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Apuntes de Vicens Vives

HISTORIA POLÍTICA EXTERNA DE LOS REINOS CRISTIANOS OCCIDENTALES


EN LA ALTA EDAD MEDIA

EL REINO DE ASTURIAS:
La huida hacia el norte de los nobles visigodos creó la necesidad de un jefe, lo que se solucionó
fácilmente debido al carácter electivo de la monarquía visigoda. El primer rey fue Pelayo quien venció a los
musulmanes en la batalla de Covadonga (con fecha imprecisa).
Alfonso I (739-757) se anexionó la costa de Galicia y la ciudad de León, pero todavía no era posible
seguir una política de repoblación así que este rey se llevó hacia el norte a los cristianos liberados y dejó
despoblada una ancha faja de tierras en torno al Duero
Ordoño I (850-866) fue el primer rey que organizó la conquista, abandonando el método del simple
saqueo, reconstruyendo ciudades y asentando colonos en las tierras conquistadas.
Alfonso III (886-909) extendió sus dominios por las tierras de León, Portugal, así como la parte
oriental de su reino que fortificó poblándola de castillos. Este es el origen de Castilla. Alfonso llegó hasta el
Duero y esta pasó a ser la frontera natural.

EL REINO DE LEÓN:
A principios del siglo X la capital del reino asturiano es trasladada a León. Vermudo III (1027-1037)
debió sufrir la ingerencia de Sancho III, rey de Navarra en su reino. Incluso llegó al extremo de ocupar la
ciudad de León. Al morir, su hijo Fernando I que había sido nombrado rey de Castilla se casó con Sancha,
hermana de Vermudo III. Esto provocó la unión de los reinos de Castilla y León.

EL REINO DE CASTILLA:
Gobernada por medio de condes nombrados por el rey, estos fueron extendiendo sus territorios durante
el siglo IX, llegando hasta la línea del Duero. Estos condes rechazaban la centralización y con Fernán
González (923-970) el condado se transformó en vitalicio y hereditario. El rey de Navarra, Sancho III tomó
posesión del condado en 1029 y luego lo otorgó a su hijo Fernando con el título de reino.
En 1065, al morir Fernando I, su reino fue dividido entre sus hijos García (Galicia), Sancho (Castilla) y
Alfonso (León) pero Sancho despojó a sus hermanos de sus reinos. Su muerte en 1072 dio el trono a Alfonso
VI (1072-1109) quien daría un empuje extraordinario a la reconquista.
En 1085 conquista Toledo y la ocupación de la línea del Tajo permitió repoblar numerosas ciudades,
aunque la entrada de los almorávides impidió una mayor expansión. Durante este reinado adquieren
importancia las relaciones con Francia, que deja sentir su influencia en las artes y las costumbres. Alfonso VI
entrega a su yerno, Enrique de Borgoña, el condado de Portugal.

EL REINO DE NAVARRA:
El pueblo navarro es una rama de los vascones. Estos defendieron su independencia frente a los
musulmanes y los carolingios. Pamplona fue el primer núcleo de este estado y desde principios del siglo IX
era el asiento de una dinastía de reyes. Aliados con el reino de León, llevaron a cabo la reconquista,
extendiendo su reino hasta el valle del Ebro. Poco después (hacia el 950) y por una alianza matrimonial, el
condado de Aragón quedaba bajo la autoridad del rey de Pamplona.
Sancho III (1000-1035) convirtió a este pequeño reino en un vasto conglomerado de pueblos sujetos a
su autoridad. Logró que el condado de Barcelona aceptara su autoridad, extendió su dominio al ducado de
Gascuña (reuniendo a todos los pueblos de habla éuscara) y luego se adueñó de Castilla. A su muerte, sus
hijos se repartieron sus dominios de la siguiente manera: el primogénito quedó con Pamplona (y sus nuevos
territorios de La Rioja, Alava, Guipúzcoa y Viscaya) y Castilla para Fernando. A Ramiro le tocó el condado de
Aragón, convertido en reino.
Navarra, separada nuevamente de Aragón a la muerte de Alfonso I el Batallador, perderá buena parte
de su territorio, quedando convertido en un estado tapón hasta principios del siglo XVI.

