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APROXIMACIÓN A LA CONSTRUCCIÓN IDENTITARIA DE PERSONAS EN SITUACIÓN

DE POBREZA EN TIEMPOS DE COVID-19


Caracas, 9 de Febrero de 2021

En primer lugar, es de suponer que la construcción identitaria no es un proceso estático o


rígido. La autodefinición de un individuo en un contexto social, mediada por comparaciones
interindividuales, es lo que da paso a la identidad social. En otras palabras, la misma surge
de la dialéctica entre el individuo y la sociedad (Tajfel, 1984). Se construye entonces con las
muchas formas de relacionarse que tienen los individuos en distintos grupos sociales,
quienes a su vez participan en el devenir histórico-social y al mismo tiempo, son moldeados
por él (García, 1996 c.p. López, 2008).

Al ser la identidad un fenómeno contingente, mutable e inestable (Klor de Alva, 1992 c.p.
López, 2008) es pertinente preguntarse cómo se reconfigura en una coyuntura donde el
menoscabo a nivel político, económico y social del país, converge con la emergencia de una
crisis sanitaria global. Así pues, antes de tratar de responder a esta interrogante, es preciso
establecer una línea base que describa las condiciones preexistentes a la crisis ocasionada
por la pandemia.

Los datos arrojados por la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) que se
realizó entre 2019 y 2020, muestran que la pobreza multidimensional (que abarca empleo,
estándar de vida, acceso a la educación y vivienda) pasó de 39,3% en el año 2014, a un
64,8% en el 2019. Aquí la pobreza es conceptualizada como una situación de carencia
material en el cual se encuentran personas y comunidades en comparación con un patrón
normativo (España, 2004). Y el empobrecimiento, como un proceso paulatino de
precarización donde la clase media ve mermada su capacidad de generar ingresos. Es
indiscutible que los venezolanos se han empobrecido, sin embargo el impacto varía de
acuerdo al estrato económico. La brecha entre clases sociales se ha expandido (Klein,
2012).

Paralelamente el panorama nacional recibe los primeros casos de coronavirus con una
economía estancada. A partir del año 2013 miles de empresas se ven en la necesidad de
cerrar y las que aún se mantienen operativas lo hacen en un contexto hostil en el que fallan
los servicios básicos y donde desde el Estado se les persiguen si no se adhieren a las
decisiones del gobierno (García, 2020).
A ello se le suma la declaración de medidas de confinamiento, el deterioro del sistema de
salud, la incapacidad para acceder a suministros y medicamentos necesarios para tratar la
enfermedad por el virus, y la incertidumbre acerca de cuándo será posible acceder a alguna
de las vacunas que ya se están aplicando en otros países de la región (Andrade, Hernández,
Quintero y Sanguinetty, 2020). Estos problemas afectan a la mayor parte de la población,
pero no lo hacen del mismo modo, dado que aquellas personas que cuentan con un mayor
poder adquisitivo e ingresos en dólares, tiene más posibilidades de sortearlos.

Retomando la idea anterior, si la construcción de la identidad se alinea con la percepción


sobre el contexto en el cual se desarrolla, la consecuencia para el autoconcepto de vivir en
un medio donde se tiene poco dominio real sobre la situación, es enfrentarse a síntomas
sociales de desesperanza aprendida mientras se interioriza la carencia de poder (Montero,
1984; Tajfel, 1984).

En el mismo orden de ideas, después de analizar los resultados de su estudio


comparativo y contrastarlos con la literatura, Salazar (1970) comprobó que los venezolanos
tienen una percepción negativa sobre sí mismos, y acertó a preguntarse qué sostiene ese
aparente sentimiento de minusvalía que asoma al hacer comparaciones con grupos de
extranjeros.

Análisis más recientes como el de Acosta (2019), apunta que la crisis que enfrenta el país
se cataloga como un evento traumático con repercusiones a nivel social, manifestadas en la
desarticulación de la participación social y política, y el miedo a disentir y a ejercer control
social a través de programas de asistencia a los más vulnerables. A nivel individual la
tristeza, depresión, angustia, desesperación, miedo y hasta la desesperanza son factores
recurrentes que perfilan el autoconcepto de los venezolanos.

No obstante, el situar las causas de la construcción identitaria negativa del venezolano


sólo en el exterior o sólo en el individuo no es ideal, pues se trata de un fenómeno complejo
que deviene de la relación entre ambos. Al respecto, Montero (1984) describe la teoría de
sistemas propuesta por Geyer para distinguir entre la falta de poder provocada por el medio
y la falta de poder engendrada por el sistema (el individuo).

En 1960 Herman Witkin estableció una tipología polarizada y simplista que alberga en un
extremo a los individuos dependientes del campo, y en el otro, a aquellos independientes del
mismo (Montero, 1984). En el primer caso, a los individuos dependientes se les caracteriza
como conformistas, orientados al prójimo y al acercamiento físico y emocional. Asimismo,
tienden a dejarse influir por el medio y a considerar las claves sociales dadas por otros. Por
otro lado, los individuos independientes se interesan más por sus propias ideas y
abstracciones, por lo que son percibidos como relativamente insensibles, manipuladores y
déspotas, y en lugar actuar conforme a las propiedades dominantes del campo, emplean su
compás de referencias internas para reestructurar el medio (Montero, 1984).

