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Cómo abrazar a un erizo

12 claves para conectar de forma positiva con los


adolescentes
Jerrick Robbins y Brad Wilcox
Urano, 2016

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Cualidades

 Aplicable
 Ejemplos concretos
 Inspirador

Reseña
Los hijos en edad adolescente no tienen por qué ser un misterio para sus padres.
Al igual que usted, ellos buscan desesperadamente ser queridos y aceptados;
libran luchas diarias contra su autoimagen, sus cambios corporales y un mundo
en constante cambio. ¿Qué puede hacer usted para acompañarlos en esta época
de transformaciones radicales? Al identificar a los adolescentes con los erizos,
los autores proponen herramientas e ideas para aproximarse a sus hijos desde
un lugar empático y amoroso. Una lectura importante para toda persona que
trabaje con adolescentes o necesite una guía práctica para atravesar por
situaciones difíciles con ellos.

Ideas fundamentales
 Los adolescentes son sensibles y hostiles, pero necesitan aceptación y seguridad,
como los pequeños erizos.
 Para acercarse a su hijo es necesario aprender a escucharlo más allá de lo que dice.
 Encuentre el “ladrillo suelto” en la muralla de hostilidad de su hijo adolescente.
 La comunicación abierta y efectiva debe construirse sobre el amor, la confianza y
el respeto.
 Establezca actividades en común a través del funcionamiento del hogar.
 Poner límites sin severidad le permitirá a su hijo aprender a ser responsable de sí
mismo.
 Los adolescentes están a la defensiva porque enfrentan retos sumamente difíciles.
 Tener “la charla” sobre sexualidad es importante, pero no lo reduzca a una sola
conversación.
 Ayude a sus hijos a evitar elecciones peligrosas y aprender de los fracasos
mediante la práctica de la responsabilidad.
 Refuerce su autoestima mediante la escucha, la comunicación y el servicio a los
demás.

Resumen
Los adolescentes son sensibles y hostiles, pero necesitan aceptación
y seguridad, como los pequeños erizos.

Los adolescentes humanos guardan ciertas similitudes curiosas con los erizos.
Se trata de criaturas nocturnas a las que les gusta explorar, con poca
sofisticación en cuanto a sus hábitos alimenticios y con una tendencia a cerrarse
en sí mismos cuando se sienten amenazados. Para los padres de familia los
adolescentes pueden ser parecidos a erizos, los cuales tienen una enorme
necesidad de aceptación, seguridad y atención, pero quienes, a la vez, están
recubiertos de púas de colágeno, sumamente puntiagudas. ¿Cómo hacer, pues,
para que sus hijos adolescentes se sientan con la seguridad de acercarse a usted?

No se trata de “domesticar” al adolescente, sino de aceptar que durante este


periodo de la vida, sus hijos necesitarán mucha distancia para desarrollar su
propia personalidad, y también mucha contención, paciencia y cariño. Al igual
que con un erizo, es necesario dejar que ellos se aproximen primero, y no
desanimarse si saca las púas. No lo hace para atacarlo a usted, sino para
defenderse de situaciones que sobrepasan su experiencia.
“¿Cómo convertirnos en el tipo de persona a la que nuestros hijos se abrirán?”

Para acercarse a su hijo es necesario aprender a escucharlo más allá


de lo que dice.

Lo que su hijo dice es importante, pero lo que no dice es fundamental. Recuerde


la forma en que usted debía interpretar el llanto o los gestos de sus hijos cuando
eran muy pequeños: era necesario traducir ese código de llantos a necesidades
concretas, como el hambre o el sueño, y satisfacerlas. En la adolescencia sus
hijos se comunican en código también. Los comportamientos extremos (ya sean
de absoluta timidez o de crítica destructiva) suelen buscar el efecto contrario:
necesidad de acercamiento y de aprobación, respectivamente.

Otra situación donde hay que leer entre líneas es cuando buscan información en
usted para “un amigo”; lo que en realidad buscan es sentirse escuchados sin ser
juzgados, así como conocer de antemano las posibles repercusiones de ciertas
acciones. Observe su comunicación no verbal, los gestos que utilizan, si se les ve
cómodos o relajados cuando tratan de comunicarse con usted.

