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CURSO DE TEOLOGÌA DOGMATICA

por
JO H A N N AUER y JO SEPH RATZINGER

Tom o Vili

LA IGLESIA

BARCELONA
ED ITO RIAL HERDER
1986
Cap. III. Las manifes tacione s del ser, la vida y la acción

como su cons agración y mis ión inclus o en su acción en el mundo;


todo ello frente a la ne gación lute rana de un ge nuino sacerdocio
de orde nación (WA 6,407) así como fre nte a un laicis mo a nti­
eclesiástico (acerca de l laicis mo cf. G. de Lagar de , L a nais s anc e
de l’e s prit laïq u e au d é c lin d u m o y e n âge , 1- 5, Paris - Lovaina 1956-
1963; H. Gr undmann, A us ge x v ahlte A ufs atz e 3 [1978] 1- 66; G.
We ill, H is to ire de l ’idé e laiq u e e n Franc e au X IX s iècle , Paris
1929; H WP h 5 [ Dar ms tadt 1980] 8ss). Por este camino se podr ía
s eñalizar también par a nues tra época y hace rle cobr ar concie ncia
del carácter criatur al de todo el mundo frente al nue vo secula-
ris mo y el fundame nto divinoe s piritual de toda la re alidad frente
a la invas ión del mate rialis mo.
Y con estas amplias referencias pone mos fin al largo discurso
sobre los «minis te rios » en la Iglesia.

§ 12. Tr at ado s o b r e l a s p r o p ie d a d e s e s e n c ia l e s

(n o t a s ) d e l a I g l e s ia . S u a p o s t o l ic id a d

MS 4,1 (Eins iedeln 1972) 357- 367; 535- 569 (Y. Congar); A. Lang, FT h
II: De r A u f t rag de r Kirc he , Munic h 21968, 149- 178; ve rs ión cas tellana:
T e ología f und am e nt al, Ria lp, Ma dr id 21970; S. Fr ankl, Do c t rin a Ho s ii
f t 1579) de notis ecclesiae, Roma 1934; N. Ör y, Do c t rin a Pe tri Card. Páz-
m any ft 1637), De N ot is ecclesiae, Chcr ii 1952; P. Steinacker (ev.), Die
Ke nnz e iche n de r K irc he : E ine S tudie z u ihre r Einh e it , He iligk e it , Katholi-
z it ät u n d A pos t oliz it üt , Be r lin 1982 («T öpclmann» t. 38).

I. Las propiedade s esenciales o notas específicas de la Igle s ia

E l que cerremos aquí el capítulo sobre las manife s tacione s


ontológicas , vitales y ope rativas de la Igle s ia con la cons ide ración
de las de nominadas propie dade s esenciales o notas específicas de
la mis ma, se debe a un interés dogmático y no apologético. As í
como la Sagrada Es critur a nos acerca a Dios en bue na parte
me diante el lenguaje humano de las pr opie dade s divinas , así ta m ­
bién el mis terio de la Igle s ia se aclara y ahonda en el pr opio le n­
guaje de ella me diante la e nume r ación de las propie dade s de la
Igle sia. Aq u í no se trata en pr incipio de pr obar que nues tra Ig le ­
sia es la Igle s ia ve rdade ra. E l obje tivo de estas reflexiones es
más bie n una inte lige ncia pr o funda de la mis ma Igle sia. A l mis mo

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§ 12. T r atado sobre las propie dade s esenciales

tie mpo, y como ve remos e n seguida, pre cis ame nte esta me dita­
ción sobre las pr opie dade s de la Igle s ia nos ha r á pate nte la
cone x ión inte r na e ntre todo lo que he mos tr atado en el capítulo
tercero y lo que toda vía nos que da po r dis cutir en el cuar to:
la cone x ión entre lo que se ha da do a la Igle s ia, y aque llo que se
le ha impue s to, e ntre lo que es obligación his tór ica y lo que
es tare a y pos ibilidad e scatológica. Ha y que cons ignar, no obs ­
tante, que la Igle s ia se ha e nte ndido a sí mis ma en su confe s ión
dire cta me jor de cuanto ha podido hace rlo su te ología con su
esfuerzo racional.

