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La obra que iniciamos (y que deseamos concluir) tiene dos propósitos: como
Enciclopedia, debe exponer en lo posible el orden y la correlación de los conocimientos
humanos; como Diccionario razonado de las ciencias, de las artes y de los oficios, debe
contener sobre cada ciencia y sobre cada arte, ya sea liberal, ya mecánica, los principios
generales en que se basa y los detalles más esenciales que constituyen el cuerpo y la
sustancia de la misma. Estos dos puntos de vista, de Enciclopedia y de Diccionario
razonado, determinarán, pues, el plan y la división de nuestro Discurso preliminar.
Vamos a considerarlos, a seguirlos uno tras otro, y dar cuenta de los medios por los
cuales hemos tratado de cumplir este doble objeto.
El primer paso que tenemos que dar en este intento, es examinar, permítasenos
la palabra, la genealogía y la filiación de nuestros conocimientos, las causas que han
debido darles origen y los caracteres que los distinguen; en una palabra, remontarnos al
origen y a la generación de nuestras ideas. Independientemente de las ayudas que
obtendremos de este examen para la enumeración enciclopédica de las ciencias y de las
artes, no podrían faltar al frente de un Diccionario razonado de los conocimientos
humanos.
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reflexivas. El sistema de los conocimientos directos no puede consistir más que en la
colección puramente pasiva y como maquinal de esos mismos conocimientos esto es lo
que se llama memoria. La reflexión es, ya lo hemos observado, de dos clases; o razona
sobre los objetos de las ideas directas, o las imita. De suerte que la memoria, la razón
propiamente dicha y la imaginación son las tres diferentes maneras de operar nuestra
alma sobre los objetos de su pensamiento. No tomamos aquí la imaginación como la
facultad que tenemos de representarnos los objetos; porque esta facultad no es otra cosa
que la memoria misma de los objetos sensibles, memoria que estaría en un continuo
ejercicio si no la ayudara la invención de los signos. Tomamos la imaginación en un
sentido más noble y más preciso, como el talento de crear imitando.
Estas tres facultades forman por lo pronto las tres divisiones generales de
nuestro sistema y los tres objetos generales de los conocimientos humanos: la Historia,
que es cosa de la memoria; la Filosofía, que es fruto de la razón, y las Bellas Artes, que
nacen de la imaginación. Si ponemos la razón antes de la imaginación, es porque este
orden nos parece muy fundado y conforme al progreso natural de las operaciones del
espíritu: la imaginación es una facultad creadora; el espíritu, antes de pensar en crear,
comienza por razonar sobre lo que ve y lo que conoce. Otro motivo que debe determinar
a poner la razón antes de la imaginación es que, en esta última facultad del alma, se
encuentran las otras dos hasta cierto punto, uniéndose en ella la razón a la memoria. El
espíritu no crea ni imagina objetos sino en tanto que son semejantes a los que ha
conocido por ideas directas y por sensaciones; cuanto más se aleja de estos objetos, más
extraños y poco agradables son los seres que crea. Así en la imitación de la Naturaleza
hasta la invención está sujeta a ciertas reglas, y estas reglas son las que forman
principalmente la parte filosófica de las Bellas Artes, hasta ahora bastante imperfecta,
porque sólo puede ser obra del genio, y el genio prefiere crear a discutir.
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