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Duelo en Padres

Reporte de Lectura

La muerte de un hijo o hija y la de un cónyuge son consideradas de las situaciones de


duelo más estresantes por las que puede pasar una persona. Cuando se sufre una
pérdida importante, como en este caso la mencionada muerte de un hijo, se altera el
proyecto de vida esperado por el individuo en duelo, no puede continuar con ese plan
pues falta un actor importante de cumplir su rol. Se rompen ilusiones o expectativas
creadas previamente como lo pueden ser un apoyo o relevo de por vida, nietos, etcétera y
aunque en muchas ocasiones estas no se cumplen, la problemática yace en que estas
dejan de ser una posible realidad.

Hablando del duelo de un hijo menor de edad, cabe mencionar la reducción en tasa de
mortalidad en esa etapa de la vida a la actualidad. Siendo la muerte infantil un suceso que
no se concibe como ‘natural’, que no encaja, o al que no se tiene presente pues su
ocurrencia se relaciona a otros contextos culturales menos desarrollados. Esta muerte es
en su mayoría traumática pues el hecho en sí de la muerte se relaciona con la edad, o
séase, con ser mayor. Además que reta la espiritualidad de muchos en su concepción de
la vida, de las oportunidades presentes en esta y de los tiempos de cada individuo.

En el caso de muerte por enfermedad de un hijo que aún se encuentra dependiente a los
padres, se suele tener un cuidado o apoyo psicológico previo, esto a manera de
preparación y de un manejo apropiado del momento de duelo próximo. Dentro de estas
situaciones, la información médica se da de antemano a los padres, también por esta
razón el duelo puede comenzar al momento de un pronóstico pobre o de un diagnostico
con la característica de incurabilidad. No es recomendable apresurar a los padres a
comunicar noticias de las cuales ellos mismo no hayan asimilado sus dimensiones pues
es apropiado que tengan cierta idea de lo que sienten y de cómo afrontaran el siguiente
paso a dar; a todo esto, sin embargo, se agrega la creencia popular donde se les otorga a
los niños un conocimiento intuitivo sobre su propia muerte, que se menciona puede guiar
la aceptación de la muerte por parte de los padres. A la situación de un diagnostico donde
la funcionabilidad o calidad de vida del hijo se ven amenazados, la familia va
reaccionando y adaptándose a cómo van surgiendo necesidades, donde por ejemplo una
enfermedad crónica puede llevar consigo la necesidad de una adaptación a la
incertidumbre de supervivencia, presentando estos momentos una carga emocional
intensa de gran impacto.

Abordando otro escenario donde la muerte ocurre de manera imprevista y repentina como
lo pueden ser accidentes o asesinatos, ya sea que el hijo sea un infante o ya propiamente
un adulto, el duelo anticipado no sucede, produciendo en ocasiones dificultades para el
afrontamiento de la situación y posible trauma. Este último mencionado puede ocurrir por
la naturaleza violenta de muchos accidentes. El impacto de la noticia crea en los padres
del individuo reacciones iniciales de culpa, responsabilidades equivocadas, sentimiento de
pérdida de control, etc. Podrían concentrarse en el último encuentro que tuvieron con su
respectivo hijo y como esta interacción pudiera haber repercutido en el resultado final de
los hechos o en la búsqueda de un culpable por responsabilizar en lugar de afrontar el
propio hecho presente de la perdida.

Son dadas diferentes manifestaciones de muchos tipos como lo pueden ser físicas,
emocionales, cognitivas, conductuales, sociales y espirituales. Reacciones comunes
pueden ser de dolor, ansiedad, depresión, agudeza de problemas de pareja o conflictos
conyugales, padecimientos psicosomáticos y sentimientos de ira, rabia, incredulidad,
confusión, miedo, etc. Se recomienda la expresión de todos estos estados con la
intención de soltar y de pasar a una aceptación.

