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UNED Hª DOCIAL DE LA EDAD MODERNA, RESUMEN DE LOS TRES TEXTOS BASES de MLMB

BLOQUE 1. LOS INICIOS DE LA MODERNIDAD. EXPANSIÓN DE-


MOGRÁFICA Y SOCIEDAD EN EL SIGLO XVI.

TEMA 1. LA EXPANSIÓN DEMOGRAFICA EN EL SIGLO XVI.

INDICE
1. Fuentes para el estudio de la población
2. Volumen y distribución de la población europea.
3.Caracteristicas de la demografía “antigua”. Mortalidad. Natalidad, nupcialidad
4. Movimientos migratorios

RESUMEN DEL CONTENIDO (de la Central):

El tema aborda los rasgos estructurales de larga duración de la población europea en el si-
glo XVI resaltando principalmente la evolución demográfica y el reparto de la población euro-
pea, así como el desarrollo de las ciudades tanto a nivel general como por regiones geográfi-
cas.
Para comenzar hay que tener en cuenta que la dinámica de la población europea en los siglos
modernos se ajusta en todo al modelo demográfico antiguo, caracterizado por una natali-
dad y una mortalidad elevadas y, en consecuencia, por un crecimiento vegetativo débil a pe-
sar de que la fecundidad era también alta. Los DATOs lo confirman claramente, aun cuando
resulta difícil medir las tasas de mortalidad y natalidad por el desconocimiento del volumen de
la población en cada localidad: las tasas brutas de mortalidad ordinarias oscilan entre el 28 y el
38 por mil, mientras que las de natalidad se sitúan entre el 35 y el 45 por mil, considerándose
la tasa de 40 por mil la más representativa, aunque en casos excepcionales podía elevarse al
57 por mil, como entre los colonos franceses de Canadá a principios del siglo XVIII.
Las causas de tan alta mortalidad, a la que no es ajena la elevada tasa de mortalidad infantil,
que giran en torno al 250 por mil, son varias: una economía agraria de escaso desarrollo tec-
nológico, sujeta además a fuertes oscilaciones climáticas, y con una infraestructura que no
era capaz de cubrir las necesidades alimenticias de la gente; un reparto desigual de la ri-
queza, lo que favorecía la mala nutrición de gran parte de la población y con ella que fuese
más vulnerable a todo tipo de enfermedades infecciosas; la falta de higiene generalizada
tanto en el campo como en la ciudad, sobre todo en los sectores más humildes de la sociedad, lo
que facilitaba la transmisión de agentes patógenos; y la ineficacia de una medicina poco
evolucionada. A todos estos factores ordinarios hay que añadir los extraordinarios: el hambre,
la guerra y las enfermedades epidémicas, en particular la peste, cuyas repercusiones allí
donde se producían eran tanto más graves por cuanto que afectaban al normal desarrollo de-
mográfico, ya que incrementaba las emigraciones, reducía el número de nuevos esponsa-
les y disminuía las concepciones. La consecuencia de todo ello es que la esperanza de vida
de los europeos era muy corta: entre 23 y 25 años en Francia para hombres y mujeres hacia
1740; entre 31 y 38 años en Inglaterra desde 1541.
¿Cuántos habitantes vivían en Europa en el siglo XVI? Hacía 1500 se estima que la población ron-
daba en torno a 82 millones de personas; en 1600 se había elevado a 105 millones. Este creci-
miento fue debido a unas altas tasas de nupcialidad y de natalidad, y a un descenso de la mortali -
dad, al menos hasta la década de 1560. A partir de 1570, sin embargo, esta tendencia comenzó a
invertirse a causa de la subida desproporcionada, respecto a los salarios, del precio de los cerea-
les, general en toda Europa, como consecuencia de una sucesión de malas cosechas causadas
por un progresivo enfriamiento atmosférico. Quienes más crecieron en esta centuria fueron Rusia,
por la colonización de amplias superficies en el Mar Negro y en el Caspio, así como los Países
Bajos, Inglaterra y España, aunque en este caso desde la década de 1580 se observan claros sig-
nos de retroceso, al menos en Castilla. Menor crecimiento demográfico se aprecia en Alemania,

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Italia y Francia, aun cuando era la nación más poblada de Europa, donde, por otra parte, se apre-
cian diferencias notables entre regiones.
¿Cómo se distribuía la población europea? Los demógrafos establecen un reparto muy desigual:
mientras que en las colonias de América existía un considerable vacío con una densidad media in-
ferior a 0,3 hab/km2, en Europa la densidad media se mantuvo entre18 y 22,5 hab/km2 durante el
siglo XVII. Pero en el interior del viejo continente también se observa una desigual distribución:
Francia, Italia, los Países Bajos, Inglaterra, los valles del Rin y del Danubio eran los territorios más
densamente poblados; los países escandinavos, los menos habitados. Entre ambos extremos se
encontraba España y la mayor parte de los territorios alemanes.
Semejante desigual distribución está relacionada a su vez con el auge de las ciudades, que no de-
jaron de crecer durante la centuria: las 26 ciudades que hacia 1500 contaban con 40.000 habitan-
tes pasaron a ser 42 en 1600. Y no es una casualidad que estos centros urbanos prosperasen en
las regiones más densamente pobladas y con mayores recursos económicos: en los Países Bajos,
sobre todo, pero también en los valles del Rin y del Guadalquivir y en Italia. Otras ciudades, sin
embargo, crecieron de forma desmesurada bajo el amparo de la corte y de su privilegiada posición
en el circuito comercial europeo. Es el caso, a finales del siglo XVI, de París, Nápoles y Constanti-
nopla (tenían más de 200.000 habitantes), de Londres, Milán y Venecia (entre 150.000 y 200.000
habitantes), de Roma, Sevilla, Ámsterdam, Lisboa y Palermo (en torno a los 100.000 habitantes) y
de Mesina, Florencia, Génova, Madrid, Granada y Valencia, con una población comprendida entre
60.000 y 100.000 habitantes.

INTRODUCCIÓN
Analizar la población y la economía del siglo XVI supone introducirse en el estudio de un
periodo definido habitualmente en términos muy positivos, aunque no falten las excepciones.
Estamos ante una coyuntura favorable, incluso en el terreno climático, que hunde sus
raíces en la centuria anterior; se documenta que en la 2ª mitad del Cuatrocientos se da un cambio
de tendencia tras la crisis Bajomedieval, con diferencias regionales en la cronología y la intensi-
dad. Tampoco el conjunto de siglo registra una evolución igualmente favorable pues en las últimas
décadas del Quinientos se darán signos de agotamiento.
Un elemento que caracteriza este periodo es que entran en contacto mundos hasta enton-
ces independientes entre sí, consecuencia de la expansión de los europeos. Es la primera articu-
lación de una “economía mundo”.

1. FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA POBLACIÓN. EL PROBLEMA DE LAS CI -


FRAS

El objeto de la demografía hca es el estudio de las poblaciones del pasado tanto natural
(nacimientos, matrimonios, defunciones) como geográficas (migraciones), y su evolución en el
tiempo, utilizando fuentes susceptibles de tratamientos estadísticos de carácter indirecto; siendo
los más detallados los que se encuentran en comunidades parroquiales. Tipos:
1 Recuentos de población, vecindarios
Nos indican el volumen y distribución en un momento dado. Esta práctica se va generalizando
progresivamente a partir de unas primeras realizaciones en Italia (Venecia y Florencia) y en íntima
relación con los nacientes estados modernos. Los tratadistas de la época insisten en que conocer
la población y sus características con la mayor precisión posible es fundamental para la acción del
gobierno (Maquiavelo). Ahora bien, los vecindarios siempre son fuentes bajo sospecha, ya que, al
elaborarse con intenciones fiscales o militares, no se registran los exentos y se presta a la
ocultación del número de vecinos para disminuir la tributación; además de añadir el uso de
ciertas unidades de recuento colectivas que ni siquiera tienen necesidad de coincidir con
las familias.
Esos recuentos de fuegos (hogares) o vecinos (cabezas de familia) obligan a introducir un
coeficiente multiplicador; Ej En España, vecinos, fuegos o fogatges; El fogaje era un impuesto
directo y, para su recaudación, elaboraban relaciones de "fuegos", es decir, del número de familias que ha -
bitaban cada localidad, término y de marcación en el Principado de Cataluña).

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2. Registros sacramentales o parroquiales: reunidos en los quinque libri (son los libros
que recogen los actos sacramentales más importantes en la vida de un cristiano). No se
generalizan hasta las últimas décadas del periodo pues la obligatoriedad de estos entre
los católicos no se establece hasta 1563 en el Concilio de Trento.
La mayoría de los estudios han de centrarse, por tanto, en comunidades pequeñas (parroquias) y,
además, en su fracción de mayor estabilidad geográfica, mediante la aplicación de coeficientes
multiplicadores sobre las unidades de recuento (unidad base matrimonio más dos hijos vivos), En
las poblaciones grandes, se añade la aplicación de complejos métodos estadísticos, de forma que
contamos así con resultados razonablemente seguros.

Los registros son la mejor fuente para reconstruir la demografía a pequeña escala, la cual
nos demuestra las tendencias en un lugar y determinado momento. Con ellos se han podido estu-
diar las edades de acceso al matrimonio, índices de natalidad y mortalidad, la esperanza de vida y
otra serie de cuestiones. So la base esencial para el estudio de la demografía del A. Régimen. Los
recuentos, no siempre fiables, pueden acercarnos a la realidad. En otras ocasiones las valoracio-
nes son de orden estimativo, es decir, cuantitativo sin rigor.

3. Un último tipo sería los textos y manifestaciones de los contemporáneos

Las monografías parroquiales y las encuestan han mostrado comportamientos de-


mográficos similares en buena parte de Europa.

2. VOLUMEN Y DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EUROPEA

Es un siglo positivo en la evolución poblacional. Asia es el país más poblado (mitad pobla-
ción mundial), seguido de África y tras él Europa. América por las enfermedades transmitidas por
los europeos es la única zona en perder volumen de población (la nativa).
Todas las fuentes aportan datos inciertos o contradictorios, pero muestran un crecimiento
generalizado (más intenso en la primara media parte del ciclo), crecimiento no homogéneo entre
regiones y una ralentización o agotamiento del crecimiento a partir de la década 70-80
Puede afirmarse que en 1500 la población europea era de 82 millones de habitantes,
en 1600 rondaban los 105 millones. Este crecimiento en torno a un 3 por mil. produjo en algu-
nas regiones (Alemania, Francia o Inglaterra) la sensación de momentos de superpoblaciones,
Las nuevas circunstancias permitieron un crecimiento ininterrumpido que se exten-
dería hasta la década de los años 60 del S, XVI. Aunque es difícil establecer con exactitud los
porcentajes de crecimiento: matrimonios y nacimientos fueron más frecuentes y las muertes un
poco menos.
Este crecimiento se debió a:
• Mejoras en las condiciones alimenticias como consecuencia de la mejora del clima.
• a Los cambios religiosos incidieron en cambios sociales: la autoridad laica se hizo
cargo de la asistencia sanitaria. Y se alienta al matrimonio y la procreación y no el
celibato
• Un contexto político favorable con ausencia de grandes conflictos bélicos evitándose
pérdida de cosechas, saqueos y propagación de enfermedades. (Por ejemplo, Italia vive
grandes contrastes: en el norte y centro sin aumento poblacional por disputas entre
Francia y los Habsburgo y el sur vive un espectacular incremento demográfico en Ná-
poles)
Las ventajosas condiciones se invierten en el último cuarto de siglo con una fase de es-
tancamiento y antesala del retroceso demográfico del XVII con una inflexión de tipo malthu-
siano: los precios del cereal suben desproporcionadamente con respecto a los salarios. Los mo-
tivos se encuentran en la abundancia de medios monetarios, el exceso de demanda y las
malas cosechas debido al clima.
En la década de los noventa los efectos negativos se acumulan y se sigue con malas co-
sechas lo que desemboca en una crisis general de abastecimiento y carestía que provoca el
hambre. Lo que lleva
 Protestas generalizadas
 peregrinar de vagabundos de ciudad en ciudad que hace se propaguen enfermeda-
des debido a las malas condiciones de salubridad y mala nutrición.

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 Las migraciones civiles debidas a las contiendas y su absorción por parte ciudades,
jugó en detrimento de de sus propias posibilidades de supervivencia. La letal peste
bubónica se propagara ya no focalmente sino por grandes áreas del continente: 1575 y
1578 por la costa mediterránea y de 1579 a 1603 la peste atlántica, siendo España el país
más afectado, sobre todo Castilla

A pesar del estancamiento demográfico el balance al final de siglo fue positivo, pues
se aumenta a veinte millones. El aumento no quedó distribuido por igual:
Es evidente que en el norte europeo el crecimiento fue más equilibrado por crearse parale-
lamente condiciones favorables para su consolidación.
RUSIA por la colonización de nuevos territorios acapara un mayor porcentaje: si en 1500 el
Principado de Moscú cuenta con 9 millones de habitantes, un siglo más tardes llega a los
15,5 millones.
PAÍSES BAJOS, parte de 1.9 millones de habitantes y alcanza los 2,9 millones en 1600.
INGLATERRA pasa de 4,4 millones a los 6,8.
ALEMANIA, de los 20 millones de habitantes al finalizar el siglo, alegando un porcentaje
de crecimiento anual del 5,5 por mil.
FRANCIA es la nación más poblada de Europa con crecimiento en este periodo relativa-
mente bajo: de 16 millones habitantes en 1500 aumentaría sólo 2 millones, con moderado
crecimiento al norte y oeste y dinámico al sureste
Este comportamiento guardó enormes parecidos con el de los países mediterráneos: Italia
y España, donde también hay que considerar fuertes contrastes regionales.
ITALIA crece casi en 3 millones con una parte importante concentrada en Nápoles.
ESPAÑA, el reino más poblado fue Castilla que incrementó un 50% su población, y un cla-
ro descenso casi dramático a finales de la centuria. El aumento entre Castilla y Aragón se-
ria de 6 millones de habitantes al comienzo de la centuria.

El reparto de la población en el espacio europeo hay que hacerlo, por los contrastes
existentes, ateniéndose a regiones concretas.
o Los núcleos de mayor población con más de 30-45 habitantes/km2 son Londres,
Flandes, Bramante, región central parisina, valles del Rin y Danubio, Lombardía,
campiña romana, llanura de Nápoles.
o En contrapartida los países escandinavos y el este europeo (bosques y montañas) no
llegan a 5 habitantes/km2.
Las aglomeraciones coinciden con las ciudades, por motivos económicos, políticos y
sociales. Con un crecimiento excesivo en las nuevas capitalidades (Madrid)
Las ciudades no dejaron de crecer, pero la población rural siguió siendo mayoritaria
con un 80 ó 90 por ciento del total de la población. Las mayores ciudades europeas fueron:
 Constantinopla, Nápoles y París estaban por encima de los 200.000 habitantes;
 Londres, Milán y Venecia: 150000 y 200000 habitantes;
 Roma, Sevilla o Ámsterdam (100000 y 150000):
 Madrid, Florencia o Lyon, entre los 60.000 a 100.000;
 Bruselas, Barcelona, Praga, Colonia, etc. estarían entre las ciudades menos pobladas
entre 40000 y 60000,
La mayoría de las ciudades vieron incrementar sus efectivos y algunas de forma especta-
cular, otras en cambio registraron un decrecimiento por diferentes razones. Las que más crecie-
ron suelen tener unas características comunes: el ser puertos atlánticos u ostentar la capi-
talidad de un estado (ejemplos Sevilla y Madrid).
El impacto mayor de urbanización se dio en el noroeste europeo debido a la moder-
nización de las estructuras económicas. hubo un equilibrio entre zona urbana y rural por el
trasvase poblacional del campo a la ciudad en busca de empleo. esto explica la formación a
partir de los años 70 de una asociación de ciudades industriales y comerciales en Holanda, -
RANDSTAD- con Ámsterdam, Haarlem, Leiden, La Haya, Delft y Rotterdam
Cabe evaluar que entre un 8,6 y un 10,7 % de la población europea viviría en localida-
des de 5.000 y más habitantes, aunque su distribución es muy irregular, siendo el grado de urba-
nización particularmente intenso en los Países Bajos e Italia, sobre todo en su mitad norte. En ge-
neral, podemos ver que la importancia relativa de las ciudades italianas disminuye mientras
aumenta la de las del NO de Europa, lo que no deja de ser una manifestación más del des-
plazamiento de los centros de riqueza).