1. Dato s his tóric o s

Empe ce mos por conoce r cómo ha s ur gido y se ha de s ar rollado


en la Igle s ia el le nguaje acerca de sus propie dade s . Y ante todo
he mos de afir mar que la Igle s ia en sus confesiones de fe no sólo
se reconoce y pre s e nta como obje to de fe, que ya desde el comie n­
zo (en la mis ma E p ís to la ap o s to lo ru m ) se da el atributo de santa,
atr ibuto que has ta el día de hoy jamás ha faltado en esa confe ­
s ión. La confe s ión de fe o s ímbolo, que tiene su lugar fijo pr i­
me ro en el s acrame nto de l bautis mo y después en la litur gia ce n­
tral de la ce le bración eucarís tica, es cie rtame nte al comie nzo tr i­
par tita como la fór m ula bautis mal (Padre , H ijo y Es pír itu Santo),
agre gando otros dos mie mbros , en referencia a los cinco panes
de l milagr o de la multiplic a ción (Me 6,39): la confe s ión de fe
en «la Igle s ia s anta» y la confe s ión en «e l pe r dón de los pe ca­
dos » (o en «la re surre cción de l cue r po», como en Egipto).
De s pués que Rufino ha calificado al s ímbolo bautis mal r omano
como «confe s ión de fe apos tólica», repetidas veces se e ncie nde la
dis cus ión acerca de ese «a po s tólic a» has ta que en el s. x vi, en la
controve rs ia con las Igle sias de la re forma, se de mue s tra que tal
s ímbolo no es una obr a ge nuina de los após toles, s ino que
más bie n ha s urgido en el curso de l tie mpo como la conce pción
creyente de la Igle s ia ace rca de sí mis ma y del mundo, como
e xpre s ión de una nue va inte ligencia, condicionada po r el tie mpo,
de la fe antigua, que es s iempre la mis ma e idéntica (cf. H. Lietz-
ma nn, S y m b o ls tud ie n I- X IV , Da r ms tadt 1966; J.N.D. Ke lly, P r i­
m itiv o s cre dos c ris tiano s , Secret. T r initario, Ma d r id 1971). De s de
el e nfre ntamie nto con los hus itas en el s. x v, y e spe cialme nte

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Cap. III. Las manife s tacione s de l ser, la vida y la acción

