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cuencias en la clínica / M…
ASOCIACIÓN
ESCUELA ARGENTINA DE PSICOTERAPIA PARA GRADUADOS
Revista "Psicoanálisis: ayer y hoy"- Nº1
El
niño del psicoanálisis: distintos modelos teóricos y
sus consecuencias en la
clínica
María Teresa Cena
Introducción
Un psicoanalista va cambiando a medida que transcurre
el tiempo. A veces una decisión
voluntaria que proviene de un cuestionamiento a
fondo de su vieja teoría y práctica provoca su
adhesión a una nueva teoría que
aparece, por lo menos en el primer momento, como la panacea
universal para sus
males (de analista). Pero esta forma que el cambio tiene de presentarse no es
la más frecuente. En general, en los psicoanalistas predomina la idea de ser
coherentes con la
idea de ruptura.
Rosolato dice que la evolución de un psicoanalista,
práctica o teórica, se desarrolla
insensiblemente y se comunica après-coup.
Cuando una teoría surge en un medio analítico, ya
sea como producto de ese
medio, ya sea importada, se produce alrededor de este hecho una
serie de
acontecimientos que van desde las adhesiones más apasionadas a los
cuestionamientos
más agresivos. Pero en ese debate, en esa lucha, todo el medio
analítico se va modificando. De
pronto nos encontramos usando nuevas palabras
para designar viejos hechos, o hacemos nuevas
preguntas o tenemos nuevas formas
de escuchar. También reorientamos nuestro interés hacia
fenómenos que hasta ese
momento no habíamos percibido.
Me interesa discutir con ustedes esta evolución
subclínica del psicoanalista, en este caso, de
niños. Un profesor de filosofía,
Luis Guerrero, decía que cuando surge una gran obra de arte,
queda allí plasmada
toda la transformación y los nuevos modelos que la sociedad ha creado en
ese
momento histórico. Pero además, más allá de esa gran obra, podemos seguir los
cambios en
la vida cotidiana: en los utensilios de uso corriente, en las modas
y costumbres. Entonces, la
pregunta sería: "¿cuáles son nuestros
utensilios ahora?".
Esta pregunta me obligó a hacer un alto y procesar mi
quehacer de todo este tiempo. En esta
historia vamos a encontrar, por supuesto,
los grandes pensadores en psicoanálisis de niños,
quienes intervinieron e
intervienen en nuestro medio psicoanalítico, a saber: Melanie Klein –el
origen
mismo del psicoanálisis de niños en nuestro país–, Anna Freud, Winnicott
y, actualmente,
los analistas de niños de filiación lacaniana.
El niño del psicoanálisis: distintos modelos teóricos
y sus consecuencias para el tratamiento
Tenemos un punto de partida, un momento teórico
importante. ¿Cómo es concebido el ser
humano en cada teoría? ¿Cuáles son los
supuestos que éstas implican y qué modelos nos traen?
Finalmente, ¿cuáles son
sus consecuencias en la clínica?
El pensamiento de Melanie Klein es, en este punto,
absolutamente opuesto a aquel que
imaginase un nacimiento a partir de la mente
en blanco, de una tabla rasa acognoscitiva,
aconflictiva, sobre la cual se irán
inscribiendo las distintas experiencias.
El conflicto es para ella inherente al ser humano,
como lo es la angustia. El yo emerge en medio
del conflicto, del fragor de la
batalla entre las pulsiones de vida y muerte. En este sentido, para
Melanie
Klein, el ser humano nace en una situación de alto riesgo. Herido desde el
vamos por la
pulsión de muerte, tiene como primera tarea hacer frente a la
angustia de aniquilamiento que
es su correlato.
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posibilidad de un sujeto
integrado son conquistas, son producto final de un largo proceso; según
Klein,
nunca definitivo.
Poner la pulsión de muerte en el seno mismo de la
angustia primera; la agresión y la
destructividad en el centro mismo de la
relación del sujeto consigo mismo y con el mundo, es
decir, llevar sistemáticamente
este concepto hasta sus últimas consecuencias, permitieron a
Melanie Klein
avanzar audazmente en el problema de la psicosis.
Los recursos kleinianos vuelven inteligibles las
estructuras paranoides subyacentes a síntomas
como la encopresis y la anorexia,
los terrores nocturnos, el insomnio y la hipocondría como
internalizaciones
corporizadas.