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Como era habitual en periodos expansivos, el crecimiento de población en el XVI llevo a la


recuperación de terrenos baldíos y a la realización de saneamientos en marismas y zonas
pantanosas. Especial importancia tuvo la conquista de tierras de tierras al mar y el desen-
cadenamiento de lagos interiores en los Países Bajos. Hubo tb saneamientos en Inglaterra,
Francia e Italia (Valle del Po)

3, CARACTERISTICAS DE LA DEMOGRAFÍA “ANTIGUA”. MORTALIDAD, NATALI-


DAD, NUPCIALIDAD
El modelo demográfico antiguo, se caracteriza por una natalidad y una mortalidad
elevadas, con el resultado de un crecimiento vegetativo débil y discontinuo a pesar de una
fecundidad alta. Los datos lo confirman claramente, aun cuando resulta difícil medir las tasas de
mortalidad y natalidad por el desconocimiento del volumen de la población en cada localidad: las
tasas brutas de mortalidad ordinarias oscilan entre el 28 y el 38 por mil, mientras que las de
natalidad se sitúan 54rentre el 35 y el 45 por mil, considerándose la tasa de 40 por mil la
más representativa. En el siglo S, XVI se dio, sin embargo, un crecimiento ininterrumpido que se ex-
tendería hasta la década de los años 60. Aunque es difícil establecer con exactitud los porcentajes
vs y nacimientos fueron más frecuentes y las muertes un poco menos. Como se ha dicho antes,
e142sta situación de crecimiento se debió a:
• Mejoras en las condiciones alimenticias
• Los cambios religiosos y sociales: la autoridad laica se hizo cargo de la asistencia sanita-
ria. Y se alienta al matrimonio y la procreación y no el celibato
• Un contexto político favorable con ausencia de grandes conflictos bélicos evitándose pérdi-
da de cosechas, saqueos y propagación de enfermedades
Las ventajosas condiciones se invierten en el último cuarto de siglo con una fase de estan-
camiento y antesala del retroceso demográfico del XVII con una inflexión de tipo malthusiano: los
precios del cereal suben desproporcionadamente con respecto a los salarios. Los motivos se en-
cuentran en la abundancia de medios monetarios, el exceso de demanda y las malas cosechas
debido al clima

Mortalidad:
La mortalidad llegaba a cotas muy altas. Puede darse como ordinarias (en ausencia de cri-
sis) tasas brutas de mortalidad del 28 al 38%, pero que en gral. se situaba por debajo de la
tasa de natalidad permitiendo el crecimiento natural continuado de la población. Existen tra-
bajos que han puesto de manifiesto fuertes diferencias en los niveles de natalidad y mortalidad en-
tre distintas sociedades, incluso entre localidades próximas o en la misma población a lo largo del
tiempo. Diferencias que no siempre se pueden explicar de forma adecuada, por ello es obligado
prestar atención no sólo a las sobremortalidades y su incidencia, sino también a lo que conoce-
mos como mortalidad ordinaria por su machacona incidencia en el día a día.
Las causas de esta elevada mortalidad, a la que no es ajena la elevada tasa de mortali-
dad infantil (un 25%) son varias:
 Economía agraria de escaso desarrollo tecnológico, sujeta a fuertes fluctuaciones cli-
máticas, y con una infraestructura que no era capaz de cubrir las necesidades alimenti-
cias de la gente.
 Reparto desigual de la riqueza, lo que originaba una mala nutrición de gran parte de
la población y con ella ser vulnerable a todo tipo de enfermedades infecciosas.
 Falta de higiene generalizada tanto en el campo como en la ciudad, sobre todo en los
sectores más humildes de la sociedad, lo que facilitaba la transmisión de agentes pató-
genos;
 Y la ineficacia de una medicina poco evolucionada.
 La inercia y pasividad ante cualquier posible innovación

La fortísima mortalidad infantil (endógena y exógena) contribuía a elevar las tasas


globales. Eran frecuentes tasa que giran en torno al 250 por mil, la cuarta parte de los nacidos
morían antes de cumplir el año. La mortalidad infantil era menor en el mundo rural que en la
ciudad. En el medio urbano mayor en el ámbito de obreros y asalariados.
Superados los años de infancia, las incidencias de mortalidad descienden (salvo casos
concretos: mujeres en partos) para volver a acentuarse en la vejez. Cuando se superaban los

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difíciles momentos de la de los primeros años de vida, los hb de la época tenían expectativas
de llegar a los 60.
Hecho característico del Antiguo Régimen era la periódica aparición de crisis de-
mográficas: durante un corto periodo de tiempo el nº de defunciones se duplica o triplica las
tasas ordinarias. Su alcance geográfico es variable (local o territorios amplios) y afectaba al
normal desarrollo demográfico, ya que incrementaba las emigraciones, reducía el número
de nuevos esponsales y disminuía las concepciones. Una vez recobrada la normalidad
se invertían estos fenómenos
Las ppales causas de las crisis demográficas eran la guerra, el hambre y las epi-
demias (Peste). Una jaculatoria medieval decía “A fame, peste et bello, liberanos, Domine” (del
hambre, peste y guerra, libéranos sr).
El papel negativo de las guerras se debía no tanto a los muertos en combate como a
las destrucciones, desorganización de la vida económica y múltiples consecuencias indi-
rectas que acarreaban. Levas forzosas, aumentos fiscales, enfermedades que contagiaban los
ejércitos en marcha, la destrucción de cosechas o las requisas y pillaje por tropas mal pagadas,
etc. La guerra dejaba secuelas trágicas de campesinos huidos, campos abandonados y
pueblos arrasados que tardaban mucho en recuperarse.
Hambre, causado por sequias prolongadas, lluvias excesivas y otras causas eran cau-
santes de las crisis alimenticias en una Europa con base alimenticia en los cereales. La repe-
tición consecutiva de años climatológicamente adversos agravaba la situación produciendo las
crisis muy graves por el alza de los precios del escaso cereal. Asalariados y jornaleros, labra-
dores, artesanos, propietarios se veían afectados en mayor o menor medida. Las diferencias
socioeconómicas eran los contrastes entre la vida y la muerte. Las hambrunas daban lugar a
enfermedades gastrointestinales (y otras) por consumo de alimentos suplementarios no ade-
cuados. Además, incrementaba el flujo hacia las ciudades de mendigos y vagabundos, fa-
cilitando la difusión de enfermedades infecciosas (tifus). Una vez desatada la epidemia, las
barreras socioeconómicas perdían el carácter diferencial ante la muerte.
Eran muchas las enfermedades infectocontagiosas de esta época: sarampión, dife-
teria, sifilis, paludismo, tuberculosis, tifus…. Algunas como la sífilis y tuberculosis mata-
ban lentamente uy entraban dentro de los parámetros de mortalidad ordinaria. Otras como el
sarampión eran universales y traían grandes secuelas. Otras como el tifus y la viruela, se
cuentan como grandes asesinas de la historia.
Pero ninguna suscitaba tanto temor colectivo como la Peste, transmitida al hombre por
la picadura de la pulga de la rata negra. La proporción de fallecimientos entre los afectados era
del 60-80%. Su aparición como las de otras epidemias, no tenía por qué estar vinculada a difi-
cultades económicas. Atacaba por igual a aldeas y ciudades, pero es en estas donde atacaba
con mayor virulencia. La única defensa era “huir pronto, marchar lejos, volver tarde”, además
de medidas estrictamente sanitarias (aislamiento, fuego, etc.)

Natalidad
La natalidad es muy alta con una tasa bruta de natalidad entre el 35 al 45 /mil, siendo
la más representativa la del 40. Tasa que se corresponden con una fecundidad elevada pero
no natural; una serie de factores biológicos y sociales tendían a limitarla: religiosos (continencia
sexual en periodos religioso), la condena de la sexualidad extramarital, practica de amamanta-
miento, condicionantes psicológicos (stress por crisis), subalimentación, tabúes, etc.
Los nacimientos se dan fundamentalmente en el seno de la familia legítima, extramatrimoniales
escasos en orden del 1-5% del total y más elevados en las urbes que en el medio rural. Las con-
cepciones prenupciales varían enormemente de un lugar a otro
El último hijo lo tenía la mujer -como media- a los 40 años. (periodo de fecundidad efecti-
va inferior a la biológica, unos 15 años) .

Nupcialidad
En la Europa occidental, un número importante de mujeres que a menudo superaba el
10%, nunca se casaba y las que contraían matrimonio lo hacían a una edad media cercana
a los 25 años; por el contrario, en el resto del orbe la norma era el matrimonio universal apenas
superada la pubertad. Por tanto, en la Europa occidental, el tardío acceso al matrimonio (25-
26 años mujeres y 28-30 los hombres), junto a la alta proporción del celibato (en la mujer
del 10 al 20%), resultaron ser un al freno preventivo al crecimiento de la población que per-

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mitía mantener éste por debajo del límite que imponían los recursos disponibles, con todas las
consecuencias económicas y sociales que ello podía tener. Las tasas de nupcialidad entre el 8
al 15 por mil.
Las reconstrucciones de familias que se han realizado señalan que las mujeres tenían su
último hijo alrededor de los 40 años, como media. SE daba pues, una fertilidad biológica me-
dia de 15 años que no suponía 15 hijos. (la media entre hijos solía abarcaba de 20 a 24 meses),
y nº de hijos alrededor de 7como media
Pero la muerte rompía muchos matrimonios en pleno periodo fértil. Cuantitativa-
mente, afectaba más a los hombres que a las mujeres en este grupo de edad, pero las muje-
res se veían sometidas a las complicaciones del parto; por ello, aunque las cifras pueden variar
de unos lugares a otros, podemos estimar que un tercio de las familias se truncaron durante
el periodo fértil por el fallecimiento de uno de los cónyuges. Era frecuente que los viudos
contrajesen nuevas nupcias; más los hombres que las mujeres, uno de cada dos viudos y una
de cada cinco-seis viudas. En conjunto, los matrimonio en que al menos uno de los cónyuges
es viudo podía suponer de la 4ª a la 3ª parte de los celebrados
La limitación voluntaria de nacimientos se conocía, pero no se realizaba sistemática-
mente en el pueblo llano por necesidad de mano laboral y por la incertidumbre ante una tem-
prana muerte. Pero la aristocracia y burguesía lo practicaban ya antes del S. XVIII. El freno a la
natalidad era el retraso en la edad de matrimonio.
La importancia de la edad a que se contrae matrimonio y su influencia en la fecun-
didad es tal que, incluso, se ha podido definir un régimen demográfico de baja presión
(existente en Inglaterra) con edad al matrimonio y celibato más elevados y en el que la acción
de la mortalidad como factor de regulación baja un poco, frente a otro de alta presión existente
en la mayor parte de Europa, con una edad al matrimonio y celibato algo más bajos y una fe-
cundidad algo más elevada, en la que la intervención de la mortalidad tiene mayor relieve.
El matrimonio, la familia, pues, se configura como el gran regulador demográfico
de Occidente.

4. MOVIMIENTOS MIGRATORIOS

Aunque la sociedad europea de la época Moderna era estructuralmente sedentaria, esto


no quiere decir que fuese una población estática. La movilidad geográfica era una característi-
ca destacada de aquella sociedad que debía compatibilizarse con la inmovilidad incuestionable
de muchas comunidades campesinas.
Movimientos migratorios ha habido siempre, por diferentes causas y de diferentes ra-
dios, aunque es difícil hacer un seguimiento y cuantificarlos por la escasez de fuentes y porque
las que existen muy posiblemente infravaloren estos movimientos.
Era probable que en las épocas de crisis se produjeran los mayores desplazamientos.
En muchos casos el fin de la crisis suponía la vuelta a la normalidad. Pero no siempre fue así:
las guerras podían provocar migraciones definitivas, y originar corrientes de signo contrario
destinadas a repoblar los territorios abandonados (Alsacia).
En circunstancias normales las razones básicas de los emigrantes entonces y aho-
ra, son las mismas: asegurar el mantenimiento, mejorar su economía, buscar la promo-
ción social.
La movilidad geográfica no era sólo cuestión de momentos o circunstancias excepciona-
les. Ej desplazamientos a muy corta distancia motivados por intercambios matrimoniales o labo-
rales entre parroquias vecinas.

TIPOS DE MOVIMIENTOS MIGRATORIOS MÁS IMPORTANTES FUERON:


 Movimientos estacionales por razones de trabajo, eran desplazamientos geográficos
que afectaban a la propia estructura geoeconómica. En ocasiones con grandes distan-
cias: ganadería trashumante; profesiones en continuo desplazamiento (canteros constru-
yendo catedrales y puentes); grupos de vida seminómada entre ellos los vagabundos
que llegaron a ser una gran preocupación en las ciudades y los gitanos; cuadrillas de
hombres para tareas agrícolas en Europa; o por el mar para la pesca del atún y captura
del bacalao.
 Migraciones de carácter estructural como las gentes que desde unas montañas que
no podían mantener sus excedentes demográficos e iban en busca de tierra donde esta-
blecerse, aprende/ejercer un oficio, conseguir ahorros para casarse; o la emigración del

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campo a las ciudades sin la cual estas no hubieran progresado, ni tan siquiera manteni-
do su nivel de población. Se habla de cientos de miles de europeos que se dirigieron a
las ciudades y esto, tuvo dos importantes consecuencias:
o En la estructura por sexo y edad de las poblaciones
o En la difusión de la cultura y pautas de conducta que con los retornos al medio
rural se extendieron también en este entorno.
 Movimientos migratorios forzados de minorías socio-religiosas que son reveladoras
de la sociedad y la política del momento, puesto que tuvieron su origen en las guerras o
en el cierre ideológico de los estados nacientes, que expulsaban a las minorías disiden-
tes. La expulsión de judíos (1492), moriscos (1609) en España, los hugonotes en Fran-
cia, en Alemia la obligación de profesar la religión del ppe, etc. Y en algunos casos aún
sin decretos de expulsión, la intolerancia religiosa forzó un gran número de desplaza-
mientos.
 Movimientos colonizadores propiciados desde el poder. Internas en el país (Prusia,
Hungría o en España Sierra Morena) o Los descubrimientos en los que una gran canti-
dad de españoles y portugueses se dirigieron hacia las nuevas tierras, siendo de algún
modo una de las causas de la despoblación castellana.
 Un fenómeno migratorio forzoso fue el tráfico de esclavos negros subsaharianos,
que alcanzaría su culminación en el XVIII, sobre todo hacia las grandes plantaciones
americanas.

CONSECUENCIAS DEMOGRÁFICAS:
La única corriente migratoria de cierta cuantía en la Edad Moderna, cuyo destino trascien-
de los límites europeos, fue la emigración colonial, sin embargo, no tan fuerte como para afec-
tar sensiblemente al conjunto del viejo continente. Pero la cuestión cambia si observamos algu-
nos de los países emisores. En el caso español, la pérdida continua de hombres jóvenes en
el siglo XVII (de 3.000 a 5.000 anuales) en un contexto ya depresivo, fue uno de los facto-
res que contribuyó a la despoblación castellana.
En el caso de migraciones extraordinarias, son obvias las consecuencias para las zo-
nas afectadas. Como, la expulsión de los moriscos en el reino de Valencia que supuso per-
der de la tercera a la cuarta parte de sus habitantes y una gran perturbación económica.
Las migraciones ordinarias por su parte redistribuyen los excedentes humanos, ten-
diendo a equilibrar las relaciones entre población y recursos. Son, en este sentido, un factor re-
gulador del sistema, retrasando, por ejemplo, las mortalidades catastróficas. La movilidad tem-
poral, apartando a los hombres de sus hogares durante unos meses, tiende a disminuir la fecun-
didad en los lugares de origen, al igual que produce el frecuente retraso en la edad de matrimo-
nio de los emigrantes y su posible mayor proporción de celibato definitivo.
Recientemente los historiadores consideran que las migraciones fueron un importante
corrector a la baja del crecimiento final de la población.

TEMA 2. UNA SOCIEDAD EMINENTEMENTE COMUNITARIA

INDICE
1. La familia: modelos y tensiones familiares
2. Las comunidades aldeanas: parroquias, cofradías, municipios
3. Las comunidades urbanas
4. El señorío

RESUMEN DEL CONTENIDO (de la central):

El tema aborda lo que se ha dado en denominar los poderes inmediatos de la sociedad: la fami-
lia, la parroquia, las cofradías, los municipios y el señorío.

