Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Eje académico
Abril de 2021
La vulnerabilidad
De acuerdo con los planteamientos de Butler, somos vulnerables ante diferentes situaciones
y hechos a los que nos vemos expuestos en cualquier momento; acogemos la vulnerabilidad a través
de actos de resistencia, convirtiéndola en una fuerza movilizadora potencialmente efectiva. Los
cuerpos resisten a partir de la interacción con otros cuerpos y redes de apoyo.
La vulnerabilidad es abordada desde el aula de clase en los estudios de Pié y Solé (2015)
quienes presentan una Pedagogía de la Vulnerabilidad desde la de-construcción de la dependencia,
donde la acogida y el tacto son elementos muy importantes para su materialización:
El tacto debería ser, pues, una calidad del educador, una posición ante la diferencia que
está relacionada con la intuición y con los saberes emocionales bloqueados por el
intelectualismo racional. Esto es lo que permite una posición horizontal y plantearse
preguntas sobre la verdad del otro. Si se articula un espacio donde pueda pensarse en los
términos del otro, también se abrirá la posibilidad de que los profesionales se interroguen
sobre algunas cuestiones negadas y veladas de sus prácticas. El educador se interroga sobre
la relación “profesional‟ que mantiene con otros. Se pregunta sobre el mito de la distancia
profesional. (p.64)
Por su parte, Contreras (2013) propone una Pedagogía Vulnerable, entendida como un
“conjunto de saberes interrelacionados en torno a la formación. Saberes plurales, ambiguos,
narrativos, argumentativos, tropológicos, sobre todo, contingentes y finitos, enredados en la
materialidad precaria de la existencia humana”. (p.19) Una pedagogía donde se dialoga con los
saberes de la cotidianidad, que se cría en la conversa, en narrativas débiles, saberes frágiles, sin
respuestas precisas, sin verdades absolutas.
De esta manera una pedagogía vulnerable se basa en diálogos de saberes como formas de
comprensión del mundo, de la vida cotidiana, procura el cuidado hacia el otro y de sí mismo,
reconoce la fragilidad que cubre la condición humana. Esta pedagogía nos propone quitarnos las
corazas y mostrarnos como seres humanos, que sentimos, que somos frágiles, que necesitamos de
nuestros/as estudiantes para nuestra propia formación, que necesitamos de la comunidad y que
ellos y ellas a su vez necesitan de nosotros/as de manera interdependiente.
El cuidado
En estos tiempos de pandemia el cuidado ha dejado de ser una labor abnegada que ejercen
algunas personas, la mayoría mujeres, para convertirse en la esencia para que todos y todas
podamos sobrevivir, sin ningún tipo de distinción. El cuidado en la escuela involucra el
reconocimiento de otras subjetividades, que son leídas desde su fragilidad, vulnerabilidad,
reciprocidad, buscando igualdad de oportunidades, luchando por miradas de igualdad, donde se
creen redes de protección sin importar si es docente, estudiante, padre o madre de familia.
Cuidar es una labor compleja, difícil de sostener, con muchos riesgos de dominación y
sufrimientos, pero es la garantía para estar vivos, es la garantía para una vida buena; el cuidado es
en esencia la protección de la vida propia, de los otros y las otras. La escuela es el espacio donde los
niños y las niñas viven y conviven largas jornadas con otros/otras, donde se deben crear ambientes
seguros de protección para ese convivir en comunidad; admitir la necesidad de cuidado de manera
interdependiente garantiza, según Maldonado (2019) una vida vivible para todos y todas:
Pedir ayuda e inclinarse hacia el otro postula que las necesidades básicas que mantienen a
los cuerpos dentro de una vida vivible deberían ser atendidas como una cuestión social,
mantenerme con vida no sólo es un asunto mío, entonces el cuidado como protección de la
vida interdependiente desafía el individualismo corporal en el momento en que negamos la
autosuficiencia. (p. 204)
Dentro de los principios que más pregona la escuela, y que debería replantearse, está la
formación de individuos autónomos e independientes. Martín-Palomo (2010) cuestiona esa
autonomía cuando sostiene que “cada persona es el centro de una red compleja de relaciones de
cuidado, en la que generalmente cada una es cuidada y cuidadora, según el momento o las
circunstancias” (p.62). Ya es tradicional ver en nuestras escuelas que los niños/las niñas de 6 o 7
años entran a grado primero y sus padres y docentes hacen énfasis en la importancia de ser
autónomos/as, de hacerse cargo de sí mismos/as; deben hacer sus cosas porque ya son grandes y
desde allí empieza un largo recorrido donde las estructuras de la autonomía y la independencia les
hacen olvidar que cuentan con otros/otras, que no están solos/solas, que no es una competencia,
que en la vida escolar, familiar y cotidiana se requiere cuidar y recibir cuidados, en una
predisposición de interdependencia.
