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Las fuentes reales del derecho procesal no difieren, como es obvio, de las del derecho
en general, y su evolución es debida a factores de orden político, económico y social,
pero la fuerza que modela con mayor rigor sus orientaciones es la económica y dentro
de esta las relaciones de clase principalmente; por eso, cuando una nueva clase llega al
poder, cambian las instituciones jurídicas. En cuanto a las fuentes formales, si bien la
ley, la costumbre y la jurisprudencia pueden en principio considerarse aplicables, la
verdad es que por razón del carácter público del derecho procesal es la ley la reguladora
principal de la actividad judicial. Gran influencia tiene en el sistema procesal
consagrado en las leyes para la organización de la justicia judicial, la ideología política
vigente en cada país, principalmente con respecto a la justicia social y a la consiguiente
protección de los débiles y pobres en busca de una real y practica igualdad de
oportunidades para la tutela de sus derechos, su libertad, su vida donde exista la pena de
muerte y su dignidad. Sin embargo, no debe desecharse el valor de la jurisprudencia en
derecho procesal, pues es ella la encargada de resolver la incoherencia y la oscuridad de
los textos legales, de armonizarlos, de llenar sus vacíos, y, lo que es más importante, de
desarrollar la doctrina que se contenga en los principios que consagra y de ir haciendo
penetrar a través de ellos las nuevas concepciones. Se identifican en realidad la
jurisprudencia y la costumbre judicial, pues aquella crea a esta. En verdad son muchos
los problemas que surgen en el curso de los procesos y que no encuentran solución
directa en la ley, pero que la jurisprudencia debe resolver. Fuente es la que investiga la
forma que la norma jurídica debe tener para ser obligatoria. Bajo esas condiciones, se
consideran como fuentes del Derecho Procesal: la Ley, la Costumbre, la Jurisprudencia
y la Doctrina, complementadas con los principios generales del derecho, así como las
denominadas fuentes indirectas como acontece con el derecho histórico y el derecho
extranjero.
LA LEY PROCESAL
La ley tiene por igual un sinónimo de norma o precepto, en cuanto es la que regula la
organización de la rama jurisdiccional e indica la forma cómo ésta debe actuar en el 19
cumplimiento de su función, que lleva a cabo mediante el proceso. Dicho en una forma
más sencilla, la ley procesal es la que regula lo concerniente al proceso, quedando
comprendidos todos los elementos en su concepción.
CLASES
Respecto de su fuerza:
Aplicación
Algunos autores han sostenido la tesis de que las leyes procesales tienen carácter
retroactivo y que contra ellas no pueden alegarse derechos adquiridos. Pero la necesidad
de darle estabilidad al orden jurídico, que es también un principio de orden público, se
opone a la retroactividad de la ley procesal. De ahí que siempre que existe un cambio de
leyes procesales se encuentren muchas situaciones ya consumadas y otras iniciadas pero
en trámite, que venían rigiéndose por las anteriores y que van a continuar
necesariamente después de la vigencia de la nueva. Así, si una ley procesal suprime
algunos procedimientos para la actuación de la ley o algunos medios de actuarla,
desaparece también el poder jurídico de pedir su aplicación, sin consideración alguna al
tiempo en que había nacido el derecho de pedirla. Por ejemplo, la ley que derogó la
detención por deudas les suprimió este medio ejecutivo a los acreedores preexistentes,
lo mismo sucedería con la ley que derogase el embargo y secuestro preventivos, o un
proceso especial. En cambio, si la ley admite nuevas formas de actuación o extiende las
ya existentes a casos no acep-tados antes, o introduce nuevos medios ejecutivos, como
el de darles valor de título ejecutivo a documentos o 'pruebas que antes no lo tenían,
podrían utilizarlos los acreedores anteriores a su vigencia.