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la familia constituía en los siglos modernos el núcleo fundamental sobre el que se sustentaba
la sociedad, pues además de ser una unidad de reproducción biológica, en su seno se desarrolla-
ba la mayor parte de las actividades laborales y era la vía fundamental por la que el individuo se
integraba en la sociedad. Sin embargo, no existía en Europa un modelo único de familia. El
método de reconstrucción de familias utilizado en los estudios demográficos ha permitido estable-
cer tres grandes modelos o tipos de familia:
1. la familia nuclear, conyugal o simple, formada por la pareja y los hijos. Si a esta familia
se le suman algunas personas emparentadas con el cabeza de familia entonces se puede
hablar de familia extensa, según P. Laslett;
2. la familia troncal, caracterizada porque una pareja y su descendencia convive con los
progenitores de uno de los cónyuges y con algún hermano que permanece soltero; y
3. la familia compleja o comunitaria, constituida por varios núcleos conyugales y su des-
cendencia: padres y varios hijos casados, pero también parejas de familiares colaterales,
como tíos y primos casados.
Conviene destacar además que estos modelos se adaptan a determinadas circunstancias econó-
micas: la familia compleja predomina en aquellas zonas donde el poder del señor o del pro-
pietario de la tierra es importante (este de Europa, centro de Italia y de Francia); la familia tron-
cal se desarrolla sobre todo en áreas montañosas de economía ganadera; la familia nu-
clear, finalmente, es la que predomina en la Europa noroccidental y en la mediterránea, y se pro-
duce por la tendencia de los hijos a abandonar el domicilio paterno y formar nuevas unidades
domésticas, con la excepción del heredero.
Cada uno de estos modelos generaba tensiones. Estas fueron menores en el caso de las fa-
milias comunitarias, donde la voluntad individual quedaba supeditada a las necesidades del gru-
po, aunque el relevo del patriarca por su fallecimiento podía suscitar conflictos, resueltos en oca-
siones con la división del grupo y el nacimiento de una nueva familia. En la familia nuclear las
tensiones eran aun menores, limitadas, en todo caso, a discordias entre los esposos y entre és-
tos y los hijos sujetos a su dependencia económica, aunque la práctica de colocar tempranamente
a los hijos como aprendices y criados en casas de artesanos, comerciantes, funcionarios, clérigos
y nobles contribuía en gran medida a eliminar el habitual conflicto generacional entre padres e hi-
jos. En la familia troncal, en cambio, las tensiones entre sus miembros eran más frecuentes,
llegando incluso a ser violentas, sobre todo cuando se designaba al heredero, que no tenía por
qué ser el primogénito, lo que originaba conflictos entre los hermanos y una difícil convivencia en-
tre el heredero y el padre y sus respectivos cónyuges.
Un aspecto esencial para el progreso económico y social de las familias era la dote que las espo-
sas aportaban al matrimonio. Pero, a su vez, la dote que los padres otorgaban a las hijas para to-
mar estado (de casada o de religiosa en un convento) podía arruinar a las familias. Por eso, las
familias, cualquiera que fuese el modelo, perseguían conjugar las pérdidas ocasionadas con
el pago de la dote de las hijas con matrimonios ventajosos para los hijos, en particular para
el heredero, de tal modo que la dote de la nuera fuera superior a las dotes que se habían desem-
bolsado al casarse las hijas. Y es necesario subrayar también que las alianzas matrimoniales se
buscaban en un círculo bastante cerrado, por lo común en el seno de la propia familia –de
aquí las dispensas matrimoniales concedidas por la Iglesia a parientes colaterales hasta el tercer
grado- y en el ámbito profesional y social de los padres.

Junto a la familia hay que mencionar otras instituciones que configuraban los llamados poderes
intermedios y que actuaban como vehículos de sociabilidad y de relaciones entre individuos
y grupo. Estas instituciones eran la parroquia, la cofradía, el municipio y el señorío.
Parroquia y cofradía existían tanto en las ciudades como en los núcleos de población rurales:
más numerosos en las primeras que en los segundos, pero con las mismas funciones, como
eran las de reforzar los lazos de vecindad –en el caso de las parroquias- y de solidaridad
profesional y asistencial –es el caso de las cofradías-.
En cuanto al municipio éste era la institución que organizaba la vida en comunidad de los
habitantes de los núcleos de población. Entre sus funciones caben destacar la regulación del
aprovechamiento de los pastos comunales, el abastecimiento de la población, el establecimiento
de precios y salarios, la fijación de los cultivos –sobre todo en la Europa del noroeste-, la repara-
ción de caminos y la construcción de puentes, así como la dotación de hospitales y escuelas, se-
gún sus recursos económicos, y la organización de festejos, en este caso en colaboración con las
instituciones religiosas.

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Finalmente, respecto al señorío, hay que subrayar que su titular (laico o religioso) ejercía un
doble poder derivado de su posesión de la tierra –señoríos territoriales- y de su capacidad
de mando, tanto militar como judicial. En su calidad de poseedor de la tierra, ejercerá una enor-
me presión sobre el campesinado, que será mayor en la Europa del este (Polonia, Rusia, Bohe-
mia, Hungría y Prusia), donde se desarrollará la denominada “Segunda Servidumbre”; como titular
de una jurisdicción, impartirá justicia en primera instancia sobre los individuos que habitaban el te-
rritorio del que era titular, por lo común a través de alcaldes nombrados personalmente, si bien
esta facultad la reciben por delegación de los monarcas, en quienes residía, en última instancia, el
poder judicial, por lo que cualquier vasallo podía recurrir en grado de apelación a los tribunales de
justicia.

INTRODUCCIÓN:
Durante la Edad Moderna existían entre el Estado y los individuos una serie de instituciones
que vertebraban la vida social. Instituciones que servían para encuadrar y controlar a hombres y
mujeres, pero que, al tiempo les otorgaban una protección y seguridad que el estado no estaba en
condiciones de garantizar. La familia, la comunidad y el señor son los principales poderes in-
mediatos que enmarcan la vida durante la Edad Moderna. Consolidados mucho antes de que
las modernas monarquías se constituyeran y de que los estados reclamaran para sí parte de las
funciones que estas instituciones ejercían.
Lo característico del periodo moderno es el impacto que sobre las instituciones que existían tie-
nen los cambios de todo tipo que durante la Edad Moderna se producen , y particularmente la pre-
sión ejercida por los poderes supremos: estados e iglesias.
1. LA FAMILIA: MODELOS Y TENSIONES FAMILIARES
La familia no es únicamente una unidad de reproducción biológica; en su seno se desa-
rrollan la mayor parte de las actividades laborales y es la vía habitual por la que el individuo se
integra en la sociedad. Es por tanto una pieza clave en la reproducción social. Aspectos bási-
cos de la vida como La sociabilización y la formación profesional, el acceso a los medios de pro-
ducción o a un oficio, el cortejo o la elección del cónyuge y el momento del matrimonio, depen-
dían directamente del conjunto de tradiciones y normas que regulaban la estructura y el funcio-
namiento de las familias. La posibilidad de escapar a estos condicionamientos era muy limitada.

Modelos de familia
Se puede constatar documentalmente que a ppios de la Edad Moderna, el modelo fami-
liar predominante era el de una familia sencilla, formada por padres e hijos. Pero a la par existen
estudios comparativos sobre las estructuras familiares basados en criterios como:
• Circunstancias de formación del grupo (residencias separadas padres e hijos casados)
• Criterios demográficos (edad de acceso al matrimonio, celibato, segundas nupcias)
• Lazos de parentesco entre los miembros del grupo
• Organización del trabajo y bienestar del grupo (volumen y composición de la fuerza del
trabajo)
En la Europa moderna se dan tres grandes modelos:

1. La familia nuclear simple o sencilla.


Formada por la pareja casada y sus hijos. Pasa por varias fases: comienza con el nú-
cleo conyugal, en su plenitud, se añaden los hijos y finaliza el ciclo integrada por alguno de los
progenitores, normalmente la madre viuda, y algunos de los hijos solteros que han permanecido
en la casa.
Podemos incluir aquí, como fases del ciclo de la familia nuclear, a las familias extendi-
das en las que conviven con el núcleo conyugal y sus hijos solteros, un ascendiente, un
colateral, o ambos, solteros o viudos. Habitualmente se tratará de un padre o de una madre
viudos mayores, que pasan los últimos años de su vida con los hijos, o de un hermano o herma-
na solteros a la espera de formar su propio hogar.
También podría considerarse como etapa final del ciclo de la familia nuclear los hogares
formados por viudos o viudas solitarios.

2. La familia troncal.
Se caracteriza porque una pareja (el hijo y la nuera o la hija y el yerno) y su descen-

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dencia, conviven con la pareja de progenitores de uno de los cónyuges y también, temporal
o definitivamente, con algún hermano o hermana que permanece soltero. Está constituida, por
tanto, en su fase teórica de plenitud, por tres generaciones, pero de cada una de ellas sólo una
pareja casada permanece en la casa.

3. La familia compleja o comunitaria.


Al igual que la troncal, es una variante del tipo de familia múltiple, es decir, una familia
con varios núcleos conyugales y su descendencia, pero que, a diferencia de la troncal, no
se limita a una sola pareja por generación, sino que puede estar compuesta por los pa-
dres y varios hijos casados; puede incluir varios núcleos de distintas generaciones, de
forma que convivan parejas de colaterales, como tíos y primos casados; o puede estar constitui-
das exclusivamente por hermanos.

Distribución geográfica y adaptación socioeconómica según tipos. Se constata que duran-


te la E. Moderna. cada modelo parece adaptarse mejor a determinadas circunstancias socioe-
conómicas.
característica de la familia compleja es disponer de una gran fuerza de trabajo fa-
miliar, lo que le permite hacerse cargo de grandes explotaciones sin recurrir a
asalariados. Predomina en zonas donde el poder del señor o del propietario de la tierra
es importante y obliga a mantener este alto nivel de fuerza laboral familiar si se preten-
de continuar con la explotación. La encontramos en Este europeo, coincidiendo en
gran medida con el área geográfica de la Segunda Servidumbre. Aparece también en
zonas de dominio de la aparcería (centro de Italia y de Francia), y de explotaciones
indivisas francesas o serbias. El interés del señor y del grupo es impedir que los hijos
lo abandonen, sino que conviene casarlos jóvenes
La familia troncal predomina en áreas de economía pastoril se adapta al objetivo de
perduración de una casa, concepto de casa que engloba no sólo una morada sino
también la unidad de explotación (tierras, prados), una serie de derechos comunitarios
(pastos, bosques) y aspectos inmateriales como el nombre de la familia o la tradición
del linaje. Se pretende que el conjunto perdure, y para ello se transmite íntegro a
un solo heredero en cada generación, que no necesariamente ha de ser el mayor, y
que traerá a su esposa al hogar, donde convivirán ambas parejas hasta que la muerte o
el retiro del padre permitan al heredero acceder a la jefatura de la casa. El resto de los
hermanos y hermanas deberán abandonar la casa, a no ser que opten por quedarse en
ella, y en ese caso deberán permanecer solteros y sometidos al cabeza de familia.
La familia nuclear era el modelo predominante en la Europa noroccidental, pero tam-
bién estaba presente en amplias zonas del Mediterráneo. Este modelo se adaptaba
por igual a prácticas hereditarias igualitarias y a las que privilegiaban a un here-
dero. En ambos casos, la formación de nuevas unidades familiares sólo era posible a la
muerte del padre, o buscando acomodo en otras tierras u otras actividades económicas.
La tendencia pues, seria abandonar el hogar salvo el heredero. La dote que reci-
ben les ayudaría a constituir un nuevo hogar sin que pueda reclamar nada más de
la herencia, pero la mayor o menor facilidad de lograrlo dependerá de la coyuntura eco-
nómica gral. (dinámica familiar influenciada por el mercado). También se podía dar el
caso de restauración obligada (devolver dinero a la muerte padres para ser todo dis-
tribuido equitativamente). Si se careciera de descendencia directa los bienes recibi-
dos de cada rama familiar se devolvería a esas ramas.

Las tensiones familiares


Las tensiones que se producían en el seno de cada uno de estos modelos familiares, así
como sus relaciones con las otras familias y con la comunidad en su conjunto, eran muy distintas
y tenían un influjo fundamental en la vida de los individuos. El ciclo doméstico, a través del
cual se renueva la estructura familiar, es el principal responsable de las tensiones y con-
flictos propios de cada modelo.
 La familia compleja es la más estable, gracias a que se muestra prácticamente ajena a
los avatares del ciclo doméstico. Para su propia supervivencia debe mostrarse cohesio-
nada, a lo que contribuye el poder patriarcal del cabeza de familia que se impone, lo que
no excluye las tensiones. El relevo del patriarca es ocasión de conflicto; también la
convivencia de numerosas parejas. Lo habitual es que la voluntad del individuo que-

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da sometida a las necesidades del grupo, que aúna a la vez, la mayor parte de los la-
zos de parentesco y de solidaridad, lo que hace que las tensiones puedan ser controla-
das.
 La familia troncal se presenta como un foco de graves tensiones que a menudo des-
embocan en violencia. Dos momentos del ciclo doméstico son especialmente relevan-
tes: la designación del heredero (que no siempre tiene que ser el primogénito), y la
convivencia de la joven pareja con los padres mientras esperan el relevo generacional
en la jefatura del grupo. Para prevenir casos de imposible convivencia entre ambas pare-
jas, se establecen en los contratos matrimoniales cláusulas de “intolerancia” que regulan
los derechos de cada parte en caso de ruptura.
También provocan tensiones en este modelo familiar el momento clave de establecer
alianzas matrimoniales, puesto que les empuja a buscar alianzas ventajosas a costa de
los vecinos a fin de enriquecer el patrimonio a través de las dotes.

Otro aspecto esencial para el progreso económico y social de las familias era la dote que
los padres otorgaban a las hijas para tomar estado (de casada o de religiosa en un con-
vento) y que podía llegar a arruinar a las familias. Por eso, las familias, cualquiera que fuese el
modelo, perseguían conjugar las pérdidas ocasionadas con el pago de la dote de las hijas
con matrimonios ventajosos para los hijos, en particular para el heredero, de tal modo que
la dote de la nuera fuera superior a las dotes que se habían desembolsado de las dotes de sus
hijas. De no ser posible el engrandecimiento de la casa, la estrategia era la circulación de dotes
a lo largo de varias generaciones, para recuperar la inicial entregada
Y es necesario subrayar también que las alianzas matrimoniales se buscaban en un cír-
culo bastante cerrado, por lo común en el seno de la propia familia y en el ámbito profesional y
social de los padres.

Otro aspecto para señalar es el life-cycle servant, muy extendido en la Europa norocci-
dental, por el que los hijos e hijas son colocados como criados en un periodo de su vida al
salir de la niñez, hace que las tensas relaciones entre padres e hijos se proyecten fuera del ho-
gar. Es muy corriente en Inglaterra que la pérdida de fuerza laboral que supone esta práctica se
compense con la entrada en el hogar de criados, en una especie de intercambio de hijos. La
socialización de los jóvenes se produce bajo la autoridad de otro jefe de familia, favore-
ciendo la preparación para una vida independiente y el desarrollo del individualismo.
La ruptura temprana con su familia de origen evitará muchas tensiones que el relevo ge-
neracional y la constitución de un nuevo hogar provocaban en la familia troncal y en la comunita-
ria.

2. LAS COMUNIDADES ALDEANAS: PARROQUIAS, COFRADÍAS, MUNICIPIOS

Además de la familia, otras instituciones enmarcaban a los individuos: las principales


eran la comunidad y el señorío. En el mundo rural, la comunidad aldeana enmarcaba la vida
campesina y en muchas zonas, principalmente las de hábitat agrupado, constituye el universo
en el que se desarrolla la existencia de la mayoría.
La organización comunitaria, tiene unos orígenes lejanos y llega a la Edad Moderna
con unas características plenamente definidas; En su origen responde a un sentimiento y a
una necesidad de solidaridad entre las diversas familias, tanto en el aprovechamiento del
medio natural y en el trabajo como en otros aspectos de la vida: paz pública interna, defensa
frente a agresiones externas, colaboración en los servicios, actividades religiosas o festivas, ayu-
da mutua. La necesaria colaboración en estas tareas acabó generando unas instituciones
y convirtiendo a la comunidad en un cuerpo social reconocido y aceptado, no sólo por la
familia, sino por los otros poderes como el del señor, el príncipe o la iglesia.
Parroquia y cofradía existían tanto en las ciudades como en los núcleos de población ru-
rales: más numerosas en las primeras que en los segundos, pero con las mismas funciones,
como eran las de reforzar los lazos de vecindad –en el caso de las parroquias- y de solidari-
dad profesional y asistencial –es el caso de las cofradías-.

