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Cuentos sufíes
   Lunes 23 de Noviembre de 2020
 

El Sufismo, tal como lo conocemos, se desarrolló dentro de la matriz cultural del Islam. La revelación Islámica s
presentó a sí misma como la última expresión del mensaje esencial traído a la humanidad por los profetas de
todas las épocas.
Si es que el Sufismo tiene un método central, éste es el del desarrollo de la presencia y del amor. Sólo la
presencia puede despertarnoFrase del día:
"A través de la paz interior se puede conseguir la paz mundial. Aquí la responsabilidad
individual es bastante clara ya que la atmósfera de paz debe ser creada dentro de uno mismo,
entonces se podrá crear en la familia y luego en la comunidad." Dalai Lama 
"El Campo Fértil", "Lo importante es ser luz", "Un Cuento
Sufí" (Cuentos con Sabiduría)
  El Campo Fértil

 
 

Un Maestro dejó a uno de sus discípulos un arrozal para que lo cuidara durante tres años.
Cuando el primer año llegó a su término, el Maestro fue a ver el campo y la cosecha había sido
muy buena, puesto que el discípulo había provisto a la tierra del agua que necesitaba.
Transcurrió otro año, y resultó que la cosecha fue más abundante que la anterior, puesto que el
joven había abonado convenientemente el campo. Cuando el tercer año finalizó, el Maestro se
dirigió al arrozal para ver los resultados obtenidos. Pero resulta que el discípulo, entusiasmado
con lo producido en el año anterior, abonó demasiado la tierra que dio muchísimo arroz pero tan
pequeño y frágil que no servía para comerciar con él. En realidad, fue una cosecha inútil, y  el
trabajo realizado no dio ningún fruto.
  Entonces el Maestro dijo a su discípulo: "Así pasa con las personas. Fortaleces a alguien
 
cuando le ayudas un poco. Pero si le ayudas demasiado, lo debilitas. "
 

Lo importante es ser luz

  Una estrella recién nacida tomó entre sus manitas de luz a una luciérnaga que volaba en el
espacioso jardín de la noche. Eres tan pequeñita -le dijo- y tu luz es tan débil.
 
 La luciérnaga se detuvo sobre la hoja de un ciruelo bajando la cabeza para que su hermana no
supiera de su tristeza.
 Eres tan llena de luz -le dijo entonces con un hilo de voz- y agregó: ...y sin embargo, hermana
mía, tan ciega. El tamaño de las cosas, ¿pertenece al reino del espacio o al reino de la
Esencia? No importa que tan grande seas tú, y cuán pequeña parezca yo, lo que sí es
importante es que ambas somos portadoras de luz. Deja tus huellas gigantescas en el
inconmensurable cielo; a mí  me basta con iluminar el sendero de los pequeños insectos
voladores para que en sus viajes nocturnos no sean atrapados por telarañas y otros peligros.
Cada uno ayuda según la luz que posee, no interesa la magnitud o pequeñez del servicio. Lo
que sí es importante es que éste sea el producto de la luz que cada uno tiene en su corazón. La
fuente es la misma.

Un Cuento Sufí

 
  Le preguntaron a un  sabio: ¿quién te guió en el Camino?
  El sabio contestó: un perro. Un día lo encontré casi muerto de sed a la orilla del río. Cada vez
que veía su imagen en el agua, se asustaba y se alejaba creyendo que era otro perro.
 
Finalmente, fue tal su necesidad que, venciendo su miedo se arrojó al agua, y entonces "el otro
perro" se esfumó.
El perro descubrió que el obstáculo era él mismo y la barrera que lo separaba de lo que
buscaba había desaparecido.
 

 
De esta misma manera, mi propio obstáculo desapareció cuando comprendí que "mi yo" era ese
obstáculo. Fue la conducta de un perro la que me señaló por primera vez el Camino.

Fuente de "Lo importante es ser luz" y "Un Cuento Sufí":


"Cuentos para el alma" de Ada Albrecht

Reedición: www.caminosalser.com

Historia corta de Idries Shah: El uso de una lámpara


  –Yo puedo ver en la oscuridad –se jactaba cierta vez Nasrudín en la casa de té.
  –Si es así, ¿por qué algunas noches lo hemos visto llevando una lámpara por la
calles?

 
–Es solo para que los otros no tropiecen conmigo.

  Historia corta de Idries Shah: Detrás de lo obvio


 
 
Todos los viernes por la mañana Nasrudín llegaba al mercado del pueblo con un
burro que ofrecía en venta.
El precio que demandaba era siempre insignificante, muy inferior al valor de
  animal.
  Un día se le acercó un rico mercader, quien se dedicaba a la compra y venta de
burros.
–No puedo comprender cómo lo hace, Nasrudín. Yo vendo burros al precio má
bajo posible. Mis sirvientes obligan a los campesinos a darme forraje gratis. Mi
esclavos cuidan de mis animales sin que les pague retribución alguna. Sin
embargo, no puedo igualar sus precios.
–Muy sencillo –dijo Nasrudín–. Usted roba forraje y mano de obra. Yo robo
burros.
 
Escritor sufí Idries Shah
 

 
Historia corta de Idries Shah: El río
Había una vez dos monjes Zen que caminaban por el bosque de regreso a
monasterio.
Cuando llegaron al río, una mujer lloraba en cuclillas cerca de la orilla. Era joven
atractiva.
–¿Qué te sucede? – le preguntó el más anciano.
Mi madre se muere.
 
–Ella está sola en su casa, del otro lado del río y yo no puedo
cruzar. Lo intenté – siguió la joven–, pero la corriente me
arrastra y no podré llegar nunca al otro lado sin ayuda… Pensé
que no la volvería a ver con vida. Pero ahora… ahora que
aparecisteis vosotros, alguno de los dos podrá ayudarme a
cruzar…
–Ojalá pudiéramos –se lamentó el más joven–. Pero la única
manera de ayudarte sería cargarte a través del río y nuestros
votos de castidad nos impiden todo contacto con el sexo
opuesto. Está prohibido… lo siento.
–Yo también lo siento –dijo la mujer y siguió llorando.
El monje más viejo se arrodilló, bajó la cabeza y dijo:
–Sube.
La mujer no podía creerlo, pero con rapidez tomó su atadito
con ropa y montó a horcadas sobre el monje.

     Con bastante dificultad el monje cruzó el río, seguido por el


otro más joven.
 
Al llegar al otro lado, la mujer descendió y se acercó en actitud
de besar las manos del anciano monje.
–Está bien, está bien –dijo el viejo retirando las manos–, sigue tu camino.
La mujer se inclinó en gratitud y humildad, tomó sus ropas y corrió por el camino
al pueblo. Los monjes, sin decir palabra, retomaron la marcha al monasterio….
Faltaban aún diez horas de caminata.
Poco antes de llegar, el joven le dijo al anciano:
–Maestro, vos sabéis mejor que yo de nuestro voto de abstinencia. No obstante
cargaste sobre tus hombros a aquella mujer todo el ancho del río.
–Yo la llevé a través del río, es cierto, ¿pero qué pasa contigo que la cargas todavía
sobre tu cabeza?
Los cuentos o historias “enseñanza”, desarrollados en diversas culturas
buscan transmitir nuevos caminos de aprendizaje de forma inconsciente y a
través del humor. El mulah (maestro) Nasrudín es un personaje mítico, una
especie de antihéroe utilizado en este tipo de cuentos, concebidos como
herramientas para desarrollar el pensamiento lateral o creativo e impulsar un
cambio de conceptos acerca de una situación determinada. A veces aparece
como un sabio, un maestro, o bien como un tonto e incluso un loco.
El gato del gurú
Cuando, por las tardes, el gurú se sentaba para las prácticas del culto, siempre andaba por ahí el gato del ashram
distrayendo a los fieles. De manera que ordenó que ataran al gato durante el culto de la tarde. Mucho tiempo después de
haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro para atarlo
durante el culto vespertino. Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante
papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.

La mujer perfecta
Nasrudín conversaba con un amigo: —Entonces, ¿nunca pensaste en casarte? —Sí, pensé —respondió Nasrudín—. En
mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una mujer muy espiritua
y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo. Continué viajando y fui a Isfahan; allí encontré a una mujer
que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita. Entonces, resolví ir hasta El Cairo, donde cené e
la casa de una moza bonita, religiosa y conocedora de la realidad material. —¿Y por qué no te casaste con ella? —¡Ah,
compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.

Levantarse temprano
—Nasrudín, hijo mío, hay que levantarse temprano en las mañanas. —¿Por qué, padre? —Es un buen hábito. Yo un día
me levanté al amanecer y salí a dar un paseo. En el camino me encontré una bolsa con oro. —¿Cómo sabes que no fue
perdido la noche anterior? —Ése no es el punto. En cualquier caso no estaba ahí la noche anterior, yo lo hubiera notado
—Entonces no es muy bueno para todos levantarse muy temprano. El que perdió la bolsa debió haberse levantado antes
que tú.

Ocupaciones
Érase una vez un sufi a quien se le acercó un erudito de una devoción incomparable, célebre por el meticuloso
cumplimiento de sus deberes externos. Este hombre le dijo al sufi: —Observo que no se te ve en las oraciones públicas
—Así es —respondió el sufi. El hombre continuó: —Vistes ropas corrientes y no las túnicas de varios colores que
utilizan muchos sufis. —Cierto. —Y no te reúnes con otras personas para debatir acerca de la espiritualidad; raramente
te vemos con un rosario en la mano. Nunca te refieres a los grandes maestros, y en apariencia no te atraen las
personalidades santas —‌prosiguió el hombre. —Cierto, muy cierto —confirmó el sufi. —¿Puedo preguntar por qué? El
sufi respondió: —Porque ocuparme demasiado en tales cosas interferiría con mis actividades espirituales.