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EL REINO DE ARAGÓN:
Alfonso I el Batallador imprime un empuje decisivo a la empresa de la reconquista, conquistando
Zaragoza (1118). Alfonso, en la repoblación del valle del Ebro, establece un nuevo sistema de repartición de
tierras entre los que habían participado de la reconquista, asentando en la región a francos, gascones,
aragoneses, catalanes y mozárabes. El campo quedó en manos de sus antiguos cultivadores musulmanes,
como propietarios, colonos o aparceros de un señor territorial cristiano.
La unión con Cataluña en 1137 fue fundamental para asegurar la subsistencia del reino, amenazado por
Castilla. Los condes barceloneses, acostumbrados a la coexistencia de varias soberanías autónomas en el país
catalán, aceptaron el mutuo respeto a las características de los dos estados, unidos en un régimen de completa
autonomía.
Jaime I conquista Mallorca y Cerdeña?

La población:
La actuación guerrera distinguía a algunos grupos por sobre los que realizaban actividades económicas
(mercantil, agraria o artesana) y acabó por convertirlos en un grupo con derechos especiales, en nobles.
El favor del rey hizo surgir una nobleza de servicio poco numerosa al principio, formada por grandes
señores eclesiásticos y laicos (seniores y barones, obispos y abades de grande monasterios) cuya situación
social se transformó en hereditaria, aunque el rey los podía revocar. A estos magnates, el rey confiaba las
tenencias u honores que eran los distritos del reino, debiendo servir al rey en la administración y en la guerra,
aunque a su vez podían repartir privilegios a nobles de segunda categoría.
El fonsado era la concentración del ejército del rey o del conde, movilizado por alguna campaña de
reconquista ola convocatoria para una asamblea política o judicial, a la que un señor debía acudir con su
mesnada (séquito de infanzones, caballeros, escuderos hombres de armas, milites o vasallos).
Los nobles de segunda categoría eran los milites o infanzones, que poseían menos recursos y estaban
vinculados al rey o a un magnate por relaciones de vasallaje. Por las tierras que habían recibido como
beneficio, estaban obligados al servicio militar a caballo, así como a acompañar a su señor en las asambleas
políticas y judiciales. Desde el siglo XII los reyes concedieron este título a personas que no tuvieran linaje,
distinguiéndose de hermunios (infanzones de nacimiento) de los de carta (elevados por concesión del rey) o
de población (promovidos colectivamente en virtud de una disposición de carácter general, cuando se
otorgaba a los habitantes de una población un fuero)
El desarrollo de estos vínculos de dependencia contribuye a disminuir el número de campesinos
enteramente libres.
La gran masa de la población estaba formada por collazos (adscritos a las tierras), y los solariegos
(hombres libres) que habían recibido tierras para cultivar a través de un contrato, quedando sujetos a un señor.
También existían siervos personales de los señores que eran cautivos musulmanes o hijos de siervos
nacidos en casa del señor (hombres de criazón), la situación de estos siervos personales fue la que más se
aproximaba a la esclavitud.
Otro grupo más reducido de la población vivía ocupado de los oficios manuales al servicio de los
poderosos. Eran los herreros, molineros, horneros, carpinteros, sastres, tejedores, cuya actividad transcurría en
las dependencias de la corte señorial.

Repoblación y franquicias:
En el siglo IX, cuando se planteó el problema de la repoblación de los territorios reconquistados, los
señores territoriales comenzaron a conceder cartas de población, cartas puebla o fueros a los que iban a
habitar ciertos lugares de su dominio. También se buscaba asegurar la frontera, instalando poblaciones que la
defendieran en caso necesario. Estos incluían la cesión hereditaria de las tierras, exenciones de cargas y
prestaciones señoriales e impositivas, y concesión de un estatuto de privilegio que sería la base de la
autonomía de la comunidad local o concejo. Sancho III otorgó fueros para repoblar la zona de La Rioja.
Estos fueron son una concesión real para repoblar los territorios conquistados, fomentar la actividad
comercial y facilitar el tránsito de los peregrinos. La peregrinación a Santiago es la base de la profunda
transformación social, económica y administrativa que se opera en Navarra a partir del siglo XI.
Las consecuencias fueron la formación de ciudades con autonomía municipal, con una economía
urbana, y la formación de una nueva clase social, los burgueses (formada por mercaderes, artesanos y
labriegos sujetos todavía a la dependencia señorial pero que la ciudad irá absorbiendo dentro de su comunidad
libre).