La parroquia
Una de las instituciones comunitarias que más rápido aceptaron los poderosos y que más
influjo desarrollaron en la consolidación de la comunidad y en su vida posterior. El área de co-

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bertura coincide con el de la comunidad aldeana, aunque en zonas de hábitat disperso cubre
varios lugares de poblamiento. Encuadra al individuo y a las familias, santificando los pasos
fundamentales de la vida del hb mediante ritos. Pero influye también en la vida diaria mar-
cando el ritmo de los trabajos estacionales, semanales y diarios Las campanas de la iglesia
servían para regular los ritmos, además de aviso y convocatoria para muchas actividades de la
vida comunitaria.
La parroquia, además de ofrecer en ocasiones el único lugar de reunión y aún de refu-
gio, estimuló la organización comunitaria con la exigencia de hacer frente a los gastos del
culto y la reparación o construcción de la iglesia, lo que obligaba a los vecinos a formar aso-
ciaciones o fábricas, ocupándose de recaudar fondos.
Igualmente, la ayuda mutua, la beneficencia y la enseñanza son actividades que, bajo
el manto protector de la iglesia, exige actuación comunitaria.

Las cofradías,
Eran sociedades de ayuda mutua, bajo invocación religiosa, y sirven para estimular la
acción política. Desarrollan una acción doble:
 Espiritual, para facilitar y asegurar el temido tránsito al más allá.
 Caritativa, como la ayuda a los pobres, creación y mantenimiento de hospitales, etc.

El municipio
Durante la Edad Media, las comunidades habían conseguido su reconocimiento jurídico
por parte de los señores y del príncipe, esto les permitía contar con instituciones permanentes
que actuaban en nombre de todos los vecinos. Sus funciones son muy amplias, siendo su ámbi-
to primario de actuación el de la regulación de la vida agraria, y reglamentar muchos aspec-
tos del aprovechamiento del medio natural y de las labores agrarias: fijar los cultivos (rotación),
las fechas de realización de las principales labores agrarias (siembra, siega, vendimia), o la en-
trada de los ganados en los barbechos, pastos y bosques de propiedad comunitaria. La propie-
dad privada, la explotación de cada familia, estaba así sometida a una serie de servidumbres co-
munitarias cuya regulación corresponde al común, compensadas a su vez con las posibilidades
de aprovechamiento comunitario sin las que la economía familiar campesina no hubiera podido
subsistir.
Pero no acababan aquí sus funciones, la comunidad debía también de ocuparse de tratar
de asegurar el abastecimiento de la población, limitando la salida de productos en épocas de
escasez, mientras procuraba adquirirlos donde fuera posible; creando montepíos que prestaran
grano a campesinos necesitados; solicitando a los poderes superiores la posibilidad de organizar
mercados y ferias para atraer a los mercaderes. Algunas obras públicas como la reparación
de caminos o la traída de aguas, era también de su competencia. Colaboraba con la parroquia
en la organización de fiestas. Atendía en la medida de sus posibilidades, a la sanidad y la en-
señanza.
Por su interés en el mantenimiento de la paz entre los miembros de la comunidad, le co-
rresponde una primera instancia judicial, ante la que se planteaban normalmente los conflic-
tos surgidos por la actividad agrícola y ganadera. También era una obligación colectiva la defen-
sa del propio territorio, pero donde más se hacía notar la actuación política del común era en
las relaciones con el mundo exterior, con poderes interesados en explotar y dominar la aldea,
básicamente: el señor, el príncipe o la Iglesia. Frente a todos ellos, la comunidad va a conocer,
durante la Edad Moderna, notables retrocesos.

Estas comunidades aldeanas entraron en declive por:


o Empobrecimiento, traducido en endeudamiento y pérdida de bienes y derechos co-
lectivos. Con ocasión de hechos extraordinarios, pero relativamente frecuentes (una se-
rie de malas cosechas, epidemia, devastación causada por la guerra, necesidad de reali-
zación de alguna construcción pública), es necesario recurrir al crédito cargando las ren-
tas municipales e hipotecando actuaciones futuras. Cuando el peso de las cargas sea de-
masiado grande, habrá que vender parte de los comunales o de otros bienes y derechos
colectivos. Sin necesidad de esperar a que la comunidad esté endeudada, el señor y
el estado tratarán, y normalmente conseguirán, apropiarse de las tierras comuna-
les.
o División interna de la comunidad, resultado de los intereses divergentes de sus miem-
bros, lo que provoca la disolución del sentimiento de solidaridad. Normalmente, los

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cargos dirigentes de la comunidad recaen en las élites locales, y sus decisiones pueden
imponerse en su propio beneficio sobre las opiniones de la mayoría.
o Pérdida de su autonomía, último eslabón de la decadencia municipal, ante la presión
de los señores, la iglesia y el estado, que la consideran excesiva. El estado va a dis-
minuir parte de las competencias de la comunidad asumiendo algunas de ellas, contro-
lando su funcionamiento por medio de funcionarios. La Iglesia dispone de un prestigio y
autoridad que le permite un influjo moral notable. Y, por último, los señores tendrán un
poder de intervención mayor sobre la comunidad designando directa o indirectamente a
los líderes de la aldea, pero, además, su red clientelar, su dominio sobre la tierra, el con-
trol de la justicia, su influjo político, el recurso a la fuerza, hacen de ellos el principal po-
der de la aldea.

3. LAS COMUNIDADES URBANAS

Las relaciones entre el individuo y el poder, en las ciudades, presentan caracteres espe-
cíficos, aunque muchos rasgos responden también a lo que se ve en el mundo rural. Como
es sabido, la ciudad moderna sólo puede mantener su tamaño gracias al flujo de inmigrantes del
campo y sólo puede alimentarse por suministros de su zona de influencia o de territorios lejanos.
El influjo de inmigrantes hace que el número de marginados y desarraigados sea enorme
y genere conflictos. No obstante, al igual que en el campo, el individuo se siente integrado
en la sociedad a través de su pertenencia a diversas instituciones. También en la ciudad,
a pesar de su mayor tamaño, la vida giraba en torno a pequeñas células: la familia, la pa-
rroquia, la cofradía, el oficio.
Existían en primer lugar lazos campo/ciudad que facilitaban la integración de los inmi-
grantes en estructuras de solidaridad formadas por parientes o vecinos ya afincados, que les
acogían. Por otro lado, las solidaridades verticales por las que el débil se sentía protegido a
cambio de lealtad al poderoso eran una forma habitual de integración.
Características de la ciudad va a ser la dependencia del mercado y el predominio de
manufacturas y su agrupación en gremios, la importancia de los intercambios y los servicios ad-
ministrativos y con ello la presencia de profesiones liberales que formaran parte del Patriciado
urbano u oligarquía. Y, tb, la distribución de oficios por calles o zonas

Parroquias y cofradías se dan en mayor número. La ciudad se dividía en múltiples pa-


rroquias, de forma que eran un aglutinante de la solidaridad del barrio, reforzando la función
de los lazos de solidaridad, al tiempo que contribuían a dotarle de personalidad e incluso a su
participación política.
Lo mismo ocurre con el fenómeno de las cofradías: muy numerosas, agrupan miem-
bros de un oficio o profesión, otras sólo engloban a los vecinos bajo advocación de un santo
patrono. Su finalidad es semejante a las aldeanas, pero la abundancia de pobres y marginados,
hace que su papel asistencial hacia los cofrades, o hacia un público más amplio, sea ma-
yor.

Las asociaciones profesionales (Gremios) eran, en cambio, características del mundo


urbano. Encuadraban a los miembros de los distintos oficios en su tarea laboral y en mu-
chos otros aspectos de su vida. Incluían a los distintos niveles profesionales, pero estaban
dominadas por los maestros que controlaban las condiciones laborales y el ascenso de los ofi-
ciales. Los maestros de los distinguidos constituían el armazón de la vida comunitaria urbana.

El dominio de la ciudad estaba, no obstante, en manos de una élite restringida, for-


mada por nobles, burgueses enriquecidos por su actividad económica, profesionales
liberales..,que controlaba todos los aspectos de la vida urbana (los consejos municipales, las ins-
tituciones de caridad y hospitalarias, el comercio, el orden público y los tribunales, la enseñanza,
etc.). En unas podía estar constituido por grandes comerciantes o por letrados en otras,
pero todos tienden a imitar las formas de vida de la nobleza terrateniente y a transmitirse
los cargos públicos.
El poder estatal mira con recelo a las ciudades por temor a la sublevación de la plebe
urbana, pero, además, conocen las posibilidades que los patricios tienen de influir en ella. El po-
der y la riqueza de éstos era imprescindible al Estado para hacer frente a sus necesidades finan-
cieras crecientes, y para gobernar los centros urbanos. A veces se optaba por dejar a las élites

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ciudadanas un amplio margen de autonomía, a cambio de su colaboración financiera y mi-


litar.

4. EL SEÑORIO

El poder de los señores (laico o religioso) deriva de dos fuentes: el derivado de su


posesión de la tierra –señoríos territoriales- y de su capacidad de mando, tanto militar como
judicial. Su capacidad de disposición sobre la tierra les otorga un gran poder de presión sobre
una población que precisa de ella para su trabajo y sustento. Pero se dan grandes diferencias
en el grado de dominio que tiene el señor sobre las tierras de su señorío y en la forma de ce-
sión de éstas a los campesinos.
La capacidad de mando del señor provenía de su papel de defensor del territorio y
de su función militar. La importancia militar de los señores irá disminuyendo ante el ascenso
de la de los reyes, y el recurso de la fuerza frente a los vasallos quedará en manos del aparato
militar de las monarquías. Los señores mantendrán, no obstante, una importante, aunque
variada jurisdicción a pesar de que sobre ésta consiguieron también los monarcas imponer la
justicia real. La posibilidad de recurrir a instancias superiores a la corte del señor no privará a és-
te completamente de su capacidad de mando inmediato, ya que no todos los campesinos po-
drían seguir costosos pleitos ante tribunales superiores, donde además el señor contaba con va-
ledores importantes. Motivo por el que aún mantiene un influjo social muy grande.
Por tanto, durante la Edad Moderna, aunque el poderío militar del señor estuviese
muy disminuido y su jurisdicción subordinada a la real, su peso, su influjo social, sigue
siendo muy grande. Su imbricación en los círculos de poder cortesanos le permite conse-
guir el apoyo necesario en un pleito o ante una sublevación.

SE dan varios tipos de señorío en Europa en función del dominio sobre la tierra, la for-
ma de cesión de ésta y su poder de coerción sobre los vasallos.
Europa, al este. del Elba se da la denominada “Segunda Servidumbre”, que en sus
rasgos básicos implica tres aspectos:
1. Enorme extensión de las reservas señoriales o tierras que el señor se reserva
para explotarlas directamente.
2. Recurso a la corvea: como contrapartida a las parcelas familiares que el señor
les otorga, los campesinos están obligados a trabajar, normalmente gratis, o en
ocasiones a precios tasados por el señor, una serie de días a la semana cuyo nú-
mero va aumentando.
3. Sometimiento del campesino a la tierra, impidiendo su posibilidad de emigra-
ción; control de los matrimonios, y las limitaciones al aprendizaje de oficios. bus-
cando que se realicen dentro del señorío y a edades tempranas para que la mano
de obra aumente; limitación en el aprendizaje de oficios.
El sistema se basa en el enorme poderío nobiliario frente a monarquías débiles (pola-
ca) u otras que, aunque se refuerzan a lo largo de la E. Moderna., se ven obligadas a
conceder a la nobleza el control de sus siervos a cambio de apoyo.

En Europa Occidental la servidumbre en la E. Moderna había desaparecido práctica-


mente. Las diferencias de unos modelos de señorío a otros- dependen del grado de
control del señor sobre la tierra, de la forma en que cede ésta, y del margen de ju-
risdicción que le queda.
 En gran parte de Francia, Corona de Aragón y Norte de Italia, los señores habían
repartido la práctica totalidad de sus tierras a censo entre los campesinos, lo que
supone una división sobre el dominio de la tierra
- en directo, que queda en manos del señor, y,
- útil que le correspondía al campesino. Éste tenía un amplio grado de disposi-
ción sobre el dominio útil: podía (bajo ciertas condiciones) transmitirlo por herencia
o dote, venderlo o hipotecarlo. A cambio debía pagar unos censos anuales, nor-
malmente fijados en dinero o en una parte de la cosecha.
Por otro parte, ha disminuido el poder jurisdiccional y militar de los señores, y, aun-
que mantengan cierto prestigio e influjo en sus vasallos, muchos de ellos empiezan
a comportarse como simples rentistas, procurando recuperar el dominio útil para

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arrendar a corto plazo y beneficiarse del alza de precios. Procuran también mantener
y aumentar su control sobre la transformación y comercialización de los productos
agrarios.
 En el Norte de Francia, Sur de España e Italia, los señores mantienen bajo su con-
trol grandes extensiones de tierra que ceden en forma de extensas fincas, en
arrendamiento a corto plazo o aparcería. En muchos casos, los grandes arrenda-
tarios se reservan una parte de la finca que explotan con asalariados y subarriendan
en parcelas el resto.
Dado que son absentistas que viven en la ciudad o la corte, su influjo se limita a su
condición de gran propietario. Buena parte de su poder ha pasado a manos de la
élite local de grandes arrendatarios, que suelen actuar además como adminis-
tradores y delegados del señor
 Inglaterra presenta algunas diferencias: Lo típico es que el señor vaya aumen-
tando su reserva a costa de los campesinos, bien comprándoles sus tierras, ex-
pulsándolos del dominio útil (al aumentarles los derechos de transmisión de la tierra
de una generación a otra), expropiándoles o usurpando los comunales. Las fincas
así constituidas, se arrendaban a empresarios capitalistas que empleaban asa-
lariados y producen para el mercado. El señor, pierde gran parte de su influjo so-
cial, no obstante, mantiene su gran casa señorial en el campo y, dada la precariedad
de la administración real inglesa, se encarga de gobernar el territorio, del que de-
pende además su prestigio político en la corte, a través de elites locales.

En definitiva, los señores van a perder gran parte del influjo inmediato. La pérdida de
su poderío militar, la ruptura del contacto directo con la población y su gestión de la tierra será
más de propietario capitalista que como señor paternal, determinaron una disminución del poder,
si bien no llega a desaparecer completamente

TEMA 3: LA SOCIEDAD ESTAMENTAL: ESTAMENTOS PRIVILIGIADOS

ÍNDICE o
1. La nobleza y el clero
2. Criterios de jerarquización
3. Niveles socioeconómicos
4. Privilegios jurídicos

RESUMEN DEL CONTENIDO (DE LA CENTRAL)


El tema aborda la organización de la sociedad estamental con especial incidencia en
los estamentos privilegiados: la nobleza y el clero.
Lo primero que se debe tener en cuenta es que la sociedad del siglo XVI presenta las
mismas características que venían dándose desde la Edad Media. Como entonces, estaba
integrada por dos estamentos privilegiados, el clero y la nobleza. Los que no pertenecían a
ninguno de estos grupos formaban por exclusión un tercer estamento, el estado llano, el es-
tado general o el tercer estado. Este esquema tripartito, justificado por la teoría política que pro-
yectaba el orden celestial en la sociedad de la época, es sin duda demasiado simplista, ya que
la realidad siempre fue más compleja al no existir unas fronteras precisas entre los estamen-
tos. Porque si en la teoría los no privilegiados sólo podían aspirar a formar parte del cle-
ro, que era un estamento abierto, no determinado por el nacimiento, como los otros dos esta-
mentos, lo cierto es que a la nobleza se accedía también por diversas vías: a través de
matrimonios desiguales de nobles y plebeyos, mediante la exclusión en los padrones de pe-
cheros y la compra de empleos públicos, cuando no del ennoblecimiento por concesión
de los monarcas en recompensa de servicios prestados a la Corona, incluidos los financieros.
El afán de los plebeyos por integrarse en la nobleza, especialmente los burgueses
enriquecidos con la actividad mercantil –este proceso ha llevado a algunos autores a hablar
de la “traición de la burguesía”-, respondía a unos objetivos muy precisos, no exclusivamen-
te materiales, pues a las exenciones fiscales que todo noble gozaba, importantes, sin duda,

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se sumaban una serie de privilegios jurídicos de no menor interés, como el de ser juzgados
por tribunales especiales, no poder ser atormentados salvo por ciertos delitos, tales que el de
lesa majestad, ni ahorcados, ni azotados ni condenados a galeras ni encarcelados por deudas
civiles. Pero integrarse en el estamento eclesiástico tampoco era una opción desdeñable
por varios motivos: sus miembros estaban exentos de la jurisdicción ordinaria y goza-
ban de privilegios fiscales, lo que favorecía el fraude al poner en cabeza de un pariente
eclesiástico la hacienda familiar. Así pues, ingresar en el estamento eclesiástico era para los
pecheros un medio de vida apetecible; también lo sería para las familias nobles, ya que la
iglesia ofrecía una salida digna a los segundones desprovistos de medios propios, asegurándo-
les una posición económica y social; finalmente, el claustro proporcionaba a las mujeres
solteras y viudas, cualquiera que fuera su pertenencia estamental, una adecuada manera
de vivir.
Pero dentro de cada estamento existían marcadas desigualdades en función de la
riqueza y del lugar que cada individuo o familia ocupaba en las instituciones civiles y re-
ligiosas.
Así, en el estamento nobiliario hay que distinguir entre alta y baja nobleza: al pri-
mer grupo pertenecían los nobles poseedores de un título (duque, marqués, conde, barón),
propietarios además de extensos señoríos; al segundo, varias categorías que se suelen identifi-
car con la denominación de caballeros o gentilhombres, y en Castilla también con la de hi-
dalgos.
En el estamento eclesiástico las desigualdades eran análogas, pues aunque su ri-
queza procedía fundamentalmente de los diezmos, de sus propiedades rurales y urbanas, de
sus inversiones en préstamos hipotecarios (censos), así como de los estipendios cobrados por
misas o por la administración de los sacramentos, de las limosnas y de donaciones particula-
res, lo cierto es que sus miembros no gozaban de unos mismos ingresos: los que percibía
el alto clero (prelados y canónigos) eran muy superiores a los que cobraba el bajo clero (curas
párrocos), y estas diferencias se acentuaban en el bajo clero en función de que sus miembros
residieran en la ciudad o en el campo. Y lo mismo sucedía en el clero regular: había órdenes
religiosas (dominicos, jerónimos, benitos y bernardos) que disponían de elevadas rentas, con la
particularidad, además, de que sus miembros, entre los que figuraban descendientes de la no-
bleza, comenzaron a alejarse de las normas establecidas por sus fundadores, abandonando,
en consecuencia, el trabajo manual, que relegaron en criados. En el polo opuesto se encontra-
ban las órdenes mendicantes (franciscanos, agustinos, carmelitas, trinitarios y mercedarios),
menos prósperas, que vivían con mayor pobreza, aunque en su seno también prendió la relaja-
ción de las costumbres y los abusos al amparo de sus privilegios jurídicos.

