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no podía pensar que nadie hubiera llegado hasta allí a dejar ningún cadáver.
Esa noche cuando volvió a casa le contó a su mujer lo que había visto
durante el día. Esta, muy sorprendida le dijo que en los últimos días habían
desaparecido varias personas de la aldea.
Al día siguiente, cuando el cazador regresó a casa cargando con un ciervo, le
dijo a su mujer que tocara el cuerno para avisar a todos los de la aldea que
iban a repartir la carne, vio que ésta en vez de obedecerle, se frotaba unos
ojos enrojecidos por el llanto, explicándole enseguida: “Esta mañana nuestra
hija mayor salió al bosque a coger sésamo, pero aún no ha regresado.” El
cazador al escucharla se llenó de furia, arrojó el ciervo al suelo, y tomando a
su mujer por los hombros le prometió que a la mañana siguiente saldría a
buscar a su hija, sin parar hasta haberla encontrado.
Zhanu se puso en marcha a la mañana siguiente. Recorrió una montaña tras
otra en busca de su hija hasta llegar a una pequeña hondonada donde se
iniciaba un espeso bosque de antiguos árboles. Apenas había entrado en él
escuchó un ruido que llegaba del pie de la montaña que sonaba como una
persona pidiendo ayuda. Zhanu se emboscó tras el tronco de un gran árbol, y
preparó su arco mientras esperaba que apareciera la fiera cuyos sonidos
acababa de escuchar. De repente vio a un ser extraño tan grande como un
oso pardo que tirando de un hombre se disponía a atravesar la espesura del
bosque. Al verle, el perro de Zhanu, ladrando se lanzó a perseguirle. El
cazador elevó su arco, y apuntó a su pecho, pero cuando iba a disparar ya no
pudo ver al monstruo. Poco después descubrió en el camino, un poco más
adelante una joven que venía paseando en su dirección. Zhanu se frotó los
ojos mirando a la mujer que venía por donde acababa de desaparecer el
monstruo, mientras se preguntaba por la naturaleza del misterioso suceso.
Mientras Zhanu seguía pensando en todos estos extraños sucesos, mirando a
la chica sin saber que decir, ésta le preguntó: “Ey, tío, ¿como es que has
llegado a este espeso bosque?” Zhanu no contestó. Seguía sin saber que
hacer. La chica insistió: “Si has venido a cazar ciervos de cabeza plana, allí
cerca hay una manada, ¿si quieres te guío hasta ellos?” El cazador contestó:
“No, gracias, he venido a cazar un animal aún más extraño que estos
ciervos.” La chica abrió la boca mostrando se extrañeza, y extendiendo sus
brazos hacia el cazador, le pidió que le prestara su arco para probar su
puntería. El cazador mirándole a los ojos, se negó firmemente, e
inmediatamente, llamando a su perro, se puso en camino de nuevo.
Este es un cuento de los Kucong, una de las minorías de la provincia de
Yunnan aún no reconocida por el gobierno chino.
Pablo Coelho
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El Té
Las Distracciones
En un monasterio budista dos discípulos destacaban particularmente por su
brillante inteligencia, si bien fueran muy diferentes el uno del otro.
El primero solía pedir al abad que le dejara salir del monasterio para ver el
mundo y en él poder poner en práctica su zen. El otro se contentaba con la
vida monástica y, aunque le hubiera gustado ver el mundo, esto no le creaba
ningún afán en absoluto.
El abad, que nunca había accedido a los pedidos del primer monje, pensó un
día que tal vez los tiempos eran maduros para que los jóvenes monjes fueran
puestos a prueba. Les convocó, anunciándoles que había llegado el momento
de que se fueran por el mundo durante todo un año. El primer monje
exultaba. Dejaron el templo el día siguiente al amanecer.