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5 La relación entre lo
físico y lo moral en
el hombre: Tratado
de Copenhague 1811
Maine de Biran

Programa
(Extracto del Moniteur français, 14 de mayo de 1810)

Algunos niegan todavía la utilidad de las doctrinas y experimentos físicos


para explicar los fenómenos de la mente y de los sentidos internos. Otros,
por el contrario, rechazan desdeñosamente las observaciones y razones
psicológicas en las investigaciones cuyo objeto es el cuerpo, o restringen
su aplicación a ciertas enfermedades. Sería útil discutir estos dos
sentimientos, mostrar y determinar más cuidadosamente hasta qué punto
la psicología y la física pueden estar vinculadas entre sí, y demostrar con
pruebas históricas lo que cada una de estas dos ciencias ha hecho por el
progreso de la otra.

47
Introducción
Corporeae machinae mentibus serviunt, et quod in mente est providentia,
in corpore est fatum.'1

Observar o recoger fenómenos, clasificarlos, plantear leyes, buscar causas...


tales son los procedimientos regulares que sólo pueden conducir a la
verdad en las ciencias de los hechos.
Siguiendo este camino trazado por Bacon, y sin permitirse nunca
invertir su orden, los promotores de las ciencias naturales lograron erigir,
en el intervalo de un siglo, un edificio tan imponente por la solidez de su
masa como por la belleza y regularidad de sus proporciones.
El primer paso, que consiste en observar y recoger los hechos de la
naturaleza, se funda en el ejercicio regular de las primeras y más simples
facultades de la mente humana: los sentidos; supone así la realidad de una
antigua y célebre máxima, nihil ist in intellectu quod non prius fuerit in
sensu,2 máxima controvertida, tan a menudo impugnada en la teoría o en
la ciencia de los principios, y tan evidentemente justificada en la práctica,
o en la ciencia de los resultados. La acción de caminar sirve así para
refutar a quienes niegan la existencia del movimiento.
Pero esta palabra "sentido", tan simple como parece a primera vista,
tiene en sí misma una latitud de significado bastante amplia: más allá de
los sentidos externos, cuyo número, funciones y alcance están bastante
bien determinados, hay uno o varios sentidos internos, cuya naturaleza y
facultades derivadas no están igualmente ni tan unánimemente
reconocidas.
La vista y el tacto, que ponen al hombre en comunicación directa con
la naturaleza exterior, son los sentidos verdaderamente predominantes en
el organismo humano (l'organisation humaine), y puesto que damos
mucha más importancia al estudio y al conocimiento de las cosas que a
conocernos y estudiarnos a nosotros mismos, es sobre la relación entre
estos primeros sentidos sobre los que nuestra atención se fija primero - es
bajo su tutela que el observador se forma. La rama más extensa, la más
influyente de su educación, consiste en esclarecer, comparar y rectificar su
testimonio; y todas las ideas a las que llega mientras se eleva a los más
altos grados de la

1
"Las máquinas corporales están al servicio de las mentes, y lo que en la mente es
providencia, en el cuerpo es destino". Leibniz, Epistola ad Hanschium de Philosophia
Platonic sive de Enthusiasmo Plantonico (1707).
2
"Nada hay en el intelecto que no haya estado primero en los sentidos". Leibniz, Nuevos

48 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE


ensayos sobre el entendimiento humano, II, I, §2.

