimiento económico del Imperio a partir de 1740.

Este resurgimiento del comercio mediterráneo fue muy importante para Venecia. Para
facilitar la entrada de productos venecianos en el Imperio Otomano, se llevó a cabo una
importante política de neutralidad en las guerras Europas, lo que le valió la continuidad y
expansión de consulados en el Imperio.
España también participó de este proceso. Las flotas mercantes catalanas y mallorquinas
consiguieron relacionar las necesidades de sus economías regionales con el ofrecimiento
de servicios de cabotaje en el Mediterráneo occidental, al tiempo que aprovecharon la
posibilidad de encontrar cargamentos para exportar hacia América por Cádiz. La red de
cabotaje llegó hasta Malta, de donde los catalanes conseguían la mayor parte del algodón
necesario para su industria textil; y también al norte de África, donde la posibilidad de
obtener trigo y coral permitió un activo comercio, aunque compitiendo con los franceses.

3.2.2. El Báltico

Desde la Edad Media ya existía un comercio entre el Báltico y el Mediterráneo, basado


en el cereal y el pescado, controlado por los holandeses. Aunque en el siglo XVIII la
exportación de cereal del Báltico comenzó a descender, el interés de los europeos
aumentó.

Algunos productos tradicionales adquiridos en el Báltico, como el hierro o la madera, se


convirtieron en estratégicos para la expansión marítima de los estados. Al aumentar tanto
el comercio, los comerciantes se dieron cuenta de que no se podía confiar sólo en los
intermediarios holandeses, de forma que aparecieron británicos, que conseguían también
estos productos directamente.

A esto se le añadió el crecimiento económico de los países de esta zona. Suecia consolidó
su posición como potencia regional y llevó a exportar directamente a las colonias. Rusia,
por su parte, tuvo un crecimiento mucho mayor, gracias al puerto de Riga y al de San
Petersburgo.

3.2.3. El Atlántico

A pesar del crecimiento del comercio del Mediterráneo y el Báltico, el del Atlántico siguió
siendo el protagonista. El éxito de los puertos (Amsterdam, Londres, Liverpool, Nantes,
Burdeos, Lisboa y Cádiz) encargados de organizar la mayor parte del tráfico europeo,
proporcionar los instrumentos financieros y los medios de pago del conjunto del comercio
y de una buena parte de la economía europea del momento.

Los puertos evolucionaron de forma diferente. Por su parte, Ámsterdam fue perdiendo su
posición en el siglo XVII, en beneficio del puerto de Londres y Hamburgo. A pesar de
esto, mantuvo hasta finales de siglo su capacidad para ofrecer servicios comerciales y
financieros. El gran puerto del momento fue el de Londres debido a la superioridad de la
economía inglesa y al apoyo institucional a la expansión comercial. Por su parte, el de
Liverpool se desarrolló gracias al comercio esclavista con África y las conexiones con el
comercio americano. Por su parte, en Francia, el gran puerto fue el de Nantes, con una
gran actividad en la importación de materias primas para la industria textil y metalúrgica.
A pesar de esto, el de Burdeos alcanzó gran protagonismo por su importación y
reexportación de productos coloniales. Lisboa se mantuvo en una posición destacada por
el crecimiento de Brasil y el aumento de las relaciones comerciales con los británicos. El
traslado de Sevilla a Cádiz de la Casa de Contratación hizo que la ciudad desarrollara una
importante labor de coordinación del tráfico marítimo español, y manteniendo esa
posición privilegiada durante todo el siglo.
3.3. El comercio con América y Asia
3.3.1. El comercio con América

La intensificación del comercio en el Atlántico en la que las relaciones económicas y


humanas con América se vieron muy aumentadas. Hasta entonces la explotación europea
se limitaba a territorios muy concretos (en esp., Costeros), y en una reducida nómina de
producciones (en esp. metales preciosos). Estimulados por ideas mercantilistas, los
Estados favorecieron la ocupación y puesta en explotación de sus antiguas y deshabitadas
colonias que suponía un aumento de la colonización hacia el interior. También el aumento
del volumen y variedad de productos comercializables. Los europeos introdujeron o
extendieron nuevas producciones a gran escala como las plantaciones de tabaco, café,
algodón y caña de azúcar.

Se trataba de producir en América algunas de las mercancías que más demandaban en


los mercados asiáticos, pero también con gran difusión en Europa, incrementando el
tráfico atlántico. Una consecuencia fue la difusión del esclavismo, al requerir estos
cultivos una intensa concentración de mano de obra. Por otra parte, las plantaciones se
extendieron como monocultivos, con lo cual era necesario llevar desde Europa todo lo
que en ellas se necesitaba (alimentos, tejidos, bebidas y productos de lujo para capataces
y dueños), dando lugar a intensos circuitos comerciales.

