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Conferencia Interdisciplinaria: “La presunción de inocencia y los juicios paralelos”

Universidad Católica de Valencia- Miquel Roca.

Los nuevos desafíos constitucionales. Una Constitución no es fundamentalmente una letra.


La Constitución es fundamentalmente una música y la letra se escribe a diario
periódicamente y la letra va adaptándose al cambio social, a una realidad muy diversa,
heterogénea, plural, dinámica que va aconsejando, forzando, conduciendo la interpretación
del texto constitucional hacia lecturas que se adapten lo más posible a los cambios posibles.
Esta es la principal virtud de un texto constitucional. Su flexibilidad. A veces dicen que la
Constitución española es una constitución demasiado flexible. Yo no lo creo. Un texto
constitucional cuando tiene voluntad y ambición de durar tiene que ser flexible.

Si ustedes cogen la Constitución, hay un artículo en el que se dice que el servicio militar es
obligatorio, y dijimos que es obligatorio mientras que la constitución no diga lo contrario. No
pasa nada y no tiembla ninguna esencia. Les prometo que cuando hicimos la Constitución
en aquel momento el matrimonio homosexual no estaba planteado, la sociedad no lo vivia,
no estaba planteado como un problema que debiamos resolver. Ahora que la sociedad lo ha
planteado, lo hemos interpretado de tal manera que ha hecho posible este cambio que, en
definitiva, algunos valoran en positivo, otros en negativo pero no ha sido necesario
plantearse un cambio constitucional para leerse de tal manera. La característica es la
flexibilidad. Un principio válido para la interpretación de la Constitución es que esta tenga
capacidad de ser flexiblemente interpretada.

Tenemos un tema importante que es la nueva dimensión de la justicia en una sociedad


mediática. En nuestra sociedad de hace 50 años los medios de comunicación eran lo que
eran pero no eran lo que son. La capacidad de generar opinión a través de los medios
encontraba límites casi tecnológicos de penetrar, en la que el área de la administración de
justicia quedaba muy preservada. Era muy difícil que mediáticamente esta opinión que se
generaba en este campo, penetre o influencie o condicione la acción de la justicia. Hoy esto
no es así porque nada queda al margen de la capacidad de penetración, de influencia, de
condicionamiento de los medios de comunicación (incluso redes sociales) en la acción de
justicia. Esto plantea problemas. Los hay y son de gran trascendencia. Incluso se tipifica
como un desafío constitucional.

Los juicios paralelos no pueden ni deben existir porque representa una clara infracción de
nuestro ordenamiento jurídico constitucional y muy concretamente de diversos artículos que
iremos examinando detenidamente. En primer término, el artículo 117º de la Constitución en
el numeral 3 atribuye la potestad de juzgar de manera exclusiva a jueces y magistrados. No
dice que los jueces y magistrados harán justicia. Por lo tanto, el fenómeno de enjuiciar es
una facultad reservada por la Constitución exclusivamente a jueces y magistrados. Por eso,
los juicios paralelos no pueden existir. Esta reserva que la Constitución hace, lo hace en un
sentido no únicamente de exclusividad sino con un carácter absoluto; es decir, el único
escenario del juicio es la sala de justicia. No existe la posibilidad de diferenciar escenarios
diciendo que hay un escenario judicial y un escenario social. La justicia requiere de jueces y
magistrados y un escenario que es la sala de justicia. No hay más. Eso dice la Constitución
y a ello hay que limitar nuestra capacidad imaginativa. No existe, por lo tanto, en nuestro
ordenamiento jurídico constitucional lo que diríamos un juicio jurídico y un juicio social.
Existe una valoración política, social pero un juicio va asociada inexcusablemente a lo que
es decisiones de jueces y magistrados en sede judicial. Es más, nadie puede sustituir la
función del juzgado. Nosotros abogados somos colaboradores de la administración de
justicia. No sustituimos al juez ni al magistrado. El fiscal tiene su función. El abogado tiene
su función. Los procuradores tienen su función. Jamás la de sustitución. No podemos
sustituir al Poder Judicial. Cualquier pretensión que en otro escenario se dé, en la línea de
sustituir la función del juez o magistrado no tiene amparo constitucional. Esto queda
ratificado en el artículo 1 del Código Penal que establece que no será castigada ninguna
acción u omisión que no esté prevista como delito...castigada. Esto de castigar implica que
tiene que haber una ley que lo diga, tiene que estar tipificada, tiene que haber una pena y
tiene que ser sancionada exclusivamente por jueces o magistrados. No existe castigo
social. Incluso se ha tipificado en el lenguaje coloquial “la pena del telediario”. Esta pena no
existe y si existe no tiene amparo constitucional y corresponde al poder político, judicial y
constitucional evitar la misma porque nos estaríamos inventando una pena no tipificada por
la ley.