47
escala intelectual, todas las abstracciones que su mente ejercitada puede
captar o crear, conservan siempre alguna huella de este origen.
En cuanto al sentido interno que está oculto en nosotros, cuyo
desarrollo es el más tardío, cuyo cultivo es el más raro y difícil, sólo
emerge en el silencio de todos los demás. Sólo es apropiado para un tema
único y simple, cuyo estudio al principio no ofrece nada atractivo, y que la
mayoría de los hombres parecen más dispuestos a huir que a investigar.
Sin embargo, es a través del cultivo de este sentido interno que el hombre
se capacita para satisfacer el precepto del oráculo, nosce te ipsum
[conócete a ti mismo].
La observación interna no es otra cosa que la aplicación actual de este
sentido a lo que está en nosotros o nos pertenece propiamente, y diga lo
que diga el idealismo, es fijándonos en su testimonio, y no elevándonos a
los cielos o descendiendo al abismo, en alas de los sentidos o de la
imaginación, como podemos contemplar nuestro pensamiento y conocer
nuestra naturaleza.
Aquí, desde nuestro primer paso, como desde el primer avance de las
ciencias de los hechos, nos encontramos con dos órdenes de fenómenos
que son distintos e incluso opuestos, y por lo tanto dos tipos de
observación, que no tienen nada en común en cuanto a sus medios, o su
objeto, o su objetivo - e incluso parecen más a menudo contradecirse
mutuamente, uno tendiendo a tomar vuelo lejos de nosotros, el otro
permaneciendo lo más cerca posible del ser, tratando sólo de penetrar en
sus profundidades.
Quizá por prestar atención a este conflicto entre las tendencias y los
medios de las dos ciencias, Newton, al dar con el núcleo de la cuestión que
nos ocupa, gritó: "¡Oh física! Presérvate de la metafísica". Es también
prestando atención a la observación necesariamente doble de dos clases de
fenómenos, que cuando se mezclan y confunden producen tantos errores,
ilusiones y malentendidos, que podemos gritar a nuestra vez: "¡Oh
psicología! Presérvate de la física".
Reconozcamos por el momento, en espera de desarrollos ulteriores que
constituyen el objeto de este tratado, que no es posible que las dos ciencias
en cuestión tengan entre sí lazos más necesarios que los que los sentidos
externos del tacto y de la vista tienen con un sentido enteramente interno, o
que el objeto de una representación externa, variable y múltiple, tiene con
el sujeto una, simple e idéntica, que se representa a sí mismo. Añadamos
que la manera de observar o recoger los fenómenos externos e internos
difiere para los dos casos tanto como la imaginación o intuición de las
cosas exteriores difiere de la reflexión concentrada, primer resultado que
parecería eliminar toda idea de utilidad o propiedad de aplicar los hechos
de la física a los de la psicología. El objeto de la primera parte de la cuestión
RELACIÓN ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE 49
propuesta, m e parece, gira principalmente en torno a los dos últimos
métodos de l a c i e n c i a , el planteamiento de leyes

50 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE


(que no difiere esencialmente, como veremos, de la clasificación regular
de los fenómenos) y la búsqueda de las causas, y sobre la aplicación que
está permitido o es posible hacer, en estos dos aspectos, de las ciencias
físicas a la psicología . . . A continuación presentamos el esquema y la
división de nuestro trabajo:

Falsa aplicación de la relación de causalidad;


tema de discusión y malentendidos en la aplicación de la física a la
psicología.

¿Cómo podría la fisiología, que no puede explicar la vida física en sí misma,


explicar el sentimiento y el pensamiento?