“A menudo, la parte más importante de la comunicación es ser capaz de oír lo


que no se dice”.

Encuentre el “ladrillo suelto” en la muralla de hostilidad de su hijo


adolescente.

Muchas veces sus hijos tratarán de llamar la atención de una manera hostil para
expresar su frustración; intente no ser demasiado severo con ellos, y en su lugar
tómelo como una oportunidad de encontrar el “ladrillo suelto”. Este ladrillo
metafórico es un interés, una afición o algo que despierte la curiosidad de su
hijo y le permita colocarse en un lugar de vulnerabilidad donde sea más sencillo
comunicarse con él o ella. Para encontrar dicho ladrillo puede responder tres
preguntas mediante la observación del comportamiento de su hijo:

1. ¿Cuál es el tema de conversación principal de su hijo? – El


discurso de sus hijos es un buen reflejo de sus intereses. Escuche de qué les
gusta hablar sin juzgarlos, incluso si a usted no le interesa el tema, como un
cantante de moda, por ejemplo, o un videojuego.
2. ¿Qué hace su hijo en su tiempo libre? – Las aficiones e intereses de
los adolescentes se comparten con otros de su edad; sin embargo, en la
época actual es posible que estos intereses estén relacionados con su
actividad en internet.
3. ¿En qué gasta su dinero su hijo? – Además de conocer en qué invierte
su tiempo, la forma en que su hijo invierte el dinero que usted le da –o el
que gana en sus primeros trabajos– puede dar pie a conversaciones
importantes acerca de sus intereses.

La comunicación abierta y efectiva debe construirse sobre el amor,


la confianza y el respeto.
A pesar de sus actitudes hostiles o extremas los adolescentes son personas que
experimentan profundos cambios a nivel físico y emocional, por lo que
necesitan que sus padres o tutores los acompañen y apoyen afectivamente. Para
hacerlo de la mejor manera la comunicación abierta y efectiva es indispensable.
Estos son los tres ingredientes que la componen:

1. Amor – Procure no ser autoritario ni expresar aprobación solamente


cuando su hijo sea obediente. El amor debe estar libre de juicio y ser
incondicional, de modo que él o ella siempre puedan sentirse amados, sin
importar las circunstancias.
2. Confianza – Si su adolescente habla con usted, es importante guardar sus
secretos, felicitarlo, reconocer lo que hace bien, incluso al criticarlos, de
modo que el canal de comunicación se mantenga siempre abierto.
3. Respeto – Cuando lo escuche, es importante suspender los juicios y
prejuicios; no lo llene de consejos (especialmente si no los ha pedido) y
trate de no acaparar la conversación. Su hijo no siempre necesita
que arregle sus problemas, sino simplemente que lo escuche.

Establezca actividades en común a través del funcionamiento del


hogar.

Compartir las actividades domésticas promueve buenos hábitos de participación


en la familia, sin importar cuántos integrantes vivan en el mismo sitio. Una
actividad que puede englobar muchos hábitos positivos y promover la
convivencia son las cenas familiares. Por ejemplo, permite dividir las tareas y
responsabilidades en cuanto a la preparación de la comida, la disposición de la
mesa, así como de las actividades de limpieza al terminar. Este tiempo también
puede servir para que tanto usted como sus hijos acuerden limitar el uso de la
tecnología para evitar que suponga una brecha en la comunicación y la atención
que se dan entre sí. En ese mismo sentido, es importante promover que todos
los miembros de la familia hablen y que se sientan plenamente escuchados. Una
forma muy efectiva de encontrar temas de conversación es hacer preguntas.

No considere las cenas familiares como una entrevista o una evaluación del día,
sino como un momento para compartir con sus seres queridos, sin el pretexto
de una ocasión especial, como un cumpleaños, un logro personal o profesional,
o la Navidad.

Poner límites sin severidad le permitirá a su hijo aprender a ser


responsable de sí mismo.