INTRODUCCIÓN

La sociedad europea de la edad Moderna (el Antiguo Régimen según denominaron los re-
volucionarios franceses), era mayoritariamente agraria. La renta agraria mantenía a las clases pri-
vilegiadas (ppales terratenientes). La Europa de fines del periodo seguía siendo una sociedad ru-
ral, aunque la fuerza de las ciudades se había incrementado significativamente.
La sociedad del Antiguo Régimen se estructuraba a partir de criterios jerárquicos muy for-
malizados. La existencia de privilegios era un ppio rector del orden social. Los privilegiados repre-
sentaban sólo un 5% de la población. La inmensa parte de los habitantes eran plebeyos. Era una
sociedad estamental (organizada a través de estamentos y no de clases), fuertemente enrai-
zada en un mundo de creencias tradicionales y recelosa ante lo nuevo y los individuos ajenos al
propio grupo. El desarrollo del estado topaba con la resistencia de los derechos colectivos estable-
cidos, de una moral comunitaria, a veces relacionada con actitudes paternalistas de los señores.

1. LA NOBLEZA Y EL CLERO.

1. LA NOBLEZA
Al inicio de los tiempos modernos se dieron cambios en el seno de la sociedad estamental,
Los más significativos: los derivados de los cambios políticos Las nuevas monarquías pudieron
progresar sólo donde lograron un claro dominio sobre la nobleza. “Obligada” a convertirse en cor-
tesana y vincularse a empresas políticas de las monarquías (si querían: cargos, honores, poder y
rentas). En Inglaterra y España países donde fueron sometidos eficazmente (por mor de guerras:

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De las dos Rosa o Sucesión castellana) se trataba en buena parte de FAMILIAS NUEVAS. Ello fa-
cilitó el control monárquico, aunque este se vio favorecido por la personalidad de los reyes, casti-
gos a los nobles opositores o las amplias oportunidades que se le ofrecía la política hegemónica
En otros lugares las cosas fueron más complejas:
- Francia: la nobleza no fue controlada hasta reinado de Luis XIV (Mitad s. XVII)
- Imperio: los ppes, nobles y sres laicos o eclesiásticos se resistían a perder sus amplios te-
rritorios.
- Polonia: la alta nobleza impidió avances a la autoridad real

El desarrollo de la nobleza cortesana implico transformaciones como:


• Cambio a la corte (capital) de la residencia familiar
• Ocupar cargos de gobierno
• Abandono de la función militar que la había caracterizado y justificado (pero en sus manos
quedaron los cargos militares)
• Se convirtió en un grupo terrateniente hereditario de origen militar. Los teóricos de la no-
bleza intentaban justificar la condición privilegiada de los nobles haciéndolos descendien-
tes de los antiguos conquistadores germánicos
• La vida cortesana (gasto desmedido y despreocupado), la depreciación de sus rentas la
llevaron en muchos casos a un proceso de endeudamiento y crisis económica.

La nobleza era el principal estamento privilegiado y modelo referencial para los otros gru-
pos de la sociedad estamental de la Edad Moderna. En origen, la nobleza había sido una clase de
guerreros y de propietarios rurales privilegiados, pero fue disminuyendo su acción militar a lo largo
de la Edad Moderna.
La nobleza no sólo era la principal propietaria de la tierra, sino que ejercía sobre ella
y quienes la cultivaban, una autoridad de tipo político. El mundo rural europeo estaba organi-
zado sobre la base del señorío. En buena parte de Europa, la administración más inmediata no
está ejercida por los representantes del monarca, sino por los “señores jurisdiccionales”, estos
propietarios privilegiados que formaban el orden o estamento de la nobleza. Los señores ejer-
cían sobre sus vasallos funciones de administración, justicia y hacienda, que era una evolu-
ción del sistema feudal existente en la Edad Media. Los señores por el ejercicio de sus funciones
públicas recibían diversos derechos y una serie de rentas como propietarios de las tierras:fi-
jas, que podían quedar devaluadas por la inflación, o una parte proporcional de la cosecha, lo
que en periodos de bonanza les permitía hacer buenos negocios. Además, en la Europa oriental
podían disponer del trabajo gratuito de los campesinos, lo que se conoce como “corveas”. En al-
gunos países de aquella área, sólo los nobles estaban autorizados a poseer tierras.
Resumiendo, el gran poder económico y político de la nobleza se veía reflejado en:
- La posesión de grandes latifundios.
- La exención del pago de impuestos.
- la percepción de elevadas rentas de los campesinos.
- El detentar importantes cargos políticos y militares.
- Jurídica y legalmente sus miembros ostentaban privilegios que heredaban por nacimien-
to.
- Participaba de este estamento un 2/3% de la población. (Polonia un 10)
A. Criterios de jerarquización.
En teoría todo el estamento nobiliario poseía la misma condición y calidad. Según los trata-
distas, la condición nobiliaria era “una et eadem”, una sola y la misma para todos los integrantes
del estamento, pero, en realidad, existían en el interior de la nobleza diferencias de nivel económi-
co y rango social, por lo que se suele hablar de alta y baja nobleza, cuya diferencia podía venir
definida por la posesión de señoríos jurisdiccionales o bien por la posesión de un título.
La alta nobleza estaba formada por los nobles que ostentaban un título, Conde, Duque,
Marqués o Barón, y que además poseían extensos señoríos. Incluso entre los titulados
podía existir un grupo más reducido y prestigioso: Los Grandes de España, o los Pares de
Inglaterra y Francia. En el siglo XVI la mayoría de los nobles titulados eran señores ju-
risdiccionales, a diferencia de siglos posteriores.
Muchos de los miembros de la alta nobleza ocupaban las jerarquías superiores de las ór-
denes militares de origen medieval o de las creadas de cuño nuevo (Toisón de oro). El
puesto más alto de ellas le correspondía al rey

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Dentro de las grandes familias conviene distinguir entre el linaje, la casa y la familia. El es-
pañol linaje = Mendoza; casa = Palacio del Infantado; familia = la de cada uno de los titula-
res sucesivos del titulo
La baja nobleza: Estaba constituida por varias categorías, pero se suelen resumir con la
denominación de caballeros o gentilhombres. En Castilla era común la denominación de
Hidalgos. Muchos señores jurisdiccionales que no poseían título pertenecían a la baja no-
bleza. La Baja nobleza, únicamente disfrutaban de su condición privilegiada, pero no te-
nían por qué tener rentas para sostener un modo de vida compatible con tal condición. Su
origen tb era militar por lo que estaban perdiendo su razón de ser, su identidad, y vivían
con dificultades económicas por salvaguardar la dignidad de su condición y vivir noblemen-
te, evitando realizar ciertos oficios o actividades. Todo ello produjo tensiones y conflictos
(Comuneros, revueltas protestantes en Alemania a las q se unieron, bandolerismo).
Se dio un tercer elemento que explica el desclasamiento de esta nobleza menor: la
apertura del estamento a muchas gentes con los suficientes medios de vida como para as-
pirar a incluirse entre los privilegiados. Las nuevas monarquías estimularon dicho proceso

La mayoría de los títulos nobiliarios existentes en Europa no eran de origen medieval,


sino que fueron concedidos por los reyes en momentos diversos. Teóricamente la condición
nobiliaria sólo se transmitía por descendencia, de aquí proceden las expresiones nobleza de
linaje o nobleza de sangre. Pero en realidad el estamento noble estaba aumentando cons-
tantemente mediante incorporación de nuevas personas y familias que lógicamente prove-
nían de las filas de los plebeyos ricos, campesinos acomodados u oligarquías urbanas (gen-
tes que, sin ser jurídicamente nobles vivían como tales, tanto por el origen de sus ingresos, en for-
ma de rentas, como por la forma de gastarlos). Se trataba de oligarquías urbanas, que gustaban
de presentarse ellas mismas como “patriciado”, distintos y superiores a los plebeyos.

Los procedimientos de ennoblecimiento eran muy variados según los países.


o Por supuesto el rey podía conceder privilegios o cartas de nobleza.
o Pero era más común el ennoblecimiento por la costumbre, por la aceptación social,
la imitación de las formas de vida nobiliarias,
o el ejercicio de los diversos cargos públicos, en especial la administración de justicia
(nobleza de toga en Francia), o
o por una política matrimonial adecuada (las mujeres plebeyas alcanzaban la nobleza de
sus maridos, pero la perdían si se casaban con un hombre de orden inferior).
o También había ciertos grupos sociales, como los graduados universitarios, a los que se
concedía algún privilegio de tipo fiscal y honorífico, lo que confería a este grupo una si-
tuación pre-nobiliaria o seminobiliaria. (Ej: Francia, magistrados propietarios de sus car-
gos, ascendían socialmente por ejercicio de estos, “nobleza de toga”).
o El hecho de vivir de rentas sin dedicarse al comercio ni al trabajo, era considerado una
prueba de la condición de vida noble.
o La compra de jurisdicióes señoriales por parte de plebeyos ricos era tb un paso previo para
el ennoblecimiento.
o Tb se obtenía la decaración de nobleza mediante la presentación de testigos favorables
Resumiendo: La condición nobiliaria no era inmutable, sino que obedecía a una evo-
lución histórica

Herencia: En los países de Derecho romano o influido por él, sólo el hijo mayor heredaba
el Titulo y sus privilegios. En los países germánicos y eslavos estaba vigente el sistema de re-
parto de los bienes entre los hijos varones por igual, ésta es una de las razones de la extrema
fragmentación política de Alemania. Desde la Europa mediterránea y latina se fue extendiendo
hacia los países germánicos y anglosajones el principio de sucesión por primogenitura (últimos
en el siglo XVII); en todos estos casos se conservaba la riqueza del linaje, pero quedaba plantea-
do el problema de los segundones para quienes se abría la carrera militar, la burocracia, la carrera
eclesiástica. Es decir: La condición nobiliaria se transmitía por herencia a todos los hijos,
pero el título no.

B. Niveles socioeconómicos
La base de la riqueza nobiliaria era la propiedad privilegiada de la tierra por medio del
régimen señorial. En sus señoríos, el noble no era únicamente el propietario, sino que ostentaba

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la autoridad, incluso la judicial y del nombramiento de las autoridades locales. Desde el punto de
vista económico y como consecuencia de la crisis de los últimos siglos medievales, los señores
solían ceder la explotación de la mayor parte de sus tierras a los campesinos, como rentas fijas o
a cambio de una parte de la cosecha. Quedaba una “reserva señorial” que solía explotarse por
medio de mano de obra campesina, muchas veces forzada.
Los señores disponían de muchos medios de coerción económica sobre los campesi-
nos. Tenían monopolios de medios técnicos como molinos (de cereales y de aceite), y herre-
rías; cobraban impuestos sobre vías de comunicación (puentes, caminos, barcas); gozaban
de derechos preferentes de venta de su propia producción en mejores condiciones y tiempo que
los campesinos; disfrutaban de derechos exclusivos de caza y de pesca; cobraban derechos
sobre las ventas o transmisiones hereditarias de las propiedades de aquellos, en general,
disfrutaban de una situación privilegiada que les permitía vivir del trabajo de sus súbditos y al mis-
mo tiempo dictar las normas que regulaban este trabajo.
Pero si los ingresos eran elevados, también lo eran los gastos. Un gran señor debía
mantener un elevado número de criados y llevar una vida suntuosa, sin reparar en gastos. La ad-
ministración de un gran patrimonio nobiliario no era fácil. En realidad, un señorío funcionaba gra-
cias al arrendamiento de derechos asegurado por comerciantes o campesinos ricos. Pero el man-
tenimiento de castillos, abundante servidumbre, vida ostentosa y dispendiosa, servicio militar y po-
lítico del monarca, exigía aportaciones cuantiosas y a veces pleitos por razón de herencia y pro-
piedades. A fines del siglo XVI, muchas casas nobiliarias tenían serios problemas económicos y
se hallaban endeudadas.
Aquí intervenía nuevamente la condición privilegiada de la nobleza, uno de cuyos privile-
gios consistía en que no podían ser encarcelados por deudas. Les concedía todo tipo de venta-
jas económicas para q no se vieran obligados a pagar sus deudas y les otorgaba todo tipo de mer-
cedes (privatización de impuestos o cargos lucrativos) para ellos y para sus hijos. En todo caso, la
ruina de algunas familias se veía compensada por el ascenso de otras.

C. Los privilegios nobiliarios eran diversos. Algunos eran meramente honoríficos (ubicación
en eventos) y otros eran debidos a su condición nobiliaria:
- Derecho preferente a ejercer cargos públicos,
- Exentos de impuestos (con el desarrollo de la monarquía absoluta si tributarían),
- Privilegios en materia de justicia, pues eran juzgados y castigados, de manera diferen-
te a la de los plebeyos, siempre para evitar el carácter infamante de la pena (se sustituyó
el ahorcamiento por la decapitación).
- Juzgados por tribunales especiales
- No podían recibir torturas salvo en el delito de lesa majestad,
- No podían ser azotados ni condenados a galeras,
- No podían ser encarcelados por deudas,
- Si iban a la cárcel lo hacían en cárcel diferente al común
- No podían ser condenados por injurias

la influencia de “El Cortesano” de Castiglione Un cierto grado de cultura formaba parte de


la educación nobiliaria, los hijos de la nobleza estudiaban con preceptores particulares y en aca-
demias especiales, los llamados “seminarios de nobles” en los que aprendían matemáticas, baile,
idiomas, esgrima, Completaban (sobre todo en norte y centro de Europa) su enseñanza con un
viaje de varios años (Gran Tour) que incluía Italia. En muchos aspectos, la educación que reci-
bían los jóvenes caballeros era más funcional que la impartida en las universidades, aunque tam-
poco fue extraño que los nobles siguieran durante algún tiempo un curso en las aulas, sin terminar
una carrera completa. La nobleza fue en buena parte una clase ociosa, que fue perdiendo su
función social originaria, pero contó con individuos de elevada capacidad intelectual y en
algunos países conservó unas ideas de libertad política contra el autoritarismo de los mo-
narcas

2. EL CLERO

Es uno de los dos estamentos privilegiados de esta sociedad, que presenta las mismas ca-
racterísticas que venían dándose desde la Edad Media. Entre sus funciones se encuentra la de
la enseñanza reproduciendo su forma de ver la sociedad, una sociedad desigual; pero otras de

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sus funciones eran la administración de los sacramentos y la atención espiritual de los hom-
bres, la caridad y atención a enfermos y mendigos.
A diferencia con el estamento nobiliario, este grupo social no es cerrado y exclusivo,
sino que los no privilegiados podían aspirar a formar parte de él. En parte porque se reclutaba en
todos los medios sociales y no se reproducía, como la aristocracia, por medio de vínculos de san-
gre; pero también porque su educación, su tenor de vida y su propio ministerio los ponía en el mis-
mo plano de ideas, sentimientos y preocupaciones que el resto de sus compatriotas. Además, el
integrarse en el estamento eclesiástico tampoco era una opción desdeñable (para plebeyos o
miembros del tercer estado que aspiraban a ascender socialmente) porque sus miembros esta-
ban exentos de la jurisdicción ordinaria y gozaban de privilegios fiscales. Así pues, ingresar
en el estamento eclesiástico era para los pecheros (condición social que viene determinada por la
obligación de contribuir al pago de un impuesto personal) un medio de vida apetecible; también lo
sería para las familias nobles, ya que la iglesia ofrecía una salida digna a los “segundones” des-
provistos de medios propios, asegurándoles una posición económica y social; finalmente, el claus-
tro proporcionaba a las mujeres solteras y viudas cualquiera que fuera su pertenencia estamental,
una adecuada manera de vivir.
En España el número de eclesiásticos era muy elevado en la época moderna, pero esto no
quiere decir que los españoles estuviesen atendidos desde el punto de vista espiritual.
Podemos distinguir entre clero regular (el que sigue una regla ya sea en órdenes, mendi-
cantes o contemplativas) y Clero secular, también llamado diocesano (cuya organización jerár-
quica tiene como cabeza visible al Papa). Eran frecuentes las discrepancias y “luchas” entre regu-
lares y seculares, entre obispos y cabildos, y entre curas y beneficiados.
Una diferencia entre clero regular y secular era la forma de actuar: mientras el clero regu-
lar actuaba por persuasión, la jerarquía secular mostraba propensión a actuar por la vía coac-
tiva, utilizando recursos que le concedían las leyes, se vigilaba el cumplimiento pascual, la obliga-
ción de confesión en enfermos, y disponían de multas y penas temporales, así como del arma es-
piritual de la excomunión.
Divididos con frecuencia entre sí, los religiosos presentaban un bloque unido frente al exte-
rior. Cada orden formaba un grupo sólido y coherente. En el clero regular se distinguía entre mo-
nacales, mendicantes y clérigos regulares. La mayoría estaban situados en el campo, aunque la
atracción urbana era demasiado fuerte y poco a poco fueron también ocupando estos espacios.
A menudo el clero tiene lazos muy importantes con la nobleza, los hijos segundones de los
nobles ingresan en la Iglesia en calidad de obispos. En cuanto a su relación con la monarquía es
una relación doble, por una parte, en los siglos XVI y XVII la Iglesia justifica el poder de los reyes a
través de la religión (monarquía de origen divino) pero en el XVIII se va a producir un enfrenta -
miento porque algunos reyes querrán reducir el poder de la Iglesia.