Una impaciencia y una precipitación demasiado naturales a la mente


humana la llevan casi inevitablemente a buscar causas o a establecer leyes
generales para fenómenos que no se tomó el tiempo de observar o de
verificar; y la imaginación, primera facultad que se ejercita, se apodera de
estos fenómenos aun antes de que los sentidos se apliquen exactamente a
ellos. Si esto es cierto para una ciencia cuyo objeto es palpable o
inmediatamente accesible a los sentidos, ¡cuánto más lo será para aquella
en la que los sentidos externos no tienen utilidad, o para la que se ha
creído durante mucho tiempo que toda observación directa es imposible!
Debió suceder, pues, que después de imaginar causas ex abrupto, o de
fingir hipótesis explicativas en el seno de una filosofía enteramente
corpuscular, se extendieran esas mismas explicaciones, esas hipótesis, a
los fenómenos más oscuros de la mente y del alma, cuya naturaleza no se
sabía aún cómo evaluar, ni cuya sucesión cómo observar.
Aquí nos encontramos con todas las hipótesis que se alinean con los
sistemas más antiguos de los atomistas, desde Demócrito, Leucipo y Epicuro,
hasta Descartes y Gassendi, hipótesis con las que pretendían explicar el
funcionamiento de los sentidos y de la imaginación a través de especies
impresionales (espèces impressionnelles) que emanan de los objetos mismos -
tenuia rerum simulacra [finas imágenes de las cosas]; espíritus animales;
vibraciones o vibráculos producidos en infinitesimales fibrillas nerviosas,
etc.todas las hipótesis explicativas creadas antes de que se investigara la
naturaleza de cada tipo de sensación o idea, y antes de que se establecieran
sus semejanzas y sus diferencias.
Los filósofos de la antigüedad, siguiendo un camino contrario al de la
inducción, que los físicos modernos desde Newton han practicado con
tanto éxito, se ponían en el origen de todo e imaginaban causas generales
para explicarlo todo; su método, que no había creado más que sistemas
vanos, no tuvo más éxito en manos de Descartes. En Newton
RELACIÓN ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE 51
tiempo, Leibniz, Malebranche y otros filósofos lo utilizaron con tan poco
provecho - en última instancia, las hipótesis inútiles que se pensaron a
causa de este método, y el progreso que las ciencias deben al método
contrario de la inducción, han hecho volver en sí a todas las mentes
rectamente pensantes.
La física de Descartes, poco rica y sobre todo poco sólida en cuanto a
detalles, apenas es otra cosa que un conjunto de hipótesis utilizadas para
explicar hechos mal observados o no verificados.
El objetivo constante de esta filosofía no es sólo establecer la existencia
de una causa, de una ley general experimentada en sus aplicaciones a
hechos particulares que caen dentro de su dominio, sino afirmar o
imaginar cómo tal o cual naturaleza simple, tal o cual supuesta fuerza
impulsiva actúa sobre la materia para producir tales o cuales efectos.
Dadme materia y movimiento y crearé el mundo". Tal es el espíritu de
la filosofía de Descartes: con ciertos principios o naturalezas simples que
extrae de las profundidades de su pensamiento, creará en efecto una
naturaleza viva, así como una naturaleza inerte, creyendo explicar sus
leyes; enunciará cómo se forman los diversos torbellinos de materia sutil,
cómo cada uno de ellos circula arrojando hacia su centro todos los
cuerpos que se colocan en su esfera de actividad y que giran con él;
Explicará la atracción magnética y todos los fenómenos de afinidades
electivas como otro juego de materia sutil que penetra en los poros de
ciertos cuerpos, los atraviesa siempre en una dirección determinada, entra
y sale en una dirección determinada, etc.
Del mismo modo explicará cómo los espíritus animales, puestos en
movimiento en diferentes partes del cuerpo, vienen y agitan la glándula
pineal, y despiertan ciertas sensaciones o imágenes materiales, o
determinan ciertos movimientos musculares por la reacción de esta
glándula, etc. Así, la naturaleza no tendrá más misterios impenetrables; no
existirán fenómenos para los cuales la mente humana no pueda solamente
designar la causa general o la fuerza productiva individual, sino también
saber cómo se producen.
Estas ilusiones, demasiado halagadoras, demasiado seductoras para la
imaginación que las concibió, se disipan como sombras vanas ante la
antorcha de la razón, o más bien del verdadero espíritu de las ciencias
físicas, que fue reavivado por Bacon, y en cuyo resplandor una multitud
de mentes brillantes están allanando el camino, y marchando con
seguridad en un curso al que el espíritu de observación no sólo abrió el
camino, sino también para el que trazó la línea de circunvalación y
estableció los límites. Vuelven al estudio y al análisis simple de los
fenómenos de la naturaleza, que es lo único que debe servir de
fundamento a la ciencia. Avanzan prudentemente, utilizando la inducción
52 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE
y la analogía, en la clasificación de estos f e n ó m e n o s , que son
cuidadosamente verificados en sus detalles por

RELACIÓN ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE 53


observación y por la experiencia de los sentidos o de los instrumentos que
amplían su alcance. Se esfuerzan por plantear leyes generales, cuya
realidad, por una parte, se establece mediante experimentos repetidos mil
veces, y cuyo valor y límites, por otra, se establecen mediante los métodos
perfeccionados de cálculo que se ponen en armonía con los fenómenos
observados. Por último, abandonan el cómo de las cosas, cuyo secreto se
ha reservado el gran arquitecto del universo, para dedicar sus esfuerzos al
cuánto, que corresponde al hombre y es el punto final de sus esfuerzos, en
la ciencia de los hechos, de la naturaleza exterior.
Tal era el espíritu de este método sabio y luminoso, digno de servir de
intérprete y de apoyo al genio de Newton. Así, esta audaz búsqueda de las
causas se vio confinada dentro de los límites más estrechos; las vanas
hipótesis del cartesianismo habían contribuido ya por sí mismas a
desacreditar esta búsqueda hasta el punto de excluirla del reino de la
filosofía, y si a partir de entonces pudo encontrar un lugar dentro de este
reino, lo hizo bajo otro nombre o siguiendo una tendencia o dirección
totalmente opuesta.
Detengámonos un momento en el fundamento de esta reflexión sobre
la búsqueda de las causas o la explicación de los efectos, tal como nuestra
física moderna puede haberlas concebido o practicado.
Ya hemos señalado que la explicación de un fenómeno físico en la
doctrina cartesiana consistía no sólo en determinar la causa natural de la
que depende este fenómeno, sino además en demostrar o imaginar
detalladamente cómo actuaba esta causa para producir el efecto en
cuestión; supongamos, por ejemplo, que deseamos explicar el juego de
afinidades o los fenómenos de la electricidad, del magnetismo, etc., un
cartesiano se sentiría obligado a indicar la figura o la forma de las
moléculas fluidas que se consideran como la causa inmediata u ocasional,
o de los poros del cuerpo en los que penetra o circula, el movimiento o la
dirección que toma allí, etc., todas cosas que la imaginación puede
concebir pero que ni los sentidos ni la experiencia pueden verificar.
Un físico de la escuela de Bacon o de Newton, por el contrario, tratará
primero de analizar todas las circunstancias sensoriales del fenómeno;
intentará diversos experimentos para averiguar si tiene alguna analogía
con otros hechos cuyas leyes son conocidas: y si consigue ponerlos bajo
estas leyes, y mostrar por observación o por cálculo que depende de ellas o
que es una función particular de la misma causa (x), cualquiera que sea la
naturaleza de esta causa, creerá haber dado toda la explicación deseable
del fenómeno particular en c u e s t i ó n . Es así como en lugar de imaginar
hipótesis para explicar los fenómenos del magnetismo, de la electricidad,
del galvanismo, hoy ponemos nuestros esfuerzos en verificar las analogías