Tener la razón
Una pareja llegó ante Nasrudín, magistrado del lugar. La mujer presentó sus argumentos y Nasrudín le dijo: —Señora,
usted tiene la razón. El marido argumentó: —Pero, Nasrudín, aún no ha escuchado mi punto de vista. Después de
presentarlo, Nasrudín le dijo: —Señor, usted tiene la razón. Otro magistrado que estaba ahí, dijo: —Nasrudín, ambos no
pueden tener la razón. Nasrudín entonces, dictando sentencia, le dijo al magistrado: —Usted también tiene la razón.

Silencio
En ocasiones los ruidosos visitantes causaban un verdadero alboroto que acababa con el silencio del monasterio.
Aquello molestaba bastante a los discípulos; no así al maestro, que parecía estar tan contento con el ruido como con el
silencio. Un día, ante las protestas de los discípulos, les dijo: —El silencio no es la ausencia de sonido, sino la ausencia
de ego.

Alcanzar a Dios
—¿Qué acción tendría que realizar para alcanzar a Dios?
—Si deseas alcanzar a Dios, hay dos cosas que debes de saber.
La primera es que todos los esfuerzos por alcanzarlo no sirven para nada.
—¿Y la segunda? —Que debes de actuar como si no supieras la primera.

Fuentes: Anónimo, Al Amanecer. Cuentos Populares, Sufi, Madrid, 2004;

Anthony De Mello, El canto del pájaro, Jesús García Abril (trad.), Sal Terrae, Santander, 1982. [Selección del Dr. Anatolio Freidberg]
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Comentarios: (nota: se muestran primero los comentarios más recientes)

1. Delia Diaz   29-08-2016 12:45hs - país: Bolivia


Solicito que se me envie cuentos parsa mejorar lacomducta de los niñ
os
2. Romina Gimenez   28-08-2016 07:50hs - país: Argentina
Hermosos cuentos para la reflexion al final o comienzo del dia para mis
niños. .namaste
3. mariano amor   08-02-2016 10:48hs - país: Argentina
Namaste
4.
mariano amor   08-02-2016 10:47hs - país: Argentina
Me gustaría recibir más información sobre todo lo q aportan en el sitio, namaste
5. Analía   02-12-2015 21:46hs - país: Argentina
Gracias. Simplemente gracias
6. Victoria Karina Urdinola   14-03-2015 13:53hs - país: Argentina
Gracias por permitir compartir este espacio... sirvo en un grupo de niños que
desde los cinco años hasta los 14, reciben de sus instructores, guiados por
nuestro Maestro Espiritual, Valores Humanos, Hata yoga, juegos intencionados y más.
Siempre comparto material de este tipo para enriquecer la entrega del servicio.
Namaste!!!1
7. EDUARDO RIAÑO   05-01-2015 20:18hs - país: Uruguay
ME ENCANTAN LAS REFLEXIONES...ME AYUDAN EN LA VIDA Y SIRVE DE
APOYO A MIS AMIGOS/AS...GRACIAS INFINITAS..NAMASTE

8. Jose Maria Aristimuno P   05-06-2014 08:03hs - país: Venezuela


Todo lo que sea reflexion, tiene la particularidad de detener seres en
movimiento, pararlos y luego continuar con un nuevo ritmo. Aquellos que con
humildad reflexionamos sobre nuestros actos tenemos el don de aceptar las
viscicitudes y tropiezos. Y de manera segura, ordenada volver a al cotidianidad desde
otro angulo.
Secreto de vida
Jose Maria Aristimuno P
9. miriam lopez perez   10-04-2012 23:00hs - país: Mexico
GRACIAS POR COMPARTIR SABIDURIA, e INSPIRACION

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Una vez el sultán iba cabalgando por las calles de Estambul, rodeado de cortesanos y soldados. Todos los
habitantes de la ciudad habían salido de sus casas para verle. Al pasar, todo el mundo le hacía una
reverencia. Todos menos un derviche arapiento.
El sultán detuvo la procesión e hizo que trajeran al derviche ante él. Exigió saber por qué no se había
inclinado como los demás.
El derviche contestó:
- Que toda esa gente se incline ante ti significa que todos ellos anhelan lo que tú tienes : dinero, poder,
posición social. Gracias a Dios esas cosas ya no significan nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de
inclinarme ante ti, si tengo dos esclavos que son tus señores?.
La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de cólera.
- ¿Qué quieres decir? - gritó.
- Mis dos esclavos, que son tus maestros, son la ira y la codicia - dijo el derviche tranquilamente.
Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el derviche.
 
 
 
Decía un Maestro a sus discípulos:
- Un hombre bueno es aquél que trata a los otros como a él le gustaría ser tratado. Un hombre generoso
es aquél que trata a otros mejor de lo que él espera ser tratado. Un hombre sabio es aquél que sabe
cómo él y otros deberían ser tratados, de qué modo y hasta qué punto. Todo el mundo debería ir a través
de las tres fases tipificadas por estos tres hombres.
Alguien le preguntó:
-¿Que es mejor: ser bueno, generoso o sabio?
- Si eres sabio, no tienes que estar obsesionado con ser bueno o generoso. Estás obligado a hacer lo que
es necesario.
 
 
 
Una vez Nasrudin le dijo a su hijo:
- Pídeme lo que quieras y te lo daré.
El niño muy emocionado, pues conocía la pobreza de su padre, le
contestó:
- Te lo agradezco de todo corazón. ¿Puedes darme tiempo hasta
mañana?. Tengo que pensar.
- Muy bien - dijo Nasrudín - Hasta mañana.
Al día siguiente, el hijo fue a ver a su padre y le pidió un burrito.
- Ah no - le contestó Nasrudín - no tendrás el burrito.
- ¡Pero me habías prometido darme lo que quisiese!    
- ¿Y no he mantenido mi palabra? ¡ Me pediste tiempo y te lo he dado !
 
 
A través de un ventanuco enrejado que había en su celda un preso gustaba de mirar al
exterior. Todos los días se asomaba y, cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de
las rejas, estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente
sorprendido. Y un día le preguntó :
- Oye, hombre, ¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día?
El preso contestó:
- ¿De qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que hay ahí. ¿No ves que
están presos
detrás de estas rejas?
 
Cierto hombre creía que el último día de la humanidad caería en una
determinada fecha y se debía afrontar de modo adecuado.
Llegado el día, congregó en torno suyo a cuantos estuvieron dispuestos a
escucharlo y los condujo a la cima de una montaña.

Tan pronto estuvieron reunidos allí, el peso acumulado hizo que se hundiera
la frágil corteza y todos terminaron en las profundidades de un volcán, y en
efecto fue para ellos el último día.

Un padre deseaba para sus dos hijos la mejor formación mística


 
- Durante seis años busqué la iluminación - dijo el discípulo -. Siento que estoy
cerca y quiero saber cómo he de dar el siguiente paso. Un hombre que sabe buscar
a Dios, sabe también cuidar de sí mismo.
- ¿Cómo te mantienes? - preguntó el maestro.
- Ése es un detalle sin importancia. Mis padres son ricos y me ayudan en mi
búsqueda espiritual. Gracias a ello puedo dedicarme por entero a las cosas
sagradas.
-Muy bien - dijo el maestro - entonces te explicaré el siguiente paso: mira al sol
durante medio minuto.
El discípulo obedeció. A continuación, el maestro le pidió que describiese el paisaje
a su alrededor
- No puedo hacerlo. El brillo del sol me ha deslumbrado.
- Un hombre que mantiene los ojos fijos en el sol, termina ciego. Un hombre que
sólo busca la Luz y deja sus responsabilidades en manos de los demás, jamás
encontrará lo que busca - comentó el maestro.

Un vecino de Nasrudín fue a visitarlo.

- Mulá, necesito que me preste su burro.


- Lo lamento - dijo el Mulá - pero ya lo he prestado.
No bien terminó de hablar, el burro rebuznó. El sonido provenía del
establo de Nasrudín.
- Pero, Mulá, puedo oír al burro que rebuzna ahí dentro - dijo
Mientras le cerraba la puerta en la cara, Nasrudín replicó con dignidad:
Era una rana que había vivido siempre en un mísero y
estrecho pozo, donde había nacido y habría de morir.Pasó
cerca de allí otra rana que había vivido siempre en el mar.
Tropezó y se cayó en el pozo.
- ¿De dónde vienes? -preguntó la rana del pozo.
- Del mar.
- ¿Es grande el mar?
- Extraordinariamente grande, inmenso.
La rana del pozo se quedó unos momentos muy pensativa y
luego preguntó:
- ¿Es el mar tan grande como mi pozo?
- ¡Cómo puedes comparar tu pozo con el mar! Te digo que el
mar es excepcionalmente grande, descomunal.
Pero la rana del pozo, fuera de sí por la ira, aseveró:
- Mentira, no puede haber nada más grande que mi pozo;
¡nada! ¡Eres una mentirosa y ahora mismo te echaré de
aquí.
Un discípulo preguntó a Hejasi: Quiero saber qué Un hombre fue a Wahab Imri y le dijo:
es lo más divertido de los seres humanos.  
  - Enséñame humildad.
Hejasi contestó: "Piensan siempre al contrario".
- No puedo hacerlo - dijo Wahab - porque la
  humildad es una
- Tienen prisa por crecer, y después suspiran por
maestra en sí misma.
la infancia perdida. Se aprende por medio de su
- Pierden la salud para tener dinero y después
misma práctica. Si no la puedes practicar, no
pierden el dinero para tener salud. la puedes aprender.
- Piensan tan ansiosamente en el futuro que
Si no la puedes aprender, no
descuidan el presente, y así, no viven ni el quieres realmente aprenderla en absoluto
presente ni el futuro.
dentro de ti.
- Viven como si no fueran a morir
nunca y mueren como si no hubiesen
vivido."  

