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La teoría mediacional de Osgood plantea una variante a la ecuación conductual más clásica,

que solo contemplaba estímulos y respuestas para entender cómo un individuo reaccionaba
ante las demandas del ambiente.

*Esta teoría se sustenta sobre el hecho de que las palabras, y el procesamiento cognitivo que
de ellas se puede sugerir, actúan como el eje mediacional entre la presentación de cualquier
estímulo y la respuesta asociada a él.

Seguidamente plantearemos los tres niveles que incluyen en el postulado de Osgood

*Nivel de proyección:

se refiere al ámbito de las sensaciones inmediatas, tal y como se dan en el momento en que
son percibidas por los órganos de los sentidos. Incluye tanto las que pertenecen al dominio
visual como al resto de las modalidades sensoriales, y traza el modo en el que todo ser
humano se sumerge en el ambiente físico que le rodea,Así pues, el nivel proyectivo aúna los
estímulos y las respuestas potenciales, sin usar filtros de ninguna otra naturaleza.

Seguidamente planteamos los tres niveles que se incluyen en el postulado de Osgood, en los
que se detalla la progresiva transformación de las sensaciones (dependientes de los órganos
de los sentidos) a percepciones y significados, que implican elaboraciones de nivel superior y
que fundamentan la selección de un abanico de conductas con las que se mediará sobre el
ambiente natural.

1. Nivel de proyección

El nivel de proyección se refiere al ámbito de las sensaciones inmediatas, tal y como se dan en
el momento en que son percibidas por los órganos de los sentidos. Incluye tanto las que
pertenecen al dominio visual como al resto de las modalidades sensoriales, y traza el modo en
el que todo ser humano se sumerge en el ambiente físico que le rodea. Particularmente, se
trata de un universo amplio de sensaciones que se despliegan durante la experiencia, en una
composición de matices apresables por los límites sensitivos y orgánicos.

Este proceso inicial obedece a una percepción de los hechos tal y como son (iconos), sin que
medie la interpretación de los mismos ni la aportación de la individualidad de quien participa
en esta situación.

En el otro extremo de la ecuación, el nivel de proyección incluye todas las posibles conductas
(movimientos) que el sujeto agente puede utilizar para interactuar con aquello que le
envuelve. Así pues, el nivel proyectivo aúna los estímulos y las respuestas potenciales, sin usar
filtros de ninguna otra naturaleza.

2. Nivel de integración

En este segundo nivel suceden dos procesos secuenciales, independientes en su definición


pero conectados funcionalmente. En primer lugar, los estímulos de la fase precedente se
aúnan en una rica experiencia subjetiva que los integra según la forma en que tienden a
presentarse. En todo caso, son parte del lienzo de una vivencia compleja y que difícilmente
puede reducirse a la suma de todas sus partes.

El modo en el que todos ellos se ensamblan depende de experiencias pasadas, las cuales
constituyen el segundo punto de este proceso. A través de nuestra interacción con el mundo
aprendemos que ciertos fenómenos tienden a presentarse juntos (por contingencia temporal y
espacial) y además, que su confluencia los dota de un nuevo significado.

Este proceso es equivalente a la percepción, mediante la que se reelabora la sensación y se


generan ciertas expectativas conductuales. No es, pues, una recepción pasiva de la matriz
estimular, sino que la persona la dota de valor o sentido.

3. Nivel de mediación

En este nivel surgiría un significado semántico para apresar la experiencia, que se traduciría en
términos verbales (palabras) que distan en cuanto a estructura del objeto al que aluden, pero
que suponen un símbolo en cuya esencia reside la convergencia de todos los elementos que lo
conforman. Este símbolo haría el rol de estímulo detonante, pero no puramente físico, sino de
uno con carga subjetiva muy notable (emocional, por ejemplo) de tipo abstracto.