Aunque la adolescencia suele asociarse a la rebeldía, lo cierto es que es un


momento en que los límites se ponen a prueba, porque incluso el adolescente
más punk necesita una autoridad sólida contra la cual rebelarse para afirmar su
propia identidad. Los adolescentes que no tienen límites no aprenden las
estructuras que les permitirán cuidar de sí mismos en la vida adulta.

No se trata de limitarlos en el sentido de sobreprotegerlos o no permitirles hacer


cosas que desean (siempre y cuando no se pongan en riesgo), sino de enmarcar
claramente las actividades y hábitos dentro de los que pueden actuar con
libertad. A continuación algunas formas de hacerlo:
1. Establecer expectativas claras – Si sus hijos saben qué se espera de
ellos, en ámbitos tanto escolares como domésticos, será más sencillo que lo
cumplan.
2. Responsabilidades claras – En lugar de la culpa y el castigo, aprender
la responsabilidad es posible cuando tienen una idea clara de qué tienen
que hacer, así como de las consecuencias positivas y negativas que se
derivan de sus acciones.
3. Expresar gratitud hacia ellos – Construir una sensación de gratitud
hacia ellos les hará sentirse importantes y apreciados. Agradézcales con
palabras, gestos e incluso con regalos. Recuerde que el amor no debe
depender de que cumplan o no con sus responsabilidades.
4. Corregirles y llamarles la atención en privado – Si sus hijos
cometen una falta, transgresión o fallan en alguna de sus
responsabilidades, hable con ellos en privado sin exponerlos a oídos ajenos.
Así será más fácil que comprendan su responsabilidad en dicha situación
en lugar de transformarla en culpa y humillación por sentirse expuestos.

“Expresar amor sin reservas proporciona unos cimientos fuertes y seguros a


partir de los cuales podemos reforzar las normas, y reforzar las normas es en
verdad una prueba de amor”.

Los adolescentes están a la defensiva porque enfrentan retos


sumamente difíciles.

¿A qué obedece la defensa de los adolescentes? El miedo y la inseguridad son las


razones por las que los erizos se hacen bola y sacan las púas. Al igual que ellos,
los adolescentes perciben peligros que provienen tanto del mundo exterior y
adulto en el que apenas entran, como del mundo interior, de sus emociones,
expectativas, e incluso de los cambios que experimentan físicamente.

Para acompañarlos durante este proceso es necesario reconocer que sus


problemas son reales y abordarlos poco a poco en diferentes facetas. A pesar de
que usted atravesara por esos mismos procesos durante su propia adolescencia,
considere que las condiciones del mundo han cambiado desde entonces, y que
usted y sus hijos son individuos distintos, por mucho que se parezcan en
algunos aspectos. Comprenda que los miedos de los adolescentes tienen que ver
con el rechazo, la humillación y la vergüenza sociales; desean sentirse aceptados
por sus compañeros y amigos. Incluso los acosadores buscan aceptación a través
de la hostilidad, por lo que proyectan su propia frustración en los demás.
Enseñe a sus hijos a actuar desde la confianza en que son amados, y a sustituir
el miedo por esperanza de que, aunque habrá momentos difíciles, también
existirán momentos hermosos.

Minimizar los problemas de sus hijos como si no fueran importantes (aunque


para usted no lo sean) solamente ocasionará que sus hijos busquen en alguien
más la información, la confianza, la contención o el apoyo para lidiar con ellos.
Por ello, una manera de tomar la iniciativa al tratar con los adolescentes es
mantener una actitud de apertura, suspender el juicio y no condicionar el amor
que les brinda.
Tener “la charla” sobre sexualidad es importante, pero no lo reduzca
a una sola conversación.

Uno de los temas más apremiantes de la adolescencia son los cambios físicos y
emocionales por los que atraviesan. Hablar con ellos sobre el crecimiento y el
sexo es importante, pero lo es aún más enmarcar sus cambios físicos (como la
acné, la atracción sexual, los cambio en los aromas propios) dentro de un canal
de comunicación siempre abierto y seguro. Para cumplir con este propósito,
además de la actitud de apertura y ausencia de juicio, los padres deben tener
información científica, rigurosa y de primera mano. Si usted no cuenta con esta
información, puede investigarla o recurrir a un profesional de la salud para
recibirla.