después con los re formadore s , el le nguaje dogmático sobre las


propie dade s de la Igle s ia se true ca en un le nguaje apologético.
Los esfuerzos se or ie ntar on, po r ello, principalme nte a de mos trar
que tales propie dade s s ólo se po día n e ncontrar en la Igle s ia que
ya e n el De c re tum Ge las ian u m , ha. 350 (DS 354; D 165- 167), y
sobre todo desde la e m fre nte a los waldenses (DS 684; D 347)
así como en los esfuerzos unionis tas con los griegos (DS 1351;
D 714) y fre nte a las iglesias re for madas (DS 1862 y 1868; D 994
y 999) se lla ma b a a sí mis ma la Igle s ia «una , s anta, r omana,
católica (y apos tólica DS 3001; D 1782)».
E l concilio Vaticano n establece la ide ntificación de la «Ig le ­
s ia r o ma na » con la «Igle s ia s in más » me diante la afir mación de
que «e n la Igle s ia católica (que ya no se de nomina romana),
gobe rnada po r el sucesor de Pe dro y por los obis pos e n c omunión
con é l» (L G 8) se r e aliza y subsiste la ve rdade ra Igle s ia unive rs al;
es decir, que e n esta Igle s ia se ha de e ncontrar la Igle s ia ve r da­
dera. Lo cual no quie re de cir que no esté también presente en
otras Iglesias, e spe cialme nte e n las antiguas y grandes Iglesias
orientales.
¿Cuále s son las pr opie dade s que e n el corre r de los tie mpos
se ha atr ibuido esa Igle s ia de for ma incons cie nte o reflexiva?
Las fór mulas más antiguas (E p ís to la A p o s to lo ru m , ha. 170, e H i­
pólito, ha. 217) ha bla n en sus confesiones bautis male s de la «Ig le ­
sia s anta». E l pa pir o litúr gico de Dér- B aly z e h la lla ma «Igle s ia
s anta c atólica», fór m ula que alcanza la más a mplia difus ión y que
se e ncue ntra en tie mpos posteriores. Cir ilo de Je rus alén habla, ha.
348, de «la Igle s ia una, santa, católic a» (DS 41; D 9) y Epifa nio
de Salamina ofrece en su A nc o ratus , ha. 374, po r vez prime r a la
fór m ula : «Cr e o ... en la Tglcsia una, s anta, católica y apos tólica»
(DS 42 y 44; D 13); fór m ula que se e ncue ntra de nue vo en las
llamadas Co n s titu tio n e s ap o s to lo ru m , ha. 380, y que al me nos po r
lo que se refiere al Occide nte alcanza su s ignificación de finitiva
por la confe s ión de fe del concilio Cons tantinopolitano i de l 381
(tal como la ha bía e s table cido el concilio de Calce donia en 451)
y po r la incor por ación de la mis ma e n la ce le bración eucarís tica
de la Igle s ia (DS 150; D 86). E l Occide nte , s iguie ndo el pe ns a­
mie nto de Ambr os io (E p . 42,5: P L 16,1125) y e spe cialme nte des­
pués de l pa pa Le ón i (S e rm o 23,6: P L 54,207) des igna a su
pr opio s ímbolo r omano como s y m b o lu m ap o s to líc u m (ap o s to lo ­
ru m ), aunque e n él la Igle s ia no tiene el atr ibuto de apos tólica.

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§ 12. T r atado sobre las propie dade s esenciales

Sólo el Cr e do apos tólico de l Cate c is m o de Canis io, después de l


concilio T r ide ntino, h a incor por ado ese adje tivo de apos tólica to­
m ándo lo de l cre do de la mis a. Pero e n la concie ncia po pula r de
la Igle s ia occide ntal, que vive de la «confe s ión de fe apos tólica»,
no tiene sin e mbar go un lugar pr opio tal ape lativo. «Ap o s t óli­
c o» s ólo se e mple a aquí, especialme nte a par tir de l s. x ix , desde
el pe ns amie nto je r ár quico par a todo cuanto tiene r e lación con
Ro m a , como «sede apos tólic a», «nunc ia tur a apos tólica y «e s crito
apos tólico».

