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La forma más apropiada para expresar la manera en que concebimos al mundo y reflejar
nuestro comportamiento en sociedad, es por medio del lenguaje. Esto es debido a que
sirve de medio para transmitir información y conocimiento. Sin embargo, a pesar de ser
una herramienta muy útil, ha generado mucha desigualdad en cuestiones de perspectivas
de género (Pérez, 2011).
Desde ese entonces, la identidad de género ya está condicionada, sin embargo, las úni-
cas diferencias verdaderas entre los hombres y las mujeres se encuentran en el aspecto
biológico. El resto de las diferencias son culturales, es decir, aprendidas. Esa diferencia
de género se conforma por medio de las características históricas, sociales y culturales,
además se maneja a través de distintos círculos sociales, tales como la familia, la escuela,
la iglesia, los medios de comunicación, la política, etc.
Las niñas y niños por medio del lenguaje aprenden las diferencias en función del sexo, así
como la importancia que se les da a las mismas. Entonces, el lenguaje siendo el reflejo
de la sociedad, es el medio por el cual se forman dichas diferencias de género que han
llevado a mecanismos de discriminación, por ejemplo, a través del androcentrismo y del
sexismo.
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El androcentrismo, según la autora Meana (2004), se refiere a que en las investigaciones y
estudios, la única perspectiva manejada es la masculina. Entonces, el hombre es el sujeto
de referencia y las mujeres son dependientes y subordinadas de ellos. Este factor se pre-
senta por medio del orden de las palabras utilizadas, en el uso de determinados vocablos
y cuando se utiliza el género masculino cuando se refiere a ambos sexos (Pérez, 2011).
En la sociedad actual y desde hace mucho tiempo, se ha tenido la percepción que las
mujeres se caracterizan por tener roles dentro de las interacciones humanas, apoyo so-
cial, al contar con características de más sensibilidad como la empatía, más no roles de
liderazgo o mando. Por otra parte, los hombres se les ha visto como que son mejores
para desempeñar roles de poder competencia y autoridad.
De acuerdo con esa teoría, los prejuicios que se forman en contra de una mujer que tie-
ne un puesto de mando, varían en forma tal al grado de incongruencia percibida entre
el rol del líder y el rol de género femenino. Debido a esa razón, es muy frecuente que
se perciba tal incongruencia cuando una mujer tiene una posición laboral de liderazgo,
especialmente, cuando la percepción general es que dicha posición la debería tener un
hombre (García y López, 2006).
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Las percepciones de éxito y fracaso son importantes a considerar, debido a que son
grandes motivadores del comportamiento. Asimismo, las atribuciones causales, también
dan explicación al por qué las mujeres y los hombres tienen diferentes aspiraciones res-
pecto a posiciones de mando o dirección. Dada esta explicación, se considera que en
las mujeres, cuando hay una expectativa de éxito, se le atribuye a factores externos (por
ejemplo, el azar o la suerte), mientras que si hay una expectativa de fracaso, se le atribuye
a factores internos. Finalmente, hay una tendencia de que existan mayores éxitos en los
hombres que en las mujeres.
La teoría de los códigos comenzó a elaborarse en el año 1962, por el autor Basil Bernstein.
La introducción de dicha teoría se implementó en el primer tomo de su libro Clase, códi-
gos y control, dando a conocer los conceptos de código elaborado y código restringido
(doble código) (Sadovnik, 2001).
Dicha teoría sociolingüística recae en una teoría social que analizó las relaciones entre
las clases sociales (socio electo), la familia y la reproducción de los sistemas de signifi-
cado (por ejemplo, los códigos lingüísticos que se manejan en los diferentes sexos, es
decir, sexo electo). El código se define como los principios que regulan los sistemas de
significado (Sadovnik, 2001).
Según Bernstein hay diferencias por la clase social en los códigos de comunicación de los
hijos de padres de clase trabajadora y los de los hijos de padres de clase media. Dichas
diferencias se reflejan en las relaciones de poder y clase en la diferenciación social del
trabajo, la familia y el colegio (Sadovnik, 2001).
Una de las problemáticas planteadas por este autor es que el éxito escolar requiere de
un código de lenguaje elaborado, por tal motivo, los hijos de clase trabajadora (quienes
tienen un código de lenguaje restringido), se encuentran en desventaja en este específico
contexto (Sadovnik, 2001).