Procure ahondar en las preguntas que ellos externen en vez de demostrar que
usted sabe y ellos no. Abordar las prácticas sexuales de los adolescentes, así
como la atracción, el deseo y el amor, no implica incitarlos a comenzar una vida
sexual a temprana edad. Por el contrario, hablar con franqueza de estos temas
con ellos los hace sentir respetados y responsables. De hecho, existen estudios
que demuestran que los adolescentes más activos sexualmente suelen ser los
menos informados. Mantener abiertos los canales de comunicación, usar los
términos correctos y hablarles con respeto les permitirá abordar su sexualidad
de manera responsable cuando ellos lo crean conveniente. Piense que, sin
importar lo que usted opine al respecto, es mejor que ellos cuenten con
información y sean responsables de sí mismos, en lugar de prohibirles prácticas
o castigarlos por ejercerlas.

Ayude a sus hijos a evitar elecciones peligrosas y aprender de los


fracasos, mediante la práctica de la responsabilidad.

Las elecciones peligrosas son aquellas para las que el adolescente no tiene
suficiente información, o bien, aquellas cuyas consecuencias pueden afectar el
curso de su vida. De estas elecciones destacan los embarazos no deseados, las
enfermedades de transmisión sexual y las adicciones, así como las relaciones y
comportamientos antisociales. Por desgracia, la información no siempre será
suficiente para evitar los comportamientos de riesgo, pero es un proceso
proactivo en el que usted puede tomar parte al tocar dichos temas con ellos.

En el caso de las adicciones, esta puede desarrollarse hacia sustancias tanto


legales (como el alcohol o el tabaco) como ilegales. Si su hijo o hija adolescente
consume cualquiera de estas sustancias, es importante que usted comprenda
que para él o ella se trata de sustituir la falta de autoestima y ambiciones
positivas con gratificaciones físicas pasajeras, así como por la aceptación del
grupo social en el que se encuentra. Más que marginarlos o juzgarlos, procure
reforzar su autoestima y ofrecerle caminos para dejar las adicciones. El mejor
camino contra las adicciones, sin embargo, es nunca comenzar a utilizar dichas
sustancias. Cuando las cosas no salen como ellos esperan, las elecciones
peligrosas pueden darles una falsa sensación de control. Frente a los fracasos
(ya sean escolares, emocionales o familiares), enséñele a aceptar los cambios
inesperados y aprender de ellos. Las lecciones más importantes se aprenden a
través de la actitud positiva y la redirección de objetivos. También es un buen
momento para enseñarle a aceptar la responsabilidad de sus acciones y no
culpar a los demás. Enséñele con el ejemplo: cambiar de objetivo no es signo de
debilidad, sino de resiliencia.

Refuerce su autoestima mediante la escucha, la comunicación y el


servicio a los demás.

Cada adolescente/erizo es diferente. Usted como padre debe aprender


a escuchar la particularidad de sus hijos. ¿Qué quieren los adolescentes de
usted? Que se comunique con ellos, que no les dé lecciones cerca de todo, que
no los interrumpa cuando hablan, que les dé espacio para desahogarse, incluso
si implica dejarles a solas. Los adolescentes pueden parecer brutales como
erizos, pero debajo de todo eso solo quieren ser aceptados, necesitan ayuda para
superar las adversidades y apoyo para trabajar en su autoestima.

Una manera de hacerlo es ayudarles a diferenciar entre la valía propia y la


autoestima. La valía interna nunca cambia sin importar cómo se les trate; es el
valor intrínseco que cada persona posee. Una forma de desarrollarla es servir a
los demás, para desarrollar una sensación de agencia y voluntad propia. La
autoestima, por otra parte, es el desarrollo de una poderosa relación con ellos
mismos que nace de una sana preocupación por los demás, en lugar de por sí
mismos. Una autoestima sana se refuerza por la influencia de buenos amigos, de
una visión positiva de la propia aceptación social, invertir en sí mismos y
ayudar a los demás.

Sobre los autores


Brad Wilcox y Jerrick Robbins son autores de varios libros sobre
paternidad, además de que trabajan con adolescentes en programas escolares.

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