A. Criterios de jerarquización
El clero carecía de representación y órganos corporativos unificados, lo que limitaba mu-
cho su influencia como tal estamento social. La representación en cortes, en las regiones en que
se había mantenido, era una representación limitada al alto clero (obispos, capítulo, abades y prio-
res).
Dentro del estamento eclesiástico la jerarquización podía estar dividida en alto, me-
diano y bajo clero, que se correspondía una determinada situación económico-social y un
grado de instrucción diferente. La integración en estos grupos, en general, era que el alto clero
se nutriera de elementos de la aristocracia, el clero mediano de la mediana y baja nobleza y de las
capas medias de la sociedad y el bajo clero de las clases populares.
En líneas generales,
1. el alto clero estaría formado por obispos y arzobispos, es decir, por las mayores digni-
dades de la jerarquía eclesiástica (prelados), y por los canónigos de los cabildos catedrali-
cios. Eran los componentes del alto clero los más directamente relacionados con la po-
lítica regalista del monarca. En el caso de la Monarquía Hispánica, los Reyes Católicos
ya obtuvieron en su tiempo el derecho de presentación ante el papa de sus propios candi-
datos además del patronazgo directo de algunas diócesis. La nobleza era un factor que
pesaba a la hora de obtener la mayor parte de prelaturas y dignidades por varios moti-
vos: por la estimación que se le concedía, por su nivel cultural más alto y por el favor que
gozaban en las cortes (algunas sedes estaban reservadas a los bastardos).
2. El clero medio, constaría de beneficiados, abades de monasterios, y elementos mejor
situados del clero parroquial urbano.

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3. Y el bajo clero, lógicamente, más numeroso, estaría integrado por simples capellanes,
párrocos rurales, estratos inferiores del clero secular urbano y frailes de las órdenes
más pobres. Pero a menudo algunos párrocos y beneficiados de este bajo clero tenían
mayores ingresos que racioneros y canónigos de ciertas diócesis más pobres, con lo que
la distinción entre alto y bajo clero, en estos casos era más bien honorífica que económica.
Las ascensiones en la jerarquía podían ser fulgurantes, debido al favor personal, o
lentas y trabajosas, débito al mérito. Lo habitual, en el caso de los prelados, era que se mantu-
vieran en una decorosa mediocridad en sus amplios y destartalados palacios, rodeados de su “fa-
milia” (conjunto de colaboradores y sirvientes). En el caso del alto clero se daba numerosos ca-
sos de conflictos y expolios, incluso antes de la muerte del prelado, ya que no podían legar sus
bienes que solían estar fuertemente codiciados por sus iguales, por el estamento nobiliario, e
incluso por la Corona.
Predominio del medio rural, la facilidad de paso de un sector a otro, ingresos en general
modestos, y, por tanto, escasa apetencia de las altas clases sociales por estas categorías. El nivel
de instrucción también era bajo.
En cuanto al clero regular las desigualdades también existían y diferenciaban órdenes
religiosas que disponían de elevadas rentas (dominicos, jerónimos, benitos y bernardos, con la
particularidad de que entre sus miembros se encontraban descendientes de la nobleza) de órde-
nes mendicantes menos prósperas (franciscanos, agustinos, carmelitas, trinitarios y merceda-
rios), que vivían con mayor pobreza. Aunque en el seno de ambos cleros, seculares y regulares,
prendió la relajación de costumbres y abusos al amparo de sus privilegios jurídicos.
En cuanto a las órdenes femeninas, muchas paralelas a las de hombres, a partir de Trento
fueron sometidas a clausura. Entre ellas al igual que sucedía con los hb, había grandes diferen-
cias, que reproducían su origen social. Las categorías superiores estaban reservados para quie-
nes aportaban DOTES sustanciosas. El resto era destinado a tareas subsidiarias y de servicio. Al-
gunas fundaciones eran fundadas para mujeres de la familia real o nobleza (Descalzas Reales de
Madrid)

En el ámbito protestante existía el claro, pero con particularidades según confesiones.


Habia diferencias, además, con el clero católico:
 Inexistencia de ordenes regulares
 Ausencia de monjas
 Menor riqueza territorial (la Reforma confiscó los bienes territoriales de monasterios, aba-
dias y conventos)
 Acceso al matrimonio
Eran tb un estamento dotado de privilegios, el alto clero formaban parte de las camaras le-
gislativas

B. Niveles socioeconómicos
En los países católicos la iglesia era propietaria de gran cantidad de tierras e inmue-
bles urbanos que constituían la base de un sólido poder económico y social. El patrimonio ecle-
siástico era resultado de un largo proceso de acumulación que hundía sus raíces en los siglos me-
dievales. Por una parte, diócesis y monasterios habían recibido de la Corona numerosos se-
ñoríos sobre los que ejercían la jurisdicción. La iglesia además había recibido legados y do-
naciones que habían servido para acrecentar su patrimonio, aunque la tendencia a donar tierras a
la iglesia disminuyó de forma sensible a fines de los tiempos medievales y comienzos de los mo-
dernos.
Se consideraban rentas eclesiásticas
o las de las órdenes militares (aunque ya no tenían de órdenes religiosas más que el nom-
bre), y
o las de los establecimientos benéficos y docentes bajo patronato eclesiástico,
o los bienes de las cofradías gremiales (con fines más bien sociales que religiosos), o los
de infinidad de cofradías rurales
o también los testaferros de parientes o amigos que pretendían eludir los impuestos.
o Entre las rentas eclesiásticas ocupaban el primer lugar las procedentes de sus extensas
propiedades rurales, y las rentas urbanas (ya que la participación de los eclesiásticos
en actividades industriales y comerciales era muy reducida). Los bienes abarcaban joyas,
objetos artísticos, y grandes edificios de costoso mantenimiento o fincas cedidas a baja
renta.

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o Un antiguo derecho la hacía acreedora a la percepción del diezmo, impuesto directo so-
bre la producción agropecuaria en función del cual los campesinos estaban obligados a en-
tregar a los administradores eclesiásticos la décima parte de sus cosechas y esquilmos ga-
naderos. Se trataba del producto bruto
o Se distinguía entre diezmos mayores (cereales, vino, aceite) y diezmos me-
nudos (frutas, legumbres, miel).
o Otros tipos de diezmos eran los de la barrilla en Cartagena, el de la pesca en
Galicia o el de las almadrabas en Almería
El diezmo no era el único impuesto eclesiástico que pesaba sobre la población
campesina pero sí el más importante. La recaudación de diezmos estaba organi-
zada a cargo de un tercero o cillero, encargado de recoger, guardar y repartir
los frutos decimales. El cargo lo ocupaban clérigos, sacristanes, maestros de es-
cuela, militares retirados o cualquier otra persona de confianza quien tenía obli-
gación de llevar un cuaderno detallado de todo lo que ingresaba en la cilla (alma-
cen). Ni que decir tiene que el pago de estos diezmos resultaba una contribución
soportable para los labradores acomodados pero muy dura para arrendatarios y
pequeños propietarios; y más gravoso aún en años de malas cosechas o en tie-
rras pobres
o otras fuentes de ingresos. Las memorias de misas, fundaciones y capellanías, dotadas
de sus correspondientes rentas, eran numerosísimas. La venta periódica de indulgencias y
limosnas proporcionaban también importantes ingresos

En cuanto a la distribución de rentas y bienes hay que decir que era pésima y desi-
gual. Sedes episcopales con elevadas rentas y obispados muy pobres (Galicia), frente a otros
opulentos (Cuenca y Córdoba). LA desigualdad también se manifestaba en los canonicatos y era
mayor en parroquias, ya que las había ricas, pero también las había en las que el párroco depen-
día de la caridad de los feligreses para no morir de hambre. Igualmente se daba el contraste entre
conventos ricos y pobres, incluso dentro de una misma orden.
Una consecuencia indirecta pero importante de esta mala distribución de ingresos
fue la limitación del número de eclesiásticos; dicho número era el máximo de los que podían
alimentarse dentro de cada categoría con sus propios bienes y rentas.
La considerable riqueza del estado eclesiástico suscitó numerosas críticas y a la vez, cons-
tantes esfuerzos de los reyes por apoderarse de parte de sus bienes. Por su parte los eclesiásti-
cos hacían ver su cuantiosa contribución a las necesidades sociales y estatales. En principio reco-
nocían que los bienes de la iglesia eran bienes de los pobres, salvo el debido al culto divino y al
mantenimiento de sus ministros. El estado no hizo nada práctico para limitar la creciente acumula-
ción de bienes eclesiásticos, pero sí desplegó una actividad notable para desviar hacia sus pro-
pios fines la mayor cantidad posible de ellos.
Los monasterios ricos por gastos excesivos y mala administración solían estar endeuda-
dos. Acudían a la piedad real a exponer sus cuitas y no eran pocos los que obtenían socorros, que
por el estado financiero del reino (en el caso español) tenían que ser insuficientes.
Los conventos de monjes se valían de diferentes medios para sobrevivir: peticiones de
socorro a la Corona y municipios, elevación de dotes y trabajo manual de religiosas en el caso de
conventos femeninos, a veces, para procurarse ingresos suplementarios admitían señores segla-
res en calidad de huéspedes o pupilas: doncellas colocadas por sus padres hasta el momento del
matrimonio, casadas en situación de secuestro judicial o de marido ausente, viudas etc.
C. Privilegios jurídicos:
El clero forma parte de la clase privilegiada, ya que son muchos los privilegios que conser-
va: leyes propias y derecho a administrarse justicia escapando a los tribunales reales; exen-
ción tributaria (no pagan ningún impuesto), de manera voluntaria entregan al rey una cantidad
simbólica al año; al ser letrados acaparan muchos cargos públicos; a través de donaciones de
los reyes, los nobles y el pueblo llano, han formado un enorme patrimonio que no paga impuestos
(manos muertas).
Estos privilegios, sobre todo exención fiscal y jurisdicción exenta, hacían del estamento un
grupo que disponía de una consideración jurídica especial, netamente diferenciada del resto de la
sociedad.
La inmunidad tributaria de la iglesia se oponía a las necesidades monetarias del Estado re-
nacentista que requería la aportación económica de los dos estamentos más ricos, y, para los
eclesiásticos como para los nobles, el problema que se planteó fue compaginar esta obligación

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con el mantenimiento de sus privilegios, ya que la ideología vigente consideraba el tributo perso-
nal como marca de villanía, y por ello, clero y nobleza contribuían, pero por medio de impuestos
indirectos, de donativos no siempre voluntarios y de otra serie de medidas que tenían por objeto
salvar la apariencia, el principio de inmunidad.

TEMA 4: EL TERCER ESTAMENTO O ESTADO LLANO

INDICE
1. La población urbana: burgueses, profesiones liberales, artesanos y trabajadores no cuali-
ficados
2. El campesinado y las diferentes condiciones de explotación de la tierra
3. Los sectores marginados: pobres, vagabundos y delincuentes
4. Las revueltas populares en el siglo XVI

RESUMEN DEL CONTENIDO (de la Central):


Frente a los estamentos privilegiados, el estado llano se configura como un abigarrado
conjunto de grupos sociales que tienen en común varias cosas:
1. Una limitada movilidad social, ya que resulta bastante difícil a los individuos y familias
incluidos en este estamento el acceder a la nobleza, aunque no así el integrarse en el
clero, lo que será un paso importante para el ascenso social de algunas familias, ya que
tener un pariente en la iglesia contribuía a su ennoblecimiento, sobre todo si lograba ob-
tener una canonjía o una prelacía; y
2. Su condición de contribuyentes al erario, ya que estaban sujetos al pago de impues-
tos directos, y además tenían la obligación de satisfacer el diezmo a la iglesia y rentas
señoriales en los lugares de señorío.
Campesinos, mercaderes, artesanos, burócratas, aprendices, criados y todo tipo
de trabajador por cuenta propia o ajena, estuviese o no cualificado, desempeñase o no una
profesión liberal, constituían el tercer estado o estado llano; también formaban parte de este
quienes nada poseían y quienes estaban al margen de la ley por causas diversas: pobres, va-
gabundos y delincuentes.
Esta diversidad de empleos y de oficios originaba contrastes de riqueza muy acentua-
dos entre los diferentes grupos que integraban el estamento.
En los núcleos urbanos destacaban los hombres de negocios, los comerciantes-
banqueros del Renacimiento, los asentistas de España o los financieros de Francia, que goza-
ban de un nivel de vida similar al de alta nobleza y de unos ingresos considerables; por debajo
de ellos se encontraban los mercaderes de lonja, al por mayor, y algunos maestros arte-
sanos, plateros, sobre todo; después venían los pequeños y medianos comerciantes, cuyo
nivel de ingresos se asemejaba mucho al de los maestros artesanos; el último eslabón lo inte-
graban oficiales, criados, aprendices, un variopinto grupo de trabajadores libres no especializa-
dos que se dedicaban a la carga y descarga de mercancías (“ganapanes”, “gagnedeniers”, “ber-
gantes” y “journeymen”) y una multitud de pobres que vivían de la caridad. Junto a ellos hay
que mencionar a los rentistas y a un abigarrado conjunto de profesiones relacionadas con
la administración local y estatal, así como con los tribunales de justicia y con la actividad
comercial: abogados, notarios, procuradores, agentes de comercio y otros muchos em-
pleos de características similares.
En las zonas rurales también se aprecian importantes desigualdades. Es verdad que los
campesinos constituían la mayoría de la población europea, pero su situación social y
económica variaba en función de diferentes factores: que fueran propietarios de tierras de
labor y de ganados, que fueran jornaleros o que dependieran de un señor jurisdiccional, del
régimen de tenencia de la tierra o de la duración de los contratos de arrendamiento y de aparce-
ría. En los países del Este de Europa el campesinado estaba sometido al régimen de servi-
dumbre, lo que implicaba la obligación de realizar determinados trabajos gratuitos en beneficio
del señor (corvées o robot). Así pues, encontramos campesinos acomodados que poseían tie-
rras en propiedad o con contratos favorables, así como animales de tiro y utensilios de labranza

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(“labradores honrados” en Castilla; yeomen en Inglaterra); campesinos medios independientes –


su número fue reduciéndose en el siglo XVII debido sobre todo a la evolución capitalista de la
agricultura-; labradores dependientes, que no disponían de tierras suficientes para hacer frente
al pago de diezmos, rentas e impuestos; y jornaleros o campesinos sin tierra.
Es importante tener en cuenta, además, que las diferencias de riqueza y de oportuni-
dades entre los estamentos, y en el seno de cada uno de ellos, podía generar toda suerte
de conflictos y de violencia. Estas manifestaciones, sin embargo, se acentuaban cuando se
producían malas cosechas por causas climáticas, lo que encarecía el precio de los cereales y
de los demás artículos de consumo básico, o cuando el Estado exigía nuevas contribuciones
fiscales a los súbditos: en ambos casos, la población se hacía escuchar a través de motines,
algunos surgidos de forma espontánea y otros alentados por grupos de poder descontentos con
la autoridad real o con sus agentes, sin olvidar la intervención en ocasiones de instigadores ex-
tranjeros financiados por sus soberanos con la finalidad de desestabilizar la quietud de los rei-
nos enemigos y de minar el poder de sus monarcas. En el siglo XVI los levantamientos más im-
portantes tuvieron lugar en el primer cuarto de la centuria, con el estallido de las guerras de los
campesinos en Alemania y con las comunidades y germanías en España.
En el campo, particularmente en las regiones fronterizas entre reinos –en el caso espa-
ñol, por ejemplo, entre Castilla y los reinos de Aragón y Valencia- se desarrollará con fuerza el
bandolerismo –en sus filas participarán tanto nobles como campesinos y desheredados- al
amparo de una red viaria de difícil trazado, por lo montuoso del terreno, y a duras penas defen-
dida por las instituciones del Estado, como la Santa Hermandad, creada por los Reyes Católi-
cos y que será decisiva para mantener el orden en la Castilla rural. En las regiones costeras,
contrabandistas y metedores desafiarán asimismo la autoridad civil cargando y descargando
en la noche todo tipo de mercancías sin abonar los derechos aduaneros.