3.3.2. El comercio con Asia

El aumento de la función de intermediarios ejercida por los europeos en el comercio


mundial. Promovió una competencia entre europeos que llegó a los mercados asiáticos,
donde aumentó constantemente la presencia europea. Los principales cambios se
centraron en el retroceso de los portugueses, la concentración de los holandeses en
Indonesia y el triunfo de los británicos frente a los franceses en la disputa sobre el control
de la India.

Tradicionalmente, los europeos habían comprado especias y textiles en Asia,


compensándolo con metales preciosos y armas. Durante el XVIII, se intentó reducir este
desequilibrio mediante varios métodos. Uno de ellos fue la intensificación del proceso de
acceso directo a los centros de producción para realizar las compras de productos asiáticos
(evitar los intermediarios árabes, para acudir primero directamente a centros comerciales
y luego en las zonas de producción). Como colofón del proceso anterior, en el XVIII los
europeos buscaron el control directo de la producción, por dos vías:

1) Estrategia de apoyos diplomáticos y militares en las eternas luchas entre reyes y


señores locales (especialmente en la India), lo que hizo a estos cada vez más dependientes
de los europeos.
2) Control directo de las zonas de producción y de los productores (Ceilán y Java).
También se introdujeron en los mercados asiáticos para sacar beneficios in situ, al hacerse
transportistas con los barcos europeos, y desplazando a árabes en el Índico y chinos en
Indonesia.
4. Desarrollo del sistema financiero
4.1. Estabilidad monetaria

El Seiscientos mostró a los europeos los peligros de la inestabilidad monetaria y las


manipulaciones inflacionarias. Durante el último tercio del XVII los gobiernos plantearon
serias reformas de sus sistemas monetarios, con el objetivo de conseguir dos tipos de
moneda fuertes (uno para circulación interior y otro para divisa), con un contenido
invariable de metal precioso (se trataba de mantener estable la equivalencia). A la
estabilidad monetaria se sumó una ampliación de la masa de numerario.

Al comienzo del siglo XVIII, la escasez de circulante continuaba constituyendo un serio


límite a la actividad económica. Pero dos novedades cambiaron la tendencia. El
descubrimiento de oro en Brasil a finales del XVII (un ciclo que se cerraría hacia 1750),
benefició a los ingleses, por sus buenas relaciones con Portugal. A estas se sumaron las
minas de plata de la América española, hasta el punto en que en el XVIII llegó en España
plata en cantidad muy superior a la de siglos anteriores. México sustituyó al Perú como
principal zona de la minería argentífera. Buena parte de esta plata siguió camino hacia
Asia, aunque no en tanta proporción como en los siglos anteriores, dada la mayor
introducción de los europeos en aquella zona.

4.2. Crecimiento medios de pago y crédito

La intensificación de las relaciones económicas y la necesidad de compensar los


problemas propios de la circulación monetaria (y de su crónica escasez), llevó a la
generalización de las letras de cambio y el papel moneda, que contribuyeron
enormemente a sostener las relaciones económicas. De hecho, las letras se difundieron
como moneda en escaleras y entre clases bastante modestas, ya que además le las dotó de
un marco legal definido y estable. Adicionalmente, tenían la ventaja de que eran
documentos privados, al abrigo de las manipulaciones o las intervenciones estatales.

En cuanto al papel moneda, los billetes comenzaron a ser emitidos por los bancos (Banco
de Suecia, 1661). Hay que garantizar el valor de los papeles, por lo que aparecen los
bancos reales o privados que, normalmente, van a estar vinculados a los compromisos de
las deudas de los gobiernos. Inicialmente, el billete se compraba, y tenía un valor de
resguardo del valor pagado; después, al contar con la garantía del Estado, podían
intercambiarse para ajustar pagos entre terceros. El Banco de Inglaterra se fundó en 1694
para ayudar a la comercialización de la deuda nacional, estando sus billetes apoyados por
los depósitos del propio banco y por la promesa del Parlamento de apoyar la deuda. Sin
embargo, hubo experiencias traumáticas, como la francesa, que llevó a la interrupción de
la emisión de papel moneda desde 1720 hasta la Revolución. Suecia, Austria, Rusia y
España (1779) sí que lo emitieron siempre para conseguir medios para financiar las
deudas del Estado.