Y es que la vida nos permite comprender que determinados sucesos tienen sentido cuando se
presentan juntos, y que no reaccionamos a cada uno de ellos por separado, sino a lo que
conforma su unicidad semántica. Esta puede estar representada por una única palabra cuya
apariencia es resultado del consenso social. A partir de ella, y del valor que se le otorga, se
desplegarán respuestas en forma de patrones conductuales complejos y emociones de corte
personal.

Del mismo modo que el estímulo es la unión de iconos del campo perceptivo en una unidad
significante, la respuesta implica un patrón de movimientos (entendidos como la forma más
elemental de acción) que se seleccionan de todo el abanico de posibilidades, según el modo en
el que la persona valora la unidad semántica. Por este motivo, cada una de ellas responde de
una forma distinta ante la misma situación.

La capacidad representacional

Llegados a este punto, es esencial considerar que las palabras representan simbólicamente las
cosas que se dan en la realidad y suscitan respuestas equiparables a aquello que están
representando, siendo este el punto clave del procesamiento mediacional. El citado proceso
implica una elaboración cognitiva que va más allá de la sensación o de la percepción, pues se
inmiscuye en el ámbito de los significados que el hecho puede tener para cada cual.
Así, las sensaciones que acompañan a cada palabra (iconos) dependen de las experiencias que
se hayan mantenido con aquello que esta representa (no es lo mismo una tormenta para
alguien que jamás vivió de cerca ninguna que para quien perdió su hogar como resultado de
un temporal), por lo que precipitaría en cada individuo un patrón de conductas/emociones
diferente cuando se presentara a la conciencia (como resultado de la percepción de indicios
sugerentes de la misma en el ambiente).

Lo cierto es que palabras como “tormenta” podrían asociarse a un variadísimo abanico de


respuestas, pero el individuo desplegará solo las que sean congruentes con el valor que las
mismas tienen para él.

Así, para quienes nunca hayan vivido sus dramáticos efectos bastará con volver a casa
andando, pero para quienes los hayan sufrido será inevitable hacer el mismo trayecto
corriendo como si su vida dependiera de ello o buscar un lugar en el que salvaguardarse
inmediatamente.

El diferencial semántico

El diferencial semántico es un procedimiento de evaluación con el que explorar el modo en


que una persona percibe una palabra concreta (y por tanto aquello que representa).

Se suele utilizar un listado de varios pares de adjetivos, cada uno de los cuales forma un
continuo en cuyos extremos se encuentran los opuestos expresados en términos bipolares
(bueno o malo, adecuado o inadecuado, etc.), pudiendo el sujeto ubicarse en algún punto
entre los dos (con siete opciones de respuesta diferentes, que oscilan de -3 a +3 y con un valor
0 que indica neutralidad).

Debido a que la mejor forma de comprender la teoría mediacional de Osgood es a través de


ejemplos, procedemos a plantear el caso de una persona que se enfrenta a una catástrofe
natural. Descompondremos el proceso en sus partes más concretas, con el fin de arrojar luz
sobre cada uno de los puntos planteados a lo largo del artículo.

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La teoría mediacional de Osgood en acción

Era una apacible tarde de junio en las costas orientales de Japón. Shigeru dedicaba el tiempo a
pescar sobre una improvisada playa rocosa, aunque no había tenido mucho éxito hasta el
momento. Por un motivo desconocido los peces recelaban de picar el anzuelo, así que
simplemente descansaba tras una ajetreada semana del trabajo. Allí encontraba a menudo un
remanso de paz, en el que poder cobijarse del bullicio de la ciudad.
De repente sintió que la tierra parecía temblar bajo él. Una bandada de gaviotas se escurrió
desde el horizonte marino tierra adentro, graznando erráticamente hasta desaparecer tras la
silueta de las casitas que se alineaban a unos pocos metros de la costa. Una densa y espumosa
ola lamió la orilla y se adelantó inusualmente en la arena. Tras ella, el océano pareció
encogerse y retraerse como si inspirara, dejando al descubierto cientos de metros de brillantes
cantos rodados y conchas de colores. Un rugido salvaje, burbujeante y acuático, llenó el aire y
se estrelló contra sus oídos.

