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1.

Amparo contra normas legales autoaplicativas

Nadie niega la procedencia del amparo contra las normas legales autoaplicativas. En torno a
esta materia, existe un importante consenso en la doctrina y la jurisprudencia sobre la
viabilidad del amparo contra las normas legales que de manera directa, y sin necesidad que
medie un acto concreto de aplicación de la misma, afectan derechos fundamentales. El
problema, como siempre, se origina al momento de aplicar esta definición a casos concretos.

Precisamente, uno de los supuestos que con mayor frecuencia es invocado en las demandas
de amparo contra normas legales autoaplicativas cosiste en la “amenaza” de aplicación de
tales normas, lo que lleva inevitablemente a la siguiente pregunta: ¿cabe un amparo contra la
amenaza de aplicación de normas legales autoaplictaivas? Como se aprecia en la formulación
de la pregunta, existiría una seria contradicción en las variables de la misma, pues si se define
a una norma autoaplicativa como aquélla que tiene efectos directos en los derechos
fundamentales de una persona, no cabe hablar en tales supuestos de una amenaza. Si hay
una amenaza, la norma no es autoaplicativa. Si es autoaplicativa, no cabe hablar de amenaza.
Así de simple. Lógica pura en su máxima expresión.

Sin embargo, es constante que en su jurisprudencia el Tribunal Constitucional aluda a la


“amenaza de aplicación de normas autoaplicativas”, lo que resulta totalmente erróneo, siendo
esto lo que precisamente ocurre en el caso concreto que estamos comentando, pues en su
sentencia la Sala del Tribunal primero evalúa si se está frente a una amenaza de los derechos
fundamentales de la empresa demandante (fundamentos 4 al 6) y luego si se está ante una
norma autoaplicativa (fundamentos 8 y 9), concluyendo en ambos casos de manera
afirmativa.

Si no había amenaza o si la norma no era autoaplicativa, la demanda tenía que ser declarada
improcedente. Sin embargo, la Sala del Tribunal analizó de manera conjunta ambos aspectos
–que como ya dijimos, son excluyentes entre sí- para finalmente concluir que no existía razón
para declarar improcedente la demanda. Una revisión a los fundamentos del fallo en torno a
cada uno de estos temas, deja en claro los errores de argumentación de la Sala. En este
sentido, sobre la existencia de la amenaza señaló (fundamento 6):

“la ordenanza sienta las bases para privar a los demandantes del territorio sobre el cual
ostentan un derecho económico de explotación exclusiva, lo cual amenaza de forma directa y
cierta la concesión de la cual son titulares. Ello, toda vez que comprender territorio sobre el
cual existe un derecho de concesión en el área urbana de la ciudad, supone un hecho
concreto destinado a menoscabar el derecho de la empresa demandante, al tratarse de
derechos incompatibles sobre un mismo terreno. De esta forma, la amenaza en cuestión se
presenta como real y efectiva”.

Luego de afirmar que se está ante una amenaza, la Sala del Tribunal afirma que la ordenanza
de la municipalidad demandada es autoaplicativa, principalmente con el siguiente argumento
(fundamento 9):

“la norma que viene siendo impugnada resulta autoaplicativa, pues al calificar como urbana
parte el área sobre la cual se extiende el derecho de concesión de la demandante, lo que se
genera en los hechos es un cambio en el status jurídico de la misma, que afecta
necesariamente los derechos preexistentes de la empresa demandante, al someterla a un
conjunto de reglas y límites que no existían antes de la emisión de la norma, es decir, de la
(ordenanza impugnada”.
En realidad, si se hubiese tenido que elegir -para fundamentar la procedencia de la demanda-
entre la existencia de una amenaza de derechos fundamentales y la existencia de una norma
autoaplicativa, lo correcto hubiese sido esto último, por cuanto optar por la amenaza implicaba
buscar un futuro acto lesivo de alguna autoridad, funcionario o persona que tuviese las
características de certeza e inminencia, que en el caso concreto no se presentaba (a esto se
debe agregar que la demanda fue presentada en mayo del 2007 y resuelto dos años después,
lo que descarta todo tipo de acto inminente). Por el contrario, si se optaba únicamente por la
existencia de una norma autoaplicativa, el sustento de su decisión hubiese resultado más
sencillo para la Sala, sin dejar de reiterar que el concepto de norma autoaplicativa que utiliza
el Tribunal en su jurisprudencia presenta por lo general serias deficiencias al momento de ser
aplicado a casos concretos.

Por lo expuesto, es importante que el Tribunal modifique su jurisprudencia y precise


claramente que en el caso de los amparos contra normas legales autoaplicativas no
corresponde evaluar la amenaza de su aplicación, pues por su propia naturaleza, generan
efectos inmediatos en el ejercicio de los derechos fundamentales.

Demás está decir que para este análisis, poca o ninguna importancia tiene el artículo 3º del
Código Procesal Constitucional, que de modo completamente erróneo alude –a partir de una
interpretación literal- a la posibilidad de presentar una demandad de amparo contra amenazas
de normas legales autoaplicativas.

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