4.3. Compañías comerciales y bancos

En 1694 se fundó el Banco de Inglaterra para ayudar a la comercialización de la deuda


nacional. La oferta monetaria de Inglaterra aumentó con la emisión de billetes, que se
apoyaba en los depósitos del banco y la promesa del Parlamento de respaldar la deuda.
Por su parte, la experiencia francesa no fue muy buena. Los billetes fueron introducidos
en 1701 como una forma de financiar la guerra. John Law se ganó el favor del Regente y
en 1718 consiguió convertir la Banque Générale en Banque Royale y poder crear un
banco de emisión. Para asegurar la circulación de los billetes, Law incorporó monopolios
al banco y obligó a un uso forzoso de los billetes, al tiempo que convirtió la deuda del
gobierno en acciones de la Compañía del Mississipi, lo que generó una gran especulación.
Este sistema se vino abajo cuando los beneficios de esta compañía fueron menos de los
esperados, por lo que el pánico corrió y el gobierno respondió retirando la circulación del
papel moneda.

Durante el siglo XVIII, la mayoría de los países europeos se incorporaron a la carrera por
el comercio ultramarino. El método más utilizado fue el modelo seguido por las grandes
compañías holandesas de las Indias orientales (la VOC y la EIC). A lo largo del XVIII
aumentaron las compañías con privilegios estales y capital privado, destinadas a explorar
determinadas regiones o productos. A las potencias marítimas tradicionales se sumaron
Dinamarca, Suecia, Austria, Prusia y Rusia

5. Manufacturas y sectores industriales


Los estímulos del crecimiento del mercado durante el XVIII fueron decisivos en las
transformaciones industriales, consistentes en modificaciones en los métodos y
organización de la producción, así como la introducción de innovaciones técnicas y de
variaciones en el gusto de los consumidores. Necesariamente, estos cambios resultaron
más lentos que los comerciales, y además entraban en colisión con las estructuras
productivas, legales y mentales heredadas los siglos anteriores. Se ha tendido a pensar
que el nivel tecnológico era bajo, o que la actividad agremiada resultaba totalmente
incompatible con las innovaciones y el capitalismo. Pero muchos de estos tópicos han
sido sometidos a revisión en los últimos tiempos.

Una de las principales novedades que sirvió de estímulo para que la industria europea
aumentara en gran medida el volumen de la producción, fue su creciente orientación hacia
los consumidores y clientes anónimos, ya que se trabajaba para mercados cada vez más
distantes.

5.1. Las manufacturas textiles

Desde el punto de vista del empleo, la industria textil fue uno de los sectores más
importantes. La “nueva pañería” ligera producida en pequeñas ciudades, había cobrado
protagonismo desde finales del siglo XVI, pero ahora estaba en decadencia porque era
incapaz de competir con los nuevos productos. El predominio de la producción lanera se
mantuvo en todas las regiones hasta 1770, momento en el cual la obtención de lana era
más complicada.

La lencería de lino y la elaboración del cáñamo entró en auge durante este siglo, aunque
a finales del mismo entró en competencia con el algodón. La industria sedera continuó
siendo un feudo de los países mediterráneos debido a las condiciones climáticas y a la
tradición. Los centros italianos continuaron en decadencia, viéndose los mejores
resultados en los lugares donde parte de la producción se trasladó al domicilio.
La mayor novedad fue la difusión del algodón utilizado desde el XVI mezclado con otras
fibras, fue un tejido clave en el XVIII sin otras fibras. En buena parte, se debió a la moda,
por la demanda de las telas indias, indianas o coco, que resultaban ligeras y con diseños
muy atractivos. Se copiaron estas telas y su producción se llegó a generalizar a través del
sistema de industria a domicilio. Esta industria creció mucho hasta 1780, momento en
que la competencia inglesa limitó las condiciones de expansión de los otros países,
aunque también fue notable en Francia, si bien bajo un modelo diferente con mucha mano
de obra en Francia; y gran mecanización a Gran Bretaña.

5.2. Minería y metalurgia

Al amparo de las crecientes necesidades de los estados, que son uno de los elementos
fundamentales de la demanda de determinados productos, habrá dos sectores
fundamentales: la minería. La producción minera en el siglo XVIII sufre un aumento de
la demanda. Entre los sectores dedicados a la producción de elementos básicos para lo
que será luego el desarrollo de las manufacturas es la minería del carbón, el uso de carbón
mineral es tardío porque la siderurgia usaba carbón vegetal. La cantidad de carbón vegetal
para el mantenimiento de hornos de fundición suponía la deforestación de amplias zonas.
La producción es costosa y se necesita mucha temperatura para conseguir el mineral de
hierro. La deforestación se convirtió en un serio problema, además de la creciente
utilización de la madera por parte de la marina.