Así, en palabras de Witkin, se les considera inferiores a aquellos que se orientan histórica,
política y culturalmente al campo, en tanto los sujetos independientes ocupan situaciones de
poder (Montero, 1984). A pesar de no contar con un estudio de los estilos cognoscitivos en
Venezuela, el autor supone que una gran parte de la población se identifica como
dependiente del campo (Montero, 1984). Lo expresado por Witkin encaja con la presunción
de que son los mismos individuos los causantes de su opresión, cuando la realidad indica
que tanto los individuos de clase media/baja como los de clase alta exhiben rasgos de
ambas tipologías (España, 2004).

“La pobreza involuntaria no es una opción de la identidad” (Suárez-Montoya, 2020, p.24)

En lo que respecta a la psicología de la pobreza, Montero (1984) señala que si se quiere


indagar sobre el tema, es preciso franquear una etapa lógica que algunos autores han
pasado por alto: Es un error catalogar los síntomas de pobreza como la causa de la misma.
No es adecuado ni certero concluir que los pobres lo son, porque tienen menos motivación,
iniciativa, poseen un foco de control externo, etc. Situar a los individuos en situación de
pobreza como agentes de su propia desgracia genera un estereotipo nacional negativo y en
ciertos casos una identidad nacional negativa (Montero, 1984).

Ahora bien, si se quiere considerar la percepción de control que tiene un grupo de


personas sobre su condición, se debe hablar del papel que juega la demora en la
gratificación y el efecto de la autoeficacia. En las clases más bajas, la posibilidad de la
planificación organizada del porvenir, parece quedar relegada a un segundo plano si el
sujeto se ve en la necesidad de proteger lo que ya tiene de manera inmediata y tangible
(Montero, 1984).

Al respecto, vale la pena ahondar en un factor determinante y predictor del éxito


monetario que es la responsabilidad o conciencia (Conscientiousness) (según el modelo de
los Cinco Grandes de la personalidad) el cual engloba el auto-control (incluyendo la
gratificación demorada), y la capacidad de planificar, organizar y ejecutar tareas (Jordan B.
Peterson, 2017, 4m15s).
Aunque los beneficios de ser altamente responsable son evidentes (las personas muy
consientes suelen aportar mucho a sus comunidades) la estrategia de sacrificar el presente
en pro de una recompensa futura no funciona si el entorno es radicalmente inestable, pues
en estos casos resulta más razonable conseguir los recursos que se hayan al alcance
mientras se pueda. Tal escenario refleja el caso de Venezuela, donde el clima de perpetua
inestabilidad económica e hiperinflación sumado a la presencia de una amenaza a la salud
pública menoscaba la consecución de un proyecto a largo plazo (Jordan B. Peterson, 2017,
5m07s).

Sobre esto, Fayard (2012) responde ante la interrogante de cómo figura la identidad de
una persona altamente consciente cuando se halla inmersa en un entorno económicamente
inestable, y revela que estos individuos son más propensos a desarrollar depresión y sentir
culpa, aseveración que se asemeja a lo planteado por Acosta (2019) acerca de los efectos a
nivel psicosocial de la crisis que atraviesa el país.

Interesantemente, la identidad puede transformarse cuando existe una identificación total


del individuo con sus tipificaciones socialmente asignadas y ciertas circunstancias sociales lo
favorecen, como el fenómeno de la marginalidad social y la segregación (Berger y
Luckmann, 1968).

A manera de cierre, se reconoce que las personas en situación de pobreza y aquellas que
se han empobrecido abruptamente se hayan especialmente vulnerables ante un panorama
de crisis que ha cambiado la forma como éstos se perciben a sí mismos, profundizando
creencias antiguas que refuerzan la idea de indefensión y falta de control.

No se ha encontrado estudios en Venezuela que indaguen en el estatus actual de la


identidad del ciudadano pobre/empobrecido en el contexto de la pandemia por COVID-19,
pero se considera pertinente pues podría arrojar luz sobre asuntos de interés sociológico y
serviría para trazar planes de intervención en las comunidades más necesitadas.
REFERENCIAS

Acosta, Y. (2019) Venezuela. Normalidad en un país anormal. Psicología Política en


Latinoamérica.

Acosta, Y (2015). Bases psicosociales de la identidad nacional. ¿Quiénes somos 35 años


después? Politeia, 38(54), 65-91 Recuperado en 7 de Febrero de 2021, de
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=1700/170048808003

Andrade, R., Hernández, J., Quintero, B., y Sanguinetty, N. (2020). Impacto emocional del
confinamiento por COVID-19 en la población venezolana en el marco de la migración.
Investigación & Desarrollo, 13(1), 15-27.

España, L. (2004). La cultura y las causas de la pobreza en Venezuela, Ensayo Introductorio.


En Ugalde, L., España, L. P. Lacruz, T. y otros.

Fayard, J (2012) Uncovering the affective core of conscienciousness. Journal of Personality,


80, 1-32

García, A. (2020).La pandemia también trajo con ella más desempleo. Crónica uno, p.1.
Recuperado de https://cronica.uno/la-pandemia-tambien-trajo-con-ella-mas-
desempleo/

Klein, A (2012). Empobrecimiento, nuevos pobres y viejos pobres: Un palimpsesto de


inscripciones borrosas. Espiral, 19(55), 119-155. Recuperado en 8 de febrero de
2021, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-
05652012000300005&lng=es&tlng=es.

López, R. (2008) Vicisitudes de la identidad y el desarrollo nacional. Opción, 24(56), 145-


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Montero, M (1984). Ideología, alienación e identidad nacional. Caracas, EBUC.

Berger, P. y Luckmann, T (1968). La construcción social de la realidad. Buenos Aires,


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Salazar, J (2002) Hacia una Psicología Social Latinoamericana. El corazón abierto de


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Tajfel, Henry (1984). Grupos humanos y categorías sociales. Barcelona, Herder.

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