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Finalmente, otra vertiente de la teoría de los códigos se encuentra en los códigos de
comunicación, discurso y la práctica pedagógica. El estudio de los códigos tiene lugar
en el colegio y en su relación con la reproducción de las clases sociales. Encontró que
existen diferencias en la forma en que la educación se transmite y dichas diferencias se
encuentran en la clasificación y en las reglas de estructura en la práctica educativa, asi-
mismo, tienen una relación con la clase social y las expectativas de las familias que son
atendidas por el colegio. Cuando los códigos son visibles, la clasificación y la estructura
son fuertes. Cuando los códigos son invisibles, la clasificación y la estructura son débiles
(Sadovnik, 2001).
6.3 El meta análisis en las revisiones de estudio sobre diferencias de sexo en capaci-
dades cognitivas
A partir de la década de los 20’s, empezó a ser más evidente la necesidad de realizar
diversas mediciones de la capacidad mental. Los autores Thorndike y Leon Thurstone,
encontraron que la inteligencia no es un factor unitario, sino que se compone de varias
y diferentes aptitudes que se presentan de diversas maneras en las personas (Echavarri,
Godoy y Olaz, 2007).
A partir de los años 80, muchos investigadores comenzaron a interesarse por las dife-
rencias cognitivas entre las mujeres y los hombres, empleado pruebas psicométricas
que midieran las aptitudes cognitivas específicas y el nivel de inteligencia en general (CI)
(Echavarri, Godoy y Olaz, 2007).
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Debido a esas investigaciones, se encontraron diferentes posturas ante la diferenciación
cognitiva entre hombres y mujeres. Un grupo de investigadores habla que existe una clara
diferencia en la capacidad intelectual general (CI) y otro grupo indica que la diferenciación
no se encuentra en la capacidad cognitiva general, sino en las habilidades específicas, por
ejemplo en las habilidades espaciales, razonamiento matemático y razonamiento verbal,
entre otras (Echavarri, Godoy y Olaz, 2007).
Entonces, el meta-análisis de todos estos estudios indica que si existen una diferencia
cognitiva entre hombres y mujeres, pero con el debido respaldo se encuentra que dicha
diferencia no está estipulada en el coeficiente intelectual, sino en las habilidades o inte-
ligencias específicas.
Existe una perspectiva general dentro de la comunidad científica que avala la diferencia
cognitiva entre hombres y mujeres. Dicha diferencia la encuentran en diferentes factores
(Echavarri, Godoy y Olaz, 2007):
● Evolutivos: los cerebros de los hombres son anatómicamente más grandes que los
de las mujeres, por lo tanto hay una diferencia en la cantidad de materia gris y blanca.
● Socio-biológicos: existe una relación entre los factores biológicos (por ejemplo las
hormonas), la experiencia y las diferencias sexuales cerebrales, cognitivas y conduc-
tuales. Las hormonas están relacionadas con la influencia genética, las cuales pueden
influir en la manera en que el cerebro responde a los estímulos del ambiente.
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● Madurativos: las diferencias de género en inteligencia y personalidad son debido
a las variaciones en la estimulación y desarrollo del cerebro.
Entonces, las diversas investigaciones realizadas han ayudado a generar varios modelos
teóricos que explican las diferentes cognitivas en los diferentes sexos. Dichas teorías se
complementan y con ello, se encuentra que las diferencias están más relacionadas con
las habilidades específicas que con las generales.
Existen, evidentemente, muchas pruebas en las que resaltan las diferencias entre los
hombres y las mujeres respecto a sus estilos cognitivos (los cuales se refieren a la manera
en que el individuo interpreta y procesa la información, así como aprovecha sus deter-
minadas habilidades intelectuales). El autor Broverman y cols. (1972), observaron que los
hombres son generalmente calificados como independientes, autoconfiados, competi-
tivos, ambiciosos y con facilidad en la toma de decisiones. Las mujeres son percibidas
como gentiles, empáticas, discretas y con habilidades para expresar sentimientos a los
demás. Con ese estudio, los hombres son considerados instrumentales y las mujeres
expresivas (Colom, 2013).
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Las mujeres tienen mejores promedios en las pruebas de aptitud verbal general, deletreo,
uso gramatical del lenguaje, producción del lenguaje, pruebas de memoria mecánica,
vocabulario y en su velocidad perceptiva (Colom, 2013).