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CATALUÑA:
Esta región fue reconquistada por Carlomagno y fue una dependencia del imperio franco con el
nombre de Marca Hispánica. Cuando se desintegró el imperio carolingio, se relajaron los lazos que unían
políticamente las tierras de la Marca con la monarquía y esto permitió a los condes catalanes transformarse en
soberanos de pequeños estados feudales.
Barcelona es saqueada por Al Manzur pero la situación defensiva cambia con la caida del califato. La
posición ofensiva se inicia entonces a principios del siglo XI cuando el país comienza a despertar
económicamente.
Con Ramón Berenguer III, el condado de Barcelona comienza una política de expansión luego de
rechazar la invasión almorávide, y su hijo, Ramón Berenguer IV se unió al reino aragonés mediante el
matrimonio con Petronila, hija del rey Ramiro II en 1137. De esta manera, el conde de Barcelona dominó toda
la región catalana luego de la ocupación de Tortosa y Lérida. Tortosa aseguraba el abastecimiento de trigo a
Barcelona pues dominaba la ruta fluvial del Ebro.

La población:
La conquista musulmana no alteró la estructura social, la propiedad, las jerarquías eclesiásticas y
civiles, por lo que las tropas de Carlomagno encontraron un apoyo en la colaboración de las jerarquías
hispánicas.
Como muchas comarcas habían quedado deshabitadas, Carlomagno dictó una condición jurídica
especial, llamada aprisión por la que los refugiados y sus predios eran puestos bajo la salvaguardia real,
eximiéndolos de los impuestos. Además, este beneficio era hereditario. Este sistema se utilizó en la
repoblación de Barcelona y en el territorio de sus condados.
Para repoblar un lugar denominado la Plana de Vich, fue necesario concederles plena propiedad de las
tierras, exenciones tributarias e incluso inmunidad para los delincuentes de otras regiones que se quisieran
establecer allí.
Una vez reconquistado el territorio e iniciado su repoblación, se procedía a su organización política y
religiosa. Se agrupaba a los habitantes dentro de las circunscripciones que formaban los distintos castillos,
dedicados tanto a sostener el orden interior del país como a hacer frente a los ataques exteriores, y
simultáneamente se reestructuraba la vida eclesiástica.

Estructura social:

En Cataluña, el feudalismo alcanzó su plena evolución. La serie de posiciones jurídicas y sociales que
la organización feudal de la tierra había creado recibió una consagración jurídica en el código de los Usatges,
redactado por un grupo de juristas barceloneses bajo la iniciativa de Ramón Berenguer I. En los Usatges
podemos ver que el conde de Barcelona, llamado en el texto postad o potestasd, presidía los territorios
condales, garantizaba la libertad y seguridad de los caminos, extendía su salvaguardia sobre una amplia faja
marítima. Todos los hombres en edad de combatir deben acudir a su llamado, siendo el conde el jefe supremo
del ejército.
Por debajo del conde se extiende la cadena de relaciones de vasallaje. El esquema de organización
social es el siguiente: una aristocracia más numerosa que en el resto de España, una clase servil ligada a la
tierra, sobre la que irá pesando (a medida que falte suelo cultivable) duras obligaciones, tanto de señorío como
de fortaleza, y darán lugar a los payeses de remensa, campesinos sujetos a la servidumbre de la gleba. Por
último, estaban los hombres libres de las villas (ingenui) que se multiplicaban a causa de las concesiones de
las franquezas municipales por parte del conde, y que en las ciudades más importantes empezaron a formar la
burguesía.

La nobleza y el vasallaje:
Cataluña tuvo una nobleza belicosa. La jerarquía de esta clase nobiliaria se encuentra fijada en los
Usatges. Conde y vizconde eran los dos primeros eslabones de la jerarquía. Comdor y varvasor eran los dos
grados que seguían en jerarquía (incluidos en la denominación de magnates) y formaban la alta nobleza. Por
debajo de ellos estaba la nobleza inferior, los simples caballeros o milites.
Esta nobleza se encontraba unida por vínculos de sangre (anteriores al feudalismo) y de vasallaje. El
noble mejor servido era aquel que tenía guerreros adscritos a su persona no sólo en virtud de la dependencia
feudal sino también por obra de las relaciones de parentesco. El vínculo de vasallaje acompañaba al noble en
todos los trances belicosos o pacíficos de su vida.

