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La Reforma y la oración:

Accediendo a Dios por medio de


Cristo
Este artículo pertenece al libro De vuelta a Cristo: Celebrando los 500 años de
la Reforma escrito por pastores hispano hablantes y publicado por Soldados de
Jesucristo. Estaremos regalando los archivos digitales de este libro el 31 de
octubre de 2018, en celebración del aniversario de la Reforma protestante.

«No hay palabras lo bastante elocuentes para exponer cuán necesario, útil y
provechoso ejercicio es orar al Señor» (Juan Calvino).[1]

¿Qué es lo primero que viene a tu mente cuando escuchas la frase «Reforma


protestante»? ¿En qué piensas cuando te comentan sobre los reformadores Martín
Lutero, Juan Calvino y Juan Knox? Tal vez pensamos en el regreso a la Biblia,
las doctrinas de la gracia, las 95 tesis de Lutero o la Institución de la religión
cristiana de Calvino. Pensamos en libros, conferencias y debates teológicos. Sin
embargo, pocos llegamos a considerar la importancia que los mismos
reformadores le dieron a la oración.

Thomas Kidd, profesor de historia en Baylor University, explica que el acceso a


las Escrituras en el idioma del pueblo y la doctrina de la salvación por gracia eran
enfoques importantes para los reformadores, pero ellos y sus sucesores «también
lucharon por devolver la práctica de la oración a una base firmemente bíblica».
[2]
De manera que podemos considerar la Reforma protestante como un movimiento
comenzado y conducido por el Espíritu Santo que dirigió al pueblo de Dios a
redescubrir las doctrinas de la gracia y a acercarse al trono de la gracia.

Lutero y Calvino en oración


Un rápido análisis de la historia de la Reforma nos lleva a la conclusión evidente
que para los reformadores la oración fue fundamental. Veit Dietrick, un amigo de
Lutero, escribió sobre el alemán:

No hay un día en el cual él no dedique por lo menos tres horas, las más
adecuadas para trabajar, a la oración. En una ocasión tuve la fortuna de escuchar
su oración. Buen Dios, ¡qué fe transmitían sus palabras! Él habla con la gran
reverencia de alguien que habla con su Dios y con la confianza y esperanza de
alguien que habla con su padre y amigo.[3]

Se afirma que Lutero tenía la costumbre de preguntar a sus amigos que


encontraba en la calle: «Hermano, ¿te encuentro orando?».[4]

Juan Calvino dedicó 60 páginas de su Institución de la religión cristiana[5] para


analizar lo que la Biblia afirma sobre la oración. A esto debe sumarse todas sus
enseñanzas sobre la oración que se encuentran en los comentarios bíblicos que
escribió, sobre todo en su comentario del libro de los Salmos.

Ahora bien, aunque el teólogo y reformador francés escribió mucho sobre la


oración, el contenido mismo estaba enfocado más en la práctica de la oración que
en la doctrina que la explica.[6] En la introducción al comentario de Calvino
sobre el libro de Salmos, James Anderson afirma que una
Excelencia de este comentario es su carácter práctico. El autor no se encierra en
el detalle seco y sin vida de una praxis gramatical, como si estuviera comentando
sobre clásicos griegos o romanos. Él pone todas sus explicaciones en práctica.[7]

Tanto Lutero como Calvino fueron hombres que entendieron la importancia de


regresar a la Escritura en todos los aspectos de la vida del creyente, incluyendo la
oración. Ambos se esforzaron por explicar lo que las Escrituras enseñan sobre
esta práctica y también por disfrutar personalmente de ese privilegio, llegando a
ser ejemplo para todos aquellos que hemos venido tras ellos.

¿Por qué oramos?


Para los reformadores existen muchas y buenas razones por las cuales orar. Aquí
resaltamos algunas:

1.La oración de los hijos de Dios trae


gloria a Dios.
En Romanos 11:36 leemos: «Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A
él sea la gloria para siempre. Amén». Este versículo sustentó uno de los clamores
de la Reforma protestante: «solo a Dios la gloria». Todo, incluyendo nuestras
oraciones, trae gloria de Dios.

Al examinar lo que Calvino afirma sobre la oración, R. C. Sproul explica que

La oración, como todo lo demás en la vida cristiana, es para la gloria de Dios y


para nuestro beneficio, en ese orden. Todo lo que Dios hace, todo lo que Dios
permite y ordena, es en el sentido supremo para su gloria.[8]
2.El trono de la gracia es accesible a los
hijos de Dios.
El escritor de Hebreos explica que solamente por medio de Cristo podemos
acceder confiadamente al trono de la gracia—este fue un énfasis de los
reformadores: «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo
como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono
de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda
oportuna» (4:15-16).