Al llevar sistemáticamente la ansiedad y la angustia
al seno mismo del desarrollo libidinal
psicosexual, Melanie Klein abre una
óptica diferente, a partir de la cual se hacen comprensibles
las patologías
sexuales, se hace comprensible lo tortuoso del desarrollo sexual humano.
Ahora bien, ¿cuál es la consecuencia que esta teoría
tiene en la clínica? Una primera
consecuencia es que Melanie Klein, interrogada
acerca del psicoanálisis de niños, afirma: si
fuera posible, todo niño debiera
ser analizado; sólo cuestiones de otro orden lo hacen
impracticable. También se
desprende otra consecuencia: el jugar del niño, modo privilegiado de
elaborar
la angustia y obtener placer.
Desde lo más íntimo de la teoría kleiniana, es decir,
desde sus teorías de la angustia, surge uno
de sus mayores hallazgos técnicos:
el psicoanálisis de niños basado en el juego.
El ser humano juega. Juega para repetir, pero también
para elaborar, para simbolizar. Despliega
en el juego ese fascinante mundo de
imagos que a través de las personificaciones cobran vida.
Al leer los historiales de Melanie Klein desfilan ante
nosotros figuras arquetípicas: el padre
castrador, el brujo, la diosa madre nutricia,
el hada, la mujer fálica, la bruja, y todos los
demonios y los dioses que –como
constelación imaginaria– son patrimonio de la humanidad en
sus mitos, poemas,
dibujos, cuentos. Melanie Klein tiene el genio de traerlos al interior de la
sesión.
Pretender analizar niños sin juegos es ,desde Melanie
Klein, como analizar adultos sin palabras;
en tanto el juego "habla",
dice de los conflictos del niño. El jugar en la sesión del niño es como
el
soñar en la del adulto, la vía regia de acceso al inconsciente.
Hay una jerarquía en el juego, así como también hay
una jerarquía de la experiencia analítica
sobre las demás experiencias
infantiles. En tanto los procesos de introyección y estructuración
son tan
precoces para ella (como correctora de patología), los primeros años de vida
son
decisivos para el ser humano, si de normalidad o de patología se trata.
Pero hay algo más:
Melanie Klein postula, en determinado punto, la
inmutabilidad de ciertas estructuras, su
impermeabilidad respecto a la
experiencia y el hecho de que no entren en el circuito
madurativo de la
proyección/introyección.
Hablamos de determinado aspecto de superyó precoz,
fraguado en el punto de sadismo máximo
y que Melanie Klein describe como
profundo, inmutable creador de severa patología en los niños
y sólo accesible a
la experiencia analítica. Aun en ella encontramos un límite teórico a la cura,
que a veces no logra "reducir o mitigar su exagerado poder". La
descripción de este superyó
precoz y sádico es también de innegable valor en la
comprensión de los procesos melancólicos y
de las neurosis obsesivas graves.
La acción de este superyó precoz, verdadera
cristalización de identificaciones sádicas, provoca
estragos en la vida
psíquica. Sabe de la fantasía inconsciente, amenaza, es fuente de intensos
sufrimientos en las niños ya que genera culpa inconsciente. El superyó precoz
no amenaza con la
castración, sino con la devoración y el despedazamiento. En
el psicoanálisis de niños, Melanie
Klein lo coloca como factor etiológico de
las perturbaciones psicóticas y neuróticas, y su acción
comienza en la mitad
del primer año de vida.
No hay en Melanie Klein una teoría de la neurosis. Por
el contrario, los cuadros neuróticos se
disuelven a través de una estructura de
ansiedades y defensas donde quedan, como restos, los
núcleos psicóticos,
siempre puestos a desarrollar una nueva y potente actividad (crisis de la
vida). No hay garantía.
El pensamiento kleiniano nos deja un ensanchamiento
del campo de analizabilidad en niños y en
psicóticos. Esta ampliación se debe
al hecho de habernos familiarizado con la idea de que la
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culpa inconsciente
genera sufrimiento psíquico aun en niños muy pequeños. De la mano de
Melanie
Klein nos atrevimos a analizar niños con neurosis graves y psicosis, incluso en
niños muy
pequeños. Desde su teoría no necesitamos la llamada alianza
terapéutica.