 
Saádi de Shiraz relata esta historia acerca de sí mismo:
-Cuando yo era niño, era un muchacho piadoso, ferviente en la oración y en las
devociones. Una noche estaba velando con mi padre, mientras sostenía el Corán en
mis rodillas. Todos los que se hallaban en el recinto comenzaron a adormilarse y no
tardaron en quedarse profundamente dormidos. De modo que le dije a mi padre:
- Ni uno sólo de esos dormilones es capaz de abrir sus ojos o alzar su cabeza para
decir sus oraciones. Diría uno que están todos muertos.
Y mi padre me replicó:
- Mi querido hijo, preferiría que también tú estuvieras dormido como
ellos, en lugar de murmurar.
 
El genio, recién liberado le dijo al pescador: - ¿Rezas tus oraciones cada noche? -
- Pide tres deseos y te los daré. preguntaba una abuela a su nieto.
- Me gustaría - dijo el pescador - que me - ¡Por supuesto! - dijo el niño
hicieses lo bastante inteligente como para
- ¿Y por las
hacer una elección perfecta de los otros dos
mañanas?
deseos.
- No. Durante el
- Hecho - dijo el genio - ¿cuáles son los
día no tengo
otros dos?
miedo.
- Gracias. No tengo más deseos

 
Al llegar a una edad avanzada, y tras una vida hogareña de alegrías y
sufrimientos cotidianos, unos esposos decidieron renunciar a la vida
mundana y dedicar el resto de sus existencias a la meditación y a peregrinar a los
más sacrosantos santuarios.
En una ocasión, de camino a un templo himalayo, el marido vio en el sendero un
fabuloso diamante. Con gran rapidez, colocó uno de sus pies sobre la joya para
ocultarla, pensando que, si su mujer la veía, tal vez surgiera en ella un
sentimiento de codicia que pudiese contaminar su mente y retrasar su evolución
mística, pero la mujer descubrió la estratagema de su marido y con voz ecuánime
y apacible comentó:
- Querido, me gustaría saber para que has renunciado al mundo si todavía haces
distinción entre el diamante y el polvo.
 
 
Una vez Satanás, que hablaba con un hombre, dijo:
- ¿Qué pides a cambio de tu alma?
-  Exijo riquezas, posesiones, honores... también juventud, poder, fuerza...
exijo sabiduría, genio...  renombre, fama, gloria... placeres y amores... ¿Me
darás todo eso?
- No te daré nada
- Entonces no te daré mi alma.
- Tu alma ya es mía.
 
Las lluvias monzónicas habían llegado a la
Un rico industrial del Norte se
India. Era un día oscuro y llovía
horrorizó cuando vio a un pescador
torrencialmente. Un discípulo corría para
del Sur tranquilamente recostado
protegerse de la lluvia cuando lo vio su
contra su barca y fumando una pipa.
maestro y le increpó:
- ¿Por qué no has salido a pescar? - 
- Pero, ¿cómo te atreves a huir de la
le pregunto el industrial.
generosidad del Divino?, ¿por qué osas
- Porque ya he pescado bastante
refugiarte del líquido celestial? Eres un
hoy - le respondió el pescador.
- ¿Y por qué no pescas más de lo   aspirante espiritual y como tal deberías
tener muy en cuenta que la lluvia es un
que necesitas? - insistió el
precioso obsequio para toda la humanidad.
industrial.
El discípulo no pudo por menos que sentirse
- ¿Y qué iba a hacer con ello? -
profundamente avergonzado. Comenzó a
preguntó a su vez el pescador.
caminar muy lentamente, calándose hasta
- Ganarías más dinero - fue la
los huesos, hasta que al final llegó a su
respuesta - De ese modo podrías
casa. Por culpa de la lluvia cogió un
poner un motor a tu barca. Entonces
persistente resfriado.
podrías ir a aguas más profundas y
0 Transcurrieron los días. Una mañana estaba
pescar más peces. Entonces
el discípulo sentado en el porche de su casa
ganarías lo suficiente para
leyendo las escrituras. Levantó un momento
comprarte unas redes de nylon, con
los ojos y vio a su gurú corriendo tanto
las que obtendrías más peces y más
como sus piernas se lo permitían, a fin de
dinero. Pronto ganarías para tener
llegar a algún lugar que lo protegiera de la
dos barcas... y hasta una verdadera
lluvia.
flota. Entonces serías rico, como yo.
- Maestro - le dijo - ¿por qué huyes de las
- ¿Y qué haría entonces? - preguntó
bendiciones divinas? ¿No eres tú ahora el
de nuevo el pescador.
que desprecias el obsequio divino? ¿Acaso
- Podías sentarte y disfrutar de la
no estás huyendo del agua celestial?
vida - respondió el industrial.
Y el gurú repuso:
- ¿Y qué crees que estoy haciendo
- ¡Oh, ignorante e insensato! ¿No tienes
en este preciso momento? -
ojos para ver que lo que no quiero es
respondió el satisfecho pescador.
profanarla con los pies?
 
Vivía en Bagdad un comerciante llamado Zaguir. Hombre culto y juicioso, tenía un
joven sirviente, Ahmed, a quien apreciaba mucho.
Un día, mientras Ahmed paseaba por el mercado de tenderete en tenderete, se
encontró con la Muerte que le miraba con una mueca extraña. Asustado, echó a correr
y no se detuvo hasta llegar a casa. Una vez allí le contó a su señor lo ocurrido y le
pidió un caballo diciendo que se iría a Samarra, donde tenia unos parientes, para de
ese modo escapar de la Muerte.
Zaguir no tuvo inconveniente en prestarle el caballo más veloz de su cuadra y se
despidió diciéndole que si forzaba un poco la montura podría llegar a Samarra esa
misma noche.
Cuando Ahmed se hubo marchado, Zaguir se dirigió al mercado y al poco rato
encontró a la muerte paseando por los bazares.
- ¿Por qué has asustado a mi sirviente? - preguntó a la Muerte-. Tarde o temprano te
lo vas a llevar, déjalo tranquilo mientras tanto.
- No era mi intención asustarlo - se excusó ella - pero no pude ocultar la sorpresa que
me causó verlo aquí, pues esta noche tengo una cita con él en Samarra.
 

Un discípulo preguntó a Hejasi: Quiero saber qué es lo más divertido de los seres humanos.
 Hejasi contestó: "Piensan siempre al contrario".
- Tienen prisa por crecer, y después suspiran por la infancia perdida.
- Pierden la salud para tener dinero y después pierden el dinero para tener salud.
- Piensan tan ansiosamente en el futuro que descuidan el presente, y así, no viven ni el presente ni el
futuro.
- Viven como si no fueran a morir nunca y mueren como si no hubiesen vivido."

Después de haber saqueado una Un Maestro decía: Era un discípulo honesto y de


ciudad, un hombre estaba tratando - Desgraciadamente, es más fácil viajar buen corazón, pero todavía su
de vender una valiosa alfombra, que detenerse. mente era un juego de luces y
parte del botín: Los discípulos quisieron saber por qué. sombras y no había recobrado
- ¿Quién me da cien piezas de oro - Porque mientras viajas hacia una la comprensión amplia y
por esta alfombra? - gritaba el meta, puedes aferrarte a un sueño; conciliadora de una mente sin
hombre por las calles del pueblo. pero cuando te detienes, tienes que trabas.
Habiendo realizado la venta, se le hacer frente a la realidad Como su motivación era
aproximó al vendedor un compinche - Pero entonces, ¿cómo vamos a poder sincera, estudiaba sin cesar y
del saqueo y le preguntó: cambiar si no tenemos metas ni comparaba credos, filosofías y
- ¿Porqué no pediste más por esa sueños? - preguntaron perplejos los doctrinas. Realmente llegó a
incalculable alfombra? discípulos. estar muy desconcertado al
El individuo le respondió: - Para que un cambio sea real, tiene comprobar la proliferación de
- ¿Pero es que existe un número que darse sin pretenderlo. Haced frente tantas enseñanzas y vías
mayor que cien? a la realidad y, sin quererlo, se espirituales. Así, cuando tuvo
producirá el cambio. ocasión de entrevistarse con su
instructor espiritual, dijo:
- Estoy confundido. ¿Acaso no
existen demasiadas religiones,
demasiadas sendas místicas,
demasiadas doctrinas si la
verdad es una?
Y el maestro repuso con
firmeza:
- ¡Qué dices, insensato! Cada
hombre es una enseñanza, una
doctrina. Aunque haya muchas
vías, en última instancia sigue
tu propia senda interior.

 
Para cabalgar plácidamente sobre un Cierta vez, un sabio sufí requirió a sus Un discípulo a su Maestro:
corcel es necesario saber dirigir sus discípulos que le comunicasen cuáles
riendas a la perfección: eran las vanidades que habían tenido ¿Hay algo que yo pueda hacer
Cuando conviene tirar de ellas, tirar. ellos antes de para llegar a la Iluminación?
Cuando hay que soltarlas, hacerlo. iniciar sus estudios con él. - Tan poco, como lo que puedes
Cuando es necesario tirar y soltar, El primero dijo: hacer para que amanezca por
hacerlo también. - Yo imaginaba ser el hombre más las mañanas.
El dominio oportuno de las riendas hermoso del mundo. - Entonces, ¿para que valen los
es la base para que el corcel y el EL segundo dijo: ejercicios espirituales que tú
jinete den lo mejor de sí mismos, y - Yo creí que, en mi condición de mismo recomiendas?
sin riesgos para ninguno de los dos.  religioso, era uno de los elegidos. - Para estar seguro de que no
 
estás dormido cuando el sol
El tercero dijo: comience a salir.
- Yo me creí capaz de enseñar.
El cuarto dijo:
- Mi vanidad fue mayor que todas ésas,
pues creí que podía aprender.
El sabio observó:
- La vanidad del cuarto discípulo sigue
siendo la mayor: la vanidad de mostrar
que en un tiempo tuvo la máxima
vanidad
   

 
Día tras día, el discípulo hacía la misma pregunta:
- ¿Cómo puedo encontrar a Dios?
Y día tras día recibía la misteriosa respuesta:
- A través del deseo.
- Pero ¿acaso no deseo a Dios con todo mi corazón? Entonces ¿por qué no lo
he encontrado?
Un día mientras se hallaba bañándose en el río en compañía de su discípulo,
el Maestro le sumergió bajo el agua, sujetándole
por la cabeza, y así lo mantuvo un buen rato mientras el pobre hombre
luchaba desesperadamente por soltarse. Al día siguiente
fue el Maestro quien inició la conversación:
- ¿Por qué ayer luchabas tanto cuando te tenia yo sujeto bajo el agua?
- Porque quería respirar.
- El día que alcances la gracia de anhelar a Dios como ayer anhelabas el aire,
ese día te habrás encontrado. 

Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta


que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y
extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta
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¿SABEN DE QUÉ LES VOY A HABLAR?

Esta historia comienza cuando Nasrudin llega a un pequeño pueblo en algún


lugar lejano de Medio Oriente.

Era la primera vez que estaba en ese pueblo y una multitud se había reunido en un auditorio para escucharlo. Nasrudin, que
en verdad no sabia que decir, porque él sabía que nada sabía, se propuso improvisar algo y así intentar salir del atolladero en
el que se encontraba.

Entró muy seguro y se paró frente a la gente. Abrió las manos y dijo:

-Supongo que si ustedes están aquí, ya sabrán que es lo que yo tengo para decirles.

La gente dijo:
-No... ¿Qué es lo que tienes para decirnos? No lo sabemos ¡Háblanos! ¡Queremos escucharte!

Nasrudin contestó:

-Si ustedes vinieron hasta aquí sin saber que es lo que yo vengo a decirles, entonces no están preparados para escucharlo.

Dicho esto, se levantó y se fue.

La gente se quedó sorprendida. Todos habían venido esa mañana para escucharlo y el hombre se iba simplemente
diciéndoles eso. Habría sido un fracaso total si no fuera porque uno de los presentes -nunca falta uno- mientras Nasrudin se
alejaba, dijo en voz alta:

-¡Qué inteligente!

Y como siempre sucede, cuando uno no entiende nada y otro dice "¡qué inteligente!", para no sentirse un idiota uno repite:
"¡si, claro, qué inteligente!". Y entonces, todos empezaron a repetir:

-Qué inteligente.
-Qué inteligente.

Hasta que uno añadió:

-Si, qué inteligente, pero... qué breve.

Y otro agrego:

-Tiene la brevedad y la síntesis de los sabios. Porque tiene razón. ¿Cómo nosotros vamos a venir acá sin siquiera saber qué
venimos a escuchar? Qué estúpidos que hemos sido. Hemos perdido una oportunidad maravillosa. Qué iluminación, qué
sabiduría. Vamos a pedirle a este hombre que dé una segunda conferencia.

Entonces fueron a ver a Nasrudin. La gente había quedado tan asombrada con lo que había pasado en la primera reunión,
que algunos habían empezado a decir que el conocimiento de Él era demasiado para reunirlo en una sola conferencia.

Nasrudin dijo:

-No, es justo al revés, están equivocados. Mi conocimiento apenas alcanza para una conferencia. Jamás podría dar dos.

La gente dijo:

-¡Qué humilde!

Y cuanto más Nasrudin insistía en que no tenia nada para decir, con mayor razón la gente insistía en que querían escucharlo
una vez más. Finalmente, después de mucho empeño, Nasrudin accedió a dar una segunda conferencia.

Al día siguiente, el supuesto iluminado regresó al lugar de reunión, donde había más gente aún, pues todos sabían del éxito
de la conferencia anterior. Nasrudin se paró frente al público e insistió con su técnica:

-Supongo que ustedes ya sabrán que he venido a decirles.

La gente estaba avisada para cuidarse de no ofender al maestro con la infantil respuesta de la anterior conferencia; así que
todos dijeron:

-Si, claro, por supuesto lo sabemos. Por eso hemos venido.

Nasrudin bajó la cabeza y entonces añadió:

-Bueno, si todos ya saben qué es lo que vengo a decirles, yo no veo la necesidad de repetir.
Se levantó y se volvió a ir.

La gente se quedó estupefacta; porque aunque ahora habían dicho otra cosa, el resultado había sido exactamente el mismo.
Hasta que alguien, otro alguien, gritó:

-¡Brillante!

Y cuando todos oyeron que alguien había dicho "¡brillante!", el resto comenzó a decir:

-¡Si, claro, este es el complemento de la sabiduría de la conferencia de ayer!

-Qué maravilloso
-Qué espectacular
-Qué sensacional, qué bárbaro

Hasta que alguien dijo:

-Si, pero... mucha brevedad.


-Es cierto- se quejó otro
-Capacidad de síntesis- justificó un tercero.

Y en seguida se oyó:

-Queremos más, queremos escucharlo más. ¡Queremos que este hombre nos de más de su sabiduría!

Entonces, una delegación de los notables fue a ver a Nasrudin para pedirle que diera una tercera y definitiva conferencia.
Nasrudin dijo que no, que de ninguna manera; que él no tenia conocimientos para dar tres conferencias y que, además, ya
tenia que regresar a su ciudad de origen.
La gente le imploró, le suplicó, le pidió una y otra vez; por sus ancestros, por su progenie, por todos los santos, por lo que
fuera. Aquella persistencia lo persuadió y, finalmente, Nasrudin aceptó temblando dar la tercera y definitiva conferencia.

Por tercera vez se paró frente al publico, que ya eran multitudes, y les dijo:

-Supongo que ustedes ya sabrán de qué les voy a hablar.

Esta vez, la gente se había puesto de acuerdo: sólo el intendente del poblado contestaría. El hombre de primera fila dijo:

-Algunos si y otros no.

En ese momento, un largo silencio estremeció al auditorio. Todos, incluso los jóvenes, siguieron a Nasrudin con la mirada.

Entonces el maestro respondió:

-En ese caso, los que saben... cuéntenles a los que no saben.

Se levantó y se fue.

* Por esto me gustan los cuentos de Nasrudin, son simpáticos, graciosos, son simples, y en cada caso nos describe una
situación cómica para mostrarnos una realidad. La estupidez de las masas es muy grande. Cuando se encuentra en grupo,
empieza a seguir al grupo dejando al lado el pensamiento crítico. En ese seguir, se busca seguir a alguien, a una idea, a
una religión... perdiendo así la capacidad de pensar, de entender, de sentir, etc...

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a hablar.

LA FARMACIA.

Nasrudín estaba sin trabajo y preguntó a algunos amigos a qué profesión podía
dedicarse. Ellos le dijeron:
-A ver Nasrudín... Tú eres un hombre muy capaz y sabes mucho sobre las propiedades medicinales de las hierbas. Podrías
abrir una farmacia..
Nasrudín volvió a su casa, le estuvo dando vueltas a la cuestión durante unos días, y finalmente se dijo: "Sí, es una buena
idea, creo que soy capaz de ser farmacéutico". Claro que Nasrudín estaba pasando por una época en la que deseaba ser muy
prominente e importante. "No solo abriré una farmacia que se ocupe de
hierbas. Abriré un establecimiento enorme y produciré un gran impacto...".
Entonces compró un local, instaló los estantes y vitrinas, y cuando llegó el momento de pintar la fachada colocó un andamio,
lo cubrió con sábanas, y se puso a trabajar sin que nadie pudiera ver nada. A nadie le dejó ver cómo estaba pintando la
fachada y qué nombre pondría a la farmacia.
Después de unos días distribuyo panfletos que decían: "Mañana es el gran día. Inauguración: mañana a las 9".

Todas las personas del pueblo y de los pueblos de los alrededores vinieron y se concentraron expectantes frente a la
farmacia.
A las 9 en punto salió Nasrudín y, con gesto teatral, sacó la sábana que cubría la fachada de la tienda. La gente que allí
estaba vio un gran cartel que decía:

"FARMACIA CÓSMICA Y GALÁCTICA DE NASRUDÍN".


Debajo, con letras más pequeñas: "Armonizada con influencias planetarias".

La gran mayoría de personas que asistieron a la inauguración quedaron muy impresionadas. Aquel día hizo mucho negocio,
la gente no dejaba de comprar. Por la tarde el maestro de la escuela del pueblo le visitó y le dijo:
-Francamente Nasrudín, estas afirmaciones que usted hace son un poco dudosas...
-¿Dudosas por qué? -respondió Nasrudín-.
-Eso de cósmica y galáctica, y armonizada con influencias planetarias, francamente...
-No, no, no, no... -dijo Nasrudín- Todas las afirmaciones que yo hago sobre las influencias planetarias son absolutamente
ciertas. Cuando sale el sol, abro la farmacia. Cuando el sol se pone, la cierro.

*Los cuentos del Nasrudín, típicos de la tradición sufí, siempre tienen matices humorísticos. Nasrudín, un hombre
inteligente y práctico que viendo las cosas tal y como son, no se deja llevar por cosas extrañas y heterogéneas. Vive el aquí y
ahora, y quizá sea esa la enseñanza más importante que nos puede ofrecer.

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EL CUENTO DE LAS ARENAS.

 Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin
alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este
último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaba a  éstas.
    Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto y sin embargo, no había manera. Entonces una
recóndita voz, que venía desde el desierto mismo le susurró:

"el Viento cruza el desierto y así puede hacerlo el río"


    El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas y solamente conseguía ser absorbido, que el viento podía volar y
ésa era la razón por la cual podía cruzar el desierto. "Arrojándote con violencia como lo vienes haciendo no lograrás
cruzarlo. Desaparecerás o te convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te lleve hacia tu destino"

-¿Pero cómo esto podrá suceder?