54 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE


que estos tres órdenes de fenómenos pueden presentar entre sí, al
demostrar experimentalmente las leyes que rigen su acción alejándose del
punto central (como hizo el físico Coulomb). Es así como Franklin explica
el fenómeno del trueno, estableciendo todas las analogías sensoriales que
existen entre este fenómeno tal como aparece en una nube de tormenta, y
tal como aparece en el aparato de nuestras baterías eléctricas. Es así, por
último, que nos sentiríamos haber explicado suficientemente las
affinidades químicas si lográramos verificar la conjetura de Buffon de que
las leyes que rigen estos fenómenos particulares y las leyes más generales
de la atracción de las masas son idénticas, poniendo en la expresión de
estas primeras leyes, como función infinitesimal, la figura de las moléculas
químicas reunidas hasta estar en contacto inmediato.
Podemos ver así cómo nuestra física moderna, que se ha vuelto más
modesta, más reservada y más circunspecta, quizás excesivamente en
ciertos aspectos, aspira a comprender el sistema de la naturaleza sin
intentar explicarlo, e incluso prescindiendo de imaginar hipótesis
explicativas para dar cuenta de los hechos... hipótesis non fingo, decía el
gran Newton. . hypotheses non fingo, decía el gran Newton; y, en efecto, la
atracción nunca fue para él otra cosa que un hecho general con el que una
serie de analogías vinieron sucesivamente a alinearse; nunca pretendió
convertirla en un verdadero principio explicativo de los fenómenos.
También podemos ver cómo este último desarrollo intelectual de las
ciencias de los hechos, que caracterizamos bajo el epígrafe de búsqueda de
causas, no prevalece, propiamente hablando, en el método actual de
nuestros físicos. En efecto, esta búsqueda se reduce a una simple
generalización o clasificación de los fenómenos naturales, es decir, a ir de
efecto en efecto hasta llegar al efecto más general del que derivan los
particulares y en el que se supone que están contenidos. Pero, en esta
escala ascendente de efectos, toda la tarea de la mente consiste en percibir
las relaciones cada vez más extensas entre los fenómenos que compara y
cuyas ideas o signos enlaza de acuerdo con el orden real de las sucesiones
o de las analogías que logra descubrir; a medida que aumenta el número
de estas analogías percibidas, disminuye el de las categorías antes
separadas; las diversas series divergen y tienden a reunirse en su cima. Es
así como las causas reales, las verdaderas fuerzas productivas, se retiran a la
retaguardia de nuestra mente y se dice que se simplifican posiblemente
hasta el punto de la unidad sistemática. Pero el retorno secreto de la
mente hacia una causa eficiente (x,y) absolutamente desconocida, que ya
ni siquiera intentamos determinar en sí misma, no está menos obligado
por la naturaleza de nuestras mentes; y cualquiera que sea el cuidado que
se tome para eliminar lo desconocido, o para ocultar su nombre o sus
funciones distintivas, todavía
RELACIÓN ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE 55
subsiste en los confines secretos (dans l'intimité) del pensamiento, que lo
persigue y trata vanamente de captarlo exteriormente.
Semejante método parece muy propicio para cortar de raíz todas las
ilusiones sistemáticas de las que tan a menudo están expuestas las
investigaciones imprudentes sobre la naturaleza de las fuerzas y los modos
de su acción, o sobre lo que podemos llamar verdaderamente hipótesis
explicativas de los fenómenos; Este método, sin embargo, tiene sus propias
ilusiones y quimeras, si no en su manera de observar los diversos órdenes
de fenómenos, al menos en su manera de clasificarlos y generalizarlos
según analogías fingidas o supuestas, que a menudo trata de establecer
entre hechos que por su naturaleza son enteramente heterogéneos.
Esta última reflexión nos devuelve al objeto más preciso de la cuestión
propuesta, que consiste en examinar primero hasta qué punto puede
justificarse la opinión de quienes niegan actualmente la utilidad de las
doctrinas o experimentos físicos para explicar los fenómenos de la mente
o del sentido interno.
A continuación observaré, sin más demora, y de acuerdo con todo lo
que precede, que el tipo de explicación que aquí se discute puede tomarse
en tres sentidos principales diferentes, a saber:

