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MORFINA

Los opiáceos son sintetizados a partir de la savia blanquecina que exudan los frutos
inmaduros de la planta Papaver Somniferum comúnmente llamada Amapola, en función de la
cual un farmacéutico austríaco de nombre Friedrich Wilhelm Serturner llevó a cabo a una serie
de experimentos alrededor del año 1800. En uno de ellos, al producir un extracto que
denominó ácido mecónico, y alcalinizarlo con amoníaco, obtuvo un precipitado cristalino con
propiedades narcóticas y analgésicas, que sería reconocido más adelante como Morphium. El
grado de pureza de dicho compuesto se determinaba por su capacidad para formar sales
cristalizables a partir de ácidos. Paralelamente se obtuvieron derivados muy populares como la
Noscapina, el Láudano y el Cloruro Mórfico, empleados como antitusígeno central no
narcótico, tintura y solución inyectable respectivamente.

A parte de la familia de opiáceos alcaloides estándar conformada por la morfina y la


codeína (antitusivo central narcótico), se tienen los semisintéticos como la heroína y
oxicodona, más los que son enteramente sintéticos como la petidina y metadona y, los
opioides endógenos como la endorfina, encefalina y dinorfinas. A nivel del Sistema Nervioso
Central la morfina actúa como agonista de los receptores mu, kappa y delta, todos ellos
acoplados a los receptores para la proteína G.

Por su parte, las encefalinas naturales se asocian a los receptores d (delta), y las dinorfinas
naturales con los receptores k (kappa). Mientras, el tipo de opioide natural endorfina-b que
interactúa con los receptores m (mu), hace que se produzca una alta afinidad entre ellos, y por
tanto mayor una mayor tendencia a la dependencia que en los casos mencionados antes.

Dicho esto, queda claro que la morfina puede llegar a ser altamente adictiva y por ello
algunos investigadores han planteado su uso a nivel tópico para el tratamiento de dolores
crónicos en articulaciones y músculos. Ahora bien, dado a que el dolor puede experimentarse
de maneras muy diferentes en cada paciente, en dichos estudios el común denominador es la
falta de consenso acerca de qué tan rápido actúa la sustancia una vez aplicada, y qué tan
duraderos son sus efectos. Sin embargo, al usarse Fentanilo (agonista sintético opioide más
potente que la morfina) se obtienen resultados más contundentes.
En tal sentido, se han dado también algunos experimentos para demostrar la capacidad de la
morfina a nivel periférico para inhibir las respuestas de mecanoreceptores y nocioceptores en
la piel, que involucran a receptores A-delta y C de tejidos inflamados. Algunas de las hipótesis
que pretenden explicar la selectividad de la morfina para este tipo de tejidos proponen la
migración de células opiáceas inmunes al área inflamada, el incremente del trafico axonal de
los receptores para el opio en las terminales periféricas y alteración en el mecanismo del
acoplamiento con proteína G.

El dolor es asociado al incremento de la actividad en las neuronas sensoriales primarias


producto de un estímulo mecánico, térmico o químico, que provoca daño o inflamación del
tejido. Por lo general cuentan con umbrales de excitación elevados. Las primeras células de la
vía transmiten la sensación liberando Glutamato, el cual viaja por la columna dorsal de la
columna vertebral. La nociocepción viaja por el tracto espinotalámico. Otras regiones como la
sustancia gris periacueductal, el núcleo magno del rafe (núcleo serotoninérgico), el locus
ceruleus (producción de noradrenalina) y el núcleo reticular gigantocelular, reaccionan a las
microinyecciones de morfina (aplicaciones mínimamente invasivas).

El dolor puede tener varios componentes y es clasificado como crónico, neuropático y


nociceptivo dependiendo igualmente de la velocidad con la que se conduce. El dolor
nocioceptivo parte de una lesión externa o afectación visceral. El neuropático parte de una
alteración en la transmisión de las señales dolorosas. El dolor agudo aparece por estimulación
de nocioceptores específicos y tiene función protectora.

El de tipo crónico, por el contrario, es persistente y prolongado hasta mucho después de


producida la lesión o en ausencia de ésta. Es también, el más debilitante a nivel emocional
pudiendo ser causante de depresión y ansiedad. El componente cognitivo del dolor es
igualmente significativo para el estudio de las aplicaciones de la morfina, abarcando los
juicios y valoraciones, lenguaje y conocimiento del dolor y las experiencias personales
(establecidas en la memoria episódica).

En este sentido los opioides endógenos y exógenos pueden participar en la modulación de


la señal nocioceptiva que se está transmitiendo por el asta dorsal de la médula. Bloqueando
indirectamente los canales de calcio y la apertura de los canales de potasio al hiperpolarizar las
células involucradas.

Asimismo los opioides no alteran el umbral del dolor de las terminaciones de los nervios
aferentes a los estímulos. La analgesia se debe a los cambios en la percepción de las señales
dolorosas a nivel de la médula cuando se la sustancia se une los receptores mu2,d y k; y a un
nivel superior, a los receptores mu1 y k3.

Cuando la morfina se une a los receptores K se cierran los canales de potasio-voltaje


dependientes y abriendo los canales de potasio-calcio dependientes cuando se trata de los
receptores mu y delta, lo que como se comentó anteriormente, origina una hiperpolarización
de la neurona. La morfina y en general la mayoría de los opioides, cuando se unen a sus
receptores estimula el intercambio de un compuesto denominado Guanosina Trifosfato (GTP)
derivado de la proteína G que procesa un segundo mensajero para así disminuir la presencia
del AMPc (adenosín monofosfato cíclico), inhibiendo la enzima que modula la liberación de
neurotransmisores nocioceptivos como el GABA y la dopamina.

Fuera del sistema nervioso central, la morfina trabaja inhibiendo la liberación de


vasopresina, somatostatina, insulina y glucagón, gracias a que bloquea los neurotransmisores
GABA y acetilcolina. Para finalmente ser metabolizada por el hígado, y por el cerebro y
riñones en menor medida.

Adicionalmente, se ha demostrado que la morfina y el fenobarbital son capaces de alterar


los patrones circadianos de la temperatura corporal. Diversos estudios han asegurado que
existen variaciones diarias y anuales en la percepción dolorosa y efectos analgésicos de la
morfina, que a su vez guardan relación con los niveles de péptidos opioides (endógenos) y con
el número de receptores opiáceos.

La concentración en el plasma de endorfinas beta, que son guiada por la pituitaria y el


hipotálamo basal medial, presentan picos más altos en la mañana y mas bajos en la noche.
Igualmente, un estudio paralelo concluyó que los niveles de dinorfina (otro opiáceo endógeno)
en ratas son más bajos en el hipotálamo durante el día, y más altos en la noche. Aquello
conduce a que el efecto de la morfina no será el mismo durante todo el día. La sensibilidad de
cierto grupo de receptores puede dispararse y con ello alterar la eficacia de la morfina y la
manera en como ésta será metabolizada, entre otros aspectos.

REFERENCIAS

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