     "Consintiendo en ser absorbido por el viento". Esta idea no era aceptable para el río. Después de todo él nunca había sido
absorbido antes. No quería perder su individualidad. "¿Y, una vez perdida ésta, cómo puede uno saber si podrá recuperarla
alguna vez?" "El viento", dijeron las arenas, "cumple esa función. Eleva el agua, la transporta sobre el desierto y luego la
deja caer. Cayendo como lluvia, el agua nuevamente se vuelve río"

-"¿Cómo puedo saber que esto es  verdad?"

   "Así es, y si tú no lo crees, no te volverás más que un pantano y aún eso tomaría muchos, pero muchos años; y un
pantano, ciertamente no es la misma cosa que un río."

-"¿Pero no puedo seguir siendo el mismo río que ahora soy?"

    "Tú no puedes en ningún caso permanecer así", continuó la voz. "Tu parte esencial es transportada y forma un río
nuevamente. Eres llamado así, aún hoy, porque no sabes qué parte tuya es la esencial." Cuando oyó esto, ciertos ecos
comenzaron a resonar en los pensamientos del río. Vagamente, recordó un estado en el cual él, o una parte de él ¿cuál sería?,
había sido transportado en los brazos del viento. También recordó --¿o le pareció?-- que eso era lo que realmente debía
hacer, aún cuando no fuera lo más obvio. Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que gentil y
fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente tan pronto hubieron alcanzado la cima de una
montaña, muchas pero muchas millas más lejos. Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más
firmemente en su mente, los detalles de la experiencia. Reflexionó:"Sí, ahora conozco mi verdadera identidad" El río estaba
aprendiendo pero las arenas susurraron:"Nosotras conocemos, porque vemos suceder esto día tras día, y porque nosotras las
arenas, nos extendemos por todo el camino que va desde las orillas del río hasta la montaña" Y es por eso que se dice que el
camino en el cual el Río de la Vida ha de continuar su travesía está escrito en las Arenas.
* Bonita alegoría de este cuento que quizá no sea para público infantil. De donde venimos y a donde vamos. El miedo a
perder nuestra individualidad y a la muerte. No entendemos la muerte y no sabemos si nuestra individualidad, si nuestro
Pepito, Jaimito, Marta, Laura, Maria, etc... volverá de nuevo. No obstante, olvidamos que nuestro origen y nuestro destino es
el mismo y que algo bueno hay (Dios, naturaleza, o como queramos llamarlos) que nos creó y que volveremos a visitar.

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LA BANDEJA DE HOJALDRE.
Un sabio forastero llegó a Aksehir. Deseaba desafiar al hombre más docto de la
ciudad y le presentaron a Nasrudin. El sabio trazó un círculo en el suelo con un palo. Nasrudín cogió el mismo palo y dividió
el círculo en dos partes iguales. El sabio trazó otra línea vertical para dividirlo en cuatro partes iguales. Nasrudín hizo un
gesto como si tomara las tres partes para sí y dejara la cuarta para el otro. El sabio sacudió la mano hacia el suelo. Nasrudín
hizo lo contrario.

Se acabó la competencia y el sabio explicó:

- ¡Este señor es increíble!, le dije que el mundo es redondo, me contestó que pasa el ecuador terrestre por el medio. Lo dividí
en cuatro partes, me dijo "las tres partes son de agua, la cuarta es de tierra". Le pregunté "¿por qué llueve?", me contestó "el
agua se evapora, sube al cielo y se convierte en nubes".

Los ciudadanos deseaban conocer la versión de Nasrudín: - ¡Qué tipo más glotón!, me dijo: "si tuviéramos una bandeja de
dulce de hojaldre", yo le dije "la mitad es para mí". Me preguntó "¿si lo dividiéramos en cuatro partes?", yo le contesté "me
comeré las tres partes". Me propuso "¿si le echáramos pistachos molidos?", yo le dije "buena idea, pero se necesita un fuego
alto. Quedó vencido y se fue...."

*Como siempre, los cuentos de Nasrudín siempre tienen un punto irónico y gracioso. En su punto irónico, suele dejar en
evidencia la sobrevalorada sabiduría libresca. A veces, el más sabio es el que menos se deja llevar por esta. No pretendo
decir que el saber es malo, pero tenemos que dejarlo en su lugar. Un árbol no sabe, un león o un águila no saben, pero no lo
necesitan para vivir. Ya son felices por solamente vivir.

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LA RECOMPENSA DEL DESIERTO


Hace mucho tiempo había un joven comerciante llamado Kirzai, cuyos negocios lo obligaron a viajar un día al pueblo de
Tchigan, situado a doscientos kilómetros de distancia. Por lo común, el habría tomado la ruta que seguía el borde de las
montañas, lo que le habría permitido hacer la mayor parte del viaje protegido del sol.

Pero en esta ocasión, Kirzai sufría la presión del tiempo. Era urgente que llegara a Tchigan lo mas pronto posible, de modo
que decidió tomar el camino directo a través del desierto de Sry Darya. El desierto de Sry Darya es conocido por la
intensidad de su sol y muy pocos se atreven a correr el riesgo de cruzarlo. No obstante, Kirzai dio de beber a su camello,
lleno sus alforjas y emprendió el viaje.

Varias horas después de partir empezó a levantarse el viento del desierto. Kirzai refunfuño para sus adentros y apuro el paso
del camello. De repente se detuvo, estupefacto. A unos cien metros delante de el se levanto un gigantesco remolino de
viento. Kirzai nunca había visto nada semejante. El remolino arrojaba todo en derredor de una extraña luz purpúrea y hasta
el color de la arena había cambiado. Kirzai titubeó. ¿Debía hacer un largo rodeo a fin de evitar esa extraña aparición o debía
seguir siempre derecho? Kirzai tenia mucha prisa, sentía que no disponía de tiempo para tomar el camino más lento, de
modo que agachó la cabeza, encorvó los hombros y avanzó.

Para su sorpresa, en el momento en que penetró en la tormenta todo se volvió mucho más calmo. El viento no azotaba ya
con tanta fuerza contra su cara. Se sintió contento de haber tomado la decisión correcta. Pero de pronto se vio obligado a
detenerse otra vez. Un poco más adelante, un hombre yacía estirado sobre el suelo junto a su camello acuclillado. Kirzai
desmonto de inmediato para ver que pasaba. La cabeza del hombre estaba envuelta en una chalina, pero Kirzai vio que era
viejo. El hombre abrió los ojos, miró con atención a Kirzai durante un instante y después habló con un susurro ronco.

-¿Eres .... tú? Kirzai rió y sacudió la cabeza. -¿Qué? ¡No me digas que sabes quien soy! ¿Mi fama se ha extendido hasta el
desierto de Sry Darya? Pero tu anciano, ¿quién eres? El hombre no dijo nada. -De todos modos -continuó Kirzai- , Tú no
estas bien. ¿Adonde vas? -A Givah -suspiró el viejo-, pero no tengo más agua.

Kirzai reflexionó. Sin duda podía compartir un poco de su agua con el anciano, pero si lo hacia se arriesgaba a quedarse sin
agua él mismo. Sin embargo, no podía dejarlo así. No se puede dejar morir a un hombre sin echar una mirada atrás. "Al
diablo con mis planes -pensó Kirzai- , sólo necesito encontrar mi camino hasta el sendero que corre a lo largo de las
montañas, en caso de necesitar más agua. ¡Una vida humana vale mucho más que un compromiso de negocios!" Ayudó al
viejo a tomar un poco de agua, llenó una de sus cantimploras y después lo ayudó a montar su camello.

-Sigue derecho por ese camino -le recomendó mientras apuntaba con el dedo- y en dos horas estarás en Givah. El anciano
hizo una señal de agradecimiento con las manos y antes de irse miró un largo rato a Kirzai y pronunció estas extrañas
palabras: -Algún día el desierto te recompensará. Entonces acicateo a su camello en la dirección que Kirzai le había
indicado. Kirzai continuó su viaje. La oportunidad que lo esperaba en Tchigan sin duda estaba perdida, pero se sentía en paz
consigo mismo.

Paso el tiempo. Treinta años después, los negocios llevan a viajar a Kirzai de continuo de una parte a otra entre Givah y
Tchigan. No se había hecho rico, pero lo que ganaba era suficiente para proporcionar una buena vida a su familia. Kirzai no
pedía mas que eso.
Un día, mientras vendía cueros en la plaza del mercado de Tchigan, se enteró de que su hijo estaba enfermo de gravedad.
Era urgente que fuera a verlo de inmediato. Kirzai no vacilo. Recordó el atajo a través del desierto que había tomado treinta
años atrás. Dio agua a su camello, llenó sus cantimploras y partió.

A lo largo del camino libró una batalla contra el tiempo, azuzando sin cesar a su camello. No se detuvo ni disminuyo la
marcha mientras bebía agua, y por esas razón ocurrió el accidente. La cantimplora se le cayo de pronto de las manos y antes
que pudiera bajarse para recuperarla, el agua desapareció en la arena. Kirzai profirió una maldición. Con una sola
cantimplora llena era imposible cruzar el desierto. Pero al pensar en su hijo, el viejo se obligo a seguir adelante.

-¡Tengo que hacerlo! ¡Lo haré!