(1) el sentido en que la física de los antiguos y de Descartes explicaba


los fenómenos a través de sus causas, tratando de determinar cómo
una causa dada, ya fuera material o inmaterial, actuaba para
producir esos fenómenos - la cuestión aquí es hasta qué punto
puede ser útil o justificada cualquier explicación física dada de los
hechos del sentido interno o del funcionamiento de la mente;
(2) el tipo de explicación que consiste en reducir a una misma clase
tanto los fenómenos que se revelan (se découvrent) únicamente al
sentido interno, como los hechos estrictamente físicos, tal como
podrían aparecer (se représentent) a los sentidos externos o a la
imaginación; fundándose esta reducción o asimilación en las
analogías o identidades que se cree observar entre los dos tipos de
hechos en cuestión, considerados en su orden de sucesión,
subordinación o dependencia recíproca, este modo de explicación
parece ser el único que se ajusta a nuestro modo actual de filosofar
en el planteamiento de leyes y la búsqueda de causas;
(3) en el sentido en que la palabra explicar significa simplemente
hacer más claras cosas o ideas que son oscuras por su naturaleza,
comparándolas con otras cosas tangibles (sensibles) o ideas que
son como su ilustración (figuras). Así, se podría tratar de

56 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE


representar los fenómenos internos en cuestión por ciertos
movimientos externos o físicos que se producen en el cuerpo
(l'organisation), y que, presumiéndose que corresponden a las
sensaciones o ideas producidas en la mente, pueden servir como
sus símbolos o signos naturales, sin estar en absoluto conectados a
ellos por ninguna relación de identidad o incluso de semejanza, no
siendo necesario que los signos tengan ninguna semejanza con las
cosas o los fenómenos significados, para expresarlos o
representarlos a la mente en cuanto a sus propiedades reales, su
sucesión, etc. La explicación en cuestión sería, pues, puramente
simbólica.

El examen analítico de estos tres sistemas o modos de explicación será el


objeto de la primera parte de este tratado.

Primera parte
Del mal uso e inutilidad de las doctrinas y experimentos físicos para
explicar los fenómenos de la mente y del sentido interno. Análisis de los
diversos sistemas de explicación.

Primer artículo
De los métodos físicos y fisiológicos de explicación.

Volviendo a la filosofía antigua, encontramos que estas pretendidas


explicaciones físicas de los sentidos y de las ideas de la mente fueron
introducidas primero por los físicos eleáticos, y luego más o menos
acreditadas por las diversas escuelas griegas y latinas. . . O mejor dicho,
estos primeros filósofos, no habiendo llegado aún a una clara distinción
entre los dos órdenes de fenómenos u operaciones, uno de los cuales se
refiere a las propiedades de la materia y el otro a las funciones de la mente
y del a l m a , no se ocuparon todavía realmente de determinar en qué
pueden consistir sus relaciones mutuas, sus medios de correspondencia y
los lazos que los unen. Menos aún podían plantearse explicar los
fenómenos de la mente o del sentido interno con doctrinas físicas, ya que
estos fenómenos mismos estaban mezclados en los sistemas físicos de
aquellos tiempos y se presumía que formaban parte de ellos. ¿Quién
podría reconocer hoy los elementos de una explicación, por probable o
especiosa que sea, en estas doctrinas irreflexivas que tomaban las ideas de

RELACIÓN ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE 57


la mente por las sombras o los sentidos internos?