Lo importante fue la utilización de material mineral, que se convirtió en una alternativa


que favorecerá el desarrollo de la minería de carbón que será una de las primeras
industrias concentradas, es decir, casi una factoría, y la metalurgia, que dispara la
fabricación de acero, uno de los elementos motores de la revolución industrial en
Inglaterra. En aquellas regiones donde había mucho carbón hubo una industrialización
más potente. La concentración de obreros en sectores productivos que ya existían supone
la regresión de los trabajadores agrícolas, es decir, la regresión campesina contrasta con
el aumento de obreros.

El carbón experimentó igualmente un gran crecimiento para la demanda de la fundición


de cañones, hornos (Cerámica, vidrio o azulejos), manufacturas de jabón, forjas y
calefacción. De hecho, se ha llegado a hablar de una 'revolución hullera', como uno de los
pilares de la revolución industrial. Así pues, una fuerza laboral cara unida a una amplia
disponibilidad de energía barata permitirían explicar mucho más fácilmente el hecho de
que las inversiones de capital se dirigieron hacia la articulación de una tecnología
altamente productiva como la maquina vapor ligada al carbón y no en brazos como en
Oriente.

La metalurgia del hierro supuso la tercera producción más importante del siglo a la
demanda tradicional (Armamento y baratijas), se sumó ahora la demanda para la
construcción de edificios y la producción de máquinas y herramientas, sobre todo
agrícolas. Los principales productores de hierro en bruto eran Suecia y, desde 1780,
Rusia. La demanda era predominantemente británica, debido a las necesidades de las
flotas mercantes y militares (aunque los cascos de los barcos continuaban siendo de
madera). La metalurgia también experimentó una notable expansión en Alemania, destaca
Silesia, por sus excelentes recursos naturales necesarios para los altos hornos.
Con semejante tecnología, Inglaterra y, a partir de 1830, una parte de la Europa occidental
habría comenzado a invadir el comercio mundial de manufacturas baratas y de elevada
calidad, que habría terminado por hundir la producción oriental.

5.3. Hacia la industria fabril

Antes de comenzar con la concentración y mecanización de la producción industrial, ya


se habían ensayado modelos de concentración laboral. La iniciativa estatal contribuyó en
muchos proyectos a la concentración del proceso de producción industrial. Durante el
siglo XVIII, es estado estableció fábricas reales y manufacturas estatales para fomentar
el desarrollo del país y conseguir producciones de interés nacional y mercancías para
competir en el comercio internacional. Son conocidas las dedicadas a la fabricación de
artículos de lujo (tejidos, porcelanas ...). Pero se ha olvidado a menudo el peso, por su
importancia económica y estratégica, que ya entonces tuvieron los sectores de la industria
bélica y armamentística, la construcción naval y la actividad minera y metalúrgica. En
general, resultaron poco competitivas y se mantuvieron gracias al apoyo estatal, que se lo
daba para controlar la actividad y la calidad del producto.

La Revolución Industrial inglesa o Primera Revolución Industrial es uno de los momentos


clave del desarrollo de la industria fabril. Esta revolución definida como un proceso de
rápida transición hacia la mecanización industrial, que se produjo entre la mitad del XVIII
y la mitad del XIX. Sin duda, se trata de uno de los grandes hitos en la historia económica
de la Humanidad, en la medida en que desencadenó un proceso que tuvo amplia
continuidad y que terminó por afectar y cambiar el conjunto de las economías y de las
sociedades del mundo. Aunque, hablar de Revolución Industrial lleva inmediatamente a
nuestra mente imágenes de innovaciones tecnológicas (vapor), sistema fabril (factory
system) y la producción textil (algodón) y siderúrgica (altos hornos), no hay una respuesta
única a las causas de este proceso y en por qué se produjo en Inglaterra.

En realidad, el propio término, desde sus primeros usos en el cambio del siglo XVIII al
XIX, resulta engañoso, porque no fue nada revolucionario, si 'revolucionario' se entiende
como sinónimo de repente o brusco, sino que se trató de un proceso lento, no excluyente
de otros tipos de industria ni limitado al marco industrial, se fueron transformando todos
los sectores de la economía y de la sociedad. No hay tampoco una única causa (La
disponibilidad de carbón, la industria del algodón, los mercados coloniales, el desarrollo
político ...).

También podría gustarte