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Federico García Lorca.

Biografía
Federico García Lorca (Fuentevaqueros, 5 de junio de 1898 – camino Víznar a Alfacar,
1936). Poeta y dramaturgo español, adscrito a la generación del 27.
Desde pequeño entra en contacto con las artes a través de la música y el dibujo. En 1915
comienza a estudiar Filosofía y Letras, así como Derecho, en la Universidad de Granada.
Forma parte de El Rinconcillo, centro de reunión de los artistas granadinos donde conoce a
Manuel de Falla. Entre 1916 y 1917 realiza una serie de viajes por España con sus
compañeros de estudios, conociendo a Antonio Machado y que inspiran su primer
libro Impresiones y paisajes (1918). En 1919 se traslada a Madrid y se instala en la
Residencia de Estudiantes, coincidiendo con numerosos literatos e intelectuales. Allí, empieza
a florecer su actividad literaria con la publicación de obras como Libro de poemas (1921) o El
maleficio de la mariposa (1920).

Junto a un grupo de intelectuales granadinos funda en 1928 la revista Gallo, de la que sólo
salen 2 ejemplares. En 1929 viaja a Nueva York, plasmando este viaje en Poeta en Nueva
York, que se publicaría ya fallecido el autor en 1940. Dos años después funda el grupo teatral
universitario La Barraca, para acercar el teatro al pueblo mediante obras del Siglo de Oro.

Otro viaje a Buenos Aires en 1933 hace crecer más su popularidad con el estreno de Bodas de
Sangre y a su vuelta a España un año después sigue publicando diversas obras
como Yerma o La casa de Bernarda Alba (1936) hasta que en 1936, en su regreso a Granada
es detenido y fusilado por sus ideas liberales.

Escribe tanto poesía como teatro, si bien en los últimos años se vuelca más en este último,
participando no sólo en su creación sino también en la escenificación y el montaje. En sus
primeros libros de poesía se muestra más bien modernista, siguiendo la estela de Antonio
Machado, Rubén Darío y Salvador Rueda. En una segunda etapa aúna el Modernismo con la
Vanguardia, partiendo de una base tradicional.

En cuanto a su labor teatral, Lorca emplea rasgos líricos, míticos y simbólicos, y recurre tanto
a la canción popular como a la desmesura calderoniana o al teatro de títeres. En su teatro lo
visual es tan importante como lo lingüístico, y predomina siempre el dramatismo.
En la actualidad Federico García Lorca es el poeta español más leído de todos los tiempos y el
11 de noviembre de 2008 la Biblioteca del Instituto Cervantes de Tokio es inaugurada con el
nombre de Federico García Lorca.

La Casida de la muchacha dorada se encuentra dividida en dos momentos esenciales: el


momento en el que la muchacha es puro fuego, pura sensualidad y aquél en el que se nos
recuerda la pureza de esa mujer, momentos que se entrelazan indisolublemente. Es magia, es
llamarada, es dolor, es pasión. Pero también es agua (“la muchacha mojada”). Considero
importante subrayar esto, ya que dos elementos tan disímiles como el agua y el fuego vienen a
fundirse en una sola condición: la femenina. Los ojos del poeta observan una mujer que reúne
ambos elementos que la pierden, la escinden, hacen de ella el complemento perfecto y a su
vez, le imposibilitan una comunión con su propia alma:
La muchacha de lágrimas
se bañaba entre llamas
y el ruiseñor lloraba
con las alas quemadas.
Aquí encontramos otro personaje en el poema, “el único testigo” como dirá Mario
Hernández: el ruiseñor, símbolo recurrente en la lírica lorquiana. El ruiseñor con las alas
cortadas, con su canto acallado, con las alas quemadas en este caso. Con todo, vale destacar
una seguidilla de fines del siglo XVI y principios del siglo XVII, recogida por Margit Frenk,
que afirma lo siguiente acerca del ruiseñor:
En la cumbre, madre.
canta el ruiseñor;
si él de amores canta
yo lloro de amor.
En esta casida el ruiseñor es el amor que ansía salir cantando a gritos las sensaciones, las
pasiones, el dolor. Mario Hernández, en su introducción al “Diván del Tamarit”, compara a
esta muchacha dorada con la esterilidad en “Yerma”, quizás por las palabras “yerta y
amortajada”, que atribuyo más a la muerte de la antigua condición para otra vida que a la
esterilidad. Pongo el énfasis en la palabra muchacha y recalco su virginidad basándome en
versos tales como “alba sin mancha”, “blanca garza”, “muchacha blanca”. Sabemos que en
Lorca el blanco tiene una simbología polifacética pero me arriesgo a comprobar que en este
caso constituye todas esas simbologías: es la muerte, es la vida, es la castidad de esta
muchacha y es el herido por amor, tema conocido y recurrente en este autor.
En efecto, el agua es fertilidad, pero puede estar hablando de una fertilidad futura no
experimentada y no de una infertilidad. En todo caso considero que la frustración está en otra
parte: está el amor que no llega o que no regresa (“Doña Rosita la soltera o el lenguaje de
las flores”), imposibilidad del amor y/o dolor por el amor no correspondido (“Bodas de
sangre”, “Sonetos del amor oscuro”) y el que me inclino a considerar como el más acertado,
el herido por amor, teniendo en consideración además los géneros líricos medievales que
estamos tratando que recurren a este tópico en forma regular.

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