2. L a c o ne x ión in te rn a e ntre las c uatro p ro p ie dade s e s e nciale s

He mos de e mpe zar po r establecer que esos cuatro atributos


n o s on cie rtame nte casuales, pe ro que tampoco se debe n a una
de r ivación te ológica; s ino que más bie n ha n s ur gido e n la pr opia
concie ncia de la Igle s ia e n el e nfre ntamie nto cons igo mis ma y con
el mund o , par a el que fue e s tablecida por Cr is to y lle na de vida
por su Es pír itu, y todo e llo al tie mpo que se fo r ma ba su conce p­
c ión de l Dios trino y, con e lla, su pr opia ide a cris tiana de sí
mis ma y de l mundo. Las cuatro propie dade s for man una unida d
inte r na de tal índole que e n e l fondo cada una de ellas compor ta
las otras tres.
L a u n id ad de la Igle s ia s ignifica la ple nitud de vida inte rna
de la «Igle s ia s anta, católica y apos tólica», y aparece como una
a fir mación esencial de ese univ e rs ale s ac ram e n tum s alutis e n este
m u n d o : al s igno e xte rno del s acrame nto re s ponde la catolicidad,
a la gracia inte rna la s antidad, y a la ins titución por Cr is to la
apos tolicidad his tórica. Si his tóricame nte en la autoconfe s ión de
la Igle s ia aparece al comie nzo el pr e dicame nto de la s an tid ad , ello
es s in d uda expre sión de la e xpe riencia que se ha te nido del sen­
tido y finalidad singulares de la nue va r e alidad comunitar ia oto r ­
gada y s os tenida por el Dios tr ino; re alidad que ha de hace r de
la huma nida d ente ra e l pue blo de Dios y conve rtir en hijos de
Dios a los hombre s todos.
As imis mo la c ato lic id ad es una afirmación e scatológica; en
otras palabras , s eñala un conte nido, que no s ólo es pos ible y ha
de realizarse a través de l tie mpo, s ino por la e le cción y gracia
divina y po r la libr e de cis ión de los hombr e s en esa r e alidad
s ocial que bus ca a la hum a nid a d entera.

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Cap. III. Las manife s tacione s de l ser, la vida y la acción

E n cambio, la ap o s to lic id ad expresa pr imor dialme nte la s ingu­


lar his tor icidad de esta Igle s ia como el «cue r po mís tico de Cris to
en este m u n d o »; no ha de verse desde el tie mpo final s ino desde
el comie nzo his tórico, que a su vez a punta al orige n suprahistó-
rico de dicho comie nzo en el mis te rio s upr ate mpor al de l Dios
trino.
As í nues tra re fle xión hum a na sobre esta Igle s ia con sus pr o­
pie dade s esenciales no e ncue ntra ninguna fronte r a natur al n i fin
a lguno jus tificado y s ólo nos que da e xclamar con el após tol, des­
pués de habe r me ditado sobre el mis te rio del Dios tr ino y de su
pla n unive r s al; «¡ Oh pr ofundida d de la rique za y de la s abidur ía
y de la cie ncia de Dios ! ¡Qué ins ondable s s on sus decisiones, y
qué ine xplorable s sus caminos ! Pues ¿quié n conoció el pe ns amie n­
to de Dios ? ¿O quié n lle gó a ser su cons e je ro? ¿O1 quié n le dio
algo de ante mano, de suerte que a éste haya que darle r e com­
pe ns a por e llo? Por que de él y por él y pa r a él son todas las
cosas. A él sea la glor ia ($ó£a) por siempre. Am é n » (Ro m 11,
33- 36).

3. Obs e rv ac ione s a las d is tin tas pro pie dade s

Si de acue rdo con la natur ale za de l pe ns amie nto humano, que


s iempre tiene que de s compone r el todo, no pa r a for ma r una u n ir
dad desde la plur alidad, que bie n podr ía mar r ar el conjunto — el
cual s iempre es más que la s uma de las partes — , sino pre cis a­
me nte para ente nde r de fo r ma nue va y más pr ofunda ese todo en
cada una de las partes y acercarse más al todo en cue s tión con el
pe ns amie nto del e s píritu y del cor azón, si de acue rdo con todo eso
hablamos aquí de las distintas propie dade s de la Igle sia, lo hace ­
mos con vistas a la te ntativa dogmática que he mos acome tido de
pre guntarnos por el mis te rio de fe de la Igle s ia, en un plante a­
mie nto me ntal s iempre r e novado que bus ca su mis te rio íntimo.
De s pués de un capítulo prime r o, que recoge los fundame ntos
bíblicos y sus des arrollos his tóricos ; tras un capítulo s egundo, que
ha procur ado hace r patentes las pe culiaridade s estructurales de la
r e alidad s ocial de la Igle s ia, accesibles al pe ns amie nto natur al; y
lue go de un capítulo tercero, que ha pr e te ndido e xpone r y hace r
compre ns ible la vida inte r na de la Igle s ia desde sus funcione s
ontológicas y vitales, especialme nte en lo que se de nominan «mi-

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