1. POBLACIÓN URBANA: BURGUESES, PROFESIONES LIBERALES, ARTESANOS


Y TRABAJADORES NO CUALIFICADOS.

La ciudad formaba, dentro de la sociedad de Antiguo Régimen, un elemento minorita-


rio, pero cualitativamente muy importante por su dinamismo. En principio la ciudad simboli-
zaba la economía de base capitalista, en oposición a la estructura rural tradicional, heredada del
feudalismo. En la realidad, la situación era más compleja. Las ciudades del Antiguo Régimen es-
taban muy interrelacionadas con el campo, incluso con extensiones cultivables dentro de sus mu-
rallas. En la Edad Moderna la nobleza más importante residía en las ciudades, y la nobleza me-
dia tendía a participar en su gobierno. Los grupos dirigentes de las ciudades eran parte ren-
tistas y parte propietarios rurales. Los comerciantes obtenían una parte de sus beneficios del
arrendamiento de los derechos señoriales o bien de los diezmos.
La población urbana se hallaba jerarquizada en tres grupos sociales numéricamente dis-
pares. Existía una minoría de burgueses, una mayoría de artesanos y también un amplio núme-
ro de criados y de trabajadores no cualificados, por no hablar de los sectores marginados.
1. EL nombre de burgués tenía un sentido originario de habitante de un burgo o de una
ciudad. Más adelante tendió a designar a los grupos sociales que vivían del comercio o del ejerci-
cio de las profesiones liberales: médicos, abogados, enseñantes, funcionarios, grupos que co-
menzaron a tener un peso significativo en las ciudades italianas de la época del Renacimiento, y
también en Inglaterra y Países Bajos en torno a 1700, dos sociedades altamente urbanizadas (+
P. Bajos) y regidas por valores burgueses
Las ciudades solían estar gobernadas por familias de “ciudadanos” o “burgueses hon-
rados”, que vivía de rentas de la propiedad (oligarquía rentista) o del capital (préstamos de
distinta naturaleza: los censos). Esta burguesía superior constituía un grupo similar y vecino a la
nobleza, aunque distinto jurídico y formalmente. En los países mediterráneos se les distinguía
con el título de “ciudadanos honrados” o “burgueses honrados”.
En la Francia del XVII vivir “burguesamente” significaba vivir de rentas, no del comercio.
En la Holanda XVII el grueso de la burguesía, cuna del capitalismo, estaban gobernados por una
oligarquía de magistrados rentistas (Los Regentes). Las familias de los ciudadanos solían
proceder de antiguos comerciantes que de manera gradual fueron abandonando esa acti-
vidad para transformarse en propietarios de tierras, una actividad más prestigiosa, más
segura y rentable, Eran el patriciado urbano
El grueso de la burguesía estaba constituida por comerciantes. También aquí puede es-

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tablecerse una nueva jerarquización.


 El primer nivel de los hombres de negocios correspondía al comercio del dinero, a los
comerciantes-banqueros del Renacimiento, o a los financieros franceses de los si-
glos XVII y XVIII. (Ejemplos: los Médici en Florencia, los financieros genoveses, ciudades
del sur de Alemania o puertos de la Hansa).
 Comerciantes al por mayor, y todo tipo e negocios Los hombres que se dedicaron al co-
mercio tuvieron una denominación que osciló, primero desde mercaderes, negociantes o
comerciantes.
La burguesía del Antiguo Régimen era básicamente mercantil. Sólo en la segunda mi-
tad del XVIII comenzó a desarrollarse en algunos países una burguesía industrial o manufacture-
ra. La burguesía mercantil tradicional prefería, en todo caso, las distintas inversiones financieras,
que eran más acordes con el modelo nobiliario y rentista.
La mentalidad nobiliaria tendía a ver al comerciante, no únicamente como un tipo distinto
e inferior en la jerarquía social, sino también contrapuesto (un noble perdía su condición si se de-
dicaba al comercio). Pero lo cierto es que los nobles comerciaban los productos agrícolas de sus
dominios, y en los grandes puertos, la relación entre comerciantes y nobles era bastante fluida.
Hubo muchos casos de ascenso a la nobleza por parte de comerciantes, pero casi siempre
por la vía intermedia de la compra de señoríos, del ejercicio de cargos de hacienda, o de
las relaciones con la administración real.

También eran importantes, por su proyección social y cultural, los graduados universita-
rios que vivían del ejercicio de su profesión: medicina y leyes. Son el grupo denominado profe-
siones liberales. Era la burguesía de oficios Tanto los unos como los otros trataban de aproxi-
marse a una condición privilegiada y consideraban que su trabajo era “honorario”, expresión que
ha llegado hasta nuestros días. Los médicos solían depender más de su propio esfuerzo, mien-
tras que los letrados podían encontrar salida en las plazas de los numerosos tribunales de la ad-
ministración civil y eclesiástica. La burocracia también ofrecía colocación a personas que no tu-
vieran graduación nobiliaria: eran los “oficios de pluma” propios de secretarios y escribientes. En
general se consideraba que las profesiones liberales no eran incompatibles con el ennoblecimien-
to, mientras que sí lo era el ejercicio del comercio.
El único ideal social de la burguesía era integrarse en la nobleza, su paradigma. Por
haberse apartado del estado llano de donde emergieron, imitar el estilo de vida de la nobleza, in-
tegrarse en ella y abandonar sus negocios tratando d vivir de la tierra como la nobleza se les ha
considerado “traidores de la burguesía” En realidad, la naciente burguesía no había desarrollado
aún una CONCIENCIA de GRUPO. Por eso habría que hablar de burgueses, pues eran elemen-
tos aislados, más que integrantes de un conjunto carente aún de muchas de muchas de las ca-
racterísticas que les permitía definirlo como tal

2. La mayor parte de la población urbana estaba integrada por los artesanos o menestra-
les, normalmente organizados en corporaciones que recibían diversos nombres según países y/o
sus regiones. El el más común en castellano es el de gremio. Una parte de estas denominacio-
nes respondía a los orígenes religiosos de las corporaciones o a sus funciones de culto o asisten-
ciales: “cofradías”, “misterios”, “abadía” o “hermandades”.
Los gremios reglamentaban la formación profesional, por medio del sistema de apren-
dizaje y organizaban las condiciones de trabajo, fabricación y venta de los productos; tb
reglamentaban la producción en sus aspectos técnicos, y la organización social del traba-
jo. Tenían también funciones religiosas y de asistencia social.
Los gremios eran la forma de manifestación social de los artesanos. En algunas ciudades
tenían cierta participación en el gobierno municipal, y en cualquier caso se les atribuían funciones
de recaudación de impuestos, reclutamiento militar, etc. A lo largo del siglo XVI aumentó el nú-
mero de gremios y de artesanos en general. En las grandes ciudades se produjo un incremen-
to del número de gremios por medio de una especialización. En las ciudades medias, donde el
número de artesanos era más reducido, las distintas especialidades se encontraban reunidas en
“cofradías de diversos oficios”, bajo la advocación de un santo patrón común. En Inglaterra, los
historiadores llaman gremios “amalgamados” a estas corporaciones de diversos oficios.
Los gremios también constituían una sociedad jerarquizada en torno a los maestros,
aunque formalmente igualitaria entre éstos. A partir del siglo XV, el acceso a examen de maes-
tría se había convertido en una forma de discriminación económica y un mecanismo de se-
lección social, puesto que los gastos que se debían satisfacer eran elevados Los gremios eran

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unas asociaciones cerradas y poco flexibles: eran privilegiados los hijos y yernos de maestros.
había discriminaciones de distinto tipo que restringían el ingreso a los mismo (no se admitía a los
hijos ilegítimos y había discriminaciones de tipo religioso o étnico).
Por debajo de los maestros, los oficiales y los aprendices constituían un proletariado jo-
ven y mal pagado, muchos de ellos nunca conseguían aprobar el examen de maestría y queda-
ban siempre en una condición intermedia. Los oficiales excluidos como maestros solían organi-
zarse en “cofradías de mancebos”, a pesar de la hostilidad de los maestros (“compagnonnages”).
Los gremios habían protagonizado buena parte de las luchas sociales en las ciudades eu-
ropeas durante los siglos XOV y XV. Pero durante la Edad Moderna se encontraron contralados
por las autoridades municipales o estatales. Los artesanos formaban un grupo subordinado eco-
nómicamente a la burguesía, pero era distinto del de proletariado industrial de épocas posteriores
por su mayor independencia formal y un estilo de vida que se orgullecía de las tradiciones corpo-
rativas
Los gremios estaban muy relacionados con los gobiernos municipales. En el mejor caso
participaban en ellos (Londres y París). En general los artesanos participaban en los gobiernos
municipales por detrás de ciudadanos y comerciantes. Pero la evolución no era siempre lineal, en
muchas ciudades alemanas los gremios habían ganado posiciones en los gobiernos municipales
durante los siglos XIV y XV, pero en cambio, durante el XVI se produjo una disminución del papel
de los artesanos y una aristocratización de los consejos. Los artesanos, e incluso los comercian-
tes, fueron marginados de los consejos de muchas de las ciudades italianas.

3. Los miembros de los gremios eran trabajadores especializados, pero en las ciudades
existía una amplia masa de trabajadores no cualificados que trabajaban normalmente por un
sueldo diario en trabajos eventuales, sobre todo en tareas que requerían fuerza física, como las
de carga y descarga de mercancías. Se les denominaba un poco despectivamente “ganapanes”,
“peones”, “bergantes”, “journeymen”, y estaban menos considerados que los mancebos agre-
miados. El número de trabajadores libres aumentó con la crisis del siglo XVII.
También en las ciudades del Antiguo Régimen vivía un abundante servicio doméstico.
Esta situación no se daba sólo en las grandes mansiones nobiliarias, que disponían de un núme-
ro excesivo y ostentoso de criados, sino en los domicilios de la pequeña y mediana burguesía
(solían contar con uno o dos sirvientes). Muchas veces los aprendices de los maestros artesanos
solían desempeñar funciones domésticas bajo la dirección de la mujer del maestro.

2. EL CAMPESINADO Y LAS DIFERENTES CONDICIONES DE EXPLOTACIÓN DE


LA TIERRA.

Los campesinos formaban la inmensa mayoría de la población europea (80%), pero


bajo este nombre se daban condiciones económicas y sociales muy diferentes. Que derivaba
de diferentes factores por dependencia
 de un señor jurisdiccional
 de las condiciones de tenencia de la tierra,
 tipos de contratos (a largo plazo, casi vitalicios, o a corto plazo)
 posesión de capitales agrícolas
 sólo era asalariado
De ordinario, la mayor parte de los campesinos debían a los señores o propietarios una
parte de la cosecha. A Este tributo en especie se sumaba al diezmo. (Incluso en los países
protestantes se seguía pagando el diezmo a las iglesias reformadas o a la nobleza que se había
apoderado de sus bienes).
En la Europa, al este. del Elba el campesino estaba sometido a una “Segunda Servi-
dumbre”, que en sus rasgos básicos implica tres aspectos:
4. Enorme extensión de las reservas señoriales o tierras que el señor se reserva para
explotarlas directamente.
5. Recurso a la corvea: como contrapartida a las parcelas familiares que el señor les
otorga, los campesinos están obligados a trabajar, normalmente gratis, o en ocasiones
a precios tasados por el señor, una serie de días a la semana cuyo número va aumen-
tando.
6. Sometimiento del campesino a la tierra, impidiendo su posibilidad de emigración;
control de los matrimonios, y las limitaciones al aprendizaje de oficios. buscando que
se realicen dentro del señorío y a edades tempranas para que la mano de obra au-

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mente; limitación en el aprendizaje de oficios.


La naturaleza de los contratos agrarios configuraba distintos tipos de campesinos.
1. Campesinos ricos, enfiteutas o grandes arrendatarios (5%). Sí el campesino no era
propietario libre o alodial (en Inglaterra free-holder). Los mejores contratos eran los de lar-
ga duración, perpetuos y hereditarios, según el modelo romano de la enfiteusis. Solían
consistir en cesiones de tierras no cultivadas, que el campesino ponía en explota-
ción, mediante el pago de cantidades moderadas, el censo enfitéutico, cantidad sim-
bólica en reconocimiento del dominio eminente del señor que no tenía relación directa con
la extensión de la tierra o la cuantía de la producción. El campesino gozaba del usu-
fructo de la propiedad o “dominio útil”. Solían ser intermediarios del señor, poseían
ganado y empleaban mano de obra asalariada
2. Campesinos medios (25%), independientes, pero no poderosos. Grupo compacto que
disminuyó en el XVII, debido a un proceso de polarización social (cambio) y por la evolu-
ción capitalista en la agricultura
3. contrato era el de arrendamiento (60/70%), Solía estipularse por períodos cortos, lo
que permitía a señores y propietarios adecuar las rentas a la evolución de los precios. El
arrendamiento solo podía favorecer a los campesinos con suficiente capital de ex-
plotación, que alquilaban grandes propiedades para una producción orientada al
mercado.
4. contrato de aparcería. Este contrato estaba muy extendido por los países mediterráneos
e Italia. Era un contrato propio de campesinos pobres, carentes de capital. En este con-
trato el propietario aportaba el capital y se llevaba una parte importante de la pro-
ducción, muchas veces la mitad
5. Jornaleros sin tierras (casados y con domicilio propio)
6. Mozos de labranza (eran servidores rurales; vivían en casa del señor)

En la sociedad rural era muy importante la existencia de bienes y de usos de carácter


comunitario. Los usos de montes y prados, permitían la obtención de madera y manutención
del ganado de los campesinos pobres. Los derechos comunales permitían también pastar en tie-
rras de propiedad privada después de la siega, es la llamada “derrota de mieses” (derecho a
espigueo o ramoneo de pámpanos, que permitía la alimentación de ganado a los campesinos po-
bres). Para poder ejercer este derecho era esencial que los campos permanecieran abiertos y
que los campesinos observaran un ritmo uniforme de trabajo. Por tanto, la producción agraria
estaba regulada por la comunidad rural.
La parroquia era el centro de articulación de la comunidad. Después de la misa del
domingo se tomaban las decisiones sobre el trabajo agrario. No había disociación entre vida la-
boral y festiva.
A lo largo de la Edad Moderna las tierras colectivas estuvieron sometidas a un fuer-
te retroceso de los derechos colectivos en beneficio del uso particular de campesinos ricos,
de los señores que se consideraban propietarios de montes y prados, o de burgueses de las ciu-
dades que se habían convertido en propietarios rurales. Incluso las marismas, de aprovecha-
miento colectivo, también se vieron sometidas a un proceso de bonificación para convertirlas en
tierras de propiedad particular. La defensa de los derechos colectivos de ellas fue una fuente de
conflictividad (se terminaba con los tradicionales derechos comunitarios de pesca)