El sol del desierto de Sry Darya es despiadado. Le importa poco por qué o para qué fines un hombre trata de desafiar sus
rayos, arde inexorablemente siempre con la misma fuerza e intensidad. Kirzai pronto comprendió que había cometido un
gran error. Se le resecó la lengua y la piel le quemaba. La única cantimplora restante ya estaba vacía. Y ahora, para su
desazón, vio que empezaba una tormenta de arena. Kirzai se envolvió la cabeza con su chalina, cerro los ojos y dejo que el
camello lo llevara adelante a donde fuera. Ya no era conciente de nada. Un gigantesco remolino de viento se levantó frente a
él. Despedía una suave luz purpúrea, pero Kirzai seguía inconsciente y no vio nada. Su camello entró en el remolino de
viento, avanzó unos pocos pasos y entonces, en forma abrupta, se sentó. Kirzai cayo al suelo. "Estoy terminado -pensó- ¡Mi
hijo nunca volverá a verme!"

De repente, sin embargo, dio un grito de alegría. Un hombre montado en un camello avanzaba hacia él. Pero cuanto más se
acercaba el hombre, tanto más la alegría de Kirzai se convertía en estupefacción. Este hombre que ahora desmontaba de su
camello .... ¡Kirzai lo conocía! Reconoció su propio rostro juvenil, sus ropas .... ¡y hasta el camello que montaba! Un
camello que el mismo había comprado por dos valiosos jarrones muchos años antes.

Kirzai estaba seguro: ¡ el joven que venia a ayudarlo era él mismo ! ¡ Era el mismo Kirzai tal como era treinta años antes !

-¿Eres .... tú? -balbuceo Kirzai con un susurro ronco. El joven lo miro y rió. -¿Qué? ¡No me digas que sabes quien soy! ¿Mi
fama se ha extendido hasta el desierto de Sry Darya? Pero tú, anciano, ¿quién eres? Kirzai no contestó. No sabia que hacer.
¿Debía decirle al joven quien era, o no decir nada? Mientras tanto el joven continuo: -De todos modos, tú no estas bien.
¿Adonde vas?

-A Givah -respondió Kirzai-. Pero no tengo mas agua.

Kirzai vio que el joven reflexionaba en silencio acerca de la situación y supo con exactitud lo que pasaba por su mente:
¿debía ayudar a Kirzai o continuar para atender sus propios asuntos? Pero Kirzai también supo cual seria la decisión y sonrió
al observar que el joven le ofrecía un trago de agua. Después, el joven le lleno la cantimplora vacía, lo ayudo a montar su
camello y apunto con un dedo.

-Sigue derecho por ese camino y en dos horas estarás en Givah.

El viejo Kirzai miro un largo rato al joven que alguna vez había sido él mismo y le hizo una señal de agradecimiento.
Hubiera deseado hablar con él de muchas cosas, pero solo logro encontrar estas palabras: -Algún día el desierto te
recompensará. Y entonces partió de prisa hacia Givah, donde lo esperaba su hijo. Kirzai llego a ser un hombre sabio,
respetado por todos. Y cuando contaba este extraño cuento, todos los que lo escuchaban le creían. Desde aquellos tiempos,
el desierto de Sry Darya ha sido conocido con el nombre de Samavstrecha, que quiere decir:

* Los cuentos del desierto siempre tienen algo de mágico. La inmensidad, la soledad y el silencio hace que el hombre se
sienta maravillado y sensible a ciertas sutilezas. Este cuento nos habla de que cada uno es la humanidad... y al contrario de
lo que nos quiere hacer creer la sociedad de consumo, de comprar más para ser mejor, para ser más feliz; es el trato con el
vecino lo que nos hace feliz de forma permanente.

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LOS GRANJEROS A LOS QUE SE LE DABAN BIEN


LOS NÚMEROS.

Mulla Nasrudin
De entre todos los pueblos que el mula Nasrudin visitó en sus viajes, había uno que era especialmente famoso porque a sus
habitantes se les daban muy bien los números. Nasrudin encontró alojamiento en la casa de un granjero. A la mañana
siguiente se dio cuenta de que el pueblo no tenía pozo. Cada mañana, alguien de cada familia del pueblo cargaba uno o dos
burros con garrafas de agua vacías y se iban a un riachuelo que estaba a una hora de camino, llenaban las garrafas y las
llevaban de vuelta al pueblo, lo que les llevaba otra hora más.
"¿No sería mejor si tuvieran agua en el pueblo?", preguntó Nasrudin al granjero de la casa en la que se alojaba. "¡Por
supuesto que sería mucho mejor!", dijo el granjero. "El agua me cuesta cada día dos horas de trabajo para un burro y un
chico que lleva el burro. Eso hace al año mil cuatrocientas sesenta horas, si cuentas las horas del burro como las horas del
chico. Pero si el burro y el chico estuvieran trabajando en el campo todo ese tiempo, yo podría, por ejemplo, plantar todo un
campo de calabazas y cosechar cuatrocientas cincuenta y siete calabazas más cada año."

"Veo que lo tienes todo bien calculado", dijo Nasrudin admirado. "¿Por qué, entonces, no construyes un canal para traer el
agua al río?" "¡Eso no es tan simple!", dijo el granjero. "En el camino hay una colina que deberíamos atravesar. Si pusiera a
mi burro y a mi chico a construir un canal en vez de enviarlos por el agua, les llevaría quinientos años si trabajasen dos horas
al día. Al menos me quedan otros treinta años más de vida, así que me es más barato enviarles por el agua."

"Sí, ¿pero es que serías tú el único responsable de construir un canal? Son muchas familias en el pueblo."

"Claro que sí", dijo el granjero. "Hay cien familias en el pueblo. Si cada familia enviase cada día dos horas un burro y un
chico, el canal estaría hecho en cinco años. Y si trabajasen diez horas al día, estaría acabado un año."

"Entonces, ¿por qué no se lo comentas a tus vecinos y les sugieres que todos juntos construyáis el canal?

"Mira, si yo tengo que hablar de cosas importantes con un vecino, tengo que invitarle a mi casa, ofrecerle té y halva, hablar
con él del tiempo y de la nueva cosecha, luego de su familia, sus hijos, sus hijas, sus nietos. Después le tengo que dar de
comer y después de comer otro té y él tiene que preguntarme entonces sobre mi granja y sobre mi familia para finalmente
llegar con tranquilidad al tema y tratarlo con cautela. Eso lleva un día entero. Como somos cien familias en el pueblo,
tendría que hablar con noventa y nueve cabezas de familia. Estarás de acuerdo conmigo que yo no puedo estar noventa y
nueve días seguidos discutiendo con los vecinos. Mi granja se vendría abajo. Lo máximo que podría hacer sería invitar a un
vecino a mi casa por semana. Como un año tiene sólo cincuenta y dos semanas, eso significa que me llevaría casi dos años
hablar con mis vecinos. Conociendo a mis vecinos como les conozco, te aseguro que todos estarían de acuerdo con hacer
llegar el agua al pueblo, porque todos ellos son buenos con los números. Y como les conozco, te digo, que cada uno
prometería participar si los otros participasen también. Entonces, después de dos años, tendría que volver a empezar otra vez
desde el principio, invitándoles de nuevo a mi casa y diciéndoles que todos están dispuestos a participar." "Vale", dijo
Nasrudin, "pero entonces en cuatro años estarías preparados para comenzar el trabajo. ¡Y al año siguiente, el canal estaría
construido!"

"Hay otro problema", dijo el granjero. "Estarás de acuerdo conmigo que una vez que el canal esté construido, cualquiera
podrá ir por agua, tanto como si ha o no contribuido con su parte de trabajo correspondiente."

"Lo entiendo", dijo Nasrudin . "Incluso si quisierais, no podríais vigilar todo el canal."

"Pues no", dijo el granjero. "Cualquier caradura que se hubiera librado de trabajar, se beneficiaría de la misma manera que
los demás y sin coste alguno."

"Tengo que admitir que tienes razón", dijo Nasrudin.

"Así que como a cada uno de nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escabullirnos. Un día el burro no tendrá
fuerzas, el otro el chico de alguien tendrá tos, otro la mujer de alguien estará enferma, y el niño, el burro tendrán que ir a
buscar al médico.

Como a nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escurrirnos el bulto. Y como cada uno de nosotros sabe que los
demás no harán lo que deben, ninguno mandará a su burro o a su chico a trabajar. Así, la construcción del canal ni siquiera
se empezará."

"Tengo que reconocer que tus razones suenan muy convincentes", dijo Nasrudin. Se quedó pensativo por un momento, pero
de repente exclamó: "Conozco un pueblo al otro lado de la montaña que tiene el mismo problema que ustedes tienen. Pero
ellos tienen un canal desde hace ya veinte años."

"Efectivamente", dijo el granjero, "pero a ellos no se les dan bien los números."

* Este maravilloso cuenta que protagoniza Nasrudin es un claro ejemplo de lo estúpida que se vuelve nuestra sociedad.
Nuestro intelecto, nuestros estudios, nuestro saber, y por tanto, por ser nuestro, también es nuestro interés, lo ponemos por
encima del bien común. Sin darnos cuenta que realmente el bien común es el bien nuestro. No solo el bien común del bien
familiar, ni el bien vecinal, ni el bien de la comunidad o del país, sino el bien de las personas que viven en la otra parte del
mundo y del bien de otros seres vivos que comparten el planeta. 

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números. , mulla Nasrudin.

LA HISTORIA DEL CERRAJERO.


Había una vez un cerrajero al que acusaron injustamente de unos delitos y lo condenaron a
vivir en una prisión oscura y profunda. Cuando llevaba allí algún tiempo, su mujer, que lo quería muchísimo se presentó al
rey y le suplicó que le permitiera por lo menos llevarle una alfombra su marido para que pudiera cumplir con sus
postraciones cada día. El rey consideró justa esa petición y dio permiso a la mujer para llevarle una alfombra para la oración.
El prisionero agradeció la alfombra a su mujer y cada día hacía fielmente sus postraciones sobre ella.