Para Melanie Klein, el conocimiento consciente y la
colaboración consciente no son nunca
suficiente garantía como lo es el alivio
de la culpa producido por la interpretación rápida,
certera y profunda que
apunta inmediatamente a la fantasía inconsciente.
Para ella, los elementos básicos del proceso analítico
son la transferencia –sabemos que la
concibe como inmediata aun en niños
pequeños– y la interpretación. El suceder de este proceso
analítico pasa por la
integración, no por el recuerdo. Melanie Klein enfatiza la disociación y
minimiza la represión. En su teoría hay una hipertrofia del concepto de
fantasía inconsciente en
desmedro de la reconstrucción histórica freudiana.
También de la identificación proyectiva en
desmedro de la identificación que
había descrito Freud, no hay un proceso de identificaciones
singularizado.
Descentra el campo del Edipo, como estructurante, y el deseo en favor de la
angustia. Tenemos en ella un sujeto que produce una neurosis casi como una
creación
predominantemente subjetiva y desde una perspectiva pulsional más que
significativa. ¿Cuál es
la posición del analista en este punto? ¿Cuál es su
técnica?
En tanto la neurosis, decíamos, es concebida como una
creación predominantemente subjetiva,
el análisis transcurre en soledad. Quedan
fuera de la teoría y del consultorio, no sólo la historia,
sino también la
familia y la delicada trama que une la patología individual con la estructura
familiar, que es una de las tantas preocupaciones actuales del psicoanalista de
niños.
He podido chequear los conceptos de Melanie Klein en
la clínica ya que durante mis primeros
años de analista tuve una formación
kleiniana ortodoxa. Así pude reconocer los grandes
hallazgos de su pensamiento
y sus limitaciones.
Desde el campo de la práctica cotidiana, esta teoría
me dejaba sin instrumentos para abordar
los casos menos graves, las consultas
que no implican neurosis o psicosis. Me faltaban los
eslabones intermedios para
dar respuesta a reclamos que no implicaran como indicación un
tratamiento.
Desde la teoría y la clínica necesitaba incluir la
historia familiar, los padres, y, como decía
antes, la comprensión que aporta
el conocimiento de la delicada trama que une la patología
individual con la
familiar.
Desde la intimidad del proceso terapéutico me faltaba
uno de los ejes fundamentales de la
teoría freudiana: el de la identificación.
El hecho de que los conflictos no son sólo pulsionales
sino conflictos
identificatorios. Y mi idea de que el modo de transmisión de los modelos
familiares, ya sea en la ideología, en el carácter, en la patología
sistemática, se hacen a través
de la identificación. Descentrar al paciente de
este conocimiento imaginario de su yo, es uno de
los ejes del proceso
terapéutico, a mi juicio.
Desde una perspectiva diametralmente opuesta a la de
Melanie Klein, Anna Freud introduce –en
su teoría del desarrollo libidinal y
yoico– la idea de una potencialidad que, en un despliegue
total y sin
interferencias, llevaría al individuo a la salud entendida como logro de una
vida
genital y de la constancia objetal. Así como vi en Melanie Klein el niño
enfermo, vi en Freud el
niño sano. En Anna Freud hay una
promesa de desarrollo normal, hay un niño sano. Hay
tendencias innatas al
equilibrio, una vida instintiva pautada y también conflictos esperables en
cada
una de las etapas. Existe un progresivo crecimiento desde el estado de
inmadurez al de
madurez sobre líneas congénitas predeterminadas. Más aún, las
tendencias innatas hacia la
normalidad son tan fuertes –dice Anna Freud– que
pueden ayudar al niño a superar experiencias
altamente patológicas. Hablando de
pacientes adultos, ella dice que existen apetencias innatas
en las personas
tendientes a completar su desarrollo, obtener satisfacción de los impulsos y
preferir la normalidad. Considera que los psicoanalistas debiéramos ser capaces
de imaginar un
desarrollo interno idealmente normal, así como su contrapartida,
condiciones ambientales
ideales.
Si recorremos la obra de Anna Freud, vemos que la
preocupación por la prevención de la salud
mental es constante. Desde esta
posición teórica es posible proponernos la tarea de detectar los
agentes
patógenos, antes que éstos hayan comenzado su tarea nociva.
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