Bajo la nueva ley caen, según esta doctrina, tanto los presupuestos procesales como las
reglas sobre competencia y capacidad, las excepciones procesales, los derechos y
deberes de las partes, la forma y los efectos de los actos procesales y las pruebas desde
el punto de su admisibilidad y práctica cuando se decretan dentro de la vigencia de la
nueva ley; siempre que se trate de procesos en curso, naturalmente, y que tales actos se
ejecuten con posterioridad a la nueva ley. Los procesos futuros en su totalidad se rigen
por ésta. Pero se exceptúa de lo dicho la "apreciación" de las pruebas, pues ésta se rige
por la ley vigente en el momento en que el juez debe apreciarlas, aun cuando su práctica
haya ocurrido bajo la vigencia de una ley anterior. Por lo tanto, si una nueva ley cambia
los requisitos de toda demanda, se aplica aun cuando el litigio se refiera a hechos
acaecidos antes de su vigencia; y en cambio, no se aplica si el hecho procesal, es decir,
la misma demanda, se ha realizado antes que la nueva ley haya comenzado a regir.
Todos los efectos que la norma jurídica atribuye a un acto efectuado bajo su dominio, y
únicamente ellos, subsisten, pese al cambio de la ley. Es decir, la ley procesal debe
consagrar este principio: debe aplicarse la norma vigente en el momento en que el
respectivo derecho se ejercita; lo que equivale a decir que se aplica la nueva ley a los
hechos ocurridos luego de su vigencia, y que la ley aplicable es la del momento en que
se hace valer el derecho en el proceso. Se tiene en cuenta no el momento en que nace el
derecho, sino el momento en que se lo pone en acción; por ello, si se tenía un derecho
procesal de acuerdo con la ley anterior, pero no había sido ejercitado al entrar a regir la
nueva, y ésta lo suprimió, no es posible ya alegarlo en el proceso. E igualmente pueden
usarse los procedimientos, recursos y medios nuevos que la ley introdujo, no obstante
que en el momento de adquirirse el derecho que se trata de tutelar y aun en el de la
iniciación del proceso, no existían, siempre que su ejercicio tenga lugar luego de la
vigencia de la nueva ley; y si la nueva ley suprime el derecho a demandar en un caso
que consagraba la anterior, pero si durante la vigencia de ésta se formuló una demanda
de esta clase, o si la nueva ley hace inapelable una sentencia o auto que la anterior
permitía llevar por este recurso al superior o cambia el efecto de la apelación, pero la
apelación había sido interpuesta o la demanda formulada, el proceso debe continuar y la
apelación surte efectos.
En materia penal, la aplicación de la nueva ley procesal se rige por iguales principios, la
ley que determina la sustancia y ritualidad del proceso se aplicará a partir de su
vigencia; pero creemos que las apelaciones y otros recursos ya formulados, los
incidentes ya iniciados y los términos, que habrían comenzado a correr, deben seguir su
trámite de acuerdo con la ley anterior, a pesar de que la nueva los suprima o cambie el
trámite. Pero los beneficios para el imputado y procesado que consagre la ley nueva
favorecen a aquéllos aun cuando el momento procesal haya pasado (como
excarcelaciones y eliminación de requisitos para obtenerlas); sin embargo, salvo el caso
del recurso extraordinario de revisión, las providencias ejecutoriadas no se benefician
del nuevo recurso creado. Para los procesos ya concluidos antes de la nueva ley ningún
efecto tiene ésta; y los iniciados después quedan comprendidos íntegramente por sus
disposiciones. Pero el recurso extraordinario de revisión o las nuevas causales para éste
creados por la ley procesal nueva, siempre que el término para formularlo que esa nueva
ley procesal establezca no haya vencido, contándose a partir de la terminación del
proceso, se aplican a procesos concluidos antes de regir dicha nueva ley. Esto como
consecuencia del principio de la favorabilidad o del favor rei, de origen constitucional.