Pasado un tiempo el hombre escapó de la prisión y cuando le preguntaban cómo lo había conseguido, él explicaba que
después de años de hacer sus postraciones y de orar para salir de la prisión, comenzó a ver lo que tenía justo bajo las narices.
Un buen día vio que su mujer había tejido en la alfombra el dibujo de la cerradura que lo mantenía prisionero. Cuando se dio
cuenta de esto y comprendió que ya tenía en su poder toda la información que necesitaba para escapar, comenzó a hacerse
amigo de sus guardias. Y los convenció de que todos vivirían mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntos de la prisión.
Ellos estuvieron de acuerdo, puesto que aunque eran guardias comprendían que también estaban prisioneros. También
deseaban escapar pero no tenían los medios para hacerlo.
Así pues, el cerrajero y sus guardias decidieron el siguiente plan: ellos le llevarían piezas de metal y él haría cosas útiles con
ellas para venderlas en el mercado. Juntos amasarían recursos para la huida y del trozo de metal más fuerte que pudieran
adquirir el cerrajero haría una llave.

Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura de la puerta de la prisión y
salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa esperándolo. Dejó en la prisión la alfombra para orar, para que
cualquier otro prisionero que fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra también pudiera escapar.
Así se reunió con su mujer, sus ex-guardias se hicieron sus amigos y todos vivieron en armonía. El amor y la pericia
prevalecieron.

* Las personas son iguales, y reconocer esto te ayuda a ser uno mismo. Encarcelado y carcelero se sienten prisioneros
mientras uno no vea en el otro la persona que hay en los dos. Ver al carcelero y o al encarcelado, es como ver el cristiano al
judío, el capitalista al comunista, a de un país y el de su vecino... diferencias sutiles que nos separan, cuando realmente hay
más cosas que nos unen.

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VACÍA Y RUIDOSA.
Alejandra caminaba con su padre cuando éste, de repente, se detuvo en una curva del camino.
Después de un breve silencio le preguntó:

-Además del cantar de los pájaros, ¿qué oyes Alejandra?

La niña paró atención aguzando sus oídos. Después de unos segundos respondió:

-Papá estoy oyendo el ruido de una carreta que se acerca.

-Muy bien – respondió su padre-. Tienes razón, se está acercando una carreta vacía.

Alejandra asombrada preguntó a su padre:

-¿Cómo sabes que es una carreta vacía si aún no la has visto?


Entonces el padre respondió:

-Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por el ruido que hace. Cuanto más vacía está la carreta, mayor ruido hace.

Alejandra se convirtió en adulta y siempre que veía a una persona interrumpiendo una conversación y hablando demasiado
de sí misma de forma inoportuna o violenta o presumiendo de lo que poseía, tenía la impresión de oír la voz de su padre
diciendo:

-Cuanto más vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace.

*Este cuento sufí habla por sí solo. ¿Cuanta gente conocemos que no paran de hablar y hablar y sus palabras no dicen nada,
cuando sus hechos no corresponden con sus palabras y le dan a estas más importancia que a la realidad?. 

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LA SOPA DE PATO.
Cierto día, un campesino fue a visitar a Nasrudin, atraído por la gran fama de éste y deseoso
de ver de cerca al hombre mas ilustre del país. Le llevó como regalo un magnífico pato. El Mula, muy honrado, invitó al
hombre a cenar y pernoctar en su casa. Comieron una exquisita sopa preparada con el pato.

A la mañana siguiente, el campesino regresó a su campiña, feliz de haber pasado algunas horas con un personaje tan
importante. Algunos días más tarde, los hijos de este campesino fueron a la ciudad y a su regreso pasaron por la casa de
Nasrudin. - Somos los hijos del hombre que le regaló un pato - se presentaron. Fueron recibidos y agasajados con sopa de
pato.

Una semana después, dos jóvenes llamaron a la puerta del Mula. - ¿Quiénes son ustedes? - Somos los vecinos del hombre
que le regaló un pato. El Mula empezó a lamentar haber aceptado aquel pato. Sin embargo, puso al mal tiempo buena cara e
invitó a sus huéspedes a comer.
A los ocho días, una familia completa pidió hospitalidad al Mula. - Y ustedes ¿quiénes son? - Somos los vecinos de los
vecinos del hombre que le regaló un pato. Entonces el Mula hizo como si se alegrara y los invito al comedor. Al cabo de un
rato, apareció con una enorme sopera llena de agua caliente y llenó cuidadosamente los tazones de sus invitados. Luego de
probar el líquido, uno de ellos exclamó: - Pero... ¿qué es esto, noble señor? ¡Por Alá que nunca habíamos visto una sopa tan
desabrida! Mula Nasrudin se limito a responder: - Esta es la sopa de la sopa de la sopa de pato que con gusto les ofrezco a
ustedes, los vecinos de los vecinos de los vecinos del hombre que me regaló el pato.

* Esta historia del mítico personaje de Mulla Nasrudin, nos


enseña que hay veces que en la vida que debemos decir que no. Cuando somos pequeños nos educan para obedecer, pero a
medida que crecemos tenemos que empezar a tomar nuestras propias decisiones, aunque nos equivoquemos y aunque no
podamos contentar a todos.

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La razón de la inactividad.
De entre todos los pueblos que el Mullah Nasrudín visitó en sus viajes, había uno que era especialmente famoso porque a
sus habitantes se les daban muy bien los números. Nasrudín encontró alojamiento en la casa de un granjero. A la mañana
siguiente, se dio cuenta de que el pueblo no tenía pozo. Cada mañana, alguien de cada familia del pueblo cargaba uno o dos
burros con garrafas vacías y se iban a un riachuelo que estaba a una hora de camino, llenaban las garrafas y las traían de
vuelta al pueblo, lo que les llevaba otra hora más.

"¿No sería mejor si tuvierais agua en el pueblo?", preguntó el Mullah al granjero de la casa en la que se alojaba.

"¡Por supuesto que sería mucho mejor!", dijo el granjero. "El agua me cuesta cada día dos horas de trabajo para un burro y
un chico que lleva el burro. Eso hace al año mil cuatrocientas sesenta horas, si cuentas tanto las horas del burro como las del
chico. Pero si el burro y el chico estuvieran trabajando en el campo todo ese tiempo, yo podría, por ejemplo, plantar todo un
campo de calabazas y cosechar cuatrocientas cincuenta y siete calabazas más cada año, que al precio actual alcanzarían para
comprar vaca y media".

"Veo que lo tienes todo bien calculado", dijo Nasrudín admirado. "¿Por qué, entonces, no construyes un canal para traer el
agua al río?"

"¡Eso no es bien simple!", dijo el granjero. "En el camino hay una colina que deberíamos atravesar. Si pusiera a mi burro y a
mi chico a construir un canal en vez de enviarlos por el agua, les llevaría quinientos años si trabajasen dos horas al día. Sólo
me quedan otros treinta años más de vida, meses más, meses menos, u otros 6 y 3/4 si dejo el tabaco. Así que me es más
barato enviarles por el agua."

"Sí, pero, ¿es que serías tú el único responsable de construir un canal? Sois muchas familias en el pueblo."

"Claro que sí", dijo el granjero. "Hay cien familias en el pueblo. Si cada familia enviase cada día dos horas un burro y un
chico, el canal estaría hecho en cinco años. Y si trabajasen diez horas al día, estaría acabado un año".

"Entonces, ¿por qué no se lo comentas a tus vecinos y les sugieres que todos juntos construyáis el canal?"

"Pues... - prendiendo otro cigarro - ... Mira, si yo tengo que hablar de cosas importantes con un vecino, tengo que invitarle a
mi casa, ofrecerle té y azúcar, hablar con él del tiempo y de la nueva cosecha, luego de su familia, sus hijos, sus hijas, sus
nietos. Después le tengo que dar de comer y después otro té con galletas y él tiene que preguntarme entonces sobre mi granja
y sobre mi familia para finalmente llegar con tranquilidad al tema y tratarlo con cautela. Eso lleva un día entero. Como
somos cien familias en el pueblo, tendría que hablar con noventa y nueve cabezas de familia. Estarás de acuerdo conmigo
que yo no puedo estar noventa y nueve días seguidos discutiendo con los vecinos. Mi granja se vendría abajo. Lo máximo
que podría hacer sería invitar a un vecino a mi casa por semana. Como un año tiene sólo cincuenta y dos semanas, eso
significa que me llevaría casi dos años hablar con mis vecinos.

Conociendo a mis vecinos como les conozco, te aseguro que todos estarían de acuerdo con hacer llegar el agua al pueblo,
porque todos ellos son buenos con los números. Y como les conozco, te aseguro, cada uno prometería participar si los otros
participasen también. Entonces, después de dos años, tendría que volver a empezar otra vez desde el principio, invitándoles
de nuevo a mi casa y diciéndoles que todos están dispuestos a participar".

"Vale", dijo el Hodja, "pero entonces en cuatro años estaríais preparados para comenzar el trabajo. ¡Y al año siguiente, el
canal estaría construido!"

"Hay otro problema", dijo el granjero. "Estarás de acuerdo conmigo que una vez que el canal esté construido, cualquiera
podrá servirse del agua, tanto si ha o no contribuido con su parte de trabajo correspondiente."

"Lo entiendo", dijo Nasrudín. "Incluso si quisierais, no podríais vigilar todo el canal."

"Pues no", dijo el granjero. "Cualquier avispado que se hubiera librado de trabajar, se beneficiaría de la misma manera que
los demás y sin costo alguno".

"Tengo que admitir que tienes razón", dijo Nasrudín.

"Así que como a cada uno de nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escabullirnos. Un día el burro no tendrá
fuerzas, otro día el chico de alguien tendrá tos, otro la mujer de alguien estará enferma, y el niño y el burro tendrán que ir a
buscar al médico...

Como a nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escurrir el bulto. Y como cada uno de nosotros sabe que los
demás no harán lo que deben, ninguno mandará a su burro o a su chico a trabajar. Así que la construcción del canal ni
siquiera se empezará..."