Durante buena parte de la E. Moderna el campesinado no se beneficiaba de ninguna


acción estatal concreta a cambio de impuestos. Al contrario, el reclutamiento, el alojamiento
de soldados era una dura carga para el campesino.
Normalmente el campesino pagaba más impuestos que el habitante de la ciudad, y
en cambio se encontraba más desprotegido en situaciones de pobreza. No era extraño que vivie-
ra en una permanente situación de deudas, que se agudizaban en caso de varias cosechas des-
favorables. El endeudamiento era una de las vías más importante en el proceso de expropiación
del campesinado pobre

Existían entre los campesinos diversos niveles sociales, aunque el mundo rural estaba
menos jerarquizado formalmente que el urbano. Las diferencias se establecían según la posibili-
dad de disponer de los medios de producción, en especial de los animales de tiro y de los utensi-
lios de labranza. También influían los sistemas de herencia y la naturaleza de la producción. Los
agricultores especializados (viticultores) solían estar en mejor condición que los limitados a una

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producción de subsistencias.
Muchas veces las instalaciones básicas para la elaboración de los productos agra-
rios estaban en poder de los señores en forma de monopolio, como era el molino, el horno,
la prensa, el lagar, la almazara , ...
1. El nivel superior de la sociedad campesina estaba ocupado por una pequeña minoría
(un 5%) de campesinos ricos, enfiteutas o grandes arrendatarios, llamados, “labradores
honrados” o “villanos ricos”. En Inglaterra se les conocía con el nombre de yeomen.
Estos campesinos disponían, en propiedad o con contratos favorables, de propiedades
extensas, para cuyo cultivo empleaban a campesinos pobres o jornaleros. Pertenecían
también a esta categoría los grandes arrendatarios del norte de Francia.
2. El segundo grupo estaba integrado por los campesinos medios, independientes, pero
no poderosos. Representaban hasta un 25% del total. Este grupo disminuyó durante el
XVII, por la polarización social y por la evolución capitalista de los agricultores.
3. La mayoría de la población rural europea, hasta un 60 o 70 %, estaba constituida por
campesinos dependientes, con tierras insuficientes. A menudo tenían que realizar traba-
jos estacionales para sus vecinos más acomodados. Vivían a merced de las carestías y
las malas cosechas, que no les permitían hacer frente al pago de rentas e impuestos. So-
lían emplearse al servicio de los campesinos poderosos para el trabajo estacional. Este
grupo aumentó como consecuencia de la crisis económica del siglo XVII.
4. En cuanto al grupo de jornaleros o campesinos sin tierra, solían ser casados y tener
domicilio propio; no eran abundantes en el conjunto europeo y si en el sur de España e
Italia.
5. mozo de labranza eran jóvenes solteros que se consideraban temporalmente parte de la
familia de su patrón (como los aprendices de los gremios o los criados de las ciudades).
Estos servidores rurales eran más definitorios de la sociedad rural que los meros jornale-
ros.

3. LOS SECTORES MARGINADOS: POBRES, VAGABUNDOS Y DELINCUENTES

Los historiadores que han realizado explicaciones de conjunto sobre la estructura de la


sociedad de la Europa moderna consideran que la pobreza constituía un elemento esencial de
la misma En líneas generales Las clases trabajadoras, urbanas y rurales, vivían en el um-
bral de la pobreza, al azar de una coyuntura económica negativa. Una mala cosecha, una si-
tuación económica negativa, podían situar a una familia trabajadora rural o urbana, de campesinos
o pequeños artesanos, sin sus medios de subsistencia habituales. El incremento de pobres coinci-
día con dificultades económicas conocidas, ya fueran de carácter transitorio, o por deterioro pro-
gresivo con el aumento del precio de los productos alimenticios. Las protestas se hacían por el
alza de precios y no por los bajos salarios. Las mayores proporciones de pobreza estaban
entre viudas, ancianos, enfermos. En sentido amplio se puede estimar que la mitad de la
población europea vivía en situación de pobreza.
El nº de pobres aumento en el XVI (2ª mitad de siglo se dio un deterioro progresivo). La cri-
sis del siglo XVII hizo aumentar el número de pobres, y en la segunda mitad del XVIII el crecimien-
to de la población incrementó el número de los desvalidos. Los inmigrantes rurales constituían
el grueso de trabajadores no cualificados y de pobres Constituían el problema social más
grave de la sociedad del Antiguo Régimen. Vivían pendientes del precio de los alimentos, mani-
festaban sus quejas como consumidor.
Tan gral como la pobreza era la multiplicidad de instituciones de carácter religioso que te-
nían por finalidad solventarla o aliviarla. El enorme esfuerzo de caridad social era casi tan ge-
neral como el fenómeno de la pobreza, aunque nunca logró solventar el problema.
La visión tradicional sobre caridad (cristiana) fue sustituida a partir del primer tercio
de siglo por una idea secularizada, basada en la primacía del trabajo, se produjo un cambio
importante en las actitudes oficiales hacia el pauperismo. Se pretendía que la acción de los muni-
cipios sustituyera la asistencia social de carácter religioso. Las ciudades de Alemania y Países
Bajos establecieron una nueva práctica para la política de pobres y se comenzaron a crear or-
ganismos de asistencia social, unas “oficinas de pobres”, en las que se daba asistencia a los
necesitados. Esta nueva realidad asistencial fue expuesta, entre otros, por Juan Luis Vives, hu-
manista valenciano residente en los Países Bajos, en su obra latina de 1523 titulada De subven-
tione pauperum.

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En los años siguientes continuó la polémica entre los partidarios de la caridad tradicional y
los que defendían la nueva “policía de pobres” (policía en el sentido de ordenamiento). Esta pro-
ponía ejercer y reglamentar la asistencia social por medio de instituciones municipales más
que religiosas e impulsar el trabajo de los necesitados de forma más o menos forzosa. El
sistema se extendió por Francia (instituciones como la de San Vicente de Paúl del siglo
XVII), Italia (creación de montes de piedad a fines del siglo XVI)), y también España (Casas de
Misericordia). En muchos municipios había “pósitos” y “arcas” que concedían préstamos de ce-
reales y simientes a campesinos en escasez. Tb la dotación de dotes
La política del Antiguo Régimen en relación con la pobreza se basaba en la idea funda-
mental de la existencia de “pobres verdaderos” y pobres “fingidos”. Los primeros merecían
amparo, los segundos “reducción” (control y trabajo obligatorio). Las leyes de pobres sustituían
la limosna individual por un impuesto generalizado que se cobraba a través de las parro-
quias. Los pobres integrados en sus respectivas comunidades eran los dignos de ayuda,
pero mendigos y vagabundos serían perseguidos y tratados como vagabundos. Pero fue
general el encierro de pobres en grandes hospitales, casas de misericordia, albergues o ca-
sas de trabajo en las que vivían en un régimen de dura disciplina social.
La mayoría de los vagabundos eran campesinos que huían del hambre o que habían perdi-
do sus tierras. Los pobres desconocidos afluían a las ciudades, donde se encontraban las preca-
rias instituciones de asistencia social. La prevención de las autoridades hacia los vagabundos no
estaba desprovista de fundamento. Era difícil diferenciar a los “miserables” de los “truhanes”, es
decir, de los delincuentes. Las fronteras entre pobres, vagabundos y bandoleros eran difu-
sas. Los campesinos vagabundos se unían con otras condiciones sociales desarraigadas: solda-
dos licenciados, desertores, peregrinos, se miraba con sospecha a los vendedores ambulantes
que rozaban el vagabundeo. Todos ellos constituían grupos potencialmente peligrosos, entre
los que se asimilaban los gitanos, que sufrían persecuciones en todas partes.
La legislación legal que se aplicaba contra delincuentes y vagabundos solía ser
dura, con frecuencia arbitraria, socialmente selectiva. Castigaba a quien no estaba integrado
en un grupo que le protegiera y a los extraños a la comunidad. Las condenas no consistían por lo
general en penas de prisión, sino en multas, azotes, mutilaciones, o bien en trabajos forzados
si convenía a los poderes públicos (la condena a galeras).
La delincuencia organizada en el campo adoptaba la forma de bandolerismo. En
principio el bandido era la persona expulsada de su comunidad y proscrito por medio de un
bando. Este fenómeno no involucraba sólo a la lucha de pobres contra ricos, sino que hubo
zonas donde la nobleza se hizo bandolera (En ocasiones se mezclaban elementos religiosos y
políticos, los bandoleros balcánicos llamados “haiduks”, que se han convertido en personajes
de folclore eslavo y en héroes legendarios de la lucha contra los turcos). El bandolerismo respon-
día a la miseria, pero también a los hábitos de violencia que impregnaban toda la vida social. Aun-
que el bandolerismo era general en toda la Europa moderna, a fines del siglo XVI revistió
especial importancia en los países mediterráneos.
En el campo, particularmente en las regiones fronterizas entre reinos – en el caso espa-
ñol, por ejemplo, entre Castilla y los reinos de Aragón y Valencia- se desarrollará con fuerza
el bandolerismo y en sus filas participarán tanto nobles como campesinos y desheredados,
al amparo de una red viaria de difícil trazado, por lo montuoso del terreno, y a duras penas defen-
dida por las instituciones del Estado, como la Santa Hermandad, creada por los Reyes Católicos y
que será decisiva para mantener el orden en la Castilla rural. En las regiones costeras, contra-
bandistas y metedores desafiarán asimismo la autoridad civil cargando y descargando en
la noche todo tipo de mercancías sin abonar los derechos aduaneros.

4. LAS REVUELTAS POPULARES EN EL SIGLO XVI

La sociedad del Antiguo Régimen producía elevadas cotas de violencia, y las clases privile-
giadas eran las primeras en no dar ejemplo de obediencia y subordinación a las autoridades.
Las rebeliones más sencillas eran los tumultos de subsistencia, motines de hambre
o de carestía (food-riots). Las masas populares no reclamaban salarios altos sino precios
asequibles con los productos de primera necesidad. La multitud creía en unos “precios justos”,
de una “economía moral”. En este caso, como en otros, la actitud violenta del pueblo obede-
cía a la idea de que las autoridades habían hecho dejación de sus obligaciones en defensa
de la moral tradicional. Las revindicaciones de un motín de subsistencias eran la declaración de
existecias, la prohibición de exportar granos y la tasa popular de pvp. Los enemigos del pueblo en

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estos casos eran los comerciantes especuladores, los molineros y en último término las autorida-
des.
Los levantamientos campesinos, muy frecuentes a lo largo de toda la Edad Moderna,
cambiaron sus motivaciones. Hasta la primera mitad del siglo XVI se produjeron grandes movi-
mientos que culminaron en la gran Guerra de los Campesinos de Alemania (1525), un movi-
miento popular en sentido amplio, en defensa del “hombre común” más que estrictamente campe-
sino.
Durante el el primer tercio del XVI las rebeliones campesinas se veían configuradas
por elementos religiosos, muchas veces de carácter profético: el fin del mundo, la 2ª venida
de Cristo. Los grupos religiosos más extremistas negaban las jerarquías sociales y pretendían
crear sociedades perfectas sin propiedad privada, de una sociedad sin señores ni privilegiados.
Además de las revueltas violentas existía una acción sorda de los campesinos en
contra de los diezmos y de los derechos señoriales, llegando a iniciar las comunidades cam-
pesinas procesos contra determinados derechos señoriales ante los tribunales reales.
Después de la reforma protestante muchos movimientos campesinos se mezclaron con rei-
vindicaciones religiosas. En Inglaterra hubo movimientos, tanto de sentido católico como protes-
tante, en defensa de los derechos y costumbres locales, y contra el cierre de campos. En
Francia, los campesinos protestantes se negaban a pagar el diezmo para sostener el clero
católico. El último decenio del siglo XVI fue especialmente conflictivo a nivel europeo.
En el siglo XVII, la conflictividad anti señorial pasó a segundo plano. Los movimien-
tos campesinos se manifestaron contra
1. contra los impuestos estatales y el alojamiento militar (ejemplo el movimiento de los
segadores de Cataluña en 1640, sublevación dirigida contra la obligación de alojar tropas).
2. Este movimiento fue contemporáneo de las grandes revueltas francesas orientadas
contra el incremento de impuestos para financiar las guerras (croquants y Nu-pieds)
3. Tuvieron especial significado los movimientos contra los impuestos sobre la sal, llama-
dos a veces “guerras de la sal”, cuyo escenario fueron las regiones atlánticas de Francia,
Piamonte y Rosellón.
4. La existencia de impuestos sobre productos de primera necesidad dio lugar a la exis-
tencia del contrabando, actividad que contaba con un amplio apoyo popular.
La ideología de los insurgentes respetaba siempre la figura del rey y se orientaba
contra el mal gobierno y los impuestos, descalificados como injustos e ilegales. La gabela, que
en sentido estricto era el impuesto sobre la sal, se convirtió en sinónimo de impuesto arbitrario y
destructivo. La hostilidad popular se canalizaba contra el recaudador de impuestos.
Las revueltas se basaban en la idea de un derecho consuetudinario, de los viejos bue-
nos tiempos en los cuales el impuesto era tolerable y el pueblo vivía feliz, en el derecho a impo-
ner la justicia natural o popular por medios violentos, mancomunados y anónimos. La ma-
yor parte de los movimientos de revuelta social de la Edad Moderna terminaron con la derrota y la
represión. Casi todas las guerras campesinas de la Edad Moderna terminaron con la victoria
militar de la nobleza y los reyes sobre las bandas campesinas organizadas. Pero es posible
que la derrota de los sectores más radicales fuera seguida por algún tipo de reforma de los
abusos más flagrantes
Todos los observadores de la época coinciden en subrayar la precariedad de la existencia
campesina marcada por el duro esfuerzo físico y un trabajo realizado con útiles rudimentarios
En las ciudades fueron frecuentes las luchas por la participación en el gobierno muni-
cipal. En el siglo XV se produjeron las tradicionales luchas de los plebeyos contra los supuestos
patricios.
a) En Alemania los historiadores hablan incluso de una “revolución gremial”, que fortaleció
el poder de los artesanos en los consejos municipales.
b) España conoció dos rebeliones importantes, de origen urbano y orientación anti-nobiliaria:
las “Comunidades” de Castilla, y la Germanía de Valencia y Mallorca, considerada un
movimiento de menestrales o artesanos, indican en su misma denominación el sentido de
fraternidad y de igualdad, la orientación anti-privilegiada de aquellos movimientos urbanos.

El momento clave para el triunfo de una revuelta urbana era aquel en que la milicia
burguesa se negaba a actuar contra los insurgentes. En general el orden social se mantenía
con muy pocas tropas de policía interior. Era la aceptación de la jerarquía social establecida y los
propios medios de que disponían los privilegiados los que aseguraban la disciplina social. Aque-

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llas posibles revoluciones fracasaron y en Europa central se produjo una consolidación de


las oligarquías urbanas. La Edad Moderna resultó menos revolucionaria, por lo que a movi-
mientos populares se refiere, que los últimos siglos de la Edad Media.
Sin embargo, continuaron las tensiones sociales:
 En las ciudades alemanas del XVII fueron continuos los movimientos de los ciudadanos
contra la oligarquía del consejo municipal, aunque la conflictividad se orientó hacia las vías
legales y abandonó los cauces violentos.
 En el XVIII hubo una creciente conflictividad laboral, a medida que se producía la
concentración de mano de obra en fábricas o factorías. Se formaban asociaciones
obreras que las autoridades intentaban desacreditar como “combinaciones” en Inglate-
rra, o como “cábalas” en Francia. Las primitivas asociaciones obreras no descartaban la
utilización de la violencia ni la destrucción de máquinas, sobre todo si estas eran las cau-
santes del desempleo. En el ambiente políticamente más libre de Inglaterra se apelaba a
los desfiles y al derecho de petición.
En cuanto a quienes eran los jefes de las rebeliones, las narraciones procedentes de las
clases privilegiadas solían presentarlos como la hez del pueblo, como individuos marginales. Sin
embargo, las investigaciones han demostrado que podían ser artesanos y campesinas acomo-
dados, o incluso pertenecer a la pequeña nobleza. Las élites locales tenían un papel impor-
tante en las revueltas dirigidas contra el exterior. El bajo clero, los curas aldeanos, acos-
tumbraban a ser dirigentes naturales de muchos movimientos campesinos. En las ciudades
los frailes podían ser predicadores subversivos. Los gremios podían constituir una fuerza
importante allí donde formaban la base de la milicia urbana. Los maestros artesanos fueron
los principales encartados en las revueltas urbanas del XVIII en Inglaterra. No era raro que los
caudillos populares adoptaran personalidades ocultas, como el Encubierto de Játiva durante la
Germanía. Los sublevados adoptaban símbolos religiosos, sobre todo la Cruz, o las llagas de Cris-
to, o a veces apelaban a reyes escondidos, el mito del rey oculto o del héroe que vuelve para res-
catar al pueblo de la esclavitud.

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