58 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE


tenues imágenes de objetos - ¿tenuia rerum simulacra? - o que creían que
estos simulacros se desprendían de los objetos por diversos puntos,
penetrando fácilmente por su tenuidad en los poros de los cuerpos
groseros y llegando y golpeando la mente, que en sí misma no era sino un
cuerpo más adelgazado, sobre cuya composición y forma se suscitarían
solemnes discusiones, para determinar si estaba hecha de fuego, de aire,
de agua, o si no participaba de la naturaleza de todos los elementos y
contenía en su composición algo semejante a lo que percibimos en cada
uno de ellos; si su forma no era esférica, la más perfecta de las formas, o un
compuesto de todas las formas, que nos hace capaces de percibir e
imaginar todas las que están fuera de nosotros, etc., etc.?
No creemos necesario insistir más sobre estas primeras ilusiones de la
infancia de la filosofía, donde la metafísica, aún por nacer, se encontraba
confundida e identificada con la física más burda, una física abundante en
explicaciones tan azarosas o ridículas en sus medios, como audaces en sus
objetos, o en su meta.
Para encontrar alguna teoría regular sobre las funciones respectivas
d e l alma y del cuerpo, y sobre las relaciones de causalidad o
dependencia, de analogía o desemejanza, que pueden existir entre los
fenómenos de la mente y los de la materia, es necesario atravesar las
diversas épocas de la filosofía ocupadas sucesivamente por las doctrinas de
Platón, Aristóteles, Epicuro y los peripatéticos, antes de llegar a Descartes,
que fue el primero en asestar un golpe fatal a la filosofía antigua, de una
manera que debemos considerar ahora.
Descartes debe ser considerado el verdadero padre de la metafísica. Es
el primer filósofo que estableció una línea divisoria exacta entre las
funciones que sólo pertenecen al alma y las propiedades o cualidades que
sólo pueden atribuirse a los cuerpos. Fue el primero, como observa un
escritor profundo y eminentemente juicioso,3 en emplear el único método
apropiado para estudiar con precisión las operaciones de la mente, es
decir, procediendo por vía de reflexión, y no por vía de analogía externa o
tangible (sensible); un ejemplo que ningún filósofo había dado antes, y que
muy pocos siguieron después de él. De este modo, se dio cuenta y
estableció que el pensamiento, la voluntad, el recuerdo y todos los demás
atributos de la mente, al no tener semejanza con la extensión y la figura y
todas las demás cualidades de los cuerpos, su conocimiento sólo puede
surgir de la reflexión o del sentido íntimo debidamente consultado, y que
las nociones exactas que pueden formarse acerca de ellos nunca pueden
deducirse de los objetos externos, ya que la existencia de estos objetos y la
de nuestro cuerpo es susceptible de duda, mientras que tenemos el
conocimiento inmediato de la existencia de nuestro cuerpo.

RELACIÓN ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE 59


3
Thomas Reid, An Inquiry into the Human Mind. (Nota del autor.)

60 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE


certeza o evidencia positiva de la existencia del alma, o del yo pensante,
incluso en nuestra misma duda de todo lo demás.
Partiendo de este principio, y procediendo por la vía de la reflexión a
investigar los fenómenos del sentido interno, no se podría imaginar -no
diré la utilidad, sino siquiera la posibilidad- de adaptar doctrina o
experimento físico alguno a la explicación de los fenómenos así
concebidos. Ni esto es todo: desde el punto de vista centrado en la
reflexión íntima del yo, parece tan difícil captar el objeto de una ciencia
física, sentar sus bases, como lo era desde el punto de vista externo o
material de la imaginación llegar al objeto de una ciencia puramente
psicológica y sentar sus bases.
Pero la duda sobre la existencia del cuerpo es tan imposible para el
hecho mismo de la conciencia como la duda sobre la existencia del alma o
del yo pensante. Al volver a esta primera verdad por otro camino
indirecto, al pretender fundarla en vanos métodos artificiales o lógicos, o
en la intervención del mismo Dios (tamquam deus ex machina), el sistema
de Descartes parecía abrir dos caminos opuestos, uno de los cuales
conducía directamente a un verdadero idealismo donde la mente lo saca
todo de sí misma, y aplica sus leyes y formas a la naturaleza exterior, y el
otro tendía a conducir, por otro orden de consideraciones, a una especie
de materialismo especulativo, donde las leyes puramente mecánicas,
utilizadas primero para explicar todos los fenómenos de la naturaleza
organizada, viva y perceptiva, así como de la materia muerta, se extienden
después ilegítimamente, hasta el punto de invadir el dominio mismo del
alma, circunscrita al principio dentro de límites muy estrechos, para que
pudiera conservar su independencia, y permanecer en un aislamiento
igualmente forzado, igualmente contrario al testimonio del sentido
íntimo.
Nada, en efecto, está más cerca del alma que las modificaciones íntimas
particulares que provienen directamente de la dinámica de la vida (jeu de
la vie), esos apetitos, esos afectos4 o determinaciones de un instinto
totalmente ciego en su principio, que el sistema de Descartes pretendía
explicar en detalle, por las leyes de un verdadero mecanismo. Si una
multitud de seres vivos organizados, a los que nos inclinamos
naturalmente a atribuir la facultad de sentir, de moverse espontáneamente
y de imaginar, pueden ejercer estas facultades según leyes puramente
automáticas, ¿por qué, dejando a un lado el sentimiento y el pensamiento,
o incluso poniéndolos bajo leyes mecánicas u orgánicas, no se busca