"Tengo que reconocer que tus razones suenan muy convincentes", dijo Nasrudín que se quedó pensativo por un momento,
pero de repente exclamó: "Conozco un pueblo al otro lado de la montaña que tenía el mismo problema que vosotros tenéis.
Pero ellos tienen un canal desde hace ya veinte años."

"Efectivamente", dijo el granjero, "pero a ellos no se les dan bien los números... "

* Este cuento nos habla de la vida, de que hay que vivirla y no pensarla. Muchas veces, pensamos tanto las cosas que no
hacemos nada. En estos momentos, lo mejor dar un paso hacia adelante y hacer lo que debemos. En las decisiones
importantes de la vida, se toman con el corazón.
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sabios.

Mulla ¿Por qué estoy aquí?

Una noche Mulla Nasrudin caminaba por una calle. La calle estaba solitaria y de repente
se dio cuenta de que unos hombres a caballo, una especie de tropa se dirigían hacia él. Su mente comenzó a trabajar. Pensó
que podían ser asaltantes, que podían matarle. O que podían ser soldados del rey y que podían llevárselo para que prestara el
servicio militar o cualquier otra cosa. Se asustó y cuando los caballos y el ruido que formaban se le acercaron, se puso a
correr y entró en un cementerio, y para poder esconderse se tumbó en una fosa abierta.

Al ver a aquel hombre corriendo, los jinetes, que eran simples viajantes, se dieron cuenta de lo que había sucedido.
Corrieron tras Mulla Nasrudin y se acercaron a la tumba en que estaba. El yacía con los ojos cerrados como si estuviera
muerto. « ¿Qué te sucede? ¿Por qué te has asustado tanto de repente? ¿Qué pasa?» Entonces Mulla Nasrudin se dio cuenta
de que se había asustado a sí mismo sin motivo. Abrió sus ojos y dijo, «Es algo muy complejo, muy complicado. Si insistís
en preguntarme porqué estoy aquí, os lo diré. Estoy aquí por vuestra culpa y vosotros estáis aquí por la mía».

*Los cuentos de Mulla son típicos de la tradición Sufí. De hecho son unos de los cuentos que más me gustan por el hecho de
que muestra situaciones más o menos absurdas que son producidas por personas absurdas. En este caso  podemos aprender
que en situaciones de estrés, de incertidumbre o ansiedad, suelen aparecer antiguos fantasmas que tenemos enterrados, viejos
miedos que aunque quizá no tienen mucho que ver con la situación aparecen para asustarnos.

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Granadas para curar.


Un estudiante fue con un maestro para aprender el arte de curar. Vieron venir a un paciente y el maestro dijo:

-Este hombre necesita granadas para curar.

El estudiante recibió al paciente y le dijo:

-Tiene usted que tomar granadas, es todo lo que necesita.

El hombre se fue protestando y probablemente no consideró en serio el consejo. El estudiante corrió a su maestro y preguntó
qué es lo que había fallado. El maestro no dijo nada y esperó a que de nuevo se dieran las circunstancias.

Pasó un tiempo y el maestro dijo de otro paciente:

-Ese hombre necesita granadas para curar, pero esta vez seré yo quién actúe.

Le recibió y se sentaron, hablaron de su familia, de su trabajo, de su situación, dificultades e ilusiones. El maestro con aire
pensativo dijo como para sí mismo:

-Necesitarías algún fruto de cáscara dura, anaranjada, y que en su interior contenga granos jugosos de color granate.

El paciente interrumpió exclamando:

-¡Granadas!, ¿y eso es lo que podría mejorarme?.

El paciente curó y el estudiante tuvo una ocasión más para aprender.

* El remedio es la mitad de la cura, la otra mitad es la respuesta de aquel a quien se cura. Pero no solo eso, este cuento nos
habla de la sabiduría de un maestro que la experiencia le hace entender que cualquier persona acepta mejor una idea si viene
de él mismo que si viene desde fuera.
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Zorro inválido.

Una vez un hombre vio a un zorro inválido y se preguntó cómo haría para
estar tan bien alimentado. Decidió pues, seguirlo y descubrió que se había instalado en un lugar donde solía ir un gran león a
devorar a sus presas.

Cuando el león terminaba de comer, se alejaba y entonces el zorro iba y se alimentaba a placer. El hombre se dijo:

-Yo también quiero que el destino me ofrezca de igual manera.


Se marchó a un pueblo y se sentó en una calle cualquiera a esperar. Pasó el tiempo y no sucedió nada, excepto que cada vez
estaba más hambriento y débil. Entonces, en su debido momento, escuchó una voz interior que le dijo:

-¿Por qué quieres ser como un zorro que busca la manera de beneficiarse de otros?..., ¿Por qué no ser como un león para que
otros se beneficien de ti?

* La vida es para vivirla. No hay que esconderse detrás de subterfugios, ningún pretexto o escusa nos tiene que impedir vivir
plenamente la vida. Y aunque las excusas exteriores son la más evidentes, son las interiores, aquellas que nos aportan
seguridad o aquellas de las que estamos seguros que son ciertas, las que más nos paralizan. Conocernos nos hace libres.

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El sufí y el relato de Holaku.


Un maestro sufí fue visitado por un cierto número de personas de diversos credos que le
dijeron:

"Acéptanos como discípulos tuyos, ya que vemos que no queda ninguna verdad en nuestras religiones, y estamos seguros de
que tú enseñas el único camino verdadero."

El sufí contestó:

"¿No habéis oído hablar del mongol Halaku Khan y de su invasión de Siria. Permitidme que os cuente. El visir Ahmad del
califa Mustasim de Bagdad invitó al mongol a invadir los dominios de su señor. Cuando Halaku ganó la batalla de la
conquista de Bagdad, Ahmad salió a su encuentro para ser recompensado. Halaku le preguntó: "¿Buscas tu recompensa?", y
el visir respondió: "Sí."

"Halaku le dijo:

"Has traicionado a tu propio señor conmigo, y todavía esperas que yo confíe en que seas fiel hacia mí". Tras decir esto,
ordenó que Ahmad fuese colgado.

"Antes de pedir a alguien que os acepte, preguntaos a vosotros mismos si se trata simplemente de que no habéis seguido el
camino de vuestro propio maestro. Si estáis satisfechos con la respuesta, entonces venid y pedid ser aceptados como
discípulos."

* Las relaciones personales en las que hay intereses de por medio, no son relaciones reales, no son relaciones fructíferas en
el camino del crecimiento como personas independientes y sabias. Cuando hay interés, este actúa como un filtro que empaña
la capacidad empática de las personas y por tanto no ves a la persona tal y como es. Esto es lo que vio Halaku del visir, vió
una persona que no tenía una relación con su califa, un interesado.

Cuento extraído de : http://www.indiga.org/

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sabios.

Granadas como remedio.


El estudiante recibió al paciente y le dijo:

-Tiene usted que tomar granadas, es todo lo que necesita.

El hombre se fue protestando y probablemente no consideró en serio el consejo. El estudiante corrió a su maestro y preguntó
qué es lo que había fallado. El maestro no dijo nada y esperó a que de nuevo se dieran las circunstancias.

Pasó un tiempo y el maestro dijo de otro paciente:

-Ese hombre necesita granadas para curar, pero esta vez seré yo quién actúe.

Le recibió y se sentaron, hablaron de su familia, de su trabajo, de su situación, dificultades e ilusiones. El maestro con aire
pensativo dijo como para sí mismo:

-Necesitarías algún fruto de cáscara dura, anaranjada, y que en su interior contenga granos jugosos de color granate.

El paciente interrumpió exclamando:

-¡Granadas!, ¿y eso es lo que podría mejorarme?.


El paciente curó y el estudiante tuvo una ocasión más para aprender.

*El dolor es subjetivo, e incluso hay médicos que llegan a operar sin la incómoda y peligrosa anestesia. El remedio es la
mitad de la cura, la otra mitad es la respuesta de aquel a quien se cura.

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sabios.

El sultán y el mendigo.

Una vez el sultán iba cabalgando por las calles de Estambul, rodeado de cortesanos y soldados.
Todos los habitantes de la ciudad habían salido de sus casas para verle. Al pasar, todo el mundo le hacía una reverencia.
Todos menos un derviche arapiento.
El sultán detuvo la procesión e hizo que trajeran al derviche ante él. Exigió saber por qué no se había inclinado como los
demás.
El derviche contestó:
- Que toda esa gente se incline ante ti significa que todos ellos anhelan lo que tú tienes : dinero, poder, posición social.
Gracias a Dios esas cosas ya no significan nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si tengo dos
esclavos que son tus señores?.
La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de cólera.
- ¿Qué quieres decir? - gritó.
- Mis dos esclavos, que son tus maestros, son la ira y la codicia - dijo el derviche tranquilamente.
Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el derviche.

*Cuando veas a alguien que por sus riquezas, su belleza o su intelecto te demuestra que es superior a ti, es porque en el
fondo se siente inferior a todo el mundo.

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Mulla se cae por la escalera.


Mulla se cayó de una escalera y se hizo mucho daño. A pesar de los emplastos y de las
pociones, el dolor le hacía sufrir terriblemente. Sus amigos fueron a consolarle:
- !Hubiera podido se mucho peor!- dijo uno.
- Después de todo, no te has roto nada- dijo otro.
- Pronto te repondrás- dijo un tercero...
Es el colmo del dolor, Mulla se puso a pegar alaridos:
- !Salir todos de aquí! !Abandonad esta habitación en el acto!!Madre, no dejes entrar a nadie a menos que se haya caído de
una escalera!.

* La interpretación del cuento del famoso Mulla se relaciona con el valor de la experiencia. La teoría no puede sustituir
nunca la experiencia. Y vivir una situación nos mostrará mucho más la realidad de esta que leer y hablar sobre ella.

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