Las leyes que establecen nuevos medios de pruebas, por ser normas procesales y de
orden público, tienen aplicación general e inmediata tanto para demostrar los hechos
que ocurran luego de su vigencia como los sucedidos con anterioridad. Sería absurdo
sostener que existen derechos adquiridos consistentes en que no se puede demostrar un
acto o un hecho jurídico sino por determinados medios probatorios. Pero cuando la
prueba es ad substantian actus, sólo rige para los actos posteriores a su vigencia; es
decir, un documento exigido para que el acto jurídico extrajudicial, como una
compraventa o hipoteca sobre inmuebles tenga existencia o validez sustancial jurídica.
También se aplica a los procesos en curso, en ambas instancias, la nueva ley que varía el
sistema de valoración o apreciación de las pruebas y la que dé facultades nuevas al juez
para decretar pruebas de oficio. La nueva ley que modifique la jurisdicción o la
competencia se aplica a los procesos en curso, a menos que la misma ley disponga otra
cosa.
Interpretación
Y no deben olvidar los jueces este principio fundamental: el proceso debe dar a los
interesados todo aquello y sólo aquello que tienen derecho a conseguir; de ahí que
deben usar con la máxima eficiencia las amplias facultades para dirigir e impulsar el
proceso y para decretar pruebas de oficio, y la libertad para valorar las pruebas
conforme a las reglas de la sana crítica, pues sólo así podrán hacer efectivo y real en
cada proceso dicho principio; y su uso es un deber del juez, siempre que pueda ser útil
para verificar la verdad de los hechos, obtener la igualdad de las partes e impedir
fraudes, colusiones, actos de mala fe y otros atentados contra la dignidad de la justicia a
los procesos penales, laborales, contencioso-administrativos, etc.
· Integración
Hay lugar a ella cuando el funcionario judicial, ante la ausencia de un precepto aplicable
al caso controvertido, tiene que crearlo. La integración se produce como consecuencia
de dos situaciones: ausencia de normas o exceso de ellas. La ausencia que es la
integración propiamente dicha, se presenta cuando no existe precepto aplicable al caso
objeto de la decisión. Aquí se originan dos situaciones: la analogía y la creación de
normas.
1. La Analogía
La analogía opera también en el campo del derecho material. Según estas disposiciones,
para los casos en que exista vacío en la ley procesal se debe recurrir, en primer término,
a la analogía, y si ello no diere resultado, a los principios constitucionales y a los
generales del derecho procesal y a la equidad. Análogo no es el caso idéntico, sino el
semejante, el que tiene algo de común, como la simple lógica enseña, Y es, por lo tanto,
una noción comparativa. Es difícil saber cuando la diferencia sobrepasa la analogía,
para hacer de ellos dos casos distintos; en eso consiste la labor del intérprete.
2. La creación
Ocurre cuando no existe norma en el ordenamiento procesal que regule el caso, por lo
cual el juzgador se convierte en legislador, aunque su posición se limita a las partes que
actúan en el proceso en que debe adoptarse.
3. Exceso de normas
LA COSTUMBRE PROCESAL
Ha constituido, especialmente en el pasado y aún hoy en ciertas ramas del derecho, una
fuente importante. La Costumbre, en un sentido lato, es el uso repetido y generalizado
de un hecho, un suceso o actividad determinada y determinable por los miembros de
una sociedad, en un espacio y tiempo determinados, con la creencia de observar una
norma de derecho. Estos sucesos o hechos con el transcurso del tiempo se convierten en
pautas y directrices que regulan la convivencia entre las personas en determinados
aspectos o asuntos en los cuales está por medio un derecho, un deber o una obligación
de carácter jurídico.