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El deber primordial del vasallo era la ayuda guerrera. Debía acudir personalmente a caballo y armado
al llamamiento del señor para la guerra, ya fuese para una expedición militar en regla (hueste) o para una
simple incursión en tierra enemiga (cabalgada). Además debía ayudar al señor con su consejo. Este servicio lo
cumplía acudiendo periódicamente al lado del señor o en casos especiales en que era convocado a formar su
corte. La corte condal (suprema asamblea judicial del país) surge en el siglo XI, derivada de la corte de los
reyes carolingios y de las asambleas judiciales corrientes. Eran presididas por los condes y figuraban en ellas
los obispos, abades, vizcondes y nobles.
El vasallo a su vez recibía del señor, amistad, protección y fidelidad. El lazo era tan vigoroso que
tendía a proyectarse sobre las demás relaciones de carácter afectivo. En los procesos de padres contra hijos se
los considera como si fueran señores y vasallos.

Los campesinos:
Al principio, la masa campesina gozó de entera libertad, que fue perdiendo a parir del siglo X, bajo la
influencia del uso de la encomendación, cada vez más extendida. La necesidad de buscar protección y defensa
entre los poderosos fue empujando progresivamente a entregarse a protectores, con la promesa de que serían
defendidos y que podrían usufructuar sus anteriores bienes territoriales. Estos vínculos de fidelidad luego se
transformaron en hereditarios.
Sobre los campesinos pesaban una serie de prestaciones y obligaciones personales tales como la
femada o servicio de abono de la tierra laborable; la jova (arar), tirada (sembrar); segada (segar) y batuda
(trillar), que los habitantes de un predio debían dedicar a su señor. También la alberga (obligación de
hospedaje al señor y su comitiva), la guaita (deber de custodiar las torres del castillo), etc.
El señor se reservaba monopolios como el molino, la fragua, al era.
A partir de finales del siglo XI, las regiones conquistadas de Cataluña la Nueva ofrecieron a los
campesinos la posibilidad de una vida libre de estas cargas en las tierras de realengo o en las villas y ciudades
que ibas surgiendo, por lo que se manifestó una tendencia de la clase rural a emigrar a esos territorios. Por lo
que los señores intentaron retenerlos. En el siglo XIII las Cortes apelaron a una interpretación de las normas
del Derecho romano a fin de que los señores consiguiera que los payeses (hasta entonces vinculados
hereditariamente a una tierra) fuesen considerados como adscritos a ella y capaces de ser vendidos o
transmitidos junto a ella. En caso de querer abandonarlas, estaban sujetos a una redención. Esto equivalía al
reconocimiento jurídico de la servidumbre de la gleba.

La burguesía mercantil:
En el siglo XI, los Usatges ya mencionan a los cives (habitantes de las ciudades) y a los burguenses
(habitantes de los burgos o núcleos urbanos nacidos alrededor de una fortaleza).
La colaboración que las personas más destacadas de la ciudad prestaban al conde fue el germen de las
organizaciones municipales que surgirían en las instituciones del siglo XII.
Sus relaciones políticas, económicas y espirituales con las ricas tierras del mediodía de Francia
incentivaron el desarrollo de la burguesía.

La Iglesia:
Las tierras de la Marca Hispánica, quedaron adscritas a la provincia eclesiástica de Narbona, a cuyos
concilios acudieron en el siglo X los obispos de Urgdel, Vich, Gerona y Barcelona. Sólo recién en 1107 la
región de Cataluña sería autónoma, quedando la metrópoli de Narbona circunscripta a los territorios al norte
de los Pirineos.
Cada iglesia catalana poseía un patrimonio que comprendía una casa o palacio del obispo, la residencia
de los canónigos, villas, mansos, tierras, huertas, castillos, monasterios, etc. Este patrimonio temporal
conformaba la res ecclesiae. Esto introdujo al obispo en el engranaje de la jerarquía feudal. Al recibir el
territorio episcopal del príncipe de quien dependía temporalmente, el obispo se convertía en vasallo laico y en
señor de los hombres de diversa condición colocados bajo su dependencia.

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