4
Biran utiliza la palabra "affection" -que en francés tiene un significado algo más amplio
que en español- para referirse a las diversas impresiones y modificaciones de la
experiencia sensorial. A falta de un equivalente satisfactorio en español, he optado por
RELACIÓN ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE 61
traducir la palabra directamente como "afecto", con la advertencia de que esta palabra se
utiliza aquí como un término de arte y no en su sentido ordinario. (Nota del traductor.)

62 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE


explicar, por la acción de la materia o por el juego de ciertos espíritus,
todas esas operaciones particulares que Descartes atribuye exclusivamente
al alma, de las cuales varios filósofos niegan, por otra parte, que pueda
formarse idea alguna, reconociendo solamente como idea la imagen
representada en la imaginación (fantaisie)? No sé, en efecto, si estas
supuestas explicaciones mecánicas que se encuentran en los volúmenes de
Descartes o de Malebranche sobre las pasiones y la imaginación no han
contribuido más a confirmar a ciertas mentes poco reflexivas en el punto
de vista del materialismo, que a extender, acreditar o justificar la opinión
contraria.
Lo cierto es que al pretender reducir la explicación de los fenómenos
de la organización y de la vida a la mecánica ordinaria de los cuerpos
brutos, y al confundir dos tipos de leyes que la naturaleza mantiene muy
separadas, la doctrina de Descartes, además de frenar el progreso de la
ciencia fisiológica y falsear su teoría, perjudicó también en ciertos aspectos
a la filosofía de la mente humana, que su método de reflexión tendía por
otra parte a orientar en una dirección tan fina y útil.
Si, en efecto, todo opera en los cuerpos vivientes por las meras leyes de
la mecánica, no hay intermediario admisible entre el automatismo puro y
la inteligencia pura; ni, por consiguiente, vínculo, medio natural de
correspondencia entre el pensamiento y la extensión, entre el alma y el
cuerpo. Una relación, una acción recíproca del uno sobre el otro sólo
podría tener lugar por un milagro perpetuo, o la intervención de la fuerza
suprema, que es la única verdaderamente productiva, la causa única y
exclusivamente eficiente. Las impresiones materiales de los cuerpos, no
siendo más que causas ocasionales, serán, sin embargo, ocasiones o
condiciones necesarias para las afecciones o representaciones del alma,
puesto que éstas determinarán ocasional y necesariamente los
movimientos consecutivos y automáticos del cuerpo; de donde se sigue:

(1) que el sentimiento o hecho íntimo de la conciencia, que


constituye el yo (como) causa real, o fuerza productiva inmediata
de los movimientos provocados por la voluntad, no es más que
una mera ilusión, y que el criterio de la verdad no estando ya en
este testimonio interno sobre el que se funda toda ciencia, no
puede estar ya en ninguna parte . . .
(2) que no habiendo intermediario entre el pensamiento propiamente
dicho y el mecanismo más ciego, debemos elegir uno u otro, o
encajar en el dominio del pensamiento una multitud de
impresiones afectivas, de inclinaciones, de apetitos, de sensaciones
oscuras, que, aunque nunca aparezcan a la conciencia del yo,
afectan sin embargo a un ser en su capacidad puramente sensorial,
RELACIÓN ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE 63
convirtiéndose en la base del

64 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE


sentimiento inmediato e irreflexivo de la existencia; o de nuevo
m e z c l a r todas aquellas funciones de la vida y de la sensibilidad
física entre las propiedades y movimientos de la materia bruta; en
ambos casos, alterar la naturaleza de los fenómenos más bien
establecidos, asimilar las clases más evidentemente opuestas, cerrar
los ojos sobre toda una clase de hechos que forman parte esencial
del conocimiento completo del hombre, al que tal vez no se pueda
llegar sino elevándose a través de los numerosos grados de la escala
animal, desde el matiz más oscuro de una sensibilidad que no es
todavía pensamiento, hasta esa elevación que es la estación del
contemplador reflexivo e ilustrado de las obras de la creación.