Contreras (2012) nos recuerda que la pedagogía se deja cuidar y cuida del otro/ de la otra,
acompaña, acoge, se hace cargo de los cuerpos, de los sentires, de los saberes, de toda su
humanidad, es una labor interdependiente, esmerada, hospitalaria:
Solo si la pedagogía se deja cuidar, puede definirse como humana, haciendo surgir un saber
complejo, en consonancia con la complejidad de cada ser singular y en la co-existencia de
los seres ahí. Dejarse cuidar la posibilita a cuidar, a no tomar al ser humano en su concretud
como un objeto, más bien, habilitándola para acudir a una demanda, a la exigencia de auxilio
que perturba la mismidad del ser ahí. (p. 372)
La interdependencia
Para Butler (2012) “necesitamos el uno del otro para vivir, y esto significa que nuestra
supervivencia y bienestar son negociados invariablemente en las esferas sociales, económicas y
políticas” (p.25). La autora nos habla sobre las formas de interdependencia que constituyen
nuestras vidas corporales, la relación entre vulnerabilidad y nuestra supervivencia, nuestra
prosperidad, como también nuestra resistencia política. El problema es aceptar que somos
vulnerables, que necesitamos formar vínculos y que la autosuficiencia no es propia de nuestra
condición humana. Se debe hacer un reconocimiento a los cuerpos invisibles, a las minorías que
sufren, que necesitan vivir una vida más vivible, una vida vivida con otros/otras. Los cuerpos
entendidos como interdependientes, unidos socialmente, aceptando las diferencias como fuente
de fortalezas y alianzas.
La interdependencia nos sujeta a través de las relaciones con otros/otras, como un vínculo
dinámico. Somos ante todo seres relacionales, por lo tanto, lo que define lo humano es la
interdependencia, no la independencia, no solo nos cuidamos a nosotros/as mismos/as, lo propio
es el cuidado mutuo, no la individualidad, necesitamos sostenernos en red, nuestras fragilidades
deben ser compartidas.
Pié (2012) nos recuerda que sin importar el rechazo que se le dé a la interdependencia, en
nombre de la autonomía e independencia, necesitamos de los otros/las otras:
[…] somos débiles y que por lo tanto dependemos constantemente los unos de los otros para
vivir humanamente. Y señalaremos este «humanamente» porque nos parece que toca lo
más esencial de esta cuestión. Es decir, recuperar aquello más humano de lo humano y que
es, justamente, la necesidad del otro, su reconocimiento, compartir la interioridad, la
sensibilidad y la simpatía para con este otro. (p.214)
Se trata de reconocer al otro como una alianza vinculada a los afectos. Por lo tanto, aquello
que me protege ya no son las normas, las leyes y los gobiernos… sino, justamente, la
vinculación más primaria con el otro y la búsqueda de un reconocimiento mutuo, aun
entendiendo que este reconocimiento no está relacionado con una reducción y borradura
de las diferencias, sino con un encuentro producido desde la necesidad de dichas
diferencias. (p.219)
Finalmente, estos conceptos nos dejan los fundamentos para abordar una pedagogía
humanizante que acepta y acoge a todos/todas como simples seres humanos, limitados por
naturaleza, incapaces de sobrevivir por sí mismos, con diversas corporeidades, habilidades, y
capacidades. La dependencia, que usualmente se asocia con indignidad, incapacidad o debilidad,
pasa a ser el elemento que sostiene nuestras vidas, el que soporta nuestras fragilidades. En el aula
de clase se trabaja desde la vulnerabilidad, el cuidado y la interdependencia en un ejercicio de
encontrarse con otros/otras, de preocuparse por su bienestar, de reconocer y ser reconocidos y
aceptados dentro de una comunidad.
Caminando juntos/juntas
Referencias
Angelino, M. (2014). Mujeres intensamente habitadas. Ética del cuidado y discapacidad. Fundación
La Hendija.
Butler, J. (2012). Vulnerabilidad corporal, coalición y la política de la calle. (Hincapié, Trad.) Revista
Nómadas 46, 13-30.
Contreras, S (2012). Saber campesino: otra forma de experimentar la escuela rural. Estudios
Pedagógicos 38, (1) ,367-381
Contreras, S. (2013). Esbozo de una pedagogía vulnerable: narrativas y retóricas locales. [ Tesis de
doctorado, Universidad Complutense de Madrid]. Archivo digital
https://eprints.ucm.es/id/eprint/20522/1/T34366.pdf
Maldonado, J. (2017). Repensar la práctica del cuidado en el contexto del síndrome de Down.
Debate Feminista 53, 53–69.
Pié, A y Sole, J. (2015). Pedagogía de la vulnerabilidad. Tacto, cuerpo y política de los cuidados en
educación. Revista Pasajes 1, 55-69.
Skliar, C. (2017). Pedagogía de las diferencias (notas, fragmentos, incertidumbres) Noveduc libros.