El artículo 117 y el artículo 127 de la Constitución requieren para el Poder Judicial el respeto
de su independencia. Incluso se ha discutido y es un tema opinable que hay cierta
independencia que el Poder Judicial alcanza ya sea: individualmente a cada uno de sus
operadores de justicia (jueces y magistrados) o una Independencia que se predica
colectivamente de la administración de justicia o tribunales. Sea cual sea la respuesta. Es
evidente que la independencia del Poder Judicial es un valor a preservar. El atributo de la
independencia no es una exigencia nominal, no basta con decir que el Poder Judicial es
independiente. Tenemos que hacer todo aquello que sea necesario para que este Poder
tenga independencia, no basta con decir que “el ciudadano tiene derecho a …”. Por imperio
de lo que dice el artículo 9 de la Constitución (el artículo más novedoso del texto
constitucional a comparación con otros textos de la época), está prevista la obligación de los
jueces públicos de remover todos los obstáculos que impidan el ejercicio de derechos y
libertades. Si aquí hay una amenaza a la independencia del Poder judicial, esta
independencia tiene que ser protegida y reservada. El juicio paralelo, los procesos paralelos
solo tienen una función: influir en el Poder Judicial. “Mientras usted está juzgando yo digo lo
mío” “¿con qué finalidad?” “de divertirnos un sábado por la noche”. No lo creo. Lo que hay
es el ejercicio de una acción que pretende influir en la decisión del Poder Judicial. El poder
de influir y yo no digo que esta sea una finalidad de la que uno deba arrepentirse. Pero la
decisión del Poder Judicial, para garantizar la independencia, tiene que ser preservada y
reservada.

La finalidad de los procesos paralelos tiene una finalidad inconstitucional por lo siguiente:
cuando contemplamos el artículo 125 de la Constitución, de hecho el Constituyente quiso
reservar un papel a los ciudadanos en la administración de justicia y, a estos efectos, definió
2 vías. Una muy novedosa hasta el punto de que para entendernos quiero recordarte que
sólo uno o dos Estados de la Unión Europea lo tienen que es el tema de la acción popular.
La otra es el jurado popular. Por lo tanto, el Constituyente no se olvidó del papel que los
ciudadanos podían jugar en la administración de justicia. No es que haya un vacío. Para los
ciudadanos reservó la acción popular y la participación de los jurados populares. Hay un
numerus clausus de lo que el ciudadano puede generar como expresión de voluntad en la
participación de la administración de justicia. Incluso en la versión progresista de cualquier
Estado Europeo. No se contempla nada más, solo 2 vías. La Constitución reclama para la
administración de justicia el escenario judicial. Si quiere participar, venga a mi casa y
participe del jurado popular. Venga a mi casa y tenga acción popular. No vaya a la casa de
otro a hacer justicia. La justicia se hace en mi casa. En muchos otros sitios le llaman “la
casa de la justicia”. Porque es allí es el escenario. El escenario en la justicia tiene mucha
importancia. El escenario no es casualidad. En la justicia, los contenidos son fundamentales
y la forma también. De hecho, hay más recursos que prosperan por quebrantamiento de
forma o lesiones a derecho de ejercicio formal que por el propio contenido. Porque para la
justicia, la forma es fundamental. El escenario de la justicia es la sede de la justicia. Por
tanto, los juicios paralelos no son formas previstas de participación ciudadana en la
justicia.

El artículo 24 de la Constitución sanciona la indefensión como una infracción fundamental al


principio de la tutela judicial. Tengo que poder defenderme. Si no puedo defenderme
eficazmente y con todos los medios necesarios para ejercitar mi defensa, esta indefensión
anula el proceso. La indefensión es un vicio que en el procedimiento no ha sido respetado y
el orden constitucional y el orden jurídico re-equilibra diciendo que este ciudadano no ha
tenido derecho a una defensa como corresponde. Un juicio paralelo genera indefensión. O
genera indefensión o pretende sustituir a la justicia de manera absoluta. Es aquí donde
empieza todo el tema de la presunción de inocencia.

Le dices a los jóvenes “has nacido con la presunción de inocencia. Pues no sabes la suerte
que tienes. Porque en este país lo que siempre ha dominado es la presunción de la
culpabilidad. Tiene muchos más años la tradición inquisitorial española que la presunción de
inocencia, mucho más años. La presunción de inocencia es una gran victoria del Estado de
Derecho, muy tardada en su aparición en nuestro ordenamiento europeo porque en
definitiva lo que dominó siempre es la presunción de culpabilidad. Fueron las clases más
populares las que para resistirse al poder del señor feudal o de las élites dominantes
ganaron, como quién gana el derecho a la huelga, el derecho a la presunción de inocencia.
Hay quienes dicen que la presunción de inocencia es de los ricos. No, la presunción de
inocencia históricamente es la gran victoria de las clases explotadas. Y han muerto miles de
personas para defender este principio. Pero ¿por qué hago esta precisión? Se nos está
vendiendo que la presunción de inocencia es como una especie de protección de la casta.
La presunción de inocencia que tiene su origen en la reivindicación de las clases más
populares, las clases trabajadoras. Los ciervos se rebelan contra el señor poderoso. La
inquisición no desaparece en España hasta 1812 en la Constitución de Cádiz donde
formalmente se la declara desaparecida pero donde sigue existiendo durante varios años.