La Ley 153 de 1887, sostiene que "la costumbre, siendo general y conforme con la
moral cristiana, constituye derecho, a falta de legislación positiva" (artículo 13). Se
establece de esta forma que la costumbre para ser considera como tal debe ser general,
aplicarse en subsidio de ley preexistente y ser conforme a la moral cristiana. En aquella
época, podía reunirse los tres requisitos sin problema alguno, hoy difícilmente puede
serlo, no sólo porque hoy tenemos una abundantísima legislación que regula, a veces,
exageradamente aspectos de la vida diaria de las personas sino porque en otras, se ha
convertido en una verdadera intrusión del legislador en aspectos que no son objeto de
legislación. Hoy en día, existe una hiper-explosión normativa y un cambio conceptual
evidente de la moral reducida solo a la conformidad de la ley a la Constitución Política,
al propio ordenamiento jurídico, al interés colectivo, social o comunitario y al respeto
del derecho ajeno o el de los demás. Considerados hoy por hoy, como límites visibles
del derecho. Como sostiene la Corte Constitucional, "bajo el imperio de la Constitución
de 1886 se consagraban en Colombia, como fuentes formales del derecho obligatorias,
dos: la legislación y la costumbre. Tal consagración se derivaba de los artículos 8° y 13"
de la Ley 153 de 1887" (Sentencia C-083-95, Marzo 1°). En la Constitución de 1991, la
costumbre ni siquiera fue mencionada como "criterio auxiliar de la actividad judicial"
(artículo 230), pero no por ello se puede concluir que esta no sea una fuente del derecho,
pues las leyes mencionadas de existencia preconstitucional, siguen vigentes y en pleno
vigor y con igualdad de criterios a los que originaron su inclusión en el ámbito legal.
Sin embargo, una especie de degradación ha sufrido la costumbre como fuente del
derecho colombiano, por el exceso de normativismo jurídico que todo lo cunde y
escasamente deja unos claros para que pase aspectos consuetudinarios, no escritos como
la costumbre por en medio de la maraña legislativa o por la excesiva potenciación del
concepto y actividad de labor interpretativa, de hermenéutica e integradora del derecho
realizada por los funcionarios. La Costumbre puede ser secumdum legem (según o de
conformidad con la ley), la contra legem (contraria a la ley) y la praeter legem (más allá
de o por encima de ley). La costumbre secundum y contra legem no se consideran
fuente complementaria o aclaratoria del derecho procesal, pues en el segundo caso la
costumbre no constituirá derecho porque de suyo se auto-excluye de ser o hacer parte
del derecho. Igual sucede con la costumbre conforme a la ley, pues si esa costumbre ya
ha alcanzado el rango de ser conforme o igual a la ley, fácilmente puede deducirse que
es la ley misma. Si la ley recoge una costumbre previa y la subsume en su texto, aquella
deja de tener sentido y razón de ser, porque ahora es ley y deja ser costumbre
obviamente.
LA JURISPRUDENCIA
El término jurisprudencia proviene del latín ius-iuris, que significa derecho; y, de los
términos prudens-entis, que significa prudente, previsor. En consecuencia, el término
fusionado de ius prudens o iuris entis, hace alusión a la capacidad del ser humano de
poder discernir, analizar o interpretar el derecho por quien debe aplicarlo a un caso
concreto o analizarlo en ciertas circunstancias y eventos planteados.
LA DOCTRINA
La Doctrina es otra de las fuentes no escritas del derecho que tiene por objeto hacer
hablar a las normas jurídicas constitucionales, legales o disposiciones normativas (actos
administrativos) con el análisis, hermenéutica y elaboración de tratados, ensayos
jurídicos, escritos o comentarios, los cuales servirán de parámetros teórico-prácticos
para aclarar, rediseñar o prospectar el mejor entendimiento del derecho y acercarlo a la
vida diaria entre quienes lo producen (órganos soberanos legislativos ordinarios o
extraordinarios) y quienes son los destinatarios directos o indirectos, sujetos del mismo.
Publicidad del proceso. Significa ese principio que no debe haber justicia secreta, ni
procedimientos ocultos, ni fallos sin antecedentes ni motivaciones. Pero ello no quiere
decir que todo el proceso debe ser necesariamente público, y que toda persona pueda
conocer en cualquier momento los expedientes. Esto perjudicaría gravemente la buena
marcha de los procesos, especialmente en materias penales. La publicidad se reduce a la
discusión de las pruebas, a la motivación del fallo y a su publicación, a la intervención
de las partes y sus apoderados y a la notificación de las providencias.