En las circunstancias donde hay más hijos parece ser beneficioso la capacidad de los
padres para compartir con ellos su sentir para que estos primeras expresen sus
emociones e inquietudes por la situación siendo que en algunos casos, como los
mencionados al inicio del presente texto, la rutina familiar pudo haber girado en torno al
miembro de la familia ahora sin vida, lo cual requeriría una adaptación o reorganización a
las dinámicas familiares. Es importante cuidar en estos casos como se dan las
manifestaciones sociales pues estas pueden verse afectadas por los cambios en la
estructura familiar después del deceso.
Duelo en Niños y Adolescentes
Reporte de Lectura

A partir de los seis meses de vida puede observarse una experiencia de angustia por
parte de un menor ante la separación de su madre. Un proceso de duelo no es exclusivo
del adulto. Claro es que la idea de la muerte es compleja y abstracta, que esta dependerá
de muchos factores individuales como lo son la edad, educación, temperamento,
creencias religiosas, tradiciones familiares, entre otros. Es por esto que solo a partir de
cierta edad los niños notan la existencia de animales muertos o de los rituales culturales
en los sucesos de muerte. Es recomendado en más de una fuente de referencia literaria
el responder las preguntas de los niños sobre el suceso de la muerte con respuestas
simples y honestas, dando lugar al aspecto natural del suceso y a los posibles
sentimientos de pesar y deseo de rencontrarse con el difunto.

A conforme el menor de edad va adquiriendo recursos para comprender más y más del
mundo en el que vive, va reaccionando de manera diferente ante una muerte cercana, por
ejemplo: un niño de 3 años podría preocuparse por la separación, pueden vivirlo
inicialmente por medio de la muerte de alguna mascota. Un niño de 4 años podría intuir la
gravedad de la condición terminal de un individuo mientras que niños entre las edades de
5 y 9 años pueden estar conscientes del deterioro progresivo de algún enfermo cercano a
ellos. Es hasta esa edad que se considera a los menores como capaces de comprender
tres características de la muerte: su irreversibilidad, la ausencia total de funciones vitales
y su universalidad. Antes de esto el llanto podría no aparecer o aparecer pero por
confusión y sorpresa. Es hasta los 10 años que podría ser comprenden que la muerte
puede suceder en cualquier momento de la vida, sin embargo se podría ignorar la
posibilidad de la propia.

En adolescentes se pueden observar reacciones similares a las dadas por los adultos
agregándoles las características propias de esta etapa de la vida. Es más frecuente en
ellos el malestar psicológico pues el proceso de maduración es por si mismo un proceso
de duelo de una etapa de vida por otra. En muchos casos se da una realización de una
necesidad de madurar, de crecer más rápido y tomar responsabilidades.

Específicamente en adolescentes se ve recomendado el escucharles, permitiéndoles que


exterioricen su sentir y malestar para su posterior aceptación, sin embargo, no hay forma
universal para el actuar frente a un niño en duelo, es conveniente conocer y respetar el
ritmo que este esté llevando. La literatura de este tema suele mencionar la situación
donde es el niño el que se enfrenta a su momento de muerte, se menciona que ante esta
circunstancia el menor suele intuir su estado y bajo esta lucidez se puede mostrar fuerte y
valeroso ante su familia pese a tener o no tener una concepción completamente
estructurada del proceso de muerte.

Algunos factores que podrían indicar una situación de riesgo a duelo complicado en el
infante son:

 Ambiente inestable con alternancia en la figura responsable de los cuidados


 Forma inadecuada de reaccionar del progenitor superviviente modelo
 Existencia de segundas nupcias y relación negativa con nueva figura familiar
 Pérdida de la madre para las niñas menores de 10 años y pérdida del padre para
varones adolescentes
 Falta de consistencia en la disciplina impuesta al niño o adolescente
 Suicidio u homicidio del progenitor fallecido

Por último, me gustaría agregar al presente texto el duelo que puede darse en menores
en el caso de divorcio o separación de los padres. Este duelo representa la perdida de la
estructura familiar conocida y de la unión de los padres. En estos casos son muy
específicas las maneras en las que el contexto pudiera afectar al menor, entre las
variables contextuales pueden mencionarse: la disponibilidad económica posterior al
suceso, la posible existencia de imposiciones legales en la convivencia y trato entre el
menor y sus padres o familia en general, la ruptura o mantenimiento de antiguos hábitos y
rutinas, el inicio de la reconstrucción de vida que requiere adaptación siendo que puede
desenvolverse en otro ambiente. Ante este duelo en específico se pueden mencionar
algunas técnicas similares a las que podrían utilizarse en una perdida por muerte, con el
cambio de que en este caso lo que murió o lo que se pierde es un estilo de vida.

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