¿La presunción de inocencia cómo opera muy negativamente cuando se la niega? Afecta la
independencia del Poder Judicial. No afecta exclusivamente al ciudadano, sino al Poder
Judicial por una razón muy sencilla. El Poder Judicial necesita su tiempo, necesita su
razonamiento, escuchar a las partes, oir, valorar, reflexionar, debatir entre los magistrados
que van hacer o dejar de hacer. La presunción de inocencia carga gravemente con la
independencia del Poder Judicial porque presiona de tal manera su decisión, que atribuye a
su función pura y simplemente investigadora una función de condena anticipada.

Tenemos un artículo en la Constitución que da más derechos a los condenados que a los
procesados. En el artículo 25 de la Constitución, cuando se habla de las penas privativas
de libertad de los condenados dice que “los condenados a pena de prisión cumpliendo la
misma gozarán de los derechos fundamentales de este capítulo”. En ninguna parte se
quiere reconocer este mismo derecho al presunto inocente. El presunto inocente tiene que
tener los mismo derechos que cualquier ciudadano y, por lo tanto, tiene derecho a la
dignidad, personalidad respetada, libertad, cosa que se respeta para los condenados pero
no a los presuntos inocentes. ¿fue por que el constituyente se olvidó?. Yo creo que no
porque es que nunca creíamos que llegaríamos a tanta desgaste pero en todo caso ahí
está. Aquí algo nos falla. El no respeto la presunción de inocencia dificulta en extremo la
función judicial y la simple investigación es presentada como una acusación formal. Es así.
Podrán defenderse (es lógico) los protagonistas de juicios paralelos y los del ejercicio de la
libertad de expresión, pero el ejercicio de la convivencia democrática es una práctica de
equilibrio entre el derecho y el deber. El derecho y sus límites. El equilibrio es fundamental,
hay que encontrarlo y el punto de equilibrio es el más complicado. Una sociedad es madura
democráticamente cuando genera equilibrios casi espontáneos y automáticos. Es un
ejercicio que requiere su tiempo, requiere su carácter consuetudinario. Esto tiene mucho
que ver con los límites de la libertad de expresión.

Tenemos una exclusividad de la función judicial, tenemos una presunción de inocencia,


tenemos una libertad de información que lógicamente tiene que ser respetada. Este respeto
tiene mucho que ver con los límites que la propia constitución atribuye al ejercicio de las
libertades en este campo. Por ejemplo, el de la dignidad de la persona. ¿Alguien se
atrevería a decir que la dignidad de la persona tenía una lectura igual hace 50 años que
hoy? No es verdad. Hoy, afortunadamente para todos nosotros, la madurez democrática lo
que hace es que en el valor dignidad vaya invadiendo muchos campos, vaya penetrando en
muchos campos. En la medida que la persona se constituye más en el centro de cualquier
política social de cualquier naturaleza, está invocada esta dignidad para justificar unas
protecciones sociales. La dignidad de la persona tiene hoy cada vez más una lectura muy
exigente, que nos extrañe tanto al mundo de la información que la invocación de la dignidad
será constante y un perfil muy limitativo a su propio ritmo. La dignidad es un concepto que
tiene una vis expansiva. Cada vez más la dignidad de cada uno de nosotros tiene la
interpretación de invadir más espacios. No alteren mi dignidad, tiene manifestaciones muy
diversas.

Segundo punto, el concepto de “todos somos iguales ante la ley”. Quizá tengan razón los
que digan que no es verdad. El día que yo como abogado diga que no es verdad tengo que
dimitir de mi función. Dicen que en un juicio con jurado en Gran Bretaña se estaba juzgando
a un asesino cuya víctima había desaparecido. El abogado defensor en su turno de
conclusiones se dirige al jurado y les dice “aquí estamos analizando el caso del asesinato
de John Smith, les pido que miren por aquella puerta John Smith”. El jurado mira atrás.
Definitivamente no aparece John Smith. Pero han dudado. El jurado se retira a deliberar. Y
entonces se reincorporó a la sala y declaran culpable. Después el abogado, se dirige a
hablar con el presidente del jurado y le dice “Pero han dudado” y el presidente le responde:
“pero el asesino no ha mirado a ver si estaba John Smith”.

El día que tengamos la madurez para valorar la mirada aquí o la mirada alla, habremos
comprendido lo que quiere decir la presunción de inocencia y habremos comprendido lo que
quiere decir respetar la condición de la igualdad ante la ley, que nos afecta a todos (jueces y
magistrados incluidos). El derecho al honor suena cursi, pero existe.
Vivir en libertad significa respetar la opinión del distinto, del diferente y es muy difícil pero es
la base de la justicia y la base de todo radica en la independencia en el respeto de los
derechos. El juez resolverá sobre los derechos del ciudadano en función de la defensa y en
función de nuestra argumentación. El primer contacto que valora los derechos de los
ciudadanos somos nosotros pero nos responsabiliza muchísimo. El ciudadano descansa en
su apreciación del derecho en lo que nosotros opinemos sobre su reclamación y
manifestación. Pero mi apreciación choca con la de otro y ese es el juez.

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