La doctrina de Descartes produjo inmediatamente la secta de los fisiólogos


mecánicos, que al trabajar con explicaciones mecánicas y con las leyes de
la organización y de la vida, acaban por no reconocer el principio
fundamental de la doctrina madre y la gran distinción establecida entre la
extensión, la figura y el movimiento, que pueden representarse, y el sujeto
indivisible (le sujet un) de la sensación, que sólo puede reflexionar sobre sí
mismo. Una vez suprimida esta línea divisoria, las hipótesis físicas
explicativas de los sentidos y de las ideas podían en lo sucesivo ir sin
freno.
Se llega así a afirmar que la causa eficiente (y ya no sólo la ocasión o la
condición necesaria de la sensación) no es otra que el objeto que presiona
el órgano. Esta presión penetra hasta el centro del cerebro a través de los
nervios. El cerebro reacciona entonces fuera de sí sobre estos nervios y,
por tanto, sobre las representaciones o imágenes de las cosas externas, o
sobre el corazón y los órganos musculares y, por tanto, sobre las
sensaciones afectivas, los movimientos, las atracciones o repulsiones
animales, etc.
Tal es la sustancia de todas esas explicaciones físicas que diversos
autores desde Hobbes han modificado y desarrollado de infinidad de
maneras, pero que en su conjunto se resumen en estas pocas palabras.
Estas explicaciones físicas comparten con las hipótesis físicas de
Descartes el vicio común de ser productos puramente gratuitos de la
imaginación, imposibles de justificar por ningún tipo de observación
externa o interna, e incluso de estar en oposición con los hechos del
sentido íntimo, que pretenden explicar. Pero tienen además un carácter de
absurdo que les es muy particular. Es excluyendo toda participación,
incluso pasiva, de un sujeto sintiente, o de una substancia hiperfísica,
superior a la organización material (tal como Descartes concebía el alma,
y que los autores de estas hipótesis se obstinan en desconocer o negar
expresamente) como postulan una relación de semejanza hipotética
primero entre los movimientos mecánicos exteriores y las impresiones
RELACIÓN ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE 65
puramente orgánicas, y una relación aún más

66 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE


identidad ilusoria y evidentemente absurda entre los mismos
movimientos o impresiones y los sentimientos, percepciones, ideas u
operaciones que el yo, sujeto indivisible y simple del pensamiento, percibe
en sí mismo y se atribuye en el hecho inefable de la conciencia.
De aquí una opinión repugnante que fue sugerida por Hobbes y que
ciertos físicos no han temido desde entonces profesar expresamente: que
toda materia tiene esencialmente y en su naturaleza la facultad de sentir,
así como la de atraer o la de moverse - que todo lo que necesita son
órganos y una memoria como los animales para manifestar sus oscuros
afectos, etc.
Es inútil insistir sobre tales opiniones, así como sobre las explicaciones
físicas de los sentidos y de las ideas que el materialismo puro ha
pretendido deducir de ellas; sólo hemos necesitado mencionarlas para
prefigurar las ilusiones y los peligros ligados a tales explicaciones, aun
cuando (como Descartes y Malebranche) se quiera conciliarlas con las
teorías metafísicas más sólidamente establecidas sobre los hechos del
sentido íntimo.

Segundo artículo
De los sistemas de la fisiología, y de su uso en la explicación de los
fenómenos del sentido interno.

La verdadera prueba de una hipótesis reside en los detalles de los


fenómenos que sirven para explicar. Fue llevando al límite las supuestas
explicaciones de los mecanicistas fisiológicos, que veían en el cuerpo una
simple máquina hidráulica, o un compuesto de palancas, cuerdas e
instrumentos destinados a transmitir y realizar los movimientos de los
fluidos o de los sólidos, etc., cuando los filósofos se dieron cuenta
finalmente, debido a la incompatibilidad de los resultados, tanto entre sí
como con la naturaleza, de que era necesario renunciar a hipótesis que la
imaginación por sí sola aún podía fomentar, pero que la experiencia y la
razón repelían a cada paso.
Si el objetivo de esas hipótesis azarosas no hubiera sido primero
explicar los sentidos y la imaginación, que por su naturaleza son
inaccesibles a toda observación o experimento, tal vez su reinado habría
sido más largo. Pero en cuanto se intentaba adaptar esas hipótesis a las
leyes de la organización y de la vida, había una especie de criterio
experimental con el que compararlas. Demostrar que no podían
conciliarse con los hechos de la fisiología era disminuir y aniquilar su
valor con respecto a otro orden de explicaciones mucho más oscuras y

RELACIÓN ENTRE LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE 67


mucho más inciertas. No se puede negar que, al menos en este aspecto, las
explicaciones más

68 LO FÍSICO Y LO MORAL EN EL HOMBRE

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