En el siglo XVI, como en la actualidad, la Iglesia Católica Romana tenía todo un


sistema de intercesión a los santos y oración a María. En ese contexto, y
arriesgando sus propias vidas, los reformadores afirmaron que una persona puede
acercarse a Dios solamente cuando sus pecados han sido quitados de en medio, y
esto es únicamente posible para quienes están en Cristo.

«A través de sus escritos, Calvino ofrece una teología de la oración. Él presenta


la sala del trono de Dios como gloriosa, santa y soberana, y al mismo tiempo
accesible, deseable y preciosa en y a través de Cristo».[9]

3.Las oraciones de los hijos de Dios logran


mucho.
Justo antes de presentarnos la experiencia del profeta Elías como un ejemplo del
poder de la oración, Santiago nos exhorta a confesar nuestras ofensas unos a
otros y a orar unos por otros para que seamos sanados, recordando que «La
oración eficaz del justo puede lograr mucho» (5:16). Pero, ¿cómo reconciliamos
esta verdad con el hecho que Dios es soberano y hace siempre su voluntad?

Juan Calvino, quien es conocido por enseñar las doctrinas de la predestinación y


la soberanía de Dios, analiza la oración que hizo el profeta Elías para que no
lloviese: «Fue un evento notable que Dios pusiera el cielo, en cierto sentido, bajo
el control de las oraciones de Elías, que fuera obediente a sus pedidos. Con sus
oraciones Elías mantuvo el cielo cerrado por tres años y medio. Después lo abrió
e hizo que de repente cayera gran lluvia. En esto podemos ver el poder milagroso
de la oración».[10] Dios escucha nuestras oraciones porque soberanamente ha
decidido que ellas tengan efecto en la historia.

Un gran predicador inglés, descendiente de los reformadores, expresó: «No


puedo imaginar a ninguno de ustedes atormentando a su hijo emocionándole a
que desee algo que no le van a dar… Cuando Dios te invita a orar es porque él
quiera que recibas».[11]

Consejos prácticos de los reformadores


Tim Keller afirma que la oración es «una de las cosas más difíciles en este
mundo».[12] De manera que necesitamos consejos prácticos para nuestro día a
día de comunión con nuestro Señor. Es aquí donde nos ayudan los escritos y la
experiencia de los reformadores, especialmente un pequeño tratado sobre la
oración que Martín Lutero escribió en respuesta a su barbero, el maestro Peter
Beskindorf.
A continuación resaltamos los consejos prácticos que Lutero dio a su barbero
hace 500 años que continúan siendo útiles para nosotros hoy:[13]

 Aparta tiempo: Lutero le sugirió que apartara tiempo cada día para


orar. Esto debe ser así porque las presiones frecuentemente amenazan
con interrumpir nuestro tiempo de oración, por lo tanto es de mucha
ayuda apartar un momento o varios momentos para orar durante el día.
 Apártate a lugares tranquilos: el reformador también sugirió a su
barbero que, como Jesús, se apartara a lugares tranquilos donde pudiera
concentrarse más fácilmente. Lutero le dijo: «La oración es como tu
tarea de barbero. Lo último que quieres hacer es que tu mente esté
deambulando en otro lado cuando le estás quitando la barba a un cliente
como yo. No me gustaría que estuvieras desconcentrado y terminaras
cortándome la garganta».
 Ora en voz alta: Martín Lutero también recomendó a Peter que orara
en voz alta. Es de mucha ayuda articular tu comunicación al Señor en
voz alta. Lutero sugirió a su barbero seguir el ejemplo de Jesús en el
Huerto de Getsemaní, quien oró audiblemente a pesar de que estaba
solo.
 Ora la Palabra: Lutero también sugirió a su barbero que orara «a
través» de: (1) el Padre Nuestro, (2) los Diez Mandamientos y (3) el
Credo de los Apóstoles. Lutero no aconsejó orar el Padre Nuestro, sino
orar a través del Padre Nuestro (al igual que los Diez Mandamientos y
el Credo de los Apóstoles). La clave es enfocar la atención en cada
frase y clamar al Señor en base a su contenido. Esto se puede hacer
también con las oraciones que encontramos en los Salmos y en el
Nuevo Testamento, especialmente las oraciones del apóstol Pablo.

Conclusión
Estudiando la vida y enseñanza de los reformadores concluimos que nuestra
comprensión de las doctrinas de la gracia debería llevarnos constantemente al
trono de la gracia, a una profunda comunión con nuestro Dios y Salvador.

 
https://sdejesucristo.org/la-reforma-y-la-oracion-accediendo-a-dios-por-medio-de-cristo/

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