En algún lugar sonó una campana nerviosa, que apenas podía discernirse tras el gruñido
furioso de un mar súbitamente embravecido. No era la primera vez que vivía algo así. Su
cuerpo se estremeció y empezó a hilvanar todo lo que había visto y sentido en apenas unos
pocos segundos. El ruido, las aves huyendo, el temblor... Sin duda, era un tsunami. Se levantó
como un exhalación y recogió unos pocos aparejos, los que más apreciaba, saliendo
escopetado de allí como alma que lleva el diablo.

Unos años atrás lo perdió todo por culpa de un fenómeno natural como aquel, tan salvaje e
incierto. Sus posesiones fueron aniquiladas o engullidas por una brutal masa de agua
destructiva, y desde aquel día había vivido siempre con la sensación flotante de que podría
repetirse de nuevo. Con solo escuchar la palabra "tsunami" sentía un horror hondo, tan denso
que incluso le cortaba la respiración. Al fin y al cabo, era algo que únicamente podían entender
quienes habían vivido de cerca la destrucción que el mar puede dejar a su paso.

Sobrevivió, pero tras muchos meses, Shigeru continuaba pensando en todo lo sucedido. La
palabra "tsunami" llegaba a su cabeza de vez en cuando, y solo con pronunciarla sentía la
necesidad de correr y esconderse en algún lugar. Era como si de repente tuviera el poder de
despertar un pánico primitivo, descarnado y visceral; que le obligaba a buscar refugio. Pero
estaba sentado en una céntrica terraza, a salvo, en una ciudad ubicada en el centro del
archipiélago japonés. Lejos, bien lejos de la costa.

Pudo captar entonces que, pocos metros más allá, un grupo de mujeres jóvenes hablaba en
voz alta sobre la reciente noticia de otro tsunami que había arreciado los pueblos pesqueros
del sur y el este del país. Y aunque sus palabras se adivinaban afectadas por aquella tragedia,
se percibía tras ellas que jamás habían vivido en su propia piel la cruel furia de la naturaleza.
Pagaron sus respectivos cafés y salieron del lugar, charlando sobre algún asunto mundano y
completamente distinto.

Interpretación del ejemplo

Shigeru estaba pasando un agradable día en soledad, pescando sin mayores pretensiones.
Transcurrido un tiempo, sintió a su alrededor una serie de sucesos (mar furioso, aves huyendo
y rugido grave del océano) que pudo significar en una única palabra: tsunami.
Este término actuaría para él como un estímulo al que responder, del que ya tenía
conocimiento suficiente para entender su alcance y riesgo. Y todo ello a pesar de que el
tsunami no se encontraba realmente presente en el ambiente natural, sino únicamente los
indicios objetivos de su inminencia (siendo en aquel momento, por tanto, una amenaza
simbólica).

Debido a que alguna vez lo perdió todo por un fenómeno natural como aquel, y asociaba el
término "tsunami" a vivencias adversas muy particulares, eligió huir rápidamente de allí (de
entre todas las opciones disponibles en esa situación). Gracias a la conducta que emitió, logró
refugiarse y salvar su vida.

La palabra "tsunami" simbolizaría para él toda una serie de afectos difíciles, puesto que tenía el
poder de evocar hechos dramáticos de su vida, pero las mujeres que tomaban café eran
capaces de abordar esta cuestión sin sentirse embargadas por el mismo dolor. En este punto
se aprecian los distintos significados que cada ser humano puede atribuir al mismo término,
según la forma en la que se ha relacionado durante su vida con la realidad a la que alude, lo
que se asocia íntimamente con la conducta y emoción que se desplegará cuando emerja a la
conciencia.

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